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Empresas públicas y objetivos nacionales

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Empresas públicas y objetivos nacionales Author(s): Manuel Camacho Source: Foro Internacional, Vol. 20, No. 1 (77) (Jul. - Sep., 1979), pp. 159-168 Published by: El Colegio De Mexico Stable URL: http://www.jstor.org/stable/27754838 . Accessed: 14/06/2014 15:41 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. . El Colegio De Mexico is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Foro Internacional. http://www.jstor.org This content downloaded from 195.78.109.96 on Sat, 14 Jun 2014 15:41:29 PM All use subject to JSTOR Terms and Conditions
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Empresas públicas y objetivos nacionalesAuthor(s): Manuel CamachoSource: Foro Internacional, Vol. 20, No. 1 (77) (Jul. - Sep., 1979), pp. 159-168Published by: El Colegio De MexicoStable URL: http://www.jstor.org/stable/27754838 .

Accessed: 14/06/2014 15:41

Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at .http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp

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EMPRESAS P?BLICAS Y OBJETIVOS NACIONALES *

Manuel Camacho

Cuando H. Hanson public? en 1959 su libro La Empresa P?blica y el Desarrollo Econ?mico,1 tuvo el gran m?rito de presentar un trata miento global del problema econ?mico de la empresa p?blica que bus caba acercarse a las preocupaciones de los responsables del desarrollo

y de las empresas. En esta obra ya cl?sica, se reflexionaba con un sen tido de utilidad, a la vez que se lograban ordenar las distintas preocupa ciones de acuerdo a la dimensi?n te?rica del desarrollo econ?mico (en tanto acumulaci?n, inversi?n y expansi?n de la producci?n), en el cual las empresas p?blicas industriales y de todo tipo ten?an un papel crucial

que desempe?ar. Hanson hac?a un extenso an?lisis comparativo de los

principales problemas a los que se enfrentaban las empresas en su rela ci?n con las agencias de desarrollo y en su organizaci?n interna.

En la actualidad se cuestionar?a la validez del criterio de expansi?n productiva como indicador fundamental del desarrollo. Por una parte se ha cobrado conciencia del problema de los costos econ?micos y socia les de la expansi?n. Hoy d?a, el argumento de incrementar la produc ci?n per se, ha perdido fuerza al no considerar problemas tales como los costos de oportunidad, el tipo de tecnolog?as, la competitividad internacional, el bienestar del consumidor, el rezago agr?cola, el abulta

miento de los servicios, es decir, del contenido del crecimiento. A su vez, los escasos resultados que se han obtenido en la mayor?a de los

pa?ses subdesarrollados en la disminuci?n de la miseria, han llevado a

replantear las teor?as del desarrollo y a repensar el problema de los alcances sociales del crecimiento econ?mico.2

Las hip?tesis de Hanson que relacionan la organizaci?n de las em

presas con los aumentos de la producci?n requieren ser adoptadas cr?ti camente, pero su obra tiene, todav?a, mucho que decir. Al grado de que, a no ser que se profundice en aspectos t?cnicos muy espec?ficos, no resulta sencillo mejorar el estudio y menos el an?lisis comparativo que

* Agradezco el apoyo que recib? de la Direcci?n General de Nacional Financiera

para la elaboraci?n de este trabajo. 1 A. H. Hanson, La Empresa P?blica y el Desarrollo Econ?mico, Instituto Nacio

nal de Administraci?n P?blica, M?xico, 1978. 2 Un interesante planteamiento sobre este problema referido a la India aparece

en Francine R. Frankel, "Compulsion and Social Change: Is authoritarianism the solution to India's Economic Development Problems?", World Politics, 1978.

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contiene, que fue resultado de una vasta experiencia internacional direc tamente ligada a los problemas pr?cticos a los que se enfrentaban los

responsables de las empresas p?blicas. De acuerdo con las experiencias de las dos ?ltimas d?cadas y despu?s

de constatar las limitaciones del desarrollo econ?mico, ha surgido una tendencia que busca introducir nuevas prioridades al desarrollo. El plan teamiento es el siguiente: hacer una evaluaci?n de los resultados sociales del crecimiento (en cuanto desempleo, injusta distribuci?n del ingreso, dependencia externa, concentraci?n regional, analfabetismo, desnutri

ci?n, falta de vivienda); definir en atenci?n a esas carencias los objeti vos; y adaptar las pol?ticas a los mismos. Se suelen introducir objetivos de empleo, redistribuci?n del ingreso e independencia nacional. Para el caso de las empresas p?blicas se busca adecuar sus pol?ticas a estos

objetivos. El resultado es desastroso. No se avanza en el cumplimiento de los objetivos, pero s? se impone una carga a las empresas p?blicas que no pueden soportar, redundando en problemas y contradicciones

mayores a las que exist?an en un principio. Ejemplos t?picos de este proceder ser?an el de tratar de resolver el

problema del desempleo por medio de las empresas estatales, el de la redistribuci?n del ingreso, el de la independencia nacional, o el de los obst?culos al desarrollo.

Cuando se cree que son las empresas p?blicas quienes han de re solver el problema del empleo ?de manera directa? y no como ser?a

m?s factible suponer, indirectamente, se incurre en contrataciones de

personal que van m?s all? de las exigencias productivas de las empresas. Con cu?nta frecuencia las n?minas de las empresas p?blicas est?n sobre

cargadas con graves consecuencias para la rentabilidad, la productividad y el clima de trabajo que prevalece. Si una gran empresa contrata 30% m?s personal del que requiere, no logra afectar en nada el problema del desempleo pero s? castiga el crecimiento y la eficacia de la instituci?n, que bien administrada, podr?a ?indirectamente por la v?a fiscal y qui t?ndole cargas financieras al Estado?, permitir desarrollar programas

mucho m?s ambiciosos de empleo y de elevaci?n de la productividad generalizada de manera directa, o a trav?s de programas sociales.

La distribuci?n de ingresos v?a salarios de los trabajadores de las

empresas p?blicas ?del todo leg?tima en s?? no necesariamente es la

mejor manera de distribuir el ingreso. Con frecuencia este tipo de com

portamiento tiende a reforzar la dualidad del mercado de trabajo, difi cultando la absorci?n de mano de obra y fortaleciendo patrones de consumo y de inversi?n contrarios a un prop?sito distributivo. Asimismo, cuando por razones pol?ticas se otorgan privilegios o plazas a trabaja dores de una cierta facci?n sindical, se llega a incurrir en grav?simos problemas como ser?a el apoyo a un proyecto menos redituable por el solo hecho de estar garantizada la lealtad de un grupo de trabajadores.

Tambi?n, cuando por razones pol?ticas se conceden alzas salariales y

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contratos especiales m?s all? de las posibilidades financieras y admi nistrativas de las empresas, se incurre en costos a veces irreparables.

Asimismo cuando se piensa que a trav?s de las empresas se puede alcanzar la independencia econ?mica, se pasa por alto las verdaderas formas de dominaci?n internacional, para las cuales las empresas p?bli cas no representan un obst?culo insalvable. Abundan los casos en que a trav?s de ellas se puede facilitar el dominio del capital al hacer m?s

seguras y mayores las inversiones indirectas. Estas consideraciones se pueden extender a otras ?reas como las de

la investigaci?n, la capacitaci?n, la formaci?n de cuadros directivos

que a veces realizan las empresas a costos superiores y en condiciones de

desventaja comparativa. En la situaci?n actual de M?xico resulta necesario reflexionar en

torno a la relaci?n entre las empresas p?blicas (organismos descentrali zados y empresas de participaci?n estatal) y los objetivos nacionales. Esta reflexi?n, para ser v?lida, exige ir m?s all? de la enumeraci?n de

objetivos (a veces contradictorios) y de la b?squeda de los medios para alcanzarlos. Se debe llegar a precisar los v?nculos anal?ticos que pueden darse y las consecuencias aparentes de pol?tica que la reflexi?n sugiere.

Enfoques anal?ticos

En los medios gubernamentales y acad?micos de M?xico se mira a las empresas p?blicas a trav?s de cuatro lentes. Dependiendo del lente variar? la posici?n que se tenga frente a ellas, as? como las recomenda ciones que se propongan.

El primer lente o enfoque es el de la microeconom?a y la conta

bilidad-administraci?n, o sea el contemplarlas como unidades produc tivas o de servicios que deben responder a resultados. El segundo es el de la pol?tica econ?mica general, o sea el contemplarlas en t?rminos de las necesidades de las pol?ticas fiscal, monetaria, comercial y laboral.

Como consideraci?n paralela se les puede analizar en funci?n a los intereses burocr?ticos que defienden los responsables de la pol?tica econ?mica. El tercero, muy relacionado con el anterior, es el de consi derar la pol?tica de desarrollo, o sea el conjunto de empresas p?blicas como instrumento de desarrollo; el nuevo instrumento que ofrece al sector p?blico la posibilidad de incorporar un nuevo objetivo a su

pol?tica econ?mica general. Por ?ltimo, est? el de la ideolog?a y la pol? tica con el que se analiza a las empresas p?blicas, en sus propios m?ritos

y por su impacto en la sociedad y la econom?a. Estos cuatro lentes tienen alcances distintos y, por tanto, objetos

diferentes. Corresponden a cuatro c?rculos de amplitud progresiva. La perspectiva de la microeconom?a y la administraci?n-contabilidad,

es la que m?s se acerca a las necesidades de los directores de empresas

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p?blicas. Con distintos grados de operacionalizaci?n y t?cnicas de diver sa sofisticaci?n se analizan los procesos productivos y administrativos, de acuerdo con los criterios que aglutina el objetivo de rentabilidad,

ya sea que se contemple en la forma inmediata de utilidades o con la

perspectiva de generar excedentes, maximizar producci?n y elevar pro ductividad, minimizar costos, o simplemente asegurar el cumplimiento de los principales compromisos comerciales, financieros y fiscales de la

empresa p?blica. Dentro de esta visi?n las injerencias externas que afectan el mejor

funcionamiento de la empresa son vistas como obst?culos a la eficiencia.

Tal ser?a el caso de las presiones sindicales, las disposiciones guberna mentales para la contrataci?n de cr?ditos, los controles de adquisiciones y de importaciones; con impacto decisivo la determinaci?n ?extra em

presa? de precios que pueden estar por debajo del costo marginal. En

el mejor de los casos, a estas intervenciones en la administraci?n interna

de las empresas p?blicas se les llega a considerar como costos pol?ticos y sociales que, finalmente se acepta, la empresa debe pagar.

Este criterio anal?tico es indispensable en todo ejercicio te?rico

pr?ctico que persiga resultados. Dentro de una l?gica de responsabilidad no tendr?an cabida las decisiones que se apartaran del funcionamiento

?ptimo de la empresa. Es decir, ser?an francamente injustificadas deci

siones como la de comprar un insumo igual a un m?s alto precio; con

tratar un cr?dito m?s caro o de vencimiento m?s corto; aceptar nego ciaciones de contratos colectivos con salarios que superen a los aumentos

de la productividad; expandir la planta por encima de los requerimien tos de la demenda interna y externa, actual y potencial; producir con

tecnolog?as obsoletas cuando otras son asequibles. En cada decisi?n influye el criterio de rentabilidad, aunque, sin duda,

el mundo es m?s complejo como para ofrecer opciones y respuestas tan claras.

El segundo enfoque es el m?s adecuado para las necesidades de los

responsables de la pol?tica econ?mica. Para ellos las empresas p?blicas no son un fin en s? mismas, sino un instrumento que puede favorecer u obstaculizar la pol?tica econ?mica. Para los responsables de cada ?rea

de pol?tica econ?mica, las empresas p?blicas son un problema distinto.

Para las autoridades monetarias las empresas suelen representar un

problema en la medida en que sean responsables cruciales del d?ficit

fiscal. Por su amplia contribuci?n a un d?ficit de por s? dif?cil de

financiar, las autoridades monetarias se interesan en su eficiencia, pero sobre todo, en que prevalezcan precios que permitan disminuir los sub

sidios que ?stas reciben (que no es exactamente lo mismo). A las auto

ridades hacendar?as, las empresas p?blicas les preocupan por la misma

raz?n: el problema de financiamiento con todas sus consecuencias para el manejo de la econom?a. En lo que toca al gasto, puede preocupar el uso de subsidios para gastos de operaci?n, o el uso excesivo de recursos

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por las empresas ?por su ineficiencia, ambici?n de programas, o pre cios insuficientes? que se distraen de otros sectores prioritarios.

A las autoridades comerciales les preocupan las empresas por otras

razones, ya sean el exceso de importaciones o la arbitrariedad de las ad

quisiciones del sector p?blico. Para estas autoridades, el mantenimiento de ciertos precios de empresas p?blicas puede responder a las necesi dades de una pol?tica general de precios m?s que a las necesidades de las

empresas. Asimismo podr?a ocurrir que la pol?tica comercial de las autoridades

comerciales difiera de los intereses de las empresas p?blicas. Digamos que un programa de liberalizaci?n comercial puede afectar la compet?tividad de una empresa p?blica, e incluso su crecimiento y la viabilidad de pro yectos de inversi?n en ciertas ?reas que requieren de protecci?n como

algunas industrias pesadas. Por lo que toca a la pol?tica de fomento, puede ?sta coincidir o

diferir de los intereses de la empresa p?blica. Por ejemplo, a las autori dades de fomento puede parecerles conveniente una expansi?n indus trial donde la empresa p?blica comparta con la privada ?reas de expan si?n en las que la empresa p?blica estar?a en capacidad t?cnica, admi nistrativa y financiera de desarrollar. O, por el contrario, pueden aparecer objetivos que van m?s all? de las posibilidades inmediatas de la empresa, sent?ndose las bases para una expansi?n que rebase las posibilidades de control administrativo y contribuyendo indirectamente a la apari ci?n de cuellos de botella.

Como parte de la pol?tica industrial puede existir el prop?sito de abastecer insumos baratos al sector privado como parte de un paquete de est?mulos generales, sectoriales o regionales. Esta pol?tica de precios bajos puede ser del todo incompatible con los objetivos de una empresa p?blica en particular.

Por su parte, las autoridades laborales y las organizaciones sindi cales donde convergen las principales fuerzas sindicales organizadas, tambi?n tienen sus propios objetivos. A ellas puede resultar conveniente un alza salarial que disminuya las tensiones laborales. O, por el contra

rio, un tope salarial que permita una negociaci?n global con el movi miento obrero. Ah? los intereses del administrador de la empresa p? blica pueden coincidir, pero tambi?n chocar, con los de las autoridades laborales y las centrales sindicales. Recu?rdese que en la pol?tica laboral intervienen niveles salariales, pero tambi?n decisiones que afectan la vida a largo plazo de la empresa como jubilaciones o como contrataci?n colectiva de personal t?cnico y administrativo.

Las necesidades de estabilidad pol?tica, las consideraciones respecto a las reacciones de la opini?n p?blica, las propias preferencias del poder ejecutivo, suelen influir, tambi?n, en las decisiones respecto a las em

presas p?blicas que constituyen un poderoso generador de empleos p? blicos, recursos e influencia.

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El tercer tipo de lente con el que se suele mirar a las empresas p?blicas, es el de considerarlas como instrumento de desarrollo. En esta

perspectiva se considera a las empresas p?blicas como un todo. Por lo

tanto, ellas generan ?en conjunto? una parte considerable del exce

dente social. Ellas realizan una proporci?n significativa de la inversi?n total. Son adquirentes de enorme peso dentro del sector p?blico. Son

importadores con enorme potencial. Sus decisiones pueden impactar al

crecimiento, el empleo, la distribuci?n del ingreso y la independencia nacional.

A trav?s de este lente las empresas son una palanca poderosa para el desarrollo. Pueden ser la "punta" de la planeaci?n. Pueden ser el

peso para negociar con el sector privado en tanto que ?ste es afectado

por la pol?tica de adquisiciones, precios y campos de actividad de las

empresas p?blicas. Son, incluso, un colosal apoyo pol?tico, por su rela ci?n con los sindicatos m?s fuertes, su capacidad de empleo y su poten cial econ?mico.

El cuarto tipo de lente con el que se mira a las empresas p?blicas ?quiz? con demasiada frecuencia? es el de la ideolog?a y la pol?tica. Las empresas p?blicas suelen ser focos de un debate ideol?gico sobre el grado de intervencionismo econ?mico que es conveniente a la sociedad.

Para la izquierda influida por el an?lisis econ?mico de Marx y el ?xito productivo del modelo sovi?tico, las empresas p?blicas son un baluarte pol?tico fundamental. Se les suele concebir como posiciones en la lucha contra el capital nacional e internacional. A su vez se les llega a considerar como el pivote necesario para una eventual transici?n al

socialismo, o por lo menos al capitalismo de Estado. Para aquella derecha que defiende sus intereses con un liberalismo

econ?mico a ultranza y con una filosof?a pol?tica que asigna car?cter de derecho natural a la propiedad, las empresas p?blicas son trincheras

perdidas por el sector privado nacional y externo. Asimismo son objeto de cr?tica permanente por su supuesta (o real) menor eficacia, por la

corrupci?n (que con tanta frecuencia les asigna) o por la competencia desleal que realizan (ya sea que vendan con subsidio, no paguen los mismos impuestos o cuenten con preferencias adicionales).

En el terreno econ?mico, se ha aglutinado la izquierda guberna mental y la izquierda acad?mica en torno a la defensa de la empresa p?blica, per se. En el otro polo, la cr?tica al intervencionismo y a las

empresas p?blicas ha aglutinado a la derecha tradicional. Ser?a dif?cil determinar aqu? hasta qu? punto estas posiciones son genuinas y no son armas para otros prop?sitos inmediatos (de la izquierda y de la

derecha); cu?ndo s? y cu?ndo no. Lo que no se puede pasar por alto es este fen?meno de catalogaci?n pol?tico-ideol?gica que ocurre en casi

cualquier discusi?n sobre las empresas p?blicas de M?xico. Si el diagn?stico y las recomendaciones var?an dependiendo del lente

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con el que se mire a las empresas p?blicas, resulta explicable que se tienda a desconfiar de la validez de dicho an?lisis. Tambi?n ello justi fica idealmente que cada sector tienda a imponer sus propias preferen cias (administrativas, ideol?gicas o personales) por encima de una dis cusi?n racional del tema de las empresas en general o de asuntos espec? ficos que les conciernen. Salta a la vista la necesidad de lograr una comunicaci?n fluida respecto a las discusiones sobre empresas p?blicas. Precisamente se necesita reconocer desde qu? perspectiva anal?tica se hace un diagn?stico sobre empresas p?blicas, para establecer los alcances

y limitaciones de las recomendaciones que se propongan. El no comprender los alcances anal?ticos: la delimitaci?n del objetivo

de estudio, del m?todo, la confiabilidad de la informaci?n, lleva con facilidad a vincular cada objeto particular con los objetivos generales. En vez de saber dentro de qu? contexto es v?lido cada an?lisis, se suele saltar del nivel micro al nivel m?s general de la pol?tica econ?mica, de desarrollo, o de la ideolog?a. Estos saltos sin mediaci?n, conducen a una gran confusi?n y al establecimiento de metas que en vez de acercar al prop?sito ?ltimo, contribuyen a la ineficiencia de las empresas, de la

pol?tica econ?mica y de la pol?tica de desarrollo.

La cr?tica de las perspectivas

La relaci?n de las metas de la empresa p?blica con los objetivos de la naci?n debe desarrollarse en dos fases. La primera consiste en hacer una cr?tica de las recomendaciones que se sugieren en el ?mbito en que est? hecho el an?lisis. Si se discute desde un punto de vista

pol?tico ideol?gico entonces por qu? no llevar la discusi?n a sus ?ltimas consecuencias. De manera semejante se requiere hacer una cr?tica de consistencia en cada uno de los c?rculos del objeto de estudio.

Si la discusi?n es sobre el m?rito de la empresa p?blica desde un

punto de vista ideol?gico, conviene tener claro el nivel de la discusi?n. Cuando se busca dar una respuesta ideol?gica, vale la pena conocer que ?se es el objeto; que por lo tanto los argumentos micro o macroecon?mi cos que se utilicen son meramente instrumentales a la posici?n que se desea defender.

Dada la naturaleza del debate sobre empresas p?blicas conviene delimitarlo, o por el contrario llevarlo hasta sus ?ltimas consecuencias doctrinarias.

Cuando el an?lisis se refiere a las empresas p?blicas como instru mento de desarrollo, requiere ser especificado en t?rminos de disponi bilidades financieras, capacidad administrativa y posibilidades reales de considerar a las empresas p?blicas como un bloque. De otra manera, esta perspectiva carece de utilidad, pues c?mo se puede considerar a la

empresa p?blica como un pivote de desarrollo y una palanca del sector

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p?blico, si ellas carecen de los recursos suficientes siquiera para mante ner una

operaci?n m?nima.

En caso de contar con recursos financieros, entonces debe especifi carse qu? capacidad administrativa existe para manejar las empresas y para la concertaci?n de acciones globales. De existir posibilidades fi nancieras y administrativas, qu? obst?culos administrativos y pol?ticos se interponen para poder contemplar a las empresas como un conjunto. Pues de otra manera la discusi?n no puede conducir a aproximaciones sucesivas que diluciden las posibilidades inmediatas de un planteamiento tan atractivo desde el punto de vista de la planeaci?n.

Cuando se contempla a las empresas p?blicas desde la perspectiva de la pol?tica econ?mica, la discusi?n conviene manejarla en ese nivel. De otra manera, las recomendaciones que se hagan pueden tener validez,

pero no necesariamente. Asimismo, si se aclara la perspectiva, se puede discutir en t?rminos de los objetivos mediatos e inmediatos de la pol? tica econ?mica, para reconocer la bondad y la eficacia de las pol?ticas financieras, fiscal, comercial y laboral. Aclarados los t?rminos se pueden reconocer las inconsistencias entre objetivos e instrumentos, y jerarqui zar los objetivos despu?s de haber contemplado los costos y beneficios de una recomendaci?n espec?fica.

En el caso de una discusi?n sobre la rentabilidad de la empresa, los criterios e indicadores t?cnicos permiten mantener la discusi?n muy cer cana a la realidad. En tanto que el an?lisis se maneje a ese nivel, se vuelve manejable, criticable y fruct?fero. Pues si a una discusi?n de esta naturaleza se incorporan argumentos de pol?tica econ?mica, de pol?tica de desarrollo o de ideolog?a, s?lo se lograr? confundir la realidad e im

pedir la evaluaci?n sobre la base de resultados. La clarificaci?n de los t?rminos en que se realiza una discusi?n per

mite mantenerse en el nivel correspondiente, con todas las ventajas ana

l?ticas que ello ofrece. En pocas palabras, permite seriedad anal?tica, siendo igualmente serios los an?lisis micro, macro, de pol?tica de desarro llo e ideolog?as, siempre y cuando se especifiquen sus alcances y pro p?sitos.

El gran problema surge al pasar de un nivel a otro. Digamos del de la rentabilidad de la empresa al de la pol?tica econ?mica, o del de la

pol?tica econ?mica al de la pol?tica de desarrollo.

Metas de la empresa y objetivos de la naci?n

El paso de un nivel a otro, de un c?rculo a otro, debe desarrollarse con la mayor consistencia posible. Para ello aparecen dos criterios dis tintos de abordar el problema. El primero ser?a el criterio pol?tico (o de sentido com?n), el segundo estar?a m?s apegado a un proceder cien t?fico.

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Cuando se quieren integrar las metas de una empresa p?blica con

los objetivos de la pol?tica econ?mica, de la pol?tica de desarrollo o

de la ideolog?a y la pol?tica, se puede seguir el criterio de "provocar el menor da?o posible" en cada transici?n anal?tica ?que tambi?n corres

ponde a intereses concretos. Esto es, se puede buscar la compatibilidad siempre que sea posible, digamos la necesidad de una empresa de fijar un precio que a la vez permita a la pol?tica financiera liberar recursos

y mejorar las condiciones del financiamiento presupuestario. Cuando la compatibilidad no sea posible, entonces se tratar?a de encontrar un

punto ?que puede ser un justo medio, pero no necesariamente lo es? donde se da?e lo menos posible al ?mbito de cada nivel anal?tico (con sus propios objetivos, instrumentos y exigencias de compatibilidad). Digamos que entre la exigencia de aumentar un precio y las necesi dades de estabilidad de la pol?tica comercial, se puede buscar aquel precio o aquella secuencia de precios que haga lo menos incompatibles a los objetivos de la empresa con los de la pol?tica comercial. Repeti mos: ese precio no necesariamente (probablemente no) es un precio de "a mitas", sino aquel que menos da?e a la pol?tica comercial y a la

empresa p?blica; ese precio tampoco debe resultar del poder pol?tico de los respectivos funcionarios interesados sino de un juicio que busque el menor mal posible.

El segundo criterio, m?s estrictamente cient?fico, tiene un proceder opuesto ya sea que se trate de una situaci?n "normal" (o de corto

plazo) o de una situaci?n de cambio global (o de largo plazo). Para situaciones normales el m?todo adecuado consistir?a en privi

legiar el nivel inferior del an?lisis ?el c?rculo m?s peque?o. El de la microeconom?a contabilidad-administraci?n sobre el de la pol?tica eco^

n?mica, la pol?tica de desarrollo y la ideolog?a y pol?tica. El de la pol? tica econ?mica sobre la pol?tica de desarrollo y la ideolog?a y pol?tica.

A su vez el de la pol?tica de desarrollo sobre la ideolog?a y pol?tica. Lo que se busca es impedir que se "filtre" la eficacia diluyendo el alcance de los instrumentos y evitar que se evadan responsabilidades.

De acuerdo con este proceder deber?an prevalecer las consideraciones de eficacia productiva inmediata ?en la producci?n? sobre las dem?s. Los resultados de la empresa p?blica sobre los otros objetivos. La inge nier?a sobre el an?lisis general.

Por lo contrario, para situaciones de cambio, cuando se afectan las

prioridades del modelo econ?mico o se est? ante un cambio de modelo

econ?mico, el sentido de la reflexi?n deber?a ser el inverso. Privilegiar lo general sobre lo particular. La ideolog?a y la pol?tica, sobre la pol? tica de desarrollo, la pol?tica econ?mica y la situaci?n inmediata de la

empresa, y as? sucesivamente. Con este proceder se puede contemplar y criticar al problema en su conjunto ?en su totalidad?, sin caer en las limitaciones empiristas que anulan la reflexi?n global.

Lo que es del todo improcedente es privilegiar la ideolog?a en una

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discusi?n sobre la funci?n de las empresas p?blicas dentro de un modelo dado o vigente, o tambi?n, privilegiar las metas de una empresa p?blica cuando se est? cambiando de modelo econ?mico.

La tarea de vincular niveles anal?ticos se ha vuelto cada vez m?s com

pleja, dadas las interdependencias de la realidad pol?tica, de la sociedad

y del contexto internacional. Pero es una tarea irrenunciable que debe de enfrentarse con criterios pol?ticos o cient?ficos, pero en ambos casos con toda la seriedad que el problema requiere.

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