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Esta traducción fue hecha sin fines de...

Date post: 06-Dec-2020
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Esta traducción fue hecha sin fines de lucro.

Es una traducción de fans para fans.

Si el libro llega a tu país, apoya al escritor comprando su libro. También

puedes apoyar al autor con una reseña, siguiéndolo en redes sociales y

ayudándolo a promocionar su libro.

¡Disfruta la lectura!

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Staff Moderadoras:

Juli & Moni

Traductoras:

Moni Mel Cipriano

Sofí Fullbuster karlamirandar

Vani Lalu♥

MaryJane♥ Mel Markham

Juli Aimetz14 aa.tesares

CrisCras Jessy.

Julieyrr Val_17

NnancyC Mitzi.C eyeOc

Danny_McFly Zafiro Katita

Fiioreee

Mar Winston Vanessa VR

Majo_Smile ♥ Aleja E

NnancyC Adriana Tate♥

Maca Delos Blaire2015 Snowsmily

Correctoras:

Meliizza Sofi Elle

Mel Markham Andreina

MerryHope Karool Daniela

MaryJane Alaska Maca

Paltonika Merlu

Daenerys Nnancyc

Alessa

LuciiTamy Cami Juli

Tsuki Vanessa VR

SammyD Aimetz Melii

Lectura Final:

CrisCras

Diseño:

July

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Índice Sinopsis

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Epílogo

Sobre el autor

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Sinopsis Ella y Micha han sobrevivido a la tragedia y la angustia. Cuando

están juntos, cualquier cosa parece posible. Pero ahora están a miles de

kilómetros, y llevar adelante su relación a distancia pondrá a prueba su amor.

Ella está de vuelta en la escuela, tratando de no preocuparse tanto

por su futuro. Pero con su padre entrando y saliendo de rehabilitación, está teniendo un tiempo duro atravesando los días. Lo único que quiere es

a Micha a su lado, pero se niega a dejar que sus problemas interfieran en sus sueños.

Micha pasa sus días recorriendo el país con su banda, pero en el

fondo sabe que algo falta. Estar lejos de Ella es más difícil de lo que pensó que sería. La quiere cerca—la necesita con él. Pero no le pedirá que deje la

universidad sólo para estar con él.

Los pocos momentos que pasan juntos son intensos y apasionados, pero sólo se hace más difícil cuando tienen que separarse. Saben que

quieren estar juntos, ¿pero querer algo es suficiente para conseguir su “para siempre”?

The Secret #2

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Prólogo Traducido por Moni

Corregido por Meliizza

Ella Hay algo inquietante sobre el puente, sin embargo, me siento atraída

hacia él por una compulsión interna. No es tan doloroso como solía ser, pero todavía hay recuerdos vinculados a él que me perseguirán por siempre.

El cielo está nublado y la suave brisa besa mi piel. Cierro mi chaqueta mientras miro hacia el agua oscura, perdida en mis pensamientos de esa terrible noche cuando consideré saltar.

—¿Estás segura de que vas a estar bien? —pregunta Micha, la misma pregunta que ha estado haciéndome durante los últimos días. Sus

nudillos se vuelven blancos cuando se agarra de la barandilla del puente y mira hacia el lago—. Has pasado por mucho durante este fin de semana.

Me estremezco al recordar la enojada voz de mi padre cuando me

dijo que deseaba que no fuese su hija, cuando Dean y yo lo habíamos confrontado sobre su alcoholismo. Crueles palabras fueron gritadas

rompiendo mi corazón. Sigo tratando de convencerme de que es su adicción hablando, no él, pero no lo creo del todo. Mi cuerpo y mente están agotados del drama, pero voy a seguir adelante, justo como lo hice la

última vez. Nada de escapar de nuevo, sólo lidiar con ello y eventualmente seguir adelante.

Micha no sabe toda la historia de lo que pasó y quiero salvarlo de la

carga. Se preocupa por mí todo el tiempo y la culpa me consume. Él debería ser feliz, amar la vida, hacer lo que quiere hacer. Se lo merece.

Frunzo el ceño, odiando que cuando nos alejemos del puente, me dejará para volver a la carretera con su banda. —Estoy un poco triste de que tengas que irte.

Suelta la barandilla de metal y sus ojos azules brillan mientras me abraza. Hundo la cara en su pecho y lo respiro, sin querer dejarlo ir.

—Te amo, Ella May. —Me besa en la parte superior de la cabeza.

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Cierro los ojos y me trago las lágrimas. —También te amo.

Presiona sus labios carnosos contra los míos y me besa

apasionadamente, su arete en el labio clavándose en mi boca. Mi piel se calienta cuando sus manos exploran mi espalda y sus dedos rozan mi trasero, pidiendo mi cuerpo más cerca del suyo. Enredo mis dedos a través

de su suave cabello antes de asegurar mis brazos alrededor de la parte trasera de su cuello. Su lengua traza el interior de mi boca e intensifica el

beso hasta que tenemos que separarnos para recuperar el aliento.

Mi pecho se eleva mientras miro hacia el lago una última vez y el sol se refleja en el agua. —Es hora de irse, ¿cierto?

Aprieta mi mano. —Todo irá bien. Tenemos todo el viaje de doce horas por delante de nosotros, y me iré sólo por un par de semanas antes

de que te moleste hasta el cansancio de nuevo.

Fuerzo una sonrisa. —Lo sé y tengo muchas ganas de ser molestada.

Caminamos de la mano de vuelta al Mercedes negro de Lila. Le dejo

manejar y vuela por el camino de tierra, dejando una nube de polvo detrás de nosotros que se desvanece rápidamente.

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1 Dos meses después

Traducido por Mel Cipriano

Corregido por Sofí Fullbuster

Ella Todas las noches tengo el mismo sueño. Micha y yo estamos de pie

en los extremos opuestos del puente. La lluvia golpea violentamente desde

el cielo oscuro, y el viento empieza a levantar escombros entre nosotros.

Micha extiende la mano y camino hacia él, pero se escapa de mí hasta que aterriza en la barandilla del puente. Se tambalea con el viento y

quiero salvarlo, pero mis pies no se mueven. Una ráfaga de viento choca contra él y cae hacia atrás, desapareciendo en la oscuridad. Me despierto

gritando y llena de culpa.

Mi terapeuta tiene la teoría de que la pesadilla significa mi miedo de perder a Micha, aunque eso no explica por qué no voy a rescatarlo.

Cuando ella lo mencionó, mi corazón se aceleró y mis palmas comenzaron a sudar. Nunca miré lo suficiente hacia el futuro como para darme cuenta de que tal vez un día Micha y yo no estemos juntos.

¿Un para siempre? ¿Existe tal cosa?

Con todo el tiempo que pasamos juntos me pregunto hacia dónde va

nuestra relación. La última vez que nos vimos fue en el funeral de Grady. El segundo día más difícil de mi vida, el primero fue el funeral de mi madre.

Micha y yo estuvimos en el acantilado que daba al lago, con una urna negra que contenía las cenizas de Grady. El viento soplaba y en lo

único que podía pensar era en cuanta muerte tenía la vida. En cualquier

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momento la muerte puede arrebatarte la vida, como lo había hecho con mi mamá y Grady.

—¿Estás lista para esto? —había preguntado Micha, quitando la tapa de la jarra.

Asentí, extendiendo la mano. —Estoy tan lista como puedo llegar a

estarlo.

Detrás de nosotros, el coche estaba en marcha y tocando la canción

favorita de Grady, Simple Man de Lynyrd Skynyrd, una canción que definía a Grady y su estilo de vida perfectamente.

Me dio la urna y nos aferramos a él juntos. —¿Qué era esa cosa que

decía todo el tiempo? —preguntó Micha—. ¿Acerca de la vida?

—No es tan importante sentirse bien acerca de todas las cosas que

hacemos —dije en voz baja—. Pero sí cómo nos sentimos al final, cuando miramos hacia atrás, hacia todo lo que hemos hecho.

Las lágrimas brotaron de mis ojos cuando le dimos la vuelta a la

urna y las cenizas se derramaron por el acantilado. Mientras las mirábamos flotar hacia el lago, Micha envolvió su brazo alrededor de mí y

tomó un trago de tequila. Me ofreció, pero no quise.

Mis entrañas temblaban mientras el dolor corría a través de mí, pero lo reprimí rápidamente. Aunque la luz del sol brillaba sobre nosotros,

había una frialdad en el aire cuando observaba el lago que parecía tener todo. Se conectaba a tantos profundos y dolorosos recuerdos de mi pasado entre mi madre y yo.

—Tierra llamando a Ella. —Lila agita la mano delante de mi cara y me estremezco—. En serio estás fuera más que nadie que conozco. La

clase salió hace como cinco minutos… ¿Qué diablos estás dibujando? Es espeluznante.

Traída de nuevo al presente, mi mirada barre las mesas vacías en el

salón de clases y luego cae en la pluma en mi mano, la punta presionada sobre un boceto de mi rostro, sólo que mis ojos son de color negro y mi piel se ve como tierra seca y agrietada.

—No es nada. —Meto el dibujo en mi bolso y agarro mis libros. A veces pierdo la noción del tiempo y es inquietante, ya que mi madre lo

hacía—. Es sólo un garabato con el que estaba jugando durante la aburrida conferencia del profesor Mackman.

—¿Qué pasa contigo? Has estado como demasiado distraída y muy

gruñona —dice Lila mientras salimos del salón de clases y empujamos las puertas, entrando en la luz del sol.

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Ajusto el bolso en mi hombro y me pongo las gafas de sol. —No es nada. Estoy cansada.

Se detiene abruptamente en medio de la acera, entrecierra sus ojos azules hacia mí y pone sus manos en las caderas. —No te cierres ahora. Lo hemos estado haciendo tan bien.

Suspiro, porque tiene razón. —Es sólo este sueño que he tenido.

—¿Sobre Micha?

—¿Cómo lo adivinaste?

Arquea las cejas. —¿Cómo no voy a adivinarlo? Todos tus pensamientos son sobre él.

—No todos. —Tengo pensamientos acerca de mi padre, que está en rehabilitación y no quiere hablar conmigo.

Damos un paseo por la acera y enlaza su brazo con el mío. Da saltitos al caminar, y su vestido rosa y cabello rubio se mueven en la suave brisa de otoño. Hace aproximadamente un año, Lila y yo nos veíamos de

forma muy similar, pero Micha agrietó mi caparazón y yo opté por un término medio. Llevo una camiseta negra de la banda de rock alternativo, Spill Canvas, un par de pantalones vaqueros y el pelo largo y castaño que

cuelga libremente alrededor de mi rostro.

—¿Dónde debemos almorzar? —pregunta cuando llegamos al borde

del estacionamiento—. Porque nuestra nevera está vacía.

—Tenemos que ir de compras. —Esquivo a un grupo de jugadores de fútbol caminando con sus uniformes color escarlata y gris—. Pero también

necesitamos un coche para ir a cualquier parte, ya que no tomarás el bus nunca más.

—Sólo por ese raro que me lamió el brazo —dice, encogiéndose—. Fue un asco.

—Fue bastante asqueroso —estoy de acuerdo, tratando de no reírme.

—Mi padre es un idiota —murmura Lila con el ceño fruncido—. Tendría que por lo menos haberme advertido cuando decidió remolcar mi coche de vuelta a casa. No tiene sentido. No me quiere allí, pero se lleva mi

coche porque el verano se acabó.

—Los padres tienden a ser idiotas. —Al final de la acera, giramos a

la izquierda—. El mío no me habla.

—Deberíamos hacer un club de ‘Los padres apestan’ —sugiere

sarcásticamente—. Estoy segura de que mucha gente se uniría.

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Fuerzo una sonrisa. No culpo a mi padre por sus sentimientos negativos hacia mí. Fue mi decisión dejar que mi mamá muriera esa

noche, y ahora tengo que lidiar con las consecuencias. Es parte de seguir adelante.

Me quedo a la sombra de los árboles mientras nos dirigimos por la

acera hacia la parte lateral de la escuela. —Vamos a comer en la cafetería. Es el lugar más fácil de encontrar.

Su nariz se arruga. —Fácil, en el sentido de que está cerca. Pero quitando eso, no es nada fácil… —Se detiene cuando sus ojos se desvían hacia el lateral del campus y una sonrisa cómplice se expande por su

rostro—. Tengo una idea. Podrías pedirle a Blake que nos lleve a algún lugar.

Observo a Blake caminar por el patio del campus hacia su coche. Está en mi clase de pintura al agua y hablamos bastante. Lila insiste en que se debe a que siente algo por mí, pero no estoy de acuerdo.

—No voy a pedirle que nos lleve a ningún lado. —Tiro de su brazo—. Vamos a comer en la cafetería.

—¡Oye, Blake! —grita, agitando los brazos en el aire, y luego se ríe

entre dientes.

Los ojos marrones de Blake escanean el campus y una sonrisa crece

mientras se pavonea por el césped hacia nosotras.

—Él sabe que tengo novio —le digo a Lila—. Sólo está siendo agradable.

—Los chicos nunca son sólo agradables, y estoy usando a tu pequeño enamorado para que nos transporte —susurra Lila—. Estoy harta de estar atrapada aquí.

Mis labios se abren en señal de protesta, pero Blake llega hasta nosotras, y aprieto la mandíbula.

Tiene un gorro sobre el cabello de color marrón oscuro, y manchas de pintura azul salpican la parte delantera de sus vaqueros desteñidos, así como la parte inferior de su bronceada camiseta.

—Entonces, ¿qué pasa? —Su pulgar se engancha en la tira de la mochila que cuelga de su hombro y me mira como si yo hubiera sido quien

lo llamó.

Estamos casi a la misma altura y podemos fácilmente mirarnos directamente a los ojos. —No era nada.

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—Necesitamos transporte. —Lila agita sus pestañas mientras enreda un mechón de su cabello alrededor de su dedo—. Para conseguir algo de

comer.

—No tienes que hacerlo —intervine—. Lila realmente necesita salir del campus.

—Me encantaría llevarlas a cualquier lugar que necesiten ir —ofrece con una sonrisa sincera—. Me dirijo a mi apartamento primero, sin

embargo, por lo que si no les importa detenerse, pueden venir conmigo ahora.

Desde el interior de mi bolsillo, el teléfono empieza a sonar con la

canción Behind Blue Eyes de The Who, y mis labios se curvan en una sonrisa.

Lila rueda ojos. —Oh, Dios mío. Pensé que ya habrías terminado con tu atolondramiento. Ustedes dos han estado juntos durante casi tres meses.

Contesto el teléfono, amando el revoloteo en mi estómago que se produce de sólo escuchar la canción. Me recuerda a cómo se sienten sus

manos sobre mi piel y la forma en que me llama por mi apodo.

—Hola, preciosa —dice con mucho encanto, y el sonido de su voz envía un estremecimiento a través de mi cuerpo—. ¿Cómo está mi chica

favorita en el mundo?

—Bueno, hola a ti también. —Camino hacia un frondoso árbol en el centro del césped—. Estoy muy bien. ¿Estás teniendo un buen día?

—Lo estoy ahora. —Usa su voz de jugador conmigo—. Voy a tener un día aún mejor si me dices lo que llevas puesto.

—Vaqueros y una camiseta raída. —Vuelvo a sonreír.

—Vamos, niña bonita, ha pasado como un mes. —Se ríe en el teléfono, un ruido profundo que hace que mis entrañas vibren—. Dime lo

que llevas debajo de eso.

Ruedo los ojos, pero lo tolero. —Una tanga de encaje rojo y un sujetador a juego.

—Es una imagen mental muy bonita la que pintaste allí —gruñe con voz ronca—. Ahora voy a tener algo para ayudarme a cuidar de mí mismo

luego.

—Con tal de que seas tú quien esté cuidando de ti —le digo, y hay una pausa interminable—. Micha, ¿estás ahí?

—Sabes que nunca te haría eso, ¿verdad? —Su tono conlleva pesadez—. Te amo demasiado.

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—Sólo estaba bromeando. —Más o menos. Últimamente, me ha estado molestando que pase tanto tiempo con Naomi, sobre todo porque

muchos de sus historias la implican.

—Sí, pero siempre bromeas al respecto cada vez que hablamos y me preocupa que en el fondo lo creas.

—No lo hago —insisto, aunque el pensamiento ha cruzado por mi mente. Es el cantante principal de una banda. Y es hermoso. Y

encantador—. Sé que me amas.

—Bien, porque tengo algo que decirte. —Hace una pausa—. Tendremos el concierto.

—¿Ese en Nueva York?

—Seh, ¿no es genial?

—Es increíble… estoy muy feliz por ti.

El silencio se hace cargo. Quiero decir algo, pero la tristeza se ha robado mi voz, así que me quedo observando a una pareja caminando por

el campus, tomados de la mano, y pienso en lo que es tener eso.

—Ella May, dime lo que está mal —exige—. ¿Te preocupa que me vaya? Porque sabes que eres la única mujer para mí. ¿O es que… es por

Grady? ¿Cómo te va con eso? Nunca sé, ya que no quieres hablar conmigo.

—No es Grady —digo rápidamente, con ganas de salir de ese tema—.

Es sólo que… está tan lejos, y apenas llego a verte tal y como estás ahora. —Me desplomo con la espalda contra el tronco de un árbol—. Todavía vas a venir este fin de semana, ¿verdad?

Deja escapar un suspiro gradual. —La cosa es que… para llegar a Nueva York a tiempo, tenemos que salir mañana por la mañana. Y me gustaría pasar esta noche, sólo para verte, pero tenemos una actuación.

Mis entrañas se vuelven nudos, pero mantengo la calma en el exterior. —¿Cuánto tiempo vas a estar fuera en Nueva York?

Se toma un segundo para contestar. —Alrededor de un mes.

Mi mano tiembla de ira, o miedo… no estoy segura. —¿Así que no te he visto en casi un mes y no voy a ser capaz de verte hasta dentro de otro?

—Puedes venir a visitarme a Nueva York —propone—. Puedes venir como por una semana o algo así.

—Tengo exámenes parciales. —Mi voz es sombría—. Y la boda de mi hermano será en… como… un mes, y todo mi dinero extra es para pagar por ello.

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—¡Ella, vamos! —grita Lila y mi ojos se mueven hacia ella. Me hace señas para que me acerque mientras que Blake se encuentra a su lado,

con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones vaqueros—. Blake está esperando por nosotros.

—¿Quién es Blake? —pregunta Micha con curiosidad.

—Sólo un chico de mi clase —explico, dejando el árbol y yendo en dirección a Blake y Lila—. Mira, me tengo que ir.

—¿Estás segura de que estás bien?

—Sí, Lila me está esperando.

—Está bien… Te llamaré después de mi actuación, entonces.

—Me parece bien. —Cuelgo el teléfono, dándome cuenta de que olvidé decir adiós, pero la palabra no habría salido de mi boca, de todos

modos. Se siente como que nos estamos alejando, y él fue quien me trajo de vuelta de mi lugar oscuro. Si me deja, no estoy segura de que pueda retener la luz.

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Micha —Mierda. —Cuelgo el teléfono y le doy una patada a la llanta de la

camioneta de la banda, que se encuentra en el centro del estacionamiento de un motel de mierda en el lado malo de la ciudad, donde drogadictos

caminan por las calles y cada edificio tiene grafitis. Hace que Star Grove se vea elegante.

La tristeza en la voz de Ella me preocupa. Todavía está luchando con

sus demonios personales, la muerte de Grady, la muerte de su madre, y no se abre completamente a mí. Siempre hay un pensamiento en el fondo de

mi mente de que podría desaparecer de nuevo.

Un coche sale con un chirrido mientras camino de vuelta a la habitación del motel. En la escalera, tengo que pasar a un hombre

besando a una mujer, probablemente una prostituta, para llegar a mi puerta.

¿Esto es lo que estoy eligiendo por encima de Ella? A veces me pregunto por qué.

—Guau, te ves como si estuvieras cabreado —observa Naomi desde

la cama cuando cierro la puerta de la habitación del motel. Pinta las uñas de sus pies y la habitación huele como a diluyente de pintura—. ¿Tuviste un mal día?

Me aclarando la garganta, vacío el cambio del bolsillo de mis vaqueros y dejo caer mi billetera en la mesa de noche. —¿Qué me delató?

¿El golpe de la puerta?

—Eres muy gracioso. —Se sienta y sopla sus uñas—. ¿Qué te dijo Ella esta vez?

—No dijo nada. —Abro mi bolsa de lona que está en una silla entre la televisión y la mesa—. Nunca lo hace.

—Ese es el problema. —A Naomi le gusta poner su granito de arena en todo y a veces me pone de los nervios—. Que no te dice cómo se siente.

Agarro un par de pantalones vaqueros limpios y una camisa negra

de manga larga de la bolsa. —No quiero hablar de esto.

—Pero lo haces cuando estás borracho. —Sonríe—. De hecho, no puedo conseguir que te calles cuando estás perdido.

—Hablé contigo acerca de cosas una vez. —Camino hacia atrás, hacia el cuarto de baño—. Y estaba teniendo un día de mierda.

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—Porque la echas de menos. —Se ajusta los brazaletes en sus muñecas—. Tengo una idea. ¿Por qué no la traes a la carretera con

nosotros?

Me detengo en la puerta. —¿Por qué dirías eso?

—Dylan, Chase y yo hemos estado hablando y pensamos que tal vez

sería un poco más… —vacila—, agradable estar a tu lado si ella estuviera aquí.

Levanto una ceja. —¿Soy tan malo?

—A veces. —Se levanta y se desliza en sus zapatos—. Es como si fueras el mismo que cuando Ella desapareció durante ocho meses, sólo

que a veces es peor. Siempre estás tan hundido y casi nunca sales con nosotros.

Me froto la cara con la mano, disfrutando de lo que dijo. —Lo siento si me he comportado como un idiota, pero no puedo pedirle a Ella que venga con nosotros.

Naomi agarra la tarjeta de la puerta de la cómoda y la pone en el bolsillo trasero de sus pantalones vaqueros. —¿Por qué no?

—Porque ella es feliz —le digo, recordando que muchas veces habló

conmigo de sus clases y de la vida en un tono optimista que me hizo sonreír—. Y no puedo pedirle que renuncie a eso, a pesar de que me

encantaría tenerla aquí.

Naomi se encoge de hombros y abre la puerta, dejando entrar la luz del sol y el aire caliente que huele a cigarrillos. —Es tu decisión. Estaba

dándote el punto de vista de alguien de afuera. ¿Quieres venir con nosotros? Dylan invita a las bebidas.

—No, creo que me quedaré esta noche. —Agito las manos y se va,

cerrando la puerta.

Apilo mi ropa en el lavabo del baño de colores y enciendo la ducha.

Los tubos chillan mientras los chorros de agua salen. Rastrillo las manos por mi cabello y dejo escapar un suspiro de frustración. Mis dedos se agarran del mostrador y mi cabeza cae hacia adelante.

Mi madre me contó una vez cómo conoció a mi padre. Él vivía en una ciudad cerca de Star Grove y un día, cuando ambos estaban

conduciendo, se encontraron el uno al otro. Literalmente. La parte delantera de la camioneta de mi papá se estrelló contra la parte trasera del auto de mi mamá. Su coche estaba destrozado, pero terminaron hablando

durante horas después de que la grúa se fuera, y mi papá se ofreció a llevar a mi madre a casa.

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Ella dijo que fue amor instantáneo, o al menos eso es lo que interpretó en su cerebro adolescente hormonal. Se suponía que iría a la

universidad, al final del verano, pero se quedó y se casó con mi padre en su lugar.

Dijo que lamentaba la decisión, pero no estoy seguro de si es porque

mi padre resultó ser un idiota, o si estaba triste por haber perdido su futuro.

Me alejo del mostrador, llegando a la conclusión de que tengo que dejarlo ir por ahora. Ella y yo somos lo suficientemente fuertes como para pasar a través de este mes.

Ya lo hemos hecho a través de un infierno, ida y vuelta.

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2 Traducido por Sofí Fullbuster, karlamirandar & Vani

Corregido por Elle

Ella Blake nos dio un aventón para almorzar y luego nos dejó en el

campus alrededor de una hora más tarde. Trato de estar feliz, pero fallo. De acuerdo con mi psiquiatra, no debería tratar de ocultar mis

sentimientos, porque no es saludable. Dice que embotellar las cosas y dejarlas carcomerme normalmente termina en desastre; que sufrir en silencio nunca es una opción.

Lila salta de la parte trasera del auto cuando Blake se estaciona en un aparcamiento vacío. —Gracias por el viaje, Blake. —Cierra la puerta y

se contonea hacia la acera.

—¿Estás bien? —pregunta Blake cuando no me desabrocho el cinturón de seguridad—. Pareces algo silenciosa hoy.

—Estoy bien. —Comienzo a abrir la puerta—. Sólo tengo demasiado en mi mente.

Quitándose el gorro de lana de la cabeza y peinando su cabello, se gira en su asiento para enfrentarme. —Soy bueno escuchando.

Lo miro cautelosamente. —Estoy segura de que probablemente no

quieras oírlo.

—Pruébame.

—Es sobre mi novio.

—Ah. —Sus cejas se arquean hacia arriba—. El infame Micha.

—Ese sería él —digo—. Se marcha… a un viaje a través del país.

Saca las llaves del encendido. —Y estás molesta por eso, ¿estoy en lo correcto?

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—Bueno, por supuesto. Se va a marchar, y se suponía que conduciría desde Los Ángeles este fin de semana. —Cuanto más hablo de

esto en voz alta, más pánico sofoca mi pecho—. Pero ahora tiene que conducir hasta Nueva York mañana. No tengo ni idea de por qué te estoy diciendo esto. Lo siento. —Salgo del auto y cierro la puerta.

Se reúne conmigo en la parte delantera del coche, colgando su mochila sobre su hombro, y apretando el botón de bloqueo, los focos

delanteros parpadean. Caminamos en silencio hacia el área con césped que se extiende delante del campus. Lila está bajo un árbol hablando con Parker, un chico alto con brazos gruesos y cabello rubio. Lleva una camisa

y un par de sofisticados vaqueros. Generalmente es su tipo de chico, excepto por Ethan. Ambos hablan ocasionalmente por teléfono, aunque

aún insisten en que son sólo amigos.

—Gracias por llevarnos a comer. —Salgo del bordillo—. Estoy segura de que Lila te lo agradece también. Se ha estado volviendo loca al estar

atrapada en el campus.

—Cuando sea. —Mete las manos en sus bolsillos con una mirada pensativa en el rostro—. ¿Así que tu novio está en Los Ángeles ahora?

Asiento sin entusiasmo. —Hasta mañana.

Medita sobre algo, mirando fijamente hacia el aparcamiento. —

¿Sabes que sólo está como a cuatro… cuatro horas y media de aquí? Probablemente podrías llegar allí si te vas ahora.

—Lo sé. —Fuerzo una sonrisa, a sabiendas de que podría llegar allí

en menos tiempo que eso—. Pero no tengo auto. —Apunto sobre mi hombro hacia su Ford Mustang rojo—. De ahí el viaje esta tarde.

Una divertida sonrisa tira de las esquinas de sus labios. —Lo sé,

pero tengo un auto que podría llevarte allí.

—¿Por qué harías eso? —pregunto, estupefacta.

Se encoge de hombros, moviendo los zapatos contra la acera. —Porque sé lo difícil que es estar lejos de la persona que amas.

—¿Estás hablando en serio? —pregunto, y asiente—. Déjame ver si

lo entiendo. ¿Vas a prestarme tu auto y a dejarme conducir fuera del estado, así puedo ver a mi novio por una noche?

—En realidad iba a llevarte —aclara—. Mi novia vive en Riverside y puedes dejarme allí y luego recogerme.

—¿Novia? —Suelto una risa—. ¿Tienes una novia?

Inclina la cabeza hacia un lado con una expresión desconcertada. —¿Soy así de repugnante?

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Sacudo la cabeza rápidamente. —No, lo siento. Es sólo que… bueno, Lila pensaba que tenías esta cosa por mí, ya que me hablas todo el tiempo.

Tira el gorro sobre su cabeza, presionando sus labios para contener la risa. —Oh, ya veo. Tu amiga es… interesante.

—Es agradable —le digo, mirando hacia Lila, que está moviendo sus

dedos de arriba abajo por el brazo de Parker—. Quiero demasiado a Lila.

—Lo sé —responde—. Y que conste, te hablo porque eres una

persona interesante. Me recuerdas demasiado a mis amigos en casa.

Quiero saber cómo son sus amigos en casa. —¿Estás seguro de que quieres llevarme? Porque no tienes que hacerlo.

—Seguro. —Saca las llaves del auto del bolsillo trasero de sus vaqueros—. Vale la pena mantener esa alegre mirada en tu rostro. No

sonríes demasiado.

No puedo dejar de sonreír. —Bueno, gracias. Significa mucho para mí.

—¿Por qué no vas a recoger tus cosas y nos encontramos aquí en, qué tal, una hora? —Se gira en la acera y camino a lo largo del césped hacia Lila.

—Suena bien —le digo sobre mi hombro—. Y gracias de nuevo.

Para el momento en que alcanzo a Lila, está escribiendo su número

de teléfono en la mano de Parker con lápiz rojo.

—Vamos a ir a un viaje por carretera —anuncio, interrumpiendo su conversación.

Parker me da un vistazo y luego me despide con los ojos. —Así que, ¿te llamo luego? —le pregunta a Lila.

—Sí, seguro. —Se despide y se pavonea hacia la entrada principal

del campus, chocando los cinco con otro chico, de pie bajo el toldo delantero de las puertas.

—¿A dónde y cuándo vamos a un viaje por carretera? —Lila le pone la tapa al lápiz con un clic y lo lanza en su bolso.

Mi estómago hace volteretas pensando en que voy a ver a Micha en

sólo unas horas. —A Los Ángeles. Blake nos dará un aventón. Y antes de que digas algo, tiene novia.

—Seguro —dice Lila cínicamente—. Y también la ama realmente y nunca haría nada para lastimarla. Es el típico pretexto de chico.

—¿Qué…? ¿Estás bien? —Nunca la he oído decir algo así antes.

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—Estoy bien —promete, encogiéndose de hombros—. Vamos.

* * *

Blake es un conductor lento, y cuando le pregunto por lo que hay bajo el capó, no tiene ni idea. Trato de no fastidiarlo por eso, pero unos

pocos comentarios se me escapan.

—Oh, te gustan los autos. —Mete el auto en el carril lento.

Desde el asiento trasero, Lila resopla una risa. —Le gustan. La chica

está loca por ellos. Es realmente algo fastidioso. —Me dispara una sonrisa y le enseño el dedo del medio.

—¿Sólo autos viejos? —Hace un cuidadoso giro en la salida—. ¿O los autos en general?

—Autos rápidos. —Como el pobre Chevelle de Micha que está en

piezas en el garaje de su casa. Que descanse en paz—. Del tipo que patea traseros en una carrera.

Me mira de soslayo. —Ahora comienzo a preocuparme de haberte

dejado coger mi coche.

—No conduciré rápido. —Pongo una mano en mi corazón—. Juro

que lo trataré bien.

Me guiña un ojo. —No te preocupes, confío en ti.

La forma en que lo dice me hace sentir incómoda, y Lila me lanza

una mirada conocedora por el espejo retrovisor.

Seguimos en silencio la mayor parte del viaje. Blake no tiene el aire encendido, el oscuro cuero de los asientos está caliente, y se pega a la

parte trasera de mis piernas. Cuando llegamos a la casa de su novia, la que está en ese tipo de suburbios donde cada casa y patios lucen iguales,

estoy sudando.

Su novia sale corriendo de la casa y lanza sus brazos alrededor de Blake, casi enviándolo al suelo. Es menuda, con rayos rojizos en su cabello

y una perforación en la nariz. Nos saluda, y luego Blake camina hacia el maletero. Maniobrando en la consola y en el asiento del conductor, aprieto

el botón, abriéndolo, y saca su maleta antes de cerrarlo.

Bordea el coche hacia la ventana del conductor y espera a que la baje.

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—Ten cuidado —me recuerda seriamente y asiento.

Me sonríe, dirigiéndose hacia la casa mientras Lila se sienta en el

asiento delantero.

—Ten cuidado —dice en voz baja y sarcástica—. Estoy tratando de ser tan sexy.

—No sonó así. —Entro en la calle.

—Eres tan ciega.

—Y tú a veces ves demasiado.

Giro en la autopista hacia el carril rápido, pero lucho con la urgencia de presionar el acelerador hasta el suelo y llegar en la mitad de tiempo.

Lila toma una siesta con su cabeza descansando contra la ventana, y disfruto de la paz de estar en la carretera antes de alcanzar la entrada del

pueblo, iluminada contra la noche.

Empujo el hombro de Lila para despertarla. —Llegamos.

Parpadea con ojos cansados y se reacomoda en el asiento. —¿Qué

sucede? ¿Dónde estamos?

—Estamos en Los Ángeles. O en las afueras, de cualquier forma —digo mientras barre con la mirada los elevados edificios y la considerable

cantidad de tráfico delante de nosotras—. ¿Puedes ver la dirección en tu teléfono?

Baja su ventana, dejando que el cálido aire entre. —¿No puedes llamarlo y decirle que viniste?

—Quiero que sea una sorpresa.

—¿Por qué? ¿Estás tratando de atraparlo haciendo algo malo… no sé, con Naomi?

—No. —Acciono el intermitente y reviso mi espejo—. Confío en

Micha.

—Pero no confías en ella. —Un gran camión toca la bocina y Lila

mira por la ventana—. No te culpo. Por las historias que me contaste, parece un poco superficial. De hecho, mientras estemos aquí, quizás podríamos tener una pequeña charla con ella. —Suena sus nudillos y me

río.

—Oh, Dios mío, ¿qué has estado viendo? —Presionando los frenos,

conduzco lentamente para que el coche vaya con el tráfico.

—Cómo golpear a la chica que está tirándole los tejos al novio de tu mejor amiga. —Me sonríe y saca su teléfono de su cartera—. ¿Cuál es el

nombre del sitio?

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—The Slam —le digo y arquea una ceja—. ¿Qué? Así es como se llama.

—¿Estás segura de que no se llama The Slam-er1? —Se ríe astutamente.

Ruedo los ojos. —Ja-ja. Eres tan divertida.

Pone la ubicación en el GPS y le frunce el ceño a la larga fila de autos delante de nosotras. —Dice que está como a cinco kilómetros… nos

tomará demasiado.

Entrecierro los ojos hacia la calle mientras el tráfico se mueve

lentamente hacia delante. —No, no lo hará.

—Oye. —Lila me apuñala con un dedo, enroscándose en su asiento—. Le prometiste a Blake que no conducirías rápido su auto.

Cambio de marcha y el motor ronronea a la vida. —No voy a correr. Sólo voy a tomar atajos.

Asegura el cinturón de seguridad sobre su hombro. —Ni siquiera quiero saber lo que eso significa, pero juro por Dios que si terminamos conduciendo en el medio de la nada, nunca te hablaré de nuevo.

—Confía más en mí. —Acelero las revoluciones por minuto y giro hacia el próximo carril, adelantando a un Camry rojo. El conductor toca la bocina y Lila se aferra a los bordes de su asiento—. Sabes que te he visto

manejar así de loca antes, ¿recuerdas?

Me mira. —Y estoy bien cuando soy yo la que conduce, y sé que

tengo el control de la situación. —Me encojo ante sus palabras y añade—: Me da una sensación de seguridad.

Detesto escuchar la palabra ‘control’. Me recuerda lo mucho que mi

mente lo envidia. Es casi como una adicción, como el alcohol o los cigarrillos.

Golpeo el freno cuando la parte delantera del auto está cerca del final de una elevada camioneta. Hay un pequeño hueco en el siguiente carril y considero si es factible.

—No te atrevas —advierte Lila con miedo en sus ojos azules—. Es demasiado estrecho.

El chico del carril de al lado disminuye la velocidad y acelero,

girando el volante en el último minuto, metiéndonos en el hueco fácilmente.

1Juego de palabras entre El Golpe {TheSlam} y El Golpeador {TheSlammer} debido a la

broma anterior de Lila.

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Lila inhala un aliento mientras se desploma en su asiento. —Si no te quisiera tanto, te odiaría totalmente —protesta a través de su cabello

rubio, y limpia algunas manchas de delineador bajo sus ojos.

Continúo moviéndome dentro y fuera del tráfico hasta que alcanzamos la salida. Conducir así me hace sentir viva, y para el momento

en que alcanzamos el club de Micha, estoy disfrutándolo, la adrenalina corriendo por mi cuerpo.

—Este lugar luce horrible. —Lila arruga la nariz ante la bodega entre el Bar de Moteros de Larry y una tienda de vídeos para adultos. Es tarde, y las estrellas y la luna iluminan las hojas secas y las colillas en el asfalto.

—También dijiste eso de Star Grove. —Abro la puerta y salgo—. Y sobreviviste al lugar.

Me rueda los ojos mientras sale del auto. —Star Grove no lucía tan mal como este lugar.

Atravesamos el aparcamiento, caminando una cerca de la otra

cuando un grupo de chicos fumando detrás de una camioneta gritan.

—Aún no puedo creer que Blake me haya prestado su coche. —Salto un bache—. Si tuviera un Mustang, seguro como el infierno que no se lo

prestaría a alguien que apenas conozco, especialmente después de decirle que me encanta correr.

—Te dije que es porque le gustas. —Me codea cuando doblamos en el callejón de la entrada principal al club—. Tengo buen ojo para estas cosas.

—Tiene novia, Lila. Y realmente parecía que se aman. —Esquivo un

contenedor y salgo de la acera ocupada. Autos llenan la calle y grafitis decoran el metal de las construcciones cercanas.

Deteniéndome delante de la entrada, recojo mi cabello en una cola

de caballo, que cae en mis hombros. Dejando ir el brazo de Lila, rápidamente ato el cordón de mi bota, luego desabrocho los dos botones

superiores de mi camisa escocesa y aliso las arrugas de mi falda vaquera.

—Guau, nunca te he visto así antes —comenta Lila mientras asegura el lazo atado en la parte delantera de su camisa roja oscura—. Es

demasiado divertido.

—No sé por qué, pero repentinamente me siento realmente nerviosa

—admito, alborotándome el cabello con los dedos.

—Es porque lo amas. —Bate las pestañas y la empujo juguetonamente—. Relájate. Es porque no lo has visto como en un mes.

Honestamente, estoy un poco asustada de estar en la misma habitación que ustedes dos. Probablemente se saquen la ropa en el suelo en cuestión

de segundos.

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Rodando los ojos entro en el club, donde un gorila con tatuajes serpenteando por sus musculosos brazos y una cicatriz en el labio bloquea

el camino hacia el área de mesas.

—Identificaciones, por favor. —Su tono sugiere que no las tenemos.

Lila y yo sacamos nuestras identificaciones falsas de nuestros

bolsillos y se las tendemos. Las evalúa cuidadosamente y nos las regresa, apartándose para dejarnos pasar.

Entramos a una habitación llena de mesas y sillas. El aire está húmedo, el bar abarrotado con gente, y la música es ruidosa, pero el sonido de la voz del cantante es más familiar que el latido de mi corazón.

—Ay, míralo allí, todo caliente y sexy —dice Lila, pero apenas la escucho.

Toda mi concentración está puesta en el escenario cerca de la pared trasera. Debajo de las tenues luces, Micha canta una de sus propias canciones, tocando la guitarra con la cabeza inclinada hacia abajo y su

cabello colgando sobre sus brillantes ojos verde turquesa. Mis manos ansían tocarlo, enredarse en su cabello, sentir la suavidad de sus labios.

La banda toca en el fondo, y mi respiración se acelera cuando su

letra fluye a través de mi cuerpo.

El silencio en tus ojos es más de lo que puedo tomar.

Mírame por una vez y ve cómo duele mi corazón.

Me mantienes vivo. Me mantienes respirando.

Todo lo que quiero, todo lo que necesito es a ti.

El salón cambia y somos solo él y yo. Escucho a Lila alejarse de mí,

probablemente dirigiéndose al bar para ordenar algo de beber. A Micha solo le toma segundos encontrarme en el medio del espacio lleno, como si

nuestros corazones se sintieran el uno al otro. Él trata de mantener esa cara seria mientras vierte las palabras, pero el rastro de una sonrisa se revela en sus labios.

Termina la última estrofa con un coro final, y rápidamente voltea hacia Naomi, que está usando un apretado vestido negro y botas hasta la

rodilla. Micha le dice algo mientras le entrega su guitarra. Ella asiente, asegurando su negro cabello detrás de su oreja, y baja del escenario, y sus piernas dan zancadas hacia mí mientras da empujones al público. No

desacelera hasta que me tiene en sus brazos, sin importar que haya una tonelada de personas viéndonos.

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Fijo mis piernas alrededor de su cintura y me besa intensamente, robando cada onza de oxígeno de mis pulmones. Nuestros cuerpos y

lenguas se ajustan, y su calor me quema la piel. El piercing de su labio se marca en mi labio inferior, pero quiero más. Acercándolo, lo respiro, lo pruebo, queriendo sentirlo tanto como sea posible antes de separarnos de

nuevo.

Cuando se inclina hacia atrás, el fuego resplandece muy dentro de

sus ojos color turquesa, y mi estómago da una vuelta con emoción.

—Dios, te he extrañado, niña bonita. —Me besa de nuevo, y sus manos viajan por todo mi cuerpo. De mala gana, se separa de mí,

jadeante. —No lo tomes a mal pero, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Hay algo mal?

—No, nada está mal. Lila dijo que yo necesitaba venir a verte antes de que te fueras. —Paso mis dedos a lo largo de su cuello y él tiembla por mi roce—. Dijo que estaba cansada de mi mala actitud, y que necesitaba

sacarte de mí sistema, por al menos un día o dos.

Se muerde el labio, sofocando una sonrisa. —Tú sabes que nunca podrías sacarme de tu sistema. No es posible.

—Lo sé, pero puedo tratar. —Me burlo—. De hecho, puedo intentarlo bastante.

Una sucia mirada baila en sus ojos. —Me gusta el sonido de eso.

Se mueve para otro beso, deliberadamente esta vez, pero con la misma pasión que todos nuestros besos. —Tengo que tocar dos canciones

más, y luego tú y yo nos podemos ir.

Parpadeo aturdida. —¿A dónde vamos?

Deja salir una risa mientras se presiona contra mí. —Primero lo

primero. Iremos de regreso al hotel y nos haremos cargo de algunos negocios necesitados.

Trato de no sonreír, pero es imposible. —¿Y luego que vamos a hacer?

—Luego saldremos y haremos algo divertido. —Promete,

devolviéndome al suelo. Me besa la frente, y luego se mueve entre el público hacia el escenario.

Encuentro a Lila en el bar y me dejo caer en el taburete a su lado. Mi mirada se traba con la de Micha en el escenario mientras comienza a tocar un cover de su triste-convertida-a-feliz canción, nuestra canción, como me

dice todo el tiempo.

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—Oh, gracias a Dios. —Lila revuelve la bebida roja de frutas en su mano—. Estás feliz de nuevo.

Apretando los labios, sofoco mi aturdimiento, pero eventualmente sale a la luz. Es aterrorizante sentirse de esta manera. No me había dado cuenta de lo mal que estaba hasta ahora.

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Micha Es la primera vez que me siento emocionado por terminar una

presentación. No puedo esperar a salir del club y llevarla de vuelta a la habitación. Todo el tiempo que estoy cantando mis ojos están clavados en

ella. Muy en el fondo, estoy cantando solo para ella.

Cuando termino, la banda despeja el escenario. Mantengo un dedo en alto hacia Ella, haciéndola saber que estaré ahí en un segundo, y luego

voy al cuarto donde tenemos todos nuestros instrumentos.

—Alguien obtuvo una linda sorpresa. —Comenta Naomi mientras

recoge su negro y largo cabello en un moño, y se acera al espejo agrietado de la pared—. Parece que no saldrás con la banda esta noche.

—Creo que saldremos con ustedes. —Pongo mi guitarra en el

estuche y cierro los seguros. —Pero iré de vuelta a la habitación de hotel primero y ustedes chicos querrán estar lejos de ahí por un rato.

Ella rueda los ojos y Dylan, nuestro baterista, levanta la mano para darme los cinco.

A Dylan le gusta llamarse a sí mismo “El hombre de las chicas”, y

pasa mucho tiempo fanfarroneando acerca de sus conquistas mientras estamos en la carretera. Es irritante como lo mierda y yo rechazo sus cinco.

—Lleva mi guitarra contigo y te mandaré un mensaje más tarde. —Le paso a Naomi el estuche y camino hacia la puerta. —Oh, sí, ¿te importa

si la amiga de Ella sale con ustedes por un rato?

Ella se encoge de hombros mientras se aplica algo de labial rojo. —Supongo que no… pero, ¿es la rubia? Porque no luce como si fuera muy

feliz de salir con escorias como nosotros.

Abro la puerta. —Sólo luce creída, pero es buena onda.

Cuando camino hacia el club, Ella y Lila están en el bar. Ella está bebiendo una cerveza, con sus largas piernas cruzadas, y Lila está sorbiendo alguna bebida para chicas. Están hablando sobre algo y Ella

tiene una gran sonrisa en su cara.

—Oh, genial, ahora se están quitando la ropa. —Lila cruza las piernas y se ríe, compartiendo una mirada con Ella.

—¿Qué pasa? —Arrastrando un dedo a través de su clavícula, me paro detrás de Ella y paso mis brazos alrededor de su cintura.

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—No es nada. —Ella descansa la cabeza contra mi pecho—. Solo está haciendo una broma privada.

—Hablando de privado. —Tomo su mano y la pongo de pie—. Necesitamos irnos.

Tira de mí de vuelta al bar mientras trato de llevarla entre el público

hacia la salida. —¿Qué hay de Lila? No podemos solo dejarla aquí.

Lila termina su bebida y desliza el vaso vacío por el mostrador. —

Puedo estar en el carro o algo así.

Sacudo la cabeza. —Esa no es una buena idea. No en esta parte del vecindario. Pero Naomi dijo que puedes salir con ella y la banda.

Lila mira a Ella dudosa, y cuando Ella asiente, suspira. —Está bien, saldré con ella…Creo. ¿Pero a dónde irán?

—Solo a cenar, supongo —le digo mientras Naomi sale de detrás de bastidores y camina por el salón hacia nosotros.

—¿Lista para irnos? —le pregunta Naomi a Lila en un tono formal y

le da a Ella una sonrisa forzada—. Hola Ella, ¿cómo estás?

—Genial —le contesta Ella indiferente, y su mandíbula tiembla.

Hay un silencio incómodo que solo las chicas pueden crear.

—De acuerdo entonces, creo que debemos irnos. —Naomi levanta las cejas y le hace señas a Lila para que vaya con ella mientras sale por atrás.

—Por favor, apúrense —dice Lila, apremiante, y avanza lentamente detrás de Naomi hacia la salida trasera.

Tiro de Ella ansiosamente hacia la puerta principal, empujando a la

gente fuera de mi camino. Cuando estamos afuera, agarro su brazo, la hago girar y la levanto.

—¿Dónde está tu auto? —pregunto mientras ella traba sus piernas alrededor de mi cintura y mi polla instantáneamente se pone dura.

Ella pone sus brazos alrededor de mi cuello y sus ojos verdes brillan

bajo las luces de la calle. —Está estacionado atrás.

Tropiezo ciegamente por el callejón oscuro y la beso con fiereza, enredando mis dedos en su largo cabello caoba, que huele a dulce de

vainilla. Tropiezo con el borde al final, pero recupero el equilibrio sin romper el beso. Mi mano agarra su trasero y la otra explora la suave piel

de su muslo.

—¿Estas usando esta falda solo para mí, para poder tener un fácil acceso? —murmuro contra sus labios mientras mis dedos suben más por

su pierna.

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Riendo contra mi boca, me pellizca el trasero. —Al menos tienes que meternos en el auto antes de que puedas hacerme cosas.

—Sí, claro. —Acaricio su lengua con la mía, saboreándola, antes de moverme—. Estoy planeando en tomarte en el capó, justo aquí, justo ahora.

Contiene una sonrisa. —De ninguna manera. Hay gente por todos lados.

Mis ojos echan un vistazo por el oscuro estacionamiento, y unos pervertidos sentados en la cama de una camioneta nos están mirando. —Bien, punto ganado…¿Dónde está el carro de Lila?

Una mirada culpable cruza su cara como si hubiera hecho algo malo. —Creo que olvidé decírtelo, pero el papá de Lila se llevó su carro

hace un tiempo, así que tuvimos que pedir uno prestado.

Miro alrededor de nuevo. —¿Cuál es?

Ella apunta detrás de su hombro hacia un carro estacionado en la

parte trasera. —El Mustang rojo de ahí.

La miro sospechosamente. —¿Dónde encontraron a alguien que les dejara tomar prestado su Mustang?

—Alguien que conozco de la escuela. —Se encoge de hombros con serenidad—. No es gran cosa.

—¿Es esta persona un chico?

—Um…sí…es de Blake, pero no significa nada. De hecho, nos lo encontraremos afuera de Riverside en la casa de su novia.

Mis brazos comienzan a soltarse de alrededor de ella mientras decido si ponerla en el suelo o mantenerla cerca. —Así que no solo te dejó manejar su auto, sino que manejó contigo.

—Micha, para. —Aprieta sus piernas alrededor de mi cintura, negándose a dejarme ir.

—Tú estás de gira todo el tiempo con Naomi y yo lo dejo pasar. Además, siempre estás diciéndome que confíe en ti, y tú necesitas hacer lo mismo.

Mierda. Ese es un buen punto, pero todavía estoy celoso. Es la primera vez para mí y no soy un gran fan de esto.

Sacudiéndolo fuera de mi cabeza, camino hacia el coche de nuevo, decidiendo dejarla cerca de mí. Sujetándose de mi hombro con una mano, agarra las llaves del bolsillo de su falda y le quita el seguro al auto. Sin

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soltarla, maniobro para abrir la puerta del conductor y la pongo en el asiento.

Descanso mi mano en la puerta y miro hacia ella. —Y para que lo sepas, sí confío en ti. Es en los chicos en los que no confío. Ellos piensan con sus pollas. —Ella suspira y yo cierro la puerta, pretendiendo que no

estoy molesto como el demonio porque estoy subiendo al carro de otro chico.

Maneja el auto realmente lento hacia el hotel. Cuando le pregunto por qué está manejando como una viejita, suelta un suspiro frustrado y me dice que le prometió a Blake que se comportaría mientras lo conducía.

Esto me hace sentir un poco mejor.

—Así que este tipo es una nenita. —digo, y ni siquiera trato de

esconder mi sonrisa.

Estaciona el auto frente al hotel de baja calidad, lleno de botellas de cerveza y colillas de cigarro, y alguna gente con fuertes miradas están

observando en las escaleras y balcones.

—Micha, ¿cuál es tu problema? ¿Por qué esto te está molestando tanto? —Pretende sonar triste, pero una risa escondida se escapa en su

voz.

Salgo del auto, pero bajo mi cabeza dentro de la cabina. —No me

gusta que este chico pueda salir contigo y prestarte este auto cuando se supone que debería ser yo.

Cuando sale, deja caer accidentalmente las llaves al suelo.

Inclinándose para recogerlas, puedo echar un vistazo a sus bragas de encaje negro. —Sé que es duro, ¿cierto?

No puedo detenerme. —Oh, sí, es muy, muy duro. —Mi tono insinúa

mis pensamientos sucios y me deslizo por el capó del auto. Agarrándola por las caderas, tiro de ella hacia mí—. Está bien, ya me cansé de hablar

sobre Blake por un rato —digo y la beso.

Sin otra palabra, deslizo mi mano en la suya y la guio por las escaleras, pasamos una máquina expendedora y a dos mujeres que se

están gritando en el balcón. Para el momento en que tengo abierta la puerta de la habitación, ya estoy desabotonando su blusa. Mis labios se

sellan contra los suyos mientras cierro la puerta, todavía soltando los botones.

Mis nudillos rozan la suave piel de su estómago y gimo, alejo mis

labios de los de ella brevemente, así le puedo quitar la prenda de ropa. La lanzo al suelo y estrello mi boca contra la suya de nuevo. Pasando mis

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dedos a lo largo de la parte baja de su espalda, le pido más. No puedo tener suficiente.

Su mano pasa por mi pecho hasta que sus dedos encuentran el final de mi playera, luego la empuja sobre mi cabeza y la arroja al suelo. Con nuestras lenguas enroscadas, nos movemos hacia la cama.

Ella juguetea con el botón de mis vaqueros y un gemido se escapa de mi garganta mientras colapsamos en el colchón. —Maldita sea, he

extrañado esto —mascullo.

Se aleja, con una sonrisa tirando de las esquinas de sus labios. —¿Esa es la única razón por la que me has extrañado? ¿Porque necesitabas

tener sexo?

Le quito unas hebras de cabello caoba de la cara. —No, extraño todo.

Tu risa, tu sonrisa, la forma en que pretendes estar enojada conmigo cuando en realidad piensas que es gracioso. —Beso su mejilla suavemente—. Extraño como sabes. —Presiono mis labios contra la línea

de su mandíbula y su cuello se arquea—. La forma en que hueles. —Chupo su cuello, llevando mi lengua por su piel mientras mi mano se desliza hacia su muslo y hacia la orilla de sus bragas—. La forma en que

te sientes. —Deslizo mis dedos dentro de ella y un gemido sale de sus labios mientras su cuerpo se arquea.

—Micha… —Sus ojos se pierden mientras la siento de la forma en que he querido todo el mes pasado.

—Sí, también extrañé eso —digo, y reconecto mis labios con los

suyos.

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Ella No me di cuenta de lo mucho que lo echaba de menos hasta ahora.

Sus dedos continúan sintiéndome y su lengua se mueve en el interior de mi boca. Exhalo su nombre, gimiendo mientras pierdo el control de mi

cuerpo y mi mente, con la punta de mis dedos clavándose en sus hombros.

Después de recuperarme, me quito la falda y me acuesto en la cama, lista para más. Él sale de sus pantalones y calzoncillos y alcanza su

billetera para sacar un condón.

Agarro su mano, deteniéndolo, y froto mi dedo por el tatuaje de

infinito en su brazo. —No necesitas uno.

Él ladea una ceja y me mira como si estuviera loca. —Sí, Ella... no creo que…

Tapo su boca con la mano. —No. No por eso. No necesitas uno porque estoy tomando la píldora.

Cuando bajo mi mano de su boca, no se ve feliz, lo que no me esperaba.

—¿Por qué tomas la píldora? —pregunta—. Apenas nos vemos el uno

al otro.

Pellizco su pezón y él se estremece, riendo. —Gracias por la acusación, pero creo que es bastante auto-explicativo, ya que la última vez

que tuvimos sexo, las cosas se pusieron un poco demasiado pesadas, y casi olvidas ponerte uno.

—Sí, buen punto. —Coloca su cuerpo sobre el mío, pensando en algo que parece entretenerlo.

—¿Por qué tienes esa mirada en tu cara? —Recorro mis dedos hacia

arriba y hacia abajo por su espalda.

Chupa el aro en su labio entre sus dientes y luego una sonrisa se

abre paso. —No es nada.

—Es algo. Tienes una sonrisa tonta en la cara, así que sólo dime.

—Confía en mí. No quieres saber.

—Está bien. —Aprieto mis piernas con fuerza, así no puede estar más cerca.

—¿Así que esa es la forma en que será? —Sonríe maliciosamente,

entonces pone mis brazos por encima de mi cabeza y deja caer sus labios junto a mi oído—. Estaba pensando en lo bien que se sentirá estar dentro

de ti sin un condón.

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Niego con la cabeza, pero dejo que mis piernas se abran y mis labios chocan con los suyos. Mantiene mis brazos atrapados, me muerde el labio

inferior con los dientes mientras se empuja dentro de mí, y todo mi cuerpo se enciende con éxtasis.

Cierra los ojos y respira profundamente por la nariz. —Mierda, Ella...

—Sus ojos se abren y se mueve dentro de mí.

El sudor moja nuestra piel mientras nuestros cuerpos se ajustan

entre sí. Ahuecando la parte posterior de su cabeza, tiro de sus labios contra los míos, tengo el aro de su labio en mi boca, y lo exploro con la punta de la lengua. Mis piernas se aprietan alrededor de sus caderas

mientras sigue bombeando dentro de mí y dejo escapar un gemido dichoso. Mi cabeza se inclina hacia atrás mientras me pierdo de nuevo, y

Micha comienza a disminuir hasta que finalmente para.

Estamos jadeando y el calor irradia de nuestros cuerpos. Sacude el pelo de mi frente húmeda y me mira a los ojos. Parece que hay algo que

quiere decir… algo significativo, pero en lugar de eso sólo me besa en la frente y sonríe. —Diez minutos más y estoy de vuelta en el juego.

***

Dos horas más tarde estamos totalmente vestidos y conduciendo al

club para encontrarnos con Lila y la banda. Es más de medianoche, pero la ciudad está viva. Los coches bordean la carretera, la gente camina por las aceras, y las luces brillan contra la noche.

Después de que Micha me rogó durante cinco minutos seguidos dejarlo manejar, finalmente me rendí y le di las llaves, pero sólo después de que juró no conducir como un loco.

Pisa el acelerador de todos modos y rechina los neumáticos contra el asfalto mientras coloca el coche en la carretera principal.

—Me lo prometiste. —Le apunto con un dedo—. Compórtate.

—Esta cosa es débil —dice, satisfecho—. ¿Qué hay bajo el capó?

—No lo sé. —Me encojo de hombros—. No revisé. Estaba demasiado

ocupada tratando de llegar a verte.

Él se acerca a la consola y coloca su mano en mi muslo, trayendo

calor entre mis piernas. —Vamos. Sabes que quieres dejarme ver lo rápido que puede ir. Después podemos parar, y te puedes llevar toda esa emoción sobre mí en el asiento trasero.

—Eres ridículamente caliente —le digo, sonriendo—. Pero estoy segura de que lo sabes.

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—Lo hago —dice simplemente, deteniéndose en un semáforo. La luz roja ilumina la cabina—. Estoy en la maldita carretera, lejos de ti todo el

tiempo... se está convirtiendo en un problema real.

El pánico me ahoga al pensar en él estando lejos en Nueva York, rodeado de mujeres que probablemente estarían felices de hacerse cargo

de su problema. Exhalo gradualmente, así no escuchará la inestabilidad de mi respiración.

—Oye. —Acaricia el interior de mi muslo con el pulgar mientras la luz cambia a verde—. Sé lo que estás pensando y necesitas relajarte. Nunca haría nada para lastimarte.

Sonrío, pero no se siente real. La gente nunca tiene la intención de hacer cosas que son dañinas, pero a veces simplemente ocurren, a través

de un intenso momento, a través de una breve racionalización, o con sólo decir palabras que sólo pertenecen al interior de la cabeza.

O simplemente al darse por vencido por un segundo.

Las personas se lastiman entre sí todo el tiempo.

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Micha Ella tiene la mente distraída en el momento en que nos detenemos

en el club, pero yo también. No estoy seguro de si su visita sorpresa era algo bueno o algo malo, ya que hará que sea más difícil irme cuando llegue

la mañana.

Resulta que sólo Naomi, Chase y Lila se encuentran en el club. Dylan se fue con la anfitriona, pero nadie parece saber a dónde, o

simplemente no les importa.

Hay un poco de música realmente cursi sonando de fondo, y una

mujer con botas rojas y un sombrero vaquero está bailando delante de un viejo, tratando de seducirlo, pero está borracha y sigue cayéndose.

Una tensión instantánea crece en la mesa una vez que nos

sentamos. Lila mira a Ella con una mirada pesada y pronuncia perra mientras asiente con la cabeza hacia Naomi.

Levanto una ceja, mirando entre Ella y Lila. Mientras que Naomi está distraída con Chase, Lila se inclina sobre la mesa y se cubre un lado de su cara con la mano. —Recuérdame que te cuente una pequeña y

encantadora historia después.

Es difícil no rodar los ojos ante esa tontería. —¿Deberíamos pedir un

aperitivo o algo así?

—Ya lo hicimos —espeta Naomi, lanzándome una mirada asesina—. Y pedimos bebidas, pero ninguna ha sido traída aún.

Sostengo las manos frente a mí y levanto mis cejas. —Está bien, lo siento por preguntar.

Prácticamente me gruñe, y me pregunto si una pelea se desató entre

Lila y ella. —Bueno, estoy molesta con el mal servicio.

Cuelgo mi brazo alrededor de los hombros de Ella y le susurro al

oído: —¿Qué estás mirando?

Ella salta, sobresaltada, y vuelve la cabeza hacia mí. —No era nada. Sólo estaba aturdida.

Sigo la dirección en la que estaba mirando, hacia una pareja de ancianos abrazados juntos en una mesa. Son un poco toscos, como si

hubieran hecho demasiados viajes por carretera por todo el país en sus Harleys.

—¿Por qué estabas mirando a la pareja de ancianos? —Juego con su

pelo.

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Ella niega con la cabeza rápidamente. —No lo estaba.

Me quedo mirando su labio mientras lo mordisquea nerviosamente,

pero decido dejar ir, por ahora, la razón por la que ha estado rara, no quiero arruinar la noche que tenemos hasta el próximo mes.

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Ella Por alguna razón, me encuentro mirando a una pareja de ancianos e

imaginando cómo sería si Micha y yo seguimos juntos a esa edad. El hombre alimenta a la mujer con un bocado de su comida y ella se inclina

para darle un beso. Es fascinante verlos, porque mis padres no eran tan cariñosos entre sí.

Cuanto más pienso en ello, más se apoderan de mí los nervios. No

puedo vernos a Micha y mí juntos, viejos y sentados a una mesa, alimentándonos el uno al otro, no puedo ver nada.

Micha está preocupado por mí, como siempre lo está cuando estoy actuando como un bicho raro. Me centro en la conversación, asintiendo, aunque no tengo ni idea de lo que está pasando.

Cuando nos vamos, Lila se apodera de mi codo y tira de mí lejos de las garras de Micha.

—¿Qué estás haciendo? —le digo, tropezando para mantener su paso mientras me arrastra alrededor de la esquina del restaurante de ladrillo y hacia la zona de fumadores. Está oscuro y el aire se siente un

poco húmedo en comparación con el calor seco de las Vegas.

—Esa Naomi es una perra. —Mueve el dedo mientras habla.

Mis cejas se juntan mientras compruebo que nadie nos está

escuchando en la esquina del edificio. —¿Por qué? ¿Qué te hizo?

—No me hizo nada. —Se cruza de brazos y su cara enrojece de ira—.

Dijo cosas sobre ti.

—¿Cómo qué?

—Que juegas con la cabeza de Micha. Que no eres buena para él.

Mi mandíbula se abre. —¿Ella dijo eso?

—No, pero la escuché. —Sus ojos viajan a un grupo de chicos que

están de pie en la esquina, observándonos—. Pensó que estaba en el baño, pero yo estaba regresando y la oí hablar con ese tipo, Chase, quien, por cierto, es muy sexi.

—¿El que tiene un montón de tatuajes y un Mohawk? —le pregunto y ella asiente—. No parece tu tipo.

Se encoge de hombros y sacude la cabeza con rapidez. —Ese no es el

punto. Creo que Naomi quiere a Micha, y no confío en ella.

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—Hemos pasado por esto cientos de veces. —Aguanto la respiración cuando un hombre con un cigarrillo pasa caminando y sopla humo en

nuestra dirección—.Yo confío en él.

—Creo que estás cometiendo un error. —Se quita un poco de

máscara de las pestañas—. Creo que deberías pedirle que deje la banda.

—De ninguna manera, yo nunca le haría eso —le digo, horrorizada.

—Es su decisión —responde ella—.Pero estoy diciendo que huelo

problemas.

—Oye, ¡Ella May! —grita Micha desde la esquina del edificio, Lila y yo lo miramos—. ¿Qué estás haciendo?

Echo un vistazo a Lila. —Gracias por preocuparte por mí, pero todo estará bien.

Ella suspira y caminamos hacia Micha, que me espera con la mano extendida. —¿Hay algún problema?

Miro sus ojos brillando de felicidad. —No, todo está bien.

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Micha Por lo general, todos los miembros de la banda nos quedamos en la

misma habitación. Naomi toma una de las camas, y el resto de nosotros lanzamos una moneda para ver quién toma la otra. Esta noche conseguí

una habitación extra, así Ella y yo podemos tener más tiempos juntos.

Después de una encantadora persuasión por mi parte, convenzo a Lila de dormir en la misma habitación que la banda. Sin embargo, no

parece muy entusiasmada ya que Dylan no deja de molestarla.

Una vez que estamos solos, Ella se acuesta en la cama y coloca su

brazo por encima de su cabeza. —Estoy agotada. ¿Qué hora es?

Echo un vistazo al reloj de cuero con manilla en mi muñeca. —Casi las tres.

—¿En serio? —Se apoya sobre los codos—. ¿Siempre te quedas despierto hasta tan tarde?

—Por lo general. —Desabrocho mi reloj y me quito las botas, subiendo hacia ella—. Y estoy bien por un par de horas por lo menos. —Me quito la camisa, subo a la cama, y cubro su cuerpo con el mío. Sus dedos

trazan los músculos de mi estómago, y la letra negra cursiva del tatuaje en mis costillas.

—Siempre estaré contigo, dentro y fuera —lee—. A través de los

tiempos difíciles y desesperados, a través del amor, a través de la duda.

Me inclino un poco hacia atrás, llevo su mano a mi boca y beso

suavemente su palma. —Sabes que la escribí para ti.

—No, no lo hiciste. —Sus párpados revolotean cuando respiro en el punto sensible de su muñeca—. La escribiste cuando tenías como dieciséis

años.

—En realidad quince. —Libero su mano y me acuesto sobre ella,

apoyando mi peso en mis brazos—. Recuerdo que me senté a escribir y la única inspiración que tenía eran tus ojos tristes, no podía sacármelos de la cabeza.

Hace un puchero. —No tengo los ojos tristes, ¿o sí?

Paso el dedo por su mejilla y por debajo uno de sus ojos verdes. —Los tenías. Todo el tiempo. Y a veces todavía los tienes.

—También te ves triste a veces —dice, con su pelo caoba extendido sobre la almohada debajo de su cabeza—. Pero ahora te ves feliz.

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—Eso es porque soy feliz. —Empiezo a cantar las letras y su sonrisa se amplia.

—Aquí vamos —le digo y la beso profundamente, mordiendo su labio y rastreando con mi lengua por el interior de su boca.

Ella envuelve sus largas piernas a mi alrededor y las cosas se

calientan. Enhebrando mis dedos en su pelo, le acaricio el cuello con la lengua hasta que sé que eso dejará un chupetón. Sus hombros se

estremecen por el toque de mi aliento y se ríe.

Pongo un pequeño espacio entre nosotros y la miro a los ojos. —¿Te hace cosquillas?

Sacude la cabeza con una expresión solemne en su rostro. —No, en absoluto.

Le pellizco un lado, jugando, y ella se sacude, tratando de rodar por debajo de mí.

—Por favor, no lo hagas —se ríe, luchando por respirar—. Por

favorcito.

La escucho, porque hay otra cosa que me muero por hacer. Empiezo a desnudarla, deliberadamente al principio, pero luego mis movimientos se

vuelven desesperados, y acabo rasgando algunos de los botones de su camisa.

Minutos más tarde, nuestra ropa está apilada en el suelo y estoy de vuelta en su interior. Mientras miro sus ojos, considero rogarle venir conmigo a la carretera, pero el momento es fugaz y me doy cuenta de que

no puedo hacerle eso.

***

Me despierto en una habitación tranquila, con Ella en mis brazos y su cuerpo desnudo acurrucado contra mí. Me gustaría despertar cada

mañana así, pero entonces uno de los dos tendría que renunciar a algo importante.

—Dios, ¿qué demonios voy a hacer? —me susurro en voz alta a mí

mismo.

La mañana se asoma a través de la cortina, y los coches zumban por

la calle principal frente al hotel. La observo dormir un rato mientras le paso los dedos por la espalda, hasta que por fin abre los párpados.

—Estás despierto. —Se despereza.

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Retuerzo un mechón de su cabello alrededor de mi dedo. —No podía dormir. —Comienza a incorporarse, pero aprieto mis brazos a su alrededor

y la mantengo presionada contra mí—. Sólo permanece así durante unos minutos más. Me gusta abrazarte.

Sus ojos me examinan, y descansa su cabeza sobre mi hombro. —

¿Qué pasa? Pareces enfadado.

Aliso la línea de preocupación entre sus cejas con el pulgar. —

¿Alguna vez has pensado en lo que vamos a hacer con nuestras vidas? ¿Con nosotros?

Se muerde el labio inferior. —A veces pienso en ello.

—¿Y dónde nos ves? —pregunto con cautela, no quiero asustarla con lo que estoy pensando en preguntarle. Tengo que probar las aguas

primero.

Sus ojos se redondean y su respiración se vuelve frenética. —¿Estás rompiendo conmigo?

Resoplo una risa. —¿Por qué diablos piensas eso?

Se apoya sobre el codo y me mira, su pelo es una cortina alrededor de nuestras caras. —Debido a que tienes esa mirada en tu cara como si

estuvieras a punto de decirme algo horrible.

—No es una mala noticia. —Guío su cuerpo sobre el mío—. Pero no

estoy seguro de si vas a estar feliz sobre ello.

Se aferra a mis hombros mientras se levanta a sí misma, por lo que está a horcajadas sobre mí, y puedo sentir su calor en mi polla. La manta

cae de sus hombros y sus pechos se encuentran justo encima de mi cara.

—Por favor, date prisa y dime, entonces —me pide—. Porque estás asustándome demasiado en este momento.

—Creo que... —Me detengo, recordando a mi madre y a mi padre, y cómo resultaron las cosas para ellos—. No es nada. Sinceramente, no era

tan importante.

Su cara cae. —No, esa mirada en tu cara no es nada. ¿Desde cuándo me escondes cosas?

—No te estoy escondiendo nada. —Sólo estoy esperando un tiempo hasta que sepa que los dos estamos en la misma página—. Ahora ven aquí.

Me siento y pongo mi boca sobre su pecho, chupando su pezón y distrayéndola. Cuando alejo la boca, ella está jadeando y la luz se refleja en sus ojos. Envolviendo mi mano alrededor de la parte posterior de su

cabeza, llevo sus labios hacia mí y meto mi polla dentro de ella. Respira

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fervientemente contra mis labios, y momentos después los dos nos hemos olvidado de la conversación.

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3 Traducido por Lalu♥

Corregido por MelMarkham

Ella Ha pasado una semana desde que llegue a LA y me siento como una

mierda todo el tiempo. Micha ha estado muy ocupado y apenas llego a hablar con él. Además Lila comenzó a salir con Preston y nunca está cerca.

Mis músculos me duelen sólo de caminar, me duele la cabeza todo el tiempo, y cada tarea es agotadora.

Estoy esperando afuera de la oficina del terapeuta, con mi bolsa en

mi regazo, cuando llega a mensaje de texto de mi hermano.

Dean: Llámame lo antes posible.

Yo: No puedo. Estoy ocupada.

Dean: No seas una niña. LLÁMAME.

Mi terapeuta sale de la oficina y en el momento de entrar mi teléfono

suena de nuevo.

Lo apago y me siento en una silla frente a la mesa decorada con una placa de identificación, una taza llena de plumas y una alta pila de

carpetas.

Su nombre es Anna y es joven, tal vez de unos treinta años, con el

pelo rubio muy corto alrededor de su mandíbula. Cada vez que la veo, está en un traje con pantalón. Hoy tiene uno negro muy elegante.

—Hola, Ella. —Se sienta detrás de su escritorio y se pone sus gafas

de montura cuadrada mientras toma mi archivo—. ¿Cómo estuvo tu fin de semana?

—Interesante —le digo—. Por no decir más.

Tomando nota de mi tono, me mira. —¿Qué paso interesante?

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Me rasco mi tatuaje del infinito. —Fui a visitar a Micha a Los Ángeles.

Abre un cuaderno. —¿Y cómo fue?

No dudaría en volver. —Bien, creo.

Toca su portapapeles. —Parece como si no estuvieras segura.

Me recuesto en el asiento y doblo los brazos. —Es sólo que... bueno, cada vez que voy a verlo, o él viene a verme, se hace más difícil decir adiós.

Pone la pluma y el cuaderno sobre su escritorio y se quita las gafas. —Decir adiós siempre es difícil, pero a veces es necesario seguir adelante en la vida.

—Yo no quiero seguir adelante sin él. —Ráfagas de pánico se abren través de mí como un tornado—. Amo a Micha.

—Eso no es lo que estoy diciendo —explica rápidamente—. Digo que a veces decir adiós es la parte más difícil de la vida.

Odio cuando hace esto de jugar con mi mente. —¿Se refiere a mi

madre? Porque le dije la última vez que….

—Ella, no estamos hablando sobre ella —dice—. De lo contrario no habría dicho eso.

Coloco el codo en el brazo del sillón y descanso mi barbilla en la mano. —Entonces, ¿qué significa eso del adiós?

—Tiene que ver contigo. Y tu problema para decir adiós a las cosas: el sentimiento de culpa por tu madre y por tu padre, tu dolor, tus sentimientos. Para ti es difícil dejar atrás tu pasado.

—Lo sé —admito—. Pero estoy trabajando en ello.

Hace una pausa, poniendo los dedos sobre la mesa. —Dime una cosa: ¿dónde te ves dentro de un año o dos?

—No lo sé... En realidad no he pensado mucho en eso.

—Trata de pensar en eso por un minuto, si puedes.

Pongo la barbilla en mi mano y busco en mi cerebro, pero todo lo que puedo ver es a Micha y a mí en ese maldito puente.

—No lo sé. —Agarro los brazos de la silla, mi pulso acelerándose—

. Realmente no lo sé... Mierda.

—Relájate, Ella, que todo va a estar bien. —Abre el cajón del

escritorio y saca otra carpeta—. Creo que debemos empezar a considerar hacer una evaluación de ansiedad y depresión.

Le estrecho los ojos. —De ninguna manera.

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—Ella, creo que es importante que…

Me levanto de la silla y cuelgo mi bolso sobre mi hombro. —No voy a

hablar de esto.

Ella dice algo más, pero ya estoy fuera de la puerta. No voy a hablar de tener una enfermedad mental. No estoy enferma. No lo estoy.

Entierro esa conversación, enciendo el teléfono y leo el mensaje que Dean me envió:

Papá se fue de rehabilitación. Llámame ahora...

¿Qué? Golpeo su número enmarcación rápida mientras salgo a la luz del sol y pongo el teléfono en mi oreja.

—¿Por qué diablos apagas el teléfono? —exige.

—Te lo dije. Estaba ocupada. —Atravieso el patio, zigzagueando

entre la gente y pasando por debajo de un disco volador que pasa por el aire.

—Bueno, necesitas volver a casa —me dice—. Papá huyó y nadie lo

puede encontrar.

—Voy a llamar a la madre de Micha y ver si puede averiguar dónde

está. Si está en su casa. —Empiezo a cortar la llamada.

—Ya me comuniqué con ella. —Suena enojado—. Y está de vacaciones con un amigo con el que está saliendo.

—Oh... —Yo ni siquiera sabía que su madre salía con alguien—. Entonces, ¿qué hacemos?

—Conduce hasta allá a ver cómo está —lo dice como una obligación.

—¿Por qué no puedes hacerlo tú?

—Porque tengo trabajo y una boda que planear, una vida.

—Tengo una vida —le digo—. Y siempre podemos llamar a otra persona. Podemos llamar a Denny.

—Entonces llama a Denny —dice, y oigo la voz de Caroline en el

fondo—. Mira, me tengo que ir, ¿de acuerdo? Llama a Denny, y quiero saber lo que está pasando tan pronto como lo sepas. —Y así, me cuelga.

Frustrada, llamó y obtengo información del número del bar donde

trabaja Denny. En el momento en que llamo, estoy trotando por las escaleras de mi apartamento y el de Lila.

Alguien contesta después de 4 pitidos. —Hola, Hub and Grub, habla Denny.

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—Umm... sí, es Ella. Ella Daniels. Me preguntaba si mi padre estaba allí, o si lo habías visto.

—Sí, se presentó esta mañana. —Duda—. Pensé que se encontraba en rehabilitación.

—Al parecer se fue. —Tomo las llaves de la casa de mi bolso y abro

la puerta—. ¿Qué tan malo es?

—Voy a ser honesta contigo, Ella. Es bastante malo—dice sin

rodeos—. Se presentó esta mañana y ha estado tomando desde entonces. Sin parar. Le ofrecí mi casa, pero él se negó.

Cierro la puerta y tiro las llaves en el mostrador. ¿Puedes mantener

un ojo sobre él por un rato hasta que pueda decidir qué hacer con él?

—Sí, supongo —dice de mala gana—. Mira, Ella, entiendo tu

situación, pero tengo una bar que atender... bueno, cuando llegó de esta manera causó un montón de problemas. No me importa ayudar, con tal de que eso no afecte a mi negocio.

—Voy a ir allí tan pronto como pueda —le prometo—. Y lo siento mucho por esto.

Suspira. —Está bien. Sé que es difícil para ti. Quiero decir, no eres

más que una niña.

Nunca fui una niña. En realidad no. Yo estaba lavando los platos y

limpiando la casa a los seis, cociné mi propia comida a los ocho, y me aseguré de que mi mamá tomara sus medicamentos a la edad de diez.

Digo adiós y cuelgo, dejándome caer en el sofá de gamuza. El

apartamento es pequeño, con paredes blancas, la alfombra marrón y un televisor en la esquina. Hay una zona de comedor estrecha entre la cocina y la sala de estar. El lugar huele a canela y el fregadero de la cocina está

lleno de platos.

Aprieto los dedos sobre los lados de mi nariz. —Mierda... ¿A quién se

supone que tengo que llamar? —Dejo caer la mano en mi regazo y llamó a Ethan.

Él contesta después de tres pitidos. —Está bien, así que esto es un

poco raro. Nunca me llamas.

—Tengo un favor que pedirte. —Hago una pausa, llenándome de

valor—. ¿Puedes ir a buscar a mi padre a Hub and Grub y quedarte con él hasta que pueda llegar?

Está en silencio durante un segundo. —Sí, puedo hacer eso.

—Gracias —le digo, agradecida—. Iré tan pronto como pueda. Te lo prometo. Doce horas máximo.

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—No te mates por llegar aquí, Ella. Te dije que estaba bien, así que ven cuando puedas.

—Está bien. Te llamo cuando vaya en camino.

—Me parece bien.

Cuelgo y dejo caer el teléfono sobre la mesa de café, preguntándome

dónde diablos voy a conseguir un coche. Empiezo a llamar a Micha, pero luego me detengo. No he hablado con él en más de un día y la última cosa

que quiero hacer es llamarlo y empezar a molestar.

Además, no hay nada que él pueda hacer al respecto.

Estando tan lejos.

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Micha —Si sigues tocando la nota equivocada —le advierto a Naomi—. Voy

a tener que alejarte de la guitarra.

Estamos sentados en la cama en el estudio-apartamento con

nuestras guitarras en el regazo. Hay ropa sucia por el suelo y basura por todas partes en los contenedores. Dylan y Chase están en el bar tratando de tener sexo. Estoy usando mis pantalones de pijama sin camisa y el pelo

de Naomi está hecho un ovillo en su cabeza, húmedo, porque acaba de salir de la ducha.

—No seas un idiota —bromea, tirando de la goma hacia fuera para que su cabello húmedo pueda caer sobre sus hombros—. La nota que estoy tocando suena mucho mejor que la que crees que debemos tocar.

Sacudo la cabeza y rasgo las cuerdas de mi guitarra. —Depende.

Toca un acorde, y hablando sobre el ruido —¿De qué?

—De que estemos tocando en una habitación llena de gente sin oído. —Sonrío sin piedad.

Me rueda los ojos y pone su guitarra en la cama. —A veces eres un

idiota.

Tiene razón, pero es por una razón. Hace un par de días, caminaba haciendo turismo en busca de un edificio en el que había oído que mi

padre trabajaba. Acababa de hablar por teléfono con mi madre, y no solamente me dijo que se iba de vacaciones con un tío de la mitad de su

edad, sino también que mi padre se encontraba viviendo en Nueva York.

Sólo quería ver donde trabajaba, por ninguna otra razón más que por curiosidad. Mientras estaba enfrente del edificio, un hombre se cruzó

conmigo persiguiendo a un taxi. Era mi padre y yo comencé a alejarme, pero él me vio y me saludó con la mano. Quería devolverle el saludo

mostrándole el dedo medio, pero no podía hacer nada más que quedarme ahí boquiabierto como un niño pequeño.

Él se acercó a mí con una mirada incómoda en su rostro. Tenía un

traje negro con un abrigo encima y se me quedó mirando con los ojos iguales a los míos. —Micha, ¿qué estás haciendo aquí?

—Estoy viviendo aquí por un tiempo. —Mi tono era cortante—. ¿Qué

estás haciendo aquí?

Señaló el elevado edificio con el exterior metálico. —Acabo de recibir

un traslado aquí por trabajo hace dos semanas. Llamé a tu mamá y se lo dije.

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Actué como si no lo supiera. —Bueno, realmente tienes que dejar de llamarla. Ella no tiene que hablar contigo.

Me miró por encima y su expresión se volvió fría. —Entonces, ¿por qué estás viviendo aquí?

Jugué con la cadena enganchada a mis vaqueros, elevando los

hombros mientras una turba de gente empuja más allá de mí. —Mi banda y yo tenemos un concierto en un club para el próximo mes.

Una mirada condescendiente ocultaba su rostro. —¿Por qué no me sorprende? Debería haber sabido que saldrías con algo así.

Apreté la mano en un puño, luchando para no pegarle. —¿Qué

diablos significa eso?

Miró a la gente que pasaba a nuestro lado, como si estuviera

preocupado de que alguien nos hubiera escuchado. —Mira, Micha, no quise decir nada. Voy a ir….

Le di la espalda y me alejé. En el camino de regreso al apartamento,

me di cuenta de que mi padre siempre fue un imbécil. Aun cuando todavía era mi padre, siempre, con cada pequeña cosa que hacía, me decía que estaba equivocado.

—Hola. —Naomi pone sus manos enfrente de mi cara y me estremezco—. Estás totalmente distraído.

Pongo con cuidado mi guitarra en el suelo y me inclino hacia atrás contra la cabecera. —Pensé que ibas a salir esta noche.

Se encoge de hombros y se extiende sobre la cama boca abajo,

cruzando los brazos y apoyando la barbilla en ellos. —No me da la gana. Además, tú has estado un poco raro últimamente y no quiero dejarte solo ahogándote en tus penas.

—No me estoy ahogando en mis penas. —Tomo un sorbo de mi refresco—. Estoy confundido.

—¿Por qué?

—Por algunas cosas.

Se sienta a mi lado, por lo que los dos estamos mirando a los pies de

la cama. —Es sobre Ella otra vez, ¿no es así?

—No quiero hablar de ello. —Pongo la bebida sobre la mesita de

noche y empiezo a darle vueltas—. No me siento cómodo hablando contigo acerca de ella.

Se frota los labios, pensando mucho acerca de algo. —¿Por qué no?

Antes no era así.

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—Sólo porque estaba borracho y tiendo a ser un poco hablador cuando estoy así. —No puedo hablar con Naomi sobre lo que está pasando

en mi cabeza, porque se lo debo decir a Ella primero—. Básicamente hablo con todos cuando estoy borracho.

—No finjas que odias hablar conmigo, Micha —dice ella—. Yo sé que

te gusta. Estás demasiado cegado por tus propios sentimientos.

Estoy perdido. —¿De qué demonios estás hablando?

De repente, ella se inclina hacia mí con los ojos cerrados y los labios hacia fuera, atrapándome con la guardia baja mientras trata de besarme. Mechones de su cabello caen enfrente de su cara, y por un segundo, estoy

inmóvil pensando como su beso me deja estupefacto.

Entonces todos mis sentimientos por Ella se ponen al día conmigo y

me alejo, casi arrastrándome sobre la mesita de noche para salir de su alcance. —¿Qué demonios estás haciendo?

Sus ojos se abren de golpe y sus pupilas son grandes. —Vamos,

Micha. No trates de decirme que no has pensado en ello.

Niego con la cabeza lentamente. —No, no lo he hecho. Ni siquiera una vez. —Sus mejillas se vuelven de color rosa y me siento como un

idiota—. Mira, lo siento, pero ya sabes lo que siento por Ella, así que no sé por qué lo intentas.

Ella desliza las piernas por el borde de la cama y me da la espalda. —No parece como si la amaras tanto como antes. Ya ni siquiera hablas con ella por teléfono todo el tiempo como antes.

—Eso es porque estoy tratando de ordenar algunas cosas. —Le doy una palmadita en la espalda, porque puedo decir que está a punto de llorar. Toda esta situación se está poniendo difícil—. ¿Vas a estar bien?

Sube un hombro y hace caso omiso de mi mano antes de llegar al baño.

La puerta se cierra de golpe, sacudiendo las delgadas paredes.

Recojo mi guitarra del suelo y me dejo caer en la cama, tocando mi canción favorita. Hace ocho meses, habría aceptado su invitación, pero ya

no. Era más bien un desvío que otra cosa.

Fue entonces cuando me di cuenta de lo que he estado pensando

durante la última semana.

Ella es para mí. La manera en que me siento por ella nunca va a cambiar. La amaré por siempre, pero la necesito más cerca de mí, no a

miles de kilómetros de distancia.

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¿Cómo se supone que voy a decirle, sin embargo, que estoy listo para empezar un futuro, cuando sé que ella no tiene ni idea de lo que

quiere para su futuro todavía?

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4 Traducido por MaryJane♥

Corregido por *Andreina F*

Ella Estoy empezando a preguntarme si esto va a ser mi vida de ahora en

adelante, si siempre voy a terminar de nuevo en Star Grove, en la casa que aferra mi infancia.

La casa se ve igual: un canalón de lluvia roto, bolsas de basura acumuladas en el lado de la casa y un auto Cutlassaun sobre los bloques de cemento frente al garaje. El revestimiento de la casa se cae y algunas de

las ramas han caído del árbol al lado de la ventana.

El camión de Ethan está estacionado en la calzada y él está sentado

en la escalera de atrás jugando con su teléfono. Salgo del auto de alquiler que se parece al vehículo en que los payasos se amontonan.

Ethan mira hacia arriba y arquea las cejas hacia el auto. —¿Qué

diablos es esa cosa?

—Era el más barato en el lugar de alquiler. —Me siento en los escalones junto a él y extiendo las piernas delante de mí—. ¿Está dentro?

—Sí, se desmayó en el sofá tan pronto como llegamos a casa. —Deja su teléfono y se sube las mangas de su Henley gris, revelando sus extensos

tatuajes.

—Tienes uno nuevo. —Señalo un tatuaje de un texto escrito en latín.

Asiente y toca las líneas con su dedo. —Hace un par de semanas.

Mirando a un lado, hacia la casa de Micha, pregunto—: ¿Qué tan malo fue sacarlo del bar?

Inclina la cabeza hacia delante, mirando hacia el suelo, y su cabello negro cae en su cara. —Fue una especie de dolor en el culo llegar aquí. Golpeó a Denny cuando lo llevábamos al auto.

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Me recuesto, apoyando los codos en el escalón detrás de mí. —Siento que tuvieran que ir a buscarlo. No podía pensar en nadie más a quien

llamar.

—No estoy enojado porque tuve que hacerlo. Estoy enojado porque tuviste que venir hasta aquí para cuidar de él. —Suena incómodo.

—¿Qué? —La confusión llena mi cerebro.

Él juega con un área deshilachada en la rodilla de sus vaqueros. —

Creo que es una mierda cuando los chicos tienen que actuar como los padres.

—¿Estamos hablando de mí todavía? —pregunto, mirándolo de

nuevo—. ¿O hay algo más que te gustaría compartir... como algo que está pasando contigo?

—Estoy bien. —Me empuja con su hombro—. Es una historia para otro momento.

—Pero nunca compartes tus historias —le recuerdo.

—Tú tampoco —replica—. Excepto con Micha.

—Sí, supongo. —Sin querer lo digo en voz alta, y me lanza una mirada divertida—. No importa. Voy a ir a ver a mi padre y entonces tal vez

podríamos ir a buscar algo de comer. Yo invito, por hacerte venir a lidiar con esta mierda.

—¿Es realmente una invitación? —bromea con una sonrisa sarcástica—.¿Cenar contigo?

Hago una mueca y entro en la cocina, mientras la puerta se cierra de

golpe detrás de mí. Las partículas de polvo flotan en el aire y agito la mano delante de mi cara. —Dios, huele a animal muerto aquí.

—Eso es porque nunca nadie limpió antes de irme. —Mi padre

aparece en la puerta, vestido con una camiseta y vaqueros con manchas de grasa en ellos. Su piel ha tomado un poco de color desde la última vez

que lo vi y se ve un poco más joven, pero sus ojos están inyectados en sangre como solían estar. No está borracho, pero sí con resaca, lo que puede ser igual de explosivo.

—Creí haber limpiado. —Echo un vistazo alrededor, a las encimeras marrones, llenas con vodka y botellas de tequila, y la mesa llena de

facturas vencidas—. Papá, ¿por qué dejaste la rehabilitación?

Se desploma en una silla en la mesa de la cocina con los hombros encorvados y su cabeza cae entre sus manos. —Trataron de hacerme

hablar de tu madre.

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Me siento incómoda con la situación. —Estoy segura de que fue difícil para ti, pero huir no va a resolver el problema. Sólo te hace sentir

peor. Confía en mí, lo sé.

—Confío en ti. —Levanta la cabeza y se frota la desaliñada mandíbula—. Confió en ti como confiaba en que vigilaras a tu madre esa

noche —repite las palabras que me dijo cuando fuimos a buscarlo para ir a rehabilitación.

Es como si me hubiera dado un puñetazo en el estómago y me presiono la mano en mi estómago, obligando a mis pulmones a trabajar. —Lo siento.

Sus ojos se abren y se pone rápidamente en pie, derribando la silla. —Ella, no quise decir eso. A veces digo cosas... y no sé por qué lo

hago.

—Está bien. —Tal y como dijo que hiciera mi terapeuta, respiro por el dolor interno mientras vuelvo a la puerta—. Voy a ir a cenar. ¿Quieres

algo?

Sacude la cabeza y sus ojos se humedecen. —Ella, realmente no quería hacerlo.

—Sé que no lo hacías. —Regreso a la puerta de atrás y aspiro una bocanada de aire fresco.

Ethan me mira y luego se levanta. —Estaba pensando en el Drive-Inn y puedo llevar mi camión, ya que no hay manera en el infierno en que suba a ese carro de payaso.

Puedo abrazarlo ahora mismo, pero no lo hago. —Me parece bien.

***

Nos sentamos en su camioneta comiendo patatas fritas y

hamburguesas con las luces de neón iluminando la cabina. Ethan está observando a una de las camareras que se inclina a tomar la orden del auto de al lado. Ha sido muy tranquilo entre nosotros dos.

—Ya has oído lo que me ha dicho, ¿no es así? —pregunto finalmente, revolviendo el aderezo ranchero con una patata.

Coge un pepinillo de su hamburguesa, haciendo una mueca mientras lo lanza sobre la bandeja fijada a la ventana. —No he oído mucho. Además, no es algo que no haya escuchado antes.

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—No entiendo lo que quieres decir. —Mastico mi patata, escaneando sus ojos para obtener una explicación.

—Estoy diciendo que los padres apestan.

—Explícalo.

—En realidad no.

Cuando crece de nuevo el silencio, él suelta un suspiro irritado. —¿Recuerdas allí, como, el segundo grado, cuando solía ir a la escuela todo

el tiempo con moretones?

Tomo un sorbo de mi refresco y lo pongo de nuevo en el soporte. —¿No fue el año en que te rompiste el brazo?

—Entre otras cosas. —Su frente se arruga mientras él se distancia, mirando a través del parabrisas—. Ese año mi padre se hizo adicto a los

analgésicos y siempre estaba enojado por algo... cualquier cosa. Y le gustaba tomarla con mis hermanos, con mi mamá, conmigo, básicamente con quien podía.

Entiendo lo que está diciendo. —No sabía que... lo siento.

—Nadie lo hace. Ni siquiera Micha. —Él arruga la envoltura de su hamburguesa y la tira sobre la bandeja—. Así que sí, entiendo que los

padres pueden ser imbéciles con sus hijos, pero en nuestros casos, era… es más debido a la adicción que a sus sentimientos reales.

No estoy segura de qué decir aparte de gracias.

Arroja un envase vacío de salsa fría en la bandeja y la pesadez en la cabina se disipa. —Me debes algo grande, no sólo por recoger a tu padre,

sino por compartir. No me gusta hacer eso.

—Ja, ja. —Le doy mi basura y su sonrisa se expande en su rostro.

Al lado de nosotros, un Camaro azul llega, acelerando el

motor. Mikey está en el asiento del conductor, moviendo la cabeza con la música que está sonando desde el estéreo. Todos los sentimientos de

cuando hizo a Micha estrellar su Chevelle en el árbol fluyen a través de mí.

—Maldito idiota —murmura Ethan en voz baja mientras pone en marcha el motor y lo deja rugir, bombeando el gas.

Pongo los ojos en blanco. —¿Qué estás haciendo? Estás en un camión.

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—Tengo un Hemi2 en él —dice con un acento sureño falso—. ¿Y sabes que va por ahí presumiendo de ganar esa carrera?

—¿Por qué diablos está Grantford Davis allí con Mikey? —pregunto en shock, mirando por la ventana trasera del Camaro—. Pensé que se odiaban.

Ethan comienza a reír. —Grantford es la perra de Mikey ahora debido a una carrera perdida. Básicamente, tiene que hacer lo que dice

Mikey. Era parte de la apuesta.

Micha estaría encantado si lo supiera. Siempre culpó a Grantford por la noche en el puente, a pesar de que yo no lo hago. Sin embargo,

todavía me hace sonreír el ver a Grantford detrás con su sombrero de vaquero y una mirada triste en su rostro.

Tamborileo mis dedos en la consola mientras Mikey nos grita algo sobre su música.

—Tienes una mirada en tu cara como si estuvieras a punto de

meternos en problemas. —Él sorbe el resto de su bebida y la tira sobre la bandeja.

—Me siento con ganas de empezar unos pocos problemas. De hecho,

lo necesito. —Mirando a Mike ya través de la ventana tintada, tomo mi batido medio lleno—. ¿Te acuerdas de aquella vez que estábamos en un

auto por la calle principal y tiré esa malteada contra el parabrisas del auto estacionado porque Micha me retó a hacerlo?

—¿Quieres volver a vivir eso? —Las luces amarillas en la marca

iluminan sus ojos marrones—. Porque si no recuerdo mal, nos metimos en algo de mierda por eso, Micha y yo tuvimos problemas.

—No lo haremos en esto —le aseguro—. Y de todos modos no voy a

tirarlo en su auto. Voy a tirarlo en su ventana abierta y directo en su regazo. —Se queda callado, pasándose la mano por la mandíbula, y

agrego—: ¿Estás dentro o fuera?

—Por supuesto que lo estoy, yo siempre lo estoy. —Baja la mano sobre el volante—. Sólo estoy pensando en la mejor manera de

deshacernos de él cuando trate de perseguirnos.

Echo un vistazo a Mikey, gritando a una camarera en patines. —

¿Crees que lo hará?

Ethan agarra la palanca de cambios. —Tal vez... tiene a sus amigos con él.

2Es un motor de combustión interna en el que el techo de cada cilindro de la cámara de

combustión es de forma semiesférica.

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Empiezo a bajar mi ventanilla. —¿Realmente importa si lo hace? Sé que es un hecho que puedes patear su culo.

Él asiente. —Es cierto, pero tiene a Danny Farren en el auto, y ese tipo es enorme.

Retiro mi mano de la ventana. —¿No quieres que lo haga?

—No, hazlo —dice mientras la camarera se acerca a recoger la bandeja de la ventana y Ethan deja unos pocos dólares para la propina—

. Vamos a tener que conducir hasta deshacernos de él... Oh, sí, lo haré. Voy llevar al camión sobre el desvió en la colina. Su Camaro nunca podrá superarlo a menos que quiera llegar a primera velocidad.

—Sólo trata de no matarnos. —Bajo la ventana y agito mis dedos hacia Mikey.

Sus cejas se juntan. —¿Qué demonios estás haciendo aquí? Pensé que te escapaste o algo así.

Agarrando la bebida en la mano, saco la cabeza por la ventana. —

Fui al instituto. ¿Conoces ese lugar donde aprendes?... Oh, espera, es probable que no.

—Sólo hazlo. —Ethan tose en su mano—. Y vamos a la cárcel.

—Mejor mira esto —se burla, pasándose la mano por el pelo negro—. O uno de estos días alguien va a cerrar esa boca tuya de forma

permanente.

Bato mis pestañas hacia él y le enseño el dedo medio mientras arrojo la malteada directamente a través de la ventana bajada.

Maldice a medida que cae en su regazo y salta, golpeándose la cabeza en el techo. —Eres una puta.

—Vamos —mando, subiendo la ventana rápidamente.

Los neumáticos chillan mientras Ethan retrocede, casi atropellando a una anciana. Girando el volante, deja las marcas del caucho en el

estacionamiento. El sonido del Camaro de Mikey nos persigue mientras nos dirigimos rápidamente hacia la salida. Me siento como una niña otra vez, y ojalá pudiera captar esta libertad, pero cuando sea el momento de

volver a casa, se habrá terminado.

Mikey se acerca hasta el parachoques de la camioneta y empieza a

hacer parpadear las luces en nuestra dirección. Ethan acelera mientras las casas y los árboles se desenfocan hasta que el desvío está a la vista a un lado de la carretera. El desvío solía ser una entrada a un camino que

conducía a un lugar donde las personas festejaban, pero cuando algunas

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personas —Micha incluido— fueron arrestadas, la ciudad estuvo muy concentrada en el campo con una valla y una colina de tierra.

—Vas demasiado rápido —le advierto, agarrando el mango por encima de mi cabeza—. Vas a ir en picado.

—Relájate, yo me encargo. —Él cambia la marcha—. ¿Y desde

cuándo te preocupas por cosas así?

—Estoy preocupada por el camión. —Apoyo mi pie en el tablero para

mantenerme en el asiento—. Pero si no te importa, definitivamente acelera.

Se ríe y pisa el pedal. El motor resuena y los neumáticos chillan mientras el camión acelera hasta la colina. Hay un momento en que

estamos en el aire y luego caemos al suelo fuertemente. Caigo hacia adelante por el impacto y golpeo mi cabeza contra el salpicadero mientras

el auto rebota hasta detenerse.

—Ah, creo que me fracturé el cráneo —se queja Ethan, agarrando su cabeza.

—Eso nos hace dos. —Toco el punto sensible en mi cabeza y me giro en mi asiento para mirar detrás de nosotros. Faros brillan sobre el lado de la colina y la sombra de Mikey aparece en la cima de la misma, junto con

otras tres personas.

—Es mejor que te muevas. —Ondeo mi mano para que Ethan se

mueva—. Puede caminar sobre la colina.

Se recompone y conduce por el terreno rocoso, lo que los deja atrás. Una vez que estamos en el camino de tierra y escondidos entre los

árboles, los dos nos relajamos.

—Espera un minuto. —Me doy cuenta—. ¿Qué vas a hacer cuando venga por ti?

—He estado pensando en tomar unas vacaciones de este lugar. —Hace un brusco viraje a la izquierda, dirigiendo la camioneta hacia el

camino lateral que nos llevará de regreso a nuestras casas—. Supongo que ahora es un momento tan bueno como cualquier otro para hacerlo.

—¿Simplemente te irás? —Me giro hacia los lados en mi asiento para

mirarlo—. ¿Y a dónde?

—Estoy pensando en un viaje por carretera en solitario, como Into the Wild sólo que sobre ruedas, no a pie.

—Por extraño que parezca, en realidad puedo imaginarte haciendo

eso.

Hay un rastro de una sonrisa en su rostro mientras lleva el auto a la carretera. No hablamos durante el resto del viaje, pero es un buen

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silencio. Cuando él me deja, le doy las gracias de nuevo y le digo que debe venir con Lila y conmigo a la boda, ya que es una especie de viaje por

carretera. Dice que va a pensar en ello.

Entro, dejando la noche detrás, sin preocupaciones para madurar de nuevo y enfrentar a mis demonios.

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5 Traducido por Sofí Fullbuster

Corregido por Merryhope

Micha Las cosas están incómodas entre Naomi y yo. Es la mañana

siguiente y se supone que estaríamos practicando en un club, pero ha estado flirteando con el barman, quien tiene el doble de su edad y una

barba realmente larga estilo candado.

Está bastante tranquilo desde casi pasado el mediodía. Hay unas

pocas personas comiendo en los reservados y hablando en la barra, y una de las camareras sigue acercándose a Dylan, Chase y a mí por si necesitamos algo.

Estoy en medio de un acorde cuando mi móvil vibra. Pongo la guitarra junto a mis pies y veo el nombre de Ella en la pantalla.

—Hola —respondo ligeramente—. Estaba pensando en llamarte.

—Debo de haber leído tu mente entonces. —Está tratando de sonar feliz, pero el tono en su voz es apagado.

Me vuelvo en la silla, así mi espalda está apuntando hacia Dylan y Chase. —¿Qué sucede? Suenas molesta.

—Estoy bien. —Respira profundamente en el teléfono—. Papá escapó

de rehabilitación y tengo que conducir a Star Grove y llevarlo de regreso.

—¿Por qué no me llamaste? —Mi voz hace eco a través de la

habitación, así que bajo el volumen—. Habría ido para ayudarte.

—Ese es el por qué no te llamé. —Su tono es cansado—. No necesitabas venir. Ethan me ayudó y todo está bien. Voy a llevar a papá a

rehabilitación y luego regresaré a la universidad.

—¿Necesitas que vaya para allá? —Me levanto y agarro la guitarra, listo para ir.

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—No, estoy bien, Micha —me asegura—. Necesito empezar a cuidar de mí misma un poco más, pero te prometo que no estoy teniendo un

colapso.

Debería estar feliz, pero no lo estoy. —¿Cuándo irás a la boda?

Hace una pausa y el teléfono suena con estática. —En, como una

semana, pero no necesitas venir. Sé que estás ocupado.

—¿Qué demonios está sucediendo? —Estoy cabreándome—. ¿Por

qué estás alejándome?

Suspira pesadamente. —No estoy alejándote. Estoy tratando de dejarte vivir tu vida sin mí carga… Mira, tengo que irme. Estoy en el centro

de rehabilitación. —Cuelga antes de que pueda decir algo más.

Me paso las manos a través de mi cabello y luego pateo el muro de

ladrillos detrás del escenario. —Dios, maldita sea.

Todos en el club me miran con terror en sus ojos y bajo de la plataforma de un salto, saliendo por la puerta hecho una tormenta.

—¿A dónde vas? —dice Naomi, volteándose, lista para ir detrás de mí. La ignoro y camino hacia la concurrida calle.

Las cosas no están yendo de la manera en la que planeé. Ni siquiera

le dije a Ella cómo me siento, lo que quiero de ella, y ya está alejándome. Tal vez necesito pensar en otra cosa.

O tal vez podría ser hora de seguir adelante.

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Ella —¿Quieres que entre? —le pregunto a papá, estacionando el auto en

el aparcamiento. Estamos delante del centro de rehabilitación, un pequeño edificio de ladrillos de color café claro con una estrecha área libre frente a

él, donde hay personas fumando. El cielo está nublado y caen hojas desde los árboles hasta el capó del auto.

Sacude la cabeza mientras desabrocha su cinturón de seguridad. —

Esteré bien, Ella. Y probablemente deberías irte antes de que sea demasiado tarde.

—¿Estás seguro? —pregunto—. Porque como dije en casa, puedes hablar conmigo si lo necesitas.

Mira hacia la puerta de entrada. —No quise decir lo que dije… no te

culpo. Sé que no fue tu culpa. —Mi mirada encuentra sus ojos, los que están libres de alcohol, pero aún llevan demasiado dolor y odio—. Sé que

probablemente es difícil recordar para ti, pero no solía ser así. Las cosas solían ser buenas, y luego tu madre comenzó a empeorar, y todo fue cuesta abajo. Fue difícil tratar con ello, y no lo tomé bien.

Estoy estupefacta. Nunca me ha hablado así antes, pero tampoco ha estado sobrio por más de cinco minutos.

—Papá, ¿te arrepientes de cosas…? —Trago el nudo en mi

garganta—. ¿Deseas a veces haber tenido una vida normal?

Deja escapar una respiración temblorosa. —Honestamente sí, a

veces recuerdo y desearía haber escapado. Probablemente habría sido mucho más feliz. Siempre me odiaré a mí mismo por sentirme así, pero es la verdad. —Abre la puerta y sale, metiendo la cabeza en el auto—. Gracias

por traerme.

Cierra la puerta y camina hacia la acera, empujando un cigarrillo en

su boca mientras se une a las personas en el área de fumadores. Una mujer con cabello rojo le tiende un encendedor y él lo enciende, dándole una calada. Me siento en el auto por un momento y dejo que sus palabras

se repitan en mi mente con un profundo sentimiento tirando de mis hombros. ¿Así será mi futuro y el de Micha? La psiquiatra ya quiere examinarme por depresión, y fue así como comenzó mamá. ¿Qué pasa si

esto termina conmigo depresiva? ¿Qué pasa si Micha y yo seguimos juntos y comienzo a ir cuesta abajo? ¿Qué pasa si arruino su vida?

Para el momento en que dejo el estacionamiento, todo lo que quiero hacer es ir a casa, subir a mi cama y cerrar mi mente.

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* * *

—Ella, saca tu trasero de la cama —demanda Lila, arrancándome las sábanas—. O juro por Dios que voy a tirarte un vaso de agua helada.

La luz del sol fluye a través de la ventana, haciendo que me

escuezan los ojos. Me hago un ovillo, sosteniendo mis piernas contra mi pecho y cubriéndome la cabeza con los brazos. —Déjame sola y cierra la

cortina. La luz está dándome dolor de cabeza.

Le baja el volumen a la canción que está sonando en el estéreo, The Tide de Spill Canvas, y se sienta en el borde la cama. Está vistiendo una

camisa blanca, vaqueros y un par de botas de tacón alto. Su cabello está ondulado y sus labios son de un color rosado, acorde a sus mejillas.

—¿Vas a salir? —Entierro la cabeza en la almohada y mi voz suena amortiguada—. Si es así, ¿puedes comprar algo de leche? La bebí toda anoche.

Tira de mis hombros bruscamente y me fuerza a mirarla. —Tienes que parar esto. Has estado en la cama durante casi tres días… ¿Qué

demonios sucedió en Star Grove?

—Nada —murmuro—. Dejé a papá en rehabilitación y luego conduje hasta aquí.

—¿Qué te dije tu padre? —dice acusatoriamente.

—Nada. —Ruedo sobre mi estómago y golpeo la almohada con mi

cabeza—. Mira, Lila, puedes sentarte aquí y excavar todo lo que quieras, pero no hay nada allí. Me siento como la mierda y quiero estar sola.

Titubea y luego sale de la cama. —Regresaré más tarde, con algo de

leche.

—Gracias. —Cierro los ojos—. ¿Puedes subir la música de nuevo?

Unos segundos después, Spill Canvas llena la habitación y me

duermo, feliz de dejar que mi mente entre en reposo.

* * *

—¿Cuánto tiempo ha estado así? —Dedos suben y bajan suavemente

por mi espalda.

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—Desde que regresó de donde su padre —dice Lila preocupadamente—. Como hace cuatro días. Apenas sale de la cama y no

quiere comer nada.

—¿Qué demonios sucedió? —Micha suena igual de preocupado.

Giro sobre mi costado, parpadeando ante la luz del sol vertiéndose

desde la ventana. Micha está sentado en el borde de la cama con su mano en mi espalda y su cabello de punta, lo que significa que ha estado

durmiendo recientemente.

—Nada sucedió —digo y ambos saltan.

—Mientes. —Lila camina de un lado al otro con las manos en las

caderas. Su cabello rubio está trenzado y lleva un vestido de encaje morado—. Sabemos que algo sucedió.

Micha está vestido totalmente de negro, con su cadena enganchada al cinturón. Sus ojos buscan los míos y mi interior se estremece. —¿Qué te dijo tu padre?

Me siento y sus manos caen sobre la cama. —No me dijo nada.

—Ella May —alcanza mi rostro—, no me mientas.

—No te estoy mintiendo, Micha Scott. —Salgo de la cama y me dirijo

al baño—. ¿Siquiera consideraste que es así como soy? Tal vez no puedes salvarme, porque tendrías que salvarme de mi propia mente. —Bloqueo la

puerta y colapso en el suelo, abrazando mis piernas mientras los pensamientos corren a través de mi cabeza.

Desearía que no estuviera aquí.

Desearía que me dejara ir.

Desearía no haber despertado nunca, para no tratar con la vida, porque duele. Todo duele.

Segundos después, alguien golpea la puerta. —Ella, abre la maldita puerta antes de que la rompa.

—Quiero que me dejes sola —espeto—. Nunca te pedí que vinieras aquí, Micha.

—Sé que no lo hiciste —dice suavemente a través de la puerta—. Lila

me llamó porque estaba preocupada por ti. Y yo también. Actúas como si estuvieras regresando a ese oscuro lugar de nuevo.

—No lo estoy. Lo prometo. —Me siento demasiado agotada como para tratar con algo más, así que gateo hasta la ducha y la enciendo, dejando que el sonido del agua corriendo silencie su voz. Se siente como si

debiera estar llorando, pero mis ojos están secos.

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Descanso la espalda contra la alfombra morada del suelo y miro hacia arriba, a la pequeña grieta en el techo. Nunca esperé que viniera.

Deseaba haberme preparado, pero es tiempo de enfrentar lo inevitable.

Voy a dejarlo ir. Cortar las ataduras. Porque lo amo demasiado.

Tomé la decisión de camino a casa, mientras las palabras de papá

me perseguían continuamente. Quiero que Micha tenga algo mejor que un oscuro y turbio futuro.

De pronto, la cerradura salta. La puerta se abre bruscamente y Micha está de pie en la puerta con un gancho torcido en la mano.

—¿Qué estás haciendo, niña bonita? —pregunta, caminando hasta

mi lado—. Un minuto estamos bien y al otro estás alejándome de nuevo.

Cerrando los ojos, inhalo, y luego los abro de nuevo, exhalando. —

Necesitamos hablar.

Sacude la cabeza, luciendo como si supiera lo que viene. —No, no tenemos que hacerlo, a menos que sea algo bueno. —Lanza el gancho al

lavabo y se acuclilla delante de mí—. Puedes tener tus cambios de humor, pero no me alejes. Pasará.

Me apoyo en mis codos. —No, no lo hará. Es parte de mí. —Respiro

temblorosamente—. Creo que deberíamos terminar.

Niega rápidamente, extendiéndose sobre mí. —Detente. No voy a

dejar que hagas esto. Sólo dime lo que está sucediendo y voy a arreglarlo.

Todo mi cuerpo duele. —No está sucediendo nada. Ya no quiero hacer esto. Se está volviendo agotador.

Sus ojos resplandecen con ira y estrella sus labios contra los míos, sofocando mis pensamientos momentáneamente mientras desliza su lengua en mi boca. Lo beso, su pulgar deslizándose a lo largo de cada una

de mis costillas, pero cuando su mano se dirige hacia abajo, regreso de golpe a la realidad y comienzo a entrar en pánico. Tengo que hacer algo,

cualquier cosa, para hacerlo odiarme; de otra forma nunca me dejará ir, y tiene que dejarme ir.

Poniendo una mano en su pecho, lo empujo suavemente y miro

directamente a sus ojos aguamarina. —Micha, te engañé.

Rueda los ojos. —Estás tan llena de mierda.

—Estoy hablando en serio. —Dejo que mi mano caiga de su pecho—. He estado queriendo decírtelo por un tiempo, pero no sabía cómo hacerlo.

Se inclina hacia atrás. —No lo hiciste.

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Me siento, metiendo las piernas debajo de mí, arrancando un hilo de la alfombra. —Por favor, no hagas esto más difícil de lo que es. Lo hice y lo

siento… no lo planeé o algo así. Estaba borracha y sólo sucedió.

Está comenzando a creerme y me siento como la idiota más grande en el mundo, pero un día, cuando esté casado, tenga hijos y sea feliz, este

momento no le importará.

—¿Con quién lo hiciste? —Su voz es tranquila, pero tiembla con ira.

Empujo el nudo masivo de mi garganta. —Eso no importa.

Su mirada perfora la mía. —Sí importa.

Mis piernas tiemblan mientras me levanto y apago la ducha. —No

voy a decírtelo, porque irás a golpearlo. —Comienzo a bordearlo, pero me lo impide, bloqueando mi paso mientras pone una mano a cada lado de la

puerta.

—Mírame a los ojos y dime que lo hiciste —gruñe—. Dímelo, dime por qué arrancaste mi jodido corazón y lo pisoteaste.

Mi lengua se siente como el plomo, pero me las arreglo para mantener mi voz estable. —Lo siento, Micha. Realmente lo siento. Regresaría en el tiempo si pudiera, pero nadie puede cambiar el pasado.

Volviéndose, golpea la pared justo debajo del interruptor. Sale hecho una estampida y momentos después la puerta delantera se cierra de golpe.

El silencio es todo lo que le sigue, lo que quiero.

Quiero que me odie, igual que yo me odio.

Así no puedo hundirlo conmigo.

* * *

Los días se sienten como semanas mientras me sumerjo en un profundo pozo de oscuridad y agotamiento. Los pensamientos de rendirme

se amontonan a lo largo de mi mente, y todo lo que quiero es cerrar los ojos y nunca ver la luz del día de nuevo. La idea comienza a parecer cada vez mejor y me dirijo al baño a hacer… algo. Aunque cuando paso el

espejo, me detengo frente a él. Mis ojos están amplios e inyectados en sangre, mi piel pálida. Mis pensamientos regresan al momento en que

Micha me hizo mirarme en el espejo y me dijo que me amaba. Trazo suavemente el tatuaje en mi espalda mientras turbia niebla se amontona en mi mente.

Hay gente en el mundo que me ama.

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Me pregunto si mamá pensó esto cuando tomó su vida.

Agarro mi teléfono, deslizándome en los zapatos y saliendo corriendo

de la casa. Es media tarde y el sol está brillando mientras corro a toda velocidad a través del estacionamiento hacia la entrada principal de la universidad. No me he duchado en días y aún llevo el par de pantalones

cortos y la camiseta con los que he estado durmiendo. Mi cabello está enredado y no llevo maquillaje, pero no importa.

Entro a la oficina de la psiquiatra y afortunadamente, está comiendo un sándwich en vez de hablar con un paciente.

Salta de su asiento. —Ella, ¿qué sucede?

Respirando profusamente, me siento en la silla delante de ella. —Creo que necesito ayuda.

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6 Traducido por Mel Markham

Corregido por Karool Shaw

Micha Han transcurrido un par de semanas desde que Ella rompió mi

corazón. Mi vida se ha transformado en una mierda, llena de alcohol y mujeres sin sentido, aunque nunca llegué a nada con ninguna de ellas.

Justo cuando las cosas comenzaban a ir hacia algún lugar, los ojos tristes de Ella parpadean en mi mente y retrocedo. Es como si estuviera nuevamente en secundaria, buscando algo para llenar el vacío en mi

corazón. Sólo que el agujero es el doble de grande y la persona que lo agrandó es la única que logrará repararlo.

Estoy sentado en el pequeño apartamento que la banda rentó por un mes, escribiendo letras desastrosas que son dolorosamente interesantes para el público. Me saco más de quicio con la canción cuando hay un

golpe en la puerta.

Lanzo el lápiz sobre la cama y arrastro mi trasero hasta la puerta para abrirla.

—Amigo, luces horrible. —Ethan me empuja para pasar y hace un círculo alrededor de la habitación. Es un apartamento-estudio con una

cama en la esquina y un conjunto de sofás de la vieja escuela en el centro frente a una televisión—. Entonces, ¿es aquí donde te hospedas?

Hay ropa tirada por todo el suelo y pateo alguna fuera de mi camino

mientras me dirijo otra vez a la cama. —No es peor que en donde crecimos.

Apunta por encima de su hombre hacia la puerta. —No concuerdo

contigo. ¿Sabes que un tipo quiso venderme una prostituta de camino aquí?

—Ese debía de ser Danny —digo, levantando el lápiz—. Siempre

trata de vender algo.

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Ethan se vuelve hacia mí con una mirada cautelosa. —Entonces, estoy en camino, disfrutando totalmente de estar solo cuando recibo una

llamada de la encantadora señorita Lila comentando que tú y Ella rompieron.

Froto mi nuca rígidamente. —No quiero hablar de ello.

Ethan se sienta en el sofá y cruza sus brazos. —¿Qué ocurrió?

—¿De verdad deseas hablar de nuestros sentimientos de nuevo? —

Empujo cuaderno y lápiz a un lado—. ¿O quieres salir y divertirnos un poco? ¿Cuánto hace que esperas eso? No tengo que tocar esta noche, así que podemos salir. Está ese increíble club que pretendo conocer y Dylan

me asegura que hay un montón de mujeres cachondas.

—Tanto como me gustan las mujeres cachondas, no vine aquí para

salir de fiesta. —Sacudiendo la cabeza con decepción, continúa—: Vine a decirte algo que me contó Lila. Podría haberte llamado, pero me encontraba en Virginia y pensé, “qué diablos, tengo que decírtelo en

persona”.

Me pongo una camisa y guardo la billetera en mi bolsillo trasero, listo para dejarlo y salir solo. —Hazlo rápido.

Descansa sus brazos en el respaldo del sofá y sus botas en la mesa de café frente a él. —Ella no te engañó.

A mitad de camino para alcanzar mis llaves, me congelo. —¿De qué hablas?

—Por eso me llamó Lila —explica—. Dijo que, tanto como odia

apuñalar a su amiga por la espalda, creyó que era importante decirme lo que le dijo Ella después de varios tragos de tequila. Lo inventó. Dice que lo dijo porque quiere que seas feliz y a sus ojos no lograrías ser feliz con ella.

Lo que sea que signifique esa mierda. Nunca entendí realmente la mitad de las cosas que hizo… o hace.

Mis brazos caen, inseguro de si estar enojado o aliviado. —Déjame entender esto. Mintió, me dijo que me engañó, para así romper conmigo.

Ethan levanta los brazos en gesto rendición. —No te enojes con el

mensajero.

—No estoy enojado. —Me siento en el borde de la cama y dejo caer

los brazos sobre las rodillas—. Pero sí confundido.

Ethan levanta una foto de la banda que se halla encima de la mesa y la mira de cerca. —Y eso nos hace dos.

Flexiono las manos y hago crujir los huesos del cuello. —¿Qué demonios se supone que haga?

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Bajando la foto, lo piensa bien. —¿Te sientes con ganas de un viaje por carretera?

—¿La boda es esta semana? —Me recuesto contra la pared y juego con el anillo en mi labio—. ¿Tienes ganas de transportar mi lamentable culo hasta Chicago y regresar?

Se encoje de hombros. —No tengo nada mejor que hacer.

—De acuerdo, hagámoslo. —Agarro mi bolsa vacía del suelo y

empiezo a guardar mi ropa—. Vayamos en un viaje de carretera.

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Ella Lila y yo nos preparamos para ir a la boda. Alquilamos un auto para

el viaje, uno mediano en esta ocasión, pero igualmente nos tomó bastante tiempo alcanzar los sesenta.

Aunque antes de irnos le hago una última visita a mi terapeuta. Anna creía que era importante, considerando que tuve un colapso nervioso hace sólo una semana.

Mi cabeza está limpia ahora, o al menos parcialmente, pero no tiene sentido lo que me ocurrió o por qué le dije esas cosas horribles a Micha.

Tenía sentido en ese momento, pero fue como si estuviera en un sueño y al despertar, las consecuencias golpearon mi estómago. Consideré llamarlo y disculparme, pero no reuní el valor suficiente.

—¿Has estado mejor, entonces? —pregunta, anotando en su cuaderno—. ¿No ha habido cansancio o algún dolor de cabeza,

sensibilidad a la luz?

Sacudo la cabeza. —He estado sintiéndome bien y la medicación parece ayudar.

—Bien, me alegro. —Pone su bolígrafo de vuelta en la taza de cerámica negra con los otros bolígrafos—. Y recuerda lo que dije: actuar, gritar, llorar, lo que sea que necesites hacer para expulsarlo. De reprimirlo

es de donde provienen la mayoría de tus problemas.

Asiento. —Lo recordaré, lo prometo.

—Si necesitas algo durante tus vacaciones, llámame. —Me tiende una tarjeta con su número de teléfono y la meto en mi bolso—. Y lo digo en serio, Ella. Llámame, incluso si es para hablar acerca del pollo que

comiste.

Me levanto de la silla. —¿Pollo?

—Siempre hay pollo en las bodas. —Sonríe, pero luego se pone seria—. Recuerda, sólo respira y toma las cosas un paso a la vez. No apures a la vida. Tienes que tomarlo con calma por un tiempo y enfocarte

en ti misma.

—Lo haré —le prometo y camino hacia la puerta, llevando sus sabias palabras conmigo.

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—Tengo que admitir que ciertamente es la boda más bonita a la que asistí. —Miro las velas blancas y violetas en la mesa y los pétalos de flores

regados sobre el mantel blanco que cubre cada una de las ocho mesas.

La boda se realiza en el exterior, debajo de un dosel blanco en el patio de los padres de Caroline, quienes viven en una mansión de dos

pisos con columnas y un porche envolvente. Soñaba con vivir en una de estas casas cuando era pequeña, pero después cumplí seis y me di cuenta

dolorosamente de que no sería posible.

—¿Cuál es el plan para esta noche? —Lila baja la mirada hacia el Rolex en su muñeca—. Quiero decir, la boda es mañana, pero obviamente

no pretendo quedarme sentada y verlos prepararlo todo. Quiero divertirme.

—No creo que estemos obligadas a hacer algo. —Abro la tapa de mi

soda y tomo un sorbo—. Ya he logrado que mi vestido de dama de honor quede a mi medida, lo cual es tan raro.

Su rostro se retuerce con confusión. —¿Por qué es raro?

Cierro la botella nuevamente. —Porque Caroline apenas me conoce, así que no entiendo por qué quiere que sea una de sus damas de honor.

—Vas a ser su cuñada, Ella. —Lila quita un puñado de pétalos y los esparce otra vez por el mantel—. Y parece realmente agradable.

Le echo una mirada a Caroline, que habla con el organizador. Su

cabello negro creció un poco desde la última vez que la vi y usa un vestido negro largo con una chaqueta de jean sobre él. Dean está en el trabajo y con suerte lo he visto desde que llegó ayer por la mañana.

—Podemos volver al hotel y pedir servicio de habitación —sugiero, regresando mi atención hacia ella—. Y cargar todo a la habitación, así

Dean tendrá que pagar por ello.

Se ríe, moviendo un mechón de su cabello rubio alrededor de su dedo. —Tan divertido como suena, ya que no soy una fan de tu hermano,

creo que deberíamos salir y divertirnos.

Giro la botella de soda entre las palma de mis manos. —Lila, no beberé mientras tome mi medicación.

—No tenemos que beber. Podemos salir y tener algo de diversión sobria. —Sus ojos de repente se iluminan y aplaude animadamente—. Oh,

también podemos ir a buscar un restaurante realmente elegante y cargarlo en la tarjeta de crédito que mi padre no ha cancelado aún.

Una pequeña sonrisa curva mis labios. —Creo que ambas nos

sentimos un poco escandalosas esta noche.

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Ríe, echando la cabeza hacia atrás dramáticamente. —O quizás ambas poseemos miembros en nuestra familia que son unos completos

idiotas.

Me río igual y se siente liberador, como respirar aire fresco. —Está bien, vamos. Pero nada de sushi. Odio esa mierda.

Caminamos por el césped hacia el camino pavimentado donde está aparcado el auto. Hace frío en Chicago comparado con Las Vegas, y

cuando subimos al auto enciendo la calefacción. —¿Quieres buscar algo en el GPS?

Navega por su teléfono. —Hay que volver al hotel primero.

Retrocedo en el camino de entrada, maniobrando entre los autos que bloquean el camino. —¿Por qué? Luces bien.

Baja la mirada a sus apretados vaqueros rosados y su camisa floreada. —Sé que lo hago, pero dejé la tarjeta de crédito en la mesita de noche ayer al ordenar pizza.

—Bueno, entonces al hotel será. —Conduzco como una lunática hacia la avenida principal, derrapando en un montón de grava, y Lila me dispara una mirada sucia.

Me encojo de hombros. —Me muero de hambre.

Ruedo los ojos y juega con su teléfono durante los cinco minutos

hasta el hotel. Estaciono en el frente, debajo del dosel y dejo el motor en marcha. —¿Quieres apurarte?

Sacude la cabeza y tira el teléfono en medio de la consola. —Ven

conmigo, por favor. Ese tipo de recepción es una enredadera. Se mantiene mirando mi camisa todo el tiempo como si me comprobara.

—¿No era, como, realmente viejo?

—Tiene que estar al menos en sus cuarenta.

—Puaj —decimos las dos y nos encogemos.

Llevo el auto hasta un puesto, lo apago y salgo, encontrándola en la parte trasera. Cuando llegamos a las puertas de vidrio corredizas, Lila toma mi brazo y me detiene antes de pasar por el marco de la puerta.

—Bien, entonces, lo que sea que ocurra, quiero que sepas que lo hice por tu propio bien —dice y libera mi brazo.

Mis cejas se arrugan. —Lila, ¿qué hiciste…?

Se entra pavoneándose en el vestíbulo hacia dos chicos que están de pie cerca de la sala de estar al otro lado de la recepción. Le toma un

segundo a mi mente procesar que son Ethan y Micha.

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—Maldición, Lila. —No me siento lista para esto. Jamás seré capaz de olvidar la mirada en su rostro, como si fuese un niño que acaba de

enterarse de que su perro murió.

Como siempre, sus ojos azules atraen inmediatamente a los míos y fuerzo a mis piernas a moverse hacia ellos. Lleva un lindo par de vaqueros

y una camisa a cuadros rojos. Bandas de cuero cubren sus muñecas y su cabello rubio está enmarañado. Hace que mis manos duelan por tocarlo,

por correr mis dedos en él, estar junto a él por siempre.

Al llegar a ellos, Lila me da una sonrisa culpable y se encoje de hombros. Lo siento, murmura.

Inclino la barbilla para mirar a Micha a los ojos. —Hola —me las arreglo para decir estúpidamente.

Diversión brilla en sus ojos. —Hola.

Nos miramos el uno al otro y una intensa ola de emociones rueda sobre mí. Lo amo más que a nada.

Dios, ¿por qué mi cabeza tiene que estar dañada?

Ethan se aclara la garganta y le ofrece la mano a Lila. —Quizás

debamos ir a ver la piscina. Parece bastante grande.

—Vaya, es una idea maravillosa —dice como si lo hubiera ensayado. Le toma la mano y caminan hacia el ascensor en la esquina del vestíbulo.

Mis ojos permanecen en ellos hasta que están fuera de vista, luego con dificultad redirijo la atención hacia Micha y mi corazón salta hasta mi garganta. —Entonces…

Se ríe, sorprendentemente feliz. —¿Vamos a seguir la conversación en oraciones de una palabra?

Mis hombros se aflojan y mis labios se sueltan en una pequeña sonrisa. —Lo lamento… por todo.

—No tienes que lamentarlo. —Su intensa mirada me atraviesa

mientras chupa el anillo de su labio entre sus dientes—. Las cosas pasan, ¿No?

Está diferente… más feliz. ¿En qué estuvo durante las últimas

semanas?

Rodeándolo, me dejo caer en una silla en la sala de estar cerca de los

ordenadores.

Empiezo con una simple pregunta. —¿Cómo van la cosas con la banda?

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Se sienta en la silla frente a la mía, así que nos estamos enfrentando, nuestras rodillas se encuentran apenas a centímetros de

distancia. —Va todo bien, supongo, pero no sé… Creo que podría tratar de hacer ciertas cosas por mi cuenta.

—Pero pensé que eras feliz estando en la carretera —digo—. Y creí

que te gustaba tu banda.

—No ciertamente. —Se inclina hacia adelante y relaja los brazos

sobre las rodillas—. Honestamente, no estoy seguro de si alguna vez estuve feliz con la situación. Dylan es malditamente molesto y Chase apenas habla. Y Naomi, bueno, me pone los nervios de punta.

Mis pensamientos vagan hacia el anillo en su labio y mi boca babea con ganas de probarlo. —Entonces, ¿Por qué se han mantenido juntos por

tanto tiempo?

Su mirada parpadea hacia mis labios y el hambre se refleja en sus ojos azul marino. —Porque amo tocar y eran mi boleto para hacerlo, pero

odio estar siempre de gira.

Meto las manos debajo de mis piernas para evitar llegar a él y pasar mis dedos por sus labios. —¿A dónde irás? ¿Otra vez a Star Grove?

Sacude la cabeza. —De ninguna forma. Tengo un par de ideas, pero intentaré con algunas personas primero.

La manera en la que dice “personas” me hace preguntarme si son importantes para él. Mi mente corre con la idea de que haya conocido a alguien más. Han pasado sólo un par de semanas desde que rompí su

corazón, sin embargo Micha es increíble y la mayoría de las chicas ven eso.

—Tienes que hacerme saber dónde vas a terminar. —Golpeo gentilmente su rodilla y finjo una sonrisa—. Me gustaría visitarte.

Deja escapar una risa tranquila, pero su mirada es implacable. —¿Hay algo que desees decirme?

Se ve tan feliz, y no quiero arruinárselo.

—No, no realmente, salvo que me muero de hambre. —Me pongo de pie, bajando la parte inferior de mi camisa—. Lila dijo que iba a pagar la

cena.

Me ofrece su codo. —Entonces la cena será.

Engancho mi brazo a través del suyo y nos dirigimos hacia la puerta, uno al lado del otro, al igual que solíamos hacer cuando éramos amigos.

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7 Traducido por Juli

Corregido por Daniela Agrafojo

Micha No estoy seguro de si alguna vez voy a entender por completo lo que

sucede en su cabeza. Le di la oportunidad perfecta para decirme que nunca me engañó y la evadió. Pero por la mirada en sus ojos,

probablemente piense que voy a superarlo.

Tal vez ya es hora, pero, ¿cómo se supone que voy superar a la única persona con la que sé que debo estar?

—Amigo, no puedo pronunciar ni una sola cosa en este menú. —Ethan pasa los dedos a lo largo de la lista de aperitivos, parpadeando—.

¿Estos precios están en dólares estadounidenses? Joder.

Una pareja de aspecto arrogante apunta sus narices en nuestra dirección. El restaurante parece exagerado, con adornos de oro, lámparas

pequeñas que cuelgan sobre cada mesa y cubiertos que brillan más que el sol. Me recuerda un poco a la casa de mi padre. Y no he visto o escuchado

de él desde nuestro incómodo encuentro en Nueva York.

Ella cierra su menú y lo lanza hacia el centro de la mesa, mirando a Lila con una expresión entretenida mientras bate sus largas pestañas.

—Oh, Lila Dila, creo que tendrás que ordenar por la gente común como nosotros, que no podemos leer francés.

Ethan y yo cerramos los menús y los tiramos en el centro de la

mesa, concordando con ella.

Lila suspira y lanza el menú en la parte superior de la pila.

—¿Quieren salir de aquí e ir al Applebees que vi en la esquina?

—Sí —decimos Ethan, Ella y yo al mismo tiempo.

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Dejamos la mesa a toda prisa, antes de que el camarero pueda volver y tratar de cobrarnos por los panecillos y las bebidas. Causamos una

escena mientras salimos rápidamente del conservador restaurante muertos de risa. Es viernes y la acera está tan concurrida como el tráfico de la calle. Las luces bailan a través de nuestras caras y hay entusiasmo

zumbando en el aire.

Ella levanta las manos por encima de la cabeza mientras se abre

camino a través de un grupo de chicos y mis instintos protectores me patean. Pongo mi mano en su espalda, manteniéndola cerca mientras uno de los chicos intenta echarle un vistazo a su culo. No puedo culparlo, ya

que estoy haciendo lo mismo.

Ella tiene un par de vaqueros ajustados y una camiseta negra lo

suficientemente corta para que haya una franja de espacio entre la parte superior de sus pantalones y la parte inferior de su camisa. Su pálida piel se ve suave y dejo que mi dedo la acaricie con delicadeza, como si fuera

accidental.

Mira por encima del hombro y las luces se reflejan en sus ojos cuando grita por encima del ruido—: ¡Esto me recuerda al último año

cuando hicimos ese viaje por carretera a Nueva Orleans!

—En el que te quitaste la camisa y te mostraste ante todos. —Le

guiño un ojo y golpea con fuerza mi brazo.

—Eso no sucedió y lo sabes —dice, forzando una sonrisa.

—¡Lo sé! —grito sobre la música fuerte de una banda tocando

enfrente de una tienda de regalos—. ¡Pero esa noche fue mucho más intensa que esta!

El ruido se desvanece cuando entramos en el restaurante. Hay una

fila de gente esperando por una mesa, pero sigue siendo mucho mejor que el otro lugar. Lila se dirige hacia la anfitriona de pie en la parte delantera

para poner nuestros nombres en la lista de espera.

—Esa noche fue intensa, pero sólo gracias a ti. —Ethan sonríe maliciosamente—. Si hubieras podido mantenerlo en tus pantalones,

entonces no habríamos tenido que huir del club.

Lila regresa y sus ojos nos escanean a los tres. —Estoy perdida.

¿Quién no pudo mantenerlo en sus pantalones?

—Es bueno que te lo hayas perdido, confía en mí. —Le doy una palmadita a su brazo cuando Ella y Ethan empiezan a reír—. Estos dos

están tratando de avergonzarme con un borracho error de mi pasado.

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—“Pero ella se veía tan caliente cuando estábamos bailando” —dice Ella burlándose de mí con una voz profunda—. Y juro que parecía más

joven.

Ethan rompe a reír, inclinándose hacia Ella, quién se ríe igual de fuerte. Él me contó acerca de su pequeña cosa con Mikey y parece como si

eso hubiese roto una barrera entre los dos.

Empujo a Ethan y se tambalea hacia una rubia alta con un gran par

de tetas, y su mano termina tocando una de ellas. Ella gira hacia la pared, muriéndose de la risa.

—Lo siento —se disculpa Ethan con una sonrisa divertida—. No te

había visto, cariño.

Probablemente tiene la misma edad que nosotros, tal vez un poco

más. Entrecierra los ojos y pisotea hacia la zona de asientos con los brazos cruzados mientras se hunde en el extremo del banco.

—Gracias por hacerme parecer un pervertido. —Ethan me frunce el

ceño y luego mira discretamente a Lila.

—No necesitas mi ayuda con eso, hombre. —Me doy cuenta de que Ella todavía está contra la pared y sus hombros tiemblan—. Oh, niña

bonita, ¿sigues viva allí?

Sacudiendo la cabeza, se da la vuelta con la mano tapándose la boca

y lágrimas saliendo de sus ojos.

—Lo siento —dice entre risas—. Simplemente no puedo dejar de imaginarme a esa señora en Nueva Orleans y cómo casi lo hiciste con ella

en el baño. Y luego tuvimos que arrastrarte fuera del club mientras nos perseguía.

—¿Eso es lo que pasó? —Lila comienza a reír y sus piernas casi

ceden cuando se inclina, aferrando su estómago.

—No era tan vieja, quizás tenía unos treinta y cinco o cuarenta años

—argumento, moviéndome a un lado mientras algunas personas pasan y dejan entrar la brisa fresca—. Y yo estaba borracho.

Ethan me da palmaditas en el hombro y me dedica una mirada

compasiva.

—Está bien. Todos amamos a nuestras asaltacunas.

Le pego en el brazo y Ella se ríe tan fuerte que apenas puede mantenerse en pie. Decido que también tiene que ser castigada, así que dirijo mi mirada hacia ella. Deja de reír y sus labios se fruncen.

—No me asustas, Micha Scott. —Retrocede hacia la esquina—. Sé que no me harás daño.

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—Tienes razón. No voy a hacerte daño. —Extiendo mis manos a los lados, así no tiene ningún lugar para correr—. Pero vi una fuente de agua

en la cuadra.

—Por favor, no —suplica con sus manos protectoramente delante de ella—. Hace como diez grados fuera.

—Te lo mereces. —La recojo y la tiro por encima de mi hombro fácilmente.

—Micha. —Se retuerce mientras empujo las puertas y salgo a la acera. Somos el centro de atención mientras avanzo hacia la fuente al final de la calle, justo enfrente de un parque. Cuando llego al borde de mármol,

hago una pausa, decidiendo qué hacer. ¿Saltar dentro y lanzarla bajo el agua? ¿O simplemente dejarla caer?

—¿Qué pasa contigo y el agua? —Levanta la cabeza y se aparta el pelo de la cara para mirarme a los ojos—. Sean aspersores o duchas, siempre haces que me moje.

Sin poder contenerme, extiendo mis dedos a lo largo de la parte posterior de su muslo y le doy un apretón a su culo.

—¿Te estoy poniendo húmeda en este momento?

Se ve como si estuviera a punto de llorar, la cual no era la reacción que esperaba.

—¿Cómo puedes bromear conmigo después de lo que hice?

Me encojo de hombros, tiro de mis pantalones hacia arriba en mi cintura y entro en el agua, que llena mis botas al instante.

—Mierda, está fría. —Me adentro en una de las varias corrientes de agua que rodean las dos estatuas de ángeles inclinados con arpas en las manos. El agua moja mis vaqueros cuando la dejo caer en el centro,

haciendo que se empape.

Ella chilla, jadeando por el frío. —Eres el hombre más cruel que he

conocido.

El agua cae desde la fuente y baja por su cuerpo. Lo que me lleva a ese momento en la ducha cuando la toqué por todas partes por primera

vez. Dios, extraño demasiado tocarla de esa manera.

—Sabes que eso no es cierto. —Doy un paso hacia adelante, a la

orilla del arroyo y la miro en su ropa mojada—. De hecho, creo que sabes que soy el mejor hombre que has conocido.

No discute, simplemente sale del agua y se retuerce el pelo. —Creo

que tenemos que hablar.

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Un peso cae sobre mis hombros y abro la boca para decirle que deberíamos ir a algún lugar para hablar, cuando alguien grita. Nuestros

ojos se mueven al borde de la fuente, donde Lila está sentada en el agua, la ropa y el pelo empapados, y Ethan está de pie en el escalón de mármol, riendo histéricamente.

Ella ríe mientras Ethan da un paso dentro del agua que rodea la fuente y terminamos teniendo una pelea de agua. Nos detenemos sólo

cuando la seguridad se presenta y corremos hacia el parque más cercano con nuestras ropas mojadas. No soy un gran artista, sólo con las letras, pero si alguien hubiera tomado una foto de nosotros en la fuente, estoy

seguro de que verían un raro momento de perfección.

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Ella No he tenido una noche como esta desde que tenía quince años y

Micha y yo pasamos todo el día en el lago en una pequeña balsa que habíamos “tomado prestada” de los vecinos. Era uno de esos días simples,

pero significó mucho para mí porque no había oscuridad, sólo luz.

Recibimos un montón de miradas mientras entramos al vestíbulo del hotel con la ropa empapada, dejando un rastro de agua en el piso de

baldosas. Los chicos no consiguieron una habitación propia y al parecer están demasiado agotados, por lo que Lila y yo decidimos dejar que se

queden, a pesar de que eso me inquieta.

Cuando llegamos a la habitación, Micha se quita la camisa y se lanza hacia la cama, mientras que Ethan se quita las botas junto a la

puerta.

Ethan se frota las manos. —¿Quién tiene ganas de una ducha

grupal?

—¿Estás incluyendo también a Micha en tu solicitud? —bromeo maliciosamente mientras cierro la puerta del dormitorio.

Él me frunce el ceño, haciendo una mueca de disgusto. —Cállate.

Le saco la lengua mientras Micha niega con la cabeza, decepcionado.

—Niña bonita, te pasaste un poco.

Me río, tomando un pijama de mi bolso y corriendo al baño.

—Ya que tú eres el que me tiró, podrías ducharte el último.

Comienza a correr hacia mí y cierro la puerta, riendo. Una vez que estoy sola, evalúo la noche. No entiendo. ¿Por qué está siendo tan amable conmigo? ¿Acaso... averiguó que estaba mintiendo?

Me quito la ropa y la lanzo en la esquina, luego abro el grifo de la ducha, esperando hasta que se caliente antes de entrar. Estoy lavando mi

cabello con el champú del hotel cuando escucho que la puerta se abre.

Sé quién es porque él me enseñó cómo forzar una cerradura.

—En serio, Micha, no más por esta noche.

—Soy yo —dice Lila y algo cae sobre la encimera con un ruido metálico—. Sólo tenía que lavarme los dientes. Creo que tengo la fuente de agua en mi boca.

El jabón pica en mis ojos. —¿Forzaste la cerradura?

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—No, Micha lo hizo por mí. —Abre el grifo de agua brevemente, pero es suficiente para hacer que cambie la temperatura.

Me estremezco mientras enjuago el resto del champú de mi pelo. El lavabo se cierra y luego queda todo en silencio.

—¿Lila? —Me pregunto si se fue.

—¿Has pensado en decirle la verdad alguna vez? —pregunta Lila finalmente—. Que no lo engañaste, que sólo tuviste...

—Una crisis nerviosa, puedes decirlo. —Mis manos permanecen en mi pelo y el jabón chorrea por mi cara—. Y no sé si voy a decírselo.

La oigo sentarse sobre la tapa del inodoro. —¿Puedo preguntar por

qué no?

Tragando saliva, me asomo por la cortina. —Porque se ve feliz, y si lo

es, entonces no quiero arruinarlo. Eso es todo lo que siempre he querido para él.

Suspira con poco entusiasmo. —Ella, ¿cuándo te vas a dar cuenta

de que se pertenecen el uno al otro? Cualquiera que ponga los ojos sobre ti puede verlo y siente envidia de eso porque esa clase de amor se supone que no existe.

Me seco un poco de agua de la cara. —¿De qué clase de amor estás hablando?

—La clase de amor que tú posees. —Se levanta, da una mirada rápida en el espejo, y se peina con los dedos el pelo húmedo—. Esa en la que conoces a la otra persona por dentro y por fuera. En la que puedes ir a

través del infierno y regresar, y aun así salir bien. —Me deja sola con sus intensas palabras resonando en mi cabeza.

Cierro el grifo y salgo de la ducha. Después de vestirme, salgo del

baño con las manos cruzadas sobre el pecho, porque me olvidé de tomar un sostén limpio.

Micha está inclinado contra la cabecera sin camisa ni zapatos y el control remoto apuntando a la televisión. Sus ojos conectan con los míos y una sonrisa curva sus labios.

—¿Por qué estás cruzando los brazos así, niña bonita? —dice con un brillo travieso en los ojos.

Me acuesto sobre mi estómago en la cama junto a la suya.

—¿Dónde están Lila y Ethan?

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—Se fueron a asaltar la máquina expendedora. —Sus ojos vagan a través de mi cuerpo y mi piel hormiguea mientras contengo el aliento—.

Así que somos sólo tú y yo.

Presiono mis labios con fuerza para ocultar el sonido de mi respiración irregular.

—Así es.

Desliza las piernas fuera de la cama y me estudia

momentáneamente.

—Probablemente debería tomar una ducha. —Tiene una mirada en su cara como si estuviera disfrutando. Sin decir una palabra más, saca

algo de ropa del bolso en el suelo y se dirige al baño, haciendo esa caminata sexy que hace cuando sabe que alguien está observándolo.

Termino perdiendo el conocimiento y cuando me despierto, la habitación está oscura y silenciosa. Las mantas están encima de mí y el cálido aliento de alguien está acariciando mis mejillas. Yo creía que estaría

compartiendo una cama con Lila, pero espero que el cuerpo caliente durmiendo tan cerca de mí no sea el suyo.

—¿Estás despierta? —susurra Micha, y su aliento me hace

cosquillas en la mejilla.

Dejo que mis ojos se acostumbren a la oscuridad y distingo el

contorno de su cara.

—Más o menos.

Le oigo succionarse el aro de su labio. —No puedo dormir. Tengo

mucha energía acumulada.

—¿Por qué? —pronuncio en voz baja.

—Por ti —dice en voz baja—. Y el hecho de que estás durmiendo a

sólo unos centímetros de distancia sin sujetador y lo único que quiero hacer es tocarte. Me está volviendo loco.

—¿Cómo puedes querer tocarme después de lo que hice?

—¿Cómo podría no querer tocarte?

Sus palabras me confunden del modo más extraño, pero ansío su

toque, muy lentamente, engancho mi pierna sobre su cadera. Contiene la respiración y luego la palma de su mano se desliza por mi pierna desnuda,

dejando un rastro de calor a lo largo de mi piel. No dice una palabra mientras su mano se escabulle por mis pantalones cortos, mueve mis bragas a un lado, y segundos más tarde sus dedos están dentro de mí.

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Mis dientes aprietan mi labio cuando empieza a sentirme completamente. Es como si estuviéramos haciendo algo prohibido en la

habitación oscura con Ethan y Lila a sólo unos metros de distancia. Su boca choca contra mis labios mientras su lengua caliente me impulsa a separarlos. Sigue moviendo sus dedos dentro de mí mientras mordisquea

mi labio y siente mis pechos con su mano libre, frotando su pulgar por mi pezón, volviendo loco mi cuerpo.

—Micha... —gimo.

—Shh... —murmura contra mis labios.

Continúa ahogándome con sus besos hasta que me empuja sobre el

borde. Agarrándome a él, inclino la cabeza hacia atrás y trato de respirar silenciosamente.

Cuando me recompongo, besa mi frente y desliza los dedos fuera de mí.

—Ahora puedo dormir —susurra, y en pocos minutos, su respiración

se calma.

Me quedo despierta y tengo la sensación de que lo hizo a propósito.

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8 Traducido por Aimetz14

Corregido por MaryJane♥

Micha Me despierto sintiéndome bien. El sol está brillando a través de la

ventana y mi mente está tranquila y relajada. Sé que fue una jugada sucia vengarme de ella, pero no es como si fuese un castigo para ella tampoco.

Solo la dejé despierta, caliente y molesta, un sentimiento con el que me estoy volviendo muy familiar.

Me siento, froto mis ojos y me doy cuenta de que Ella y Lila no están

en la habitación.

—Bueno, buenos días, princesa —dice Ethan desde la mesa. Está

comiendo una dona y tiene una bebida energética en su mano—. ¿Has tenido un buen descanso el resto de la noche?

—¿Dónde están todos? —Salgo de la cama y me pongo una camiseta

negra.

Se mete el resto de su dona en la boca y se limpia las manos en la parte delantera de sus vaqueros. —El despertador no sonó, así que

salieron corriendo de aquí hace unos diez minutos, asustadas por no tener suficiente tiempo para arreglar su cabello. O al menos eso es lo que Lila

estaba diciendo… Ella parecía un poquito despistada.

Lo miro mientras busco mi reloj en la maleta. —¿Estas insinuando algo? Porque tienes esa estúpida mirada en tu rostro y me está poniendo

nervioso.

Sorbe su bebida y se levanta de la silla. —Sólo que la próxima vez

que ustedes dos hagan tonterías en la oscuridad con otras personas en la habitación, deberían intentar ser un poquito más silenciosos.

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—Hazme un favor —digo—, no le digas nada a Ella. Vas a hacer las cosas extrañas.

—¿Más extraño de lo que ustedes dos han estado? —Aplasta la lata y la lanza al recipiente que está en la esquina—. Porque esos ruidos de la noche anterior van a seguir persiguiéndome en mis pesadillas por mucho

tiempo.

Cambio de tema, amarrando el reloj en mi muñeca. —¿Qué

demonios se supone que debemos vestir en una boda?

—¿Cómo diablos lo voy a saber? —Baja la mirada hacia su camisa negra de manga larga encima de una camiseta gris y sus vaqueros

oscuros—. Iba a ir de esta manera.

Agarrando una camisa de rayas negras y un par de mis mejores

vaqueros, me dirijo al baño.

—¿Ha admitido que estaba mintiendo? —Ethan enciende la televisión y se tira en una de las camas, cruzando los pies.

Me detengo en la puerta y lo miro por encima del hombro. —No… Como de costumbre está siendo testaruda.

—Aquí te va un consejo —Tira el control remoto en la mesita de

noche—. Siempre puedes decirle que la conoces y te ahorras todo el drama.

—No es tan simple —explico—. No me gusta empujarla a hacer cosas… porque… —Me voy apagando, sabiendo que no puedo contarle sobre lo del puente o cómo se veía en el suelo del baño cuando me lo

contó.

Cuando esté lista, lo dirá… o al menos eso espero. Pero ¿Qué si no es así? ¿Qué si me he pasado mi vida persiguiendo un fantasma?

***

—De acuerdo, estoy muy decepcionado en la formación de las damas de honor —comenta Ethan, echando un vistazo a las damas de honor paradas en el exterior de la entrada del toldo.

Estamos sentados en la última fila esperando a que empiece esta pequeña ceremonia mientras la gente se apresura adelante y atrás en el

interior de la tienda. El área del frente está decorada con flores moradas y el pasillo principal está forrado con cintas negras y moradas.

—Creo que todas están casadas —le digo, descansando mi pie sobre

mi rodilla—. Y son aproximadamente diez años mayores que tú.

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Suspira y se recuesta en la silla plegable. —¿Qué se supone que voy a hacer entonces? Esta cosa no empieza por otra hora más y me estoy

aburriendo.

—Estoy seguro de que sobrevivirás… —Mi atención se desplaza a Ella mientras camina por debajo del pabellón hasta Caroline, quien está

hablando con un tipo bajito en un traje gris, agita sus manos animadamente. Ella tiene un vestido corto de terciopelo negro que muestra

sus largas piernas y sus hombros desnudos. Hay una cinta roja alrededor de la cintura y una flor roja en su cabello.

Es tan jodidamente hermosa. Eso es todo lo que hay.

—Amigo, limpia la baba de tu barbilla —Ethan golpea la parte trasera de mi cabeza. Lo doy empujón y me empuja de vuelta. Dejando

salir una profunda respiración, mis ojos reconectan con Ella.

Le dice algo a Caroline y le pasa la copa de champagne. Caroline la baja y le devuelve la copa a Ella antes de apresurarse hacia afuera,

sosteniendo el frente de su vestido.

Ella deja la copa en una silla y presiona sus dedos sobre el puente de su nariz cuando su mirada me encuentra. Sus ojos suplican

silenciosamente para que la siga mientras se escabulle de la tienda.

—Volveré enseguida —digo, levantándome—. Y trata de no meterte

en ningún problema mientras no estoy.

Zigzagueo a través de los pasillos y me escabullo hacia el sol y el aire fresco. Un bosque encierra la casa, y Ella pasea por la colina cubierta de

hierba hasta que desaparece entre los árboles fríos con el otoño.

—¿Qué está haciendo? —murmuro mientras la sigo.

Cuando entro en el bosque, está apoyada contra un árbol y el

bosque espeso oculta cada aspecto de la boda, excepto por el ruido sordo de las voces. Es como si estuviésemos en nuestro pequeño mundo privado.

Camino lentamente hacia ella. —¿Qué estás haciendo aquí?

Sus manos están escondidas detrás de su espalda y está mordiendo ansiosamente su labio inferior. —No te engañé. Mentí sobre eso.

Reduzco el espacio entre nosotros, así estamos a una distancia razonable. —Sé que no lo hiciste.

Sus cejas se juntas. —¿Cómo lo sabes?

—Lila se lo dijo a Ethan. —Estoy centímetros más cerca de ella, y mi mirada roza el escote que se ve por encima de su vestido—. Y Ethan me lo

dijo a mí.

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Sus hombros se desploman mientras exhala, aliviada. —¿Por qué no dijiste nada?

—Porque imagino que tienes alguna razón por la que no me lo contabas. —Mis dedos pican por tocarla, por recorrerla a lo largo de todo su cuerpo y sentirla en su interior.

—Lo siento. Era la única cosa que podía pensar para hacer que me dejaras ir. Mereces más de lo que yo te puedo dar.

—No entiendo por qué no crees que eres lo suficientemente buena para mí.

—Porque no lo soy. —Se encoge de hombros despreocupadamente—.

Porque eventualmente me odiarás… Es inevitable.

—Nunca podría odiarte. —Meto un mecho de su cabello detrás de su

oreja y dejo que mis dedos acaricien el lado de su cuello antes de alejarme—. Ni siquiera podía odiarte cuando pensé que me engañaste. Sí, estaba furioso, pero aun así te amo.

—Ese día dije eso… Esos días no podía salir de la cama, estaba teniendo una crisis nerviosa. Mi terapeuta me dio algunas cosas para la ansiedad y la depresión. —Sus ojos se ponen vidriosos como si fuera a

llorar—. Micha, no quieres esto, confía en mí. Vi como los problemas de mi madre carcomían a mi papá… Te metería en este agujero negro conmigo.

Sólo necesitas irte. Aléjate. Por favor, aléjate.

Con la punta de mi pulgar, le limpio una lágrima que se escapa de su ojo. —Odio decir esto, Ella, pero tu padre es un maldito cobarde. No

puede culpar a nadie de lo que hace salvo a sí mismo. Y no soy él, y tú no eres tu mamá. Sólo porque su historia terminó mal no significa que nuestra lo hará.

Gira la cabeza para evitar mi mirada. —No quiero esto para ti.

Engancho mi dedo debajo de su barbilla y la obligo a mirarme

mientras apoyo una mano en el árbol junto a ella. —Lo siento mucho, niña bonita, pero realmente no puedes elegir lo que quiero, lo que hago o quién puede estar conmigo. Así que a menos que quieras que te deje porque ya

no me amas, no voy a ir a ninguna parte.

Cuando no dice nada, estrello mis labios contra los de ella y jadea

mientras sus dedos se enredan en mi cabello. Aplastando mi cuerpo contra ella, mi mano vaga hacia abajo por su costado, a lo largo de la curva de su pecho, cada costilla y por la parte inferior de su vestido. Lo subo, agarro

sus bragas y las deslizo hacia abajo por sus piernas. Cuando están en sus rodillas, retrocede un poco, las quita, luego tira del botón de mis vaqueros

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para abrirlo. La levanto y la presiono contra el árbol mientras penetro en su interior.

Cuando reúno mi boca con la suya, muerde mi labio. Eso me vuelve loco mientras tira suavemente del aro de mi labio en su boca mientras la recorre con su lengua. Sujetándola por la cadera, mi otra mano asciende

por su cuerpo hasta la parte alta de su vestido y tiro de la copa de su pecho.

Sus ojos miran hacia arriba mientras su cabeza cae hacia atrás. —Micha, yo te amo, pero...

La beso fervientemente, apartándome sólo por un segundo para

decirle—: Yo también te amo.

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Ella No sé cómo es posible que se sienta tan bien, solo el tenerlo dentro

de mí, pero lo hace. Dios, lo hace. Mis intenciones no eran conducirlo al sexo cuando salí al bosque. Sólo quería decirle la verdad lejos de todos…

merecía la verdad.

Creo que Lila tenía razón, sin embargo. El amor de Micha me posee y probablemente siempre termine entregándome a él mientras lo siga

intentando. Pero aún tengo miedo de romperlo, y este chico es jodidamente dulce y hermoso como para arruinarlo.

Él está empujándose dentro de mí mientras agarra mis brazos sobre mi cabeza y la corteza del árbol raspa mi espalda. Pero vale la pena el dolor cuando grito de felicidad y mis preocupaciones desaparecen

fugazmente.

Sus movimientos empiezan a frenarse y luego empuja dentro de mí

por última vez, antes de calmarse. Jadeamos, apoyándonos fervientemente uno en el otro, nuestra piel empapada, nuestros corazones acelerados.

—Me encanta ese vestido —susurra en mi oído y el calor de su

aliento me da escalofríos—. Te ves preciosa en él.

Una sonrisa toca mis labios y retrocedo un poco para mirarlo a los ojos. —Me dices eso demasiado. Está convirtiéndome en una arrogante.

—No, yo soy el único arrogante. —Su sonrisa está casi cegándome.

Mi cara se torna seria mientras rozo ligeramente mis labios

hinchados contra los suyos. —Todavía tenemos que hablar…

—¡Ella! —La voz de Lila hace eco a través del bosque.

—¡Caroline te necesita! —Salto fuera de los brazos de Micha y ajusto

mi vestido alrededor de mis pechos mientras busco en el suelo. —¿Dónde está mi ropa interior?

Micha se ríe mientras me observa buscar a través de una zona con la hierba alta. —Supongo que vas a tener que pasar el día sin ella.

Coloco las manos en mis caderas. —¿Quieres que me pare enfrente

de un montón de gente, en una boda, sin nada debajo de mi vestido?

Él se encoge de hombros, abrochando el botón de sus vaqueros. —Sería algo lindo. Podrías tener una brisa fresca y si te agachas justo allí…

—¡Ella! —La voz de Lila se está acercando—. ¿Dónde diablos estás? ¡Sé que has venido aquí! ¡Te vi!

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—Micha, por favor, si sabes dónde están, dímelo. —Doy un vistazo detrás del árbol y cuando me doy la vuelta, tiene una sonrisa en su cara y

mi tanga negra está colgando de su dedo.

Se las quito y las deslizo de vuelta limpiando mi vestido. Luego me apresuro a través de los árboles, quitando los trozos de hojas y ramitas de

mi cabello con Micha detrás de mí, riéndose entre dientes.

Lila está esperando en la frontera del bosque y arquea las cejas

cuando ve que Micha está conmigo. —Umm... Caroline necesita que estés lista. —Su voz insinúa una sonrisa.

—De acuerdo. —Me apresuro a subir la colina dejándolos para

caminar de regreso al toldo.

No sé qué hacer. Todavía creo que no soy buena para él, aunque

insista en lo contrario, pero no parece que pueda estar lejos de él.

Alrededor de la esquina del toldo, hay una línea de damas de honor vestidas con el mismo vestido de terciopelo negro y los padrinos del novio

usan esmóquines iguales. Caroline está al frente seguida de su padre, un hombre viejo con cabello canoso. Su vestido de novia es hermoso, no muy blanco, pero cerca, con un listón negro atado alrededor del centro y la

parte baja fluyendo desde la cintura.

La expresión de Caroline es relajada mientras presiona la mano

contra su corazón, aplastando algunas de las flores de su ramo. —Gracias a dios, Ella. —Levanta su vestido y se apresura hacia a mí.

—¿Por qué tienes hojas es el cabello?

Mis manos se levantaron hasta mi cabello, partes de ramitas caen. —Fui a caminar por el bosque.

—Apúrate y ponte en la línea. —Me da un pequeño ramo y me lleva

hasta el final de la línea—. Está por comenzar.

Me coloco después del padrino, que es más bajito que yo con cabello

negro que se curva sobre sus orejas. Es probablemente de mi edad y siento su mirada en mí, analizándome, pero mi atención se mantiene directa al frente de la línea. Dentro, Dean está parado a un lado del ministro en su

esmoquin y su cabello café acomodado hacia un lado. Se ve feliz y lo envidio con cada onza de mi corazón.

Nunca había pensado el casarme como hacen la mayoría de las chicas. Cuando era más joven, no jugaba a vestirme y a hacer que el chico de al lado era mi novio. Nunca miré tan lejos en el futuro porque temía lo

que había más adelante.

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Pero viendo a Dean a punto de casarse, me pregunto si el matrimonio está en mi futuro. Batallo para respirar mientras el pánico me

oprime, queriendo verlo, pero todo es un hoyo negro sin imágenes.

La música empieza y mis pensamientos vuelven a la realidad. La línea se mueve hacia adelante gradualmente y el padrino une su brazo con

el mío.

—Mi nombre es Luke, por cierto —murmura en mi oído.

Me alejo de él. —El mío es Ella.

Me sonríe mientras entramos en el toldo donde listones morados y negros cuelgan del techo, luces brillan por las paredes, y filas y filas de

violetas decoran la parte frontal.

Todos están mirando y me pongo más ansiosa, pero respiro a través

de eso. Cuando alcanzamos el final del altar, libero felizmente el brazo de Luke y camino hasta el final de la fila de damas de honor.

Apretando el ramo, me enfoco en Caroline y Dean, pero hay una

agudizada sensación de conciencia de que Micha está mirándome desde la fila de atrás.

El ministro comienza su discurso y mi mente automáticamente se

desliza a mi futuro otra vez. Lo quiero ver desesperadamente. Quiero saber cómo será mi vida.

La adrenalina consume mi cuerpo y me pongo nerviosa con los pétalos de las flores violetas, diciéndome mentalmente que mantenga la calma mientras Dean y Caroline leen sus votos. Escuchando sus palabras

de amor y compromiso, mi cuerpo se aquieta. Quiero esto. Mucho. Quiero a alguien que sea mío por siempre… quiero a Micha.

Pero necesito convertirme en una persona que ambos podamos

amar; o de otra manera nunca lo lograremos.

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9 Traducido por Moni

Corregido por Alaska Young

Micha No puedo apartar mi mirada de ella durante toda la ceremonia.

Nunca ha sido de llorar en público, así que es sorprendente verla tratar de tragarse las lágrimas, y todo lo que quiero hacer es consolarla.

Dean se ve realmente feliz, lo cual me molesta un poco. Ella pudo haber barrido lo que él hizo bajo la alfombra, pero eso no significa nada para mí. Él es parte de lo que la dañó, parte del por qué Ella nunca será la

misma chica.

El ministro declara—: Puede besar a la novia.

Dean y Caroline se inclinan el uno hacia el otro y se besan, y todos se ponen de pie y aplauden. Mientras caminan por el pasillo, la gente les lanza pétalos de rosa de los cestos colocados frente a cada silla. Lila toma

un puñado y se une, tirando pétalos al aire.

Ethan rueda los ojos. —De pronto recordé por qué nunca voy a bodas —dice en voz baja—. Son demasiado cursis para mí.

—Sí, supongo —respondo, no estando totalmente de acuerdo con él—. Pero la cursilería tiene sentido.

Una vez que Caroline y Dean dejan el toldo, los padrinos y las damas de honor los siguen en una línea. El tipo que ha sido emparejado con Ella sigue mirándola fastidiosamente y le susurra algo mientras salen.

La multitud se mueve a través del jardín hacia la terraza trasera de la casa, donde está colocado otro toldo con mesas decoradas con pétalos

de rosasy velas. Hay luces colgadas del techo y una enorme fuente de chocolate contra la pared del fondo.

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Ella espera en la parte delantera donde un fotógrafo está preparándose para tomar fotografías. Mientras espera, su mirada choca

con la mía. Rueda los ojos, como si pensara que toda esta cosa es tonta y le guiño un ojo.

Ethan, Lila y yo tomamos unas copas de champaña y platos con

pastel y escogemos una mesa cerca del bar, bebiendo en silencio mientras la música se enciende.

—Entonces, ¿cuánto tiempo piensas que estaremos obligados a estar aquí? —bromea Ethan con la copa de champaña—. Dios, la gente rica tiene mal gusto para las bebidas.

—Oye —protesta Lila, colocando su copa en la mesa—. Yo pienso que está bien.

—Eso es porque eres rica —bromea Ethan, subiendo las mangas de su camisa, y luego toma un bocado de su pastel—. Y te criaron para creer que esa cosa cara sabe bien.

Lila le saca la lengua y hay glaseado púrpura en ella. —Pienso que tú podrías ser el que tiene mal gusto.

Ethan arruga las cejas, como si estuviera pensando demasiado.

—No, tengo un gusto excelente.

Ethan solía decirme mierdas sobre Ella y mi necesidad de follar y

superarlo. Estoy considerando decirle la misma cosa sobre Lila y él.

Ella deja caer el ramo antes de desplomarse en la silla a mi lado. —Dios, las bodas son agotadoras.

Quito un trozo de césped de su cabello y lo tiro al suelo. —¿Quieres salir de aquí? Podríamos ir a conseguir algo de cenar o algo así.

—Aún no me puedo ir. —Frunce el ceño, apoya la cabeza en la silla y

mira hacia el techo—. Hay más fotografías por venir.

Se endereza en la silla y roba un pedazo de mi pastel, dejando un

poco de glaseado púrpura en su labio inferior. Quiero tanto inclinarme y lamerlo.

—¿Qué? —pregunta cuando me nota mirándola.

Estiro la mano hacia ella y se congela cuando mi pulgar roza su labio inferior. —Deberíamos bailar.

Arquea las cejas. —¿Desde cuándo alguno de nosotros baila?

—Siempre bailamos. —Le extiendo la mano y me levanto.

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—Pero nuestro baile es muy diferente al baile de ellos. —Señala el área donde la gente baila lento—. Probablemente asustaríamos a sus

pequeñas mentes inocentes.

—Vamos, Ella May, baila conmigo. —Deslumbrándola con mi sonrisa más seductora, mantengo mi mano extendida, esperando que la

tome.

Suspirando, entrelaza sus dedos con los míos, y la levanto. Cuando

llegamos al centro de la pista, le doy una vuelta y tiro de ella contra mí. Una sonrisa tira de sus labios mientras coloco las manos en su cadera. Acercándola más, engancha sus brazos alrededor de la parte trasera de mi

cuello.

Mientras bailamos con la música, pongo mis labios al lado de su

oído y canto junto con la canción.

Se inclina hacia atrás para mirarme a los ojos. —¿Cómo conoces la letra de “The Story”? No muchos chicos escuchan a Brandi Carlile.

—Shh… no se lo digas a nadie. —Le guiño un ojo y la atraigo más—. Y solías escuchar esta canción todo el tiempo. ¿Cómo no sabría la letra?

Se agarra a mí mientras sigo cantando. Su cabeza se apoya en mi hombro y ya no tengo miedo de decirle cómo me siento. Quiero que lo sepa; necesito que entienda, porque tenerlo guardado ya no es una opción.

—Te amo, Ella May —susurro, besando su mejilla—. Y un día quiero hacer exactamente la misma cosa en nuestra boda.

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Ella “The Story” de Brandi Carlile suena a través del lugar, suaves letras

que cuentan una historia que me llega directamente al corazón. Micha está mirándome a los ojos profundamente y está ganándose mi corazón más de

lo que ya lo ha hecho.

Luego me dice que quiere hacer exactamente la misma cosa en

nuestra boda y mis pulmones se comprimen. Quiero huir y esconderme, pero lucho para aferrarme a mi cordura.

—Micha, yo…

Coloca un dedo sobre mis labios. —No digas nada, ¿de acuerdo? Sólo piénsalo durante un tiempo. No estoy diciendo que sea justo ahora. Sólo quiero que sepas cómo me siento.

Levanto su dedo. —Tengo que decirlo porque es importante que sepas cómo me siento. No puedo hacer esto ahora. —Su cara cae mientras

continúo—. Pero algún día, sí. Necesito trabajar en mí primero. Necesito estar bien conmigo misma antes de darte todo mi corazón.

Estudia mi cara. —No estoy seguro de lo que estás diciendo.

—Estoy diciendo que creo que deberíamos ser amigos hasta que averigüe cómo estar bien conmigo misma de nuevo —le explico—. No

quiero hacer nada para herirte, y justo ahora no sé si puedo hacerlo.

Levanta una ceja. —¿Quieres que seamos amigos? Porque no estoy seguro de que eso sea posible.

—Tenemos que serlo, y luego tal vez un día en la carretera, después de que aclare mi mierda, podamos ser algo más, pero sólo si tú aún quieres. —Tomo una respiración profunda, mis entrañas duelen cuando

añado—: Si alguien mejor aparece, no quiero que dudes por mi culpa.

—Nadie podría ser mejor que tú —dice, y comienzo a abrir la boca

para protestar, pero habla antes que yo—. Pero si eso es lo que necesitas, entonces lo haré. Podemos ser amigos… por un tiempo.

No está completamente comprometido, pero no espero que lo esté.

Es la persona más decidida que conozco.

Lo beso en la mejilla y luego coloco mi cabeza en su hombro,

aspirando su reconfortante aroma mientras nos balanceamos en sincronía con la música, sosteniéndolo y dejándolo ir al mismo tiempo.

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10 Traducido por aa.tesares, CrisCras & Jessy

Corregido por Maca Delos

Micha Ya han pasado unos días desde que Ella y yo nos separamos

después de la boda, pero se sienten como meses. Hablamos por teléfono varias veces al día, pero no es lo mismo entre nosotros y extraño estar con

ella.

—Hombre, estoy tan aburrido —se queja Ethan mientras navega por los canales con sus botas de combate en la mesa de café—. ¿No podemos

ir a hacer algo?

Estoy acostado en mi cama leyendo el mensaje una y otra vez. Un

mensaje de texto de mi padre apareció en mi teléfono ayer. Dice que necesita verme —que tenía algo que quería preguntarme. He estado mirándolo, decidiendo si volver a recorrer esa ruta con él es una buena

idea. Nos hemos reunido dos veces y cada una fue incómoda y dolorosa, pero mi mente no será capaz de asentarse hasta que sepa lo que quiere.

—No sé... supongo que podríamos ir a buscar algo de comer. —

Sentándome, columpio mis piernas por el borde de la cama y le escribo a mi padre, preguntándole dónde quiere reunirse.

Me responde más rápido de lo que pensaba, preguntándome si me puedo encontrar con él en la panadería de la calle novena en aproximadamente una hora. Vacilante, le escribo y finalmente le digo que

lo haré.

—Olvídalo. No puedo salir. —Me pongo una sudadera con capucha

negra y cremallera—. Tengo que ir a ver a alguien.

Él me dirige una mirada de condena. —¿Ese alguien es una chica?

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Saco las llaves de casa de la parte superior de la cómoda. —No, es simplemente alguien que conocía.

Su rostro se retuerce con la confusión. —No es Naomi, ¿verdad? Porque me gustaría aconsejarte que te mantengas alejado de ella, está loca. Básicamente trató de violarme anoche.

—Como si no te hubiera gustado.

—Oye, me agradan las mujeres y todo, pero ella es un poco

demasiado. Pasó del barman, a un tipo repartiendo volantes en la calle, a mí. Además, siente algo por ti.

—Lo sé. —Pongo la billetera en el bolsillo trasero de mis vaqueros—.

No fuiste el único con el que coqueteó anoche.

—Guau. —Sus ojos se abren—. Y yo que pensaba que era malo.

Me meto el teléfono en el bolsillo de la sudadera. —¿Me puedes hacer un favor? ¿Le puedes decir a Dylan o Chase cuando… si es que aparecen, que tal vez no llegue para ensayar?

Hurga a través de la selección muy escasa de alimentos en la nevera. —¿Crees que van a aparecer? Quiero decir, no has visto a nadie, excepto a Naomi desde que volviste y ninguno de ellos se presentaron a la práctica

de ayer.

—Lo sé. —Abro la puerta y veo que está lloviendo—. Pero en caso de

que aparezcan, ¿les dirías?

Se encoge de hombros mientras selecciona un cartón de jugo de la nevera. —Sí, les voy a decir... pero ¿no te parece que tu banda se está

cayendo a pedazos?

—Algo así —murmuro y cierro la puerta. Poniendo la capucha sobre mi cabeza, troto escaleras abajo y salgo a la lluvia, salpicando a través de

los charcos mientras marcho hacia la calle.

Desde el pequeño incidente con Naomi, las cosas en la banda se han

puesto rocosas. Comenzó con ella no queriendo estar cerca de mí, y luego Dylan y Chase perdiendo el interés cuando descubrieron que podían hacer un montón de dinero siendo bármanes en un club exclusivo para mujeres.

Ahora, sin embargo, estoy más preocupado por lo que estoy a punto de meterme con mi padre.

* * *

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Cuando llego a la panadería y veo a mi padre sentado en una mesa casi me acobardo. Doy golpecitos con la mano en mi pierna con ansiedad,

mirándolo a través de la ventana, mientras las gotas de lluvia caen sobre mí. Está leyendo el periódico y tomando una taza de café. Vestido con un traje gris y una corbata roja, con un maletín junto a sus pies, se parece a

un abogado. De repente, me doy cuenta de que no tengo ni idea de lo que hace o lo que es. Es nada más que un extraño, mientras la gente pasa a mi

alrededor en la acera.

Me hago hombre y entro en la panadería. Huele a vainilla y me recuerda un poco a Ella. Dos de las ocho mesas están ocupadas y la cajera

detrás de la pantalla, llena de bizcochos y galletas, me desviste con los ojos.

Mi papá levanta la vista de su café y sus ojos aguamarina se amplían. —Oh, Micha, viniste.

Me deslizo en una silla y me siento frente a él. —Por supuesto que

vine. Cuando digo que voy a estar en algún lugar, siempre me presento. Ese es el tipo de persona que soy y lo sabrías si me conocieras.

Se aclara la garganta varias veces, mientras suaviza las arrugas

invisibles de su corbata. —Mira, Micha, estoy muy arrepentido de lo que he hecho. Por ser un padre de mierda y no estar ahí.

Mi frente se arruga mientras cruzo los brazos y me reclino en la silla. —No entiendo por qué estás diciendo eso, dado que las dos últimas veces que te vi me dejaste muy claro que en realidad no te preocupas por mí y

que no querías tener nada que ver conmigo.

Rasgando algunos paquetes para abrirlos, añade azúcar a su café con las manos temblorosas. —Las cosas cambian... algunas cosas

pasaron, y... bueno, necesito tu ayuda.

Lo miro inexpresivamente. —¿Es por eso que dijiste que lo sentías?

¿Porque quieres algo de mí?

Deja los paquetes vacíos sobre la mesa. —¿Quieres que te pida algo? ¿Un café?

—Quiero que sigas adelante con lo que quieres —le digo con frialdad—. Porque estoy jodidamente curioso sobre adónde va esta

conversación.

Remueve el café y limpia la cuchara en el borde de la taza. —No estoy muy seguro de cómo empezar esta conversación... —Deja caer la

cuchara sobre la mesa—. Recientemente fui diagnosticado con anemia aplásica... ¿Sabes lo que es eso?

—¿Me veo como un médico? —Niego, molesto.

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—Bueno, voy a omitir los términos médicos aburridos y llegar directamente al grano. Es una enfermedad rara y tengo un caso severo. —

Baja la mirada a las grietas de la mesa, con las cejas unidas, y se forman arrugas alrededor de sus ojos—. Necesito un trasplante de sangre y médula ósea, y lo mejor para eso es tener un pariente que sea el donante.

—¿Te estás muriendo? —Le ojeo más—. Te ves sano.

—No, no me estoy muriendo. —Su voz es tan fría como el hielo—.

Pero no estoy saludable, tampoco, y esto me podría ayudar.

—¿Qué pasa con tus otros hijos? ¿Por qué no se lo puedes pedir a ellos?

—No les quiero hacer eso. Son demasiado jóvenes y... ni siquiera quiero que sepan que estoy enfermo.

Me inclino sobre la mesa, poniendo mis manos sobre ella, ardiendo de ira, y las patas de la silla muelen ruidosamente contra el suelo. —Entonces, déjame ver si lo entiendo. ¿Quieres que lo haga yo, a pesar de

que no me has hablado en años? Me abandonaste cuando era un niño y todavía no sé por qué ni siquiera te mantuviste en contacto conmigo.

—Micha, te dije que lo sentía. —Él se estira a través de la mesa como

si fuera a acariciar mi mano, pero se retira, lo cual es algo bueno porque probablemente lo habría golpeado—. Y esto es más grande que eso: estoy

enfermo.

Me levanto de la mesa. —Voy a tener que pensar en ello.

Él coge su maletín y se pone de pie también. —¿Puedes por lo menos

ir a un chequeo para ver si puedes ser un buen donante? Estas cosas llevan su tiempo.

A veces me gustaría poder ser un idiota y alejarme. —Está bien, voy

a chequearme, pero no es por ti. Es para no tener que sentirme culpable.

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Ella Ya han pasado casi dos semanas desde la boda y hablo con Micha

todos los días por teléfono. Las conversaciones son ligeras, excepto por algún comentario sucio ocasional de él, pero eso siempre fue normal,

incluso cuando éramos amigos antes.

Lo extraño como una loca y pienso en él una cantidad insana de horas durante el día. Me consume los pensamientos, el cuerpo, los sueños

—él es lo que me impulsa a ser mejor.

Es mediodía, el sol está brillando en el cielo azul y el aire huele a

hierba recién cortada y otoño. Estoy caminando por el tranquilo patio del campus hacia el despacho de mi terapeuta, con el teléfono en mi oreja.

—No lo hiciste —le digo a Micha con una sonrisa en la cara—. Eres

un mentiroso.

—Lo hice —argumenta con humor en su voz—. Tiré mi guitarra y les

dije que estaba fuera, que no quería más drama.

Balanceo la puerta de la entrada principal para abrirla y entro en el pasillo vacío. —Así que dejaste la banda. ¿Simplemente acabaste con eso,

después de meses en la carretera con ellos?

—En realidad sucede más de lo que piensas —responde, y oigo la voz de Ethan en el fondo—. Y lo dejé como hace una semana, pero no quería

decirte nada hasta ahora.

Mi boca se hunde en una mueca mientras me dejo caer en una silla

frente a la oficina de la terapeuta. —¿Por qué? No te habría convencido de lo contrario. Siempre y cuando seas feliz, puedes hacer lo que quieras. Eso es todo lo que siempre he querido para ti.

—Estoy muy contento. Muy, muy feliz —me promete entusiasmado—. Pero esa no es la razón por la que no te lo dije.

—Está bien... ¿cuál es la razón? —Oigo la voz de Ethan de nuevo. —. ¿Y por qué esta Ethan allí? ¿No se supone que está en su gran viaje de aventura, al estilo hombre de la montaña o cómo diablos lo llame?

—¡Mi Viaje de Hombre de la Montaña! —grita Ethan—. Pon bien las palabras, mujer.

—¿Estoy en altavoz? —pregunto—. Micha, si lo estoy, quítame. Por

favor.

—No puedo. Tomarás esto mejor si estás en el altavoz. —Deja

escapar un suspiro—. De esta manera vas a contener tu enojo un poco

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mejor, porque sabrás que Ethan estará escuchando y utilizará todo lo que digas en tu contra.

Miro de izquierda a derecha, observando que no hay nadie alrededor de la oficina. —¿Qué hay de nuevo?

Se aclara la garganta, como si estuviera preparándose para hacer un

gran discurso. —Después de toda la ruptura de la banda, decidí que necesitaba un cambio. Y también lo hizo Ethan, ya que se dio cuenta de

que no era tan hombre de la montaña como había pensado.

—Esa no es la verdadera razón —objeta Ethan—. Sentí pena por tu tonto culo porque tu banda se separó.

—De todos modos —habla Micha sobre él—. Ambos decidimos que era hora de un cambio y por eso empezamos a buscar una cosa

permanente que no requeriría una gran cantidad de viajes.

—Pensé que no querías hacer ese tipo de cosas. —Dejo caer mi bolso en el suelo y me encorvo de nuevo en la silla—. Pensé que querías ser

parte de una banda y estar en la carretera.

—Nah, estoy mejor solo —me dice—. Tal vez voy a mantener mis ojos abiertos para una nueva banda, pero la anterior se estaba convirtiendo en

una causa perdida. Y por ahora, he encontrado un lugar para tocar. Además tengo un trabajo extra. La paga es una mierda, pero funciona por

ahora y es mejor que volver a casa.

—¿Cuál es tu trabajo?

—Es este servicio de acompañante masculino. Pensé que sería

genial. Tengo la oportunidad de deslumbrar a las mujeres durante todo el día, en lo cual ambos sabemos que soy impresionante, y me pagan por hacerlo.

Ruedo los ojos, pero le sigo el juego. —Guau, eso suena como un trabajo en el que serás muy bueno y estoy segura de que va a ser muy

divertido. Cuanto más pienso en ello, más veo que es como tu trabajo ideal.

—Sí, lo sé, ¿no? —dice sabiamente—. Aunque he oído historias sobre

algunos chicos con fetiches, y suena como que las cosas pueden ser un poco incómodas, pero voy a hacer lo necesario para sobrevivir.

—Eres un idiota. —Me muevo en el asiento, metiendo las piernas debajo de la silla mientras la secretaria pasa con un montón de papeles en sus manos—. ¿Qué estás haciendo en realidad? Mejor aún, ¿dónde estás?

—Ethan y yo conseguimos un trabajo a tiempo parcial en la construcción, pero es sólo una cosa en el centro. —Hace una pausa y hay una fuerte explosión—. Por la noche voy a estar tocando en The Hook Up.

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—Oye, hay uno de ellos en Las Vegas —digo sobre el sonido de la trituradora de papel—. No sabía que era una cosa nacional, sin embargo.

Duda. —No es una cosa nacional.

—¿Estás en Las Vegas? —Mi voz sale en tono alto y la secretaria me

mira a través de sus gruesas gafas mientras pasa documentos a través de la trituradora. Volviéndome en el asiento, bajo la voz y me pongo un dedo en la oreja para oír mejor—. ¿Tú y Ethan se mudaron a Las Vegas?

—Sí, estamos en Las Vegas ahora mismo, mientras hablamos, arreglando nuestras cosas en este pequeño apartamento chiquitito —aclara—. Pero funciona y estoy contento con él.

Insegura de cómo responder, me quedo callada tamborileando los dedos con ansiedad contra mi rodilla. El teléfono en el escritorio del frente

suena y la secretaria contesta.

—Dime lo que estás pensando, niña bonita —me insta, y hay un pitido cuando apaga el altavoz—. Ethan ya no te puede oír más.

—Estoy pensando... no sé lo que estoy pensando... —Me quedo a la deriva mientras las puertas de la terapeuta se balancean y ella asoma la

cabeza.

—Ella, estoy lista para ti. —Abriendo la puerta, me hace un gesto para que entre.

—Tendré que llamarte luego —digo—. Me dirijo a la oficina de la terapeuta en este momento. —Cuelgo antes de que pueda decir algo, recojo mi bolso del suelo y tomo asiento frente a la mesa.

Anna se sienta en su silla, selecciona una pluma de la copa y toma su cuaderno del cajón de su escritorio. Hoy su traje de pantalón es de un

tono suave de color marrón y el pelo está estirado hacia atrás. Se pone las gafas y lee sobre las notas de la última visita.

—Ese era Micha en el teléfono —explico antes de que pueda

preguntar, porque lo va hacer—. Y me acabo de enterar que se mudó aquí.

—Oh, ya veo. —Ella deja caer la pluma y el cuaderno sobre la mesa, y mueve la silla hacia adelante—. Por la forma en que suenas, no estás

contenta con esto.

—No estoy segura de lo que siento. —Reflexiono sobre mis

sentimientos—. Por un lado, es bueno tenerlo cerca por si lo necesito, pero estoy tratando de no necesitarlo, por lo que podría ser malo que él esté cerca. ¿Tiene sentido?

—Tiene mucho sentido. —Pasa las páginas del cuaderno—. ¿Hace cuánto tiempo has dicho que conoces Micha?

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—Desde siempre. Quiero decir, me acuerdo de cuando tenía cuatro años y estaba fascinada con la forma en que él se sentaba en el garaje con

su padre y trabajaba en los coches. Aunque siempre tuve demasiado miedo de ir allá y hablar con él. Él fue quien me habló primero. —Una risa cosquillea en mi garganta—. En realidad, me sobornó a pasar por encima

de la valla primero, con una caja de jugo y un coche de juguete.

—¿Por qué estabas demasiado asustada para hablar con él? —

indaga.

—No lo sé. Supongo que tal vez siempre me sentí como si estuviera viviendo en un mundo alternativo que nadie entendía, ni siquiera él. —Me

encojo de hombros, golpeándome con el dedo las uñas—. Todavía me siento así a veces, como que tal vez yo viera las cosas de manera diferente

que la mayoría.

Ella rasguea monótonamente su uñas con manicura francesa sobre el escritorio. —Creo que te preocupas demasiado por la forma en que

piensas.

—Pero eso es como un hecho —digo—. Lo he sabido por un tiempo, pero lo que todavía no entiendo es cómo dejar de preocuparme.

—Eso es porque no creo que entiendas la causa original —afirma—. Por lo que me has dicho, Ella, tu infancia estuvo llena de preocupación.

—No me preocupaba todo el tiempo —protesto—. Hubo momentos relajados… y vivía mi vida como necesitaba hacerlo para sobrevivir. Si yo no me hubiera preocupado, entonces nadie habría pagado las facturas, ni

se habría asegurado de que todos comiéramos o de que tuviéramos ropa limpia.

—Eso no es exactamente lo que quiero decir, pero es parte de ello. —

Saca una foto de la carpeta y la coloca sobre la mesa delante de mí—. ¿Qué ves cuando miras a esto?

Es una foto de archivo de un hombre, una mujer y una niña, todos con los mismos ojos azules y pelo rubio platino. —Emm... que a usted le gusta tomar contenidos de marcos y guardarlos en su oficina.

—Ella, no es bueno hacer bromas para ocultar tus sentimientos —insiste—. Sólo dime lo que ves.

—Veo una familia, supongo.

—¿Se ven felices?

Estudio las sonrisas en sus rostros. —Parecen tan felices como

cualquier otra persona.

Ella la acerca a mí y la golpea con el dedo. —Descríbeme la foto.

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Es una petición extraña, pero lo hago de todos modos. —Bueno, el hombre tiene el brazo alrededor del hombro de la mujer y parece que la

ama, aunque su sonrisa es un poco demasiado brillante, si me pregunta. La mujer está cargando a la niña y ambas parecen felices, también. Sin embargo, no entiendo por qué son tan malditamente felices. Simplemente

acaban de tomarse una foto.

Ella arruga accidentalmente las esquinas de la foto cuando la pone

en su carpeta. —¿Te abrazaron tu padre o tu madre alguna vez así? ¿O recuerdas ser así de feliz cuando eras una niña?

Es como si me hiciera una pregunta pre-calculada y mi mente se

confunde ante la complejidad. —No, pero esas cosas no son reales. Es falso, con el propósito de hacer que la gente se sienta bien cuando miran el

marco de fotos.

—No, Ella, es real. La felicidad existe —responde tristemente—. Ahora, las cosas no siempre son de esa manera, pero las familias deberían

tener sus momentos felices y los niños deberían ser abrazados y sentirse amados.

—Sí, me sentí… me siento… amada. —Masajeo mis sienes, sintiendo

como si un bloque de hormigón hubiera caído en mi pecho—. He sido abrazada… unas pocas veces.

—¿Unas pocas veces en los últimos veinte años? —pregunta, haciendo hincapié en su punto—. Porque eso no parece mucho.

—He sido abrazada muchas veces —digo ofendida—. Micha me

abraza todo el tiempo.

—De nuevo volvemos a Micha. Vamos a excluirle de esta conversación durante un minuto y a centrarnos en tu familia. —Garabatea

unas notas en su cuaderno—. ¿Tus padres nunca te abrazaron? ¿Rieron contigo? ¿Te llevaron a excursiones familiares?

—Fuimos al zoo una vez cuando yo tenía seis años, pero mi madre era bipolar y no podía hacer mucho con nosotros. Y mi padre… bueno, él amaba su Jack Daniels. —Hago una pausa mientras la rabia hierve en la

punta de mi lengua—. ¿A qué está intentando llegar?

—No estoy intentando llegar a nada —responde amablemente,

haciendo clic en la capucha de su bolígrafo—. Sólo estoy intentando hacerte ver tu vida.

—¿Que es una locura… que estoy loca? Porque ya sabía eso sin el

resumen de mi vida de mierda. —Mis manos tiemblan y me sudan ante los duros recuerdos que componen mi vida. Empiezo a hiperventilar y hay puntos en mi visión.

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—Toma una profunda respiración —me instruye, sacudiendo la mano enfrente de su pecho en un claro gesto, y yo obedezco—. Ahora, tú

no estás loca, Ella. Solo has tenido una vida dura.

Mi cerebro martillea dentro de mi cráneo. —Entonces, ¿qué tiene esto que ver con la ansiedad o la depresión, o lo que sea que cree que está

mal conmigo?

—Creo que a veces piensas que no mereces tener una buena vida…

que no eres una buena persona. Que no mereces ser amada. —Cierra la carpeta, la coloca en una pequeña pila y pone las manos en la superficie de la mesa—. Y creo que es por eso que alejas a la gente y es lo que está

causando una gran parte de la depresión y la ansiedad.

Apoyo la cabeza contra la pared. —Soy así porque mi mamá murió y

fue por mi culpa. Soy así porque sé que mi cabeza está jodida y no quiero arrastrar a nadie conmigo.

—Todas esas cosas que dices no son verdad —dice, y alzo la

cabeza—. Y nuestro objetivo aquí es que tú creas eso.

Hablamos un poco más sobre cosas ligeras, como sobre cómo van mis clases y qué planes tengo para Navidad. Cuando mi tiempo termina,

regreso al apartamento.

Lila no ha llegado de clase todavía y está silencioso. Cojo un Dr.

Pepper del refrigerador y saco el teléfono de mi bolsillo, mirando fijamente la imagen del salvapantallas de Micha, Lila, Ethan y yo en la boda.

—Parezco feliz aquí —digo con determinación, y luego marco el

número de Micha.

—Llamaste —responde después de dos tonos—. Ethan me debe veinte dólares.

Me muerdo la uña del pulgar. —¿Él apostó que no iba a devolverte la llamada?

—Él apostó que me dejarías. —Deja escapar su risa malvada falsa—. Que la Esposa Complaciente Ella había regresado.

—No, nada de la Esposa Complaciente Ella por aquí. —Golpeo

ligeramente la parte superior de mi soda y abro la chapa—. Solamente una confusa Ella.

Él deja de reír. —¿Quieres hablar de ello?

—No, no realmente. —Suspiro, exhausta, y trago un sorbo de la soda.

Deja pasar una larga pausa. —Ella, los amigos pueden hablar entre sí de las cosas por las que están pasando.

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—Sé eso. —Dejo la gaseosa sobre la encimera y me dejo caer en un taburete—. Es sólo que he pasado la última hora hablando con mi

terapeuta sobre ello y prefiero tomarme un descanso de mi propia cabeza, si tiene algo de sentido.

—Tiene perfecto sentido. —Duda momentáneamente, como si

estuviera decidiendo si se atreve a decir algo—. Deberías venir y ver nuestro nuevo apartamento. Es sólo un montón de cajas ahora mismo,

pero podríamos salir a cenar o algo.

—No creo… —empiezo.

Me corta apresuradamente. —Puedes traer a Lila, también.

Juro que el chico es capaz de meterse en mi cabeza demasiado. —Está bien, voy a ver si Lila quiere cuando regrese de clase.

—No me alejes, Ella May. —Pretende ser severo—. Lo digo en serio. Sé dónde vives y te perseguiré y te castigaré de las formas más sucias.

—No voy a alejarte. Por Dios, relájate, bicho raro —bromeo en

respuesta—. Estoy segura de que Lila querrá ir, pero tengo que comprobarlo.

—Bueno, te veré en un rato. —Su voz refleja confianza—. Oh, ¿sabes

qué deberíamos hacer?

Hago girar la lata de soda alrededor de la encimera, cautelosa al

responder. —¿Qué?

—Una fiesta nudista. —Las risas se entrelazan en su voz—. Y solamente puedes entrar en la casa si te quitas toda la ropa. Será como la

cuota de entrada. Dame tus pantalones y camisa y tendrás permitido entrar.

Frunzo el ceño, incluso aunque suena interesante. —Nada de fiestas

nudistas.

—Oye, tenía que intentarlo —comenta en tono tentador—. Te veré en

un rato.

Colgamos y me cambio a un par de pantalones cortos de pana de color rojo y una camiseta negra con un corazón en el centro. Me recojo el

pelo en una coleta y me pongo algo de máscara y brillo de labios, luego espero en el sofá a que llegue Lila.

Ella entra, despidiéndose de Parker, quien está alejándose de la puerta. —Hasta luego, tal vez. —Cierra la puerta y suspira, apoyándose en ella—. Dios, me está poniendo de los nervios. No va a rendirse.

—Tal vez deberías palarlo desanimándole, entonces. —Escondo mi sonrisa detrás de la lata de soda.

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—Oye, tengo mis necesidades, también. —Deambula hasta la cocina y busca en los estantes del frigorífico algo de comer—. No todo el mundo

puede estar comprometido con esa cosa de “no sexo” como tú.

—Estoy intentando arreglarme a mí misma antes de hacer mi vida más complicada —digo, cogiendo la chapa de la lata—. De ese modo,

cuando… si Micha y yo terminamos juntos, puedo ser una persona con la que él no se resentirá.

Ella coge una manzana y una botella de agua y se une a mí en el sofá, metiéndose la falda por debajo de las piernas cuando se sienta. —Sabes que nunca va a funcionar, ¿verdad? No hay forma de que ustedes

dos sean capaces de mantener sus manos alejadas el uno del otro más de una semana. En realidad, yo aposté por cinco días. Ethan fue con siete.

—¿Hicieron apuestas sobre esto? —La miro boquiabierta—. Espera un minuto, ¿sabías que iban a mudarse aquí?

Se encoge de hombros y muerde la manzana. —Ethan podría

haberlo mencionado una vez o dos por teléfono.

Echo la cabeza hacia atrás y chupo hasta la última gota de la soda. —Se supone que vamos a ir a su nueva casa, si quieres.

Ella quita el tapón de la botella de agua. —Claro. No tengo planes, ¿pero cómo vamos a llegar allí? Porque todavía estoy en mi huelga de

autobuses.

—Podemos llamar a Ethan para que venga a recogernos —frunzo el ceño—, o pedir prestado un coche. Preferiría pedirlo prestado, así podemos

marcharnos cuando esté lista para hacerlo. Si Ethan viene y nos recoge, ellos querrán mantenernos como rehenes, confía en mí.

—Eso no suena mal. —Un trozo de manzana cae de su boca y

aterriza en su regazo—. Pero si quieres pedir prestado un coche, podemos hacerlo. Puedes preguntarle a Blake.

Recordando cómo de enfadado se puso Micha acerca del Mustang, dudo.

—Sí, probablemente no es una buena idea, ¿verdad? —Saca el

teléfono del bolsillo de sus vaqueros—. ¿A quién más podríamos llamar?

Aplastando la lata, la dejo en la mesa de café. —¿Parker?

Niega con la cabeza y uno de sus rizos se sale de debajo de la diadema de su cabello. —De ninguna manera, entonces va a ser aún más difícil conseguir que se vaya. Además, se pone raro al dejar que la gente

conduzca su coche.

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—Entonces no tengo ni idea. —Después de unos pocos minutos de reflexión, desbloqueo la pantalla de mi teléfono y le envío un mensaje a

Blake.

Yo: Hola, tengo un gran favor que pedirte.

Blake: ¿Qué pasa?

Yo: Necesito que me prestes tu coche durante unas pocas horas.

Blake: Claro, pero tendrás que dejarme en el trabajo y

recogerme.

Yo: Eso funciona para mí.

Blake: Voy a salir de clase en pocos minutos. ¿Nos

encontramos en el aparcamiento?

Yo: Sí, estaré allí en cinco.

Volviendo a meter el teléfono en mi bolsillo, recojo el bolso de la parte posterior de la silla. —Nos he conseguido un coche, pero tenemos que bajar al aparcamiento ahora mismo.

Su teléfono suena y lo silencia sin mirar la pantalla. —¿A quién llamaste?

Me pongo las sandalias y reviso el bolso para asegurarme de que las

llaves de casa están dentro. —A Blake.

Ella salta y lanza el corazón de la manzana a la basura que hay

junto al sofá. —Sabes que Micha va a enfadarse contigo por aparecer en el coche de Blake.

—No se va a enfadar —señalo, abriendo la puerta y dejando que los

rayos de sol entren—. Sólo se molestará un poco, y tú eres quien lo sugirió primero.

—Sé que lo hice, pero luego me di cuenta de que probablemente no

era una buena idea. —Suspira mientras nos encaminamos a la escalera—. Tienes tendencia a ver las cosas de manera distorsionada a veces. Él va a

estar enfadado porque le dijiste que necesitabas ser amigos durante un tiempo, y luego apareces en el coche de algún otro tipo.

Esquivo un árbol y luego rápidamente a un tipo jugando al fútbol a

mi derecha que viene corriendo en mi dirección para hacer un tanto. —Conduces tú y podemos decir que tú lo pediste prestado, y entonces estará

todo bien.

—¿Todo bien? —Toma un paquete de chicles de su bolsillo y mete uno en su boca—. Sí, veremos cómo de bien está con toda esa tensión

sexual que va a haber entre ustedes dos.

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Me ofrece uno y lo tomo, sabiendo que tiene razón.

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Micha —Aquí huele como a vestuario. —Ethan arruga la nariz mientras

abre el frigorífico—. Oh, Dios, hay sobras de espaguetis. —Recoge un recipiente de túper lleno de basura de color rojo y lo examina de cerca—.

No, no estoy seguro de qué es.

—Tíralo, hombre. —Recojo una pesada caja marcada como “platos” y la llevo a la pequeña cocina que tiene una desesperada necesidad de un

trabajo de pintura. Hay astillas en las encimeras verdes y se ha aplicado masilla en una de las paredes en múltiples lugares—. Parece que está

moviéndose.

Me lanza el recipiente, agitando el horrible olor que proviene de él. —Tu turno. Hice el último viaje para sacar la basura.

Niego con la cabeza y me dirijo escaleras abajo con el recipiente alejado de mí. El complejo de apartamentos está en un área ruidosa,

especialmente por la zona de juegos. Los niños están en los columpios, corriendo alrededor, riendo, gritando, llorando. Me recuerda a todo lo que Ella, Ethan y yo nunca tuvimos.

Cuando llego al contenedor de basura, un Mustang rojo entra volando en el aparcamiento del complejo. Se detiene junto a la camioneta de Ethan por debajo de la marquesina y yo paso por encima, un poco

molesto cuando Ella sale de él.

Por la mirada en su rostro, sabe que está en problemas. Me dedica

un saludo tentativo. —Hola.

Mi mirada se desliza a la brillante cubierta del coche. —Así que el Mustang hace su gran regreso a nuestras vidas.

Ella se coloca algo del pelo castaño rojizo detrás de la oreja. —Lila lo pidió prestado.

La presiono con una mirada implacable. —Me doy cuenta cuando estás mintiendo. —Cuando avanzo hacia el lado del pasajero, Lila sale de un salto del coche—. Podrías haber hecho que Ethan o yo las

recogiéramos.

—Sé que podría haberlo hecho. —Ella pierde tiempo yendo hacia la acera—. Pero quería ser capaz de ir a casa cuando quisiera.

—Voy a entrar —interrumpe Lila, alzando la vista hacia el apartamento de dos plantas—. ¿Cuál es?

Sin apartar los ojos de Ella, señalo con el dedo al segundo piso—. Planta superior, primera puerta a la derecha.

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Ella asiente y se apresura a subir las escaleras, que crujen con sus tacones altos.

—El coche en verdad no significa nada, Micha. —Ella arrastra sus sandalias por el asfalto, evitando el contacto visual conmigo—. Y lo digo en serio. Es sólo un coche prestado.

—Entiendo eso, y puede que no signifique nada para ti, pero probablemente lo hace para Blake —le aseguro, metiendo las manos en los

bolsillos para resistir la tentación de pasar mis manos por todos su cuerpo e intentar reclamarla otra vez—. Los chicos no le prestan su coche a una chica de esta manera si no están interesados.

Ella suspira y me mira a escondidas a través de las pestaña. —Probablemente no debería haber venido. Es demasiado extraño.

—Es extraño solamente si tú lo haces extraño. —Empiezo a subir la escalera y ella me sigue—. Deja de preocuparte tanto, niña bonita.

—Es más fácil decirlo que hacerlo —murmura con un fruncimiento

formándose en sus labios.

Cuando llegamos al final de las escaleras, me muevo hacia un lado y hago un gesto para que ella siga adelante. —Las damas primero.

Me dedica una sonrisa vacilante y trota por las escaleras, pasando su mano a lo largo de la barandilla. Sonriendo para mí mismo, camino

detrás de ella con los ojos enfocados en su trasero. Tiene ese pequeño par de pantalones cortos rojos que son lo suficientemente apretados como para que una pequeña porción de su culo se asome. He echado mucho de

menos ese culo.

En lo alto de la escalera, me mira por encima del hombro y me pilla mirándola de arriba a abajo. Pone sus manos detrás de ella y gira su

espalada hacia la pared. —¿Me hiciste subir primero para echarle un vistazo a mi trasero? Pensé que íbamos a ser amigos.

Me encojó de hombros, sin importarme una mierda que me atrapara. —Solía echarle un vistazo a tu trasero todo el tiempo antes, cuando éramos solo amigos. Simplemente nunca te diste cuenta.

Ella se peina con los dedos su cabello castaño. —Vas a hacer esto difícil, ¿no es así?

—Probablemente —le admito con honestidad y su rostro cae. Rápidamente, así no puede detenerme, corro un poco el pelo de sus ojos y beso ligeramente su mejilla, guiñándole un ojo cuando doy un paso atrás.

—Aunque, relájate. No te arrancaré la ropa hasta que me lo pidas.

—Eres implacable. —Reprime una sonrisa—. Y no va a ayudarme si sigues tocándome y mirándome así. Quiero mejorar para ti, pero tengo que

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tomar con calma las situaciones complejas hasta que aprenda a lidiar con ellas. Piensa en ello como cuando un alcohólico se está recuperando y le

dicen que no se metan en una relación hasta que puedan manejar las cosas racionalmente.

—¿Tú terapeuta te dijo eso?

—Sí.

Suspirando, empujo la puerta para abrirla y levanto un par de

dedos. —Está bien, me comportaré de la mejor manera. Palabra de honor.

Echa hacia atrás mis dedos juguetonamente a la vez que pone los ojos en blanco y luego entra en la casa. Observa el viejo sofá de cuero de

Ethan robado de la casa de su mamá, la televisión en una caja y la mesa en el comedor, la cual está entre la cocina y la sala de estar.

—Este es un departamento tan de chicos. —Huele el aire y luego se estremece, abanicando la mano enfrente de su rostro—. Incluso huele a chico.

Le pellizco el trasero y ella suelta un grito. —Huele varonil. —Me pavoneo fuera de la cocina antes de que pueda enojarse conmigo por mi pequeña treta.

Comienza a charlar con Lila y Ethan mientras quito la cinta de la caja de platos en la mesa de la cocina y saco una pila de ellos. Desde el

mostrador, mi teléfono suena. Es del hospital de Nueva York donde me hice el examen de sangre.

A regañadientes, respondo. —Hola.

—Hola —dice una mujer con voz chillona—. ¿Con Micha Scott?

Apoyo la espalda contra el mostrador y me quedo mirando la pared. —Él habla.

—Soy Amy, del Centro Medico de NYU —dice—. Le llamo para decirle que los resultados de su examen confirmaron que es candidato para el

trasplante.

—Bien, gracias por hacérmelo saber. —Cuelgo, apretando el teléfono en mi mano—. Mierda.

La cabeza de Ethan aparece en la cocina —Vamos a buscar algo para comer. ¿Te parece… estás bien? Te ves raro.

—Estoy bien. —Arrojo el teléfono encima de la mesa y la parte de atrás sale disparada—. Y sí, cena suena bien para mí.

Él señala con la cabeza a la puerta de entrada donde Ella y Lila

están esperando. —Andando, entonces.

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Una vez que sale, me echo unos grandes tragos de vodka de una botella que desentierro de una de las cajas, luego relleno un par de mini

botellas y las meto en mi bolsillo. La llamada del hospital es un doloroso recordatorio de que mi padre sólo se acerca a mí cuando necesita algo. Pero ese no es el problema real. He aceptado que no me vería nunca como

nada más que una persona que solía conocer. Lo que está sacándome de quicio es que en el fondo, no quiero hacerlo por él. Quiero hacerlo sufrir y

ese sentimiento está carcomiéndome.

No quiero sentirme así, pero no puedo apagar el resentimiento.

Ethan vuelve a entrar en la cocina con una expresión irritada en su

rostro. —¿Qué estás haciendo? Vámonos. Estoy muerto de hambre.

—Ya voy. Por dios, contrólate. —Salgo enfurecido por la puerta—. Y

no vamos a conducir ese maldito Mustang.

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Ella Micha está molesto por el Mustang y da un gran discurso dramático

acerca de cómo no se subirá en él. De ninguna maldita manera. No, no. Cuanto más avanza la noche, se hace evidente que su ira proviene de algo

más profundo, y el auto es sólo una tapadera.

Cuando Ethan vira hacia el estacionamiento, decido que el karma me odia, porque es el restaurante donde dejamos a Blake más temprano,

en el que trabaja.

Me deslizo hacia adelante en el asiento trasero de la camioneta y

cruzo mis brazos en la parte posterior de la consola. —No quiero comer aquí.

—¿Por qué no? —Micha mira hacia las señales de neón del

restaurante y las llamativas decoraciones colgando de los adornos inclinados del techo. Sus ojos están enrojecidos y está pronunciando las

palabras lentamente, lo cual normalmente significa que está, ya sea cansado o borracho—. A mí me parece bien.

—Porque la comida es realmente asquerosa —interviene Lila,

desabrochándose el cinturón—. Hay un lugar en el centro de la ciudad que tiene muy buenas costillas. Sólo nos llevará, como, quince minutos llegar ahí.

Micha sacude la cabeza dramáticamente y juro que está siendo un dolor de cabeza a propósito. —Nah, de verdad pienso que este lugar parece

bueno.

Lila y yo intercambiamos una mirada de preocupación cuando Micha e Ethan salen de un salto del auto y cierran las puertas, dejándonos solas

en la oscura cabina.

—Esto no es bueno —murmuro, mirando a Micha mientras camina

alrededor de la parte trasera de la camioneta. Inclina la cabeza hacia atrás y toma un trago de una botella—. Especialmente cuando él está de tan mal humor.

—Creo que está borracho —susurra Lila mientras abro la puerta—. Creí haber olido alcohol en su aliento.

Exhalo fuertemente. —Sí, estoy bastante segura de que lo está, lo

que significa que seguramente estamos adentrándonos en un enfrentamiento dramático.

—¿Estás segura de que Blake sigue trabajando? —Lila se desliza sobre el asiento para así poder salir por mi lado.

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Asiento. —Tenemos que recogerlo, ¿recuerdas?

Los cuatro caminamos por el estacionamiento hacia la entrada. Está

lo suficientemente oscuro para que las estrellas estén moteando el cielo, y a la distancia, las luces brillan con colores fluorescentes. Hay un balanceo en la caminata de Micha y se tropieza con sus propios pies cuando salta

para tocar la parte superior de la puerta, girando su tobillo cuando aterriza.

—Síp, definitivamente estamos adentrándonos a un enfrentamiento dramático —pronuncio en voz baja cuando Ethan abre la puerta.

Dentro del restaurante las luces son tenues y el aire es rancio. Está

lleno de gente y es ruidoso, pero hay unos algunos puestos libres. Pequeños faroles cuelgan encima de cada mesa y suave música country

sale de los altavoces.

Blake está sirviendo chupitos desde detrás de la barra a un grupo de tipos escandalosos. Me aclaro la garganta y hago contacto visual con Lila,

cabeceando discretamente en la dirección de Blake. Ella sigue mi mirada y su expresión cae.

—Espera, tengo una idea. —Se mueve campantemente hasta la

anfitriona, una morena en una camiseta blanca y pantalones negros. Lila pone una propina encima del mostrador y luego regresa con una alegre

sonrisa en su rostro.

—Todo está arreglado —dice en voz baja—. Y si, sé que soy la mejor amiga del mundo.

—¿Qué hiciste? —pregunto, pero ella sigue sonriendo.

Cuando la anfitriona nos guía a nuestra mesa, me doy cuenta de que Lila la sobornó para que nos llevara a un reservado del rincón que está

apartado y fuera de la vista de la barra. Quiero abrazarla, pero sería extraño, así que me siento y Lila se desliza a mi lado.

Ethan hace una pausa en el extremo del otro lado del reservado. —De ninguna manera, no estoy haciendo equipo con Micha. Lila se puede sentar a mi lado.

Lila me mira. —¿Te parece bien?

Mis nervios se revuelven y se nota en la inestabilidad de mi voz. —

Creo que…

—Me importa una mierda dónde me siento. —Los ojos de Micha se desvían hacia el final del pasillo—. De hecho, creo que voy a ir a pasar el

rato en el bar.

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Lila salta y se escabulle hacia el otro lado para sentarse con Ethan, mete mechones de su pelo debajo de la cinta para el cabello. Micha cae en

el reservado a mi lado y lo cubre con un brazo tras de mí. Lleva puesta una camisa gris de manga corta y su cálida piel roza la parte trasera de mi cuello. Su rostro se ve sonrojado y su aliento huele a vodka.

Cubriendo mi cara con el menú, me inclino hacia él y susurro—: Estás borracho.

Parpadea hacia mí inocentemente. —¿Por qué siempre piensas eso?

Indico lo obvio—: Porque hueles a vodka.

—Me tomé unos cuántos tragos antes de salir y unos pocos en el

estacionamiento. —Coloca la palma de su mano en la parte superior de mi muslo—. Relájate, sólo quiero divertirme un poco.

—No es por eso por lo que lo hiciste. —Bajo el menú de nuevo sobre la mesa—. Solamente bebes aleatoriamente cuando estás molesto.

Pone los ojos en blanco y retira la mano de mi pierna. —¿Cómo lo

sabes? Tal vez cambié mientras estaba viajando.

—Oh, así que el sinvergüenza Micha va a aparecer —siseo entre dientes—. Hay otra razón por la que sé que estas molesto. Ese Micha hace

su gran aparición sólo cuando estás molesto.

Con los ojos sobre mí, abre su menú. —Estoy molesto porque mi

polla no ha recibido ninguna atención durante un par de semanas.

Ethan resopla una risa y los azules ojos de Lila se amplían. Dejo caer la cabeza sobre la mesa, suspiro, y me quedo de esa manera hasta

que el mesero llega a tomar nuestras órdenes. Levantando la cabeza de la mesa, descubro a Blake de pie al final de nuestra mesa.

Está usando un lindo par de vaqueros, una camisa con botones

negros, y tiene mechones de su cabello negro pegados un poco a los lados. —Ella, ¿qué estás haciendo aquí?

—Consiguiendo algo de comer. —Mantengo mi tono ligero, esperando que podamos saltarnos las presentaciones.

Él tiene un lápiz preparado contra una libreta. —¿Qué? ¿No pudiste

esperar a recogerme esta noche? —bromea—. ¿Tenías que venir a verme antes?

—Ah, maldita sea. —No quería decirlo en voz alta, pero se escapó, y rápidamente pongo una mano sobre mi boca—. Lo siento.

—¿Quién mierda eres tú? —pregunta Micha, mirando a Blake.

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—Soy Blake —responde, ajustando su peso con incomodidad—. ¿Quién eres tú?

—Soy Micha. —Una mirada maliciosa enmascara su rostro—. Y por la mirada en tu cara, creo que sabes que Ella y yo estamos saliendo.

—Micha, creo… —comienzo.

—Ella, déjalo así —interrumpe Ethan, disparándome una mirada de advertencia mientras empuja mi espinilla con su pie por debajo de la

mesa—. Sabes que ni siquiera vale la pena intentarlo.

Cierro los labios y me enfoco en el menú. —Creo que voy a pedir un sándwich de pollo. ¿Los demás?

—Te pido a ti —dice Micha y mis mejillas se calientan cuando su mano sube varios centímetros por mi muslo.

Cubro con mi mano la suya y la detengo de ir más lejos, luego miro a Ethan en busca de ayuda. —¿Qué deberíamos hacer con él?

Micha entierra su cara en mi cabello —Lo que quieras, nena.

Ethan se encoge de hombros y tira su menú en el centro de la mesa. —Sabes tan bien como yo que sólo se va a poner más intenso antes de que pierda el conocimiento.

—Creo que volveré en un minuto —dice Blake y se apresura devuelta por el pasillo hacia el bar.

—Un movimiento inteligente de su parte. —Micha mete la mano dentro de su bolsillo y revela una mini botella de vodka escondida en su interior.

Se la arrebato de la mano y sus ojos vidriosos se vuelven fríos. —Devuélveme eso, niña bonita, o de lo contrario…

—¿O de lo contrario qué? —Le arrojo la botella a Ethan y él la

atrapa—. ¿Vas a decir cosas realmente crueles? Prefiero que me utilices a mí como tu saco de boxeo antes que a alguien más.

Micha entrecierra los ojos hacia mí y espero para lo que viene, pero Ethan se levanta antes de que él pueda decir algo más.

—Llevémoslo a casa. —Ethan da un paso atrás y deja salir a Lila del

reservado—. Antes de que haga algo estúpido.

Había visto a Micha así un par de veces y siempre hay un motivo

destacado, pero llegar al fondo de ello puede ser complicado. Incluso para su mejor amiga.

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* * *

Está oscuro y nadie tiene prendidas las luces de la terraza en esta sección del complejo. Apenas puedo ver algo mientras Ethan sube a Micha por las escaleras.

—Deja de arrastrar los pies —espeta Ethan cuando tropiezan a un lado y Micha golpea la barandilla y toda la escalera vibra.

—Si salieras de mi camino. —Micha le da un empujón a Ethan hacia el lado e intenta dar un paso por su cuenta, pero falla—. Entonces estaría bien.

—¿Qué debemos hacer? —pregunta Lila desde unos cuántos escalones arriba, incomoda con la situación.

Suspirando, intervengo, posicionándome entre Micha e Ethan. —Pon tu brazo a mi alrededor.

Micha balancea con mucho gusto el brazo alrededor de mis hombros

y se inclina sobre mí. Me esfuerzo para subirlo por las escaleras y su peso casi me hunde en el suelo. Ethan se precipita enfrente de nosotros para abrir la puerta, prendiendo las luces de la terraza.

Micha entierra la cara en mi pelo y sus dientes rasguñan levemente la parte superior de mi oreja. —Hueles tan malditamente bien. Lo juro por

Dios, quiero comerte.

Contengo la risa cosquilleando al fondo de mi garganta. —Lo que necesitas hacer es dormir.

Ethan mantiene la puerta abierta y Micha y yo tropezamos en el umbral, casi cayéndonos al suelo. Recuperamos el equilibrio, y tan pronto como la puerta se cierra, Micha forcejea por sacarse su camisa y la lanza

al suelo.

A pesar de que está borracho y se supone que no debemos meternos

en esto, mi mirada se mueve por sus esbeltos músculos, su piel suave y el tatuaje trazado en sus costillas, y algo se enrosca profundamente en mi interior.

Se saca las botas y el cinturón y estoy preocupada de que sus pantalones sean los siguientes en salir. Lila de inmediato encara la

esquina, fingiendo estar absorta en la pantalla en blanco de la televisión. Micha mantiene sus pantalones puestos, sin embargo, y se tambalea hacia la cocina para alcanzar la botella media vacía de vodka en el mostrador.

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—Oh, no, no lo harás. —Me apresuro detrás de él, le quito la botella, y vuelvo a enroscar la tapa—. No más tragos para ti, a menos que sea

agua.

—Haré lo que demonios quiera hacer, Ella May —dice bruscamente mientras se mueve hacia atrás y su cabeza se golpea contra el mostrador—

. Eso es lo que haces. Lo que tú quieres. Alejarme.

Extiendo la mano para que la tome. —Ven conmigo y vamos a

llevarte a la cama.

Se me queda observando enfáticamente. —¿Vienes también?

Asiento, manteniendo nuestras miradas conectadas. —Pero sólo

para llevarte ahí, y luego tengo que ir a casa.

Pone sus manos en las mías, sujetándolas firmemente, y retrocedo,

guiándolo por el pasillo. Sus ojos enrojecidos están fijos en mí y es difícil mantener mi corazón estable.

Me digo repetidamente que la línea de la amistad entre nosotros

tiene que quedarse y que él está borracho, de todos modos. Cuando llego a su habitación, colapsa en la cama, llevándome con él intencionalmente. Aferra firmemente sus piernas alrededor de las mías y aprieta sus brazos

alrededor de mi pecho, sujetándome más cerca de él mientras mete su cara en mi cuello y mordisquea mi piel antes quedarse tranquilo.

Retuerzo mis brazos y muevo las piernas, pero él sólo estrecha su agarre. Pánico se precipita en mi interior cuanto más me mantiene atrapada y detesto a mi estropeada mente.

—De ninguna manera —suspira, acercándose más—. No voy a dejarte ir.

—Ethan —grito en voz baja, esforzándome por mantener mi voz

serena—. ¿Puedes venir aquí?

Momentos más tarde, Ethan aparece en la puerta y apoya las manos

en el marco. Las mangas de su sudadera con capucha negra están arremangadas, mostrando los coloridos tatuajes en sus brazos. —¿Necesitas algo? —Sonríe, entretenido ante la visión de nosotros.

Echo mi hombro hacia arriba. —¿Puedes ayudarme a conseguir que me suelte?

Frotándose la desaliñada mandíbula, considera mi petición. —Creo que es mejor si te quedas ahí. De ese modo, si despierta todavía borracho tú tendrás que tratar con él.

—Ethan —siseo, pero se aleja, riéndose.

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Llamo a Lila un par de veces, pero nunca responde, y me pregunto si Ethan le dijo que podía irse a casa. Después de un montón de retorcijones,

me las arreglo para liberar un brazo. Me froto los cansados ojos, observando a Micha y escuchando su respiración entrar y salir. Paso los dedos por su cabello y luego trazo un dedo por su sien hasta sus labios.

Dios, es hermoso.

—¿Qué está pasando en esa cabeza tuya? —susurro, volviendo a

poner la mano a un lado.

Respira suavemente, con su aliento acariciando mi mejilla. Me rindo a la idea de escapar y le beso la frente antes acomodarme contra él con

una pequeña sonrisa. La próxima vez que visite a mi terapeuta, puedo decirle que fui abrazada por diez horas seguidas.

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11 Traducido por Julieyrr & Val_17

Corregido por Paltonika

Micha Abrí los ojos mientras Ella dormía profundamente en mis brazos,

con una de mis manos sobre su cadera y la otra justo debajo de su pecho. Debería estar muy feliz, pero me duele la cabeza, me arde el estómago y no

tengo ni idea de qué demonios pasó anoche, qué hice o dije.

Con cuidado para no despertarla, me bajo de la cama y voy al baño. La sala gira y mi cerebro se siente como si fuese a explotar dentro de mi

cráneo.

Después de vomitar hasta no poder más, me lavo los dientes y

vuelvo a la habitación. Ella está despierta, sentada en la cama y apoyada contra la cabecera.

—¿Cómo te sientes? —Un poco de diversión brilla en sus ojos.

—¿Crees que mi dolor es gracioso? —Me arrastro hasta la cama acostándome sobre mi estómago con el sabor del vómito ardiendo en la parte posterior de mi garganta—. ¿Qué diablos pasó anoche?

Sus dedos recorren de arriba hacia abajo mi espalda con movimientos circulares. —Bueno, todo empezó contigo bebiendo media

botella de vodka y terminó contigo atrapándome en la cama.

Levanto la cabeza y arqueo una ceja hacia ella. —¿Nosotros…?

Niega con la cabeza y relaja su cuerpo hacia abajo, de manera que

descansa junto a mí. —Simplemente no me dejabas ir. Eres algo malo cuando te emborrachas.

—¿Dije cosas malas?

—No, pero trataste de comenzar algunas peleas.

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—Lo siento —digo, frunciendo el ceño—. Por lo que sea que hice.

Sus grandes ojos verdes parpadean hacia mí. —No quiero que lo

sientas. Quiero que me digas lo que pasa.

—No está pasando nada. —Miento, mirando hacia otro lado—.Solo fui un poco exagerado.

—Ya sabes, esto no es justo. —Tira de mi brazo y la miro—. Haces que te cuente todo y cuando no lo hago me persigues, me inmovilizas o me

fastidias hasta que me rindo ante ti.

—Siempre puedes probar eso —digo en voz baja y profunda—. Sería interesante ver cómo sucede. De hecho, te desafío a que lo intentes.

Su cuerpo se pone rígido. —Micha, solo habla conmigo.

Niego con la cabeza, obstinadamente. —Te dije que intentaras

ganarme primero y luego tal vez lo haré.

Se muerde el labio inferior, pensando, y luego empuja mi hombro obligándome a rodar sobre la espalda. Podría ganar fácilmente esta

batalla, pero ese no es el punto. Se sienta y balancea una pierna por encima de mí. Su desordenado cabello castaño cubre nuestros rostros y su delineador de ojos está corrido, pero aun así es una preciosidad.

Se esfuerza en mantener una cara seria. —Ahora dime por qué te encontrabas tan molesto anoche.

—No, estoy bien —digo—. Creo que lo guardaré para mí mismo.

Sus manos descienden bruscamente sobre mis hombros y aprieta las piernas alrededor de mi cintura, frotándose accidentalmente contra mí,

haciendo que mi pene se ponga duro. —Por favor, solo dime. —Bate sus pestañas y es ridículamente adorable.

—Está bien, te lo diré. —Deslizo mis manos por sus caderas y amaso

con mis dedos su piel—. Pero para que conste, nunca te he batido las pestañas.

Sonríe orgullosamente. —Lo sé. Ese es mi truco secreto. Siempre te volviste loco por ello.

Mis manos se mueven alrededor y acarician su trasero. —¿Me estás

diciendo que jugaste conmigo?

—No cambies el tema —dice, permitiéndome dejar mis manos donde

están—. Dime lo que te tenía tan molesto anoche.

—Mi padre tiene algún tipo de rara enfermedad. —Dejo escapar un suspiro, sintiendo la pesadez derrumbarse—. Y me necesita para alguna

cosa de trasplante de médula ósea.

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Su rostro se drena a un blanco fantasmal. —¿Él está… va a estar bien?

Asiento. —Sí, no es mortal ni nada, pero yo…

—Pero tú, ¿qué? —Me impulsa a seguir, masajeando mis hombros con sus pulgares.

Aparto la mirada y me quedo mirando la grieta en la pared. —No quiero hacerlo por él. Quiero que sufra y me siento como una mierda por

eso. Quiero decir, ¿soy tan hijo de puta que voy a dejarlo estar enfermo, solo porque estoy enojado?

Relaja su peso sobre mí mientras sus labios se contraen una vez

hacia arriba. —¿Es eso lo que te tiene molesto? ¿Porque te sientes culpable por estar enojado con él?

—¿Por qué suena como si pensaras que fuera gracioso? —Mi mirada se desliza de nuevo a la suya—. No es gracioso.

—No lo es. —Se esfuerza por mantener un rostro impasible—. Es

solo que… eres adorable. Estás enojado porque te sientes mal por pensar incorrectamente.

—No vuelvas a llamarme adorable. —Aprieto su culo y su cuerpo se

tensa más cerca de mí, poniéndome más duro—. No hay hombre que alguna vez quiera ser llamado así.

Una risa escapa de sus labios mientras se menea involuntariamente contra mi erección. —No me importa. Lo eres. Eres tan adorable, Micha Scott. No creo que haya otro hombre en el mundo que sea tan dulce como

tú.

Le doy una mirada fría y dura. —¿Quieres ver lo adorable que soy? —Con un movimiento rápido nos doy la vuelta, por lo que su caliente

cuerpo está debajo del mío. Mi estómago arde, pero ahogo no es por la sensación de náuseas—. Si sigues llamándome adorable, te voy a darla

vuelta y voy a mostrarte qué tan varonil soy en realidad. —Sus labios se separan en estado de shock y las mejillas se vuelven de color rosa. Pongo mi mano en su mejilla y dejo que mis dedos se arrastren debajo de sus

ojos—. Ahora, eso es adorable.

Su cuerpo se estremece con mi tacto, pero su voz está compuesta. —

Entonces, ¿qué vas a hacer? ¿Con respecto a tú padre?

Me inclino hacia atrás, pero aún mantengo sus caderas atrapadas entre mis piernas. —Siempre supe lo que iba a hacer. Solo tenía un

conflicto interno con los pensamientos de mierda llenando mi cabeza.

—Así que vas a ayudarlo.

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—Sí, voy a ayudarlo.

Su pecho se levanta y desciende mientras sus grandes ojos me

miran. —Es realmente difícil ser solo amigos.

Su franqueza me aturde y considero rasgar su ropa y hacerle el amor en este momento. —¿Qué quieres que haga con esa declaración? Porque

tengo miles de ideas.

Me ofrece una sonrisa tensa. —No quiero que hagas nada. Solo

quería que supieras lo que siento y me haces sentir. Se supone que debo esforzarme en compartir mis sentimientos.

Beso suavemente su mejilla y luego me muevo para apartarme, pero

no antes de frotarme contra ella una vez más. Jadea al sentirme y sonrío.

—Eres mejor persona de lo que crees, Ella May. —Señalo mi boca—.

Mira, me tienes sonriendo.

Pone los ojos en blanco mientras se baja de la cama. —Todo lo que tengo que hacer es quitarme la ropa y estarías sonriendo.

Me quedo mirándola, imaginándola sudorosa y desnuda debajo de mí.

—Deja de mirarme así. —Su respiración se vuelve irregular—. Estás

haciendo que sea difícil respirar.

Con mis ojos todavía en ella, recojo mi teléfono de la cima de una de

las muchas cajas apiladas alrededor de mi pequeño dormitorio. —¿Quieres hacer un viaje a Nueva York?

Arquea las cejas. —¿Cómo amigos?

Asiento, marcando el número de mi padre. —Si eso es lo que quieres.

—Es lo que quiero por ahora —dice—. Y sí, voy a ir contigo, porque

te amo.

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Ella Me doy cuenta a la mañana siguiente de que Micha quedó

destrozado, por lo que podría tener problemas. Está haciendo lo mismo que mi padre, usando el alcohol para hacerles frente. A pesar de que sería

difícil confrontarlo al respecto, parece que debo hacerlo.

Se lo dije a mi terapeuta durante la última visita antes de mi viaje a Nueva York, pero ella no está de acuerdo.

—No creo que esa sea una buena idea en este momento, Ella —dice en voz alta, a través de la lluvia que golpea contra la ventana. Las aceras

están inundadas, el cielo es de un gris oscuro y el viento está aullando—. Todavía estás tratando con tus propios problemas, y traer ese tipo de cosas a la gente puede hacerles aflorar emociones desagradables.

—Micha no es así —discrepo, elevando el volumen de mi voz sobre el auge de los truenos—. Nunca me haría daño intencionalmente.

—Confrontar los problemas puede ser difícil para cualquier persona. —Se pone las gafas y lee a través de las notas—. ¿Cómo has estado haciendo las cosas últimamente? ¿Has estado bien?

Digo la verdad, a pesar de que mi reacción inicial es endulzarlo. —He estado bien, excepto después de hablar por teléfono con Dean. Pero las cosas siempre van mal cuando hablo con él.

—¿Por qué te llamó? —pregunta.

Un enorme bulto en mi pecho se hincha mientras en voz baja digo—:

Porque hoy es el cumpleaños de mi madre.

No me mira con simpatía, lo cual es el porqué de que me guste. —¿Fue grosero contigo durante la conversación?

Me cuesta respirar. —Un poco, pero es porque aún me culpa por la muerte de nuestra madre, creo.

Su lápiz se prepara sobre el papel, listo para tomar notas. —¿Alguna vez has hablado con él sobre cómo te sientes cuando te lastima?

Niego con la cabeza. —No, y no quiero.

Su mano se mueve rápidamente a través del papel mientras escribe algo. —¿Qué hiciste después de hablar por teléfono con Dean?¿Estuviste molesta?

—No me sentí molesta —la corrijo—. Solo triste, así que volví a mi habitación y me acurruqué en una bola por un rato. Sin embargo, salí de

ella.

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—Eso es bueno. —Se quita las gafas y hay líneas rojas donde los marcos se apretaron sobre su nariz—. ¿A qué hora tienes el vuelo a Nueva

York?

Inclinando la cabeza hacia atrás, miro el reloj de la pared por encima de mi cabeza. —Como en cuatro o cinco horas.

—¿Vas a estar bien? —inquiere—. Estarás sola en el viaje con Micha.

—Voy a estar bien —aseguro—. Sé que no quiere que salga con él, y

no lo hago, pero sigue siendo mi amigo y me necesita.

—Nunca dije que no salieras con él, Ella. —La lluvia empeora, cubriendo la ventana, lo que la hace alzar la voz—. Solo dije que hasta que

puedas construir una vida estable, deberías tratar de tomar las cosas con calma, y las relaciones generalmente no son fáciles.

Enredo un mechón de mi cabello alrededor de un dedo. —¿Cómo voy a saber si estoy lista para estar con él otra vez?

Me ofrece una sonrisa alentadora. —Solo tú lo sabrás, pero ¿puedo

aconsejarte dar pequeños pasos con cualquier relación en la que te involucres, así tus pensamientos tendrán tiempo para ralentizarse y podrás ver lo que es real?

Mis pensamientos están corriendo mientras me incorporo y me coloco bolso sobre el hombro. —Supongo que te veré cuando regrese.

Me acompaña hasta la puerta. —Ten cuidado, Ella. Y recuerda, si necesitas algo, llámame.

Me despido con un gesto y salgo a la lluvia, dirigiéndome hacia el

apartamento. Mis botas salpican a través de los charcos, e incluso corriendo durante todo el camino, mis ropas y cabello terminan empapados.

Ethan y Micha están sentados en el sofá del comedor cuando entro apresuradamente y cierro la puerta de golpe, bloqueando la lluvia. Sus

ojos se lanzan hacia mí y se amplían.

Micha observa mis pantalones y camiseta aferrándose a mi cuerpo y las gotas de agua corriendo por mi cara. —¿No tenías una chaqueta que

pudieras ponerte?

Retuerzo mi pelo, armando un desastre sobre las baldosas de la

entrada. —No, no pensé que llovería.

—¿Qué? ¿Las nubes negras no fueron un claro indicio? —pregunta Ethan burlonamente y agarra un puñado de virutas de una bolsa que hay

sobre la mesa de café.

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—Por lo general aquí no llueve. —Me dirijo en dirección a mi habitación mientras las botas dejan un rastro de agua en la alfombra—.

¿Tengo tiempo para tomar una ducha antes de irnos?

—Sí, está bien —dice Micha en voz alta—. Solo que sea rápida.

Cierro la puerta de mi dormitorio, quitándome la ropa mojada y

entro en el cuarto de baño unido a la habitación, dejando la puerta entreabierta. El agua caliente de la ducha alivia mis músculos rígidos y la

dejo correr a lo largo de mi cuerpo más de lo que había planeado.

—Ella, ¿estás viva ahí dentro? —La voz de Micha aumenta sobre el sonido del agua corriendo.

Me froto el agua de los ojos. —Sí, estaba a punto de salir.

Espero un minuto para que se vaya, luego corto el aguay arrastro la

cortina para salir, pero sigue ahí, apoyado contra el mostrador.

—Mierda. —Agarro la cortina y me cubro—. Pensé que te habías ido.

Cruza los brazos y sus salvajes ojos se clavan en mí. —Quería

asegurarme de que salieras. Necesitamos irnos.

Alcanzo la toalla del perchero y la envuelvo a mí alrededor antes de soltar la cortina y salir. Su mirada me sigue todo el camino mientras entro

en la habitación.

Voy hasta el cajón de mi cómoda por algo de ropa y selecciono una

camiseta gris y negra a rayas con capucha y un par de pantalones. —Bien, dame un minuto para vestirme y estoy lista para salir.

Recoge un dibujo de la chica con grietas en su cara y lo estudia. —

¿Cuándo dibujaste esto?

Suspirando, me pongo las bragas sin quitarme la toalla. —Justo antes de ir a visitarte a Los Ángeles.

Lo deja caer nuevamente en la cómoda y su ardiente mirada se mueve hacia mí. —Parece que estabas triste cuando lo dibujaste.

Me coloco los pantalones, tambaleándome por la habitación cuando mi pie queda atrapado en el medio de la pierna del pantalón. —Me encontraba triste por no poder verte.

Un indicio de sonrisa toca sus labios mientras quedo mirando el sujetador en mi mano, devanando mi cerebro en busca de una manera de

hacerlo delante de él sin parpadear. —¿Salías de algún problema? —pregunta.

Pestañeo hacia él, impasible. —¿Te importaría salir un minuto?

Me dedica un guiño exagerado. —Me importaría mucho.

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Sacudiendo la cabeza, giro y dejo caer la toalla al suelo. Enganchando un brazo a través de cada correa, coloco el sujetador y

extiendo los brazos hacia atrás para engancharlo, pero unos dedos rozan mi espalda.

—Sé que no debo decir esto, ya que se supone que debemos ser

amigos. —Respira profundamente cuando engancha las grapas—. Pero eres ridículamente hermosa.

Mis pulmones se contraen cuando miro por encima de mi hombro y sus deliciosos labios están a solo unos centímetros de distancia. —Tienes razón —digo sin aliento, mientras mi corazón golpea dentro de mi pecho—.

Realmente no deberías decir cosas como esa.

Su mirada se mueve a mis labios, llenos de deseo, como si quisiera

besarme, y un gemido necesitado escapa de mi boca. Mordisqueando el aro de su labio se aleja, sus ojos nunca vacilantes hasta que cierra la puerta y desaparece en el pasillo.

Exhalando una respiración temblorosa, rápidamente me pongo la camiseta y peino mi cabello, deseando que él me hubiera besado.

***

Ethan nos deja en el aeropuerto con apenas el tiempo suficiente para registrarnos y llegar a la puerta antes de que comience a abordar el avión. Todo el mundo sigue pensando que estamos recién casados y Micha

se divierte por eso, sin embargo me inquieta. Las semejanzas con matrimonios de recién casados es algo para lo que aún no estoy preparada.

Cuando nos preparamos para abordar al avión, Micha me dice que siga adelante sin él. Tiene algo que hacer y que va a verme en el avión.

Recogiendo mis maletas, me alineo con la tarjeta de embarque en la mano mientras se dirige hacia el área de la tienda de regalos con su mochila al hombro.

En el avión, encuentro nuestra fila y ubico la bolsa más pequeña bajo el asiento y luego meto la más grande en el compartimento superior.

Me siento junto a la ventana y contemplo el cielo azul y el ala del avión, preguntándome que tan malo es volar, ya que nunca he estado en un avión antes.

—Te ves nerviosa—dice Micha cuando llega al final de la fila.

—Estoy bien—afirmo—. Solo me perdía en mis pensamientos.

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Mete la bolsa en el compartimento situado encima de nuestras cabezas y su camisa verde a cuadros con capucha se levanta lo suficiente

para mostrar un delgado fragmento de sus tonificados músculos abdominales ysu lisa piel de porcelana. Mis pensamientos se llenan de imágenes corriendo mis dedos por su pecho y a lo largo de su estómago,

saboreando su suave piel.

—¿Estás disfrutando de la vista? —Inclina una ceja mientras se

ajusta la camisa a mi vista.

Ocultando mi sonrisa, giro hacia la ventana. —Supongo que sí.

Se sienta en el asiento del medio y cuando lo vuelvo a mirar, hay

una bolsa de papel sobre su regazo.

La señalo. —¿Qué hay ahí? ¿Es algo bueno?

Abre la bolsa y se mueve hacia mí. Dentro hay un pastelito de chocolate rociado de rosa y rojo. Mi corazón se dispara al instante con mi amor por él.

—Bueno, sé que no es lo mismo. —Saca el pastelito de la bolsa y lo equilibra en la palma de mi mano—. Pero creo que está cerca.

Las lágrimas pican en mis ojos cuando un flash con imágenes de mi

madre pasa a través de mi mente. Era su trigésimo quinto cumpleaños y yo tenía doce años. Cuando le pregunté qué deseaba como regalo, me dijo

que quería hornear pastelitos todo el día. Era un buen momento en mi vida, aunque la mayoría de la gente probablemente lo vea raro. Pero ella se encontraba feliz. Yo era feliz. Micha era feliz. Y la felicidad trajo una rara

serenidad a nuestras vidas.

—Lo recuerdas. —Una lágrima escapa de mi ojo y rueda por mi mejilla.

—Por supuesto que lo recuerdo. —Seca la lágrima perdida—. ¿Cómo podría no recordar el día que tuve que hacer docenas y docenas de

pastelitos?

A través de mis lágrimas, me las arreglo para sonreír ante el recuerdo. —No podía decirle que no. Era su cumpleaños y parecía tan feliz.

—Y me sentía completamente feliz de hacerlo —dice, secando otra lágrima con su dedo—. Aunque terminé vomitando mis tripas porque comí

demasiada pasta.

—Es un buen recuerdo de mi madre. —Cierro los ojos, forzando a retroceder a las lágrimas y liberando un estremecido suspiro—. Raro, pero

bueno.

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Cuando abro los ojos nuevamente, está mirándome de cerca, como si tuviera miedo de que me quebrara. Meto mi dedo en el glaseado y lo lamo.

Frena una sonrisa. —¿Cómo es?

Lamo un poco de glaseado de mi labio. —Muy, muy bueno.

Una mujer de unos veinticinco años aproximadamente, con el pelo

rubio, rizado y pómulos afilados, se sienta en el asiento junto a Micha. Se lo come con los ojos mientras mete el bolso bajo su asiento y cierra su

teléfono.

Me inclino hacia delante y Micha se estremece, asustado. —Tienes una admiradora.

Mira por encima del hombro y cuando me mira de vuelta, su cara se ilumina con entretenimiento. —Solo una de mis muchas seguidoras.

Lamo un bocado de glaseado de la parte superior del pastelito riendo, y él me mira fijamente, arrastrando el aro de su labio entre los dientes.

—¿Sabes lo que amo? —pregunta, y espero que algo sucio salga de su boca—. Lo grandes son tus ojos. —Pone un dedo en el borde de mi ojo, tocándome delicadamente—. Son preciosos.

La mujer rueda los ojos mientras abrocha su cinturón de seguridad y toma una revista del bolsillo ubicado en la parte trasera del asiento

frente a ella.

—¿Sabes lo que amo? —pregunto, y él niega con la cabeza—. Cuando estás descansando desnudo en mi cama.

Ella hace una mueca de disgusto mientras hojea las páginas y la frente de Micha se arruga.

Ahuecando mi mano alrededor de mi boca, coloco mis labios cerca

de su oído. —Está escuchando nuestra conversación y se molestó, así que pensé divertirme con ella.

Una sonrisa malvada se expande por su rostro. —¿Sabes lo que amo? Tu cuerpo desnudo bajo el mío, toda caliente y sudorosa.

Resopla exasperada y se gira de espaldas a nosotros para hacer

frente al pasillo.

Sonriendo, muerdo el pastelito. —Eso fue divertido.

—Eso fue divertido—acepta, y apaga su teléfono.

El avión comienza a rodar en retroceso y tarda una eternidad, pero finalmente estamos apresurándonos hacia el cielo. Inhalo y exhalo,

golpeando los dedos contra mis piernas, no muy segura de porqué estoy

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tan agitada, aparte de que estoy depositando un montón de confianza en el piloto.

Los dedos de Micha se envuelven alrededor de mi muñeca y besa mi acelerado pulso. —Relájate, todo está bien.

Me acurruco contra él y descanso la cabeza en su hombro. Saca su

iPod y coloca un auricular en su oído. Colocando mi pelo hacia un lado, pone el otro en el mío.

Se desplaza a través de la lista de reproducción y segundos más tarde suena “Chalk Line” de Strike Anywhere, la versión acústica, por lo que es más suave. Inclinándose contra mí, canta junto a la letra, y el

sonido de su voz angelical me tranquiliza para dormir.

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12 Traducido por Maca Delos

Corregido por Merlu

Micha Después de que el avión aterriza y nos registramos en el hotel

absurdamente fino que mi padre nos reservó, decidimos ir a hacer algo de turismo. Las calles se encuentran atestadas de gente y el tráfico está

prácticamente detenido. Es la mitad de la tarde, pero hace un poco de frío y los edificios son tan altos que la luz del sol apenas se asoma entre las partes bajas de estos.

Ella lleva puesta una sudadera con capucha y guantes sin dedos, pero tiembla de frío mientras se toma su café a sorbos.

—¿Tienes frío, nena? —pregunto, poniéndome la capucha sobre la cabeza. Ella asiente con el café cerca de sus labios.

—Creo que tal vez me he acostumbrado demasiado al clima de Las

Vegas.

Me pongo delante de ella y froto sus brazos de arriba abajo un par de veces, creando calor con la fricción.

—Imagínate lo malo que será cuando volvamos a casa para Navidad. Star Grove es el doble de frío que aquí.

Ella toma su café mientras envuelvo mis brazos a su alrededor, abriéndonos paso a través de la muchedumbre.

—No creo que vaya a ir a ninguna parte para Navidad.

Vuelvo a su lado y capturo su mirada. —¿A qué te refieres a que no vas a ir? No puedes quedarte en el campus sola por tres semanas.

—No quiero volver a una casa vacía, Micha —dice—. Y no estaré sola. Lila tampoco va a ir a casa.

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Nos detenemos en el paso de peatones y esperamos junto a las demás personas a que la luz cambie mientras el tráfico pasa delante de

nosotros.

—Puedes quedarte conmigo —ofrezco—. Incluso te daría mi cama.

Ella me mira airadamente. —¿Al igual que nos conseguiste dos

camas en la habitación del hotel?

—Oye, mi papá reservó esa habitación —digo mientras se saca

algunos cabellos de la boca—. No es mi culpa.

—Claro, ¿verdad? —Rueda los ojos—. Qué conveniente para ti.

—Será muy conveniente para mí —digo presionándola un poco—. De

esa manera si me siento realmente caliente, puedo lograr que pongas una pierna encima de mí y me dejes sentirte otra vez. ¿Sabes? Eres algo

traviesa en una habitación oscura.

Ella mira a un tipo viejo con cabello delgado y anteojos que está escuchando nuestra conversación con una gran sonrisa en su rostro.

—Eso no es lo que pasó —dice.

Le dirijo una mirada intimidante al pervertido y rápidamente se da la

vuelta.

—Eso es exactamente lo que pasó, bonita, y lo sabes.

Ella se traga el café para ocultar su mortificada expresión.

—No tengo ni idea de lo que estás hablando.

Envolviendo mis dedos alrededor de los suyos, caminamos a través de la calle con la muchedumbre de gente y nos detenemos al otro lado

para dar un vistazo alrededor.

—¿Querías ir a algún lugar especial mientras estamos aquí? —

pregunto—. ¿Central Park? ¿Podríamos ir a patinar sobre hielo?

Su cabeza cae hacia atrás mientras se protege los ojos con una mano y observa el Empire State, que se erige hacia el cielo.

—Quiero ir allí arriba.

Mi pecho se estrecha mientras los recuerdos de Ella en el puente se arremolinan dentro de mí: de pie en el travesaño por encima del agua, lista

para deshacerse de su preciosa vida.

—¿Estás segura? —pregunto, dejando escapar una respiración

lenta—. Porque hay un montón de otras cosas que podríamos hacer.

Sonriendo, se cuelga de mi brazo. —Sí, ahora. Ven.

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Saco el recuerdo de mi cabeza lo mejor que puedo y de mala gana le dejo guiarme a través de la calle, porque iría a cualquier parte con ella,

incluso si no quiero.

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Ella Tenemos que esperar en la fila para llegar a los elevadores, pero nos

llevan a la cima rápidamente y me da un pequeño mareo. Cuando las puertas se abren, salimos y mi estómago gira con nervios. Tirando mi café

vacío en la basura, me dirijo al área de observación que está bloqueada con barras.

Micha se queda pegado a mí, a pesar de que no quiere estar aquí

arriba. Lo pone nervioso, así que entrelazo mis dedos con los suyos mientras miro de cerca a través de las rejas hacia la alegre ciudad de

abajo. Está oscureciendo y coloridas luces brillan por varios kilómetros. Es entonces cuando me doy cuenta, como si me hubiera quedado sin aire, de la misma sensación de impotencia que sentí en el avión.

Micha siente mi desasosiego y su brazo se envuelve alrededor de mi cintura.

—Respira hondo una vez y sólo relájate y disfruta de la vista. —Cubre mi cuello de besos hasta que me vuelvo a sentir mejor.

—Es hermoso —susurro—. Realmente increíble.

Él lame el lugar sensible de debajo de mi oído antes de alejar su boca.

—Lo es, ¿verdad?

Temblando por el frío y su tacto, me reclino contra su cuerpo y él apoya su mentón en la parte superior de mi cabeza.

—Y es real.

No mucha gente entendería a qué me refiero, pero él sí, y sus brazos se aprietan a mi alrededor. La gente pasa a nuestro alrededor, pero yo me

quedo quieta, descubriendo cómo se siente tener un momento de paz en el que mis pensamientos no están amontonándose en mi cabeza.

En algún lugar en la fila, comienzo a llorar, pero lo hago en silencio, esperando que él no se dé cuenta.

Sus dedos tocan mis mejillas y limpian las lágrimas.

—¿Por qué lloras, bonita?

—No es nada... sólo que esto es tan normal —admito, secándome las lágrimas con las yemas de los dedos—. Lo siento. No sé por qué estoy

actuando como un bebé.

Él me besa la cabeza y me acerca. —No estás actuando como un

bebé. Estás siendo real.

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Sintiendo caer algo del peso en mi pecho, atraigo sus brazos aún más a mi alrededor, sin querer que me deje ir jamás.

***

Él me lleva de vuelta al hotel sobre su espalda porque me duelen los pies de tanto caminar. No puedo dejar de reír durante todo el rato, porque

la gente sigue mirándonos de manera extraña, aunque puedo decir que algunos tienen envidia.

Cuando entramos a la recepción del hotel, el portero—quien lleva un

sombrero gracioso y un uniforme abotonado—, se acerca a nosotros con una mirada severa en su elegante rostro.

—Nada de armar jaleo en la recepción.

Las botas de Micha arañan el suelo de mármol blanco.

—En absoluto. Guardaremos eso para el dormitorio —responde él,

mientras se acerca al elevador conmigo en su espalda.

El botones frunce el ceño mientras se cierran las puertas con Micha saludándolo con la mano. Me muevo para bajarme de él, pero pone sus

brazos debajo de mis piernas mientras presiona el botón de nuestro piso y el ascensor comienza a subir.

Cuando llega a su destino, me sostiene en su lugar mientras camina a través de las puertas por el pasillo hacia nuestra habitación. Una pareja de mediana edad pasa a nuestro lado y la mujer se presiona la mano sobre

su corazón.

—Oh, mira, Harold, recién casados.

Me pongo seria, pero Micha se ríe mientras desliza la tarjeta en la

ranura y abre la puerta. Gentilmente me baja, pero me sube de vuelta a sus brazos.

—Tengo que cargarla a través del umbral, ¿cierto? —Le guiña un ojo a la mujer y ella sonríe, embelesada. Micha me lleva a la habitación y cierra la puerta de una patada—. Bienvenida a la suite de luna de miel,

donde sólo se permite que pasen cosas subidas de tono.

Le doy un golpe a su brazo mientras se dirige hacia la cama. —No

somos recién casados, así que deja de fingir.

Sus ojos brillan malvadamente y luego me tira sobre la enorme cama decorada con un edredón blanco y mentas sobre las almohadas. Mi cuerpo

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rebota cuando golpeo el colchón y me doy la vuelta, con mi estómago sobre él, entrecerrándole los ojos a Micha mientras se ríe histéricamente.

—Te voy a hacer pagar por eso —le advierto con una mirada oscura—. Lo digo en serio.

Él se mueve hacia su equipaje, que está sobre el sofá.

—Lo espero con ansias.

Me pongo de espaldas y pongo el brazo por encima de mi frente

mientras observo al techo sobre mí, sintiéndome feliz y queriendo aferrarme a ello desesperadamente.

—Apuesto a que lo haces.

Segundos después, él se sube encima de mí, levantándose sobre sus manos justo a tiempo para no aplastar mi cuerpo.

—Ya sé qué deberíamos hacer.

—De ninguna manera. Lo que sea que esté por salir de tu boca, no quiero oírlo —digo, y él atrapa mis brazos por encima de mi cabeza—.

Estás en uno de tus humores.

—¿Qué humor?

—En el que todo lo que dices va a incluir ser obsceno. ¿Sabes?

Siempre me he preguntado si simplemente lo guardabas para mí, o si hacías este tipo de cosas con las chicas con las que te enrollabas.

Su mandíbula se tensa y se aleja un poco de mí, aun aferrando mis muñecas.

—Sabes que jamás estuve con nadie lo suficiente como para hacer

realmente nada con ellas.

Nuestro buen humor está muriendo gracias a mí y no quiero que termine.

—Dime lo que querías hacer y no te contengas.

Sus ojos aguamarina brillan como el océano a la luz del día.

—Deberíamos luchar.

Niego rotundamente. —De ninguna manera. La última vez que luché contigo te sentaste encima de mí por unos diez minutos, riéndote como el

infierno porque no me podía levantar.

—Primero que nada, cuenta bien la historia. Yo estaba montado a

horcajadas sobre ti, no sentado encima de ti —dice—. Y segundo, sólo me quedé allí contigo porque cada vez que intentabas alejarte, tu cuerpo se frotaba contra el mío y eso me excitaba.

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—Teníamos como quince años —discuto—. No me veías de esa manera todavía.

—Tenía quince —responde él—. Y tú eras una chica.

Me río ante su estúpida sonrisa. —De acuerdo, luchemos, pero no me voy a contener.

Chupándose el aro del labio, retrocede de la cama, se saca la camiseta, y la tira al suelo.

—Yo tampoco.

Bajo la mirada a mis manos, sacudiendo la cabeza, consciente de que estoy a punto de meterme en un desastre, pero Anna me dijo que

fuera mi propia juez de situaciones. Ahora mismo me estoy divirtiendo y no quiero que termine, así que me pongo de pie y me levanto sobre el

colchón.

—Simplemente no rompas nada —le advierto, apuntando a las lámparas de vidrio alrededor de la habitación y a los cuadros sobre las

paredes—. Y no me rompas a mí.

Sonríe oscuramente. —Oh, confía en mí, tengo grandes planes para ti cuando gane.

Comienzo a dirigirme al costado de la cama, pero él iguala mi movimiento y bloquea mi paso con los brazos abiertos a ambos lados. Para

distraerlo, me escabullo al otro lado pero entonces giro y regreso, dirigiéndome al espacio abierto mientras bajo al suelo y me apresuro hacia el sofá.

—No se supone que sea un juego de huir. —Él se mueve alrededor del sofá hacia mí y yo me apresuro al otro lado—. Al menos tienes que intentar tirarme al suelo.

Me alejo hacia el baño, debatiéndome entre encerrarme allí o no.

—Tan pronto como esté a un brazo de distancia, sé que he perdido.

Él se acerca a mí, con sus firmes brazos flexionados mientras hace sonar sus nudillos.

—Vamos, desafíame. Sabes que quieres hacerlo. A menos que tengas

demasiado miedo.

Está intentando meterse bajo mi piel intencionadamente y está

funcionando. Busco una solución y sonrío cuando la encuentro. Con dedos temblorosos, agarro el dobladillo de mi camiseta, la levanto sobre mi cabeza y sacudo el cabello para sacarlo.

Él observa sin prisa mi piel desnuda y sostén negro.

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—Buen movimiento.

Me acerco a él e iguala mis pasos, y nos encontramos en el centro de

la habitación. Extiendo mi mano hacia él, con ningún otro plan más que pasar mis dedos por los músculos de su estómago, pero él atrapa mi muñeca y aplasta nuestros cuerpos.

Me levanta y mis piernas se envuelven alrededor de sus caderas mientras las suyas caminan hacia la cama.

—Eso no es luchar —digo, dejando caer la cabeza hacia atrás, riendo.

Sus labios se levantan en una sonrisa conspiradora mientras me

saca el cabello de los ojos.

—No voy a tirarte al suelo para hacer esto.

—¿Hacer qué? —pregunto mientras él cae sobre la cama, aterrizando encima mío.

—Esto. —Con una mirada siniestra en sus ojos, reúne mis muñecas

en una de sus manos, manteniéndome cautiva mientras coloca una pierna a cada lado mío.

Mi cuerpo se retuerce. —¿Cómo te golpeo?

Él se inclina más cerca de mí y mechones de su cabello rubio me acarician las mejillas.

—No lo haces. —Pasa su dedo a través de mis costillas, y yo me muevo hacia arriba.

—No te atrevas —le recomiendo, retorciéndome para liberarme—.

Hablo en serio. No es divertido y esta vez me vengaré.

Sus dedos se mueven por mi estómago, vacilando, antes de apretar mi costado. Mis músculos se tensan mientras grito.

—Micha, por favor no lo hagas —ruego, tragándome la risa—. Haré lo que quieras, pero no me hagas cosquillas.

Aleja su mano, luciendo satisfecho. —Y así es como se ganan las luchas.

Levanto la mirada hacia él con ira en mis ojos, pero mi cuerpo está

extasiado por estar prisionera debajo de él.

—Ese fue un movimiento sucio.

—¿Qué puedo decir? Me gusta jugar sucio. —Hace una pausa, con sus ojos fijos en los míos, y su respiración acelerada—. Ella... no estoy seguro de qué tan lejos presionarte. Sé que dijiste que necesitabas tiempo

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para ponerte mejor, pero estás debajo de mí y se siente tan jodidamente bien... todo lo que quiero hacer ahora mismo es tocarte.

Mi pecho jadea mientras imagino sus manos sobre mí y las palabras de mi terapeuta hacen eco en mi cabeza: ir despacio.

—Puedes tocarme, si quieres... pero tómalo con calma.

Espera a que retire mi declaración, pero yo aprieto los labios con nerviosismo y anticipación. A propósito, su mano sube por mi costado

hacia mi pecho, mientras me mira a los ojos. Cuando llega a la parte inferior de mi sujetador, se detiene para evaluar mi reacción. Me quedo quieta, muriendo porque vaya más lejos, y me inclino hacia él.

Sus ojos aguamarina brillan mientras sus dedos se deslizan debajo de mi sostén mientras que su boca cae sobre mi cuello. Lamiendo la piel

justo debajo de mi oído, su mano masajea mi pecho y su pulgar acaricia mi pezón. No intenta sacarme el sujetador, y en lugar de llevar su mano a mis pantalones la mantiene fuera mientras me frota entre las piernas.

Está manteniendo un límite, así que no lo va a llevar muy lejos. Lo amo tanto que no hay palabras para describirlo. Soy extremadamente

afortunada de tenerlo. Me hago una promesa a mí misma de que trabajaré en darle lo que quiere e intentar hacerlo feliz.

Segundos después, un gemido dichoso se escapa de mis labios

mientras él se lleva momentáneamente mi ansiedad.

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13 Traducido por NnancyC

Corregido por Daenerys♫

Micha El siguiente día es el trasplante y nos encontramos con mi papá en

el hospital. La habitación en la que nos pusieron es pequeña, con una

cortina, un par de sillas, y esta máquina rara con un montón de cables. Huele como Lysol y el ruido del pasillo entra por la puerta abierta.

Leí mucho sobre el procedimiento antes de salir de New York y no es muy complicado. El doctor pondrá una aguja en mi brazo y pasará algo de mi sangre a través de una máquina antes de que regrese a mis venas.

Mi papá está haciendo algo en su teléfono mientras los tres nos sentamos allí en silencio. Ella está quitando el esmalte de su uña, y yo no

puedo dejar de golpetear mis pies contra el suelo. Ella tiene una marca en el cuello donde succioné su piel anoche. Intentó cubrirlo con maquillaje, pero todavía es visible y me encanta que lo sea.

—Micha, ¿podrías dejar de golpear eso? —pregunta mi papá de forma tosca mientras observa mi pie— . Tengo dolor de cabeza.

Dejo de mover mi pierna y Ella me lanza una mirada de soslayo

antes de mirar fríamente a mi padre.

—¿Le importaría dejar su teléfono? —le pregunta, empujando los

extremos de sus mangas—. Es un poco maleducado ya que él está aquí para ayudarlo.

Dios, me encanta cuando se pone de esta forma. A pesar de que es

raro, su actitud irascible es hermosa. Al menos para mí, pero probablemente no tanto para la persona a la que se está dirigiendo.

Mi papá le frunce el ceño con severidad mientras presiona un botón en su teléfono.

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—¿Discúlpame?

—Sí, lo disculpo —contraataca—. En lugar de hacer eso, debería

estar sentado aquí agradeciéndole, ¿no cree?

Cubro mi boca con la mano para contener una sonrisa y pongo mi otra mano sobre la de ella, esbozando una caricia con el dedo por su

muñeca, pensando que se sintió igual tocarla anoche.

Mi padre me mira, esperando que intervenga, pero me encojo de

hombros.

—Estás por tu cuenta.

La enfermera entra antes de que alguien pueda decir algo más. Tiene

una carpeta en la mano y sus ojos ojean los papeles. Su cabello es igual de oscuro que el de Ella, pero es al menos diez años más vieja, con ojos

marrones y pecas.

—De acuerdo, ¿eres Micha?

Le lanzo una sonrisa carismática.

—Seh, incluso lo pronunciaste bien, lo que no sucede muy a menudo.

Me sonríe, un poco cansada mientras pone la carpeta en el

mostrador.

—Probablemente es mejor si ustedes dos esperan afuera. Tomará un

poco de tiempo.

Ella me mira y asiento mientras mi papá se apresura a salir de la habitación como si estuviera en llamas.

Antes que se vaya, Ella me besa en la mejilla.

—Estaré justo afuera si me necesitas.

Ha estado actuando extraña desde anoche, más cariñosa, lo que no

me importa, pero es desconcertante.

Una vez que la habitación está vacía, la enfermera prepara la

máquina y pone una aguja en mi brazo. Apenas noto el pinchazo. Mis pensamientos están con Ella y lo que está diciéndole a mi papá.

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Ella Tan pronto como pongo los ojos en el padre de Micha, está claro que

es un arrogante hijo de puta. Está usando un traje y cargando un portafolio, como si necesitara probar que tiene que estar en algún lugar

importante. Micha realmente no me ha hablado mucho sobre lo que pasa entre ellos, pero es obvio que está siendo malo.

Después de que la enfermera nos pide que nos vayamos, me siento

en el área de espera y el padre de Micha se sienta al otro lado de mí. El sitio es ruidoso, con niños gritando y personas tosiendo.

—Eres esa chiquita que vivía a la par, ¿no? —pregunta el padre de Micha con un tono desdeñoso. Luce como Micha, con ojos aguamarina y facciones atractivas, solamente que más viejo—. La que tenía la familia con

todos los problemas.

Golpea en mi punto débil y necesito un montón de preparación

mental antes de responder—: ¿No eres el hijo de puta que abandonó a su familia?

La vieja a mi lado gira la cabeza en nuestra dirección, rechazándome

con una mirada por mi lenguaje sucio.

El padre de Micha se inclina hacia adelante en su asiento, abotonando el puño de una de sus mangas.

—Me gustaría saber por qué piensas que puedes hablarme así. No me conoces.

—Salvo que te conozco. —Cruzo las piernas y descanso los brazos en mi regazo—. Eres el hombre que abandonó a la persona más genial que alguna vez conocerás. Y sabes que, estoy muy contenta de que lo hicieras,

de otra forma Micha podría haberse convertido en un idiota como tú.

El padre de Micha me mira como si quisiera golpearme y la vieja

estrecha sus ojos hacia mí, a punto de decir algo, pero dejo la habitación antes de que tenga una oportunidad.

Deambulo por los pasillos del hospital y paso el escritorio de la

enfermera, decidiendo robar una piruleta del cubo para darle a Micha como una broma. El hospital es un lugar triste, lleno de llantos y gritos de personas y pitidos de máquinas. Es como si todos estuvieran esperando

cerca para que alguien muera, lo que pone una sensación inquietante en el aire. Me lleva de vuelta al día en que mi madre murió y fuimos al hospital

con ella, a pesar de que fue declarada muerta al llegar. No lloré, pero mi papá y Dean lo hicieron, se abrazaron el uno al otro mientras me quedé cerca del final del pasillo, viendo a las enfermeras y a los doctores pasar.

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Me sentía fuera de lugar, como si no debería haber estado allí. Finalmente terminé yéndome y caminé todo el camino hasta casa, me

acurruqué en mi cama y miré el techo hasta que el sol se puso, sabiendo que mi vida nunca sería la misma.

Cuando llego al área de servicios de psiquiatría, se siente como si

una mano invisible se enrolla en mi cuello y me estrangulara. Me alejo de allí rápidamente, topándome con una enfermera usando una bata azul.

—¿Qué estás haciendo? —Mira sobre mi hombro hacia la puerta cerrada—. No deberías regresar aquí.

Me alejo poco a poco de ella.

—Nada. Sólo estaba buscando la sala de descanso.

Reúno mis pensamientos sobre cómo puedo terminar en un lugar

como este y regreso al área de recepción. Micha está esperándome en una de las sillas, hojeando una revista. Su piel está pálida y su cabello rubio se pega a su frente. Lleva puesta una camiseta Rise Against y unos vaqueros

negros, y las bandas de cuero que estaban en su muñeca han sido reemplazadas por un vendaje.

Ocultando la piruleta en la mano detrás de mi espalda, me

aproximo.

—Sobreviviste.

Levanta la mirada y me sonríe cansadamente.

—Por supuesto que lo hice, pero ¿adónde fuiste?

—A ninguna parte, en realidad. —Me siento en la silla a su lado y

arroja la revista sobre la mesa—. Quería escapar de tu padre.

Busca en mi rostro.

—¿Qué le dijiste? Porque regresó a la habitación completamente

enojado.

Le dedico una encogida de hombros.

—Nada más que la verdad.

Sonriendo ampliamente, estira las piernas enfrente de él y eleva los brazos sobre su cabeza.

—Si está bien contigo, me gustaría regresar a la habitación del hotel y dormir. Eso sacó un montón de mí.

—¿Quieres que espere a que salga tu padre?

—Nah, no realmente. —Tira las manos sobre su regazo—. ¿Qué estás ocultando en tu espalda?

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Mi boca se curva en una sonrisa mientras extiendo la mano hacia él con la piruleta roja en mi palma.

—Esto es por ser un chico muy valiente.

Se ríe en voz baja y toma la piruleta.

—Dios, te amo.

Me levanto y lo ayudo a levantarse. Sus movimientos son letárgicos cuando nos dirigimos a las puertas corredizas de vidrio.

Saca el envoltorio de la piruleta y la pone en su boca.

—Tanto como amo tu regalo, hay un montón más de formas con las que puedes hacerme sentir mejor cuando volvamos al dormitorio.

Río entre dientes, sin protestar, porque en este momento haría cualquier cosa por él.

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14 Traducido por Katita & Mitzi.C

Corregido por NnancyC

Micha Las hojas han caído de los árboles y el aire se ha enfriado, pero no es

nada comparado a Star Grove. Es casi la hora de ir a casa para las vacaciones de Navidad, y la Navidad parece estar en todas partes. Ella

sigue siendo terca al respecto. Intento varias veces convencerla de ir conmigo, pero cada vez que lo propongo, declina cortésmente.

Dos noches antes de que Ethan y yo supuestamente nos iríamos,

justo pasa a ser mi primer concierto en The Hook Up. Es viernes por la noche y cada mesa y cabina está llena. La gente se amontona en la barra,

gritando órdenes a la camarera, una mujer de unos veinticinco años con brillantes tatuajes en los brazos, rastas y un aro en la nariz. Hay luces rojas y verdes colgadas en el techo y un centro de mesa del árbol de

navidad en cada mesa.

Ha pasado un tiempo desde que toqué solo y hay una energía nerviosa anormal vertiéndose a través de mi sangre. Desde la puerta de

entrada posterior, mis ojos escanean la habitación, capturando a la ruidosa gente.

Alguien aprieta mi trasero desde detrás y me doy la vuelta. —¿Qué demonios?

Ella sonríe radiantemente hacía mí. —Estás nervioso.

Mis ojos se pasean tranquilamente por su cuerpo. Su cabello está recogido en un moño francés revuelto con retazos enmarcando su rostro,

sus labios carnosos brillan en la luz, y lleva una fina camisa verde corta y ajustada fina y un par de pantalones vaqueros ceñidos que abrazan cada centímetro de sus curvas. —Sé realista, niña bonita. Sabes que nunca

estoy nervioso.

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—Te ves nervioso —repite, arrastrando su labio inferior entre sus dientes.

Trazo con el dedo sus labios rojos. —Pareces un poco nerviosa.

Me muerde juguetonamente el dedo, me sobresalta y me enciende. —Sólo estoy nerviosa por ti.

Desde que dejamos Nueva York, nuestra relación ha estado en una estricta base de amigos. Ella pareció cerrar la puerta cuando volvimos a

nuestra vida real, así que retrocedí, aunque no quería hacerlo.

—¿Has vuelto aquí sólo para acobardarme? —bromeo para encubrir la tensión sexual. Me paso las manos por el cabello y miró por encima del

hombro a la gente que entra por la puerta principal—. Porque eso es realmente malo de tu parte.

Lanza los brazos alrededor de mi cuello y muerde el lóbulo de mi oreja. —Me siento muy mala esta noche.

Empujándola suavemente hacia atrás por el hombro, me doy cuenta

de que sus ojos están brillantes y dilatados. —¿Estás borracha?

Mueve de arriba abajo la cabeza, viéndose linda como el infierno. —Tuve una dura noche, así que Lila me dio algunos chupitos de Bacardi.

—¿Lila te dio Bacardi? —pregunto con una dubitativa elevación de la ceja—. No parece del tipo de Bacardi.

—Bueno... Ethan se lo dio. —Se balancea hacia un lado, cayendo hacia el suelo, mis brazos serpentean alrededor de su cintura.

La ayudo a recuperar el equilibrio y mantengo una mano en su

cintura. —¿Vas a estar bien?

—Voy a estar bien… —Sus ojos van al centro de la habitación donde la gente está bailando bajo las brillantes luces—. Deberíamos bailar.

Suprimiendo una sonrisa, nos muevo hacía un lado cuando un grupo de hombres de aspecto rudo pasa por allí. Giro su espalda hacia la

pared y se apoya en ella, mientras apoyo una mano posesivamente al lado de su cabeza. —Ella May, tengo que tocar como dentro de cinco minutos. No puedo bailar ahora mismo.

Saca su labio inferior, haciendo un puchero y batiendo sus pestañas. —Porfa.

—Ella... —empiezo a través de una risa y luego mis hombros se sacuden hacia arriba cuando una de sus manos frota la parte delantera de mis pantalones por encima de mi polla dura. Engancho su mano antes de

que pueda meterla en la parte delantera de mis vaqueros—. Nena, creo que podrías estar un poco borracha, así que tómatelo con calma, ¿de acuerdo?

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Su mano libre empieza a buscar la misma zona cuando Ethan y Lila aparecen en la puerta. Ethan lleva una cerveza en la mano y Lila tiene su

teléfono en la oreja, hablando muy fuerte sobre la ruidosa habitación detrás de nosotros.

—Así que te encontró —grita Ethan con una sonrisa—. Gracias a

Dios. No iba a parar de hablar de ti.

Ella acurruca la cara contra mi pecho. —Estoy cansada.

—¿Cuánto le has dejado beber? —le pregunto a Ethan, molesto—. Demasiado, obviamente.

Ethan niega con la cabeza y la inclina hacia atrás para dar un trago

de su cerveza. —Eligió beber. Las dejé en la sala de estar como quince minutos mientras tomaba una ducha, preparándome para este fiestón.

Cuando salí, había media botella de nuestro Bacardi perdida y estas dos estaban en la cocina bebiendo.

Lila se tropieza en sus tacones y se apoya con una mano contra la

pared. —Bueno, realmente no me importa una mierda lo que haces —dice en el teléfono—. ¡No quiero que vengas!

Una gran sonrisa cruza la cara teñida de rojo de Ethan mientras

señala a Lila. —Ha roto con algún tipo por teléfono. Es jodidamente hilarante.

—¿Estás borracho? —lo acuso, tropezando hacia atrás cuando Ella pone todo su peso sobre mí.

Ethan asiente. —Tal vez un poco.

Aliso el cabello de Ella para apartarlo de su cara. —¿Quién condujo?

—Tomamos un taxi. —Ethan se traga la cerveza y deja la botella vacía cerca de la pared con muchas botellas y vasos desechados—. No soy

tan estúpido como para conducir borracho.

Ella ahueca sus manos alrededor de mi oreja y susurra—: Pero no le

pagó al taxista. Nos hizo salir de un salto y correr.

Suspiro y pongo el brazo alrededor de su espalda baja. —Vamos para que ustedes tres se sienten, así puedo centrarme en lo que tengo que

hacer.

Elijo una mesa en la esquina más lejana y le pido a la camarera que

me enseñe donde puedo estar para vigilarlos y que no les sirva más alcohol. Están destrozados, más allá de destrozados y sólo va a conducir a problemas.

Ella descansa la cabeza sobre la mesa con una mirada de cachorro triste en su cara y le aparto el cabello de su frente sudorosa.

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Me agacho a su lado y le pregunto en voz baja—: ¿Sucedió algo esta noche que te molesta?

Niega con la cabeza y gira la cara lejos de mí. —No pasó nada. Sólo quiero llegar a casa e ir a la cama.

Está mintiendo, pero no puedo aprovecharme de sus conocimientos

ahora. A pesar de que casi me mata, dejo la mesa y camino hasta la zona de detrás del escenario para recoger mi guitarra. Cuando salgo al

escenario y a la luz el lugar se calma un poco, pero todavía no es la mejor situación. El lugar es realmente una mierda, y por una vez me gustaría tocar en algún lugar donde la gente no esté ebria.

Rasgueo un acorde, acerco los labios al micrófono y derramo mi corazón ante una sala llena de extraños que no están escuchando.

***

Después de la actuación, un tipo calvo y grande me acorrala detrás

del escenario en el pasillo y me entrega una tarjeta con su nombre y número de teléfono.

—Hola, eso fue una actuación impresionante. —Tiene una cicatriz

corriendo por medio del brazo y una cadena de oro alrededor del cuello.

—Gracias —murmuro, leyendo la tarjeta—, Mike Anderly.

—Y eres… —Espera a que le diga.

—Micha —le digo, excluyendo mi apellido a propósito.

—Mira, voy a ir directo al grano —habla con las manos enfrente de

él—, soy un productor musical. Trabajo para una muy pequeña pero buena y honesta compañía en San Diego. Me gusta tu sonido y me encantaría hablar contigo acerca de cuáles son tus planes para el futuro

en el negocio de la música.

Me quedo mirando la tarjeta. —¿Mis planes para el futuro?

Asiente. —Sí, con tu música.

Recojo el estuche de mi guitarra. —Seh, no estoy seguro de cuáles son mis planes.

—Bueno, cuando te decidas, llámame —dice, y vuelve a la sala principal—. Como he dicho, estoy muy interesado en tu sonido. —Se aleja

y me imagino que probablemente sólo es algún bicho raro.

Pero ¿y si no lo es? ¿Si es un acto al azar de la suerte? Puede que no haya dicho que sé lo que quiero hacer con mi música, pero lo hago. Quiero

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tocar en un lugar que no sea una mierda, que la gente escuche y entienda. Quiero ser un músico.

***

Me siento como un padre llevando a los tres a casa, y en el momento

en que entramos tropezando en mi apartamento, estoy listo para que todos se desmayen. Recojo a Ella y la llevo a mi cama porque apenas puede

caminar.

—Mantén tu polla en los pantalones —le aconsejo a Ethan mientras camina tranquilamente hacia la cocina con el brazo alrededor de una Lila

muy intoxicada—. Y no bebas más.

Me despide y Lila suelta risitas mientras abre la nevera, derribando

botellas. Camino por el pasillo hacía mi habitación con Ella en mis brazos. Su respiración es suave y sigue murmurando algo sobre desear que todo se vaya. Está asustándome terriblemente.

Sin bajarla, tiro mis botas en la esquina con el resto de los zapatos y la pongo con cuidado en mi cama. Las luces de la habitación están apagadas, pero la luz de la luna brilla a través de la ventana y sobre su

rostro, sus labios carnosos, su hermosa piel pálida, sin defectos.

Se acurruca en la almohada y murmura—: Lo siento.

Pongo las mantas sobre ella. —¿Por qué, nena?

Suspira, desalentada. —Por arruinar tu primera presentación.

—No arruinaste mi presentación, niña bonita. —Con una pequeña

sonrisa en mi cara, la beso en la mejilla—. Te amo. Ahora duerme.

En el momento en el que me quito la camisa, se desmaya. Me doy una ducha rápida, lavo el sentimiento repulsivo de la noche. No estoy muy

emocionado de tener que tocar en lugares donde la gente apenas escucha. Quiero más, y a pesar de que el tipo fue impreciso, me pregunto si tal vez

podría ser legítimo.

Cuando regreso a la habitación con una toalla envuelta alrededor de la cintura, Ella está sentada en la cama y la lámpara está encendida. Tiene

una mirada pensativa en el rostro, como si estuviera a punto de comenzar algunos problemas.

—Se supone que estás dormida —le digo, lanzando la ropa sucia en el cesto y agarrando unos pantalones limpios del cajón de la parte superior de la cómoda. Está claro que me está mirando, lo que es genial, excepto

que está borracha y no puedo hacer nada con ella sin sentirme mal.

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—Estoy aburrida. —Su discurso es ligeramente pastoso y sus ojos están rojos—. ¿Podemos hacer algo?

Me subo a la cama y me siento a su lado. —Creo que deberíamos ir a dormir. Es tarde.

—Ethan y Lila están todavía despiertos. —Saca una botella de Jack

que tenía escondida detrás de la espalda, gira la tapa y esta cae a los pies de la cama—. Están jugando strip póker.

Mis ojos se agrandan. —Ahora mismo.

Menea la cabeza de arriba abajo. —Ambos ya se quitaron las camisetas.

—¿Acabas de salir de aquí?

—Seh, ¿dónde crees que conseguí esto? —Sacude la botella enfrente

de mi cara y mi mano se lanza para robársela, pero sacude la mano hacia atrás, riendo—. Uh-huh. De ninguna manera, Micha Scott. No hasta que juegues conmigo. —Se arrodilla delante de mí y balancea la pierna sobre

mi regazo, inclinando la cabeza hacia atrás para tomar un trago. Traga, antes de que su rostro se torne serio—. ¿Te acuerdas de aquella vez... esa noche cuando murió mi madre?

Mi cuerpo se contrae. —¿Cómo podría olvidar esa noche?

Hay una mirada traviesa en sus ojos verdes, y me pregunto dónde

diablos se dirige esta conversación. —¿Te acuerdas de cómo me besaste antes de bajar de ese árbol?

Asiento, envolviendo mis dedos alrededor de su cintura. —Claro que

me acuerdo, pero me sorprende que tú lo hagas. ―Porque estaba casi tan

borracha esa noche como lo está ahora.

Se humedece los labios seductoramente. —Fue un buen beso,

¿verdad?

Le quito la botella de las manos y obligo a bajar un gran trago, sabiendo que voy a necesitarlo. Nunca he visto este lado de ella y aunque

está borracha, estoy jodidamente curioso de lo que está por venir. —Fue un muy buen beso.

Se inclina hacia adelante y coloca las manos sobre mis hombros. —

Deberíamos hacerlo de nuevo.

Una lucha interna se desarrolla dentro de mí sobre lo que está bien y

lo que está mal, y presiona los labios suavemente contra los míos. Rara vez me besa primero, y es un buen cambio saber que soy deseado.

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—Eres tan sexy. —Su dedo señala a lo largo de los músculos de mi estómago y mi aliento se atora—. Solía mirarte en secreto todo el tiempo

cuando trabajas en los coches sin camiseta.

Trato de no reírme del secreto que ha divulgado y trazo besos juguetonamente por su mandíbula para distraerla de su confesión. —¿Qué

tal si vamos a ver lo que están haciendo Lila y Ethan?

Riendo, salta de la cama y deja caer la lámpara. Sin molestarse en

recogerla, retrocede hacia el pasillo. —Si me quieres en la cama, vas a tener que venir a buscarme en primer lugar. —Sale corriendo.

Me deslizo en un par de pantalones vaqueros y una camiseta, agarro

la botella de Jack y me voy a la cocina, donde Ethan y Lila están sentados a la mesa sin sus camisetas y las cartas enfrente de ellos. Ella se desploma

sobre la puerta de la nevera, excavando ruidosamente en busca de cervezas.

Ethan baja las cartas sobre la mesa de la cocina y alza las manos. —

Lila me convenció.

Lila me mira con poco reconocimiento. —Es cierto. Lo hice.

Me dejo caer en el asiento entre ellos y tomo un chupito. —Está

bien, me voy a dar por vencido en tratar de poner fin a esta lamentable noche. —Recojo las cartas y las barajo—. Así que no vengan llorando

cuando estén todos desnudos y fríos.

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Ella No tenía intención de tomar tanto, y me siento culpable por arrastrar

a Micha y a todos los demás en mi lío. Pero quería olvidar por dos malditos segundos que mi padre va a casa por Navidad e invitó a Dean y a Caroline

a volver a casa para el fin de semana, pero no a mí. Tuve que escuchar lo que pasaba cuando Dean llamó y me preguntó dónde estaba la llave del Cutlass porque planeaba arreglarlo y venderlo o alguna mierda—colgué

antes de escuchar la historia completa.

Luego llegó la carta de mi papá. La maldita carta que no podía abrir,

porque se sentía como si cualquier cosa que estuviera en ella podría aplastar mi mundo en un billón de pedazos.

Cuando llegamos a la casa de Ethan y Micha, estaba al borde de un

ataque de pánico y me había olvidado de tomar la medicación esa mañana.

Cuando Ethan se fue a tomar una ducha, Lila sacó una botella de

Bacardí y me ordenó que tomara un par de copas. Poco después todo se convirtió en una línea borrosa y de repente es varias horas más tarde. Tengo cartas en la mano, una cerveza en los labios y un juego muy intenso

con strip Texas Hold'em pasando. Mi camiseta está en el suelo, junto con los calcetines y las botas.

Ethan y Lila salieron de la casa para comprar cerveza. Micha hizo

que le dieran las llaves de la camioneta, así sabía que caminarían en vez de tratar de conducir. Micha y yo mantenemos el juego, ambos decididos a

ganar. Mi estado de embriaguez se ha calmado desde que cambié a la cerveza, pero mi capacidad de tomar buenas decisiones está obstaculizada.

Micha se sienta al otro lado de la mesa, reflexionando sobre sus

cartas. —Creo que voy a aumentar por tu sostén.

Niego con la cabeza, con los ojos entrecerrados hacia él. —De

ninguna manera. Sólo una prenda de vestir por mano.

Chasquea el aro del labio con la lengua, tratando de seducirme y jugar sucio. —¿Y quién inventó esas reglas?

—Yo lo hice. —Hago un círculo con el dedo por encima de mi cabeza—. Ves esta corona invisible justo aquí. Eso significa que soy la Reina del Póker y por lo tanto invento cualquier regla cuando sea que

quiera.

Una carcajada sale de sus labios. —Ese movimiento que hiciste es

una aureola, no una corona, y un ángel es algo que no eres.

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Mi mandíbula cae y le tiro una patata frita, golpeándolo en el pecho. —Soy muy ángel.

—Ouch. —Se frota el pezón, donde le golpeó la patata—. Eso fue cruel.

Mordisqueo con mis dientes en el aire y luego río, tomando un trago

de mi cerveza. —Ahora, de vuelta en el juego. ¿Qué tienes?

Da unos golpecitos con los dedos sobre la mesa, mirando sus cartas

y luego me dirige una mirada penetrante. —Quiero subir la apuesta —dice, y cuando empiezo a quejarme, añade—: Si ganas, consigues mi camiseta firmada por Silverstein, pero si gano te desnudarás.

Mi corazón brinca ensordecedor en mi pecho. —Pensé que habías dicho que nunca me darías esa camiseta; que era tu orgullo y alegría por

conseguirla firmada.

Hace un indiferente encogimiento de hombros. —Estoy haciendo una excepción justo ahora.

Mido el par de reinas en mi mano y el previsto en la mesa, pero también hay un par de ases repartidas. Mierda. —No sé...

—Vamos, Ella May —dice, moviendo las cejas arriba y abajo—. Arriésgate.

Lo miro por encima de las cartas. —Te voy a decir qué. Si pierdes me

das la camiseta, pero si pierdo voy a quitarme el sostén y los pantalones,

pero las bragas se quedan.

Micha se ríe por lo bajo y toma un trago. —Eso no es muy divertido.

Ruedo los ojos. —Te he visto jugar póker con chicas igual a esto antes y nunca ofreces aumentar nada tan gratificante a menos que tengas una buena mano y sepas que vas a ganar.

—Y te he visto jugar suficientes veces para saber que no vas a retroceder ante un buen desafío —responde, golpeando la botella sobre la mesa—. Así que vamos, niña bonita, ¿estás dentro o fuera?

Lo considero, pero no por mucho tiempo, y tiendo las cartas en la mesa. —Estoy dentro. Ahora, ¿qué tienes?

Tan pronto como sus labios se curvan hacia arriba, sé cómo termina. Golpea las cartas sobre la mesa. —Desnúdate, Ella May.

—Tenías el maldito as. —Golpeo algunas de las cartas fuera de la

mesa y flotan hasta el suelo—. Sabía que lo tenías.

Continúa sonriendo. —Y aún seguiste jugando. Ahora desnúdate.

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Me quedo mirándolo estúpidamente. —Eso no fue justo. Me engañaste.

Sus ojos sostienen los míos poderosamente mientras palmea las manos en la mesa. —Esa fue una mano totalmente justa y lo sabes, así que deja de ser un bebé y entrega lo que perdiste.

Mirándolo fijamente, llego a la conclusión de que no tiene sentido luchar. Manteniendo los ojos en él, me pongo de pie y sostengo la barbilla

en alto.

Levanta un dedo mientras aparta la silla de la mesa. —Sólo un segundo. —Camina hacia la sala de estar y desaparece de la vista.

Confundida, empiezo a dirigirme a la puerta para descubrir lo que está haciendo, pero tan pronto como mis pies se mueven hacia adelante, el

estéreo hace clic y me detengo mientras "Closer" de Nine Inch Nails suena.

—¿Tienes que estar bromeando? —murmuro mientras Micha entra pavoneándose en la cocina con una sonrisa de satisfacción en su rostro

mientras se frota las manos—. De ninguna manera. La música no era parte del trato.

Apoya las manos en el marco de la puerta y la luz refleja los músculos de su pecho y el resplandor sinvergüenza en sus ojos aguamarina. —Ahora, la mayoría de los chicos habrían ido con alguna

canción sexy que tendrías que bailar, pero soy un hombre lírico y creo que esta canción encaja perfectamente.

La letra hace que mis mejillas se calienten. —De ninguna manera,

condición o forma ofrecí un striptease.

Su lengua se desliza lentamente fuera de su boca y cuando la mete,

traza el anillo de su labio con ella mientras sus dedos peinan su

despeinado cabello, dejando mechones de punta. ―Paga, niña bonita.

Apretando los labios con fuerza firmemente para enterrar los nervios, llego a la parte posterior de mi sostén y lo desabrocho. Vacilando

temporalmente, inhalo una respiración insegura, liberando la tela de mis dedos y dejando que caiga al suelo.

Sus ojos van a la deriva por mi pecho, con descaro, mientras sorbe de una cerveza. Cuando aleja la botella de sus labios, hace un movimiento con el dedo. —Continúa.

Quiero golpearlo en la cabeza, pero me desabrocho los vaqueros. Con las rodillas temblando, salgo de mis pantalones y me quedo vulnerable en el centro de atención, algo que desprecio. Por suerte, estoy usando bóxer,

así que al menos mi trasero está cubierto. Sus ojos suben perezosamente

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por mis largas piernas, a través de mi estómago desnudo, y finalmente descansando en mis ojos.

—Puedes sentarte ahora —dice como si fuera el jefe.

Demostrando un punto, camino por la cocina y robo una cerveza de

la nevera. ―No tengo que sentarme sólo porque me dices que…

Dedos calientes aprietan mi costado y me mueven a un lado, recogiendo la cerveza de mi mano mientras mi espalda se presiona contra la puerta de la nevera. Micha se encuentra a solo una pequeña porción de

espacio de mí, ojos feroces, labios tentadores, su expresión anhelante de deseo.

Se inclina para besarme, pero mi mano empuja su pecho y su piel

desnuda está caliente cuando lo detengo. —De ninguna manera. No ganaste nada más que un espectáculo.

Bajando la cabeza, me agacho por debajo su brazo, pero me agarra la muñeca y la sujeta sobre mi cabeza con una especie de rudeza. Estamos borrachos y ninguno de nosotros está pensando de modo racional, pero mi

interés en lo que viene hace que me quede inmóvil.

Sus pupilas son tan grandes que sólo queda un anillo de aguamarina. Su aliento es caliente contra mi mejilla mientras toma mi otro

brazo y lo confina sobre mi cabeza para que mi cuerpo esté expuesto a él. Parece como si debiera estar nerviosa, pero las burbujas de emoción

atraviesan mi muy hambriento cuerpo.

Se inclina hacia mí y su pecho frota mis pezones estremecidos. —¿Quieres que me detenga? —Su voz es ronca.

Niego con la cabeza con honestidad. —No.

El dedo pulgar de su mano libre viaja hacia abajo por mi costado y a

lo largo de cada costilla antes de colocarse en mi cadera. Humedeciéndose los labios con la lengua, mueve la boca hacia mi pecho y mis ojos se cierran cuando toma mi pezón en su boca.

—Oh, Dios mío —gimo cuando los brotes de éxtasis suben entre mis piernas y se enroscan a través de mi estómago mientras mi espalda se curva hacia el—. Micha...

Me libera los brazos, y antes de que ponga alguna objeción se aparta de mis labios, sus brazos me recogen y aplasta los labios contra los míos.

Bloqueo las piernas alrededor de sus caderas y mis labios se abren voluntariamente, permitiéndole a su lengua entrar en mi boca para un beso de infarto. Retrocediendo hacia el sofá a ciegas, sus manos sienten

toda mi piel, dejando un rastro de calor en todas partes.

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—No en el sofá —murmuro—. Lila y Ethan podrían regresar en cualquier momento.

Le da una mirada a la puerta principal y luego nos da la vuelta en dirección del pasillo. Sus dedos se cuelan hasta el fondo de mis bragas y me cubre el trasero mientras abre de una fuerte patada la puerta de su

habitación con el pie y el pomo de la puerta golpea contra la pared. Sin apartar nuestros labios, caemos sobre el colchón con un rebote. Riendo,

mis dedos se deslizan por su duro pecho hasta el botón de sus pantalones, pero detiene mi mano con la suya.

—Ella, tal vez no deberíamos —dice, parpadeando, aturdido por el

alcohol.

Me las arreglo para deslizar mi otra mano al frente de sus

pantalones y su aliento titubea —¿No me quieres? —pregunto

Absorbiendo una agudo respiración a través de la nariz, su cabeza se desploma hacia delante mientras lo froto y lo vuelvo loco. —Confía en mí,

no es eso. Creo que nosotros…

Golpeó el sitio correcto y todos sus pensamientos se alejan. Sus labios persiguen los míos de nuevo y me besa con libertad mientras su

mano se desliza por mi estómago y en el borde de mis bragas. Enganchando su dedo en la parte superior, les da un tirón hacia abajo por

mis piernas, y cuando llegan a mis pies las pateo fuera.

En vez de que sus labios regresen a mi boca, tientan mi estómago justo sobre el ombligo. Alisando besos por mi piel, su caliente lengua lame

un camino hacia abajo y mis piernas se abren, por lo que su lengua puede deslizarse dentro de mí y mi mente se vuelve borrosa

***

Cuando abro los ojos, la luz solar se filtra en la habitación y mi

cabeza está bombardeándome. Una manta está amontonada sobre mí y mis poros se sienten repulsivos. Secando el sudor de mi mejilla, me siento y bajo la mirada a la camiseta firmada de Silverstein que cubre mi cuerpo.

Una sonrisa se abre paso cuando encuentro un pedazo de papel doblado sobre la almohada a mi lado y lo recojo. La letra de Micha está

garabateada en líneas en tinta roja.

Hola hermosa:

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Así que eso fue salir de la noche de borrachera... nunca hice una de esas contigo antes. Creo que podría tener una nueva canción que agregar a

nuestra lista.

De todos modos, no te pongas toda agitada. Lo detuve antes de que llegara demasiado lejos, en caso de que no puedas recordar. No quiero que tengas que sufrir por un error de ebriedad. Confía en mí, soy un experto en

ellos y no son divertidos.

Odio abandonarte, pero tengo que ir a trabajar. Voy a parar en tu casa más tarde. Y puedes quedarte la camiseta. Se ve mejor en ti de todos

modos.

Te amo más que a la vida misma, más que al sol y al aire.

Eres la dueña de mi alma, Ella May.

Micha

Sin dejar de sonreír, salgo de la cama y me pongo los pantalones.

Dejar a Micha firmar una carta así. Siempre tuvo una forma muy poética con las palabras, y su belleza brilla con cada letra.

Agarrando la camisa del suelo, salgo por la puerta principal,

doblando cuidadosamente la nota y metiéndola de forma segura en el bolsillo trasero de mis pantalones. Siento la luz, incluso aunque tengo

resaca. No me arrepiento de lo que pasó, aunque hubiera sido bueno que estuviéramos sobrios. La sensación es extraña, pero tal vez eso significa que estoy mejorando en tratar con la vida.

La sala de estar está destrozada, botellas de cerveza por todo el piso y la mesa de café, y hay una botella vacía de Bacardi en la mesa, junto con cartas dispersas de póker. Consiguiendo una bolsa de basura del cajón de

la cocina, me atormenta no saber dónde están mi teléfono y mi bolso. Recuerdo estar en el club, Micha tocando en el escenario, y luego venir

aquí, sus manos por todo mi cuerpo. Mis párpados van a la deriva cerrándose mientras recuerdo cada momento de ello.

"Only One" de Yelowcard comienza a reproducirse desde algún lugar

de la habitación y mis ojos se abren de golpe. Con los oídos agudizados, sigo el sonido, que me guía hacia el sofá. Bajo una deshilachada almohada

está mi teléfono. Mis cejas se fruncen cuando lo levanto, sin reconocer el tono de llamada. Cuando miro la pantalla, sin embargo, tiene sentido.

Contesto el teléfono—: ¿Cambiaste mi tono para ti?

Su risa llena el otro extremo de la línea. —Parecía encajar esta mañana

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—Parece como que estás tratando de enviarme un mensaje a través de tus notas y tu elección de canción. —Recojo una botella de encima de la

televisión y la dejo caer en la bolsa—. Sabes que no estoy enojada por lo de anoche, ¿verdad? Estaba lo suficientemente sobria como para poder recordar cosas… No tienes que sentirte culpable.

—No me siento culpable —me asegura sobre lo golpes en el fondo—. Me alegro de lo que pasó anoche. La nota y la canción eran mi manera de

enviarte un mensaje.

Agachándome, recojo un cartón vacío de cerveza y lo tiro en la bolsa, luego la ato, cerrándola, y la coloco afuera de la puerta principal, dejando

la puerta abierta para agarrar el bolso, que está cerca de la televisión. —¿Qué mensaje?

—Eso es para que lo adivines.

—¿Y que si no puedo resolverlo?

—Lo harás —responde—. Pero sí lo dices o no en voz alta es una

historia totalmente diferente.

Tiene razón. Ya lo tengo resuelto, pero decirlo en voz alta es algo que no puedo hacer.

—Estás siendo muy críptico. —Saliendo a la cálida luz del sol, cierro la puerta principal y arrastro la bolsa de basura por las escaleras con las

botellas tintineando. En el fondo, mis ojos exploran el estacionamiento—. ¿Cómo se supone que voy a llegar a casa?

—Puedes quedarte allí hasta que llegue —ofrece Micha—. O mejor

aún, puedes simplemente mudarte.

Mis pulmones se comprimen, reduciendo el flujo del oxígeno cuando sus pesadas palabras desmoronan mi estado de ánimo. —Tengo que llegar

a casa. Tengo una clase esta noche.

—¿Desde cuándo tienes clase en la noche? —pregunta—. ¿Estás sólo

diciendo eso por mi pequeño comentario de mudarte?

No me molesto en recoger la bolsa mientras camino hacia el contenedor de basura y la tiro dentro. —No, realmente tengo clase —

miento―. Voy a llamarte un poco más tarde, ¿de acuerdo? Necesito

encontrar un viaje a casa.

—Está bien. —Su tono es entrecortado—. Te hablaré más tarde,

supongo.

Cuelga antes de que yo pueda y me deja una sensación de vacío, como que una parte de mí ha sido eliminada. Sacudiendo lejos la

sensación, presiono el número de Lila en el teclado.

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—Bueno, mira quien decidió despertar finalmente —responde con humor irradiando de su voz—. ¿Hiciste la caminata de la vergüenza?

—Micha y yo no tuvimos sexo, Lila —respondo en una insolente voz, luego me sintiendo terrible y me disculpo—: Lo siento. Sólo tengo resaca o algo así. Y necesito llegar a casa y acostarme, pero no tengo un viaje.

—Puedes tomar el autobús. —Explota una burbuja en el teléfono—. Aunque no lo recomendaría.

—¿Cómo llegaste a casa? —Presiono los dedos en el borde de mi nariz cuando mi dolor de cabeza infernal aumenta.

—Ethan me dio un viaje. —Una puerta se cierra y oigo llaves golpear

el mostrador—. En realidad acabo de salir a comer con Parker.

—Pensé que habías terminado con él.

—Oye, insistió.

Empiezo a dirigirme a la salida que se encuentra cerca de una pared de ladrillo. —Está bien, voy a localizar un autobús.

—Buena suerte con eso. Y ten cuidado del lamedor —bromea con una risa malvada—. Mantén los codos juntos y aléjate de la parte trasera del autobús.

—Ja ja, eres malditamente divertida —digo burlonamente—. Hablo contigo más tarde.

Arrastro mis exhaustas piernas hacia el Starbucks en la esquina de la calle. Después de tener algo de cafeína en mí sistema mi cerebro se vuelve a encender. Pero para cuando llego al apartamento y recuerdo lo

que me hizo beber tanto en primer lugar, todo lo que quiero hacer es ir a mi habitación, apagar las luces y dormir por una eternidad. La carta de mi papá aún se encuentra en la mesa de café, sin abrir.

—¿Alguna vez vas a abrir eso? —Lila aparece en la entrada, usando un vestido azul y tacones que hacen juego. Su rubio cabello está curvado

alrededor de su cara y fijado por unos broches de diamantes.

Quitándome las sandalias, me dejo caer en el sofá y me quedo mirando el sobre blanco dirigido a mí. —No lo he decidido todavía.

Sujetando un arete, se sienta a mi lado en el sofá. —Ella, ¿puedo preguntarte algo?

Me encojo de hombros y cruzo los pies sobre la mesa. —Supongo.

Levanta la carta y le da la vuelta a la parte de atrás —¿De qué tienes tanto miedo? ¿Con esta carta? ¿Con Micha? ¿Con la vida?

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—Sentirlo todo, perderlo todo —digo y su cara se tuerce—. No es nada. Simplemente no estoy segura de lo que va a decir mi padre, y eso me

preocupa.

Lila no sabe lo que pasó con mi mamá. Sabe que falleció, pero no las circunstancias que la condujeron a su muerte. Sólo mi papá, Dean, y

Micha saben ese secreto inquietante y planeo mantenerlo de esa manera.

Rompo el sobre, tomando una respiración profunda, y desdoblo el

papel, diciéndome a mí misma que puedo manejar cualquier cosa que esté allí. Que soy más fuerte de lo que solía ser.

Ella May:

Quiero empezar diciendo que lo siento por todo. Y quiero decir eso. He estado sobrio por casi un mes ahora y me quitaron los medicamentos. Mi cabeza está clara y no me gusta lo que hay en ella, especialmente cada cosa relacionada contigo.

Mi terapeuta me hizo escribir acerca de todo lo que me arrepiento en la terapia ayer y todo parece ser sobre ti. Era como si todos amontonáramos nuestra basura en ti para limpiarla, y nunca debería haber sido así. Cuanto más escribía, más me di cuenta de que realmente nunca tuviste una infancia. Todas aquellas veces que estuve en el bar, estaba siendo nada más que egoísta. Soy un padre terrible, quien puso todo sobre su hija, por ninguna otra razón más que porque no quería ser un adulto.

Esa noche no fue tu culpa. Tenías diecisiete años, y yo era el adulto. Debería haber estado en casa con ella, pero el Jack Daniels era mucho más importante y más fácil de tratar.

Sabía lo mal que estaba ella, más de lo que nunca vas a entender, y en el fondo sabía que era un error dejarte a cargo esa noche. Ahora que mi cabeza está clara, puedo imaginar lo difícil que debe ser para ti tratar con ello. Todo el dolor que tienes que estar sintiendo. Sigo pensando en el dolor en tus ojos la última vez que te vi y me carcome.

Lo siento, Ella. Por arruinarte la infancia, por haberte quitado tu felicidad, y simplemente por echar a perder tu maldito futuro.

Te amo.

Papá

—¿Qué demonios se supone que haga con esto? —Mis manos

tiemblan mientras agarro la carta. Las lágrimas salen de mis ojos mientras

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obligo a mis pulmones a inhalar y exhalar cuando un muro a mí alrededor se derrumba contra el suelo.

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15 Traducido por eyeOc & Danny_Mcfly

Corregido por Alessa Masllentyle

Micha No sé por qué me enojé tanto con Ella por teléfono esta mañana,

además de que algunas veces las cosas entre nosotros se sienten sin esperanza. La amo y sé que me ama, pero a veces no creo que lo haga

tanto. Duele cuando lo analizo.

Esta noche empaco y me voy a la cama temprano, sintiéndome triste de que Ella no vaya a ir conmigo. Hemos pasado las festividades juntos

cada año desde que teníamos cinco años. Era la única manera de celebrar, ya que su familia nunca estaba realmente interesada en ello y mi mamá no

podía permitirse mucho. Sin embargo lo intentaba, decorando la casa y haciéndonos a Ella y a mí un desayuno agradable. Siempre envolvía unos pocos regalos para ambos. No era mucho, pero era agradable.

Mucho después de que me quede dormido, mi teléfono me despierta. Mi mano se mueve torpemente por mi mesita de noche, golpeando la lámpara, hasta que finalmente roza mi teléfono. Aun medio despierto,

parpadeo para lograr enfocarme y ver el nombre de Ella en la pantalla.

Contesto rápidamente. —¿Qué está mal?

Suena ronca. —¿Puedes venir a abrirme? No quería tocar el timbre y despertar a Ethan.

—¿Estas en mi casa? —Me froto los ojos y miro la hora en el reloj.

—Sí, estoy parada enfrente de tu puerta.

Me tambaleo saliendo de la cama y me apresuro hacia la puerta en

mi bóxer, con el teléfono aun en mi oído. Encendiendo la luz del porche, abro la puerta. La luz ilumina sus ojos hinchados y las manchas rojas de sus mejillas por las lágrimas ya secas. Está usando un par de shorts a

rayas, con sandalias en sus pies, y su cabello está colocado en un moño

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desordenado. No lleva sostén debajo de su delgada camiseta sin mangas y puedo ver sus pezones a través de la tela.

—¿Qué estás haciendo? —La meto en la casa para esconder su cuerpo vagamente cubierto de los ojos de alguien más. Su piel está helada y está temblando—. ¿Caminaste hasta aquí?

Niega con la cabeza y enreda los brazos a su alrededor. —No, tomé el autobús.

Mi mirada da una ojeada a sus piernas desnudas y sus animados pezones. —¿Vestida así?

Se encoge de hombros y se deja caer en el sofá, apretando un sobre

en su mano. —Difícilmente había alguien en el autobús.

Encendiendo la lámpara, me siento en el sofá y pongo mi brazo

alrededor de su hombro, desesperado por hacerla sentir mejor. —¿Qué pasó? Y, ¿qué es eso en tu mano?

Me da el sobre arrugado con su nombre y dirección en él. —Esto

llegó en el correo ayer.

Lo volteo, notando que ha abierto y leído lo que sea que hay dentro. —¿De parte de quién es?

Apunta la dirección del remitente con su dedo. —Es de mi papá.

Mierda. —¿Qué es lo que dice?

Mira al suelo con los ojos muy abiertos. —Que lo sentía y que lo que le había pasado a mi mamá no era mi culpa. Que era su culpa porque él era el adulto y nunca debió de dejar ese tipo de responsabilidad en una

niña. Que debió de haber estado en casa cuidando a su familia en vez de en el bar… y que me ama. —Lágrimas salen de sus ojos y bajan por sus

mejillas mientras su respiración se vuelve errática—. He querido que dijera eso desde siempre.

El dolor en su voz casi me hace llorar. Se sube en mi regazo y

entierra su cara en mi pecho, sollozando mientras se aferra fuertemente a mí. La cargo en mis brazos y la llevo de vuelta a mi habitación donde me acuesto con ella. Con cada lágrima derramada, se roba más de mi corazón,

hasta que lo tiene completamente. Me doy cuenta de que aún en los duros momentos que estoy seguro enfrentaremos, nunca seré capaz de alejarme

de ella.

Despierto con la cabeza de Ella presionada en la curva de mi cuello y sus brazos apretados firmemente alrededor de mi cintura, como si temiera

que me fuera en medio de la noche.

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Lloró con todas sus fuerzas hasta que se quedó dormida, y mi corazón casi se parte en dos. Aunque me hace sentir horrible, a veces odio

a su maldita familia. Tomaron a una hermosa chica que estaba llena de vida y que pudo haber hecho cosas asombrosas, y la destrozaron hasta hacerla pedazos. Aunque es arreglable… puedo ver eso ahora; todavía está

tan rota y vulnerable.

—Levántate y brilla. Tenemos que ponernos en marcha. —Ethan

abre la puerta, y cuando se da cuenta de la situación, su cara decae—. Todavía vas, ¿verdad?

Asiento mientras Ella se acurruca más cerca de mí. —Sí, dame como

quince minutos o algo así.

—Lo que sea, hombre. Sólo apresura tu trasero. —Se aleja, dejando

la puerta abierta.

—Bebé, ¿estás despierta? —susurro en su oído y beso ese punto sensible en su cuello.

Sus hombros tiemblan hacia arriba cuando asiente con los ojos cerrados. —¿Cómo podría dormir con el Sr. Boca Ruidosa?

Mordisqueo la punta del lóbulo de su oreja y respiro la esencia de su

cabello. —Tengo que prepararme para irme… ¿estás segura de que no quieres venir con nosotros? Realmente quiero que vayas.

Sus piernas están envueltas alrededor de mi cadera y su cuerpo se arquea hacia mí. —Creo que… que quiero ir con ustedes, pero tengo que volver a mi casa y empacar un bolso rápidamente. Tengo que pasar y

hacer una rápida visita con mi terapeuta. Tenemos que ver si Lila iría también con nosotros. No la quiero dejar aquí sola.

Mi cuerpo se tensa por su toque íntimo. —Está bien, pero sabes que

Ethan se va a quejar todo el tiempo.

Rueda sobre mí, se levanta sobre sus codos y me mira a través de

sus ojos hinchados. —Lo sé, pero tendrá que lidiar con llegar unas cuantas horas atrasado a dónde sea que cree que tiene que estar.

Enredando mis dedos por su cabello, tiro de las raíces y acerco su

cara a la mía, amando como rueda sus ojos. —¿Estás segura de que estás bien? Anoche me tenías preocupado.

—Estoy bien, Micha. —Besa mis labios suavemente—. Anoche fue una buena cosa, aunque fue intenso… y creo que necesito ir de vuelta a casa. Para nada más que para hablar con mi padre.

Comienza a retroceder, pero atrapando sus labios, la mantengo en el lugar y atraigo sus labios de vuelta a los míos. Deslizo mi lengua en su boca y deja salir un silencioso gemido. Cuando la dejo ir, nuestra

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respiración es acelerada. Se baja de mí y trato de no pensar sobre nuestro desequilibrado amor el uno para el otro. Llegará ahí eventualmente, una

vez que entienda lo que es el amor.

Cuando le grito “Te amo” mientras se dirige al pasillo y voltea con sólo una sonrisa, duele un poco.

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Ella Ethan me regañó todo el tiempo mientras empacaba mi bolso, y

luego su cara se volvió realmente roja cuando le anuncié que tenía que ver a mi terapeuta antes de irnos. Necesito hablar con ella sobre mi revelación

de la noche anterior. Desde que era una niña, creí que el amor no era real. Luego Micha me lo muestra de forma diferente, pero aún no puedo amarlo como se merece.

Tanto si es intencional como si no, la carta de mi papá liberó algo de la carga que he estado llevando. No toda, pero alguna, y anoche cuando

estaba encorvada a un lado de Micha, visualicé algo a lo cual había estado ciega.

Tuve esperanza para el futuro.

Anna está desbloqueando la puerta de su oficina cuando llego. —¿Creo que se suponía que tenía que verte?

Se da la vuelta, presionando su mano contra su corazón, sus ojos amplificados mientras sus llaves caen de sus manos al suelo. —Buen Dios, me asustaste.

Levanto las llaves y se las entrego. —Lo siento. Sólo creí que teníamos una cita hoy.

Pone las llaves en su bolso. —De hecho, me estaba preparando para

llamarte. Recibí una llamada de mi hermana y necesita que llegue unos días antes. Está muy preocupada sobre hacer la cena de navidad para

todos.

Recorremos nuestro camino por el pasillo de la escuela y pasamos por las puertas, la cuales se cierran detrás de nosotras. Es un día nublado

y la violenta brisa enfría mi piel y lastima mis mejillas.

—Así que supongo que te veré cuando estés de vuelta —digo,

estando lista para dejarla y atravesar el césped hacia mi apartamento.

Gira por el estacionamiento, pero se detiene en la curva. —Por supuesto, la primera cosa el lunes. Y asegúrate de llamarme si necesitas

algo.

La elevada camioneta de Ethan está estacionada en la acera y él presiona el claxon. Los ojos de Anna se dirigen hacia ahí, y el tacón de su

zapato se atora en el césped, haciendo que tropiece.

Suspiro y me dirijo a la camioneta. —Lo siento por eso. Sólo se pone

algo ansioso.

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—¿Vas a algún lado? —Libera su zapato del césped y retrocede un paso hacia la acera.

Asiento. —Decidí ir con Micha y Ethan de vuelta a casa.

Se abrocha los botones de su chaqueta azul marino. —Eso está bien. Estoy contenta de que decidieras ir.

Bloqueo el viento de mi cara con la mano. —¿Por qué? Pensé que dijiste que no estabas segura de sí debería.

—No, dije que sólo tú sabrías si debías. —Hace una pausa y un mechón de su corto cabello ondea por la brisa—. Ella, ¿puedes hacer algo por mí en éstas vacaciones?

—Seguro, ¿qué?

—Deja de preocuparte tanto y diviértete. Es lo que necesitas —dijo

con una sonrisa.

—Sí me divierto… algunas veces.

—Bueno, trata de divertirte todo el tiempo.

Alejo un mechón de cabello de mi boca mientras asimilo sus palabras. —Recuerdas lo que dijiste sobre estar en una relación con Micha y que sólo yo sabría cuando estaba lista. Bueno, creo que estoy lista. Sé

que es realmente pronto y todo, pero anoche, bueno, vi un destello de mi futuro con él que realmente, realmente quiero. Y eso no me había pasado

antes.

No parece molesta, como esperaba que lo estuviera. —Eso está bien. Estoy contenta de que hayas sido capaz de ver eso. Pero recuerda tomar

las cosas tan lentamente como necesites. Quiero que te enfoques en ti. —Se despide y camina por el césped hacia el estacionamiento—. Diviértete,

Ella, y lo digo enserio. Lo mereces.

¿Diversión? ¿Esa es la cura mágica para reparar mi mente? Oculto mi barbilla y peleo contra el viento dirigiéndome hacia el coche…

dirigiéndome a casa.

Los viajes en carretera con Ethan y Micha son un dolor en el trasero. Me olvidé de la regla de los chicos sobre “No paradas al baño”, sólo

pararían como cada cuatro horas para un descanso. Si no hay un baño cerca, entonces considerarían un arbusto un buen sustituto.

No me molesta tanto, pero la pobre Lila no está acostumbrada a esta mierda. Estamos sentadas en la parte trasera de la camioneta en lados opuestos y se está balanceando de arriba abajo, sacudiendo las piernas

para retenerlo.

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—Solo para. —Golpeo un lado del brazo de Ethan por ser tan idiota y negarse a parar—. No va a orinar a un lado o en una salida.

—Pondré la camioneta, para bloquearla. —Replica, sorprendiendo a Lila—. Nadie la verá.

—No creo… —Lila me mira, pidiendo ayuda.

Desabrocho mi cinturón de seguridad y me inclino para pellizcar el brazo de Ethan. —Estaciona la maldita camioneta ahora —amenazo—. Si

no es por mí, por ella.

—Ouch, siempre eres tan mala —se queja Ethan, y luego presiona el freno fuertemente, mandándome volando por el asiento—. Pero soy más

malo.

Doy una voltereta y mis piernas golpean el tablero mientras la

palanca de cambios se encaja en mi espalda. Sentándome derecha, acomodo mi cabello en su lugar y extiendo mi mano hacia él para hacer algo igualmente siniestro, pero Micha golpea mi codo y me jala a su regazo.

—Tranquilos los dos —dice, abrazándome más cerca y ajustando su regazo contra mi espalda—. Todavía tenemos un largo viaje que hacer.

Dándome una sucia mirada, Ethan vira la camioneta por la salida

más cercana, que da directamente a una parada de camiones. Semi remolques se alinean en la valla unida con cadenas que bordea el edificio,

y hay un anuncio parpadeante prometiendo a todos diez centavos menos en cada galón pagado en efectivo.

Se estaciona en una bomba de gasolina vacía y silencia el motor

cuando se abrocha su chaqueta de cuadros. —Pero sólo para que lo sepas, esto es por Lila, no por ti.

Lo miro mientras Lila sale de la camioneta de un salto y corre hacia

la entrada del edificio. Está usando un vestido blanco y perlas alrededor de su cuello, luciendo completamente fuera de lugar en una parada de

camiones. Cuando le pregunté por qué estaba vestida tan elegante para un viaje de carretera, se encogió de hombros y dijo que está acostumbrada a vestirse elegante en días relacionados con las festividades.

Micha sale del auto y me ofrece su mano para ayudarme a salir. El aire helado golpea mis piernas desnudas mientras estiro los brazos por

encima de mi cabeza.

Micha me mira con diversión mientras peina su cabello rubio en su lugar, de forma que mechones están colgando por su frente. —Sabes que

estás molestando a Lila por vestirse elegante, pero tú como que éstas desarreglada. —Hace un gesto hacia mis shorts de mezclilla y mi playera morada—. ¿Qué estabas pensando cuando te pusiste eso?

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—Oye, hacía calor cuando salimos —argumento, ajustando la parte baja de mi playera sobre mí estomago—. Y quería estar cómoda.

Desabrocha su sudadera negra y su playera se levanta un poco, mostrando un destello de sus abdominales. —Ponte esto antes de que te congeles hasta morir.

—Estaré bien —le aseguro, envolviendo mis brazos alrededor de mí.

Me insta a tomar su sudadera con persistencia. —Tómala, porque no

me la volveré a poner.

Tomo la sudadera y le doy un rápido beso en la mejilla antes de meter mis brazos por las mangas y abrocharla. Huele como su colonia

mezclada con la esencia que sólo le pertenece a él, e inhalo profundamente, disfrutando.

—¿Oliste mi sudadera? —pregunta con una ceja arqueada—. ¿Es como un raro ritual o algo así?

—Huele como tú —le explico y tiro del frente de la sudadera por

encima de mi nariz para protegerla del frío—. Y me gusta tu olor.

Parece complacido con mi rara respuesta y pone la capucha encima de mi cabeza. —Huele otra cosa.

Sonriendo, volteo por la estación de gasolina mientras un Mustang rojo, del mismo año que el de Blake, se mueve lentamente hasta la bomba

dos filas más abajo. Menosprecio la coincidencia, hasta que Blake sale del coche. Trae puesto un gorro de lana gris y una sudadera sobre una camisa azul. Su pantalón de mezclilla no tiene pintura manchándolo, y tiene unos

guantes en sus manos. Micha y Ethan están distraídos por una rubia que tiene su trasero fuera mientras intenta llenar el tanque de gasolina de su carro. Ethan está diciendo algo vulgar sobre su trasero mientras Micha lo

anima a ayudarla a “llenar su tanque”.

Rodando los ojos, camino hacia Blake mientras él desliza su tarjeta

de crédito en la ranura.

—Así que esta es una peculiarmente rara coincidencia —digo, sorprendiéndolo, y deja caer su tarjeta al piso.

—Mierda, me asustaste. —Se agacha para recoger la tarjeta y luego se endereza—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Mi mirada se mueve a Micha riéndose ante el intento de Ethan de ligar con la rubia, quien rueda los ojos y levanta su capucha, desinteresada.

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—Me dirijo a casa por las festividades. —Redirijo mi atención a Blake—. ¿Qué hay contigo? ¿Qué estás haciendo todo el camino hasta

aquí? ¿No sabes que California esta hacia el otro lado?

Las esquinas de su boca se curvan ante mi patético chiste. —Mi mamá vive en California, pero mi papá vive en Colorado.

—Oh, así que estás a punto de ir al este —digo—. Ya veo.

Después de presionar algunos botones en la máquina de la tarjeta de

crédito, quita la boca de la manguera, la coloca en el coche y la gasolina borbotea.

Se apoya en el auto y dobla los brazos. —Así que estás en la

carretera con tu novio —dice con un significado entre líneas.

Me encojo con culpa. —Sí, sobre esa noche en el restaurante, he

estado queriendo localizarte y pedirte disculpas.

Sus cejas se elevan con escepticismo. —Eso es gracioso, porque parecía como si me estuvieras evitando.

Suspiro. —¿Era eso tan fácil de decir?

Niega con la cabeza. —Ella, prácticamente huiste de mí cuando te grité después de clases, pero sólo quería hablar.

Suelto un respiro irregular mientras jugueteo con el cierre de la sudadera. —Lo siento. Simplemente no sabía qué decir. Él estaba ebrio y

molesto sobre algunas cosas.

Mira por encima de su hombro hacia Micha quitando el recibo de la bomba y a Ethan, que está sacando un refresco de la hielera en la parte

trasera de la camioneta. —Parece intenso.

—Pero esa es la cosa. No lo es —digo, defendiéndolo con irritación aflorando en mi voz—. Normalmente no es así.

—Está bien, si tú lo dices —dice con tolerancia.

Descanso mi trasero en la parte superior del capó, dejando que mis

piernas cuelguen por el borde mientras cambio de tema.

—¿Cómo es que no trajiste a tu novia contigo?

La bomba de gas hace clic y él se vuelve para quitarla.

—Hemos roto.

—¿Por qué? —pregunto sorprendida—. Se veían tan felices.

Arranca la recepción de la máquina y lo mete en su bolsillo trasero.

—No lo sé. La última vez que estuve allí, las cosas estaban acabadas. —Se pasa la mano por la cara—. Hemos estado saliendo desde que

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teníamos quince años y creo que sólo se prolongó durante tanto tiempo porque los dos teníamos demasiado miedo de estar sin algo que hemos

tenido siempre… estábamos juntos porque nos apegamos a la idea de nosotros.

Mi mente me lleva a Micha y a mí. Nos conocemos desde siempre.

¿Es así como va a terminar? La ansiedad se adueña de mi pecho. No quiero perder a Micha. Nunca.

—Bueno, si necesitas algo puedes llamarme cuando quieras. —Me bajo del capó y mis sandalias se salpican en un charco teñido de arco iris—. No voy a hacer nada, excepto probablemente meterme en

problemas.

Se ríe mientras rodea la parte posterior del coche.

—No pareces demasiado una chica problemática.

Una risa chisporrotea al salir de mis labios y me muevo hacia el lado del conductor.

—Eso demuestra lo poco que me conoces.

Él abre la puerta del coche.

—Tienes razón. Apenas te conozco, a excepción de que te gusta

dibujar, no tienes un coche y piensas que las acuarelas del profesor Marlina se ven como pintura por números.

—Sí que lo hacen —digo en tono serio—. Juro por Dios que los copió de uno de esos libros.

Sonríe, mira en dirección de Micha, y luego regresa su mirada de

nuevo a mí.

—Así que... tengo una pregunta.

Yo dudo.

—Está bien.

Él titubea, considerando algo con la mano apoyada en la parte

superior de la puerta.

—Así que si te digo que estoy pasando el rato en la casa de mi padre y me aburro mucho, ¿puedo llamarte? Sólo para hablar.

Me siento incómoda, poniendo mis manos en mis mangas.

—Sí, si quieres.

Él me guiña el ojo y mi inquietud se dispara a un nivel superior. ¿Cómo diablos cambian las cosas tan rápido?

—Voy a tomarte la palabra.

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Le dedico una sonrisa tensa mientras doy un paso atrás para que pueda cerrar la puerta. Saludo con la mano, él se echa hacia atrás y sale

del estacionamiento de la gasolinera. Mientras me giro para hacia camioneta de Ethan, mi cuerpo huele a alguien.

—¿Te estás divirtiendo? —pregunta Micha en tono condescendiente,

con los ojos tan fríos como la nieve.

—Estábamos hablando. —Me muevo hacia atrás y luego hacia un

lado para caminar alrededor de él, pero él se pone frente a mí y corta mi huida.

—Ella May, siento decírtelo, pero el tipo estaba totalmente haciendo

algo. —Baja la voz a un gruñido de protección mientras se inclina y sus ojos se oscurecen—. Y si veo que lo hace de nuevo, va a conseguir un

puñetazo en la cara.

—Sin violencia —le pido con un apesadumbrado suspiro—. ¿Por qué los hombres siempre tienen que golpear a los demás?

—¿Hay alguna diferencia con golpear a alguien en el suelo y tirar de su cabello hasta que se ponga a llorar? —Él se aparta del camino de un coche de tracción y remolcadores tirando de mi manga para arrastrarme

con él.

—Lo hice una vez cuando tenía doce años.

—¿O morderlos en el brazo?

Suelto un suspiro de frustración y libero mi brazo de él.

—Está bien, haz lo que quieras. Me salgo de la situación.

Mientras me alejo, sus dedos agarran mi cadera y me da un tirón hacia él. Cruzando los brazos alrededor de mis hombros, camina detrás de mí hasta la camioneta y me libera solo para abrir la puerta.

—Yo sólo quiero pegarle porque te amo —dice frunciendo los labios—. Me molesta la forma en que te mira, como aquella noche en el

restaurante. Puede que tú no lo veas, pero incluso a través de mis ojos borrachos era completamente obvio.

Tiene celos escritos por toda la cara.

—¿Estás celoso de Blake?

—Por supuesto que estoy jodidamente celoso. —Abre la boca como si

yo fuera una idiota—. Tiene la oportunidad de estar cerca de ti todo el día porque ustedes van a la misma escuela. Además, quién sabe cuántas veces has pasado el rato con él mientras yo estaba de viaje.

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—Dos veces fuera de clases. —Me lanzo en el asiento de atrás y me golpeo accidentalmente la parte superior de la cabeza con el techo—. Y

una vez se debía a que Lila tenía que salir de la escuela por un día.

—Estás rompiendo un código al hablar siquiera con él —dice con severidad.

Mi mandíbula cae.

—¿Un código? ¿Estás loco?

Apoya el pie en el paso lateral de la carretilla levantada y pone la mano en el respaldo del asiento.

—Deslízate.

Me muevo hasta el centro del asiento y él se escabulle en el asiento trasero junto a mí. Doblo los brazos y le dirijo una mirada irritada.

—Así que acerca de estos códigos, es posible que necesite que me hagas saber lo que son. Quiero decir, ¿estoy rompiendo algún tipo de código por estar sola en el asiento trasero contigo?

Parpadea sin entretenido.

—Argumenta todo lo que quieras, pero tú no viste la forma en que te

miraba.

—Micha, no soy un premio que todos quieren. —Me muevo más hacia la puerta para poner distancia entre nosotros. Estoy enojada con sus

acusaciones y el hecho de que no parece confiar en mí—. Soy una mocosa que tiene problemas mentales y que no puede decidirse por nada.

—Sólo el hecho de que puedas admitir eso en voz alta —dice mientras se desliza más cerca mí con el brazo sobre el respaldo del asiento—, te hace algo especial. ¿Sabes cuántas personas no admiten sus

defectos y las cosas en las que necesitan trabajar, la cantidad de personas que ni siquiera pueden verse a sí mismos? —Él coloca su mano entre mis muslos, con los ojos tan contundentes que me atrae de nuevo hacia él y mi

corazón salta en mi pecho—. Eres jodidamente especial y si quiero actuar todo posesivo sobre ti cuando algún estúpido chico de arte esté encima de

ti justo enfrente de mí, lo haré. O eso o voy a tener a Ethan persiguiéndolo ahora mismo, así puedo darle un puñetazo en la cara.

Aprieto la mandíbula para evitar que mi sonrisa aparezca.

—Eres gracioso cuando estás así.

Me besa la sien.

—Bueno, me alegro de que encuentres mi dolor tan entretenido.

Le miro a través de mis pestañas.

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—Sólo tengo que decir que te he visto coquetear con chicas en muchas ocasiones, salir con ellas y llevarlas a tu habitación.

Él hace una mueca en la última parte.

—¿Pero qué te dije siempre cuando me preguntabas sobre eso?

Una sonrisa se abre paso.

—Que estabas comprando tiempo hasta que yo llegara alrededor.

—Así es. —Se frota los labios y todo lo que quiero hacer es lamerlos,

tomar el anillo de sus labios en mi boca y golpearlo con mi lengua. Quiero hacerle un montón de cosas sucias en este momento.

—Tu mente se está yendo a la alcantarilla, ¿no es así? —e mofa con

arrogancia—. Puedo ver la lujuria escrita en tu cara.

Dirijo mi concentración a la ventana, riendo entre dientes.

—Sabes, para alguien que está tan seguro de sí mismo, te preocupas mucho acerca de perderme.

—Eso es porque estaría perdido sin ti.

—Línea de un jugador total, Micha Scott.

Pasando un dedo debajo de mi barbilla, inclina mi cabeza hacia él, por lo que nuestros labios están a centímetros.

—Recuerda el pacto. Tú y yo estamos en él por un largo plazo.

—¿Qué pacto? —pregunta Líla mientras se sube de un salto en el

asiento del pasajero, sin aliento por la subida a la alta camioneta. Tiene una gran bolsa de Skittles y una botella de agua en su mano.

—Un pacto secreto. —Él me dirige una sonrisa.

Casi me había olvidado del pacto hecho por dos niños tratando de buscar algo que nunca podrían tener... normalidad.

Ethan se mete en la camioneta y hace girar las ruedas mientras se

aleja conduciendo de la gasolinera, corriendo hacia la autopista, poniendo Silhouettes de Smile Empty Soul.

—Creo que tenemos que tomar una copa —declara Micha, extendiendo la mano hacia la ventana trasera corrediza para poder alcanzar la nevera.

Aprovecho para tomar su mano y la sostengo contra mi pecho, sobre el corazón.

—No mientras estamos conduciendo.

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Me dispara dagas con los ojos mientras le frunce el ceño a mi mano sobre la suya.

—¿Por qué no? Yo no soy el conductor.

Mis labios se separan, a punto de enfrentarme a él sobre su manera de beber, pero oigo la advertencia de Anna hacer eco en mi cabeza y me

arrepiento. —No creo que debamos empezar a beber aún cuando sabemos que vamos a estar haciendo eso la mayor parte del fin de semana.

Retira la mano y se gira en el asiento.

—Excelente punto. Aunque, ayudaría a pasar el rato.

Miro por la ventana mientras la tierra cambia progresivamente de

verde a blanco, perdida en mis pensamientos. ¿Nunca voy a ser lo suficientemente estable como para ayudar a la gente en vez de causarles

problemas?

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Micha Es tarde cuando llegamos a Star Grove. El cielo es negro y las

estrellas están cubiertas por las nubes. Una gruesa capa de nieve cubre las calles, las casas y los patios, y luces de navidad de color rojo y verde

parpadean en torno al borde de mi casa.

Lila está dormida en el asiento delantero con la cabeza relajada contra la ventana. Ella se quedó dormida en mi regazo con su cara tan

cerca de mi polla que mi mente ha estado llena de escenarios sucios casi todo el camino. Pero guardé mi tensión sexual, no quería volver a vivir otro

episodio en el que Ethan nos escuchara hacer cosas malas.

Cuando Ethan estaciona la camioneta en la entrada de mi casa, Lila se despierta y estira los brazos por encima de su cabeza como un gato.

—¿Dónde estamos? —Parpadea hacia mi casa de dos pisos y luego a la casa de Ella al lado.

No hay marcas de neumáticos en la nieve en el camino de entrada de su casa, lo que significa que no hay nadie en casa.

El auto de mi mamá está estacionado enfrente del garaje abierto, en

la parte trasera sobresale el Chevelle. Ethan salta, dejando la puerta abierta, y pisotea a través de la nieve hasta la parte trasera de la camioneta. Lila lo sigue, dejando que el aire frío entre, y se encuentra con

Ethan en el portón trasero.

Comienzan a sacar las maletas congeladas de la parte trasera.

Ella está acurrucada en mi regazo, profundamente dormida, y yo simplemente no puedo evitarlo. Muerdo el anillo de mi labio para ahogar la risa, pellizco suavemente la costilla de Ella, justo debajo de su pecho. Ella

salta de su sueño profundo, sus ojos verdes salvajes y brillantes en la luz tenue de la cabina.

—¿Qué demonios? —Ella me golpea el brazo, parpadeando por el cansancio de sus ojos—. Esa fue la manera más mala para despertarme jamás.

Me froto el brazo donde me golpeó.

—En realidad, fue una de las cosas más divertidas que he visto en mi vida.

—Un movimiento idiota. —Se inclina hacia mi cuello, pero en el último segundo dirige su cabeza al sur y muerde mi pecho a través de mi

camisa.

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Me estremezco, pero sonrío.

—Sabes que eso me prende más que nada.

Ella trae su labio inferior entre los dientes.

—Has estado prendido la mayor parte del camino. Lo sentía presionado contra mi mejilla.

Listo para poner fin a la batalla, termino con una línea ganadora.

—Eso era porque tu boca estaba a centímetros de mi polla.

Sus mejillas se calientan mientras deja libre su labio, toda roja e hinchada, y tan tentadora. Salgo del coche contra el frío y le ofrezco mi mano.

Ella la toma, a punto de saltar en la nieve en su flip-flops.

—Espera un segundo. —Me volteo para darle la espalda—. Sube o de

otra manera te vas a congelar los dedos delos pies.

Se monta en mi espalda y la cargo hacia la terraza. Carámbanos cuelgan de la guarnición y el hielo en las escaleras se ha rociado con sal.

Mi aliento sale como humo enfrente de mí mientras busco la luz del porche y recupero la llave de la casa, escondida debajo de un pichón. Bajo a Ella, abro y damos pasos en el camino de entrada, las botas crujiendo en la

nieve.

—Desbloquéala y métete —le instruyo, retrocediendo hacia el

coche—. Voy a por nuestras cosas.

Ella me mira, su piel como porcelana bajo la luz del porche.

—¿Quién dijo que me iba a quedar aquí?

—¿Quién dijo que no lo ibas a hacer? —Sonrío—. Ahora deja de ser un dolor en el culo y mete tu culo al interior donde hace calor.

Antes de que se dé la vuelta, la sombra de una sonrisa se revela en

sus labios. Ella abre la puerta y entra mientras yo voy a por las maletas. Ethan decide que va a quedarse en el sofá, lo que ha hecho mucho desde

que éramos niños. Lila toma la cama en la habitación de invitados. Eso deja a Ella en mi cama, algo por lo que estoy muy emocionado, a pesar de que probablemente no va a compartir el sentimiento.

Después de mostrarle a Lila dónde está la habitación y lanzarle a Ethan una manta, me llevo las maletas a la habitación. La luz está

encendida y Ella está acostada en la cama boca abajo, hojeando las páginas de...

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—¿De dónde mierda has sacado eso? —Me acerco por el cuaderno, pero ella se da la vuelta hacia un lado, riendo y abrazándolo contra su

pecho.

—Oh, Dios mío... ¿es esto como tu pequeño libro negro? —Ella se estremece mientras yo salto sobre ella y le robo el cuaderno para alejarlo

de sus manos.

—No es un pequeño libro negro —prácticamente gruño—. Es sólo

un...

—Diario en donde realizas un seguimiento de todas las chicas con las que te has acostado. —Golpea su mano contra su boca mientras se ríe

tan fuerte que su cara se vuelve roja.

Cuando se recompone a sí misma, se arrodilla delante de mí.

—Sabes, creía que sabía todo acerca de ti, pero me equivoqué.

Lanzo el cuaderno al cubo de la basura.

—¿Dónde lo encontraste?

Se encoge de hombros, se coloca de nuevo sobre su estómago y desliza sus manos por debajo de la almohada.

—Estaba aquí abajo.

Pateo las bolsas debajo del escritorio de mi ordenador y enciendo una lámpara antes de apagar la luz del techo. Entonces me quito la camisa

y me acuesto en la cama con ella.

Ella está temblando porque la habitación está helada, pero así es como a mi mamá le gusta mantener la factura de energía.

—Había un montón de nombres ahí... más de los que pensaba.

Libero una respiración lenta y me froto la cara con la mano.

—Ella, no sé qué quieres que diga... nunca quise que nadie

encontrara eso. Era sólo para mi propia cosa personal, para que yo pudiera... —Me tenso—. Realizar un seguimiento.

Ella me mira sin expresión y el nivel de molestia es enloquecedor.

—Mi nombre no estaba allí.

Me doy media vuelta y la miro a los ojos.

—Eso es porque sabía que no iba a tener que hacer un seguimiento más. No ha habido nadie desde ti y no habrá nadie nunca más.

Su respiración se acelera y empieza a levantarse. Pienso que va a salir, así que la detengo, pero lo único que hace es dejar sus zapatos en el

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suelo y sacarse sus shorts. Al instante me emociono al ver su trasero asomándose por sus bragas.

Ella se quita mi chaqueta y se mete en los cobertores.

—Hace frío. —Afirma con ojos ilegibles.

Me desabrocho los vaqueros, me deslizo fuera de ellos y me meto

bajo las sábanas con ella, haciendo una mueca cuando mis pies rozan los suyos.

—Tus pies están jodidamente fríos. —Pongo mi mano en su cadera—. Dios, estás fría por todas partes.

Ella menea los pies entre mis tobillos y se acurruca cerca.

—Supongo que tendrás que mantenerme caliente.

Pongo mi barbilla en la parte superior de su cabeza.

—Me confundes a veces, niña bonita. Realmente lo haces. Un minuto estás enojada conmigo y al minuto siguiente pareces desearme.

Entierra la cara en mi pecho y su cálido aliento calienta mi piel fría.

—A veces me confundo a mí misma. —Hace una pausa—. Creo que hay algo realmente malo en mi cabeza, porque la lectura de esa lista me hace querer tener sexo contigo.

Cada músculo de mi cuerpo se congela.

—¿Qué acabas de decir?

—Me has oído bien. —Hace cosquillas con sus dedos alrededor de mi pezón—. Como he dicho, creo que hay algo muy mal en mi cabeza... simplemente me dieron ganas de tomar reclamo de ti o algo así.

—Entonces hazlo. —Aguanto la respiración, esperando su reacción.

Ella se inclina hacia atrás y me mira a los ojos.

—No esta noche. Estoy cansada, pero tú tienes un cumpleaños

viniendo en unos pocos días.

—Bueno, sólo para poner las cosas claras ahora, te quiero envuelta

en un lazo y nada más. Bueno, tal vez tacones altos. Esas jodidas hermosas piernas tuyas se ven ridículamente sexys con tacones.

Sonriendo, vuelve a descansar su mejilla en mi pecho y enreda su

pierna con la mía, abriéndose hasta la parte superior de mi muslo, y puedo sentir el calor que fluye de ella.

—Tal vez eso se puede arreglar.

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La abrazo y pongo mis piernas más cerca, frotándome suavemente contra ella.

—Pareces estar en un buen estado de ánimo.

Su aliento captura mi pulsación y mece ligeramente las caderas.

—Sólo estoy tratando de no preocuparme. Órdenes del médico.

Mis manos se deslizan alrededor de su espalda y descanso mi mano en su muslo.

—¿Significa eso que la vieja Ella May va a volver?

—No... —Sus ojos se cierran mientras mi dedo traza una línea de un lado a otro a lo largo de su suave piel—. No creo que pueda existir más,

pero estoy bastante segura de que puedo darte la real, actual yo... si quieres.

—Por supuesto que quiero. —Agarro su culo, cierro los ojos y respiro su imagen—. Lo quiero todo.

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16 Traducido por Zafiro& Blaire2015

Corregido por LuciiTamy

Ella Me despierto con el olor de tocino y huevos. Ha pasado un tiempo

desde que tuve un buen desayuno y mi boca inmediatamente saliva. Salgo de la cama a tropezones y saco un par de vaqueros, notando que Micha se

llevó la basura, probablemente para librarse del cuaderno.

—Eso debería molestarme—me digo, deslizando una camiseta térmica de manga larga por encima de mi cabeza—. Pero no lo hace. Dios,

¿realmente está mi cabeza así de desordenada?

Deambulo hacia la cocina. La mamá de Micha está cocinando sobre

la estufa mientras las sartenes chisporrotean. Su cabello rubio está en un moño y lleva un conjunto de pantalones de chándal color rosa. Un tipo, por lo menos diez años más joven que ella, está en la mesa leyendo la

sección de deportes del periódico y bebiendo jugo. Su cabello castaño es grueso excepto por una pequeña calva en la parte superior y tiene círculos oscuros bajo sus ojos color avellana.

—Buenos días, cariño —me saluda la Sra. Scott con una alegre sonrisa—. ¿Quieres desayunar?

Echo un vistazo al extraño en la mesa, que me pone nerviosa mientras me evalúa.

—Mmm... ¿dónde están Micha y todos los demás?

Clava el tocino con un tenedor y se lo entrega.

—Salieron. Micha está muy emocionado porque su padre pagó para

reparar su coche, creo... que fue muy amable de su parte.

—Mierda. —No pretendía decirlo en voz alta y la Sra. Scott, me mira perpleja.

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—¿Estás bien? —pregunta, revolviendo los huevos alrededor de la sartén con una espátula.

Arranco una de las chaquetas de Micha de la percha cerca de la puerta trasera y salgo sin responderle. No hay ninguna manera en el infierno en la que podría estar emocionado por eso.

En el exterior, el aire está bajo cero y me envía a un frenesí de temblores. Mis botas crujen sobre la nieve cuando camino al garaje donde

está estacionado el Chevelle. El alguna vez destrozado lado, ahora es tan suave como la seda, repintado de un ahumado negro, con una franja de carreras rojo cereza bajando por el capó. Está en condiciones de competir,

pero sólo debido al padre de Micha.

—¿Puedes creer que jodidamente hizo esto? —La afilada voz de

Micha me sorprende y me doy la vuelta, casi cayéndome de culo cuando mis zapatos se deslizan en un trozo de hielo.

La mano de Micha sale para cogerme, pero se inclina hacia un lado,

perdiendo el equilibrio. Agarro el borde de su chaqueta y recupero mi punto de apoyo por ambos.

Aferrándose a mi hombro con una mano, Micha agarra la cerveza en

su mano como si fuera la cosa más importante del mundo.

—Mi padre piensa que puede compensarme.

—¿Qué quieres decir? —le pregunto, soltando su brazo y volviéndome hacia el coche.

Se pasea a mí alrededor y salta desde el suelo, golpeando algunos

carámbanos, recortándolos del techo del garaje.

—Le envió a mi madre algo de dinero después de que le ayudé con su pequeña cosa para arreglar mi auto como agradecimiento.

Estoy insegura de cómo abordar la situación.

—Bueno, supongo que fue un poco amable de su parte. Quiero decir,

por lo menos hizo algo bueno.

Sus ojos turquesa son tan fríos como el hielo bajo nuestros pies.

—Preferiría que me hubiese llamado, por lo menos entonces estaría

reconociendo mi existencia. Pero en lugar de eso le envía a mi madre una puta tarjeta. —Luchando, saca un pedazo de papel de su bolsillo y lo lanza

en mi dirección, pero hace sólo la mitad del camino entre nosotros y cae a la nieve.

Lo levanto, le limpio la nieve y abro la tarjeta. Por favor, usa este dinero para reparar el coche de Micha como lo hablamos por teléfono y dile

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que gracias por ayudarme. Fue una cosa muy amable lo que hizo, y mi familia y yo estamos muy agradecidos por ello.

—Su familia y él están agradecidos. —Patea el neumático con la punta de la bota y arroja la botella de cerveza contra la pared, que se hace

añicos por todo el cemento—. Es un maldito idiota. Como si yo no fuera su familia.

Dejo la tarjeta sobre el capó y abro mis brazos para darle un abrazo,

pero retrocede.

—Sólo necesito un momento, ¿de acuerdo? ¿Puedes ir adentro o algo así?

Está más perdido de lo que pensé. De cerca, las líneas rojas en sus brillantes ojos son visibles y sus mejillas están rojas. Su pelo está de

punta, como si hubiera pasado las manos por él varias veces. Hay una ira en sus ojos que sólo una excesiva cantidad de alcohol puede sacar a relucir.

—Está bien, estaré adentro si me necesitas. —Camino hacia la puerta, pero detengo mis pasos, notando que la camioneta de Ethan se ha

ido. Me vuelvo hacia Micha para preguntar a dónde se fue, pero está cerrando la puerta del garaje mientras saca otra cerveza del paquete que hay en la estantería, bloqueando al mundo mientras entierra su dolor en el

alcohol.

Pienso en confrontarlo—sobre su problema con la bebida y que me aleja— pero cuando llego al dormitorio, el agotamiento se apodera de mi

cuerpo y caigo sobre el colchón y preguntándome por qué he venido aquí en primer lugar.

***

La depresión y la ansiedad son el diablo. Cualquier cosa puede

desencadenarlos y voltear mi humor en un instante. Afortunadamente, Anna me enseñó a notar cuándo me estoy hundiendo en el agujero de la desesperación que puede convertirse en un pozo sin fondo. Me enseñó a

comprender cuándo están tomando el control y cómo luchar contra la oscuridad. Si trabajo en ello, puedo ponerme en contacto con la luz. Pero

se trata de empujar a través de mis pensamientos oscuros y no darme por vencida.

Unos treinta minutos más tarde, me abro paso hacia la luz y salgo

de la casa hecha una furia, caminando directamente hacia el garaje. La camioneta de Ethan está en el camino de entrada y hay huellas que

conducen al garaje.

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Empujo la puerta y paso al interior. Ethan y Micha están sentados en el capó, con sus botas apoyadas en el parachoques delantero y cervezas

en sus manos. Lila está en la esquina hablando por teléfono con su dedo presionado en la oreja en un intento de bloquear su charla.

Los ojos de Micha conectan con los míos y la crudeza de su rostro

casi me asusta.

—Hola, ¿dónde has estado? —Se tambalea fuera del capó y da

zancadas hacia mí con sus largas piernas.

Lleva una camisa térmica gris con un pequeño agujero en el dobladillo y los vaqueros negros están asegurados alrededor de sus

caderas con un cinturón de pedrería. Su cabello es un desastre, sus ojos están perdidos, y la sonrisa en su rostro significa que los problemas están

a punto de comenzar.

Su mano busca mi cintura, pero me alejo lentamente hacia atrás.

—Tenemos que hablar.

Ethan me mira con el pelo negro en sus ojos y su rostro lleva una advertencia.

—Ella, simplemente déjalo estar.

—No sabes lo que voy a decir—le digo—. Así que mantente al margen

de esto.

—Sí, pero tienes ese tono como si estuviera a punto de sacar a

colación algo personal y no puede lidiar con algo personal justo ahora. —Empuja las mangas de su camisa verde y se recuesta de nuevo en el capó con las manos detrás de la cabeza.

Micha parpadea confusamente hacia mí.

—Espera, ¿qué pasa?

Ethan me puso nerviosa, así que retrocedo y me dirijo a la nevera.

—No es nada. Ni siquiera puedo recordar lo que iba a decir.

Agarra mi codo y me da la vuelta hacia su pecho.

—Vamos a hacer algo muy, muy divertido.

Trato de zafarme.

—No quiero.

Su frente se arruga mientras se rasca la parte posterior de su cuello.

—¿Por qué estás actuando raro?

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—No lo hago.—Doblo mi brazo para librarme de su agarre—. Sólo que no me gusta que estés borracho.

—¿Por qué? He estado borracho un montón de veces.

—Lo sé, y ese es el problema.—Me muerdo la lengua—. Lo siento. No quise decir eso.

Sus ojos arden de rabia.

—Te emborrachas tanto como yo.

Sacudo la cabeza.

—Eso no es cierto.

—Es completamente cierto —espeta, y el volumen de su voz me hace

saltar—. Bebes tanto como yo, ya sea por diversión o porque estás tratando de enterrar algo. Es lo que todos hemos estado haciendo desde

que teníamos catorce años.

—Oye, no me metas en eso —afirma Ethan, bajando del capó—. Limpié mi mierda.

—No, no lo hiciste.—Micha tropieza con los cordones de sus botas y se estrella contra una de las estanterías, tirando las herramientas y piezas de automóviles al suelo. Los ojos de Lila sobresalen mientras cuelga el

teléfono—. Todavía bebes cuando te sientes bloqueado, todos lo hacemos.

Un momento de silencio se construye alrededor, nuestra respiración

sale en forma de niebla y caemos en la cuenta de que tiene razón. Todos empezamos a beber a los catorce años. Comenzó como curiosidad, pero al volvernos mayores, tanto más lo usamos como un escape de la realidad de

nuestras vidas.

—Bueno, he terminado —digo finalmente, levantando mis manos en rendición mientras retrocedo hacia la puerta.

—¡Ya he terminado contigo también! —grita, con la cara enrojecida—. Estoy harto de tus jodidos juegos mentales y de tus problemas. Estoy

harto de esto y quiero salir.

Mis manos se caen sin vida a mi lado.

—Quise decir que había terminado con la bebida, pero es bueno

saber dónde te encuentras.

—Ella, no quiso decir eso. No es más que un borracho, así que deja

de actuar como una loca y supéralo —interrumpe Ethan, sacudiendo la cabeza hacia Micha—. Será mejor que juntes tu mierda ahora mismo, hombre.

Micha mira a Ethan.

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—No te metas en esto. —Se vuelve hacia mí, pero ya estoy fuera de la puerta.

No me sigue cuando corro por la calle. El viento sopla mi cabello y pica en mis mejillas mientras trato de huir del dolor y la pena, pero la ansiedad muerde mis talones.

Micha nunca ha estado tan enojado conmigo. Nunca. Es como un cuchillo en el corazón y no sé cómo sacarlo. Me duele por todas partes.

Cuando llego a la esquina, me detengo y trato de recuperar el control de mis pensamientos. Saco el teléfono de mi bolsillo y marco el número de Anna.

Contesta después de cuatro timbres y un piano suena en el fondo.

—Hola.

—Hola, Anna, es Ella. —Me siento mal por llamarla cuando es obvio que está con su familia.

Después de unos segundos escucho una puerta cerrarse y el ruido

se silencia.

—¿Qué pasa?

Miro hacia el grafiti en la placa de la calle.

—Hice algo que me dijiste que no hiciera... confronté a Micha sobre su problema con la bebida.

—¿Y qué pasó?

—Dijo algunas… cosas.

Hace una pausa.

—¿Qué tipo de cosas? ¿Cosas hirientes?

—Un montón de cosas. Y sí, hieren.—Presiono mi mano contra mi corazón dolorido, encorvándome—. Realmente fuerte.

—¿Y el dolor, qué te da ganas de hacer? —pregunta mientras pasa un coche y salpica lodo desde la calle—. Ella, ¿dónde estás?

—Estoy de pie en la esquina de la calle y lo único que quiero hacer es correr —reconozco—. Me dan ganas de llorar... me dan ganas de gritar.

—Entonces grita—me anima—. Adelante. Deja salir todo.

—Pero estoy en la calle—Miro en la calle a una pareja de ancianos caminando por la acera—. Y hay gente alrededor.

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—¿Y qué?—dice—. No te preocupes por ellos. Simplemente suéltalo todo, deja ir la preocupación y el dolor. No los mantengas dentro, Ella.

Hemos hablamos de eso.

Sintiéndome como una idiota, abro la boca y dejó escapar un grito silencioso.

—Lo puedes hacer mejor que eso—insiste—. Realmente grita, Ella.

Respirando hondo, le doy todo lo que tengo, sacándolo todo, y se

hace eco por kilómetros.

***

Después de aclarar la congestión de mi pecho, camino por la carretera hacia Cherry Hill donde se encuentra el cementerio, pensando en

la gente que he perdido. Mi mamá y Grady, ambos fueron tomados de mi vida demasiado pronto.

Una crujiente capa de nieve cubre las lápidas y los árboles, la hierba

está enterrada, y carámbanos cuelgan de la valla. Caminando hacia el árbol sin hojas frente a la tumba de mi madre, mis zapatos se llenan de nieve y mi nariz se vuelve rosa. Me agacho y aparto un montón de nieve de

la cima de su tumba.

Leo en voz alta las palabras que son demasiado simples para

resumirla. —Maralynn Daniels, amorosa madre y esposa.—No había ninguna mención de su lucha o de cómo recibió una mano de mierda en la vida.

Mi pensamiento deriva de regreso a una conversación que tuvimos cuando tenía unos quince años. Estábamos viendo la televisión, a pesar de que estaba bastante aturdida y no prestaba atención.

—¿Por qué crees que soy así?—preguntó repentinamente con una mirada contemplativa en su rostro.

Bajé el volumen de la televisión.

—¿Qué quieres decir, mamá?

Se quedó mirando la pared, como si contuviese las respuestas a la

vida.

—¿Por qué no puedo escapar de los pensamientos oscuros, como

todos los demás? ¿Por qué no puedo pensar lo mismo que todo el mundo?

Me devanaba los sesos por una buena respuesta para darle.

—No creo que todo el mundo piense lo mismo, mamá. Todos son

diferentes.

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—Sí, pero ¿por qué algunas personas lo tienen más fácil?—Me miró y sus ojos verdes eran enormes, como si estuviera hipnotizada—. Ellos

simplemente caminan por la vida sin problemas.

Dejé escapar un lento suspiro, sabiendo que mis palabras iban a ser importantes para ella.

—Todo el mundo tiene sus problemas, mamá. Es sólo que algunas personas los tienen más difíciles.—Me acerqué a ella y el miedo en sus ojos

comenzó a disminuir—. Creo que la gente que pasa por más,a la larga, puede terminar más fuerte. Tienen un entendimiento que la mayoría de la gente no tiene y una mejor comprensión, pueden ser más abiertos de

mente.

Las comisuras de su boca se inclinaron hacia arriba y me dio una

extraña sonrisa.

—Eres una chica inteligente, Ella May, y creo que un día crecerás para hacer grandes cosas... Realmente espero que lo hagas.

Los nudos en mi estómago comenzaron a relajarse. Le había dicho lo correcto y estaba relajada y feliz, lo que había sido mi objetivo. Pensé que había hecho un impacto en ella, pero resultó que estaba equivocada.

—Lo siento, mamá —le susurro a su tumba—. Realmente lo siento... a veces siento que te debo mi felicidad.

El viento cruje a mí alrededor, susurrando a través de mi cabello. Me siento frente a la lápida y estoy con su tumba en silencio, prometiéndome que volveré y la visitaré a menudo, y prometiéndole que no será olvidada.

***

No veo a Micha por el resto de la noche. Duermo en la misma

habitación con Lila y luego escapo de la casa antes de que Micha despierte de su borrachera. Realmente no estoy enojada con él por beber. Lo que dijo

era verdad. Todos lo hacemos para esconder nuestro dolor y todos tenemos que parar. Pero sus duras palabras todavía me persiguen.

Lila y yo salimos a mi garaje y nos dirigimos al Firebird de mi padre,

así podemos ir a buscar algo de comer. Mi padre mantiene una llave de repuesto bajo la visera, pero el coche ha estado quieto durante tanto

tiempo que tarda una eternidad en arrancar. Finalmente consigo que el motor ruja a la vida y luego lo dejo correr por un rato mientras pisoteo a través de la nieve buscando una manera de entrar en la casa.

Lila me sigue, cerrando la cremallera de su abrigo, y luego se pone sus guantes.

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—Hace tanto frío aquí.

—Lo sé.—Miro hacia la helada ventana de la cocina, notando que no

está completamente cerrada—. Bueno, creo que he encontrado nuestro camino hacia dentro, a pesar de que va a ser igual de frío allí desde que la maldita ventana probablemente ha estado abierta durante meses.

Doy un paso hacia atrás de la ventana y mi teléfono hace bip desde dentro de mi bolsillo, alertándome que tengo un mensaje de texto.

Blake: ¿Qué estás haciendo?

Vacilo antes de enviarle el texto de vuelta.

Yo: Tratando de irrumpir en mi casa.

Blake: Suena divertido.

Yo: No realmente.

Blake: Solo estoy bromeando. ¿Así que, qué estás haciendo? ¿Algo divertido? Estaba pensando en abandonar a mi padre unos pocos días y regresar para el campus. ¿Cuándo vas a volver? Tal vez

podríamos quedar y tomar un café o alguna cosa.

—¿Quién es?—Lila mira por encima de mi hombro a la pantalla y

arruga la nariz—. Oh, Dios mío, ¿en serio está enviándote mensajes de texto?

Suspiro, asegurando el bloqueo de pantalla para que se apague.

—Le dije que podía.

Lila me señala con un movimiento de su dedo.

—El, te estoy advirtiendo ahora para que retrocedas de esta

supuesta amistad con este tipo. Vas a terminar en un lío.

—Solamente es una amistad.—Me alejo de la ventana y me dirijo

hacia el coche—. Y además, me animaste una vez de que podría conseguir un viaje de él.

—Y me arrepiento.—Me sigue por detrás, escurriéndose en el hielo

varias veces—. Lo vi hablando contigo en la gasolinera y no había nada más que lujuria en sus ojos... y ahora ni siquiera tiene una novia o nada para detenerlo.

Me agarra del brazo y me fuerza a mirarla.

—Aléjate de esto ahora mismo. Blake es caliente y tenéis por cumplir

esa cosa de arte. Puedes pensar que nada podría pasar, pero a veces las cosas simplemente lo hacen. Confía en mí.

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—¿Estás hablando por experiencia?—pregunto mientras mi teléfono haga bip con otro mensaje de texto.

Blake: No te asusté, ¿verdad? Mira, sé que tienes novio, por lo que no estoy proponiéndote una cita. Sólo tomarnos un café como dos

colegas de arte que aman el café.

—He tenido un montón de experiencias con esta mierda—continúa Lila, soltando mí brazo—. He tenido muchos chicos a los que pillo

accidentalmente en el momento y meto la pata. Y sé que un montón de chicas han hecho esto también. Eres afortunada, Ella. Realmente lo eres. Por favor, en nombre de todas las mujeres, solo líbrate de Blake y enfócate

en la hermosa relación que tienes frente a ti.

—Después de lo que ocurrió ayer, ¿aún piensas que es hermosa?—

pregunto sin convicción.

—Los dos peleando lo hace más hermoso.—Suspira y su respiración se convierte en vaho—. También sé que en este momento estás enfadada y

que lo último que quieres estar haciendo es enviando mensajes de texto a algún tipo que tiene un enamoramiento por ti. Puedes hacer algo estúpido.

—No estoy enfadada con Micha. Sólo molesta con... cosas.

—Es lo mismo.

Suspirando, le envío un mensaje de texto a Blake en respuesta.

Yo: Voy a estar aquí hasta el final de las vacaciones de invierno. Tal vez te veré cuando regrese.

No responde y Lila y yo entramos en el coche volando por nuestros

rostros. Realmente no importa si Blake me envía mensajes de vuelta o no. Era un buen amigo, porque eso fue. Mis pensamientos giran en torno a un

problema mucho más grande: cuando enfrente a Micha y diga que se acabó.

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Micha Algo mojado me golpea en el rostro y salto con mi puño elevado

frente a mí.

—Resuélvelo de una puta vez.—Ethan está sobre mí con una taza de

agua—. Es solo agua.

Me limpio la cara con la manga de mi camisa.

—¿Qué coño estás haciendo?

Pone la taza encima de mi cómoda.

—Bueno, has estado durmiendo por unas catorce horas y por eso

pensé en asegurarme de que aún estabas vivo.

Agarrando mi punzante cabeza, compruebo la hora en el reloj colocado en la pared junto a la ventana. Es temprano y la nieve revolotea

afuera.

—¿Qué pasó?—Cuelgo mis piernas a un lado de la cama,

preparándome para levantarme, pero un sabor amargo en la garganta me fuerza a estar en la cama.

—Bueno, te bebiste prácticamente todo el alcohol en la casa—dice

Ethan, cruzándose de brazos—. Y luego arruinaste tu relación con casi todos tus conocidos, además de mí, pero eso es porque me importa una mierda.

Me paso la mano por mi cabello y ruedo sobre mi costado.

—¿Qué sobre Ella?

—Eso es probablemente lo peor. —Busca el reloj despertador en mi mesita de noche, girando el botón de la parte posterior.

Me doy la vuelta.

—¿Por qué? ¿Qué he dicho?

Hace comillas en el aire.

—Estoy harto de tus jodidos juegos mentales y de tus problemas —dice.

Me cubro la cara con el brazo mientras sacudo la cabeza.

—Dios, mierda. Qué estaba pensando... ¡Dios, jodidamente mierda!—Le doy un puñetazo a la cabecera y luego hago un gesto de dolor cuando mis nudillos crujen.

Sostiene el reloj al lado de la lámpara.

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—Estabas borracho, que era la razón por la que comenzó la pelea. Ella no quiere que estés bebiendo tanto ahora, y tengo que estar de

acuerdo con ella. Sí, todos nosotros bebemos, pero parece que lo haces más como un mecanismo de supervivencia que el resto de nosotros. A decir verdad, lo has estado haciendo mucho últimamente.

Miro hacia él por la parte inferior de mi brazo.

—Tío, ¿qué demonios has estado leyendo? Suenas como un

psiquiatra.

Retrocede hacia la puerta con una sonrisa en su rosto.

—Cómo limpiar los errores de tu borracho mejor amigo. Ahora, saca

tu trasero fuera de la cama, para así poder arreglar las cosas con Ella antes de que huya de nuevo.

Pateo la manta fuera de mí y me balanceo por un lado mientras me pongo en pie.

—Salió corriendo... ¿Se ha ido?

—Cálmate.—Ethan rueda los ojos—. Después de que le gritaste, corrió hasta el final de la calle, pero volvió. Pasó la noche con Lila. Supongo que no tiene la llave de su propia casa, lo cual es extraño.

—No es extraño. —Señalo para que salga fuera mientras agarro un par de vaqueros limpios del cajón de la cómoda—. Su padre y su hermano

son unos idiotas.

Dándome un asentimiento para mostrar que está de acuerdo, sale de la habitación y cierra la puerta. Me duele el estómago y mi cabeza se siente

como si fuera a explotar, pero la mayor parte del dolor está en mi corazón.

Era el único en la vida de Ella que nunca había hecho nada para lastimarla intencionalmente, pero ahora no lo soy.

***

—No está contestando su teléfono—murmuro, caminando de un lado a otro por el suelo del salón. La alfombra es vieja y marrón, y tiene agujeros en ella, y las paredes son de ese repulsivo verde que se asemeja al

vómito—. ¿Qué si se ha escapado de nuevo?

—Tío, tranquilízate.—Ethan desmenuza un palito de queso y se

hunde en el sofá que tiene un brazo faltante—. Le envié un mensaje de texto a Lila y dice que solo salieron para conseguir algo que almorzar.

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Frotándome la frente me dejo caer en el sillón reclinable y pateo una botella de refresco vacía fuera del camino para poder poner mis pies en la

mesa.

—Dios, ¿por qué nuestra relación es siempre con altibajos?

Ethan levanta la cuerda de queso y rueda los ojos.

—Debido a que ambos tienen problemas, sin embargo no quieren hablar el uno con el otro acerca de ellos porque quieren evitarse el dolor el

uno al otro.

Robo un puñado de caramelos del plato que mi mamá puso en la mesa de café.

—De nuevo, ¿qué has estado leyendo? Porque estás de buena racha hoy.

Desmenuza la envoltura y lo lanza sobre la mesa.

—He estado justamente a vuestro alrededor siempre y tengo ojos. Además, mi mamá hace esa mierda todo el tiempo con mi papá. Le deja

hacer cualquier cosa sólo porque teme la confrontación.

—¿Es eso lo que hacemos?—Reflexiono sobre ello.

Sus ojos se abren con burla.

—Um, sí. Es lo que has estado haciendo desde que eran niños.—Se pone de pie, sacudiendo las migajas fuera de sus vaqueros—. Quizás si

fuerais completamente honestos el uno con el otro por una vez, estaríais bien. Tengo que irme. Mi mamá quiere que recoja un maldito jamón para cenar.—Deslizando sus llaves de su bolsillo, sale por la puerta de atrás—.

Es el día anterior a Navidad, por el amor de Dios. No sé cómo cree que voy a encontrar uno.

—Eres un hombre sabio, Ethan—digo en voz alta, sabiendo que voy

a molestarlo, y a mí mismo un poco, pero necesito decírselo—. Gracias por deletrearlo para mí.

—No te pongas todo raro conmigo porque dije lo que pienso.—Da un paso fuera y luego la puerta se cierra.

Navego por los canales, inquieto, hasta que la puerta trasera chirria

al abrirse. Mi madre y Thomas entran.

—Hola, hombre, ¿qué pasa?—Asiente él hacia mí mientras toma

asiento en el sofá. Tiene un par de pantalones de camuflaje puestos, botas de trabajo marrones y hay una mancha en su camisa blanca—. ¿Estás viendo el partido?

Lanzo el mano a la mesa de café.

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—¿Me veo como alguien que estuviera viendo el partido?

Mira el tatuaje en mi brazo, la perforación en mi labio y mi camisa

negra y vaqueros.

—Umm... no sé.

Me fuerzo a poner los ojos en blanco, me largo del sofá y me

encuentro con mi mamá en la cocina.

—Vale, entonces no lo entiendo.

Está descargando una bolsa de comestibles en el frigorífico y da un vistazo por encima de la puerta del frigorífico—. ¿No entiendes qué?

Hago señas con mi pulgar por encima del hombro al salón, donde

Thomas está navegando por los canales.

—Parece un idiota.

—Es realmente agradable, Micha.—Hurga en una bolsa de plástico en el mostrador y saca unas cuantas latas de calabaza—. Y me hace feliz.

Observo su camisa blanca con botones atada a la cintura y los

vaqueros con broches de diamantes.

—Está haciendo que te vistas raro.

—Así me estoy vistiendo más joven.—Levanta la barbilla con

confianza—. He perdido una gran parte de mi juventud, y si quiero divertirme ahora, entonces puedo.

—¿Por qué me tuviste?—Robo una bolsa de patatas fritas de su mano—. ¿Debido a papá?

Niega con la cabeza mientras la bolsa hace ¡pum! al abrirse.

—No, tú eres la mejor cosa que me ha ocurrido nunca. Perdí mi juventud debido a mis opciones, pero ahora me gustaría hacer la elección para algunas cosas y disfrutar un poco de la vida.

Echo un vistazo hacia atrás a Thomas, que está riéndose de algo en la televisión.—¿Con él?

Cierra el armario.

—Con él.

Agarro un puñado de patatas fritas, haciendo un desastre en el

suelo.

—Bien, si eso es lo que quieres, daré marcha atrás.—Hago tronar

mis nudillos—. Pero si te hace daño, le daré un puñetazo en la cara.

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Despeina la parte superior de mi cabeza con tolerancia como si aún fuera un niño y luego saca dos cervezas de la nevera y se dirige a la sala.

—Y si estas deseando hacer las paces con Ella, debes saber que justo la acabo de ver saltar dentro de la ventana de su casa.

Recojo las patatas fritas que cayeron al suelo.

—¿Cómo supiste que estábamos pelados?

Se ríe.

—Cariño, cuando ustedes dos pelean todo el mundo lo sabe.

No tengo ni idea de lo que quiere decir, pero me pongo mi chaqueta y camino afuera hacia el frío polar. La nieve se desplaza hacia abajo desde el

cielo y cubre el suelo mientras camino sobre la alambrada. El metal congela las palmas de mis manos mientras salto sobre él y golpeo la

puerta de atrás.

Después de dos golpes, Lila responde. Tiene unas botas de color rosa con piel en la parte superior, una capa, un sombrero y una bufanda.

—Sí.

—¿Frío?—bromeo, intentando aligerar el ambiente, pero todo lo que hace es fruncir el ceño—. Lo siento, no es el mejor momento para bromas,

¿no?

Se cruza de brazos, sus ojos azules muy hostiles.

—¿Sabes cuánto la animé a que te dejara entrar, que la amabas mucho y nunca le harías daño? Básicamente la has machacado y me pareces un mentiroso.

—Voy a hacerlo mejor—insisto, dando un paso hacia la puerta, esperando que se mueva y me deje pasar.

Permanece inmóvil aún, bloqueando la puerta.

—Antes de dejarte pasar, tienes que prometer que no beberás más cuándo estés molesto y no le harás más daño. Juro por Dios que si

continuas lastimándola te arrancaré el anillo del labio.

Pongo una mano sobre mi boca para proteger mis labios.

—Lo prometo, nunca más.

Se mueve de vuelta para dejarme entrar y cierra la puerta detrás de nosotros.

—Está arriba en su habitación.

Me dirijo a la escalera.

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—Sabes, Lila, eres bastante dura. No mucha gente se atrevería a amenazar con el anillo de mi labio.

—Bien, no soy como la mayoría de las personas—dice en voz alta—. Ella es mi mejor amiga y necesita protección. Algo que tú sueles hacer, solo que esta vez tú fuiste la causa de que la necesitara.

La dejo en la cocina y subo las escaleras. La casa está helada y el sonido de la música fluye en el aire: One Thing de Finger Eleven. La puerta

del baño donde su mamá murió está muy abierta y hay algo colorido en todo el azulejo.

—Ella—digo, caminando hacia la puerta—. ¿Estás aquí?

Sale de su habitación con un puñado de rotuladores y sus ojos se ensanchan cuando me ve.

—¿Cómo has podido llegar aquí?

—Lila me dejó entrar—explico, mi aliento empañándose delante de mí—. ¿No enciendes la calefacción?

Sacude la cabeza y me despacha, dirigiéndose al baño. Lleva puesta su chaqueta de cuero y sus guantes sin dedos. Cuando llega al baño, se

agacha y garabatea algo en el suelo.

Me acerco al escenario con cautela, sabiendo que tiene que significar algo muy importante.

—Niña bonita, ¿qué estás haciendo?

Dibuja una línea negra a lo largo de la baldosa.

—Estoy haciendo un santuario... Y no me llames niña bonita, por

favor.

Me pongo en cuclillas detrás de ella y contengo la respiración

mientras pongo mis manos en sus hombros. Ella no se encoje, pero se tensa bajo mi toque.

—No tienes idea de cómo lo siento.

Traza un círculo alrededor de una mujer con alas con un pastelito en su mano.

—No tienes que sentirlo. No estoy enfadada contigo.

Frunzo el ceño con perplejidad.

—¿Entonces, que es lo malo?

Sombrea los ojos del ángel y luego rellena la vela en el pastelito.

—Que tenía razón, sobre todo.

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Cepillo su cabello hacia un lado de su cara mientras ella escribe Te amo debajo de los pies del ángel.

—¿Razón sobre qué?

Escribe: Te amo, mamá, y feliz cumpleaños tardío. Hace clic en la

tapa trasera del rotulador, se levanta y se vuelve hacia mí.

—Que te hago daño.

Mis ojos se amplían y se cierran de golpe mientras se apretuja junto a mí y corre a su dormitorio. Eso no era lo que esperaba en absoluto.

La alcanzo cuando está justo por cerrar la puerta y apoyo mi mano

contra ella, empujándola para abrirla de nuevo.

—No me haces daño, Ella May. ¿Cómo pudiste pensar alguna vez eso?

—Lo pienso porque es verdad.—Lanza los rotuladores a su tocador—. De todas maneras mis problemas lo hacen.

Muerdo mi labio, está funcionando para mantener una voz firme.

—Sabes tan bien como yo que cuando las personas estamos ebrias decimos cosas hirientes que no queremos decir.

Traga duro.

—Pero a veces quieren decir eso.

—No quise decir eso. Te lo prometo. Dios, ojalá pudiera tener, como,

una repetición o algo, porque me golpearía a mí mismo por siquiera estar pensando esas palabras.

—Las repeticiones no existen.—Respira suavemente—. No creo que deba hacer esto más. Se suponía que debía mantenerme fuera de las relaciones hasta conseguir mi mierda junta, pero cada vez que estoy cerca

de ti, es imposible. Todo lo que haces es fijarte en mí y me siento como si me estuviera ahogando.

—No estoy seguro de lo que quieres decir—digo con cautela—. ¿Es algo bueno o algo malo?

Arroja un suspiro frustrado, colapsa sobre la cama y entierra el

rostro entre sus brazos.

—Podría ser algo bueno, si no estuviera tan echada a perder... Cuando estoy contigo, cada parte de mi es consumida por ti.

Subo a la cama con ella y coloco una mano gentilmente en su espalda.

—Sabes que es la cosa más honesta que me has dicho.

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Da un vistazo hacia mí a través de la cortina de cabello rojizo.

—Lo sé.

Acaricio su cabello para apartarlo de sus ojos.

—Ethan me sugirió una cosa extraña hoy. Que tal vez tú y yo necesitamos ser más honestos entre nosotros, en lugar de siempre estar

intentando proteger a los demás.

—Creo que fuiste bastante honesto en el garaje—responde con

frialdad—. Micha, si quieres marcharte, entonces hazlo ahora, porque si las cosas llegan más profundo, te juro que me va a matar la próxima vez.

—No tienes idea de lo importante que eres para mí.—Bajo de la cama

y extiendo mi mano hacia ella, sabiendo que es el momento de derramar nuestros corazones el uno al otro—. ¿Quieres venir conmigo a alguna

parte?

Mira mi mano extendida con sospecha.

—¿A dónde?

—Es un secreto.—Le guiño un ojo, actuando tranquilo, a pesar de que me aterra que no vaya conmigo, que pueda haber arruinado todo por lo que he trabajado tan duro con ella—. Pero te prometo que será bueno.

Pone su mano sobre la mía, confiando en mí, y puedo respirar de nuevo. Hago una promesa silenciosa de que nunca la lastimaré de nuevo.

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17 Traducido por Katita

Corregido por Cami G.

Ella —Está bien, así que a veces de verdad no te entiendo. —Mi mirada

explora el parque lleno de barras rotas y dobladas y sueños vacíos. Es el patio de recreo donde fuimos creciendo, pero había más tratos de drogas

aquí que niños jugando. El carrusel está torcido y al sube-y-baja le falta un asiento. Las cadenas del columpio están oxidadas y el tobogán está enterrado en la nieve.

Él tira de mí hacia el columpio con una gran sonrisa en el rostro. —No puedo creer que no lo recuerdes. —Saca los copos de nieve del asiento

y se sienta—. Es, como, uno de los mejores recuerdos de mi infancia.

Barro la nieve del columpio a su lado y me dejo caer en él, envolviendo mis dedos alrededor de las cadenas de frío metal. —¿Te

refieres a cuando hicimos el pacto? Me acuerdo de eso.

Corre hacia atrás y levanta los pies, elevándose hacia el cielo. —Sí, pero ¿recuerdas lo que hicimos antes de que el pacto fuera hecho?

Me giro hacia atrás y adelante mientras la nieve cae de la barra. —Jugamos a la verdad.

Frenando con sus zapatos, se detiene y se gira para mirarme. —Entonces lo recuerdas.

—Claro que me acuerdo. —Pongo los ojos en blanco y giro alrededor

de una vez con las piernas estiradas hacia fuera delante de mí—. Fue el día que me hiciste admitir que nunca había besado a nadie antes.

Su sonrisa se ensancha. —Y el día en que tomé tu primer beso.

Aprieto la mandíbula para evitar sonreír. —Solo porque era demasiado ingenua para ver que estabas jugando totalmente conmigo.

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—Tenía catorce años —dice—, no estaba jugando contigo. Sentía curiosidad de cómo sería besar a mi mejor amiga, porque todas las otras

chicas con las que lo había hecho no habían hecho mucho por mí.

Empujo su pie con el mío. —Eres un completo mentiroso.

Cruza su corazón con el dedo. —Estoy siendo totalmente sincero con

esto. Ethan seguía chillando que todas sus sesiones de besos eran impresionantes y no lo entendía. Cada vez que yo estaba con una chica, se

sentía como que debería haber más.

Contengo una risa. —¿Y mi beso cumplió con tus sueños salvajes?

—Oh, sí. —Sonríe con altanería—. No pude dejar de pensar en lo

suave que eran tus labios como durante días. —Sus ojos se oscurecen—. Pero lo que realmente pienso es que el combustible añadido para el

desarrollo de mi obsesión fue que un año y medio más tarde te vi caminando desnuda en tu habitación.

Le pincho en la espinilla con el pie. —No lo hiciste, mentiroso.

Sonríe con orgullo y mueve los dedos por las cadenas del columpio. —Oh, no, no lo soy. Estamos en una área de no-mentiras, ¿recuerdas?

Dejo que el columpio se balancee hacia adelante y hacia atrás. —

Bueno, ya que estamos diciendo la verdad, una vez tuve un sueño sucio sobre ti.

Con un débil resplandor de la farola, sus ojos brillan como la nieve. —¿Qué ocurrió exactamente en ese sueño sucio?

Empujo mis piernas, yendo aún más alto con el columpio y me

recuesto libremente. —Eso es un secreto que nunca diré.

—Entonces yo lo llamo una mierda —comienza él, uniéndose a mí en el cielo—. Vamos, niña bonita. Acabas de hacer mi noche. ¿Sabes cuánto

tiempo he pensado que se trataba de un flechazo de un solo lado?

Me río de mí misma mientras el calor se amonta en mis mejillas al

recordar el sueño. —Micha, es demasiado embarazoso.

Él coge la cadena de mi columpio y planta los pies en la nieve, sacudiéndonos abruptamente hasta detenernos. —Vamos, esto va a

volverme loco.

Nuestras caras están a solo centímetros de distancia y su aliento es

caliente contra mis mejillas.

Mirando hacia abajo, mi cabello cae al lado de mi cara. —Tuve un sueño sobre ti, sobre nosotros, teniendo sexo en el capó de tu Chevelle.

Cepilla mi cabello hacia atrás y la mirada en su cara me dice que

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estoy en un lío. —¿Estabas sobre tu espalda o inclinada sobre el capo?

Mis mejillas heladas empiezan a arder. —Yo estaba encima de ti en

el capó.

Se frota la mandíbula, dejando escapar una carcajada. —Así que vamos a hacerlo mientras estamos aquí.

Golpeo su brazo. —Se supone que debemos estar tomando las cosas con calma ... y después de lo que pasó en el…

Pone su mano sobre mi boca. —Es por eso que te traje aquí, para decirte la verdad. Es necesario que entiendas lo que siento por ti y me imagino que este es el lugar perfecto, ya que es donde todo comenzó

realmente.

—¿Quieres jugar otra vez a la verdad?

—Quiero jugar otra vez a la verdad.

Miramos hacia la tranquila calle. Hay algo acerca de los días de fiesta y las nevadas que encierra a todo el mundo en el barrio. Es

agradable, y era mi época favorita del año cuando era niña.

—¿Te hago miserable? —pregunto de repente.

Sacude la cabeza con rapidez. —Nunca. Ni una sola vez. Triste, sí.

Miserable, no. —Toma una respiración profunda—. ¿Tú y Blake han hecho algo?

Mi cabeza se sacude hacía él. —¿Esa es tu pregunta?

Se encoge de hombros. —Necesito saber.

—No. Ni una sola vez se me ocurrió siquiera pensar en ello —le

digo—. ¿Qué hay de ti? ¿Alguna vez hiciste algo en el camino?

Pone los ojos en blanco como si fuera la pregunta más ridícula que jamás haya escuchado. —Incluso cuando pensé que me engañaste y

quería volver a mis viejos hábitos, no pude llegar allí. —Hace una pausa—. A pesar de que Naomi trató de besarme.

Mi mandíbula se tensa mientras se escurre la ira a través de mí. —Lila estaba en lo cierto.

Él saca la capucha de su cabeza y mete las manos en las mangas. —

¿Sobre qué?

—Que Naomi tenía una cosa por ti.

—¿Era eso todo lo que te tenía de molesta en Los Ángeles?

Asiento con la cabeza. —Sí, ella escuchó a Naomi diciendo mierda sobre mí.

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—¿Por qué no dijiste nada? —pregunta.

—Porque confiaba en ti. —Me encojo de hombros—. Y no quería

causar problemas.

Traza mi labio con sufrío dedo y un escalofrío recorre mi cuerpo. —Quiero que seas más honesta conmigo. No quiero que tengas miedo de

decirme las cosas.

—Tú guardas cosas de mí —le recuerdo—, porque piensas que no

puedo manejarlo. Y tengo que aprender a manejar las cosas, de lo contrario explotaré.

Mueve su mano de nuevo a la cadena. —¿Al igual que tus ataques de

pánico?

Me trago el nudo en la garganta. —Sí, como eso... y debes tener en

cuenta que si realmente quieres hacerle frente a esa mierda para el resto de tu vida, puede que sea capaz de tenerla bajo control, pero a veces simplemente se sale de mis manos.

—¿Para el resto de mi vida? —Suaviza su voz—. ¿Es lo que quieres, Ella May? ¿Nos quieres eternamente, infinitamente, para siempre, hasta que la muerte nos separe?

Mi pecho se presiona con el peso de sus palabras, así que hago una broma. —¿Has estado leyendo el diccionario de sinónimos de nuevo?

—No hay bromas. —Se sube la manga de su chaqueta y revela las líneas negras del tatuaje infinito—. No te estoy pidiendo que te cases conmigo, pero quiero saber si nos ves juntos para siempre, porque te

aseguro como el infierno que yo lo hago.

Mi interior tiembla con la honestidad en sus ojos aguamarina. —Pero estoy rota.

Su mirada nunca duda hacia mí. —Sé en lo que me estoy metiendo, y lo quiero más que a nada, pero la pregunta es: ¿me quieres tú?

Mi corazón brinca a ratos dentro de mi pecho mientras dejo que el escudo a su alrededor se evapore en polvo y lo escucho completamente por una vez, empujando lejos la preocupación. —Sí.

Se siente como si el cielo se hubiese abierto y el sol se ha librado de las nubes. Micha deja escapar un suspiro gradual mientras mira fijamente

hacia la carretera. —Joder, he estado esperando para que dijeras esto por siempre.

Me inclino para besarlo, pero él se retira, y en su lugar levanta la

mano. —Ahora tenemos que hacer el pacto de nuevo.

—No voy a escupirme en la mano —le digo con disgusto—, y luego

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permitir que mezcles tu saliva con ella.

—¿Por qué? Lo has hecho antes. —Escupe en su mano—. Además,

hemos hecho cosas más sucias que esto.

Sé que una vez que lo haga, estaré haciendo un compromiso. —Tenemos tantos problemas.

—Voy a darle un descanso a la bebida si eso es lo que necesitas. Diablos, me cortaría el maldito brazo si solo me dejarás estar contigo —

dice—. Pero, Ella, podemos esperar, desperdiciando años, con la esperanza de que vamos a llegar a la perfección en nuestras vidas. Pero no existe. Siempre tendremos problemas, pero siempre y cuando trabajemos a través

de ellos juntos, creo que vamos a estar bien.

—Hay muchos problemas. —Me quito el guante y escupo en mi

mano temblorosa—. Pero si esto es lo que quieres, entonces estoy dentro. Y tengo que decir que cortar tu brazo sería un gesto desagradable.

—Bien, si realmente quieres que lo haga, mantendré mi brazo —

bromea, a continuación, titubea, y aleja su mano—. ¿Es esto lo que de verdad quieres? Porque todo lo que quiero es que seas feliz.

Busco en mi cerebro por la verdad. —Lo quiero más que nada, con

tal de que me prometas una cosa.

—¿Y qué es eso?

—Que si en algún momento llega a ser demasiado para ti, me dejarás, te alejarás, tú..

—Eso nunca va a pasar —me asegura—. Tienes que darme un poco

de crédito. Me dejaste, rompiste mi corazón, y luego volví a actuar como un robot, y ¿sabes qué? Logramos salir de eso. Tú y yo, bueno o malo, vamos de la mano.

Las lágrimas amenazan con derramarse y mi corazón casi se detiene. Para cualquier otra persona, podría sonar como una línea, pero sé que es

la verdad. Levanto la mano con la palma frente a él. —Necesito la promesa, para que pueda tener paz en mi mente.

—Está bien —dice tolerantemente—. Te prometo que si las cosas se

ponen muy mal, me alejaré.

Dejo escapar un suspiro de alivio. —Entonces, estoy dentro.

Son las mismas palabras que dije durante nuestro último pacto cuando nos comprometimos a huir juntos, tener una buena casa, un buen empleo y tener una vida feliz.

—Yo también. —Escupe en su mano otra vez—. Tengo que asegurarme de que esté bien mojada y viscosa para ti.

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Suelto una risa, presionando mi palma contra la suya, y juro que la tierra se detiene, porque este momento es el principio de un para siempre.

—Ahora tenemos que besarnos —dice Micha, inclinándose—. Es una tradición.

Me encuentro con él a la mitad de camino y presiono mis labios

contra los suyos. Sus manos acunan mi mejilla y él intensifica al instante el beso, acariciando su lengua con la mía. Nuestras respiraciones chocan y

pululan a nuestro alrededor mientras las cadenas de los columpios tintinean junto a nuestros movimientos.

Apartándose un poco, me agarra por la cintura y me ayuda con sus

rodillas, así que estoy frente a él con las piernas metidas a través del espacio a cada lado de él.

—No nos arrojes al suelo —pido, poniéndome mi guante antes de enrollar mis manos alrededor de las cadenas—. La última vez casi me rompo el brazo.

Una mirada retorcida enmascara su rostro mientras recoge sus pies y nos eleva hacia el cielo. Hace frío como el infierno y hay perros ladrando en el fondo mientras alguien empieza a gritar, pero todavía puedo

sentirlo… la ligereza que viene con dejar que alguien te ame completamente.

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18 Traducido por Fiioreee

Corregido por Juli

Micha Temprano a la mañana siguiente, Caroline llamó a Ella para

preguntarle si le importaría hacer las compras para la cena de Navidad. Ella estuvo de acuerdo y Caroline le dio una lista de cosas. Yo estaba un

poco molesto, ya que Ella solía tener que hacerse cargo de esta mierda todo el tiempo mientras crecíamos. Dean le debería haber ofrecido un respiro. Así que después de que limpiamos todo el alcohol de la casa en

preparación para la llegada del padre de Ella, nos fuimos a la tienda de comestibles.

—Tengo una confesión —anuncio al caminar por el pasillo de alimentos congelados. La tienda está llena de gente y tomó más ya que es el día de Navidad y todo el mundo en la maldita ciudad se ha apresurado a

comprar cosas de última hora.

—No estoy segura de que quiero oír tu confesión —responde con una sonrisa mientras escanea la lista. Lleva un par de vaqueros ajustados que

se abrazan a sus caderas, y cada vez que se agacha para agarrar algo de la plataforma inferior, tengo una buena vista de su culo—. Las cosas han ido

tan bien.

—Pero es algo importante y me ha estado molestando desde nuestro juego de la verdad de ayer, ya que se debería haber dicho.—Hago una

pausa—. Quiero que sepas que he hablado con el productor musical en San Diego.

Sus ojos se levantan lentamente del papel. —¿Cuando sucedió esto?

—Sucedió, como, un par de días atrás. —Muevo poco a poco el carro fuera del camino mientras una anciana casi se estrella con mi espalda.

Tengo la capucha puesta en la cabeza y me mira como si fuera a robarle,

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así que la encandilo con una sonrisa, antes de volver mi atención a Ella—. Y no es realmente un gran problema. Un tipo se me acercó y me entregó su

tarjeta cuando tocaba en The Hook Up. Ni siquiera reconozco su nombre ni nada, aunque le he buscado en Google y trabaja para un pequeño estudio.

—¿Lo llamaste? —Abre la puerta de un congelador para conseguir

una bolsa de guisantes congelados.

Asiento, tomando la bolsa de su mano y lo arrojo a la cesta. —Sí,

quiere que vaya a una reunión, como, en un par de semanas.

Se envuelve la chaqueta de cuero a su alrededor con una mirada de asombro en su rostro. —¿Y qué pasa si funciona para ti? ¿Entonces te

mudas a California?

—Tal vez... no lo sé —miento con vacilación—. No he dejado de

pensar en los “y si”.

Ella añade otra bolsa de guisantes congelados al carro y comienza a caminar por el pasillo. —Pero, ¿y si pasa algo? Porque podría. Eres

increíble, después de todo.

—Bueno, si algo sucede... —Me aclaro la garganta, sintiéndome como un total idiota sobre el hecho de que estoy nervioso—. Estaba

pensando que tal vez podrías vivir allí conmigo. Tienen un par de colegios cercanos a los que podrías transferirte, así que no tienes que renunciar a

eso.

Sus ojos se abren tal como esperaba. —Y estaríamos, ¿qué? ¿Viviendo juntos?

—Bueno, no pensé en mudarnos allí y vivir por separado.

—Vivir juntos —repite—. ¿Cómo, contigo?

—Cálmate, ¿de acuerdo? No tienes que responder ahora. —Lanzo

una bolsa de patatas en el carro y le empujo hacia adelante—. Sólo piensa en ello.

Tacha un elemento de la lista con el lápiz. —Está bien... Voy a pensar en ello.

Opto por poner fin a la conversación ahí, justo en una buena nota,

porque me mantendrá de buen humor todo el día.

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Ella Desempaco las compras y leo por encima las muchas cuentas

atrasadas que se acumulan en el buzón. Una en particular es un aviso de que la casa está a punto de entrar en ejecución hipotecaria. Mi pecho se

aprieta mientras lo leo y el papel se sacude en mi mano temblorosa.

—¿Qué está mal? —pregunta Micha, que venía detrás de mí.

—No es nada. —Meto la carta en el sobre y la dejo sobre la mesa de

la cocina—. Sólo facturas que no tengo ni idea de qué hacer con ellas.

Me dirijo a tomar una ducha. He estado congelada desde que

llegamos y el agua caliente suena muy bien en este momento. Además, necesito un minuto a solas para reflexionar sobre su declaración de que quiere que vivamos juntos. Vivir juntos. Mi mente apenas puede captar la

idea.

Micha se arrastra detrás de mí hacia la escalera. —Deberías dejarme

entrar contigo —dice con una sonrisa cautivadora en sus labios—. Podría ser por mi cumpleaños.

—Tu cumpleaños no es hasta mañana —le recuerdo, parada en la

parte inferior de las escaleras—. Y además, tengo que tomar una ducha rápida y preparar la cena. —Echo un vistazo a mi reloj—. Todo el mundo

va a estar aquí como en cuatro o cinco horas.

Aprieta la mano sobre su corazón con la mirada más atractiva en su rostro. —Voy a ser rápido. Lo juro.

—¿Qué es exactamente lo que crees que va a pasar durante esta ducha? —le pregunto mientras sus dedos se mueven a mis caderas, justo por debajo del borde de mi camisa y me guía hacia sí—. Porque planeo

quedar limpios.

Sacude la cabeza lentamente con el fuego ardiendo en sus ojos. —De

ninguna manera. Las duchas están hechas para cosas sucias. —Me apoya en el pasamanos y la pared, enredando sus dedos en mi pelo con fuerza y bajando su voz a un susurro ronco—. Piensa en la última vez que nos

duchamos juntos. Cuán bueno se sintió. —Su mano se acerca por entre mis muslos, sin detenerse hasta llegar a la cima. Incluso a través de la tela

de los vaqueros, el calor devora mi piel.

Algo entre un gemido y un quejido escapa de la parte posterior de mi garganta y lo toma como un sí, chocando sus labios contra los míos.

Chupo su lengua profundamente en mi boca mientras desabrocho la parte delantera de su camisa y la arranco.

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—No tengo ropa limpia —murmuro contra sus labios mientras nos dirige hacia el baño de abajo.

—Ya se nos ocurrirá algo. —Pateando la puerta, tropezamos y la cierra antes de regresar sus labios a los míos. Arrastrando suaves besos por mi mandíbula, desabrocha el botón de mis vaqueros y los desliza

afuera, luego tira de mi camisa y sacude mi pelo.

El deseo en sus ojos casi me derrite y mi cuerpo lo anhela dentro de

mí. Rápidamente desabrocho el sujetador, luego me apodero de la cintura de sus pantalones y lo arrastro hacia mí. Cuando mis pezones rozan su piel al instante se animan y sus ojos se cierran mientras sus labios

encuentran los míos. El deseo se derrama a través de mí, mientras sus manos se deslizan alrededor de mi espalda, dejándome caliente mientras

envuelve nuestros cuerpos.

Yendo hacia la bañera, me las arreglo para abrir el agua y el vapor envuelve lentamente la habitación. Mi piel se humedece y mis muslos

hormiguean por ser tocados. Empiezo a quitarle los pantalones y me ayuda con entusiasmo. Una vez que el resto de nuestra ropa está fuera, nos subimos a la ducha y corre la cortina hasta cerrarla. No puedo evitar

sonreír ante los recuerdos que surgen.

El agua gotea de su cabello rubio, goteando a través de sus labios,

descendiendo por su pecho. Su mano baja por mi costado y a lo largo de mi estómago, pero antes de que pueda resbalar sus dedos dentro de mí, salto y enlazo mis piernas alrededor de su cintura, sorprendiéndolo.

—Te quiero dentro de mí —digo en voz baja, dejando mis reservas irse—. Ahora.

Sus parpados se abren y sus pestañas se baten contra las

salpicaduras de la ducha. Mi confesión nos perturba a ambos y sin más vacilación, apoya una mano en la pared y se empuja dentro de mí.

Mi aliento sale entrecortado y mis piernas se aprietan alrededor de sus caderas mientras empuja más profundo en mí. Apenas puedo respirar… apenas pienso. Se siente tan bien. Cuando golpea el punto

correcto, gimo y aprieto mis dedos en sus omóplatos.

—Micha, te amo —murmuro entre respiraciones y me doy cuenta de

que esto es lo que quiero. Por siempre.

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Micha La sorpresa me invade cuando dice que me quiere dentro de ella.

Nunca ha sido tan sincera sobre lo que quiere y eso me excita tanto que mi polla realmente duele.

Una vez que estoy dentro de ella, se siente tan malditamente bien, y probablemente no vaya a durar mucho tiempo. El agua corre por nuestro cuerpo y hace que todo sea resbaladizo, lo cual es una ventaja añadida. Me

apoyo contra la pared con una mano para evitar que nos caigamos, me balanceo en ella una y otra vez, llevándola al borde. Cuando echa la

cabeza hacia atrás, la corriente de la ducha fluye a lo largo de sus tetas y no puedo evitarlo. Quiero probarlas.

Bajo mi boca a uno de sus pechos y chupo el agua mientras rastreo

su pezón con la lengua hasta que gime. Sus dedos se anudan en mi pelo y guía mi boca más cerca, en busca de más. Y le doy más. Duro. Hasta que

grita mi nombre. Su cabello está empapado y el agua gotea de sus pestañas cuando inclina la cabeza contra la pared y sus ojos verdes se ponen vidriosos. Momentos después me uno a ella, respirando

ruidosamente mientras lucho para mantenernos de pie.

Una vez que los dos hemos recuperado el aliento, me deslizo fuera de ella, cierro el grifo del agua y salgo. Envuelve una toalla a su alrededor y

otra una alrededor de mi cintura. Me siento tan vivo en estos momentos que no hay palabras.

Ella se muerde el labio mientras se inclina contra la pared. —¿Por qué sonríes?

Me encojo de hombros, rodando mi lengua para evitar que la sonrisa

sea cada vez más grande. —No sabía que lo estaba haciendo.

Me da un beso en la mejilla. —Tienes esta gran sonrisa en tu cara,

así que dime lo que estás pensando.

—¿De verdad quieres saber? —pongo en duda—. Porque es intenso.

Asiente y el pelo mojado gotea agua sobre sus hombros. —Quiero la

verdad.

Beso sus labios ligeramente y le susurro al oído—: Estaba pensando en cómo podríamos hacer esto todos los días cuando tengamos nuestra

propia casa.

Su respiración entrecortada golpea mi mejilla y me preocupa que

vaya a enloquecer. —Creo que deberíamos empezar a intentarlo con algunos lugares diferentes además de la ducha.

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Mi sonrisa se agranda mientras me inclino hacia atrás y busco sus ojos. —Podría tirarte en nuestra mesa. O mejor aún, podría doblarte sobre

la barandilla.

—No nos imagino teniendo una barandilla —responde, pensativa—. Creo que sólo quería un pequeño apartamento. Es más fácil de mantener

limpio.

—Estás haciendo que me entusiasme, Ella May —proclamo.

—Me alegro. Quiero que estés emocionado. —Se muerde el labio—. Tengo miedo, sin embargo. Quiero decir, que esto es enorme, ya sabes.

Me alegro de que lo admita. —Yo también, pero entonces pienso en

la forma en que vamos a tener la regla “sin ropa interior en la casa” y soy feliz de nuevo.

Rueda los ojos y se pasa los dedos por el pelo. —Si no te mudas a California, entonces, ¿qué vas a hacer?

—Vamos a conseguir nuestra propia casa sin importar el lugar

donde vivamos —le digo, y la beso en la frente—. Puedes pensar que es rápido, pero tienes que recordar que, técnicamente, tú y yo hemos estado viviendo juntos desde que éramos niños. Quiero decir, que apenas nos

alejamos del lado del otro desde que teníamos seis. —Hago una pausa mientras las lágrimas llenan bruscamente sus ojos—. Cariño, ¿qué ocurre?

Se limpia las lágrimas con el dorso de su mano. —No es nada. Realmente quiero que funcione.

Abrazándola contra mí, descanso mi barbilla en la cima de su cabeza

y froto suavemente su espalda. —Lo hará, ¿y quieres saber por qué? —pregunto, y asiente—. Porque la mayoría de la gente hace esto a ciegas. No conocen el lado malo de la persona con la que están. Pero nosotros

sabemos los defectos y grietas del otro, sabemos en qué nos estamos metiendo, y eso nos hace más fuertes.

—Te amo mucho. —Aprieta sus brazos a mí alrededor.

—Yo también te amo —le respondo, dejando besos por su cuello—. Más que a nada.

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19 Traducido por Mar Winston & Vanessa VR

Corregido por Tsuki

Ella Estoy orgullosa de mí misma por haberle dicho la verdad a Micha y

por no preocuparme demasiado durante el viaje, al menos por ahora. Para cuando estuve vestida y saliendo de mi habitación, me siento algo feliz.

Pero cuando entro en la cocina, sin embargo, todos mis buenos sentimientos desaparecen.

Caroline está al lado del horno, con su cabello negro sobre su rostro,

revolviendo una sartén con un delantal atado alrededor de su cintura. Micha está al otro lado, en el microondas, esperando a que la mantequilla

se caliente, usando un par de vaqueros que cuelgan sueltos de sus caderas y su cabello rubio aún húmedo de la ducha. Dean está en la mesa, en pantalones y camisa, y está desvainando los granos de maíz de la mazorca.

—Los trajimos con nosotros —explica él cuando me ve observando el maíz—, Caroline los quería.

—Oh. Está bien. —Me giro hacia Caroline—. ¿Qué falta por cocinar?

Ella me aleja de allí con su mano libre. —Tú no vas a cocinar nada.

Tomo una cuchara de la mesa. —Siempre cocinas la cena de

navidad.

—La cual es la razón por la que siempre apestó —remarca Dean con un susurro mientras tira la cascara en la basura.

—Hice lo mejor que pude —digo—, y no era como si yo quisiera hacerlo. Nadie más lo haría. Y la mitad de las veces nadie la comía.

Caroline baja la temperatura del horno. —No vas a cocinar este año. No es correcto que hayas pasado toda tu vida cuidando de todos los demás.

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Le echo un vistazo a Micha por encima de mi hombro. —¿Qué le has estado diciendo?

El microondas suena y él abre la puerta. —No le dije nada.

Perpleja, miro a mi hermano. —¿Tú dijis…?

Girando sus ojos, lanza el maíz en una gran olla de barro. —Mira, lo

único que hice fue mencionar que cocinabas para nosotros casi todos los días mientras crecíamos.

Caroline sonríe mientras cubre la sartén con una tapa. —Él ha estado viendo a alguien sobre sus problemas de ira.

Mis ojos se mueven rápido de vuelta a Dean, esperando que la

interrumpa, pero simplemente se encoge de hombros y tira más maíz de una mazorca que necesita ser desvainada.

—Nosotros cocinaremos la cena. —Caroline señala a Dean para que diga algo.

Él deja escapar un suspiro de frustración. —Deberías salir y hacer

algo divertido. Ser una niña después de todo, o lo que sea. Tendremos todo listo para cuando papá regrese.

—¿Cómo llegará él hasta aquí? —pregunto, dejando la cuchara en la

mesa—. Ni siquiera tiene un auto.

—Su consejero lo traerá —explica Caroline, encendiendo la

batidora—, creo que vive como a una hora de aquí.

Ella comienza a tararear mientras mezcla una cosa naranja en un cuenco. Dean se concentra en el maíz y yo me quedo allí insegura de lo

qué debo hacer conmigo misma. Finalmente, le echo un vistazo a Micha en busca de ayuda.

—Podemos ir a Back Road y hacer unos giros —sugiere, colocando la

mantequilla sobre la mesa.

—Tu auto no está hecho para hacer giros —digo mientras camina en

mi dirección—, por eso la última vez quedamos atascados.

—Tengo cadenas que podemos usar en caso de quedarnos atascados. —Roba un malvavisco de un paquete abierto que había a un

lado de la cuchara—. Además, necesito algunas abolladuras en ese auto corrompido para hacerlo completo de nuevo. —Me lanza un malvavisco y

abro la boca para atraparlo, pero rebota en mi frente.

—Pero amo tu auto. —Tomo el malvavisco y lo lanzo al cubo de basura—. No quiero verlo arruinado.

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—Ahora lo odio —anuncia—. Mi padre lo ha corrompido oficialmente.

—Si quieres arruinarlo —interrumpe Dean—, hay un martillo de trineo en el garaje.

—No importa —responde Micha en un tono cortante mientras toma

el paquete de malvaviscos y me arrastra hacia la puerta. A Micha nunca le cayó muy bien Dean—. Tengo otra idea.

—¿Cuál es tu gran idea? —digo sin aliento, mientras nos dirige hacia el garaje y la nieve llena mis zapatos—, ¿correr contra una pared, hasta que el motor explote?

Él deja salir su risa de súper villano mientras abre la puerta del garaje. —Vamos a dar unos giros al estilo peligroso.

Sacudo la cabeza con rapidez. —Ni lo pienses. La última vez casi obtengo una contusión cuando embestimos contra el banco de nieve.

—Bueno, será mejor que te hagas hombre —abre la puerta del

acompañante para mí—, porque se va a poner intenso.

Agacho la cabeza dentro del auto y me dejo caer en el asiento. —No me hago hombre. Soy una pequeña y delicada niña.

Él suelta una aguda risa nasal. —Si tú lo dices.

Golpea la puerta y rodea el auto. Su mirada descansa fugazmente en

el pack de cervezas situado en el hueco entre la caja de herramientas y el aceite. Cuando me descubre observándolo, me sonríe y se mete en el auto, abriendo la puerta del garaje desde el interruptor enganchado en el espejo

retrovisor. Dándole a fondo, despega por el camino, patinando de izquierda a derecha y sacudiéndonos cuando tomamos la helada carretera.

—¿Puedes hacerme un favor? —pregunto mientras manipula el

volante.

—Haré lo que tú quieras —responde enderezando el auto.

—¿Puedes intentar no matarnos? —digo, subiendo el calefactor—. Ahora que tenemos un futuro planeado, como que quiero tener uno.

****

Ethan y Lila nos siguen hasta Back Road en el camión de Ethan. El cielo está nublado pero silencioso con la nieve cayendo sobre el suelo. Casi a mitad de camino del viejo lugar de carreras, Micha debe colocar las

cadenas en los neumáticos. Verlo agacharse y colocarlas es muy

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entretenido porque sus vaqueros se bajan continuamente por sus caderas. Cuando me atrapa observándolo, me guiña un ojo y sacude las cejas

sugestivamente. Me giro en mi asiento y sonrío para mí.

Cuando llegamos al final del camino, Micha desciende y quita las cadenas para que podamos “dar unos giros al estilo peligroso”, como dijo.

Ethan estaciona la camioneta cerca de un banco de nieve, y Lila y él suben al auto con nosotros. El área frente a nosotros es abierta y está cubierta de

nieve. Carámbanos cuelgan de las ramas de los árboles que nos rodean y del techo de The Hitch, un edificio de ladrillos deteriorado que una vez fue un restaurante y ahora se ha derrumbado.

Con las manos en el volante y los ojos clavados hacia delante, Micha acelera y una nube de humo sale del tubo de escape. Las ruedas giran y

me cubro los ojos con las manos.

—¿Qué anda mal? —pregunta con diversión—. ¿Dónde está mi chica peligrosa ésta noche?

—Lo está pasando mal, con el hecho de que vas a destruir el auto.—Echo un vistazo entre mis dedos—. Es simplemente demasiado trágico.

—No voy a destruirlo. —Él toma su iPod y me lo alcanza—. ¿Quieres

hacer los honores?

Lo tomo y busco a través de la selección eligiendo finalmente “Face

to the Floor” por Chevelle.

Micha sonríe. —Excelente elección.

Mi mano se lanza instantáneamente al lado del asiento y levanto mi

pie sobre el tablero mientras me agacho.

—¿El, qué estás haciendo? —Lila me mira alrededor del asiento—.¿Y qué diablos es esa música?

—Es Chevelle —responde Ethan como si ella tuviera que saberlo.

Ella levanta sus cejas mientras vuelve a hundirse en su asiento. —

De acuerdo…

—Sólo ponte el cinturón —le instruyo mientras Micha ríe, reviviendo el motor.

Lila obedece colocándolo rápidamente, y Ethan se inclina hacia adelante, descansando los brazos sobre la consola. —No golpees el maldito

banco de nieve como la última vez. No quiero una contusión de nuevo.

Ethan y yo intercambiamos miradas porque la contusión nos involucró a él y a mí golpeándonos las cabezas después del impacto.

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—Lo tengo —nos asegura Micha con confianza, colocando el cambio en primera—, al menos eso creo… si alguien quiere salirse, ahora es el

momento.

Lila es el objeto de esa suposición.

—Oigan, no soy una cobarde. —Se coloca la mano sobre su corazón

ofendida—. Y me quedo.

Micha pisa el acelerador y los neumáticos giran. Embestimos hacia

adelante, ganando velocidad lentamente y desviándonos sobre todo el lugar mientras el auto lucha con la profunda nieve. El hielo se agita alrededor del auto mientras Micha sube un cambio más y acelera,

dirigiéndose al final del camino que está bloqueado por una gran montaña de nieve. Cerrando los ojos, lo espero, porque sé lo que viene. Sucede todo

el tiempo.

—Todo el mundo sosténgase —nos instruye Micha antes de que tiré del freno de mano.

El auto gira fuera de control, como una atracción del parque de diversiones. Con los ojos cerrados siento como si estuviera volando. Quiero llevar las manos hacia adelante y disfrutar de la libertad. Momentos

después, el auto choca contra un banco de nieve y el abrupto impacto me envía volando de verdad. Aterrizo sobre Micha, golpeando mi cabeza con la

suya mientras el auto se detiene abruptamente.

—Oh, hijo de perra —gime Ethan—. Mierda. Lila, ¿estás bien?

—Estoy bien —le asegura con terror en la voz—, ¿pero por qué nadie

me lo advirtió?

Abro los ojos y miro en los azules como el agua de Micha. —Hola.

—¿Estás bien? —Toca delicadamente mi cabeza con la punta de sus

dedos—. Nos golpeamos la cabeza muy fuerte.

Presiono la palma de mi mano contra mi cabeza. —Creo que lo

hiciste a propósito, así yo terminaba sobre tu regazo.

—Tal vez un poco. —Se inclina y me besa apasionadamente, tirando de mi labio inferior antes de alejarse, dejando mi cuerpo sofocado de

calor—. En realidad estaba apuntando a una agradable deslizada, pero me ahogué al último segundo y no apreté el freno lo suficientemente rápido.

Comienzo a enderezarme pero él me empuja hacia abajo, colocando una mano en mi pecho. —Creo que deberías quedarte ahí por un momento. Es un buen lugar para ti.

Mi cabeza descansa en su regazo y puedo sentir el bulto a través de sus pantalones. —¿En serio? Hasta en ésta situación.

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Sus ojos brillan de placer. —Pero, tu rostro está a centímetros de él.

—Es mejor que ustedes dos terminen eso —nos advierte

bruscamente Ethan desde el asiento trasero—, se está volviendo seriamente molesto y no tengo el estómago para ello ahora.

Micha me besa de nuevo, soltando un jadeo exagerado para molestar

aún más a Ethan. La puerta del auto se golpea mientras Ethan salé y Micha me ayuda a sentarme.

—Estaré de vuelta en un segundo —dice—, voy a sacar la correa de remolque de la camioneta.

En cuanto está fuera del auto, Lila se lanza sobre la consola y se

siente en el asiento del acompañante. —Entonces, déjame entender esto. ¿Él atascó su auto solo para poder remolcarlo después?

Vacilo, subiendo la calefacción al tope. —Él atascó su auto para probarle algo a su padre por arreglar su auto.

—Pero su padre no está aquí.

—Sí, es más para él mismo.

Ella no lo entiende, y tampoco intento explicárselo. Si esto hace sentir mejor a Micha, entonces estoy feliz. Es lo que se merece.

***

Una hora más tarde, el auto está liberado. Micha tenía las ruedas enterradas profundamente y al final tuvo que sacar las palas de nieve

que Ethan tenía en la parte trasera de su camioneta.

No es la única vez que hemos estado atrapados aquí y aprendimos la lección la primera ocasión en la que nos quedamos varados de siempre

estar preparados con una pala de nieve, correa de remolque y cadenas. De lo contrario, es un largo camino a casa en un clima bajo cero.

Después de que el coche está de nuevo en la parte menos profunda de la nieve, Micha saca la correa de remolque y la enrolla alrededor de su mano mientras orgullosamente mira los arañazos y abolladuras en el

parachoques delantero.

—Voy a viajar a casa con Ethan —me dice Lila, tomando la manija

de la puerta.

—Espera, tengo que preguntarte algo —titubeo y me giro en el asiento para mirarla de frente—. ¿Estás durmiendo con Ethan?

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Sus ojos azules se ponen muy redondos como si los lazos de su bufanda estuvieran apretados alrededor de su cuello. —No, sólo somos

amigos. Dios, Ella, no duermo con todo el mundo.

—No es eso —le digo—. Es sólo que ustedes dos parecen cercanos... y quiero decir, ¿qué es lo que ustedes hacen cuando estás solos?

Empuja la puerta y sale, con los pies hundiéndose en la nieve. —Hablamos.

Me inclino, preguntándome lo que podrían tener en común ellos dos. —¿De qué?

—De la vida. —Cierra la puerta, pisotea hasta la parte trasera del

coche, donde el camión de Ethan está encendido, y se mete en el interior.

Un día, la obligaré a confesarme qué es lo que hacen. Enciendo la

música y canto mientras espero a que Micha entre. Cuando se abre la puerta, una ráfaga de viento sopla y enfría la cabina.

Asoma la cabeza, sus mejillas rosadas por el frío y los copos de nieve

salpicando su cabello. —¿Qué? ¿Vas a manejar?

Paso la mano por la parte superior del volante. —Estaba pensando en eso. ¿Por qué? ¿No vas a dejarme?

—Voy a dejarte indiscutiblemente —se ríe—. Pero hay algo que tengo que hacer primero.

Con los hombros caídos, giro mis piernas sobre la consola y me siento en el asiento del pasajero. —¿Qué es lo que tienes que hacer?

Cierra la puerta, haciendo una pausa mientras mordisquea el anillo

de su labio y mira pensativo el cielo a través del parabrisas, que está cada vez más oscuro. —Todavía estoy decidiéndolo.

—Realmente deberíamos volver —le digo, revisando mis mensajes—.

Dean me envió un mensaje hace como cinco minutos y me dijo que la cena es en una hora. Creo que mi papá está ahí ahora y que tu mamá y su

novio llegarán muy pronto.

—Pareces triste porque tu padre está ahí —dice, mirándome fijamente.

Miro hacia el cielo nublado y los copos de nieve que caen del cielo. —No estoy triste, sólo nerviosa.

—Pero pensé que la carta te hizo sentir mejor —dice—. Que te dejó saber que no fue tu culpa.

Mi respiración se infla de manera desigual. —Micha, siempre llevaré

esa noche conmigo, aunque mi padre diga que es o no mi culpa.

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—Ella, no fue tu culpa. —El pánico brilla en sus ojos, está preocupado de que esté retrocediendo—. Tienes que empezar a creer eso.

—Micha, estoy bien. —Pongo la mano sobre la de él, como un gesto reconfortante—. Es cuando no digo estas cosas en voz alta que hay un problema.

Su manzana de Adán se sacude de arriba y abajo mientras traga con fuerza. —Está bien.

Nos sentamos en silencio, observando los copos de nieve en el suelo, en el capó y a la deriva a través del haz de los faros.

Cuando me mira de nuevo, la lujuria en sus ojos me obliga a aspirar

una fuerte respiración. —Está bien, basta de ahogarnos en nuestras penas. Es hora de volver a las confesiones.

—¿No hemos tenido un montón en los últimos días? —entrelazo mis dedos con los suyos—. Creo que podría haber confesado todo.

—Tengo este sueño —dice, ignorando mi petición—. Bueno, es más

como una fantasía... Pero en fin, tú y yo tenemos sexo en mi auto. Estamos en el asiento del conductor, contigo encima de mí.

—Eso suena muy parecido al sueño que tuve.

—Eso se debe a que las grandes mentes piensan igual. Pero tener sexo en el capó con este clima no parece que funcionaría, así que me

quedo con el interior.

Echo un vistazo por encima del hombro hacia el camino. —¿Quieres tener sexo en el auto? ¿Ahora mismo? ¿Qué pasa si viene alguien?

—Casi nadie viene hasta aquí con este tipo de clima. Sabes eso. —Me mira, mordiendo el maldito anillo de su labio, y mi cuerpo arde de deseo. Sin pensarlo, maniobro sobre la consola y me siento a horcajadas

en su regazo.

Sus labios se curvan. —Realmente pensé que tomaría más

persuadirte sobre esto.

Considera algo, y luego me mueve para salir del coche. Abriendo el maletero, agarra algo antes de apresurarse de nuevo al interior, temblando

por el aire frío. Hay nieve sobre sus hombros y una manta en su mano. —Sólo en caso de que alguien aparezca, entonces al menos podemos estar

cubiertos.

—¿Mantienes una manta en tu maletero? —le digo—. Hombre, estás preparado. ¿Cuántas veces has tenido sexo en el auto?

Me tira sobre su regazo de nuevo y envuelve la manta alrededor de nosotros. —Esta es la primera vez para mí, niña bonita.

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—¿Nunca lo has hecho en el auto antes con nadie? —pregunto con cinismo.

Su rostro está sin sentido del humor mientras mete un mechón de pelo detrás de mi oreja. —Sé que me viste con un montón de chicas, pero creo que te equivocas totalmente en la cantidad de esfuerzo que puse en

eso. Hacerlo en un auto va a ser jodidamente complicado. Además, he estado guardando este lugar para ti.

Rodando los ojos, enlazo mis brazos alrededor de su nuca. —¿Y qué habría pasado si nunca hubiéramos conseguido estar juntos? Entonces nunca habrías vivido tu fantasía. ¿Y si yo no estaba en ella?

Aprieta mi trasero. —Oh, sabía que estarías en ella. Por mucho que te avergüenzas de algunas cosas, los autos siempre te encienden.

Recuerdo la primera vez que te llevé a dar un paseo en La Bestia. Era un pedazo de mierda en ese entonces, pero todavía tenía potencia. Estabas sentada en el asiento del pasajero con la mano por fuera de la ventana y

tenías esa mirada en tu rostro… como cuando te estas poniendo muy caliente. Me excité tanto, que tuve que ocuparme yo mismo cuando llegué a casa.

—No me estaba calentando —miento—. Estaba disfrutando del momento.

Una sonrisa ingeniosa de superioridad curva sus labios. —Si me hubiera detenido y te hubiera pedido que me lo hagas, lo habrías hecho.

Niego con la cabeza en señal de protesta. —No, no lo habría hecho.

Me habrías asustado si me hubieras preguntado.

La intensidad de su rostro cambia a solemnidad. —De hecho, lo sé. Ya sabes, cuando se trataba de hacer cosas locas como saltar del techo y

luchar, eras buena haciéndolo. Pero te retaba a enfrentar tus sentimientos y huirías como si estuvieras ardiendo.

—Eso es porque no los entiendo —digo en voz baja, mirando hacia la oscuridad exterior—. Anna... mi terapeuta, piensa que es porque nunca nadie me abrazó, o lo que sea. No sé... ella me dice cosas raras como esa

todo el tiempo, igual que piensa que es mi infancia la que me hizo así.

El silencio nos encajona y finalmente me atrevo a mirarlo, temiendo

que probablemente lo asusté con mi confesión. —Lo siento. Probablemente debería guardar esas cosas para mí.

—Quiero que me cuentes las cosas, Ella —dice—. Estoy sorprendido

de que lo hiciste. Nunca me has dicho mucho sobre lo que sucede en la terapia.

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—Eso es porque es personal. —Mi pecho sube y baja mientras respiro profundamente.

Ahueca mi mejilla y corre su pulgar por debajo mi ojo. —¿Te das cuenta de que hemos cruzado la línea de las cosas que son personales?

Tiene razón, así que armándome de confianza, continuo—: Ella dice

que no recibí suficientes abrazos, y le dije que tú me abrazabas todo el tiempo, pero no parecía muy impresionada.

Se ríe suavemente. —Recuerdo la primera vez que traté de abrazarte... creo que teníamos, como, ocho o algo así. Te raspaste toda la rodilla tratando de subir a un árbol y quería hacerte sentir mejor, así que

fui a abrazarte.

Me apena el recordarlo. —Y entonces te pegué en el brazo.

Recuerdo... me asustaste. Nunca había tenido un acercamiento así con nadie.

—Lo sé. —Roza sus labios contra los míos mientras su dedo traza mi

mejilla—. La siguiente vez me aseguré de ser un poco más cuidadoso, así que escabullí un brazo alrededor de tu espalda y te di unas palmaditas.

—Fue extraño para mí cuando lo hiciste —le confieso—. Pero había

demasiada gente alrededor y no quería parecer loca por huir de tu celebración... Dios mío, no puedo creer que fuera tan mayor la primera vez

que recuerdo ser abrazada.

—¿Qué teníamos, como, trece? —recuerda Micha, deslumbrándome mientras enrolla un mechón de mi cabello alrededor de su dedo—. Estaba

tan jodidamente emocionado porque había ganado la estúpida apuesta.

—Fue una apuesta estúpida. —Mis párpados se mueven rápidamente cuando su mano acaricia mi cabello y tira de las raíces—.

Todos sabíamos que Danny le tenía miedo a las alturas. No tengo ni idea de por qué trató siquiera de saltar desde el acantilado al lago.

—Contuve la respiración todo el descenso. —Me aferro a sus hombros—. Creo que tenía miedo de que te hicieras daño o algo así.

—Eso es porque me amabas. Sólo que no lo sabías todavía.

—Tú no lo sabías tampoco. Estabas tan ciego como yo.

—Lo sé, pero puedo recordar el salir nadando del lago totalmente

emocionado porque había ganado doscientos dólares. Además, estaba tan desenfrenado por la adrenalina. Cuando te vi de pie en la orilla, el punto de corte que mostraba tus largas y delgadas piernas —me aprieta el

trasero y yo niego con la cabeza—, ni siquiera estaba pensando. Me acerqué, te levanté y me aferré a ti.

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—Casi me exprimiste hasta matarme —recuerdo—. Y tenías la ropa toda mojada... pero me gustó.

Curva una ceja. —No me pareció que lo hiciera.

—Lo hizo. —Me aferro a su mirada, necesitando verlo—. Estaba asustada, pero era agradable. Todo contigo da miedo, pero es agradable.

Su expresión cambia con mi honestidad y se inclina para besarme fervientemente, terminando la conversación. Con impaciencia abro la

cremallera de mi chaqueta y la tiro al asiento trasero. Él tira de mi camisa por encima de mi cabeza y me desabrocha rápidamente el sujetador con un solo movimiento de su dedo. Su mirada baja al instante. Acunando uno

con la mano, lleva la boca a mi pecho y caigo hacia atrás, chocando con la bocina. Resuena en la noche, pero estoy demasiado perdida para tener

cuidado mientras su mano se desliza por mi estómago y se adentra en el interior de mis vaqueros. Una vez que sus dedos están dentro de mí, mis ojos se cierran con fuerza y el calor se propaga a través de mi cuerpo. La

bocina sigue sonando y Don’twait de Dashboard Confessions fluye de los altavoces.

—Micha, te deseo —gimo mientras deja besos a lo largo del hueco de mi cuello y me cuesta respirar—. Realmente lo hago.

Retrocede un poco, sus ojos penetrando en los míos. Cuando sus

labios regresan a los míos, no es sólo sobre la lujuria o el deseo, se trata de hacernos uno solo.

Levanto las caderas para quitarme los vaqueros y las bragas, y

accidentalmente me golpeo la cabeza contra el techo. Riendo suavemente, dirige mi boca de regreso a la suya enérgicamente, mientras suelto

torpemente el botón de sus vaqueros y luego los desliza hacia abajo. Segundos más tarde, está dentro de mí y me muevo hacia adelante para detener el sonido de la bocina mientras abro la boca, dejando que su

lengua me devore. Las ventanas cerradas se empañan mientras se sumerge en mí y me aferro a él como si fuera lo que me hace prosperar. Porque lo es.

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20 Traducido por Snowsmily & Majo_Smile ♥

Corregido por Vanessa VR

Micha Sonrío todo el camino a casa. No solo porque me deja llevarla en el

coche, sino también porque ha cambiado mucho. Se abrió a mí y sus ojos perdieron un poco de la tristeza en ellos.

Cuando aparco el coche en la parte delantera de su casa, sin embargo, mi interior se retuerce con la idea de que todo lo que logramos podría perderse en un instante si Dean o su padre deciden traer a colación

cosas dolorosas. Decido, antes de salir del coche, que si lo hacen los golpearé.

El Porsche rojo de Dean está en el garaje, a la par del camión de Ethan. Mientras caminamos hacia la puerta trasera, agarrados de la mano, la nieve cae del cielo y cruje bajo nuestros zapatos y ninguno de los

dos habla. Cuando llegamos a la puerta, me detengo antes de abrirla.

—¿Estas segura de que quieres hacer esto? —pregunto—. Porque

podemos irnos ahora mismo, sólo tú y yo e ir a donde sea que quieras.

Se pone de puntillas para besar mi mejilla y luego asiente. —Creo que tengo que hacerlo.

De mala gana, abro la puerta y caminamos justo hacia la boca del lobo. En la mesa, el papá de Ella, Lila y Ethan están sentados tranquilamente alrededor de tazones y platos llenos de maíz, relleno, pollo,

guisantes. Hay panecillos y mantequilla y mucho más de lo que ambos estamos acostumbrados a ver. Manteniendo el agarre en la mano de Ella,

rodeo la mesa y tomamos asiento a la par.

—Les tomó un largo tiempo regresar —masculla Ethan entre dientes con una sonrisa acusatoria—. ¿Qué, se quedaron atascados de nuevo o

algo?

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—Suficiente. —Tomo un panecillo cuando Ella aprieta mi mano por debajo de la mesa con sus ojos fijos en el mantel. Su papá parece

incómodo sentado frente a nosotros, cortando un trozo de pollo en rebanadas absurdamente delgadas.

—Hola, Ella —dice formalmente, sin hacer contacto visual—. ¿Cómo

has estado?

Mis músculos se tensan esperando su respuesta.

Le toma un momento. —Bien. Muy, muy bien.

Exhalo y la pesadumbre y la preocupación de la noche se alivian por el momento. Dean entra con una caja en sus manos y una mirada

confundida en su rostro.

—¿Quién dibujó en el piso del baño? —Deja caer la caja en la

encimera.

Ella levanta la mano. —Yo lo hice.

—Está bien. —Su tono está cargado de molestia—. Bueno, la

próxima vez cierra la maldita puerta. Sabes cómo me siento sobre ésta estando abierta.

Rechino los dientes, tratando de no decir nada cuando Ella levanta

la barbilla y mira a su padre, quien parece obsesionado con el pollo. —Papá, creo que el pollo está cortado.

—Oh. —Baja el tenedor a un lado del plato y suspira—. Ni siquiera me había dado cuenta de que lo estaba cortando.

—Sé amable —le sisea Caroline a Dean detrás de nosotros—. O te

juro por Dios que vas a dormir solo esta noche. —Aparece en la mesa con un plato lleno de galletas y queso. Está usando un vestido rojo con un esqueleto en la parte inferior y una cruz rodeándole el cuello—. Muy bien,

¿quién tiene hambre?

Todos comenzamos a comer como si fuéramos animales

hambrientos, y mi mamá y Thomas llegan caminando despreocupadamente justo a tiempo. Mi mamá usa un vestido verde que es bastante corto y Thomas lleva una camisa polo y pantalones cargo. El

papá de Ella se pone de pie para darle a mi mamá un beso en la mejilla y luego toman asiento en el extremo opuesto en las sillas plegables.

Después de que todos están sentados, Caroline tintinea el tenedor contra su copa. —De acuerdo, así que mi familia tiene esta tradición donde todos nos turnamos y decimos una cosa por la que estamos agradecidos.

—Bebé, no creo que sea una buena idea —dice Dean, alcanzando la salsa—. No aquí, de cualquier forma.

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Azota su mano lejos de la comida. —Realmente no me importa lo que creas. Pienso que deberíamos hacerlo.

Esperamos que reaccione porque el Dean que solíamos conocer tenía un maldito temperamento de mierda. De vuelta a cuando éramos una especie de amigos y tocábamos en una banda, se ponía furioso por todo y

hubiera roto un montón de baquetas.

Se frota las manos tensamente en la parte posterior de su cuello. —

Bien, estoy realmente agradecido por ti, cocinando esta deliciosa cena para todos.

Caroline le sonríe. —Y yo estoy agradecida de que todos acudieran.

Mi mamá salta en la conversación. —Estoy agradecida porque estos chicos pudieran llegar. Ha sido tan solitario sin ellos.

Thomas mira alrededor de la mesa, pareciendo perdido. —Umm... Estoy agradecido porque los Vikings3 ganaron el partido.

Ruedo los ojos y Ella se cubre la boca para ocultar la risa. Mi mamá

nos frunce el ceño, pero entonces el papá de Ella se aclara la garganta, luciendo nervioso.

—Estoy agradecido por estar sobrio —dice, y da un sorbo a su

agua—. Esta es la primera navidad en mucho tiempo en la que no he estado borracho, por lo que puedo recordar.

Ella deja escapar un suspiro tembloroso y sus ojos se tornan acuosos, como si estuviera a punto de llorar. Nadie habla por un momento y finalmente Caroline mira a Ethan.

—¿Qué tal tú? —pregunta.

Ella contempla con una sonrisa en el rostro. —Estoy agradecido por los sujetadores de encaje rojo que tiene un cierre de fácil acceso en el

frente.

Contengo la risa mientras la cabeza de Ella cae sobre la mesa, sus

hombros sacudiéndose mientras se ríe entre dientes, y Lila y yo nos unimos.

—Ethan Gregory —advierte mi mamá—. Eso fue innecesario.

Coloca las manos al frente con rendición. —Oye, solo estaba siendo honesto.

Mi mamá rueda los ojos. —¿Qué tal tú, Lila?

3Equipo de Futbol americano de Minnesota, perteneciente a la NFL.

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Lila gira un mechón de su cabello rubio alrededor de su dedo con un destello en sus ojos azules. —Estoy agradecida por los bastones de

caramelo.

Ella levanta la cabeza y alisa su cabello en su lugar, luciendo tan perpleja como todos los demás, excepto por Ethan.

Le guiña un ojo a Lila, quién se sonroja un poco. —Esa es una buena cosa para estar agradecido.

Ella permanece callada por un rato con esta extraña mirada en su rostro, como si estuviera pensando profundamente, y luego me mira. —Estoy agradecida por Micha.

Me inclino y la beso enfrente de todos. —Estoy realmente agradecido de que dijeras eso.

—Esperen —interrumpe Dean, observando boquiabierto con una mirada de disgusto en su rostro—. ¿Están saliendo, chicos?

—Síp —dice Ella con indiferencia, acercando más su silla a la

mesa—. Ahora, ¿podemos comer, por favor?

Comemos el resto de la cena haciendo una pequeña charla. Ella continúa mordisqueándose el labio y evaluando a todos, pero no parece

triste, solo genuinamente interesada en lo que todos están haciendo y diciendo. Hay incluso un par de oportunidades en las que parece feliz.

Es un buen aspecto para ella.

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Ella La cena es casi tan incómoda cómo es posible, especialmente

cuando Caroline nos hace admitir por qué estamos agradecidos. Al principio trato de pensar en algo significativo, pero luego simplemente

escucho a mi corazón. Cuando la cena termina, limpiamos en un ambiente libre de drama. No es nada especial, pero es normal, lo que es algo que he querido desde que era una niña. Ningún padre ebrio, ningún grito, nada

de romperme el trasero para preparar una cena que nadie comerá.

Ayudo a Caroline a limpiar y a lavar los trastos mientras mi papá

sube a su habitación a desempacar. Dean desapareció en algún lugar y Micha fue a casa por un rato porque su mamá tenía un regalo para él. Lila y Ethan están en la sala de estar, intentando colocar un pequeño pino que

Dean cortó del patio delantero.

Cuando saco la basura, una nube de humo envuelve mi rostro

cuando rodeo el porche. Dean está reclinado contra la casa en las sombras fumando un cigarrillo y usando una de sus viejas chaquetas a cuadros con la capucha sobre la cabeza. Tengo un recuerdo de cuando tenía catorce

años y lo atrapé fumando algo más en el garaje.

—¿Qué estás haciendo ahí afuera? —Abro la tapa del cubo de basura y echo la bolsa dentro.

Se rasca la cabeza y da otra calada. —Hazme un favor y no le digas a Caroline que estoy aquí. Ella piensa que lo dejé. Y lo hice. Algo así.

Asintiendo, envuelvo mis brazos a mí alrededor y me giro hacia la casa.

—Así que es raro, ¿cierto? —dice abruptamente.

Me vuelvo y escudriño en la oscuridad para mirarlo. —¿Que es raro?

Expulsa una bocanada de humo. —Tenerlo aquí sobrio.

A través de la ventana de la casa, Caroline está hablando con mi papá. Lleva una camisa de rayas y un par de pantalones. Su cabello

castaño está arreglado cuidadosamente y su cara recién afeitada.

—Es extraño —concuerdo, volviendo mi atención a Dean—. Y se ve tan limpio.

Dean sacude la cabeza de un lado a otro. —Lo sé... Te juro que hubo, como, un año en el que no se bañaba. —Da otra calada y patea los

zapatos contra la nieve—. ¿Él... él te escribió una carta a ti también?

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—Si… —Desvanezco la incomodidad de estar de pie a su lado hablándole sobre cosa personales—. Supongo que te escribió una.

—Creo que su terapeuta, consejero o lo que sea le hizo hacerlo. —El final del cigarrillo brilla en la oscuridad mientras lo inhala—. No estoy malditamente seguro de lo que pienso todavía.

—Yo tampoco. —Me balanceo de un lado al otro para conservar el calor. Sin una chaqueta puesta, mi piel esta adormecida y probablemente

volviéndose morada—. Me gusta que lo hiciera, pero eso no borra el pasado.

—Nada puede borrar el pasado —afirma sin rodeos—. Pero podemos

jodidamente seguir adelante, lo que he estado tratando de hacer por un tiempo.

—Yo también. —Me pregunto si vamos a ir por ese camino de nuevo; en el que me dice que es mi culpa todo lo que ocurrió.

La nieve cae sobre nuestras cabezas mientras observo la calle, donde

las luces de los faroles iluminan el hielo en la acera.

—Ella heredó el coche —admite—. De ahí lo obtuvo.

Sacudo la cabeza de vuelta hacia él. —¿Qué?

Toma una larga calada. —El Porsche, supongo que tuvo, como, esta genial tía rica o algo que nadie nunca conoció realmente, y cuando falleció,

le dejó a cada uno de sus familiares algo, y así fue como lo obtuvo.

—¿Te dijo eso?

—Sí, un par de semanas antes de… antes de que muriera. Fue la

misma vez que me dijo que cuando se fuera, podría tenerlo. Pensé que estaba siendo extraña en ese momento, pero ahora miro atrás y me pregunto si estaba planeando su muerte.

Fuerzo hacia abajo el gran nudo en mi garganta. —¿Estás seguro de que no mentía? Porque contaba historias algunas veces. Como cuando

dijo que papá y ella se conocieron en la estación de tren mientras ambos perdieron el tren, cuando realmente salieron en la secundaria.

—La historia del tren era mejor —dice con una pequeña sonrisa

mientras apaga el cigarrillo—. Y sí, estaba diciendo la verdad. Podría decirlo porque era uno de sus días normales.

Dejo salir un aliento tembloroso, pensando en sus poco frecuentes días normales. Esos días aprietan mi corazón, porque sé que no habrá ningún otro.

Dean me ofrece un cigarrillo. —Esto te calmará. Confía en mí.

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Lo pellizco entre mis dedos y aspiro una calada. —Sabes que sabe tan mal como la última vez que me diste uno —digo tosiendo, tapándome

la boca con la mano.

Sonriente, deja caer la colilla sobre la nieve y la sostiene con la punta de su zapato. —Sin embargo, aún lo tomaste de nuevo.

Sacudiendo la cabeza, pisoteo a través de la nieve hacia la puerta, pero se abre y mi papá sale, tirando de la capucha sobre su cabeza. —

Jesús, hace frío aquí afuera.

—Bueno, es diciembre —comenta Dean con una ceja arqueada.

Mi papá pone un cigarrillo en su boca y lo enciende. —Parece que

deberíamos haber decorado la casa o algo. Realmente nunca lo hicimos, ¿lo hicimos nosotros?

—Lo hicimos una vez —digo, rascando las puntas de los zapatos a lo largo de la nieve—. Pero no estabas aquí. Creo que fue cuando te fuiste con Bill por ese par de semanas para pescar en el hielo. Mamá quería que

lo hiciéramos... —Me callo poco a poco y todos nos quedamos en silencio.

—Bueno, tal vez deberíamos empezar haciendo una tradición. —Exhala una bocanada de humo que flota hacia mi rostro—. Tal vez todos

podemos volver aquí durante la Navidad, decorar la casa y tener una buena cena como acabamos de tener. —Hace una pausa, pareciendo

nervioso—. ¿Qué piensan ustedes dos?

Dean da un vistazo hacia mí y luego se encoge de hombros. —Lo que sea. Suena bien. Aunque no estoy prometiendo nada. Tengo una vida

propia.

Mi padre no responde y se pone silencioso otra vez. Me río entre dientes. Esta es probablemente la forma en que va a estar con nosotros, al

menos hasta que todos podamos superar nuestros problemas. Las cosas van a ser raras, vamos a tener un tiempo difícil estando alrededor entre sí,

y probablemente vamos a decir cosas que serán hirientes.

Pero lo que me hace capaz de manejar la situación es el hecho de que tengo gente en mi vida que está ahí para mí. Tengo a Lila. Y a Ethan. Y

a Micha. Le puedo contar de todo, y sé que va a hacer que me sienta mejor, que me va a escuchar, y estará ahí para mí.

Me vuelvo hacia la valla. —Creo que voy a ir al lado por un rato. —Trepo por la valla y me observa, perplejo—. Y me gusta la idea, papá, la cosa de navidad. Suena bien. Cuenta conmigo.

Asiente y continúa con su cigarrillo mientras Dean lo deja y entra en la casa.

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Entro en la casa de Micha sin llamar, al igual que lo hacía cuando era una niña. Está sentado a la mesa comiendo un pedazo de pastel que

debe habersellevado de mi casa antes de irse. Su pelo rubio cuelga sobre sus hermosos ojos aguamarina y la forma en que su boca se mueve me da ganas de darle un beso.

Coloca el tenedor en el plato mientras levanta la mirada hacia mí y sus ojos se abren. —Dios, te ves como si te estuvieras congelando. Tus

mejillas están todas de color rojo y tus labios son de color púrpura.

Presiono los labios para calentarlos. —Estuve de pie afuera durante algún tiempo hablando con Dean y papá.

Hace una mueca mientras pone su plato en el fregadero. —¿Cómo te fue?

—Bien. —Me encojo de hombros y camino a través de la cocina hasta él—. Nadie dijo nada significativo, por lo que siempre es una ventaja.

Enjuaga el plato y luego cierra el grifo. —¿Estás bien?

Envuelvo mis brazos alrededor de él y lo abrazo tan fuerte como puedo. —Lo estoy ahora.

Sus brazos se curvan a mí alrededor y levanta mi barbilla para

darme un beso suave pero suculento. Cuando se aleja, sus cejas están fruncidas. —¿Fumaste?

Me muerdo el labio inferior para ocultar mi conciencia culpable. —Umm... más o menos.

Espera a que le explique y cuando no lo hago me besa de nuevo,

probablemente disfrutando del sabor. —¿Qué es lo quieres hacer por el resto de la noche? —murmura contra mis labios.

Considero su pregunta. —Quiero estar en la cama contigo.

Toma mi mano y me lleva por el pasillo, dándome exactamente lo que quiero.

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Micha Tengo una sorpresa para Ella en navidad, pero no estoy seguro de

cómo se lo va a tomar. Mi madre realmente me lo dio esta noche como un regalo. Al principio, pensé que estaba jodidamente loca, pero me aseguró

que estaba realmente cuerda. —Creo que deberías dárselo a Ella —dijo, y me entregó una pequeña

caja negra. Estábamos sentados en el sofá uno enfrente del otro, mientras

que Thomas se sentó junto a ella, bebiendo una cerveza—. Era de tu bisabuela.

Thomas envolvió el brazo alrededor de sus hombros, fingiendo estar interesado. —Sí, a las chicas les encanta esa mierda.

Abrí la caja y era exactamente lo que pensaba. —No, Ella... va a

jodidamente enloquecer si le muestro esto.

—Micha Scott, cuida tu lenguaje —advirtió, agitando el dedo—. Y

creo que Ella te ama más de lo que piensas.

—Sé que me ama. —Cerré la caja y la empujé en su dirección—. Pero no le va a gustar esto.

Se negó a tomar la caja, cruzando las piernas mientras se recostaba sobre Thomas. —Nunca te he contado la historia de tu bisabuela, ¿verdad?

Puse la caja sobre la mesa y crucé los brazos, encorvado en la silla y

apoyando las botas sobre la mesa de café. —No, pero tengo la sensación de que estás a punto de hacerlo.

—Eres un niño tan inteligente. —Suspiró—. Cada vez que mi mamá solía hablar de ella, se refería a ella como la única afortunada en la familia. No sé si lo sabes o no, pero vengo de una larga línea de mujeres cuyos

corazones se rompieron.

—Eso no está ayudando con tu punto —le dije, y Thomas se rio

entre dientes mientras jugueteaba con uno de los adornos del árbol de navidad diminuto que se balanceaba sobre el final de la mesa.

Rodó los ojos y abrió la caja, de forma que el anillo me miraba. —El

punto de la historia no son las mujeres que no encontraron el amor, sino quien lo hizo. Tu bisabuela Sherri, y mi abuela, estuvo felizmente casada durante cincuenta y tres años con un tipo que conoció cuando era una

adolescente.

—Estás tan llena de mierda en este momento —le digo, sacudiendo

la cabeza—. Pero tengo que darte el crédito por crear la historia.

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—No es una historia, Micha Scott. Es la verdad. —Cogió la caja de la mesa y la equilibro en la palma de su mano, instándome a tomarla—. Tú

eres el que lo hizo. La gente te envidia, y a Ella; diablos, yo te envidio.

—Esto es porque estuviste casada con un idiota durante seis años.

—Lo que tienes no es lo mismo que teníamos tu padre y yo. Apenas

lo conocía cuando lo encontré.

Dándome por vencido, decidí tolerarla y tomé la caja de su mano. —

Voy a pensar en ello.

Sonrió, recostándose devuelta en Thomas, quien le susurró algo al oído. Cuanto más miraba el anillo, más se derrumbaban mis reservas. Al

final, tenía una idea.

Mientras Ella y yo nos recostamos en mi cama con la lámpara

encendida, nos acurrucamos cerca el uno del otro debido a la temperatura helada. La iluminación navideña roja y dorada de los vecinos destella a través de la ventana e ilumina mi habitación. Ella lleva la camiseta de

Silverstein sin sujetador y su pelo huele a vainilla mezclada con humo. Me encanta el olor.

—¿Qué estás pensando? —Rueda sobre su estómago y descansa la

barbilla en mi pecho batiendo sus pestañas hacia mí—. Estás muy callado.

Miro fijamente a sus ojos, considerando mis próximas palabras con

cuidado. —Estoy pensando en darte tu regalo de navidad.

Su cabeza se inclina hacia un lado. —¿Desde cuándo hacemos lo del regalo de navidad? Nunca lo hemos hecho antes.

—Bueno, estoy pensando en iniciar una nueva tradición. —Con una inhalación profunda, echo mano a la caja en mi mesita de noche y la balanceo sobre mi pecho justo enfrente de su rostro—. En realidad

algunas nuevas tradiciones, tal vez.

Sus ojos verdes se ensanchan mientras se aleja rápidamente y se

arrodilla sobre la cama. —¿Qué es eso?

Recogiendo la caja, me incorporo. —Es lo que piensas que es. Sin embargo, antes de enloquecer, déjame hablar, ¿de acuerdo?

Su pecho palpita mientras respira. —Está bien.

Estoy conmocionado. Incluso conseguí su visto bueno, por lo que

sigo adelante rápidamente. —Así que, mi mamá me contó esta historia acerca de mi bisabuela, que al parecer era, como, la única mujer en la familia con la suerte de encontrar alguna vez el amor. —Hago una pausa,

tratando de captar su humor, pero con tan poca luz, sus ojos se ven negros y su rostro es apenas una sombra.

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Me arrodillo frente a ella, tomándola de la mano, la cual tiembla. —También me explicó lo afortunados que somos y que tiene un poco de

envidia de nosotros.

Reprime una sonrisa. —¿Tu mamá tiene envidia de un par de adolescentes?

—Oye, mañana estoy oficialmente fuera de esa categoría —le recuerdo en un tono ligero.

Traga saliva con fuerza y sus ojos parpadean ante la caja en mi mano. —Lo que quiere decir que debería darte los regalos.

—Oh, lo harás —le aseguro con una sonrisa mientras aferro la caja

firmemente en mi palma sudorosa, luchando por ocultar mi nerviosismo—. Pero esta noche es sobre tú y yo y nuestro futuro. —Sus labios se abren

con una objeción, pero hablo antes que ella, y sus ojos se desvían hacia la puerta—. La cosa es que sabía, cuándo mi mamá lo sugirió, que tú no estás lista. Te entiendo, Ella May, mucho. —Acuno su mejilla y la obligo a

mirarme—. Igual que sé que en este momento quieres marcharte. No porque no me ames, sino porque estás asustada. Asustada de no poder hacerlo. Asustada de lastimarme. Asustada de que realmente vas a ser

feliz con lo que voy a preguntarte.

Se muerde el labio inferior, pareciendo desgarrada, con los ojos

abiertos, su pecho subiendo y bajando con cada respiración inestable. —A veces pienso que eres un lector de mentes.

Sonrío. —En realidad lo soy. Simplemente no le conté a nadie porque

enloquecería a demasiada gente.

Rueda los ojos y se sienta en la cama, disminuyendo un poco mis nervios. Me siento frente a ella y coloco la caja entre nosotros.

—No voy a pedirte que te cases conmigo —digo, y sus cejas se fruncen mientras levanta la mirada de la caja hacia mí—. Voy a hacerte

una proposición.

—¿Una proposición? —pregunta, confundida—. ¿Qué clase de proposición?

Estoy disfrutando plenamente ahora mismo, sabiendo que está curiosa. Tomo su mano en la mía y abro su palma para poner la caja en

ella. —Quiero que lo uses, no en tu dedo anular, sino en algún otro dedo, y entonces puedes pasarlo a tu dedo anular cuando estés lista.

Boquiabierta, mira la caja con miedo. —¿Y qué pasa cuando lo

mueva? ¿Simplemente nos casamos?

—Sí —digo con sencillez—. Eso es una especie de punto.

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Su mirada se conecta con la mía, sus pupilas ampliadas. —Pero entonces estaríamos casados… como, realmente casados.

—No está sucediendo en este momento, así que cálmate. —Masajeo sus caderas para intentar relajarla—. ¿Ahora, vas a abrirla o a mirar fijamente la caja todo el día?

Se queda mirando la caja durante lo que parece una eternidad y luego abre tentativamente la tapa. Contiene el aliento. —Santa mierda —

dice, y deja caer la caja.

Tratando de no reír, la recojo y saco el anillo, sosteniéndolo hacia ella. —¿Qué dices, niña bonita? ¿Estas dentro o fuera?

Espero lo que parece una eternidad y luego desliza un dedo vacilante a través de la banda. —Estoy dentro.

Está en el dedo anular de la mano equivocada, lo que significa que no estamos en absoluto allí. Pero un día lo vamos a estar. Y eso es todo lo que necesito en este momento.

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21 Traducido por Aleja E

Corregido por SammyD

Ella Me siento tan extraña al día siguiente, de una manera que es

inexplicable. Tengo un anillo en el dedo, la banda de diamantes se retuerce en nudos que se arremolinan hasta llegar a una piedra negra en el centro

de broches brillantes. En realidad es el anillo perfecto para mí, para nada femenino ni con un gran y ostentoso diamante en él, como muchas chicas querrían. Es oscuro, diferente y tiene algunos rasguños en la superficie,

como yo.

Cuanto más pienso en ello, es absolutamente perfecto.

Decido despertarlo con un buen regalo de cumpleaños por ser la mejor persona que alguna vez haya aparecido en mi vida.

Al amanecer, cuando la luz del sol apenas se asoma a través de la

cortina, me escabullo de la cama y regreso a mi casa sin hacer ruido. Lila está profundamente dormida en mi cama y voy de puntillas a mi armario. Buscando a través de mi ropa vieja; encuentro lo que estoy buscando.

Recuerdo cuando me lo puse en Halloween. Tenía dieciséis años y decidí actuar como una chica por esa noche. Por lo general, hacia algo

escalofriante, pero ese año me puse un vestido de cuero y unos tacones de aguja que me elevaban sobre casi todo el mundo en la fiesta que hizo Micha. Mi cabello estaba recogido y me aplique un poco de lápiz labial rojo

brillante. Ese día había sido muy duro en mi casa. Mi papá había destrozado el coche y mi mamá le había gritado durante horas, así que me

sentí aliviada yéndome y consiguiendo un descanso.

Cuando me presenté, la fiesta estaba llena. La música era rara, las personas estaban ebrias, las chicas medio desnudas y los muebles rotos.

Micha estaba hablando con una chica con el pelo rizado y castaño, con un

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vestido igual de corto que el mío, pero ella tenía mucho más escote, tanto que casi se le caía de la parte superior. Él iba vestido con una camiseta

negra con una calavera roja en ella y había cráneos en todo el cinturón que sostenía sus vaqueros negros. Había rociado rayas negras en su cabello y había bandas de cuero alrededor de sus muñecas.

Estaban en la cocina al lado del barril y caminé casualmente como si nada estuviera fuera de lo normal.

—Sabes que alguien rompió la placa de cerámica de tu madre, ¿verdad? —le dije alcanzando un vaso plástico—.Afuera, en la puerta trasera.

Él estaba completamente envuelto en la morena. —Bueno, ya lo limpiaré... —Cuando sus ojos se posaron en mí su voz se apagó y la

morena me dedicó una mirada desagradable. Su mirada se deslizó por mi traje y no parecía contento—. ¿Qué diablos llevas puesto?

Bebí un sorbo de cerveza. —Un disfraz de Halloween.

Me miró boquiabierto. —¿Qué diablos se supone que eres?

—Una puta —le dije, fulminando a la morena con la mirada—. Lo que parece ser el tema de esta noche.

Ella me miró y le sonrió dulcemente a Micha. —Voy a ir a bailar. ¿Quieres venir conmigo?

Hizo un gesto con la mano, menospreciándola. —No puedes caminar por ahí, viéndote así.

—¿Por qué no? —Estaba disfrutando completamente de lo molesto

que estaba sobre el vestido—.Es como están vestidas todas las demás.

Él se inclinó hacia un lado y comprobó mi trasero. — Tu culo está colgando básicamente fuera de eso... y las chicas se visten así cuando

quieren follar, así que ve a casa a cambiarte.

Empecé a cabrearme. Bebí toda mi cerveza, aplasté el vaso y lo

arrojé sobre el mostrador. —Estás actuando como un novio celoso y es raro.

—Estoy tratando de protegerte, Ella May —replicó en voz alta sobre

la música mientras yo me dirigía a la sala de estar, donde todo el mundo estaba bailando—. De todos los chicos que están aquí, hay algunos que

están teniendo los mismos pensamientos sucios que yo.

Por un breve momento, sus palabras me emocionaron, pero ahogue el sentimiento. —No tienes derecho a tratar de detenerme de hacer

cualquier cosa que quiera cuando tú haces lo que quieres y cómo quieres todo el tiempo y yo no digo ni una palabra nunca.

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Él me miró y le fruncí el ceño antes de retroceder hacia la multitud con la barbilla en alto, manteniéndome desafiante.

Alrededor de una hora más tarde, estaba muy borracha y bailando con un chico de cabello castaño y los ojos inyectados en sangre que olía a marihuana. Era lindo, pero no estaba interesada en él. Cada vez que

trataba de tocarme, me movía fuera de su alcance con el pánico subiendo a través de mí.

Finalmente me agarró de la cintura, hundiendo sus dedos bruscamente y obligándome a estar más cerca de él. La ansiedad se había apoderado de mi garganta mientras sus dedos se extendían alrededor de

mis caderas y estaba a punto de darle un rodillazo en su lugar especial cuando alguien lo alejó de mí de un tirón.

—Sal de aquí. —Micha lo empujó hacia atrás, luego apretó sus manos en puños.

El hombre tropezó con unas pocas personas, recuperó el equilibrio y

se volvió hacia Micha sacando los puños. Pero la amenaza en los ojos de Micha lo hizo reconsiderarlo y huyo entre la multitud.

Cuando Micha dirigió su mirada hacia mí, me abrumó su

intensidad. —Vea mi habitación y quédate ahí, antes de terminar haciendo algo por lo que te arrepentirás.

—Vete a la mierda —contesté, odiando pelear con él, pero estaba siendo posesivo y eso me estaba poniendo de los nervios—. Estás actuando como un imbécil controlador.

Su expresión se suavizó y me ofreció su mano.—Sólo estoy tratando de protegerte. Estás borracha y vestida como... —Sus ojos se desviaron a mi cuerpo y sacudió la cabeza, parpadeando—. Por favor, solo ven a

recostarte conmigo.

Lo agarré de la mano y me condujo por delante de él mientras

caminaba detrás de mí con las manos en mis caderas. No me soltó hasta que llegamos a su habitación.

Cerró la puerta y succionó el aro de su boca, pareciendo incómodo,

lo que era muy raro en él. —¿Quieres una de mis camisetas para dormir?

—Estás actuando muy, muy raro. —Me senté en la cama, desaté la

correa de mi zapato y lo saqué de mi pie, antes de comenzar con el otro—. ¿Qué te pasa hoy? ¿Una chica te rechazó o algo así?

—Nunca me enfado por una chica, a no ser que seas tú. —Soltó el

aro de sus dientes y comenzó a desabrochar las bandas de sus muñecas—.Creo que debería ser el que pregunta qué pasa. Nunca te había visto vestirte así.

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—Estoy bien. —Saqué mi pie del zapato y me volví para subir a la cama—. Sólo quería hacer algo diferente.

Me di la vuelta para meterme debajo de las sábanas y cuando me enfrenté a él de nuevo, tenía una sonrisa divertida en el rostro.

—¿Qué? —pregunté, tirando la manta sobre mí—. ¿Por qué me

miras así?

Hizo una señal para que me acercara más mientras se sacaba la

camiseta. —No es nada. Simplemente no puedo creer que te presentaste usando eso.

Furiosa, me di la vuelta hacia mi lado y me puse a espaldas de él. —

A “como se llame” de la pista de baile, parecía gustarle.

Se metió en la cama conmigo, presionando su cuerpo más cerca de

lo que normalmente hacía. —No he dicho que fuera algo malo... es solo sorprendente. Eso es todo. —Puso una mano sobre mi cadera y mi estómago revoloteó, algo que nunca había hecho antes.

Una respiración ruidosa escapó de mis labios e hice una mueca. Sellando mis labios para que se callaran, crucé los dedos para que no lo hubiera oído. Se deslizó más cerca, por lo que su pecho estaba tocando mi

espalda y su cálido aliento rozaba mi piel.

—¿Ella? —Sonaba como si se atragantase.

Me tomó un segundo recobrar la compostura lo suficiente como para hablar. —¿Si?

El silencio que siguió me volvió loca

—Dulces sueños —dijo finalmente y besó la parte de atrás de mi cuello antes de darse la vuelta.

Mirando hacia atrás con ese recuerdo, no puedo evitar sonreír,

dándome cuenta de lo que realmente estaba pasando.

Guardando el vestido y los zapatos en el bolso, me apresuro hacia

las escaleras y encuentro a Caroline en la cocina. Su pelo negro esta esparcido por todo el lugar y tiene puesto un conjunto de pijama de rayas. Se sirve una taza de café, bostezando, y cuando me ve, sonríe.

—Oh, pensé que estabas en la cama —dice—. ¿Eres también alguien madrugador?

Cuelgo el bolso sobre mi hombro. —Por lo general, no. Esta mañana es solo una excepción.

Recoge su taza de café y saca una silla de la mesa. —¿Quieres un

poco de café?

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—Claro, ¿por qué no? —Colocando la bolsa en el suelo, me sirvo una taza y me uno a ella en la mesa, respirando el vapor—. Dios, me encanta la

cafeína.

Añade un poco de leche a su café y toma un trago. —Me gustaría tomar algunas fotos de ti y Micha el día de hoy, si no te importa. Siempre

tomo fotos durante las fiestas

—Está bien —digo—. Tengo que preguntarle a Micha, pero estoy

segura de que estará de acuerdo con eso.

Ella hace una pausa prolongada.—También me gustaría tomar algunas de ti, Dean y tu padre.

Mi expresión se desploma mientras bajo mi taza de nuevo a la mesa. —¿Qué dijo Dean acerca de eso?

—Dijo que lo haría. —Se levanta para poner la leche en la nevera—. Mientras ustedes dos estén de acuerdo.

Fuerzo una sonrisa. —Está bien, bueno, supongo que está bien para

mí.

Ella regresa a la mesa, pareciendo indecisa. —Dean es un poco diferente de lo que solía ser. Eso creo, de todos modos. Pienso que sus

sesiones de terapia realmente lo están ayudando. —Hace una pausa para tomar un trago—. Sabes que le llevó una eternidad abrirse completamente

a mí... acerca todo.

Me quedo mirando las grietas en la mesa, sintiéndome incómoda. —Oh.

—No te preocupes, Ella. No estoy buscando hablar de ello —dice amablemente—. Sólo quería hacerte saber que él es diferente y que tal vez podrías confiar más en él.

Mi mirada sube hacia ella. —Confío en él tanto como él me lo permite.

Recoge la taza vacía y la coloca en el fregadero. —Eso no es cierto, a pesar de que probablemente no lo admitirá. En realidad no admite nada, a menos que tú también lo obligues, él se contiene mucho.

La confusión se arremolina en mi cabeza. —Siempre dice lo que piensa cuando está a mi alrededor.

—No, él dice cosas para alejarte. —Me da palmaditas en el brazo y luego se dirige a la puerta, la luz del sol entra por la ventana que está a su lado—. Pero eso es algo que ustedes dos tendrán que hablar un día en un

futuro lejano... cuando ambos estén listos. De hecho, ¿sabes lo que deberías hacer?

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—No. —Y no estoy segura si quiero saberlo.

—Deberías venir a quedarte con nosotros durante el verano—dice,

mirándome por encima de su hombro—. Tal vez un par de semanas.

—No estoy segura de que eso sería una buena idea.

—Sólo piensa en ello, ¿de acuerdo?

Asiento y ella sale de la cocina. Después de terminar mi café, agarro mi mochila y salgo por la puerta al frío, reflexionando sobre mi futuro.

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Micha Me despierto con alguien chupándome el cuello y un aroma a

vainilla. Decido no abrir los ojos y dejar que Ella vaya a la ciudad4.

—Despierta, chico del cumpleaños —susurra en mi oído mientras

mordisquea mi lóbulo y su pierna se desliza sobre mí, así que está sentada a horcajadas.

—De ninguna manera —respondo con los ojos cerrados, sintiendo la

piel entre sus piernas rozar mi estómago—. Vas a tener que chupar muchas más cosas para sacarme de este profundo sueño.

Ella se ríe y se inclina hacia atrás. Abro los ojos y estoy inmediatamente contento de haberlo hecho. Ella tiene un vestido de cuero corto que apenas cubre su cuerpo y zapatos de tacón a juego. Su cabello

castaño está recogido, con mechas sueltas colgando alrededor de su cara y sus labios teñidos de rojo.

—He visto este atuendo antes —Mis manos persiguen sus caderas—. De hecho, me acuerdo de ese día con mucha claridad.

—Estabas tan enojado. —Recorre mi cabello con un dedo—. Pensé

que ibas a golpear a ese chico en la pista de baile.

—Oh, me tomó mucho no hacerlo —aseguro, presionándola hacia abajo contra mi pene hinchado—. Estaba tan enojado porque trató de

tocarte.

—¿Por qué ahí? —pregunta con curiosidad—. Los chicos habían

intentado ligar conmigo antes y nunca hiciste nada.

—Esto se debe a que por lo general me ganabas en hacerlo. Pero esa noche actuaste como si estuvieras rogando por ello —digo—. ¿Sabes que

cuando te subiste a la cama, tuve una visión completa de las traviesas bragas que llevabas que apenas cubrían algo?

Sus labios se separan. —¿Por eso estabas sonriendo?

—Joder, sí. —Subo los dedos hasta su vestido y aprieto su firme trasero—. Obtuve un buen vistazo y estaba tan encendido.

—Oh, Dios mío. —Se cubre la boca con la mano, sacudiendo la cabeza—. Eso es muy vergonzoso.

—¿Por qué? He visto todo ahora. Demonios, he estado dentro de ti.

—Tiro de la parte superior de su vestido hacia abajo, sorprendiéndola y atrayendo sus pechos hacia mi boca—. He besado cada parte de ti. —

4Frase que hace referencia a la actividad sexual.

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Tomando su seno en mi boca, ruedo mi lengua por su pezón hasta que gime.

—Tenía un plan —dice, sin aliento—. Yo iba a... —Se desvanece, gimiendo mientras succiono con la fuerza suficiente para impulsar su cuerpo a la locura y hacer que tiemble contra mí.

Dejándola ir por un segundo, deslizo sus bragas por sus piernas hasta los tobillos. —Mantente puesto el vestido y los tacones.

Una sonrisa toca sus labios mientras se quita su ropa interior y baja gradualmente hacia mí. Me encuentro con ella a mitad de camino y empujó dentro. Su respiración aumenta mientras deja caer la cabeza hacia

atrás y un poco de su cabello se desliza hacia fuera, cayendo a lo largo de los hombros.

—Micha... —gime, mientras la penetró de nuevo—. Oh, Dios mío...

La beso ferozmente mientras mis manos se mueven por sus hombros desnudos, a lo largo de un lado de su vestido de cuero, y por el resto de

sus caderas, donde la agarro firmemente para sostenerla. Nuestra piel empieza a humedecerse con el sudor mientras nuestros movimientos comienzan a coincidir entre sí. Cuando solloza mi nombre, con los ojos

brillantes, se pierde por completo y me uno a ella. Una vez que recupera el aliento, le beso la mandíbula y la inclino, saliendo de ella. Envolviendo mis

brazos a su alrededor, ruedo hacia un lado, la atraigo más y la miro a los ojos

—El mejor regalo de cumpleaños —digo, y besó suavemente la palma

de su mano, sintiendo el anillo en su dedo—. No creo que ningún cumpleaños superé este.

Ella sonríe felizmente. —¿Lo crees?

Paso mi dedo por el borde del anillo y eso envía una descarga de adrenalina a través de mí, sabiendo que está cerca de ser mía para

siempre. —No, lo sé.

***

Es por la tarde cuando por fin salimos de la cama. Ella se queja de estar adolorida y me hace sentir orgulloso.

Frunce el ceño cuando le digo que se ponga una camiseta por encima. —Entonces, ¿qué es lo que quieres hacer el resto del día?

—Hacer que estés adolorida —digo, tirando de una camisa de manga

larga por encima de mi cabeza.

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Ella suspira, dejando caer sus brazos a sus costados. —¿No puedo tener solo un pequeño descanso? Por favor. Tal vez solo una hora.

—Está bien. —Frunzo el ceño, decepcionado, y buscando otra cosa que hacer—. Está bien, ya sé lo que quiero hacer.

Ella se mete dentro de sus pantalones vaqueros y se abrocha el

botón. —¿Qué es eso?

Regreso hacia la puerta, recogiendo un encendedor que mi padre

dejó cuando se largó.—Quiero quemar todas las cosas que siempre me recordaban a mi padre.

Espero a que me dé un sermón, pero ella solo coge su chaqueta y la

cierra. —Probablemente deberíamos hacerlo en un espacio abierto, como el camino de entrada —dice, sin inmutarse—. Sólo para estar seguros.

—No hay nadie más en el mundo que me comprenda como tú lo haces, niña bonita. —Tomo su mano y nos dirigimos afuera para encender el fuego.

El sol sale y está brillando, pero el aire es frío. Todo está escondido por el hielo y la entrada ha sido arada.

Ella va por el combustible para encender y un poco de madera,

mientras yo voy al garaje a recoger algunas cosas que pertenecieron a mi papá. Cuando regreso a la entrada, ella ya tiene un pequeño fuego

encendido y una mirada relajada en su rostro mientras mira fijamente la llama, con la cabeza inclinada hacia un lado.

Empiezo a tirar cosas en el fuego, una por una, comenzando con

una vieja camisa de trabajo que se dejó en el garaje. —He decidido que no voy a hablar con él de nuevo.

Ella toma el encendedor y lo arroja a las llamas. —¿Pero qué pasa si

llama y realmente quiere estar en tu vida de nuevo?

Arrojo uno de sus viejos destornilladores en el fuego, a pesar de que

sé que realmente no se va a quemar. —Va a tener que hacer un infierno mucho más allá que solo llamar. —Tomo una respiración profunda y me quedo mirando la foto de mi padre y yo enfrente de su viejo Dodge

Challenger aparcado en el garaje. Estábamos acostumbrados a trabajar en él todos los días. Era nuestra cosa, hasta que se largó y se llevó el coche

con él, y lo único que quedó fue un garaje vacío lleno de recuerdos de mierda.

Arrugo la foto y la arrojé al fuego, observando cómo se chamusca. —

Tendrá que ganárselo.

Sus dedos toman los míos y aprieta mi mano. —Bien, porque no te merece.

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Con lo siguiente que intento arrojar, ella rápidamente intenta detenerme.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta, soltando su agarre de mi muñeca para impedir que arroje el paquete de cervezas al fuego.

—Me estoy deshaciendo de mi equipaje.

—Micha, no dije que tenías que dejar de beber, solo que no debes afrontar los problemas de esa manera.

—Lo sé —digo—. Pero en este momento, creo que esto es lo que ambos necesitamos.

Mirándome a los ojos, asiente y suelta mi brazo. Arrojo el paquete a

las llamas, que se precipitan hacia el cielo con entusiasmo mientras las botellas se rompen. Mientras miramos fijamente la llama ardiente

derritiendo la nieve, el camión de Ethan se detiene y él y Lila salen de un salto.

—Está bien, quiero saber para qué es esto —dice Lila, metiendo las

manos en los bolsillos de su abrigo, el resplandor del fuego reflejado en sus grandes ojos.

—Estamos diciendo adiós. —Arrojo mi brazo alrededor del hombro

de Ella y la atraigo más.

—¿Adiós a qué? —pregunta Ethan, cerrando la cremallera de su

chaqueta y tirando la capucha sobre su cabeza.

Ella y yo intercambiamos una mirada secreta.

—Al pasado —dice, y sonrío, porque eso es exactamente lo que es.

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22 Traducido por NnancyC Corregido por Aimetz14

Ella Los siguientes días son relajantes y llenos de largos viajes y

pequeñas conversaciones. Caroline toma fotos de nosotros afuera en el patio delantero. Todos logramos sonreír en algunas de ellas, pero es

mucho más fácil en las fotos de sólo Micha y yo. Cuando estamos listos para irnos de regreso a nuestras vidas, me asegura que me enviará copias.

Lila e Ethan regresaron a las Vegas el día anterior, y Micha y yo

estamos tomando el Chevelle abollado de vuelta a casa. Micha está esperando en el coche mientras que digo un rápido adiós a todos. Dean me

da una palmada desganada en la espalda y Caroline me da un abrazo real, sacándome de mi zona de comodidad.

Cuando se echa atrás, mi ansiedad está golpeando mi pecho, pero

me doy instrucciones mentalmente y me acerco a mi papá, que está parado en el porche trasero con un pesado abrigo marrón puesto. —¿Estás seguro de que no quieres que me quede por unos días más y te ayude a

organizar toda la casa? ¿O que vaya contigo a tu primera reunión de Alcohólicos Anónimos? —Realmente no quiero ir, pero me preocupa que no

vaya si alguien no está vigilándolo.

—Estaré bien —me asegura, arrastrando su mano por la valla mientras baja los escalones. Su cabello está peinado y sus ojos tienen vida

en ellos. No estoy segura de cuánto tiempo me tomará acostumbrarme a su nuevo aspecto. Probablemente un tiempo, ya que no puedo recordarlo

jamás lucir tan saludable—. ¿Podemos hablar un rato, sin embargo?

Perpleja, asiento y lo sigo a la parte de atrás. La escarcha cubre el patio entero mientras los rayos de sol destellan sobre él. Vacila en sus

pensamientos por un tiempo, mirando hacia el garaje como si contuviera las respuestas para vivir.

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—Quiero que sepas que quise decir lo que dije en esa carta —dice finalmente con un tono intranquilo—. Algunas veces es difícil para mí

expresarme en voz alta.

Asiento, entendiendo, mientras raspo las botas contra la nieve. —Lo entiendo. En verdad lo hago.

Se frota la mano por el rostro. —¿Considerarías regresar aquí para el receso de primavera, sólo a visitarme, no para cuidarme ni nada así?

—Papá, sabes que la casa está casi por entrar en ejecución, ¿cierto? —pregunto de forma nerviosa—. ¿No viste ninguna de las facturas en la mesa?

Asiente, pasándose las manos por el cabello. —Lo hice, y puede que tenga que dejarla ir. Pero la cosa es, Ella, no es para que te preocupes

acerca de ello. Eso es un poco de lo que se trata todo esto. Necesitas ir a vivir tu vida y yo viviré la mía. Estoy aprendiendo cómo hacer eso ahora.

El sentimiento me pone nerviosa, pero aun así me libera al mismo

tiempo. Es confuso y nuevo, pero también es todo real. —Está bien, lo intentaré.

—Bien. —Duda, y luego abre los brazos para darme un abrazo.

Rascándome la parte posterior de mi cuello, me muevo torpemente para ir a su abrazo y sus brazos me envuelven. No puedo recordarlo

abrazándome nunca. Ni una vez, ni siquiera cuando era una niña. Es raro y poco natural, pero estoy feliz de que sucediera. Y cuando se ha terminado, me despido y me dirijo por el camino de entrada, dejándolo ir y

avanzando.

Cuando subo al coche, Micha me sonríe, pone el iPod en la consola y entrelaza nuestros dedos. —¿Estás lista?

Asiento mientras una sonrisa me atraviesa. —Estoy más que lista.

Devolviéndome la sonrisa, retrocede por el camino de entrada y

entra en la carretera cubierta de nieve. Mientras nos alejamos conduciendo de nuestras casas, puedo sentirme avanzando hacia el comienzo de mi propia vida.

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Epílogo Seis meses después

Traducido por Adriana Tate

Corregido por Melii

Ella Es junio y el calor en las Vegas es sofocante a pesar de que estoy

usando una camiseta y pantalones cortos. Lila y yo nos quedamos bajo la sombra de la marquesina del apartamento de Micha y Ethan.

—Oh, Dios mío, te voy extrañar tanto. —Las lágrimas inundan los ojos de Lila y envuelve sus brazos a mí alrededor, dándome un abrazo.

Un montón de personas han estado haciendo eso últimamente y me

estoy acostumbrando. A pesar de que a veces es simplemente extraño, como cuando Ethan me abrazó. Él estaba borracho, pero aun así.

—También te voy extrañar. —La abrazo de vuelta lo mejor que puedo y luego nos separamos—. Pero me verás en, como, una semana cuando tú y Ethan traigan el resto de las cosas.

—Pero no es lo mismo. No estarás justo cruzando el pasillo. —Se frota los ojos, limpiándose el rímel y sorbiendo por la nariz—. No puedo

creer que me estés dejando aquí sola para irte a vivir a mi ciudad natal.

—Siempre puedes regresar —le digo, esperanzadamente—. Apuesto a que incluso puedes decirle a Ethan que venga.

—Oye, no soy un jodido monigote —grita Ethan mientras lanza la última caja en la camioneta Chevelle—. Y ninguna chica nunca va a conseguir cambiar mi vida.

—Sí, sí, ya veremos —afirmo con una actitud que sé que lo va a molestar.

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Él hace una mueca mientras cierra la puerta de la camioneta y luego se recuesta contra la puerta, cruzando los brazos, con la mirada fija en un

árbol. Su cabello ha crecido y luce como un tipo malo y desaliñado, y ha añadido tres tatuajes más a su colección.

—Está triste, su mejor amigo lo va a dejar. Y tú —susurra Lila con

una pequeña sonrisa y se arregla un mechón de cabello rubio que se le ha caído de una horquilla—. Lo admitió anoche cuando estaba borracho.

Soltamos una risita en voz baja, así no lo molestamos más.

La expresión de Lila se torna seria mientras golpea el anillo en mi dedo. —Oh, sí, y hazme saber cuándo eso cambie de dedo. De hecho,

mejor que sea la primera persona que llames cuando eso suceda.

Sonrío ante la idea, la cual ya no es aterradora sino emocionante. —

De acuerdo, prometo que lo haré, y hazme saber cuándo tú y Ethan finalmente salgan.

Ella rueda los ojos. —Eso nunca va a suceder.

Esperamos silenciosamente en el coche hasta que Micha baja trotando las escaleras con el teléfono en su oreja. Él tiene una camisa gris y un pantalón negro, y mechones de cabello rubio cuelgan sobre sus ojos

aguamarina.

Tan pronto como regresamos de las vacaciones de invierno, él

comenzó a hablar con el productor de música en San Diego por teléfono. Al principio eso no iba a ninguna parte, así que siguió con su vida, tocando en el Hook Up y otros lugares, y con su trabajo en la construcción. Pero

luego recibió una llamada en respuesta. Dio un salto de fe y fue allí para una reunión. Ellos lo amaron, y no me sorprendí cuando me dijo que se iba a mudar allí. Luego procedió a decirme que yo me iba con él. Me

escondí en mi apartamento alrededor de un día.

—Niña bonita —llamó Micha a mi puerta—. Déjame entrar, así

podemos hablar. Has estado ahí por un tiempo y me estas empezando a preocupar.

Paseaba de un lado al otro con las manos en mis caderas, inhalando

y exhalando. —Estoy bien, pero no puedo hablar sobre ello todavía.

Hubo un suave sonido. —Ya habíamos hablado de esto, ¿recuerdas?

Sabías que iba a pasar.

Me paré en el medio de la habitación y me giré en un círculo, buscando mi teléfono. —Solo dame un poco de tiempo, de acuerdo. Yo…te

prometo que voy a salir en solo unos segundos.

Le tomó un segundo responder. —Está bien, pero voy a estar en la sala.

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Esperé hasta que lo escuché irse y entonces marqué el número de Anna. Tan pronto como la escuché contestar, balbuceé—: Micha quiere

que me mude a San Diego con él.

—Ahora cálmate, Ella —dijo ella—. Sabías que esto podía suceder…me has estado hablando sobre ello desde que regresaste de las

vacaciones de navidad.

—Lo sé. —Me hundí en mi cama—. Pero ahora es verdad. Y la verdad

algunas veces asusta.

—Lo sé —replicó—. Pero no puedes huir de ella.

—No lo estoy haciendo —le dije—. Simplemente no sé qué hacer.

—Podrías hacer una lista —sugirió—. De los pros y los contras, y de cómo te sientes.

Le eché un vistazo a un cuaderno y un bolígrafo que estaban encima de mi tocador en una esquina. —¿Ese es tu consejo?

—Ese es mi consejo —dijo ella, y alguien habló en el fondo—. Me

tengo que ir, pero haz una lista como te dije y luego llámame más tarde y hablaremos.

—Está bien —suspiré, colgué e hice lo que ella me dijo que hiciera.

Al final, la lista me dijo lo que había sabido durante todo este tiempo pero estaba tan asustada de admitir en voz alta sin algún estímulo.

Solicité algunos trabajos en línea en San Diego e hicimos un viaje allí un par de semanas atrás para ir a unas entrevistas de trabajo. Escogimos un apartamento de un dormitorio en un área decente. Es

aterrador como el infierno, pero con Micha a mi lado, sé que puedo manejarlo.

—¿Estás lista? —pregunta Micha mientras se acerca a mí con su

mano extendida.

Mi ansiedad burbujea mientras deslizo mi mano en la de él. Es la

primera vez que vamos a vivir juntos y estoy interesada en cómo seguirá nuestra historia.

Lila me da otro abrazo mientras que Ethan y Micha se dan una

palmada de chicos en la espalda y chocan los puños. Micha y yo subimos al auto y él enciende el motor mientras balancea una foto en el tablero.

Caroline me había enviado la foto no mucho tiempo después de navidad. Micha y yo habíamos estado uno al lado del otro afuera en el porche delantero, y su cabeza estaba girada hacia mí en vez de hacia la

cámara. Él había susurrado un comentario pervertido en mí oído y me había reído justo cuando Caroline tomó la foto. Era la foto perfecta, porque

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a pesar de que no estábamos mirando hacia la cámara, estábamos genuinamente felices y haciéndonos sentir el uno al otro de esa manera.

El asiento trasero está lleno con maletas y cajas, así que Micha usa el espejo lateral para dar marcha atrás. Le digo adiós con la mano a Lila rápidamente, quien está sollozando, y Ethan se acerca y coloca un brazo a

su alrededor.

Una vez que alcanzamos la salida, mi teléfono suena y contesto—:

Estaré bien. Lo prometo.

—Sé que lo estarás —dice Anna—, pero quería asegurarme de que llamaste al número del terapista que te di.

—Sí, y tengo una cita con ella en unas pocas semanas —le digo, abrochándome el cinturón de seguridad—. Y me aseguraré de ir, justo

como te dije ayer que lo haría.

—Bien. —Hace una pausa—. Y si alguna vez necesitas algo, y me refiero a cualquier cosa, no dudes en llamarme.

—Lo haré —le prometo—. Y Anna, gracias por lo que dijiste el otro día…sobre mí siendo una chica diferente a la que llegó al principio. Sé que he cambiado, pero es agradable escucharlo.

—Solo dije la verdad, Ella. Has cambiado y pienso que te irá bien en la vida. Solo necesitas recordar que pedir ayuda no es algo malo, así que

asegúrate de hacerlo, porque habrá momentos en que lo necesites.

Le sonrío a Micha, quien me está mirando con curiosidad. —Lo haré.

—Bien —dice ella—. Recuerda divertirte y no preocuparte

demasiado.

—Lo haré. —Cuelgo y Micha entrelaza sus dedos con los míos.

—¿Quién era? —pregunta Micha, deteniéndose en un semáforo.

—Anna.

—¿Qué tenía que decir?

Miro hacia la luz del sol brillando en el cielo. —Que piensa que voy a estar bien.

Unas cuantas horas más tarde, nos estacionamos en una parada

para un rápido descanso, para ir al baño y conseguir algunos bocadillos fuera de la camioneta. Aparcamos cerca de una congruencia en un

acantilado rocoso que da hacia un lago. Justo en un camino al otro lado, la gente está haciendo salto de acantilado en el agua. No es muy alto y se ve como si se estuvieran divirtiendo. Mientras espero por Micha, me muevo

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lentamente hacia el borde y bajo la mirada hacia la ondulante agua a la luz del sol, recordando el puente y lo mucho que quería saltar esa noche.

—¿Qué estás haciendo? —La preocupada voz de Micha se eleva abruptamente por encima de mis hombros y sus manos envuelven mi cintura.

Me quedo mirando a una mujer mientras se arma de coraje para saltar del saliente. Con los ojos cerrados y los brazos extendidos, vuela

hacia abajo, tan libre como puede ser. Segundos más tarde salpica en el agua.

—Creo que deberíamos saltar. —Cuando me encuentro con los ojos

de Micha, no se ve feliz.

—No creo que esa sea una buena idea. —Él tira de mi mano para

alejarme del acantilado—. Tenemos que ponernos en marcha.

Me libero de su agarre, me quito los zapatos y me recojo el cabello con una banda elástica que tenía alrededor de mi muñeca. —Vamos, será

divertido.

—No voy hacerlo. —Mete sus manos en los bolsillos y sacude la cabeza—. No con esto.

Cruzo los brazos. —¿Por qué no?

—Porque… —se encoge de hombros, pateando la punta de sus botas

contra la tierra—, la idea de ti saltando me asusta.

Tomo su mano y lo acerco más al acantilado. —No es sobre eso. Es sobre dejarse llevar. Quiero hacer esto.

Él titubea, mirando hacia el resplandeciente lago. —Está bien, tú ganas. Lo haré, pero solo porque te amo y tengo el momento más difícil diciéndote que no cuando me miras de esa manera. —Se desprende de su

camiseta, dejando al descubierto sus esbeltos músculos y el tatuaje en su caja torácica, se desata las botas antes de quitárselas y luego toma su

billetera y la intercambia de bolsillo—. Pero sostendrás mi mano todo el tiempo.

Sonrío, emocionada. —De acuerdo, es un trato.

Caminamos hasta el borde, de la mano. El acantilado es una caída directa con solo unos cuantos salientes irregulares, una caída factible, a

diferencia del puente en casa.

Él vacila, chupándose el anillo de su labio en la boca, y luego una sonrisa se arrastra lentamente por su cara. —Cuando estés lista, niña

bonita.

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Tomo una respiración profunda, cierro los ojos y susurro—: Estoy lista.

Él cuenta en voz baja. —Uno…dos…tres.

Nos tiramos del acantilado de la mano. La caída es breve, sin embargo se siente como si durara por siempre antes de que golpeemos el

agua juntos. Con su ayuda, rompo a través de la superficie en un instante.

Jadeando fuertemente, me giro para mirar hacia el acantilado, el

cual no se ve tan alto. Mi ropa se adhiere a mi cuerpo y me pecho se siente ligero. —Eso fue divertido.

Se ríe mientras se limpia las gotas de agua de su piel, sus labios, de

sus largas pestañas. Su cabello rubio está peinado hacia atrás mientras se pasa las manos por la cabeza. —Me alegro. ¿Ahora podemos nadar de

vuelta a la orilla y ponernos en camino? Quiero llegar allí antes de que oscurezca.

Miro sus líquidos ojos azules. —¿Cuál es la prisa? Podríamos

quedarnos aquí afuera todo el día, flotando en círculos en el agua, solo tú y yo.

Me acerca a él y nos lleva pataleando de regreso a la orilla de arena

situada cerca del final del acantilado. —¿Eso es lo que quieres hacer? ¿Flotar en el lago todo el día?

—No, solo quiero ver si lo haces por mí. —Engancho mis manos alrededor de su cuello y jugueteo con el anillo hasta que se desliza de mi dedo y en mi palma, siendo decisivo.

—Sabes, que si me pides cualquier cosa, lo haré. —Me besa y chupo el agua de su labio—. Porque tengo una debilidad por esos ojitos de perrito triste que me das cada vez que quieres algo.

Alejo mis manos de su cuello, sujetando mis piernas alrededor de su cintura para sostenerme erguida. Todavía dudo, pero luego dejo ir todas

mis reservas. —Y ahora quiero darte algo.

Él alza una ceja, confundido, hasta que deslizo el anillo en mi otro dedo. Se siente bien, como si hubiera pertenecido allí por siempre. Al

principio su expresión es estoica y me preocupa que haya cambiado de idea sobre casarse conmigo.

—Me lo puedo quitar —digo rápidamente—, si no quieres que me lo ponga allí todavía.

—¿Quitártelo? —Me mira con la boca abierta como si estuviera loca

y me acerca más, de forma que cada parte de nuestros cuerpos mojados se tocan mientras él nos mantiene flotando pateando con sus piernas—. ¿Por

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qué demonios querría alguna vez que hicieras eso? No quiero que te lo quites nunca. Nunca.

—Pero parece como si estuvieras enojado o algo.

—Estoy impresionado. Pensé que iban a pasar años y años y años antes de que te colocaras esa cosa en tu otro dedo.

Una sonrisa aparece en mis labios. —¿Quieres que me lo deje puesto?

—Por supuesto que quiero que te lo dejes puesto. —La felicidad llena sus ojos, tan cegadora como la luz del sol detrás de él—. Y no tienes permitido quitártelo nunca.

Asiento y él estampa sus labios contra los míos, besándome con todo lo que tiene, y le devuelvo su pasión igualmente mientras nos damos

nuestro primer beso de nuestro “por siempre”.

Fin

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The Temptation of Lila and Ethan

En la superficie, Lila Summers es impecable: buena apariencia, ropa cara y una grande y hermosa sonrisa. Pero su pasado oscuro y

sus secretos aún más oscuros están amenazando empañar su perfecta fachada.

Hará cualquier cosa para ocultar el vacío en su interior—la que la lleva a situaciones que siempre terminan mal. Cada vez que toca

fondo, sólo hay persona que siempre está allí para sacarla: Ethan Gregory.

Ethan estableció las reglas hace mucho

tiempo: Lila y él son amigos. Él no pertenece en las relaciones. A pesar de su apariencia

exterior de chico malo y tatuado, la cual está muy lejos de la imagen de princesa de Lila, Ethan no puede negar que tienen una

conexión más profunda de lo que está acostumbrado. Si no tiene cuidado, corre el

riesgo de enamorarse—y ha aprendido por las malas que enamorarse sólo conduce al dolor.

Cuando Lila cae más lejos que nunca antes, ¿puede Ethan seguir

ayudando como un amigo? ¿O es que también está cayendo…con ella?

The Secret, #3

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Sobre el autor

Jessica Sorensen vive con su esposo y tres hijos en las montañas nevadas de Wyoming,

donde pasa la mayor parte de su tiempo leyendo, escribiendo y estando con su familia.

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Traducido, Corregido y Diseñado en:

http://www.librosdelcielo.net/forum


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