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Date post: | 13-Apr-2016 |
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ENSAYOS
Línea Imaginaria, Año 2, Nº 4 - Diciembre 2007. Pp. 75-121Revista de Investigación de Estudios Sociales y de Frontera.Núcleo Interdisciplinario de Estudios Regionales y de Frontera.
El Ritual y el Combate en la Cultura JaponesaLa Muerte, el Honor y la Ética en el Periodo Tokugawa
Ritual and Combat in the Japanese CultureDeath, Honor and Ethics in the Tokugawa Period
Rannel VillalobosInstituto Universitario Alejandro Humbolt
Universidad del ZuliaCaracas/Maracaibo-Venezuela
Resumen
Hablar de la muerte es bastante complicado sin la ayuda de alguna
doctrina filosófica, antropológica, sociológica o religiosa, y más aún, en el
caso de Occidente, es bastante difícil hablar de ella sin desvincularla de
nociones cristianas o católicas. Términos como suicidio, venganza o
desagravio, en el caso de occidente, poseen muchas veces una connotación
negativa y de “pecado” desde la ética y los valores cristianos. A diferencia
de esto, la muerte en Japón está relacionada con el honor. En la sociedad
japonesa, existían tres instituciones clave donde la muerte jugaba un papel
importante y servía muchas veces como garante del honor. Presentadas así,
tendríamos el suicidio, el sacrificio heroico y la venganza, todas ellas
abordadas en el siguiente estudio.
Palabras clave: Harakiri, Seppuku, honor, muerte, cultura japonesa.
Rannel VillalobosEl Ritual y el Combate en la Cultura Japonesa.
La Muerte, el Honor y la Ética en el Periodo Tokugawa.
Summary
To talk about the death is quite complicated without the aid of some
philosophical, anthropological, sociological or religious doctrines, and still
more, in the case of the West, it is quite difficult to speak of her without to
dissociate it with Christian or catholic notions. Terms like suicide, revenge
or amend, in the case of the West; often own a negative connotation of “sin”
from the ethics and the Christian values. Unlike this, the death in Japan is
related to the honor. In the Japanese society, three key institutions existed
where the death played an important role and often served like guarantor of
the honor. Displayed in this way, we would have the suicide, the heroic
sacrifice and the revenge, all of them boarded in the following study.
Key words: Harakiri, Seppuku, honor, death, Japanese culture.
1. A modo de Introducción: La Muerte en Relación al Honor.
La muerte en Japón es un concepto que está íntimamente
relacionado con el honor. En las culturas guerreras se recurría a la muerte
como defensa última del honor y como medio honorable de expiar una culpa.
La muerte lleva implícito un sentido de la trascendencia, y todo guerrero u
hombre de honor no dudaría un momento en poner en riesgo su vida para
salvaguardar su buen nombre, el de su clan y el de su señor.
Ahora bien, la muerte es un concepto inevitable al estudiar las
civilizaciones cuyas sociedades están estructuradas bajo una cultura militar o
guerrera. En este estudio, veremos la muerte bajo la perspectiva de la
sociedad japonesa del período Tokugawa, en el cual existen tres instituciones
dentro de las cuales la muerte juega un papel de capital importancia; estas
Línea Imaginaria, Año 2, Nº 4 - Diciembre 2007. Pp. 75-121
instituciones, a su vez, servían de guardianas o garantes del honor del
samurai. Ellas son: el suicidio (Seppuku), el sacrificio heroico (Junshi) y la
venganza (Kataki-uchi).
Durante el período Tokugawa el suicidio llegó a convertirse en una
práctica tan común como el duelo. Una etiqueta solemne envolvía el instante
supremo de la muerte; el que se mataba buscaba padrinos así como el que se
batía. En este sentido, la muerte en Japón venía a significar la defensa última
del honor, era una forma de restituir el honor perdido. Ahora bien, al abordar
cada uno de estos elementos, nos centraremos además, como criterio
comparativo, en el modo cómo se observa en Occidente.
2. El Suicidio - Seppuku.
2.1. El suicidio en occidente.
El suicidio se define como el acto de quitarse la vida
voluntariamente. Esta palabra proviene de otras dos de origen latino: sui, de
sí mismo y caedere, matar. Por lo tanto, suicidarse significa matarse uno
mismo. Este impulso, que ha existido en la humanidad desde los tiempos
más remotos, es un impulso inherente a la naturaleza humana,
independientemente de la actitud que podamos adoptar ante él.
En las sociedades cuyas tradiciones son bastante conservadoras y,
como tal, bastante represivas, el suicidio es un acto considerado en contra de
la naturaleza. No obstante, en la antigüedad clásica greco – romana
existieron muchos personajes célebres que decidieron dar término a sus
vidas de manera voluntaria, entre ellos: Temístocles, Demóstenes, Sócrates1,
Lucrecia, Antonio, Cleopatra y Séneca. Igualmente, los filósofos griegos de
Rannel VillalobosEl Ritual y el Combate en la Cultura Japonesa.
La Muerte, el Honor y la Ética en el Periodo Tokugawa.
la era clásica también debatieron frecuentemente sobre este tema. Los
pitagóricos sostenían, por ejemplo, que el suicidio era una injusticia en
contra de uno mismo y del país. Platón, en cambio, resultó ser más
pragmático y admitía la muerte voluntaria en determinadas circunstancias,
por ejemplo, el caso de una enfermedad dolorosa incurable. En otro sentido,
todas las corrientes filosóficas que estimaban el valor supremo del individuo,
consideraban el suicidio como una manifestación del derecho a quitarse la
vida cuando ésta les resultare penosa; entre los que sostenían esta opinión se
hallaban los estoicos, los epicúreos y los cínicos, pero los que estaban
claramente a favor del suicidio eran los epicúreos.
En Roma, por otra parte, el suicidio era generalmente considerado
como un tabú; sin embargo, gracias a la influencia etrusca y a la penetración
de las ideas filosóficas griegas dicho acto pasó a considerarse en el año I a de
C., como una más de las posibilidades individuales, por esto, la vida era
tomada como algo de lo que podía disponerse al antojo de cada quien. En la
Roma antigua eran muy frecuentes los suicidios, sobre todo en las elites
aristocráticas y militares, como por ejemplo, los suicidios políticos de Brutus
y Casio, como el de Lucrecia2, que se justificaba por un simple disgusto
existencial.
En la sociedad romana existió posteriormente una educación
relacionada con la muerte voluntaria, la cual era considerada como el acto
por excelencia del hombre libre. Sin embargo, en el siglo II a de C., la ley se
tornó más rígida en contra de los suicidas, puesto que, muchos de estos al
verse amenazados por el fisco, recurrían a este recurso; por ello durante el
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mandato de Vespasiano entre los años 69 y 79 a de C., y de la consolidación
absoluta del Imperio, se negó el derecho a quitarse la vida.
Desde el punto de vista cristiano, la prohibición de matar proviene
de los “Diez Mandamientos”. No obstante, en la Biblia hay muchos ejemplos
de suicidios que son tomados como actos de heroísmo, como por ejemplo, el
gesto de Sansón sacrificándose a sí mismo junto con los filisteos.
Posteriormente, el cristianismo comenzó a diferenciar el suicidio del
martirio, a propósito de todas las muertes acaecidas a los mártires cristianos.
A partir del 400 a de C., la Iglesia comienza a desaprobar la muerte
voluntaria, dado que, la vida pasa a ser considerada como un don divino. Por
ello, se establecieron varias sanciones civiles y penales para el suicida.
En la Edad Media, además del honor como motivo de suicidio en los
caballeros medievales, se tomó en cuenta también el amor; en el
Renacimiento y la era moderna, los humanistas retomaron la cuestión de si
fuese o no razonable quitarse la vida voluntariamente en ciertas situaciones.
En el siglo XVIII en Inglaterra se dio lo que se denominó la “enfermedad
inglesa”. La tasa de suicidios aumentó considerablemente. Los filósofos se
empeñaron en hallar una explicación, y llegó a reconocerse en este acto, la
grandeza de los individuos que se suicidaban por amor, afianzada esta
actitud por la publicación en 1774 de la obra de Göethe Las cuitas del joven
Werther3. Pero a grandes rasgos, la perspectiva occidental no se desapegaba
de las connotaciones negativas atribuidas al suicidio.
A partir del siglo XIX, aumentan los suicidios, lo que demuestra que
éstos no desaparecen de la masa ni de la elite, y la Iglesia retoma su antigua
postura en contra de él. Por otro lado, la medicina calificó el suicidio como
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una “enfermedad vergonzosa” cuya causa principal se halla en la debilidad
espiritual. Desde el punto de vista psiquiátrico, aquel que busca su propia
muerte es considerado como alguien que precisa ayuda terapéutica y
farmacológica. En el siglo XX surge una corriente más analítica, más
científica: la sociología. En 1897, Emilio Dürckheim describe el suicidio
como un efecto social que posee sus causas propias, y distingue también
varios tipos de suicidios: el suicidio egoísta, el suicidio altruista, el suicidio
anómico y, en último término, el suicidio fatalista; todos ellos poseen a su
vez, una causa determinante: la soledad.
En 1905, Sigmund Freud explica el suicidio a partir de una teoría de
los impulsos, según la cual toda persona es poseedora de dos impulsos
esenciales: líbido (eros) o impulso de vida y destrudo (tanatos) o impulso de
muerte. En un momento dado, el último puede prevalecer; los psicoanalistas
sostienen que es necesario estudiar el suicidio desde la perspectiva
psicológica analizando los casos individuales; ya que el suicidio es una
conducta humana y personal. Para Freud, el suicidio no tiene nada de
extraño por la sencilla razón de que el hombre posee la muerte desde su
nacimiento; por lo tanto, el suicidio no es considerado ni un efecto psicótico
ni neurótico. Desde el punto de vista psicopatológico se dan tres
interpretaciones: deseo de muerte, deseo de matar y deseo de ser matado; de
este modo, el suicidio vendría a ser: matarse para no matar.
Con respecto a los métodos suicidas tenemos que, por ejemplo, entre
los romanos era frecuente, como consecuencia de una derrota militar, el uso
de la espada. También se admitía cortarse las venas, para lo cual se utilizaba
una bañera. Sólo en pocas ocasiones se recurría al veneno. Los romanos
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admitían casi cualquier forma de suicidio a excepción de los ahorcamientos
y las crucifixiones. Quienes recurrían a estos métodos no tenían derecho a la
sepultura, porque la falta de contacto con el suelo, era símbolo de desapego a
la Madre Tierra, considerada en Roma como el inicio y el fin de todo.
Las causas del suicidio romano para el siglo II a de C., eran
colectivas; en cambio, en la época medieval, el suicidio tiende más a lo
individual. Luego, los suicidios fueron apoyándose en diversas corrientes
literarias y los métodos suicidas comenzaron a cambiar prefiriéndose las
armas de fuego y el envenenamiento. Según el psicoanálisis, la elección del
método difiere entre hombres y mujeres.
2.2. El Suicidio en Japón.
Después de todo lo expuesto, el caso japonés se nos presenta de
modo diferente, puesto que es un suicidio por la vida, pagando una deuda
hacia la sociedad y hacia la historia. Por ello, su caso es similar al romano;
sin embargo, la repulsión producida en Europa en relación al suicidio como
consecuencia inmediata de la doctrina cristiana, no tuvo lugar en Japón. La
posición de este país con respecto a la vida y la muerte es de aceptación,
pues las dos se consideran como parte de algo cíclico y eterno.
En la antigua filosofía china, al contrario del sistema dual de la
filosofía occidental, los opuestos son tomados como “complementarios”, y
como necesarios para el equilibrio y la armonía. Según los taoístas el hombre
es sólo uno más de los elementos que conforman el universo, y como tal,
está sometido a los cambios que éste conlleva; de allí, que su muerte no sea
un hecho trascendental, aunque puede causar una alteración de orden natural.
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La Muerte, el Honor y la Ética en el Periodo Tokugawa.
Todas las influencias provenientes de las religiones orientales en el seppuku
(específicamente provenientes de Japón), pueden verse en el Bushido; sin
embargo, fue el budismo el que más aportó a esta perspectiva del suicidio
japonés, sobre todo las siguientes sectas: Shingón (siglo IX), Tendai (siglo
IX), y Zen (finales del siglo VII y primera mitad del siglo XVII) que
ofrecieron una base teórica y principalmente ética para el pueblo y sus clases
dominantes de nobles y guerreros que servían de inspiración y modelo de
conducta a los mismos.
El suicidio en Japón toma diversos matices, todos ellos relacionados
con el honor, aunque es importante aclarar que la forma de suicidio que
analizaremos a continuación es una creación netamente japonesa, producto
de la casta samurai; y como ha ocurrido con otros aspectos de la vida y la
cultura, éstos fungieron como símbolo y ejemplo para las restantes castas
que conformaban la sociedad japonesa del periodo Tokugawa.
2.3. Origen del Seppuku.
El suicidio posee en Japón antecedentes muy remotos, y al igual
como ocurrió con el bushido, se fue gestando poco a poco junto a la casta
guerrera. El origen del seppuku data del período Heian, aproximadamente
hacia el año 1.000 a.C. No se ha conservado el nombre del primer hombre
que lo hizo pero sí que fue sospechoso de haber desobedecido al emperador.
Ya en crónicas muy antiguas se hace mención de él aunque de una manera
simbólica, ya que todo lo relacionado con la muerte era asociado con la
impureza. Ésta era contraria a la religión shintoista, y aunque la religión
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shinto primitiva lo toleraba como un acto de valentía y patriotismo, evitaba
hablar de él.
Durante el periodo heian, el suicidio comenzó a popularizarse entre
la casta guerrera, y cuando éstos tomaron el poder a partir del periodo
kamakura, éste comenzó a formar parte del antiguo bushido (conocido como
kyu ba no michi ). Posteriormente, se fue gestando como una práctica del
bushido (algunos pensadores tradicionales dicen que la más difícil y la mas
exigente). El Seppuku, con sus particulares e intrincadas ceremonias,
evolucionó durante los periodos kamakura y Ashikaga, aunque fue durante el
periodo Tokugawa cuando el mismo quedo definitivamente codificado.
Los primeros actos de suicidio se registraban como un acto de
muerte honorable en el campo de batalla, ya que cuando un guerrero se daba
cuenta de que todos sus esfuerzos eran inútiles y comprendía que era
inminente la derrota, se retiraba a un lugar aislado del campo de batalla y se
suicidaba con el fin de evitar una captura humillante y vergonzosa. Desde
tiempo inmemorial, los guerreros japoneses han mostrado siempre una
marcada preferencia de la muerte sobre la captura. La ética de la batalla
japonesa, ordenaba a cada soldado a no sufrir la desgracia y la vergüenza de
ser cogidos con vida. En realidad, cualquier condición para la rendición que
ofrecía el enemigo, era considerado por la mayoría de los jefes militares
japoneses como un insulto, cuando no simplemente una idea irrisoria. El
bushido exigía al samurai deber y fidelidad absoluta hacia su señor, y si la
orden dada era combatir debía hacerlo hasta el final, ¿Cómo se podía rendir
un samurai?, un samurai jamás podía rendirse, sólo tenía dos alternativas: o
moría en el combate o se podía matar el mismo.
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La Muerte, el Honor y la Ética en el Periodo Tokugawa.
El sentido del honor del samurai le instaba a luchar hasta el final, por
ello, dentro de los códigos militares tradicionales japoneses, la idea de
rendición, así fuese con condiciones justas y para evitar el derramamiento
inútil de sangre, era algo impensable e inexistente. El samurai debía triunfar
o morir en el intento, no había otra alternativa honorable. Como ya se ha
mencionado, el samurai poseía un fuerte sentido de la lealtad, ésta estaba
dirigida principalmente hacia el líder del clan al cual pertenecía, y como a
menudo ocurría, su clan se veía en vuelto en fieros combates contra clanes
vecinos, entonces cuando el resultado de los combates le era adverso y sus
tropas habían sido diezmadas, él y los subordinados sobrevivientes de dicho
conflicto tomaban la decisión de suicidarse, el primero por vergüenza y los
demás por deber y fidelidad.
Tal vez la primera forma de seppuku es el Chugi-bara, literalmente:
destripamiento por lealtad. Para los Samuráis, la muerte significaba un
asunto de honor, y la muerte por vejez y por causas naturales no era algo
deseable. (Como lo creían los antiguos griegos), una muerte noble, temprana
y violenta era un signo de predilección de los dioses, su ideal era "Vivir
bellamente y morir de manera hermosa". De allí, la adopción de la flor de
1 Es importante aclarar que aunque Sócrates aceptó la muerte de manera
voluntaria, ésta no fue buscada ni deseada, por lo tanto no podemos hablar
propiamente de suicidio.2 El caso de Lucrecia es bastante similar al de los japoneses, ya que su
suicidio fue realizado para salvarse del deshonor. 3 Cuyo personaje central se suicida de un pistoletazo.
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cerezo (sakura) como emblema del Samurai... bello y efímero. Un día en
pleno florecimiento, al día siguiente abatido por la tormenta.
El bushido exhortaba a los samurais a estar siempre preparado ante
la eventualidad de una muerte repentina y violenta. Desde muy joven, el
samurai recibía una fuerte y estricta educación en todo lo referente al
bushido, y el ritual del suicidio le era enseñado también. El seppuku era un
medio para probar la pureza de corazón y alma de los samuráis (parte del
entrenamiento de un samurái era saber cómo y cuándo dar el gran paso del
seppuku), pues un auténtico samurái temía más el deshonor y la vergüenza,
que a la propia muerte.
Esta práctica le era transmitida a la edad de siete años mediante una
solemne e importante ceremonia. En la cual le era dado un sable corto
(wakizashi), del cual nunca podría separarse y que le servia de recordatorio
de la muerte honorable, además, fungía también como símbolo de la casta a
la cual pertenecían. Desde entonces debía practicar este ritual a manera de
kata, hasta aprenderlo de forma total y absoluta. Hasta la edad de quince
años en la cual se le consideraba como adulto y mediante otra ceremonia
solemne llamada gumpai, se le entregaban dos sables.
El seppuku para la casta guerrera, era considerado la flor del
bushido, para ellos esto no era un acto cobarde o deshonroso, al contrario,
era considerado como un acto honorífico tanto para el ejecutante como para
la familia y sus antepasados. En el bushido se enseña que la vía del samurai
es la pasión por la muerte. Esto lo expresa claramente el celebre Josho
Yamamoto en su obra Hagakure:
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He descubierto que la vía del samurai reside en la muerte. Durante una crisis, cuando existen tantas posibilidades de vida, como de muerte, debemos escoger la muerte…Hacer una elección juiciosa en una situación donde las posibilidades de vivir o de morir se equilibran, es casi imposible…El que escoge vivir habiendo fracasado en su empeño, será despreciado y será a la vez un cobarde y un fracasado…El que muere después de haber fracasado, muere de una muerte fanática, que puede parecer inútil. Pero en cambio, no será deshonrado. Tal es la vía del samurai (Yamamoto, 200:2).
Además agrega:
Para ser un samurai perfecto es necesario prepararse a la muerte mañana y tarde, e incluso durante todo el día. Cuando un samurai esta constantemente dispuesto a morir, ha alcanzado la maestría en la vía… La vía del samurai es la pasión por la muerte. Incluso diez hombres son incapaces de detener a un hombre animado por tal convicción (Yamamoto, 2000:3).
Ahora bien, seria muy difícil explicar el sentido que tiene para el
samurai la idea de suicidio ritual, sin entender a la vez toda la concepción
“filosófica”-religiosa que regula sus vidas, y más importante aún: el bushido.
El maestro Confucio enseñaba que “cuando el cielo esta a punto de
conferir a alguien una gran tarea, previamente ejercita su mente mediante
sufrimientos, y sus músculos y huesos con el trabajo; expone su cuerpo a el
hambre y le somete a extrema pobreza” (Confucio, 1986). Todo esto con la
finalidad de forjar su carácter y su fortaleza física y espiritual a través del
sufrimiento, preparándolo así para cumplir con los decretos del cielo (para
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el pensamiento oriental el sufrimiento bien sea físico o espiritual, confiere
limpieza espiritual y autoridad moral a quien lo padece, afronta y supera con
paciencia fortaleza y dignidad). En la ética religiosa tradicional japonesa,
sintoísta, budista, y confucionista, las cuales como ya se ha mencionado
influyeron de manera directa en la formación de bushido, era aprobada la
tesis de que el honor podía ser mantenido o restaurado a través del
sufrimiento paciente, voluntario y sin queja alguna.
Esta creencia fue un aporte del confucianismo al bushido, en el cual
se decía que el verdadero honor se manifiesta mediante el cumplimiento de
los “decretos del cielo” que eran vistos como un deber. Ningún sacrificio,
incluyendo la muerte que se realice en el cumplimiento de esta tarea, será
tomado como algo ignominioso, al contrario de la búsqueda de una muerte
dirigida con la finalidad de eludir dichos decretos (eludir el deber), seria
juzgada como una muestra de indudable cobardía.
Para Confucio el deber y el valor eran característicos del guerrero
virtuoso, y éste definía la muerte como el descanso del sabio. Para un
verdadero samurai, perseguir o buscar la muerte constituía un acto
pusilánime y cobarde, propios de quien no tiene dominio de sí. Esto le era
enseñado desde su infancia e inculcado a través del bushido, el cual le
exhortaba a soportar y a afrontar las calamidades con paciencia, frialdad y
conciencia pura.
El samurai inspirado por el bushido asume la muerte como un
proceso natural y un hecho inevitable, es vista como algo que tiene que
ocurrir de una manera u otra, y la recibe estoicamente, sin temor y con
dignidad, y entre éstos, aquel que abraza una fe (por ejemplo la budista),
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como un paso a una existencia mejor. Para el samurai, la guerra y el combate
son parte de su existencia, la muerte también debe ser una parte de ella. El
concepto de la misma, su lugar dentro de la existencia y la preparación para
afrontarla con dignidad, son puntos fundamentales para el bushido. Cuando
el Samurai esta preparado para morir por su honor, por lealtad, y por el deber
ha adquirido la maestría sobre si mismo, alcanzando un estado de
consciencia en el que ya nunca podrá actuar de forma vergonzosa o poco
honorable, no hará lo que su instinto y su conciencia le dicen que es
deshonroso. El bushi poseía un código de conducta bastante severo y un
sentido del honor fuertemente marcado y arraigado, comprendía que
cualquier actuación deshonrosa de su parte podía acarrearle como
consecuencia una mancha vergonzosa en su honor y en el buen nombre
heredado de sus antepasados, y por su puesto transmitiría esta macula a su
descendencia, con la cual tenía el compromiso y el deber de trasmitirles este
nombre limpio honrado e impoluto (deudas giri y ko hacia el apellido
ancestral).
Por lo tanto, en un acto supremo de desapego hacia su persona e
individualidad, elegía su muerte ritual de manera libre y consciente; a
diferencia del suicida occidental, que en la gran mayoría de las ocasiones lo
hacía de manera inconsciente o desde un estado de consciencia patológica.
El samurai comprendía que no podía vivir con la deshonra, mancillado, y
sabía que tampoco podía dejar que esa mancha impregnara toda su memoria,
un viejo adagio samurai rezaba lo siguiente: “la deshonra es como una
cicatriz en la corteza de un árbol, que con el tiempo en lugar de desaparecer
tiende a crecer”; por tanto, en un acto supremo de liberación, de desapego,
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realizaba un sacrificio de gratitud hacia todos sus ancestros, y por ellos
elegía su muerte ritual de manera voluntaria. Sólo de esa manera sus
descendientes serían aceptados dentro de la sociedad y sus antepasados
seguirían siendo honrados.
Dentro del bushido la muerte voluntaria era vista y tomada como la
solución a muchos y complejos problemas. Por lo tanto, las autoridades del
régimen Tokugawa decidieron formalizar el acto del suicidio (que existía
desde épocas anteriores), en un acto ritual que debía ser realizado a través
de una ceremonia lícita e institucionalizada. Para el samurai, el suicidio
realizado a la manera tradicional, era un suicidio por la vida, pagando una
deuda de gratitud (giri) hacia los antepasados. Este suicidio se conoció bajo
el nombre de Seppuku, y era el que realizaban los samuráis. Este término es
muy antiguo y de difícil traducción por sus connotaciones simbólico-
filosóficas, literalmente significaba: seppu=cortar separar, abrir, ku=vació,
vientre, lugar donde reside el espíritu.
Existía otra palabra que denotaba el suicidio ritual, y es la que más
se conoce en occidente, este término es harakiri, literalmente significaba:
hara=vientre, abdomen, lugar donde reside el alma, asiento de los
sentimientos y de las emociones, kiri=cortar, separar, abrir. Como es
evidente ambos términos poseen aparentemente igual significado, pero en la
cultura japonesa poseen matices que hacen que su significado sea distinto, y
esto se explicara a continuación.
Para comenzar se puede decir que los vocablos seppuku y harakiri
designan ambos el suicidio ritual de los samuráis; los dos términos se
escriben con los mismos caracteres en la escritura tradicional japonesa
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(kanji) pero en diferente orden. El seppuku (切腹), el hara-kiri (腹切). En
cuanto a forma el seppuku y harakiri eran idénticos, salvo pequeñas
diferencias de etiqueta y protocolo, la ejecución física era la misma
ejecutada de acorde al ritual, tal como lo exigía el bushido.
La diferencia radicaba, en que el seppuku se entendía como la
ceremonia de quitarse la vida en un acto de voluntad, sin que en él
interviniera ninguna orden ni ninguna presión. Este era una decisión personal
producto del uso que el samurai hacía de su máxima libertad. El harakiri,
viene siendo lo mismo que el seppuku, la diferencia radica en que este era
reservado a los condenados a muerte y era impuesto como castigo, sin
embargo era un honor para quien era premiado con este tipo de muerte.
El harakiri se convirtió de hecho en un método indirecto de
ejecución, según el cual, cualquier guerrero que habiendo sido declarado
culpable de algún delito4, se decidía su ejecución, y como muestra de respeto
hacia su linaje y honor, se le concedía el privilegio de morir por su propia
mano, ya que un samurai debía evitar que la pena capital fuese llevada a
cabo por un verdugo, puesto que la afrenta era humillante. Podían optar por
el suicidio, a fin de demostrar coraje y fidelidad al bushido. El seppuku era
un ritual, y éste les era enseñado a los samuráis desde su infancia, mediante
4 Las penas progresivas por el comportamiento indebido de un samurai eran:
retiro en penitencia (Hisoku), arresto domiciliario por cincuenta o cien días
(Heimon), confinamiento solitario (Chikkyo), retiro temporal o permanente,
con la restitución del nombre a los registros de los samuráis después de la
muerte, eliminación del nombre familiar de los registros de los samuráis
(Kaieki), y harakiri.
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un duro y rígido entrenamiento, tanto físico, psicológico, y espiritual, ya que
era esencial el autodominio para afrontar la muerte de manera digna y
sosegada. Nadie podía realizar seppuku sin la necesaria frialdad y
compostura. Para el bushi, el equilibrio emotivo era algo esencial y de
primera importancia, que conducía al dominio personal y le forjaba un gran
carácter, por que, como se ha dicho anteriormente, apresurarse hacia la
muerte o favorecerla era considerado como un acto de cobardía, al igual que
huirla; y esto era algo que se debía tener presente, llegado el momento y la
hora de salvaguardar el honor.
El samurai se suicidaba mediante el acto del seppuku únicamente
como resultado de una decisión racional y tras haber considerado
cuidadosamente todas y cada una de las otras alternativas posibles. El
samurai asumía la muerte como una posibilidad más entre un abanico de
posibilidades ofrecidas. Y por lo tanto, el suicidio no era considerado como
un acto de cobardía hacia la vida, sino todo lo contrario, era visto como un
acto de desapego a ésta, de manera que, ante la elección de una vida
humillada y una muerte victoriosa, el samurai elegía esta última como medio
honorable para limpiar el nombre y perpetuar la memoria. El seppuku no era
un mero proceso suicida, sino que, como ya hemos mencionado, durante el
periodo Tokugawa, éste constituyó una institución legal y ceremonial que
regulaba y tenía gran influencia en las vidas y las costumbres de la casta
guerrera. El seppuku servia para contrarrestar una ofensa, realizar una
venganza o reivindicar una protesta, que de otra forma tendría resultados
desastrazos para el honor de la familia. El suicidio mediante el seppuku, era
tomado como un acto y un procedimiento a través del cual el guerrero podía
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expiar sus crímenes, pedir disculpas por sus errores, evitar la desgracia de la
captura, redimir a sus amigos o probar su sinceridad. Incluso cuando el
seppuku coincidía con una condena a muerte, (en este caso se denominaría
harakiri), éste se realizaba de acuerdo con la debida seriedad y ceremonia.
Lo fundamental es que el motor del seppuku era la altísima estima otorgada
por los samuráis al honor.
En el bushido, el suicidio suponía para el samurai una libertad
extraordinaria respecto a la decisión sobre la vida y la muerte propia, de
cómo esta había de ser vivida y de cómo esta debía terminar. El samurai
consideraba su vida como un atributo personal, pudiendo disponer de ella en
cualquier momento. La libertad de elección con respecto al uso de su cuerpo,
de su vida y el momento y la forma de morir, suponía para el samurai la
máxima acción de independencia respecto a si mismo y respecto a la
sociedad. Dicho esto, se puede afirmar que para el samurai la elección de su
propia muerte suponía un privilegio considerado un acto de máxima libertad.
Cuando un bushi sentía que estaba en juego su honor, y tras haberlo
considerado muy bien, hacía uso de de su libertad máxima, reafirmándose
así como hombre honorable, de gran valor y resolución; tomando la decisión
de suicidarse mediante el acto voluntario del seppuku.
El ceremonial del seppuku sirve, pues, para demostrar que un bushi
es un gran personaje, de rectas virtudes, honorable, sin miedo a la muerte.
Cuando el samurai se auto inmolaba mediante el acto ritual del seppuku, se
convertía en un elemento indiscutible de conformación de la cultura, en un
símbolo en el cual estaban (y aún están) representadas todas aquellas
virtudes que conformaban el ideal del guerrero japonés, virtudes tales como:
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la tradición, el desapego a la vida, el heroísmo, el autocontrol, la
sensibilidad, el deber, el valor, entre otros, que estaban encerradas dentro del
bushido bajo la forma de la virtud suprema “el honor”.
Como ya se ha dicho a lo largo de este punto, el suicidio durante el
periodo Tokugawa se institucionalizó, se codificó como un acto lícito, se
transformó en una ceremonia sagrada, en un rito. El samurai llegó a sublimar
el instante de la muerte a través de suicidio; para él, el seppuku alcanzaba la
trascendencia de un acto místico. La sacralización del suicidio lleva
implícitos mecanismos dialécticos entre lo individual, que perece, frente a lo
colectivo, que es lo que queda, marcando así las pautas culturales que
estructuran y conforman la ética nipona en lo referente a la muerte. La
sociedad japonesa esta fundamentada en la familia (ie) como mínima
expresión social, en ella lo individual sucumbe ante lo colectivo, por lo
tanto, aquellas afrentas por las cuales el samurai debía acabar con su vida,
no eran tanto afrentas personales, ante las cuales era incólume, sino aquellas
en las cuales estaba en juego la reputación y el buen nombre familiar.
De acuerdo con el pensamiento japonés, el seppuku seria el resultado
de pagar el giri o deuda hacia-el-nombre-personal. (Apellido heredado por
antepasados ilustres). El suicidio ritual se ejecuta siguiendo unos pasos
codificados, de forma que la realización completa del mismo re-inventa de
nuevo el sacrificio. Existía una estricta etiqueta con respecto al acto del
suicidio, y este era enseñado bajo la forma de un ritual preestablecido muy
similar al que se ejecutaba en la práctica de las artes marciales (kata), Cada
componente del mismo ha de tener su lugar estipulado y debidamente
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La Muerte, el Honor y la Ética en el Periodo Tokugawa.
codificado, sin que ningún elemento pueda variar, puesto que esta norma era
la que conformaba aquel acto como rito.
3. El Ritual del seppuku.
El ritual del seppuku sigue unas fases y un protocolo rigurosamente
establecido, que se encontraba codificado en las ordenanzas y códigos
militares del periodo Tokugawa. Todo aquel que pertenecía a la casta
guerrera tenia el deber y la obligación de conocerlo, si no quería que su
honor se viese mancillado a la hora de morir, y llegado el momento, no saber
afrontar la muerte con la frialdad e impavidez ante el dolor y el sufrimiento
que eran la base del coraje tal como lo exigía el bushido.
Ahora bien, el suicidio ritual era considerado como la manifestación
más elevada del dominio sobre el propio destino, y del impávido valor frente
a la muerte, representaba un privilegio a los ojos del guerrero japonés. El
seppuku era un ceremonial mortuorio imbuido de un carácter sagrado, de
extrema solemnidad y trascendencia, era un rito de transito, en el cual el
honor y el buen nombre familiar estaban en juego, razón por la cual el lugar
elegido era muy importante. La ceremonia del seppuku podía llevarse a cabo
en varios lugares. En una casa, en un templo, en un castillo, o al aire libre si
este era realizado en el campo de batalla. No importa cuál fuese el lugar
escogido, éste debía ser sometido a numerosas purificaciones (misogi) y
consagraciones, todas ellas rodeadas de un profundo simbolismo. El lugar
escogido debía contar con dos entradas, una en el lado norte y otra en el lado
sur. La entrada del norte era denominada el portal ascético (shugyo-mon), y
la entrada del sur era denominada el portal del nirvana (nehan-mon). Las
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dimensiones del área venían dadas por el rango del samurái. El lugar debía
estar iluminado suficientemente, y debía contar con lo siguiente: un estrado
o tarima elevada aproximadamente de cincuenta centímetros sobre el nivel
del suelo en la cual estaría el suicida y su ayudante, y en la parte de abajo
tatamis y cojines para los restantes asistentes a la ceremonia.
El estrado estaba recubierto por tatamis forrados de una tela blanca,
y sobre éstas se colocaba una alfombra rojo carmesí, también debía haber
sobre ella un cojín (zafu) para quién iba a cometer el Seppuku, y una pequeña
mesita en la que se colocaban implementos para escribir. Llegado a este
punto es importante aclarar que si se trataba de un seppuku (que era un acto
voluntario), la ceremonia era algo más intima, cuyos principales actores eran
en suicida y su ayudante, y algunos invitados escogidos entre los familiares y
otros miembros de rango elevado del clan al cual pertenecía, que servían
como testigos del acto y le daban solemnidad a la ceremonia.
En cambio, si se trataba de un harakiri el procedimiento era algo
más elaborado y asistían más personas, aparte del suicida y su ayudante que
serían los protagonistas del acto, debían estar presentes en el lugar: el kenshi,
quien era un oficial superior que presidía la ceremonia, también se
encontraba un guardián del recinto (rusui yaku), y sus asistentes. Un notario
(azukari nin), y dos representantes shogunales que formalizaban el acto,
también podían estar presentes algunos allegados del oficiante que servían
como testigos, y un sacerdote (este era opcional y generalmente budista).
En caso de harakiri, previamente habría un juicio en el cual el
acusado había sido declarado culpable, este mismo tribunal, se encargaba de
enviar a casa del condenado un abanico (tessen) sobre una bandeja de
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La Muerte, el Honor y la Ética en el Periodo Tokugawa.
madera lacada color blanco (sambo) o un puñal (tanto). Esta fatídica señal
significaba que habiendo sido reconocido culpable, debía prepararse para el
inminente auto sacrificio, a la vez que se le comunicaba el día y la hora que
se le estipulaba para la realización de dicho acto, a lo cual el condenado
contestaba enviando una respuesta de aceptación y agradecimiento por
dicho honor.
Como se dijo anteriormente, en el lugar elegido debía haber dos
entradas: la del norte y la del sur. El que iba a cometer el suicidio entraba al
recinto por el portal del norte (la puerta ascética) y se sentaba en un cojín
que miraba hacia este portal. El ayudante entraba por el portal del sur (la
puerta del nirvana) y se sentaba detrás del ejecutante del seppuku a su
izquierda. El ayudante de quién va a cometer el suicidio lleva el nombre de
kaishaku nin (palabra que no equivale al término verdugo), éste era
generalmente un familiar, el mejor amigo del condenado o su mejor
estudiante, seleccionado por su habilidad en la esgrima. Debía ser una
persona de confianza o cercana, y la relación entre ellos es más bien el de un
principal y un segundo, siendo su objetivo era el de ayudar al bushi en este
rito mortal. Mientras el bushi efectuaba el Seppuku, el kaishakunin, situado
detrás de él, se ponía de pie detrás del lado izquierdo, tenia la misión, sable
en mano, de decapitar al condenado después de que éste hubiese realizado el
sacrificio.
Llegado el día, después que todo estaba dispuesto en el lugar elegido
para el ritual, el bushi que se iba a suicidar, debía haber estado ayunando
desde al menos el día antes, con el fin de no haber nada contenido en su
estómago que pudiera esparcirse por el tatami cuando se cortara el vientre.
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Realizaba su despedida formal a personas allegadas y a sus amigos, hacía y
estipulaba su testamento, y componía un poema alegórico de despedida.
Luego meditaba para estar con el espíritu lúcido y tranquilo, tomaba un baño
purificador (mizu harai), vestía un traje formal (montsuki) de color blanco,
sobre este se coloca una chaqueta ceremonial (kosode) con las armas de su
familia (mon), y un manto de ceremonias (kashimono). Seguidamente el
guardián del recinto (rusui yaku), que era un jefe samurai de rango medio,
venia a buscarlo y lo conducía hasta el lugar de la ceremonia, este samurai
no iba armado más que por un wakizashi, como medida de previsión,
pensando en la posible huida del condenado producto de un arrepentimiento
tardío, seis guardias vestidos con armaduras ligeras (jimbaori) y armados
con lanzas (yari) lo escoltaban. Una vez llegados a la sala del ritual, el
condenado era dejado frente al kenshi y los inspectores junto a los guardias,
en ese momento era pronunciada la sentencia.
Cuando todo el ritual estaba dispuesto y el que iba a cometer el
suicidio ritual se hallaba en el centro de la sala, el kenshi quien era el más
alto oficial de la ceremonia, leía la sentencia con gran sobriedad. El rito
precedente al suicidio era muy complejo y largo justo hasta el momento en
que era leída la sentencia de muerte. Después de leída la sentencia, se le
pedía de nuevo de forma amable que se suicidara. El bushi agradecía el
honor concedido, y pronunciaba unas palabras en las cuales dejaba bien
claro que él y solo él es responsable de los actos cometidos, pedía sinceras
disculpas por el crimen cometido, y pronunciaba estas palabras: “por este
crimen me desentraño y le ruego a los presentes que me hagan el honor de
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presenciar este acto como una muestra de mi sinceridad”, dicho esto se
inclinaba y saludaba al kenshi y a todos los presentes.
Lo anterior ocurría si el suicidio era un harakiri o suicidio producto
de una condena, si el suicidio correspondía a un acto personal y voluntario –
seppuku- el bushi que iba a cometer el seppuku se dirigía al recinto escogido
para el ritual acompañado de dos amigos de confianza. Después de esto, se
esperaba que quien realizaba el seppuku dijese unas palabras que señalaran
el motivo por cual realizaba este acto para devolver el honor a su familia.
Terminaba haciendo una reverencia a todos los presentes. Después de lo
anterior, quién iba a cometer el suicidio ritual se despojaba del manto
(kashimono) y la chaqueta (kosode) ceremonial con las armas familiares
(mon) y se quedaba totalmente vestido de blanco, símbolo de la pureza de
pensamientos y de actos, la muerte era pues tomada en un sentido iniciático
o religioso; acto seguido, subía al estrado saludaba de nuevo y se sentaba
mirando hacia la entrada norte, seguidamente el kaishaku nin subía al
estrado saludaba al bushi y al kenshi y luego a todos los presentes, y se
sentaba detrás de él al lado izquierdo. Antes del sacrificio le era dado al
condenado un vaso de agua, llamada el agua del último instante (matsugo no
mizu), traído sobre una bandeja blanca de madera lacada (sambo) por el
sacerdote, el agua símbolo de la emoción y los sentimientos (kokoro), debía
llevar al espíritu del condenado a un estado de pureza y claridad.
A veces se servia al condenado una taza de sake, símbolo de los
cuatro periodos, y del linaje imperial. Este licor debía ser bebido en cuatro
sorbos, dos primeros y dos después, ya que cuatro (shi) se pronuncia en
japonés de igual forma que la palabra muerte (shi nu).Un servidor entraba
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con otra bandeja blanca con un vaso de cerámica y una pequeña botella de
sake. El ayudante se arrodilla delante de él y se saludan. El que realiza el
suicidio se sirve en el vaso y levantándolo bebe dos pequeños sorbos, una
pausa y otros dos sorbos y devuelve el vaso a la bandeja. El ayudante se
retira con la bandeja. El que iba realizar el suicidio (seppuku o harakiri) se
arrodillaba y meditaba hasta encontrar el estado de paz interior (muga).
Frente a él se colocada una mesita con una bandeja que contenía
implementos para escribir, este, tomaba la bandeja y la ponía delante de el.
Mezclaba la tinta y escribía en el papel su poema de despedida (Haiku), que
sería recitado por él mismo antes de continuar con la ceremonia. Después
devolvía la bandeja a su sitio. Esto servía para mostrar su serenidad y sangre
fría.
Este acto se llevaba a cabo de una forma muy meticulosa y estaba
regido por una rigurosa etiqueta, en la cual, quien se iba a suicidar, no debía
dar muestras de nerviosismo o duda alguna. En tal momento, los dos
inspectores principales se dirigían en busca de dos sables, uno corto
(wakizashi) y otro largo (katana), el sable corto, que seria el sable de
sacrificio, se colocaba en la mesita frente a quien cometería el acto, envuelto
en un papel suave blanco en el que solo se veía algunos centímetros de la
hoja, La espada debe de quedar apuntando hacia la izquierda, con el filo
hacia quien realiza el seppuku, y el sable largo se le entregaba al kaishaku,
ambos sables habían sido previamente purificados con agua.
En este momento se hacia un silencio solemne y se percibía una
atmósfera de profundo respeto, el bushi que se encontraba sentado en
posición de reposo (seiza), con la espalda derecha, la cabeza recta y las
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manos sobre las rodillas, se desnudaba la parte superior del torso5, con
cuidado, según la costumbre, recogía las mangas bajo las rodillas para evitar
caer hacia atrás; porque un samurai debe morir cayendo hacia adelante. En
un ambiente de extrema concentración, el bushi tomaba el arma con la mano
derecha, y con la izquierda masajeaba suavemente la zona baja de su
abdomen, sin esperar un instante, lo hundía en el vientre (hara6) por el
costado izquierdo, y lo dirigía después lentamente al derecho, haciendo un
corte semihorizontal ascendente. Durante esta operación angustiosamente
dolorosa el bushi no debía mover ni un solo músculo de su cara, ni emitir
ningún sonido de queja o dolor, y su expresión debía reflejar frialdad y
dignidad. Era considerado como muestra de gran coraje y fortaleza, después
de realizado este primer corte dirigia el filo hacía arriba (jumonji). Luego, si
las fuerzas se lo permitían, sacaba el arma y se inclinaba hacia adelante. En
determinados y aislados casos se veía al suicida sacar el arma y envainarla
en su funda, algunos incluso, recitaban poemas u oraciones alegóricas al
momento, esto era considerado como un acto heroico, además de ser una
muestra de gran fortaleza y dominio de si por parte del suicida, quien era
elogiado por los presentes en el ritual, llenando a sus familiares de gran
satisfacción y orgullo. Al hacer esto, en el instante que se inclinaba hacia
adelante, el kaishaku, quien había estado observando con atención cada uno
de sus movimientos, de rodillas a su lado, se ponía de pie de un salto y en
un segundo levantaba su sable, y lo decapitaba de un solo tajo del sable. En
todos los casos, como se mencionó, el cuerpo debía caer siempre de frente,
caer de costado o de espaldas era un deshonor para la familia del bushi.
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La decapitación total era reservada a los criminales, quienes habían
sido juzgados y condenados al harakiri. Para los más nobles, que realizaban
el ritual del seppuku por voluntad propia y no como un castigo impuesto, la
piel de la garganta no debía ser cortada, la cabeza del que había cometido
seppuku debía colgar sobre su pecho, como muestra de respeto evitando así
el estigma del degollamiento y la decapitación, esto también daba muestras
del gran dominio técnico y emocional del kaishaku. Este corte era llamado
“daki-kubi”, y es precisamente en este detalle de la garganta, donde residía
gran parte de la diferencia entre el seppuku y el harakiri.
El kaishaku después de realizada su labor, hacía una profunda
reverencia hacia el cadáver, la cual todos los presentes imitaban, luego
limpiaba el sable con una hoja de papel preparada para ese propósito, y se
5 En tiempos antiguos el samurai desnudaba totalmente la parte superior del
cuerpo, pero más tarde se instauro la costumbre de entreabrir solamente la
parte frontal del kimono.6 Es importante señalar el motivo por el cual el samurai escogía suicidarse
cortando el hara, obedecía al hecho de que según creencias ancestrales, se
pensaba que tanto el alma como el espíritu humano se encontraban en este
punto del vientre llamado hara, ubicado a unos dos dedos debajo del
ombligo, entre éste y la columna vertebral, en el que se concentraba el ki u
ola de energía vital. Siendo considerado el asiento del alma, donde se
almacenan los sentimientos y emociones, de ahí que fuera éste el punto
elegido para acabar con la vida. De esta manera demostraban sinceridad y
permitían que su espíritu saliera del cuerpo físico por el lugar donde había
entrado.
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retiraba del estrado. La daga manchada de sangre era retirada con gran
solemnidad, como prueba sangrienta de que el ritual ha sido llevado a cabo.
Para terminar, la cabeza era inspeccionada por en kenshi, quien elogiaba al
que había cometido el acto, y anunciaba que la ceremonia había concluido
satisfactoriamente de acuerdo al ritual y a la tradición del bushido. El notario
(azukari nin), quien había asentado todo en un acta de la manera más
detallada posible, y todos los demás presentes, se retiraban en silencio. En el
recinto sólo quedaban cuatro ayudantes que eran samurais de bajo rango
(ashigaru) y que se encontraban bajo el mando del guardián del recinto
(rusui yaku), Estos cerraban el lugar de la ceremonia, y se ocupaban del
traslado del cuerpo y la posterior limpieza del lugar, y si el condenado era de
alto rango, su cabeza era cuidadosamente aseada y se le enviaba a sus
familiares como muestra de respeto. Este procedimiento se conocía como
Kubishozoku.
Concluido esto, es oportuno resaltar que aparte del seppuku y el
harakiri, existían otros tipos de suicidio, los cuales sólo serán mencionados
brevemente.
Oibara= seguir al amo en la muerte.
Mumen-bara= suicidio como reproche nacido de un estado de suprema
indignación.
Sokutsu-shi= muerte por vergüenza o por expiación.
Jigai= suicidio femenino, cuyo procedimiento y ritual difiere del
seppuku.
Kanashi: Acto de suicidio como protesta.
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4. El sacrificio heroico (junshi).
Otra forma de muerte honorable la constituía el junshi, éste,
consistía en sustituir al amo en la muerte (morir en lugar de). Y era una
forma de suicidio, considerada por los más tradicionalistas y conservadores,
como el mayor acto de pureza que expresaba el valor y la lealtad de un
samurai. El junshi era una forma de muerte honorable muy estimada por la
casta guerrera, y era visto como un sacrificio heroico, ya que se moría en
lugar de otra u otras personas por lealtad (chugi), cosa que da muestra de
sinceridad (makoto) y valor heroico (yu) por parte del bushi.
Como ya se menciono, en una situación critica en el campo de
batalla, cuando era inminente la derrota por parte de los enemigos, los
samuráis preferían la muerte antes de la rendición o la posible captura. En
tales circunstancias un vasallo podía colocarse la armadura de su señor y
lanzarse a un combate desigual o realizar un seppuku con las ropas de su
amo con la finalidad de ganar tiempo para que éste pudiese escapar,
permitiendo así la continuidad del clan y la estirpe de su señor, que de otra
manera acabaría allí mismo con la muerte del mismo.
Este tipo de sacrificio también se llevaba a cabo aceptando misiones
muy arriesgadas de las cuales se sabía que no regresaría con vida, pero eran
necesarias para la victoria en el caso de una batalla o para la protección de
todos los demás miembros de un clan. Existieron muchos casos en los cuales
un daimio se veía imposibilitado por la ley a realizar ciertas acciones, como
matar a un funcionario corrupto de mayor rango que estuviese afectando la
supervivencia y los intereses del clan. Pues si lo hacia caería una condena
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La Muerte, el Honor y la Ética en el Periodo Tokugawa.
shogunal sobre todos los integrantes de su familia y su feudo podia ser
confiscado o eliminado.
En tales circunstancias, un vasallo leal pedía ser expulsado de dicho
clan y se convertía en ronin, de esta forma tenia la libertad de ejecutar todas
las acciones que creyese conveniente en beneficio de su señor sin acarrearle
consecuencias nefastas, y luego se suicidaba. El junshi era considerado como
una muerte muy honorable, y lamentablemente los lideres japoneses lo
vieron como un recurso muy útil y eficaz a la hora de enfrentar situaciones
desesperadas, por ejemplo, tenemos a los gishis de finales del periodo
Tokugawa y los kamikazes de la última guerra mundial, en la cual se
desvirtuó el verdadero espíritu del bushido.
5. La Venganza.
En las culturas guerreras, la justicia es una virtud sumamente
apreciada y cultivada; esta es aplicada con gran severidad (lo cual a veces
llevaba a abusos e injusticias). Existían ocasiones en las que la salvaguarda
del honor escapaba a los límites del marco legal impenetrable en ese
entonces, en tales circunstancias el samurai se encontraba en la disyuntiva de
cumplir la ley u obedecer a su conciencia. En estas ocasiones se apelaba al
giri (razón recta y justa), y al hacer esto, el samurai obedecía a su
conciencia, tomaba las acciones necesarias para salvaguardar su honor y
luego se suicidaba como muestra de sinceridad por haber fallado a la ley.
El concepto de venganza estaba inspirado en el sentido de rectitud y
justicia; en épocas feudales, de guerra y turbulencia social, los tribunales
ordinarios se mostraban ineficaces a la hora de impartir justicia. En esta
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época las afrentas, injurias y los homicidios que escapaban a la ley ordinaria,
eran reparados con justicia mediante la institución de la venganza (esta
institución posee en Japón antecedentes muy remotos, y en el periodo
Tokugawa, se convirtió en un ritual de carácter obligatorio dentro de la casta
guerrera).
La venganza era llevada a cabo de manera diligente y eficaz por los
subordinados y/o parientes de la víctima; y esto constituía una efectiva
salvaguarda y garante del orden social. En el código del bushido, era
considerado un deber vengar al señor, al maestro, a los parientes
consanguíneos, o a todas aquellas personas a las que se le debía lealtad o se
estaba en deuda bien sea por giri u on. Este deber era especialmente
obligatorio cuando alguien mataba al maestro (amo) o al padre. Según un
antiguo precepto confucionista, nadie podía vivir bajo el mismo cielo que el
asesino de su padre. Según la visión japonesa de este principio, la venganza
se extendía también a vengar el asesinato o agravio del amo que como
cabeza del clan era considerado el padre de todos. El fracaso en la venganza
era considerado una desgracia ya que el honor estaba en juego.
En el bushido se consideraba un hombre de honor al que se
vengaba, y se despreciaba al hombre que era tan débil, que por cobardía no
intentaba matar a un ofensor, o al asesino de su amo o padre; un hombre así
no se le consideraba digno de ser guerrero y se le obligaba a huir, a
ocultarse, y cuando esto ocurría no se le consideraba hombre de honor, era
despreciado por su clan y sus compañeros, y ya no era considerado un
hombre, socialmente estaba muerto.
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La Muerte, el Honor y la Ética en el Periodo Tokugawa.
En la ética japonesa los lazos de servicio, deber y lealtad de un
subordinado hacia su amo o superior (en el contexto familiar padre), era tan
absoluto y vinculantes, que cualquier daño o ataque dirigido hacia este (el
amo) era considerado efectivamente un ataque “personal” por el
subordinado, ya que él estaba ligado al amo y por su juramento estaba
obligado por su honor a reparar el daño. Por tanto, ejecutaba la venganza
(kataki-uchi), y esta según su el ritual, sólo se consideraba completa cuando
la(s) cabeza(s) del (de los) enemigo(s) era(n) depositada(s) a los pies del
amo, o si este había sido la víctima y estaba muerto sobre su tumba.
6. A modo de conclusión: El Honor y la Ética japonesa en el periodo
tokugawa.
Antes de abordar la ética japonesa, conviene aclarar algunas cosas.
Hablar de la ética requiere un estudio profundo tanto por sus implicaciones
en el campo social, filosófico, cultural, religioso y político, como por la gran
cantidad de autores que han escrito sobre ella bajo la perspectiva de las más
diversas corrientes filosóficas y doctrinas religiosas y jurídicas. Se abordará
la ética de la manera más general posible, y desligada de cualquier tendencia
doctrinaria dentro de los campos antes mencionados, propios del
pensamiento occidental, y sólo se tocarán aspectos bajo la óptica oriental y
dentro del marco histórico-cultural. Se tomará la ética como aquella parte de
la filosofía que a partir de ciertos principios, vivencias, actitudes o
influencias intenta determinar las normas o el sentido del obrar humano tanto
individual como social o colectivo enmarcada en una cultura determinada.
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La ética en Japón está enraizada fuertemente en el orden social, y
está compuesta por una intrincada trama cultural, que pese a su aparente
dificultad, lo elaborado y complicado de sus formas, resulta muy útil y
provechosa para el mantenimiento de la armonía y el orden social. La
sociedad Tokugawa como toda sociedad estructurada bajo un régimen
militar, es jerárquica. Poseía una estructura vertical en la cual todos sus
estratos dependían del inmediato superior y dichos estratos se
interrelacionaban en armonía en pro del bien común o social. En esta
estructura social compuesta por castas, cada uno de los elementos que la
integraban ocupaba un puesto, poseían un status y rol específico dentro del
sistema; siendo el equilibrio, el resultado de la correcta y justa interacción de
los mismos.
Ésta ética se evidencia claramente en la etiqueta y los ritos sociales,
en los cuales se mantiene la armonía, adoptando los comportamientos y
costumbres propias de la casta, grupo, clan o estrato al cual se pertenece. En
Japón, la etiqueta (Reigi Saho) puede ser traducida literalmente como
“reverencia” o “rito justo”. En realidad el término incluye, tanto las reglas
convencionales para las relaciones interpersonales, como los valores éticos y
morales que rigen la conducta de los seres humanos por encima de las
creencias y las convicciones. La sociedad japonesa del período Tokugawa
reconocía que la etiqueta “social” y la moralidad “individual” coexisten
unidas; no obstante, en ocasiones estas podían ser discrepantes.
La sociedad japonesa del período Tokugawa estaba basada en la
creencia de que el individuo como tal era incompleto, y éste estaba siempre
sujeto y dependiente de un grupo (familia, clan, casta, entre otros) al cual
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pertenecía y le daba su identidad. La sociedad o el grupo como ente superior
ordenaban la supresión de los sentimientos y deseos individuales para lograr
conservar la unidad y armonía social. Existe una dicotomía entre el “deber”
social expresado mediante todos los aspectos de las relaciones sociales
(tatemae) y las intenciones o sentimientos individuales (hon ne). La ética
japonesa no espera que el tatemae y el hon ne coincidan, ni tampoco que
sean motivo de fricción, sino que ambos conceptos interactúan de manera
natural mediante la adopción de unas normas, reglas muy elaboradas y
rígidas de etiqueta (reigi saho); y en la imposibilidad de armonizar los dos
extremos, existe el recurso de la consulta a un superior o a alguien de más
experiencia (ne mawashi), quien será el que tome la decisión final y más
acorde para resolver el conflicto en aras del consenso social.
Como se menciono anteriormente, la sociedad japonesa estaba
organizada de tal manera (sistema de castas) que implicaba una relación
jerárquica vertical fuertemente estructurada, de forma que, cada uno de los
individuos que la conformaban conocían exactamente el lugar que ocupaban
y el rol social que debían cumplir dentro del escalafón. Esta forma
estructural de estratificación social se veía reflejada y expresada dentro del
plano de lo social en la utilización de ropas, uniformes, peinados, colores,
armas y utensilios de trabajo “oficiales” y permitidos a cada casta, los cuales
conformaban un distintivo social que abarcaba todo el espectro cultural, e
influían hasta en los niveles de lenguaje que identificaban y caracterizan a
cada casta o estrato dentro de las mismas, y que definían el complejo y
fuertemente estructurado entramado de la etiqueta social.
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Un concepto que identifica claramente la verticalidad social
japonesa durante el período Tokugawa, y que aún hoy subsiste con arraigo
en el Japón moderno, es el concepto de sempai- kohai, lo cual significa algo
como veterano-aprendiz, hermano mayor-hermano menor, o toda aquella
relación o vínculo existente entre una persona con más edad, experiencia o
veteranía, respecto a otra más joven e inexperta. Se presenta como un tipo de
relación que define las maneras mediante las cuales se desenvuelve cualquier
tipo de organización japonesa como las castas, clanes, gremios, escuelas,
empresas, familias, entre otros; este concepto de sempai-kohai posee como
base y aplicación social el hecho de que los miembros más antiguos,
experimentados o veteranos que pertenecen a una casta, estrato o grupo
particular, ofrecen su apoyo, enseñanza, amistad o tutela a los más jóvenes,
nuevos o inexperimentados que, como ellos, pertenecen a dicha casta, grupo
u organización, y se espera que los más jóvenes, nuevos e inexpertos tengan
el deber de responder a este apoyo con diligencia, respeto, gratitud (y lo que
ocurre más a menudo) con lealtad personal.
Durante el período Tokugawa el rol social se adquiría desde el
momento mismo del nacimiento como miembro de una casta en particular, y
su puesto dentro de la jerarquía interna, enmarcada en la dinámica social de
dicha casta, se establecía por la fecha o momento de ingreso en cada peldaño
de la escala dentro del clan, casta, gremio, entre otros. El sempai podría ser
un alumno más aventajado, hábil o experimentado (por ejemplo, dentro de
una escuela de artes marciales) o alguien más antiguo en un gremio o clan,
empresa o lugar de trabajo; y actúa como un consejero, amigo o patrón que
enseña los intríngulis de la profesión e instruye sobre las reglas de conducta
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propias o más adecuadas que “por tradición” pertenecen a dicha escuela,
clan, gremio, organización o grupo social.
En la ética social japonesa de este período existían una serie de
conceptos que eran fundamentales para la cohesión de los grupos
pertenecientes a un mismo sector y para la armonía social producto del
equilibrio en las relaciones de los elementos que integran las castas que
conformaban la sociedad japonesa de esta época y que subsisten aún con
fuerza y arraigo en la “conciencia colectiva” del Japón actual. Estos
conceptos por sí mismos poseen una amplitud y profundidad tal, que
filósofos, doctos y sabios maestros confucianistas, budistas, shintoistas y
taoístas del pasado han escrito volúmenes enteros sólo para dar explicación a
algunos de ellos.
El primero de estos conceptos es el de lealtad (chugi), el cual es
fundamental en la época feudal. El chugi se convirtió en la lealtad
incondicional del inferior hacia el superior y es expresado mediante las
relaciones sociales propias de una sociedad de castas como la japonesa.
Existe otro concepto que junto al chugi componían la moral básica de la
sociedad feudal de los Tokugawa, este es el kooko, término muy antiguo y de
difícil traducción que está compuesto por dos palabras: ko que significa acto
y koo que significa respetar, en el sentido de atender a los padres correcta y
sinceramente (piedad filial). Por lo tanto, kooko vendría a significar “acto
respetuoso y sincero”. Estos dos conceptos morales: chugi y kooko eran
considerados de gran importancia y eran tenidos como fundamentales para el
correcto mantenimiento del orden social, y popularmente se les conoció
como chuko, palabra que reúne en sí misma la lealtad al señor feudal y el
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respeto a los padres y superiores, mediante la cual se fomentaba en los
jóvenes la obediencia a los más viejos.
El siguiente concepto es el de on, que se encuentra relacionado con
los anteriores y cuya significación vendría a ser el de “obligación” contraída
al recibir un favor, y lleva implícita la conciencia del deber o gimu, que
vendría a ser una deuda ilimitada. El genérico término on supone por lo tanto
una deuda intemporal adquirida mediante “favores” recibidos y que se debe
pagar de una u otra forma; dicho pago no es algo tan simple debido a las
extensas categorías de on, y de las “deudas” que uno va acumulando en el
transcurso de su existencia. Hay algunas deudas que deben pagarse con la
correspondencia exacta a la acción que la generó. Esta es la categoría más
simple, luego existen otras cuyo pago no es posible tasar (como la educación
recibida), lo cual nos da una idea de la existencia de varias categorías de on.
Esta deuda nos convierte en on jin que se traduciría como persona deudora, y
para el japonés, esto representa una carga que, si es posible, conviene evitar.
El gimu posee las mismas características del on, ambas son deudas
que atan moralmente al individuo y que se deben pagar en la medida de lo
posible (en el caso del on). El gimu como se ha mencionado consiste en una
deuda de gratitud ilimitada que es imposible pagar durante el transcurso de
la vida, ejemplo de gimu es la obligación hacia los padres, al shogun y por
sobre todo, al Emperador. Estrechamente relacionado a los conceptos de on
y gimu que llevan dentro de sí una conciencia de obligación y deber, existe
un sentimiento de rectitud y justicia que motiva a una justa y adecuada
reciprocidad en los favores recibidos, e insta a respetar la propia dignidad
personal; este concepto es el giri. El giri es un término compuesto por dos
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palabras gi que significa justicia y ri que significa razón o rectitud, por lo
tanto se puede definir giri como la “razón recta y justa” que guiaba a las
personas hacia la honestidad e integridad personal, e implica ser recto y
sincero con uno mismo. Este concepto posee una significación e importancia
muy grande dentro de la ética japonesa, fue ampliamente cultivado por los
samurais, y de ellos pasó al resto de la población que conformaban las castas
restantes. Se puede afirmar que la aplicación de este concepto (giri) hace a
las personas justas y honestas con los demás y consigo mismas,
impidiéndole imponer sus ideas y criterios propios injustamente mediante el
uso de la violencia, y les insta a reconocer de manera humilde y sincera, su
posible error, y a utilizar el giri (razón recta y justa) que es producto de la
buena educación, de la experiencia, y nacida de la reflexión para resolver
cualquier eventualidad o situación que se pueda presentar.
Al concepto de giri, se contrapone otro que en el caso de la ética
japonesa del período Tokugawa, era fuente de diversos y complejos
conflictos. Este concepto es el ninjo, que significaría deseos y sentimientos
humanos, en otras palabras, ninjo se refiere a todos aquellos sentimientos de
amor, deseo, amistad, simpatía, rechazo, odio, alegría, envidia, entre otros,
que conforman de manera natural los sentimientos que poseen todos los
seres humanos y que alimentan y forman parte de todas las relaciones
sociales y familiares. Generalmente, y de manera ideal, en la ética japonesa
se espera que los sentimientos personales (ninjo) no debieran entrar en
conflicto con el deber (chugi), ni con el sentido de rectitud y justicia (giri) y,
por extensión, con las normas sociales ni la etiqueta tatemai, reigi saho.
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Se debe admitir que por la dinámica social y por las estrictas normas
de conducta que regían a cada una de las castas durante la era Tokugawa, a
menudo giri y ninjo entraban en conflicto, (sobre todo en el marco de las
relaciones amorosas entre los miembros de diferentes castas, por ejemplo: un
samurai en relación con la hija de un rico mercader o en un conflicto de
lealtades por favores recibidos). Es importante señalar que para la ética
japonesa ante cualquier conflicto u oposición entre el ninjo y el giri, en esos
casos siempre debe prevalecer el giri.
En la sociedad japonesa del período Tokugawa, existía una forma
artística o culta de ver la ética, o una forma de estética-ética que impregnaba
los espíritus más cultos y refinados de la época y cuyos “valores” prevalecen
aún hoy entre la cultura refinada, elitesca y tradicional. Esta forma ético-
estética influyó de manera significativa en la casta guerrera y en la de los
sacerdotes, en los nobles de la corte y en aquellos grandes artistas de la
época que crearon un estilo propio e inconfundible produciendo varios
conceptos que se explicarán a continuación.
El primero es el concepto de furyu, que literalmente significa: “como
el aire” y que podríamos definir como “estilo”, “elegancia”. Este concepto
hace referencia a una persona cultivada, que es elegante y sofisticada y que
trabaja o cultiva las bellas artes o la literatura. De manera general, es un
concepto ético y estético, a la vez que se utiliza para representar tanto la
cultura “clásica”, la buena educación, el refinamiento y la elegancia de las
personas. Este término es muy antiguo y se utilizaba también para expresar
la belleza tanto de los paisajes, la arquitectura y los arreglos florales, como
las obras de arte, entre otras manifestaciones. Finalmente, este concepto hace
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referencia a la belleza humana interior natural, sin artificios, exenta de
frivolidad y no contaminada con elementos superficiales. Este concepto
evoca en última instancia una elegancia de espíritu que nos conduce a la
humanidad y a la compasión hacia los seres humanos.
El rasgo más distintivo y que caracteriza al temperamento asiático,
es la capacidad que posee para ver la vida desde dentro, en lugar de hacerlo
desde afuera. Desde esta perspectiva, la forma ético – estética japonesa creó
dos conceptos que provienen del arte del té, o como mejor se conoce en
Occidente: la ceremonia del té. Estos conceptos están íntimamente
relacionados y es raro encontrar un estudio que los trate separadamente.
Dichos conceptos son: sabi y wabi, que vistos desde la ética suponen un
estilo de vida y una forma armoniosa de relacionarse con el entorno, que
integraban al individuo con su naturaleza humana buscando una forma
estética de vivir, en la cual la belleza no suponía necesariamente lo perfecto
y se apreciaba todo aquello que era naturalmente imperfecto o feo. Cuando
esta belleza natural e imperfecta estaba acompañada de una venerable
antigüedad o de una tosquedad primitiva nos sugiere la noción de sabi. Sabi,
literalmente significa soledad o aislamiento, es descrito como una forma de
ver la vida en una rústica sencillez, sin florituras artificiales, sin
pretensiones; es una antigua y venerable imperfección, que se regocija en la
ejecución sin esfuerzo y en una aparente simplicidad y en la riqueza
histórica.
El sabi consiste en un ideal poético que se inspira en elementos
propios de la época medieval japonesa, como la noción de soledad y
recogimiento, a su vez, la integra con otros elementos propios del período
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Tokugawa como la resignación y la tranquilidad ante los acontecimientos.
En conclusión, el concepto de sabi, nos transporta hacia la noción de belleza
en lo sencillo e imperfecto.; evoca el sentimiento propio de un ser ermitaño,
un asceta; en fin, un hombre solitario y su visión y actitud ante el mundo.
El otro concepto que junto al sabi forma parte de este binomio ético
– estético es el wabi, concepto de difícil traducción proveniente del verbo
wabu, que significa: languidez, y su adjetivo wabishi que significa soledad y
austeridad, lo que se refiere a los sentimientos de una persona que vive en la
pobreza o en situaciones adversas. El concepto de wabi se puede traducir
entonces como “pobreza”, o mejor aún, belleza en la austeridad. Posee dos
connotaciones, una positiva en la cual el wabi se entiende como pobreza en
el sentido de aquella persona que no tiene apego y no es dependiente de las
posesiones o cosas terrenales, tales como la fama, la riqueza, el poder, entre
otros; que no lo mueve la ambición, ni el deseo y que interiormente siente
una presencia, un algo que considera sumamente valioso que está por encima
y que trasciende toda noción de tiempo, riqueza y toda posición social.
Desde el punto de vista positivo, wabi es empleado como un concepto que
evoca las ideas de pobreza y soledad; de esa sencillez humana que nos libera
de todos los aspectos materiales de la vida y nos aleja de preocupaciones del
espíritu, por esta razón acerca al hombre a un tipo de existencia que lo remite
a los más elevados niveles de felicidad y belleza material y espiritual. En su
aspecto negativo, wabi es entendido como aquello que reacciona y se aleja,
es visto en el sentido de aquellas personas que no están acordes ni conformes
con los valores sociales de su tiempo.
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La Muerte, el Honor y la Ética en el Periodo Tokugawa.
Analizados ambos aspectos del término, es importante señalar que la
primera acepción era la universalmente aceptada durante el período
Tokugawa y constituyó junto con el sabi un alto ideal de vida que
perseguían las personas cultas de la época especialmente los estetas, artistas
y maestros de té. El sabi y el wabi, han calado en la ética social japonesa y
han impregnado profundamente la vida, y la cultura de los japoneses del
período Tokugawa y aún hoy se conservan en las tradiciones culturales
ancestrales del pueblo nipón y en toda su concepción del honor, la muerte, el
sacrificio y la lealtad.
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