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Estatsmo y religiones
por Joan S. Alós
Joan S. Alós Estatismo y religiones (1963) 1
Estatismo y religiones
Estatismo
Definición: Inmovilidad, permanencia, cualidad de lo que es estático, aquí en el sentido de equilibrio.
No amigo, “estatizarse” no es dormirse. Despiértese, póngase cómodo. Sin echarse: no podría leer a
satisfacción. No ha de tener ni un solo músculo en posición forzada, todos han de estar en perfecto
equilibrio. ¡Qué agradable laxitud! Un pequeño detalle: el cerebro. Sí, claro: no se ponga a pensar
que le está bailando su último diente y van a arrancárselo. Relaje también su cerebro. Y no, no
pierda la cabeza, que aún no ha terminado. Ahora contemple, sin dejarse influenciar por los
sentidos. Así, en esta actitud, Vd. ha conseguido dos cosas:
1. Estar
2. Contemplar
Y si ha tenido un poco de suerte, otras dos:
1. Estar dentro de los seres
2. Comprender sin esfuerzo.
¡Ah! Y ser feliz. Nada turba nuestro corazón en estos momentos. Nada aflige nuestro conocimiento.
Nada significa el dolor. Y a este Nada, este Estar, este Contemplar, este Comprender supremo le
llamamos “Dios”.
Este es el estatismo estático individual.
Mediodía: ha llegado la hora de hacer un pequeño descanso. Levantarse temprano, andar un largo
trecho, la fatiga intelectual de las clases... Algunos de mis compañeros van al salón a distraerse con
música, revistas, juegos. Otro da un paseo en moto. Alguien se desliza hacia el Ensanche de
Barcelona: coches, semáforos, bullicio, comestibles...
Yo tengo mi pequeño rincón. Un banco en un parque y, solo, estoy acompañado por la gente. Es
gente en abstracto. Vida en un estatismo dinámico. Todo se mueve, cambia. Para mi es permanente.
El cuerpo desaparece suavemente.. No hay una contingencia física. Todo es espíritu en actitud
contemplativa. El cuerpo no pesa, el cerebro no emite ondas. Tampoco se esfuerza por captarlas;
sencillamente las percibe. Nada se cuantifica. Espíritu.
Abandono mi banco. Sin esfuerzo, mecánicamente vuelvo al estudio. Donde quiera que miro veo a
“Dios”. Paz. Felicidad eterna; equilibrio en constante movimiento.
De nuevo la cuantificación, el estudio. Pero también en este dinamismo podemos encontrar el
equilibrio espíritu-materia. Este es el estatismo dinámico individual.
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Hasta ahora hemos trazado algunos rasgos del estatismo. Vamos a desarrollarlos indicando su
sentido, profundidad y alcance. Dentro del estatismo individual hemos distinguido entre estático y
el dinámico.
El estatismo estático
El estatismo estático tiende al equilibrio absoluto entre la materia y el espíritu, sin que en ningún
momento domine la una o el otro. Es la estática de los cuerpos en reposo absoluto. Evidentemente
el conseguirlo presenta no pocas dificultades. Los métodos yoga son una valiosa ayuda en este
sentido. Idealmente se trata de que el individuo no pierda energía. Para conseguirlo hay que usar
forzosamente de la materia y el espíritu. Dicho de otro modo: para llegar a la no pérdida de energía
tenemos que invertir energía. Nadie nace en reposo absoluto si no es “Dios”, pero de ésto nos
ocuparemos luego.
¿Qué pretende el hombre al intentar llegar a un estado en el que no gaste energía propia? No sufrir.
En efecto, para sufrir es preciso tener una sensibilidad y hacerla cognoscitiva, para lo que es preciso
gastar energía. Cuanto más perfecto sea el equilibrio conseguido por el hombre, menos sufrirá, ya
que será precisa una causa mayor para hacerlo sufrir. Hemos de hacer constar aquí que este
equilibrio absoluto y permanente no es conseguido por el ser humano.
Otra de las ventajas de no gastar energía es que evita tener que consumirla y esto en países en los
que existe la incertidumbre del pan de cada día es un buen remedio.
Los magos, brujos, hechiceros, en todo cuanto son de verdad, no son sino personas que una vez
conseguido un avanzado equilibrio estático han desarrollado enormemente los poderes de la mente
y el espíritu. También es debido a ésto la capacidad de influenciar, sin ninguna ayuda material, a
otras personas situadas a grandes distancias.
Hasta aquí hemos visto el vector y su fin próximo. Su fin remoto bien pudiera ser el del Nirvana de
Buda. La aniquilación total, el equilibrio perfecto y eterno. No obstante, ignoramos la naturaleza de
este equilibrio, ya que Buda se negó a explicárnosla. El estatismo estático ha de conformarse, por lo
tanto, con la idea de la aniquilación total ignorando si esta se produce al morirnos y si es
“existencia”, “no existencia”, “existencia más no existencia” o “no existencia más no existencia”.
Vemos que debido a esta incertidumbre la aniquilación total es problemática, aunque garantiza la
ausencia de dolor. Esta ausencia de dolor es lo que pudiéramos llamar para el estatismo estático su
paraíso.
Respecto a Dios, el estatismo en general, siendo como es puramente intelectual no afirma ni niega
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que Dios exista. Cada cual es libre de creerlo o no creerlo: no hay ninguna revelación. En este
contexto al hablar de estatismo no nos referimos al estatismo como auxiliar de muchas doctrinas,
sino al estatismo en sí, al estatismo como fin. Para el estatismo Dios es un problema tan insoluble
como lo que nos espera después de la muerte y existe la misma incertidumbre respecto a su
existencia o no existencia.
Según lo dicho anteriormente Dios para el estatismo estático sería el reposo absoluto, la nada, el
estar independientemente de su existencia o no existencia, el contemplar eterno, el estar dentro de
todo y el comprender sin esfuerzo.
La Vida entendida como una lucha para conseguir la ausencia de dolor, el perfecto equilibrio entre
materia y espíritu nos conduciría a un concepto de Dios como Reposo Absoluto y Ausencia de
Dolor.
Para el estatismo estático Dios, caso de existir, sería un modelo a imitar.
El estatismo dinámico
Hemos estudiado el estatismo puro, el verdaderamente estático. Teóricamente es el perfecto, pero en
la práctica no es realizable. Es tan difícil como llegar al cero absoluto de temperatura. Hemos de
buscar, pues, un equilibrio en lo normal y corriente: lo dinámico. Todo individuo realiza actos muy
variados que le producen dolor unos y goce otros, siendo ambas sensaciones relativas a la
circunstancia. Es la circunstancia, en todo caso, quien nos produce las sensaciones. Para evitar el
dolor y la desdicha es preciso equilibrar el Yo con la Circunstancia. Un ejemplo nos ayudará a
comprenderlo.
Supongamos la vida color de rosa: hemos alcanzado un grado X de gozo. La disminución a X-3, sin
dejar de ser un gozo, nos produce una sensación de dolor o desdicha a menos que activemos una
corriente en sentido inverso desde el Yo para equilibrar la Circunstancia.. Si estamos materializados
14 horas diarias, se hace necesario espiritualizarse durante un cierto tiempo, a determinar según la
persona, que sea suficiente para contrarrestar el desequilibrio, que aunque es posible que no nos
“duela”, nos despersonaliza. El equilibrio también debe efectuarse para contrarrestar el espíritu, ya
que es tan perjudicial un desequilibrio tanto por parte del espíritu como de la materia. Pero no
olvidemos que en el estatismo dinámico el equilibrio espíritu-materia, viene condicionado por la
Circunstancia.
Yo en equilibrio con la Circunstancia.
Espíritu Yo + Espíritu Circunstancia = Materia Yo + Materia Circunstancia
Si la Circunstancia está en equilibrio estático, también ha de estarlo el Yo. Pero si en la
circunstancia domina la Materia o el Espíritu, en el Yo el dominio ha de darse en sentido contrario,
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de esta forma llegaremos a contrarrestar teóricamente el dolor.
Vemos pues que el estatismo estático es un caso particular del dinámico.
El fin anhelado por el estatismo dinámico es conseguir la supremacía del Yo sobre la Circunstancia,
de modo que ésta deje de influir y el Yo pueda desarrollarse en perfecto equilibrio en un plano
eterno e inmutable.
Para el estatismo dinámico Dios es la ausencia de Circunstancia, el Yo permanente y eterno. No
obstante, en teoría pura, después de la muerte viene la destrucción de la Circunstancia y la del Yo,
ya que ambos son causa de sufrimiento. Por lo que en teoría pura nos encontramos al enfrentarnos
con la muerte y con Dios con los mismos problemas que en el estatismo estático.
El estatismo social
Sabemos que el hombre es un ser social. Vive en sociedad. Dándose en la práctica la imposibilidad
de que el individuo pueda desarrollarse solo y que el hombre desempeña cometidos muy diferentes
en la sociedad, habrá que recurrir para la perfección de ésta, al estatismo social.
El estatismo social es completamente dinámico, ya que la sociedad no es un conjunto de individuos
estáticos (o ya no sería tal sociedad) sino de individuos dinámicos. La sociedad supone la división
de distintos trabajos, lo que trae como consecuencia lógica que unas partes de la sociedad estén más
espiritualizadas o materializadas que otras.
El estatismo social mira de buscar, por compensación, el equilibrio de la sociedad. Sólo entonces
será perfecta, cuando todos participen de uno y uno participe de todos.
El estatismo social como fin busca, en su forma práctica, la disolución del individuo después de la
muerte, en una sociedad “una” y, por tanto perfecta, a quien podríamos llamar Dios. No obstante
ignoramos si esta sociedad es “existencia” o “no existencia” y, como consecuencia, lo mismo de
Dios.
Consecuencias
Hasta aquí hemos visto el estatismo como fin. Hemos de decir, no obstante, que como fin no es
aceptado en su teoría pura. Si el hombre pudiera ser estáticamente perfecto, es decir, librarse por
completo del dolor y por lo tanto del nacimiento y de la muerte, no necesitaría de Dios ni de
religión, porque entonces el hombre sería “Dios”. Ahora bien, conseguir este estatismo puro es algo
tan insoluble como llegar al cero absoluto de temperatura. Podrá lograrse una gran perfección, pero
jamás podremos librarnos absolutamente del dolor en vida.
El estatismo tiene, sin embargo, una importancia enorme en el origen y desarrollo de muchas
doctrinas, como veremos más adelante. Lo que el estatismo pone en un plano idealista, y casi ateo,
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varias religiones lo ponen en un plano ético y, en general, orientado a Dios. Podemos decir, como
resumen, que el estatismo no es una religión de hombre sino de dioses, si es que éstos la tienen.
Aplicación del estatismo a las religiones
Hemos estudiado en esencia la teoría del estatismo. Veamos también que no se queda en una cosa
meramente teórica sino que tiene una gran repercusión en la manera de vivir y de idear del hombre,
particularmente el oriental.
En los capítulos siguientes estudiaremos esta influencia desde el antiguo Oriente hasta el moderno
Occidente. De este modo podremos observar una gradación desde el estatismo estático de Oriente
hasta el estatismo dinámico de Occidente.
El estatismo nació en Oriente y penetró en Occidente a través del cristianismo, religión que
participa de las dos tendencias: oriental y occidental y que da origen a un estatismo de fe-razón,
Hombre-Dios. Al comienzo del cristianismo, con los Santos Padres, esta coparticipación de los dos
pensamientos es un tanto confusa, separada, incluso contradictoria con el concepto actual del
cristianismo. Más tarde el cristianismo se escindió dando origen al protestantismo y al islamismo.
El protestantismo tiene una tendencia más occidentalizada, rompiendo el equilibrio fe-razón,
pasión-acción; el acto no tiene ningún valor.
El islamismo cabalga más entre lo estático y lo dinámico. La felicidad se halla más en la lucha, en
la muerte, en la guerra santa que cumplía una doble misión política y religiosa, lo que inyectó nueva
vida al cristianismo con las cruzadas.
Con el Renacimiento se fue extinguiendo este paroxismo de fe para dar paso al humanismo y, con
los primeros grandes avances científicos, al materialismo.
Ya en el siglo XIX surgió una doctrina puramente occidental y dinámica, el existencialismo, que
pregona la existencia como algo anterior a la esencia. Ello conlleva que cada existencia ha de
encontrar su razón de ser, su esencia.
Vamos pues a dar un repaso a estas doctrinas desde el punto de vista del estatismo.
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Budismo
La doctrina de Buda es una doctrina iluminada, que no revelada. Toda ella es fruto del raciocinio de
la mente. De los muy diversos aspectos que abarca vamos a centrarnos en dos: su concepción del
dolor y el Nirvana.
El dolor
Fue el dolor, precisamente, el que conmocionó a Buda y le llevó a desarrollar su doctrina. Veamos
según él las causas del dolor, las distintas posturas ante éste y la solución aportada por el budismo.
El dolor consiste en estar unido a lo que no se ama, o en estar separado de lo que se ama. Veamos
como Buda determina la causa última del dolor en los llamados “Doce orígenes
interdependientes”, que aparecen el el sutra llamado: “Mahâ-ni-dâna Sutra Digha Nikâya”
− ¿Qué es necesario para que exista el dolor?
− La vejez, la enfermedad, la muerte.
− ¿Qué es necesario para que la vejez, la enfermedad y la muerte se produzcan?
− El nacimiento.
− ¿Qué es necesario para que el nacimiento se produzca?
− El existir.
− ¿Qué para que este se produzca?
− La posesión.
− ¿Qué para que esta exista?
− El deseo.
− ¿Qué para que exista el deseo?
− La sensación.
− ¿Qué para que esta surja?
− El contacto.
− ¿Qué para que haya contacto?
− Los Seis Sentidos.
− ¿Qué para que los Seis Sentidos existan?
− El cuerpo material y el espíritu.
− ¿Qué para que estos dos existan?
− La “conciencia-conocimiento” (Vijñana).
− ¿Qué para que esta exista?
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− Las formaciones mentales.
− ¿Qué para que haya formaciones mentales?
− La Ignorancia.
De esta forma llegamos a la fuente primigenia del dolor: la Ignorancia. Triunfar sobre ella es entrar
en el camino de la Liberación, del Nirvana. Este camino de la Liberación es lo que Buda llama “El
sendero de las ocho ramas”, agrupadas en tres grandes divisiones:
1. Sabiduría
2. Moralidad
3. Concentración de espíritu
He aquí el método budista: combatir la Ignorancia; sólo el que conozca podrá librarse de la rueda de
la encarnaciones y entrar en el Nirvana.
Según Buda hay cuatro maneras de enfrentarse con el dolor:
A. Negación de la existencia del dolor. Esta es la actitud de aquellos que “tienen ojos y no
ven”, según diría posteriormente el Evangelio, la de que quienes practican la política del
avestruz.
B. Aceptación pasiva del dolor. Actitud fatalista preconizada por numerosas sectas y credos
religiosos. Se considera al dolor como un mal necesario para obtener futuras recompensas.
C. Disimulo de la existencia del dolor mediante sofismas, o ennoblecimiento de él por medio
de especulaciones metafísicas o por prácticas de autocastigo. Esta es también la actitud
recomendada o adoptada por muchas religiones que buscan, sea mediante el raciocinio o
mediante la sublimación de contenidos psicológicos inconscientes, el enaltecimiento y la
supervaloración del dolor.
D. Lucha activa contra el dolor y creencia en la posibilidad de vencerla. Esta es la actitud
adoptada por Buda. Constituye uno de los portales más firmes de su doctrina. Buda no es un
filósofo especulativo sino un “guerrero”. Dado que existe el dolor no cabe ni negarlo, ni
aceptarlo con pasividad, ni menos disimularlo o glorificarlo; hay que salir a su encuentro y
luchar contra él con la esperanza de vencerlo.
Una vez más vemos que la solución dada por Buda es conocer y luchar razonadamente, sin
desesperación. En esto existe un gran paralelismo con la teoría estática. De nada sirve ignorar el
desequilibrio, quien lo ignore sufrirá siempre. Sólo aquel que lo conozca sabrá la causa de este
desequilibrio y, sabiéndola, podrá evitarlo. Por lo tanto Buda, frente al dolor, queda perfectamente
encuadrado dentro del estatismo estático, no el dinámico ni el social.
Buda fue, al principio, un destructor de familias, un destructor del Yo y de la Circunstancia; ni
siquiera aceptaba a las mujeres en la doctrina, pero al fin tuvo que capitular, las mujeres entraron y
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la familia revivió.
Al hablar del camino de la Liberación, “el sendero de las ocho ramas”, hemos dicho que un grupo
de ellas se encuadraba en la moralidad. Estudiemos someramente el camino práctico que da Buda
para la Liberación, la ética budista. En el libro de las cuarenta y dos secciones enuncia los “diez
vicios” y las “diez virtudes”.
Los “diez vicios” son:
A – Tres del cuerpo:
1. Matar
2. Robar
3. Cometer adulterio
B – Cuatro de los labios:
4. Calumniar
5. Insultar
6. Mentir
7. Emplear palabras correctas pero con torcida intención
C – Tres de la mente:
8. Envidiar
9. Odiar
10. Tener ideas erróneas y no creer en las “tres luces de Buda”: Buda o el Maestro,
Dharma o la Ley y Sangha o la Orden.
Las “diez virtudes” se conocen con el nombre de las “diez silas búdicas” y son:
A – Para monjes y laicos:
1. No destruir vida alguna
2. No robar
3. No cometer adulterio
4. No mentir
5. No embriagarse
B – Exclusivo para monjes:
6. No comer los alimentos prohibidos durante la noche
7. No vestir galas ni usar perfumes
8. Dormir sobriamente en una esterilla sobre el suelo liso
9. No danzar, cantar, tocar instrumentos musicales ni participar en espectáculos
teatrales
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10. No recibir oro ni plata (Dice Confucio, Diálogos VII,15: “Alimentarse de un grosero manjar,
beber agua, doblar el brazo y recostarnos en él: sólo con esto podemos sentirnos satisfechos. Las
riquezas y los honores mal adquiridos son para mi como nubes que pasan”)
Estos “diez silas búdicos” junto con los “seis medios” son el camino ofrecido por Buda para
alcanzar la paz perfecta. Los “seis medios” son:
1. “Dâna” o Caridad
2. “Shila” o Moralidad
3. “Kahanti” o Paciencia
4. “Virya” o Energía
5. “Dhyana” o Contemplación
6. “Prâjna” o Sabiduría
También predicó con fervor la castidad. No obstante hay que aclarar que Buda coloca siempre lo
psíquico por delante de lo corporal. La sensualidad es siempre “imaginativa” según él, y no carnal.
De aquí que exija también la concentración de espíritu.
El Nirvana
Toda esta parte práctica tiende a un fin permanente estático: el Nirvana. ¿Qué es pues el Nirvana?
Una pregunta difícil de contestar. Una pregunta para la que la respuesta es en cierto modo subjetiva.
Una pregunta que Buda sólo contestó confusamente, quizá porque ni el mismo supiera la respuesta
exacta, posiblemente porque la diera antes de alcanzar el Nirvana. No obstante intentaremos
hacernos una idea basándonos en las definiciones del Maestro.
La concepción del Nirvana está directamente relacionada con la tesis búdica de la “irrealidad del ser
y las cosas”. Buda llamó a su doctrina “Anâtta Vada” o sea la doctrina del “non Ego”. Esta doctrina
se resume en el siguiente silogismo, enunciado por el abad Chao-Kung:
“Yo sé y conozco que mi actual personalidad (cuerpo, sensaciones, percepciones, actividades de la
mente y de la conciencia) es cognoscible y surge y pasa; y por razón de esta transitoriedad yo sufro.
Por consiguiente mi personalidad no es mi “yo”. Por lo tanto el comienzo de mi personalidad no
será el comienzo de mi “yo”, ni su fin será mi fin”.
El conocimiento de esto es importantísimo para poder entender la doctrina búdica. De aquí fluyen
las ideas de Nirvana y Karma. Todos los seres son lo que son como consecuencia exclusiva de sus
obras (Karma). Esto va ligado a la idea de “Samsara” o “Rueda de las Encarnaciones”. Sin embargo
las obras cesan de encadenar a los seres cuando estos advierten que no existe ningún “yo”
permanente ni en la persona ni en cosa alguna; cuando los seres comprenden que no existe la
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“personalidad”. Por lo tanto quien haya logrado este profundo conocimiento puede entrar en el
Nirvana. Como dice Confucio en sus Diálogos IV, 8: “Quien por la mañana conoció la verdad, puede morir
por la noche”. Y Buda nos dice:
“Nirvana es algo en que no existe nada que sea diferente de si mismo. En el Nirvana no hay dolor,
así como en el dolor no puede haber Nirvana”.
Ignoramos en sí que es el Nirvana y esto provocó muy pronto una escisión entre los budistas, que se
dividieron en dos ramas: Himanaya o Pequeño Vehículo, que aceptan lo dicho por Buda, y
Mahayana o Gran Vehículo que difiere de Buda en cuanto a la transitoriedad del ser y del Nirvana.
Ignoramos si el Nirvana es “existencia” o “no existencia”, pero sí sabemos que es ausencia de dolor.
Esto coincide con el estatismo estático y presupone la supresión del cuerpo con sus sensaciones,
percepciones y formaciones mentales y la desaparición de la “conciencia-entendimiento”.
Nirvana encierra en sí la idea de “no respirar”, de algo que no tiene vida, que escapa al nacimiento y
a la muerte.
El Nirvana es un estado intelectual al que se llega por un proceso también intelectual. La
iluminación de Buda no tiene nada de mística, su doctrina es puramente intelectual. Confucio lo
expresa así en sus Diálogos XV, 20: “El sabio busca lo que quiere en si mismo; el hombre vulgar lo busca
en los demás”.
El budismo, refiriéndonos siempre al ortodoxo, no tiene un Dios. Acepta la creencia de unos dioses
que sufren igual que los hombres y que también luchan por la Liberación, por encontrar el camino
del Nirvana.
Como punto final podemos decir que el budismo persigue, sin lugar a dudas, el equilibrio
puramente estático, que coincide con el estatismo en su desarrollo puramente intelectual y que, en
su teoría pura, deja bastante descontenta a una gran parte de la Humanidad más amiga de un Dios y
un Paraíso que supongan ciertamente una existencia y una realidad del ser.
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Islamismo
Fuertemente influido por la cultura del desierto.
La máxima fundamental del Islamismo, su Credo, es: “No hay más Dios que Alá y Mahoma es el
apóstol de Alá. Quien así lo crea, ayude a la guerra santa y observe el Corán, entrará en el paraíso
de Alá, de lo contrario será precipitado en el infierno”.
Veamos lo que dice el propio Corán al respecto a fin de poderlo evaluar luego a la luz del estatismo.
Sobre el cielo o paraíso: (El Corán capítulo LVI, versículos 17-38)
“Y descansarán en sofás guarnecidos de oro y pedrerías.
Y recostados en ellos, unos enfrente de otros, se contemplarán mutuamente.
Se pasearán alrededor de ellos jóvenes que siempre serán jóvenes,
sirviéndoles con vasos con asa, y sin ella, y con copas llenas de vinos exquisitos.
Vino que no les dañará la cabeza ni les turbará el entendimiento.
Y con sabrosas frutas que ellos elegirán a su gusto.
También les servirán de la carne de las aves que les gusta tanto.
Habrá también muchachas de ojos negros y grandes,
semejantes a las perlas escondidas en sus conchas,
esta será la recompensa de sus obras.
No oirán ellos ninguna conversación ni palabra que incline al pecado,
sino tan sólo la dulce palabra: paz, paz.
Y los hombres de la derecha
descansarán entre los árboles de Loto, sin espinas.
Y entre los árboles, llamados Mauz, perfectamente arreglados entre sí.
Debajo de las sombras que se extenderán a lo lejos,
cerca de las aguas que corren suavemente,
en medio de las frutas abundantes
que nunca se acabarán ni impedirá nadie aproximarse a ellas.
Y en lechos elevados
nos criamos estas bellas muchachas del paraíso, produciéndolas
y las hicimos a esta vírgenes queridas de sus esposos y de edad igual.”
Y sobre el infierno (El Corán, capítulo II, versículos 74-76):
“Dicen: si el fuego nos alcanza no será más que por un corto número de días. Diles: ¿Habéis
recibido de Dios un compromiso que él no revocará jamás, o bien decís sencillamente respecto de
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Dios lo que no sabéis?
Bien lejos de ésto: los que no tienen por otra ganancia más que sus malas acciones, aquellos a
quienes sus pecados envuelven por todas partes, serán entregados al fuego y sufrirán en él
eternamente.
Pero los que han creído y practicado el bien, estarán en posesión del paraíso y gozarán de él
eternamente.”
El Paraíso de Mahoma pudiera parecernos muy materialista. A fin de cuentas no es más que una
compensación a los sufrimientos, a las ansias no satisfechas de este mundo, un premio a la guerra
santa. Mahoma nos dice que en este mundo hay que sufrir, colaborar a la guerra santa; quien goce
en este mundo sufrirá en el otro. Siendo así nos parece ver aquí no tanto un equilibrio de la materia
en el Paraíso y del espíritu en la Nada (Jordi Frederic Alós: “Charlas sobre estatismo”), sino un equilibrio
del conjunto de la persona, del yo, con una circunstancia de compensación. El yo soporta la
circunstancia de este mundo en la creencia de que en el otro gozará de todo cuanto no ha podido en
éste.
Mahoma al considerar al hombre en este mundo le distingue alma y cuerpo, pero no es así al hablar
de la vida futura. Esto puede interpretarse bien como una disolución del alma en la Nada, o bien
como una conjunción perfecta de cuerpo y alma, formando estáticamente el yo que se equilibra
dinámicamente en el Paraíso. Por nuestra parte nos inclinamos más por esta segunda acepción.
Aunque en realidad para satisfacer al hombre medio basta un espejismo de eterna felicidad, sin
importar gran cosa que el pensamiento pueda considerarse o no estáticamente; quien quiera más
ciertamente no agotará cielos y Tierra.
Englobamos, por lo tanto, el islamismo dentro del estatismo dinámico, a falta de una interpretación
más profunda por parte de expertos.
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Magia
La magia parece el último refugio de la “dignidad” humana. La técnica domina al hombre. Los
cerebros electrónicos desbordan en rapidez y precisión al cerebro humano. Normalmente nuestro
cerebro funciona de forma binaria: si o no, blanco o negro. Y esta ha sido también el principio en
los ordenadores, ya superado por el conocimiento de la física cuántica que permite seguir todos los
caminos posibles, y volver sobre los propios pasos, de forma simultánea. Dándoles suficientes datos
estos cerebros electrónicos consiguen en un tiempo muy breve hacer las miles y miles de
combinaciones posibles entre los datos y dar como consecuencia un resultado o abanico de
resultados más probables.
Ante estos resultados quedamos maravillados: nuestro cerebro parece impotente, ridículo. No
obstante Louis Pauwels y Jacques Bergier afirman que nuestro cerebro es, por lo menos, tan
perfecto como la mejor máquina electrónica.
Se dice que de nuestro cerebro sólo funciona una décima parte, algo ya puesto en entredicho aunque
ciertamente esté lejos de haber desarrollado todo su potencial. El secreto de la magia consiste
precisamente en desarrollarlo, en “ver más allá”. El hechicero de las cavernas con la representación
de un búfalo y una serie de ritos que actuaban de disparador del cerebro, comprendía, asimilaba
totalmente al búfalo, se identificaba con sus costumbres y podía adivinar la época y lugar mejores
para cazar al animal.
La magia es el súmmum del arte y de la ciencia. Con el dominio de la magia por la Humanidad
desparecerían para el hombre todos los secretos naturales. Sería el retorno al “Paraíso perdido”.
Con la magia llegamos a la cumbre del estatismo de la persona, de la circunstancia y de la
Humanidad, ya que llegamos a la comprensión perfecta de los seres y las cosas. Sólo Dios queda
por encima: Él es el Rey Mago. Los alquimistas no buscaban tan sólo transmutar los elementos,
sino transformarse a si mismos para acercarse más al Rey.
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Existencialismo
He aquí una palabra que nos suena a moderno, a poético, a trágico, angustioso. En efecto, el
existencialismo que tanto se vitupera o alaba ha nacido de la angustia contemporánea, pero la
doctrina en sí es mucho más antigua. Más que doctrina es una tendencia de la que participan muy
diversas doctrinas tanto ateas como religiosas; tendencia que siempre ha acompañado, más o menos
conscientemente, al espíritu humano en su deambular por el mundo.
El existencialismo aboga por un retorno a lo concreto, especialmente a lo concreto humano. Es
eminentemente subjetivo; de aquí que le guste usar formas extra filosóficas de expresión: novela,
teatro, periodismo, cine.
El existencialismo afirma que la existencia precede a la esencia. Por ello estudia al individuo
humano concreto. El estudio universal, sin excluirse, está supeditado a una experiencia personal,
vivida. El individuo trata de comprender su condición, su consistencia, su manera de insertarse en
la realidad y, consecuentemente espera o desespera de él o de su destino. El existencialismo es
contrario a objetivarse, quiere verse desde dentro: ser, sentirse y luego volcarse hacia fuera como
universo en expansión.
Se considera padre del existencialismo moderno a Soren Kierkegaard (1813-1855), filósofo danés,
hijo de un pastor protestante. Su actitud ante la vida es subjetiva, anti racionalista. Atacando a
Hegel dice que “no puede haber sistema de la existencia”, la “proposiciones” no agotan al Hombre,
la “subjetividad es la verdad”, “la conciencia crea a partir de si lo que es verdad”.
Kierkegaard, calificado como “evangelista del siglo XIX” por Giovanni Papini, busca en si mismo
esta verdad. Su moral no se fundamenta en una ciencia abstracta sino en la relación inmediata con
Dios, que encuentra en si mismo. En ello vemos una etapa más en la evolución del cristianismo
protestante.
Para Kierkegaard todo hombre está desesperado, incluso aquel que no siente desesperación. El
sujeto, colocado en la vida, o se niega a si mismo orientándose al exterior, o prescinde del ser
encerrándose en si mismo. Haga lo que haga, ofende a lo objetivo o a lo subjetivo y se ve obligado
a elegir.
Por otra parte la vida nos es insuficiente. Sentimos la carencia de lo absoluto y sin embargo nos
sentimos hechos para él. El yo humano es el sujeto de un doble vínculo: su relación con el mismo,
que le constituye, y su relación con Dios que le funda. Es unión de finito e infinito. Síntesis que
hace posible su desequilibrio, una disociación, fuente de la tragedia y desesperación, ya sea por
despreciar los vínculos divinos, ya sea por despreciarse a si mismo.
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Así como Descartes partía de la duda para su filosofía, Kierkegaard parte de la desesperación vital
con el propósito de salir de ella mediante lo verdadero. Por último para Kierkegaard la angustia es
una antipatía simpatética y una simpatía antipatética. Su causa se remonta al pecado original.
El extremo más avanzado del existencialismo está representado por Jaspers y Martin Heidegger..
para este último, nacido en 1889, el ser “está en el mundo”. Con ello sitúa al ser en el cruce del
sujeto y el objeto; retirándose en sí mismo no se encuentra más que el vacío. Al referirse al sí,
independientemente del sujeto, igualmente no se encuentra más que el vacío. El mundo depende de
su comprensión por el hombre y éste, a su vez, no se comprende sin el mundo, no por simple
relación sino por síntesis ontológica.
Jean-Paul Sartre, nacido en 1905, es el representante del existencialismo francés. Proclama lo
absurdo de la existencia y la negación de todos los valores vitales. Nos dice también: “el verdadero
optimismo es el del hombre que no espera nada, que sabe que no tienen ningún derecho y que nada
le es debido; que se goza no contando más que consigo mismo para el bien de todos. Su estatismo:
Nada. ¿Quizá estatismo social?
En una línea semejante, pero más dinámica, se halla Albert Camus, francés nacido en 1913. Según
él la vida es absurda y hemos de luchar para conservar este absurdo y atacar todo lo que tienda a
perturbarlo.
En la línea del existencialismo antiguo cabe destacar a Omar Khayyam, nacido a mediados del siglo
XI y que se movió dentro de un ambiente islamita. Su espíritu le induce a reírse del más allá, del
cielo, del infierno, de la trascendencia. He aquí uno de sus “rubaiyat” característicos:
“Me dieron la existencia sin consultar conmigo.
Luego aumentó la vida día a día mi asombro.
Me iré sin desearlo y sin saber la causa
de la llegada mía, mi estancia y mi partida.”
Consideramos este cuadro existencialista suficiente para hacernos una idea estática del
existencialismo. En general predomina un existencialismo dinámico. Cada individuo procura
encontrar un significado en la vida; mira de equilibrarse con la circunstancia. Ésto en términos
generales, pero variando en la concepción del yo y de la circunstancia. Así se nos presentan
variantes dentro del yo (finitud e infinitud por ejemplo), que se podrían considerar dentro de un
estatismo estático. También la circunstancia es muy diversa, llevándonos al absurdo total, al no-
sentido del ser y de las cosas. Forzando esta posición se podría considerar un estatismo social del
absurdo, pero consideramos más acertado no considerarlo estatismo a fin de que el absurdo sea
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realmente total.
Con el existencialismo llegamos a la cumbre de un estatismo dinámico pero que por ser tan
personal llega, en ocasiones, a perderlo. También apunta a un estatismo social que halla su plenitud
en doctrinas quietistas y panteístas.
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La evolución del pensamiento en el cristianismo
Todas las doctrinas van evolucionando en el pensamiento humano antes de llegar a un perfecto
grado de asimilación. Este fenómeno tan fácil de observar en el individuo, también se da en la
sociedad. Así el cristianismo también ha sufrido estos primeros balbuceos. Época de filósofos, e
incluso de grandes filósofos, los primeros siglos del cristianismo. Estáticamente la cosa no estaba
nada clara. Había que comprender la naturaleza y propiedades de Dios, del alma, de la libertad, de
la eternidad, el cielo, infierno; en una palabra: había que asimilar el cristianismo.
El cristianismo se levantó en medio de un mar revuelto de filosofías. Hubo de tomar elementos de
unas, rechazar otras y, para lo que aquí nos interesa, combinar el pensamiento oriental con el
occidental. Lo estático con lo dinámico. Por esto podemos observar en el cristianismo equilibrios
tipo fe-razón de matiz estático y otros del tipo Hombre-Dios de un dinamismo no libre sino
necesario, y unos terceros de tipo social como la relación entre los bienaventurados. Todos estos
matices se fueron comprendiendo lenta y progresivamente a la par que el cristianismo absorbía a
otras filosofías y culturas.
Uno de los conceptos oscuros, al principio, fue el de la eternidad. ¿Son eternos el cielo y el
infierno? Esto tiene una repercusión enorme tanto en la filosofía del bien y del mal como en el
estatismo. De no ser el equilibrio eterno, el hombre cristiano se siente defraudado en su estatismo.
En esta labor de base tuvieron un papel esencial los llamados padres de la Iglesia. Al utilizar la
filosofía antigua, los Santos Padres la adaptan y cristianizan, rechazan posiciones como la epicúrea
o la escéptica que son inconciliables con la ética y la fe cristianas. Pero la labor positiva consiste en
la adaptación de las fuentes filosóficas propias de la patrística: el estoicismo, el platonismo
ecléctico popular y, especialmente, el neoplatonismo. De esta adaptación se derivan
importantísimos elementos estáticos: pasión, acción, existencia, espíritu... desarrollados más tarde
en diversos sentidos.
Dentro de los Padres de la Iglesia cabe destacar a San Agustín. Nacido en Tagaste (África) en el
año 354, su vida es una constante búsqueda de la verdad; verdad que por fin halló en el
cristianismo. La filosofía agustiniana tiene dos fines: Dios y el alma.
Como más tarde haría Descartes, San Agustín parte de la duda para hallar la verdad. Parte de la idea
de que hay unas verdades eternas, inmutables, las “rationaes aeternae”, que nuestro espíritu
reconoce en sí mismo porque se pone en contacto con el espíritu de Dios, con las ideas divinas, y la
eterna verdad divina irradia sobre él. Sobre el alma nos dice que es substancial, espiritual e
inmortal. A partir del alma llega a Dios. Dios es incomprensible e inefable, el Ser Absoluto, el Ser
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sin la menor huella de no-ser ni de mutación, la realidad primaria, la absoluta verdad y el más alto
bien. En comparación con Dios las cosas creadas son más un no-ser que un ser.
Al hablar de cristianismo hemos dicho que su estatismo fundamental radica en el equilibrio
Hombre-Dios. Siendo así nos es fácil alcanzar la trascendencia de la filosofía agustiniana al
determinarnos a Dios y al alma humana.
De la filosofía de los Santos Padres, por distinta evolución brotaron dentro del ámbito cristiano el
protestantismo y el catolicismo. Pero antes de pasar considerar el pensamiento protestante, vamos a
reseñar brevemente la influencia islámica en el cristianismo: las Cruzadas.
Las Cruzadas venían a oponerse al concepto musulmán de Guerra Santa. Como la guerra santa era
mala, los cristianos organizaron “su” guerra santa para demostrar la maldad de la primera. En los
siglos XII y XIII los cristianos de Europa se unieron para castigar a los turcos seljúcidas que se
habían apoderado de Jerusalén, perseguían y maltrataban a los peregrinos y amenazaban caer sobre
Constantinopla. Contribuyeron a la realización de las cruzadas, ocho en total, el ardor de la fe, el
pesar por no poder visitar Jerusalén, la sed de aventuras propia de la Edad Media y la esperanza de
hacer fortuna en Oriente. Con esto podemos comprender que los motivos de la cruzada no eran
meramente religiosos y sus consecuencias fueron más bien de tipo cultural y político (fin del
feudalismo) que de tipo religioso. No obstante dentro de las últimas cabe destacar: la exaltación de
la fe, la formación de nuevas órdenes religiosas y el nacimiento de nuevas herejías que en cierta
medida, al igual que el cisma del Oriente, contribuyó a la formación del protestantismo.
Al pensamiento protestante se le conoció con el nombre de pensamiento reformista. Su aparición
coincidió con el Renacimiento, importante movimiento cultural humanista y científico que
revolucionó por completo la sociedad medieval de aquel tiempo. Esta reforma protestante principió
en el siglo XVI con Lutero. La Reforma nos dice: el hombre está corrompido por el pecado por lo
que la naturaleza es impotente y no se puede esperar la salvación sino de un socorro omnipotente.
Ello nos lleva a negar todo valor a las obras humanas, a negar el libre albedrío en presencia del
pecado original y a buscar en la fe el único medio de salvación. “Peca fuertemente, cree más
fuertemente y te salvarás.” El mal es irremisiblemente vencedor y sólo por la fe en Cristo podemos
salvarnos.
Por otra parte el protestantismo considera a Dios el autor responsable del bien y del mal. No
obstante hemos de advertir que esta doctrina protestante es escuetamente la de la Reforma, ya que
actualmente el protestantismo se halla muy dividido y no es difícil hallar sectas protestantes que
sostengan ideas contrarias a éstas.
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De aquí, en orden al estatismo cristiano podemos sacar consecuencias muy dignas de mención, ya
que estos conceptos cambian totalmente la identidad del equilibrio cristiano.
1. Hombre-Dios. Siendo el hombre pecador por excelencia, nada puede hacer para lograr el
equilibrio con Dios. Es Dios quien le salva o le condena desde la eternidad.
2. ¿Cómo podrá el hombre estatizarse en la contemplación de Dios si este es mutable en
esencia por cuanto es al mismo tiempo autor del bien y del mal?
3. Triste destino el del hombre que teniendo posibilidad de obrar no tiene fin para su obra. Sólo
la fe puede salvarnos; de nada sirve pasión y acción.
4. Tampoco nos sirve la práctica de unas normas éticas, tanto por la inutilidad de la acción
como por el propio concepto de Dios, autor del bien y del mal.
¿Qué nos ofrece por lo tanto el protestantismo en el orden estático?
Cada uno ha de buscar la verdad en las Sagradas Escrituras libremente interpretadas y creer
firmemente en ellas. Esto abre un campo inmenso al estatismo dinámico, que en su cumbre
desembocaría en el existencialismo.
¿Habrá que buscar un equilibrio hombre-fe, siendo esta fe distinta para cada uno? ¿Y a través de la
fe el equilibrio con Dios?
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Referencias bibliográficas:
Joan S. Alós: El rey mago. Barcelona, revista Aries, enero 1963
Jordi Frederic Alós: “Charlas sobre estatismo”. No publicado.
La Sagrada Biblia. México, ed. Hipano Americana 1953
Gustave Le Bon: Aphorismes du temps present.
R. Cansinos Asséns: Mahoma-El Koran. Madrid, ed. Aguilar 1954
Confucio: Diálogos
Martin Grabmann: Filosofía medieval. Barcelona, ed. Labor 1928
Víctor Hugo: William Shakespeare, V,1
Joseph Joubert: Pensées, 13
Omar Khayyam: Rubaiyat.
Soren Kierkegaard: El concepto de la angustia.
David Samuel Margoliouth: Islamismo. Barcelona, ed. Labor 1935
Giovanni Papini: El espía del mundo.
Louis Pauwels, Jacques Bergier: El retorno de los brujos. Barcelona, ed. Plaza y Janés 1961
Emilio Ribas: Buda. Barcelona, ed. Berenguer 1944
A. D. Sertillanges: El problema del mal.
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¡Gracias por su lectura!
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