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En Europa, el estudio de la inserción urbana ha cobrado ...  · Web viewEn la actualidad, dada la...

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CIUDADANÍA, CONVIVENCIA MULTICULTURAL Y CRISIS. ANÁLISIS COMPARATIVO DE DOS BARRIOS DE VALENCIA Francisco Torres Pérez, Albert Moncusí Ferré y Fernando Osvaldo Esteban Departament de Sociologia i Antropologia Social Universidad de Valencia En las últimas dos décadas, el creciente vecindario inmigrante ha protagonizado una de las transformaciones centrales de Valencia. Su inserción urbana ha sido tranquila, con una distribución residencial desigual y una creciente inclusión como ciudadanos locales; es decir como vecinos, usuarios de espacios y de servicios públicos, y otros aspectos de la vida local. La crisis actual, los recortes en servicios públicos y la extensión de la precariedad, ponen a prueba esa inserción. Esta comunicación se centra en esos impactos, partiendo del marco general de Valencia y comparando dos barrios receptores de inmigrantes como Russafa (barrio céntrico popular) y Els Orriols (barrio periférico obrero). Se analizan, desde una perspectiva cuantitativa y cualitativa, los cambios en la distribución residencial en los últimos años, las dinámicas de convivencia, la situación de los servicios públicos, las dinámicas e iniciativas de las asociaciones y la imagen del “otro”. Palabras clave: 1
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CIUDADANÍA, CONVIVENCIA MULTICULTURAL Y CRISIS. ANÁLISIS

COMPARATIVO DE DOS BARRIOS DE VALENCIA

Francisco Torres Pérez, Albert Moncusí Ferré y Fernando Osvaldo Esteban

Departament de Sociologia i Antropologia Social

Universidad de Valencia

En las últimas dos décadas, el creciente vecindario inmigrante ha protagonizado una de

las transformaciones centrales de Valencia. Su inserción urbana ha sido tranquila, con

una distribución residencial desigual y una creciente inclusión como ciudadanos locales;

es decir como vecinos, usuarios de espacios y de servicios públicos, y otros aspectos de

la vida local. La crisis actual, los recortes en servicios públicos y la extensión de la

precariedad, ponen a prueba esa inserción. Esta comunicación se centra en esos

impactos, partiendo del marco general de Valencia y comparando dos barrios receptores

de inmigrantes como Russafa (barrio céntrico popular) y Els Orriols (barrio periférico

obrero). Se analizan, desde una perspectiva cuantitativa y cualitativa, los cambios en la

distribución residencial en los últimos años, las dinámicas de convivencia, la situación

de los servicios públicos, las dinámicas e iniciativas de las asociaciones y la imagen del

“otro”.

Palabras clave:

Migraciones internacionales, ciudadanía, convivencia, crisis, Valencia.

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Las migraciones modifican la ciudadanía y la identidad de las sociedades de recepción y las

ciudades son un escenario privilegiado de tales cambios. En enero de 2012, los 108.449

vecinos extranjeros de Valencia suponían el 13,6 % del vecindario. En las últimas dos

décadas, al igual que otras grandes ciudades españolas, Valencia se ha convertido en

una urbe multicultural y la mayoría de los nuevos vecinos y vecinas han engrosado los

sectores con una situación socioeconómica modesta, cuando no precaria. Aunque no sin

tensiones, menores, hemos conocido un proceso de inserción urbana tranquilo, con una

distribución residencial desigual y una creciente inclusión –no sin problemas y

deficiencias- de los inmigrantes como ciudadanos locales, es decir como vecinos,

usuarios de espacios y de servicios públicos y otros aspectos significativos de la vida

local.

En la actualidad, dada la política aplicada ante la crisis, los recortes en servicios

públicos y la extensión de la precariedad social, el proceso de inserción urbana de los y

las inmigrantes se desestabiliza y se pone a prueba, tanto a nivel de ciudadanía local

como de convivencia cotidiana.

Nuestro objetivo es acercarnos a esta situación en el marco de la ciudad de Valencia y

profundizar en ella mediante el análisis comparativo del proceso en dos barrios

receptores de inmigrantes que presentan fuertes contrates: Russafa, un barrio céntrico

popular, y Els Orriols, un barrio periférico obrero. Esta comunicación presenta algunos

resultados provisionales del Proyecto de Investigación UV-INV-PRECOMP12-80741,

“La convivencia multicultural en tiempos de crisis. Análisis comparativo de dos barrios

de Valencia”. Universidad de Valencia1.

Nuestro análisis se orienta por una serie de ideas básicas. Consideramos la inserción

urbana de los inmigrantes un proceso social complejo y multidimensional cuyo

conocimiento requiere de combinar técnicas cuantitativas y cualitativas y diferentes

niveles de análisis, el de la ciudad y el del barrio, que permita una comprensión

holística. El sentido y tendencias de la inserción urbana de los inmigrantes, más

inclusiva o más excluyente, depende de factores estructurales (ciclo económico,

mercado inmobiliario), institucionales (normativa de extranjería) y urbanos más

generales. Asimismo, la conformación concreta de estos factores depende de los

1 Desde octubre de 2012 se han realizado diez entrevistas por barrio y observación de espacios y actos significativos. A nivel de ciudad, se ha trabajado con documentación diversa, un análisis de la prensa local e información aportada por el Proyecto de Investigación “Metrópolis glocalizadas: el caso de Valencia. Espectacularización y precarización urbana en las ciudades medianas”, CSO2009-10715.

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procesos de interrelación, acomodación y ajuste mutuo, en contextos “cara a cara” y en

los ámbitos de la vida cotidiana. La captación y aprehensión de estos procesos de

interrelación encuentra en barrios, parques y servicios públicos, un espacio social

privilegiado; igualmente, las estrategias de los actores sociales, organizaciones y

grupos, constituyen un factor muy significativo.

Se presenta, en primer lugar, el proceso de inserción en Valencia del vecindario

inmigrante, sus rasgos más generales y los impactos de la actual situación de crisis, en

buena medida comunes a convecinos de rentas más modestas. Se aborda, en segundo

lugar, la situación del barrio de Russafa en un proceso de cambio en el que aún

manteniendo su imagen multicultural se está convirtiendo en un barrio chic y de moda.

En claro contraste se presenta, en tercer lugar, la situación en Els Orriols que reafirma

su carácter multicultural al tiempo que obrero. Se cierra el texto con unas conclusiones,

necesariamente provisionales.

La inserción urbana en Valencia. 1990-2011

La consolidación de Valencia como ciudad multicultural se fragua en la primera década

del siglo XXI. En su inicio, los vecinos y vecinas inmigrantes de Valencia

representaban el 1,5 % del vecindario. En enero de 2012, suponían el 13,6 % (cuadro 1).

En Valencia, los vecinos y vecinas inmigrantes se han insertado en barrios populares

que podemos agrupar en tres tipos claramente definidos ya a finales de los años 90. Un

primer tipo, los barrios más modestos del centro histórico, como El Pilar, El Mercat y El

Carme; un segundo tipo, barrios populares semi-centrales como Russafa y, un tercer

tipo constituido por barrios obreros periféricos, de vivienda VPO de los años 60 y 70,

como Camí Fondo, cercano al puerto (Torres, 2007).

Desde el inicio, la inserción urbana en Valencia presenta una diversidad de espacios de

inmigración2. A partir de 2005, estos barrios receptores de inmigrantes han estabilizado

su vecindario extranjero, al tiempo que serán los barrios obreros y periféricos los que

más la aumenten en términos absolutos y proporcionales. Barrios como Els Orriols y

Torrefiel, en el norte, Natzaret y El Grau en los Poblats Marítims y Tres Forques y

Fontsanta en el oeste, han visto cambiar radicalmente sus calles con la presencia

2 Esta tipología es similar a la de otras ciudades españolas como Madrid (Lora-Tamayo 2003; Observatorio Migraciones Madrid, 2007) y europeas como Paris (Guillon, 1995; Simon, 1998), Milán y Turín (Arbací, 2008), aunque parcialmente diferente a la de Barcelona y Bilbao, muy marcada –espacial y socialmente- por la centralidad de Ciutat Vella y San Francisco y Bilbao la Vieja, respectivamente (Torres, 2011).

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habitual de rumanos, ecuatorianos y bolivianos (mapa 1). Las razones son diversas: la

trama de vivienda barata de los barrios más céntricos ya estaba colmatada, sus precios

habían aumentado, al mismo tiempo que se reducía la oferta por el lento pero continuo

proceso de mejora urbana de las áreas centrales.

Cuadro 1. Número y proporción de vecinos extranjeros en Valencia y algunos barrios significativos. 1996-2012

1996 2000 2004 2009 2012Ext % Ext % Ext % Ext % Ext. %

Valencia 6.821 0,9 11.251 1,5 71.746 9,1 123.348 15,1 108.449 13,61.4 El Pilar 88 2,3 119 3,2 546 14,2 735 18,1 714 16,61.5 El Mercat 40 1,4 109 3,7 494 15,0 570 16,9 565 16,22.1 Russafa 367 1,5 548 2,4 3.972 15,6 4.525 18,0 3.870 15,73.2 La Roqueta 70 1,1 87 2,1 823 17,6 952 20,9 888 20,04.3 Calvari 72 1,3 102 2,0 679 13,0 1.353 25,2 1.153 22,75.1 Marxalenes 51 0,4 163 1,5 1.344 11,6 2.246 19,6 1.871 17,05.2 Morvedre 128 1,3 208 2,1 1.332 12,5 1.849 17,3 1.662 15,87.3 Tres Forques 43 0,5 70 0,8 820 9,1 2.116 22,3 1.935 21,37.4 Fontsanta 15 0,4 55 1,3 370 10,2 903 23,9 861 23,410.1 Montolivet 169 0,9 288 1,5 2.415 12,0 4.084 19,9 3.475 17,610.2 En Corts 132 1,2 210 2,0 1.469 12,5 2.818 22,2 2.397 19,511.5 Nazaret 24 0,4 48 0,8 469 7,5 1.651 23,5 1.323 20,312.4 Camí Fondo 63 1,7 101 2,6 668 14,9 926 19,6 835 18,115.1 Els Orriols 119 0,7 219 1,4 2.758 16,3 5.740 31,2 4.387 25,8

Fuente: Oficina de Estadística. Ayuntamiento de Valencia.

En estos barrios, algunos entre los más pobres de la ciudad, a la población autóctona se

han sumado nuevos vecinos y vecinas inmigrantes que, al menos en la etapa de llegada

e instalación, padecían situaciones de dificultad económica e inseguridad social. Su

inserción en barrios que ya presentaban deficiencias de equipamientos, servicios

públicos y, en algunos casos, de accesibilidad, no ha hecho sino aumentar esos

problemas que, empero, estaban velados por el boom económico, el trabajo abundante

aunque precario y los oropeles de la Valencia global.

Desde primeros de los años 90, los barrios receptores de inmigrantes se han conformado

como barrios multiculturales, donde los vecinos de diversos orígenes comparten la

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escalera del edificio, la plaza y los servicios, con concentraciones moderadas. Entre

estos barrios, cabe destacar aquellos de “centralidad inmigrante” (Toubon y Messamah,

1990) por la presencia de comercios étnicos, lugares de culto y espacios de sociabilidad

específicos, como Russafa desde mediados de los años 90 y Els Orriols más

recientemente.

El tipo de convivencia que se ha generado puede ser aprehendida en los espacios

públicos. Éstos son abiertos a todos, con diversidad de usos, pluralidad de actores y

cierto anonimato, lo que los convierte en espejo de la ciudad. En Valencia, la dinámica

urbana se caracteriza por el uso compartido de estos, en términos de “coexistencia”

(Giménez, 2005) o de “convivencia pacífica pero distante” (Torres, 2008). Las

relaciones se rigen por el anonimato, el derecho a la indiferencia y el control

institucional relativo (Joseph, 1993) sin tensiones pero sin interrelación significativa.

Este uso común se ha combinado con concentraciones de personas del mismo origen

que generan un microclima cultural acorde con necesidades de sociabilidad propias

(Delgado, 1998). Puede ser un uso puntual y despertar entre indiferencia y sorpresa, por

ejemplo cuando los sikh realizan una procesión alrededor de su templo en Els Orriols.

En otros casos, este uso es permanente, lo que resignifica el espacio con categorías

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étnicas que requieren de una acomodación no exenta de dificultades. Son ejemplo las

ligas de fútbol “latinas” celebradas en los Jardines del Turia. Hoy el carácter latino de

ese tramo del parque está incorporado al paisaje urbano, aunque en un principio fueron

aceptadas con dificultad (Torres, 2008). Otro ejemplo lo constituyen las concentraciones

de magrebíes alrededor del oratorio y las tiendas halal en Russafa o del Centro Cultural

Islámico en Els Orriols. Estos espacios han suscitado mayor recelo que los latinos,

aunque Valencia no ha conocido la tensa controversia experimentada en otras ciudades

(Moreras, 2011). Otros usos del espacio los podemos caracterizar como cospomolitas

porque visibilizan referentes culturales de la alteridad, como sucede con la celebración

del Año Nuevo Chino o el Festival de las Naciones.

Otro indicador del gran cambio que se ha dado son los servicios públicos. Como en

otras ciudades, los vecinos inmigrantes de Valencia y sus hijos se han incorporado como

usuarios habituales de colegios públicos, centros de salud y centros de servicios

sociales. Ello no supone ausencia de problemas. Estos han sido de planificación, falta de

adecuación e insuficiencia de recursos profesionales y materiales, máxime cuando esta

mayor demanda se ha concentrado en centros públicos de barrios populares. Tanto la

Generalitat Valenciana como el Ayuntamiento han actuado tarde, de forma reactiva e

insuficiente. Estos problemas han tenido repercusión ciudadana, desde comentarios

recelosos iníciales o dinámicas de huida de algunos colegios, aunque el proceso se fue

asentando con aspectos positivos en términos de compartir prestaciones, instituciones y

espacios de vecindad significativos, como la puerta de los colegios. Ese fue el proceso

también en los barrios de Russafa y Els Orriols (Torres, 2007; Moncusí, 2009)

En contraste con la inserción tranquila en los espacios y servicios públicos, la imagen

que transmitía la prensa ha sido menos positiva. Entre 2001-2011, las noticias sobre los

nuevos vecinos de Valencia se refieren fundamentalmente a concentración o incremento

de inmigrantes (19%), situaciones de vivienda precaria (14%), actividades delictivas

(6%), actividad de servicios de acogida o atención (6%)3.

Con sus sombras, en Valencia se ha dado una inserción tranquila y un rápido proceso de

arraigo de los vecinos inmigrantes favorecido por el boom económico, el trabajo

abundante y la conciencia ciudadana sobre los beneficios de la inmigración. En la

actualidad, algunas de estas condiciones han desaparecido. La crisis económica en

Valencia, agudizada por el fracaso del modelo de ciudad neoliberal espectacular (Cucó,

3 Se han trabajado 493 referencias, a través de la base de datos Factiva, en los diarios Las Provincias, Levante, ABC, Expansión, El Mundo y El País.

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2013), la podemos ejemplificar en el Agora de Calatrava inacabada, el edificio Veles e

Vents clausurado y, sobre todo, un Ayuntamiento en bancarrota, 1.046 millones de

deuda en septiembre de 20124, cuya estrategia es aumentar los precios de los servicios

municipales y reducir las frecuencias del transporte, la limpieza viaria, el

mantenimiento de parques o el cierre de equipamientos barriales. Los impactos de la

crisis están aumentando las desigualdades sociales y urbanas, incubadas por una política

municipal que ha priorizado los grandes proyectos y eventos, los nuevos barrios

acomodados y las grandes infraestructuras, mientras las necesidades de los barrios

quedaban relegadas (Torres y García, 2013).

De acuerdo con la clase y el barrio donde se habita, los impactos de la crisis entre los

vecinos inmigrantes son similares que el resto del vecindario aunque tenga efectos más

“desestabilizantes” para los primeros. Buena parte de los inmigrantes, aún con arraigo

social, continúan obligados a renovar sus permisos –vinculados no se olvide a la

acreditación de un empleo-, tenían una situación de partida socioeconómica más

precaria y menores recursos que los autóctonos.

Un primer indicador de estos impactos es la reducción de los vecinos inmigrantes.

Después de alcanzar su máximo histórico en 2009, el vecindario inmigrante se ha

reducido un 13,7% hasta 2012, destacando por el descenso de sus efectivos los

latinoamericanos, particularmente los ecuatorianos5. Este descenso se debe, según

nuestros entrevistados, a la crisis y se califica como retorno aunque, en realidad, se

alude a una diversidad de estrategias de movilidad. En unos casos, el traslado a otras

regiones españoles y/o el retorno al país de origen; en otros casos, se establece una

migración circular, más frecuente entre rumanos y marroquíes; también se da la

migración a otros países europeos.

Otro indicador lo constituye la situación de los servicios, particularmente en los

Colegios Públicos. Con la reducción del profesorado y de los recursos, han desaparecido

las actividades de atención a la diversidad y apoyo educativo a situaciones específicas

(Montero, 2013). Estos recortes han tenido o tienen un mayor impacto en una parte de

los hijos de inmigrantes (por diferencias curriculares, incorporación tardía, etc.). A nivel

de sanidad, una formula provisional garantiza la atención a los vecinos indocumentados

4 Boletín Banco de España. Tercer semestre 2012.

5 Mientras rumanos, búlgaros, marroquíes y chinos, entre otras nacionalidades, han mantenido sus efectivos, entre 2009 y 2012 los vecinos bolivianos, colombianos y ecuatorianos se han reducido en un 25,7, 28 y 35%, respectivamente.

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que ya dispusieran de cartilla. Los recortes en sanidad y educación no parecen incidir,

en los barrios estudiados, en un cambio o deterioro en las relaciones entre unos vecinos

y otros.

La extensión de la pobreza en la ciudad afecta a familias autóctonas, algunas calificadas

de “clase media”, e inmigrantes. Respecto a éstas, en los Centros Municipales de

Servicios Sociales CMSS se constata “una involución de su situación”, mayor

precariedad social y el aumento de situaciones de indocumentación sobrevenida (lo que

les deja fuera de prestaciones como la Renta Garantizada de Ciudadanía). En diversos

CMSS se apunta el aumento de la competencia entre vecinos de distintos grupos, “viene

más gente normalizada que dice solo ayudáis a los gitanos y a los inmigrantes” (C6). En

el caso de Cáritas, conformada en la práctica como la última red asistencial, la prensa

local ha dado mucha relevancia al aumento de vecinos españoles aunque la mayoría de

atendidos continua siendo inmigrantes, destacando las mujeres, las situaciones de

residencia irregular y los “inmigrantes que ya habían conseguido la condición de

regulares, pero que ahora no tienen trabajo, no pueden renovar (…) gente que había

desaparecido, volado, necesita de nuevo nuestra ayuda”. En Cáritas, como en los

CMSS, “ante recursos escasos y repartiendo miseria… pues el pobre españolito que

acude a la Cáritas parroquial se siente invadido” (C8)6.

Así pues, la competencia por ayudas sociales más necesarias ante la crisis pero más

reducidas por los recortes aparece como la más clara fuente de posibles tensiones

interétnicas. Tensiones que, al menos de momento, tienen una baja intensidad, un

carácter de desahogo, y no se reflejan en la vida cotidiana de los espacios públicos que

continúan caracterizados por un multiculturalismo tranquilo.

Russafa. ¿De barrio multicultural a barrio chic?

Barrio popular, semi-céntrico y de tradición artesanal, Russafa perdía población desde

los años 70 y una buena parte del pequeño comercio había cerrado. Sin embargo, desde

primeros de los años 90, el proceso de pérdida de población se detuvo y algunas de sus

características tradicionales, como la animada vida de calle y la intensa actividad

económica, revivieron aunque modificadas. A los vecinos de “toda la vida” se sumaron

un número creciente de vecinos extranjeros y un flujo más modesto, pero relevante, de

jóvenes estudiantes y profesionales atraídos por la centralidad del barrio, su carácter

6 Información derivada del análisis de un cuestionario a los CMSS de la ciudad, las Memorias de Caritas entre 2005 y 2011 y de entrevistas a profesionales.

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“auténtico” y multicultural. Al mismo tiempo, la presencia de los nuevos vecinos hacía

más evidentes algunos de los problemas del barrio: déficit de plazas escolares, falta de

zonas verdes con la excepción de la plaza M. Granero, ausencia de locales cívicos y un

tráfico caótico.

Desde estos años, la sociabilidad en Russafa presenta una doble cara, común y

específica. La primera, la co-presencia cotidiana de vecinos de diferentes orígenes que

comparten las fincas y las calles, el Mercado o la plaza M. Granero, es ampliamente

mayoritaria y se ha resuelto en términos de “convivencia pacífica pero distante” que, en

la medida que se consolida como cotidianeidad, no ha dejado de tener sus efectos. Es el

caso del Mercado donde los latinoamericanos se han incorporado como público habitual

y a quienes las vendedoras ofertan desde “yuca” a pescado para “ceviche”, lo que tiende

a ratificar su condición de vecino y facilitar su aceptación (Torres, 2007).

Al mismo tiempo, algunas calles de Russafa con sus comercios étnicos y la sociabilidad

específica generada, evocaban la imagen de Park del mosaico, pequeños mundos que se

tocan pero no se interrelacionan. En 2004 había en el barrio 191 negocios étnicos,

concentrados espacialmente y diferenciados por colectivos. Esto facilitó la

conformación de cuatro micro áreas de sociabilidad específica: magrebí, en las cuatro

calles donde se ubican el oratorio y las tiendas halal, senegalesa, china y latina. Más allá

de su orientación comercial, los negocios étnicos de Russafa constituían un espacio de

sociabilidad entre compatriotas, lugar de encuentro, de información y relaciones.

Junto a esta inserción tranquila, no faltaron las tensiones. En la inmensa mayoría de los

casos, hablamos de pequeñas tensiones vecinales sin particular incidencia. Mayor

relevancia tuvo entre 2001 y 2002 la negativa percepción de la sociabilidad masculina

de calle magrebí, máxime cuando se vinculaba con inseguridad. Más tarde, tanto por la

presencia policial como por las medidas adoptadas por la comunidad musulmana, la

pequeña delincuencia desapareció y la situación se normalizó (Torres, 2007). Durante

estos años la extrema derecha valenciana intento vincular los problemas del barrio y la

vivencia de abandono de algunos vecinos con la presencia de los inmigrantes. Russafa

fue el escenario de varias manifestaciones ultras en 1997, 2002, 2003 y 2006, con

escaso apoyo vecinal. Ello generó un amplio debate, diversas respuestas unitarias y una

dinámica de concertación entre diferentes asociaciones y organizaciones presentes en el

barrio, varias de ellas de inmigrantes. En esa dinámica no faltaron los desacuerdos pero

se consolidó unas ideas comunes sobre los problemas del barrio, centrado en los déficits

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en equipamientos y servicios, y una red de relaciones y contactos entre los diferentes

grupos de vecinos.

A partir de 2005-2007, dos dinámicas están transformando Russafa. Por un lado, el

proceso de gentrificación de un sector del barrio que se está ampliando a todo él. Por

otro, la reducción relativa de su carácter inmigrante en parte como consecuencia de este

proceso, en parte debido a la crisis o otros factores.

La centralidad de Russafa, su arquitectura de Eixample popular, se ha visto revalorizada

por el Parque Central. Este proyecto supone el soterramiento de las vías del tren hasta la

Estación del Norte, colindante con el barrio, y la urbanización y ajardinamiento de la

superficie resultante: 681.036 m2. Dado su costo el proyecto está paralizado desde hace

años pero, recientemente, se ha aprobado iniciar el ajardinamiento de un sector, el más

cercano al barrio, que no implica soterrar las vías. En 2007, la alcaldesa Barbera

inauguró una oficina RIVA7 para la renovación urbana del barrio que promovió

estudios, avanzó proyectos (algunos muy contestados) y canalizó ayudas hasta su cierre

en 2012, por falta de fondos. El barrio ha mejorado en estos años: la reforma integral del

CP Balmes, la apertura de un Centro Juvenil, la reurbanización de calles y ampliación

de aceras, la rehabilitación de edificios y la mejora estructural (ascensores, fachadas) de

muchos otros. Todo ello ha atraído a vecinos más acomodados, en muchos casos parejas

jóvenes. A estos nuevos vecinos hay que añadir los profesionales y artistas que ahora

frecuentan o trabajan en Russafa. Ya en los 90 se instalaron algunos pintores en

antiguos y amplios bajos. Desde hace tres o cuatro años, han proliferado los estudios de

arquitectos, diseñadores y artistas de diverso tipo; muchos de ellos son espacios

compartidos y con una sala, más o menos amplía, de exposiciones y actividades. Al eje

de la calle Sevilla, donde se ubican bastantes de estos locales, se le conoce en el barrio

como el “Sohito” (por el Soho de Londres). En 2012, se celebró la segunda edición de

Russafart, una semana de actividades artísticas de todo tipo donde participaron 32

locales ubicados en el barrio. Otro factor de gentrificación lo constituye la apertura de

comercios fhasion, entre otros “vinotecas”. Junto a estos, han proliferado los locales de

tapas y copas. En una parte del barrio, calle Sevilla, estos locales han sustituido a los

comercios étnicos antes existentes; en otras calles, se da una particular osmosis entre el

bar popular, el restaurante halal, el estudio sala de exposiciones y la “vinoteca”.

7 El Programa RIVA se inició en el Centro Histórico, en 1992, para la reforma integral de éste. Más tarde, derivó en un conjunto de ayudas para reforma de viviendas. La oficina RIVA no ha supuesto la existencia de un plan integral para Russafa.

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Este proceso se valora como positivo ya que revitaliza el barrio y lo ha “puesto de

moda”. Al mismo tiempo, parte de nuestros informantes, destacan su incidencia en el

encarecimiento de los alquileres (en realidad, no han bajado), el ruido y la lejanía que

perciben en estos nuevos vecinos y usuarios respecto “a las cosas del barrio… ellos van

a la suya… no están en el CP Puerto Rico” (R4).

El “barrio”, los que se auto reconocen como tal, continúa viviendo alrededor del

Mercado, el parque M. Granero y el CP Balmes, el único del Russafa. Estos espacios

cotidianos continúan compartidos entre los vecinos de distintos orígenes y el ambiente

tranquilo, acogedor y multicultural, es la nota dominante. Sin embargo, entre 2009 y

2012, Russafa ha perdido el 16,9% de su vecindario inmigrante “por la crisis y porque

aquí los precios se han puesto muy caros” (R6). Quizás donde más se note es la “zona

mora”. Los antes habituales grupos de hombres magrebíes han desaparecido y sólo los

viernes por la tarde, con ocasión de la plegaria, la zona recobra su animación. Para un

miembro de la Comunidad musulmana “hay quien se ha ido… y, sobre todo, antes había

dos o tres hombres que ayudaban en cada tienda, iban, venían… ahora muchas (tiendas)

han cerrado” (R6).

La disminución de comercios étnicos en el barrio se observa simplemente paseando por

sus calles. Los 191 comercios étnicos existentes en 2004 se han reducido, en la

actualidad, a unos 60 incluyendo a aquellos locales que tienen una apertura irregular. En

los últimos cuatro años han cerrado una parte muy importante de los comercios chinos,

en particular los mayoristas de textil barato y marroquinería, de los comercios

marroquíes, los bazares al por mayor y las teterías más modestas, y la mayoría de los

bares y tiendas modestas latinas. En los tramos anteriormente más animados de las

calles Sueca y Cuba ahora se suceden locales cerrados con carteles que anuncia su venta

o alquiler. En otras calles, más cercanas al “Sohito”, los comercios étnicos han sido

substituidos por estudios profesionales, tiendas con estilo o bares de copas.

Las causas de este proceso son diversas. Con la reurbanización de las calles y la

ampliación de las aceras, las operaciones de carga y descarga frente a los comercios

mayoristas originaron embotellamientos, protestas y multas; al mismo tiempo, los

gestores locales “animaron” a los comerciantes a trasladarse a las afueras8. Otros

comercios étnicos han cerrado por las dificultades económicas y “porque su clientela

está muy tocada… lo está pasando muy mal” (R2). En otros casos, el cierre de 8 Los mayoristas chinos y magrebíes se han trasladado al polígono industrial de Manises, colindante con el aeropuerto.

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comercios se vincula al cambio de Russafa como barrio de centralidad inmigrante.

Además de la crisis, muchas carnicerías halal han cerrado porque una parte importante

de sus clientes “ya tienen carnicería (halal) en su pueblo (área metropolitana) y, claro,

es más cómodo comprar en tu pueblo” (R6).

Muchos de los rasgos que caracterizan a Russafa como barrio inmigrante se mantienen.

Las tiendas halal, restaurantes y bazares más importantes continúan. La “comunidad

musulmana”, nucleada alrededor del oratorio y la asociación Averroes, está bien

asentada en el barrio. Desde el estallido de la crisis, la comunidad ha vuelto a ofrecer

durante el mes de Ramadán comida gratis o a un precio muy módico a los fieles, como

ya lo hiciera entre 2001 y 2003. Al norte del barrio, se mantiene una zona de

sociabilidad senegalesa, alrededor de las tiendas al por mayor y la sede de la Asociación

de Senegaleses en Valencia. El resto de sociabilidades específicas muy visibles en el

barrio hasta 2005, como la latina alrededor del Mercado y la china en Calle Cuba y

Sueca, se han diluido. Hay vecinos de estos orígenes, comercios y servicios muy

específicos, pero sin conformar espacios propios de sociabilidad. En opinión de una

vecina marroquí, “ahora el barrio está como más español” (R6). Sin embargo, al menos

de momento, la heterogeneidad del vecindario es lo que caracteriza a los espacios más

significativos de la vida local. Incluso, está imagen multicultural se destaca por los

gestores públicos, junto a la artística y comercial, como características de Russafa

(Arazo, 2011).

El alumnado del colegio Balmes continúa siendo un fiel reflejo de esa multiculturalidad.

Uno de los miembros del AMPA, vecino, explicaba que si bien la crisis no ha

“cambiado la buena convivencia en el barrio y en el colegio”, si lo notan en que acuden

niños sin libros o el gran descenso en las actividades que implican una pequeña

aportación económica, a “las gratuitas se apuntan todos … críos magrebíes, latinos,

chinos… lo que hay en el barrio” (R5). Los niños sin libros es un indicador de las

dificultades económicas de muchas familias del barrio, una buena parte de ellas

inmigrantes. Las estrategias para hacerle frente son diversas, coinciden todos nuestros

interlocutores: la reducción de gastos a los imprescindibles, el recurso al apoyo familiar,

de sus redes de connacionales y/o comunitarias, pero también el recurso a Cáritas S.

Valero que gestiona un banco de alimentos y a Servicios Sociales. En el CMSS Ciutat

Vella, del que depende Russafa, constatan una mayor demanda de todos los grupos de

vecinos, sin incidir particularmente en los inmigrantes.

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Page 13: En Europa, el estudio de la inserción urbana ha cobrado ...  · Web viewEn la actualidad, dada la política aplicada ante la crisis, los recortes en servicios públicos y la extensión

Como en la última década, una rica y heterogénea trama asociativa es otra característica

de Russafa. Una es la trama festiva alrededor de la fallas con gran arraigo. Otra es la de

varías ONG y asociaciones cívicas que tienen su sede en el barrio. Otra, relacionada con

la anterior, estaría compuesta por las asociaciones de inmigrantes. Otra más, agruparía a

la Asociación de Vecinos, la de Comerciantes y el AMPA Balmes, a las que hay que

añadir la recientemente constituida Asociación de Hosteleros del barrio. Otra trama

agrupa a las redes artísticas articuladas alrededor de Russafart. Junto al calificativo de

“barrio de moda” otro muy utilizado es el de “barrio dinámico”. Junto a la pluralidad de

actores, en los últimos años se han dado múltiples iniciativas. Unas han sido artísticas,

como Russafart, otras más comerciales, Russafa-gay y Russafa-kids, y otras vecinales,

como Russafa conviu, la larga campaña en reivindicación del CP Puerto Rico o la

institucionalización del carnaval multicultural. Esta pluralidad de iniciativas, actores y

dinámicas, se dan en paralelo. En paralelo entre los diversos grupos del vecindario y, en

general, entre estos y los nuevos usuarios del barrio.

Sin embargo, en estos años también se ha dado una dinámica barrial compartida de la

mano de las campañas impulsadas por la Plataforma por Russafa en la mejora del

parque M. Granero, entre 2007 y 2008, y la construcción del CP Puerto Rico, entre 2008

y 2011. Estos dos temas, ya conseguidos, constituían reivindicaciones históricas del

barrio y lo han agrupado en la defensa de sus comunes intereses como vecinos. En las

recogidas de firmas, los dos referéndum realizados, las peticiones al consistorio y

actividades lúdica-reivindicativas, han participado muchos vecinos, de todos los

orígenes, las diversas asociaciones y, en el referéndums, los comercios de todo tipo.

En el caso de Russafa, sin menospreciar los impactos de la crisis, los cambios más

relevantes cabe atribuirlos al proceso de gentrificación.

Els Orriols: reafirmando carácter proletario y multicultural

Els Orriols es un antiguo municipio incorporado a Valencia a finales del siglo XIX. De

aquel origen quedan unas pocas casas y alquerías y una antigua ermita. Pero esa

realidad es tal vez la menos conocida del barrio. "Orriols", como lo llaman sus vecinos,

tiene un marcado carácter obrero. En los años 60 se instalaron en él inmigrantes de

Andalucía y Castilla La Mancha para trabajar en la ciudad. Se alojaron en viviendas

construidas por el arquitecto Barona, con un máximo de 70m2, en bloques sin ascensor.

El antiguo pueblo se convirtió en un periférico barrio proletario de Valencia. Las

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características de los edificios de Orriols reflejan este carácter: un 60,12% fueron

construidos entre 1961 y 1970, el 20,26% tiene menos de 60 m2 y el 42% entre 61 y

80m2 y muchos están bastante deteriorados. Al tiempo que se levantaron esos edificios

se forjó una imagen de Barona que ha dejado su impronta. Una muestra gráfica es la

siguiente cita de una de nuestras entrevistas:

En realidad Barona es Orriols… A la gente no le gusta llamarlo Barona porque Barona era… lo

peor que había en Valencia. Siempre decían “no vayas a Barona”… Mi madre no me dejaba

cruzar Primado Reig porque Barona era lo peor que había… En la época de la heroína y todo

esto, aquí hizo estragos, en los años setenta (Or1)

En los albores del siglo XXI, la llegada de población extranjera empezó a teñir el perfil

proletario de Orriols. Hasta 2003, el barrio había sufrido un paulatino descenso de

habitantes que se invirtió entonces gracias al rapidísimo incremento de la población

extranjera (cuadro 1). Eran sobre todo ecuatorianos que se instalaban en la zona de

Barona. En 2005 abría en Orriols el Centro Cultural Islámico (CCI), lo que despertó

recelo entre algunos vecinos. Para responder a estas inquietudes se creó la Plataforma de

Orriols, compuesta por la Asociación de Vecinos, ONG del barrio y algunas del vecino

barrio de Torrefiel, colegios públicos, asociaciones de mujeres y el propio CCI. Por

entonces, el barrio había empezado a ser visto como "de inmigrantes". Sin duda

contribuyó a ello el incremento en el número de extranjeros que residían en él, que lo

colocó a la cabeza de la ciudad en presencia de nacionales no españoles con un máximo

alcanzado en 2009 del 31,2%. Sin embargo, también jugaron un papel la propia

instalación del CCI, la presencia de la ONG Valencia Acoge, la apertura de comercios

étnicos y la presencia de personas extranjeras en espacios públicos. Para acabar de

definir ese perfil multicultural, la prensa amplificó algunos fenómenos aislados de

violencia contribuyendo a dar carta de realidad al prejuicio del pandillismo

latinoamericano. Titulares como “La explosión latina del barrio de Orriols” (El País

18/12/05), “Conflicto social en Orriols: “Para que se crezcan ellos, nos crecemos

nosotros” (Levante, 28/03/2008) o la inclusión del barrio en el reportaje “Los guetos en

España” (El Pais, 18/12/2005) mostraban cómo había cuajado esa imagen. Desde 2006,

la Plataforma de Orriols organiza una jornada anual para tratar de fomentar una

convivencia potencialmente dificultada por el cóctel de condiciones sociales e

incomunicación interétnica y prejuicios étnicos.

La situación actual del barrio –marcada por la crisis- sigue la estela de su carácter

proletario y su componente multicultural. En un reportaje sobre desahucios, por

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Page 15: En Europa, el estudio de la inserción urbana ha cobrado ...  · Web viewEn la actualidad, dada la política aplicada ante la crisis, los recortes en servicios públicos y la extensión

ejemplo, la presidenta de la asociación de vecinos decía que "es un barrio

evidentemente obrero, pues ahora es evidentemente pobre" (Levante, 28/11/12). En el

mismo artículo se indicaba que se trataba del barrio que más desalojos vivía cada

semana, según una secretaria judicial que añadía que ello había tenido como detonante

el impago por parte de "sudamericanos" que en algunos casos tenían alquiladas

habitaciones a terceros, pero que aún así no conseguían hacer frente a las deudas,

aunque los desalojos afectaban también a "vecinos de toda la vida". El panorama lo

completaban referencias al paro -el mismo artículo precisaba que Rascanya (distrito que

incluye Orriols) era el tercero en media de paro en 2011, con una tasa del 21% (la media

de la ciudad era del 18,8%)- y a problemas de convivencia sobre los que nosotros hemos

encontrado también referencias en nuestras entrevistas. Se estarían produciendo

tensiones y peleas cuyas explicaciones van en dos líneas: la falta de recursos e

intervención pública y la presencia de inmigrantes u otros grupos "en riesgo de

exclusión social", como por ejemplo gitanos, que se habrían instalado en el barrio en

búsqueda de vivienda barata o –como explicaba un artículo más reciente (Levante,

11/02/13) para ocupar viviendas vacías de Barona.

Desde Servicios Sociales se detecta un impacto acusado del desempleo y de dificultades

económicas y en especial en pagar la propia vivienda. En el caso de los inmigrantes

extranjeros, ello se traduce en un deseo de regresar al país de origen aún a riesgo de

mostrar un fracaso en el proyecto migratorio. Se han truncado trayectorias de ascenso

intergeneracional, diluido expectativas y producido trayectorias socioeconómicas

descendentes. Además, en nuestras entrevistas percibimos conciencia de formar parte de

un barrio con carencias en servicios e infraestructuras y donde se sufren con especial

intensidad los recortes en becas escolares o mantenimiento de infraestructuras urbanas.

La salud es el ámbito donde la carencia de servicios es más evidente. Después de años

de reivindicación por parte de los vecinos se ha construido un nuevo Centro de Salud

que debe sustituir al único en servicio, ubicado en el bajo de una finca con problemas de

aluminosis que han obligado a cerrarlo temporalmente al menos en dos ocasiones, desde

julio de 2007. Sin embargo, no hay dinero para abrir el nuevo Centro de Salud.

Barona sigue siendo el símbolo del barrio obrero, aunque no es la única realidad que

define Orriols. El boom inmobiliario que experimentó Valencia desde mediados de los

noventa dejó huella en el barrio con viviendas modernas y de mayor tamaño, en algunos

casos torres de condominios con piscina y parque privado, ubicadas en una zona

administrativamente incluida en el barrio de Sant Llorenç pero conocida como “Nuevo

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Orriols”. A juzgar por lo que hemos visto en nuestras entrevistas, parte de sus residentes

provienen de otras zonas de Orriols. Un cambio de residencia relacionado con buscar

mejor vivienda pero también con atribuir a la presencia de inmigrantes una merma de

calidad de vida. Cerca de esa zona abrió en 2010 un centro comercial al que acuden

visitantes de la zona metropolitana septentrional de Valencia. Dicho centro ha sido

autorizado a abrir los domingos en virtud de una normativa que permite que así sea en el

caso de zonas consideradas "de alta afluencia turística". Tal etiqueta parece curiosa, en

el contexto de Orriols. Además, la zona está ausente de la promoción turística de

Valencia (Santamarina y Moncusí, 2013).

Orriols sigue siendo el barrio con más población extranjera en la ciudad (25,8%). Son

sobre todo ecuatorianos, bolivianos, colombianos y rumanos que en su mayor parte

residen en Barona. Además, han abierto en el barrio un templo sikh y la Oficina de

Extranjería de Delegación del Gobierno que atraen a extranjeros de otras zonas de

Valencia, contribuyendo a visibilizar la diversidad cultural en el espacio público. Este

mosaico lo completan vecinos españoles (payos y algunos gitanos) en las fincas, calles,

supermercados y otros comercios, la piscina municipal, el pequeño centro de salud, los

centros educativos públicos y el parque del barrio.

Sin embargo, los datos de padrón muestran un descenso significativo en la presencia de

extranjeros. Entre 2009 y 2012, Orriols pierde un 23,6% de población de nacionalidad

extranjera y un 15,6% de la de origen extranjero, lo que muestra dos tendencias. En

primer lugar, concuerda con la impresión que nos transmiten nuestras entrevistas, en

relación con la salida del barrio por parte de muchos de sus habitantes, en especial

ecuatorianos. En segundo lugar, las cifras indican una importante proporción de

residentes naturalizados que prácticamente pueden haberse duplicado entre 2009 y 2012

(del 7,34% al 13,78%) y que podría responder a la vez a un perfil de residente más

asentado y a una respuesta estratégica de búsqueda de mayores oportunidades en

contexto de crisis.

En nuestras entrevistas en el barrio detectamos una vinculación de la presencia de

inmigrantes con aspectos negativos como falta de limpieza, inseguridad o masificación.

Esta imagen negativa se ve reforzada por las imágenes difundidas por los medios de

comunicación antes comentadas. La esporádica presencia policial subraya la sensación

de inseguridad. Pero existe también el contacto interétnico a través de las trayectorias

cotidianas dentro del barrio y, también, en otros lugares de Valencia. Las instalaciones

deportivas e infantiles del parque de Orriols –ubicado significativamente en la frontera

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entre Nuevo Orriols y Barona- son usadas indistintamente por parte de vecinos de

nacionalidades y los medios de transporte público, las calles y plazas son escenario de

encuentros habituales. La vida cotidiana se construye con un proceso constante en el

que se suceden momentos y contextos compartidos.

La relativa estigmatización de Barona, la situación de equipamientos y edificios y la

concentración en la zona de población extranjera no justificarían hablar de segregación

étnica. Los habitantes del barrio pueden compartir preocupaciones, al margen de su

origen étnico. Otra cosa es que éste potencie o incluso origine formas de discriminación

o exclusión. De ello son conscientes quienes integran las entidades del barrio,

articuladas para trabajar contra esas formas de discriminación e intentar generar vías

para enfrentarse a los problemas de empleo, vivienda, servicios públicos y exclusión

social de sus vecinos.

Hoy la principal línea de trabajo de la Plataforma de Orriols consiste en organizar una

jornada para fomentar la convivencia entre vecinos en la que se expresa un sentido de

comunidad y de pertenencia vecinal. La jornada, que en su edición de 2012 se

transformó en una semana intercultural, constituye un pretexto para fomentar la

interrelación e incorporar personas a un proyecto colectivo de mejora de las condiciones

de vida en el barrio, enraizado en la condición compartida de vecinos. Sin embargo, el

protagonismo lo desarrolla hoy el movimiento del 15M. La Asamblea 15M de Orriols,

constituida por vecinos del barrio, ha encontrado el apoyo de muchas entidades. Su

papel ha sido crucial en las iniciativas contra los desahucios que han incidido, sobre

todo, en Barona. Además, han formado una plataforma de personas desempleadas que

tratan de buscar una salida conjunta a su situación reuniéndose periódicamente en un

local cedido por el Centro Cultural Islámico. La cesión de este espacio representa un

intento, por parte del colectivo musulmán, de resaltar su apertura al barrio y a los

problemas sociales de sus vecinos. Al mismo tiempo, contrarresta la imagen de ese

colectivo, no siempre positiva, y, con ello, contribuye a potenciar la cohesión social. La

Asamblea 15M se reúne periódicamente en espacios públicos abiertos, cuando lo

permite el clima. Recientemente lo han hecho frente al nuevo y todavía cerrado Centro

de Salud, como evidencia de su posición en la defensa de los servicios públicos. No

menos significativo es que su lugar de reunión en los meses más fríos sea el local de la

ONG Valencia Acoge, dirigida a inmigrantes. En este barrio obrero, la dimensión étnica

y cultural se cruza de forma particular con lo social y lo económico,

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A modo de conclusiones provisionales

La crisis desestabiliza y pone a prueba el proceso de inserción de los inmigrantes. Uno

de los escenarios que suscita mayor inquietud es el urbano. En Europa, los “problemas

de la integración” han tenido y tienen una indudable dimensión urbana (Body-Gendrot

y De Rudder, 1998; Van Kempen y Özüekren, 1998). En España, el difunto PECI

2011-2014 subrayaba la preocupación que suscitan los escenarios urbanos que conjugan

precariedad social, déficits de equipamientos y nutrida presencia de vecinos

inmigrantes. Esta comunicación ha señalado algunos rasgos y, creemos enseñanzas, de

la situación de la inserción urbana en Valencia después de cinco años de crisis.

A nivel de ciudad, la inserción urbana mantiene sus rasgos centrales aunque se hayan

dado cambios (particularmente respecto a sus condiciones materiales). Un primer

impacto de la crisis, similar a otras grandes ciudades españolas, es la reducción del

vecindario inmigrante en un 13,7% entre 2009 y 2012, particularmente latinoamericano.

También se ha modificado el mapa de la Valencia inmigrante. A diferencia del pasado

reciente, son los barrios periféricos y obreros los que presentan una mayor proporción

de vecinos extranjeros; como hemos visto esta tendencia era anterior a la crisis, pero

ésta parece haberla exacerbado. Se trata además de los barrios que fueron relegados

durante el boom de la Valencia global y que acumulan más déficits. Si los espacios

públicos son el espejo de una ciudad, la imagen que nos transmiten es la continuidad de

la convivencia pacífica pero distante que ha adoptado y consolidado una diversidad de

formas, la copresencia en los espacios públicos comunes, la resignificación de otros

como espacios etnificados y los usos cosmopolitas en otros, tanto a nivel de ciudad

como a nivel de barrios. La situación de los servicios públicos es más ambigua. Por un

lado, los inmigrantes y sus familias son usuarios habituales de los colegios públicos, los

centros de salud y de servicios sociales. Por otro lado, dichos centros afrontan ahora su

inserción con muchas más dificultades, dados los recortes y la extensión de la pobreza

en los barrios más modestos, con mayor presencia de inmigrantes. Tanto en los Centros

Municipales de Servicios Sociales como en las Cáritas de la ciudad se constata el

aumento de competencia entre vecinos de distintos orígenes por las ayudas de

emergencia, comedor escolar, alimentación u otras, y su expresión en términos de

resignificación negativa del inmigrante, el “otro”. En un apresurado resumen, la

competencia por ayudas sociales es la más clara fuente de posibles conflictos y

tensiones etnificadas. Un resultado coherente, por otro lado, con los de otros estudios a

nivel estatal (Cea y Vallés, 2011).

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A nivel de barrio hemos presentado dos situaciones diferentes. Uno, Russafa, un barrio

céntrico popular en proceso de mejora urbana y gentrificación paulatina, que se

autocaracteriza como barrio dinámico, artístico y multicultural, con una parte del

vecindario inmigrante muy asentada. Otro, Els Orriols, barrio obrero periférico con

mayor incidencia de paro y precariedad socioeconómica, con una inmigración más

reciente y una vivencia del otro más vinculada a aspectos negativos o en todo caso

ajenos. En uno y otro barrio, la construcción social de la imagen del “otro”, el

inmigrante, se realiza en un marco barrial relativamente distinto lo que, en nuestra

opinión, no deja de tener efectos.

A pesar de sus diferencias, los procesos de Russafa y Els Orriols nos muestran diversas

enseñanzas comunes, entre las que ahora enfatizaremos el papel de la trama asociativa y

de redes de sociabilidad barrial. Cuando en el pasado se han dado problemas serios

atribuidos al otro, reales o imaginarios, y que podían haber generado tensiones

interétnicas ha sido la trama asociativa vecinal, escolar y de ONG, la que afrontado la

situación, ha hecho de amortiguador, ha procurado extender vías de comunicación y

acomodación y, en los dos casos, se ha subrayado la común categoría de vecino. Más

allá de los actos puntuales y de las formas organizativas adoptadas, el logro radica en

generar más cohesión o menos indiferencia vecinal. Algo muy necesario hoy en día.

En lo que hace a la ciudadanía local, ésta se ha degradado tanto para los vecinos

autóctonos como para los inmigrantes, aunque dada su situación jurídica y social, estos

últimos hayan padecido un mayor retroceso. Si bien la convivencia no parece haberse

resentido, la degradación de los servicios y la competencia por ayudas sociales aparece

como la fuente más clara de posibles tensiones, si bien éstas se modulan según el marco

barrial concreto.

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