EXPECTATIVAS DE ALGUNOS EXPERTOS EN VIDA CONSAGRADA
(Teólogos, Religiosos y Religiosas)
ANTES DE LA V CONFERENCIA
Mons. Guillermo Melguizo Yepes
Vicerrector de Pastoral del Instituto Teológico Pastoral (ITEPAL-CELAM)
RESUMEN:
Mucho se alcanzó a escribir antes de Aparecida, habiéndose alcanzado a señalar un buen número de expectativas en relación con la celebración de la V Conferencia. Todo lo escrito ayudará también a entender el Documento Final. Todo el documento conclusivo de Aparecida puede ser leído en clave de la vida consagrada
Palabras clave: V Conferencia, expectativas de teólogas y teólogas, expectativas de religiosos y religiosas.
Me llamó poderosamente la atención que fueron numerosos los artículos y
publicaciones de los religiosos de América Latina y aún de Europa, en la etapa de
preparación a la V Conferencia.
Ya el Padre Alday en sus conferencias decía, que varias voces de la vida
consagrada se habían escuchado ante la celebración de esta V Conferencia, y
citaba al Padre Ignacio Madera, sds, Presidente de la CLAR (en Vida Nueva 17-03-
2007), y a la Hermana María Carmelita Freitas, fi (en la Revista Alternativas No. 32
del 2006).
Pero yo quisiera profundizar en este aspecto porque me parece muy enriquecedor
el aporte de los religiosos, y porque quienes manifestaron sus expectativas antes
2
de Aparecida, acertaron a mi manera de ver, en la casi totalidad de sus
comentarios.
Quiero demostrar que la mayor parte de esas expectativas se cumplieron en el
Documento Final de Aparecida. Lamentablemente, algunos autores estuvieron
condicionados solamente por el Documento de Participación y no alcanzaron a
conocer el Documento de Síntesis.
Las revistas que yo pude estudiar son:
- Convergencias: de la Confederación de Religiosos del Brasil
- Revista de la CLAR
- Vida Religiosa, de los Claretianos de España
- Sal Térrea, Revista de Teología Pastoral de España
- Theologica Xaveriana de la Pontificia Universidad Javeriana, de Bogotá
- Revista Eclesiástica Brasileira
- Alternativas, etc.
Los teólogos y religiosos consultados son entre otros: Víctor Codina, sj de Bolivia;
Toni Catalá, sj., del Centro Arrupe de España; Clara Lucchetti de Brasil; Clodovis
Boff, osm, del Brasil; Pedro Acevedo, fsc; Víctor Martínez, sj de Colombia; Roberto
Oliveros sj y el Padre Macisse, ocd; de México, etc.
1- El Hermano Pedro Acevedo escribe en la Revista Convergencia: “La Vida
Religiosa ante la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y
Caribeño - Algunos desafíos”1.
Califica de enorme importancia para la vida de nuestros pueblos e Iglesias de toda
América Latina y el Caribe, la celebración de una V Conferencia y a renglón
seguido afirma: “los religiosos nos ponemos en una perspectiva de colaboración,
1 Acevedo Pedro, sfc.: Convergencia No. 400 – Marzo 2007, pp. 75-85
3
de reflexión y de generar procesos que nos sitúen de manera más correcta, no
solamente dentro de la Iglesia sino también dentro de la sociedad y de los nuevos
escenarios que están surgiendo en el mundo de hoy. En perspectiva de fe
tenemos que decirnos, que es más un llamado del Señor a la fidelidad y al
descubrimiento de caminos nuevos y en la construcción de una nueva identidad
que el futuro y la historia que construimos exige de nosotros”.
“La vida religiosa no existe para si misma sino para la misión a la que el Señor la
llamó en un determinado carisma y que se traduce en un don para la Iglesia y para
el mundo”.
Pues bien, Aparecida va a insistir de muchas maneras y en diversos momentos,
sobre la necesidad de clarificar las identidades. A nosotros nos corresponde la
identidad clara y transparente de la vida consagrada.
En el año 2005 se celebró el V Encuentro Latinoamericano de Obispos y de
Presidentes de Conferencias Nacionales de Religiosos y la CLAR. En aquel
entonces, se afirmó: “Otro mundo es posible – otra Iglesia es posible – otra vida
religiosa es posible”. Y se hace allí una descripción de la vida consagrada en este
momento:
- Hay una vida religiosa inserta en el mundo de los pobres (con limitaciones)
- Hay una vida religiosa institucionalizada (para la salud, la educación, la
asistencia, con posibilidades y ambigüedades)
- Hay una vida religiosa con una presencia a veces más personal en el
campo de la colaboración pastoral con la Iglesia local (con el riesgo de
limitarse al mundo intra-eclesial)
- Hay una presencia silenciosa de la vida contemplativa
- Hay espacios significativos de la sociedad donde todavía está ausente.
4
Pues bien, Aparecida, como lo veremos más adelante, va a afirmar que una de las
misiones de la vida consagrada es la de demostrar que es posible llevar una vida
con sentido y que va a renovar su opción preferencial y evangélica por los pobres.
2. En la Revista de la CLAR2 tres religiosos comentan el lema de la V Conferencia:
“para que nuestros pueblos en Él tengan vida”.
En primer lugar el Padre Víctor Martínez sj, dice: “ser religioso y religiosa al
servicio de la vida, es ser hombres y mujeres hacedores de historia, constructores
de comunidad, gestores de liberación, profetas de esperanza que anuncian la
buena nueva del reinado de Jesucristo” (pp 19 y ss).
En segundo lugar, el Padre Roberto Oliveros sj, afirma, por su parte: “sin duda que
es un acierto el enfoque asumido para dar un buen paso hacia adelante por la
Iglesia Latinoamericana: si somos buenos discípulos y misioneros de Jesucristo,
ciertamente renovaremos a fondo nuestras vidas y la de nuestra comunidad
eclesial y social” (pp. 46 a 62).
Y más adelante se pregunta: “¿Qué tipo de Iglesia, qué tipo de pastor y qué
agente de pastoral se promoverá desde Aparecida? Porque hay un estado de
tibieza espiritual y profética de una buena parte de los agentes de pastoral de la
Iglesia Latinoamericana”.
Y, finalmente, también allí escribe otro jesuita, el Padre Víctor Codina sj. Para él,
la vida religiosa debe ser místico-profética al servicio de la vida. La experiencia
místico-profética del Dios de la vida, propia de la vida religiosa, se abre al servicio
de la vida (pp. 91 a 97).
2 Revista de la CLAR año XLV No. 1 – Enero – marzo 2007
5
Allí cuenta que en el año 2000 la XIV Asamblea de la CLAR había tenido como
tema: “una auténtica refundación: vuelta a las raíces evangélicas y carismáticas y
una buena apertura a los signos de los tiempos de hoy: una fidelidad creativa”.
Y que en la XV Asamblea de la CLAR del año 2003, se explicitó la dimensión
místico-profética.
Y que en la Asamblea XVI del 2006 el tema fue: “al servicio de la vida”, en sintonía
con la V Conferencia General: “para que nuestros pueblos en Él tengan vida”.
“Esta es una fuerte experiencia del misterio; por eso decimos mística, al hablar de
la vida religiosa; es algo que nos sobrecoge, nos alcanza, nos abraza, nos llena de
asombro y admiración (ante el Dios vivo, Padre de Nuestro Señor Jesucristo). Un
Dios vivo que está presente en su pueblo y en la historia. Por eso la experiencia
mística constituye la raíz de la profecía. Los profetas son personas que se han
puesto al servicio de la misión, al servicio de la vida (proyecto de vida). Los votos,
la vida comunitaria, la espiritualidad, la misión, el testimonio, son manifestaciones
y signos de una profecía al servicio de la vida”. Y más adelante concluye: “Luchar
contra la cultura de la muerte en todas sus formas. Eso es servicio de la misión y
de la profecía”.
Este autor tiene toda la razón porque, en efecto, la V Conferencia en su
Documento Conclusivo va a profundizar en el tema de la vida en todos sus
aspectos y exigencias, y va a hablar con claridad de la dimensión mística y
profética de la vida consagrada, como veremos más adelante.
3. Con ocasión de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada de este año,
apareció en la Revista Vida Religiosa3 un mensaje de la Conferencia de Religiosos
de España en el que se acentuaba que la vida religiosa requiere hombres y
mujeres que apasionados por la búsqueda y la experiencia de Dios, conviertan su
3 Vida Religiosa No. 3. Volumen 103. Marzo 2007
6
vida en una opción preferencial por Dios y por la humanidad y que estén
entusiasmados por Jesucristo y su evangelio:
“Hombres y mujeres de fuertes convicciones que no se dejan arrastrar por
corrientes o ideologías de moda y se resistan a dejarse llevar por este ciclón de
consumismo y de materialismo que nos rodea. La sociedad actual nos necesita
para tener alguna referencia de gratuidad, de amor y de pasión por los valores
eternos, para señalar horizontes lejanos y luminosos más allá de la inmediatez y
de la prisa de la vida cotidiana”.
“El Papa Juan Pablo II había dicho que la vida consagrada tiene una gloriosa
historia que contar, pero sobre todo una interesante historia que construir. No es el
número ni el peso social lo definitivo en la vida consagrada; es la capacidad de
saber estar a la escucha, de leer la vida en clave de fe, y responder, desde la fe
cultivada y celebrada, a las demandas urgentes de la sociedad y a sus preguntas
más decisivas” (pp. 17 a 19).
Ciertamente, el testimonio y la misión de la vida consagrada están ampliamente
tratados en las Conclusiones de Aparecida.
4. La teóloga María Clara Lucchetti Bingemer4 escribió su artículo en Sal Térrea:
“Hacia la V Conferencia de Aparecida – un aporte desde el Brasil”. Allí trata en
concreto el punto de “discípulos y misioneros de Jesucristo aquí y ahora”; así
titula, en efecto, la última parte de su artículo:
“Creemos que lo que intentamos recoger en las secciones anteriores atestiguan la
complejidad del desafío que afrontará la V Conferencia del Episcopado
Latinoamericano, en Aparecida, Brasil. Agregaríamos únicamente que el hecho de
tener que volverse hacia el tema del discipulado y la misión, puede ser una
4 Sal Terrae – Revista de Teología Pastoral – Abril 2007 – Página 319 y ss.
7
excelente oportunidad para que la Iglesia Latinoamericana muestre un rostro de
discípula, más que de maestra.
Todo lo que se diga del discípulo y del discipulado impactará sobre una Iglesia que
es llamada a ser discípula también. Una Iglesia que por tanto, sin rehuir su misión
de enseñar y transmitir, es llamada igualmente a aprender: Aprender de los pobres
sobre cómo servirlos; aprender de los jóvenes sobre cómo hablarles y
comprenderles; aprender de las otras religiones sobre cómo dialogar con ellas;
aprender de los intelectuales y de los formadores de opinión sobre cuáles son las
nuevas ideas y los nuevos elementos que van fraguando una nueva cultura;
aprender de aquellos que dan su vida por la paz, construyendo el perdón y la
reconciliación, vías para la erradicación de la violencia y de la muerte.
Pese a todas las dificultades y todas las posibles frustraciones presentes en la
trayectoria hacia Aparecida, creemos pues, que la V Conferencia puede ser una
ocasión de oro para decir a América Latina y al mundo, que la Iglesia quiere
anunciar a Jesucristo y suscitar discípulos suyos mostrándose ella misma como
primera discípula, confesándose ella misma ignorante, pecadora, y necesitada de
oír, de escuchar muchísimas cosas, a fin de poder hablar realmente como fiel
portavoz del Maestro y no como anunciadora de si misma”.
Yo pienso que estas ideas que acabamos de oír, son realmente brillantes y
proféticas, y que no están lejos de la realidad, porque en la V Conferencia las
Conclusiones presentan de verdad, una Iglesia que al profundizar el tema del
discipulado, está convencida de que ella misma tiene que ser la primera discípula.
5. La misma Revista Sal Terrae, trae el artículo del jesuita Toni Catalá, sj, del
Centro Padre Arrupe de España5, intitulado “La Iglesia que sea cada vez más de
Jesús y menos nuestra – mirando a América Latina desde aquí”.
5 Sal Terrae – Revista de Teología Pastoral – Abril 2007
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“Cuando voy a América Latina y vuelvo, necesito un tiempo de reubicación; el
cambio de contexto en pocas horas es tan fuerte que aturde. Tres son los
binomios que me provocan la sensación de estar en otro mundo: juventud y vejez;
empobrecimiento y despilfarro; relevancia e irrelevancia de lo cristiano. Dicho de
otro modo, la vida que emerge y la vida que acaba; las vidas abocadas al fracaso
y las sin salida, y el fracaso de las vidas llenas de medios, pero vacías y
desalmadas; lo cristiano como posibilidad de sentido y el sin sentido o ambiental
de ser cristiano. Evidentemente, se trata de contextos distintos aunque por otra
parte, con las marcas de lo global presentes.
Lo nuevo de nuestra realidad europea es que las simbólicas cristianas se están
diluyendo y no refieren sentido […] Esta realidad reta a la Iglesia. Por eso la
oportunidad de Aparecida de hacer de la Iglesia de América Latina, una Iglesia
esperanzada, una Iglesia compasiva, una Iglesia crucificada, una Iglesia de todos”.
El autor hace una paráfrasis de las plegarias eucarísticas que recitamos cada día.
Así por ejemplo:
- Una Iglesia esperanzada: “Que tu Iglesia Padre, sea un recinto de verdad, de
justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir
esperando”. Se requiere una Iglesia que sea testigo de la esperanza.
- Una Iglesia que sea compasiva: “Danos entrañas de misericordia ante toda
miseria humana. Inspíranos el gesto y la palabra oportuna ante el hermano solo y
desamparado. Ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado
o deprimido”.
- Una Iglesia crucificada: “Todo el vivir de Jesús es Eucaristía, Cuerpo entregado y
Sangre derramada; todo el vivir de Jesús ha sido entregar la vida”. Se necesita
una Iglesia con vocación martirial. Y el autor termina diciendo: “estos retos no son
sólo contextuales, sino para toda la Iglesia […] Pidamos a nuestra Señora
9
Aparecida, que el canto del Magníficat se haga vida en la V Conferencia de
América Latina y el Caribe y nos contagie del aliento profético a las viejas iglesias
de Europa”.
Pues bien, de igual modo, es verdad que el Documento Conclusivo de Aparecida,
todo él es un mensaje de esperanza para un mundo angustiado y deprimido; en él
se pone el acento en el mensaje de la misericordia en toda la acción pastoral; en
él se insiste también en que el martirio ya es una nota característica de la
espiritualidad Latinoamericana.
6. La Revista Theológica Xaveriana de los Jesuitas de Bogotá, nos ofrece un bello
artículo del ya citado Padre Víctor Codina sj,, que se titula: “Fe y Discípulo”6. Del
mismo hago una pequeña síntesis: seguir a Jesús dice él, supone reconocerlo
como Señor. La fe cristiana no consiste propiamente en aceptar doctrinas, sino en
reconocer a Jesús como Señor y seguirle.
Seguir a Jesús significa aceptar su proyecto. Jesús tiene un proyecto, una misión:
anunciar y realizar el Reino.
Seguir a Jesús supone proseguir su estilo evangélico. El programa de Jesús, el
Reino de Dios, es inseparable de su persona.
Seguir a Jesús es formar parte de su comunidad, es decir de sus apóstoles y
discípulos.
Seguir a Jesús es vivir bajo la fuerza del espíritu. El espíritu es la fuerza y el
aliento vital que anima, vivifica, guía, santifica y enriquece a la comunidad de
discípulos.
6 Theológica Xaveriana - Año 57 No. 161 – enero – Marzo de 2007, pp. 175 y ss.
10
Ser cristiano hoy en América Latina significa un cambio de actitud, exige denuncia
de la realidad injusta, luchar por crear realidades justas y entrar a formar parte de
una comunidad.
Y concluye: “El seguimiento de Jesús en América Latina hoy, significa luchar a
favor del Dios de la Vida. La postura cristiana no puede ser meramente negativa.
La lucha contra los dioses de la muerte se orienta a luchar a favor del Dios de la
Vida, del Dios creador de la Vida, de Jesús que ha venido para que tengamos una
vida abundante” (Jn. 10-10).
Estoy seguro de que el Padre Alday también va a tratar a fondo el tema de la vida
en relación con la vida consagrada. Pero, la verdad es que las Conclusiones de
Aparecida optaron por la cultura de la vida y marcaron el acento en la identidad del
discípulo y en las exigencias del discipulado.
7. La Revista Eclesiástica Brasileira, nos ofrece finalmente una bellísima reflexión
del Padre Clodovis Boff, osm7.
Allí el autor titula su artículo sobre la V Conferencia, preguntándose si lo que se
necesita ahora es partir de la realidad o partir tal vez de la fe ¿(repartir da
realidade ou da experiencia de fe?).
Dice así: “ A diferencia de quienes defienden la idea de que la V Conferencia debe
simplemente dar continuidad a la preocupación social de la Iglesia, desde
Medellín, propongo un punto de vista más radical: retomar a la experiencia de fe.
Esta postura es más acorde con la naturaleza de la propia misión de la Iglesia y
con lo que caracteriza el actual momento histórico: la búsqueda de lo “espiritual”.
Después sí, se puede y se debe recuperar “lo social”, fundamentándolo en la fe y
dándole así un nuevo vigor”.
7 Revista Eclesiástica Brasileira - Fascículo 265 – Río de Janeiro 2007, pp. 5 a 35
11
Para él, la V Conferencia es un kairós, un momento de gracia, para la vida de la
Iglesia de América Latina y del Caribe. ¿Para dónde irá la Iglesia de América
Latina y del Caribe en los próximos años?, se interroga; y él mismo dice que esa
es una pregunta desafiante, porque hay perplejidad entre pastores y teólogos.
Están, dice él, como perdidos.
¿Habrá que seguir la línea de las Conferencias anteriores? Talvez no, dice. No
creo. Porque hoy vivimos en un tiempo distinto de las otras Conferencias (hoy hay
un contexto histórico diferente). Vivimos un cambio de época.
El argumento me parece válido: las tres últimas Conferencias Generales (Medellín,
Puebla y Santo Domingo) que marcaron de modo decisivo el camino pastoral de la
Iglesia del Continente, se realizaron todas antes del “cambio epocal”. La gran
preocupación era sobre la cuestión social (desarrollo, liberación, inculturación).
“Pero Aparecida, afirma, se desarrollará en un nuevo contexto histórico marcado
por la “cuestión cultural” -claro que la cuestión social permanece (por el
neoliberalismo y la globalización y el avance tecnológico). Pero ahora, es fuerte la
cuestión de los valores. Nuestros tiempos son tiempos post ideológicos (en nivel
político) y a favor de la espiritualidad (en nivel religioso). Todo indica que se trata
de un contexto nuevo cultural (choque de civilizaciones o de ideologías) lo que
produce un clima general de relativismo”.
Y concluye: “En Aparecida debe haber una clara continuidad de fondo, pero una
discontinuidad de forma y de acento con las anteriores Conferencias. Hay otras
señales de los tiempos. El mismo problema “de los pobres” debe continuar, claro,
con vigor, pero en otra perspectiva, situada en otro contexto histórico. Se trataría
ahora como de una nueva revisión de la misión de la Iglesia”.
Para concluir su reflexión, el Padre Boff propone tres líneas de acción que van a
coincidir en gran parte con las Conclusiones de Aparecida.
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Primera línea, Iglesia de discípulos:
Ser discípulo significa ponerse a los pies del maestro para oír su palabra de vida.
¿Qué quiere decir el Maestro a la Iglesia Latinoamericana por medio de sus
discípulos que son los obispos, hoy?.
Ser discípulo es fundamentalmente, hacer una experiencia de fe, de encuentro
con el Dios vivo. Sólo esta experiencia puede tolerar el secularismo cultural y el
secularismo religioso.
Volver a la cuestión de fe o a la espiritualidad, no es retroceder (pensar eso sería
una liviandad teológica). Hay que volver a la fuente y nuestra fuente es el
ministerio de Cristo.
Hoy se requiere entonces enfatizar la Palabra y la Oración. De ahí el papel
definitivo de los sacerdotes “espiritualizados y mistagogos”.
Hoy se requiere también enfatizar la santidad como urgencia pastoral.
Segunda línea, Iglesia de misioneros:
El discípulo se vuelve apóstol. Se requiere entonces una evangelización
cristológica y pneumatológica. ¿Cómo operacionalizar pastoralmente la
evangelización? (con el contacto personal y con la familia evangelizadora).
Tercera línea, la vida de nuestros pueblos en Cristo:
Es preciso reimpostar el compromiso social, pero a partir de la fe. Volver a la
opción preferencial por los pobres. Con una prioridad: la formación de un laicado
que sea fermento de la sociedad.
13
El lema de la V Conferencia, dice Boff, es acertado y casi inspirado: Discípulos y
Misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida. Esta es
una excelente pista para trazar las opciones pastorales de la Iglesia en los
próximos años.
Estas palabras de Boff son a mi manera de ver igualmente proféticas. Aparecida
en efecto, aunque asume las opciones de Medellín, Puebla y Santo Domingo, y
aunque sus Concusiones parten de la realidad, ya que triunfó de nuevo el método
tradicional de ver, juzgar y actuar, de inmediato da el salto de la fe. La realidad
misma la mira desde la fe. Pero luego, al tratar del discipulado a lo largo y ancho
del Documento, parte de la fe y exige en la Iglesia y para la Iglesia, y para cada
uno de los agentes pastorales, una auténtica vida de fe y una auténtica
espiritualidad cristiana.
LA VIDA CONSAGRADA EN EL DOCUMENTO CONCLUSIVO DE LA V CONFERENCIA
La V Conferencia del Episcopado Latinoamericano, más que un Documento
Conclusivo, fue una experiencia de Iglesia, en un contexto y en un ambiente de
oración, reflexión y vivencia del discipulado y la misionariedad.
Antes que todo quiero recordar la presencia numérica y calificada de religiosos y
religiosas en la Conferencia misma, los cuales dieron oportunamente sus
mensajes, trabajaron y reflexionaron codo a codo con los Obispos y pusieron muy
en alto la vida consagrada.
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Hubo un total de 84 religiosos: 54 obispos (tercera parte de los votantes) y 30
religiosos y religiosas: 8 sacerdotes religiosos delegados, 8 religiosas delegadas, 5
Superiores Mayores, 3 miembros de la CLAR, 5 peritos, y un miembro de CISAL
(Salesianos y Salesianas, Franciscanos, Jesuitas, Lauritas, Vicentinas, Hermanos
de la Salle, Claretianos, Agustinos, Dominicas, Sagrados Corazones, Eudistas,
Salvatorianos, Hijas de la Caridad, Carmelitas, Redentoristas e Hijas de Cristo
Rey, etc etc).
A veces nos contentamos con decir que para la vida consagrada sólo hubo siete
numerales o una sola página en el Documento; pero olvidamos, que así no
queden consignadas en las Conclusiones, muchas ideas, constataciones y
sugerencias, también han contribuido a una mayor información y concientización
de los presentes, por medio de las diversas intervenciones en el Aula, o por medio
de los diálogos en grupos y comisiones.
Por otra parte, se puede afirmar que dada la temática y el hilo conductor
dominante en la Conferencia, “Discípulos y Misioneros de Jesucristo, para que
nuestros pueblos en Él tengan vida”, todo el Documento tiene que ver con la vida
consagrada.
En efecto, lo que es válido para los cristianos en general, es válido también desde
luego para los y las religiosas, y nada se puede dar por supuesto.
Así como no se puede construir a un cristiano, sin construir antes al hombre o a la
mujer, así mismo no se puede construir un religioso o una religiosa sin construir
primero al cristiano.
Pero vamos a decir antes una palabra sobre los numerales y párrafos concretos
relacionados con la vida consagrada8.
8 V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño – Documento Conclusivo.
Mayo 2007. Numerales 232 a 240.
15
Se encuentran en la Segunda parte: La vida de Jesucristo en los discípulos
misioneros, concretamente en el Capítulo V: “La comunión de los discípulos
misioneros en la Iglesia”, con el subtítulo, “Los consagrados y consagradas
discípulos y misioneros de Jesús, Testigo del Padre” (Numerales 232 a 240).
El Capítulo V se desarrolla en el Documento en dos grandes momentos: en los
lugares eclesiales para la comunión (Diócesis, Parroquia, Comunidades Eclesiales
de Base, Conferencias Episcopales), y en las vocaciones específicas de los
discípulos misioneros.
Con citas de la Exhortación Apostólica Vita Consecrata (1-3-14-16-18) resume la
identidad de la vida consagrada, diciendo que “es un Don del Padre por medio del
Espíritu a su Iglesia, y constituye un elemento decisivo para su misión”.
Se expresa esa vida consagrada en la vida monástica, contemplativa y activa, en
los Instituto Seculares, en las sociedades de vida apostólica y otras nuevas
formas.
Es un camino de especial seguimiento de Cristo, para dedicarse a Él con un
corazón indiviso, y ponerse como Él, al servicio de Dios y de la humanidad,
asumiendo la forma de vida que Cristo escogió para venir a este mundo: “una vida
virginal, pobre y obediente” (Cf. número 232).
Luego dice, cómo la vida de los consagrados se debe convertir en espacios de
anuncio explícito del Evangelio mediante sus lugares, vida y obras, (Cf. número
233), principalmente a los más pobres. “De este modo colaboran según sus
carismas fundacionales con la gestación de una nueva generación de cristianos
discípulos y misioneros” (número 233).
16
Y más adelante: “Desde su ser, la vida consagrada está llamada a ser experta en
comunión, tanto al interior de la Iglesia como en la sociedad” (número 34).
La vida consagrada, dice más adelante, está “llamada a dar testimonio de la
absoluta primacía de Dios y de su Reino, en una sociedad cada vez más
secularista” (número 235).
Y luego, la vida consagrada está llamada a ser, dice, una vida discipular, mística y
comunitaria, misionera y profética, hasta el martirio (Cf. número 235).
Respecto de las nuevas formas de vida consagrada, el Obispo hará un
discernimiento ponderado sobre su sentido, su necesidad y su autenticidad (Cf.
número 238).
El numeral 239 valora a las Conferencias de Religiosos Nacionales y a los
Organismos Internacionales como la CLAR y CISAL (Confederación de Institutos
Seculares).
La vida religiosa, dice más adelante, muestra el rostro materno de la Iglesia.
“Nuestros pueblos Latinoamericanos y Caribeños necesitan del testimonio y del
aporte de las Religiosas Contemplativas y de vida apostólica, que junto a los
demás hermanos religiosos, miembros de Institutos Seculares y Sociedades de
Vida Apostólica muestran el rostro materno de la Iglesia” (número 240).
Pero todo lo anterior no se entendería si se saca del contexto de todo el
Documento, y es por eso por lo que yo quiero demostrar que la vida consagrada
está implicada a todo lo largo y ancho del Documento de Aparecida.
En efecto, este Documento Conclusivo tiene tres partes, diez capítulos y
quinientos setenta y tres numerales.
17
La primera parte se llama: La vida de nuestros pueblos hoy (con dos capítulos:
Los discípulos misioneros y la mirada de los discípulos misioneros a esta realidad.
La segunda parte se llama: La vida de Jesucristo en los discípulos misioneros,
con cuatro capítulos:
- La alegría de ser discípulos misioneros para anunciar el Evangelio de
Jesucristo
- La vocación de los discípulos misioneros a la santidad
- La comunión de los discípulos misioneros en la Iglesia
- El itinerario formativo de los discípulos misioneros.
La tercera parte se llama: La vida de Jesucristo para nuestros pueblos. También
con cuatro capítulos:
- La misión de los discípulos al servicio de la vida plena
- Reino de Dios y promoción de la dignidad humana
- Familia, personas y vida
- Nuestros pueblos y la cultura.
Todos los capítulos y numerales de las Conclusiones son importantes e
interesantes desde luego, pero para nuestro caso más concreto de la vida
consagrada, creo que los capítulos que más nos atañen son el cuarto (La vocación
de los discípulos a la santidad) y el quinto (La comunión de los discípulos
misioneros en la Iglesia) que están en la segunda parte. Todo esto es válido tanto
para los laicos como para los consagrados.
Por eso, yo quisiera comentar el contexto en el que debe moverse la vida
consagrada según lo manifiesta el Documento de Aparecida.
18
Las Conclusiones comienzan con una idea muy interesante y positiva: la alegría
de ser discípulos y misioneros de Jesucristo. Este es el fundamento de nuestra
evangelización (números 27 y 28).
Todos los cristianos en efecto, y con mayor razón los consagrados, tenemos
motivos para estar alegres: por el don de la vida, por el don de la fe, por el don de
la vocación, por las maravillas de la creación y por las posibilidades que tenemos
de evangelizar, por medio de la promoción humana y la liberación cristiana.
Pero por encima de todo, tenemos la alegría de ser hijos de Dios y de mantener la
esperanza viva en Él. Los religiosos no podemos dejarnos contagiar del desánimo
y del desaliento que cunden hasta en las toldas de la Iglesia.
Tenemos que ser alegres y esperanzados para poder transmitir, con palabras y
testimonios, la buena nueva de la dignidad humana, la buena nueva de la vida, la
buena nueva de la familia, del trabajo, de la ciencia, de la ecología, etc.
En esta misma la segunda parte del Documento, yo descubro unos elementos
fundamentales también para la vida consagrada, a saber: la vocación de los
discípulos misioneros a la santidad (números 149 a 168).
Este apartado de la vocación se desarrolla en el Documento en cuatro partes:
- Somos llamados al seguimiento de Jesucristo
- Somos configurados con el Maestro
- Somos enviados a anunciar el Evangelio del Reino de la Vida
- Somos animados por el Espíritu Santo.
Estos cuatro puntos (llamados, configurados, enviados y animados) no se pueden
estudiar o vivir independientemente, sino que hay que tomarlos en conjunto, y así
19
de esa manera los cuatro están relacionados con la exigencia de la santidad:
mutuamente se exigen y se complementan.
1. Llamados al seguimiento de Jesucristo
En un lenguaje eminentemente bíblico, el Documento de las Conclusiones afronta
el misterio de la vocación (a la vida, a la fe, a la vida consagrada, etc.).
En el Antiguo Testamento Dios nos revela su proyecto de vida. Nos pide una
experiencia de comunión con Él, y es así como llegamos a participar de su vida,
de su verdad y de su santidad (Cf. número 144).
En el Nuevo Testamento nos habla Dios, por medio de Jesús su Hijo (Hb. 1, 1) y
Dios que es santo nos ama y nos llama a la santidad (Ef. 1, 4-5) (Cf. número 145).
El llamamiento que hace Jesús el Maestro, conlleva una gran novedad: Nos invita
a encontrarnos con Él y a que nos vinculemos estrechamente a Él, porque Él es la
fuente de la vida (Jn. 15, 5).
Hay dos novedades con respecto a otros maestros: No escogimos al Maestro. Él
nos eligió. No fuimos llamados para algo sino para Alguien (Mc. 1, 17; 2, 14), y
poder participar en su misión (Lc. 6, 40) (Cf. Numero 146).
“A todos aquellos que creen en su nombre, les dio capacidad para ser hijos de
Dios” (Jn. 1,12 y 13).
La respuesta a su llamada exige entrar en la dinámica del Buen Samaritano (Lc.
10, 29-37), que nos da el imperativo de hacernos prójimos de los demás (Cf.
número 150).
2. Configurados con el Maestro
20
El primer elemento de nuestra santidad es la vocación dinámica (cadena de
llamadas), vocación a la que sigue nuestra respuesta también dinámica (cadena
de síes). Es una respuesta consciente y libre.
Pero el segundo elemento es nuestra configuración con el Señor. Cuanto mayor
es la fascinación que Jesús ejerce sobre nosotros, y mayor es la fascinación que
sentimos por él, mayor es la preocupación por identificarnos y configurarnos con
Él: en el amor, en las bienaventuranzas, en la misericordia con los demás, en el
martirio si es el caso, en la escucha orante de la palabra, en la reconciliación, en la
Eucaristía, en el amor a su Madre María (números 151 a 157).
3. Enviados a anunciar el Evangelio del Reino de Vida
Jesús nos hace partícipes de su misión, y por eso nos convertimos en testigos de
su misterio pascual, de su muerte y resurrección. “Cumplir este encargo no es una
tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana, porque es la
extensión testimonial de la vocación misma” (número 159).
Cuando el discípulo está enamorado de Cristo no puede dejar de anunciar al
mundo, que sólo Él nos salva (Hc. 4,12).
Al participar de esa misión, el discípulo camina hacia la santidad (Cf. Número
163).
4. Animados por el Espíritu Santo
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Pablo escribió en la Carta a los Corintios (2 Cor. 3,3): “Ustedes son una carta de
Cristo redactada por ministerio nuestro y escrita no con tinta sino con el Espíritu de
Dios vivo”.
El Espíritu Santo es en la Iglesia, el Maestro interior que conduce al conocimiento
de la verdad total, formando discípulos y misioneros (Cf. números 164 a 169).
Ahora sí entramos al Capítulo V ya mencionado, el de la comunión de los
discípulos misioneros en la Iglesia.
“No hay discípulos sin comunión”, dice el Documento de las Conclusiones (171).
La comunión primera se realiza en la intimidad con Jesús, la segunda en y dentro
de su Iglesia. “Ante la tentación, muy presente en la cultura actual de ser cristianos
sin Iglesia y las nuevas búsquedas espirituales individualistas, afirmamos que la fe
en Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesial y ella, (con palabras
tomadas del Discurso Inaugural de la V Conferencia por Benedicto XVI), nos da
una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia Católica. La fe nos libera del
aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión” (número 171 y Discurso
Inaugural 3).
Y más adelante, en el pueblo de Dios, la comunión y la misión están
profundamente unidas entre sí […], la comunión es misionera y la misión es para
la comunión (CC Fl. 32 y número 178).
Es así como el Documento de las Conclusiones hace una bella reflexión sobre la
Iglesia, pero todo a la luz de la comunión (Cf. números 169 a 178).
Presenta luego los lugares eclesiales para la comunión: la diócesis, como lugar
privilegiado de comunión (números 179 a 184); la parroquia como comunidad de
comunidades (Números 185 a 192); las Comunidades Eclesiales de Base y las
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pequeñas comunidades (Números 193 a 196); las Conferencias Episcopales y la
comunión entre las Iglesias (números 197 a 199).
Y en este gran capítulo de la comunión como elemento insustituible para la
santidad y para la identidad de los discípulos, después de los lugares de
comunión, el Documento habla de las vocaciones específicas de los discípulos
misioneros.
Y es allí donde nos encontramos con las cinco clases de vocaciones específicas:
el Episcopado, el Presbiterado, el Diaconado Permanente, el Laicado y la Vida
Consagrada (números 200 a 240). Con la particularidad de que a cada una de
estas vocaciones, que son complementarias, y que mutuamente se exigen, el
Documento les da a cada una un calificativo muy bello y significativo, así por
ejemplo:
- De los Obispos, dice que son discípulos misioneros de Jesús Sumo
Sacerdote
- De los Presbíteros, dice que son discípulos misioneros de Jesús Buen
Pastor
- De los Diáconos Permanentes, afirma que son discípulos misioneros de
Jesús Servidor
- De los Fieles Laicos, dice que son discípulos misioneros de Jesús Luz del
Mundo
- Y, finalmente, de los Consagrados y Consagradas, dice que son discípulos
misioneros de Jesús Testigo del Padre.
Y es allí en ese lugar y en ese contexto donde aparece el tratamiento concreto de
la vida consagrada, en las Conclusiones (números 232 a 240), que ya
mencionamos antes.
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Ahora nos interesa acentuar en qué sentido los y las religiosas son discípulos
misioneros “Testigos del Padre”.
Sólo me quiero detener en dos numerales de las Conclusiones: el número 235
para los y las religiosas en general, y el número 237 particularmente para los y las
de vida contemplativa.
En el primero se acentúa cómo deben ser “Testigos del Padre”
“En un Continente en el cual se manifiestan serias tendencias de secularización, la
vida consagrada está llamada a dar testimonio de la absoluta primacía de Dios y
de su Reino. Ella se convierte en testigo del Dios de la vida en una realidad que
relativiza su valor (obediencia), es testigo de la libertad frente al mercado y a las
riquezas que valoran a las personas por el tener (pobreza), y es testigo de una
entrega en el amor radical y libre a Dios y a la humanidad frente a la erotización y
banalización de las relaciones (castidad)” (número 235).
Esta es, a mi manera de ver, una bella manera de enfocar los consejos
evangélicos de pobreza, obediencia y castidad:
- Ser testigos del Dios de la vida (obediencia)
- Ser testigos de la libertad (pobreza)
- Ser testigos del amor radical (castidad).
El otro numeral, dedicado a la vida contemplativa dice así:
“De manera especial, América Latina y el Caribe necesitan de la vida
contemplativa, testigos de que sólo Dios basta para llenar la vida de sentido y de
gozo. Y citando a Juan Pablo II en 1979 en México, continúa: en un mundo que va
perdiendo el sentido de lo divino, ante la supervaloración de lo material, ustedes
queridas religiosas, comprometidas desde sus claustros en ser testigos de unos
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valores por los que viven, sean testigos del Señor para el mundo de hoy, infundan
con su oración un nuevo soplo de vida en la Iglesia y en el hombre actual”
(número 237).
Finalmente, también tiene que ver con la vida consagrada el Capítulo VI de la
segunda parte: el Itinerario formativo de los discípulos misioneros”, allí va a hablar
de una espiritualidad trinitaria del encuentro con Jesucristo, y luego de la
necesidad de un proceso de formación de los discípulos misioneros (números 256
a 360).
A este último punto me quisiera referir porque lo considero como algo altamente
delicado e importante para la vida consagrada.
El numeral 239 va a marcar el acento en la necesidad de una formación integral:
“La vocación y el compromiso de ser discípulos misioneros de Jesucristo en
América Latina y el Caribe, requieren una clara y decidida opción por la formación
de los miembros de nuestras comunidades, para todos los bautizados, cualquiera
sea la función que desarrollen en la Iglesia” (número 293).
Se habla a renglón seguido de los procesos de formación:
- El encuentro con Jesucristo
- La conversión
- El discipulado
- La comunión
- La misión (número 295).
Se señalan después unos criterios generales de esta formación que necesitamos
todos:
- Que sea integral
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- Kerigmática
- Permanente (número 296).
Es decir, en todas las dimensiones (humana, espiritual, intelectual, pastoral),
apoyados en el anuncio de que Cristo es Dios, Cristo resucitó, y nosotros somos
testigos.
Con una seria formación inicial y con una responsable formación continuada a lo
largo de la vida y con respeto a los procesos.
“Misión principal de la formación es ayudar a los miembros de la Iglesia a
encontrarse siempre con Cristo, y así reconocer, acoger, interiorizar y desarrollar
la experiencia y los valores que constituyen la propia identidad y misión cristiana
en el mundo. Por eso, la formación obedece a un proceso integral, es decir que
comprende variadas dimensiones, todas armonizadas entre sí en unidad vital. En
la base de estas dimensiones está la fuerza del anuncio kerigmático. El poder del
Espíritu y de la Palabra, contagia a las personas y las lleva a escuchar a
Jesucristo, a creer en Él como su Salvador, a reconocerlo como quien da pleno
significado a su vida y a seguir sus pasos. El anuncio se fundamenta en el hecho
de la presencia de Cristo Resucitado hoy en la Iglesia, y es el factor imprescindible
del proceso de formación de discípulos y misioneros. Al mismo tiempo, la
formación es permanente y dinámica, de acuerdo con el desarrollo de las
personas y al servicio que están llamadas a prestar, en medio de las exigencias de
la historia” (número 295).
En fin, nos haríamos interminables si habláramos de la tercera parte del
Documento Final de Aparecida: La vida de Jesucristo para nuestros pueblos”.
El Padre Alday va a tratar ampliamente el tema de la vida. Por eso me bastaría
solamente con recordar que esa parte tercera del Documento (números 361 a
565), trata todo él, de la vida, especialmente: de la misión de los discípulos al
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servicio de la vida plena; y del servicio de una vida plena para todos, y de una
misión para comunicar la vida.
Quisiera terminar mis comentarios, citando dos párrafos de las Conclusiones de
Aparecida: el número 567, que resume algo así como el objetivo de la V
Conferencia, y el número 571, que es como una invitación a recobrar el celo
apostólico de los discípulos y a luchar contra la tentación del desencanto en la
Iglesia y en la vida consagrada.
El primero es:
“Esta V Conferencia, recordando el mandato de ir y de hacer discípulos (Cf. Mt.
28, 20), desea despertar la Iglesia en América Latina y el Caribe para un gran
impulso misionero. No podemos desaprovechar esta obra de gracia. ¡Necesitamos
un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las
familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del
encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de “sentido”, de verdad y
amor, de alegría y de esperanza! No podemos quedarnos tranquilos en espera
pasiva en nuestros templos, sino urge acudir en todas las direcciones para
proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra, que el amor es más
fuerte, que hemos sido liberados y salvados por la victoria pascual del Señor de la
historia, que Él nos convoca en Iglesia, y que quiere multiplicar el número de sus
discípulos y misioneros en la construcción de su Reino en América Latina. Somos
testigos y misioneros: en las grandes ciudades y campos, en las montañas y
selvas de nuestra América, en todos los ambientes de la convivencia social, en los
más diversos “areópagos” de la vida pública de las naciones, en las situaciones
extremas de la existencia, asumiendo “ad gentes” nuestra solicitud por la misión
universal de la Iglesia” (número 567).
Y el segundo es, a la hora de la verdad una cita literal de la Exhortación Apostólica
Evangelii Nuntidandi de Pablo VI (numero 80):
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“Recobremos, pues, el fervor espiritual. Conservemos la dulce y confortadora
alegría de evangelizar, incluso cuando haya que sembrar entre lágrimas.
Hagámoslo -como Juan el Bautista, como Pedro y Pablo, como los otros
apóstoles, como esa multitud de admirables evangelizadores que se han sucedido
a lo largo de la historia de la Iglesia- con un ímpetu interior que nadie ni nada sea
capaz de extinguir. Sea ésta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Y
ojalá el mundo actual- que busca a veces con angustia, a veces con esperanza -
pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y
desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio,
cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la
alegría de Cristo y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el Reino de
Dios y de implantar la Iglesia en el mundo. Recobremos el valor y la audacia
apostólicos” (número 571).