I. Jáuregui. Trastornos de la Conducta Alimentaria 4 (2006) 295-320
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GORDOS, OBESOS Y OBSESOS
Ignacio Jáuregui Lobera INSTITUTO DE CIENCIAS DE LA CONDUCTA DE SEVILLA Para correspondencia: [email protected]
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Resumen: Desde los años 60 la creciente epidemia de obesidad viene aumentando la probabilidad de padecer patologías asociadas. Antes, la “gordura” no fue considerada una enfermedad. Posteriormente parece que ha ido aumentando la probabilidad de mantenerse en la idea de “intentar perder peso”. En la actualidad está extendida una especie de “obsesión por el peso”. Palabras clave: gordura, obesidad, perder peso, obsesión por el peso. Summary: Since the 1960,s a growing obesity epidemic is increasing the likehood of health problems. Before that, fatness was not considered as illness. Aftter taht, people seem to be more likely to become fixated with trying to lose weight. Now, weight obsession remains widespread. Key words: fatness, obesity, lose weight, weight obsession
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INTRODUCCIÓN
No es mala cosa empezar haciendo una referencia al lenguaje, pues no siempre sabemos
de qué hablamos cuando lo hacemos. Y ya se sabe que hablar por hablar puede ser
considerado hasta signo de locura.
Empezaremos por los GORDOS pues, en esta historia, resultan, con mucho, los más
antiguos.
Y hablar de lengua sin pasar por la Academia no está ni medianamente correcto. Así
que veamos que dice tan ilustre institución.
GORDO
Gordo, da. (Del latín gurdus, voz de origen hispánico.).
1. Adjetivo. De abundantes carnes.
2. Adjetivo. Muy abultado y corpulento.
3. Adjetivo. Pingüe (// craso y mantecoso). Carne gorda.
4. Adjetivo. Que excede del grosor corriente en su clase. Hilo gordo. Lienzo gordo.
5. Adjetivo. Muy grande, fuera de lo corriente. Ha tenido un accidente gordo.
6. Adjetivo. Antiguo. Torpe, tonto, poco avisado.
7. Masculino. sebo (// grasa que se saca de los animales herbívoros).
8. Femenino. México. Tortilla de maíz más gruesa que la común.
9. Femenino. Coloquial poco usado. Perra gorda.
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Al hablar de GORDOS (esto es, personas gordas) hacemos referencia expresa a sus
abundantes carnes, su cuerpo abultado, su exceso de grosor (comparado con los otros)
y, en no pocas ocasiones, todo eso lleva implícita la torpeza, amén de otras
connotaciones como más tarde veremos.
Más moderno que el GORDO, casi de estreno, nos encontramos con el OBESO. Este
tiene otra categoría, ya entra en la patología. Nuestra Real Academia también hace
mención al personaje, en este caso con una sola acepción:
OBESO
Obeso, sa. (Del latín obesus).
1. Adjetivo. Dicho de una persona: Excesivamente gorda.
No hay duda de que, al menos en el lenguaje, el obeso no es sino el excesivamente
gordo. Ya sus carnes no serían abundantes sino excesivas. Su cuerpo no solo abultado
sino excesivamente abultado, su exceso de grosor ya no parece admitir más grado salvo
que entremos en el exceso de lo excesivo. Finalmente, la torpeza ganaría en magnitud.
Y más moderno todavía, contemporáneo, nos encontramos con el OBSESO. Sigamos en
la Academia:
OBSESO
Obseso, sa. (Del latín. obsessus, Participio pasivo de obsidëre, cercar, asediar).
1. Adjetivo. Que padece obsesión. Usado también como sustantivo.
Así que viajemos a la obsesión: Obsesión. (Del latín obsessio, -önis, asedio). 1. Femenino. Perturbación anímica producida por una idea fija. 2. Femenino. Idea que con tenaz persistencia asalta la mente.
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Y en este contexto, ¿a qué obsesión nos referimos? Sin duda el gordo da paso al obeso y
éstos al obseso por no llegar a serlo (ni gordo ni obeso). Y en una pirueta, algunos van
más allá y la obsesión ya no queda en NO SER (gordo, obeso) sino en SER (delgado,
excesivamente delgado). Al fin, el obsesionado por adelgazar, el que tanto teme ser
gordo u obeso no es, así lo dice el lenguaje, sino un perturbado anímico sobre la base de
su idea fija. Un asaltado mental de la moda imperante.
¿Y qué nos dice el lenguaje del delgado? En su etimología viene del latín (delicätus,
delicado, delicioso, tierno, fino) y, como primera acepción, hace referencia a la persona
flaca, cenceña, de pocas carnes. Y en siguientes acepciones es tenue, de poco espesor, o
delicado, suave. Y también agudo (voces delgadas), sutil e ingenioso. Sólo el uso
“antiguo” como adjetivo hace referencia a poco, corto o escaso (ganancia delgada). En
nuestro idioma aparece con el sentido etimológico “fino”, por ejemplo en uno de los
Milagros de Berceo aplicado a una tela. El matiz de “lo opuesto a grueso o gordo” es
general también desde los primeros textos del castellano antiguo.
El duplicado culto delicado ha conservado un significado más próximo al latino. La
vinculación de lo que hoy entendemos por 'delgado' (con poca carne o grasa en el
cuerpo) se realiza desde el rasgo 'fino' aplicado a persona.
Por el contenido de 'fragilidad', delicado pasa a significar débil, enfermizo (tanto con
ser como con estar), es un eufemismo para designar algo "fácil de estropear, romper o
lastimar", de ahí que se aplique también este término para referirse a las personas
extremadamente sensibles, propensas a sentirse heridas y lastimadas por la falta de
delicadeza de otros.
Desde su origen, la "delicadeza", lo "delicado" ha estado unido a lo sensible, a la
ternura, a la suavidad y a la distinción.
Así, para María Moliner delicado se aplica a las cosas de formas suaves y onduladas,
sin contrastes bruscos o angulosidades; es también dulzura y ternura en cuanto a los
afectos reflejados; y algo propio de personas distinguidas (grácil, sutil, pulido, refinado,
noble, sensible, esmerado, exquisito, elegante, cuidadoso de su propia dignidad).
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No es de extrañar que con tales connotaciones nuestra mente se vea asaltada por el
deseo de la delicadeza y el ingenio frente a la torpeza o torpeza extrema.
LOS GORDOS: HISTORIA SÍ, PATOLOGÍA NO
No hay duda de que hablar de gordos es hablar de historia y no de patología. El gordo,
la gorda, la gordura, están presentes en toda la historia de la humanidad con un papel
variable según época y contexto. La pintura, escultura, literatura, moda, cine... dejan
bien claras estas consideraciones.
Tal vez debamos comenzar por recordar que el alimento es algo vital. Hasta el punto de
que el pecado original se representa mediante algo que tienta a ser probado, probado
comiendo. Comer es una necesidad básica, primaria. Comer representa la vida y la
supervivencia, del individuo y de la especie. De la especie pues la fertilidad está ligada,
forzosamente, a la adiposidad. Sin grasa no hay procreación. Cuando la procreación es
la única razón de ser de la mujer en el mundo no resulta extraño que sea representada
como gorda. Nada más lejos de la idea de enfermedad que las
representaciones de la mujer en figuras como la Venus de
Willendorf, de Lespugue o de Laussell. Nada más fisiológico,
normal, que conservar la especie.
La mujer, procreadora primero y nutriente después, es
equiparable a la “madre tierra”: en ella nace y se nutre la vida. En
un pensamiento más mágico que lógico la figura de la mujer,
reflejo de esa tierra germinal, adquiere propiedades de deidad. La
bíblicamente malvada Astarté es de carnes opulentas, muslos sobrados y
un punto de erotismo.
Igual ocurre con la diosa Bachué en la que gordura parece simbolizar
grandeza. Bachué o Furachogua en el idioma indígena significa mujer
buena. Representa a una mujer muy fecunda que en cada parto daba a
luz entre cuatro y seis hijos, con los que vino a llenar de gente toda la
tierra.
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Procreación, deidad y también pecado. A lo largo de la
historia, lo “abundante” ha sido algo opuesto al
ascetismo. Abundancia y vida libidinosa han ido
opuestos a control y castidad. La gula es pecado.
La representación de la virtud implica que la gordura es peligro cuando no pecado. Ahí
están, por ejemplo, las jóvenes del Jardín
de las Delicias del Bosco.
Gordura para procrear, para adorar o para
pecar, también la gordura ha sido moda
pues no es ésta algo de hace dos días. ¿Le
gustaban las gordas a Renoir? Parece que el
artista no pintaba tanto lo que le gustaba
como lo que veía, “lo que estaba de moda”.
Y así lo hizo también Rubens exaltando la grasa con apariencia no disimulada y
rotundidad. Homenaje a lo exuberante, a la vida representada en lo adiposo. Sus Tres
Gracias (Eufrosine, Talía y Anglae) representan esta eclosión de vida.
Bañistas (Renoir) Tres Gracias (Rubens)
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Artemisa de Rembrandt y El juicio de Paris del citado Rubens reflejan claramente esos
gustos de la época, la estética deseada, la belleza femenina concretada en la gordura.
Las carnes sonrosadas, exuberantes, nos regalan formas redondeadas, estéticamente
admirables.
Artemisa (Rembrandt) Juicio de Paris (Rubens)
Pero no sólo Renoir o Rubens plasmaron este canon de belleza femenina. Igual
expresión encontramos en Tintoretto o Tiziano. El primero pinta a Susana como mujer
inmensa, voluptuosa, adiposa. La sensualidad de la Venus de Urbino es un estreno en el
arte del Renacimiento: ahora gordura y deseo van de la mano.
Susana en el baño (Tintoretto) Venus de Urbino (Tiziano)
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Y siguiendo el arte nos vamos a la historia y la literatura. En ésta, en las
representaciones del Juicio Final, los condenados aparecen gordos, adiposos,
congestionados, mientras quienes logran la salvación son ligeros, delgados, de cuerpo
armónico.
Nuestro emperador, Carlos V, ideológicamente entre lo medieval y renacentista,
muestra el conflicto de tener que representar la virtud (emperador cristiano) y sus
irresistibles impulsos hacia la comida que le llevaron a excesos conocidos.
En cuanto al pueblo llano, tal vez Sancho Panza representa mejor que nadie el júbilo de
la plebe cuando ocasionalmente se topa con la abundancia. Y Sancho tiene firmes
convicciones al respecto:
[...] más quiero hartarme de gazpacho que estar sujeto a la miseria de un médico
impertinente que me mate de hambre [...]
En su forma de comer disfruta haciéndolo en un [...] rincón sin melindres ni respetos
[...]
Y mientras su señor, D. Quijote, está en su mundo, Sancho [...]no llevaba otro cuidado
sino de satisfacer su estómago [...]
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LOS OBESOS. NACIMIENTO DEL PROBLEMA
Si históricamente hubo Gordos y nada hacía pensar en la Obesidad como patología,
también es cierto que siempre ha existido cierta preocupación sanitaria por ello. En los
Aforismos hipocráticos (siglo V a.C.) está claro: Quienes por naturaleza engordan
demasiado son más propensos a una muerte repentina que los que son delgados. Y
queda claro que por naturaleza no es otra cosa que por disposición genética. Al parecer
en la civilización micénica existía una pócima secreta capaz de neutralizar las
transgresiones dietéticas, lo cual fue envidiado por los griegos (Bruch, 1975). Y si
Sócrates aconseja el ejercicio matinal para combatir el sobrepeso las clases poderosas
romanas disponen de un vomitorum en las casas para aliviarse de los excesos.
Entre excesos y virtudes, transgresiones y consejos llegaremos hasta el siglo XIX. El 01
de abril de 1755 nace Jean Anthelme Brillat Savarin quien dos meses antes de morir en
1826 viera publicada su obra Physiologie du goût ou Méditations de Gastronomie
trascendente, ouvrage théorique, historique et á l´ordre du tour, dédié aux gastronomes
parisiens par un professeur, membre de plusieurs societés littéraires et savantes. Más
conocido como “La Physiologie” de Brillat Savarin, con este autor nace la cultura del
comer y la distinción entre el gourmet y el glotón y voraz. También Brillat es el que de
forma clara asocia obesidad con estética:
[...]Entiendo por obesidad ese estado de congestión grasosa en el que, sin que el
individuo esté enfermo, los miembros aumentan poco a poco de volumen y pierden su
forma y armonía primitivas. La obesidad perjudica la belleza al destruir la armonía de
proporciones primitivamente establecida, porque todas las partes no engordan por
igual [...]
También en el siglo XIX se hizo muy popular William Banting con su obra Letter of
Corpulence, addressed to the Public. En este trabajo hace un alegato contra la
corpulencia a la par que propone una cura para ella. Propugnaba que su dieta había sido
tan eficaz para él mismo que de casi no poder moverse había llegado a vivir 81 años.
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En 1829, William Wadd publica Comments on Corpulency, Lineaments of Leanness,
Mems on Diet and Dietetics, obra divulgativa, con dibujos realizados por el mismo
autor y que aportaba cartas y comentarios de “pacientes”.
Sin duda la presencia de fuertes criterios estéticos ha dejado al obeso “fuera de las
enfermedades” durante siglos. Moderación, transgresión y belleza han sido los campos
semánticos en los que gordos y flacos han entrado. Sólo las “consecuencias” podían
pasar a formar parte del concepto enfermedad. Hoy no tenemos duda de que la
OBESIDAD es una ENFERMEDAD y de que las consecuencias socio-sanitarias de la
misma resultan alarmantes empezando por la población infantil.
¿Desde cuando la obesidad es considerada una enfermedad?
Los antecedentes de la clasificación estadística sistemática de las enfermedades se
remontan al siglo XVIII. La base fue realizada por dos de los primeros estadísticos
médicos, William Farr (1807-1883) y Jacques Bertillon (1851-1922). Es en 1893
cuando se adopta una primera clasificación de causas de muerte para uso internacional
gracias al trabajo de William Farr (Inglaterra), Marc D´Espine (Suiza) y Jacques
Bertillon (Francia). En agosto de 1900 el gobierno francés convocó la primera
Conferencia Internacional de la Revisión de la Clasificación Internacional Bertillon de
Causas de Defunción. La siguiente conferencia se celebró en 1909, y el gobierno
francés convocó conferencias subsiguientes en 1920, 1929 y 1938.
En la Nomenclatures des Maladies de Bertillon (1903) no aparece referencia alguna a la
obesidad ni al sobrepeso, haciéndose mención en el apartado Autres maladies générales
a la Graisseuse géneraliseé. Recordemos que Graisseuse se traduce como graso(a),
adiposo(a). En la revisión de 1909 de la citada Clasificación, conocida como
Nomenclature Internationale des Maladies, nos encontramos con la misma referencia.
En la clasificación publicada en 1921 sigue figurando lo mismo. En la publicada en
1930 figuran las siguientes especificaciones en Autres maladies générales: se hace
referencia a la degeneración grasa de arterias, corazón, hígado, músculos, riñones,
sistema nervioso, etc. y a la esteatosis. Están presentes la distrofia y síndrome adiposo-
genital. En la revisión de 1938 nos encontramos, por primera vez, con el término
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OBESIDAD al hacer referencia a la Obésité Pituitaire, Obésité Suprarrénale y
OBÉSITÉ.
En la sexta revisión (1948) de la Clasificación Internacional de Enfermedades aparece,
de nuevo, la Obesidad. En la séptima revisión (1955) encontramos: Obesity, not specified as of endocrine origin. Igual descripción aparece en la octava revisión de 1965. Ya en la novena clasificación (1975) encontramos tanto el SOBREPESO como la OBESIDAD y la SOBREALIMENTACIÓN. 278. Sobrepeso, obesidad y otra hiperalimentación.
278.0 Sobrepeso y obesidad
Excluye:
-Distrofia adiposogenital (253.8)
-Obesidad de origen endocrino no especificada en otro lugar (259.9)
Usar código adicional para identificar el Índice de Masa Corporal (IMC) si se
conoce (V85.21V85.4).
278.00 Obesidad no especificada.
Obesidad no especificada de otro modo.
278.01 Obesidad mórbida.
Obesidad severa.
278.02 Sobrepeso.
Nos encontramos con que el sobrepeso y la obesidad excluyen la distrofia
adiposogenital y la obesidad de origen endocrino. Por primera vez aparece la mención al
uso del INDICE DE MASA CORPORAL como código adicional. Finalmente se
contempla la “adiposidad localizada” y otras formas de “hiperalimentación:
278.1 Adiposidad localizada.
Masa grasa.
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278.8 Otra hiperalimentación.
Y así, en este recorrido taxonómico, llegamos a la Clasificación Internacional de
Enfermedades, de 1989, correspondiente a la décima revisión. En este caso aparecen los
siguientes términos:
E65-E68. Obesidad y otros tipos de hiperalimentación.
E65 Adiposidad localizada
Masa grasa
E66 Obesidad.
Excluye:
-Distrofia adiposogenital (E23.6).
-Lipomatosis:
. No especificada en otro lugar (E88.2)
. Dolorosa [Dercum] (E88.2)
-Sindrome de Prader-Willi (Q87.1).
E66.0 Obesidad debida a exceso de calorías.
E66.1 Obesidad inducida por drogas.
Use código adicional de causa externa (Capitulo XX), si desea identificar la
droga.
E66.2 Obesidad extrema con hipoventilación alveolar.
Sindrome de Pickwick.
E66.8 Otros tipos de obesidad.
Obesidad mórbida.
E66.9 Obesidad, no especificada.
Obesidad simple no especificada en otro lugar.
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E67 Otros tipos de hiperalimentación.
Excluye:
-Hiperalimentación no especificada en otro lugar (R63.2).
-Secuelas de hiperalimentación (E68).
E67.8 Otros tipos de hiperalimentación especificados.
E68 Secuelas de la hiperalimentación.
Ya reconocida la obesidad como patología, otro hito importante en su consideración es
el que hace referencia al uso del Índice de Masa Corporal para su cuantificación. En el
siglo XIX, el belga Adolfo Quetelet desarrolla la fórmula para el cálculo del citado
IMC, también conocido, por ello, como Índice de Quetelet. Antes de 1980 las medidas
se basaban en tablas para hombres y mujeres que daban lugar a rangos de peso corporal
según las estaturas. Fue en los años 80 del pasado siglo cuando el Índice de Quetelet fue
adoptado como la mejor medida para la cuantificación del grado de obesidad. Las
campañas de prevención impulsadas por diferentes gobiernos en los años 90
popularizaron dicho Índice.
Y como tantas veces en medicina, clasificadas, medidas y no siempre bien definidas las
enfermedades, transcurrirá mucho tiempo hasta que muchas definiciones acaben por dar
lugar a un concepto de obesidad más o menos consensuado: Exceso acumulado de
grasa corporal, que se presenta como resultado de un balance positivo sostenido de
energía, originado a su vez por un desequilibrio permanente entre la ingesta
alimenticia y el gasto energético.
Clasificada, medida, definida, llegarán poco a poco las cifras y en 1997 la Organización
Mundial de la Salud declara la obesidad como una epidemia de carácter global que
plantea una grave amenaza para la salud pública debido al aumento del riesgo de
trastornos asociados como la hipertensión, la cardiopatía coronaria y la diabetes
mellitus tipo 2.
Y como decíamos irá llegando el baile de cifras. Así por ejemplo:
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-Entre 1980 y 1995 la prevalencia de obesidad pasó a ser el doble en el Reino
Unido.
-En Europa, más de la mitad de los adultos entre 35 y 65 años presentan
sobrepeso u obesidad. Destaca en los países mediterráneos y del este.
-En Estados Unidos tiene obesidad una tercera parte de la población de 20 o más
años. Si hablamos de sobrepeso entonces resulta en 6 de cada 10 ciudadanos.
-En el mundo más de mil millones de personas tienen sobrepeso; son obesos
unos 300 millones (datos OMS).
En la población adulta española (25-65 años), según diferentes datos recogidos por la
Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), nos encontramos con que
presentan un IMC igual o superior 25 (punto de corte de peso normal frente a
sobrepeso) un total del 52,9%. De 25 a 30 habría un 39,5% y por encima de 30 estaría el
13,5%. Por sexos se observan algunas diferencias: entre 25 y 30 de IMC habría un 47,5
de hombres frente a un 31,6% de mujeres. La cosa tiende a invertirse por encima de 30
de IMC: 11,5% de varones frente a 15,3% de mujeres.
Un dato de interés para España es que entre 1987 y 2000 las cifras se han duplicado.
Tras clasificaciones, medidas, definiciones y cifras, llegó la economía: cada vez se
habla más de los costes económicos de la obesidad y los trastornos directamente
relacionados con ella. Y se aclara que la obesidad comporta costes directos (coste
sanitario) e indirectos (merma en la productividad). Todo está ya calculado:
-Costes de los servicios sanitarios con un IMC de 30 a 34,9: 25% más que en personas
con IMC de 20 a 24,9.
-Coste con IMC de 35 o más: 44% más que cuando el IMC es normal.
Ya reconocida como enfermedad, etiquetada como epidemia y calculados los costes no
se hace esperar la “guerra contra la obesidad” que ha dado lugar, sin ningún género de
dudas, a algunos efectos colaterales: la guerra contra el obeso. La guerra comercial, se
entiende. Y para el éxito de esta guerra comercial hay que generar (previamente) la
insatisfacción no ya del obeso sino de cualquiera que tenga (algo) de grasa. Es la
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“lipofobia” que utiliza el binomio belleza-salud como reclamo para el consumo. Gordo
y sano no es posible y gordo y bello tampoco.
¿Qué ha ocurrido con la batalla contra la grasa?
No parece haber duda sobre el hecho de que el tratamiento de la obesidad se ha
convertido en un frente de batalla, en una verdadera guerra contra cualquier insinuación
corporal de grasa. La proliferación de remedios antigrasa ratifica una realidad que,
guste o no, es aplastante.
Dietas, ejercicio, fármacos y cirugía son las armas utilizadas en esta singular batalla. Y
tal vez el plural cabe para todas ellas pues es mejor hablar de “ejercicios” y “cirugías”
habida cuenta de la proliferación de modalidades que vamos viviendo.
Sobre las dietas, me atrevería a plantear un clasificación entre “sensatas” e “insensatas”
y dentro de éstas las que podrían ir desde un mero entretenimiento hasta una auténtica
estafa. También podríamos hablar de en qué grado perjudican. Lo que no es posible es
clasificar las dietas por su eficacia pues, en lo que a la obesidad se refiere, ninguna logra
nada a medio-largo plazo. Al fin, un fiasco para el obeso.
Si entramos en la cosa del ejercicio hay tantos “ejercicios” y gimnasios para perder peso
(y el tiempo y el dinero) que poco hay que decir.
La única verdad es que si el obeso aprendiera a comer y, simplemente, a caminar,
mediante un programa de modificación de conducta y un adecuado apoyo psicosocial
los resultados serían evidentes. Pero eso no está de moda. La moda es la dieta y el
gimnasio.
Pero los grandes esfuerzos “científicos” parecen ir dirigidos hacia los fármacos y las
cirugías. Y así, desde fármacos para tomar hasta medicamentos para aplicar nos
encontramos una “amplia gama” de productos “al servicio del consumidor”. Resulta que
los fármacos con indicación en la obesidad han sido aprobados, como quien dice,
anteayer. Y en cuanto a las cirugías de la obesidad, los inicios datan de 1954 cuando se
realiza el, primer bypass yeyuo-ileal no con el objeto de reducir el peso sino para
combatir la hipercolesterolemia.
¿Cómo han ido evolucionando los tratamientos?
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Analizando el número de artículos publicados, revisando dos bases de datos bien
reconocidas como son Medline y Scopus, podemos ver, en primer lugar, el interés por la
investigación sobre obesidad y la evolución en los últimos años. Lo más llamativo es el
incremento marcado que se produce desde la década de los 80 del pasado siglo.
Arts. Obesidad
0
5000
10000
15000
20000
25000
30000
35000
1960-1969 1970-1979 1980-1989 1990-1999 2000-2006
SCOPUS
MEDLINE
De todos esos artículos, hemos analizado el porcentaje que hace referencia al
tratamiento y a la prevención. En el primer caso veamos las dos bases de datos:
TRATAMIENTOS (% DE ARTÍCULOS) SCOPUS
0
5
10
15
20
25
30
35
40
45
1960-1969 1970-1979 1980-1989 1990-1999 2000-2006
DIETA
EJERCICIO
FARMACOS
CIRUGÍA
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TRATAMIENTOS (% ARTÍCULOS) MEDLINE
0
5
10
15
20
25
30
35
40
1960-1969 1970-1979 1980-1989 1990-1999 2000-2006
DIETA
EJERCICIO
FARMACOS
CIRUGÍA
Aunque las tendencias varían en función de la base de datos consultada, la cirugía es en
ambas, desde los años 70, lo que predomina en la literatura científica sobre tratamientos
de la obesidad. En los 80 y 90 parece haber una tendencia a publicar sobre el ejercicio
como tratamiento de la obesidad, mantenida o en descenso en la actualidad. En cuanto a
los tratamientos dietéticos parecen ser los más estables a lo largo de los años y,
finalmente, desde los 80 aumentan las publicaciones sobre tratamientos farmacológicos.
En cuanto al interés por la prevención, aquí las cosas no dejan lugar a dudas:
ARTS. PREVENCIÓN OBESIDAD
0
1000
2000
3000
4000
5000
6000
7000
1960-1969 1970-1979 1980-1989 1990-1999 2000-2006
MEDLINE
SCOPUS
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EFECTOS COLATERALES DE LA GUERRA: LOS OBSESOS
La grasa corporal no puede ponerse de moda
Paul Poiret (diseñador), 1908.
La actual obsesión por no estar gordo, por adelgazar, por hacer dietas... también tiene su
historia. No cabe duda de que el citado Poiret introduce un “nuevo estilo” para la mujer
(a ella se dirigía el mensaje). Ya en los años 40 aparece el concepto de “peso ideal” de
manos de compañías de seguros “interesadas por la salud”. En 1944, en la Universidad
de Minnesota se advierte, por primera vez, del peligroso “efecto yo-yo” como resultado
de “practicar dieta”. La primera gran campaña contra la obesidad se produce en Estados
Unidos en 1951. En 1960 nace la asociación Overeaters Anonymous. En la misma
década surge el fenómeno Twiggy representando el “ideal de belleza”, que será
revitalizado en los 90 por Kate Moss. En 1963 aparecen las primeras acciones y dietas
propuestas por la asociación Weight Watchers. Al final de los 60, tras la publicación del
libro Aerobics por parte de Kenneth H. Cooper, la palabra aerobics se incluye en el
lenguaje “oficial” del diccionario Webster apareciendo así en la actualidad:
Aerobics is an effective physical exercise done to music. Apart from staying power, strength, flexibility,
coordination, and tact are trained. Aerobics is very popular with women who do it together in a group or
alone in front of the television. Aerobics are a form of aerobic exercise, but they are not the only one.
Y llegando a nuestros días, vale la pena recordar:
-Lo que podríamos llamar “dietas de moda pasajera” se inicia en 1968 con la
publicación, de Stillman y Sinclair, “The Doctor´s Quick Weight Loss Diet”.
-En 1972 aparece la “revolucionaria dieta” del Dr. Atkins.
-Otro best seller aparece en 1979: “The Complete Scarsdale Medical Diet”, de
Tarnower y Sinclair.
-En 1987 Oprah Winfrey anuncia en televisión la eficacia de las “dietas
líquidas”.
-La expresión antes muerta que gorda nace en 1994: en la revista Esquire
aparece una entrevista a 1000 muchachas entre 18 y 25 años de las cuales el 54%
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preferían morir antes que estar gordas. Un 66% preferirían ser malas o estúpidas antes
que gordas.
-En ese mismo año se realizaron en Estados Unidos 51000 liposucciones.
-Estados Unidos se conmociona en relación con la anorexia nerviosa tras la
muerte, por dicha enfermedad, en 1983 de Karen Carpenter, famosa cantante pop de los
70. En 1996 ya se estimaba que 8 millones de norteamericanos padecían anorexia o
bulimia.
Y sin darnos cuenta hemos pasado de la lucha contra la obesidad a la obsesión por
adelgazar. Algo se ha hecho mal, sin duda. Pues, al fin, la obsesión es patología o, en
menor escala, un buen camino para ello. Y ya no es que nadie quiera estar obeso sino
que hay una epidemia de “lipofobia”, nadie quiere “engordar” un gramo sino que
“siempre es bueno “perder algo de peso”. Hemos creado la necesidad pues hemos
logrado creer que adelgazar el SANO y BELLO. Siempre sano y siempre bello.
La relación entre aspecto corporal y determinantes sociales, por ejemplo económicos, es
bien conocida. Sobal y Stunkard ya señalaban en 1989 que las formas redondeadas son
menos valoradas en sociedades avanzadas que en economías menos desarrolladas. El
modelo de cuerpo delgado, extremadamente delgado, surge en el siglo XX y se extiende
rápidamente a toda la población de nuestro entorno. Este modelo presiona
especialmente a las mujeres a la vez, que se produce su incorporación a lo social
dejando, en parte, su papel tradicional de ama de casa.
El modelo de mujer delgada se desplaza en el tiempo y en el espacio siguiendo el ritmo
del desarrollo económico. Va de los países más desarrollados a los menos desarrollados
y tiene una incidencia casi nula en los países del tercer mundo. Aparece primero en
jóvenes de clase alta y pasa a la mayoría de la mano de los modelos de estas clases,
difundidos por los medios. De hecho, desde 1985 ha venido aumentando la proporción
de pacientes con anorexia entre la clase baja (Gard y Freeman, 1996). Cuando se analiza
el modelo corporal y su evolución histórica, se hace referencia a condiciones de clase y
la evolución del consumo en los diferentes grupos sociales En épocas donde la
obtención de alimentos es privilegio de las clases dominantes, la ostentación de peso, la
gordura, es símbolo de status, de condición social privilegiada. Cuando el consumo de
alimentos se hace accesible a la mayoría, un nuevo elemento de distinción y status viene
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a sustituirle, la delgadez. En cuanto a delgadez y delgado ya vimos algunas cuestiones
etimológicas y las connotaciones al respecto.
En una sociedad desprovista de ideología, sin metas participativas, sólo consumista, el
beneficio parece la única coherencia, todo parece orientado al consumo. Consumir
comida y consumir estética (Cisneros, 2001) están de moda. Mediante este consumo se
nos ofrece la construcción de un cuerpo joven, sexualmente atractivo, que se esculpe
con dietas, ropas ceñidas, músculos, cirugía, tatuajes o piercings (Soldevilla, 2001).
Tenemos sobrados datos de cómo se transmite el modelo de mujer delgada en los
medios, de qué forma se usa la imagen de la mujer en nuestra sociedad consumista.
Veamos algunos datos:
-En las revistas femeninas se prioriza el cuerpo, el desnudo, en todo caso el
cuerpo parcialmente vestido (Soley y Kuzbard, 1986).
-Cuando aparecen fotografías de hombres prima el rostro, en el caso de la mujer
se destaca el cuerpo (Archer et al., 1983).
-Más de dos tercios de chicas adolescentes y preadolescentes tienen en cuenta
imágenes de modelos a la hora de definir su concepción del cuerpo femenino. Casi el
50% de ellas desea perder peso al ver esas imágenes (Field et al., 1999).
-La visualización, en televisión, de cuerpos delgados parece incidir en la
insatisfacción corporal y en la autoestima (Heinberg y Thompson, 1995) y al ver, en
dicho medio, actrices, el 81% de las chicas se fija especialmente en si están gruesas o
delgadas.
-Al menos el 60% de las mujeres que aparecen en programas habituales son muy
delgadas. Esto mismo sólo ocurre en el 17% de los hombres (Silverstein et al., 1986).
-Casi el 60% de las chicas de 9 y 10 años desea ser como las chicas que aparecen
en la televisión (Taylor et al., 1998).
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-La lectura habitual de artículos sobre dietas o control de peso aumenta
claramente el riesgo de llevar a cabo dietas malsanas (Utter et al., 2003).
-Casi el 60% de los adolescentes está interesado en artículos de dietas, control
de peso, etc. (Martínez Mallén et al., 1993).
-Dichos artículos aparecen en “revistas femeninas”, especialmente dirigidas a la
mujer (Andersen y Di Domenico, 1992; Silverstein et al., 1986).
-Casi el 90% de las adolescentes señala que entre sus amigas y compañeras es
frecuente hablar de peso y de ciertas partes del cuerpo (Martínez Mallén et al., 1993).
-La insatisfacción corporal expresada por otra persona provoca insatisfacción
corporal e incrementa el deseo de delgadez en quien la contempla (Stice et al., 2003).
-En 1985, por ejemplo, los televidentes americanos estaban expuestos
anualmente a 5260 anuncios. De ellos, 2000 se referían a estética corporal. El 10%
subrayaba claramente la importancia de la belleza y de la delgadez en la valoración de
la persona (Downs y Harrison, 1985).
-El 40% de las chicas siente deseos de seguir una dieta adelgazante al ver u oír
un anuncio dedicado a productos afines (Toro et al., 1994).
-En una recopilación de adjetivos asociados a obesidad (Ogden, 2003), vemos
que los pacientes obesos son calificados como menos atractivos, carentes de
autodisciplina, perezosos, impopulares, poco activos, poco inteligentes, no dispuestos a
trabajar duro, con menos éxito y malos deportistas. Si los pacientes son mujeres, el
juicio es más negativo.
-Cuanto más deseado es el volumen de grasa en la mujer menos valorado su
trabajo, el poder político y el control sobre los recursos (Anderson et al., 1992).
-La curvilinealidad femenina disminuye según aumenta el número de mujeres
dedicadas a trabajos profesionales (Silverstein et al., 1986).
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-Hay claras diferencias en la presentación que los medios hacen de las imágenes
de hombre y mujer como hemos podido observar en diversos textos periodísticos y
publicitarios (Márquez y Jáuregui, 2006).
Los deseos expresados en relación con el peso fueron bien recogidos por Raich en 1996.
En resumen, los hallazgos más significativos resultaron ser:
o Los hombres desean pesar más, incluso un 12% de los hombres que presentan
sobrepeso.
o Entre las mujeres con bajo peso, el 18% desea pesar aún menos y el 66% desea
seguir en bajo peso.
o Entre las mujeres con peso normal, el 82% quiere pesar menos.
o El 100% de las mujeres con sobrepeso desea adelgazar.
La construcción de nuestra imagen corporal es algo personal y social. La imagen
corporal se va estableciendo desde la infancia; hacia los dos años muchos niños ya se
reconocen en el espejo y desde la etapa preescolar se van teniendo datos de la imagen
que se debe tener y cómo no se debe ser. Como dice Raich (2000), Cenicienta y
Blancanieves representan el físico, la imagen, de las vencedoras frente a hermanastras o
madrastra, feas y malas.
Del caldo de cultivo social relacionado con la imagen se derivan determinadas
situaciones de riesgo relacionadas con el peso y las dietas. La persecución de los
gordos; la presión de los medios para perder peso (con machacante proliferación de
anuncios de dietas, productos light, gimnasios y artilugios gimnásticos, fomento de
determinadas tallas de ropa -cada vez menor talla y menos ropa-, la asociación de
actrices y personajillos famosos con delgadez y éxito social…); una autoestima de la
mujer muy centrada en su aspecto físico, y en concreto en la delgadez, frente a la del
hombre, todavía más centrada en la fuerza y la destreza; una educación con diferencias
de género aún escandalosas en la que a la mujer se la entrena más para la apariencia; la
perversa asociación actual entre delgadez y salud con el único y claro objetivo de
vender delgadez y no salud; y una engañosa igualdad hombre-mujer que ha llevado a
una sobrecarga de responsabilidades en la mujer, pues la igualdad, en casa, ha resultado
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un fiasco en muchísimos casos. Y finalmente, otro engaño, el de las dietas. Se venden
dietas como si la pérdida de peso estuviera al alcance de comprar un producto y un poco
de voluntad. El consumista concepto de peso ideal está muy por debajo del peso
promedio de la población normal, y las pérdidas de peso con dietas-consumo-engaño no
las mantienen más del 5% de los consumidores. La dieta repetida, que promocionan las
empresas dedicadas a ello, si algo asegura es engordar con facilidad. Y la práctica de la
dieta parece un deporte de masas, sin duda reflejo de una alienación social sin parangón
histórico.
No quisiera terminar sin señalar, de modo resumido, algunas cuestiones que no deben
olvidarse:
-Los ideales de belleza y aspectos relacionados con la imagen corporal varían entre
culturas. No en todas está mejor vista la delgadez. Un ejemplo pueden constituirlo las
comunidades musulmanas y, entre nosotros, la gitana.
-En cada cultura, los citados aspectos varían con el tiempo. En los años 40, en España,
estar delgado era estar enfermo, en la actualidad…. Sin comentarios.
-El tema de la imagen corporal ha ido dando lugar a todo un vocabulario propio
(Stewart y Williamson, 2004): imagen corporal, alteración de la imagen corporal,
distorsión de la imagen corporal (sobrestimación del tamaño), insatisfacción corporal,
preocupación excesiva por la forma y el tamaño, disforia en relación con el cuerpo,
tamaño real / ideal / razonable, conductas de adelgazamiento. Tal vez este vocabulario
sirva para que todos acabemos etiquetados.
-El tratamiento de todo lo relacionado con la imagen corporal se dirige hoy en día a los
trastornos de la conducta alimentaria, el trastorno dismórfico corporal, la obesidad
y….¡la población subclínica!, los insatisfechos con su imagen corporal, los OBSESOS.
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