Date post: | 24-Jan-2016 |
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El Padre Nuestro o Padrenuestro (del latín Pater Noster) es la oración
por excelencia del cristiano porque la enseñó Jesús y porque resume
sus motivaciones más profundas.
En los orígenes de la Iglesia, el Padrenuestro formaba parte esencial
de la enseñanza de la oración, en donde, tras enseñar la doctrina
de los dos caminos y el bautismo, seguía una instrucción sobre el ayuno
y el padrenuestro.
Los evangelios nos presentan la oración del Padrenuestro a
través de dos versiones.
En el evangelio de Mateo, encontramos el Padrenuestro
en el capítulo 6, formando parte
del Sermón de la Montaña (capítulos 5 al 7),
específicamente, dentro de una serie de enseñanzas
sobre los tres pilares de la piedad de los judíos:
la limosna, la oración y el ayuno.
Jesús comienza exhortando a no aparentar en la oración. Convoca a orar
en secreto, lejos de la vista de los demás, pero cerca de los ojos de Dios. También enseña a no excederse en palabras. Lo
importante es confiarse en las manos de Dios (Mt. 6, 7-8).
A continuación enseña el Padrenuestro, como modelo de oración
(Mt. 6, 9-13), y termina alentando a vivir el perdón sincero a los demás.
"El perdón - ya sea para pedirlo o darlo - es la condición previa
por excelencia para la oración."
En el evangelio de Lucas, el Padrenuestro también se
encuentra enmarcado en una catequesis sobre
la oración. Las enseñanzas se agrupan
en tres temas: el Padrenuestro (Lc 11, 1-4), la confianza y
seguridad de que Dios escucha siempre (Lc 11, 5-8) y la eficacia de la
oración al Padre (Lc 11, 9-13).
Un día, al finalizar su oración, uno de ellos le pide que les enseñe a
orar.
La comparación con Juan el Bautista
y sus discípulos es importante.
Era común que cada maestro transmitiese a su grupo de
seguidores una oración que los uniera, una especie de credo que
los identificase.
Los discípulos le reclaman al Señor que él también les enseñe una oración que los congregue como comunidad que intenta
vivir como él.
Jesús no utiliza un discurso doctrinal, sino una breve oración que reúne
lo más importante del sentido de su vida. Jesús reza y enseña el Padrenuestro porque primero lo vive y lo practica.
Mateo escribió para una comunidad cristiana de origen judío. Son personas que han aprendido a orar, dentro de la tradición
judía, pero deben estar atentos para que su oración no se desvirtúe.
De ahí el contexto de duro ataque a la forma de orar de los fariseos.
Lucas escribe para una comunidad de cristianos helenistas o de origen griego. Son paganos, provenientes de un mundo
donde la oración se hallaba en crisis y declinación. Había que enseñarles a
orar.
La versión de Lucas, más breve, incluye cinco peticiones y se halla contenida totalmente
en el texto de Mateo.
Esto hace pensar que el texto de Lucas es el
más primitivo.
Mateo, más extenso, incluye siete peticiones colocadas en lugares determinados que ayudan a obtener un estilo literario
más cuidado.
Mateo 6, 9 Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,10 que venga tu Reino, que se haga tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
11 Danos hoy nuestro pan de cada día.
12 Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
13 No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.
Lucas 11, 2 «Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino, 3 danos cada día nuestro pan cotidiano;4 perdona nuestros pecados, porque también nosotros
perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la
tentación».
«Padre Nuestro»
Para hablar con Dios Jesús utiliza el término arameo Abba, que usaban
los niños pequeños para llamar a su Padre revelando así a un Dios Padre amoroso que espera, acompaña, protege y busca
el bienestar de sus hijo (Lc 15, 11 ss)
Ser hijo (y poder llamar a Dios "Papá") es un gran honor y debemos demostrar esa filiación divina con nuestras vidas y
obras, como lo hizo Jesús.
«Que estás en el Cielo»
El cielo no es un lugar sino una manera de estar. Dios está en los corazones que confían y creen en Él. Dios puede habitar en nosotros le abrimos nuestro corazón. Dios no está fuera
del mundo, su Presencia abarca más allá de todo lo que podemos ver y tocar.
Las siete peticiones
Después de ponernos en presencia de Dios, diremos siete peticiones,
siete bendiciones. Las tres primeras son para dar gloria al Padre,
son los deseos de un hijo que ama a su Padre sobre todas las cosas.
Las cuatro últimas le pedimos su ayuda, su gracia.
1 «Santificado sea tu nombre»
Pedimos que sea santificado por nosotros que estamos en Él, pero
también por los otros a los que todavía no les llega la gracia de Dios.
Expresamos a Dios nuestro deseo de que todos los hombres lo
conozcan y le estén agradecidos por su
amor.
Expresamos nuestro deseo de que
el nombre de Dios sea pronunciado
por todos los hombres de una manera santa, para
bendecirlo y no para blasfemar contra él.
Nos comprometemos a bendecir el nombre de Dios con nuestra propia vida.
2 «Venga tu Reino»
Al hablar del Reino de Dios, nos referimos a hacerlo
presente en nuestra vida de todos los
días, a tener a Cristo en nosotros para darlo a los demás y así
hacer crecer su Reino; y también nos referimos a que
esperamos a que Cristo regrese y sea la venida final
del Reino de Dios.
El Reino de Dios es justicia, gozo
y paz en el Espíritu. El que se conserva puro en sus acciones, sus
pensamientos y sus palabras, puede decir a Dios: <<¡Venga tu Reino!
>> (San Cirilo de Jerusalén).
3 «Hágase tu Voluntad en la Tierra como en el Cielo»
La voluntad de nuestro Padre es <<que todos los hombres
se salven y lleguen al conocimiento pleno
de la verdad>> (1 Tm 2, 4).
Su mandamiento, que resume todos los demás y nos dice: que nos amemos los unos a
los otros como Él nos ha amado.
A través de la oración podemos ir conociendo la voluntad concreta de Dios sobre nosotros.
4 «Danos hoy nuestro Pan de cada día.»
Al decir “danos” nos estamos dirigiendo a nuestro Padre con toda la confianza con la
que se dirige un hijo a un padre.
El pan que simboliza todo lo que
es imprescindible para la vida: el pan material para la vida terrena que Jesús supo dar a las multitudes hambrientas, y
el pan espiritual para la vida eterna donde permanece entre nosotros
bajo la Eucaristía.Esta petición invita a compartir por amor los bienes
materiales y espirituales para que la abundancia de unos,
remedie las necesidades de otros.
5 «Perdónanos nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.»
La segunda de las peticiones en plural nos recuerda la
importancia de las relaciones.
La fragilidad humana y la necesidad de la
reconciliación para restablecerlas.
Pedimos perdón al Padre por nuestras faltas,
por no dedicarnos eficazmente en la construcción del Reino.
Y nos comprometemos también a perdonar a los demás porque reconocemos que el perdón que Dios solo pude
ser recibido si brindamos a los demás su amor misericordioso y
comprensivo.
6 «No nos dejes caer en la tentación.»
Después de elevar nuestra voz al Padre, sentimos el peso
de nuestras propias limitaciones.
Las tentaciones son parte de la vida.
Jesús la conoció pero gracias a la oración, entrega y fe, salió adelante y marcó el
camino.
Pedimos fuerza, coraje y perseverancia, para no
dejarnos arrastrar por ellas y olvidar la causa del Padre: el
Reino. El Espíritu Santo nos ayuda a decir no a la tentación.
Hay que orar mucho para no caer en tentación.
7 «Y líbranos del Mal.»
Pedimos a nuestro Padre que no nos deje tomar el camino que conduce hacia el pecado,
hacia el mal.
Pedimos por sanación por los males pasados y protección por los presentes, y futuros.
Pedimos estar en paz y en gracia, siempre preparados para nuestro encuentro con
Cristo.
En los tiempos que vivimos, rezar el Padrenuestro se torna una imperiosa militancia, un desafío cotidiano, un oasis
donde recurrimos a nuestro Padre amado para recibir todas sus bendiciones.
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