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Ética y estética de un retomo de exilio según «Semana de ... · En la realidad de los hechos,...

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Actas XIV Congreso AIH (Vol. III). Raquel THIERCELIN-MEJÍAS. Ética y estética de un retomo... - ,, Etica y estética de un retomo de exilio según Semana de pasión, de José Corrales Egea Raquel Thiercelin-Mejías UNIVERSITÉ D' Alx-MARSEILLE 1 SEMANA DE PASIÓNES la última novela publicada de José Corrales Egea (Larache 1919- Madrid 1990) «un novelista español desterrado, olvidado y desaparecido» como se titulaba la ponencia que tuve la oportunidad de presentar en noviembre de 1999 en el Congreso efectuado en Salamanca y León, y dedicado a la cultura del exilio republicano 1 , se editó en España, en 1976, después de llegar a finalista del Premio Nadal el año anterior. 2 Escrita entre 1970 y 1973, la novela trata del regreso a España, después de una ausencia de casi treinta años, de un famoso intelectual exiliado, próximo al término de su vida. Dicho retomo, cuya tramitación no ha estado exenta de obstáculos y dificultades tiene lugar en Madrid, a finales de la década del cincuenta o principios del sesenta 3 , y la llegada se ha efectuado con la mayor discreción, para honda satisfacción de los familiares. Pero en muy pocos días, el estado de salud de Alonso Gálvez de Cea se deteriora y agrava inexorablemente hasta el punto de desembocar en su agonía y muerte. Con lo que, desde la llegada del avión al aeropuerto de Barajas hasta el aviso necrológico difundido por la prensa capitalina, sólo habrá transcurrido una semana: la semana de pasión. Simultáneamente va a producirse un acontecimiento de sumo interés para España, como es la primera visita oficial del jefe de estado de «una gran potencia extranjera» que la capital se prepara a recibir con todos los honores: son dos sucesos de signo contrario, uno público, oficial y políticamente correct; privado el segundo, algo sospechoso, casi al margen de la legalidad, y que representa el otro bando: dos acontecimientos cuya yuxtaposición va a desencadenar toda una serie de reacciones, primero en el núcleo familiar, luego entre los allegados y admiradores de Gálvez de Cea y hasta en la calle, 1 Raquel Thiercelin-Mejías, «José Corrales Egea: un novelista español desterrado, olvidado y desaparecido», El Exilio Cultural de la Guerra Civil (1936 - 1939), Actas del Congreso <Sesenta años después>, Salamanca - León, 1999 (en prensa). 2 José Corrales Egea: Semana de pasión, ed. Destino, col. Ancora y Delfín, vol.487, Barcelona, 1976. 3 En la novela aparece una sola indicación de fecha, p. 255: «Es decir que naciste en el treinta y tres ....... de treinta y tres a sesenta y uno van veintiocho» comenta un personaje, pero esta fecha, 1961, no corresponde con el acontecimiento histórico de la visita presidencial, como se verá más abajo. 585 "" 1- Centro Virtual Cervantes
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,, Etica y estética de un retomo de exilio según

Semana de pasión, de José Corrales Egea Raquel Thiercelin-Mejías

UNIVERSITÉ D' Alx-MARSEILLE 1

SEMANA DE PASIÓNES la última novela publicada de José Corrales Egea (Larache 1919-Madrid 1990) «un novelista español desterrado, olvidado y desaparecido» como se titulaba la ponencia que tuve la oportunidad de presentar en noviembre de 1999 en el Congreso efectuado en Salamanca y León, y dedicado a la cultura del exilio republicano1

, se editó en España, en 197 6, después de llegar a finalista del Premio Nadal el año anterior. 2 Escrita entre 1970 y 1973, la novela trata del regreso a España, después de una ausencia de casi treinta años, de un famoso intelectual exiliado, próximo al término de su vida. Dicho retomo, cuya tramitación no ha estado exenta de obstáculos y dificultades tiene lugar en Madrid, a finales de la década del cincuenta o principios del sesenta3, y la llegada se ha efectuado con la mayor discreción, para honda satisfacción de los familiares. Pero en muy pocos días, el estado de salud de Alonso Gálvez de Cea se deteriora y agrava inexorablemente hasta el punto de desembocar en su agonía y muerte. Con lo que, desde la llegada del avión al aeropuerto de Barajas hasta el aviso necrológico difundido por la prensa capitalina, sólo habrá transcurrido una semana: la semana de pasión.

Simultáneamente va a producirse un acontecimiento de sumo interés para España, como es la primera visita oficial del jefe de estado de «una gran potencia extranjera» que la capital se prepara a recibir con todos los honores: son dos sucesos de signo contrario, uno público, oficial y políticamente correct; privado el segundo, algo sospechoso, casi al margen de la legalidad, y que representa el otro bando: dos acontecimientos cuya yuxtaposición va a desencadenar toda una serie de reacciones, primero en el núcleo familiar, luego entre los allegados y admiradores de Gálvez de Cea y hasta en la calle,

1 Raquel Thiercelin-Mejías, «José Corrales Egea: un novelista español desterrado, olvidado y desaparecido», El Exilio Cultural de la Guerra Civil (1936 - 1939), Actas del Congreso <Sesenta años después>, Salamanca - León, 1999 (en prensa).

2 José Corrales Egea: Semana de pasión, ed. Destino, col. Ancora y Delfín, vol.487, Barcelona, 1976.

3 En la novela aparece una sola indicación de fecha, p. 255: «Es decir que naciste en el treinta y tres ....... de treinta y tres a sesenta y uno van veintiocho» comenta un personaje, pero esta fecha, 1961, no corresponde con el acontecimiento histórico de la visita presidencial, como se verá más abajo.

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enfrentándose los opositores al régimen con los defensores del orden establecido. Aunque parezca excesivo hablar de «novela en clave»4 y aunque, a la inversa, sea

muy sujeto a dudas el colofón incluido por el autor al final de la novela, en el que advierte que:

Si alguien hubiese creído ver en las paginas precedentes alguna referencia o alusión directa a personas o sucesos determinados, atribuya esta coincidencia a la fuerza de la imaginación y al poder de la ficción literaria, tan a menudo más vivos y reales que la vida o la realidad mismas

resulta evidente que el personaje de Alonso Gálvez de Cea es representativo del intelectual que regresaba del exilio en aquella etapa del franquismo y cuyo retomo provocó muchas y diversas reacciones, cuando no un verdadero trauma para el que regresaba (hay referencia explícita en la novela al regreso de Ortega y Gasset5). El que regresa después de larga ausencia es un estorbo para los que se quedaron, una amenaza para el equilibrio establecido; pone en entredicho el status de la sociedad a la que vuelve y de la que ignora los cánones. Con su sola presencia, emblemática de un pasado que ya es historia, cuestiona, perturba, inquieta el nuevo orden, tanto más tratándose de un exiliado político, lo cual implica ideología, compromiso y lucha, factores exacerbados en una guerra civil. Y tanto más cuando el que regresa es una figura egregia, un talentoso intelectual, un pensador renombrado como es Alonso Gálvez de Cea, el personaje central de la novela de José Corrales Egea.

Por otra parte, el referente histórico en que se basa «el egregio acontecimiento,» como se califica esa visita oficial, no resulta difícil de rastrear: el propio autor da pistas fidedignas para ello ya que la novela se compone de tres partes encabezada cada una de ellas por las menciones siguientes: «Domingo 20 de diciembre por la mañana»; «Domingo 20 de diciembre por la tarde»; «Noche del domingo 20 de diciembre y lunes 21». En la realidad de los hechos, fue efectivamente un lunes 21 de diciembre, pero del año 1959 (y no de 1961, como se apunta en la novela) cuando tuvo lugar la visita a Madrid del Presidente de los EE UU, Dwight David Eisenhower (1890-1969). Después de la admisión de España en la ONU en 1955, la visita oficial de Eisenhower era el reconocimiento total del gobierno español en el escenario internacional, y por consiguiente la consolidación definitiva del régimen de Franco. En vísperas de tan

4 Ignacio Soldevila Durante, La novela desde 1936. Historia de la literatura española actual. Ed. Alhambra, Madrid, 1980, 177.

5 En una entrevista realizada en Paris, el 7 de noviembre de 1981, Corrales se expresó de esta forma: «muchas veces ha sido un retomo no deseado [por los de dentro] porque era como la conciencia viva de lo que ellos no se habían atrevido a hacer. Ahora yo creo que los exiliados que llegan así, con la incomprensión de la familia, digamos ya del público en general, de la prensa, etc., son cosas que no me las he inventado yo, parque cosas parecidas les ocurrieron a Ortega y Gasset y a Pío Baroja cuando volvieron a España», Karl Kohut. Escribir en Paris. Entrevistas con Femando Arrabal, Adelai:de Blásquez, José Corrales Egea, Julio Cortázar, Agustín Gómez Arcos, Juan Goytisolo, Agustín Roa Bastos, Severo Sarduy, Jorge Semprún. Klaus Dieter Vervuert, 75.

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insigne visita, la llegada de un renombrado intelectual del «otro bando» no podía ser más inoportuna y conllevaba el riesgo de ser explotada por los sectores de la oposición «la noticia ha caído como una piedra» comenta uno de los personajes de la novela.6

He aquí un amplio material que Corrales va a utilizar, ampliar, barajar, presentando al lector un cuadro bastante completo de la sociedad española, observada con lucidez y pormenores, sin mengua de alusiones a la guerra civil entonces todavía muy viva y candente. Para llevarlo a cabo, el autor utiliza los recursos de la novelística moderna: superpone planos, entremezcla modalidades y puntos de vista, multiplica las voces narrativas que se responden o contraponen: el resultado es de gran interés, tanto novelístico como documental. Siendo tan rica la técnica y tan elaborada la estructura, la novela no se deja fácilmente aprehender, sino que va revelando a cada lectura, progresivamente, todas sus cualidades.

El libro empieza con los Cuadernos de Rafael cuando éstos se están empezando a escribir. Rafael, se propone relatar, desde la mísera buhardilla parisina en que se encuentra en ese momento, y desde la perspectiva de su memoria, unos hechos acaecidos en España y principalmente en Madrid, varios años antes, relacionados con el regreso de su tío, el famoso escritor exiliado, Alonso Gálvez de Cea, y de los que fue uno de los principales testigos. Rafael declara querer transcribirlos con la mayor fidelidad, y de hecho, esta primera voz narrativa va a desarrollar la presentación de los puntos esenciales de la temática del libro, de los personajes y de la trama.

Sentado ante las hojas en blanco de estos cuadernos, me doy cuenta de lo difícil que resulta para persona tan poco avezada coma yo poner las cosas por escrito, ordenar los hechos y darles una sucesión coherente. A menudo los hechos se me superpo-nen, se agolpan ante mí simultáneamente, cuando en realidad y si reflexiono veo que no acaecieron todos a la vez ni tuvieron el mismo relieve ni revistieron la misma importancia. (p. 9) [ ... ]es preciso seguramente no perder el hilo del tiempo, ni dejarse llevar par los comentarios más a menos parciales. Ello perjudicaría el intento de reconstrucción y comprensión de la ocurrido hace media docena de años, durante aquellos comienzos de Navidad tan fríos, y tan tristes en que Esteban paso par el Seminario a buscarme. (p.11) [ ... ] Al trascribir ahora sus palabras, las pronunciadas par uno y otro, par él par mí en aquella ocasión, procuraré hacerlo con la mayor fidelidad posible. Ignoro el destino que pueda caber a estos cuadernos, no sé ni siquiera si habré de conservarlos. A excepción de lo dictado por tío Alonso y las conversaciones con él que he puesto en papeles aparte, lo demás es tan personal que acaso no vale la pena. [ ... ] Pero antes de proseguir debería quizá abrir un paréntesis aclaratorio sabre mí y sobre las personas a que tendré que hacer referencia. (p. 12/13)

Así, la relación de Rafael va reconstruyendo los hechos, alternando dos épocas, dos

6 Semana de pasión, p.8. En adelante, las citas del texto serán referenciadas con el número de página entre paréntesis.

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espacios, dos puntos de vista distintos, dos sensibilidades diferentes. Corre parejo al viaje en el automóvil de su tío Esteban, viaje empezado en las provincias del Norte el domingo por la mañana y que se prolonga hasta bien entrada la tarde con la llegada a Madrid. Este recorrido que se verifica bajo la misma lluvia que la que cae sobre la buhardilla parisina, no sólo ocupa varios capítulos de la primera parte sino que irá acompasando, entrecortado por otros discursos, las tres cuartas partes de la novela (concretamente hasta la página 280). Esta primera entrega de los Cuadernos de Rafael funciona como un <prohemio> en que los personajes del drama se nos presentan uno a uno, como en un proscenio imaginario, antes de ir a representar el papel que les es asignado. la lluvia que cae lancinante, permanentemente, funciona aquí como un telón de fondo, espectacular, eficaz.

Rafael nos revela que es huérfano, de padre y madre, fallecidos ambos a consecuencia de la guerra civil (que, sea dicho de paso, hicieron los dos desde el bando republicano), muriendo la madre en Valencia, el padre en un campo de exterminio alemán (p.31), y que a consecuencia de ello se ha criado con el matrimonio sin hijos formado por Esteban Pedraza y su tía Mercedes, la hermana de su madre y de su tío Alonso. Nos enteramos de que tenía 25 años cuando se produjeron los hechos que va a relatar y que se hallaba estudiando en un seminario, destinándose al sacerdocio, aunque presa de una grave crisis espiritual. Cuando emprende la redacción del diario íntimo en una lóbrega buhardilla de Paris, tiene seis años más y ha colgado los hábitos después de participar en una experiencia de trabajo campesino con otros seminaristas, experiencia asimilada a la de los sacerdotes obreros y condenada por la jerarquía (alusión a una Carta Colectiva del Obispo7

). Al relatar los sucesos, Rafael es consecuente de que iba a ser utilizado, de que le tocaría desempeñar un papel de primer orden, una <operación montada> para conseguir la «conversión» de su tío Alonso, filósofo famoso y libre pensador (p. 41). La relación toma por momentos las apariencias de on monólogo interior del propio Esteban, quien solamente por interés ha venido a buscar a Rafael para llevarlo a Madrid a la cabecera de su cuñado, y nos permite acercarnos al personaje del padre adoptivo.

Esteban Pedraza, «el caballero Pedraza» (según el mote que le dará otro de los protagonistas) es un hombre de negocios bien asentado en la vida, dueño de una importante empresa con sede en Bilbao, especializada en construcción e inmobiliaria, «que es lo más remunerativo» (p.19). Burgués, conservador, conformista, alguien cuya actuación en la guerra fue ambigua hasta el momento en que se pasó al bando nacionalista, y que hoy probablemente pertenezca a La Obra, o sea al Opus Dei «sendero muy eficaz para medrar con rapidez» (p. 109). Por razones obvias de

7 Semana, op. cit., 168, Corrales incluye una nota, la única de todo el libro: « Rafael se refiere sin duda a la carta pública de los llamados «sacerdotes obreros». De ella son estas líneas que transcribimos: Un celo excesivo y quizá la aflicción del espíritu ante la contemplación de ciertas realidades sociales ha podido arrastrar a algunas a la primacía de lo temporal. Primero han dicho, la redención social) después la moral: empleo de los medios humanos antes de los sobrenaturales. Esto es invertir los términos, realizar el mito de crear un nuevo paraíso terrenal antes de revelar la realidad de un paraíso en el Cielo ... »

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conveniencias sociales, trata de ocultar el regreso de Alonso, y en la eventualidad de su próximo deceso, quiere obtener de él una conversión en regla y la posibilidad de un entierro religioso.

En contrapunto, y por orden de aparición, Rafael nos presenta a otro personaje clave del drama, Feliciano, «el hermanastro». Hijo del segundo y oprobioso matrimonio del abuelo, Feliciano es objeto del rechazo familiar y social. Solterón y hedonista, por añadidura homosexual, fue encarcelado después de la guerra civil, al parecer injusta-mente, de lo que ha conservado gran amargura. Cuenta con bienes suficientes para vivir en diletante y lleva una existencia sin compromisos ni vínculos sociales, encerrado en su torre de marfil dedicado a la música y a la lectura, amén de alguna visita juvenil (p.62). «Sin moverse de España, dice Roberto Mesa, es el símbolo de todo lo prohibido y perseguido por el franquismo: social, intelectual y sexualmente» 8 Odia a los Pedraza, que presumen de <grandeza> y que lo menosprecian, y principalmente a la madre de Esteban, doña Escolástica Jadraque de Pedraza, «el nombrecito se las trae de todos modos» (p.147), de quien desea vengarse.

En el otro extremo del escenario aparece el catedrático Ruiz-Ponce, al que obviamente va toda la simpatía del escritor (¿y con el que, en cierto modo, se identifica?). De entrada, el diálogo que mantiene con Freyre, su ayudante de cátedra, nos informa de la situación de la Universidad española, entre los núcleos más inquietos del alumnado y de los profesores. Nos enteramos de que «contra el silencio de las autoridades» y sabiéndolo viejo y enfermo, desean rendir a Gálvez de Cea un homenaje silencioso, «nada subversivo» insisten (p.78) y para ello han puesto en circulación un «manifiesto» que debería llevar las firmas de los universitarios más relevantes. El momento es poco oportuno pues a causa de la visita presidencial anunciada, la policía está alejando de Madrid, con objeto de prevenir cualquier disturbio al paso del cortejo oficial, no sólo a todos los sudamericanos, sino también a los españoles «fichados», y principalmente a los estudiantes (p.75). Todo ello transcurre al mismo tiempo que se están adornando las calles de la capital con millares de bombillas de colores, banderines y gallardetes, para obsequiar y recibir con todos los honores al «ilustre visitante».

El último personaje en aparecer en el relato de Rafael es Alonso Gálvez de Cea. Viene precedido de un aura de admiración por parte de unos, de odio y de recelo por parte de otros. Rafael lo considera como el autor de libros «esenciales» para la comprensión de España (Confín de Castilla, Teoría de España, Hombre y Multitud, Invidencia y Decadencia) obras publicadas alrededor de 1926, pero que han desencade-nado un fuerte rechazo por parte del nuevo régimen como lo atestigua «esa comisión que se ha constituido para solicitar de Roma la prohibición de su abra» (p. 39), «una obra heterodoxa, impía, llena de errores» (p. 11 ), o que otros consideran secundaria y que «no resiste la comparación con Dlithey, Jaspers o Heidegger» (p.86). Por de pronto Alonso Gálvez de Cea yace moribundo en Madrid, después de un ataque súbito sufrido a poco de llegar, y su regreso se ha convertido en un reto para unos como para otros, lo que motiva el viaje de Rafael a Madrid. Entretanto, en la capital, se está urdiendo la intriga.

8 «El retorno de José Corrales Egea», Triunfo, 23 de julio de 1977.

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Ésta se va montando en planos distintos y paralelos que dan espesura al drama. Por una parte, a la cabecera de Alonso, donde se turnan varios actores: su hermana Mercedes, el padre Gaytán, Zarco, el medico de familia; todos ellos con un sólo y único objetivo, el de conseguir que Gálvez de Cea reniegue de sus ideas pasadas, que se confiese, y que pueda organizarse un entierro religioso: ante todo, evitar el escándalo. Todos tienen en mente el «revuelo» que se formó «cuando la muerte de don Pío» (1956). Pero la situación se ha agravado pues la llegada de Gálvez de Cea no ha permanecido secreta: una agencia extranjera ha publicado la noticia y aunque el periódico no se ha distribuido, ha cundido la voz y Mercedes ha tenido que interrumpir el teléfono y prohibir las visitas. Pared por medio, una voz en tercera persona y en presente de indicativo va siguiendo lo que se trama en la casa, en un discurso indirecto libre, interiorizado, desde la perspectiva de la conciencia del enfermo, privado momentánea-mente del uso de la palabra (p.92):

Ahora quería preguntarle algo, pero no acertaba de momento a articular las palabras precisas, y tocó repetidas veces con los nudillos de la mano sabre la muñeca izquierda. Ella comprendió: - las once y media pasadas.

Esas voces alternan con un monólogo interior en primera persona: seguimos penetrando en la mente de Alonso que repasa los episodios de su vida, rememorándose su exilio, sos errancias, el éxodo francés de la segunda guerra mundial (p.115), la marcha a México, su intento fallido de regresar a su tierra, quince años antes, en 1946, ese anhelo de «respirar [su] aire, de pisar [su] propia tierra» y también el complejo de culpa por haber sobrevivido, por no haber padecido lo que tantos otros sufrieron:

Resulta escandaloso que no haya perecido cuando tantos más jóvenes ~y más necesarios sucumbieron. Un escándalo haber llegado a mi edad sin haber sido torturado, martirizado, asfixiado por el gas, despedazado par algún proyectil, o por algún verdugo, quemado viva por el napalm, despanzurrado, reventado, desapareci-do en algún campo de exterminio ... (p. 102)

Más allá de la alcoba, entre bastidores, asistimos a un tejemaneje de idas y vueltas, de intrigas, de entrevistas y gestiones: las que emprende el catedrático Ruiz Ponce no logran siempre su propósito, negándose a firmar el manifiesto varios universitarios de renombre por miedo, o disconformidad, o excesiva prudencia, como Inestrosa, que ha sido «Uno de los depurados» (p.84), o el profesor Arredondo, dado ahora a la mística.

En la calle, por temor a los disturbios, menudean las intervenciones de la policía, las redadas contra los medios de oposición, en los cafés y lugares públicos en que suelen reunirse los estudiantes revoltosos.

Esa misma noche y durante todo el día del lunes, la casa familiar va a ser el teatro de escenas paralelas. Desde su llegada a Madrid, Rafael mantiene con su tío Alonso largas conversaciones-todo lo largas que permite su estado de salud-recogiendo sus papeles y transcribiendo con devoción filial sus últimas declaraciones mientras que

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Esteban y Mercedes se enzarzan en largos cuchicheos, «conferencias» dirá Rafael, con el Padre Gaytán, por una parte, con el médico Zarco, en otros momentos, suponiendo y presagiando el fin próximo de Gálvez de Cea. Y la tarde del lunes será el momento elegido pot Gasparito Botas, otro joven sobrino de Esteban, aprovechándose de la confusión, para llevar a cabo un idilio amoroso, citando sigilosamente a la muchacha en el desván de la misma casa en que se halla el agonizante. Añádase que dicho Gasparito está a mil leguas de sospechar que sus desmanes e indelicadezas (algunas aventuras y pequeños hurtos en la casa paterna) han sido denunciados por Feliciano en una carta anónima a su abuela, y suegra de Esteban, la bien nombrada doña Escolástica y por mal nombre doña Escuerzo, ¡carta que presagia desencadenar un disgusto de categoría!

En algún momento de la novela Le Rouge et le Noir, Stendhal pone en boca de Julien Sorel unas palabras de desengaño cuando al paso del desfile real, cae en la cuenta de lo rápido, instantáneo e insatisfactorio del suceso «¡tan rápida ha pasado la flamante comitiva que al rey solamente puede vérsele de espaldas!» (cito de memoria). Igual de rápido ha pasado en la capital española el desfile oficial con el ilustre visitante, pero por fortuna no se ha aguado la fiesta, ni en sentido propio (al fin no ha caído el chaparrón amenazante), ni en sentido figurado: las redadas efectuadas y el despliegue de las fuerzas de policía han impedido cualquier clase de disturbio en la vía pública. La población puede recogerse tranquila. También Alonso puede morir tranquilo.

Esa misma noche, entra en agonía sin haber claudicado, a pesar de la enfermedad, de las presiones, de los sermones que le ha ido administrando el padre Gaytán (287); ha permanecido fiel a sí mismo y a sus ideales de siempre, como en cierto momento lo comentaba a Rafael:

¿Tu crees que se puede echar por la borda así coma así cuarenta años de labor, de reflexión? Y o no soy solamente yo; soy ante todo mi obra, a pesar de lo incompleta que la deje y valga lo que valga. Tu me comprendes ya lo estoy viendo. Pues bueno, ellos no; no la entienden y se han creído que con unas palabritas por ahí o por allá daría mi brazo a torcer y renegaría en un momento casi medio siglo de existencia (p.285).

Y es Rafael quien recogerá sus últimas palabras, según relata en sus cuadernos:

Y fue entonces cuando empezó a darme sus opiniones sobre toda una clase de problemas que por lo visto le atosigaban y de los que le urgía descargarse acosado por el temor de carecer de tiempo por haber llegado a lo que llamaba la colilla de la vida, toda malgastada en esperas inútiles, convertida en humo (p.287).

Por voluntad expresa del finado, se procederá a un entierro civil, con on ataúd sin cruz, como las esquelas, para mayor confusión y azoro de los familiares. Pero las autoridades no permitirán que el entierro se convierta en un acto político: filtrado por la policía y bien guardadas las entradas de la calle, el duelo se despedirá a la puerta de la casa, verificandose el sepelio en el cementerio civil, sin cortejo, en la intimidad de la

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familia (menos Feliciano, que pretextando una gripe, prefiere honrar a su medio hermano dedicándole los acordes del Officium Defunctorum de Tomás Luis de Victoria ... ) El epílogo es breve: todo volverá a su cauce, «como si nada hubiera cambiado», y nada ha cambiado efectivamente, si no es para Rafael quien no se reintegra al Seminario en rompimiento de obediencia, trasladándose a Paris a malvivir de pequeños empleos mientras redacta los cuadernos en espera de poder dar un nuevo rumbo a su vida.

Al comenzar hablé de proscenio, telón de fondo y personajes, elementos todos que apuntaban a la teatralidad. Efectivamente, la novela está constituida por una serie de cuadros o escenas que se entrecortan, se cruzan o se suceden: así, las diferentes secuencias del recorrido en automóvil, entrelazadas por diferentes fases de la historia; la yuxtaposición de planos en la casa de la calle Silvela: la habitación del enfermo en que éste repasa su vida, pared por medio del corredor en que cuchichean Mercedes y el padre Gaytán, etc. La diversidad de las voces narrativas permite pasar insensiblemen-te, por ejemplo, del monólogo interior de Rafael al diálogo, de las conversaciones de corredor que Alonso puede oír desde la cama (p. 90) a sus propios devaneos o a los <bisbiseos> de sus últimas declaraciones a Rafael; Los procedimientos tipográficos como paréntesis o escritura en bastardilla acentúan esta matización: así, la voz de la esposa de Ruiz Ponce, despertando a su marido el domingo por la mañana para anunciarle la inopinada visita de Freyre, la oímos realmente como una voz alejada, como si viniera desde detrás de una puerta. Estamos sumidos en un ir y venir constante entre diferentes tiempos y épocas, vividos de modo subjetivo: el presente de la escritura de los cuadernos, que ya es un pasado; el pasado de los sucesos, que es el presente de nuestra lectura; las remembranzas de la guerra, por unos u otros, pasado de pasado; el futuro incierto de Rafael . . . Como en las novelas de Dostoievski, no hay personajes secundarios, todos son importantes, todos tienen su papel. También el tono varía: el autor se vale de la ironía, la alusión, los rasgos de humor, frente a la nostalgia, la angustia, el dolor de los desastres de la guerra. En el trasfondo se despliega el ambiente pusilánime y mojigato de la época, las lacras de la sociedad, la presión política y policial, la influencia de la Iglesia y la ambigüedad de sus posiciones, el empaque de los advenedizos y de la burguesía, los anhelos eróticos de los más jóvenes frente a la represión sexual, Los ensueños de la incipiente emigración económica en las clases trabajadoras.

Se trata pues de una dramaturgia que hace pensar irresistiblemente en un guión cinematográfico, al que todo concurre: la lluvia que repiquetea en la buhardilla parisina, la misma que percibimos detrás del vaivén de los limpiaparabrisas del automóvil de Esteban, la misma que amenaza los farolillos de la fiesta ... el rumor de los aviones que atraviesan el cielo de Madrid para festejar al insigne visitante o los acordes de las grandes obras musicales con que se complace el melómano de Feliciano, que actúan como música de fondo ... hasta la dialéctica de la memoria como la experimenta Rafael:

Para continuar escribiendo tengo que encender esta bombilla amarillenta [ ... ] A pesar de todo no consigo más que una penumbra triste, propicia a los recuerdos que desfilan ante mí como una película y me veo acompañando a Mercedes, de niño,

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en la limpieza del gabinete) sobre todo de la biblioteca del primer piso, en donde él, en otros tiempos que no llegué a conocer, se encerraba a trabajar. (p. 173)

En resumen, Semana de pasión me parece ser una excelente novela como ya lo apuntaba Roberto Mesa en las páginas que le dedicaba en 1977, recalcando sus cualidades:

Una de las mejores cualidades del novelista Corrales Egea es la creación de personajes y la recreación de ambientes, junto con una expresiva facilidad coloquial para recoger el lenguaje del momento histórico. El Madrid de 1961 es hoy un lugar que nos parece extraño, pero que fue muy real y proseguía: con todas las matizaciones lingüísticas y estructurales obvias, Corrales Egea se inserta en la línea de los Goytisolo (Juan y Luis), del Cela de La Colmena, de Marsé de Martín Santos ... en pocas palabras de todos aquellos que, por medio del instrumento de la narrativa, han escrito los episodios nacionales del franquismo.

Voy a concluir en dos direcciones. La primera, retomando lo que decía al principio, que no hay exilio sin retorno, ni retorno sin conflicto, ya que el que retorna pone en tela de juicio a todos y todo lo demás, sacudiendo la amnesia general, tan cómoda a veces ... y reivindicando de paso el derecho a la memoria, que no siempre es reconocido como tal, incluso cuando a tantas décadas de distancia la memoria ya es historia, esa «historia acartonada, fosilizada, muerta. Historia de museo, inofensiva ... » (p. 289) No tan inofensiva, por lo visto, pues el rechazo es todavía muy vivo como lo prueban estas líneas sacadas de un artículo reciente de El País:

Con motivo de la presentación de una antología de Max Aub, el escritor Antonio Muñoz Malina se revolvía contra quienes siguen utilizando categorías o conceptos tales coma exilio o destierro. Conviene abundar en este juicio lleno de sentido común. Hacia el año 1966, cuando se publicó la primera edición de esa obra, Aub era, según sus palabras cargadas de razón, un escritor desconocido en España y un representante bastante notorio de la literatura de la España desterrada. Una treintena de años después el conocimiento de la obra de Aub parece haberse normalizado [ ... ] y se ha impuesto su condición de figura significativa de nuestra literatura, más allá de las contingencias de la historia y la geografía. Y sin embargo los manuales siguen insistiendo en el concepto de exilio. [ .. ] La pereza y la laxitud mental pueden a veces ser temibles, bastante más que las intenciones.[ ... ]9

Todas estas razones hicieron que me pareciera oportuno aprovechar esta sección del Congreso dedicada a la memoria de los exilios para tratar de rescatar del olvido la obra novelística de José Corrales Egea.

9 Miguel García Posada, <<Max Aub y el Exilio», El País, 31 de marzo de 2001.

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Actas XIV Congreso AIH (Vol. III). Raquel THIERCELIN-MEJÍAS. Ética y estética de un retomo...--t .. Centro Virtual Cervantes


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