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7/23/2019 Historia Argentina de La Vda de Inters Social_Parte 3_1943-1955 La Vda de Un Proyecto Nacional
1/10
All lejos hace
tiempo
La
vivienda de
un
Proyecto
Nacional
Mara Isabel de Larraaga,
Alberto Petrina, arqs.
Introduccin. Una curiosa laguna
histrico-arqUitectnica
Cuando diez aos atrs comenzamos a
investigar la arquitectura producida por el
Estado argentino durante la dcada que
va desde 1945 a 1955, no pensbamos
que su anlisis iba a presentar mayores di
ficultades
ni
que nos
tomara
ms tiempo
que el necesario para preparar un par de
artculos que nos solicitara Marina Wais-
man para la seccin de Historia de
la
Ar
quitectura que, por aquel entonces, diri
ga en la revista summal. Pues nos eauivo
camos en lo uno y en lo otro.
La falta casi total de antecedentes en
materia de crticas
o
aun de simples cr
nicas- hizo que nuestro trabajo debiera
organizarse prct icamente a partir de cero
y, por otra parte,
el
descubrimiento de
datos paulatinamente reveladores nos
mantiene hasta hoy en
el
estudio del te
ma, ya con miras a una publicacin exhaus
tiva sobre el mismo.
La
destruccin siste
mtica o la interdiccin de gran parte de
los archivos pblicos referidos a la poca
por accin de la Revolucin "Libertado
ra de
1955,
la
persecucin poi tica sufri
da por los funcionarios del gobierno cons
titucional derrocado
-condenados
a la
crcel o al
exilio-
y la maquinaria propa
gandstica del rgimen neocolonial reins
taurado mediante aquel golpe de Estado
impidieron, a lo largo de muchos aos, to
da posibilidad de informacin e investiga
cin acerca de este perodo histrico fun
damental para la comprensin de
la
Ar
gentina moderna y de
las
luchas por la
unidad y
la
construccin de la Patria
Grande iberoamericana. Esta ltima es
una de las principales razones por las que
la mencionada ausencia de bibliografa es-
pecfica sobre la arquitectura de
la
poca
(salvo excepcionales referencias, como en
los casos de Claudio Caveri
2
o Ramn Gu
tirrez3 y, ltimamente, Pedro Sonder
guer4) resulta llamativamente curiosa, da
do que se plantean demasiados interro
gantes sin respuesta
de
los que sealare
mos slo algunos:
l mo
pudo haberse
silenciado una obra de gobierno que pla-
66
.
nific y construy 500.000 viviendas des
tinadas al pueblo -un tercio de la canti
dad total del parque habitacional enton
ces
existente-
5
, mientras que
la
Comisin
de Casas Baratas produjo 1.095 unidades
en 30 aos (desde 1915 a 1945)? lPor
qu callar que el Banco Hipotecario Na-
cional, desde su creacin en 1886 hasta
1946 (60 aos), otorg crditos destina
dos a la compra o a
la
construccin de
20.000 unidades de vivienda, mientras
que entre 1946 y 1950 (4 aos) lo hizo
para 135.000?
lOe
qu modo obviar
el
dato de que en 1946
el ~ t d o
tuviese
1.636 escuelas bajo su tutela y, entre ese
ao y 1952, pasaran a depender del mis
mo nada menos que 4.000 nuevos esta
blecimientos6? En
cuanto
a la informa
cin de que los centros sanitarios estatales
contasen en
1946
con 2.507 camas y en
1951, 5 aos despus, con 109.200
-al
bergadas, claro est, bajo los techos de
flamantes hospitales-,
lno
habr sido
pasada por alto debido a su irrelevancia?
Pareciera ser que la contestacin a es-
tas preguntas imprudentes hay que bus
carla, desde que no nos la ofrecen los ma
nuales de Historia de
la
Arquitectura Ar
gentina, en motivaciones poi ticas. Expre
samente, en las motivaciones que llevan a
ciertos historiadores a sobrevolar sobre la
primera -y, hasta ahora,
nica-
experien
cia de arquitectura de masas en la Argen
tina, y a detenerse en xtasis ante
las
deli
cias de una cornisa o de un picaporte (lo
que no es criticable por contraste entre
ambos trminos sino, pura y simplemen
te, por omisin del primero). Por todo lo
apuntado,
la
historiografa liberal ha rele
gado la produccin arquitectnica del pe
rodo peronista a una situacin de conve
niente olvido.
Es
que habra que recurrir
a verdaderos malabarismos dialcticos pa
ra poder presentar como negativo para los
intereses del pas
el
hecho de que la can
tidad de metros cuadrados construidos
durante el breve lapso de una dcada igua
le holgadamente -y , probablemente, an
sobrepase- al metraje total producido
desde 1880 hasta la fecha de inicio de la
Revolucin liderada por el general Pern,
es decir, la misma ifra giobal para
10
y
65 aos de administracin, respectiva
mente. Como no pudo aducirse otra cosa
se acus al Justicialismo de que lo hecho
era un mero rasgo demaggico del "R
gimen". Y en lo especfico arquitectni
co, se dijo que
la
cantidad obraba en des
medro de la calidad. Sin embargo, nunca
antes en
la
Argentina los intereses y
la
idiosincrasia cultural del pueblo fueron
interpretados mediante una respuesta f
sica tan respetuosa y digna como durante
esos aos. La arquitectura incorpor
la
modalidad vital del hombre del comn y
ste, naturalmente, se identific con ella.
Pero no por eso
se
renunci
-como
pre
tenden
muchos-
a volcar a esta experien
cia los postulados tericos del Movimien
to
Moderno que eran esgrimidos, desde
la
derecha oligrquica a la izquierda cipaya,
como argumentos de enfrentamiento con
la
obra realizada por
el
Gobierno. Y tan
no se renunci a
la
inclusin de las nuevas
pautas de diseo que
la
verdadera difu
sin masiva de la arquitectura moderna, a
escala nacional, se realizar desde las ofi
cinas tcnicas del Estado durante la po
ca de referencia.
Ah
estn, para probarlo,
la
admirable serie de edificios destinados
a Correos y Telgrafos en las principales
ciudades del pas;
el
conjunto de unida
des sanitarias para el Noroeste;
la
Ciudad
Universitaria y
la
Ciudad Hospital en Tu
cumn; el Centro Cvico de Santa Rosa,
en La Pampa; la Municipalidad de Crdo
ba; el
Teatro
Municipal General San Mar-
tn,
la
sede central de Telfonos o el
Autdromo Municipal, en Buenos Aires
y, fundamentalmente,
el
desarrollo de la
tipologa del monobloque racionalista,
multiplicada en numerosos conjuntos ha
bitacionales construidos a partir del
50
en
adelante. La actitud oficial result en este
punto admirablemente flexible y pragm
tica, y permiti que los mejores planteos
de
la
arquitectura internacional del mo
mento, convenientemente adaptados a las
propias necesidades, sirviesen a las inten
ciones sociales de su programa. No obs
tante su
importancia -o , precisamente, a
causa de ella- todas estas contundentes
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No podemos sentir
amor por
aquello
que
des
F r a n ~ o i s
Blondel
Pero los olvidos de una generacin sue
la que le sigue.
lo
entendemos muchos
por
eso an permanez
campo virgen que
otros no mereci la atencin de unas
neas y que, a nuestro juicio, precisa de
completo
para ser expuesto.
que,
como
en
el
caso de los icebergs,
la
la
superficie
es
mnima respecto
de la
se halla oculta.
arquitectura
de
un royecto
Naciona
A esta altura, resulta imprescindible
el profundo
la prctica en el terreno que nos ocupa
la apasionante experiencia pero
La Generacin del
80
-Mitre, Sar
Jurez Cel
haba, en su momento, resuelto el
de brindar albergue fsico a las insti
la
Repblica (pala
Bolsa de Comercio, de
la
Sociedad Ru-
de
los grandes peridicos,
de
los ban
de
las fir
se desarrollaba el juego social
la lite (tea tros 1 ricos, clubs exclusi
hfltels privs .
En pocas
dar
respues
arquitectnica a las necesidades poi ti
la clase di
la cual formaba parte y para la
gobernaba en exclusividad. En
cuanto
resto de la poblacin, qued librado a
le des
el
conventillo; de su asistencia social
la
Sociedad de Beneficen
con las limitaciones obvias y los pre-
. .
juicios de clase que es dable suponer; su
educaci,n, en cambio, estuvo razonable
mente atendida a partir de la sancin de
la
Ley de Enseanza obligatoria, laica y
gratuita impulsada
por el
presidente Sar
miento.
En cuanto al problema social de la
vi-
vienda, entendido y resuelto como tal, ha
br que esperar al advenimiento del caudi
llo radical don Hiplito Yrigoyen para
asistir a
la
creacin de
la
Comisin Nacio
nal de Casas Baratas, generada para ocu
parse del tema. Esta institucin,
como
ya
sealramos, no alcanz a promover la
construccin de un nmero significativo
de unidades pero tuvo, sin embargo,
el
mrito de haber sido la primera dedicada
a tal fin exclusivo.
Es
que ser precisa
mente con Yrigoyen que la incipiente cla
se
media del pas -los hijos
de
los inmi
grantes europeos nacidos en los conventi
llos
argentinos-
acceder al manejo del
Estado en
1916,
mediante la Ley de Votq
universal, obligatorio y secreto promulga
da en
1912
bajo
la
presidencia del
doctor
Roque Senz Pea.
De ah
que este tipo
de preocupaciones surja recin entonces
en la consideracin de la administracin
pblica.
Finalmente, ser
el
Movimiento dirigi
do
por el presidente Pern
el
que encare
en forma integral y masiva la resolucin
de las temticas sociales. No podra haber
sido de
otra
manera
si
pensamos que
aquel signific, por un lado,
la
irrupcin
de los trabajadores en
el
Gobierno de
la
Nacin y su organizacin como estamen
to social consciente a travs de la Confe
deracin General del Trabajo y,
por el
otro, la
voluntad poltica de encauzar
ins-
titucionalmente tal incorporacin. La pla
nificacin impulsada por esta profunda
revolucin
comenz
por revertir concep
tualmente
la
anterior estructura organiza
tiva del pas. Fue de este modo que duran
te la dcada de gobierno del general Pern
se desarroll un Proyecto Nacional para
la
Argentina, consustanciado con
las
tres
banderas levantadas por el Movimiento
Mara Isabel de Larraaga nace en Buenos Aires,
ciudad en cuya Universidad Nacional se grada
de
arquitecta. Ex profesora. adjunta
de
Arquitec
tura V en la F AU
de
la Universidad Nacional de
La
Plata, actualmente se
desempea
como profe
sora adjunta de Historia de la Arquitectura y del
Arte
111
en
la
F
AU
de
la Universidad Nacional
de Buenos Aires.
En la
funcin pblica,
actu como asesora tc
nica del Instituto de la Vivienda de la Provincia
de
Buenos Aires (1974-1975). Desde 1982 cons
tituye una sociedad profesional con el arquitecto
Alberto Petrina con quien,
asimismo,
realiza in
vestigaciones
en
el campo de la Historia de la Ar
quitectura
desde 1976
hasta
la fecha.
Alberto Petrina '] ce en Buenos Aires en 1945,
gradundose
como
arquitecto en la Universidad
Nacional de esa
ciudad
en
1975.
Ex
profesor
titu
lar de Visin
1
en la Universidad
Catlica de
La
Plata y
ex profesor adjunto
de Historia de la Ar
quitectura
en las Universidades de Morn y de
Concepcin del
Uruguay,
acta en el presente co
mo profesor adjunto
de
Arquitectura 1 a V en la
F AU
de la Universidad Nacional de Buenos Aires.
Ha
publicado
trabajos de cr1t1ca e Historia e ;.
Arquitectura junto con la arquitecta u--,;.ll.i
su socia
desde
1982.
En
1983
obtu\o
e
: : ~
:
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2
3
a
coexistencia pacfica entre arquitectu-
ra pintoresquista - mal llamada califor-
niana - y arquitectura moderna en los
conjuntos habitacionales construidos por
el Gobierno fue una caracterstica perma-
nente de los planes
de
vivienda popular
instrumentados por el peronismo
1/2/3
Barrio uan Pern - oyBrigadier General
Cornelio
de
Saavedra - Buenos Aires,
7
948/1949.
Vistas
generales
de
diversas
unidades
de
vivienda y de
la
escuela
Nacional Justicialista
que l
lideraba: So
berana Poltica, Independencia Econmi
ca y Justicia Social, encuadradas dentro
de una Tercera Posicin no alineada en la
esfera internacional.
El
Proyecto
se
estructur por medio
de dos Planes Quinquenales que abarca
ban la planificacin regional
-rural
y ur
bana- de la totalidad del pas y, en ese
sentido, constituy el primer ejemplo
ra-
cional de integracin armnica del territo
rio de la Nacin, en abierto contraste con
el
proyecto dependiente impulsado por
la
Generacin del
80
que, al concentrar las
funciones y los servicios en
la
ciudad
puerto
de Buenos Aires, no hizo
otra
cosa
que atender a los intereses britnicos, los
cuales nos haban asignado
el
rol
defacto
ra agroexportadora
dentro
del esquema
de distribucin internacional del trabajo.
Por lo dems, debemos considerar que
eran entonces muy pocos los pases peri
fricos que
se
haban puesto a
la
tarea de
planear su crecimiento y su destino. Tal
pareca ser slo una preocupacin. exclusi
va de las grandes potencias (recordemos,
como al pasar, el New Deal de Roosevelt
y los Planes Quinquenales de Stalin). Pe-
rn tambin consider necesario seguir
es-
te camino, utilizndolo como una legti
ma herramienta de afirmacin soberana y
de desarrollo independiente.
Fue as que un porcentaje inusualmen
te
considerable del presupuesto nacional
se
dedic a satisfacer necesidades sociales
bsicas de las clases trabajadora y media,
nunca antes contempladas en la accin de
las
administraciones liberales (hacia 1952
se lleg a
la
cifra rcord de inversin
en
vivienda del 5 9 %del Producto Bruto
In-
terno ndice jams vuelto a alcanzar)
7
.
Los grandes conjuntos habitacionales --i
veces ciudades enteras, como Ciudad Evi
ta, en las afueras de Buenos
Aires-
fue
ron complementados con centros
comuni
tarios que atendan a todos los requeri
mientos de la poblacin en ellos insta'a
da: educacin, salud, deporte, culto,
''.'
creacin, cultura, comercio.
El
Plan
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4/10
4 5
Barrio Los Perales Buenos Aires 7948/
7952. Vistas general
y
parcial de uno de
los monobloques de vivienda colectiva
cional de Salud
-impulsado
por el doctor
Ramn Carrillo ministro del
rea-
cu
bri el pas entero con una red de unida-
des sanitarias hospitales urbanos ciu
dades-hospital regionales que conforma
ron
la
trama bsica del sistema
8 .
En
mate
ria educacional los planes abarcaron
igualmente la totalidad del territorio na
cional de los distintos niveles de ense
anza. e propusieron
y
concretaron ade
ms temticas inditas en Amrica Lati
na: escuelas-taller hogares de ancianos
de empleadas solteras hoteles colonias
de vacaciones sindicales que abriran la
era del turismo de masas. Muchas de estas
obras fueron encaradas directamente por
la Fundacin
Eva
Pern dirigida en for
ma personal hasta su muerte por la mujer
del presidente la mtica Evita.
En
cuanto
a
las
obras pblicas stas abarcaron un
es-
pectro de amplitud nunca antes vista:
puertos aeropuertos 1 neas frreas eleva
dores terminales y de campaa para gra
nos represas centrales hidroelctricas
plantas siderrgicas fbricas de aviones
laboratorios de investigacin de la energa
atmica -los primeros del Tercer Mun
do-
obras de saneamiento gasoductos
puentes autopistas nuevos edificios para
las
grandes empresas nacionalizadas por el
Estado etctera.
Ahora bien no
se
trata slo de puntua
lizar la cantidad de
lo
construido sino y
fundamentalmente-
la calidad de las
obras realizadas las precisas directivas im-
partidas para
la
aplicacin de criterios ur
bansticos integrales
y
de normas de habi
lidad de una generosidad una dignidad
desconocidas hasta entonces la recomen
dacin de tipologas arquitectnicas
res-
petuosas de
las
preferencias de la psico
loga de sus destinatarios la organicidad
de todos los emprendimientos lanzados
desde las oficinas del Estado; en fin
la
de
fensa de la calidad de vida
y
la proteccin
del hbitat humano en toda
su
compleja
magnitud.
Por
lo
dems
es
importante sealar
aqu
la definicin de un nuevo criterio
4
5
9
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5/10
sobre
la
vivienda,
el
que coloc a
la
Ar
gentina a la cabeza de casi todas las poi -
ticas habitacionales aplicadas por aquellos
aos internacionalmente. Este ser el con
cepto
de
vivienda
como
una
funcin ms
totalizadora que
la
comprendida
por la
tradicional acepcin del tema, limitada
meramente
al
techo.
Las
operatorias ofi
ciales previeron expresamente la incorpo
racin del equipamiento comunitario an
tes enumerado, lo que vino a plasmar fsi
camente
la
doctrina progresista y social
mente integradora sustentada por el Go
bierno. Es as que las familias de los obre
ros y
de
los empleados a quienes se asig
naban las unidades
de
vivienda en los con
juntos
planificados
por el
Estado
podan
complementar
la necesaria intimidad e
in-
dependencia de la vida estrictamente fa-
miliar
con
los roles sociales creadores
de responsabilidad y solidaridad, virtudes
imprescindibles para una prctica demo
crtica. Ms
all de las actividades propias
de cada individuo y de cada familia en su
espacio privativo - la vivienda-, se posibi
lita de este modo el ejercicio de los ritua
les que ofrecen a cada
uno
la conciencia
de
su valor social: la educacin
comn de
los chicos en las escuelas del
barrio;
las
compras y la conversacin diaria en el
mercado; los juegos y los deportes practi
cados
conjuntamente
en
el
gimnasio;
la
espera
compartida
en la antesala de la uni
dad sanitaria para
la
vacunacin obligato
ria o la sesin odontolgica; las reuniones
vecinales para
tratar
los problemas de
la
comunidad en el saln de actos el cual,
adems,
cumpla
las funciones de cine
teatro), y tantas otras actividades
que
po
dan
desarrollarse sin abandonar los 1mi
tes de cada
conjunto
habitacional. Obvia
mente, una concepcin muy diferente de
la vivienda, como nueva respuesta a los
, nuevos programas de una sociedad en pro
ceso de transformacin.
Asimismo,
se
consider especficamen
te
la
cuestin de las tcnicas constructivas
y de los materiales a ser utilizados, los
que respondieron plenamente
al
panora
ma tecnolgico local, permitiendo
la
ab-
70
6
sorcin de una enorme cantidad de mano
de obra no especializada que sistemas
constructivos ms sofisticados no hubie
sen admitido.
Todo
ello
se
hizo, no obs
tante,
sin renunciar a
la
inclusin progre
siva de tecnologas ms complejas y de los
postulados tericos de la arquitectura mo
derna los que fueron, de tal manera, pues
tos al
servicio de
las
-cambiantes necesida
des de un pas que se modernizaba acele
radamente.
El estilo
californiano . Los porqus.
1 9 4 6 ~ 1 9 5
A partir de la dcada del
30
comienzan
a producirse en la Argentina grandes mo
.vimientos internos de poblacin desde el
campo
hacia los centros urbanos, los que
se agudizan hacia fines de los aos 40 co
mo consecuencia de
la
enrgica poltica
de industrializacin del pas p r ~ m o v i d
por el peronismo. Esta gente, en general
proveniente de medios culturales de fuer
te arraigo hispanocriollo,
con
ancestrales
tradiciones de paternalismo familiar y
caudillismo poltico, traa consigo una
imagen largamente aprehendida de sus lu-
gares fsicos: vivienda, escuela, hospital,
iglesia, cementerio. En muchos casos,
cuando las regiones de origen eran aque
llas de mayor acervo arquitectnico his
trico -provincias del Noroeste, Crdo
ba, Corrientes- dicha imagen inclua ine
vitablemente el patio rodeado
por
galeras,
las
anchas paredes blancas,
el techo
de te
jas a la espaola.
Fue respecto de este
punto,
precisa
mente, que se plante una encendida con
troversia cuyos ecos an perduran. El pro
blema
por
resolver, en realidad, no era
nuevo, y era el siguiente: lSe proveera
de
techo
a
toda
esta poblacin trasplanta
da,
no
habituada al cosmopolitismo de
las
grandes ciudades industriales, ofrecindo
les las
imgenes que pudieran serie ms
fa-
miliares, ms reconocibles, ms aprehensi
bles emocionalmente, ayudado de este
modo
a una de por s dolorosa adaptacin
y considerando su idiosincrasia? se op-
Las tipolog/as de monobloques de vivien-
da colectiva tanto bajos como altos sea-
lan claramente
la
adscripcin a las pautas
de la arquitectura moderna. Los dos ejem-
plos ms destacables del per/odo analiza-
do estn constituidos
por
los barrios Los
Perales y S.imn Bol/var respectivamente.
Barrio Los
Perales
Buenos Aires 7948
7952. Vista parcial de uno de los mono-
bloques desde el jard/n comn.
7/8
Barrio SimnBol/var Buenos Aires 7949
7955. Vistas parciales del conjunto.
tara, en cambio,
por
una respuesta repu
tada ms
importante ,
que
contentara
formalmente a
las
vanguardias profesiona
les, aunque no llegase a penetrar tan pro
fundamente en el
mundo
cultural del
usuario? En otras palabras,
lprimara
el
respeto por el destinatario,
como
persona
con una historia y con preferencias espe
cficas, o el gusto del arquitecto, impo
niendo nuevos criterios acerca del modelo
de vivienda? Finalmente
y
contra lo que
sostiene la opinin generalizada, que sea
la slo la primera de estas opciones-, se
sigui un camino de sntesis entre ambas.
Mientras pareci necesario,
por
una sim
ple cuestin de responsabilidad y de sen
sibilidad social, mantener todas aquellas
caractersticas formales reconocibles por
el usuario a quien en definitiva estaba des
tinada
la
arquitectura que las
contena,
se
ech
mano
a un lenguaje tal vez discuti
ble, eclctico y emparentado slo exte
riormente
con las tipologas que consti
tuan su probable origen, pero firmemen
te aceptado por el hombre del comn.
As fue que el estilo californiano impe
r, casi sin excepciones, en
las
primeras
realizaciones que en materia de vivienda,
salud y educacin fueron llevadas a cabo
a partir de 1946.
Y, a propsito de lo de estilo califor
niano , quisiramos dejar constancia aqu
de nuestra discrepancia
con
tal denomina
cin.
En
primer lugar, porque nos parece
que encierra una intencin de confusin
ideolgica
al
asimilar a este
tipo
de arqui
tectura nicamente
con la
producida en
aquella regin norteamericana cuando, a
decir verdad, sus caractersticas bsicas
son referibles
-considerando
su
comn
li-
naje
hispnico-
a casi
todo el
mapa ar
quitectnico iberoamericano (incluidos,
claro est, los antiguos territorios espao
les de California y Tejas). Por aadidura,
dicha calificacin tuvo durante aos en el
pas -y, para muchos, an lo tiene- un
sentido peyorativo, generado sobre todo
por los colegas bienpensantes que se hu
biesen dejado
cortar
la mano derecha an-
tes que incluir a estos inocentes chalets en
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6/10
el Olimpo de la arquitectura local: es que
eso - no era arquitectura; con muy bue
na
voluntad poda, a
lo
sumo, ser clasifi
cido como
construcciones . Natural
mente, este fundamentado pensamiento
no coincida con el de los habitantes de las
casas que, ante las sucesivas encuestas de
opinin, respondan invariablemente se
alando su profunda satisfaccin por
vi
vir en tales construcciones . Posteriores
encuestas nos han informado -todo lle
ga-
que se da
el
caso inverso respecto de
los usuarios de
la arquitectura
creada
por algunos de los hipercrt icos del cali
forniano , los que daran no slo su ma
no derecha sino, adems, varias otras par
tes de su anatoma por escapar de tan in
merecido destino arquitectnico. Pero
es
to
ya es harina de
otro
costal, y nos aleja
del anlisis de nuestro estilo. En todo ca
so nosotros preferimos aplicarle, como.
ms ajustado a la realidad de su nacimien
to
y desarrollo,
el
trmino arquitectura
pintoresqu ista :
No estar a de ms, por otra parte, citar
aqu tres interesantes puntos de vista
acerca del asunto, que sin duda echan luz
sobre diversas facetas del mismo. El pri
mero pertenece a Ramn Gutirrez y Fe
derico Ortiz, que apuntan: Se conform
as
la
mtica imagen del 'chalet california
no' como smbolo de
status, de prestigio,
y como modelo. Inicialmente lo utiliza
ron en sus variantes pintoresquistas las
clases altas en las playas veraniegas; lo
concretaron
luego las clases medias en los
suburbios de las grandes ciudades, en
es
pecial Buenos Aires, Crdoba, Rosario y
La
Plata, y lo reclamaban insistentemente
los sectores populares para las viviendas
que planificaba
el
Gobierno 9. Aos ms
tarde, un equipo de investigadores de la
temtica habitacional, encabezado por
Horacio Baliero y
Juan
Manuel Borthaga
ray, coincidir bsicamente con Gutirrez
y Ortiz en su enfoque: El chalet estilo
californiano cala ms hondo en las ape
tencias de los que pugnan por incorporar
se a laextensa clase media argentina a tra
vs de su smbolo decisivo de prestigio:
la
7
'casa propia' . Se configura de esta manera
una fantasa deseable, llamada a alcanzar
una vigencia de notable tenacidad .
. .
Alcanza a .tener tal persistencia hasta
nuestros das que nos mueve a llamarlo,
tal vez por sus connotaciones california
nas,
el Argentine dream
. Mario Sabu
go, a su turno, se lamenta por
el
dram
tico abandono de la gran arquitectura po
pular realizada, por ejemplo, en Ciudad
Evita o en los barrios Saavedra o Esteban
Echeverra
adoptando, en cambio, los
modelos racionalistas. Dicha arquitectu
ra
popular (an hoy bombardeada bajo
el
rtulo de 'californiana')
-afirma- se li
gaba estrechamente a una concepcin ur
bana de ciudad-jardn y haba sido expre
samente sostenida
por
Evita, en trminos
tanto
ticos
como
formales.
En La
Razn
de mi Vida (Eva Pern) se refiere
al
temor
de algunos de que los pobres, apropiados
de tales viviendas y tales barrios, 'se acos
tumbraran
a vivir como ricos', transgre
diendo as la
tradicin oligrquica sobre
la
distribucin de espacio y arquitectura
11
.
Pero quiz haya sido el ministro Carri
llo quien diera
la
mejor explicacin sobre
la
adopcin de esta arquitectura oficial ,
ya que
l
haba fijado claramente
la
acti
tud
del Gobierno
al
precisar los linea
mientos ordenadores de
la
bsqueda de
una expresin formal de valores trascen
dentes en las obras encaradas por el Esta
do:
Los
arquitectos
-deca-
debern
concebir las formas no slo en funcin de
su sentir personal, que es respetable, sino
del sentimiento colectivo que perdura en
tre
todos
y permite reconocer lo que es
de
todos
12
.
En definitiva, una arquitec
tura que resuma en
s la
sntesis de los
espacios
y
materiales a los que
el
pueblo
estaba ligado, sobre
todo el
sector prove
niente de las migraciones internas a que
hicimos referencia precedentemente.
Por otra parte, Mario Roberto Alvarez
a travs de los nuevos centros sanitarios
para
el
Noroeste argentino por
l
proyec
tados-
y Eduardo Sacriste
-mediante
su
8
magnfica escuela del Barrio Jardn de
San Miguel de
Tucumn-
demostraran,
en la segunda mitad de la dcada del 40,
la posibilidad real de coexistencia entre
ls
directivas oficiales en materia de es
tilo
y los condicionantes funcionales y
tecnolgicos del tema en reas de tan
fuerte especificidad como las de la arqui
tectura para
la
salud o
la
educacin.
Aquellas obras, de impecable diseo e
inobjetable funcionamiento constituyen,
hasta hoy, una de
las
mejores respuestas
ante la caprichosa hipersensibilidad de
muchos puristas de
la
poca, que fueron
incapaces de efectuar un mnimo esfuer
zo por lograr un balance entre el plano de
la teora y las inexcusables exigencias de
la realidad.
La
institucionalizacin de la arquitectura
moderna. 1950-1955
Una vez cumplida
la
necesaria adecua
cin del hombre del interior a su nuevo
medio ambiental y cultural, una vez asu
midos
-por
lo menos en
parte-
los valo
res de la comunidad a la que se integraba,
enriquecindola con sus tradiciones y cos
tumbres, pudo creerse llegado
el
momen
to
de introducir nuevas pautas normativas
dentro del repertorio expresivo oficial.
La
1 nea divisoria entre
el
estilismo pintores
quista y un lenguaje formal cada vez ms
ajustado a
la funcin, coincidente
con
una mayor rigurosidad tcnico-construc
tiva,
es
posible detectarla hacia fines de
los aos 40 o,
si
se prefiere, entre
el
pri
mero y el segundo mandatos presidencia
les del general Pern. Para ese momento
han concluido ya o estn a punto de
concluir-
las obras de los grandes conjun
tos habitacionales encarados por
el
Estado
desde
el
inicio de esta gestin.
Casi
todos
ellos estaban constituidos alrededor de u
programa tipo de unidades
de ,
e ca
unifamiliar y centros nucleador:s = =
as
diversas reas de servicios ce.-,_-
:.=r = ~
Dos ejemplos clsicos de ~
::.- ~
rodo son los conjurr:os -1--::an:-s
::.:
= -
que Saavedra y
de :;::a :
=.
-:_
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7/10
9
10
11
72
A partir de estas experiencias se verifi
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8/10
77/74
Barrio Los
Perales
Buenos Aires 79 8
7952. Vistas parciales de las galeras a las
que
se abren
las
unidades de vivienda.
72/73
Barrio General Paz La Matanza Buenos
Aires 7948/7954. Vista parcial y detalle
de la fachada de uno de los monobloques
de vivienda colectiva.
del Tercer Mundo
-y
en muchas reas,
decididamente ubicado en el
Primero
debido a la profunda reestructuracin de
su organizacin territorial y de su aparato
productivo y al acelerado proceso de
in-
dustrializacin que
le
imprimiera
la
deci-
sin poi tica del Gobierno, ins trumenta-
da a travs de los Planes Quinquenales. Se
hablaba -y con
razn- de
una Nueva Ar-
gentina. Este proyecto general, revulsivo
-en
tanto liberador-
respecto del disea-
do
por la Generacin del 80, implicaba la
adopcin y adaptacin de nuevas tcnicas
y nuevas modalidades expresivas, a tono
con las grandes transformaciones que se
estaban generando. La arquitectura mo-
derna pudo ser incluida, precisamente en-
tonces -en el momento justo y en el lu-
gar preciso-, entre las decisiones llamadas
a encarnar fsicamente la voluntad de
cambio asumida por la Revolucin pero-
nista. Por lo dems, no es exacto que se
produjese esa brusca sustitucin de mo-
delos denunciada por Sabugo. Contraria-
mente, existen pruebas de una intencin
de incorporacin gradual de los nuevos li-
neamientos de diseo. Buenos ejemplos
de ello, entre otros muchos, son el con-
junto de monobloques Rastreador Four-
nier y el Aeropuerto Internacional de
Ezeiza, obras en las que la aproximacin .
al lenguaje racionalista se ve comprometi-
da todava por referencias a actitudes ar-
quitectnicas anteriores. Aun as el Aero-
puerto, inaugurado a principios de los 50,
constituye uno de los hitos referenciales
de esta metamorfosis estilstica ya que, a
partir de all, comienzan a sucederse una
serie de obras de progresivo y ascendente
valor arquitectnico respecto del modelo
elegido. En
el
complejo de Ezeiza puede
entreverse ya un aire de clara racionali-
dad, sobre todo en el concepto de obra
integrade que ste posee y que lo colo-
c, en su momento, entre
los
primeros
conjuntos de este tipo construidos en el
mundo (aeroestacin, aduana, hotel, espi-
gones de acceso a
las
pistas, autopista de
conexin con la ciudad). Otras obras
im-
portantes para mencionar desde este nue-
vo enfoque son la serie de edificios de Co
rreos y Telgrafos -es especialmente no-
table el de la ciudad de Mendoza- y de
elevadores terminales de granos, entre los
que
se
destaca
el
del Puerto Nuevo de
Buenos Aires por la gran calidad plstica
de su volumetra. Pueden contabilizarse
tambin algunas de
las
mltiples realiza-
ciones dentro del campo deportivo, tales
como
el
Autdromo y
el
Veldromo Mu-
nicipales y los centros de deporte barria-
les
-por
ejemplo el de Parque Chacabu-
co-, todos ellos en la Capital Federal. Por
ltimo, no podemos dejar de citar a una
de las ms trascendentes obras de la po-
ca: el Teatro Municipal General San Mar-
tn de Buenos Aires, de los arquitectos
Mario Roberto Alvarez y Macedonio
Ruiz. Su envergadura visionaria y una
re-
solucin tcnica, funcional y formal fue-
ra de serie lo colocan a la vanguardia de
las bsquedas arquitectnicas de media-
dos del 50, ya sobre el final de la segunda
presidencia de Pern.
Pero no queremos cerrar este captulo
reivindicativo de la postura del Gobierno
acerca de la arquitectura moderna sin
ha-
cer antes hincapi en aquello que lo dife-
rencia bsicamente de
las
vanguardias
racionalistas autctonas. Mientras que
las
ltimas mantuvieron un destemplado fa-
natismo de sufragistas respecto de la difu-
sin de los ideales del Movimiento Moder-
no, excluyente de
todo
anlisis
crtico
y
de toda posibilidad de traduccin local
-actitud que seala siempre a los conver-
sos recientes a cualquier culto, que se ven
en la necesidad de mostrarse ms papistas
que el Papa-, la posicin oficial, por el
contrario, sostuvo
la
necesidad de adapta-
cin y coexistencia con otras expresiones
arquitectnicas. Es que su sensatez y
pragmatismo le hacan percibir ntida-
mente lo que escapaba a la ceguera de la
intelligentsia: que no pueden adoptarse
ortodoxias militantes en temas que no
han sido formulados por uno mismo y
que, por lo tanto, escapan al control de
quien tan irreflexivamente
los
defiende.
En pases cuya identidad cultural no est
an consolidada el eclecticismo siempre
resulta, a la postre, menos pernicioso que
14
7
,
7/23/2019 Historia Argentina de La Vda de Inters Social_Parte 3_1943-1955 La Vda de Un Proyecto Nacional
9/10
15
~ < \
'
> \
\
los purismos a ultranza, sobre
todo
si
s
tos se enrolan en cruzadas ajenas. En un
reciente artculo,
el
investigador rosarino
Jos Jumilla se explaya precisamente so
bre
el punto
refirindolo, adems, a
la
te
mtica habitacional:
Por otro
lado
-nos
d i c e ~ el
Gobierno surgido en las eleccio
nes de 1946 brinda a
la
arCJ,uitectura mo
derna una nueva posibilidad de difusin
con
el
desarrollo de la construccin masi
va en todos los temas de inters social: vi
vienda, hospitales, escuelas, universidades,
etctera. Luego de una primera etapa en
la
que prolifer ostensiblemente
el
cali
forniano, surge otra donde sobresalen los
conceptos formales del Movimiento Mo
derno. Con estas nuevas caractersticas se
realizaron obras de gran valor en
todo el
pas; en nuestra ciudad -habla de Rosa
rio-
tenemos
el
barrio de avenida San
Martn al 4800, donde los bloques racio
nalistas estn combinados con chalets ca
lifornianos 15. Y continuemos con Pan
cho Liernur, quien tambin agrega
lo
su
yo sobre tan controvertido asunto cuando
subraya el rol protagnico que adquiere
la
demanda popular a travs de una multi
tud
de nuevos canales y actores sociales ,
as como la aparicin de
la
problemtica
tcnica, ligada
al
desarrollo de
la
produc
cin industrial local y desconocida o su
perflua hasta entonces por haberse em
pleado insumas importados . Pero, sin
detenerse all, expone su
conviccin de
que el peronismo se hace cargo de las
principales banderas del grupo ms cerca
no a
la
Carta de Atenas, encara colosales
programas de construccin popular y, en
enunciado al menos, se pone al frente de
la demanda de una planificacin generali
zada 16.
Como podemos comprobar,
el
malicio
so y extendido lugar comn -difundido
por la crtica y la historiografa liberales
de que
la
administracin peronista adop
t
una actitud reaccionaria frente a lasco
rrientes arquitectnicas de avanzada
es f
cilmente rebatible, tan fcilmente que no
podemos comprender cmo pudo creerse
que tal mentira podra ser sostenida inde:
finida e impunemente. Slo la soberbia de
74
,.
l l ~
1.
una postura excluyente,
la
ignorancia de
liberada y despreciativa respecto de
todo
lo
concerniente
al
perodo y
la
necedad
de pensar que
el
tema no sera investigado
algn
da
-resultado de atribuir a los de
ms
el
propio
desinters-
pueden expli
car semejante ligereza, impropia de un
grupo que se ha preciado siempre de
la
rigurosidad cient fica de
su
produccin
intelectual. Aunque quiz sea demasiado
pedirle a estos enemigos irracionales del
Gobierno popular que hayan tenido la ho
nestidad de reconocer una verdad que iba
en contra de sus intereses poi ticos y que,
.a
esta altura,
es
un hecho perfectamente
demostrado: que
la
arquitectura moderna
le
debe al peronismo su popularizacin
.y
su institucionalizacin definitivas.
Conclusiones
Un
equipo de investigacin de la tem
tica habitacional expres, en un artculo
aparecido hace tres aos, conclusiones que
muy bien pueden constituir nuestra propia
sntesis sobre
el
asunto: Observadas desde
la perspectiva que dan los treinta y cinco
aos transcurridos, aquellas decisiones
a
doptadas en materia de vivienda resultan
hoy inobjetables (sobre
todo
si las compa
ramos con los criterios de indignidad mise
rable que rigieron en planes posteriores
como, por ejemplo, el PEVE),
tanto
por
la verdadera efectividad cuantitativa con
que encararon este problema endmico de
las sociedades semidesarrolladas como por
la calidad de vida que proponan como me
ta. Nunca se intent, bajo ningn concep
to,
construir 'casas baratas' o 'viviendas
de inters social' para una poblacin de
segunda clase.
Se
trat, en cambio, de pro
veer de viviendas dignas, planificadas sobre
la base de normas de habitabilidad dig
nas, a seres humanos con iguales deberes
y, por
lo
tanto, con iguales derechos que
el
resto de sus conciudadanos l 7.
Finalmente, queremos cerrar esta nota
con algunas precisiones a modo de colo
fn. La primera ser acerca de la verdad. La
bsqueda de
la
misma ha sido siempre una
de las tareas inherentes -quiz la funda
mental-
al quehacer de esa comunidad
El vuelco hacia
un
decidido lenguaje mo
derno es bien perceptible a partir de los
aos 50. En el caso
aqu
ilustrado esta
conversin adquiere un carcter raciona
lista casi cannico.
75/76
Barrio 72 de Octubre - hoy }os de San
Mart/n - tambin conocido como Barrio
Grafo
Buenos Aires -1950/7953. Vistas
parciales del conjunto.
de pensamiento conocida como Univer
sidad. La verdad que, salvo posiciones idea
listas a ultranza, no
es un
concepto abstrac
to,
nico, de existencia propia e indepen
diente, sino que coincide con
la
realidad,
participando de sus diversos matices y con
diciones. La
nica verdad
es la
realidad
y, para acercarse a ella, hay que conocerla,
analizarla y discutirla desde todos sus ngu
los. Las razones y las afirmaciones expues
tas precedentemente son una parte de la
verdad, de una verdad hasta hoy distorsio
nada, silenciada, censurada por quienes
no toleran
otr
modo de pensamiento
que
el
propio.
la siguiente consideracin es sobre
la
historia. La historia de un pas nunca es un
cuento congelado; por el contrario,
es el lu
gar en
el
cual puede detectarse y estudiarse
la impronta espiritual del hombre,
la
huella
de
todo
un pueblo. Cuando tal alimento
falta o cuando es interferido o falseado
de alguna manera, cuando se lo castra y es
camotea hasta
el punto
de desactivarlo
do
mo generador de
conductas- el
presente
comienza a acusar graves deficiencias y
el
futuro peligra.
El
relato se vuelve incom
prensible, los datos no se ajustan a la reali
dad y, con datos equivocados, no puede
actuarse eficientemente. No podemos
admitir, en consecuencia, que nadie vuelva
a arrancar ni
una
sola pgina del libro de
nuestra historia.
Por ltimo, una reflexin sobre noso
tros mismos, los arquitectos.
La
compo
sicin social de nuestra matrcula -y, en
general,
la
de toda la poblacin universita
ria-
manifest un verdadero ensancha
miento en su base de origen. Y esto pue
de detectarse, ms acentuadamente que en
otras, en nuestra Facultad. Esta pas de sus
primeras camadas -en las que abundaban
los apellidos de la alta burguesa terrate
niente y
su
entorno ms
prximo-
a
un
mayor porcentaje de integrantes de la clase
media, hijos de pequeos propietarios, co
merciantes, profesionales y, a veces, de
constructores o empresarios de
la
cons
truccin. Hoy nadie podra negar que el
ingreso irrestricto
-irrestricto
para quien
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10/10
la carrera-
ha democratiza
el acceso
al
estudio de
arquitectura. Pero esta avalancha no pla
el
medio ms
la
los
australes, y con
la
perspectiva poco
f r n ~ a uoa casi segura condena a la
Pues bien, esta situacin no va a cambiar
las
del pas
su
conjunto. Nadie puede realizarse
in
se realiza
-palabra
menos- el
presidente Pern. Esta
Nacional que decida cmo, cundo y en
in
la
deuda externa no habr fon
s
se
reanime, no habr recuperacin algu
la
industria de
la
construccin,
ni
la
actividad privada
el
el
hombre quiere
De nada
le
valdra a
la
actual generacin
---i:n quienes
al
escribir
es
lneas- reeditar viejos enfrentamientos,
Su extraccin social
es
muy
que
la
de aquellos que generaron, por
los
las
devastadoras igno
Y,
desde que no poseen
los
mismos
las an
prebendas-, no nos parece lgico
se
dejen doblegar por
los
mismos fana-
tismos. Ni de
un
bando ni
del
otro. Perda
mos
los
prejuicios para mirar hacia atrs,
hacia esta historia reciente que -tal
vez
por
todo
lo
que acabamos de
exponer-
quisie
ron ocultarnos mediante ese viejo e imposi
ble ardid de intentar tapar
el
sol levantando
las
manos.
No es
difcil concluir que,
cuando
se
procura esconder tan desespera
damente
las
acciones de
un
determinado
perodo de
la
vida nacional, quiz sea por
que stas desmienten el discurso de quienes
las escamotean.
Es
bueno ver
las
cosas
ba
jo
la
luz del da.
Las
sombras deformantes
de
la
noche
-de
las
supersticiones- crean
monstruos donde slo hay acciones huma
nas. Pero el sol ilumina por igual todas
las
cosas. Puede observrselas entonces objeti
va,
serena, imparcialmente. Y despus
elegir.
Notas
1. Mara Isabel de Larraaga, Alberto Petrina y
otros, La planificacin de
la
salud: el plan Ca
rrillo y Anlisis crticq del diseo arquitect
nico en el perodo 1 9 4 5 - 1 ~ 5 5 . Seccin Summa/
historia,
umma
NO
108,
Buenos Aires, enero
1977,
pgs.
71
a 74 y umma NO
109,
Buenos
Aires, febrero 1977, pgs. 69 a 72, respectiva
mente. Ambos artculos fueron reproducidos
ms tarde en el libro Documentos para una his
torio de
la
arquitectura argentina,
Ediciones
Summa S.A., Buenos Aires, 1984, pg. 213 a 220.
2. Claudio Caveri, Los sistemas sociales a tr6vs
de la arquitectura. Organizacin popular y arqui
tectura latinoamericana, Cooperativa TierraTru
jui, Buenos Aires, 1976.
3. Ramn Gutirrez, Federico Ortiz, La arqui
tectura en
la
Argentina {1930-1970}, Hogar y
Arquitectura
_NO
103, Madrid, 1973, y Concen
tra, Buenos Aires, 1975.
- 4. Pedro Sonderguer, Arquitectura y Moderni
dad en la Argentina, Ficha CESCA (Centro de
Estudios de la Sociedad Central de Arquitectos)
NO 1, Buenos Aires, marzo 1986.
5.
La cifra se refiere a las unidades de vivienda
consideradas de primer rango, es decir, a todas
aquellas que llenaban los requisitos exigidos por
las normas mnim as de habitabilidad de las opera
torias de la poca -que ms tarde fueron notable
mente reducidas en su alcance-, por lo que cita
mos
aqu
algunas de sus caractersticas bsicas:
las viviendas deban contar con provisin de serv
cios de infraestructura (acceso pavimentado, agua
potable, cloacas, electricidad, gas, etc. haber
sido realizadas con materiales no perecederos
(hormign armado, mampostera, etc.) y median
te tcnicas constructivas que resolviesen apropia
damente aspectos tales como las aislaciones hi
drfuga y trmica; contemplar estrictas reglamen
taciones acerca de las superficies mnimas totales
por
unidad y
por ambiente, as
como
el
cumpli
miento de la relacin entre nmero de habitantes
y cantidad de habitaciones; estar provistas de
equipamiento comunitario cercano (ya hemos vis
to
que las directivas oficiales prevean dicho equi
pamiento como parte integrante del concepto
de vivienda y que, por lo tanto, cada conjunto
construido contaba con el mismo dentro de
sus 1 mites) y varios otros etcteras que, si hoy
se
planteasen como obligatorios para un progra
ma de vivienda popular, seran tomados como un
indicio de cierto desequilibrio mental por parte
de quien lo hiciese. Sin embargo, hubo otra etapa
de la historia de la Nacin
-como
la que aqu
estudiamos- en que tales normativas eran parte
de
la
realidad cotidiana.
6. Estas
4.000
nuevas escuelas fueron cons
truidas del siguiente modo:
1.000
por
el
Estado
nacional; 2.000 por los Estados provinciales y
1.000 por la Fundacin Eva Pern.
7. Fuente: hasta 1970, SEDUV (Secretara de
Estado de Desarrollo Urbano y Vivienda); hasta
1979, SSEDUV (Subsecretara de Estado de
De
sarrollo Urbano y Vivienda); hasta 1983, estima
do SSEDUV (valores 1980, 1981 y 1982: estima
dos). Ver: Cuadernos. Desarrollo Urbano Y
Vi-
vienda. Informe
NO
1 CEDIE (Centro de Doc
trina, Investigacin y Estudios) de las 62 Orga
nizaciones Gremiales Peronistas, Movimiento
Nacional ) usticialista, Buenos Aires, 1983.
8. Ramn Carrillo, Teora del hospital, EUDE
BA, Buenos Aires, 1974.
9.
op. cit.
(3)
1O. Horacio Baliero, ) uan Manuel Borthagaray y
otros, Del conventillo al conjunto habitacional ,
umma
NO
192,
Buenos Aires, octubre 1 9 8 ~ ,
pgs. 32 a 37.
11. Mario Sabugo, Familia .y ciudad : casa y
urbe , Revista FUNDAVI (Fundacin para
el
Desarrollo de los Asentamientos Humanos y
la
Vivienda) NO 2, Buenos Aires, marzo 1985, pgs.
18a21.
13. op. cit.
1
O).
14. op. cit.
11
).
15. )os ) umilla, El Movimiento Moderno en
la
arquitectura rosarina (1930-1950) , Summa
NO 230, Buenos Aires, octubre 1986, pgs. 42
a 47.
16. Pancho Liernur,
El
discreto encanto de
nuestra
arquitectura (1930-1960) ,
umma
N
223,
Buenos Aires, marzo 1986, pgs. 60 a 79.
17.
Nora Bricchetto, jorge Huarte, Guillermo
Mrega, Rodolfo Morello, Alberto Petrina, Ro
dolfo Sorondo, Celia Ursini, Carlos Viarenghi,
La
re-construccin necesaria' ,
umma
-.;o 192,
Buenos Aires, octubre 1983, pgs. 35 a
-B.
75
.....