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EL TRABAJO PERIODÍSTICO · 2019. 4. 22. · EL TRABAJO PERIODÍSTICO Y LA PUESTA EN ANTENA (13) En...

Date post: 11-Jul-2021
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268 EL TRABAJO PERIODÍSTICO Y LA PUESTA EN ANTENA (13) En un ámbito de la comunicación tan competitivo como el radiofónico, con centenares de emisoras y miles de programas, es básico marcar un territorio propio, unas señas de identidad que permitan a la audiencia diferenciar producto propio del resto. En este esquema los servicios informativos, la redacción, es la columna vertebral de la programación de toda emisora que aspire a tener una presencia y peso importantes en la sociedad a la que se dirige. Los informativos, al ser el hilo conductor de toda la programación, son los que dan carácter y credibilidad al medio: de ahí que se les conceptúe como el elemento de prestigio de toda emisión radiofónica.. Al ser la radio un medio abierto las veinticuatro horas, la principal característica de la redacción radiofónica es la permanente continuidad en el seguimiento de la actualidad: siempre está en funcionamiento. A cualquier hora del día hay un equipo de edición atento a la última hora, dedicado a elaborar los boletines horarios y las noticias e informaciones para el siguiente informativo. Esta actividad constante hace necesario un buen organigrama de funcionamiento no sólo con respecto a la distribución del trabajo, sino también, y de manera fundamental, en cuanto a los criterios periodísticos relativos al tratamiento y seguimiento de las informaciones en los distintos programas informativos. Para conseguir ser ese elemento de prestigio, es imprescindible que exista desde la dirección de los informativos una clara y definida línea de actuación para el conjunto de redactores, relativa al criterio periodístico en la selección, enfoque y tratamiento de las informaciones; y en cuanto al tono y manera de hacer y contar las cosas al oyente. El mantenimiento de unos criterios estables y una manera de contar propia, es lo que termina por definir una coherencia de conjunto entre los distintos programas informativos que se emiten a lo largo del día, y lo que permite a la audiencia establecer diferencias entre unas emisoras y otras. Un criterio periodístico claro aplicado de manera sostenida, y un esquema definido de distribución de responsabilidades aporta seguridad a los redactores a la hora de abordar su labor periodística, además de facilitar el trabajo diario en la redacción.
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EL TRABAJO PERIODÍSTICO

Y LA PUESTA EN ANTENA (13)

En un ámbito de la comunicación tan competitivo como el radiofónico, con

centenares de emisoras y miles de programas, es básico marcar un territorio

propio, unas señas de identidad que permitan a la audiencia diferenciar

producto propio del resto. En este esquema los servicios informativos, la

redacción, es la columna vertebral de la programación de toda emisora que

aspire a tener una presencia y peso importantes en la sociedad a la que se

dirige. Los informativos, al ser el hilo conductor de toda la programación, son

los que dan carácter y credibilidad al medio: de ahí que se les conceptúe como

el elemento de prestigio de toda emisión radiofónica..

Al ser la radio un medio abierto las veinticuatro horas, la principal

característica de la redacción radiofónica es la permanente continuidad en el

seguimiento de la actualidad: siempre está en funcionamiento. A cualquier

hora del día hay un equipo de edición atento a la última hora, dedicado a

elaborar los boletines horarios y las noticias e informaciones para el siguiente

informativo. Esta actividad constante hace necesario un buen organigrama de

funcionamiento no sólo con respecto a la distribución del trabajo, sino

también, y de manera fundamental, en cuanto a los criterios periodísticos

relativos al tratamiento y seguimiento de las informaciones en los distintos

programas informativos.

Para conseguir ser ese elemento de prestigio, es imprescindible que exista

desde la dirección de los informativos una clara y definida línea de actuación

para el conjunto de redactores, relativa al criterio periodístico en la selección,

enfoque y tratamiento de las informaciones; y en cuanto al tono y manera de

hacer y contar las cosas al oyente. El mantenimiento de unos criterios estables

y una manera de contar propia, es lo que termina por definir una coherencia

de conjunto entre los distintos programas informativos que se emiten a lo

largo del día, y lo que permite a la audiencia establecer diferencias entre unas

emisoras y otras. Un criterio periodístico claro aplicado de manera sostenida,

y un esquema definido de distribución de responsabilidades aporta seguridad a

los redactores a la hora de abordar su labor periodística, además de facilitar el

trabajo diario en la redacción.

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LA VALORACIÓN DE LA INFORMACIÓN (13.1)

La definición de un criterio aplicable para valorar, para elegir, qué se cuenta

al oyente de entre la abundante información que llega a diario a una redacción

radiofónica, es fundamental para marcar una pauta de actuación para toda la

redacción. Dado que – por regla general y en primera instancia - cada tipo de

noticia va a ser recibida o conocida por las secciones, los criterios valorativos

tendrán que ser claros y estar argumentados periodísticamente, para que cada

uno de los componentes de la redacción pueda asumirlos y ponerlos en

práctica a la hora de seleccionar las noticias que persigue y el tratamiento que

debe dar a cada una de ellas en su elaboración.

Aunque siempre es la actualidad de cada jornada la que determina la primera

valoración periodística respecto de los temas que podrían tener entrada en los

informativos, la redacción debe tener claros unos criterios mínimos respecto

a: la selección de temas (más política y menos internacional, más temas

sociales y menos política, más o menos sucesos, economía, etc...), a la puesta

en antena de los programas (música si o no, efectos, indicativos, etc...), en

cuanto al sonido (requisitos de claridad y nitidez de los mismos, duración,

etc...), tono de los informativos (más o menos formal o desenfadado, pausado,

irónico, agresivo, acelerado, etc...); y en cuanto al tratamiento y enfoque de las

informaciones (lenguaje más o menos coloquial u oficialista, uso de la primera

y tercera persona en los desarrollos narrativos, relaciones y tratamiento con el

poder político e institucional, exigencia de rigor en las informaciones, etc...).

Junto a estos criterios mínimos - comunes, en esencia, a la gran mayoría de

las redacciones de los distintos medios de comunicación -, las características

propias de la radio (inmediatez y relación directa con la audiencia), hacen que

esta pueda realizar coberturas informativas en directo de hechos y noticias

que pueden resultar inabordables para otros medios como la prensa y la

televisión, con los que aportar nuevos enfoques y tratamientos de la

información. Apostar por los recursos que ofrece el propio medio (primar el

directo frente al grabado en las realización de los programas, las

retransmisiones de eventos de carácter informativo, las conexiones y

entrevistas en vivo, etc...), debe ser un elemento fundamental en el criterio

periodístico y valorativo de la información a aplicar por toda redacción

radiofónica que quiera exprimir el potencial comunicativo y especial relación

que la radio mantiene con la sociedad a través de la audiencia..

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¿Qué convierte a un hecho en noticia radiofónica? (13.1.1)

Dado que cada medio de comunicación es un mundo en sí mismo (también

en el ámbito radiofónico), no tiene sentido entrar aquí en valoraciones e

interpretaciones sobre las implicaciones de cada medio con los contenidos de

las noticias que ofrece, por lo que este epígrafe se centrará en aquellos

criterios específicos que impone el medio radiofónico a la hora de establecer

la selección y jerarquía de las noticias.

Junto al criterio clásico de que un hecho se convierte en noticia periodística

en función de su repercusión, proximidad, sorpresa, novedad, interés general,

utilidad, etc...; en la radio siempre será más noticia aquello que se pueda

contar de primera mano, en directo, a través de los propios protagonistas del

hecho. Esta circunstancia determina que hechos sociales, nuevos datos o

enfoques de noticias ya conocidas que podrían carecer de interés o pasar

desapercibidos para la prensa escrita y la televisión por los condicionantes de

ambos medios, pueden convertirse en noticias radiofónicas y adquirir así otra

magnitud - en la mayoría de los casos -, más próxima y cercana al oyente: al

ciudadano.

Primar el directo, sobre todo en aquellas informaciones de interés suficiente

que se producen en el momento de la emisión de los programas de noticias

(en caliente), debe ser el primer criterio a aplicar en la selección de lo que se

va a contar a la audiencia. Ello permitirá poner en juego toda la potencialidad

que ofrece el medio, acrecentar la fiabilidad y credibilidad de las

informaciones que se ofrecen, y estimular la sensación de cercanía y

proximidad con la realidad inmediata y cotidiana: cualidad periodística que el

ciudadano identifica con el medio radio. Esto exige que los integrantes de la

redacción <<piensen en radio>>, en la manera de hacer que impone el medio,

a la hora de establecer el valor periodístico - radiofónico que se puede extraer

de las informaciones que pone por delante la actualidad. El ejemplo más

evidente en España del valor del directo radiofónico y su repercusión social

remite a la tarde-noche-madrugada del 23 al 24 de febrero de 1981, día del

fallido intento del golpe de Estado mediante el asalto al Congreso de los

Diputados; hechos en los que la radio jugó un papel fundamental, no sólo

como medio de información directa de lo que fue sucediendo paso a paso, sino

que se convirtió - a través de sus informaciones y seguimiento continuo -, en

el aglutinante de una sociedad opuesta a la impostura y vuelta a la caverna que

proponían los sublevados.

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A la hora de seleccionar las noticias que formarán parte de un informativo, la

radio no puede ni debe convertirse en un simple relato de locuciones de

noticias, aun por medio de la puesta en juego distintas voces. Lo deseable es

que ninguna información se presente al oyente sin apoyo sonoro alguno en

cuanto a testimonios de los protagonistas o sonidos del hecho que se expone.

Por ejemplo, ante el dato mensual de las cifras del paro, en la radio, la

relación fría de los datos puede y debe complementarse: con una conexión

con un reportero en la cola de una oficina del INEM, una entrevista con un

responsable sindical, empresarial, de la administración, experto, con un

montaje sonoro de opiniones, con una rueda de corresponsales para que nos

expliquen la situación del desempleo en los países de la UE., o con

testimonios del pasado, de la fonoteca, que puedan ser significativos.

Ante cualquier noticia de actualidad que se presente, el criterio periodístico

en la radio obliga a inclinarse, a dar preferencia, a aquella noticia que pueda

ser ofrecida a la audiencia con mayor riqueza de sonidos, y si fuera posible, en

directo. Así, ante dos hechos de similares características o valor periodístico,

por ejemplo, ante dos terremotos en puntos distintos del globo, se dará

preferencia (sin dejar de reseñar los dos), a aquel del que se puedan obtener

testimonios directos del suceso: corresponsal, entrevistas, etc...

Por ser una redacción en permanente funcionamiento (suministradora de

información de manera continua), en la valoración periodística que la radio

hace de la actualidad, cobra un papel nada desdeñable, la posibilidad que

ofrece de mantener vivos hechos y noticias - generalmente de calado social -,

que de otro modo quedarían en el olvido. Casos, por ejemplo, como la

protesta de los trabajadores de empresa <<Sintel>>, donde el seguimiento

diario que hicieron las radios de los seis meses de acampada en el Paseo de la

Castellana de Madrid, contribuyó a mantener vivo un conflicto de amplia

repercusión social, culminado con un acuerdo satisfactorio para las partes

implicadas en el mismo.

El avance social y la complejidad de la vida moderna ha permitido a la radio

desarrollar y situar en lugar preferente, dentro del conjunto de informaciones

que ofrece, a aquellas que aun con orígenes distintos, han venido en

denominarse de manera genérica como: <<informaciones de servicio

público>>. Este tipo de informaciones (tiempo, tráfico y transportes) que

algunos profesionales del medio parecen haber descubierto ahora y que

califican como nuevo valor de la radio – que en realidad es intrínseco al

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propio medio, ya que ha estado siempre ahí -, ha cobrado en la última década

un desarrollo enorme, hasta el punto de que hoy es una pieza esencial no sólo

de los contenidos que se ofrecen en los programas de noticias, sino en el

enfoque y planteamiento con el que se aborda la actualidad en general. Hoy,

todos los programas de noticias de las numerosas cadenas radiofónicas y

emisoras incorporan en sus distintas ediciones, ya sean de cobertura local,

autonómica o nacional, informaciones de servicio público. Ese concepto, la

idea de ofrecer informaciones de utilidad concreta para el oyente o, incluso,

enfoques que destaquen los aspectos prácticos que para la vida cotidiana

tienen numerosas informaciones, es en la radio de hoy uno de los criterios

valorativos fundamentales a la hora de seleccionar el resumen de las noticias

de actualidad que se ofrecerán a la audiencia. Buena prueba de ello, es el

tremendo auge que han tomado dentro de los informativos las noticias

relacionadas con temas de consumo, salud pública o medio ambiente, temas

que hace menos de una década eran considerados de segundo orden.

Precisamente, son este tipo de informaciones de servicio -de utilidad pública -,

las que van a tener un peso fundamental en los contenidos a desarrollar en las

programaciones de la radio digital en un futuro que ya se presente como

inmediato.

El tratamiento de la información en la Radio (13.1.2)

El tratamiento de la información en la radio tiene como único objetivo

sintetizar lo más reseñable de la noticia, de la actualidad, y ofrecerlo a la

audiencia de la manera más directa y comprensible, de modo que el oyente

capte a la primera el contenido sustancial y significativo de la información. En

la radio, al igual que en el resto de medios de comunicación, el proceso de

elaboración de las noticias y programas, el tratamiento que se da a la

información, implica una valoración y, por tanto, una intencionalidad que no

escapa a la percepción del oyente. En el caso de la radio, las características

propias del medio establecen de salida unos condicionantes en el tratamiento

de la información que, a su vez, determinan una valoración y una

intencionalidad. Junto a ellas, la manera de organizar y presentar ante la

audiencia la información entrañan, así mismo, una intencionalidad valorativa

que queda ya bajo la responsabilidad de los autores de cada información y de

cada programa.

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En la radio la información, el contenido, llega al oyente en forma de sonidos

emitidos en un periodo de tiempo concreto y a una velocidad de locución y

exposición determinada; de ahí que el tratamiento sonoro, el tiempo asignado

a cada noticia, y la locución que se aplique a cada información, serán un

elemento de valoración implícita que se realiza con respecto al resto de

informaciones que se pueden contar a la audiencia dentro de un informativo.

El tratamiento sonoro que puede recibir cada noticia debe ser el primer

planteamiento a la hora de abordar la edición de una información o programa

radiofónico. Si bien el mínimo inexcusable establece que todo sonido tiene

que ser audible e inteligible para el oyente, al igual que todo programa debe

mantener una armonía sonora de conjunto; es el redactor de cada información

o el editor de cada informativo o programa quienes deciden el grado de

enriquecimiento expresivo que se aplica a cada sonido, sin más límite que su

propia capacidad creativa. Eso sí, siempre bajo el principio de que a mayor

tratamiento sonoro, más importancia, más relieve, se estará dando al contenido

la información de que se trate ante el oyente.

El tiempo asignado a cada noticia es, por tanto, elemento fundamental de

valoración periodística en la radio. Al ser finito (los programas tienen una

duración determinada, salvo sucesos extraordinarios), la asignación de

tiempos a cada una de las informaciones implica necesariamente valorar la

importancia de unas sobre otras ante la audiencia. No obstante, la atribución

de tiempos entre las distintas noticias no siempre obedece en la radio al

contenido intrínseco de la información, sino que puede depender del

despliegue sonoro, del enriquecimiento que se pueda aportar desde la

redacción. Como ha quedado apuntado en capítulos anteriores, si la síntesis

de lo importante de una noticia es la esencia de la exposición informativa que

ofrece la radio y, como esta tiene que realizarse por medio de sonidos; muy

poco sentido tiene suministrar informaciones largas sin ningún apoyo sonoro:

por importantes que sean.

En la radio, un buen planteamiento previo de la información, bien surtido de

apoyos sonoros, dependerá en su exposición final ante la audiencia de la

locución que se realice del contenido, con lo que esta se convierte en otro

elemento básico en el tratamiento final de la noticia y, por tanto, en la

valoración que percibe el oyente. Como también ha quedado expuesto en los

capítulos VII y VIII, al ser la voz el elemento fundamental del discurso

radiofónico, su actitud y disposición en el momento de poner en antena la

información, implica la valoración de los contenidos que más rápidamente

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percibe el oyente. La desgana, el desinterés, el enfado, la euforia, en resumen,

el estado de ánimo reflejado a través de la voz, puede ensalzar o anular por

completo el interés y valor informativo de cualquier noticia.

Además de estos tres criterios valorativos que impone las características del

medio (calidad el sonido, tiempo asignado y locución y exposición acorde al

contenido), existen otros elementos en el tratamiento informativo radiofónico

que también implican una intencionalidad en la exposición de la noticia a la

audiencia; y cuya aplicación recae en la esfera del criterio personal del

redactor o editor del informativo (dentro de las directrices generales marcadas

desde la jefatura de informativos). El enfoque de los temas que se cuentan, la

jerarquía que se establezca entre los datos de una misma noticia, entre las que

figuran en el guión del informativo o la utilización de unos u otros formatos

en la presentación de las noticias, suponen también un ejercicio de valoración

periodística.

Al desarrollar su trabajo bajo la premisa de que lo más importante se cuenta

en primer lugar y de la manera más directa posible, el planteamiento y orden

que se de a las noticias dentro de un informativo radiofónico implicará una

intencionalidad de cara a la audiencia. No es lo mismo, no denota la misma

intención, iniciar el informativo con el caso <<Gescartera>>, que con el juicio

por el supuesto uso indebido de los fondos reservados o con el cuarto día de

bombardeos sobre Afganistán. De ahí que la elección del tema de apertura de

cada programa informativo sea motivo de debate y de cuidada elección, de la

misma manera que en un periódico lo son los temas que figurarán en portada.

Junto a la jerarquía que se establece entre las informaciones hasta completar

el tiempo asignado a cada informativo, otro proceso que incorpora

intencionalidad es el enfoque que se elija en la presentación de las

informaciones ante la audiencia. En este sentido, no es lo mismo ofrecer una

única pieza informativa sobre el hecho más relevante del día, que realizar lo

que se denomina un despiece; esto es, exponer ante el oyente los distintos

aspectos y matices que ofrece la información por medio de distintos formatos

radiofónicos (informe, reportaje, entrevista, directo, etc...). De este modo, si se

realiza esta despiece de la información, no sólo se estará dando un mayor

relieve a la noticia ante el oyente, sino que además este agradecerá el esfuerzo

por hacer más digerible el contenido cuyo significado y trascendencia quedará

más claramente expuesto mediante tratamientos específicos de cada uno de

sus matices más destacados. En el caso del conflicto en Afganistán, ofrecer

una sola información resumen de los últimos acontecimientos, no sólo puede

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resultar confuso y farragoso para el oyente por la cantidad de datos y matices

de origen distinto que hay que incluir, sino que significará un

empobrecimiento ante la audiencia con respecto al alcance real de un hecho

tan cargado de connotaciones y repercusiones concretas para las sociedades

directamente implicadas, y de planteamientos de carácter simbólico y

distribución de poder para el resto de la aldea global. Por el contrario, realizar

un despiece que delimite claramente los distintos aspectos sustanciales de la

noticia (última hora del enfrentamiento bélico, sobre la búsqueda de Ben

Laden y Mohamed Omar, sobre las negociaciones políticas para la

prolongación o no de la guerra, etc ...), no sólo contribuye a facilitar la

comprensión del oyente, sino que denotará ante este un afán de claridad y

rigor informativo. Si a la hora de realizar ese despiece informativo se buscan

enfoques originales, propios; por ejemplo, una pieza sobre la reanudación de

la actividad escolar en Kabul tras la guerra, cómo llega y quién distribuye la

ayuda humanitaria, etc..., no sólo se enriquecerá la información, sino que

también se facilitará al oyente una mejor descripción de una realidad en la que

más fácilmente se puede situar mentalmente, y sobre la que puede formarse

una opinión más precisa. Ello supone un estímulo para su imaginación, y hace

realidad una de las principales virtudes del medio radio.

Siempre que la noticia tenga entidad suficiente, y se disponga de los medios y

la capacidad creativa suficiente para hacer un despiece de informaciones

complejas, será mejor que describir esos aspectos con una o dos líneas dentro

de una información más amplia y genérica. La audiencia, el oyente, siempre

agradece, busca, que ese objetivo de concreción, claridad y descripción de la

realidad esté presente en el tratamiento de la información que se le cuenta; de

lo contrario, no sólo perderá interés, sino que al no encontrar la

intencionalidad comunicativa el medio, no tardará mucho tiempo en buscar

otra emisora que se lo ofrezca.

FORMATOS INFORMATIVOS RADIOFÓNICOS

(13.2)

La radio ofrece múltiples formatos para el tratamiento y exposición de la

información, cada uno de los cuales tiene unas especificidades que los hacen

más o menos apropiados para según que situaciones plantee la actualidad y el

tipo de programa de que se trate. El objetivo a cubrir por cada uno de ellos

siempre será el mismo: sintetizar lo más importante de la noticia y situar al

oyente en el contexto en el que se ha producido, por medio de una descripción

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lo más gráfica y certera posible de esa realidad. Además de la noticia

radiofónica (formato básico tratado en el apartado <<edición de la noticia>>

dentro de este mismo capítulo), los formatos informativos más habituales en la

radio son:

Los titulares (13.2.1)

Los titulares son un elemento fundamental de todo programa de noticias, ya

que son los que más rápidamente – en menos tiempo-, y con mayor claridad

pueden situar al oyente sobre lo más importante de la actualidad de la mañana,

tarde o noche. Todo ello siempre y cuando cumplan unos requisitos mínimos

que aseguren a la vez su comprensión e impacto ante la audiencia. Los

titulares son un reclamo, una llamada de atención al oyente, un avance de lo

que posteriormente se va a contar y, por lo tanto, deben tener el atractivo y la

garra suficiente para enganchar a la escucha por la contundencia y nitidez de

la idea o noticia expuesta. Alcanzar ese punto de equilibrio no es nada

sencillo. Titular en la radio, como en la prensa o la televisión, es de las tareas

más difíciles por la imperiosa necesidad de sintetizar no sólo la idea o dato

fundamental de la noticia, sino de hacer una exposición con el menor número

de palabras posible y que estas sean las más impactantes y precisas para cada

caso concreto. Un buen resumen en titulares debe permitir que un oyente

medio, que no pueda escuchar todo el programa, quede suficientemente

informado de lo más importante de la actualidad simplemente con los

escucharlos.

Si en la redacción de un texto radiofónico se debe dejar a un lado la retórica

vacía, huera; en el momento de titular la retórica está fuera de lugar por

completo. Todo titular debe exponer una sola idea o noticia. Unir más de un

dato o concepto diluye el impacto de ambos y puede inducir a confusión. Por

regla general, y aunque hay varios modelos de titulares, cada idea o concepto

no debe ser expresado en más de una línea y media de texto. De no ser así,

siempre será mejor delimitar los conceptos y realizar dos titulares en lugar de

uno para, de este modo, asegurar el impacto de ambos. Los titulares no deben

ser un avance de la totalidad de los temas que se incluyen en el informativo, ni

mucho menos del total de la actualidad posible. Si, como ya se ha apuntado,

la capacidad del oído para captar información es limitada, el exceso de

titulares no sólo puede llegar a abrumar al oyente, sino que disuelve la

importancia de las propias noticias, puesto que el sentido de los titulares es

destacar lo más importante: no todo.

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El número razonable de noticias que se pueden ofrecer en titulares no debe

pasar de las siete o nueve, aunque también dependerá del modelo que utilice.

Los tipos de titulares más empleados en los programas informativos son los

siguientes:

Simples

Son los más utilizados en el inicio de los informativos por el

ritmo que aportan al programa, aunque también se pueden

emplear en el desarrollo de una información compleja, en la que

pueda ser conveniente enumerar de manera concreta y directa los

puntos esenciales que el oyente debería retener. También suelen

usarse para resumir de manera rápida lo más reseñable de áreas

genéricas de la actualidad si no hay un hecho especialmente

destacable (internacional, consumo, sucesos, etc...), o para ajustar

los tiempos del informativo durante la emisión en directo. Otro

uso de los titulares en los informativos de larga duración, es su

repetición cada quince minutos o media hora, para recordar lo

más importante de la actualidad a aquellos que progresivamente

se van incorporando a la escucha: como es el caso de los

informativos matinales.

De una extensión que no debería ser superior a una línea y media

para la exposición de cada concepto o noticia, los titulares

simples suelen remitir a un total de entre siete y diez noticias. Los

titulares incorporan a los programas de noticias agilidad y

dinamismo, además de poner en situación no sólo al oyente, sino

también a los redactores que se encuentran en el estudio

preparados para intervenir a lo largo del programa.

Los titulares simples no incorporan sonido y pueden ser leídos a

una o dos voces, aunque es más recomendable esta segunda

opción, ya que denota mayor riqueza de sonidos y evita que

puedan hacerse demasiado largos a la audiencia. Si son dos, las

voces que intervengan deben hacerlo en el mismo tono y ritmo de

locución, ya que de lo contrario se producirá justo el efecto

contrario al deseado; esto es, confundirán al oyente que se

perderá respecto de la información que se le ofrece , al quedar

atrapado por esa falta de conjunción y ritmo que percibe y que le

llamará más la atención que el contenido de lo que escucha. El

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resultado será una pérdida de ritmo y tensión en el desarrollo del

programa, que deberá recuperar el conductor del informativo a

partir del siguiente asunto.

Con sonido

En esta opción, el titular sirve para destacar el interés del

contenido del sonido que le sucede, normalmente la declaración o

el exabrupto del protagonista; o el estruendo, polémica, etc...,

relativos al ambiente del hecho que se describe. En este sentido,

el titular tiene por objetivo reforzar lo que de novedoso,

sorprendente, concluyente o descriptivo ofrece cada sonido.

Los titulares con sonido suelen ser presentados a una sola voz, ya

que la sucesión de sonidos distintos precisa de un único hilo

conductor que asegure su comprensión, que evite que el oyente

pueda despistarse y, también, para que se mantenga el efecto de

sorprender y atraer a la audiencia.

Para elaborar unos titulares con sonido es imprescindible la

materia prima, sonidos que realmente tengan un alto valor

periodístico, lo cual no sucede con frecuencia; aunque cuando se

da el caso, no conviene desaprovechar la oportunidad, ya que

permiten elaborar unos titulares auténticamente radiofónicos y

plenamente informativos, muy del gusto de la audiencia. El

secreto de unos buenos titulares con sonido está en la elección

que se haga de los que ofrece la actualidad. Es fundamental que

sean breves, entre cinco y quince segundos por sonido, y que

aporten originalidad, sorpresa, descripción o contundencia

declarativa, ya que rebajar ese listón y abusar de su utilización

con sonidos largos y comunes puede producir el efecto contrario:

cercena el impacto que se persigue en la presentación de la

información, ya que alarga en exceso los contenidos y el conjunto

de titulares. El resultado será un oyente abrumado y perdido entre

tanta voz y contenido diferente. Se trata pues de un recurso del

que es mejor no abusar y recurrir a él cuando la propia actualidad

lo permita; lo cual no significa que no se puedan incluir uno o dos

buenos sonidos en unos titulares simples. En estos casos, lo

normal es que sea el editor quién haga uso de esos sonidos para

hilar una crónica original en el arranque del informativo.

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Datados

En este modelo de titulares al objetivo de compendiar

brevemente la actualidad más importante, se une la ventaja de

que se ubica perfectamente al oyente con respecto al contenido

que se le ofrece a continuación. Todo depende del dato que se

utilice para dar paso al titular. La data puede ser el lugar físico

donde se ha producido la noticia (bien sea por ciudades o países,

Paris, Buenos Aires, Bogota, Bélgica, Alemania, etc...), también

el ámbito informativo donde se ha originado la noticia

(tribunales, congreso, senado, gobierno vasco, sindicatos,

empresarios, etc...); también puede emplearse como data del

titular el nombre por el que el hecho informativo es comúnmente

conocido (Gescartera, fondos reservados, vacas locas, etc...), por

medio de un sustantivo (envenenamiento, asesinato, estafa,

atentado, acusación, fuga, asalto, acuerdo, pacto, etc....) o, si se

quiere ser más punzante, a través de un calificativo (abuso,

escarnio, sorpresa, golpe de autoridad, prevaricación, etc...).

Normalmente la data es de una sola palabra, aunque pueden

emplearse dos si esa denominación es suficientemente conocida.

Los titulares datados suelen emplearse como complemento de los

titulares simples de inicio del programa, para recordar la

actualidad más destacada en los informativos largos. También

para que esas mismas noticias suenen diferentes a los oyentes que

siguen el programa desde el principio y, lógicamente, para

informar a los recién incorporados. Además de aportar agilidad y

ritmo al programa, su uso garantiza una buena ubicación del

oyente respecto de lo que se cuenta y, en función de la data que

se utilice, pueden reforzar la intencionalidad del propio titular.

Breves

Los breves son unos titulares simples más largos, leídos a dos

voces. Se trata de informaciones muy breves, sin apoyo sonoro,

pero con el interés suficiente como para ser contadas a la

audiencia. Se componen de un titular de línea y media, seguido

de no más de un párrafo de cuatro o cinco líneas máximo, con un

sucinto desarrollo de la información de que se trate. Una voz lee

el titular y la otra el pequeño texto.

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Al igual que sucede con los titulares simples, el tono y ritmo de

ambas voces debe ser el mismo, deben estar acompasadas, y sin

dejar tiempos muertos entre la intervención de una y otra. Dan

agilidad al programa, siempre y cuando no se abuse de ellos y el

número de noticias no pase de cuatro o cinco, pues de lo contrario

desorienta al oyente ante el cúmulo de información que recibe. Se

utilizan para resumir las noticias más destacadas de un ámbito

determinado de la información: internacional, nacional, deportes,

etc..., cuando la actualidad hace que un sólo tema ocupe la gran

parte del informativo, también para ajustar los tiempos durante la

emisión o como recordatorio de lo más reseñable de la actualidad

en momentos concretos de los informativos de larga duración.

El Informe (13.2.2)

El informe radiofónico es una información de apoyo que se realiza para

centrar el meollo del asunto, en el desarrollo de un tema más amplio. Por regla

general, el informe expone un aspecto concreto de la noticia para recordar los

antecedentes o destacar la repercusión o el impacto de la misma, a través de

sus datos, testimonios o efectos más significativos. Su objetivo es evitar que el

oyente se desoriente respecto de los datos esenciales del tema que se le

expone; luego, por lo tanto, su utilización también implica la intencionalidad

que se desprende de poner el acento en uno u otro aspecto de la noticia. Por

ejemplo, en el caso de unas elecciones generales, no es lo mismo elaborar un

informe sobre las propuestas programáticas de un candidato, que elaborarlo

sobre las promesas realizadas en elecciones anteriores y su cumplimiento

posterior.

Los informes son casi imprescindibles en la exposición a la audiencia de las

noticias cuya actualidad de prolonga en el tiempo (caso de los conflictos

bélicos), o que aparecen y desaparecen del primer plano de la actualidad, de

acuerdo a la propia evolución del tema; por ejemplo: en los procesos

judiciales. En estos supuestos el informe cumple la función de recapitular los

datos fundamentales de la noticia, para volver a situar al oyente en el valor

informativo del hecho.

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La duración de los informes radiofónicos, sobre todo si contienen cifras o

varios conceptos, debe oscilar en torno a los veinte o treinta segundos. En todo

caso no se debe abusar de las cifras para cuantificar los efectos del hecho y

sustituirlos por el significado que entrañan por medio; por ejemplo, de la

comparación o la equivalencia con referentes conocidos popularmente y

evaluables por el oyente. Hacer lo contrario, elaborar una retahíla de datos,

porcentajes, siglas, referencias temporales, etc..., diluirá su interés del oyente

que se perderá al no saber valorar lo realmente importante de lo que se le

cuenta.

El montaje sonoro (13.2.3)

Si bien todo programa es un montaje sonoro (capítulo X), en su utilización

como formato específico de los informativos, sirve para aportar dinamismo y

ritmo, además de contribuir a centrar el contenido de la información que se

expone o a aligerarlo - dosificarlo-, cuando se trata de temas densos y

prolijos. En su tratamiento informativo, el montaje es un encadenado de

sonidos en el que se alternan fragmentos de voz (<<cortes>> en argot

radiofónico) con declaraciones o testimonios del o los protagonistas de un

mismo hecho o entrevista de actualidad, y la locución de textos breves y,

ocasionalmente, con un fondo musical; aunque tampoco están descartados los

montajes en los que la música es la protagonista fundamental, por ser en sí

misma la noticia: por ejemplo, un reportaje sobre la entrega de los premios

<<Grammy>>

Para aportar dinamismo al programa, el montaje debe ser una información

breve, ya que el oyente puede despistarse ante una larga batería de voces

distintas que no conoce. En el caso de un encadenado de voces sin locución

alguna entre ellas; por ejemplo: una encuesta callejera con opiniones de

ciudadanos sobre un tema determinado, el efecto de impacto, de llamada de

atención para el oyente, se diluye si la secuencia de voces supera las cuatro

intervenciones y, sobre todo, si cada una de ellas tiene una duración superior

a los diez segundos. Los tipos de montajes sonoros más utilizados en los

informativos son los encadenados de declaraciones de distintos protagonistas

de un mismo hecho, como resumen de lo más destacado de una entrevista más

amplia, como elemento descriptivo del contexto en el que se produce una

noticia, para desarrollar un aspecto concreto o resumir los antecedentes de una

noticia, o la biografía y trayectoria profesional de un entrevistado o

protagonista de la actualidad.

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La conexión en directo (13.2.4)

Es el formato que aporta mayor dinamismo a los programas de noticias: es su

esencia; de ahí, que todo informativo deba incluir varias conexiones en directo

a lo largo de su desarrollo. Su valor radiofónico y periodístico es el de

trasladar a la audiencia la principal virtud del medio: la inmediatez, lo que

aporta veracidad y credibilidad a las informaciones que se ofrecen y, por

extensión, al conjunto del programa. Y todo ello, porque la conexión en

directo permite que los protagonistas de los hechos de la actualidad expresen

de manera directa –sin intermediarios-, sus opiniones, argumentos o

impresiones sobre lo sucedido.

Además de aportar credibilidad, la conexión en directo tiene el efecto de

situar al oyente en el lugar de los hechos en el momento en que se producen,

lo que estimula su imaginación (otra característica fundamental del medio),

sobre todo, si los periodistas desplazados al lugar realizan una buena

descripción en cuanto a datos y ambiente que rodea a la noticia. Pero la

conexión en directo no sólo entraña un enriquecimiento de los contenidos de

las informaciones, sino que supone un despliegue de medios y

aprovechamiento de recursos que - sin duda- percibe el oyente, quien atribuirá

más fortaleza y peso específico a aquella emisora que disponga y utilice de

una red de corresponsales propia y que tenga una buena capacidad de reacción

para la cobertura de noticias imprevistas.

En el caso de noticias <<en caliente>> el interés que la conexión en directo

despierta en la audiencia se verá reforzado si se mantiene la <<tensión

informativa>> con varias conexiones con el lugar de los hechos, dosificadas a

lo largo de todo el informativo: siempre y cuando la noticia tenga la relevancia

y valor periodístico suficiente. Afirmar ante la audiencia que la conexión, que

la línea de comunicación con el lugar de los hechos, queda abierta ante

cualquier eventualidad informativa, estimula el interés del oyente que se verá

impelido a prestar una mayor atención a la escucha, ante la expectativa de

nuevas informaciones de interés inmediato. Cada vez que se vuelva a

establecer la conexión con el lugar los hechos, el conductor del programa

deberá volver a situar a la audiencia sobre lo sucedido, por medio de una

recapitulación breve de los datos fundamentales de la noticia aportados por los

redactores desplazados al lugar.

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Aunque pueda parecer simple, obtener un resultado óptimo de una conexión

en directo no es nada sencillo, ya que durante su desarrollo se pueden

presentar numerosos imponderables que exigen del conductor del programa

unas ciertas tablas ante el micrófono para salir de situaciones comprometidas,

y un buen sentido - criterio radiofónico-, en cuanto a duración y valoración

inmediata de la importancia de la información que se está ofreciendo a la

audiencia. Los problemas más frecuentes que se plantean en las conexiones en

directo – y de los que todo profesional de radio con unos pocos años de

experiencia tiene alguna anécdota que contar: no siempre agradable -, se

pueden resumir en los siguientes aspectos:

Presentación y saludo

Lo más sencillo y directo siempre queda mejor, es más efectivo,

también a la hora de establecer una conexión, de dar entrada en

antena al redactor o redactores desplazados al lugar de la noticia.

La retórica, la ampulosidad para destacar el despliegue de medios

empleados para efectuar la cobertura o el esfuerzo realizado por

los periodistas, están demás en ese momento en el que lo que

interesa es la noticia. Los juegos de artificio verbal en los que

suelen incurrir no pocos presentadores, no sólo demoran

innecesariamente la exposición de la información ante el oyente,

sino que pueden provocar en este nerviosismo, cuando no una

cierta irritación, ante el auto-bombo gratuito.

Un resumen breve y conciso que denote la importancia de la

noticia, y señalar el punto con el que conecta y la hora precisa en

la que se establece, es la mejor manera de iniciar una conexión

con el exterior. Una vez puesto el oyente en situación con

respecto a lo que va a escuchar, llega el momento de la

presentación, del saludo en antena, al periodista que se encuentra

en el lugar de los hechos; situación que provoca no pocas

confusiones. Por regla general – y aunque siempre dependerá de

la intensidad del momento en el que se vaya a conectar-, deben

rechazarse todas las fórmulas excesivamente coloquiales o con

mucha prosopopeya, para utilizar tan sólo un simple y sencillo

buenos días / tardes / noches. Si es la primera conexión, se debe

saludar con un buenos dias/tardes/noches, el nombre del redactor

y la formulación una pregunta concreta y directa. En las

siguientes conexiones, si se producen, ya no será necesario

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volver a la norma de cortesía, y bastará con el nombre del

periodista y una nueva pregunta.

Formular una pregunta precisa y sencilla como; por ejemplo:

¿cuáles son los datos de última hora?, evitará que el redactor

incurra en el frecuentísimo error de comenzar su intervención con

una muletilla o latiguillo verbal - tan frecuentes y manidos todos

ellos-, del tipo: <<así es>>, <<efectivamente>>, <<como muy

bien dices>>, etc... Un error cuya responsabilidad es compartida,

ya que es en muchas ocasiones el presentador quién fuerza al

redactor a caer en la retórica vacía, al darle paso con una

enumeración muy prolija en datos de la noticia, lo que deja a este

último sin apenas información original que aportar a la audiencia;

lo que puede provocar que esa conexión pierda sentido para el

oyente: ¡si ya me lo cuenta uno, para que me lo cuentan los dos!.

El presentador no debe olvidar que su misión es destacar el

significado, el alcance y valor informativo de la noticia objeto de

la conexión - recapitular lo contado hasta el momento en el caso

de segundas y sucesivas conexiones -; y dejar que sea el redactor

desplazado al lugar de los hechos quién aporte la última hora y

los datos más reseñables del hecho. Por su parte, el redactor

desplazado al lugar de los hechos no debe olvidar que sólo se

saluda si previamente ha sido saludado al darle entrada en antena;

y que se debe huir de la retórica hueca o redundante e iniciar la

información directamente por el dato más significativo y reciente.

Alargamiento innecesario

Uno de los principales problemas que plantea la conexión en

directo es el de su duración. Con frecuencia, sobre todo si se trata

de sucesos escabrosos de última hora (atentados, accidentes,

incendios o desastres naturales), la magnitud del hecho provoca

que la conexión se alargue innecesariamente, aunque ya no se

esté aportando información novedosa y original al oyente. En

estos casos, tanto el presentador como el redactor, imbuidos por

la trascendencia o emotividad del hecho, se olvidan de que están

haciendo radio, y se enmarañan en un diálogo redundante en el

que de manera continúa se repiten los mismos datos con las

mismas o similares palabras, en la creencia de que es mejor

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mantener la comunicación aunque, en ese momento, no se esté

aportando información. La redundancia en los datos termina por

saturar y aburrir al oyente, además de diluir el impacto de la

noticia. Peor es el caso - ni mucho menos infrecuente - en el que

se alarga la conexión con el único objetivo de rellenar minutos,

situación que termina por denotar la pobreza de contenidos del

programa de que se trate y que, sin duda, no pasará inadvertida

para el oyente. Alargar una conexión cuando ya no se ofrece

información, puntos de vista o testimonios novedosos, suele

derivar en un diálogo tedioso entre el conductor del programa y el

periodista o periodistas desplazados que, en muchas ocasiones, da

pié a errores de locución o confusión en los datos que se

exponen; y que puede poner en evidencia la pobreza discursiva

de ambos profesionales, lo que a oídos del oyente no beneficia a

la imagen que este se forja de la emisora.. Sucede lo que en argot

radiofónico se denomina <<meterse en un jardín>>; esto es, que

conforme uno y otro van dialogando se van cerrando las salidas al

propio discurso, hasta llegar a un punto absurdo en el que, no

sólo se es redundante en la información, sino que se puede llegar

a decir cualquier cosa , con tal de salir del paso.

En estas situaciones, siempre es mejor que la duración de la

conexión se ajuste a la cantidad de información nueva que se

pueda ofrecer en ese momento, unido a una breve recapitulación

de los datos fundamentales. Se corta la conexión

momentáneamente (se advierte a la audiencia de que la línea

sigue abierta), se retoma el hilo previsto del programa, y se

vuelve a conectar con el lugar de los hechos las veces que sea

necesario, en función de los datos nuevos que se vayan

conociendo. De esta manera se mantiene mejor la atención y el

interés de la audiencia, y además se evita caer en el error,

también frecuente, de magnificar los hechos, la noticia, por la

mera razón de que se está allí para contarla. Cuanto más se

prologue la conexión con el lugar de la noticia más relevancia se

le estará dando a ese hecho, de ahí que no sea sencillo calibrar en

cada momento el valor informativo del hecho y de lo que se está

contando; responsabilidad que recae en la capacidad y criterio

profesional del conductor del programa.

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La conexión en directo sólo debe adquirir el carácter de

permanente, ante sucesos de última hora de una gran

trascendencia e impacto social que obliguen a alterar la

programación, aunque ello tampoco signifique que haya que estar

en permanente diálogo con los periodistas desplazados hasta el

lugar de los hechos. En estas circunstancias, la información que

ellos aporten debe complementarse desde la redacción con otras

serie de alternativas: entrevistas en directo con protagonistas,

afectados o expertos, informes de recapitulación de datos y

efectos directos del hecho, posibles antecedentes o repercusiones,

sectores o personas afectados indirectamente, etc... Es con estos

elementos aportados desde la redacción, y en diálogo alternativo

con los periodistas desplazados al lugar (dos como mínimo), con

los que una conexión puede convertirse en un programa de

actualidad típicamente radiofónico.

Controlar los nervios y no dejarse llevar por la intensidad o

emotividad del hecho, es fundamental tanto para el presentador o

director del programa, como para los redactores que van a

intervenir. En el momento en el que todo se acelera, es cuando

hay que mantener la cabeza fría para organizar la tarea de los

distintos redactores y evitar que cada uno comience a funcionar

por su cuenta. En este tipo de situaciones es fácil confundir a la

audiencia con datos y cifras contradictorias, al ser varias la

fuentes de información que llegan a la vez y por distintos canales:

desde lo que cuentan los periodistas desplazados al lugar de la

noticia (cada uno desde un punto de observación), lo que llega a

través de las agencias o lo que pueden aportar los entrevistados o

testigos directos. Centrar ese tipo de datos a través de una sola

voz, de un único redactor, que sea quién recapitule los que llegan

de las distintas fuentes, contribuye a reforzar el rigor de la

información que se ofrece, reseña la importancia del hecho y

evita confusiones en la audiencia.

Exagerar

Aunque valorar la importancia de una noticia en un momento

determinado – sobre todo en un ambiente de excitación o nervios

por el dramatismo de los primeros momentos en un hecho

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violento o escabroso -, es una capacidad que se adquiere con el

tiempo y la profesionalidad; ello no implica que haya que dejarse

llevar por la intensidad del momento. Los hechos son dramáticos,

emotivos, violentos, sentimentales, alegres, etc... por sí mismos,

por lo que el periodista no tiene por qué convertirse en un

protagonista más del hecho con tonos y locuciones exageradas

que generalmente resultan poco naturales y fingidas. La manera

de situar al oyente en el lugar y el ambiente que rodea al suceso,

es realizar una buena descripción por medio de un lenguaje rico y

preciso, y con la obtención de información original y testimonios

de los directamente implicados o afectados. Elevar el tono en

exceso, gritar, realizar inflexiones de voz demasiado altisonantes,

acelerar la locución, etc..., son acciones que pueden aportar a la

información que se facilita unos tintes de dramatismo o

emotividad que pueden desvirtuar el valor informativo del hecho.

De igual manera que se puede caer en el error de exagerar, se

puede pecar de lo contrario: de excesiva laxitud o desinterés

respecto de la noticia objeto de la conexión, bien sea por

cansancio o por aburrimiento. En todas las circunstancias hay que

adaptar el tono a la situación de que se trate, y encontrar ese

punto de equilibrio que sitúa el valor informativo de la noticia en

sus justos términos.

Formular preguntas concretas

Además de evitar que la información del periodista comience por

una muletilla o una repetición de los mismos datos, formular una

pregunta cuando se da paso desde el estudio, permite focalizar la

atención sobre los aspectos fundamentales de la noticia. Eso,

siempre que la pregunta que se plantee sea concreta, directa y

corta. Las preguntas largas y complicadas dilatan el inicio de la

conexión, pueden enmarañar el contenido y dar pié a que el

periodista que tiene que intervenir a continuación, no tenga más

salida que responder con un simple monosílabo.

Si el tema requiere que la conexión sea un poco más larga, es

conveniente que desde el estudio se plantee un diálogo con el

periodista desplazado al lugar de los hechos. Esto evitará que sus

intervenciones sean demasiado largas, sobre todo si se tiene en

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cuenta que en muchas situaciones, estas intervenciones se

improvisan en directo ante la falta de tiempo material para

redactar una crónica de urgencia; lo que puede dar lugar a

equivocaciones, titubeos en antena y tiempos muertos: de

silencio. El diálogo permite también que el director del programa

pueda orientar la acción del periodista en el lugar de la noticia, en

función del interés del momento y el desarrollo del programa.

Establecer ese diálogo con el reportero no quiere decir

asaetearle a preguntas, abrumarle y, mucho menos, reconvenirle

en antena por su actuación periodística. Aunque es evidente el

mal gusto que denotan este tipo de acciones, abroncar en directo

al redactor no dejan de ser frecuentes en numerosos programas,

especialmente en los de carácter deportivo en los que se pueden

encontrar numerosos ejemplos que han quedado ya en el

anecdotario de la historia de la radio española: <<...., no me

mientas, no me mientas, que no te veo ....>>, “don ... más

información y menos deporte de cuchillo y tenedor>>, etc... A

parte del mal tono y la prepotencia que entrañan a oídos de la

audiencia, estas actitudes dicen poco a favor de quién las

pronuncia y de la credibilidad de las informaciones que se

facilitan en el programa.

Cuando y cómo cortar y despedir la conexión

Una conexión debe cortarse cuando comienza a ser redundante

la información que se ofrece a la audiencia o cuando la calidad

del sonido se degrada, hasta hacer inaudible o incomprensible el

contenido del mensaje que se expone. Y la mejor manera para

hacerlo es la más simple, directa y brevemente educada. En el

caso de que la intervención del reportero, testigo o entrevistado

no haya finalizado, pero tenga que cortarse por razones de

tiempo o por que comienza a ser repetitiva, el presentador debe

hacer una indicación al técnico de control para que baje un poco

el volumen de la señal que llega desde el punto de conexión, y

superponer su voz para despedir con un simple gracias (y el

nombre del redactor o entrevistado), y la advertencia de que se

volverá a conectar: si la noticia tiene interés suficiente para ello.

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La brevedad y la sencillez también son aplicables para que el

reportero ponga el punto final a su intervención. En condiciones

normales, cuando se trata de ofrecer la información de un hecho

que ya ha finalizado (rueda de prensa, presentación, etc...), no es

necesario efectuar despedida alguna o, en todo caso, se acaba con

un dato de cierre o recapitulación; como ubicar de nuevo el lugar

desde el que se efectúa la conexión: <<es todo desde la sede del

....>>, <<... desde el hotel ...>>)

En el supuesto de noticias en caliente, la despedida no debería

caer en retóricas manoseadas del tipo: <<aquí seguiremos para

informar>> – el oyente ya sabe que se está para informar y no

para otra cosa -, o <<seguiremos atentos a lo que suceda>> que

resultan obvias, ya que el objetivo de la presencia del periodista

en el lugar de los hechos es obtener información, estar atento a lo

que suceda. <<Esto es todo, por el momento desde ...>>, o

<<estos son los datos confirmados que hay por momento

desde...>>, son despedidas sencillas que dejan la puerta abierta

para una conexión subsiguiente, y que evitan familiaridades con

el presentador, también bastante frecuentes, como: <<volveremos

a conectar, Paco, cuando tengamos más información>>.

Por último, una conexión debe cortarse cuando se produce una

usurpación de la antena en el punto de conexión por personas

ajenas a la emisora; como ha sucedido en más de una ocasión en

manifestaciones y algaradas callejeras, en las que un grupo

violento ataca las unidades móviles o intenta arrebatar el

micrófono a los periodistas, al objeto de lanzar su mensaje.

También debe cortarse la conexión cuando se produzcan

exabruptos o improperios subidos de tono por parte de los

asistentes a cualquier tipo de evento, con el objetivo de hacerse

oír a través de la emisora.

Cómo cubrir los tiempos muertos

Aportar información es a mejor manera de cubrir los tiempos

muertos que se pueden producir al inicio o durante el desarrollo

de una conexión. Ante la interrupción inesperada de una

comunicación, lo mejor es recapitular los datos fundamentales de

la noticia que justifican la conexión que se quiere establecer o

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reseñar el alcance y repercusión de la misma. Los tiempos

muertos se pueden producir por múltiples circunstancias: por que

se quede en blanco el reportero, testigo o entrevistado al tener

que improvisar la crónica o hilar un discurso coherente sobre la

marcha, porque en el momento de establecer la conexión el

reportero no está donde se espera, porque la intervención desde el

punto de conexión termina inesperadamente mientras el

conductor dialoga con el técnico de la pecera para reordenar el

resto del informativo, etc... En todas estas circunstancias es mejor

aportar datos, aunque puedan resultar reiterativos, que lanzarse a

improvisar un discurso que, con mucha facilidad, puede derivar

en un callejón sin salida. Si en el momento en el que se produce

el tiempo muerto está en el estudio un redactor que domina el

tema, también se puede establecer un breve diálogo con él

entorno a la noticia, mientras se recupera la conexión.

Cómo reaccionar ante un fracaso en la conexión

La premisa fundamental para no fracasar es no dar nunca paso a

una conexión, sin la garantía de que está previamente establecida

y confirmada. Si aún así el fallo se produce, la regla de oro es la

de no poner en evidencia a los demás compañeros (técnicos o

periodistas), para justificar ante la audiencia los múltiples

problemas que se pueden plantear durante una conexión en

directo y hacerla fracasar: que no se conecta a la primera, ni a la

segunda, que se produce una caída o degradación del sonido, una

pérdida de la señal, interferencias, corte brusco de la

comunicación, etc... Mantener la calma es fundamental, para no

recurrir a la búsqueda de un culpable para justificar el fallo en la

comunicación, cuestión que al oyente no le interesa; y que de

existir, será un problema a resolver internamente. Los nervios que

se desatan ante una interrupción inesperada de la conexión, el que

pueda coger distraído u ocupado al técnico de control o al

presentador del programa en ese momento, o la reiteración en el

paso a una conexión que no termina de establecerse, suelen ser

saldados por los conductores de los programas – sobre todo si no

tienen unas ciertas tablas ante el micrófono -, descargando la

responsabilidad del fallo producido en los técnicos o en los

redactores desplazados al lugar de los hechos. Cualquier oyente

habitual de radio habrá escuchado en innumerables ocasiones

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frases del estilo: <<disculpen los fallos técnicos>>, <<perdonen,

pero tenemos problemas técnicos>>, estas frases y otras similares

– obviamente-, no agradan nada a los técnicos de sonido, sobre

todo, cuando los problemas que se pueden plantear no siempre, ni

necesariamente, tienen su origen en razones técnicas. En todo

caso, la mejor salida es siempre la más natural. Si se ha

producido un fallo en la conexión no hay que remarcarlo, y

abordar la situación con naturalidad, sin buscar

responsabilidades: el oyente tiene asumido, por las propia

inmediatez de la radio, que este tipo de situaciones pueden

producirse, de ahí que no haya que magnificar su importancia con

la insistencia en el error, mediante la búsqueda de culpables. De

cara al oyente, el programa se percibe como un conjunto, por lo

que todo aquello que se resalte en negativo, repercutirá en la

valoración final que establecerá con respecto al programa en su

totalidad. Por tanto, el fallo en una conexión en directo no tiene

porqué tener un responsable, un culpable señalado ante la

audiencia, sino que obedece a, por ejemplo: <<dificultades,

problemas, para establecer o mantener la comunicación con...>>,

<<la calidad del sonido que llega no permite, por el momento,

mantener la conexión con...>>, <<vamos a establecer de nuevo la

comunicación, haber si podemos escuchar con mayor nitidez los

comentarios de ...>>.

Otro de los problemas frecuentes que se plantean, se produce

cuando se da paso a una conexión que no termina de establecerse,

de entrar en antena. En esta circunstancia, lo mejor es intentarlo

una segunda vez, y no insistir más; salvo que tengamos una total

garantía desde el control de que, efectivamente, a la tercera va la

vencida y se podrá escuchar al interlocutor. Insistir más de dos

veces, sin la seguridad de que se va a obtener una respuesta desde

el otro lado, puede desatar los nervios tanto en el presentador

como en el técnico de control, además de dar lugar a tiempos

muertos y situaciones embarazosas e incluso ridículas que, en

todo caso, rompen el ritmo del programa: <<atención, D...., me

escucha...>>, <<D. ..., buenas tardes ..., me oye...>>. <<D. ...,

buenas tardes..., me recibe ...>>. Cuanto más se insista en dar

paso y se fracase, más se estará denotando el error ante la

audiencia.

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Lo mismo sucede cuando al dar paso a una conexión el

interlocutor apenas oye al presentador o este no le oye a él. En

este caso, al menor atisbo de que la comunicación no es buena en

cuanto a la claridad y nitidez del sonido que se recibe, lo mejor

es no continuar y remitir a una próxima comunicación. Mantener

una conexión con un sonido de mala calidad no sólo puede hacer

ininteligible el contenido de la noticia, sino que al exigir un

mayor esfuerzo de atención, se convierte en una invitación al

oyente para que cambie de emisora.

La Información dialogada (13.2.5)

Aunque no se puede considerar un formato periodístico en sentido estricto,

es un modo de tratamiento y exposición de la información utilizado tanto en la

radio como en la televisión, con el objetivo de facilitar la comprensión del

oyente en aquellas informaciones prolijas en datos o densas en cuanto a

conceptos.

En el caso de los informativos radiofónicos, el diálogo con el redactor que

ha elaborado la información se utiliza para hacer más comprensible y digerible

el contenido de aquellas informaciones que precisan de la exposición de

distintos aspectos del hecho, dada la magnitud del mismo. El diálogo -

siempre circunscrito a la información y no la opinión -, entre el presentador y

el redactor, permite centrar los distintos aspectos importantes que incorpora la

noticia. Por ejemplo, en el caso del ataque a las torres gemelas de Nueva

York, la magnitud de los efectos de la acción terrorista en la propia ciudad

serán más fácilmente asimilables por el oyente, si la exposición se realiza por

medio de preguntas concretas que el presentador va formulando al redactor, en

lugar de que este se lance a <<piñón fijo>> a la locución de un texto que,

necesariamente, va incorporar demasiados datos y aspectos de análisis del

hecho. En la banda opuesta, abusar del diálogo con los redactores a lo largo

del informativo puede ser contraproducente, ya que fácilmente deriva en un

tono de charla entre amigos, impropio para los programas de noticias.

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La reiteración de un sonido o un testimonio (13.2.6)

La intencionalidad y ritmo que aportan al informativo, es el principal valor

significativo de este recurso radiofónico, que tampoco se puede considerar

como un formato en sentido estricto. En lo fundamental, porque su utilización

no depende de la labor de un redactor, sino de que la propia actualidad ofrezca

el testimonio de un protagonista con un valor informativo y simbólico lo

suficientemente relevante y trascendente, como para darle este tipo de

tratamiento radiofónico. Tratamiento que consiste en convertir ese testimonio

en un referente argumental de la actualidad que se relata, mediante la

reiteración de su emisión a lo largo de todo el programa. Es el caso, por

ejemplo, del ya popularizado <<manda huevos>> del político del Partido

Popular, Federico Trillo, en su etapa como presidente del Congreso de los

Diputados. Frase que en los días siguientes fue utilizada, y aún hoy, como hilo

argumental, como carga de intencionalidad por los editores, en este caso, no

sólo de programas informativos. Es también el famoso <<¡Yo te pego,

leche!>>, pronunciado por José María Ruiz Mateos, el día en que agredió

físicamente al ex ministro de economía del primer Gobierno socialista, Miguel

Boyer, o también, la famosa en su día (aunque hoy ya algo olvidada) frase

del <<bichito que si se cae de la mesa se mata>> pronunciada por otro

político, José Manuel Otero Novas, cuando en su etapa como ministro de

Sanidad, se refirió con esa afirmación lapidaria al virus que originó el

envenenamiento por aceite de colza.

Para conseguir el efecto de impacto que se persigue, el sonido, el <<corte>>

de voz del protagonista debe ser breve, rotundo y expresar un solo concepto,

idea o exclamación de hartazgo o saturación. No serviría, por su duración, la

ya famosa afirmación ministra Celia Villalobos, cuando se extendió por

Europa la denominada enfermedad de las <<vacas locas>>: el famoso caldo

con hueso del espinazo. El popular refrán de que <<lo poco gusta y lo mucho

cansa>> es aplicable a la utilización de este recurso radiofónico, ya que la

evidente intencionalidad que incorpora es fácil de detectar por el oyente que,

terminará por restar credibilidad al conjunto del programa, si se abusa de este

tipo de tratamiento informativo. Aunque se trata de un recurso muy efectista

de cara al oyente, es necesario mantener el equilibrio y no cargar las tintas, so

pena de provocar el efecto contrario: el de rechazo.

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El “Colorín” (13.2.7)

El <<colorín>> es el término común empleado en las redacciones

radiofónicas, para referirse a la información de cierre del informativo, con la

que se pretende romper el ritmo y rebajar el tono de los contenidos. El

<<colorín>> suele ser una noticia curiosa o del mundo del espectáculo, cine o

deporte, el resultado de una encuesta de carácter sociológico, etc... Una

información que pueda endulzar, dar un tinte optimista o arrancar una sonrisa

a los oyentes, tras los sinsabores de la actualidad. Montaje que tiene un

tratamiento radiofónico más abierto, ya que se busca la originalidad, y un

cierto sello personal por parte de quién lo elabora. En función del contenido

de que se trate en cada caso, podrá llevar música, efectos sonoros, etc...

LOS GÉNEROS PERIODÍSTICOS EN LA RADIO

(13.3)

Los géneros periodísticos clásicos no sólo tienen una traslación y un hueco

propio en el medio radiofónico, sino que es en la radio donde algunos de ellos

alcanzan su máxima expresión: como es el caso de la entrevista, el debate o la

tertulia. En la historia de la radio – y al igual que en el resto de medios de

comunicación - los distintos géneros periodísticos siempre han estado

presentes, si bien con momentos de mayor y menor presencia y brillo dentro

de las programaciones. Así, por ejemplo, resulta muy significativo el hecho de

que en la radio que se hace ahora en España, sean precisamente algunos

géneros periodísticos clásicos, los que ostentan la vitola de ser las grandes

estrellas de la programación; entre ellos, la tertulia social y política, la crítica,

la crónica social y el comentario. Justo los géneros periodísticos que

estuvieron vetados en la radio española durante los años de la dictadura

franquista. Años en los que fueron sustituidos por otros formatos

radiofónicos, muy alejados del mundo de la información, y que ejercieron de

puntales de las programaciones del momento: concursos, consultorios

sentimentales, música dedicada y radionovelas.

En cuanto a la traslación de los géneros del periodismo clásico al mundo

radiofónico, lo más reseñable es la riqueza expresiva y el sesgo personal que

se incorpora al mensaje que se ofrece, como consecuencia carácter sonoro del

discurso que emite la radio. Siempre resulta más comunicativo y significativo

un comentario o artículo de opinión expuesto, leído, por el propio autor a

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través del micrófono de estudio de radio, que la lectura del mismo comentario

en las páginas de un periódico. No obstante, y al igual que sucede con el resto

de formatos que produce y emite la radio, los géneros periodísticos también

están sujetos a las exigencias del medio: esto es, cuanto más concisos, claros y

directos sean en la exposición de los contenidos, mayor efecto de atracción

producirán sobre la audiencia.

El Reportaje (13.3.1)

El reportaje es, junto con la conexión en directo, el formato más empleado en

radio para facilitar al oyente de digestión de informaciones densas en cuanto a

su contenido y efectos, prolongadas en el tiempo o de gran impacto social.

Respecto de la información radiofónica, el reportaje permite una mayor

libertad en su desarrollo narrativo en cuanto a la combinación de los

elementos del código radiofónico (voz, locución, sonidos, música y silencio).

En el ámbito de los programas informativos, el reportaje radiofónico cumple,

de manera genérica, cuatro tipos de funciones significativas: testimonial,

coreográfica, divulgativa u original. Es testimonial cuando recoge y expone la

opinión de las partes implicadas en el hecho o las de un colectivo o grupo

social, más o menos amplio, afectado directa o indirectamente por la noticia

que se relata. Es coreográfica, cuando su contenido refleja el ambiente y la

circunstancia en la que se ha producido la noticia, lo que le convierte en

elemento de referencia contextual del hecho. El reportaje cumple una función

divulgativa cuando ofrece en detalle un aspecto concreto de una información,

que sirve para que el oyente pueda evaluar o cuantificar la importancia o

trascendencia del hecho que se le expone de manera más directa y fácil. La

originalidad se cumple cuando el contenido del reportaje es fruto de una

investigación propia o de un enfoque diferente del hecho que se cuenta. En

ambos casos, como en los anteriores, el reportaje contribuye a reforzar ante el

oyente el valor informativo de la noticia.

A diferencia de la información radiofónica pura, el reportaje tiene una

mayor duración y puede utilizar más recursos expresivos a la hora de su

elaboración, no sólo en cuanto a músicas, sonidos o efectos, sino también en

relación al desarrollo narrativo y al ritmo discursivo de la locución. La

utilización de esos recursos dependerá del tipo de programa de que se trate. En

el caso de los informativos, y como regla general, el reportaje debe seguir el

desarrollo narrativo propio de la información (de lo más a lo menos

importante, de lo próximo a lo cercano, etc...), para garantizar la comprensión

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de la noticia por parte del oyente. Ello no implica la renuncia a la utilización

de música y efectos sonoros en los reportajes que emiten los informativos,

especialmente en los de cierre de los programas de noticias, aunque no

obstante, no se debe abusar de su utilización, ya que puede diluir el sentido de

conjunto que debe tener un programa de noticias: informar.

En cuanto al ritmo de la locución -distinto en cada tipo de programa-, el

reportaje en los informativos debe ajustarse (sin necesariamente seguirlo de

manera mimética), al contexto general marcado por el presentador del

programa. Mientras que en otro tipo de programas la locución del reportaje

puede llegar a ejercer de contrapunto con el ritmo marcado por el presentador

(como parte del desarrollo narrativo del programa); en los informativos

cualquier disonancia reseñable o muy marcada entre el ritmo de locución del

reportero y el resto de redactores y presentador, puede contribuir a desorientar

o despistar al oyente respecto del contenido que se le transmite.

Por último, y a diferencia de la información pura, el reportaje permite aplicar

un cierto sello personal de quién lo elabora, más evidente en programas no

informativos, ya que en estos últimos, ese estilo personal debe centrarse en la

manera de organizar y contar las cosas (tono, recursos verbales y de

vocabulario, etc...), más que en las impresiones personales – y mucho menos

opiniones -, del redactor que lo pone en antena.

La Crónica (13.3.2)

Aunque en el día a día de una redacción las diferencias entre los distintos

formatos radiofónicos tiende a diluirse, eso no significa que no existan

diferencias importantes entre unos y otros. En el caso de la crónica, su

principal rasgo de identidad es el carácter de información de autor que, en

principio, se le atribuye. Como regla general, son informaciones que se

encargan a redactores especializados en la materia de que se trate, quienes

aportan a la información sus conocimientos, estilo propio y, ocasionalmente,

sus propias impresiones sobre el hecho que relata apoyadas en su propia

credibilidad, experiencia, y en el dominio que se les atribuye sobre la materia.

La crónica suele ser empleada en los grandes acontecimientos informativos,

tanto previsibles como imprevistos. Buen ejemplo de ello son los viajes

oficiales de las máximas autoridades de una nación, donde son enviados

especiales los que cubren informativamente los acontecimientos a desarrollar,

en virtud de su especialización, conocimientos, experiencia, estilo propio,

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etc... Es el mismo caso de las cumbres internacionales, acontecimientos

deportivos o sucesos de gran magnitud o repercusión. La crónica en los

programas de noticias, tiene como objetivo reforzar la importancia o valor

informativo del hecho que se relata para, además de ofrecer información,

facilitar al oyente una visión más pormenorizada, original en el enfoque, e

incluso bajo el prisma personal que puede aportar un especialista en el tema,

conocedor de los personajes y de la trastienda que pueda existir tras lo

evidente del hecho. Se trata de un valor añadido que se aporta a la información

básica que se ofrece sobre la noticia.

Frente al reportaje, y especialmente con respecto a la información pura, la

crónica incorpora una mayor libertad expresiva en la locución, así como un

cierto grado de improvisación en la exposición de los contenidos al oyente.

Por regla general, la crónica no incorpora música, aunque si sonidos

testimoniales o ambientales del hecho. No obstante, todo queda a la capacidad

creativa del autor. En cuanto a la duración, la crónica puede superar en unos

cuantos segundos el tiempo de una información pura sin sonido (30”/40”), sin

llegar a la duración de un reportaje (50”/1’,10”). En todo caso, no más de un

folio.

La Crítica (13.3.3)

Es la expresión de la opinión personal de un periodista, normalmente un

especialista, sobre un hecho concreto de la actualidad de interés e importancia

suficientes, con el objetivo de destacar lo más reseñable del hecho y sus

protagonistas: bien sea en negativo o en positivo. Frente a la crónica, en la que

no se suele pasar de las impresiones o interrogantes personales del autor, en la

crítica se opina directamente sobre el hecho o cuestión de la que se informa.

Se trata de un formato apenas utilizado en los programas de noticias, los

informativos, aunque sí en los programas de actualidad y variedades o

especializados. No es frecuente que en un informativo se de paso a una crítica

como tal, porque aunque se trata de un formato periodístico, no deja de ser una

opinión personal la que se expresa y –ya se sabe-, en los informativos no se

opina: se informa. Ante el oyente, quién ejerce la crítica forma parte y es un

integrante más del equipo de redacción que elabora y pone en antena el

programa, de ahí que no sea conveniente asociar de manera tan directa una

opinión personal con la línea editorial de un programa de noticias que debe

pretender la objetividad y ecuanimidad en la exposición de las noticias.

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Otra de las razones que determina la escasa presencia de este género en los

informativos, está referida al hecho de que históricamente la crítica ha

quedado reservada para los aspectos creativos del hacer humano (literatura,

cine, teatro, música, etc...), y no para los quehaceres rutinarios de la vida

cotidiana, que es de donde salen las noticias de apertura. Así, no existe el

crítico político, económico o social, sino el cronista o el comentarista político,

económico o social.

Fuera de los informativos, la crítica si es ampliamente utilizada en todo tipo

de programas, especialmente en los de actualidad y variedades, donde

abundan los críticos cinematográficos, teatrales, musicales, literarios y,

también, personajes que ejercen la crítica política, aunque esta - como

veremos más adelante -, suele quedar reservada en la radio para las tertulias y

los debates. Normalmente cada programa -en función de su presupuesto-,

dispone de un grupo propio, más o menos amplio, de críticos que puede o no

compartir con otros programas. Lo normal es que se trate de especialistas con

cierto prestigio y experiencia dilatada en un determinado ámbito de

información o profesional, que no suelen formar parte del equipo del

programa, y que participan a modo de colaboradores con mayor o menor

presencia en antena.

El Comentario (13.3.4)

A diferencia de la crítica, donde se trata de valorar lo mejor y lo peor de un

hecho, en el comentario se trata de la toma de posición del comentarista

respecto de una noticia o asunto de actualidad. Una opinión personal que en

absoluto refleja la opinión del medio, ni siquiera del programa, de cuyo equipo

de edición el comentarista no forma parte. Generalmente son personas

destacadas por su actividad profesional, no necesariamente han de ser

periodistas, y con un cierto grado de popularidad. Por esta circunstancia, el

comentario es un género con muy poco predicamento dentro de los programas

informativos, pero que resulta fundamental en otro tipo de programas; por

ejemplo, los de actualidad, entretenimiento o las tertulias.

Antena 3 Radio fue la primera cadena de radio española que, desde l982,

comenzó a emitir opiniones de comentaristas sobre temas de actualidad

política en sus programas informativos de la mañana, mediodía y noche; lo

que sirvió para abrir la brecha para el desarrollo posterior, y actual

efervescencia, de los programas de opinión en la radio: inexistentes de manera

abierta hasta ese momento. Eran comentarios políticos presentados en antena -

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dentro de los informativos -, de manera clara y directa como: <<ahora la

opinión de...>>, <<el comentario de ...>>, para marcar ante el oyente, que lo

que iban a escuchar a continuación no era información. Se trataba de

comentarios de contenido político o social, que progresivamente se fueron

haciendo hueco en los programas, hasta transformarse en tertulias

radiofónicas. La actual existencia en todas las emisoras de programas

específicos de opinión o apartados dentro de los propios informativos, hace

que el comentario, en la práctica, no sea utilizado dentro de los programas de

noticias.

El comentario debe ser necesariamente breve, entre 20 y 30 segundos, ya que

cuanto más se alargue y más conceptos mezcle, más se dificultará la

comprensión para el oyente. Exige del comentarista coherencia argumental en

la exposición de los conceptos e ideas de manera directa y sencilla, y una

cierta riqueza verbal; cualidades no muy frecuentes entre los abundantes

comentaristas radiofónicos del momento, en los que los titubeos y la continua

redundancia son moneda habitual. Con respecto al lenguaje, y como siempre

en la radio, debe situarse a medio camino entre el culto y el excesivamente

popular o chabacano, a pesar del relativo éxito del tono vulgar y hasta procaz

del algunos y, también, de la tentación de manifestar el carácter docto de la

opinión expresada, por medio de la reiteración en las citas y <<latinajos>>.

El Editorial (13.3.5)

Se trata de un formato muy raramente utilizado en la radio, reservado para

acontecimientos de una muy amplia repercusión social. Supone la toma de

posición del medio con respecto a un hecho de actualidad, cosa que sucede a

diario con los periódicos, pero no así en la radio donde, como regla general,

no se adopta postura sobre ningún hecho de la actualidad. En la reciente

historia de la radio española, A-3 Radio fue de las pocas emisoras que

editorializo desde sus micrófonos con respecto a la Ley de Televisiones

Privadas que el Gobierno socialista de la época tenía en elaboración. Otro

momento en el que algunas emisoras de radio hicieron público un editorial, en

este caso a favor de la democracia, fue con motivo del fallido golpe de Estado

del 23 de febrero de 1981. En el caso de hacer público un editorial, este suele

emitirse en los programas informativos o boletines horarios, normalmente

leído por un locutor profesional y no por un periodista.

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Distinto a un editorial, es la toma de posición que con respecto a un tema de

la actualidad puede adoptar, en un momento determinado, el director-

conductor de un programa en concreto. En este caso, se tratará de la opinión y

criterio personal del director del programa respecto de un asunto específico, y

no de la postura de la emisora o cadena de emisoras por donde se emite. En

todo caso, y de llevarse a la práctica, el editorial radiofónico debe ser diáfano

en el contenido, contundente y breve.

La Entrevista (13.3.6)

Es el formato más utilizado en la radio, junto con la conexión en directo, la

información pura y el reportaje. La entrevista tiene cabida en todo tipo de

programas, especialmente en los informativos, como elemento que aporta

credibilidad a la información que se ofrece y, por extensión, al propio medio.

Al igual que en prensa y televisión, en la radio también se dan todos los

formatos de entrevistas posibles: actualidad, personalidad, profundidad,

humorística, psicológica, testimonio, etc...; a los que aporta los recursos

expresivos que ofrece el medio: música, sonidos, efectos sonoros y silencios.

La entrevista existe en la radio desde sus orígenes y hoy es la esencia de su

programación diaria, en la que son entrevistados decenas de protagonistas

sobre los temas más variados y con las puestas en antena más diversas.

Aunque a priori puede parecer el formato más sencillo de llevar a la práctica,

la realidad demuestra que la entrevista en radio es, probablemente, lo más

complicado de presentar y exponer a la audiencia. Exige de quién la realiza

una buena percepción del sentido del tiempo radiofónico, claridad de ideas,

buena exposición verbal y concreción en las preguntas, cierto grado de

psicología para entender al personaje y su circunstancia, agilidad mental para

salir de situaciones comprometidas; y personalidad suficiente para llevar las

riendas de la conversación -sin desviaciones ni divagaciones-, hacia el

objetivo informativo que se persigue.

Problemas más frecuentes

Las mayores complicaciones de la entrevista radiofónica se

concretan en el momento de la presentación, en la formulación de

las preguntas, en la conducción de las interrupciones y

desviaciones que se pueden producir durante la misma, y en la

manera de poner el punto final a la conversación. Aunque la

manera de abordar y soslayar estos retos siempre dependerá del

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contexto sonoro y tipo de programa, como criterio general válido

para todos los casos: lo mejor es ser directo en la presentación y

finalización, concreto en el contenido de las preguntas, y

contenido en el uso del tiempo. Junto a estas, la que sin duda es

regla de oro no sólo ya para la radio, sino para todos los medios

de comunicación: escuchar lo que el entrevistado responde a la

pregunta que se le acaba de formular. Sin duda, uno de los errores

que con más frecuencia se produce en los medios audiovisuales

es la reiteración en un mismo y único argumento o idea a lo largo

de toda la conversación.

Una presentación directa del personaje evitará desperdiciar

tiempo (y así formular más preguntas), circunloquios que

desorienten o abrumen al oyente, y posibles errores en los datos

(cuanto más se habla más se yerra) Más de una vez se oyen en la

radio parrafadas larguísimas - normalmente laudatorias -, para dar

paso a una entrevista, lo que resta interés a lo que en verdad

importa: lo que pueda decir el propio protagonista en ese

momento, ya que para eso se le entrevista.

Las divagaciones e incluso verborrea en la que pueden incurrir

los entrevistados plantea uno de los mayores retos para el

profesional del medio: ¿cómo cortar la disertación?. Sobre todo:

¡con decisión!. No hay error más patético que el de un

entrevistador que intenta con reiteración y timidez en el tono,

poner fin al discurso de un entrevistado que se está yendo por las

ramas. El <<por favor, d...>>, <<sr. d.... le pido que...>>, <<D...,

le ruego que...>>, son algunos de los latiguillos más empleados.

En estos casos hay que demostrar decisión y una cierta autoridad

por parte del entrevistador. Si se interviene para cortar, hay que

seguir hasta el final, y no hacer un apunte y dejar que el

entrevistado siga adelante con la perorata. Con la cortesía

necesaria en las formas, la voz del entrevistador debe

superponerse a la del entrevistado con una ligera elevación del

tono (indicando al técnico que baje el volumen del micrófono del

entrevistado, si llega a ser necesario), y debe ser más directo en la

interpelación: <<se acabó el tiempo>> o un <<no está

respondiendo a la pregunta>>, son afirmaciones ante las que

todo entrevistado reacciona.

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Si el discurso prolijo y embarullado crea problemas, no son

menores los que plantea al entrevistador un personaje parco en

palabras, cuyas respuestas se limitan a monosílabos y poco más.

En estos casos, lo mejor es renunciar a la entrevista, si esta no es

de una importancia capital para la información. Si es así, lo mejor

es formular el menor número posible de preguntas y ser rápido en

el planteamiento de las mismas para evitar los tiempos muertos,

de silencio, que provocan este tipo de situaciones.

La manera de plantear las preguntas es otro de los quebraderos

de cabeza de todo entrevistador radiofónico, especialmente si el

entrevistado está versado en el trato con los medios de

comunicación o no está muy interesado en colaborar con el

objetivo informativo del periodista. Es un quebradero de cabeza,

sobre todo para los profesionales que olvidan que lo importante

son las respuestas y no quien formula las preguntas. Cuantas

veces se oyen por radio preguntas largas, que perece que no se

acaban nunca o alardes de erudición y conocimiento por parte del

que pregunta, cuando al oyente lo que le interesa es lo que diga el

invitado. De nuevo volver a lo que es la esencia del medio da la

clave: las preguntas deben ser cortas y concretas.

El mayor error en la radio es formular preguntas genéricas o

abiertas a los entrevistados, porque es la manera de dar manga

ancha al entrevistado para que tome el camino que quiera, lo que

le da pié para enrollarse. Una presentación breve y directa y unas

preguntas concretas permitirán un mejor control del desarrollo de

la entrevista y de su duración, además de evitar el agobio que a

muchos les supone ver como pasa el tiempo y que hay que

despedir al invitado. Y para despedir lo mismo que para

presentar: breve y directo, lo que implica obviar la retórica barata

y la reiteración en el agradecimiento al invitado que, fácilmente,

puede llevar al error tonto – y bastante frecuente -, de no saber

como finalizar el propio discurso.

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Modelos de puesta en antena

De manera genérica en la radio se pueden plantear tres

situaciones distintas de entrevista y de puesta en antena: la que se

produce en el momento - <<in situ>> - al hilo de la noticia que se

acaba de producir, las previstas en el guión del programa

pactadas con anterioridad, y las entrevistas grabadas (enlatadas) .

En el primer caso no hay preparación posible, todo queda a la

agilidad mental, conocimiento del medio y datos previos que

pueda tener el redactor en ese momento sobre el hecho que tiene

que contar a la audiencia. En estas situaciones (los testigos de un

suceso, los protagonistas de la noticia que acaba de suceder, los

asistentes a un acto cultural, etc...), las entrevistas tienen que ser

breves ya que se trata de obtener de cada uno de ellos un dato

puntual y concreto, un a impresión, que contribuya a enriquecer la

descripción del hecho o matizar la noticia. La presentación del

entrevistado debe ser directa, sin retórica alguna.

En la entrevista concertada de antemano la asignación de tiempo

que se establece para la misma en el guión, no sólo permite una

labor de preparación y documentación, sino que marca los límites

con respecto al contenido que se puede abordar, y el modo y

manera en que se deben plantear las preguntas: a más tiempo

asignado más asuntos se pueden tratar, y menos a la inversa. A la

hora de la puesta en antena de la entrevista pactada, no existe un

patrón concreto a seguir ya que cada profesional, cada

presentador, suele tener el suyo propio. En todo caso, la manera

de presentar al invitado y la primera pregunta que se formula, son

las que van a dar el tono del resto de la conversación, de ahí que

las posibilidades sean infinitas, tantas como personalidades

diferentes tienen los presentadores de los innumerables

programas radiofónicos que existen. No obstante, se pueden

definir algunos esquemas de actuación que suelen ser los más

frecuentes. Hay quién comienza por intentar ganarse al personaje

con una primera pregunta en tono amable, sobre alguna cuestión

o dato que no espera, con el objetivo de que el entrevistado relaje

su posible estado de nervios, prevención o desconcierto ante lo

que le espera. En la banda opuesta, otros profesionales se inclinan

por un tono más directo, con una presentación breve del invitado,

y con una primera pregunta que entra de lleno en el meollo de la

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cuestión que tiene al entrevistado como protagonista. En este

caso, se trata de hacer ver al interpelado que la entrevista que se

plantea no va a dar pié a paños calientes, retórica o circunloquios

y que, por lo tanto, sus respuestas deben ser breves y concretas.

La puesta en antena de entrevistas grabadas previamente tiene la

gran ventaja de poder ajustar su duración y contenido al objetivo

informativo que se persigue. En el otro lado de la balanza, su

emisión puede romper el ritmo del programa hasta ese momento,

además de exigir de un ajuste en cuanto a su presentación a la

audiencia. A este respecto existen, básicamente, dos opciones: el

falso directo o su presentación como fragmento de un diálogo

mantenido con anterioridad con el entrevistado. En la radio, la

emisión de un falso directo (plantear la grabación de la entrevista

como si se estuviera emitiendo en ese momento), es más

frecuente en los programas de variedades y entretenimiento que

en los informativos, donde prima la información en directo y en

caliente, y en los que el mantenimiento de un ritmo sostenido es

un elemento básico para retener la atención del oyente,

El desarrollo de la conversación

En cuanto al desarrollo de la conversación, hay profesionales

que se decantan por seguir - sin apartarse un milímetro -, lo

escrito en el guión y las preguntas previstas en el mismo. Otros,

por el contrario, lo dejan todo a la improvisación del momento de

acuerdo a una idea o concepto base. A medio camino de ambos se

sitúan los que alternan las preguntas escritas en el guión con las

que pueden surgir al hilo de la conversación o los que van

formulando las preguntas, en función de las respuestas y lo

escrito por ellos mismos en un papel, donde figuran apuntadas las

ideas o temas sobre los que no se puede dejar de preguntar. El

gusto y la capacidad personal de cada cual, es lo que define la

adscripción a un modo u otro de hacer las cosas. Aunque existen

otros, los tres supuestos descritos son los más comunes, cada uno

de ellos con sus ventajas y sus inconvenientes.

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El editor que sigue de <<p a pa>> lo escrito en el guión, tiene la

ventaja de jugar con mayor seguridad (control de la entrevista,

ajuste del tiempo, etc...), siempre y cuando lo escrito no contenga

errores de bulto, en cuyo caso el entrevistador que no domine el

tema del que habla o el medio radio, se quedará bloqueado, en

blanco, al haber fiado todo a lo escrito en el guión. En la banda

opuesta, esta manera de hacer las cosas puede, por su propio

encorsetamiento, resultar poco natural, fría - incluso de

compromiso -, de cara a la audiencia; además de relajar al

entrevistador que puede restar atención a las respuestas del

invitado, lo que le puede llevar a perder la posibilidad de dar un

giro de mayor interés a la conversación.

Dejar todo a la improvisación tiene la ventaja de la frescura del

directo, de lo que se va forjando sobre la marcha, pero exige del

profesional un gran dominio del lenguaje y el medio, además de

unos conocimientos más que genéricos sobre los temas a tratar

con el entrevistado. El riesgo que se corre no es ya meter la pata (

por ejemplo, con el dato recordado en ese momento que resulta

erróneo), sino que el entrevistado pueda tener mucha más

información que el entrevistador y pueda intentar desbordarle

para salir de una situación que puede interpretar como un acoso

a su persona o a su actuación en un hecho concreto de la

actualidad. Quedarse en blanco, el bloqueo mental momentáneo,

es otro de los riesgos propios de este tipo de planteamientos. Una

inesperada y rápida respuesta del entrevistado o una interrupción

inopinada de su discurso, pueden dejar en blanco al entrevistador

para poder continuar con la conversación. De ahí que sólo los

profesionales con muchos años de experiencia a la espalda sean

los que se lancen a este tipo de entrevista de riesgos indudables,

aunque mucho más natural, fresca y directa. Sin la necesidad de

llegar a tanto, la naturalidad y la frescura también están presentes

en una conversación en la que el entrevistador alterna el

cuestionario previsto en el guión, con las preguntas surgidas

durante la conversación o de las notas apuntadas en un papel con

los temas que es necesario tratar.

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Durante el desarrollo en directo de la conversación se pueden

producir situaciones inesperadas, interrupciones de diverso tipo:

pérdida de la señal de nuestro interlocutor, corte de la línea de

comunicación, voces que se cuelan durante la conversación, etc ...

Cuando sucede uno de estos supuestos, la reacción natural en la

que suelen incurrir la gran mayoría de los presentadores -la

primera salida que se les ocurre -, es la de descargar la

responsabilidad del supuesto fallo. Se produce la misma situación

que la ya descrita en el epígrafe relativo a la conexión directo.

Así, en el caso de una entrevista en directo que se interrumpe

inopinadamente, la salida que debe buscar el presentador debe ser

la más natural: son <<los imponderables del directo>>.

Tampoco existe un esquema ni modelo a aplicar en cuanto a la

coreografía radiofónica que puede emplearse en la puesta en

antena de una entrevista. Existen tantas como tipos de programas

y profesionales: la creatividad de cada uno y la capacidad de

maniobra dentro de un contexto sonoro, de un programa, son los

que determinan el número posible de modelos a seguir. Dar

entrada en antena al invitado con una música previa o efecto

sonoro, recuperar su propia voz de entrevistas ya pasadas,

introducir efectos sonoros en determinados momentos,

conexiones en directo, etc..., son algunas de las múltiples

posibilidades que ofrece el medio. Es pues el contexto sonoro en

el que se integre la entrevista, el que determinará el tratamiento

sonoro y el planteamiento discursivo de la conversación.

La entrevista en los programas informativos

En los informativos, la necesidad de ajustarse a guión muy

definido obliga a que las entrevistas sean breves y concisas: se

busca la noticia, opinión o precisión del invitado de manera

rápida y directa. No se trata de entrar en profundidad sobre el

tema. No hay tiempo para ello, puesto que la duración de la

entrevista vendrá determinada por el resto de temas de actualidad

que vayan a incluirse en el informativo; y por el resto de

entrevistas o conexiones en directo que estas otras noticias

puedan incorporar.

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Esta circunstancia es la que determina que los circunloquios o las

presentaciones prolijas y retóricas estén demás en las entrevistas

en los informativos. De igual modo, es en este tipo de espacios es

donde hay que ser más concreto y directo en el planteamiento de

la conversación y formulación de las preguntas, ya que de lo

contrario el entrevistado tardará más en centrarse y prolongará el

tiempo de respuesta. En este sentido, el conductor de la entrevista

deberá estar atento para evitar cualquier divagación que aleje al

entrevistado de una respuesta concreta, por lo que se hace

necesario interrumpirle para no perder el tiempo, y volver a

situarle en el tema por el que se le pregunta. Preguntas que

deberán ser más cortas que en ningún otro tipo de programa,

especialmente ante un entrevistado escurridizo. En este caso, la

formulación breve permitirá reiterar más veces y con distintas

palabras la cuestión central que se plantea al entrevistado, hasta

conseguir el objetivo informativo que se persigue o que el

interrogado, opte por declarar de manera manifiesta que sobre el

asunto que le planteamos no se va a pronunciar.

La despedida también debe ser breve y concisa. En todo caso, y

esto es muy frecuente, no está demás recordar el dato sustancial

de lo declarado por el invitado y agradecer brevemente su

participación en el programa.

La entrevista en los Programas no informativos

La enorme variedad de planteamientos sonoros y temas que se

abordan en forma de programas específicos sobre un área

temática determinada o como programas <<vagón>> de

actualidad y variedades (“magazine”), no permite definir un

patrón con respecto a cómo abordar y plantear las entrevistas en

los programas no informativos. En principio, será el contexto

sonoro de cada programa, el tono del mismo, el que definirá en

cada caso la realización de las entrevistas. De todos modos,

también en programas sigue siendo válido aquello de que: <<lo

bueno si breve, dos veces bueno>>.

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Si bien es evidente que no es lo mismo el tratamiento y

desarrollo de una conversación con un invitado en un programa

de tono intimista o de humor, que en uno de informática o

cultural; sí se pueden diferenciar distintos modelos de entrevistas

en función del grado de participación del invitado en el programa.

En este sentido, un invitado que es entrevistado de manera

puntual por teléfono para hablar, por ejemplo, de su último

estreno; no tiene el mismo tratamiento en antena que el invitado

que acude al estudio y que acompaña al presentador del programa

durante una gran parte del mismo, a lo largo de la cual se van

alternando preguntas con, por ejemplo, llamadas de oyentes,

conexiones en directo, concursos, etc... Este tipo de entrevistas

son propias de los programas de actualidad y variedades de media

mañana y de la tarde. En ellos son frecuentes las entrevistas en las

que se indaga sobre la personalidad del entrevistado, a través de

su actividad profesional y de sus gustos y opiniones personales

sobre todo tipo de aspectos de la actualidad y la vida cotidiana.

Generalmente, este tipo de entrevistas arrancan de un rápido

repaso a la biografía del protagonista o con el resultado de su

último trabajo profesional, con el objeto de situar al oyente.

Conversaciones en las que se llega a traspasar (especialmente en

los programas de humor o de puro entretenimiento), la distancia

que separa al entrevistador del entrevistado en cuanto a

mantenimiento del tratamiento de usted, para propiciar así su

complicidad y participación directa en la realización del propio

programa.

La Tertulia (13.3.7)

Entre los distintos géneros periodísticos, la tertulia es el más genuinamente

radiofónico, ya que el juego de opiniones y distintos puntos de vista que en

ella se exponen - el diálogo y la contraposición de ideas -, define la propia

esencia de la radio: ofrecer a la audiencia la riqueza de matices de la sociedad

a la que se dirige.

La tertulia radiofónica vive un momento floreciente en la radio española,

aunque no siempre ha sido así. Su vuelta a la programación de las emisoras

arrancó tímidamente con la creación de las cadenas privadas en los primeros

años ochenta, después de décadas en las que la tertulia radiofónica estuvo

vetada como expresión libre de las opiniones de los ciudadanos y

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protagonistas de la actualidad o, en todo caso, con un papel residual o de mero

reforzamiento del orden social impuesto por el sistema político imperante: la

dictadura. Uno de los ejemplos más significativo del tipo de programas de la

época, en los que oyentes sólo intervenían o participaban por medio de cartas,

es el famoso consultorio sentimental de <<Elena Francis>>, personaje ficticio

que a través de sus consejos y recomendaciones propalaba sin pudor la

mojigatería social, y la docilidad y sumisión de la mujer ante al hombre.

Antena 3 Radio y unos meses antes Radio 80, fueron las primeras cadenas de

radio privada que de manera abierta introdujeron la tertulia en sus

programaciones. El referente anterior fue el programa <<H-25>> de la Cadena

Ser, que ya a finales de los años setenta introducía tímidamente opiniones y

valoraciones sobre hechos de la actualidad, aunque <<controlando>> el

contenido político de las mismas por motivo de la censura. Estas primeras

tertulias, a principios de los años ochenta, comenzaron por tratar temas de la

vida cotidiana, noticias de calado social y cultural, sin lanzarse abiertamente a

la tertulia de contenido político. Eso vendría con el tiempo y, especialmente, a

raíz del fallido golpe de Estado del 23 de febrero de l981, en el que la radio

tuvo un protagonismo especial. A partir de ese momento, las tertulias, que

hasta entonces habían sido acogidas con recelo y prevención por las cadenas

radiofónicas ya consolidadas (SER, COPE, RNE), comenzaron a extenderse a

todas ellas, pero ya abiertamente centradas en la valoración y opinión sobre

temas de claro contenido político. A comienzos del siglo XXI las tertulias, y

especialmente las de análisis de la circunstancia política del momento, son las

estrellas en las programaciones de las distintas cadenas radiofónicas, hasta el

punto de haber trasladado el modelo a las televisiones. Las últimas grandes

cadenas de radio en incorporar la tertulia de contenido político a su

programación fueron la Cadena SER y RNE, a mediados de los años noventa.

Hoy, todas las cadenas radiofónicas incluyen en sus programas estelares

tertulias de todo tipo, con especial despegue en los últimos años para las que

se centran en el genéricamente denominado <<mundo del corazón>> o

<<prensa rosa>>. Con todo, la verdadera fuerza de la tertulia radiofónica

actual radica en aquellas que centran su contenido en los temas políticos y

sociales. Con el paso de los años, las tertulias han venido a desarrollar y a

poner en evidencia una de las capacidades del medio radio que

tradicionalmente no ha sido valorada en su verdadero papel: su capacidad para

crear y generar estados de opinión en la sociedad, papel que históricamente se

ha reservado para sí la prensa escrita y posteriormente la televisión, y que

situaba a la radio en un segundo plano, como medio limitado a la exposición

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de los hechos, pero no a generar opinión en torno a ellos. Hoy, la Radio y lo

que se dice en ella, es objeto de un seguimiento continuo desde las esferas y

ámbitos de decisión políticos y sociales, en pié de igualdad con la prensa

escrita o la televisión.

Buena muestra de que la tertulia es un género genuinamente radiofónico,

radica en que tiene encaje en todo tipo de programas, en unos de manera fija

como parte integrante del mismo y, en otros, de manera periódica o en función

de la actualidad del momento. En el ámbito de los informativos, la tertulia se

ha convertido en la parte sustancial de los informativos nocturnos de todas las

grandes cadenas, en los que tras un breve resumen de la actualidad del día que

termina, la mayor parte del programa se destina al análisis y valoración de la

información. Los informativos matinales también incorporan la tertulia como

elemento esencial, al que llegan a destinar una hora completa - e incluso más

en numerosas ocasiones -, del total de la duración del programa. Aún en el

ámbito de los informativos, la tertulia suele estar presente en los programas

especiales realizados con motivo de acontecimientos de importante calado

social; por ejemplo, el congreso nacional de una formación política, la

celebración de elecciones, el campeonato mundial de fútbol, etc...

En los programas vagón o <<magazine>> de la mañana y de la tarde es muy

frecuente que se ofrezcan al oyente no una, sino varias tertulias de temas

distintos. Así, por ejemplo, en los de mañana, tras la tertulia política de

primera hora del día, posteriormente se ofrece una tertulia sobre temas

culturales y sociales, para terminar a media mañana con tertulias sobre moda y

crónica social. En los <<magazine>> de tarde también se plantean al oyente

distintas tertulias, normalmente agrupadas por temas en días distintos de la

semana. Los asuntos que en ellas se abordan suelen centrarse - de manera

genérica y al hilo de la actualidad -, en las eternas cuestiones de las relaciones

humanas o en retomar noticias ya pasadas pero de amplia repercusión social,

para observar los aspectos humanos y circunstancias que dieron lugar al hecho

noticioso.

El papel del presentador en la tertulia

Si difícil es realizar una buena entrevista radiofónica, bastante

más complicado es coordinar y dirigir una tertulia, por la sencilla

razón de que el interlocutor no es uno, sino varios. Esta cuestión

del número no es baladí en radio, ya que como se ha expuesto en

capítulos anteriores, no hay que excederse en el número de

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sonidos –de voces en este caso -, que se obliga a retener a la vez

al oyente. Pero no sólo la capacidad de atención del que escucha

la radio es importante, sino también el hecho de que un número

excesivo de opiniones y puntos de vista tiende a diluir el

contenido del asunto que originó la discusión y contraposición de

ideas. La experiencia avala en este sentido, que el número de

participantes en una tertulia no debería exceder de tres o cuatro

invitados, más el presentador del programa. Con un número

superior se corre el peligro de que los oyentes puedan confundir

las voces de unos con otros, sobre todo cuando se entra en

diálogo directo entre los invitados, y mucho más si ese diálogo

sube de tono y se calienta, momento en el que las voces de unos y

otros se amontonan en el oído de quién permanece a la escucha.

Lo primero que se debe tener presente a la hora de dirigir una

tertulia – y que con mucha frecuencia olvidan los presentadores -,

es que el objetivo informativo que se persigue es simplemente el

de exponer distintos puntos de vista sobre un mismo asunto; y no,

extraer conclusiones sobre nada. La tertulia no tiene nunca una

conclusión. Eso, la interpretación, debe quedar siempre para

quién la escucha, para el oyente, al que muchos tertulianos

parecen empeñados en tratar como un niño pequeño al que hay

que guiar y mostrar el camino. El papel del presentador debe ser

el de dar juego a todos los participantes, temas para la

conversación, y propiciar una circulación fluida de opiniones e

ideas. Se trata de encarrilar el diálogo, lo que supone estar atento

a cuando un tema está agotado – por la reiteración en los

argumentos -, y cuando hay que cambiar y dar un giro. Depende

ya de la valentía y arrojo de cada presentador, el intervenir o no

con opiniones propias en pié de igualdad con el resto de

tertulianos: una cosa es proponer a los compañeros de tertulia

dudas, interrogantes o posibles interpretaciones de un hecho, que

podría realizar cualquier ciudadano; y otra muy distinta entrar a

opinar abiertamente.

Cambiar el argumento de la tertulia y cuando debe hacerse, no es

cosa sencilla. La mayor duda que asalta al profesional, es decidir

en el momento en que la conversación se calienta entre los

invitados, si es bueno permitir el acaloramiento, el ataque directo

entre ellos, o si es mejor cambiar de tema; cuestión que da lugar a

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nuevos interrogantes. ¿Se debe buscar el enfrentamiento entre los

tertulianos?, ¿es bueno que la conversación sea acalorada?, ¿se

debe ir más allá y, de manera deliberada, buscar el espectáculo

que supone que dos o más participantes se enzarcen en una

discusión de alusiones personales? La respuesta a estos

interrogantes siempre será motivo de opiniones encontradas y

apasionadas entre los profesionales del medio, por lo que será el

criterio y concepción de la ética profesional que tenga cada uno,

la que defina la manera de actuar en estas situaciones. En todo

caso, y en líneas generales; en cuanto al primer interrogante, no

es lo mismo estimular e incentivar la controversia, que propiciar

el enfrentamiento. Si se debe o no mantener en antena una

conversación acalorada, siempre dependerá del grado de calor

que se alcance y cuanto se prologue la disputa. Una conversación

muy acalorada mantenida durante unos cuantos minutos (de tres

a cinco, a lo sumo), termina por perder interés y convertirse en un

griterío para el oyente, ya que no se argumenta y se propicia el

insulto. Buscar deliberadamente el espectáculo del

enfrentamiento entre invitados, supone caer en un recurso

demasiado burdo y fácil, que se aleja bastante de un básico

equilibrio ético en el ejercicio de la profesión. No obstante,

siempre deberán prevalecer las normas que dicta el buen gusto y

el respeto que merecen tanto los invitados, como los oyentes.

Nunca es bueno acorralar hasta el acoso a ningún invitado o

tertuliano, ni permitir las invectivas personales entre los mismos.

Eso tampoco quiere decir que la tertulia tenga que ser plana o

excesivamente formalista. La pericia y conocimiento profesional

del presentador se pondrá de manifiesto si consigue llevar la

conversación a un grado de implicación e incluso apasionamiento

estimulante entre los tertulianos, pero sin que se supere la barrera

de la agresión verbal y las actitudes chulescas y barriobajeras.

Lo que también es labor primordial del conductor de una tertulia,

es evitar que la misma se adentre por la senda del <<cultismo>>

y el lenguaje que complique o dificulte la comprensión del oyente

medio. Es frecuente que los tertulianos aprovechen sus

intervenciones para hacer alardes de conocimientos, datos y

terminología, con el objetivo de demostrar su erudición y basta

cultura; hecho este que el oyente terminar por aborrecer y que se

vuelve, a la postre, en contra de quién incurre de manera reiterada

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en tamaña patochada . De igual modo, el presentador deberá estar

atento ante los excesos de verborrea (que también los hay, y de

manera abundante), y las divagaciones de los invitados, que

muchas veces sólo buscan protagonismo personal y restar tiempo

a las intervenciones y opiniones de los demás contertulios

Los “tertulianos”

Si bien la figura del comentarista radiofónico o la del

colaborador experto en una determinada materia es un clásico en

la radio, no ocurre lo mismo con el personaje del <<tertuliano>>,

término que fue puesto de moda, de actualidad, por el periodista

Miguel Ángel García Juez, en las primeras tertulias radiofónicas

que comenzó a emitir A-3 Radio allá por los años 1984/85, en la

tertulia que se ofrecía a la audiencia todos los días a las cuatro y

media de la tarde. Término, el de <<tertuliano>>, que tuvo una

feliz – aunque lenta -, propagación en el mundo radiofónico, hasta

el punto de que hoy son así denominados todos los participantes

de las muchas tertulias que se radian en las distintas cadenas y

emisoras. Término que por decantación ha dado lugar a la

utilización del plural <<tertulianos>>, lo que ha dejado en el

olvido al tradicional de contertulio y contertulios: hoy

prácticamente en desuso. Quizá la derivación y éxito de los

términos <<tertuliano>> y <<tertulianos>> obedezca a que

definen con mayor precisión las características propias y la

función que desarrolla en la radio de hoy este nuevo modelo de

personaje radiofónico, distinto del clásico especialista o

comentarista especializado en un área de la información concreta,

cuyo concurso en las tertulias radiofónicas se limitaba a expresar

sus opiniones, exclusivamente, en asuntos relacionados con su

especialización.

Hoy en las tertulias de la radio – y esa es la principal diferencia

respecto del contertulio de hace unos pocos años -, los tertulianos

opinan libremente de todo, de cualquier materia informativa, sea

o no su especialización o el área informativa o social en la que

puedan estar más versados. Para llegar a esta situación hubieron

de producirse en los últimos quince años una serie de cambios –

no menores -, dentro del concepto que la propia empresa

radiofónica tenía históricamente, con respecto a lo que es la

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expresión libre de las ideas a través de sus micrófonos; cambio de

concepto directamente relacionado con la progresiva influencia

social del medio radio, como generador de estados de opinión.

Para entender ese cambio de concepto hay que acudir al propio

origen de la radio (considerada como un mero elemento de

entretenimiento), y a su posterior transformación en el medio

informativo por excelencia (por su inmediata capacidad de

reacción ante la noticia); sin olvidar las cuatro décadas de censura

a las que se vio sometida la radio española por imposición de la

dictadura franquista. Por todas estas razones, la empresa

radiofónica en España ha sido tradicionalmente renuente no sólo

a manifestar su opinión o tomar posición como tal empresa-medio

ante cualquier hecho relevante o trascendente de la actualidad (la

última con motivo del fallido golpe de Estado del 23 de febrero

de 1981); sino también a la expresión a través de sus micrófonos

de las opiniones particulares de los profesionales del medio, por

miedo a que pudieran ser interpretadas por la audiencia, como

una toma de posición por parte de la propia empresa radiofónica.

Es por ello que las empresas siempre han tomado una gran

cantidad de cautelas a la hora de decidir qué profesionales podían

o no emplear sus micrófonos para exponer sus opiniones o

disponían de capacidad suficiente para elegir libremente a los

integrantes de las tertulias de sus respectivos programas, en

especial, las de contenido político.

Hoy esos temores de las empresas radiofónicas no es que hayan

desaparecido, aunque si se ha abierto mucho más la mano y se ha

perdido el miedo de decantarse – como un agente social más -,

ante la contundencia de los hechos: el propio éxito de audiencia

de las tertulias (el oyente de hoy no sólo quiere información, sino

que demanda opinión), y la necesaria adecuación del medio a una

nueva realidad social, en la que los ciudadanos demandan un

cierto grado de controversia y de puntos de vista diferentes e

incluso encontrados, para poder forjarse un criterio propio sobre

la actualidad que se le cuenta. Y ese es el papel que cumplen hoy

los <<tertulianos>>, mientras que el de las empresas radiofónicas

se concreta en procurar que sus tertulias sean lo más equilibradas

que sea posible, en cuanto a las distintas posiciones que a través

de los tertulianos se puedan expresar; aunque esto –como sucede

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con la objetividad -, no deja de ser un ideal utópico a perseguir al

confrontar la realidad cotidiana de las tertulias.

Aunque en un principio las tertulias de contenido político se

formaron en torno a periodistas (generalmente de prensa escrita y

la televisión), especializados en información política a los que se

pedía que aportaran información propia y diferenciada a la

tertulia; pronto se vio que la valoración y la opinión cobraban

todo el protagonismo, y que quedaba en un discreto segundo

plano la información diferenciada solicitada a los expertos. El

transcurrir de los años ha ido decantando la situación, al dar

entrada en las tertulias a otro tipo de profesionales, ajenos incluso

al mundo del periodismo (políticos, catedráticos, sociólogos,

economistas, escritores, empresarios, etc ...); hasta llegar a la

situación actual, en la que los periodistas especializados en

información política son sólo un grupo minoritario, dentro del

conjunto de <<tertulianos>> de las distintas cadenas y emisoras.

Hoy el integrante de las tertulias, el tertuliano, es un profesional

que no necesariamente tiene que ser periodista o proceder del

denominado genéricamente <<mundo de la cultura>>, que desde

el ejercicio de su actividad laboral ha adquirido un

reconocimiento a su trayectoria; y que interviene en la tertulia en

calidad de analista u observador social en función de sus

conocimientos y experiencia. Al tertuliano no se le exige que

aporte información diferenciada, sino que se defina, que tome

postura, sobre los distintos asuntos que la actualidad ofrece cada

día, bien sean estos de carácter político (nacional e internacional),

económico, sindical, social, cultural, etc... Ello obliga al

tertuliano, con su sucesiva presencia en las tertulias, a definir su

personalidad e ideología ante la audiencia que es, al fin y al cabo,

por lo que se les paga; ya que lo que se busca es precisamente el

contraste de pareceres y personalidades con los que el oyente

pueda extraer su propia opinión, bien sea por que comparte o

rechaza lo expuesto por los distintos tertulianos. En resumen, ese

opinar y aparente saber de todo que tantas críticas les acarrea, es

lo que precisamente justifica la presencia del tertuliano en las

tertulias y su misma razón de ser.

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El Debate (13.3.8)

El debate es otro género periodístico de amplía trayectoria en el mundo

radiofónico, sometido a los mismos avatares que todos aquellos géneros que

entrañan la confrontación y libre expresión de ideas. Al igual que las tertulias,

los debates volvieron a las programaciones radiofónicas con la llegada de la

democracia. Los temas de contenido social fueron los primeros en ser objeto

de debates radiofónicos, en especial los de ámbito local, con el objetivo de

acercar la radio a los problemas cotidianos de la audiencia. Los primeros

debates de contenido político comenzaron a emitirse en Antena 3 Radio, con

motivo de las elecciones municipales de 1984 y las elecciones generales de

1986. Debates realizados en directo y cara al público (generales del 86), desde

los salones de Mayte Comodore en Madrid, con gran éxito de asistencia. Hoy

los debates no tienen un gran predicamento dentro de las programaciones

radiofónicas, en las que no suele haber programas específicos de debate como

tal. La programación de un debate responde en la radio de hoy a lo que ofrezca

la actualidad del momento, que es la que determinará el interés o no en la

realización de un debate radiofónico. La llegada de las campañas electorales

es el momento en el que las grandes cadenas suelen programar debates entre

representantes de las principales formaciones políticas, para exponer el

contraste entre los distintos programas electorales, con respecto a uno o varios

temas concretos. En el ámbito de la información local es donde el debate tiene

una mayor presencia, aunque con una variante del formato tradicional que

consiste en someter al invitado, generalmente un responsable municipal, a las

preguntas que en directo quieran formular los oyentes.

En cuanto a la puesta en antena de un debate, lo aconsejable para conseguir el

objetivo de exponer con claridad a la audiencia los argumentos de las partes

confrontadas en torno a un asunto concreto, es que la posiciones representadas

en el programa no sean más de tres, si bien el ideal es que sólo sean dos. La

presencia en un debate de cuatro o más posturas divergentes en torno a un

mismo asunto tiene como efectos negativos: el de prolongar en exceso la

exposición de los argumentos de las distintas partes, lo resta capacidad de

intervención a todos los participantes; además de que se corre el peligro de

que se produzca una gran desproporción en el uso de la palabra entre unos y

otros participantes, lo que generalmente da lugar al malestar y enfado de los

que se sienten maltratados. Todo ello unido al hecho de que más de tres voces

en una discusión algo acalorada, son difíciles de diferenciar por el oyente que

tenderá a perder interés, si tiene que hacer un esfuerzo especial por identificar

en cada momento a quién está en el uso de la palabra.

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Aunque lo normal al término de un debate es que los distintos participantes

no queden del todo satisfechos con el tiempo que se les ha asignado y se lo

recuerden al moderador por medio del recurrente y reiterativo argumento de:

<<no he tenido tiempo para exponer con claridad nuestra propuesta>>; la

cuestión del control de los tiempos es el principal reto que debe afrontar el

conductor de todo debate radiofónico y, también, televisivo. Para mantener un

buen control del tiempo del programa y el equilibrio en los tiempos asignados

a cada participante, son necesarios al igual que para la entrevista y tertulia:

una buen planteamiento de los temas que se van a tratar, no hacer preguntas

genéricas dirigidas de manera común a todos y, por último, ser tajante a la

hora de cortar las intervenciones de los invitados, cuando estos se excedan

clara e intencionadamente en su exposición. En este sentido no está de más

recordar, sobre todo si se trata de debates de contenido político, que la

experiencia de muchos invitados en este tipo de programas les lleva de manera

deliberada a utilizar un retórica prolija en sus intervenciones, con el único

objetivo de restar tiempo a sus contrincantes del momento.

En cuanto a la planificación y siempre que sea posible, será mejor elegir

como portavoces o representantes de las posturas a exponer, a aquellos que

tengan una buena y ágil expresión verbal, ya que un invitado premioso o

dubitativo en sus respuestas dará un carácter plúmbeo a la discusión. En todo

debate, y para dar oportunidad a la exposición de los matices de las distintas

posturas, no se deben plantear más de dos o tres asuntos de discusión, ya que

de lo contrario el tiempo se consumirá en una inicial exposición por cada una

de las partes de su postura con respecto a cada uno de los temas planteados

por el moderador. El resultado es que no se habrá profundizado en nada y se

habrá anulado el sentido del programa: conocer los argumentos de cada parte

para defender la posición que cada uno tiene sobre un tema concreto.

Si bien es válido todo lo expuesto en los epígrafes anteriores sobre la

conexión en directo y la entrevista en cuanto a la formulación de las

preguntas, cómo cortar a los participantes y cómo encarrilar la discusión, no

está demás mencionar un error bastante frecuente que se produce a la hora el

inicio del debate; momento en el que para romper el fuego y tras la

presentación a la audiencia de los participantes, el moderador lanza al aire la

primera pregunta – grave error - sin dirigirla a ningún invitado en concreto. Lo

normal en estos casos es que la prudencia y el buen gusto de todos ellos les

haga mantener unos segundos de silencio en los que ninguno se atreve a tomar

la palabra, lo que obliga al presentador a dirigirse directamente a uno de ellos,

con la consiguiente pérdida de ritmo y tiempo. En otras ocasiones sucede que

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aquel invitado con más experiencia radiofónica decide tomar posesión del

micrófono, lo que luego plateará el subsiguiente problema de ¿cómo cortarle?

Sea uno u otro el resultado, en todo debate las preguntas del moderador

siempre deben ir dirigidas a uno de los invitados en concreto, lo que de paso

facilitará su identificación ante el oyente que seguirá así más fácilmente la

discusión.


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