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El río Carrión en la Literatura - dialnet.unirioja.es · ción de ver, echada, la despedida del...

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El río Carrión en la Literatura Marcelino García Velasco Los ríos tienen personalidad y carácter, aunque no hayan sido estudia- dos desde esa dimensión, sino desde su necesidad, su aprovechamiento o su uti- lidad, o sea, su rendimiento caudal para el aumento de las cuentas corrientes de sociedades más o menos anónimas. Unos nacen para ser dueños de su destino y volver a salir al aire; algu- nos para hacerse aventura permanente; los menos, para alzarse como puro ador- no inútil: “en fama claro, en ondas cristalino”, desde el decir de Góngora. Los elegidos de los dioses, para saber amar antes de morir. Son ángeles de contem- plación. Los ríos de Palencia nacen un tanto porque sí, como todos –grandes y chicos– casi por empuje de su propia curiosidad que les saca un día desde los dentros de la tierra a ver el aire, la luz, la verde palabrería vegetal de los cho- pos hacia la altura. Los ríos mayores –es un decir– de Palencia brotan de sus fuentes casi juntos. Uno, el Carrión, se desliza por la derecha de la provincia –en su posi- ción de ver, echada, la despedida del sol– y deviene manso, conservador, calla- do y amigo de los poderosos. Él vio a los Ansúrez, los Benigómez, los Rojas y Sarmiento, los Mendoza, al gran conde–obispo de Palencia y, de lejos, los Man- rique. Y hasta puede que con sus aguas lavaran sus miserias, por más que los nobles, entonces, se lavaban más bien poco, gracias a Dios, decían ellos. Y, en cuanto a miserias, ¡quién lo duda!, carecían de ellas. Un río tan poco aventurero y tan pegado a la tierra, tan infantil y dócil, que muere sin haber salido de sus lindes provinciales. El río Carrión nace como asustado y dispuesto a la huida en cuanto pin- ten calva la ocasión. La frialdad del agua de la laguna de Fuentes Carrionas apaga el resuello al más fogoso. Y durante mucho tiempo, hielos y desnudez, sabor esquivo del pedregal que amontonó el glaciar. Hay que buscar, como un novillo indómito, la ternura de la hierba que crece en la aridez del roquedal, el olor sabroso del enebro rastrero, la amarga amarillez de los piornos y la pun- EL RÍIO CARRIÓN EN LA LITERATURA 369 PITTM, 78, Palencia, 2007, pp. 369-390.
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El río Carrión en la Literatura

Marcelino García Velasco

Los ríos tienen personalidad y carácter, aunque no hayan sido estudia-dos desde esa dimensión, sino desde su necesidad, su aprovechamiento o su uti-lidad, o sea, su rendimiento caudal para el aumento de las cuentas corrientes desociedades más o menos anónimas.

Unos nacen para ser dueños de su destino y volver a salir al aire; algu-nos para hacerse aventura permanente; los menos, para alzarse como puro ador-no inútil: “en fama claro, en ondas cristalino”, desde el decir de Góngora. Loselegidos de los dioses, para saber amar antes de morir. Son ángeles de contem-plación.

Los ríos de Palencia nacen un tanto porque sí, como todos –grandes ychicos– casi por empuje de su propia curiosidad que les saca un día desde losdentros de la tierra a ver el aire, la luz, la verde palabrería vegetal de los cho-pos hacia la altura.

Los ríos mayores –es un decir– de Palencia brotan de sus fuentes casijuntos. Uno, el Carrión, se desliza por la derecha de la provincia –en su posi-ción de ver, echada, la despedida del sol– y deviene manso, conservador, calla-do y amigo de los poderosos. Él vio a los Ansúrez, los Benigómez, los Rojas ySarmiento, los Mendoza, al gran conde–obispo de Palencia y, de lejos, los Man-rique. Y hasta puede que con sus aguas lavaran sus miserias, por más que losnobles, entonces, se lavaban más bien poco, gracias a Dios, decían ellos. Y, encuanto a miserias, ¡quién lo duda!, carecían de ellas.

Un río tan poco aventurero y tan pegado a la tierra, tan infantil y dócil,que muere sin haber salido de sus lindes provinciales.

El río Carrión nace como asustado y dispuesto a la huida en cuanto pin-ten calva la ocasión. La frialdad del agua de la laguna de Fuentes Carrionasapaga el resuello al más fogoso. Y durante mucho tiempo, hielos y desnudez,sabor esquivo del pedregal que amontonó el glaciar. Hay que buscar, como unnovillo indómito, la ternura de la hierba que crece en la aridez del roquedal, elolor sabroso del enebro rastrero, la amarga amarillez de los piornos y la pun-

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zante de la aulaga, la malvina sonrisa menuda de los brezos, la pomposa púr-pura del digital. Y huir hacia los valles que llevan al calor del hombre, a lamansa sonrisa vertical de la provincia hasta llegar al mar sin otro pensamientoque el de escapar del frío.

En el siglo XIX, cuando Pascual Madoz y su equipo con sus innume-rables colaboradores anónimos dejaron para el tiempo el DICCIONARIOGEOGRÁFICO, HISTÓRICO Y ESTADÍSTICO DE ESPAÑA, en el tomocorrespondiente a Palencia, al describir el río Carrión, decía así:

“Carrión: río de la provincia de Palencia, partido judicial de Cervera derío Pisuerga: nace a dos leguas de esta villa en las faldas meridionales de las sie-rras, que la separan de la provincia de Santander, en el sitio llamado FuentesCarrionas.

Al principio lleva la dirección de Norte a Sur con el nombre de río Car-daño o de Alba, hasta los cerros del Norte de Rebanal de las Llantas donde tomala del Oeste hasta el término de Alba de los Cardaños, jurisdicción deCampo–Redondo y entra en la provincia de León pasando por el de Otero, Veli-lla, Guardo, Mantitos y Villalba; vuelve a la provincia de Palencia por Fresnodel Río, Pino del Río, Celadilla, Valcavadillo y Saldaña, cuya jurisdicción atra-viesa de Norte a Sur continuando la misma por Carrión de los Condes, Villol-do, Manquillos, Perales, Ribas y Santa Cruz en cuya inmediación se une el ríoCieza, al sur de Amusco. Baña enseguida los campos de Monzón y de Husillos,pasa al Oeste de Palencia, al Sur de Villamuriel y al Oeste de Calabazanos. Laisla que forma este río en las inmediaciones de Palencia, desde cerca del puen-te de Anguarín hasta la capital, se llamó en otro tiempo Floresta de D. DiegoOsorio, sitio celebrado por un torneo de fiestas que se hicieron al emperadorCarlos V.

Todo el curso de este río por el territorio de Palencia no excede de ⁄ delegua; pero es tan fértil que además de dar abundantemente los granos de siem-bra, abastecen sus huertas de frutos y hortalizas no sólo a la capital, sino tam-bién a muchos pueblos del entorno.”

Texto eminentemente didáctico, muy del sabor de lo que entonces sehacía, inaccesible a la escuela de aquel tiempo, inimaginable en la de hoy, de laque, además, ha desaparecido el nombre.

Es la intensa frialdad de lo que quiere ser solamente información parasu conocimiento. Reflejaba los últimos estertores del acabado siglo de las lucesrecogidos por el liberalismo, por lo tanto Madoz no hace sino seguir las normasque rigen en su época para la educación de un pueblo en todos sus estamentos.

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Pero esta manera de exposición no es olvidada por los que vendrán.Muchos años después, con otras normas y otras formas de vida también, Bece-rro de Bengoa en EL LIBRO DE PALENCIA da la siguiente, no menos fría ydeshumanizada, exposición fidedigna y definitoria de nuestro río.

“Tiene su origen el Carrión al pie de los puertos de Pineda, de Aruz y delPico Lezna en lo más escondido de la montaña, pasa por el puente de Tebra, porVidrieros, Triollo, Alba de los Cardaños, Campo Redondo, Otero de Guardo,Velilla, Guardo, Intorcisa, Mantinos, Villalba, y cruza el extenso valle de la Vega,dividido en varios cauces, que llevan distintos nombres regando multitud de pue-blos, pasando el ramal principal por la villa de Carrión, que le da nombre.

Júntanse todos en Calzada de los Molinos y en Villoldo, y entre estavilla y la de Perales únesele el río La Cueza, que nacido más allá de Terradi-llos, en los límites de la provincia de León, riega Ledigos, Quintanilla, Cerva-tos, Villanueva y el histórico sitio de Valverde de Golpejar. El Carrión sigue porel priorato de Santa Cruz, Monzón y Husillos, baña la ciudad de Palencia, Villa-muriel de Cerrato y Calabazanos; y poco antes de llegar a Dueñas se une alPisuerga que recorre una corta extensión, penetrando en la provincia de Valla-dolid.”

Por este camino no lograría yo, ni nadie, atraer la atención del lector noespecializado en curiosidades geográficas. Por eso acudo al inmortal oficio delos juglares, que reunían al pueblo con sus versos y lo encandilaban de tal mane-ra que, después, premiaba su hacer con favores de todo tipo, siendo los de lasdamas los más ilusionantes.

El nombre de nuestro río aparece ya en los primeros albores de nuestrapoesía y así en el CANTAR DE MÍO CID es nombrado por el juglar que locompuso y escribe en un verso:

“En begas de Carrión”Y hasta en los perdidos cantares de gesta, anteriores al de MÍO CID,

como es el caso del CANTAR DE LOS INFANTES DE LARA, O DE SALAS,aparece ya de marco de referencia geográfica e histórica el nombre del ríoCarrión.

Estos cantares de gesta ya desaparecidos, han sido, algunos, reconstrui-dos porque ciertos pasajes cumbre, cronistas e historiadores los pasaron casi ínte-gros a sus crónicas e historias aceptándolos como testimonio irrefutable, caso delas SILENSE y NAJERENSE o la CRÓNICA GENERAL de Alfonso X.

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Véase cómo describe el viaje en huida del traidor Ruy Velásquez pornuestras tierras en el reconstruido CANTAR DE LOS INFANTES DE LARA,conservado en la ESTORIA del rey Sabio.

“En otro día el traidor de Saldaña partióaguas de Carrión ayuso fuese para Monçón.don Mudarra supo las nuevas, para allá adereçó;topó con su rostro al par del río Carrión (…)

(…) e quando don Mudarra en Dueñas entróel traidor ya passava Pisuerga e Carrión.”

Gonzalo de Berceo, aquel monje poeta riojano, primero en dejarnos sunombre como autor de versos castellanos, en su “ESTORIA DEL SENNORSAN MILLÁN” y en el pasaje en que, poeta al servicio de la Iglesia –la poesíaes frecuentemente encontrada al servicio de alguien o de algo, es decir, tienecompromiso– trata de convencer a los fieles de que han de pagar el voto de SanMillán para engrandecimiento del monasterio, en compensación a la ayudaprestada por el Santo al conde Fernán González en la batalla de Hacinas, sigloX. Berceo escribe en el XIII:

“El cuend Ferrán Gonzalvez con todos sus varonesCon bispos e abbades, alcaldes e sayonesPusieron e iuraron de dar todas sazonesA Sant Millán cada casa de dar tres pipiones.

Como taia el río que corre por Palencia,Carrión es so nomne secundo mi creencia,Fasta’l río de Arga iaz en esta sentençia,De render cada casa esta reconnosçencia.”

Don Juan de Mena, ya más tarde, en su obra “LABERINTO DE LAFORTUNA”, también lo trae a la luz y al conocimiento de los lectores en unode sus pasajes:

“Arlanza, Pisuerga, e aun Carrióngozan de nombres de ríos.”

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Y el ROMANCERO al situar la historia e informar de los hechos queocurrían en lo que fue Hispania, y más tarde España, en aquel encuentro entreel rey de León, Sancho Ordóñez, y el conde de Castilla, Fernán González, loslleva, por mandato de “aquessos benditos monjes”, a buscar, mediante una tre-gua, la paz por la pelea, como era costumbre, y casi ley, de aquellas gentes–sigue esa costumbre, véase Irak y los que la cercan– a

“los pradosque dicen de Carrión.”

Pero la tregua, de 15 días, por si reflexionaban, es rota por ambos, no sési con reflexión o sin ella. Así lo cuenta el romance:

“El conde partió de Burgos,y el rey partió de León.Venidos se han de juntaren el vado del Carrión,y a la pasada del ríomovieron una cuestión:los del rey que pasarían,y los del conde que no.”

Otro romance de la misma época, y por la misma cuestión, nos dice ycanta:

“juntáronse en las vegas,en las vegas de Carrión”

Y versos más adelante el río vuelve a oír su nombre:

“junto al río de Carriónlos reyes han batallado.”

Acaba de entrar el hombre en la literatura y ello la hace más interesan-te y cercana.

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Nuestros grandes poetas de aquella época, más o menos, Gómez y JorgeManrique, Sem Tob, el Marqués de Santillana y Juan de Dueñas, pasan de largo,quiero decir que el Carrión no entra en sus versos, ni por sus ojos, por habervivido siempre lejos de su tierra, menos el judío.

Tendrá que ser, cuando acaba el siglo XVI, un cordobés, Luis de Gón-gora, quien cante al río, con los más bellos versos que haya recibido jamás.Posiblemente fue el pago a las atenciones con que le distinguiría un canónigode nuestra catedral al venir a su casa desde la capital de la Corte, Valladolid, aPalencia, o ambas cosas a la vez. Pero el poema está ahí.

“Las aguas de Carrión,que a los muros de Palencia,o son grillos de cristalo espejos de sus almenas,un pescador extranjeroen su barquillo acrecienta,llorando su libertadmal perdida en sus riberas.

¡Oh, qué bien llora!¡Oh, cómo se lamenta!

Vio la ninfa más hermosaque dio al aire rubias trenzasen el coro de Diana,que bajaba de las selvastras un corcillo ferido,que de bien flechado vuela,porque en la fuga son alas

lo que en la muerte son flechas.

¡Oh, qué bien llora!¡Oh, cómo se lamenta!

Las redes al sol tendíasobre la caliente arena,cuando se vio salteadode la cazadora bella.

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Más despedían sus ojosque trae su aljaba, saetas,y tanto más ponzoñosascuanto es más desdén que hierba.

¡Oh, qué bien llora!¡Oh, cómo se lamenta!

“¡Oh, fiera para los hombres,perseguidora de fieras!–decía al son de los remos,que gimen cuando él se queja–.De ti murmuran las aguaspor disimular mis quejas,y matas lo que te espera.”

¡Oh, qué bien llora!¡Oh, cómo se lamenta!

Andando el tiempo, mucho tiempo, un poeta palentino de crianza anda-luza, Juan José Cuadros, se lo agradeció con este soneto, GLOSAA DON LUIS,al poeta cordobés fustigador de ríos menudos y adyacentes, entre los que sólose salvó el Carrión.

Roza la brisa rondadora el ríoque es grillo de cristal donde espejeael almenado San Miguel y orea,verde chapín, el fresco soto umbrío.

Baja la tarde. Hay un escalofrío que atiranta la piel. Don Luis paseapensativo. En las torres clamoreael bronce oliva del campanerío.

Verano en torno. Andalucía lejana.derrota el corazón una desganaque se hace copla, verso aljofarado,

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mientras el mozo Carrión sonoro,pasa tañendo, en choperales de oro,las quejas de un barquero enamorado.

Y serán los poetas y escritores el siglo XX quienes se acerquen al ríocon los ojos de Góngora, es decir, a cantar su belleza allí donde lo pillen, y juntoa ella dejan la hora del corazón, quiero decir, su estado de ánima, su canto inte-rior, ése que acompaña al poeta para decírselo a sí mismo.

El primero, posiblemente, fue D. Miguel de Unamuno debido al con-tacto con la ciudad de Palencia donde vivía un hijo arquitecto. En su libro deartículos “ANDANZAS Y VISIONES ESPAÑOLAS”, se lee:

“Como un oasis el contorno de esta ciudad, un oasis en medio del trági-co desierto de Tierra de Campos, de los Campos Góticos. Las aguas del Carrión,del dulce río claro que abriéndose en dos brazos abraza aquí, junto a Palencia,a una isla; las aguas del Carrión y las del canal han hecho estas huertas íntimasy frescas, donde aflora la dulce ternura castellana, esa ternura que suele brotarde las rocas…”

Y en su CANCIONERO, que abre en su exilio francés y cierra su muer-te en Salamanca el último día del año 1936, el Carrión es depositario del pesode la tristeza acumulada en el vivir acrecentado, pienso, por la lejanía de sus tie-rras amadas.

“En el silencio de la noche,con longitud de mi hondacojo aquí, Carrión soñado,la longitud de tus coplas.“Nuestras vidas son los ríos”,me repite el Bidasoa,y el alma se duerme al canto,dulce Carrión de tus glosas.“Avive el seso y despierte”,pasa cantando la ronda,y el alma sueña que pasala muerte entonando loas.

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“Nuestras vidas son los ríos”,¡Ay, Carrión!, ¡ay, Bidasoa!¡páramo de mi Palencia!¡montañas de mi Vasconia!¡La mar es el morir, ay vida,cantando infinitas olas!Ya pasó la pobre muerte.¡Despierto en eterna Aurora!

Los mismos ríos recogen la confesión del autor a su regreso del exiliode cuánto dolor asumió en los seis años de su destierro por haberle cantado lasverdades del barquero a los altos políticos de aquel tiempo.

EL CARRIÓN Y EL BIDASOA

“Qué me dices, recobradoCarrión de mi Bidasoa?No puedo seguir, el hilose corta de las glosas.Bajo el silencio del cieloy al arrimo de tus ondasse aduermen, Carrión, seis añosde fatídica memoria.un cárcabo sobre el cuérnagobate lágrimas de Aurora;soñando en el mar del páramova tejiéndose la historia.”

Y un tiempo más tarde, liberado ya del destierro al que le condenó elgeneral Primo de Rivera –siempre los generales decretando sobre la vida y lamuerte, la libertad y el exilio de hombres puros– se encuentra el poeta otra vezfrente al río Carrión en el mismo pueblo de Carrión de los Condes y de nuevose le viene a la boca la preocupación de estar en la vida.

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“Carrión de los Condes, ¿sabesde los Condes de Carrión?De tus iglesias las naves¿saben la navegaciónde la fe? Corre la venadel Carrión y es siempre unay la misma; corre ajenaal correr de la fortuna.Y al estallar el repiquede tus naves, ¿qué respondes?¿No oyes a Jorge Manrique,Carrión, Carrión de los Condes?

Otro poeta, Blas de Otero, también desterrado, aunque no lejos de Espa-ña, sí de sus raíces principales y nutricias, por los mismos motivos dolorososcantará:

“Rumor del Duero rodeándome,márgenes lentas del Carrión”.

Pero no siempre el río sirve de cauce a la tristeza, sino a la exaltaciónalegre de la belleza o de la castellaneidad.

Francisco Pino en un poema del libro “VIDA DE SAN PEDRO REGA-LADO.SUEÑO”, al cantar las aguas de Castilla, su honda profundidad religio-sa, incluye las del Carrión:

“Y en un pocillo, recogí un poquito de agua.De esta agua sin tiempo que no se consume como la brasa,y que, como la brasa, todo pasado en ella asume, incendia,

vivifica,y arrojé ese poquito de agua al aire.

Creí oír gorjeos; escuché a pájaros.

El ímpetu de esta agua, singularmente amada, quellamo, que llamamos, por estos bellos nombres:Pisuerga, Esgueva,Cega, Carrión, Duero,Aza, Arlanza, Adaja, Zapardiel…”

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El novelista Juan Díaz–Caneja ve pasar –hoy no podría hacerlo debidoal crimen estético cometido, y consentido, en este paisaje, producto, posible-mente, de cálculos, técnicas y conceptos de ingeniería– las aguas del Carriónque le arrancan esta bella impresión, la cual habría pintado su hijo Juan Manuelsi hubiera sido pintor de ríos.

“Desde el puente de los Canónigos, sentado en el pretil, a derecha eizquierda, el paisaje fascina: colocado de espaldas a la iglesia de Allende elRío… –¡qué bello título!– fíjese en el Carrión: las aguas de la izquierda son dis-tintas de las de la derecha.

Y métase en el Cuérnago, camino de la Fuente de la Salud y fíjese en laumbría, en el camino bajo, en los reflejos de la greda, en el agua a ratos dormi-da, a ratos corriente, entre la pomposa ramazón de las orillas.”

Para este mismo lugar y al viejo puente que murió de humildad, pecadoque los soberbios no suelen perdonar en esta vida ni en la otra, compuso Gabi-no Alejandro Carriedo este magnífico poema circular, que puede volverse aempezar cuando se acaba de leer y siempre aparecerá nuevo por más que lohagamos muchas veces.

PUENTE DE LOS CANÓNIGOS

“SOL amarillo y frío y transparenteilumina el castaño, en tanto el ríoverde transpone los ojos del puentetan amarillo, transparente y frío.

Llega la soledad, otoño frío,mirando este paisaje desde el puentebajo el que pasa suspirando el ríotan amarillo y frío y transparente.

Y es todo el pensamiento transparentecomo lo es el silencio de ese ríoque pasa suspirando bajo el puenteque se estremece con el paso frío.

Se ilumina el castaño con el fríoque ahora transpone los ojos del puente

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y caen tristes las hojas en el ríoen que el alma se ahoga, transparente.”

Otros poetas son más directos en el decir del sentimiento:

“Yo no quiero beber en otras fuentessino en las frescas aguas de mi ensueño,Carrión gentil y airoso.”

Son versos de Roque Nieto Peña, posiblemente, escritos en sus años deexilio, o en los anuales regresos a Palencia que la ley le permitía por su pasa-porte norteamericano de Puerto Rico.

De realismo total y cromático, aunque esta vez más periodístico de laépoca que lírico, es la visión de Valentín Bleye en su libro “RAPSODIA DE LACIUDAD ABIERTA”.

“Si el Danubio es azul, el Carrión es ocre. El color terruñero de los cam-pos que atraviesa –pardas llanadas de pan llevar– le adquieren las aguas denuestro manso río, siempre sumiso y fiel al paisaje.

Nuestro buen río provincial carece de literatura y música. No ha tenidoun Straus, ni siquiera un Franz Lehar que haya llevado al pentagrama la melo-día de su blanda andadura de cristal, a través de los “campos de tierra”, irisadosreflejos arcillosos y ondulados de verde oleaje de mies en Primavera.”

O la imperiosa y soñadora, y más poética que ninguna, descripción delo que el ojo ve y el corazón guarda, desde su posición de apostado en el puen-te Mayor de Palencia, siempre querenciosa de su amor, que nos regala Juan JoséCuadros.

“Acodado a la barandilla del puente de piedra –hay otro de hierro y elde Puentecillas, que los romanos tendieron y los suicidas prefieren– el andorre-ro contempla el paso del río y recuerda los versos que don Luis de Góngora, elgran calumniador de afluentes, dedicó a

“las aguas de Carrión,que a los muros de Palenciao son grillos de cristalo espejos de sus almenas”.

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A un lado se ve el sotillo, el cuérnago al otro lado, la dársena del canal,las huertas se ensanchan hasta las faldas del monte. Junto al puente de hierro,los chopos se empiezan a dorar de otoño adelantado.”

Esta belleza comunicativa se puede leer, y continuar, en su libro “PORTIERRAS DE PAN AMAR”.

En este recorrido por el río los puentes son hitos emocionales que sir-ven para reflexionar y cantar, como ya vimos hizo Gabino Alejandro Carriedoen su poema ”Puente de los Canónigos”.

José María Fernández Nieto dejó este otro al más palentino de sus puen-tes, popular y viejo, el Puentecillas, al que, antiguamente, por más amado, sefemenizaba llamándole de Las Puentecillas.

PUENTECILLAS

“De orilla a orilla ya, de parte a parte,tus piedras son más viejas cada día.La muerte está empezando a reclamarte,a reclamar tu tiempo de agonía.

Pero tú te resistes, Puentecillas,y templando los nervios de tus arcossostienes en tus pálidas costillasla vieja romería de San Marcos.

Palencia necesita que no muerasporque muriendo tú, sueño romano,ya no podrá en sus nuevas primaverasalcanzar el Sotillo con su mano.

Mientras el río, como el tiempo, cuentepiedra por piedra, herida por herida,Palencia necesita de tu puente,abrazo de la muerte y de la vida.

Riberas del Carrión. El agua correlamiendo la ciudad junto a la orilla.San Miguel, a lo lejos, da su torre

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en lágrima y campana por Castilla.

Atardecer de abril. La romeríarejuvenece el puente en arreboles.Y en el Sotillo queda todavíaun regusto de vino y caracoles.”

Rafael Sánchez Ferlosio, –tan enamorado de los ríos menudos que hastasituó los sucesos de una novela en uno de ellos, el Jarama,– en un libro hermo-so como es “ALFANHUÍ”, cuando este personaje abandona Palencia y salehacia el norte, describe el paisaje que enmarca el pasar del río Carrión. No dasu nombre, pero encaja perfectamente, y, además, desde Palencia, hacia el nortey por el río, sólo puede ser el Carrión.

“Vio un pueblo antiguo y enjalbegado que tenía un castillo de piedradorada y terrosa, en las afueras. Entre las grietas nacían ásperos matorrales ver-dinegros. El castillo estaba en un alto y dominaba el río y la llanura. Había unterraplén de tierra clara que se cortaba desde el pie del castillo a la ribera. En laribera había chopos altísimos que sobrepasaban la altura del terraplén. El ríoformaba islas y arenales, y río arriba se alcanzaban a ver las montañas. Por elcielo del río volaban, muy altos, gavilanes de la torre.

Alfanhuí descendió hasta la orilla. El agua tenía un color de oros ver-des. Por la ribera se fue remontando el río. Una bruma ligera lo cubría.”

Y como Alfanhuí, bautizado en este paisaje por el canto de los alcara-vanes, dejamos Palencia y nos vamos al río en su recorrido que los poetas, algu-nas veces, cantarán desde el propio paisaje de nacimiento, como ManuelCarrión, que al ser de Carrión, su mirada estará en ese lugar y nos dejará estossonetos en los que se aprietan la vida del río y esbozos de la suya. Están en sulibro NOMBRE EN LA TIERRA, NOMBRE EN EL AGUA.

RÍO CARRIÓN

“ 1.Narración

Blanco le vi nacer: primero fuente,luego, arroyo feliz que ya gorjea;joven más tarde, ufano se pasea;por fin, serena voz, nunca torrente.

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Dejó de piedra en piedra su corrientemacerarse y crecer; mientras golpea;por la vega, se calma y se recreay, en los campos, se entrega dulcemente.

De Peña Prieta y Curavacas llegaya doncel a Vidrieros; doman ganasde hombrear los pantanos y las peñas.

Mozo por la Valdavia, hombre en la Vega.en Carrión y en Palencia ya, campanasno de morir; sí de casarse, en Dueñas.

2. Desde arriba

Sereno, vertebral y palentino,presta sangre sonora a un cuerpo viejoy, a su abrazo rendido, se hace espejoen que llevarlo a compartir destino.

Brezo humilde y retama en el caminole abren paso; más tarde a su reflejofiero el roble se asoma; leve el cejovela la verde densidad del pino.

Ya su mayo florido se hace octubre,ya de alisas y chopos con avío,fatigado camina y monje reza.

Y ya, sabiendo que se va, cubreantes de dar caudal, música y brío,con álamos de plata su cabeza.

3. Vivir la vida

Os contará que de la luz, la nieve;del mar; las nubes y del monte arriba,foramontanos que con alma altiva

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bajaron a la tierra en que no llueve.

Que, muchacho y cantor, luego se atrevea ser minero, aunque también cultivalas dulces vegas; que, pastor, se avivaa mirar su ganado cuando bebe.

Por labriego, en Carrión el campo labray, como siempre es un río de palabra,cumple con su deber y va adelante.

Que al fin, ya bien vivido y hortelano,nos lleva generoso de la manoa compartir el corazón de España.”

Jesús Torbado, terracampino de Sahagún, novelista que iba para predi-cador de una orden que hasta tuvo un torero dentro, en su libro TIERRA MALBAUTIZADA, agria visión de Tierra de Campos, –qué quieren, no da para más,la tierra no el escritor– entre otras, dejó estas palabras para el río Carrión juntoa Rivas de Campos:

“El ancho Carrión se pasea en majestad por su propia vega.”

Y en Husillos:

“Entre los chopos del torcido Carrión cantan los jilgueros o siete colo-res.”

Y un poco más adelante se acuerda de antiguas querencias y piensa queun sermón puede ser como el que empezó en Calahorra.

Ha pasado mucho tiempo desde Madoz y Becerro de Bengoa, y así, delas mismas fuentes, nace esta lección, que ya es más digestiva, a pesar de quecuando dice el escritor que pasó por aquí, en l966, no comió más que huevosdescoloridos, grasientos chorizos empimentonados y pocas cosas más.

Pero escuchen:

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“El río Carrión baja del Norte. Ha nacido en la Sie-rra Alba, en la parte meridional de la Cordillera Cantábrica, de las lla-madas Fuentes Carrionas. Separa las provincias de León y Palencia,baja por Saldaña, tuerce un poco al este hasta Carrión de los Condes yllega a Palencia. Más abajo, en Dueñas, antes de tocar la provinciavallisoletana “se suicida en brazos del Pisuerga”, según dijo no sé quépoeta. El Carrión es río palentino, ancho y bienaventurado. Va rodeadosiempre de huertos, bosquecillos y verdor. Adquiere las anchuras quedesea, aquí y allá, abriéndose en mil nervios anastomosados, socavandolos chopos, dejando grandes islas para solaz de ranas, cigüeñas y lagar-tos cegando de vez en cuando los puentes y pasando sobre campos ycaminos.”

Y hasta cabe el humor dentro del amor, como en el romance de Fran-cisco Vighi, posiblemente, el más conocido de los poemas alrededor del río, elmás castizo también y el más burlón o juguetón y, sobre todo, el más palentino.Francisco Vighi es el poeta cuyo nombre no quiso recordar Jesús Torbado, queiba para predicador en blanco y negro y que, posiblemente, en su juventud denovicio leyó entre los muros de San Pablo.

ROMANCE DE LA VIDA Y MUERTE DE RÍO CARRIÓN

“Enorme cuna este vallepara mecer este río,tan llorón y tan pequeño;llanto de recién nacido. Cobertor de lana suavela nieve del valle frío.

En Guardo, el carbón minerotiznó la cara del niño.cuando pasó por Saldañaotra vez estaba limpio.En Carrión le bautizaron–era hasta entonces morito–;la ciudad le dio su nombre,todo eufonía y prestigio.

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De cantar tanto en Villoldo,ronco se quedó en Husillos.Cuando atravesó Palenciaera ya mozo garrido.

Dieciocho puentes le peinan,anda lento y presumido.Por verle, villas y aldeas,se ponen en su camino.

La torre de San Miguelquiere ser novia del río,y asomándose a mirarletiembla de amor y de frío.

Es burgués en los remansos;laborioso en los molinos;ladrón de frutas caídasen las huertas del Obispo.

Sueña un viaje largo: el mar.traiciona sueño y destino;de Villarramiel el mostole hace perder el sentido.Lleva ya una vida turbiay un derrotero torcido.

Por no ir a Valladolid–cosas del nacionalismo– se suicida junto a Dueñasarrojándose en el ríoPisuerga, labrador manso,competidor y enemigo.

Nace y muere en la provincia;no hay otro más palentino.Recen por él un responsolos frailes de San Isidro.

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Y siempre, la galanura de la palabra, el buen decir del sentimientohaciéndose cantar expresado en su punto exacto, como un guiso ritual de pre-gonada espera familiar desde la voz del poeta palentino más enamorado de surío, Juan José Cuadros.

“Arracimolargos ríos de España,sagrado Tormes, Carrión sonoro, la flor y la galade los trigos,la piedra bienheridade las tapias,las casas y las torresmás altas.”

“Sonoro” será también el adjetivo que use el gran Álvaro Cunqueiroantes de llegar a Paredes de Nava: “estas son tierras palentinas, que ondula elrío Carrión que muere en el Pisuerga junto a San Isidro trapense, lodanero, perosonoro.”

Y todo porque es un río inolvidable que siempre tiene, que siempre ten-drá, un sitio en los momentos más altos del vivir palentino, como nos confiesael poeta anterior en su poema “Recompensas” del libro “EL ÚLTIMO CAMI-NO”.

“Pero anduve por todos los caminos del reinoy sus posadas,cantando y jurandocon los arrieros, los bachilleres, los trajinantes y mercahifles,y jugué y perdílo poco que teníaen las chirlatas del barrio de las injuriasy me bañé desnudo en los caudales ríos,Danubio y Carrión pongo por caso,rodeado de muchachascon las trenzas tejidasde siemprevivas y nomeolvides”.

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Manuel Alcántara, allá por los años sesenta del pasado siglo XX llegóun día a Palencia, mejor dicho, a pedir, desde su periódico, agua para la Tierrade Campos y se encontró con el río que baña la ciudad y escribió:

“Que el Carrión, con la iglesia de San Miguel reflejada en sus aguas…”Fue una manera de decir que se había encontrado con un río singular y

arrebatacapas del corazón.Y yo, perdón por el atrevimiento de ponerme al lado de tan deslum-

brantes cantores del río, que lo vi de niño sin aguas en verano pues el estiaje lodejaba en cueros vivos, y lo atravesé pisando piedras frente al azud del Cuérna-go, a tiro de piedra de la torre de San Miguel, mientras cuidaba, con mis primos,sobre la breve pradera de su margen izquierda, la ropa que había lavado mi tía,hasta que el sol de mediodía había secado hasta la bendición, velay que, tam-bién, acompañe con mi canto el curso del río Carrión y de una vieja “Guía líri-ca para andar aguas abajo el río Carrión”, saque algunos momentos sonoros delpoema, o que, al menos, para mí lo son.

Por ver al Carrión nacer,mis ojos, ¿qué no darían?

Las nieves de Curavacas,las aulagas amarillas,las flores pobres del monte,

sin nombre ni bienvenida; las hierbas de las orillaslas peñas, lecho del agua,cautivas, por verlo río en el mar, ¿qué no darían?

A su paso por Velilla, ya casi río adolescente, el poeta deja que su vozafirme rotunda que lo que salva es la andadura aunque nunca llegue al mar.

Aquí la nieve fuemás blanca, más amadoel nombre, más doncelel vegetal sonidoque hervía en la corriente.

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Carrión menudo, ríode luz, no basta fuentepara ser río; sólo cuando el agua es cantarde amor, silbo de chopo,es río, aunque la marno sepa de su voz.

Qué importa el mar si quedanviva el agua, de amorfloridas las riberas.

Y pues el poeta nació junto al río Carrión, por más que aprendiese ahablar mecido por el lejano arrullo de los chopos mágicos de los sotos delPisuerga allá por Astudillo, bien merece ser perdonado en su amor por su río,porque, ya lo cantó Antonio Machado:

“A las palabras de amorles sienta bien su poquitode exageración.”

Con ese exagerado amor cierro el recorrido literario por nuestro ríoCarrión.

El viento por Sierra de Albaa España se lo decía:como el agua del Carriónel Duero no la tenía.

Los sonoros nombres albosque en sus riberas crecían,ni el Duero, con ser el Duero,tan altos nombres decía:Vidrieros, Cardaño, Otero,Velilla, fresca alegríadel río, Camporredondode Alba, tierra florida

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de Villalba, abril canciónde Fuentes Carrionas. Cimasde la palabra. Calientedespertar de cada orilla.Música varón que el vientode memoria se sabía.

Los chopos de sus riberasorgullo de ellos sentían.Las nubes que por el cielosin detenerse corrían,cuando al Carrión contemplaban,envidia al Carrión tenían.Por ver sus aguas correr,su carrera detenían.Y las tierras de otros ríosque nunca al Carrión verían,por gustar nombre tan altohasta el nombre cambiarían.

Por los álamos de Españael viento lo repetía:como el agua del Carriónningún río la tenía.

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