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FE

Date post: 19-Jun-2015
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Este librito llega a tus manos con la intención de darte un método sencillo a fin de que esté a tu alcance la Fe que mueve montañas.
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FE GLORIA OTERO GUTIERREZ EDITORIAL ORION – MEXICO 1988
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GLORIA OTERO GUTIERREZ

EDITORIAL ORION – MEXICO 1988

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PORTADA:

REALIZADA POR FIDEL RODRIGUEZ OTERO. SIMBOLIZA LA ESTRUCTURA DEL SER, LA CUAL ESTA EN EL FONDO DE TODO SER, LUCHANDO POR MANIFESTARSE EN EL.

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Agradecimiento

Sabiendo que el Amor de manifiesta a través de ti, QUERIDO LECTOR, te agradezco la benevolencia con que has acogido la edición del MENSAJE, y ahora la recibes la de este pequeño librito titulado FE.

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Prólogo

Resumir en unas cuantas páginas los infinitos beneficios de la FE, no es una tarea fácil, sobre todo si consideramos el vehemente deseo que ello representa, despojar a la humanidad de su enemigo número uno: el temor.

No es posible leer esta obra, muy valiosa por su contenido, sin sentir la inquietud de aplicar en nuestra vida los conocimientos que en ella se mencionan.

Si has renunciado a tus más caros anhelos, por considerarlos inalcanzables, como un regalo de incalculable valor, Gloria Otero nos entrega con amor, 1as enseñanzas que harán que manifiestes el Sumo Bien, al que tienes legítimo derecho, porque la FE, es la respuesta.

Irma Leija Steves

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PENSAMIENTO

Este librito llega a tus manos con la intención de darte un método sencillo a fin de que esté a tu alcance la fe que mueve montañas.

Desde pequeña he oído decir: ¡Quien tuviera la fe de los santos!

La mayoría de la gente piensa que la fe es algo tan inalcanzable que ni siquiera se molesta en adquirirla. Jesús, el Maestro de maestros, nos instaba constantemente a adquirirla. Nos repetía una y otra vez: “Tened fe” “. . . de cierto os digo,. que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible”.

¿Tu crees que si no fuera posible obtenerla nos hubiera instado Jesús a ello? De no ser esto factible, hubiera sido, no un maestro como lo fue, sino un maniático que nos muestra las maravillas de la fe, con lo que se puede obtener lo que la mente más fantasiosa pudiera alguna vez imaginar, sabiendo que no la alcanzaríamos.

¿Crees tú que El nos invitaría a tenerla sabiendo que no era posible que la alcanzáramos?

Ninguna persona de buena voluntad te muestra un bien, y te invita a poseerlo, si sabe que no está a tu alcance. Y Jesús nos invitó muchas veces a tener fe.

Seguramente tú ya has leído poco o mucho referente a la manera de lograr una vida más plena en todos sentidos. No pretendo darte ahora una varita mágica a fin de que lo logres, porque la varita ya la tienes, la cual es la fe. Solamente quiero invitarte a que te des cuenta de ello y la uses para lograr tu felicidad desde ahora.

Es un principio universal que no hay efecto sin causa, y yo te puedo decir que tampoco hay causa sin efecto. Luego, sea cual sea la situación por la que ahora estás pasando, hay una causa de ello. Ya sea que tu situación actual sea agradable o desagradable. Fíjate bien

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que no te estoy invitando a buscar culpables, no, solamente la causa, y ten por seguro que si cambias la causa, cambiarás tu situación actual para superarla. Ahora, estoy segura de que si tu presente es desagradable, quieres cambiarlo.

Primero tienes que concientizarte de que nadie puede actuar por ti, es decir, te pueden ayudar a que tú actúes de tal o cual manera, pero no pueden hacer lo que tú tienes que hacer. Un médico puede ayudarte a que tu corazón funcione correctamente, pero el que tiene que funcionar es tu corazón. Un maestro puede enseñarte la manera correcta de pensar, pero eres tú el que tiene que pensar. Estamos tan acostumbrados a buscar algún culpable de nuestros propios actos, que ya hasta subconscientemente decimos: “El me hizo enojar”. No, tú te enojaste porque fue tu decisión hacerlo. Tú podías haberlo hecho o dejar de hacerlo; por ejemplo: si al pasar por la calle alguien nos insulta, nos empeñamos en callarle la boca, cosa que no está en nuestras manos lograrlo, y no nos empeñamos en cerrar nuestros oídos, lo cual es más fácil, ya que eso sí está a nuestro alcance. El con su acto injusto o provocativo, me invita a enojarme, pero no es el culpable de que yo me encolerice, yo soy en todo caso el que produce la cólera, aunque él me haya. incitado a hacerla.

Decimos: “Fulanito me instó tanto que tuve que hacerlo” , no, si fulanito te instó tanto es porque estaba buscando tu decisión, pero al final de cuentas, tú eras el que tenía que hacerla. Y lo más grave es que la mayoría de las veces, cuando ya no encontramos a un culpable cerca, culpamos a Dios. Decimos: “Si Dios quiere que yo esté enfermo. . .” no, Dios no puede querer tu mal, ya que lo que conocemos por Dios es la bondad intrínseca, luego la bondad no puede producir daño. También decimos: “Si Dios me ayuda. . .”¿crees tú que Dios no quiere ayudarte? El ya te ayuda dándote el don de la decisión, y del pensamiento, Dios es el acusado inocente más grande del mundo, pues a cada desgracia que nos pasa le echamos la culpa a El. El ya te ayuda dándote leyes inmutables como la ley de causa y efecto, que El mismo respeta, ya que El es el orden

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y la armonía; el que no sepamos usar esas leyes, o las usemos mal no es culpa de El.

Una de esas leyes es que no hay efecto sin causa, y si tú pones una causa errónea, tendrás un efecto erróneo.

Ya habrás oído muchas veces que el hombre es lo que son sus pensamientos. También habrás oído que al pensar se genera energía. Y es verdad inequívoca que todo lo que tú ves es energía consolidada, luego, lo que ves es fruto de un pensamiento, ya que nada puede existir si no fue pensado antes, y aparece como se pensó.

Tú mismo eres el fruto del pensamiento de Dios.

Entonces, si yo soy malo, ¿Dios pensó mal? -me objetarás, no, Dios, siendo la perfección en sí, no puede producir nada malo, luego tú eres esencialmente bueno; tu verdadero ser ya es perfecto (puesto que todo lo que Dios hace es perfecto), si no te has dado cuenta de ello no es porque no lo seas, para eso naciste, para darte cuenta de ello; por eso son tus deseos de tener cosas buenas, por eso son tus deseos de alcanzar la felicidad, aunque a veces la busquemos por caminos equivocados; pero tu verdadero ser, ya perfecto, puesto que tú eres el fruto del pensamiento de Dios, está constantemente deseando lo que tú crees que es bueno para ti. Inclusive el ladrón roba sin darse cuenta de que en su situación equivocada está buscando el Bien de enriquecerse. Aún el sádico, quien al hacer sufrir experimenta el placer, está buscando el Bien en el placer, y recuerda que Dios es el Sumo Bien. Lo olemos, lo percibimos aún sin darnos cuenta de ello; aún aquellas personas que dicen que no creen en Dios.

Dicen no creer en Dios, sin embargo creen en la belleza, en la bondad, en el confort o en la riqueza. No creen, como yo tampoco, en un Dios humanizado, lleno de rencores y de venganza.

No hemos conocido a Dios, Dios no es el jefe de un partido religioso, es algo más que eso. Dios es la substancia misma de lo que existe, es ese orden maravilloso de los planetas y del universo.

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Llámale con el nombre que quieras: Bondad, Amor, Plenitud, Armonía, como tú quieras, pero de todos modos es lo mismo: El Sumo Bien. Estamos sumergidos en El.

Entonces, ¿por qué existe el mal en el mundo, por qué a veces yo mismo me siento mal, por que no tengo el bien que deseo?

Porque somos el pensamiento de Dios aprendiendo a manifestarlo en este mundo de materia, al cual creemos pertenecer exclusivamente, sin darnos cuenta de que a nuestros ojos día a día aparece el cambio; nuestros propios ojos nos están dando la lección misma de que la materia no es otra cosa que la manifestación de algo más perenne de lo que ahora vemos. Nada material permanece eternamente, ante tus ojos tienes un mundo cambiante; tú mismo has cambiado de cuando empezaste a leer este librito a este instante; tu cuerpo desechó células que no servían, tu cuerpo envejeció unos minutos, fue tan pequeño el cambio que no lo notaste, pero cambió; asómate a ver las montañas y las verás iguales por años y años, pero te aseguro que están sufriendo cambios, aunque sean de arenillas que vuelan. Toda la naturaleza te dice a gritos que no puedes pertenecer a un mundo tan mutante.

Entonces comprendemos que no podemos pertenecer a este mundo de apariencia, que ahora aparece y mañana no, no podemos pertenecer exclusivamente a algo tan perecedero cuando vemos que tenemos deseos de inmortalidad, cuando buscamos el Bien, Bien que siempre ha existido en diferentes formas, pero que permanece; cuando buscamos la belleza, la que siempre permanece y se asoma por diferentes espejos; cuando buscamos el amor que se manifiesta siempre ya sea en el amor a nosotros mismos, ya en el amor a nuestros padres, ya sea en el amor a nuestros hijos, ya sea en el amor a nuestros semejantes, o a nuestras propias cosas, pero el amor siempre ha existido desde el principio de los tiempos y permanecerá hasta el final.

Puedo decirte que nuestro verdadero origen y esencia es el amor. Nuestra verdadera Patria es la que llamamos Patria Celestial, o Patria

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de lo inmortal, y encarnamos para manifestarla en este planeta material. Tú puedes exclamar al igual que Jesús: “Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la Verdad”. Y la verdad es que Dios, el Bien, está presente en cada centímetro cuadrado del universo, incluyendo tu propia vida. Para eso naciste: para manifestar el Bien en tu existencia. Ese Bien lo manifiestas en salud, prosperidad, armonía y amor.

Cuando ves un paisaje hermoso te sientes conmovido por la secreta añoranza de tu mundo perfecto y armónico que ya eres en el interior.

Pero, ¿cuando veo desgracias o males es también el fruto del pensamiento de Dios?, -no, pues tú mismo ves que no ha habido mal que persista indefinidamente, hasta los efectos de la bomba atómica, tan desastrosa de por sí, ves que se restauran, empieza, aunque lentamente, después de la hecatombe a reestructurarse, vuelve la naturaleza a resurgir, a tal grado que si por una explosión atómica se acabara la vida sobre la tierra, aunque sea tomando miles de años, volvería la naturaleza a restaurarse, porque todo lo que no alcance la medida de la perfección de Dios, el Bien, tiende a desaparecer.

Esa misma fuerza de restauración y de bien está en este momento dentro de ti a fin de que alcances el bien que deseas, y elimines el mal que ves.

Y esa fuerza es tu pensamiento. El diccionario nos define la palabra PENSAMIENTO como “la facultad de pensar” y define PENSAR: “imaginar, discurrir”, y dice de IMAGINARAR: “Representar idealmente una cosa, crearla con la imaginación”.

A eso viniste: a manifestar el mundo del bien por medio de tu pensamiento, por medio de crear con tu imaginación y la fuerza de tu pensamiento ese bien que deseas manifestar, ese bien que ahora deseas tener, y puedes poseerlo usando correctamente tu pensamiento. El adquirir la felicidad no es tan difícil como la mayoría de las personas creen.

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Yo te aseguro que si lees atentamente este librito; y lo llevas a la práctica, tú puedes poseer todo aquello que quieras tener, fíjate bien que te digo que todo, aún lo que la mente más fantasiosa pudiera imaginar, ya que tus pensamientos pueden cambiar tu mundo, puesto que todo lo que ahora te rodea está porque fue pensando antes. Cambiando el pensamiento, cambia lo que ahora te rodea.

Más adelante te daré una práctica con la cual puedes cambiar tu vida, pero ahora es necesario que la comprendas primero.

Hagamos diferencia entre lo que ES y lo que APARECE.

¿Tienes una moneda?, ponla enfrente de ti, en tu mano

Tú ves un objeto concreto, percibes cierto peso, la puedes apretar y decir que la moneda existe. Ahora bien: la moneda no es más que lo que aparece del pensamiento del hombre en su necesidad de trueque por el esfuerzo de su trabajo. Es la apariencia del pensamiento de trueque.

Veamos otro ejemplo: tú tienes un lápiz y puedes pensar que tienes algo real, pero el lápiz mismo no es más que la apariencia del pensamiento de la necesidad del hombre por escribir.

Cuando te hablo de apariencia no quiere decir que sea intangible, que no lo veas o que no lo toques, no, sino que aparece como fruto de lo que lo hace aparecer, y nada puede existir si no fue pensado antes, y aparece como se pensó. De ahí la gran necesidad de aprender a manejar las causas que hacen que aparezcan cosas tangibles y con peso en tu vida.

Pedimos a Dios nos dé tal o cual cosa sin darnos cuenta de que el bien que deseamos ya está dado, y cuando nuestra destreza de pensamiento positivo no ha alcanzado el nivel deseado, impidiéndonos que el bien se manifieste, decimos con aire de resignación: “Es que Dios no quería”. No, Dios quiere todo nuestro bien, no desea más que el Bien para ti, no puede, por así decirlo, desearte ningún mal, y menos enviártelo, es tu falta de destreza en el pensar que ha ocasionado malos efectos por poner mal la causa. Esto

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implica una grave responsabilidad y tememos enfrentarla porque es más cómodo resignarnos echándole la culpa a alguien de lo que nos pasa, que adquirir el valor de ceñirnos con la fortaleza del conocimiento, y disponernos a cambiar las causas, a fin de obtener otros efectos.

Hay gente que tiene “mente mágica” y dice: “Ojalá y que me llegue la buena suerte”. ¿Qué es la buena suerte, de dónde viene? -pregunto yo. Si está comprobado que todo en la vida es causa y efecto, ¿qué es la suerte? ¿Es algo que se da nada más porque sí? ¿Es la suerte acaso el producto del capricho de un Dios veleidoso que nos mueve como títeres y El mismo rompe la ley inmutable de causa y efecto?

Ya Sócrates nos había dicho que “Al pensar le llaman suerte”. Si tu pensamiento es positivo tendrás buena suerte; pero si tu pensamiento es negativo, tendrás mala suerte.

He ahí la gran necesidad de aprender a cambiar nuestros pensamientos. Una persona que tiene pensamientos negativos contamina mas la ciudad que un modesto camión mal carburado.

Pensamos que las personas que nos gobiernan son malas o ineptas, que deberían de ser cambiadas por otras, y no nos damos cuenta que lo que verdaderamente tenemos que cambiar es nuestro pensamiento, porque la ley es universal, y si no puede existir efecto sin causa, ¿no será que el gobierno mismo es fruto del pensamiento de su pueblo?

No esperes nunca la ayuda exterior como primera causa para arreglar tu vida. No esperes que ni Dios, ni el diablo, ni ,tu pariente, ni tu vecino, ni el gobierno venga a componer tu vida si tu primero no has cambiado tus pensamientos de negativos a positivos.

Mientras en tu vida sigan apareciendo pensamientos negativos, que son la causa, seguirán apareciendo situaciones indeseables, que son el efecto de tu propia causa o pensamiento.

Ahora bien, yo he encontrado personas que padecen tal o cual mal, y recurren en busca de ayuda.

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Yo les explico que no habiendo efecto sin causa, traten de cambiar la causa.

Recuerdo a una mujer que se presentó con lágrimas en los ojos, porque no encontraba empleo, y su situación económica se lo demandaba. Le expliqué que todo lo que ve es fruto de haber sido pensado con anterioridad, y aparece como se pensó, luego, si ella no encontraba empleo, ¿no sería acaso porque pensaba que no había en la ciudad una plaza desocupada para ella, y que ya no había quien la empleara?

Recapacitó y se fue a su casa dispuesta a modificar su pensamiento, creyendo que en una ciudad tan grande alguien podía necesitar de sus servicios. Al tercer día se presentó gozosa porque la había buscado un antiguo jefe pidiéndole que volviera a su trabajo, pues no había encontrado a ninguna otra persona que desempeñara su puesto como ella lo hacía. Es más: casi duplicó su salario.

Dimos gracias a Dios, no porque Dios le haya dado el empleo, sino porque comprendió que Dios ya quería su bien, y porque ella supo tomarlo usando la ley que Dios hizo para nuestra superación.

Comprendió que cambiando una causa, puede cambiar su efecto, y tan pronto cambió sus pensamientos de creer que no había empleos desocupados, por el pensamiento de que había alguna plaza para ella, consiguió lo que quería.

Al cabo de un mes volvió a visitarme y me platicó que tenía problemas con un jefe de sección de su compañía, que tenía esta persona un carácter tan iracible que era difícil soportarlo, a tal grado que estaba pensando seriamente en renunciar.

Le recordé aquello que, pensar es producir, y se fue a su casa gozosa, dispuesta a aplicar la ley en su conflicto con esta persona.

Regresó a los diez días asombrada del cambio que experimentó en el trato con dicho jefe, pero que no era constante, sino que por algunos días se volvía amable, pero que otros volvía a ser la persona desagradable.

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¿Por qué en este caso no funciona la ley? -preguntó. Yo le pregunté a mi vez si ella había mantenido constante su pensamiento en que ella merecía un trato amable de su jefe, y me contestó que. . . bueno, no, que a veces, al ver el comportamiento despótico de él hacia otras personas volvía a tener el pensamiento de que ese jefe era desagradable.

Le expliqué que nuestro trabajo consiste en tratar de reeducar la mente. Que la ley no falla, lo que pasa es que si variamos la causa, por lógica, tiene que cambiar el efecto.

A veces encuentro personas tan sin cambio, tan constantes, pero en creer que la vida es muy “perra” que no se les puede ayudar a que cambie su pensamiento negativo, a tal grado que me dicen: “Tú me puedes decir lo que quieras, pero a mí no me vas a quitar esta idea, yo sólo te pido que me ayudes a que me vaya bien”.

¿Cómo podría yo ayudarla? ¿Quién tiene el poder de hacer fallar las leyes inmutables de causa y efecto? ¿Cómo puede ella cambiar su vida si no cambia primero su pensamiento? Si lo que ahora mismo está viendo esa persona es el fruto de su pensamiento, ¿no sería más lógico que cambie el pensamiento para ver una vida más agradable?

También hay quien dice: después de que fui a ver a tal o cual brujo y de darme un amuleto, cambió mi vida. ¿Fue acaso porque el brujo tuvo poderes tan grandes de romper leyes inmutables, o porque ella, al creer que el brujo la iba a ayudar, empezó a cambiar sus pensamientos de que todo le salía mal, a los pensamientos de que como el brujo la estaba ayudando ya la suerte le iba a cambiar? ¿No se refleja ahí mismo que antes ponía la causa de un pensamiento negativo, y después de creer en la ayuda del brujo puso la causa de un pensamiento positivo, al creer que ya todo le iba a cambiar logrando como efecto que cambiara?

Mientras pongamos pensamientos ambiguos, produciremos efectos o situaciones ambiguas. Mientras produzcamos pensamientos negativos y positivos alternándolos, produciremos situaciones ambiguas y alternadas. Si en algo tenemos que trabajar es en educar

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nuestro pensamiento. No es que a veces funcione y a veces no; siempre la ley se cumple, es que a veces pensamos positiva y luego negativamente y así, alternándolos, vemos que los resultados son alternados.

No somos títeres ni de Dios ni del destino, ni de la suerte, somos fábricas de pensamientos que debemos esforzarnos porque nuestra fabricación sea cada día mejor, hasta que logramos una producción de buena calidad y estable.

Que lo desagradable que ahora vemos, lo cual así fue pensado con anterioridad, por eso así aparece, no nos invite a pensar ahora desagradable, pues así lo produciremos, sino que, por el contrario, viendo tan malos resultados, nos inviten a poner ahora mismo otros pensamientos buenos, o causas buenas, a fin de obtener otros efectos, los cuales serán agradables.

Casi siempre, cuando tenemos una situación desagradable nos esmeramos en investigar “por qué” en lugar de poner ahora mismo el remedio. Si una persona no tiene “suerte” en el amor, y se siente acomplejada ante otra persona, empieza a recordar que su situación se debe a que sus padres le prohibían tener trato con personas de otro sexo, y que por eso es ahora tan inhibida.

¿Por qué mejor no utilizan su energía actual en pensar que todo defecto es superable, y que no es del todo acomplejada, que siempre existen personas agradables que saben ver el encanto en otras? ¿No sería mejor que en lugar de buscar El “por qué soy así” empiecen a pensar que hoy puedes ser mejor, y que hoy puedo empezar a ser como yo quiero ser?

¿No sería mejor que ocupáramos el minuto actual en remediar lo que nos molesta, que lamentarnos por tal o cual causa? ¿Qué importa la causa si hoy tengo la energia (que es mi pensamiento) para poner otra causa y obtener otro efecto?

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El lamentarnos de algo o de alguna situación indeseable no nos lleva más que a producir pensamientos que originen más causas negativas, las cuales producirán efectos negativos.

Entre mis conocidos hay una persona que tuvo la desgracia de perder su fortuna por malos manejos de su socio. Durante tres años vivió amargándose al recordar el gran error de haber invitado a tal persona desagradable a formar parte de su sociedad. Se culpaba de su torpeza y maldecía al mal agradecido que había entrado a su vida para hacerle quebrar en su negocio. Sus pensamientos, como tú puedes ver, no eran del todo positivos, por el contrario: entre más pensaba en la causa de su desgracia más la consolidaba, a tal grado que no sentía fuerza para salir del hoyo en donde había caído. Además, la causa de su desgracia ya pertenecía al pasado (sin darse cuenta que en el presente podía poner otra causa) y no se daba cuenta de que lo único que ahora tenía era el presente, en el cual podía empezar a poner otra causa o sea: otros pensamientos, para poder cambiar su futuro.

Cuando se dio cuenta de que, en lugar de pasar el tiempo lamentándose y maldiciendo a su mal socio podía pasar el tiempo empezando a construir con su pensamiento nuevas ideas, empezó a cambiar su vida, a tal grado que antes de finalizar el año, él ya casi había recuperado el capital perdido.

Luego tuvo que luchar por no lamentarse de haber perdido tres años en lamentarse. Comprendió que debía ocupar su mente en sólo pensamientos constructivos, ya que lo que se piensa se plasma.

A mí me gusta poner el ejemplo de un poderoso proyector.

Imagínate que tienes un proyector con una Mente muy potente. Es obvio que si tú metes al proyector una transparecia de un niño pobremente vestido y llorando, lo que vas a proyectar en la pantalla, no puede ser otra cosa que la imagen de un niño vestido pobremente y llorando; por más que tú esfuerces tu voluntad en que la imagen que se proyecta en la pantalla cambie, no lo lograrás, ya que así está hecha la transparencia.

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Ahora bien, quizá se te ocurra que para cambiar la imagen que estás proyectando, fuera bueno ir provisto de pinturas a la pantalla y ahí, al exterior tratar de cambiar lo que tus ojos están viendo. ¡Qué esfuerzo tan infructuoso!, pues aunque esta idea parezca risible, es lo que la mayoría de las personas hacen: corren a tratar de corregir al exterior el defecto, no cayendo en la cuenta que lo que deben de corregir es la causa, que en este caso sería la transparencia.

Si cambiamos la transparencia de esa imagen deprimente, por otra en donde esté un niño bien vestido y sonriente, ten por seguro que inmediatamente cambiará la imagen que ves proyectada en la pantalla y veremos como efecto un niño bien vestido y sonriente.

Tus pensamientos son las substancias que fabrican tus transparencias, pues recuerda que al pensar generamos energía, yo diría más bien que utilizamos la energía, y según la ley de causa y efecto no puedes proyectar otra cosa que sea diferente a la causa que estás fabricando.

Empéñate ahora en fabricar pensamientos positivos, no fabriques pensamientos que no quieras que se proyecten en tu vida.

Cuando te hablo de proyectar los pensamientos no te estoy hablando de algo imaginario, no, es tan sólido como el asiento en donde estas sentado tan sólido como la mesa en donde comes, ya que para que ese asiento y esa mesa existieran, tuvieron primero que ser pensados. Sucede a veces que por falta de entrenamiento de nuestro pensamiento, elaboramos casi simultáneamente pensamientos positivos y negativos.

Decimos, sí, yo quiero tener una casa en donde pueda vivir desahogadamente, y la empiezo a producir hoy mismo, la veo como quiero que sea, con tantas recámaras, jardín etc., pero casi a renglón seguido pensamos: ¡Bah, ni que fuera tan fácil! O: ¡Si tuviera dinero, pero no lo tengo! Creo que me puedo aliviar de tal o cual enfermedad, pero ¡es tan difícil! A veces estamos tan convencidos de que nuestra vida no puede cambiar que hasta tratamos de convencer a otros que es imposible.

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Recuerda que en el proyector, la lente proyecta solamente lo que le has puesto a proyectar, ella no lo cambia, y “sabe” como proyectarlo. Así es nuestra mente: ella sabe dirigirte a tocar la puerta adecuada, o introducirte con la persona deseada, a fin de proyectar la transparencia que tú hayas hecho, ya sea positiva o negativa. Imagínate que tienes un tintero mágico. Lo que dibujes con esa tinta va a aparecer enfrente de tus ojos, ¿qué pintarías? Seguramente que te empeñarías en dibujar algo agradable, algo que quieres tener en tu vida, y te cuidarías mucho de no dibujar un león hambriento, o de dibujar pobreza, tristeza o enfermedad. Te cuidarías mucho de solamente dibujar lo que deseas y no nada indeseable, pues bien, la tinta ya la tienes: es la facultad de pensar, y con ella fabricas tus pensamientos, los que la mente se encarga de solidificar y hacer aparecer en tu vida. No desmayes porque a veces parece fallar esta ley inmutable. La ley de causa y efecto no falla nunca, lo que pasa es que a veces sobreponemos las “transparencias” en nuestra mente. Por ejemplo: si quieres aliviarte del reumatismo, empieza por pensar que ya estás sano. Contémplate en tu mente con movimientos ágiles y libres, pero estás tan convencido de que no te puedes aliviar, que la transparencia de enfermedad está mejor y firmemente dibujada que el débil boceto de tu salud. No importa que empieces por débiles bocetos, síguete esforzándote en dibujar, con la facultad de pensar, que el reumatismo ya pasó y que tu estado actual es de salud. No tardarás en ver los resultados.

A veces me asombra encontrar personas que dedican años enteros en dominar tal o cual disciplina, y cuando empiezan a descubrir las leyes del pensamiento quieren en un sólo día ver resultados de maestros. Han pasado la mayor parte de su vida pensando y produciendo enfermedad, y llegan a casa, se sientan y empiezan a “dibujar” con la facultad de pensar, pensamientos de salud. Al día siguiente vienen a decirme: “No funcionó”, “me sentí ciertamente mejor, pero la enfermedad no desapareció del todo, ¿falló la ley?” -Me pregunta. No, la ley sigue funcionando, pero ¿tienes la misma maestría en fabricar pensamientos positivos que la que ya tienes para los pensamientos negativos?- pregunto yo.

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He visto sin embargo gente que se ha esmerado en cambiar tan diametralmente sus pensamientos que han logrado cambiar de raíz su vida en muy poco tiempo.

Recuerda que la lente o tu mente, te obedece ciegamente, siempre consolida lo que pones a proyectar, no importa lo que hayas puesto con anterioridad, ella proyecta hoy lo que pongas hoy. El trabajo debe de consistir en mantener hoy el pensamiento positivo, sin alternarlo con pensamientos negativos, inducidos por lo que ahora estás viendo en tu pantalla, o tu vida, lo cual es el efecto de anteriores causas o pensamientos.

Ni siquiera te esfuerces en “borrar” las transparencias anteriores, esmérate en “dibujar” fuertemente lo que quieras hoy, y entre mejor lo dibujes, y mayor fuerza, más pronto lo verás en tu pantalla.

A medida que te esfuerces en seleccionar tus pensamientos, más fácil será de hacer tus proyecciones positivas. Recuerda que Sócrates dijo: “Al pensar le llaman suerte”.

Yo no te estoy invitando a que soluciones un problema solamente, no, te estoy invitando a que aprendas a solucionar el que te aqueja ahora y a reeducarte a fin de que en el futuro en lugar de crear problemas, crees felicidad a plenitud, ya que los pensamientos son las causas de los eventos exteriores, los cuales son los efectos de los pensamientos anteriores.

Te invito a que poseas todo lo que tú desees, ya que el pensamiento es lo que da forma a los deseos.

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DESEOS

El diccionario define la palabra DESEO como: “Movimiento enérgico de la voluntad hacia el conocimiento, posesión o disfrute de una cosa”, o también: “Acción o efecto de desear o anhelar que suceda o no algo”.

¿Te has puesto a pensar que todo lo que tú ves son pensamientos? Nada de lo que existe pudo existir si no fue pensado con anterioridad, y aparece como se pensó. Luego, este mundo visible tuvo que existir antes en el mundo de las ideas a fin de poderse manifestar en el visible. Luego, hay un mundo de provisión infinita esperando manifestarse, y para hacerlo toca a tus puertas para poderse plastificar haciendo que lo desees.

Ya que no se puede sacar nada de la nada, ¿de dónde salen nuestros pensamientos? ¿de dónde vienen nuestros deseos? Indudablemente que debe de haber un origen, y ése es el inagotable mundo de las ideas.

Primero los deseos son abstractos, y luego se concretizan por medio de la idea y los plastificas por la fuerza de tu pensamiento, o la energía del pensar.

Cuando tenemos un deseo que no se cumple le echamos la culpa a Dios diciendo: “Dios no quería esto y aquello para mí”, ¿no es la provisión misma del deseo la que toca a tus puertas a fin de que lo manifiestes? Si ese bien no fuera ya tuyo, no lo desearías.

Dicen que Dios no da deseos irrealizables, y yo creo que si no fuera posible poseerlo, no hubieras tenido tal deseo, porque recuerda: para esto naciste: para manifestar el bien del pensamiento de Dios, ya que tú mismo eres el fruto de su pensamiento.

¿Y los deseos malos, también ya existen en ese mundo invisible de provisión?

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Recuerda que todo lo que existe lo hizo Dios, luego si El lo hizo es perfecto, y los deseos malos no pueden ser entonces, otra cosa que la deformación al buscar el Bien que ya existe, son el bien mismo pero tratando de encontrarlo por camino equivocado.

Aún el deseo que tiene el ladrón de asaltar un Banco, es la idea de PROSPERIDAD, que ya está tocando a su puerta por medio del deseo de enriquecerse, pero sin necesidad de quitar nada a nadie. Hay en el mundo de provisión suficiente bien para todos, pero el ladrón lo interpreta pensando que su única fuente de provisión es asaltar un Banco; sin caer en la cuenta que hay abundancia suficiente para todos, y que ya hay prosperidad esperándolo si enfoca sus ideas a construir su progreso, en lugar de hurtar el que ya hicieron otros.

El deseo mismo del asesino de matar a su enemigo, es el BIEN de conservar la vida que llama a manifestarse; pero el asesino equivoca el camino pensando que matando a su contrincante es la manera como manifiesta el BIEN de conservar su propia vida, sin caer en la cuenta que hay muchos otros medios para conservarla.

Fíjate que los malos deseos no son en el fondo otra cosa que el deseo de manifestar el BIEN, pero buscándolo por camino equivocado.

El deseo mismo de tomar al compañero o compañera de otro, no es más que el deseo de encontrar su propio AMOR. Si deseo al esposo de mi vecina, puedo entender que no es que Dios quiera que le quite, el marido a mi amiga, es que el AMOR mismo está tocando a mis puertas, el cual tengo yo el legítimo derecho de poseer o manifestar, pero no el amor ajeno; tengo derecho de poseer el mío, y si me enamoro del vecino es porque estoy equivocando la manera de desarrollar mi amor, es decir, que tengo derecho a tener mi amor, el propio, que sea tan bello, tan bueno, tan deseable como el esposo de mi vecina, pero, repito, el mío. La mayoría de las veces nos dejamos llevar por el deseo ciego, sin analizar cuál es verdaderamente éste, ya que en el caso de desear al esposo de mi vecina, no es al hombre al

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que deseo, sino al AMOR mío manifestado en el hombre apropiado, y equivocadamente creo que lo que deseo es al hombre ajeno.

Ponemos obstáculos para realizar nuestros deseos cuando perdemos de vista al punto real del deseo. Veamos un ejemplo: Una amiga mía deseaba tener una casa amplia adecuada a sus necesidades y a las de su familia. Analizó su deseo, y comprendió que todo buen deseo de Dios proviene, y que si no le fuera factible tenerla, no la hubiera deseado. Además razonó que si ella, siendo limitada como humana, deseaba una casa digna para sus hijos, Dios, el Gran Padre ¿limitaría a ella y a sus hijos el bien? ¿Sería ella más buena madre que Buen Padre Dios? Si ella pudiera, compraría para sus hijos una casa que ya había visto y le gustaba, ¿acaso no podía Dios dársela? “Dios sí puede, y me dio el deseo, luego la tendré”, pensó.

Empezó a dar forma a su deseo valiéndose del pensamiento, solamente que, como con el dinero que ella había ahorrado no le alcanzaba, pensó adquirir un préstamo hipotecario. Recurrió al Banco y le dieron grandes promesas de concederle el dinero que le faltaba.

Mi amiga empezó a desarrollar la idea de la compra de la casa pensando que le iban a otorgar el préstamo. Oraba fervorosamente a fin de lograr la hipoteca hasta que se dio cuenta que estaba llevando por mal camino la realización de su deseo. El deseo verdadero era el de tener una casa, no una deuda, y ella estaba orando por adquirir un deuda, o sea la hipoteca.

Si bien es cierto que ella pensaba que el camino adecuado para adquirir la casa, era por medio de una hipoteca, también es cierto que estaba muy lejos de desear una deuda; lo que realmente deseaba, y creía tener derecho a ello, era tener su propia casa.

Recapacitó y enfocó todas sus fuerzas a darle forma con su pensamiento al deseo de poseer la casa; se imaginaba ya viviendo en ella y libre de deudas.

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Su mente, que es la que se encarga de plastificar los pensamientos, la llevó al encuentro de un lejano pariente quien, al enterarse de que quería comprar una casa, le regaló el dinero faltante, alegando que ese dinero lo tenía dispuesto para ella cuando él muriera, y que veía que el dárselo ahora sería mejor.

Mi amiga vive feliz en su bella casa, convencida de que todo buen deseo, es el deseo mismo de Dios, tocando a nuestra conciencia a fin de que la plastifiquemos en el mundo visible por medio de la fuerza del pensamiento; pero tenemos que tener cuidado de no perder de vista el verdadero deseo, sin deformarlo y sin obstáculos para realizarlo, como sería si pensamos que sólo hay una forma de plastificarlo, como pensaba ella que era sólo por medio de la hipoteca.

Tú, con la fuerza de tu pensamiento da forma a tu deseo, pero al verdadero deseo, no a lo que lo simboliza, y no pongas obstáculos al creer que debe realizarse a través de tal o cual persona, o por tal o cual camino o medio. Deja obrar libremente a tu Mente, deja que se manifieste por tus deseos, que si no se fueran a realizar, no se te hubieran dado, y tu Mente te pondrá en el camino apropiado para dar los pasos necesarios a fin de que ese bien se manifieste en tu vida.

Recuerda: analiza tu deseo, la esencia misma de él, no lo que creas que lo representa, y con la fuerza de tu pensamiento imagínatelo ya realizado, sin poner los obstáculos del camino que tú crees que debe seguir para realizarse, y deja que Dios mismo se manifieste en ese Bien que deseas; pues recuerda que Dios, estando dentro de ti ni dormita ni duerme.

Si todo deseo de Dios proviene, entonces la batalla es del Señor, y El no puede obtener otra cosa que la victoria.

La acción de Dios no es menos perfecta en el verdor de las ramas del viejo árbol que da sombra al viajero, que en la sencilla semilla depositada en la oscuridad de la tierra esperando germinar, escondida a todo sentido humano.

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IDEA

Definiendo el diccionario la palabra IDEA como: “Imagen o representación que del objeto percibido queda en el alma”, te darás cuenta que para plastificar algo bueno en tu vida, tienes que tener primero el deseo, que no es otra cosa que el bien mismo ya dado a ti, tratando de manifestarse, y luego, con la fuerza de tu pensamiento, fabricar la idea del bien que percibes. Recuerda el ejemplo de la transparencia de que te hablaba anteriormente, ya que es obvio que entre más clara y nítida hagas una transparencia, mejor será su proyección.

Si primero concibes el deseo, luego le das forma con el pensamiento por medio de la idea, queda pedirte que la idea sea clara y concisa.

Jugando con las palabras de la definición de IDEA que da el diccionario encontré esta definición: IDEA: “Imagen o representación que del objeto percibido queda en el alma”. Luego fui sustituyendo palabras y busqué la definición de REPRESENTACION: “Hacer visible o dar forma al exterior”. Enseguida busqué la definición de ALMA: “Substancia espiritual e inmortal, capaz de entender, querer y sentir que informa al cuerpo humano, y con el constituye la esencia del hombre”.

Quedándonos luego: IDEA es la imagen o el hacer visible que del objeto percibido queda en la substancia espiritual e inmortal, capaz de entender, querer y sentir, que informa al cuerpo humano, y con él constituye la esencia del hombre.

De aquí te darás cuenta la primordial importancia que representa hacerte una buena IDEA de lo que quieres, ya que la haces visible en la substancia inmortal que es tu alma, dispuesta a manifestarse en el mundo exterior. Lo malo es que esto funciona tanto en ideas positivas como en ideas negativas.

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De la IDEA procede todo bien visible. Tú habrás oído con frecuencia que se dice: “No tengo ni idea de lo que voy a hacer”, y la persona se encuentra como estancada, no sabe qué camino tomar; pero tan pronto que dice: “Ya la tengo, ya tengo la idea” empieza a desplegar actividad para desarrollarla.

Sucede con frecuencia que de repente tenemos una idea fugaz, pero es tan débil que no alcanzamos a definirla. Entonces vemos con tristeza que son ideas infecundas.

El deseo que toma forma es plastificado primero por la IDEA.

Si tú quieres ver realizado un bien en tu vida, pongamos por ejemplo, que deseas sanar de tal o cual enfermedad, tienes que desearlo primero con verdadero deseo, quiero decir, que en verdad lo desees. Hay personas que afirman querer estar sanas, pero lo que en verdad desean es tener un pretextos para justificar su ausencia de tal o cual situación o trabajo.

Cuando a una mujer que padecía de reumatismo, y recurrió a mí en busca de curación. Yo le expliqué que si en verdad buscaba la salud, era porque ya la salud era de ella, pues de otra manera no la desearía, ya que la provisión se manifiesta por medio del deseo; que entonces se imaginara ya sana, sin dolores ni en las piernas ni en las manos, a lo que ella me replicó: “Creo que me podré curar del dolor de piernas, pero el de las manos me es imposible que se me quite, pues me duelen mucho los dedos cuando escribo a máquina en mi trabajo en la oficina”.

Lo que pasaba era que esta mujer en realidad no deseaba aliviarse de su reumatismo, ya que éste le permitía excusarse de hacer un trabajo en donde ella no se sentía realizada, y escribir a máquina le parecía tedioso.

Ahí teníamos dos caminos a seguir: 1o, renunciar a ese trabajo que no le gustaba, o, 2o, superar su disgusto por el trabajo.

Empezamos por imaginarnos que sus manos eran ágiles y sanas, y que “gozaban” al tocar las teclas de la máquina. Para hacer una

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buena IDEA acordamos aplicar los cinco sentidos que tenemos por los cuales nos comunicamos del exterior al interior, pero que también sirven para formar en el exterior lo que plastificamos en el interior.

Mentalmente ella veía sus manos ágiles y aún bellas; se llevaba sus manos a su nariz y se imaginaba el olor que despiden unas manos sanas; enseguida pasando su lengua mentalmente probaba la salud de sus manos; imaginándose un ruido de salud oía cómo funcionaba la armonía restaurando sus manos, y por último, las acariciaba con su tacto tocando la salud que emanaba de ellas.

Excuso decirte que bastaron cinco días en hacer una vez al día este ejercicio de imaginación, formando la idea de salud claramente, para que el reumatismo desapareciera por completo no sólo de sus piernas. sino, de todo su cuerpo. Se sintió aprobada y aceptada en su trabajo, y hace ahora su labor con alegría y completamente sana.

Para desaparecer cualquier situación indeseable de tu vida, imagínate que eres un hábil coreógrafo y vas a montar una escena en donde vas a poner tu problema resuelto. Pongamos por ejemplo: Si tu situación económica no es suficientemente buena, como tú la deseas. visualízate en la sala de tu casa vestida como tú quieres vestir, ve los muebles de tu sala a la medida de tu gusto; óyete hablando con alguna persona conocida tuya a quien le estás platicando como “antiguamente” tenías problemas económicos, pero que ya no los tienes, que por el contrario: “tu posición económica es ahora más desahogada de lo que esperabas”, óyete diciéndolo; siente que ya lo tienes; saborea tu triunfo; palpa la suavidad de la situación; y respira hondamente oliendo la victoria de haber ya resuelto tu posición económica.

Entre más pormenores pongas en tu escena, más bien impresa quedará la “transparencia” que estás tratando de fabricar en tu interior, la cual se va a proyectar en tu exterior, ya que de eso se encarga tu mente porque la idea es la que forma la “transparencia” la cual tu mente se encargará de plastificar al exterior y por lógica,

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entre más nítida la hagas, más nítida será la consolidación de ese bien en tu vida.

A veces tenemos ideas ambiguas, y sin embargo deseamos resultados claros. Comprende que esto no puede ser, ya que todo en la vida es causa y efecto. Creo que una de las cosas que más influye en la plastificación de nuestra fe, es que tengamos una IDEA clara de lo que DESEAMOS, y entre más clara, mejor.

Puedo decirte que la imaginación, o la idea, es la madre de la creación, ya que primero te viene el deseo de un bien (Dios o el Sumo Bien deseando manifestarse), luego con tu pensamiento tienes que tener la idea clara de lo que deseas, y finalmente tu mente te lleva por el camino adecuado a fin de plastificar el bien que quieres.

Recuerda que la IDEA es la transparencia, la cual fabricas con la fuerza de tu pensamiento. No desmayes si tratando de lograrlo ves resultados no esperados. Al maestro fotógrafo cuando empezó a aprender su oficio se le velaron muchas placas, pero a base de volver a ensayar una y otra vez logró la maestría en la fotografía.

Un día que admiraba el Empire State, asombrándome de su gran altura y solidez, me vino a la mente el hombre que lo construyó. Seguramente tuvo ese ingeniero que tenerlo en su mente primero, antes de ponerse a construirlo, y debió tener una idea clara de lo que deseaba hacer, no fue construyendo piso por piso “a ver si resistía el edificio”. Primero lo diseñó claramente, y no sólo eso, sino que tuvo que hacer cálculos precisos a fin de poder plastificar su idea. Pero lo que más me conmovió fue el pensar que ese hombre, cuyo nombre no conozco, empezó de niño a sumar usando sus deditos, y seguramente más de una vez se habrá equivocado al calcular una suma sencilla. Pero no desistió, siguió sumando aunque a veces se equivocara sin importarle los errores en el logro del dominio de las matemáticas, hasta que lo logró.

Conozco personas que se entusiasman cuando comprenden que está a su alcance hacer cualquier cosa en su vida, hasta está a su alcance la fe que tuvo Jesucristo, y que pueden hacer prodigios tan

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grandes como los que El hizo, y aún mayores, y cuando digo esto, me apoyo en la enseñanza misma de Jesús quien nos dijo: “. . . el que cree en mí, hará también las cosas que yo hago, y cosas todavía mas grandes”, pero tan pronto que se ponen a practicar la disciplina de la fe, se descorazonan por el menor fracaso. Quieren tener la destreza del ingeniero cuando apenas están en su primer grado de primaria, y ante la desilusión abandonan la práctica pensando que esos logros no son para ellos, sino para personas privilegiadas, escogidas de Dios, como si Dios fuera un humanote imperfecto y arbitrario que da más a unos y menos a otros; cuando Jesús, Maestro de maestros nos enseñó que “el Padre hace salir su sol para buenos y malos. . . y el que tenga oídos para oír. . .” como si las leyes universales de causa y efecto fueran sólo para unos cuantos “buenos” escogidos al azar, o escogidos arbitrariamente. No, las leyes universales también rigen para ti, sea cual sea el grado de avance en que te encuentres. Nunca es tarde, y nunca se ha fracasado cuando se puede empezar de nuevo. Empieza hoy. Recuerda que toda disciplina se logra a fuerza de intentarla una y otra vez hasta que se logra dominar. No basta con que sepas las cosas, tienes que memorizarlas, es decir, que ese conocimiento pase a ser parte de ti, a fin de que cuando lo necesites lo dispares, o te dé fruto.

Seguramente tú también tuviste dificultad para aprender las tablas de multiplicar, pero lo intentaste una y otra vez hasta que lograste que formaran parte de tu conocimiento.

Se me ocurre pensar que nos imaginemos que vienes a donde yo estoy, y te doy la gran nueva de que “ya inventaron la tabla del seis”. Te la enseño y te explico que es una suma abreviada, que ya no tienes que sumar cuatro veces seis para saber que son veinticuatro, sino que la tabla misma te da el resultado.

Como estamos suponiendo que tú desconoces las tablas, puesto que las “acaban de inventar”, te alegras que ya no tienes el trabajo de sumar tantas veces. Luego te vas muy contento con tu noticia, y a la vuelta de la esquina te encuentras con un amigo que acaba, como tú, de enterarse de que existe la suma abreviada, o sea la tabla del seis, y

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tú con mucho aire de conocimiento le dices: “Ya la sé”, bueno, te dice tu amigo, pues ¿cuánto es seis por cuatro? Seguramente que tú te quedarás perplejo sin saber qué contestar, ya que tienes noticias de que existe tal tabla, pero no basta con que ya las sepas, tienes que memorizarla a fin de que te dé los resultados deseados.

Con toda seguridad, que al estar leyendo esto, te parece infantil y dices: ¿quién no sabe que seis por cuatro son veinticuatro? -tú mismo-, cuando aún no lo habías memorizado. Ahora se te hace fácil dar el resultado, pues se dispara solo, pero al principio tuviste que tomarte el trabajo de repetir una y otra vez que seis por cuatro son veinticuatro, hasta que quedó en tu subconsciente y ahora se dispara solo.

Así es la disciplina de la fe. Se comprende, se aprende a base de practicarla una y otra vez, hasta que se dispara sola. Vemos en la vida de los santos que curaban a un enfermo con sólo extender su mano, y nos maravilla de que pudieran hacerlo. Tú también puedes lograrlo, solamente que ellos lo practicaron tanto, que ya su mente lo disparaba aún sin pensar; en cambió nosotros tenemos que hacer todavía el esfuerzo; pero no importa cuántos esfuerzos tengamos que hacer para lograrlo, que al fin lo lograremos porque somos hechos por el mismo Hacedor y rigen las mismas leyes universales para ellos que para nosotros.

Sucede muchas veces que queremos practicar nuestra fe en algún bien a manifestarse, como por ejemplo el curar a un enfermo, y empezamos por hacer la idea de la persona ya sana; pero no podemos concretar nuestra atención, y cuando nos damos cuenta andamos mentalmente en el supermercado comprando naranjas o recordando la última película que vimos; es decir, que nuestra atención se divaga, ¿qué podemos hacer?

Hay un ejercicio muy simple para aprender a concentrar nuestra atención y consiste en lo siguiente:

Busca un lugar, de preferencia en donde estés sólo, siéntate, y cierra tus ojos. Imagínate que tienes enfrente de ti un gran pizarrón, y

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en la parte inferior de éste, hay una tabla en donde están un borrador y una tiza.

Párate mentalmente y toma la tiza, e imaginariamente escribe en el centro del pizarrón un número diez, luego rodéalo de un círculo y en la parte superior del pizarrón escribe: “Mi mente más potente para servir mejor”. Ahora deposita la tiza en la tabla que para este servicio se encuentra en la parte baja del pizarrón. En seguida toma el borrador el cual está en la misma tabla y borra el número diez teniendo cuidado de no borrar el círculo; deja el borrador en la tabla, y toma la tiza y escribe ahora el número nueve, y todavía con la tiza en la mano lee el letrero que escribiste de “Mi mente más potente para servir mejor”, y pon una comilla de aprobación ( ), ahora deja la tiza, y toma el borrador, y vuelves a seguir los mismos pasos que con el número diez, es decir, borras el nueve, dejas el borrador, tomas la tiza y escribes el número ocho, etc. así hasta llegar al cero.

Ten cuidado de no brincarte ningún paso, de REALIZAR mentalmente este ejercicio, pues alguna vez sentirás la tentación de saltarte un número, o sin dejar el borrador, escribir el siguiente número. Te sorprenderás de que, aunque este ejercicio parece sencillo, tienes que tener tu mente muy educada a fin de no equivocarte. No importa cuántas veces te equivoques, vuelve a intentarlo, sin empezar de nuevo, hasta que realices la operación sin tropiezos del diez al cero. Seguramente no lo lograrás el mismo día, basta con que una vez al día lo hagas, que poco a poco irás educando tu mente a fin de realizarlo sin equivocación, logrando así tener mejor concentración de tu mente para trabajar con ella sin que se divague.

Hay otro ejercicio que da excelentes resultados, y es el imaginarte que ahora mismo, en donde tú estás, se te aparece Dios, y sonriendo te dice que ya todos tus problemas han quedado resueltos. ¿Qué actitud tomarías? ¿Cómo te sentirías?, pues ten ahora mismo esa actitud.

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Repítete, saboreando palabra por palabra el siguiente pensamiento: “Tengo ahora la actitud que tendría si ya todos mis problemas hubieran quedado resueltos”. Imagínate cómo te sentirías, y genera esa energía, vívela. La mente hace el resto. Inténtalo y lo comprobarás. Si quieres puedes experimentarlo con un sólo problema. Para esto, repítete, y sobre todo: SIENTELO: “Tengo ahora la actitud que tendría si ya mi problema hubiera quedado resuelto”.

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FE

Cuando hablamos respecto a tener fe, la mayoría de nosotros nos sentimos avergonzados por no tenerla, sin darnos cuenta de que no se puede vivir sin fe en alguien o en algo. Partiendo de la definición que nos da el diccionario: “Fe es la seguridad o aseveración de que una cosa es cierta”, día a día, minuto a minuto la estamos practicando, por ejemplo: cuando abordamos un camión, nos subimos a él porque creemos que nos va a llevar a nuestro destino, aunque a veces no sucede como estaba programado, ya que puede suceder un percance antes de llegar, evitando así que suceda como lo creíamos. Tenemos fe cuando adquirimos algún alimento enlatado, confiando en que el contenido, que no vemos, sea el que estamos comprando, aunque también en este caso pueda ocurrir un error en el envase y no contener nuestra lata lo que creímos que contenía.

¿Era esta fe de la que hablaba Jesús, y junto con El grandes iniciados, quienes nos han instado tanto en tenerla? Indudablemente que no, la fe de la que ellos nos hablaron, es la fe que mueve montañas, la que nunca falla.

La fe de la cual nos habló Jesucristo no es nada más la fe de aceptar que: una cosa es cierta, sino que es la fe de crear, o manifestar lo que queremos obtener, o ver aparecer en nuestra vida. LA FE ES UN PENSAMIENTO CON FUERZA, a tal grado, que reacomoda aún la fuerza de atracción molecular de los átomos, logrando cambiar hasta una substancia en otra.

LA FE ES LA FUERZA QUE PLASMA NUESTROS PENSAMIENTOS TRANPORTANDO DEL MUNDO INVISIBLE, AL VISIBLE, LO QUE DESEAMOS.

No es la aceptación de lo que nos dicen que hay, sino la manifestación de lo que sabemos que existe, o que creemos que existe.

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Partiendo del principio de que “Creó Dios los cielos y la tierra. . . y vio Dios lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”, no hay dentro ni fuera de nosotros otra cosa que Sumo Bien; ahora, por otro lado, si Dios es omnipresente, es decir, que no hay un sólo centímetro cuadrado en donde no esté El, entonces no hay un sólo centímetro cuadrado en donde no haya ya Sumo Bien.

Así nuestra fe, debe de ser como la luz que debemos utilizar para descubrir ese Sumo Bien en cualquier lugar y en cualquier situación. Por eso Jesús veía en los ojos del ciego de nacimiento la armonía que ya había, no su apariencia externa, y con el poder de su pensamiento, la afloraba al exterior.

Yo diría que la FE ES LA FUERZA QUE DESCUBRE AL SUMO BIEN, basada en el conocimiento de que todo es Sumo bien, ya que Dios lo hizo todo perfecto, y no está ausente en un solo centímetro cuadrado del universo. Es la que su funda en el conocimiento de que todo es bueno, y ese conocimiento, al pasar por la mente (o lente), funciona como luz para alumbrar lo que ya hay: abundancia de todo bien.

Me viene ahora a la memoria aquella parte del Génesis: “al principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra estaba desierta y sin nada, las tinieblas cubrían los abismos mientras el espíritu de Dios se movía sobre las aguas. Dijo Dios: hágase la luz, y la luz fue hecha”.

Fíjate que no dice que sacó nada de la nada, sino que “el espíritu de Dios se movía sobre las aguas”, luego ya estaba, sólo faltaba que se alumbrara para que empezara a verse. Así debe de ser nuestra fe: como el Génesis actual de tu propia vida, es el momento en que ya está el Espíritu de Dios, o prosperidad, o bondad, o salud, pero por medio de la luz de nuestro pensamiento, nuestra mente lo muestra al exterior.

Para simplificar esto, imagínate que ahora, en donde te encuentras, está todo oscuro, no te puedes ver ni siquiera tus manos. Ya estás ahí, pero no te ves. Luego prendes la luz, y sería ridículo que dijeras: “mira, vinieron mis manos, vinieron mis pies, vino la

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silla donde estoy sentado”, no, no vivieron, ya estaban, pero faltaba luz para que los vieras y usufructuaras. Así es la fe: la luz que da el conocimiento de que ya hay abundancia de bien en todo lugar y en todo momento, y que, al alumbrarlo o conocerlo, le des la fuerza con tu pensamiento, a fin de que tu mente (lente) lo plasme al exterior.

Cuando vemos solamente la parte exterior de un enfermo, no estamos apreciando lo que realmente hay, que es armonía y salud, sino lo que aparece de distorsionar nuestro conocimiento, por eso vemos su enfermedad.

Recuerda por un momento alguna ocasión en que las lágrimas asomaron a tus ojos por tal o cual causa. ¿Recuerdas cómo apreciaban tus ojos las cosas que te rodeaban? Seguramente las lágrimas las hacían verse distorsionadas, y aun deformes, pero lo que te rodeaba no se distorsionó, seguía ahí, claro y nítido. Los que no lo veían claro y nítido eran tus ojos. Seguramente que al ver una silla distorsionada, no pensaste que la silla se deformó, sino que la percibías así porque no podías ver bien, y para apreciarla como era verdaderamente, lo que hiciste fue enjugarte las lágrimas, quitándote la causa que la hacían aparecer deforme.

Así funciona lo que llamamos fe negativa: no se distorsiona el bien que ya nos rodea, es solamente que así lo apreciamos, pero si lo apreciamos distorsionado, seguramente que lo utilizaremos distorsionado. Por eso aparece el dolor y la enfermedad ante nuestros ojos, porque así lo apreciamos, no hemos aprendido a ver con mirada limpia: la salud que ya tiene la persona a la cual llamamos enfermo, y como tal, lo sufrimos. Cuando descubrimos una enfermedad en nuestro propio cuerpo, lo que estamos viendo no es lo que en verdad hay: salud, sino la salud distorsionada a la cual llamamos enfermedad.

Fíjate que todo lo malo que vemos en la vida no es otra cosa que el bien distorsionado, el cual tenemos el poder de plasmar, aunque sólo sea momentáneamente, ya que todo lo que no alcanza la medida de la perfección de Cristo, o sea la presencia real del Padre, tiende a

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desaparecer. Todo mal pasa, no tiene la consistencia de la fuerza del ser, sino del aparecer, puesto que no hay la fuerza que lo sustente.

Cuando te hablo de que sólo aparece, no quiero decir que no nos haga sufrir, y ¡vaya que sí!, sino que en realidad estarnos sufriendo por no haber aprendido a no distorsionar el bien, y éste es el objeto del presente librito: que te des cuenta de que ya tienes el poder de hacer desaparecer de tu vida ese mal que no quieres sufrir, ya sea en enfermedad, carencia económica, o en cualquier forma de mal que aparezca en tu existencia.

Ya tienes el poder de tu entendimiento para no fiarte del mal que aparece enfrente de tus ojos, sino para descubrir lo que realmente hay: el Sumo Bien.

Por eso te decía que la Fe es un pensamiento con fuerza, que hace se plasme al exterior lo que crees, pero utiliza la maravillosa fuerza del pensamiento para alumbrar el bien que ya existe, aún a obscuras, escondido dentro de la situación indeseable que quieres desterrar de tu vida, pues cuando utilizas esa misma fuerza para ver enfermedad, pobreza o desarmonía, plasmarás enfermedad, pobreza o desarmonía en tu camino, ya que el poder que Dios nos dio se manifiesta por la fe.

La fe es la fuerza que desarrolla la mente utilizando esa energía para consolidarla en nuestra propia vida; y podemos utilizar esa fuerza en consolidar el bien que ya existe, o el mal que aparece.

No hay dos fuerzas: la del bien y la del mal. Hay solamente una, pero da muy diferentes resultados conforme la enfoques. Por eso Jesús nos decía: “No te fíes de las apariencias, aprende a juzgar en espíritu y en verdad”.

He tratado con gente que se empeña en afirmar que el mal existe, que lo sufren día a día, y no se dan cuenta que lo seguirán sufriendo mientras sigan utilizando la maravillosa fuerza de la fe para consolidarlo. No quiero decir con esto que seamos como locos, y que afirmemos que no hay guerras ni hambre en el mundo; pero si en

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lugar de detenernos a lamentarnos por esto, tratamos de enfocar nuestro pensamiento en imaginarnos que esto ya paso, y ahora reina la abundancia y la paz, te aseguro que la energía que desarrolla nuestro pensamiento será en alguna forma de más ayuda para que ese mal se elimine, y la mente se encargará de irnos conduciendo a la consecución de su exterminio, que la energía que desarrollamos con nuestras tristes lamentaciones, ya que la energía no se pierde sólo se transforma.

¿Y de qué le sirve al mundo que yo piense positivamente? -me dicen otras personas- pues de mucho, ya que la fe no tiene el límite del espacio, ni siquiera del tiempo. La fe es la fuerza que desarrolla la mente utilizando la energía para consolidarla en nuestra vida, como la lente del proyector proyecta al exterior la transparencia que se puso ante ella.

Imagínate por un momento que todo el planeta Tierra está constituido de pequeñas arenas negras. Entonces se puede decir que el Planeta Tierra es negro; pero una arenita se da cuenta de que se puede transformar en blanca, y toma la determinación de hacerlo.

Por esa pequeña arenita que se convirtió en blanca podemos decir: “Ya no todo el Planeta Tierra es negro”.

Su acción repercutió a nivel planetario, y yo diría que aún a nivel interplanetario, pues nuestro Sistema Solar ya tiene un planeta que no es totalmente negro, y la galaxia ya tiene un sistema solar que tiene un planeta que no es totalmente negro.

Como habrás visto, nuestras acciones repercuten no sólo en nuestra propia existencia, sino que aún en todo lo que nos rodea, aunque minimicemos nuestra propia vida y nuestra propia fe. No hay peor derrota que la que se da por hecha antes de empezar. Empieza una y otra vez. La mayoría de nosotros queremos ver resultados positivos inmediatos; yo te .aseguro que los resultados siempre son inmediatos, pero lo que no hemos aprendido es a poner solamente causas positivas, porque las sobreponemos o yuxtaponemos a las negativas, y queremos tener de inmediato resultados solamente

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positivos. ¿Cómo pueden aparecer resultados solamente positivos si tenemos pensamientos positivos y negativos?

Cuando aprendamos a eliminar los pensamientos negativos, y elaborar solamente positivos, entonces el resultado será inmediato positivo.

A ese dominio llegaron los grandes Santos, quienes no dudaban que, poniendo su mano sobre la cabeza de un enfermo, éste quedaría curado instantáneamente, pero tuvieron que empezar como tú, una y otra vez, y cuando el resultado era negativo, volvían a empezar, a fin de lograr, a base de práctica, la maestría, llegando a manifestar a Dios, o el Sumo Bien en tan nítida forma, que hemos llegado a deificarlos, pensando que eran seres privilegiados, algo así como “los consentidos de Dios”, sin darnos cuenta de que, tanto ellos como tú y yo, fuimos hechos a “su imagen y semejanza”, con la facultad de poder pensar, y de lograr plasmar nuestro pensamiento.

Tú no vas a hacer caso de esto que te estoy trasmitiendo porque yo te lo digo, ni siquiera porque lo dijeron ya grandes hombres, no, sino porque tú mismo lo puedes experimentar; puedes experimentar desde hoy la fe que hace milagros, la fe que mueve montañas, la fe que puede transformar el mundo, la fe que puede transformar tu propia vida, la fe que hace milagros que tú mismo puedes hacer, empezando como aprendiz hoy mismo, repitiendo una y otra vez hasta llegar a la maestría de los santos, y ¿por qué no decirlo?: a la maestría de Jesús, puesto que El mismo dijo: “Me llaman maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. . . en verdad os digo que harán también las cosas que yo hago, y todavía más grandes. . .”

La fe es ver el bien que ya existe, es descubrirlo ante cualquier otra apariencia.

Los grandes hombres de fe no fabricaban el Bien, sólo lo descubrían con la luz de su entendimiento. El Bien que ya está en todas partes, puesto que Dios, el Sumo Bien es omnipresente. No hay un sólo centímetro cuadrado del universo en donde no esté presente, aún en la llaga del enfermo, aún en la miseria del pobre, o en la

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desarmonía del angustiado. Así que si tú utilizas la luz de la fe para ver que aún ahí está, dará por resultado que aparezca al exterior lo que ya hay: salud, riqueza o armonía. Los milagros no se fabrican, ya están hechos, solamente los sacas al exterior con la luz de tu fe.

Yo te diría que la fe es la fuerza que descubre el Sumo Bien, y esa fuerza te la da el conocimiento, el conocimiento de que Dios está en todo. No viene ni va, ya está. Sólo tienes que creerlo para que se manifieste al exterior.

Practica el ver el Sumo Bien con la luz de tu fe tantas veces como puedas, a fin de que ese conocimiento pase a ser parte de tu subconsciente, y como pasó con las tablas de multiplicar, el resultado se dispare solo.

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ACTO

Quizá no te has dado cuenta que utilizas la mente cada día con resultados maravillosos, y al decirte esto, no te estoy hablando de prodigios nunca vistos, sino por el contrario: de prodigios tan cotidianos, que por ser tan comunes, les damos poca importancia.

Si tienes un vaso de vidrio, ponlo junto a ti. Ahora, si yo estuviera sentada enfrente de ti y te pidiera por favor que me lo dieras, seguramente tú alargarías la mano, lo ases, y me lo das en mi mano, la cual ya está en posición de recibirlo. Ahora bien, yo te pregunto: ¿ese acto que hiciste, quién lo realizó?, ¿tu mente o tu consciente?

Seguramente que me dirás que lo hizo tu consciente, pues te diste cuenta de que me lo diste, a lo que yo te diré que para que un acto se realice, tiene que intervenir en él tu consciente, decidiendo, y tu mente ejecutando.

Estudiemos más detenidamente el ejemplo anterior: cuando yo te pedí que si me dabas el vaso, tú, aunque de una manera muy rápida analizaste primero: “¿quiero?”, indudablemente que la respuesta fue afirmativa, puesto que me lo diste; luego dedujiste: ¿puedo o no puedo?, y pensaste que sí. En seguida diste una orden de ejecución, la cual se efectuó a maravilla, ya que de ello se encargó tu mente. Ella tuvo que calcular el peso del vaso, aunque tu consciente no lo supiera, tu mente sí lo sabía, y promedió esto y la velocidad de tu mano, dio la orden al corazón que bombeara la cantidad de sangre necesaria, ni de más ni menos, al brazo que ibas a mover; envió la glucosa necesaria para tal esfuerzo, ni de más ni de menos; ordenó a tal músculo que moviera otro, en fin, fueron mil y una órdenes dadas con precisión matemática, y todo obedeciendo al proceso primario de: ¿quiero?, ¿puedo?

Ahora bien, si en lugar de pedirte que me dieras el vaso, te hubiera pedido que me pusieras en la mano la estufa que está empotrada en la pared, seguramente que el proceso sería igual, pero solamente al

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principio, ya que al ver que el darme la estufa es superior a tus fuerzas sería: ¿quiero? -sí quiero- ¿puedo?, no, no puedo, y ya no se dispararía ninguna orden inconsciente. No se ejecutaría ningún acto.

Así nos pasa en el fenómeno de la creación de nuestro bien: cuando queremos y creemos poder, nuestra mente se encarga del resto con precisión matemática.

A veces nos sucede que interrumpimos nuestro acto, y esto acontece, cuando a mitad de la ejecución nos asalta la duda. Supongamos que cuando te pedí me dieras el vaso hiciste el proceso de quiero y puedo, pero tan pronto lo tocaste a fin de entregármelo yo te digo que: ¡cuidado, está caliente! (aunque no lo esté), tú inmediatamente interrumpes el maravilloso proceso que ya había disparado la mente de mandar la cantidad de sangre al brazo apropiado, etc. y el acto se suspende, al creer que ya no podías dármelo, por temor a quemarte.

Recuerda: el ACTO lo puede hacer todo, y EL ACTO ES EL PENSAMIENTO CON FE. Fe en que lo puedes desarrollar, o fe en que le es imposible hacerlo, o fe en que quieres y puedes, pero no lo puedes continuar.

Para hacer el ACTO sólo te basta con que quieras y creas que lo puedes hacer. Este es el punto difícil. No tenemos noción de nuestra propia potencia. Nos creemos solos en un mundo que nos está gritando que Dios, o el Bien, nos rodea y nos inunda. Dios no es menos maravilloso en la nube traspasada por el violáceo rayo del sol poniente, que en el menor movimiento de cualquiera de tus dedos.

Esfuérzate en ver esa maravillosa fuerza a veces escondida a nuestros ojos, pero que existe, que ya está, y apoyándote en que tu mente puede alumbrarla a fin de que se manifieste al exterior, realiza el ACTO del bien que deseas manifestar. Si tú crees que es posible, así se hará, ya que la mente, así como dirige tu mano a fin de darme el vaso, te llevará a tocar la puerta adecuada, a encontrarte con la persona necesaria, en fin, en ponerte en el camino correcto con el objeto de que ese bien salga a manifestación en tu propia vida.

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Y como fe es la aseveración de que una cosa es cierta (lo sea en realidad o no), sucederá, como en el ejemplo anterior, que si crees que el vaso está caliente (aunque no lo esté), creerás que no puedes pasármelo, y apoyándote en esa aseveración, se suspende el mecanismo de ejecutar el acto que querías hacer, o sea el darme el vaso.

Así pasa muchas veces en nuestra vida al aplicar el ACTO de fe, por ejemplo: me quiero aliviar de tal o cual enfermedad, sin embargo, a pesar de que el primer paso de ¿quiero? es afirmativo, el segundo de ¿puedo? es negativo, ya que damos por cierto que tal o cual enfermedad es incurable; pero si recapacitamos en que nuestra fe debe basarse en la gran verdad de que el Sumo Bien está en cada centímetro cuadrado de la creación, entonces aseveremos de que el bien ya está, luego ya está la fuerza curativa y nuestra contestación a ¿puedo? será indudablemente SI. Entonces se procede al ACTO, el cual lo desarrolla maravillosamente nuestra mente ya que dijimos: ¿quiero? -sí, ¿puedo? -sí. El resultado no se hará esperar.

Pero fíjate bien que este mecanismo funciona tanto para actos positivos como para actos negativos en tu vida, nada más que con muy diferentes resultados. Si tú quieres que algún bien aparezca en tu existencia, pero aseveras que es verdad el hecho de que no puedes conseguirlo, igualmente, la mente se encargará de disparar lo necesario para imposibilitar el que ese bien se manifieste, ya que quieres, pero crees que no puedes.

Así, si tú quieres que cambie tu vida, como ya te lo había dicho en el capítulo “Pensamiento”, tienes que empezar por cambiar el interior. Empieza hoy a practicar con un sólo deseo que quieras ver realizado; empieza a practicar hoy, no a ver si funciona, sino hasta que creas que lo que piensas es verdad, o sea, hasta que aseveres con toda firmeza que el bien que buscas ya es verdad, o que ya existe, así tu mente se podrá encargar de dispararlo al exterior.

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La fe no pide, recibe. Cuando se pide se está declarando que no se tiene lo que se desea. La fe agradece que se puede traer el bien del mundo invisible al visible.

No desmayes aunque para lograr esto tengas que intentarlo varias veces, no importa cuántas. A veces nos parece un largo camino el trabajo de reeducar nuestro pensamiento, pero yo te aseguro que en cada intento logras un grado más de victoria.

Toda disciplina se logra a base de práctica. Practica el ver con tu ojo interno la presencia real de toda armonía y bien en toda persona, lugar y situación. Recuerda que ya Jesús nos había aconsejado que no nos fiáramos de las apariencias, que aprendamos a juzgar en espíritu y en verdad.

Yo sé, por experiencia propia que en ciertos casos, al contemplar nuestra constelación de fracasos, terminamos por no querer voltear a ver más el cielo; pero también sé que, al no existir causa sin efecto, ni viceversa, si falló el resultado es por la poca maestría en la firmeza de la causa, es decir, que la causa fue débil o ambigua, dando por resultados efectos débiles o ambiguos; pero no desmayes en tratar de cambiar de negativos a positivos tus pensamientos, que cuando nos demos cuenta, será tan fácil hacer actos positivos que se dispararán solos, como solos se disparan ahora los resultados de la tabla del seis.

Por eso los santos podían resucitar muertos, porque querían y sabían que podían hacerlo; ellos empezaron como tú y como yo, con una pléyade de fracasos, pero cada fracaso los llevaba más cerca del triunfo, ya que iban asimilando más la idea del aprendizaje que es a base de repetir el acto, hasta que lo asimile el subconsciente, no importa cuántas veces se tenga que repetir. Ellos no fueron hechos de diferente manera a como tú fuiste formado. El Hacedor, o Dios, es el mismo, y en todos puso su grado infinito de perfección. La diferencia estriba en que ellos se dieron cuenta de eso, y tú lo estás aprendiendo, así como se iniciaron ellos.

Una vez que logres seleccionar tus pensamientos, tu existencia será más bella para ti y para quienes te rodean, que al fin de cuentas

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para eso naciste: para hacer el propio génesis de tu vida ahora, o sea: iluminar con la luz de tus pensamientos “el Espíritu de Dios (todo bien) el cual ya está hoy dentro y fuera de ti, así como dice la Biblia: En el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra empero, estaba informe y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo: y el espíritu de Dios se movía sobre las aguas. Dijo, pues, Dios: Sea la luz y la luz fue”.

Fíjate que aunque la tierra estaba informe y vacía, puesto que al cubrirlas las tinieblas no se veía lo que había, sin embargo ya estaba el Espíritu de Dios que “se movía sobre las aguas”.

Para esto nacimos: para iluminar con la luz del entendimiento tanto bien que ya ahora hay dentro y fuera de nosotros, aunque por el momento veamos nuestra vida informe y vacía; pero el entendimiento nos dice que es sólo apariencia, puesto que ya está el Espíritu de Dios, o sea todo bien, y en el génesis de tu vida irán surgiendo bienes y prodigios conforme los vaya iluminando con la luz de tu fe.

Recuerda que puedes iluminar todo bien sabiendo que no lo vas a fabricar, sencillamente ya está, solamente lo vas a hacer aparecer sobre la faz de tu vida con los sencillos pasos de:

1o.-Si lo deseas, es porque ese bien ya quiere manifestarse.

2o.-Para traer del mundo invisible al visible (o iluminar esebien), tienes que tener una IDEA clara de lo que quieres manifestar, y para darle forma, te vales del pensamiento haciendo una “transparencia” clara y precisa. Si para su creación utilizas los cinco sentidos, mejor.

3o.-Ahora sólo falta preguntarse: ¿quiero?, ¿puedo?, y si tu respuesta es afirmativa, tu mente lo plastificará haciendo lo que sea menester o sea el ACTO, a fin de que el génesis de tu vida sea en plenitud, bondad, armonía y amor, ya que ése es el deseo de Dios para ti.

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Olvídate de un Dios vengativo y gruñón; de un Dios sediento de la sangre de sus víctimas, al cual a veces le imploramos: quítame la vida a cambio de la de fulanito; o también: mándame a mí un mal pero salva a mengano.

¿Crees tú que Dios necesita ser convencido para que haga el bien? ¿No será más bien que porque Dios desea el bien, es que tú lo deseas?, pero no tiene que quitar el bien a nadie para dárselo a otra persona.

A veces tenemos la idea de un Dios tan distraído que le achacamos el defecto de olvidadizo y le decimos: ¡Acuérdate de mí! Otras veces lo creemos sordo, pues decimos: “a ver si a ti sí te escucha, porque a mí no”. También pensamos que tiene un Partido Político-religioso consentido, y que a los de determinada religión sí les concede sus favores. Dios no es el jefe de un partido religioso, es algo más que eso. Dios es esa fuerza vital que ya está dentro de ti, y ha estado y estará presente en todo corazón que busca la felicidad.

La humanidad desde siempre ha presentido esa fuerza maravillosa del bien y la ha buscado, sintiendo que está muy cerca de ella, tan cerca como que en realidad está dentro y fuera. Tan cerca de ti, que integra tu propio ser.

Dios es el amor por la felicidad que ya habita dentro de tu corazón, la alcances a ver o no, la utilices o no.

Dios es el Sumo Bien manifestado en cualquier realización.

En esto consiste la felicidad: en saber que ese Sumo Bien ya te inunda, te rodea, te sumerge en El, y cuando lo descubres y plastificas, has llegado a recibir la invitación de Jesús; has logrado tener el poder de mover montañas, has llegado a tener FE.

I N D I C E

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Agradecimiento........................................................... 5

Prólogo........................................................................ 7

Pensamiento ................................................................ 9

Deseos ......................................................................... 25

Idea.............................................................................. 29

Fe................................................................................. 37

Acto............................................................................. 45


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