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exclusión y lazo Inserción laboral, social

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Inserción laboral, exclusión y lazo social PID_00230608 Xavier Orteu i Guiu
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Inserción laboral,exclusión y lazosocialPID_00230608

Xavier Orteu i Guiu

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© FUOC • PID_00230608 Inserción laboral, exclusión y lazo social

Xavier Orteu i Guiu

Diplomado en Educación Social.Miembro del Grup de Recerca enEducació Social (GRES). Profesor as-sociado de la UOC y colaboradordel Posgrado de Inserción Laboralde la Universitat Ramon Llull y delDiploma Superior de Psicoanálisis yPrácticas Socioeducativas de Flacso.Autor de La construcción de itinera-rios de inserción laboral (2007) y deTrabajo y vínculo social (2012). Hadirigido diferentes estudios y traba-jos de investigación en materia deinserción laboral y ha publicado nu-merosos artículos sobre la materia.En la actualidad desarrolla su activi-dad profesional como Director deInsercoop.

Primera edición: marzo 2016© de esta edición, Fundació Universitat Oberta de Catalunya (FUOC)Av. Tibidabo, 39-43, 08035 BarcelonaAutoría: Xavier Orteu i GuiuProducción: FUOCTodos los derechos reservados

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño general y la cubierta, puede ser copiada,reproducida, almacenada o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio, sea este eléctrico,mecánico, óptico, grabación, fotocopia, o cualquier otro, sin la previa autorización escritadel titular de los derechos.

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© FUOC • PID_00230608 Inserción laboral, exclusión y lazo social

Índice

1. ¿Inserción laboral para qué?.......................................................... 5

1.1. Dos situaciones de exclusión ...................................................... 6

1.2. Un lugar para la acción social .................................................... 7

1.3. Lo particular del desempleado .................................................... 8

1.4. La ciudadanía como referencia ................................................... 9

1.5. Los peligros de la inserción laboral ............................................ 11

1.6. Viñetas para seguir pensando ..................................................... 12

2. Entender las nuevas lógicas de exclusión laboral..................... 14

2.1. De pobreza a desempleo ............................................................. 15

2.2. El Gran Hermano ........................................................................ 18

2.3. La exclusión es social y económica ............................................ 19

2.4. Evaluar la empleabilidad ............................................................. 20

2.5. En la época de lo instantáneo .................................................... 21

2.6. Los nuevos retos ......................................................................... 22

2.7. Viñetas para seguir pensando ..................................................... 23

3. Dimensiones para entender el lazo laboral................................ 25

3.1. Con relación a la dimensión social: la flexiseguridad ................ 25

3.2. Con relación a la dimensión subjetiva: el rendimiento ............. 26

3.3. Con relación a la dimensión laboral: el emprendimiento .......... 28

3.4. Articulación de las tres dimensiones .......................................... 29

3.5. Viñetas para seguir pensando ..................................................... 31

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© FUOC • PID_00230608 5 Inserción laboral, exclusión y lazo social

1. ¿Inserción laboral para qué?

Para entender qué es la inserción laboral y cómo puede jugar en el campo de la

lucha por la igualdad y por la inclusión sociolaboral de las personas, primero

hay que situarla en el marco de la cuestión social, de su nacimiento, de su

evolución y de los matices con que se ha ido construyendo.

¿Qué es lo social? No algo que tenga una existencia en sí: lo social es ante todo unaarticulación de la esfera económica con la esfera política […]. Lo social ha adquirido entrenosotros una suerte de autonomía, y ello porque lo más corriente es oponer lo económicoa lo social; pero esta no es a mi juicio una visión correcta: la verdadera oposición estáentre la esfera de la economía y la esfera de lo político.

M. Autés (2004). «Tres formas de desligadura». En: S. Karzs (coord.). La exclusión: bordean-do sus fronteras (pág. 16). Barcelona: Gedisa.

El término «exclusión» no es una noción analítica sino una noción laxa, tiende

a dar cohesión social sin revisar excesivamente el alcance de los términos que

utiliza (Castel, 2004). Cuando�a�«exclusión»�le�añadimos�«…�del�mercado�de

trabajo»,�surge�de�manera�automática�un�supuesto�campo�para�la�acción

social: las personas excluidas del mercado de trabajo.

La toma de conciencia de lo que va a constituir el núcleo de la cuestión social del siglo XIXtiene lugar a partir de la década de 1820 bajo la forma del descubrimiento del «pauperis-mo» por parte del conjunto de los observadores sociales: revelación, en muchos sentidossobrecogedora, de una miseria de masas directamente ligada a la industrialización y cuyapromoción aparece en consecuencia inscripta en el desarrollo mismo de la modernidad.Pero los representantes de las clases dominantes, tanto liberales como conservadores, seniegan a hacer de ello un problema político, es decir, que debe ser considerado en el niveldel estado, e intentan responder por medio del despliegue de prácticas filantrópicas y depaternalismo patronal.

R. Castel (2004). La inseguridad social (pág. 39). Buenos Aires: Manantial.

Al respecto, hay que saber que la función del discurso común es generar senti-

dos compartidos en un determinado contexto social que, justamente por esto,

nadie se preocupa por explicar. Su función no es revisar los términos que uti-

liza, sino dar cohesión social (Tizio, 2001). En este sentido, nos damos cuenta

que muchos de los usos que se le dan al término «desempleado» o «excluido

del mercado laboral» desde los aparatos de gestión administrativa responden

al uso del discurso corriente: buscan un consenso que con frecuencia implica

una dificultad –si no renuncia– a un análisis más profundo sobre a quién afec-

ta esta exclusión, por qué y cuál debe ser el papel de los agentes sociales.

… desconfiemos de la transformación de categorías espontáneas –siempre muy malea-bles– en categorías de gestión. Se sale así del campo de las representaciones profesionalespara entrar en el de la construcción de estatutos, y estatutos fuertemente legitimados.

M. Autés (2004). «Tres formas de desligadura». En: S. Karzs (coord.). La exclusión: bordean-do sus fronteras (pág. 16). Barcelona: Gedisa.

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© FUOC • PID_00230608 6 Inserción laboral, exclusión y lazo social

Se hace imprescindible para que la acción social pueda abordar el tema de la

inserción laboral y la ciudadanía superar este obstáculo y, por tanto, analizar

qué entiende por exclusión del mercado de trabajo y qué consecuencias con-

lleva para su práctica.

… la exclusión no solo cuestiona los parámetros de la competitividad y del crecimiento,va más allá. Porque cuando la valencia en que se apoya el entramado social es la «com-petición» en un mercado que actúa como catalizador de lo que deba ser considerado co-mo «valor» social, la exclusión queda como situación «des-valorizada», esto es, carentede valor social reconocido. Y aunque en sí misma la exclusión sea considerada un con-travalor, el problema está en que con la desvalorización de la exclusión social quedan«desvalorizadas» las personas excluidas y no solo su situación como tal.

V. Renes (2005). «Prólogo». En: J. Subirats (coord.). Fragilidades vecinas (pág. 23). Barce-lona: Icaria.

1.1. Dos situaciones de exclusión

Voy a aprovechar un ejemplo que plantea Castel (2004) para profundizar en

este tema. Nos presenta dos situaciones: la de un desempleado de larga dura-

ción y la de un joven. En el primer caso se trata de una persona que ha perdido

el trabajo y se ha replegado por completo en la esfera privada de su vida. En

el otro, nos describe a un joven de la periferia, sin trabajo, que vive en com-

pleta exterioridad. De él podría decirse, según el autor, que la esfera de la vida

privada le es ajena.

Podemos pensar que, en los dos casos, las consecuencias de esta falta de trabajo

pueden llevar a una progresiva precariedad económica y vulnerabilidad social.

Sin ser esto falso, cabe añadir otro aspecto clave para entender la perspectiva

desde la que la acción social puede abordar el tema: la relación del desempleo

con el lugar que la persona ocupa en lo social.

Lo común de la exclusión del mercado de trabajo remite a un lugar en

lo social.

En los diferentes dispositivos de inserción laboral hemos visto como hay per-

sonas que, a pesar de que acceden puntualmente a ofertas laborales, fracasan

en el trabajo y vuelven a la misma situación de desempleo anterior. No salen

de las condiciones de precariedad en las que viven. La explicación está en que,

en estos casos, la exclusión no es solamente el resultado de unos determina-

dos atributos personales o de la carencia de recursos, también hay algo de la

posición subjetiva en juego (Tizio, 2007). Esto nos indica que para que estas

personas puedan estar disponibles a incorporarse a un empleo va a hacer falta,

además de la existencia de un trabajo posible, una posición desde la que soste-

ner la dimensión laboral. Esta disponibilidad subjetiva se puede movilizar con

diferentes argumentos, pero es el de la presión económica el que se usa con

más frecuencia (Bauman, 2003) y los resultados no son siempre positivos. La

experiencia nos demuestra como en las situaciones de más precariedad, aun-

que las personas pueden puntualmente encontrar un trabajo, el argumento

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económico resulta insuficiente para promover la inclusión sociolaboral y el

desarrollo de la ciudadanía. Son situaciones en las que se ha roto el enlace

del individuo con las redes que dan sentido al trabajo y lo encuadran en una

dimensión de futuro personal y social.

… llamaré a la exclusión desligadura […] la desligadura en cuestión es de la esfera eco-nómica respecto a la esfera política: aquello que las ligaba, se fragiliza. La desligadura serealiza en lo simbólico, y el resultado es una incapacidad para producir sentido y paraproducir sujetos (o actores).

M. Autés (2004). «Tres formas de desligadura». En: S. Karzs (coord.): La exclusión: bordean-do sus fronteras (pág. 31). Barcelona: Gedisa.

Es por eso que para la acción social estas dos situaciones planteadas por Castel

remiten a la socialidad. Las características comunes de estos dos casos no están

solo en el hecho de no tener trabajo. Lo común tiene que ver también en que

los procesos de construcción de un lugar en lo social quedan afectados.

… la pérdida de lazo social no es la pérdida de los vínculos sociales sino del lazo identi-tario: uno ya no sabe quién es, siente que ya no tiene un lugar en la sociedad.

M. Autés (2004). «Tres formas de desligadura». En: S. Karzs (coord.): La exclusión: bordean-do sus fronteras (pág. 28). Barcelona: Gedisa.

La acción social ofrece un lugar en lo social. No solo un empleo.

1.2. Un lugar para la acción social

Desde la acción social, este matiz supone precisar que el centro de nuestro

trabajo es construir para cada sujeto un lugar social desde el que poder acceder

al mercado de trabajo. Por eso, el vínculo social construido alrededor del ele-

mento trabajo va a ser un aspecto fundamental para entender las condiciones

de disponibilidad del sujeto. Por lo tanto, no se trata solamente de disponer

de posibilidades laborales, aunque es evidente que sin ellas la oferta de lugar

queda vacía en su base. Se trata de un dispositivo que promueva hacer lazo

con lo social a través del trabajo. Un espacio en el que no se confunda oferta

de empleo con oferta social y educativa (Orteu, 2007).

Esta perspectiva supone una determinada toma de posición para dar respuesta

a las exigencias que plantean los nuevos requisitos laborales. Un lugar cons-

truido a partir del consentimiento del sujeto y desde el que se puede construir

una respuesta particular a los ideales de época en relación a qué trabajo y qué

trabajador ser (Hirtt, 2001). Esto es fundamental en tanto permite una revisión

sobre la propia posición de la persona respecto al lugar que ocupa el trabajo

en su proyecto de vida y, por lo tanto, hace posible nuevos espacios para el

vínculo social y el intercambio (Núñez, 1999).

El ejemplo de los parados de larga duración sirve para aclarar este punto. Se

trata de personas que hace años que están sin un empleo y que con frecuencia

han perdido también el lazo de conexión que les permitía sentirse que forma-

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© FUOC • PID_00230608 8 Inserción laboral, exclusión y lazo social

ban parte del mercado de trabajo. Si es posible que estas personas pueden re-

incorporarse al mercado laboral es porque se dan dos condiciones: la primera

tiene que ver con disponer de las capacidades que se requieren para el empleo

y la otra tiene que ver con hacerse cargo que lo que se espera de él puede mo-

vilizar algo de su deseo en relación a la tarea.

Entonces vemos que para que la acción social pueda hablar de inserción la-

boral necesita tratar de manera diferenciada las diversas situaciones límite en

que se pueden encontrar los sujetos. Las situaciones que desembocan en una

exclusión del mercado de trabajo solo pueden adquirir sentido en relación con

su reingreso en el mercado laboral y al desarrollo de la ciudadanía si se las re-

inscribe dentro de determinados procesos personales y sociales. Es decir, si se

las ubica en relación al vínculo con lo social y no únicamente en relación a lo

económico expresado en alguna de sus variantes (rentabilidad, productividad,

empleabilidad…).

1.3. Lo particular del desempleado

Es importante estar advertidos de que en la actualidad hay una tendencia en

intentar asimilar lo particular del sujeto a través de un movimiento de indivi-

dualización de las acciones sociales. Y se trata de aspectos distintos. Lo parti-

cular remite a lo singular de cada uno. Aquello por lo que en cada caso cobra

valor el hecho de trabajar. Por su parte, lo individual, tiene que ver con la con-

creción de las dinámicas generales en cada persona. La diferencia fundamental

es que, mientras lo particular reivindica al sujeto, la individualización lo redu-

ce. Cada vez nos encontramos con más acciones individualizadas que fuerzan

el replegamiento del sujeto sobre sí mismo (Fitoussi y Rosanvallon, 1977). Se

trata de actuaciones sociales que se caracterizan por una diversificación que

supuestamente se ajusta a la especificidad de los problemas de la población

a la que se dirige (Castel, 2004). Pero hay que saber que este planteamiento

individualizante de la acción dentro de las modalidades de agrupamiento no

siempre permite el trabajo personal, ya que acaban produciendo una reduc-

ción de la responsabilidad del sujeto a ser o no rentable para el mercado. Puede

conducir, por lo tanto, a una culpabilización y victimización de su situación.

Atender a lo particular del sujeto permite su reinscripción social.

Para reinscribir al sujeto en relación con su vínculo con lo social, debemos

saber que no es posible lo colectivo sin lo individual y tampoco es posible al

revés. No se nace sujeto. No se trata de pensar en un sujeto que en un tiempo

segundo fue «socializado», sino que lo social adquiere un estatuto constituti-

vo. No se trata de postular la influencia de lo social en el sujeto, sino que esta

inscripción de lo social en él y de él en lo social forma parte indisoluble y es-

tructurante de la subjetividad (Freud, 1986). Esto es interesante para entender

cómo se inscribe lo particular del desempleo dentro de una lógica de proceso

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© FUOC • PID_00230608 9 Inserción laboral, exclusión y lazo social

y de vínculo social. Se hace gracias a la posibilidad de ofrecer un lugar desde el

que poder aprender pero también desde el que poderse hacer cargo de aquello

adquirido. De esto se encarga la intervención para la inclusión sociolaboral,

de facilitar espacios para que aquel individuo caído pueda volverse a apropiar

de las condiciones para pensar en su futuro.

La inserción puede analizarse como el conjunto de los procesos de desregulación delmercado de trabajo (pero) la inserción es también recrear espacios para la comunicación,hacer cosas colectivas, volver a poner a la gente en las escenas públicas. La inserciónpuede ser un itinerario, pero también una ocasión para crear espacios públicos.

M. Autés (2004). «Tres formas de desligadura». En: S. Karzs (coord.). La exclusión: bor-deando sus fronteras (pág. 37). Barcelona: Gedisa.

En este punto podemos situar mejor el interrogante inicial: ¿Inserción laboral

en tiempos de crisis? ¿Dónde insertarnos? ¿A quién? ¿Para qué? ¿Cómo? Estas

preguntas nos obligan a revisar aquella hipótesis que igualaba integración so-

cial e inserción laboral y que ahora ha entrado en crisis.

1.4. La ciudadanía como referencia

Los cambios actuales nos permiten entender que esta equivalencia solo era el

resultado de un proceso histórico. Una relación nacida con un movimiento

que va de la ciudadanía como acceso a la propiedad, a la ciudadanía como

acceso a las protecciones sociales derivadas del trabajo.

A principios de la modernidad, la propiedad no era solo un valor «burgués»,

era también la condición de posibilidad de ciudadanía. Por ejemplo, uno de

los primeros actos de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciu-

dadano en la Asamblea Legislativa de 1791 fue excluir del derecho de voto a

todos aquellos que no disponían de un mínimo de propiedad. La Revolución

Francesa puso a la propiedad en el corazón de su dispositivo, pero la industria-

lización hizo nacer una nueva clase social: los obreros, para los cuales el acceso

a la propiedad era imposible en estas condiciones y forzaron nuevos cambios.

Hay que recordar que la propiedad no fue ubicada por casualidad o por inconsecuenciaen el rango de los derechos inalienables y sagrados de la Declaración Universal de losDerechos del Hombre y del Ciudadano [...] Al comienzo de la modernidad, la propiedadadquiere una significación antropológica profunda porque aparece –Locke fue uno de losprimeros en percibirlo– como la base a partir de la cual el individuo que se emancipade las protecciones-sujeciones tradicionales puede encontrar las condiciones de su inde-pendencia.

R. Castel (2004). La inseguridad social (pág. 26). Buenos Aires: Manantial.

Si la ciudadanía indica qué lugar ocupar en lo social, la desregulación

lo destruye.

Hay que tener en cuenta que hasta muy avanzado el siglo XIX las condiciones

salariales eran indignas y miserables. La única esperanza para muchas perso-

nas era la revolución o comprar unas herramientas para establecerse por su

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© FUOC • PID_00230608 10 Inserción laboral, exclusión y lazo social

propia cuenta. Pero la rápida industrialización acabó desplazando el dilema a

ser un asalariado en una precariedad extrema con el riesgo de subversión; o

consolidar un salario que fuera acompañado de protecciones sociales. Es de-

cir, protecciones diferentes de las vinculadas a la propiedad pero que pudieran

asumir una parte de las funciones asociadas a esta. O sea, vincular las protec-

ciones al trabajo.

La invención de lo social estaría vinculada a estas nuevas instituciones (de-

recho a la ayuda pública, seguros contra riesgos sociales, derecho al trabajo,

acceso a los servicios públicos...), donde el núcleo duro se construyó alrede-

dor del trabajo. Más adelante, la inserción laboral también formó parte de es-

te marco de protecciones colectivas habilitando mecanismos de reingreso al

mercado laboral.

La regulación del mercado del empleo permitiría el desarrollo de una acción

social vinculada a la función del trabajo como institución social. Es en este

marco en el que las políticas activas de empleo desarrollaron diversas metodo-

logías como eje del itinerario de inserción (Orteu, 2007). En ellas era posible

proyectar una acción de inserción laboral que a su vez permitía que el sujeto

ocupara un nuevo lugar, diferente, también en el ámbito social.

Esto era posible porque la inserción laboral, construida a la sombra de la ins-

titución-trabajo, se sostenía por los valores a este asociado y por la promesa de

una incorporación posible a través de la formación y la orientación. En estas

condiciones de regulación laboral las actuaciones sociales estimulaban dife-

rentes elementos simbólicos para construir un futuro en el marco del empleo.

Por este motivo, si la regulación del mercado de trabajo permitía la construc-

ción de un proyecto profesional, la desregulación la destruye. Si antes, la ca-

rrera laboral era sinónimo a cierta narrativa lineal de la propia historia, ahora

su lugar lo ocupan los fragmentos. La crisis del mercado del pleno empleo ha

provocado también la caída de los metarrelatos de la modernidad (Lyotard,

2006) vinculados a una idea de progreso, de vida en sociedad, de acción polí-

tica, de horizonte compartido y pueden poner en cuestión la legitimidad de

nuestras acciones como profesionales. Pueden generar serios interrogantes en

relación al sentido que dábamos a nuestras acciones, al valor que le dábamos

a las expectativas que depositábamos tanto los individuos particulares como

el conjunto de la sociedad.

Habría que analizar más profundamente cómo esta descomposición afecta en

el vínculo social, al menos tal y como ha venido siendo. Lo que sí es cierto es

que el hecho de que desaparezca el escenario de empleo estable y previsible,

nos obliga a revisar algunas cuestiones sobre la construcción del lazo social a

través del empleo.

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© FUOC • PID_00230608 11 Inserción laboral, exclusión y lazo social

Podemos afirmar que en estas condiciones es más difícil mantenerse motivado

dentro del circuito laboral en tanto que se da una pérdida de sentido de futuro

en todo lo relativo al empleo. Más aún en aquellas personas con más dificul-

tades para representarse en el mercado de trabajo. Es decir, para aquellos in-

dividuos con menos recursos simbólicos para poder construir un proyecto de

futuro en relación al trabajo o adaptarse a las nuevas condiciones laborales. La

pérdida de empleo no enlaza fácilmente con unos nuevos proyectos laborales.

1.5. Los peligros de la inserción laboral

Ante esto, las prácticas de inserción no pueden convertirse en acciones inme-

diatistas con el objetivo de conseguir efectos rápidos Quizás esta estrategia

funcionó con un mercado laboral fuerte y regulado, pero ahora supone des-

hacer las pocas categorías que aún permiten pensar en la construcción de un

proyecto de futuro cada vez más vinculado a unas características individuales

y menos a unos derechos colectivos. Pensar que nuestra acción debe ajustarse

a esta�lógica�inmediatista�supone�la�aceptación�de�un�sujeto�precario.

Para superar el peligro que esto supone, debemos pensar la cuestión de la in-

serción laboral de otro modo. Si queremos saber alguna cosa sobre la nueva

realidad en la que nos encontramos es fundamental elegir la manera de in-

terrogarnos sobre ella, ya que la manera de cuestionarla va a definir el tipo

de respuestas. En este sentido, la pregunta debe incorporar un cambio funda-

mental para no caer en prácticas justamente de precarización: si en la época

del trabajo estable el desempleo era una «anomalía», en el momento en que

la estabilidad desaparece hace falta volver a hacer comprensible para el suje-

to qué es el mercado de trabajo y cómo manejarse en él. No solo buscar un

empleo, sino posibilitar que encuentre nuevas herramientas que le permitan

construir su lugar en el mercado de trabajo. La pregunta que debemos hacer-

nos tiene que interrogar sobre la pérdida de capacidad para actuar sobre esta

realidad que es el empleo y qué herramientas permiten al sujeto recuperar su

protagonismo social. Es decir, a esta pérdida que podemos llamarla desorien-

tación, hay que analizarla como una doble falta: falta de un marco de regula-

ción social y falta de recursos simbólicos para inscribirse socialmente a través

del empleo. Las prácticas de inclusión sociolaboral deben tener esto en cuenta.

No formularse en estos términos la problemática del desempleo, provoca un

contagio de precarización también de las respuestas que se intentan dar en

clave de acción social, ya que piensan en la persona sin trabajo únicamente por

su valor precario en el mercado de trabajo. Este tipo de propuestas normalizan

la precariedad. La acción social no debe plantearse solo como promover un

sujeto productivo ajustado a las exigencias de su época, sino como generar

un espacio para hacer posible la producción de un sujeto con relación a su

época. Esto supone otorgar la plaza de sujeto activo en la construcción de su

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© FUOC • PID_00230608 12 Inserción laboral, exclusión y lazo social

propio futuro. Para hacerlo, hay que promover espacios en los que sea posible

la construcción de nuevas narraciones con relación a cómo formar parte de

este nuevo contexto.

Para finalizar, apuntar que al mismo tiempo que la fábrica deja de representar

la institución trabajo, la inserción pierde el espacio simbólico en el que había

tejido su legitimidad. La inserción laboral hoy está huérfana de modelos que

puedan establecer un lazo simbólico entre la persona y el trabajo. El resultado

es que la inscripción social que permitía el empleo hoy corre el riesgo de con-

vertirse en un puro ajuste al mercado, también llamado precariedad.

Desde la acción social podemos formular la cuestión de la siguiente manera:

¿Cómo podemos construir el futuro y formar a las personas para que habiten

en él?

En este punto, nos encontramos en una contradicción fundamental. Una si-

tuación paradójica (Badiou, 2005) que solo se puede resolver con una elección

del profesional de la inserción laboral: o apuesta por una inscripción�del�su-

jeto en el mercado de trabajo o únicamente por su�ajuste�provisional y pre-

cario en él. Las dos opciones no pueden ser (Orteu, 2012).

1.6. Viñetas para seguir pensando

El trabajismo

Los «trabajistas» son aquellos que creen que no hay vida fuera del trabajo. De que soloel trabajo da un lugar social y un sentido de existencia. La verdad es que hay nombresilustres que se han enfrentado a este tema. Seguramente el más conocido es Lafargue,yerno de Carlos Marx y activista político que escribió Derecho a la pereza el año 1880. Untexto en que, desde una posición marxista, reivindica el hecho de no trabajar y destinarlas energías a lo que llamaba derechos del bienestar.

Como sabemos la historia no ha ido en esta dirección y actualmente nos encontramoscon la oportunidad de recuperar la crítica de fondo a la lógica «trabajista»: solo permi-te un proyecto de futuro vinculado a tener trabajo. Quizá fueron los ni-ni quienes nosabrieron los ojos a una posición diferente en relación al empleo. Con aquellos jóvenesque no trabajaban, no buscaban trabajo, no estudiaban y no querían hacerlo, el términodesocupado era insuficiente. No se trataba con personas marcadas por la falta de trabajoy de futuro laboral. Los jóvenes pensaban su futuro al margen del trabajo seguramentepor impotencia. Ahora nos pasa algo similar con otro colectivo: los parados de larga du-ración que no tienen ninguna expectativa de volver a participar de forma continuada enel mercado de trabajo.

Nos damos cuenta que, en realidad, la plaza de desempleado solo se puede habitar cuandola persona –tenga o no empleo– tiene claro que su construcción identitaria pasa por eltrabajo. Es decir, solo es desocupado quien está en una posición «trabajista» de la vidasocial.

Esto nos permite entender que las palabras tienen dueño. La palabra «trabajo» también.Una prueba de ello es que estamos acostumbrados a que el problema de la inserción la-boral se explique solo en términos de empleabilidad y no de desigualdad. Visto así, quizásomos «trabajistas» y para poder repensar las servidumbres que suponen esta posicióndeberíamos desvelar la siguiente cuestión:

¿Quién es actualmente el dueño de la palabra «trabajo»?

Un�empleo�que�no�da�estabilidad

Juan tiene cincuenta y un años y los doce últimos se los ha pasado haciéndose cargo de suspadres, hasta su fallecimiento. El último año ha recibido una ayuda para desempleados

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© FUOC • PID_00230608 13 Inserción laboral, exclusión y lazo social

y ahora se le agota. Tiene estudios hasta secundaria y había trabajado como dependienteen varias tiendas de ropa.

Inicialmente apunta a buscar trabajo de conserje y sitúa su dificultad en no saber cómobuscar empleo. Se inicia con él un proceso que contempla la maduración de su objeti-vo laboral y el conocimiento de otros perfiles. Se revisa su currículum y este elementodeviene un factor importante para construir mejor un discurso en relación con su obje-tivo de trabajar como conserje. Posteriormente aprende a realizar la búsqueda activa deempleo a través básicamente de internet. Todo este recorrido le permite ir adquiriendonuevas habilidades y conocimientos aparte de familiarizarse con las nuevas lógicas delmercado laboral.

Durante los tres primeros meses Juan se mantiene activo en la búsqueda de empleo. Rea-liza algunas entrevistas aunque finalmente no supera ninguna. Se trabajarán aspectosrelativos a la entrevistas pero aun así, a medida que van pasando los días, se ve un ciertoestancamiento y decae su búsqueda. Se detecta que la dificultad no está en la falta deconocimientos para responder a las necesidades del puesto, sino en la disponibilidad queexpresa. Parece que restringida y poco adecuada para el trabajo. Esto obliga a clarificar eltipo de jornada. Un aspecto fundamental aunque inicialmente él no lo había puesto co-mo condición. Esto permite redefinir su objetivo laboral. Como consecuencia encuentraun empleo de mensajería que al cabo de tres meses deja voluntariamente. El motivo tie-ne que ver con ciertos problemas de salud que anteriormente no habían aparecido. Diceno poder sostener el empleo ya que se cansa demasiado, no tiene tiempo para comer, setrata de un trabajo de demasiadas horas, etc. Juan cree que el mercado de trabajo no leofrece el lugar que se adapte a sus necesidades. En definitiva, tener un empleo para élno es un lugar de estabilidad. Ante esta situación nos plantea la posibilidad de volver apedir una prestación.

¿Qué significa que «tener un empleo» no le permite ocupar un lugar social de estabilidad?

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2. Entender las nuevas lógicas de exclusión laboral

Al inicio del siglo XXI, nos estamos dando cuenta de que las nociones de em-

pleo y desempleo adecuadas para nombrar la nueva realidad en que nos en-

contramos, no solo son incorrectas, sino también inadecuadas. El motivo es

que las condiciones que las han mantenido y articulado se han modificado

profundamente. Se está resignificando el concepto de trabajo y a su vez gene-

rando nuevas lógicas de exclusión. La carrera laboral se está transformando en

recorridos con múltiples intermitencias donde se combinan diferentes tiem-

pos y experiencias. Esta nueva realidad hace que la simple dicotomía entre

trabajar y estar desocupado no permita entender las nuevas modalidades de

lazo social a través del trabajo que se están generando (Orteu, 2012).

Si antes instituciones como la familia o la escuela ya apuntaban a la constitu-

ción de un determinado sujeto del trabajo, ahora, en cambio, nos encontra-

mos con que las transformaciones no nos permiten visualizar con nitidez có-

mo se debe estar dentro del mercado laboral. Quien queda fuera del mercado

laboral no es únicamente quien no tiene un empleo, sino también quien no

dispone de las condiciones para adaptarse a su cambio permanente. Esto es

doblemente problemático ya que, al hecho de no tener trabajo, hay que aña-

dir la incertidumbre respecto a cómo tenerlo en el futuro. Por otro lado, hay

que tener en cuenta la exclusión de los que trabajan: los trabajadores pobres.

Empezaremos situando cómo se da la actual exclusión del mercado laboral.

Quedar fuera del mercado de trabajo significa no estar en condiciones

de adaptarse.

A partir del siglo XIX podemos decir que es la época de la institucionalización

de la condición salarial. Esto requirió una transformación de la representación

social y política del empleo y del desempleo. La modernidad apuntaba a una

idea de progreso social que garantizaba la previsión del futuro y el desempleo

se objetiva como un hecho social. El centro era el mercado laboral, considera-

do como el espacio en el que se produce el intercambio social fundamental.

Su regulación velaría para que todo el mundo tuviera oportunidad de formar

parte de él.

En este planteamiento, los servicios de inserción y de colocación tenían una

doble misión: intentar ordenar el mercado, por un lado, y controlar y catego-

rizar los individuos en situación de desempleo, por el otro. Todo ello, con el

objetivo de facilitar emparejamientos entre la oferta de empleo y la demanda,

para así asegurar la disponibilidad del parado a ocupar las vacantes disponi-

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© FUOC • PID_00230608 15 Inserción laboral, exclusión y lazo social

bles. Las actuaciones que se realizaban y que todavía se hacen son similares a

las de una organización taylorista: ordenar, regular, medir, codificar, clasificar,

localizar, jerarquizar capacidades, etc. (Serrano, 2009).

En realidad, esta orientación clasificadora tiene antecedentes muy anteriores

en la ordenación y gestión de los pobres legítimos y los falsos pobres.

La nova política assistencial que s’estén per Europa a partir de principis del segle XVI es concretaa Barcelona en la creació de la Casa de la Misericòrdia entre els anys 1581 i 1584. Aquestainstitució, que reunirà les característiques prototípiques de la nova política social […] tenia fo-namentalment unes funcions assistencial, punitiva, econòmica i política. Assistencial, perquèvolia acollir els necessitats sense distinció de sexe ni edat. Punitiva, perquè la disciplina i el càstigeren presents tant en els criteris de recollida i tancada de pobres com en el règim intern a queels sotmetien segons el grau de virtut o vici. Econòmica en el sentit que dins la institució no estreballava únicament per a l’autonomia i el manteniment, sinó per a la venda de les manufac-tures produïdes. La Misericòrdia actuava com a refugi d’immigrants i en facilitava la integracióa la ciutat. Per tant, formava part del procés de formació del mercat de treball. Alhora permetia,en les conjuntures econòmiques desfavorables, la supervivència de la força de treball amb vistaa una posterior reincorporació al mercat laboral.

M. Carbonell (1997). Sobreviure a Barcelona. Dones, pobresa i assistència al segle XVIII (pág.65). Barcelona: Eumo Editorial.

Por ejemplo, la Casa de la Misericordia disponía del siguiente sistema clasifi-

catorio: Primero: todos los que sean aptos para servir o para aprender algún

oficio sean «puestos con un amo». Segundo: aquel que no pueda aprender,

«que trabaje si es apto para trabajar». Y tercero: «Que los viejos y los inhábiles

para trabajar sean alimentados como convenga, pero separadamente de los

demás». Podríamos fácilmente encontrar ciertas semejanzas con algunas de las

políticas para el empleo actuales: aquellos que hay que poner a servir para que

aprendan un oficio: los contratos de formación de la nueva regulación laboral,

los que tienen que trabajar que se pongan a hacer búsqueda de empleo, y los

que no pueden, se les da una asistencia básica como, por ejemplo, una renta

mínima de inserción.

2.1. De pobreza a desempleo

Aunque es evidente una cierta continuidad en la lógica clasificatoria, la cons-

trucción del Estado del Bienestar provocó un cambio radical en la considera-

ción que recibía la persona sin empleo ya no será clasificado como un pobre

sino como un desempleado. Esta variación no será solo nominal, sino de esta-

tus. Al desempleado le amparará el derecho y esto significa que será de justicia

social quien actúe ante esta situación.

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© FUOC • PID_00230608 16 Inserción laboral, exclusión y lazo social

El trabajo se vuelve empleo, es decir, un estado dotado de un estatuto que incluye garan-tías no mercantiles como el derecho a un salario mínimo, las protecciones del derecholaboral, la cobertura por accidentes, por enfermedad, el derecho a la jubilación o retiro,etc. […] Una sociedad salarial no es solamente una sociedad en la cual la mayoría de lapoblación activa es asalariada. Se trata sobre todo de una sociedad en la que la inmensamayoría de la población accede a la ciudadanía social en primer lugar a partir de la con-solidación del estatuto del trabajo [...] los miembros de una sociedad salarial han tenidomasivamente acceso a la propiedad social que representa un homólogo de la propiedadprivada, una propiedad para la seguridad en lo sucesivo puesta a disposición de aquellosque estaban excluidos de las protecciones que procura la propiedad privada.

R. Castel (2004). La inseguridad social (pág. 42). Buenos Aires: Manantial.

En todo caso, lo que interesa resaltar es que el corazón de la cuestión social

consistirá en integrar en la sociedad al conjunto de sus miembros. Así será

asumido también por la economía.

La solución a la inseguridad social no pasó por la supresión o por el reparto de la pro-piedad privada.

R. Castel (2004). La inseguridad social (pág. 45). Buenos Aires: Manantial.

La solución pasó por un fuerte proteccionismo. El modelo de sociedad, por lo

tanto, no será una sociedad de iguales sino de semejantes.

Este equilibrio entre la cuestión económica y la social es lo que hoy se ha

perdido. Las nuevas lógicas de exclusión tienen aquí su origen.

Posterior al modelo del desempleo, alrededor de los años ochenta, surge otra

propuesta que se basa en ser empleable. Que se formula en imperativo: «Sé

empleable».

El tú puedes produce coacciones masivas en las que el sujeto del rendimiento se rompe entoda regla. La coacción engendrada por uno mismo se presenta como libertad, de modoque no es reconocida como tal. El tú puedes ejerce más coacción que el tú debes.

B. Han (2014). La agonía del Eros (pág. 21). Barcelona: Herder.

Para hacer posible este imperativo se van a articular una serie de mecanismos

que finalmente van a permitir que se pueda dar lo que Han (2014) denomina

un «imperativo paradójico».

Vamos a señalar tres de sus elementos más importantes: en primer lugar la

«empleabilidad» como criterio de evaluación; en segundo, las «competencias»

como base de conocimientos necesarios; y finalmente, la «activación» como

propuesta de acción para el sujeto y el profesional.

Con el término de empleabilidad se intenta identificar el déficit de la perso-

na respecto a lo que supuestamente le deberá permitir su inserción laboral

normalizada; aquello que debería saber para poder circular por el mercado de

trabajo con garantías de éxito. Como sabemos, este concepto se ha ido desa-

rrollando de manera paralela al de las competencias personales. Si el primero

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© FUOC • PID_00230608 17 Inserción laboral, exclusión y lazo social

aporta una nueva manera de ubicar las dificultades del sujeto apuntando a un

lugar de déficit, el segundo indica la base de conocimientos que hace posible

esta evaluación.

La empleabilidad plantea identificar el déficit o carencia de la persona.

La crisis hará de este un modelo exportable a toda la población en general.

De tal manera que cuando una persona se queda sin empleo y solicita el apo-

yo de algún servicio especializado, se le ofrece realizar un diagnóstico de su

empleabilidad. Una serie de entrevistas con preguntas como: ¿Cuál es el gra-

do de definición del proyecto profesional? ¿Cuál es la disposición a asumir el

coste personal del proceso? ¿Cuáles son las expectativas salariales? ¿Cuál es la

capacidad para aceptar e introducir modificaciones al proyecto profesional?

¿Y para modificar la propia disponibilidad? ¿Se es capaz de responder positi-

vamente a las situaciones nuevas o imprevistas y los cambios?, etc. El objetivo

final de todo ello es valorar cuál es su desajuste respecto al ideal de trabajador

de la época actual.

Los términos en que se piensa este «desajuste» tienen tres vectores que actúan

interrelacionándose (Sennett, 2006):

• El primer vector es la relación particular con el tiempo. Cómo la persona

se maneja en relaciones a corto plazo, pasando de un trabajo a otro.

• El segundo tiene que ver con la capacidad de cambiar la base del propio

conocimiento. Cómo la persona puede desarrollar al máximo nuevas ha-

bilidades vinculadas con las demandas de una realidad cambiante.

• Y finalmente, el último vector, es la capacidad de desprenderse del propio

pasado. Si la persona puede volver a nacer laboralmente hablando, tener

nuevos comienzos.

Como vemos, se está en tránsito de un modelo que entendía que el desem-

pleado era un efecto indeseado de un sistema que provocaba errores y que

desde la justicia social se tenía que reducir y mitigar, a otro en el que este des-

empleado lo es porque no se ajusta al ideal de trabajador (flexible, polivalente,

cualificado y adaptable a las necesidades cambiantes del mercado).

Mientras que en el primer modelo la labor de los dispositivos de inserción

se orientaba a facilitar el emparejamiento del desempleado con una oferta de

empleo, en el modelo de la empleabilidad el paradigma es que es necesario

que el sujeto se active para compensar su déficit respecto al mercado laboral.

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© FUOC • PID_00230608 18 Inserción laboral, exclusión y lazo social

Es necesario que la persona se haga cargo de hacerse empleable. No se trata de

regular el mercado de trabajo, sino que cada uno espabile para estar presente

en él.

La lógica de la empleabilidad sintetiza bien la transformación de los derechos

sociales vinculados al trabajo en condiciones de acceso individuales, consi-

guiendo dejar de lado el carácter relacional y conflictivo que las caracteriza.

Se trata de condiciones subjetivas privadas de las relaciones sociales en que

se producen.

2.2. El Gran Hermano

Explica Bauman (2005) cómo este cambio afecta a la lógica de la inclusión/ex-

clusión haciendo referencia al famoso Gran Hermano descrito por Orwell

(1903-1950) en la novela de política ficción 1984, donde se representaba la

idea de control a través de una mirada total sobre las personas. Esta mirada

estaba presente en todo tipo de instituciones: fábricas, cuarteles o escuelas.

La idea de fondo era que nadie quedaba fuera de control. Por el contrario, el

Gran Hermano actual que se puede encontrar representado en los diferentes

reality shows televisivos, se preocupa exclusivamente de cómo dejar fuera, de

cómo echar a las personas «sobrantes». Los no aptos, lo menos ingeniosos, los

menos dotados, los que tienen menos iniciativa, los de menor rendimiento...

Si al viejo Gran Hermano le preocupaba la integración a través de la discipli-

na, al nuevo le interesa la exclusión a través de una justificación de carácter

individual. Detectar las personas que no encajan y expulsarlas para que no

vuelvan más.

La fábrica dejó de ser el lugar de heterogeneidad social. En el pasado reunía obreros ycapataces, ingenieros y patrones […] En la actualidad, los ingenieros están en oficinasde estudios. Los empleos de mantenimiento en sociedades de servicios, y los empleosindustriales son tercializados, robotizados o deslocalizados. Las fábricas se convierten enlugares vacíos: los empleos están en otra parte, ya no son un lugar de encuentro parala gente.

D. Cohen (2006). Tres lecciones sobre la sociedad postindustrial (pág. 121). Madrid: KatzEditores.

Otro aspecto a tener en cuenta es qué papel juega la acción social. Es evidente

que uno y otro modelo, el del desempleo y el de la empleabilidad, operan en

contextos históricos y económicos muy diferentes. Mientras en la etapa del

desempleado, ante el absentismo y pérdida de competitividad la respuesta era

mejorar las condiciones de trabajo; unas décadas más tarde, con la revolución

financiera de los ochenta, nace un nuevo espíritu del capitalismo que empieza

a pensar de otro modo la organización de su trabajo. Ya no se trata de hacer

productivas capas amplias de trabajadores sin cualificación, sino de hacer un

salto impensable: la globalización ha permitido la creación de fábricas sin de-

pender de los trabajadores (Cohen, 2006). Desde la dimensión social nace un

problema nuevo: hay amplias capas de población a los que no se les ofrece

ningún trabajo porque no se las considera productivas.

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© FUOC • PID_00230608 19 Inserción laboral, exclusión y lazo social

2.3. La exclusión es social y económica

Sabemos que lo social es el espacio en que se articula lo político con lo econó-

mico y que la dimensión laboral sería una modalidad de esta articulación. Lo

que estamos viendo es que actualmente preocupa menos la parte política de

los derechos quedando únicamente la económica en forma de precarización

de acceso al mercado laboral. Una muestra es que las figuras de solidaridad se

van difuminando. Se da una interpretación económica de las situaciones de

exclusión social.

Pero hay que tener en cuenta que solo podemos hablar de exclusión en tanto

que consideremos a las personas en sociedad. Es decir, la exclusión no es un

estado, no se da en los individuos solos. La exclusión está en las personas en

sociedad. Se trata de las relaciones. Por eso Renes (2005) comenta que pensar

en�la�exclusión�como�relación, como proceso de ser personas-sociedad, ge-

nera en los profesionales «incomodidad». El motivo al que apunta es que esta-

mos acostumbrados a mirar la exclusión en término de «carencias», y con fre-

cuencia de carencias de carácter económico. Esta mirada supuestamente nos

permitiría «entender» la situación, «entender lo que está pasando», encontrar

«sus causas» y de hecho «encausar» las personas. Cada «carencia» sería tratada

como un «problema» que, una vez categorizado, permitiría descargarnos de

responsabilidad quizá culpando la persona de sus propias carencias. Quedán-

donos nosotros y la sociedad a salvo. De hecho, lo vemos con frecuencia: des-

de determinados ámbitos se apunta que la solución a la desigualdad social y a

la exclusión laboral se resolvería de manera mecánica con una mayor partici-

pación de los desempleados en el mercado de trabajo.

Pero esta argumentación naturaliza la falta de empleo y señala al desempleado

como único responsable de su situación. En este sentido, se trataría de una

contribución a que el desempleo y la pobreza se consideren casi como conse-

cuencias de un comportamiento personal, de defectos personales o incluso de

una elección.

Demonizar a los de abajo ha sido un medio conveniente de justificar una sociedad de-sigual a lo largo de los siglos. Después de todo, en abstracto parece irracional que pornacer en un sitio u otro unos asciendan mientras otros se quedan atrapados en el fondo.Pero ¿qué ocurre si uno está arriba porque se lo merece? ¿Y si los de abajo están ahí porfalta de habilidad, talento o determinación?

O. Jones (2013). La demonización de la clase obrera (pág. 19). Madrid: Ed. Capitán Swing.

El trabajo aparece como prerrequisito de acceso a la ciudadanía pero el Estado

ya no intenta proteger al individuo de los riesgos de una economía de mercado,

sino que promueve la creación de las actitudes para una buena adaptación a

esta economía. Apela continuamente a la libertad individual, a la elección, a

la iniciativa. En este sentido se da lo que Han (2014) llama una «ampliación

de la tecnología de la elección». Se trata de movilizar el potencial personal, de

apuntar a la autonomía de cada uno.

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2.4. Evaluar la empleabilidad

Si analizamos la mayoría de documentación sobre la operación de evaluar la

empleabilidad, comprobamos que, en realidad, lo que se subraya es quién tiene

que entrar en este proceso y la afirmación de que cuando uno sale, ha hecho

su «bautizo» en el nuevo mercado. La evaluación de la empleabilidad es una

experiencia de iniciación en el nuevo marco laboral. Se puede entender que

el ser al que hay que evaluar su empleabilidad está en un «estado primitivo»

respecto las nuevas lógicas del mercado laboral (Miller y Milner, 2004).

Un elemento clave en esta lógica es que el sujeto debe consentir a ella. Este

consentimiento, de hecho, acaba siendo tanto o más importante que el mis-

mo hecho de evaluar, ya que, mientras la evaluación de la empleabilidad en

realidad no asegura ningún acceso al mercado del trabajo, el consentimiento

permitirá iniciar un proceso en que la misma persona acabará culpabilizándo-

se de su situación. Llevándolo al último extremo, podríamos afirmar que la

operación consiste en obtener el consentimiento a ser evaluado. Finalmente,

la valoración de la empleabilidad en términos de competencias permite cons-

truir la ilusión de un nuevo inicio, una nueva forma de estar en el mercado.

La empleabilidad fuerza la entrada en la nueva lógica del mercado de

trabajo.

Lo más importante es que otro haya consentido la evaluación. Consentir ser evaluadoes mucho más importante que la operación misma de evaluación. Hasta podemos decirque la operación consiste en obtener el consentimiento a la misma operación.

J.-A. Miller, J.-C. Milner (2004). ¿Desea usted ser evaluado? (pág. 41). Málaga: Miguel Gó-mez Ediciones.

Para entenderlo de otra manera, se lanza el mensaje de que ya no se es un

operario o un administrativo, ahora se dispone de unos conocimientos frag-

mentados en clave de competencias que permiten nuevas composiciones con

relación a las necesidades del mercado de trabajo. Este cambio que se presenta

como nuevas oportunidades laborales en realidad solo puede ser posible para

aquellas personas con capacidad suficiente para componer y descomponer sus

capacidades en función de las necesidades del mercado. La gran mayoría de

los desempleados quedan lejos de esta posibilidad que tiene mucho que ver

con el capital simbólico y educativo de partida. La consecuencia para ellos es

que en lugar de ensancharse sus posibilidades de promoción laboral, cada vez

se hacen más incomprensibles y difíciles.

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© FUOC • PID_00230608 21 Inserción laboral, exclusión y lazo social

2.5. En la época de lo instantáneo

Por otro lado, se trata de propuestas que, a simple vista, aportan una nove-

dad importante: su discontinuidad con experiencias anteriores. Discontinui-

dad respecto a una supuesta trayectoria lineal. Discontinuidad temporal en

tanto no necesitan tener lazos claros ni con el «antes» ni con el «después» de

su desarrollo (Bauman, 2007).

Al tratarse de una planteamiento pensado para fundar nuevos inicios, se invita

al sujeto a no interrogarse, ni a revisar aquellas significaciones que le pueden

aparecen como dadas. Las atribuciones de un nuevo lugar que en otras condi-

ciones podrían hacer posible que el sujeto se interrogara al respecto y por lo

tanto que ocupara otra posición, en este caso pueden suponer en realidad ne-

gar su historia. Es decir, un intento de recuperar el tiempo no a través de escri-

bir la historia sino de negarla, anularla. Proponiendo la fundación de nuevos

inicios cada vez que un desarrollo no se ajusta a aquello esperado. Se reduce

al sujeto a la condición de objeto al servicio de las necesidades productivas.

La época actual es la de lo «instantáneo», donde se propone un Otro social que

solo exista cuando yo esté presente. Por eso, la dimensión de pasado, aquello

que me ha llevado allí y la dimensión de futuro, las consecuencias de aquello

que hago, tienden a borrarse. Pero en este lugar no es posible tomar una elec-

ción ni hacerse cargo de ella; por lo tanto, el resultado de estas acciones no

es la construcción de un proyecto profesional, sino, en el mejor de los casos,

conseguir «proyecciones puntuales» en función de las necesidades y las opor-

tunidades (Zaki en Zemanovich, 2011). Proyecciones líquidas que se desvane-

cen a gran velocidad ante el más mínimo movimiento.

Se ha pasado de pensar en un proyecto a hacerlo en proyecciones.

Estas propuestas de borramiento tienen mayor éxito en situaciones de máxi-

ma necesidad social en tanto que permiten un espejismo en forma de unos

resultados inmediatos. Pero como hemos explicado, las consecuencias son a

menudo un empeoramiento de la situación y las personas entran en procesos

en que, a su pobreza material, se une un empobrecimiento de su propio valor

en el mercado de trabajo.

Deberíamos tener en cuenta que, mientras un conocimiento que va precedido

de una experiencia puede provocar el inicio de algo nuevo, diferente, un exce-

so de información no deja prosperar ningún conocimiento. Para Han (2014),

la sociedad de la información es la sociedad de la vivencia y no de la expe-

riencia. La diferencia entre una y otra es que en la sociedad de la vivencia se

promueve un sujeto de consumo al que le cuesta encontrar el sentido en el

que amarrar su proyecto vital:

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… un conocimiento al que precede una experiencia puede conmover hondamente lo queha sido en conjunto y hacer que comience algo por completo diferente. Un exceso desimple información no deja prosperar ningún conocimiento. La sociedad de la informa-ción es la sociedad de la vivencia. Y también esta última es aditiva y acumulativa. En esose diferencia de la experiencia que con frecuencia es única, la vivencia no tiene ningúnacceso a lo completamente distinto.

B. Han (2014). La agonía del Eros (pág. 76). Barcelona: Herder.

2.6. Los nuevos retos

Finalmente, nos interesa cuestionarnos cuáles son los nuevos retos en el cam-

po de la inserción laboral. La sociedad actual profundiza en la producción de

imaginarios tecnológicos, consumistas y también laborales y profesionales. La

posibilidad mediadora de la cultura y su función simbólica se está reduciendo

al máximo y deja al individuo en una precariedad simbólica total respecto a

las nuevas realidades y exigencias. No solo no encuentra trabajo, sino que ca-

da vez le cuesta más representarse en el mundo del trabajo como ya hemos

apuntado. La subjetividad pasa a un primer plano:

El individuo competente y competitivo es el que busca el modo de maximizar su capitalhumano en todos los dominios, que no trata únicamente de proyectarse en el porveniry calcular sus ganancias y sus costes, como el antiguo hombre económico, sino que per-sigue, sobre todo, trabajar sobre sí mismo con el fin de transformarse permanentemente,de mejorar, de volverse cada vez más eficaz. Lo distintivo de este sujeto es el procesomismo de mejora de sí al que se ve conducido, que lo llevará a perfeccionar sin cesarsus resultados y sus rendimientos. Los nuevos paradigmas, que engloban el mercado detrabajo, el de la educación y el de la formación, «formación a lo largo de la vida» (longlifetraining) y «empleabilidad», son sus modalidades estratégicas más significativas.

C. Laval; P. Dardot (2013). La nueva razón del mundo (pág. 338). Barcelona: Gedisa.

Poner la subjetividad de la persona en primer plano hace que no solo el yo

sea la base del posible éxito que se busca, sino que también la explicación de

su fracaso (Illouz, 2010). Por ese motivo, si el problema de la inserción laboral

solo se explica en términos de empleabilidad y no de desigualdad y de exclu-

sión acaba dirigiendo la mirada al propio sujeto en desempleo, demonizándo-

lo (Jones, 2013).

La desigualdad se da en relación con el acceso a los lugares de empleo pero

también con relación al acceso a los instrumentos para pensar alternativas. Lo

que hay que problematizar es por qué el mercado de trabajo, en su papel de

distribuidor de la riqueza, no asegura un lugar para todos y cómo abrir espacios

de participación en él.

La precariedad lo es respecto al empleo y a los instrumentos para pen-

sarlo.

Este aspecto obliga a repensar cómo evaluamos las situaciones de exclusión

sociolaboral. Normalmente, pensamos que lo que explica esa situación se en-

cuentra en «datos tangibles». Aquello que se puede contar, como por ejem-

plo los estudios que la persona tiene, su trayectoria profesional, sus ingresos

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o su situación de salud. En estos datos «buscamos» una explicación, pero en

realidad solo significan alguna cosa cuando somos capaces de ponerlos en re-

lación. Adquieren sentido en un proceso histórico concreto de una persona

(Renes, 2005).

Para poder entender estas relaciones podemos pensar la lógica persona-socie-

dad en tres dimensiones: en primer lugar la dimensión social; en un segun-

do lugar la dimensión subjetiva y, finalmente, la dimensión laboral (Zelmano-

vich, 2011). En la dimensión social el trabajo representa la ley social, aquello

que se espera de nosotros, aquello que es «normal» en una determinada épo-

ca. Por su parte, en la dimensión subjetiva, podemos situar aquello que tiene

que ver con nuestros propios ideales e identificaciones, aquello que mueve la

persona. Finalmente, la dimensión laboral, tiene que ver con las condiciones

concretas en que el trabajo se desarrolla, las rutinas y las regulaciones perso-

nales que eso supone.

Frente a una mirada mecánica y lineal, basada en datos tangibles aislados los

unos de los otros, la articulación de estas tres dimensiones permite mirar los

procesos de exclusión sociolaboral desde su complejidad. Permite construir

relaciones entre la biografía, la historia y la sociedad. Permite dar cuenta desde

una doble perspectiva: como situación compleja y como proceso.

La exclusión no es una condición de las personas, sino una característica de

las situaciones. Si la realidad es compleja su comprensión no puede ser simple.

No podemos pensar que aislando un elemento y buscando resultados a ese

aspecto podemos abordar la situación de exclusión sociolaboral de la persona.

En definitiva y para concluir este punto: la relación entre desempleo y exclu-

sión social no es solo de causa-efecto donde se iguala necesidad y carencia.

La relación de exclusión y desempleo es una relación compleja que requiere

explorar la dimensión social, la subjetiva y la laboral. Por otro lado, la acción

social en el campo de la inserción laboral debe preocuparse en cómo promover

espacios en los que se puedan generar experiencias. La base para conseguirlo

es el lugar simbólico que se ofrece al desempleado y los contenidos que debe

apropiarse para transformar su relación con el empleo/desempleo. Finalmen-

te, estas experiencias sirven para modificar la relación del propio sujeto con

el lugar que ocupa.

2.7. Viñetas para seguir pensando

110 desempleados para cada vacante

Algunos estudios apuntan a que para cada puesto de trabajo hay ciento diez desemplea-dos que quieren ocuparlo. Aunque las cifras pueden variar según el lugar y el momento,creo que podemos coincidir en que la desproporción es enorme. Aun así, es una visiónsesgada de la realidad, ya que puede hacer creer que un parado tiene una probabilidadentre ciento diez para poder acceder a un determinado empleo. Aunque esto matemáti-camente puede ser cierto, socialmente no.

Veámoslo. Imaginemos que en una vacante laboral para cubrir se presentan ciento diezpersonas. Seguramente el primer filtro, aquel que se establece con los requisitos de for-

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mación, la experiencia u otros aspectos personales, ya no lo superará el setenta y cincopor ciento de las personas. Es habitual que las empresas ajusten los requisitos que soli-citan en función del volumen de currículums en los que quieren profundizar. Por estemotivo puede darse que para algunos trabajos se pidan o valoren conocimientos quedifícilmente se pondrán en práctica. En todo caso nos encontraríamos que quedaría ungrupo de unas treinta personas.

A partir de aquí hay que tener en cuenta que la mejora de la productividad viene sobretodo por la capacidad de las personas a adaptarse a las condiciones cambiantes del trabajo.¿Qué nos encontraremos? Es posible que dos tercios de estas treinta personas no se hayanplanteado antes la posibilidad de trabajar en este tipo de empleo. No formaba parte de susexpectativas y, en realidad, no saben si encajarán. Todos ellos motivos para no priorizarsu contratación. En definitiva, en el proceso final, nos encontraremos que solo quedaríandiez personas en condiciones de un buen ajuste en el lugar de trabajo. Y, por tanto, encondiciones reales de acceso a ese empleo.

La probabilidad real de empleo la encontraríamos en este último grupo y no en el pri-mero. El problema es cómo llegar a estas ofertas. Habitualmente el empleo se busca entodas las direcciones, multiplicando la presentación en ofertas de todo tipo, lo que daoportunidades para formar parte de este grupo final de diez personas.

¿Puede ser que haya personas que siempre se encuentren en el primer grupo?

¿Cómo�ordenar�problemas�sociales�con�problemas�laborales?

Lara tiene treinta y dos años y una hija con diez. Es madre soltera y tiene un historial deanorexia y de bulimia, aunque afirma que esto no le impide trabajar. Vive con su madre,que le ayuda con el cuidado de su hija. Tiene dos hermanos: uno en prisión y el otro esquien aporta los ingresos familiares. Se plantea trabajar de reponedora o de limpiadoray muestra una alta disponibilidad.

No finalizó la ESO y empezó a trabajar con dieciséis años como manipuladora. Dejó detrabajar cuando se quedó embarazada y tuvo su hija. A los veintiún años vuelve a trabajar,esta vez como aprendiza de pescadera. Al cabo de dos años empieza a tener problemasde bulimia y en esa época finaliza el contrato que no le renuevan. Durante un tiempoirá haciendo pequeños trabajos de limpieza. Hace un año se le murió su padre y desdeentonces no ha vuelto a trabajar.

Se inicia un plan de acción que contempla explorar posibles objetivos laborales a partir desu experiencia y sus intereses. Muestra gran interés y deja de asistir al programa. Vuelveal cabo de un par de meses y comenta que ha estado muy ocupada con temas de suhermano que está en prisión.

Se añade a un taller de elaboración de currículum que sigue de manera regular hasta queal cabo de tres semanas deja de venir. Nos llama y nos dice que su madre está con unadepresión y ella la tiene que sostener. Cuando la madre se va al pueblo, ella vuelve alprograma de inserción.

Al cabo de dos semanas vuelve y nos trae un justificante de tratamiento psiquiátricopor depresión y aprovecha para comentar que su hermano se ha marchado y que ya nodisponen de ingresos. Ha llevado a su hija con su padre.

Vuelve a asistir para buscar empleo, pero ante las dificultades comenta que vuelve a tenertentaciones de consumo de drogas.

¿Cómo se da apoyo laboral a una persona con continuos problemas sociofamiliares?

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3. Dimensiones para entender el lazo laboral

Para profundizar en la lógica de las relaciones que se dan en los procesos de ex-

clusión y de inserción laboral partiremos de la propuesta de tres dimensiones

elaborada por Zelmanovich (2011): la dimensión social, la subjetiva y la labo-

ral. En la dimensión social, el empleo se configura como la ley social. Permite

a cada sujeto situarse con relación a un contexto y una época. Por su lado, la

dimensión laboral funciona como la institución concreta, con unas maneras

particulares de inscripción, necesaria para la regulación social. Finalmente, la

dimensión subjetiva es donde se articulan los procesos de subjetivación de las

otras dos dimensiones.

La manera en que se articulan estas tres dimensiones tiene puntos comunes

en cada época, pero también es singular para cada sujeto. Vamos a revisar estas

tres dimensiones para ubicarnos en el marco actual: la flexiseguridad con rela-

ción a la dimensión social; la lógica del rendimiento con relación a la dimen-

sión subjetiva y el emprendimiento con relación a la dimensión laboral. Flexi-

seguridad,�rendimiento�y�emprendimiento�como�significantes�de�época.

3.1. Con relación a la dimensión social: la flexiseguridad

Si hay un concepto claro que se repite a lo largo de los veinte últimos años

en todo aquello que tiene que ver con la regulación social del empleo, este

concepto es el de flexiseguridad. Desde 1999 hasta la actualidad, la orienta-

ción de las políticas de empleo a nivel europeo ha tenido en su vértice esta

idea. Este vocablo une flexibilidad y seguridad aplicada a una idea de mercado

de trabajo que busca que pueda darse de manera paralela la flexibilidad para

contratar y despedir a un trabajador y una protección social para los desem-

pleados. Su particularidad es la fusión de dos conceptos con la intención de

proponer un nuevo marco de vínculos con el trabajo acorde con los cambios

actuales (Orteu, 2011).

El término fue introducido inicialmente en Holanda en los años ochenta a

través de diferentes informes que reflexionaban sobre las deficiencias del mer-

cado de trabajo y la segmentación que se estaba produciendo entre lo que po-

dríamos llamar un segmento primario del mercado de trabajo con alto nivel

de protección y uno secundario con pocas protecciones.

La flexiseguridad permite definir la exclusión del mercado de trabajo no solo

como estar dentro o fuera de él, con el hecho de tener o no tener un traba-

jo, sino también como una posición del desempleado respecto a unas condi-

ciones ideales. En este sentido, cabe señalar, la flexiseguridad ha permitido el

desarrollo de fórmulas para intentar medir la distancia de la persona con rela-

ción a este mercado de empleo ideal. Nos referimos a la empleabilidad. El es-

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© FUOC • PID_00230608 26 Inserción laboral, exclusión y lazo social

pacio antes ocupado por conceptos como «estabilidad laboral» o «progresión

profesional» pasan a ser descritos en términos de posición o disponibilidad

de la persona a esta flexiseguridad. Con ello se pretende estimular que el mer-

cado de empleo sea más dinámico, que las personas desempleadas estén más

dispuestas a aceptar estas nuevas condiciones y normas. Personas que tengan

capacidad para adaptarse a todos cambios que provengan de las necesidades

productivas.

La flexiseguridad prepara las condiciones para que la expulsión del mer-

cado sea vista como una elección personal.

Si bien el derecho al trabajo es la base de estas políticas y su legitimación social

es la base de lo que se ha venido llamando el pacto social, la idea de fondo es

alterar la garantía de inclusión social a través del derecho a un trabajo por el

de participación en el mercado de trabajo. Y esta capacidad de participación

ponerla del lado del sujeto desempleado. Es decir, nos encontramos con que

estas políticas que inicialmente eran un instrumento para garantizar el acceso

al trabajo y la cohesión social se han ido transformando en un instrumento

al servicio de objetivos económicos. Esto explica el porqué las normativas la-

borales y de empleo están sufriendo reformas continuas. Se las considera una

herramienta directa para salir de la crisis más que una regulación para prote-

gernos de ella.

Los efectos de este recorrido se pueden visualizar en el documento Estrategia

Europa 2020, pero pueden encontrarse también en un gran volumen de infor-

mes y propuestas previas: Informe Delors, 1993; European Employment Stra-

tegy, 1997; Tratado de Ámsterdam, 1999; Estrategia de Lisboa, 2000; Informe

Kok, 2004; etc. (Gorelli, 2011).

En realidad, el planteamiento con relación a la flexiseguridad en todas ellas es

muy parecido. La estrategia de empleo de la UE es tremendamente reiterativa.

La subordinación de la estrategia de empleo en la lógica neoliberal que ha ca-

racterizado la evolución de la UE en los últimos años ha provocado una fuerte

conexión entre empleo y regulación laboral. Es por eso que el crecimiento de

empleo parece que siempre tenga que pasar por la regulación laboral. Parece

que para la economía el desempleo solo preocupa si se vincula con pérdidas

económicas. O dicho al revés: que solo entiende la generación de empleo si

va acompañada de beneficios económicos.

3.2. Con relación a la dimensión subjetiva: el rendimiento

Uno de los elementos que actualmente sirven para movilizar al sujeto con re-

lación a poder ocupar un lugar en el mercado de empleo es la lógica del rendi-

miento. Vinculándolo con este tema, Han (2014) nos explica la actualización

de la dialéctica hegeliana del amo y del esclavo. Se trata de una lucha a vida

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© FUOC • PID_00230608 27 Inserción laboral, exclusión y lazo social

o muerte en la que el futuro amo no teme a la muerte. Para él, su ansia de

reconocimiento está por encima que la propia vida. Por su parte, el futuro es-

clavo se aferra a la vida aunque esta sea esclavizada. El desenlace, por tanto,

no depende de la superioridad física, sino de la «capacidad de muerte». Quien

no se entrega a la muerte, se convierte en esclavo y trabaja. En este sentido,

apunta el autor, se puede decir que el sujeto actual del rendimiento se parece

al esclavo hegeliano con la diferencia que no trabaja para un amo, sino que se

explota de manera voluntaria a sí mismo. El amo es uno mismo que se somete

a la lógica del rendimiento bajo la amenaza de su muerte en el mercado de

trabajo. Aceptarlo, en cambio, supone su esclavitud laboral.

Lo que en la sociedad industrial era «deber» ahora es «poder».

La nueva norma en la que se plantea es la autorrealización a través de la mejora

continua:

«Conviene conocerse y amarse para tener éxito. De ahí la insistencia en la expresiónmágica: la autoestima, clave de todos los éxitos.» El nuevo dispositivo podría llamarsede rendimiento/goce.

C. Laval; P. Dardot (2013). La nueva razón del mundo (pág. 349). Barcelona: Gedisa.

Si la sociedad industrial estaba gobernada por la disciplina y el verbo a conju-

gar era el de «deber», en la actual lo que marca los pasos es la lógica del ren-

dimiento en la que el verbo es «poder». Llamar a la motivación, al desarrollo

de un proyecto es más eficaz que obligarlo a ello. El sujeto del rendimiento,

aunque es libre porque no está sometido a otro que lo mande, en realidad no

es tan libre puesto que se explota a sí mismo (Han, 2014).

De las dos formas básicas de sufrimiento ante el trabajo, es decir: personas

que realizan trabajos peligrosos y personas que sufren porque creen que no

podrán satisfacer aquello que se espera de ellos, esta última está en un proceso

de incremento muy importante.

El riesgo a la incompetencia pone a la persona en peligro.

Ante esto, cabe preguntarse qué pasa con aquellos que no alcanzan el nivel

de rendimiento que se requieren ellos mismos. El miedo a no ser competente.

Muchas de las personas excluidas del mercado de empleo entran en situaciones

de crisis psicológica ante esta amenaza. Según los expertos, el reverso de esta

exigencia de rendimiento sería la depresión y el fracaso social.

Pero el riesgo a la incompetencia no solo afecta a aquellas personas que tienen

un empleo. Actualmente, nadie pone en duda que tanto las personas que han

perdido su empleo como aquellas que no pueden volver a reincorporarse en el

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© FUOC • PID_00230608 28 Inserción laboral, exclusión y lazo social

mundo del trabajo viven un proceso de deterioro personal tanto físico como

psicológico importante. Esta evolución se produce a partir del ataque contra

las bases mismas de la identidad (Dejours, 2009).

Finalmente apuntar como esta falta de rendimiento puede plantearse como

una cuestión de falta de ambición personal:

Problemas sociales como la pobreza o el desempleo en otro tiempo eran consideradosinjusticias derivadas de fallos internos del capitalismo que, como mínimo, debían abor-darse. Pero hoy se han empezado a considerar consecuencias del comportamiento per-sonal, de defectos individuales e incluso de una elección. La difícil situación de algunaspersonas de clase trabajadora se presenta comúnmente como una falta de ambición porsu parte.

O. Jones (2013). La demonización de la clase obrera (pág. 19). Madrid: Ed. Capitán Swing.

3.3. Con relación a la dimensión laboral: el emprendimiento

Como hemos visto, en la actualidad, la coacción se esconde detrás de una

aparente libertad de elección por la que asoma un amo que es uno mismo.

Seguramente el miedo que ha generado la precarización del empleo en todas

sus vertientes ha facilitado el crecimiento del discurso en el que la persona

debe hacerse cargo de sí misma.

El rendimiento personal que se exige puede tener diferentes nombres, pero

uno que actualmente tiene gran fortuna es el de emprendimiento. Para Laval

y Dardot (2013), el hombre moderno se desdobló en dos: por un lado, un

ciudadano�dotado�de�derechos y, por el otro, el hombre�económico�guiado

por�su�interés. Un hombre como fin y un hombre como instrumento.

«La empresa de sí es encontrar un sentido, un compromiso en la globalidad de la vida deuno.» Y esto se produce pronto: a los quince años se es empresario de sí mismo en cuantouno se pregunta qué hacer de su vida. Toda actividad es empresarial, porque ya nada seda por sentado. Todo hay que conquistarlo y defenderlo constantemente. El propio niñodebe ser «empresario de su saber». Todo se convierte en empresa en algún sentido: eltrabajo, pero también el consumo, sin olvidar el ocio, porque «se trata de sacar el máximopartido de riquezas y de utilizarlas para la realización de sí mismo como forma de crear».

C. Laval; P. Dardot (2013). La nueva razón del mundo (pág. 341). Barcelona: Gedisa.

Se construye una cierta semejanza entre la figura de la empresa y la función

del sujeto. Hay quien habla de sujeto empresarial para referirse a la persona

con una implicación total de sí. Una persona que trabaje siempre como si lo

hiciera para él mismo. No se trata, por lo tanto, de un individuo que trabaja en

una empresa propia, sino que siempre trabaja para mejorar su propia eficacia

y para intensificar su esfuerzo (Laval y Dardot, 2013).

Pasamos del sujeto productivo de la modernidad sólida al sujeto competente

de la modernidad líquida. Los sujetos emprendedores refuerzan la competen-

cia entre ellos. La empresa no es un lugar de comunidad, sino un espacio para

la competición. El sujeto competente busca cómo sacar el máximo partido a su

propio capital humano. A diferencia del sujeto de la modernidad sólida, este

busca cómo trabajar sobre sí mismo para volverse más eficaz, y no únicamente

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proyectarse en el porvenir y calcular sus ganancias (Laval y Dardot, 2013). Por

eso, la formación a lo largo de la vida deviene una modalidad significativa en

esta nueva época (Bauman, 2007).

Pero surgen también importantes críticas al impulso de la emprendeduría co-

mo política de empleo. Concretamente se apunta que esta estrategia recupera

la vieja moral con relación al empleo:

Con el impulso a estos micro-emprendimientos la afirmación de que no trabaja el queno quiere vuelve sobre la mesa.

J. Kornblihtt (2005). «Profetas de la autoexplotación». En: E. Sartelli (comp.). Contra lacultura del trabajo (pág. 171). Buenos Aires: RyR.

En este sentido, al emprendimiento se le acusa de en algunos casos promover

nuevas formas de explotación, ahora de autoexplotación:

El micro emprendimiento es, entonces, el autoempleo que debe batallar duramente parainsertarse en el mercado a costa de precios bajos por súper explotación individual y dela propia familia, en peores condiciones que en una empresa: no hay jubilación, obrasocial, ni estabilidad alguna. Solo así se puede producir con costos suficientemente bajoscomo para competir.

J. Kornblihtt (2005). «Profetas de la autoexplotación». En: E. Sartelli (comp.). Contra lacultura del trabajo (pág. 172). Buenos Aires: RyR.

3.4. Articulación de las tres dimensiones

Como conclusiones, apuntar que lo que en la dimensión social es flexiseguri-

dad, en la subjetiva es rendimiento y en la laboral es tener capacidad de em-

prendimiento.

Las instituciones permiten regular la inscripción de los sujetos en la sociedad

y, en este sentido, el trabajo también ejerce esta función. Limita y da sentido a

la tarea. La regula y, haciéndolo, regula al sujeto. Actualmente, esta regulación

se basa en un principio de superación constante

Lejos del modelo de un poder central que dirigía a distancia a los sujetos, el dispositivorendimiento/goce se distribuye en mecanismos de control, evaluación e incentivacióndiversificados y participa de todos los engranajes de la producción, de todos los modosde consumo, de todas las formas de relaciones sociales.

C. Laval; P. Dardot (2013). La nueva razón del mundo (pág. 367). Barcelona: Gedisa.

Hay que tener en cuenta qué supone esto tanto para los sujetos como para los

profesionales. Vamos a verlo en el caso de los jóvenes.

Muchos jóvenes, al finalizar la enseñanza obligatoria, deciden dejar de estudiar

y la falta de oportunidades para el empleo los deja en una tierra de nadie.

Ni estudian, ni trabajan, ni se forman. Esta actitud puede hacernos pensar

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que se trata de chicos que en realidad no quieren trabajar porque rechazan el

esfuerzo. Se trata de una inactividad voluntaria. Aquella que en el imaginario

social se vincula con procesos de exclusión y de marginalidad.

Pero con frecuencia este «no querer trabajar» es en realidad una negativa a

ocupar un determinado lugar social vacío, sin futuro. Si antes se asimilaba la

vida al trabajo, ahora muchos jóvenes creen que la vida no está donde está el

trabajo; donde está la vida no está el trabajo; la vida está fuera del trabajo. Y

tal disociación surge como consecuencia y complemento al ideal de ser uno

mismo. Los jóvenes quieren ser ellos mismos y el trabajo, para muchos, ha

dejado de ser una buena estrategia para conseguirlo.

No querer trabajar puede ser una negativa a ocupar un lugar vacío.

Aunque podemos encontrarnos que muchos de estos jóvenes son capaces de

mantener otras actividades de manera satisfactoria, se corre el riesgo de que

igualmente queden fijados en un lugar fuertemente patologizado al no ser

capaces de articular un proyecto laboral por el riesgo a no ser uno mismo.

Delante solo tienen, como proyecto posible, su logro personal. Esto o el fra-

caso (Laurent, 2004). Ante tal presión la inactividad, o sea el rechazo, se pre-

senta como un salvavidas particular. Pero ante esto hay que tener en cuenta

que cuando se deja a un joven como único amo de su propio código moral, se

provoca que no haya nadie fuera de él con autoridad para sancionar aquello

que hace. En definitiva, esta situación pone al joven en situación de desam-

paro. Lo vemos a menudo con numerosos jóvenes que quedan fuera de todo

circuito formativo o laboral. En un limbo alimentado por videojuegos u otras

actividades que mezclan entretenimiento y consumo.

Podemos decir que este ideal de ser uno mismo se vincula con la propia exis-

tencia en donde cada uno tiene que construir su propio estilo de vida. No es

extraño que en un tiempo en que todo es líquido lo más imperecedero sea uno

mismo y a ello hay que dedicar la energía. El ritmo de vida es el espíritu del

capitalismo de nuestras sociedades avanzadas (Callejo, 2009).

El lugar estratégico que ocupa el oficio en el grupo generacional de más edad, para hablardel trabajo, lo ocupará el ritmo de vida en el grupo generacional actual. El ritmo de vida esel espíritu de nuestras sociedades avanzadas; haciendo el paralelismo a Weber, el espíritudel capitalismo de consumo, el espíritu del consumismo…

J. Callejo (2009). «Las transformaciones del sentido del trabajo: un análisis comparativoentre generaciones». En: E. Crespo; A. Serrano (2009). Trabajo, subjetividad y ciudadanía(pág. 190). Madrid: Editorial Complutense y Centro de Investigaciones Sociológicas.

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Este ritmo de vida como norma de consumo indica el cambio continuo, el

estar a la última. Si antes era el trabajo el que marcaba el ritmo de vida, aquello

a lo que se podía llegar como individuo, ahora podemos decir que es el ritmo

de vida que uno quiere lo que marca sus ideales y su relación con el trabajo.

Aquello que está dispuesto a hacer para ser él mismo.

De la pregunta de la modernidad sólida: «¿Quién soy para los otros?», se ha

pasado a la de: «¿Quién soy para mí mismo?». Muchos jóvenes buscan las res-

puestas en el mercado de consumo. El ideal de ser uno mismo ha llevado a

entender la subjetividad como una mercancía y la premisa que permite desa-

rrollarla es la libertad para de elección. Es decir, la libertad de elegir cómo ser

uno mismo en cada momento. Esto podemos relacionarlo con el gran atracti-

vo que generan aquellas propuestas de reinventarse.

Propuestas que se alimentan bajo la propuesta de que para estar inscrito en

la cultura de época ya no cabe disponer de un cierto patrimonio, sino estar

en condiciones de cambio permanente. Ya no se trataría de disponer de una

colección de bienes culturales o de conocimientos y técnicas relativas a la pro-

ducción, se trataría de saber cambiar continuamente nuestro modelo compe-

tencial ajustándolo a las necesidades y entornos cambiantes. Ya no se trataría

de saber utilizar la máquina sino de saber leer las instrucciones de las muchas

máquinas que se necesitarán utilizar a lo largo de la trayectoria profesional.

Pero el riesgo de estas propuestas es que el sujeto quede bloqueado ante la

imposibilidad de dar respuesta.

Ante esto hay que tener en cuenta que cada vez nos encontramos con personas

para las que la posibilidad de inserción laboral pasa primeramente por poder

construir un proyecto de ritmo de vida propio que permita alojar un trabajo.

Sin este previo, muchas personas, no saben qué lugar debe ocupar el trabajo

en su vida y se pierden desorientados.

3.5. Viñetas para seguir pensando

El problema de dar forma en una realidad líquida

La formación ha sido el mecanismo básico para dar forma a nuestro proyecto profesional.Su gran capacidad es establecer un recorrido de acceso a nuestro objetivo profesional.Actualmente esta construcción de sentido se ha fragmentado y ya no sigue esta lógicalineal. Pero hay que saber que, aunque la desorientación sobre qué estudiar y la pérdidade confianza sobre el valor de los estudios no lo hace fácil, la necesidad de dar formaa nuestro encaje en el mercado de trabajo no ha desaparecido. Aunque sigue siendo lagran apuesta de futuro, se ha vuelto «líquida».

Hasta hace poco, cuando un joven aprendía un oficio podía tener la confianza en que losconocimientos y las habilidades aprendidas le permitirían una dirección y proyecciónen su vida laboral. Esta seguridad hoy ha desaparecido. Ni estos conocimientos garanti-zan un lugar en el mercado de trabajo, ni en caso de conseguirlo, serán suficientes paramantenerse en él.

El filósofo francés Jean-Claude Michéa plantea que hay dos tipos de ignorancia. La quehace referencia a la falta de conocimientos y la que tiene que ver con no disponer de sen-tido crítico para entender el valor que tienen. La prueba es que uno puede saberlo todo yno entender nada. De hecho, asistimos a una explosión de formación cada vez más diri-

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gida al adiestramiento para una buena adaptación al puesto de trabajo en detrimento deuna mejor preparación en los fundamentos de las tareas y los conocimientos requeridos.

El punto de partida para dar forma al propio proyecto profesional no es saber adaptarsea un contexto o dar respuesta a una demanda, sino situar el propio interés.

¿Cómo se construye la posibilidad de tener una «forma» en el mercado de trabajo paracada individuo?

Identificarse�como�víctima�del�mercado�de�trabajo

Sandra tiene cuarenta y nueve años y no finalizó los estudios básicos porque se puso atrabaja a los catorce años. Pasó por diferentes empleos como aprendiza: peluquería, con-fección, manipuladora de un laboratorio, etc., hasta que entró como operaria de cadenaen una empresa de electrodomésticos. Con la crisis, la empresa cerró y desde entoncesha tenido trabajos puntuales. Tiene una hija y una nieta a las que ayuda.

A pesar de que se la intenta contener, Sandra asiste siempre muy nerviosa y expresa queno sabe cómo la vamos a ayudar. Comenta que ya es tarde. Se la anima a que puedaconocer mejor las posibilidades actuales del mercado de trabajo para valorar alternativas.Se repasa su vida laboral y se empieza a explorar posibilidades de trabajo adecuadas a suscaracterísticas. Aunque sigue quejándose de la situación del mercado de trabajo actual,se implica en los talleres.

Encuentra un empleo en un restaurante como ayudanta de cocina, pero dice que no podíacon las ollas tan grandes, que le costaba poner el lavavajillas. No aguantaba el ritmo, lehacían trabajar muchas horas y le pagaban muy poco. Lo deja. Su justificación es que eltrabajo no era el apropiado y que, además, le pagaban muy poco.

Nos comenta que tiene miedo porque no sabe si será capaz de adaptarse al mercadolaboral. No le gustaría tener que depender de una ayuda pero no consigue superar sutemor. Es consciente que no es la situación que quiere, pero ahora no puede salir dedonde está.

¿Qué instrumentos permiten ser responsable y no una víctima de su situación?


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