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Empresa. - Heterodoxia · 9 Estos procesos tienen un específico di-seño en nuestras actuales...

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#3 ISSN 0719-9767 Felipe Correa ‘Economía, empresas y desarrollo local’. Economía + Política + Cultura | Número 3 | Julio 2019 | heterodoxia.cl Empresa. Chris Hope ‘La experiencia del laborismo británico en el debate sobre empresas públicas en la actualidad’. Elizabeth Anderson ‘Mercado y estado de derecho en las empresas contemporáneas’.
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#3ISSN

0719-9767

Felipe Correa

‘Economía, empresas y desarrollo local’.

Economía + Política + Cultura | Número 3 | Julio 2019 | heterodoxia.cl

Empresa.Chris Hope

‘La experiencia del laborismo británico en el debate sobre empresas públicas en la actualidad’.

Elizabeth Anderson

‘Mercado y estado de derecho en las empresas contemporáneas’.

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BY NC SA

D i r e c t o r d e l N ú m e r o

M a u r i c i o R i f o

E q u i p o E d i t o r i a l

Economía + Política + Cultura | Número tres | Junio 2019

Heterodoxia es una revista de izquierda cuya tarea es la de contribuir a que surja un

proyecto de izquierda socialista sin complejos, que retome sus principios, que se adapte

al presente sin olvidar su pasado, y que tenga siempre en cuenta su razón de ser, que no

es otra que la de posibilitar el despliegue de todas las capacidades humanas, en un marco

de justicia, igualdad y libertad republicana.

Un proyecto centrado en la autonomía individual y en las condiciones materiales que

la hacen posible; preocupado de la necesaria democratización de las relaciones sociales y

de la redistribución del poder económico, político y cultural. Entendemos que estas con-

diciones son las que abren camino a la autonomía y, por ello, sostenemos que el socialis-

mo es, ante todo, como bien decía Bertrand Russell, un camino de libertad.

Beatriz Silva + Paula Ahumada + Mauricio Rifo + Alejandro Stevenson

+ José Miguel Ahumada + Fabián Barría + Pablo Lillo + Cristian Ossandón +

Francisco Larrabe

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Ramón Picarte nació el 9 de ju-

nio de 1830 en Santiago de Chile,

durante esos años el estudio de la

matemática desembocaba en la pro-

fesión de Agrimensor General de la

República. Durante 1856, en un con-

texto disciplinar en que buena par-

te de los esfuerzos matemáticos se

concentraban en reducir los tiem-

pos de operación de diversas ope-

raciones, Ramón Picarte desarrolló

una tabla de logaritmos. El bajo re-

delación matemática –hoy diría-

mos construcción de una política

pública– de la, para la época, ini-

cial y poco desarrollada seguridad

social. Con este proyecto avanzó

en cálculos que permitieran, bajo

la fórmula del ahorro colectivo,

construir un sistema de seguridad

social para Chile que resolviera el

problema de la felicidad pública.

Esta idea, hoy poco cuestionable,

sufrió de ataques constantes res-

pecto a su eventual inviabilidad.

¡Quién puede creer que se podría

crear un sistema que otorgará pro-

tección universal! Pues será Ra-

món Picarte, para Chile, uno de los

primeros demócratas que desde su

conocimiento matemático promo-

verá uno de los ejes de lo que será

el robusto movimiento obrero chi-

leno del siglo XX.

conocimiento nacional de su tabla

lo llevó a viajar a la Academia de

Ciencias de París para presentar su

trabajo y recibir un merecido re-

conocimiento. En 1862, regresa a

Chile, incorporándose en octubre

a la Facultad de Ciencias Físicas y

Matemáticas de la Universidad de

Chile. No obstante, su llegada es-

tuvo marcada por la participación

activa con el mundo artesano del

país como la Asociación de Sastres

y Zapateros en Santiago. En 1864

intenta organizar la cooperativa

Sociedad Trabajo para Todos. En

1865 se alista en el batallón de vo-

luntarios instruidos en la Escuela

Militar para la guerra contra Espa-

ña. En 1866 se radica en San Carlos

y funda la Sociedad de Artesanos

de Chillán. Toda esta actividad po-

lítica estuvo orientada por la mo-

Personaje destacado

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Editorial pág. 8

Artículos págs. 12 a 28

Entrevistas págs. 29 a 48

Cultura pág. 49

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Artículos

•ApuntesparaunapolíticacooperativistadesdelaizquierdaenChile

•¿CómosocializarUber?

•Lostrabajadoresdeberíanestaracargo

EntrEvistAs

•ChrisHope:LaexperienciadelLaborismobritánicoeneldebatesobreempresaspúblicasenlaactualidad.

•FelipeCorrea:Economía,empresasydesarrollolocal.

•ElizabethAnderson:Mercadoyestadodederechoenlasempresascontemporáneas

CULtUrA

•Lalarganochechilena.reseñaaNocturnodeChilederobertoBolaño

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Para entender parte de la lucha socialista

histórica contra el capitalismo es necesario

comprender tanto las bases normativas como

los específicos diseños que ha tomado una

institución social tan importante como lo es

la empresa. Resulta una obviedad, aunque en

ciertas épocas no es así, sostener que la em-

presa capitalista contemporánea tiene una

historia que la recorre con diversos diseños y

diversos balances entre sus condiciones nor-

mativas fundamentales patriarcales y patri-

moniales.

La empresa capitalista tiene sus bases fun-

dantes en la estructura familiar mediterránea

antigua (“familia” viene de: “esclavos”, “sier-

vos”), o sea de la denominada loi de familia que

aglutinaba tanto las dimensiones productivas

como reproductivas de la vida social en un es-

quema de gobierno despótico patriarcal y pa-

trimonial de mujeres, niñas-niños y esclavos

y esclavas. Será la revolución industrial la que

dará origen a la empresa capitalista, no sin re-

sistencias, en donde se da paso al quiebre entre

las dimensiones productivas y reproductivas

de la vida social, pero conservará la forma de

gobiernos despótico de la antigua loi de familia.

Es este marco normativo y de diseño que el

socialismo y el movimiento obrero y de mu-

jeres se enfrentó a la empresa durante buena

parte del siglo XIX y el XX.

La lucha por re-definir la empresa capitalis-

ta se dio tomando en cuenta las tres funciones

de la propiedad en las economías modernas.

La primera función establece que propietarios

asignan capital, o recursos productivos, en las

inversiones más prometedoras. La segunda

función propietaria se sostiene en las condi-

ciones de control sobre el proceso productivo

para continuar el proceso de asignación de ca-

pital haciendo la empresa más rentable. Y, fi-

nalmente, la tercera función propietaria con-

sidera el riesgo de los procesos de asignación

de capital como parte de las eventuales pérdi-

das en la empresa.

Editorial

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Estos procesos tienen un específico di-

seño en nuestras actuales economías en que

el capital de la empresa está compuesto por

acciones que cotizan en el mercado de valo-

res. Los propietarios nominales de esas accio-

nes son los principales, y siguen cargando en

buena medida con la tercera de las funcio-

nes de la propiedad que es asumir el riesgo.

Los ejecutivos que gestionan los negocios de

la empresa son agentes de esos principales, y

desempeñan las funciones de inversión y de

control del proceso productivo. En el desem-

peño de la función de control, esos ejecutivos

tienen, a su vez, otra relación de agencia con

los y las trabajadores/as de la empresa: pero

en esa relación, los ejecutivos son el principal,

y los y las trabajadores/as, los agentes. De esta

forma, la estructura de poder de la institución

está fuertemente concentrada en los accionis-

tas mayoritarios y, sobre todo, en los propios

ejecutivos, los cuales disponen de un amplio

margen de discrecionalidad en su acción, tan-

to en su calidad de agentes de los accionistas,

cuanto en su condición de principales más o

menos despóticos con los y las trabajadores/

as.

Es en este marco de relaciones e interac-

ciones que nuestro actual número presenta un

cuerpo de artículos y entrevistas para abordar

la empresa capitalista.

En el artículo Apuntes para una política coo-

perativista de la izquierda en Chile, Fabián Barría

González realiza el recorrido de las profun-

das y complejas dinámicas que configuran el

mundo de trabajadoras y trabajadores preca-

rios sometidos a la inseguridad económica y

la desprotección laboral, y que se encuentran

tan ávidos como presionados a consolidar fór-

mulas asociativas en las que las cooperativas

han tenido lugar histórico y lo tendrán bajo

específicos desafíos y condiciones que propo-

ne el autor.

En ¿Cómo socializar Uber?, el autor, Seth Ac-

kerman, sostiene que el funcionamiento de

Uber provee las condiciones para transformar

la aplicación en una cooperativa de trabajado-

res y trabajadoras sobre similares principios

de funcionamiento. Es desde este punto que

el autor se pregunta cómo sería posible realizar

un tránsito efectivo en esta dirección de trans-

formación. Junto con ello, en el texto Los traba-

jadores/as deberían estar a cargo, Peter Gowan re-

flexiona sobre la vulnerabilidad a la que se en-

frentan los trabajadores y trabajadoras cuando

las empresas emprenden fusiones o se declaran

en quiebra. En un escenario de tal dependencia

el autor propone abordar modelos alternativos

en que se pueda tener participación en el con-

trol de las empresas a través de acciones bajo

control de los trabajadores/as.

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Para la sección de entrevistas contamos

con tres imperdibles aportes: del economista

chileno Felipe Correa, el PhD en Estudios de

Desarrollo de la Universidad de Cambridge

Chris Hope y la destacada profesora de filoso-

fía y estudios de género en la Universidad de

Michigan Elizabeth Anderson.

En la entrevista a Felipe Correa, Economía,

empresas y desarrollo local, se abordan las com-

plejidades y desafíos de una economía crítica

en el plano disciplinar junto con su aplicación

en diversas escalas de diseño en las que los go-

biernos locales juegan un rol destacado.

La entrevista a Chris Hope, La experiencia

del Laborismo británico en el debate sobre empresas

públicas en la actualidad, aborda la construcción

del reciente e influyente documento elabora-

do desde el Partido Laborista titulado: “Alter-

native Models of Ownership”. Este informe

propone, para la actual Inglaterra, un nuevo

diseño de empresas públicas y gobierno de las

mismas desde las perspectivas de los y las tra-

bajadoras/es.

Y en su entrevista, Elizabeth Anderson, nos

presenta su visión respecto al origen del libre

comercio como una idea más cercana a la iz-

quierda y cómo los diversos procesos históri-

cos han desplazado esta idea y han configura-

do un diseño de gobierno empresarial capita-

lista despótico. En este escenario la entrevis-

tada nos propone marcos de interpretación y

propuestas para formular una política demo-

crática en nuestros lugares de trabajo actual.

Nuestros números han ido reivindicando

la memoria de destacadas figuras de la historia

nacional que han aportado desde sus discipli-

nas o acciones políticas a la promoción de una

libertad republicana, una democracia plebeya

y una sociedad socialista.

En este número destacamos la figura del

importante matemático, académico y activis-

ta chileno Ramón Picarte Mujica, quien mar-

có el desarrollo de las matemáticas durante

el siglo XIX y buscó, desde sus conocimiento

matemáticos, aportar a la construcción de un

moderno sistema de pensiones para los y las

trabajadores/as del país.

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Artículos

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Apuntes para una política cooperativista desde la

izquierda en ChilePor Fabián Andrés Barría González

Tendencias. La historia no se repite, aunque a

veces rima.

Fue reciente viral en redes sociales la fotogra-

fía de una trabajadora de la aplicación Pedidos-

Ya cargando en bicicleta a una pequeña niña en

plena jornada de reparto. Se multiplican las no-

ticias de repartidores que mueren atropellados

sin contar con la preparación ni las condiciones

mínimas seguridad para el tipo de riesgos a lo

que se exponen. Circulan cada vez más relatos de

‘colaboradores’ que cuentan cómo su expectativa

de trabajo supuestamente ‘liberado’ y ‘autónomo’

en poco tiempo transita hacia una pesadilla de

subordinación y la más absoluta desprotección.

Precariedad confitada de una miserable idea de

libertad. “Nuevas” formas de trabajo que, defrau-

dando las legislaciones laborales, nos traen viejas

formas de explotación.

Según el último Informe de la Calidad del

Empleo1 de la Fundación Sol, el 40,6 % de la po-

blación ocupada en Chile no se encuentra prote-

gida por legislación laboral2 alguna. Y la tendencia

anticipa que en el presente sucesivo, la creación

de nuevos empleos seguirán revistiendo formas

precarias y flexibles.

¿Estaremos regresando a las condiciones de

trabajo del siglo XIX?: la historia no se repite, pero

a veces rima, reza el refrán. El capitalismo contra-

1. Informe Mensual Calidad del Empleo (IMCE) Febrero–Abril 2018 Enlace: http://www.fundacionsol.cl/estudios/im-ce-fma-2018/

2. Sea esta la contenida en el Código del Trabajo o el Estatuto Administrativo.

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rreformado, del que fuimos país piloto, lleva más

de cuatro décadas sacudiéndose y desatándose3 de

la legalidad pro operaria conquistada gracias a dé-

cadas de luchas obreras durante el siglo XX. La

resistencia a la restauración capitalista química-

mente pura ya no parece posible a través de una

articulación virtuosa entre democracia represen-

tativa, partidos de la clase trabajadora y la organi-

zación sindical.

La política neoliberal decretó que la soberanía

económica ya no es asunto de competencia de la

democracia y la legislación laboral vigente (insta-

lada con el Plan Laboral de 1979) –así como cada

reforma de “modernización”– acentúa la pérdida

de peso de los sindicatos y las posibilidades de ac-

ción colectiva de las fuerzas obreras.

Contratendencias

No obstante lo adverso de las circunstancias,

también surgen las contratendencias. El mundo

cooperativo chileno se sorprendió el año 2018

con datos que reflejaban una situación anómala4:

del total de cooperativas activas en Chile, el 47,12%

se constituyeron entre 2015 y 2017. El aumento

más vigoroso correspondió al sector de las Coo-

perativas de Trabajo, que pasó en 1991 de contar

con siete cooperativas a representar ahora el 25%

de las organizaciones, sumando más de trescien-

tas. Sólo el primer semestre de 2018 se conforma-

ron 120 Cooperativas, más del doble que todas las

constituidas en la época dorada del cooperativis-

mo en Chile: el ‘período desarrollista’ (1939-1973).

En un completísimo artículo de José Tomás

Labarca5 se atribuye como explicación a este in-

teresante crecimiento, que comienza en la déca-

da de los 2000, a las condiciones materiales del

desenvolvimiento de vida de los trabajadores tras

décadas de precariedad, inestabilidad e inseguridad

social impulsadas por el Estado subsidiario. Como

forma de sobrellevar la vida laboral escapando de la

inseguridad económica. La composición de estas

cooperativas –nos indica el investigador– corres-

ponderían a las autopercibidas nuevas capas me-

dias, que con mayor precisión, se trata de aquellos

grupos ‘permanente sujetos a la posibilidad de caer en

la pobreza… como una forma de escapar a condiciones

laborales paupérrimas’.

El fenómeno –o a estas alturas, contratenden-

cia–, aunque todavía no adquiere mayor gravidez

3. Capitalismo desatado, pertinente denominación del capitalismo actual acuñada ppor el economista de izquierda An-drew Glyn. Enlace: http://www.sinpermiso.info/textos/el-capitalismo-desatado-entrevista

4. Noticia: ‘Casi un 50% en dos años: Las razones del notable aumento de cooperativas activasa en el país’. Enlace: http://cooperativas.emol.com/noticias/casi-un-50-en-dos-anos-las-razones-del-notable-aumento-de-cooperativas-activas-en-el-pais/

5. Revista Idelcoop, Nº 218, ‘Cooperativas y estado subsidiario en el Chile posdictadura 1990-2015’, marzo de 2016. Enlace: http://www.idelcoop.org.ar/sites/www.idelcoop.org.ar/files/revista/articulos/pdf/revista-218-historia-1.pdf

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en la vida económica del país, parece rimar con

los orígenes del mutualismo y el cooperativismo

moderno del siglo XIX. Lo que nos parece inte-

resante, pues si bien estos movimientos emergen

como ‘tabla de salvación de los proletarios en las crisis

económicas’ (Fermín Vivaceta), es que su madurez

los convirtió en condición sine qua non del acre-

centamiento de las fuerzas de la clase trabajado-

ra, base de sus posteriores herramientas de lucha,

partidos, así como los primeros reactores de una

sociabilidad abiertamente anticapitalista.

A partir de lo descrito nos parece interesan-

te reflotar la cuestión del cooperativismo o las

nuevas formas de mutualidad sin ningún tipo de

nostalgia. Recorrer sus nociones más básicas y

trayectoria para enmarcarlas como un fenóme-

no continuado para dar pie a un conjunto de no-

tas sueltas que buscan sugestionar una reflexión

sobre la pertinencia del cooperativismo dentro

de las discusiones político-estratégicas para la iz-

quierda chilena.

Nociones de Cooperativismo

En septiembre de 1995, en la ciudad de Man-

chester, con ocasión de la celebración del cen-

tenario de la Alianza Cooperativa Internacional6

(ACI) –algo así como una Internacional del Coo-

perativismo–, se efectuó una nueva Declaración

de Identidad Cooperativa comprendiendo la más

reciente definición de ‘Cooperativa’:

‘Una cooperativa es una asociación autónoma

de personas que se han unido voluntariamente

para hacer frente a sus necesidades y aspiraciones

económicas, sociales y culturales comunes por

medio de una empresa de propiedad conjunta y

democráticamente controlada’.

Dos de sus rasgos fundamentales y diferencia-

dores son el ‘control democrático de los miem-

bros’, por regla general, un miembro, un voto (no

obstante que pudieran dotarse de otros procedi-

mientos democráticos); y la participación econó-

mica equitativa de sus miembros en la asignación

de los excedentes que genere, en función de su

participación y no al aporte de capital.

Existen muchos tipos de cooperativas (de tra-

bajo, servicios, industriales, educativas, agrícolas,

pesqueras, de ahorro y crédito) cuya predomi-

nancia y distribución dependen de las caracterís-

ticas del país o región en el que se desenvuelvan;

por ejemplo, en la experiencia vasca, destaca un

fuerte elemento de cooperativas industrial; cues-

tión prácticamente inexistente en Chile.

Según datos de la ACI, el 12% de la población

mundial forma parte de alguna de las 3 millones

de cooperativas existentes en el planeta y propor-

6. Entidad que reúne al grueso de las federaciones y confederaciones de cooperativas a nivel global.

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cionan el 10% del empleo total.

El año 2012 la ACI lanza una ambiciosa estra-

tegia denominada ‘Plan para la Década Coopera-

tiva’, iniciativa que fue consecuencia de una serie

de reflexiones convocadas por el mundo coope-

rativo tributarias de las capacidades de resiliencia

demostradas tras el colapso financiero de 2008

en comparación a las empresas capitalistas. Dicho

plan, traducido a gran parte de los idiomas, se fija

tres objetivos: convertir el modelo empresarial

cooperativo en el líder reconocido en la cons-

trucción de la sostenibilidad económica, social y

ambiental; el modelo preferido por la gente; el

modelo empresarial de más rápido crecimiento.

Cooperativismo en Chile

Los primeros antecedentes de Cooperativis-

mo moderno en Chile se remontan a 18637, a

menos de veinte años de la primera cooperativa

moderna creada en Inglaterra: la Sociedad Coo-

perativa de Sastres y la Sociedad Cooperativa de

Zapateros. Ambas de efímera duración y promo-

vidas por el singularísimo –por su talante rena-

centista– Ramón Picarte Mujica8.

El año 1864, también motivada por Picarte, se

intenta constituir una organización híbrida, entre

cooperativa de consumo, sociedad de socorros

mutuos y caja de ahorros popular, con el nombre

de Sociedad Trabajo para Todos, lo que va a dar

cuenta de un rasgo especialísimo del primer coo-

perativismo chileno: no prolifera mayormente

en cuanto tal y se diluye dentro del movimiento

mutualista, que sí adquirirá una densidad, vitali-

dad económica, adhesión popular y fuerza his-

tórica décadas más tarde, absorbiendo funciones

que, en otras latitudes, se asociaron al cooperati-

vismo. Por lo que no es de extrañar tampoco, que

en investigaciones9 en torno a la historia del coo-

perativismo se establezca su origen confundido

con el del movimiento mutualista, precisamente

a partir de la constitución de la Sociedad de So-

corros Mutuos de la Unión de Tipógrafos (1853).

No será hasta la promulgación de la primera

Ley de Cooperativas (1925) en el marco de la olea-

da por la constitucionalización de los derechos

económicos y sociales, que las sociedades coo-

perativas salgan de la espontaneidad, adquieran

fisonomía propia y se distingan de las sociedades

mutuales.

7. Grez Toso, Sergio ‘De la regeneración del pueblo a la huelga general; Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810-1890)

8. Picarte Mujica, Ramón; Abogado, matemático e ingeniero, socialista utópico chileno. Siguiendo las ideas de Charles Fourier, intenta en 1865, sin éxito, formar dos falansterios en las ciudades de San Carlos y Chillán (actual región de Nuble)

9. Ernesto Pérez, Mario Radrigán, Gabriela Martini ‘Situación Actual del Cooperativismo en Chile’: http://aprchile.cl/pdfs/Situacion_cooperativismo_en_Chile.pdf

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En 1939, con la creación e impulso de la Cor-

poración de Fomento de la Producción (COR-

FO), el cooperativismo se abre hacia el medio

rural (cooperativas agrícolas pisqueras, vitiviní-

colas, lecheras, de otros rubros y las de electrifi-

cación rural10).

En la década de los sesenta, la época dorada del

cooperativismo chileno, el crecimiento es explosi-

vo: entre 1966 y 1970 el crecimiento neto en el

número de cooperativas es 70% en el número de

cooperativas11 en los rubros ahorro y crédito, vi-

vienda y campesinas con un rol activo de la Iglesia

Católica y el Gobierno de Frei Montalva.

Ya en la década de los setenta, y sobre la relación

entre cooperativismo y gobierno de la Unidad Po-

pular, algunos sectores del cooperativismo acusa-

ron ambigüedad, falta de compromiso y otros –la

CONFECOOP–, identificaron una contradicción

entre la promoción del modelo cooperativo y el

proyecto económico impulsado por el Gobierno.

No obstante lo anterior, lo cierto es que según los

datos oficiales, entre 1970 y 1973, se mantuvo un

crecimiento consistente en el mundo cooperati-

vo12 y la forma predilecta de la organización de la

tierra en el marco de la Reforma Agraria13.

A partir de 1975, con la dictadura cívico-mi-

litar instalada, el cooperativismo inicia la etapa

más difícil de su historia14. Grandes cooperativa

son intervenidas y más de mil de ellas desapare-

cen. La década de los ochenta marca un punto

de bifurcación: mientras cierto sector opta por

adaptarse a las nuevas circunstancias políticas y

económicas, otro, organizado en torno a la Pro-

descoop (1983), se rearticula para impulsar un

proyecto cooperativo que precisaba un cambio

de circunstancias. Lo que desembocó en la par-

ticipación activa de aquel sector en la ‘Asamblea

Nacional de la Civilidad’ o ‘Asamblea de la Civi-

lidad’; asociación en la que confluyeron diversas

fuerzas políticas y sociales opositoras al régimen

dictatorial de Pinochet.

Con el retorno de los regímenes civiles, en

1990, la gran expectativa de entrar en una nueva

época dorada timoneados por un presidente de-

mocristiano, como en los sesenta, es defraudada

por los gobiernos de la Concertación: la racionali-

10. Ibid11. Ibid12. Entre 1970 y 1973 se crearon 597 cooperativas y apenas se disolvieron 29. Fuente: Departamento de Cooperativas, 1992.13. Programa de la Unidad Popular. Enlace: http://www.abacq.net/imagineria/frame5b.htm14. Ernesto Pérez, Mario Radrigán, Gabriela Martini ‘Situación Actual del Cooperativismo en Chile’: http://aprchile.cl/pdfs/

Situacion_cooperativismo_en_Chile.pdf

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dad económica neoliberal de la Dictadura no sólo

se mantuvo sino que se profundizó, abriendo una

larga etapa para el sector cooperativo que no se

cierra hasta el día de hoy, cuyo más descriptivo

titular es el de absoluta indiferencia15.

Si bien durante los últimos años, desde el Mi-

nisterio de Economía (División de Asociatividad

y Economía Social), es notorio un despliegue y

destinación de recursos focalizados para pro-

mover la asociatividad, la economía social y so-

lidaria, entre otras formas, bajo la modalidad de

empresa cooperativa, lo real es que el enfoque

dominante sigue siendo neoliberal. Lo que signi-

fica que consideran a la Economía Solidaria (y el

cooperativismo dentro de ella) como ‘una especie

de subeconomía paliativa, en donde los inadaptados al

mercado recuperan su empleabilidad convirtiéndose en

empresarios de ellos mismos a la espera de que la mano

invisible del mercado, una vez liberada de las rigide-

ces impuestas por el Estado intervencionista, vuelva a

proporcionarles un trabajo asalariado en las empresas

capitalistas, la únicas eficientes’16.

Cooperativismo y Tradiciones Políticas

La historia del movimiento cooperativo y mu-

tualista demuestra que como fenómeno social no

es patrimonio de una particular tradición política:

hubo ‘socialistas que pretendían una clase trabajadora

emancipada de facto (combinando la creación de em-

presas de trabajadores-propietarios con el sindicalismo

y la lucha político-parlamentaria); conservadores que

pretendían construir un muro de contención ante una

posible revolución socialista; anarquistas en favor de

un modelo de sociedad fundamentado en la autogestión

social; reformistas cristianos que han seguido los postu-

lados de la doctrina social de la Iglesia; nacionalistas

con visión de construir una nación igualitaria sin clases

sociales, etc.’17

El cooperativismo en Chile fue estandarte de

corrientes anarquistas y socialistas utópicas; par-

te del diseño de ‘socialismo tocopillano’ de Luis

Emilio Recabarren18; pilar en las políticas desa-

rrollistas para el mundo rural durante los gobier-

nos radicales, como herramienta de revolución

preventiva para el comunitarismo cristiano de los

sesenta (alineado con la Alianza para el Progre-

so);19 y modelo organizativo con el que se profun-

15. Expresión tomada del investigador José Tomás Labarca: Revista Idelcoop, Nº 218, ‘Cooperativas y estado subsidiario en el Chile posdictadura 1990-2015’, marzo de 2016. Enlace: http://www.idelcoop.org.ar/sites/www.idelcoop.org.ar/files/revista/articulos/pdf/revista-218-historia-1.pdf

16. Jean Louise Laville/Jordi García Jané ‘Crisis Capitalista y Economía Solidaria’ (2009).17. Joseba Azkarraga Etxagibel y Larraitz Altuna en ‘Cooperativismo, economía solidaria y paradigma ecológico. Una apro-

ximación conceptual’. (2012).18. Salazar, Gabriel, ‘Luis Emilio Recabarren y el Municipio Popular en Chile”.19. Alianza para el Progreso, Documentos Básicos. Enlace: http://www.memoriachilena.gob.cl.archivos2/pdfs/MC0016012.

pdf

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19

diza la reforma agraria para las clases populares,

campesinas y comunidades mapuche durante el

gobierno de Salvador Allende.

Transcurrida la dictadura y tras décadas de go-

biernos civiles, el arco de tradiciones políticas aso-

ciadas al cooperativismo sigue siendo múltiple. En

torno a ciertas cooperativas se organizan franjas

reaccionarias del empresariado agrícola, un grue-

so del sector es ambivalente entre posturas social-

demócrata y el antes descrito enfoque neoliberal,

así como surgen otras, abiertamente anticapitalis-

tas –como la Confederación de Cooperativas Tra-

sol20– que intenta complementar su actividad eco-

nómica y educativa con un desplegarse nacional e

internacionalmente imbricándose con las luchas y

resistencias políticas del continente.

Dentro de las corrientes –diremos– de corte

postcapitalista, los enfoques tampoco son uní-

vocos: sigue siendo palpable una visión román-

tica, que ve en las cooperativas la prefiguración

de la sociedad utópica futura; contrapuesta a otra

que arrancando del presente, ve en el cooperati-

vismo, más que una anticipación dogmática del

mundo21, la demostración práctica ‘con hechos, no

con simples argumentos, que la producción en gran es-

cala y al nivel de las exigencias de la ciencia moderna,

puede prescindir de la clase de los patronos’.22

Notas para una política cooperativa desde la

izquierda

Llegados a este punto, en una etapa de la his-

toria política de Chile en la que abunda la per-

plejidad, liviandad en las discusiones estratégi-

ca, alta capacidad de movilización y despliegue

comunicacional, pero desidia asociativa, resulta

conveniente relevar la cuestión de la mutualidad

y el cooperativismo como presupuesto para la

conformación de cualquier cultura política posi-

ble. Y para ello no es necesario ‘inventar’ la rueda.

Basta con leer las fuerzas dinámicas actuales que

brotan como resistencia y respuesta a la agresivi-

dad capitalista. Los problemas de la conducción y

orientación de la fuerza, del proyecto societal, de

la necesidad de una democratización de la eco-

nomía y reapropiación de las funciones públicas,

vendrán en tanto se va forjando y acrecentando la

fuerza propia en una nueva sociabilidad.

La izquierda que impulse una política coope-

rativista debe comprender que a dicha heteroge-

neidad se suman, día a día, un importante núme-

ro de cooperativas de trabajo del precariado cuya

única ideología es, por ahora, la de la necesidad.

Frente a la tentación de arropar la política coo-

perativista con discursos románticos y celebrato-

20. El años 2018 fueron anfitriones del III Encuentro Regional Sudamericano de Economía de Lxs Trabajadorxs, la cual contó con 300 representantes de Uruguay, Colombia, Brasil, Argentina y Chile.

21. Expresión utilizada por Karl Marx para referirse críticamente a las posturas socialistas utópicas. En carta a Arnold Ruge (1843).22. Marx, Karl. En Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores (1864).

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rios ideológicamente, no debe perderse de vista

que el objetivo estratégico relevante es mejorar la

posición organizativa de la clase trabajadora tanto

para mejorar su vida como para resistir los emba-

tes de un capitalismo que sólo sabe acelerar.

La nueva izquierda que impulse una política

cooperativa debe ser respetuosa de sus procesos

evitando toda práctica de suplantación o cliente-

lización. A los partidos de la nueva izquierda les

haría bien observar con atención y aprender so-

bre las nuevas formas de mutualidad y coopera-

ción que representan las tendencias actuales del

cooperativismo que huyen y responden a la in-

seguridad económica consecuencia del modelo

laboral chileno. Las que, sin proponérselo y segu-

ramente con un montón de errores y dificultades,

deben consolidar culturas organizativas, rutinas

colectivas para sobrevivir, a contrapelo de todos

los agresivos desincentivos para lograrlo. Muchas

fracasarán pero la fuerza de la necesidad, cierta-

mente, será partera de experiencias novedosas.

Si los partidos de la nueva izquierda se deciden

a construir contrapesos a la tendencia de consti-

tuirse como un híbrido entre agencia publicitaria

y productora movilizadora de adhesiones electo-

rales, bien le haría nutrirse de las fórmulas aso-

ciativas y sobre todo pedagógico-políticas que se

vayan asentando con cierto éxito.

La función de una política cooperativa desde

la izquierda en el ámbito de las reformas legales,

debe ser la de ensanchar los cauces para incre-

mentar la organización independiente de la clase

trabajadora: eso significa insistir con el sindica-

lismo y la defensa de los derechos colectivos del

trabajo y estimular las nuevas formas de coopera-

ción y mutualidad. Impulsar reformas democra-

tizadoras orientadas a edificar un entorno jurídi-

co (tributarios, formas de constitución) e institu-

cional, que inviten a la creación y conversión de/

en nuevas cooperativas, así como su mantención

en el tiempo. Las experiencias entre municipa-

lismo y cooperativismo sin duda entregarán im-

portantes enseñanzas. Una política cooperativis-

ta debe favorecer las posibilidades de federarse y

confederarse con tal que adquieran presencia en

la vida pública y aumente en intensidad sus tran-

sacciones intercooperativas.

Una izquierda que intente promover una po-

lítica cooperativa en serio debe sustraerse de la

proclama buenista, o peor aún, del discurso del

emprendimiento con responsabilidad social (que

inunda el mundo de los startup y las empresas b).

Debe reconocer a las fuerzas vivas del coopera-

tivismo y la nueva mutualidad como lo que son

y en buena parte serán: masas pujantes de tra-

bajadoras y trabajadores precarios que huyen de

la inseguridad económica y la desprotección la-

boral y que se encuentran tan ávidos como pre-

sionados a consolidar fórmulas asociativas para

cambiar su vida y cambiar la vida.

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¿Cómo socializar Uber?

Hacer de Uber una cooperativa de trabaja-

dores sería sorprendentemente sencillo.

Recientemente Mike Konczal generó un

fuerte impacto con un artículo que publicó

en The Nation titulado “Socialize Uber.” Su ar-

gumento era simple: la mayor parte del ca-

pital usado por Uber –los autos y el seguro

de estos– lo pagan los propios trabajadores y

aún así no reciben nada de las utilidades. (En

realidad es probable que Uber no genere uti-

lidades todavía, pero aún así logra reunir casi

dos billones de dólares al año de parte de los

trabajadores, los que derrochan mayormen-

te en marketing y lobby).

Por tanto la respuesta obvia se encuen-

tra en el título: socializar Uber. La compañía

debería funcionar como una cooperativa de

trabajadores. Sin embargo, sigue estando la-

tente una pregunta práctica: ¿de qué manera,

como preguntó Joe Weinsenthal de Bussiness

Insider en el muro de Facebook de Konczal, * h

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Por Seth AckermanArtículo aparecido en Jacobin.com el 4 abril de 2015*

Traducido por Francisco Larrabe

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lograr que Uber pase a ser un colectivo?

La manera más sencilla de hacerlo –como se

lo señalé a Weinsenthal ante su pregunta– sería

que las ciudades adopten códigos reglamenta-

rios que únicamente permitan el uso comparti-

do de vehículos por parte de empresas propie-

dad de los trabajadores. Por tanto Uber pasaría

a ser, sin ningún problema, un proveedor de

software.

Este tipo de restricciones no carecen de

precedentes. Muchos estados prohíben a las

corporaciones relacionarse en ciertos tipos de

cultivos; muchos impiden que compañías con

fines de lucro participen en ciertos tipos de ne-

gocios relacionados a los juego de azar y aseso-

ramiento crediticio; y restricciones federales a

la propiedad extranjera existen sobre una am-

plia variedad de industrias.

Suponga ahora que usted debía presentarle

este concepto –leyes municipales que requie-

ren que las compañías de servicio de transporte

privado sean cooperativas– a Travis Kalanick, el

amable CEO de Uber. Imagino que él se opon-

dría. Sin embargo, es un tanto complicado sa-

ber bajo qué fundamentos lo haría, pues Uber

siempre ha dicho que no contratan a sus chofe-

res. Más bien, los choferes son simplemente va-

lientes emprendedores; Uber solamente vende

un servicio que conecta a aquellos emprende-

dores con clientes por medio de un sofisticado

sistema de software patentado.

Uber le promete a los inversionistas obte-

ner grandes rentabilidades en poco tiempo,

pero también afirma que esas rentabilidades

solo representan un retorno por su tecnolo-

gía y por el riesgo que asumió en su innova-

ción. Sin duda alguna el dinero no proviene

de la explotación de los trabajadores de Uber.

¿Cuáles trabajadores? Por supuesto que no;

los choferes son meros socios de negocio de

Uber, y uno no puede explotar a su socio de

negocio.

Por ello, en este caso Kalanick no debería

oponerse a mi planteamiento. Una vez que

estas leyes sean aprobadas, Uber puede se-

guir vendiendo sus innovadores servicios de

software al precio que el mercado fije y que

asegure una total compensación por la tec-

nología y riesgo que ya están suministrados.

(O al menos Uber esperará que el mercado

sufrague ese precio.)

La única diferencia es que ahora Uber sí

estará realizando su negocio con verdaderos

socios: cooperativas de trabajadores que es-

tán en la libertad de comprarle el software y

servicio a la compañía (o a alguno de sus com-

petidores) en una transacción de negocio li-

bre mercadista. Serán ahora los trabajadores

quienes democráticamente fijen sus propias

tarifas, determinen sus propias reglas de tra-

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bajo y, por supuesto, se lleven las ganancias. Y

dado que Uber afirma establecer las tarifas pen-

sando en el mejor interés para los conductores,

no debería tener razón alguna para preocupar-

se por entregarles el control tarifario a ellos.

Como dijo alguna vez Marx respecto al ca-

pitalismo: “los dueños del capital deben encon-

trarse en el mercado con el trabajador libre, li-

bre en doble sentido: como hombre libre que

puede disponer de su fuerza de trabajo como

su propia mercancía, y que, por otra parte, al

no tener otra mercancía que vender, carece de

todo lo necesario para la realización de su fuer-

za de trabajo.”

Quizás en un tiempo más Uber, el dueño

del capital, podrá experimentar lo que es rela-

cionarse en ese tipo de transacción “libre”: en

este caso, encontrándose en el mercado con un

agente económico que posea toda la fuerza la-

boral necesaria para la realización de ese dinero.

O, para citar nuevamente a Marx, esta vez

dirigiéndose a una reunión de trabajadores de

1864 respecto a las cooperativas de trabajo:

“El valor de este gran experimento social

no puede ser sobreestimado. Mediante hechos

más que por argumentos, ellos han demostrado

que la producción a gran escala, y de acuerdo

con los requerimientos de la ciencia moderna,

puede realizarse sin la existencia de una clase

dominante contratando a una clase de obreros;

que para dar frutos, los medios de trabajo no

necesitan estar monopolizados como un me-

dio de dominación sobre –y de extorsión en

contra– el propio trabajador; y que, al igual

que el trabajador esclavo y el trabajador sir-

viente, el trabajador contratado no es más

que una forma transitoria e inferior destina-

da a desaparecer antes que el trabajador aso-

ciado ejerza su esfuerzo con mano volunta-

riosa, una mente lista y un corazón jubiloso.”

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LOS TRABAJADORES DEBERÍAN ESTAR A CARGO

Por Peter GowanArtículo aparecido en Jacobin.com el 17 de abril de 2015*

Traducido por Francisco Larrabe

Todos los días, empresas de capital se apo-

deran de otras empresas y las despojan por

completo. Sin embargo, existe una alternativa:

permitir que los trabajadores compren su lu-

gar de trabajo y lo administren por su cuenta.

A inicio de este mes, Univision anunció que

estaba vendiendo Gizmodo Media Group (una

compañía de medios digitales que incluye a los

antiguos sitios web de Gawker como Gizmo-

do, Kotaku, Splinter, Jezebel y The Root), así como

también Onion (incluyendo su sitio epónimo,

The A.V. Club, Clickhole y The Takeout) a la empre-

sa de capital de inversión Great Hill Partners.

No se han anunciado despidos para los

233 empleados sindicalizados en las dos

empresas. Sin embargo, trabajadores y con-

tribuyentes tienen probablemente razón al

preocuparse que algunos o todos los sitios

web verán despidos masivos o cierres a me-

dida que Great Hill busca despojar a las com-

pañías de sus partes más rentables mientras

desechan el resto. Después de todo, este es el

modelo de negocio de los capitales de inver-

sión, y sería ingenuo esperar algo distinto.

Pero, ¿y si hubiese una alternativa? ¿No

sería mejor que los trabajadores de Gizmodo

Media Group y Onion tuvieran el derecho a

* https://www.jacobinmag.com/2019/04/worker-ownership-private-equity-cooperatives

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bloquear la venta a Great Hill y comprar la em-

presa entre ellos, convirtiéndola en una empre-

sa propiedad de los trabajadores, con financia-

miento y asistencia técnica de parte del Estado?

De acuerdo con una nueva encuesta de You-

Gov Blue, encargada por Democracy Collabo-

rative, un grupo de investigación pro demo-

crático, el 69% de los estadounidenses dice que

sí: los trabajadores deberían tener el derecho a

comprar sus lugares de trabajo antes que cual-

quier otro comprador cuando estén a la venta

o programados para el cierre. Esto incluye la

absoluta mayoría de los Demócratas, Indepen-

dientes, e incluso los Republicanos. La encuesta

también muestra una mayoría absoluta entre

todas las generaciones y grupos raciales. Inclu-

so más sorprendente, únicamente el 10% de los

estadounidenses dice que se opone a darles a

los trabajadores el derecho de preferencia para

comprar sus empresas.

Ayer, Democracy Collaborative lanzó un

reporte que podría ayudar a que este derecho

se haga realidad. Ya existen precedentes en va-

rios lugares. Si se es inquilino en un edificio en

el distrito de Columbia y su propietario quiere

venderlo, usted tiene el derecho legal a unirse

con otros inquilinos y comprar sus hogares bajo

el mandato del Acta de Oportunidad de Com-

prar Para Inquilinos que faculta la ciudad (Te-

nant Opportunity to Purchase Act). De manera

similar, si se es trabajador en Italia y su lugar

de trabajo está siendo cerrado, usted tiene el

derecho legal de unirse con otros trabajado-

res y comprarlo bajo la legislación “Mancora”.

Ambas jurisdicciones proveen asistencia

técnica y financiera para este tipo de adqui-

siciones, y en ambos lugares las políticas han

estado en funcionamiento desde hace déca-

das, dándoles a decenas de miles de personas

la oportunidad de poseer sus hogares o luga-

res de trabajo.

En estos tiempos, cuando millones de

babyboomers dueños de pequeñas y media-

nas empresas se están retirando, generando

potencialmente despidos masivos dado que

las empresas cierran o son compradas por

empresas de capital, ¿es descabellado darle

a los trabajadores el derecho de intervenir

ellos mismo y poder decir, “vamos a comprar

la empresa, hacernos cargo de ella y adminis-

trarla”?

El concepto de un derecho de preferencia

sería un modesto pero importante desafío

frente a la absoluta autoridad de los dueños

a hacer lo que quieran. Mantendrían su de-

recho a escoger cuándo dejar las empresas,

fijar el precio de venta que deseen, pero se

les quitaría el derecho absoluto a cerrar una

empresa viable o venderla a una compañía

de capital de inversión liquidadora de acti-

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vos. Los dueños que están cerrando o vendien-

do una empresa lo hacen para comenzar una

nueva etapa en sus vidas. Pero sus trabajadores

son dejados atrás, por lo que deberían tener la

prioridad de controlar el futuro de la empresa.

El reporte de Democracy Collaborative pro-

pone que las compañías que están siendo ven-

didas o cerradas serían retenidas en un fidei-

comiso por un cierto periodo de tiempo. A los

trabajadores se les daría el derecho a escoger un

fiduciario, o de que se designe uno en su nom-

bre, y se les informará cuánto deben pagar para

ejercer el derecho de preferencia. Se les daría,

entonces, acceso a una gama de nuevas fuentes

de capital destinadas a llevar a cabo las transi-

ciones del cambio de mando, incluyendo unas

que mandatarían el pago no en forma de dinero

sino haciéndose cargo de necesidades sociales

por medio de la producción, cambiando las

prácticas de la empresa para ser más susten-

tables medioambientalmente, y/o corrigien-

do rezagos de discriminación o desigualdad

dentro de la empresa.

El fiduciario de los trabajadores prepara-

ría una propuesta de compra, y los trabajado-

res votarían si siguen adelante con el proceso

de compra. Dependiendo de la empresa, la

compra podría requerir una contribución de

parte de los trabajadores, pero también po-

drían acceder a un préstamo del sector pú-

blico con devoluciones basadas en el ingre-

so (de manera que los trabajadores con ba-

jos salarios no tendrían que pagar hasta que

tengan una mejor posición financiera). Esto

significaría un cambio respecto al modelo

Mancora de Italia, en donde los trabajado-

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res tienen que pagar por adelantado usando sus

beneficios de desempleo acumulados, lo que

podría causar pobreza extrema en situaciones

donde la compra de la compañía fracasa y los

trabajadores quedan sin empleo y sin una red

asistencial.

Esto no significa que toda empresa que esté

siendo vendida o cerrada sería comprada por

sus trabajadores. En algunos casos los trabaja-

dores podrían dar la aprobación al nuevo due-

ño propuesto. En otros casos, el cierre se podría

producir por razones del todo entendibles, y los

trabajadores decidirían que comprarla no me-

recería la pena dado el tiempo y esfuerzo. Sin

embargo, hoy en día pocos estadounidenses

concordarían en que cada una de las empresas

desmanteladas y clausuradas por buitres capi-

talistas estaba destinada a ese destino. Muchas

compañías importantes, rentables y viables han

sido destruidas, siendo posible rescatarlas, y

muchos trabajadores que pudieron haber que-

rido salvarlas, nunca tuvieron la oportunidad de

hacerlo.

Algunos podrían argumentar a favor de man-

tener las cosas como están. Son una pequeña mi-

noría, y deben cargar con el peso de explicar por

qué no confían en que los trabajadores puedan po-

seer buenas empresas, socialmente responsables y

democráticas. Ya existen miles de trabajadores en

todo Estados Unidos que poseen sus propias em-

presas en la forma de cooperativas. Esta política les

daría a millones el derecho de unirse a sus filas – ya

sea para salvar sus compañías, o porque creen que

pueden administrarla mejor que un comprador ex-

terno que podría no tener los mejores intereses.

El derecho de preferencia goza de un inmenso

apoyo popular, y los políticos que la apoyan podrían

obtener una gran aprobación de distintos sectores,

unificando a trabajadores de todas las razas, géneros

y partidos detrás de un nuevo derecho económico

que les entreguen un mayor control sobre sus futu-

ros. Lo llamamos libertad.

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EN TRE VIS TAS

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ChrisHopeesPhDenEstudiosdeDesarrolloporlaUniversidaddeCambridge.Sutesisdoctoral

seconcentróenelestudiodelaeconomíapolíticadeprocesosdecambioestructural,conflictos

entregruposdentrodelasociedadporelcontroldelaeconomíaycómopuedetransformarse

untipodeeconomíatradicionalconenfoqueenexportacionesderecursosnaturaleshaciauna

estructuraeconómicadiversificadaconmásinnovaciónytecnologíamásavanzada.

Participaste en el debate y construcción

de documentos respecto a estos y otros temas

dentro del Partido Laborista. En el marco de

la última gran transformación que ha tenido

el partido laborista con la asunción de Jeremy

Corbyn como líder. Queríamos saber sobre tu

participación dentro del partido y el contexto

de transformación del Partido Laborista ac-

tual, ¿cuál es tu visión al respecto?

Me convertí en miembro del Partido La-

borista cuando Jeremy Corbyn se convirtió en

líder. Antes era parte del Partido Verde (Green

Party) de Inglaterra. Como miembro he parti-

cipado en varias cosas pequeñas. Lo más gran-

de fue participar en el equipo de investigado-

res/as que escribió el informe Alternative Models

of Ownership (Modelos Alternativos de Propiedad).

Fui redactor jefe del informe.

La elaboración de este informe fue muy

importante en el contexto de la transición del

Partido Laborista, pues instalamos ideas y debates

con el liderazgo y respaldo de John McDonnell

quien es el número dos de Jeremy Corbyn (en

Inglaterra lo llamamos “Shadow Chancellor

of Exchequer”, que es el jefe de políticas

económicas del Partido Laborista). Él, al igual

que Corbyn, son parte del ala izquierda del

Partido Laborista, que fue muy territorial

hace años, y reinstalaron ideas que el Partido

Laborista no había dicho desde hace cuarenta

años, aproximadamente. Hablamos sobre la

posibilidad de usar propiedad nacional (pública)

en algunos sectores del poder corporativo

privado y destacar el papel de los municipios

en el proceso de desarrollo económico, social

y cultural. En definitiva, más poderes a las

municipalidades para dirigir las cuestiones

económicas dentro de su territorio.

En la elaboración de ese informe que se

propuso por parte de John McDonnell, ¿se

dio alguna discusión respecto a la tradición

del Partido Laborista, se intentaron incor-

porar modelos anteriores o se construyó

como algo novedoso dentro de la tradición

del partido?

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Es indispensable hablar de lo que ha pasado

con la propiedad nacional o pública y las coope-

rativas en Inglaterra, por dos razones: 1) Siem-

pre es importante reflexionar sobre la historia

económica de un país y 2) Porque obviamente

se cometieron errores en la manera en que es-

tos sistemas funcionaban en 1950-60, y eso es

una de las cosas que hace muy bien el informe:

hay una reflexión sobre qué fue bueno sobre

este sistema y cuáles fueron los asuntos y cómo

podemos navegarlos en una manera más efec-

tiva. Aunque cabe agregar que este sistema de

post guerra es mejor que el vivido en la Inglate-

rra de los últimos 30 años. No obstante, no po-

demos idealizar el pasado. Esa es una cosa que

me gusta mucho sobre lo que están tratando de

hacer en el partido laborista. En este sentido, el

informe tiene mucha información sobre ejem-

plos exitosos en otros países hoy en día. Como

por qué hay empresas nacionales que están ha-

ciendo trabajos excelentes en Singapur, o en Ja-

pón. O por qué hay cooperativas en Alemania

que están funcionando de una manera más exi-

tosa y son modelos no considerados en Inglate-

rra. También por qué en la misma Alemania las

empresas nacionales (públicas) de los trenes son

buenas, o mejores que las empresas privadas de

Inglaterra y cómo fueron estas empresas antes,

etc.

Dentro de esta revaloración de las empresas

nacionales, como decía, se buscó no ideali-

zar el pasado y se sostuvo que en el gobierno

de estas empresas, y más en su actualidad, se

presenta una escasa interacción entre los tra-

bajadores y los “empresarios” en el marco del

gobierno de las empresas. Este punto es algo

que es necesario abordar y el informe va en

esa dirección.

En el marco de estos debates ¿cuál es tu

mirada del actual Partido Laborista?

Dentro del Partido Laborista hoy en día

hay más o menos dos bloques. Uno que es

el sector de la izquierda que está regenerán-

dose y que tiene control de la dirección del

partido, pero todavía existe un bloque del

ala derecha del partido que con Tony Blair

como figura destacada en su momento tuvo

un control hegemónico casi sin contrapesos

internos. Este bloque aún es importante den-

tro del parlamento, porque todavía hay va-

rios o muchas personas que son miembros

del Partido Laborista, y ellos, con motivos

esperables, no están muy felices sobre lo que

está pasando.

Pero la verdad es que en la sociedad en

general, y en la base del partido, tanto el in-

forme como la dirección de izquierda del

partido, está siendo muy bien recibida. Por

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ejemplo, en el Financial Time escribieron va-

rios artículos sobre estos temas como la propie-

dad nacional, y lentamente comienza a gestar-

se una mayoría de personas en Inglaterra que

están a favor de la nacionalización del agua, la

energía, los trenes, correo, etc.

Aquí en Chile, para cierta izquierda, toda

empresa es algo negativo. Pero hay otra posi-

ción de izquierda que dice que el problema de

las empresas es su diseño. ¿Cómo diseñarlas

para hacerlas más democrática o autoritarias?

Sí. Tenemos más o menos las mismas dis-

cusiones en Inglaterra, según yo. Hay personas

dentro del Partido Laborista que están en con-

tra de las empresas, y probablemente de una

manera que es dramática; pero esa no es la po-

sición de buena parte del partido y menos de

Jeremy Corbyn y John McDonnell, y creo que

este último ha impresionado a muchas perso-

nas del, digamos, centro del partido, ya que sus

propuestas están basadas en muchas investiga-

ciones y, por decirlo de alguna manera, la radi-

calidad de las propuestas es precisamente que

son posibles de realizar y no son ideas sueltas o

tomaduras de pelo.

Corbyn, McDonnell y el partido no están,

en general, proponiendo el fin de las empresas

privadas. Son críticos, obviamente, sobre cómo

funcionan, y como en Chile, también hay va-

rios escándalos sobre los vínculos entre em-

presas grandes y el gobierno –corrupción–,

pero no están diciendo que necesitamos un

país solo de cooperativas porque en el infor-

me, y en otros informes que hay, se mencio-

nan cosas buenas que pueden ser del sector

privado. Entonces sí, es más como lo has des-

crito: hay, obviamente, maneras en que el sis-

tema puede ser mejorado como los salarios,

el control entre los jefes y los trabajadores/as,

regulaciones sobre el medio ambiente y más

o menos regulando cómo el sector privado

puede interactuar con el gobierno. Creo que

esa es una cosa buena que ha hecho el Parti-

do Laborista; no quiero decir que es pragmá-

tico, pero es una filosofía o perspectiva sobre

como de verdad puede funcionar la econo-

mía en 5, 10, 15 años, y si de verdad podemos

hacer algunas de las transformaciones que

queremos.

¿Cuál es tu visión de la situación política

en Inglaterra en la actualidad? ¿De qué ma-

nera crees que se pueda proyectar el Partido

Laborista actual, con sus tensiones internas,

la situación del Brexit, [respecto a] las refor-

mas eventuales que se puedan hacer? ¿Hacia

dónde crees que va Inglaterra?

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Pues siempre es difícil dar predicciones so-

bre cualquier país, pero creo que es más difícil

en Inglaterra hoy en día que quizás otro país del

mundo: por el tema del Brexit. Las cosas siem-

pre están cambiando día a día, y la verdad es

que es muy difícil saber si vamos a tener Bre-

xit, si vamos a tener otro referéndum, cuánto

tiempo vamos a demorar el proceso. El Brexit

ha sido un tema muy difícil para el Partido La-

borista – también para los conservadores. Para

el Partido Laborista es difícil porque 35% de sus

simpatizantes votaron a favor del Brexit, y 65%

en contra. Además Jeremy Corbyn es un euroes-

céptico (Eurosceptic). Mi opinión es que si él no

fuera líder del partido, creo que hubiera estado

contra el Brexit, pero era su obligación, como

líder, apoyarlo. Ese es un sentimiento muy crí-

tico en Inglaterra, y por eso hay un poco de re-

sentimiento sobre Corbyn y su equipo en su

papel en el Brexit…

¿La figura de Corbyn está más legitima-

da que cuando asumió o es mucho más ro-

busta?

Hay menos opiniones críticas en los pe-

riódicos. No es que sea muy popular, pero

nadie es popular en Inglaterra (risas)… ni

Corbyn ni Theresa May. Y como las encues-

tas sobre apoyo por los partidos, el Laborista

lo está haciendo bien, con 40% que es más o

menos lo mismo que los Tories 1, los conser-

vadores.

Pero él ha construido una base más fuerte

que la que tenía hace dos años. Todo esto fue

mucho, mucho trabajo, y muy bien hecho.

1. Tory o tories. Término coloquial para referirse a los conservadores.

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FelipeCorreaMautz es economista, consultor de la Comisión Econó-

mica de América Latina y el Caribe (CEPAL) y miembro de Estudios Nueva

Economía. Es autor de varios artículos en economía política en revistas

como Economía y Desarrollo y El Trimestre Económico. Autor, en conjunto

con José Cademártori y Jan Cademártori, del libro La humanidad sobran-

te: Una indagación sobre el desempleo (Editorial Universidad de Santiago

de Chile, 2014).

Industria textil chilena; créditos a www.memoriachilena.cl

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37

Felipe Correa.Economía, empresas

y desarrollo localEntrevista por Mauricio Rifo

Con el objetivo de comprender de mejor

forma tus estudios en economía sería impor-

tante para el lector que nos explicaras algunos

conceptos que cruzan tus investigaciones. Por

ejemplo, temas como economía local, estruc-

turas productivas o formación en economía.

¿Por qué has ido perfilándote en estos temas de

investigación?

La economía es una gran área de estudios

de las ciencias sociales que tiene múltiples sub-

áreas. En este amplio espectro, la economía lo-

cal y el concepto de estructuras productivas co-

rresponderían a la sub-área del desarrollo eco-

nómico, que es un campo que se desarrolló

más fuertemente a partir de la segunda mitad

del siglo XX, pero con una idea que incluso

puede rastrearse hasta los inicios de la disci-

plina llamada economía, con quien podría ser

considerado el padre de la economía –Adam

Smith– y que, paradojalmente, era un filóso-

fo moral. Digo paradojalmente porque hoy

dentro de la economía como disciplina hay

un gran número de investigadores que des-

conocen el componente moral, ético o nor-

mativo que tiene la economía, y la asimilan

más a otras ciencias no sociales como la físi-

ca o la biología. El interés por la formación

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de los economistas vino a mí inicialmente por

esto mismo, porque durante mi formación, al

igual que muchos otros, me di cuenta que había

algo equivocado en cómo se estaba enseñando y

practicando la economía. Con el paso del tiem-

po me di cuenta de esto que es fundamental, es

decir, que la economía es una subdisciplina de

la filosofía, y que para hacer economía de forma

correcta uno debe ser consciente de los presu-

puestos filosóficos con los que está trabajando.

El mismo concepto de desarrollo del que ha-

blábamos tiene un trasfondo filosófico, que es

teleológico. La pregunta principal del desarro-

llo es desarrollo “para qué”, o desarrollo “hacia

dónde”. Otras preguntas también más de fondo

son “qué es lo que se desarrolla” o qué signifi-

ca el concepto de desarrollo en sí. O qué enten-

demos por desarrollo, o qué queremos que sea.

Todas estas preguntas son las más importantes y

las que, también paradójicamente, están menos

claras en general.

Dices que el “desarrollo” tiene un trasfon-

do filosófico que es teleológico y que lo impor-

tante sería preguntarse el para qué o el hacia

dónde va este desarrollo, en ese marco, y como

una corriente marginal dentro del área, exis-

te un número de investigadores/as y activistas

que promueven modelos de “decrecimiento”.

Algunas críticas sostienen que más allá de la

discusión de los limites ambientales del pla-

neta, lo que sustenta estos modelos es una

“vuelta a situaciones civilizatorias previas

a la expansión capitalista mundial”, siendo

una suerte de guante reverso del desarrollo

como horizonte ideal sin límites contrapo-

niendo una hipotética comunidad origina-

ria ideal o incluso una suerte de discurso

irradiado por las potencias económicas para

que economías menores no pretendan ho-

mologar procesos de desarrollo económico

más complejos. En tu mirada, ¿qué te parece

este debate?, ¿habría que preguntarse decre-

cimiento para qué o hacia dónde, también?

La propuesta del decrecimiento es intere-

sante porque pone en discusión el concepto

de crecimiento económico, que no debe con-

fundirse con el concepto de desarrollo eco-

nómico. El desarrollo, a diferencia del creci-

miento, puede ser entendido como algo que se

“des-enrolla”. En portugués, desarrollo se dice

desenvolvimiento, que viene de “des-envol-

ver”. Este des-enrollar y des-envolver remiten

a la idea de que hay algo que está “enrollado”

o “envuelto”, y donde la tarea sería liberarlo

de la envoltura o hacer que esto que está en-

rollado se manifestara en todo su esplendor,

no enrollado como si estuviera aminorado.

Pero lo importante aquí es que esta cosa que

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está enrollada o envuelta, ya existe. En ese sentido,

una concepción más profunda del desarrollo en-

tiende que no hay nada que modificar en eso que

está envuelto o enrollado, sino que simplemente

hay que encontrar los mecanismos para que eso se

manifieste tal como es. Esta forma de entender el

asunto se parece al concepto de desarrollo huma-

no planteado por algunos filósofos y economistas,

fundamentalmente a partir de la década de los 80.

Y hoy tiene que ver con mediciones que comple-

mentan las de valor agregado en las que se basan

las nociones de crecimiento económico.

De acuerdo con tu mirada, de estas distincio-

nes teóricas emergen problemas claves para en-

tender una economía actual. De ellos destacan

la relación entre municipios y desarrollo local o

estructuras productivas y desigualdad. ¿Por qué

consideras que estas relaciones pueden aportar

al pensamiento de la economía actual?

La ciencia en general, y la economía, buscan

siempre encontrar las relaciones entre las cosas.

Hablo de la ciencia en tanto episteme, es decir,

ciencia verdadera, no anclada al concepto positi-

vista de ciencia. En este sentido, la ciencia y todo

lo que se dirija al conocimiento de las relaciones

aspira a encontrar la unidad de las cosas, a través

de las relaciones. En un entendimiento más pro-

fundo, la ciencia muestra que todo está relaciona-

do, todo está unido entre sí. La tarea de los inves-

tigadores es entonces dilucidar la manera en que

estas relaciones ocurren y se manifiestan. Los ca-

sos que tú mencionas son ciertamente relevantes y

hay bastante investigación en eso, sin ser las únicas

relaciones que importan, obviamente. Lo que a mí

me parece más entretenido de estas relaciones es

que buscan vincular la economía con la politología

y la sociología, que son otras ciencias sociales her-

manas que no siempre han estado tan hermana-

das con la economía. Pero yo observo que lo están

cada vez más. El tema del desarrollo económico

local es importante porque tiene que ver con la

administración de la polis, que es el origen de la

ciencia política, y es un espacio clave que los países

de América Latina podrían fortalecer, y no nece-

sariamente lo han hecho. Y es clave porque es un

espacio privilegiado para desarrollar el principio

democrático, el principio de participación política

activa, del ejercicio de la ciudadanía. Esto es mu-

cho más difícil de lograr a niveles más altos, como

cuando hablamos de políticas a nivel de Estados.

Una línea de interés que has investigado es la

formación de los economistas chilenos. En este

sentido, ¿cómo los evalúas? ¿Qué aspectos te pa-

recen más problemáticos?

Los economistas chilenos tienen un muy buen

nivel, incluso en una comparativa internacio-

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nal. Un aspecto central es que, para bien o para

mal, la comunidad de economistas académicos

de Chile sigue el patrón que imponen las que

son consideradas las mejores universidades del

mundo. Esto implica que hablar de lo virtuoso

y lo vicioso que tienen los y las economistas en

este país, sea lo mismo que hablar de estos as-

pectos en la disciplina económica mundial. Chi-

le nunca se ha distinguido demasiado por ser un

país innovador, y esto se aplica también al ámbi-

to de las ideas.

De todas maneras, hay cosas interesantes que

están pasando en la comunidad de economistas

chilenos, y es que se están abriendo líneas de in-

vestigación diferentes, más empíricas, con mé-

todos más novedosos y menos conservadoras

en cuanto a lo teórico. Pero de nuevo, estas son

también tendencias mundiales. Un aspecto pro-

blemático, yo creo, no tiene tanto que ver con

los economistas en sí, sino con el ambiente en

que los economistas locales se mueven. En par-

ticular, no me parece nada correcto la influencia

que tienen las grandes corporaciones en las fa-

cultades de economía del país, particularmente

en la publicidad que existe dentro de ellas. La

salas de clase de la Facultad de Economía de la

U. de Chile tienen nombres de estas corpora-

ciones, porque son las que han donado dinero.

La Facultad de Economía de la U. Católica tiene

también publicidad de estas corporaciones den-

tro de sus aulas. Esto resta los necesarios gra-

dos de libertad para la ciencia y el desarrollo

de las ideas, es una intromisión moralmente

inaceptable, desde mi punto de vista. Es una

influencia que actúa a través del subconscien-

te en los estudiantes y en toda la comunidad

académica y, posiblemente, también amarra

en alguna medida las decisiones que toman

las autoridades, las que por miedo a no per-

der el favor del dinero de estas corporaciones,

podrían tomar ciertas decisiones contrarias a

lo que indica la razón.

A la comunidad de economistas de la U.

Católica yo les diría, por ejemplo, que no se

puede servir a la ciencia y al dinero al mis-

mo tiempo. Pero el problema no se agota ahí,

porque este desvío hacia el poder del dinero

es producto de un abandono de lo público,

del financiamiento público de las universida-

des. Pero también a la competencia que se ha

producido entre ellas y la necesidad de captar

más dinero para competir en mejores condi-

ciones. Entonces es un problema muy estruc-

tural, aunque de todas maneras hay cosas que

se pueden hacer.

En tus investigaciones emerge el rol de

las empresas en el desarrollo local. En este

sentido, la empresa como institución que

condensa una serie de procesos productivos,

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ha sido un foco de discusión por parte de la iz-

quierda chilena e internacional desde diver-

sas posiciones. Una de esas posiciones, en una

descripción caricaturizada, sostiene que la em-

presa, por constitución, es producto del capita-

lismo y como tal sujeta a su destrucción y otra

que sostiene que la empresa está, como toda

institución, sujeta a las condiciones de diseño

que la estructuran por lo que sería posible, por

ejemplo, democratizar las empresas actuales.

¿Cómo te posicionas ante estas distinciones?

¿Conoces cómo la discusión sobre la empresa

ha ido cambiando en la izquierda? Así como

las economías son diseños políticos, para ti, ¿las

empresas también lo serían?

Bueno, vamos tocando de cada tema un poco,

¿está bien? Para responder esta pregunta habría

que partir diciendo que el origen de la palabra

economía es la empresa. Porque la palabra eco-

nomía deriva del griego oikonomía, que puede

traducirse como la administración del hogar o

la hacienda, que es la empresa antigua. Antes no

se hacía esa diferencia entre la empresa y el ho-

gar, eran la misma cosa, como también lo son

hoy para los pequeños campesinos que trabajan

junto a sus familias en la transformación de los

productos que da la naturaleza. Y, por otro lado,

lo que hoy llamamos economía puede caber en

lo que antes llamaban política, que era la gestión

de la ciudad o polis. Para mí, la economía y la

política son esencialmente lo mismo, y solo se

distinguen ambos conceptos por el tamaño.

Platón en uno de sus últimos diálogos llega a

decir incluso que, entre la administración de

un gran oikos y de una pequeña polis, prácti-

camente no hay diferencia alguna. Y yendo

a tu pregunta, entonces, si la política es una

forma de organización basada en ciertas con-

cepciones filosóficas como justicia, virtud o

felicidad, entonces la economía entendida

como empresa también lo es. El punto, nue-

vamente, es establecer cuál es el propósito de

la empresa hoy, y si son los mismos que ha es-

tablecido la filosofía política para los sistemas

políticos, entonces se debería esclarecer qué

entendemos por este propósito, que podrían

ser la justicia, la virtud, o la felicidad, entre

otros. De nuevo, el punto está en el propósito.

En el marco anterior, ¿cómo valoras la re-

lación entre instituciones políticas y econó-

micas como municipios y empresas priva-

das? ¿Te parece que pueden aportar al bien-

estar social? Si es así, ¿bajo qué condiciones?

Es interesante tu pregunta porque, efecti-

vamente, hay ciertas condiciones que posibi-

litan que la relación entre instituciones polí-

ticas y económicas pueda contribuir al bien-

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estar social, y no al malestar social, que también

puede darse. Si, por ejemplo, sucede que los go-

biernos locales son capturados por empresas -o

los gobernantes son capturados por los empre-

sarios-, entonces eso definitivamente contribui-

rá al malestar social. Si una municipalidad lle-

va mal una empresa pública, eso también con-

tribuye al malestar social. Si un gobierno local

bloquea la iniciativa de las empresas, lo mismo.

Entonces, lo que se debe buscar es una relación

virtuosa entre ambos niveles, entendiendo que

las empresas no son ‘los malos’ y los gobiernos

‘los buenos’, ni tampoco lo contrario. Más bien,

ambos pueden servir al bienestar social, que es

la búsqueda del bien común. Una condición bá-

sica para que esto suceda, es que se incorpore un

tercer elemento que es la ‘sociedad civil’, como

algunos le han llamado. A nivel nacional, este

tercer elemento completa la tríada Estado-Mer-

cado-Sociedad, que se replica también a nivel

local. El elemento de sociedad civil es también

llamado de ciudadanía, en referencia a la perte-

nencia a la ciudad, que es un concepto que vie-

ne del latín civitas e involucra la existencia de un

contrato social. Puede ser entendido también

como la incorporación del principio democráti-

co, a lo que actualmente se le denomina demo-

cracia participativa o democracia deliberativa.

Entonces, a nivel local, la relación gobierno-em-

presas debe también incorporar este tercer ele-

mento, que puede entrar en forma de las or-

ganizaciones de la sociedad civil, o de la par-

ticipación activa de los ciudadanos de forma

individual. Ambos tipos de participación son

válidos. La transparencia de la gestión polí-

tica, por ejemplo, mediante mecanismos de

gobierno abierto y la rendición de cuentas a

la ciudadanía, son prácticas muy importantes

de profundizar para este objetivo. Lo clave,

en el fondo, es entender que las instituciones

políticas y económicas son parte de una co-

munidad, y que de esta comunidad también

participan otros que no son ni gobierno ni

empresas, y que es siempre importante cono-

cer su punto de vista sobre los asuntos del de-

sarrollo, justamente porque también son par-

te de la comunidad. Lo clave es la creación de

comunidad, de una colaboración de diferen-

tes niveles y funciones, unidas por un mismo

propósito –de nuevo el tema del propósito–.

Propósito que en una comunidad sería la bús-

queda del bien común.

¿Y finalmente, qué opinión tienes de la

situación política chilena? Y si consideras

pertinente, ¿qué te parecen las actuales valo-

raciones de gobiernos municipales como los

de Jorge Sharp o Daniel Jadue?

Ambas experiencias son muy positivas

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e interesantes, cada una con sus características

propias. Lo que ha hecho la Municipalidad de

Recoleta, liderado por su alcalde, tiene más que

ver con recuperar el rol histórico del gobierno

local como agente activo del proceso de desa-

rrollo. Por otro lado, la Municipalidad de Valpa-

raíso, con el poco tiempo que lleva la alcaldía de

Jorge Sharp, se ha caracterizado por un cambio

en el modo en que se enfrenta el desarrollo, más

orientado a una filosofía bottom-up, en compara-

ción a la visión top-down que había sido el sello

de las administraciones anteriores, y que se rela-

ciona a la hipótesis del “chorreo”. Sin embargo,

más allá de estas dos buenas experiencias, me

parece importante que recordemos que existen

en Chile 345 municipalidades, y que hay muchas

buenas experiencias de las cuáles aprender, más

allá de estas dos, sobre todo en temas puntuales.

Hay muchas municipalidades que, con pocos re-

cursos, logran hacer muchas cosas, tanto por la

motivación de sus funcionarios como por la ca-

pacidad del alcalde o alcaldesa de tener un buen

liderazgo. Hay municipalidades, por ejemplo

Lautaro, Pucón, Puerto Montt o Villa Alemana,

que llevan haciendo presupuestos participativos

de forma consecutiva por muchos años, meca-

nismo que es una de las formas de asignarle im-

portancia al principio democrático. O munici-

palidades como Iquique, Coquimbo, Valdivia o

Coyhaique donde los Consejos de Organizacio-

nes de la Sociedad Civil funcionan muy bien,

y donde se tocan y elaboran temas de largo

alcance, incluyendo temas de desarrollo eco-

nómico relacionados a la comuna. Estas son

formas de vincular el principio de autoridad

con el principio democrático, lo que posibi-

lita un buen gobierno de la ciudad. Y esto es

necesario de rescatar porque cada comuna es

un micro-cosmos con características particu-

lares. Pueden aplicarse principios generales

para los procesos de gobernanza que son los

derivados de la filosofía política, pero cada co-

muna tiene sus prioridades propias, tiempos

y formas de hacer las cosas de forma particu-

lar, lo que depende en gran medida de la cul-

tura de cada lugar. Esto no significa que se va-

liden prácticas como la corrupción o el clien-

telismo. Más bien, quiere decir que en alguna

comuna el cuello de botella puede estar en el

tema medioambiental, en otra en el tema de

empleo, en otra en el tema de planificación

urbanística, etc. Por eso, ver municipalidades

que lo han hecho bien en ciertos temas puede

ser de ayuda, pero trabajar en las prioridades

y procesos específicos de cada comuna es un

requisito absoluto para mejorar el bienestar

de la población, que es el objetivo último de

la política.

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Ilustración de Gerard DuBois, www.gdubois.com

ElizabethAnderson es una distinguida profesora de Filosofía y Estudios de

la Mujer John Dewey de la Universidad de Michigan. Autoras de libros como

Private Government: How Employers Rule Our Lives (and Why We Don’t Talk

about It); Imperative of integration; Value in ethics and economics, entre otros.

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Mercado y estado de derecho en las empresas

contemporáneas.Entrevista a Elizabeth

AndersonPor Mauricio Rifo y José Miguel Ahumada

En diversos textos usted sostiene que entre mediados del siglo XVIII y la Gue-

rra Civil estadounidense tenía sentido hablar del libre mercado como parte de

un proyecto político de izquierda. ¿Puede explicarnos aquello? ¿Ha cambiado el

mercado desde ese entonces?

Los teóricos del libre mercado de los siglos XVII y XVIII, y en Estados Uni-

dos durante la guerra civil de 1860-1864, eran completamente opositores al mo-

nopolio y sistemas de trabajo sin libertad como lo son la esclavitud, el peonaje

por deuda y la servidumbre por contrato. Ellos creían que si el trabajo era libre y

los monopolios (especialmente en la posesión de tierra y la industria) abolidos, la

competencia suministraría capital al productor más eficiente, que era el pequeño

agricultor independiente o el artesano dueño de su propio capital. El trabajo asa-

lariado sería solo una condición temporal, una ayuda para los jóvenes trabajadores

hacia la posesión y operación de sus propios negocios. Dado que un individuo que

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trabaja manualmente su propio stock de capital no puede generar mucho más ca-

pital que los demás (incluso el arador más eficiente no puede arar mucho más que

otro), las desigualdades en cuanto a posesiones serían pequeñas, y la competencia

perfecta prevalecería. Estados Unidos fue el principal lugar donde se persiguió este

sueño de libre mercado, ya que la tierra no estaba atada a una clase aristocrática.

Abraham Lincoln, presidente durante la Guerra civil, llevó a cabo su campaña pre-

sidencial de 1860 bajo dos promesas: (1) antiesclavismo: prohibir la expansión de

la esclavitud dentro de los territorios de Estados Unidos, y restringir drásticamente

sus operaciones en los estados esclavistas mediante la supresión de todo recono-

cimiento federal de la esclavitud, y (2) entregar lotes de terrenos en los territorios

a todo aquel que estableciera una granja. En el discurso de su campaña de 1860,

Lincoln equiparó el trabajo libre con el trabajo independiente, y argumentó que

el objetivo de una sociedad de libre e iguales era universalizar el empleo indepen-

diente, al menos para los hombres. Por supuesto que esto dejó fuera a las mujeres y

a las numerosas tribus indígenas americanas cuyas tierras habían sido brutalmente

confiscadas. Sin embargo, en lo abstracto, la idea de un empleo independiente uni-

versal, si pudiera ser alcanzada de manera no violenta y sin explotación para nadie,

ofrece una visión de lo que una sociedad libre de iguales debería ser, consistente

con mercados libres.

La Revolución Industrial echó por la borda toda esperanza de realizar esta vi-

sión de sociedad. El cambio tecnológico condujo a un sistema en donde la unidad

de producción más eficiente era vastamente mayor de lo que imaginaron los pri-

meros defensores del libre mercado: una fábrica, una carretera u otra gran empre-

sa en donde muchos trabajadores asalariados participaban en equipo de produc-

ción, trabajando con un gran stock de capital. Los pequeños artesanos y granjeros

fueron llevados a la quiebra y reducidos a trabajadores asalariados. Nada de esto

fue anticipado por ninguno de los primeros pensadores del libre mercado, inclu-

yendo, incluso, a Adam Smith, quien escribió antes que el sistema de fábricas fuese

puesto en marcha.

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De acuerdo con su punto de vista, hoy en día las personas han olvidado que

los lugares de trabajo son una forma de “gobierno privado”. En este sentido, ¿por

qué deberíamos de mirar las relaciones de poder en los lugares de trabajo como

una forma de gobierno despótico y no como algo que simplemente emerge pro-

ducto del contrato libre entre iguales?

El contrato de trabajo es simplemente el vehículo por medio del cual los tra-

bajadores entran en una relación de poder subordinada con respecto a los dueños

de la empresa y sus agentes designados: miembros de la mesa directiva, ejecutivos,

administradores. Dentro de la empresa, la relación laboral es una relación de do-

minación y sujeción, no de equidad. Es obvio que los jefes den órdenes a los traba-

jadores y no al revés. Los jefes tienen el poder de contratar, promover y despedir,

establecer las condiciones laborales y tareas que se requieran, y limitar las liberta-

des de los trabajadores durante las horas laborales.

En Estados Unidos, a diferencia de la mayor parte de Europa, el contrato la-

boral por defecto está regido por el empleo a voluntad: la idea de que el empleador

puede contratar y despedir a un trabajador por la razón que sea. Hay pocas res-

tricciones sobre su poder, la mayoría limitadas a casos de discriminación. Por lo

demás, su poder es tan arrollador, que incluso se puede extender a la vida personal

del trabajador. Trabajadores en Estados Unidos han sido despedidos porque sus

empleadores no aprueban sus decisiones personales concernientes al matrimonio,

sexualidad, recreación y apoyo a candidatos políticos. Esto es tiránico. A este tipo

de relaciones las defino como “gobierno privado” porque los empleadores rigen

las vidas de los trabajadores, y lo hacen sin rendir cuenta alguna a los trabajadores

respecto a su forma de gobernar. El gobierno privado es arbitrario y no es no rinde

cuenta con quien es gobernado.

La afirmación que estas relaciones desiguales son un producto de los contratos

libres, es una ilusión, porque el estado ha establecido los términos del contrato la-

boral en la estructura de la ley laboral. El empleo a voluntad es una regla definida

por el estado, quien le entrega todo el poder al empleador. Una vez que le ha sido

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depositado el poder, el empleador tiene una enorme ventaja de negociación sobre

el trabajador, y poca iniciativa para negociar poder con la mayoría de los trabaja-

dores. Solo aquellos con talentos muy escasos y valiosos pueden opinar respecto a

las condiciones de su trabajo bajo la ley estadounidense, a menos que pertenezcan

a un sindicato, los cuales solo cubren a un 6% de los trabajadores del sector privado.

Yo no describiría la relación laboral de los países de la Unión Europea como

despótica. La mayoría de los trabajadores en Francia, por ejemplo, están repre-

sentados por un sindicato. La codeterminación y la administración conjunta de la

empresa por parte de los trabajadores y representantes de los intereses de capital

existen en muchos países de la UE, sobre todo en Alemania. Las leyes laborales de

la UE ofrecen autonomía y protecciones mucho más fuertes a los derechos del tra-

bajador, que lo que goza el trabajador estadounidense. El empleo a voluntad no es

el término establecido de la relación laboral en la UE.

La libertad y la autonomía son elementos constantes que aparecen en su tra-

bajo. Usted ha argumentado que previo a la Revolución Industrial existían de-

mandas claves en las luchas progresivas contra los monopolios y a favor de libre

mercados administrados por productores autosuficientes. Hoy en día, sin em-

bargo, el libre mercado no puede garantizar libertad y autonomía, a pesar de que

todavía se justifica en nombre de dichos valores. ¿Nos puede decir qué entiende

usted por libertad y cuánto difiere de la definición que tiene el liberalismo con-

temporáneo?

Entiendo la libertad en términos de relaciones sociales. Es mejor entendida en

términos de su contrario – la condición de no libertad. En la descripción republi-

cana clásica, la condición de no libertad significa estar sujeto a la arbitraria voluntad

de otra persona (esta podría ser una persona corporativa, como es el caso de una

empresa). Claramente, la relación laboral por defecto en Estados Unidos satisface

esta definición de no libertad. La libertad, por tanto, requerirá de la remoción del

poder arbitrario. Yo no contrastaría, necesariamente, esta definición con la de los

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liberales clásicos del siglo XVIII, o con la de J.S. Mills en el XIX, o con la de liberales

de izquierda del siglo XX como John Dewey y John Rawls. Ellos apreciaban la de-

finición republicana de libertad. Sin embargo, la teoría neoliberal y libertaria con-

temporánea concibe la libertad en términos de libertad de alienación contractual,

incluyendo la alienación de autoridad sobre uno mismo con respecto a otro que la

ejerce arbitrariamente. Esta es la fórmula para la generación de gobierno privado,

que en definitiva es una tiranía privada.

¿Qué podemos hacer ante el desbalance de poder entre jefes y trabajadores,

capital y trabajo? Si las empresas son dictaduras privadas como usted afirma,

¿qué tipo de medidas se requieren para “democratizarlas”?

Yo sugiero 4 estrategias para asegurar la libertad de los trabajadores:

1- Aumentar las opciones de salida de los trabajadores, incluyendo la abolición

de cláusulas no competitivas en los contratos, las cuales impiden a los trabajadores

trabajar en la misma área en que se desempeñaban con su antiguo empleador.

2- Fomentar los derechos de los trabajadores a través de una declaración de

derechos garantizada por el Estado en contraposición a los de su empleador. Es

especialmente importante que los trabajadores tengan acceso a las cortes y puedan

demandar a sus empleadores por violaciones a sus derechos, y que sus derechos a

la privacidad fuera del trabajo –que desarrollen sus vidas personales sin ser moni-

toreados o sancionados por sus jefes– estén protegidos.

3- Promocionar leyes jurídicas que restrinjan el poder que tiene el empleador

sobre el trabajador, incluyendo procesos internos de denuncia.

4- Y más importante, establecer que los trabajadores tengan derecho a voz en el

trabajo; algún tipo de representación colectiva, ya sea por sindicatos, codetermina-

ción, una combinación de ambas, o la titularidad plena de los trabajadores, como

en las cooperativas.

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1. ‘Economía de los pequeños encargos’. Así se define en español a la triada 1) trabajo indepen-diente, 2) contratos por obra o labor y 3) empleos en la economía colaborativa.

En este contexto de cambios acelerados en la economía y la expansión de las

llamadas “gig economies”1 ¿cuál es su visión de los derechos laborales a futuro?

En el mundo entero, los trabajadores han tendido a perder poder en relación

con los empleadores. Los acuerdos comerciales globales están fuertemente incli-

nados hacia el capital y no el trabajo. El capital se puede mover instantáneamente,

mientras que las barreras para la movilidad laboral son excesivas, debido a las ba-

rreras internacionales, controles de inmigración, obstáculos de lenguaje y cultura-

les, etc. Que un factor de producción tenga un costo de salida más bajo, le brinda

un poder de negociación más fuerte. Quizás lo más importante sea que son los

cambios tecnológicos y económicos los que han provocado que surjan formas pre-

carias de trabajo como los “gig economies”, trabajo temporal y tercerizado, con-

tratos de cero horas, y otros dispositivos que han dado lugar a una amplia clase de

trabajadores precarizados sin acceso a empleos estables con horario y paga estable.

Los costos de transacción para contratar trabajadores [para tareas específicas] dis-

minuyeron drásticamente debido a aplicaciones en línea como Uber.

Para que los trabajadores reivindiquen sus derechos y libertades en contra de

la creciente precariedad, necesitan organizarse en movimientos laborales y pre-

sionar a sus estados para que generen cambios en las leyes que permitan fortalecer

los derechos de los trabajadores, que permitan que las organizaciones de trabaja-

dores traspasen las empresas, así como que tengan acceso a un ingreso y seguridad

social por fuera de la relación laboral. Los trabajadores deben desmercantilizarse.

No deben ser reducidos solo a otro factor de la producción, como tampoco ser

despedidos al momento de la notificación. Deben ser vistos como ciudadanos de la

empresa donde producen bienes y servicios. El trabajo debería mejorar sus vidas

dentro del lugar de trabajo, y no solo cuando están fuera de este. Y esto no sucederá

a menos que los trabajadores ganen una voz al interior de éste.

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Cultu

ra

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Lalarganochechilena

reseñaaNocturnodeChilederobertoBolaño

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Por Alejandro Stevenson L.

Si definiéramos con qué ritmo leemos algu-

nos libros, Nocturno de Chile, de Roberto Bolaño,

se lee de un tirón, bajo ese impulso de la rabia

que no da lugar a las pausas, como si al abrir la

primera página metiéramos los dedos a un en-

chufe dejándonos llevar por la fluidez de las pa-

labras. Tal vez así lo pensó su autor, que escribió

una novela corta cuya estructura es un párrafo y

una frase final. En ella ensaya uno de los temas

recurrentes en su obra, el Mal, con mayúscula,

tal como en La literatura nazi en América o Estre-

lla distante. En otras habló de crímenes, como el

capítulo de 2666 sobre los asesinatos a mujeres

en México o la voz urgente de Auxilio Lacou-

ture en Amuleto, que abre el libro así: “Ésta será

una historia de terror. Será una historia poli-

cíaca, un relato de serie negra y de terror. Pero

no lo parecerá. No lo parecerá porque soy yo la

que lo cuenta”. Nocturno de Chile, en cambio, es

narrada por Sebastián Urrutia Lacroix, cura del

Opus Dei, poeta y crítico literario, alter ego de

José Miguel Ibáñez Langlois, que en una noche

afiebrada lucha contra sus propios fantasmas al

recapitular su complicidad en el crimen patrio.

Fiebre que es traspasada al lector. La tempera-

tura sube a medida que la historia se desarro-

lla. Urrutia Lacroix comienza confesando las

historias y personajes del círculo literario al

que tiene acceso por su mentor, Farewell, alter

ego de Hernán Díaz Arrieta (Alone). Gracias

a él conoce a Neruda, en burguesas tertulias

que tienen lugar en el fundo del primero,

donde las abundantes comidas eran acompa-

ñadas por conversaciones que fundían el pe-

lambre y la alta cultura en un entorno cóm-

plice de guiño cortesano. Era la década del

cincuenta. Urrutia Lacroix, descrito como

poeta mediocre, en su función de crítico li-

terario vaticinaba que Neruda ganaría el No-

bel y que Farewell, que ya mostraba rasgos

de vejez, viviría para verlo. Pero lo que am-

bos no pudieron premeditar ni en un sueño

voluntarista reaccionario, como su domicilio

ideológico les exigía, es que los procesos so-

ciales en curso sí se detendrían por la fuerza.

Posteriormente, Urrutia Lacroix conocerá a

Odeim y Oido, encomenderos que le finan-

ciarán un viaje a Europa donde conocerá

a un cura que entrena un halcón para ma-

tar palomas (símbolo del Espíritu Santo). Y

como si del viejo continente hubiera traído

consigo la barbarie civilizadora, vino el Gol-

pe de Estado, la Junta Militar, las detencio-

nes, desapariciones y ejecuciones políticas.

Mientras el Opus Dei, fiel lacayo de la causa

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reaccionaria, contribuía a través de Urrutia La-

croix en la reconstrucción del orden, otorgando

herramientas para el conocimiento del enemi-

go en talleres sobre marxismo que dictaba a los

generales Leigh, Mendoza, Merino y Pinochet,

quien se mostraba preocupado por asuntos li-

terarios jactándose de haber escrito tres libros

sin ayuda alguna. Mientras tanto, los circuitos

culturales que veían afectados sus encuentros

bohemios por el toque de queda encontraban

su espacio en una casa de Lo Curro. Allí Ma-

ría Canales (Mariana Callejas) oficiaba de an-

fitriona al ritmo de whiskys, música de moda

y poesía recitada, para acallar las torturas que

James Thompson (Michael Towley), su esposo,

practicaba en el sótano como funcionario de la

DINA. Esta historia, real, fue la razón del autor

para escribir esta novela, después del impacto

que sufrió al leer Las orquídeas negras de Mariana

Callejas, crónica de Pedro Lemebel, que termi-

na con una sentencia que se transformaría en

un punto de partida para Bolaño: “una inocente

casita de doble filo donde literatura y tortura se

coagularon en la misma gota de tinta y yodo, en

una amarga memoria festiva que asfixiaba las

vocales del dolor”. Allí reside la problemática y

fascinación del autor de Nocturno de Chile por

abordar el problema del Mal, que es desarro-

llado como uno de los elementos integrantes

no de sus libros, aunque en esta materia abun-

den los lugares comunes, sino de una obra. Y

tal como señalaba el farmacéutico de 2666,

quien apostaba por las obras menores pero

perfectas de los grandes escritores, en lugar

de libros torrenciales “que abren caminos a

lo desconocido” (Bartleby de Melville en lugar

de Moby Dick, a modo de ejemplo), quien no

haya leído a Bolaño, temeroso por el volu-

men de Los detectives salvajes o 2666, puede

empezar por Nocturno de Chile, el cual si en

una primera instancia no le provoca miedo,

de seguro lo enfermará. El libro no termina

en la página 150. Una vez leído la fiebre del

lector paulatinamente bajará, el dolor de ca-

beza se disipa, el aturdimiento también, pero

en la memoria quedarán grabados los críme-

nes que se cometieron en Chile durante la

última dictadura militar, registrando quiénes

fueron algunos de sus autores y cómplices.

La historia posterior es de sobra conocida.

Luego vino la democracia:

“Y después se desata la tormenta de

mierda”.


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