El pasado 23 de junio pasará a ser un día histórico para
Colombia. Después de 52 años de conflicto armado, las
FARC-EP, dicen adiós a la contienda armada, para ingresar
a la civilidad. A este evento ocurrido en la Habana, que en
la mayoría de los corazones colombianos causó una mezcla
entre orgullo y melancolía, asistieron 5 presidentes, 2
países garantes y la Organización de las Naciones Unidas –
ONU, entre otros muchos invitados. Es decir, que se trata
de un proceso que cuenta con todo el apoyo internacional,
lo que le da grandes posibilidades de éxito.
Posconflicto: ¿Qué es?
Una primera aproximación a su definición es la que hace
el Ministro de la Presidencia, Dr. Rafael Pardo:
“posconflicto es llevar el Estado a las zonas donde desde
hace más de medio siglo no ha hecho presencia, con la
generación de prosperidad, empleo, vivienda, educación,
y seguridad alimentaria”. Lo que no es el posconflicto,
como lo mencionó el actual Ministro de Minas y Energía,
Dr. German Arce, es un “subsidio directo a los
desmovilizados”, el posconflicto es “llevar energía a las
zonas no interconectadas, a esos más de 400 mil
colombianos que no tiene la posibilidad de conectar una
nevera”. Pues bien, en ese escenario de posconflicto es
donde las energías renovables, dentro de ellas los
biocombustibles, adquieren relevancia por su potencial de
apalancar el desarrollo y el bienestar de los colombianos
en las zonas rurales.
De acuerdo al atlas de biomasa realizado por la
Universidad Industrial de Santander, Colombia – UIS, se
generan en el país alrededor de 30 millones de toneladas
de biomasas residuales provenientes de los cultivos de
café, palma, caña panelera, banano, caña azucarera,
arroz, entre otros, con un potencial que hoy se utiliza, en
el mejor de los casos, como compostaje.
Las agroindustrias de la palma de aceite y caña de azúcar,
tienen el potencial de generar 580 MW de energías a partir
de sus biomasas residuales, cantidad suficiente para
abastecer gran parte de las zonas no interconectadas, y
además disminuir las emisiones de Gases Efecto
Invernadero – GEI y material partículado a la atmosfera
respirable.
Los biocombustibles, se utilizan en mezclas del 8% de
etanol de caña de azúcar con gasolina y del 9,2% de
biodiésel de aceite de palma con diésel, producidos en su
totalidad con materias primas nacionales, generan
alrededor de 110 mil empleos, de los cuales un 85% en las
zonas rurales. Con tan solo una decisión del Gobierno
Nacional de duplicar la mezcla de biodiésel, es decir
llevarla al 20%, y mantener el porcentaje de etanol en
10%, este sector podría generar al menos unos 60 mil
empleos adicionales en el campo colombiano, generando
riqueza, acceso a la seguridad social y, lo más importante,
como lo ha manifestado el Señor Presidente Dr. Juan
Manuel Santos, promover una paz estable y duradera.
Además de estimular el empleo y el desarrollo rural, las
energías renovables tienen el potencial de reducir más de
7 millones de toneladas anuales de CO2 a la atmosfera,
contribuyendo con los compromisos internacionales del
Gobierno colombiano de disminuir en 20% las emisiones
nacionales de GEI para contribuir a la reducción del
calentamiento global.
Fuente: Fedebiocombustibles.
Sequías que matan los cultivos y el ganado, inundaciones que arrasan el campo, temperaturas que obligan a usar la calefacción o el aire acondicionado... Entonces, el precio de los alimentos sube, se hacen obras para mitigar los daños, y las enfermedades aumentan. El cambio climático le sale caro al mundo.
“Con el incremento en la temperatura, mucha del área ecuatorial será inhabitable y habrá desplazamientos masivos de personas, con los conflictos que eso suele
traer”. Ese es el vaticinio de Nicholas Stern, miembro de la junta del Instituto del Cambio Climático de la London School of Economics (LSE), ex vicepresidente de desarrollo económico y execonomista en jefe del Banco Mundial.
La transformación debe ser rápida, pues la meta es evitar que la temperatura global se incremente dos grados antes de que finalice este siglo. De lo contrario, las consecuencias serán catastróficas no solo para el medioambiente, sino para la economía mundial.
Stern asegura que para reducir en 25 % las emisiones de aquí al 2050, se requieren tres acciones: controlar las emanaciones de carbono mediante impuestos, regulaciones o cargas, para que las empresas se autorregulen; invertir en el uso e innovación de energías bajas en carbono y, como tercera medida, educar y eliminar las barreras de la eficiencia energética.
¿Cuánto vale tomar las medidas necesarias? Según Climate Action y el programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Unep), se requiere una inversión de 5,7 billones de dólares –unos 17.100 billones de pesos– solo en infraestructura verde. Esto superaría al producto interno bruto que Alemania tendría en el 2030. Pero los esfuerzos de hoy son insuficientes: actualmente, la inversión anual global es apenas de 360.000 millones de dólares anuales, unos 1.084 billones de pesos.
Si se corrige el rumbo –lo que será difícil por el monto que se requiere–, el beneficio económico será evidente. Según el análisis de Naciones Unidas para la reunión
COP21 en París el año pasado, se calcula que con la promesa de Europa a reducir el 40 % de sus emisiones para el 2030, ese continente generaría 70.000 empleos de tiempo completo, evitaría la muerte de 6.000 personas y se ahorrarían 33.000 millones de dólares en combustibles fósiles.
Y el solo acuerdo entre Estados Unidos y China para reducir emisiones generaría medio millón de empleos y salvaría 100.000 vidas en el país asiático. En EE. UU. se
generarían 650.000 empleos y se impedirían 27.000 muertes por contaminación.
Costo de no hacer nada
Nicholas Stern advirtió en su ensayo Economía del cambio climático, publicado por LSE, que “los niveles de los gases de efecto invernadero alcanzaron el equivalente a 430 partes por millón de dióxido de carbono, comparado con las 280 que había antes de la Revolución Industrial. Las actividades humanas han propulsado la acumulación de gases entre 2 y 3 partes por millón, cada año”.
Norteamérica y Europa han generado el 70% de los gases de efecto invernadero, desde 1850. Pero China e India los sobrepasarán si no se hace nada antes.
Hay por qué preocuparse: de acuerdo con cifras de LSE, cada año muere en India un millón de personas por la contaminación ambiental. Y según la revista Latin America Green Inves-tment de la organización del
COP21, en Sur y Centroamérica hubo 16.000 muertes en 630 eventos climáticos (deslizamientos, inundaciones, etc.) provocados por el cambio climático.
Y si la temperatura global aumenta 2 grados centígrados, dentro de 70 años los glaciares montañosos a alturas superiores a los 5.500 metros sobre el nivel del mar desaparecerán.
Así, en Colombia desaparecerán todos los nevados, por ejemplo. La consecuencia directa es que los páramos podrían descomponerse por exceso de humedad y se desregularía el clima.
Las consecuencias económicas para América Latina serán nefastas, pues las pérdidas en exportaciones agrícolas equivaldrán a entre 30 y 52 millones de dólares –entre 90.300 millones y 156.600 millones de pesos–, por la baja productividad del campo y las pérdidas que generen las catástrofes ambientales.
¿Cómo mejorar? Lo primero es tener información y datos de los países y ciudades, pero la Organización
Mundial de la Salud (OMS) ya advirtió que son pocas las mediciones estandarizadas de la calidad del aire, si es que existen.
“Las ciudades que recolectan y publican información sobre polución en espacios abiertos y cerrados deben ser felicitadas por ello. Es un paso crucial para identificar los problemas y emprender acciones para corregirlos”, dice la ONG en su portal.
Fuente: www.eltiempo.com
Fuente: www.fedebiocombustibles.com
La posibilidad de que se importe etanol para mezclar con la gasolina tiene preocupados a los empresarios del país que invirtieron en ese negocio creyendo en las políticas del Gobierno para con este. Así lo explica Jorge Bendeck, presidente de la Federación de Biocombustibles.
¿Qué amenazas se ciernen sobre los biocombustibles?
Colombia firmó un TLC con Estados Unidos, una nación que tiene excedentes de todo y desea colocar su producto en el mercado colombiano. Estados Unidos produjo el año pasado 59.000 millones de litros; Colombia, 450 millones de litros. Tienen una flexibilidad empresarial, tienen toda la materia prima necesaria, que es el maíz, para producir lo que quieran, de tal manera que, si se le abren las puertas al mercado norteamericano con esos volúmenes gigantescos, a precios que son la mitad de lo que nos vale a nosotros, acaban con la industria.
¿Cómo se podrían blindar?
Blindarse es casi un imposible. Habría que llegar a un acuerdo con los artículos del tratado, los cuales son objeto de controversia, que nos pueda ayudar para que los norteamericanos entiendan que para Colombia es vital tener esta industria, porque tiene que ver con el desarrollo de regiones empobrecidas, con la paz del país, con la independencia energética colombiana. En los años 70, cuando perdimos la autosuficiencia petrolera, Colombia se gastó 5.000 millones de dólares, cuando el
dólar valía cinco veces más de lo que vale hoy, y todavía estamos pagando la deuda 30 años después. ¿Volverá a pasar?
¿Qué medidas podrían tomarse?
Aumentar el mercado interno, aumentando las mezclas. Seguramente podremos satisfacer el 8 por ciento de la mezcla y ahora que entre Ecopetrol, con su planta gigantesca, podremos estar en el 9 y 9,5 por ciento. Si quieren poner el 12 por ciento, que lo pongan y vengan los norteamericanos.
Usted propuso que los gobernadores se unieran para defender los biocombustibles. ¿Por qué no lo han escuchado?
Porque ellos tienen otros intereses. El director de la Federación Nacional de Departamentos, Amylkar Acosta, fundador conmigo de la Federación de Biocombustibles, ha estado pendiente de eso, pero es que un gobernador tiene muchos compromisos políticos, no lo entiendo. Si yo fuera gobernador, ya hubiera hecho eso. Por qué no podemos utilizar la unión para forzar al Gobierno a que se interese por una cosa u otra, no lo sé.
¿Hay sobreproducción de palma?
Mucha, porque con el documento Conpes que estimuló la producción se sembraron más de 150.000 hectáreas, inversión que costó mil millones de dólares. Y exportar aceite de palma es un pésimo negocio. El aceite aquí vale más o menos 800 dólares por tonelada, pero hay que vender a 550.
¿Qué le pide al Gobierno?
Que incremente las mezclas. Si se permite la importación de etanol, como lo quieren algunos en el Gobierno, esos 700 millones de dólares invertidos por Ecopetrol se van a perder. Quién va a pagar ese detrimento patrimonial.
Fuente: www.eltiempo.com