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Historia política hoy completo

Date post: 17-Oct-2015
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  • LA HISTORIA POLTICA HOY

    Sus mtodos y las Ciencias Sociales Editor

    Csar Augusto Ayala Diago

    Universidad Nacional de Colombia Facultad de Ciencias Humanas

    Depattamento de Historia Lnea de investigacin en Historia Poltica y Social

  • La Historia Poltica Hoy Sus mtodos y ias demias Sociales

    Universidad Nacional de Colombia. Sede Bogot, D.C. Facultad de Ciencias I lumanas Ciudad Universitaria, Bogot, D.C, Colombia Coordinacin de Publicaciones l'.C.II. Tels: 316 5149 - 3165000 Hxt. 16208 www.humanas.unal.cdu.co

    Carlos Miguel Ortiz Sarmiento Decano I acuitad de Ciencias Humanas

    Ovidio Delgado Mahecha Vicedecano Acadmico ('acuitad de Ciencias Humanas

    Roch Little Direc tor Departamento de I fstoria

    Ed i to r Cesar Augusto Ayala Diago

    Coordinacin editorial Nadeyda Surez Morales

    Diseo y diagramacin: Julin R. Hernndez ([email protected])

    Imagen cartula: Placa de huevos, Jean Arp (tomado de I listona del Arte Salvat Vol 27 pag. 45) ISBN: 9588063-17-5 Impreso en Colombia-Printed in Colombia

    lodos los derechos reservados. Usta publicacin no puede ser reproducida ni en su rodo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por, un sistema de recuperacin de informacin, en ninguna forma ni por ningn medio sea mecnico, fotoqumico, electrnico, magntico, electroptico, por fotocopia o cualquier otro, sin ci perrruso por escrito de la ('acuitad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional.

  • Catalogacin en la publicacin Universidad Nacional de Colombia

    La historia poltica hoy : sus mtodos y las ciencias sociales / ed. Csar Augusto Ayala Diago Bogot: Universidad Nacional de Colombia, 2004

    424 p.

    ISBN: 958-8063-17-5

    1. Ciencias polticas 2. Historia poltica - Colombia I. Ayala Diago, Csar Augusto, 1954-, ed. II. Seminario La Historia Poltica Hoy: sus mtodos y las Ciencias Sociales (2002: Bogot) III. Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas. Departamento de Historia

    CDD-21320.9861 /H673H/2004

  • ndice

    Prlogo 5 Csar Augusto Ayala

    Parte I La emergencia de nuevos temas en la historia poltica

    La Historia comparada: Retos y posibilidades para la historiografa colombiana 15

    Medfdo Medina Los estudios de comunicacin y la historia poltica 33

    Fahio Lpe% de la Roche Los intelectuales y la historia poltica en Colombia 56

    Gilberto Loai^a Cano

    Parte II Regin e historia poltica

    La experiencia del grupo de investigaciones histricas sobre el Estado Nacional colombiano: Derroteros, concepto fundamental y temas seleccionados 97

    Armando Martine^ Gamica Contribucin a un balance y perspectivas de la historia poltica regional en el suroccidente colombiano, desde la relacin Historia-Antropologa 117

    Osear Almario G.

  • La historia poltica a travs de sus actores: Historias con sentido 186 Adolfo Len Atehorta Cru\

    Parte III Historia Poltica en Colombia

    Lo social y lo poltico en Colombia (1958-2000) 207 Mauricio Archila Neira

    Lecturas sobre la iglesia catlica como actor en la historia poltica colombiana 235

    Jos David Corts Guerrero Caricatura y caricaturistas en la historiografa poltica colombiana 264

    Daro Acevedo Gamona

    Parte IV Ciencia poltica, Politologa e Historia Poltica

    Aportes al dialogo entre historia y ciencia poltica. Una contribucin desde la experiencia investigativa en el CINEP 299

    Fernn Gon^le^. El redescubrimiento de las relaciones internacionales para la historia poltica de Colombia 328

    Diana Marcela Rojas La prensa de oposicin como recurso del historiador de la poltica: El caso de pedro escudriez 350

    Alberto Bejarano

    Parte V Proposiciones para la nueva Historia Poltica

    La interaccin histrica entre poltica y cultura 361 Ingrid Johanna Bolvar

    Metfora y conflicto armado en Colombia 386 Fernando Estrada Gallego

  • Prlogo

    En mayo de 2002 se llev a cabo en la sede de Bogot de la Universidad Nacional el Seminario La historia poltica hoy: sus mtodos y las ciencias sociales. El evento convoc a los estudiosos de la historia poltica colombiana a pensar sobre sus mtodos, sus temas y su relacin con las ciencias sociales. Vie-jos y nuevos especialistas sociabilizaron sus experiencias investigativas. Se trat de un encuentro de curtidos y jvenes historiadores, rodeados por una juventud sedienta de luces y orientaciones. La convocatoria llam la atencin sobre el olvi-do de la historia poltica en la constitucin de nuevos campos del conocimiento como la ciencia poltica y la politologa, las ciencias de la comunicacin y la tecnologa jurdica, que rem-plaz la antigua carrera de Derecho.

    El seminario constituy un interesante intercambio ms que interdisciplinario, transdisciplinario. Filsofos, lingistas, antroplogos, comuniclogos, economistas, socilogos, politlogos, abogados, novelistas e historiadores mostraron las maneras transdisciplinarias como estn abordando la his-toria poltica. Quedan las estructuras propias de cada profe-sin pero al abordar sus problemas el nuevo cientfico social colombiano est amparado indistintamente por paradigmas

  • nuevos. En los contenidos de las ponencias se hizo evidente que la interdisciplinariedad no consiste en trabajos de conjun-to o de grupo sino en el modo como el investigador se apoya en los avances de las ciencias sociales distintas a la suya.

    Los asistentes al evento se percataron de la importancia de la historia para comprender el presente colombiano, y advirtie-ron nuevas maneras de abordar nuestro complejo pasado desde las ciencias del lenguaje como la lingstica, la semitica, la teora de la comunicacin y la ciencia poltica. Una historia poltica reconstruida con la colaboracin de todas las especiali-dades de las ciencias sociales permitir avanzar y profundizar en la comprensin de la cultura poltica de los colombianos.

    De igual manera los asistentes sealaron la utilidad de la his-toria y de los historiadores para iluminar la vida cotidiana de las sociedades. Se insisti en la necesidad de un historiador en uso del derecho ciudadano para expresar lo que piensa, reflexiona y siente sobre los problemas del mundo contem-porneo, de tal modo que pueda mantener un contacto di-recto con los apremios inmediatos que a veces desde su gre-mio no reciben opinin ninguna.

    Ponentes y asistentes reflexionaron sobre la situacin de la memoria histrica del colombiano. La mayora de los estudian-tes de la universidad egresan de sus facultades sin un mnimo de conocimientos en historia de Colombia. De historia de Co-lombia nada saben al egresar los lingistas, los literatos, los filsofos, los estudiantes de lenguas; incluso los abogados, los antroplogos, los politlogos y los socilogos. Se ha llegado al absurdo, en Colombia, de concebir una sociedad, una cultura, una filosofa y una lengua sin su dimensin histrica. Las cosas se agravan si tenemos en cuenta la manera cmo la discipli-

  • na de la historia que se imparta en la escuela se diluy en el espectro de la totalidad de saberes sociales. Hoy es apenas un referente, prcticamente ha desaparecido. Una escuela y una universidad sin la historia nacional en sus programas bsicos explican, en parte, el porqu de un pas sin identi-dad, sin memoria y sin autoconciencia nacionales.

    En el evento participaron investigadores de la universidad del Valle; de la de Antioquia; Industrial de Santander; de CINEP y de las diferentes sedes de la Universidad Nacional de Colom-bia. El Seminario estuvo organizado por la Lnea de Investiga-cin en Historia Poltica del Departamento de Historia de la Universidad Nacional y por la Divisin de Educacin continua-da de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Na-cional de Colombia, Sede Bogot.

    Bajo el signo de la transdiciplinaridad fueron discutidos temas como los siguientes: historia poltica e historia comparada, his-toria de los intelectuales en Colombia, historia de las relacio-nes internacionales, el uso de la metfora por parte de los acto-res del conflicto armado colombiano, nuevos enfoques para abordar la historia regional en el pas y sus relaciones con la historia poltica, las relaciones entre comunicacin y la historia poltica, entre otros. En los escritos encontramos un llamado a que los historiadores colombianos en formacin no slo renue-ven los temas tradicionales de la historiografa nacional, sino a que los aborden desde una perspectiva ms amplia que los lle-ve al terreno de la comparacin. Es esa la invitacin que hace en su escrito el profesor Medfilo Medina, que critica a su vez la forma como se constituy la historiografa colombiana en el marco de las historias nacionales, a diferencia de otras ciencias sociales ms abiertas a la comparacin. En esa misma direc-cin, la investigadora del IEPRI Diana Rojas aborda la histo-

  • ria diplomtica, un campo poco trabajado en Colombia, como lo constata en su balance historiogrfico. Rojas pro-pone la consolidacin de una lnea de investigacin sobre las relaciones internacionales de Colombia que llene ese pro-fundo vaco en la historiografa nacional.

    Es novsimo en Colombia el estudio de nuestros intelectuales. El escrito de Gilberto Loaiza abre la brecha. Su ensayo intenta una tipologa histrica sobre los intelectuales en Colombia. Aborda al intelectual poltico del siglo XIX, al intelectual crti-co entre 1870 y 1930; al intelectual idelogo del mismo perio-do, al intelectual comprometido en la poca del Frente Nacio-nal hasta llegar al actual intelectual subordinado. Loaiza asesta una dura crtica a este ltimo. "Llamo intelectual subordinado a aquel tipo de intelectual que le sirve al Estado, a las institu-ciones, a grupos sociales y econmicos dominantes, que se de-dica a reproducir y administrar sus pautas de control, sus le-mas, su moral, su ideal de sociedad. Su dependencia es simple como asalariado de una institucin y se vuelva ms compleja cuando debe estar disponible para sus controles y censuras, cuando debe adecuarse a sus normas de escritura, a la legalidad que lo circunda y determina. La subordinacin no solo se en-tiende como la dependencia pasiva, aceptada, ante los contro-les que se le imponen; se vuelve activa cuando se autoconsidera miembro del cuerpo institucional y se siente impelido a ser dis-tribuidor, administrador y guardin de su normatividad".

    La investigacin histrica colombiana est obligada a abordar de una manera distinta a la de los aos setenta la historia regio-nal. Urge la incorporacin de nuevas metodologas y temti-cas. El seminario debati al respecto y escuch al profesor Ar-mando Martnez Crnica, animador de uno de los proyectos ms audaces y polmicos sobre el Estado Nacional colombia-

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  • no a partir de la experiencia del Estado Soberano de Santander. El historiador Osear Almario incorpor a la discusin su expe-riencia investigativa en el sur-occidente colombiano. Almario reniega de las fronteras entre Historia y Antropologa y se ma-nifiesta a favor de una metodologa de investigacin comn. Dice que mientras la historia poltica insiste en el paradigma de la construccin del Estado Nacional como el concepto funda-mental, l propone un descentramiento a travs del concepto de etnicidad, con el que pretende la visibilidad de otros actores sociales. Otra visin de lo regional est expresada en la investi-gacin de Adolfo Atehorta, quien hace un recorrido por su experiencia como investigador de la violencia urbana en el Va-lle del Cauca durante la segunda mitad del siglo XX. Para Atehorta la historia oral ocupa un lugar destacado para la re-construccin de los procesos histricos en la regin. Habla de su relacin con las gentes para lograr de ellas su testimonio y luego de las maneras de procesar la informacin. Establece la relacin individuo-sociedad a travs de las historias de vida.

    El profesor Fabio Lpez convoca a historiadores de la poltica y a periodistas investigadores a abordar la historia de la comuni-cacin. Considera importante el estudio de los usos polticos que de diferentes aspectos de la comunicacin han sido hechos por los aparatos de poder y por la generalidad de los movimien-tos polticos y sociales de todo tipo; lo mismo que los efectos sociales que ha implicado la introduccin de nuevas tecnolo-gas en la comunicacin y su impacto histrico. Llama la aten-cin que un procedimiento de tal naturaleza ira en beneficio del ejercicio de un periodismo ms profundo, lo que enriquece-ra de paso aspectos de la historiografa poltica colombiana.

    El artculo del profesor Mauricio Archila reconsidera las rela-ciones establecidas en Colombia entre "lo social" y "lo polti-

  • co". Aborda las relaciones entre los movimientos sociales y el Estado de 1958 al ao 2000. Advierte que si bien desde 1931 la legislacin colombiana limit la accin poltica de los sindica-tos, a pesar de ser cooptados e instrumentalizados por los par-tidos tradicionales, lograron generar dinmicas que los hicieron parte constitutiva de las maneras de hacer la poltica en el pas.

    El profesor Jos David Corts ofrece una crtica a la historio-grafa que de manera tradicional ha abordado la historia de la iglesia catlica colombiana. Esclarece los presupuestos te-ricos que han nutrido cada uno de los enfoques y recomien-da no limitar su accionar poltico tan solo al entramado bipar-tidista. Corts invita a reconsiderar la historia de la iglesia catlica colombiana como parte de un cuerpo mayor, como un sistema cultural complejo, que excede por entero los mar-cos de la poltica convencional.

    Dos de los ensayos invitan a renovar y complementar las fuen-tes para abordar la historia poltica. Daro Acevedo incita a incorporar la caricatura a la explicacin histrica. A travs de un recorrido por algunos hitos de la historia de tal gnero en Colombia, Acevedo nos ilustra sobre los contenidos imagina-rios y partidistas que se pueden aprehender por medio del estu-dio de este interesante documento histrico. De otro lado, el politlogo Alberto Bejarano, apoyndose en la prensa decimo-nnica colombiana, aborda al periodista Pedro Escudrie^ opo-sitor de Rafael Nez y Miguel Antonio Caro. La lectura de la prensa le sirve a Bejarano tanto para ilustrar una coyuntura histrica del pas, como para indagar sobre el proceso de construccin en Colombia del espritu pblico.

    La reconstruccin del itinerario intelectual y profesional de historiadores cuya obra ha sido influyente es pertinente. El

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  • escrito de Fernn Gonzlez aborda su historia personal como historiador que desde la ciencia poltica llega a la historia po-ltica. Su artculo ilustra, adems, sobre la participacin del CINEP en algunos de los proyectos ms abarcantes de la historia poltica colombiana contempornea, y da pistas para entender los dos ncleos centrales de su obra: las relaciones entre Iglesia catlica, el Estado y la sociedad; y el de la rela-cin entre los conflictos sociales y las violencias.

    La politloga Ingrid Bolvar invita a repensar la poltica histri-camente. En su artculo se critican dos "hbitos de pensamiento" que nutren a varias ciencias sociales: la aparente oposicin y mutua exclusin entre poltica y cultura, y la definicin de suje-tos polticos en tanto entidades autnomas. Retomando una advertencia de Marc Bloch, Ingrid Bolvar se pregunta por qu la poltica debe ser vista como algo superficial?, lo cual la con-duce a autores como Norbert Elias, E.P. Thompson y Peter Burke. La autora recuerda que el concepto de cultura surgi en el proceso de consolidacin de los estados nacionales, en el que cada pueblo buscaba distinguirse de los dems. La sociolo-ga decimonnica contrapuso as identidades primarias y se-cundarias, suponiendo que unas de ellas eran prescindibles y otras no. El artculo confronta estos supuestos y sugiere que no hay vnculo cultural que no sea construido sobre la base de estrategias de supervivencia y relaciones desiguales. Por lti-mo, Ingrid Bolvar realiza un recuento de la forma como han sido trabajadas estos categoras en la historiografa colonial de Colombia.

    El profesor Fernando Estrada realiza una aplicacin de la teora de los actos del habla al problema de la violencia en Colom-bia. Analiza el uso que de la metfora hacen los medios de comunicacin en Colombia cuando se trata del conflicto

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  • armado. Estrada argumenta que la utilizacin de la metfora por parte de medios constituye un "juego de actos de ha-bla", enmarcado en dos opciones: la guerra como una for-ma de argumentacin y la argumentacin como una forma de guerra. As aborda el conflicto colombiano desde entramados conceptuales que arrojando nuevas luces sobre el anlisis.

    La lnea de investigacin en historia poltica y social expresa especiales agradecimientos al equipo de trabajo que hizo posi-ble la realizacin del evento. En particular al grupo liderado por Juan David Figueroa, Carlos Andrs Lagos y Jorge Alberto Cote entre tantos estudiantes involucrados en las actividades del evento. Extendemos nuestro reconocimiento a Amalfi Serpa, la autora del afiche y plegable originales del seminario; a Mara Cristina Nieto de la Divisin de Educacin Continuada, nues-tro soporte logstico y una voz de aliento permanente, lo mis-mo que a la entraable Nadia, entonces vinculada a esa uni-dad. Extendemos nuestros agradecimientos a los amigos que contribuyeron en la edicin y publicacin del libro que ofrece-mos hoy a los lectores. Manifestamos, por igual, reconocimien-to a los colegas que participaron en el Seminario. Y por supues-to muchas gracias al Departamento de Historia y a la Facultad de Ciencias Humanas, sin cuyo apoyo no hubieran sido posi-bles seminario y libro. A Nadeyda Surez y Julin Hernndez, de la Unidad de Publicaciones de la Facultad, que nos han brin-dado especial ayuda en la diagramacin y el diseo editorial. Queremos tambin agradecer a Juan Carlos Villamizar y a Rubn Daro Florez por su oportuna colaboracin.

    Csar Augusto Ayala Diago Lnea de Investigadn en Historia Poltica y Sodal

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  • Parte I La emergencia de nuevos temas

    en la historia poltica

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  • La Historia comparada: Retos y posibilidades para

    la historiografa colombiana

    Medfilo Medina Departamento de Historia

    Universidad Nacional de Colombia

    Las observaciones que quiero ofrecer buscan presentar de ma-nera casicoloquia/Xz. reflexin que me dictan algunos de los pro-blemas que me planteo hoy en mi condicin de investigador y que tambin se originan en las discusiones sobre asuntos curriculares en las que he tomado parte en la Universidad Na-cional. La exposicin responder a los siguientes enunciados:

    1. La apertura de la historiografa colombiana: un propsito aplazado 2. La comparacin en las Ciencias Sociales y en la Historia en particular 3. Exigencias y posibilidades de la comparacin 4. Bases para una historia comparada de Colombia y Vene-zuela

    LA APERTURA DE LA HISTORIOGRAFA COLOMBIANA: UN PROPSITO APLAZADO

    En el pas ha operado de manera inconsciente, pero efectiva, una ecuacin como representacin de un oficio intelectual: his-toriador = historiador de Colombia. Curiosamente, la realiz-

    is

  • La Historia comparada: Retos y posibilidades

    cin de estudios de postgrado en el exterior no ha conmovido ese confinamiento en la medida en que las tesis de quienes los han llevado a cabo de manera casi exclusiva se inscriben en los temas nacionales. Por ejemplo, en Francia y en parte en la Gran Bretaa, un par de nombres de profesores prestigiosos se aso-cia a decenas de tesis de estudiantes de diversos pases de Amrica Latina que les llevan ao tras ao los ttulos de sus trabajos en ejercicio de renovada ofrenda. No ser posible me pregunto con ligero sobresalto, que algn da un estu-diante colombiano sorprenda en la Universidad de Pars con un tema como la hereja albigense en el Languedoc y acceda con ello a la tutora de un medievalista francs? Pero... Hasta cundo habremos de resignarnos a que las nuevas generacio-nes sigan repitiendo al respecto la experiencia de quienes cur-samos los postgrados en el exterior hace treinta o cuarenta aos? La pregunta algo retrica slo es una precaucin frente a quien me espete: de te fbula narraturl

    El colombocentrismo ha trado aparejada una especializacin viciosa: historiadores sobre un rea particular de la Colonia, el siglo XIX o el XX. No nos percatamos siquiera de la contra-diccin en los trminos! Hoy, en los comienzos del siglo XXI, el escenario de nuestra historiografa est configurado de ma-nera predominante, por un parroquialismo alimentado por ex-pertos. El anterior no es sin embargo un paisaje buclico. El cuadro est cuarteado por inquietantes paradojas. Primera: mis colegas estn al tanto de teoras y conceptos de la filosofa, las ciencias sociales, el psicoanlisis que agitan a la disciplina his-trica a nivel planetario. A la corriente de la docencia se llevan estos productos que tambin asoman en los pie de pgina de los artculos y los libros de historia. Segunda: En los diversos programas est representada aunque de manera muy desigual en comparacin con la historia de Colombia, la historia mun-

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  • Medfilo Medina

    dial en cursos y seminarios. Quienes imparten esa docencia en este segundo campo forman parte orgnica de los departamen-tos y carreras de Historia. N o obstante, la historia que deja registro grfico se restringe con pocas excepciones al mbito geogrfico de Colombia y por lo general a segmentos cronol-gicos muy breves.

    Seria una grave distorsin adjudicar la responsabilidad de esos resultados a quienes trabajan en los diversos campos diferentes al de la historia de Colombia. El esfuerzo de buena parte de ellos suscita mi respeto. Su conato es el de quien navega contra la corriente. Debe producirse un vuelco en la mentalidad y en la orientacin institucional de los estudios para acceder a una etapa nueva del trabajo en Historia.

    No reclamo precedencia alguna en el planteamiento de esta inquietud. Germn Colmenares destac el fenmeno en su eva-luacin de los estudios histricos en Colombia en informe ren-dido a la Misin de Ciencia y Tecnologa en 1990. Este histo-riador paradigmtico aludi entonces al "ensimismamiento" de los historiadores.

    Para concluir este punto me referir a una tentativa por superar la situacin descrita. Es posible que se hayan dado otras, pero me detengo en la que conozco bien. A comienzos de los aos noventa del siglo pasado en el Departamento de Historia de la Universidad Nacional, Sede Bogot, asumimos la iniciativa de crear el programa del Doctorado en Historia. El empeo no se agotaba en la aspiracin burocrtica de tener completo el ciclo de formacin profesional de los historiadores. La finalidad ex-plcita era la de articular un espacio intelectual, cultural e institucional para la investigacin en las reas de Historia mun-dial y de Amrica y para la insercin crtica y autnoma de

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  • La Historia comparada: Retos y posibilidades

    nuestra historiografa en la historiografa mundial. En la pre-sentacin del proyecto se consignaba: "La creacin de un doc-torado en Historia se justifica adems por los esfuerzos em-prendidos para superar cierta insularidad de los estudios his-tricos mediante el uso ms amplio y sistemtico de la histo-ria comparativa. Abrir nuevas ventanas y derribar tabiques que constrien la investigacin constituyen hoy un propsito explcito al cual se asocia el programa de doctorado".1 Proba-blemente no existe una nica manera para conseguir tal obje-tivo. La opcin tomada fue la de la historia comparada asumi-da en una doble dimensin: el lugar central en el diseo curricular lo ocupaban los cursos de Historia Comparada. Al tiempo las tesis deban incluir de forma inequvoca la pers-pectiva comparativa.

    Es temprano para hacer al respecto un balance definitivo. Aun-que en la actualidad corre la tercera promocin hasta ahora no ha sido an aprobada la primera tesis.2 Sin embargo, as sea de manera provisional, se pueden formular algunas observa-ciones. Mi ganada condicin actual de observador externo me facilita el intento. De las 23 tesis registradas para las tres pro-mociones slo ocho incorporaron una orientacin comparati-va, las 15 restantes respondieron a temticas restringidas a Colombia. Hasta ahora no se ha impartido un curso dedicado a la teora en historia comparada o a la comparacin en las ciencias sociales. La fuerza de la tradicin ha impuesto lo suyo por encima de lo que fueron los ms innovadores criterios

    1 Comisin de Doctorado. Programa de doctorado en Historia. Universidad Nacio-

    nal de Colombia, Bogot., Abril de 1995, p. 6. 2 Un mes despus de realizado el Seminario que nos convoc tuvo lugar la

    sustentacin de la primera tesis del doctorado:. E l Conde de Cuchicute. Juan Camilo Rodrguez Este trabajo sobre un tema colombiano no incluy la dimensin comparativa.

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  • Medfilo Medina

    acadmicos y lo que adems establece la letra de los acuerdos del Consejo Superior de la Universidad Nacional que crearon el Programa de Doctorado. No se me escapa que la situacin no es exclusiva de Historia creo que afecta al conjunto de las Ciencias Sociales.

    As, en plena marcha de la globalizacin, en Colombia nos afe-rramos al culto protegido a los dolos de la tribu. El discurso sobre la transdisciplinariedad con su promesa de ofrecer res-puesta a todo, es apenas la coartada que oculta precariedades graves de nuestras ciencias sociales.

    Actualmente el pas en lo que concierne al pensamiento econ-mico y social presenta fracturas dramticas de las que apenas si nos percatamos. Por una parte una capa tecnocrtica que cifra sus intereses corporativos en el cumplimiento de un rol de intermediacin acrtica frente a las transnacionales y los orga-nismos financieros internacionales; por otra, una intelectualidad encerrada culturalmente en las fronteras nacionales y en tercer lugar los intelectuales mesinicos que recitan un discurso atemporal y abstracto sobre "ciudadana", "gobernabilidad", "sociedad civil" y afines. Quiz haya campo para encarar de modo ms concreto los retos de un mundo frente al cual, y dentro del cual, algo original tengamos que decir los intelectuales de un mundo perifrico, habitado sin embargo por millones de personas que por fuerza ocupan una parte del globo, casa co-mn de la raza humana. En ese camino coincidiramos con sec-tores crecientes que valoran de manera positiva las posibilida-des que ha desencadenado la globalizacin y que no caben en los cauces estrechos de la obediencia poltica al "superpoder" o en los moldes de las recetas de apertura unilateral del sector externo y la prescripcin de los ajustes.

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  • La Historia comparada: Retos y posibilidades

    LA COMPARACIN EN LAS CIENCIAS SOCIALES

    Al abordar la comparacin desde el punto de vista de la Histo-ria, es preciso sealar que no ha sido esta disciplina el campo ms favorable para el cultivo de la primera. De manera breve tocar algunos aspectos del mtodo comparado en la Sociolo-ga y en la Antropologa. En la sociologa la comparacin des-empe un papel privilegiado en la concepcin evolucionista de Comte y Spencer. En el contraste entre sociedades, regiones y paisajes culturales diversos, estos pensadores queran encon-trar la clave del proceso de desarrollo de la humanidad. Las tipologas de Durkheim sobre las sociedades as como sobre la divisin del trabajo se fundamentaron tambin en la aplicacin de la comparacin.

    Max Weber elabor su propia propuesta de comparacin. El suyo no era el empeo de identificar el factor de validez uni-versal para explicar el desarrollo. En sus investigaciones sobre las estructuras y el cambio, formul la idea de dinmicas cen-trales diferentes para sociedades distintas. A esa lgica respon-di su propuesta terica, hoy notablemente descaecida, sobre el papel de la tica protestante en el desarrollo del capitalismo. Un vasto horizonte que cubre la historia humana le sirve de campo de aplicacin a Michael Mann para la construccin em-prico-terica en que se advierte la huella de Weber en los cua-tro modelos del poder social.3 En diversas sociedades, civiliza-ciones, imperios, estados, los tipos de relaciones: econmicas, polticas, ideolgicas, militares, configurados como redes de interaccin social, se intersectan de manera cambiante. Si tales redes estn presentes en todos los casos, cada una de ellas tie-ne una significacin diferente en cada uno de ellos. Charles Tilly 3 Michael Mann. Las fuentes del Poder social. Tomos 1 y 2. Madrid, Alianza

    Universidad, 1991.

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  • Medfilo Medina

    alude a comparaciones enormes. En el caso de Mann resulta ms adecuado hablar de comparaciones desmesuradas y no obstante, metodolgicamente controladas.

    La Antropologa como disciplina se constituy en la compara-cin. El antroplogo dirige su mirada a etnias, culturas. La no-cin del otro quiz sea una constante en la mentalidad del antroplogo. Antroplogos clsicos como Morgan y Tylor ela-boraron modelos ambiciosos de comparacin. En AnentSociety el primero traza el parangn entre las tribus indias de Norteamrica, los iroqueses, y los griegos del perodo arcaico. En ese ejercicio la antropologa le abra el camino a aquello que desde perspectivas ms convencionales se podra denomi-nar como la comparacin entre incomparables. Ese contraste seguramente le producira vrtigo a Marc Bloch a quien men-ciono porque fu el primero entre los historiadores en realizar una exposicin sobre el uso del mtodo comparativo por gen-tes del oficio.

    Levi-Strauss elabor su concepcin de la comparacin a partir de los modelos de la lingstica y la psicologa. Edmund R. Leach seala:

    Aunque acaso sea necesario tener cierto conocimiento de la filo-sofa existencialista para comprender la teora de Lvi-Strauss, la idea que se repite en todas sus obras - que los sistemas culturales pueden compararse no slo porque son sensiblemente pareci-dos, sino porque representan las transformaciones lgicas de un comn tema estructural - ha conferido una nueva dimensin fundamental al pensamiento antropolgico contemporneo.4

    4 Edmund R. Leach. "Antropologa: mtodo comparativo", en: Enciclopedia de

    as riendas sociales. Bilbao, Asuvi, 1981.

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  • La Historia comparada: Retos y posibilidades

    La comparacin en la antropologa traza una parbola que va de una gran apertura, comparar lo incomparable, a una drstica restriccin: existe una dimensin inmutable (estructuras, insti-tuciones) que justamente es la que garantiza la comparacin. Es el campo en el que puede producirse un fecundo intercam-bio con los historiadores ms inclinados a ver lo individual e irrepetible de los procesos. La discusin entre Braudel y Lvi-Strauss constituye al respecto un antecedente memorable. Aque-lla comunicacin llev al primero a la elaboracin de su idea de la larga y la corta duracin.

    La obra de Marx y Engels no se muestra susceptible de ser ro-tulada bajo alguna de las denominaciones que identifican las ciencias sociales. Cuando se refirieron al tema de la clasifica-cin de las ciencias tendieron a configurar a las ciencias socia-les en un gran continente: la Historia. Los dos pensadores te-ricos revolucionarios pensaron siempre en trminos relacina-les. La comparacin buscaba ayudar a la comprensin de la naturaleza del cambio y al esclarecimiento de las transiciones. Marx formul dos paradigmas histricos nacidos de la compa-racin: Inglaterra constitua el modelo para el estudio de la eco-noma. All el movimiento del capital haba alcanzado sus ms claros desarrollos. A su turno Francia representaba al pas don-de la burguesa haba mostrado sus posibilidades polticas ms revolucionarias. En Francia, solan repetir Marx y Engels, la revolucin se desarroll por una va ascendente.

    Esa doble lnea de comparacin persistir entre los marxis-tas. En El imperialismo fase superior del capitalismo de Lenin, nos encontramos con una tipologa de los pases formulada so-bre la base del grado de dependencia financiera con respecto a las metrpolis y la funcin de estas en el concierto interna-cional. El marxismo ruso continu la elaboracin y aplica-

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  • Medfilo Medina

    cin del modelo de la revolucin francesa y la comparacin con la revolucin proletaria. En tal direccin adelantaron indagaciones Lnin, Trotski y Bujarin.

    Lo reconozcan o no, pensadores contemporneos han proyec-tado esas dos lneas de la comparacin. Inmanuel Wallerstein en su complejo sistema incluye un orden de clasificacin: eco-noma mundo en Europa Occidental, una especie de economa mundo secundaria representada por Rusia, una arena externa: China. En la economa mundo se identifica el centro, la perife-ria y la semiperiferia. Cada una de estas lneas de clasificacin, tanto las internas del sistema como las que se originan en el contrastes con las entidades externas, abren comparaciones de diverso rango y contenido.

    Por su parte, Charles Tilly vuelve sobre el tema siempre seduc-tor para los comparativistas, el de las revoluciones. Tira de la cuerda e incluye en el fenmeno de manera, a mi juicio poco convincente, a los procesos que vivi Europa Oriental a fina-les de los aos ochenta del siglo XX.

    A estas alturas es preciso introducir unas consideraciones so-bre la Historia, aquella de los historiadores profesionales, y la comparacin. Al comienzo de la presente exposicin me refer a la insularidad de la historiografa colombiana y a la dificultad de superar ese encerramiento expresado entre otras cosas en la dificultad para aclimatar los mtodos comparativos. Si quere-mos ser justos habra que sealar que el defecto tiende a ser vlido para buena parte de la historiografa moderna en el mun-do. Desde la segunda mitad del siglo XLX, al tiempo que se afian-zaba la influencia del positivismo en las concepciones y prcti-cas de los historiadores se hizo fuerte el reclamo por el recono-cimiento del estatuto "cientfico" de la Historia. Simultnea-

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  • La Historia comparada: Retos y posibilidades

    mente se estableci un entrelazamiento que tom la forma de matrimonio compulsivo entre la Historia y el Estado Nacional.

    EXIGENCIAS Y POSIBILIDADES DE LA COMPARACIN

    Reunir en tres temas mis observaciones en este punto:

    1. Metodolgico

    a. La comparacin en la investigacin histrica privilegia la se-leccin de objetos en la larga y mediana duracin. Es en ellas en las que resulta posible el estudio de procesos y dinmicas. Aqu se han presentado ejemplos descollantes. b. La comparacin remite a un enfoque holstico bien sea que la investigacin se oriente hacia el examen de la distribucin de los fenmenos sociales en las diversas sociedades o tipos de sociedades o hacia el contraste de esas sociedades "totales". Se trate de estudios de casos u orientados por variables, se impo-ne el competente dominio del contexto. De lo contrario se cae en el contraste caprichoso y estril de observaciones aisladas. c. La comparacin demanda un adecuado aparato de formalizacin que haga explcitas las unidades sometidas al cotejo. Deben consignarse de manera explcita los parmetros en torno a los cuales se construyan las igualdades y diferencias y las combinaciones entre ellas. Igualmente debe establecerse con claridad el marco cronolgico y los atributos de la compa-racin. Al respecto es pertinente la anotacin de Charles Tilly: "En trminos generales, los estudios comparativos de grandes estructuras y procesos amplios producen un mayor aporte inte-lectual cuando los investigadores examinan un nmero relati-vamente pequeo de cuestiones".5

    5 Charles Tilly. Grandes estructuras, procesos amplios, comparaciones enormes. Madrid,

    Alianza Editorial, 1999, p. 99.

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  • Medfilo Medina

    2. Implicaciones ideolgicas

    La comparacin tiende a chocar con la nocin del particularis-mo de las historiografas nacionales. Ya atrs lo seal: los his-toriadores tendemos por desviacin profesional a la exagera-cin de la valoracin del proceso nacional como la senda nica y exclusiva.

    Representantes de la historiografa alemana acuaron y difundie-ron la idea o imagen del Sonderweg (camino peculiar) despus de la Primera Guerra Mundial. Quiz era la contribucin historiogrfica a la exaltacin del sentimiento nacional ante la humillacin inflingida por el Tratado de Versarles. No tendra objecin si el sondemegex-presara la forma diferenciada de construccin del Estado Nacio-nal en Alemania en comparacin con los dems pases de Europa Occidental. El problema comienza con el recorrido del "camino peculiar" que en un segundo momento da lugar al "nico camino posible" para Alemania con lo cual se neutraliza la posibilidad de una postura crtica interna en relacin con un proceso concreto y que en un tercer momento implica "el mejor camino" con relacin a otras experiencias histricas.

    En Colombia la construccin del mito nacional ha tomado una forma paradjica. El particularismo parece extraer su inspira-cin del mito del eterno retorno. Norbert Elias se refiere a dos tipos de utopas alimentadas por la imaginacin colectiva: "Una utopa es una representacin fantasiosa de la sociedad que con-tiene unas propuestas de solucin a una serie de problemas an no resueltos. Puede tratarse de unas imgenes deseables tanto como indeseables".6 En esa visin, se destacan las utopas 6 Vera Weiler (comp.) Figuraciones en proceso, Bogot, Universidad Nacio-

    nal de Colombia/Universidad Industrial de Santander/Fundacin Social, 1998, p. 16.

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  • La Historia comparada: Retos y posibilidades

    exaltantes y las utopas pesadilla. Yo dira que el mito nacio-nal colombiano se plasma en la utopa-pesadilla de la violen-cia, de su inevitabilidad y persistencia. En este orden de in-quietudes Daniel Pecaut anot hace ya algunos aos: "Fue preciso que viniera finalmente Gabriel Garca Mrquez para ofrecer el gran mito de la historia colombiana: el estallido del espacio, la inmovilidad del tiempo, la condena a la repeticin".7 Con dureza la omnipresencia de la violencia no slo golpea la cotidianidad de todos, sino que la pesadilla constituye la at-msfera ominosa de inteligibilidad de nuestro pasado. No creo que en ningn otro pas los intelectuales que trabajan en las ciencias sociales acepten con cierta morbosa connivencia que se les denomine con el horrible neologismo de violentlogos. Quiz el ejercicio de la historia comparada nos podra ayudar a acceder a la persuasin de que, como dice Weber, an en las situaciones ms abyectas existe la posibilidad de proferir un Sin embargo.

    3. Implicaciones Polticas

    En este punto me limitar a traer un ejemplo. La presentacin ms extendida sobre la historia de la idea y de la prctica de la Democracia. Una versin prestigiosa de ese sentido comn es la que ofrece Robert Dahl en su libro LM demacraday sus crticos9, mediante el siguiente recorrido: La idea nace en la Ciudades-Estado en la Grecia antigua, se revitaliza en el encuentro con el Republicanismo de Roma, se amplia y transforma en el Esta-do Nacin en la era capitalista y se perpeta en las sociedades de masas de Occidente. En otras palabras esa trayectoria es la lnea que une a la Democracia directa o Democracia de los 7 Daniel Pecaut. Crnicas de dos dcadas de poltica colombiana 1968-1988. Bogot,

    Siglo XXI, 1989, p. 19. 8 Robert Dahl. I M democraciay sus crticos. Barcelona, Paids, 1991.

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  • Medfilo Medina

    antiguos con la representativa o democracia de los modernos. Pero cabe preguntarse: No ser posible encontrar alguna variacin que haya tenido lugar al margen de esa tendencia magistral? Y en nuestros das, el modelo de democracia plebiscitaria: po-dra introducir correctivos a la democracia representativa? En mi auxilio acude un antroplogo, el ya citado Detienne, que cuenta lo siguiente y que en el peor de los casos puede tomarse como ancdota pedaggica:

    Un etnlogo francs que hace veinticinco aos hizo un viaje a los montes Gamo para cartografiar las relaciones de paren-tesco, descubri en estas tierras lejanas un espacio muy orga-nizado por las asambleas de grupo, de subgrupo, y las asam-bleas generales de todos los grupos que trataban los asuntos ms importantes. La sociedad de los Okolo, descrita por Marc Abeles, escogi la prctica deliberadora para debatir los "asuntos comunes" entre "ciudadanos", es decir hom-bres y muchachos pberes. Las asambleas plenarias, prepara-das y convocadas por personajes ad hoc, se desarrollaban dentro de un crculo de piedras erigidas verticalmente, talla-das en forma de asientos. La persona que pide la palabra a los presidentes avanza dentro del crculo para situarse frente a la asamblea. Hasta ahora, nada da a entender que los Okolo se inspiraran en el agora de taca y en sus altos asientos de piedra. En una sociedad africana que desconoce las jerar-quas autoritarias y el poder real, la asamblea constituye el nico lugar de la poltica. Est abierta a todo el mundo. Las mujeres, que antao estaban autorizadas a tomar la palabra, aunque desde el lmite de crculo masculino, actualmente son ciudadanas de pleno derecho porque han conquistado el mis-mo derecho a la palabra que queran ejercer aprovechando el talante socialista de Addis Abeba. Una asamblea okolo se abre y se cierra; los dignatarios encargados del ritual, echan

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  • La Historia comparada: Retos y posibilidades

    hierba fresca en la plaza, bendicen la asamblea y hacen votos para que sea fecunda. En las asambleas plenarias se tratan los asuntos "que afectan a todos los Okolo". A travs de qu vas estos etopes de la montaa, que antao haban sido gue-rreros, han descubierto estas formas igualitarias de debatir los asuntos comunes?.9

    BASES PARA UNA COMPARACIN DE COLOMBIA Y VENEZUELA

    En esta ltima parte me referir a mi an corta experiencia in-vestigativa en historia comparada. Reunir en tres puntos mis observaciones: Antecedentes del Proyecto, datos bsicos y bos-quejo de algunos atributos.

    1. Antecedentes

    Cuando se hizo clara la idea de que la propuesta acadmica de creacin del Doctorado de Historia en la Universidad Nacional se vinculara a la promocin de la historia comparada y dado que por entonces yo ejerca el cargo de director del rea Curricular de Historia me sent bajo la presin moral de iniciar mi aprestamiento en la comparacin. Me di a la tarea de prepa-rar un curso sobre Historia Comparada de Colombia y Vene-zuela. Acogindome a la autoridad de Bloch y a consideracio-nes sobre costo de pasajes areos no me fui muy lejos. N o hay probablemente una unidad nacional ms prxima, vistas las cosas desde Bogot, que Venezuela. Tiene la seduccin adicio-nal de que la contigidad est aparejada con conflictos histri-cos. En las celebraciones a uno y otro lado de la frontera se habla de la "repblica hermana"; pocas veces la retrica refleja una verdad con tanta precisin. Una frontera de 2119 kilme-9 Marcel Detienne. Comparar lo incomparable. Alegato enjavor de una ciencia histrica

    comparada. Barcelona, Pennsula, p. 115.

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  • Medfilo Medina

    tros con una poblacin de cerca de 7 millones de habitantes al lado y lado de la lnea fronteriza son fuente inagotable tanto de posibilidades como de conflictos. A su vez, los pscicoanalistas nos hablan de las sordas tensiones entre los hijos de un padre comn; y hace poco, nuestra colega Yolanda Lpez public un libro cuyo ttulo corresponde a una lacerante pregunta: Por qu se maltrata al ms ntimo?10

    En la preparacin de aquel curso tuve una estada en Caracas. La Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia aport una suma para la compra en ese pas de la literatura indispensable. Un grupo de estudiantes de la primera promocin sufri aquella asignatura. No me disculpo por ello en la medida en que pienso que sobre todo a nivel del doctoral los estudiantes tienen responsabilidades en la formacin de los profesores. De contera se trat de una promocin de personas en las cuales los aos de adolescencia van siendo un recuerdo seguramente clido pero ya distante.

    Ms bien por una combinacin de casualidad e inters poltico, hace poco tiempo realic una investigacin sobre el perodo re-ciente de la historia venezolana. En ese trabajo se transparenta la incidencia de la comparacin con Colombia. Este aspecto ha sido reflejado en las reseas del libro publicadas en Venezuela. Este tipo de tratamiento no aparece en los libros que sobre el mismo perodo han escrito autores extranjeros no latinoamerica-nos. Pero mi mayor inters est puesto en el proyecto de historia e historiografa comparadas de Colombia y Venezuela que he-mos elaborado con la historiadora venezolana Ins Quintero. Ella tiene la responsabilidad sobre la historiografa y a mi me co-rresponde el componente histrico. Se trata del simulacro de 10

    Yolanda Lpez. Porqu se maltrata almas ntimo: una perspectiva psicolgica del maltrato infantil. Bogot. Universidad Nacional de Colombia, 2002.

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  • La Historia comparada: Retos y posibilidades

    una historia comparada, en que de los investigadores asociados aporta cada uno la visin sobre su propio pas.

    2. Datos bsicos del proyecto

    El marco cronolgico comprende todo el perodo de las dos naciones como entidades independientes: 1830 - 2000. Es pre-ciso incorporar como antecedente indispensable el proceso de independencia de la Capitana General de Venezuela y del Nue-vo Reino de Granada. En la condicin de los dos pases es una investigacin sobre la larga duracin. Las unidades de compa-racin, como es obvio, las constituyen la historia de los dos pases y el proceso de elaboracin del conocimiento histrico que se ha realizado en ellos. Los atributos de la comparacin escogidos son ocho para la investigacin histrica. Para la his-toriogrfica son seis.

    3. Algunos atributos de la comparacin

    En aras de la brevedad slo me referir a tres de ellos. 1. Caudillismo, personalismo y partidos polticos en Colom-bia y Venezuela. 2. El papel poltico de la Iglesia 3. La con-formacin de las lites polticas. Un conocimiento superfi-cial de la historia poltica de Venezuela permite advertir un juego notable del caudillismo. Unos cuantos nombres sir-ven para periodizar la historia del siglo XIX y buena parte del XX: Jos Antonio Pez 1830-1847, Los hermanos Monagas 1847-1858, Juan Falcn, Antonio Guzmn Blan-co 1870-1888, Joaqun Crespo, 1892-18999, Cipriano Cas-tro 1899-1908, Juan Vicente Gmez 1908-1935. En Colom-bia, los caudillos son pocos y con dos excepciones, de relati-vo bajo perfil. Aqu el fenmeno ms normal fue la suce-sin de los partidos liberal y conservador. Quiz una razn

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  • Medfilo Medina

    constituya un comienzo de explicacin de las diferencias: el nivel de eliminacin fsica de las lites criollas en Venezuela fue mayor que en la Nueva Granada. De las grandes familias mantuanas qued muy poco. Entre nosotros los abolengos crio-llos permanecieron casi intactos. Esas familias y una suprstite burorocracia colonial de provincia se entrelazaron y subordina-ron a su arbitrio a los partidos. Estos en Venezuela tambin existieron pero se constituyeron ms bien en apndice del fe-nmeno personalista. En Colombia los partidos perviven hasta hoy, al menos un partido dominante, el liberal. En Venezuela el sistema moderno de partidos surgi a finales de los aos treinta del siglo XX y fu aparatosamente barrido en 1998 de la escena poltica por el liderazgo carismtico de un nuevo caudillo: el Teniente Coronel Hugo Chvez. De esta breve narrativa se desprenden varias hiptesis que no abordaremos ahora.

    Iglesia y Poltica: Un par de datos dan idea de las diferencias, y sealan sendas para la investigacin. En dos ocaciones a co-mienzos de los aos treinta del siglo XIX, en Venezuela Pez envi al exilio a varios obispos porque se negaron a jurar la Constitucin. En 1834 el Congreso aboli el diezmo y le fij un estipendio a cada sacerdote. En ese mismo ao un obispo anglicano inaugur un cementerio y un templo protestante en Caracas. Ni de lejos eso poda ocurrir en la Nueva Granada. As tempranamente se saldaron las cuentas entre las dos potes-tades, al paso que en Colombia la confrontacin entre los par-tidos cargara con un componente de guerra religiosa que se mantendra viva hasta bien avanzado el siglo XX. Solo los reg-menes adeco-copeyanos despus de 1998 se preocuparon de otorgarle poder a la jerarqua con el fin de completar un tingla-do oligrquico.

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  • La Historia comparada: Retos y posibilidades

    4. Constitucin de las lites polticas

    Las lites polticas en Venezuela se autoreconocieron como tales ya avanzado el siglo XX y lo hicieron sobre una renta pblica, la del petrleo. Las lites colombianas vinieron desde la Colo-nia y se constituyeron en las ramas privadas de la economa: las haciendas agrcolas y ganaderas, el comercio, el caf y la indus-tria. Las lites socioeconmicas se identifican con los crculos del poder poltico. Las lites polticas venezolanas tienen su origen social en unas capas medias hijas del desarrollo capita-lista. En verdad, en Colombia el trmino oligarqua no es pro-ducto de los recursos polmicos del debate poltico sino que tiene una existencia objetiva.

    De estas breves glosas al proyecto se puede advertir el poten-cial que la comparacin ofrece para el conocimiento de la pro-pia historia y, por otro lado, que en la vecindad se encuentran apasionantes motivos para el juego de hiptesis y el ensayo de construccin de teoras de alcance medio. Bienvenida la histo-ria comparada.

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  • Los es tud ios de c o m u n i c a c i n y la h is tor ia pol t ica

    Fabio Lpez de la Roche Instituto de Estudios en Comunicacin y Cultura/IEPRI

    Universidad Naci nal de Colombia

    Intentar en este trabajo, en una primera parte, precisar de qu estamos hablando cuando nos referimos a comunicacin. En un campo de estudios tan amplio y polismico, con tan distin-tas entradas tericas, disciplinarias e interdisciplinarias, y con tan enorme amplitud de temas y problemas de investigacin, es importante tener claro de entrada sobre qu estamos hablan-do, para desde all ver las articulaciones posibles con los temas de la historia poltica. Una segunda parte abordar algunos te-mas especficos de encuentro entre la historia poltica y los es-tudios de comunicacin. Finalmente, presentar unas breves conclusiones sobre la significacin y las posibilidades de dilo-go entre estas dos disciplinas.

    LOS TEMAS DE INVESTIGACIN DE LA COMUNI-CACIN: UNA PRECISIN NECESARIA HACIA LA COMPRENSIN DE LAS RELACIONES ENTRE CO-MUNICACIN E HISTORIA POLTICA

    Un lugar central en el inters de los estudios de la comunica-cin lo han detentado los medios masivos de comunicacin. Una dimensin importante para su anlisis est relacionada con su calidad de soportes tecnolgicos de la comunicacin. La

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  • Los estudios de comunicacin y la historia poltica

    imprenta, el daguerrotipo, la fotografa, la linotipia, la telegra-fa en sus distintas modalidades histricas; la telefona, la ra-diodifusin, la televisin, el internety las nuevas tecnologas de informacin y comunicacin, presentan cada una de ellas, po-sibilidades distintas desde el punto de vista tecnolgico, en cuanto a calidad de la transmisin o la representacin, en cuan-to a cobertura y tipo de comunicacin propuesta. El telfono, por ejemplo, a diferencia de medios ms notoriamente masificantes, permite mantener relaciones de intercambio de informacin mucho ms personalizadas en medio de la imper-sonalidad y anonimato caractersticos de la moderna vida urba-na y metropolitana.

    Pero las tecnologas de la comunicacin no son entidades to-dopoderosas que afecten los desarrollos sociales en forma unvoca. Ms bien ellas entran en complejas interrelaciones con distintas prcticas e instituciones sociales. En tal sentido, Raymond Williams ha insistido en que "las comunicaciones son siempre una forma de relacin social, y los sistemas de comu-nicaciones deben considerarse siempre instituciones sociales".1

    Tal consideracin ha estimulado aproximaciones a la comuni-cacin que colocan el nfasis en las apropiaciones y los "usos sociales" de las tecnologas comunicativas, de los medios ma-sivos y de sus distintos gneros o formatos. Se tratara de ver, por ejemplo, no slo qu hace la televisin con la gente, sino qu hace la gente con la televisin. Qu hace con las noticias que recibe diariamente, con los planteamientos de los espacios de opinin, qu hace con los textos e historias de los dramati-zados, cmo los integra a las prcticas cotidianas, a sus proce-1 Raymond Williams. "Tecnologas de la comunicacin e instituciones sociales"

    en: Raymond Williams (ed.) Historia de la Comunicacin, Vol. 2: De la imprenta a nuestros das, Barcelona, Bosch Comunicacin, 1992, p. 183.

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  • / "abio lpe- de la Roche

    sos individuales o grupales de construccin de sentido.2 Los estudios de recepcin y las investigaciones etnogrficas de au-diencias televisivas en Europa, Estados Unidos, Australia y Amrica Latina, estn mostrando a travs de la aplicacin al estudio de medios y gneros especficos, con categoras como "lecturas preferenciales", "lecturas de compromiso", "lecturas de oposicin", "comunidades interpretativas", "repertorios interpretativos",3 las maneras especficas desde las cuales dis-tintos grupos sociales se apropian de la informacin o de la ficcin.4 La teora de la recepcin en el estudio de la historia poltica puede enriquecer una mirada crtica sobre el funciona-miento de los juegos de poder y en particular sobre las hegemonas poltico-comunicativas en distintas sociedades y pocas, y ayudar a leer crticamente los documentos emanados de fuentes con poder.

    En el estudio de la historia de la comunicacin un lugar central le corresponde al mundo del periodismo (escrito, radial, cine-matogrfico, televisivo, electrnico), a sus lgicas y rutinas pro-fesionales en la construccin meditica de la realidad, y a su papel en la configuracin de las agendas temticas para la dis-

    2 Vase para la relacin de las audiencias con los dramatizados y los procesos de

    apropiacin social de estos bienes simblicos, el texto de Jess Martn-Barbero y Sonia Muoz (coord.). Televisiny melodrama, Bogot, Tercer Mundo, 1992.

    3 Vase: David Morley. "Los marcos tericos" (Introduccin y Primera parte),

    en: David Morley. Auenciasy estudios culturales, Buenos Aires, Amorrortu, 1996.

    4 Sobre los procesos de recepcin televisiva en Amrica Latina puede consultarse

    Guillermo Orozco (comp.). "Hablan los televidentes. Estudios de recep-cin en varios pases", en: Cuadernos de Commicny Prcticas Sodales, No . 4, Universidad Iberoamericana, Mxico, 1992; y "Recepcin televisiva. Tres aproximaciones y una razn para su estudio". En: Cuadernos de commic-ny prcticas sociales. No . 2, Universidad Iberoamericana, Mxico, 1991.

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  • Los estudios de comunicacin y la historia poltica

    cusin ciudadana en distintas coyunturas histrico-polticas. El historiador trabaja muchas veces en la reconstruccin de las rea-lidades del pasado sobre la base del estudio de los peridicos. Resulta que esos peridicos tienen estilos propios en sus proce-sos de construccin de la noticia; funcionan con criterios mu-chas veces muy particulares y sesgados en torno a qu es lo notidable, qu es lo que debe merecer la atencin de los informa-dores y qu es lo que, desde su perspectiva, le interesa al pblico lector. Esos criterios de noticiabilidad a menudo han dejado de lado en pocas pasadas y dejan de lado hoy, en las prcticas in-formativas, aspectos claves de la vida de la sociedad, en la medi-da en que no se corresponden con sus lgicas espectaculares o dramticas de determinacin y escogencia de lo noticiable.

    Cada poca histrica presenta un ecosistema particular en cuan-to a la hegemona y coexistencia de unos determinados medios masivos en la produccin de la representacin de lo social. Una mirada recordatoria de ciertas obras cinematogrficas univer-sales y nacionales nos confirmara esta aseveracin. "El ciuda-dano Kane" de Orson Welles nos muestra un poca histrica y una sociedad hegemonizada desde el punto de vista comunica-tivo por la prensa de masas. "Das de radio" de Woody Alien y "Cndores no entierran todos los das" de Francisco Norden nos muestran las sociedades norteamericana y colombiana en pocas de fuerte presencia cultural y poltica del medio radial.

    As como es necesario mirar el funcionamiento del mundo del periodismo, es muy importante prestar atencin a los gneros de los medios masivos, entendidos, de un lado, como estrategias de comunicabilidad, y del otro, como formas imprescindibles desde las cuales se produce la comunicacin y la representacin social en las sociedades modernas. Todo tipo histrico de sociedad y toda forma histrica de dominacin y de resistencia contra ella,

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    Giselle Torres PabonSticky NoteImportante

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  • iihio l Jpe~ de la Roche

    se llevan a cabo dentro de sistemas comunicativos y de medios igualmente histricos y especficos en sus configuraciones tec-nolgicas, as como en los usos sociales de los medios y sus tec-nologas. Y se llevan a cabo, tambin, en medio de un conjunto hegemnico de gneros mediticos que, teniendo en nuestro caso muchas conexiones genticas con la historia de la comunicacin y del periodismo en Occidente, expresan al mismo tiempo parti-cularidades de nuestra historia nacional, regional y local y de la creatividad e innovacin all desarrollada.5

    Los estudios de la comunicacin no se reducen solamente a los medios, sino que van mucho ms all de estos, a la considera-cin de una serie de procesos que afectan y condicionan la co-municacin, relacionados con desarrollos histricos de la cul-tura y de la educacin. En esta direccin, uno de los procesos sociolgicos claves para la reflexin sobre la historia de la co-municacin es la evolucin de los procesos sociales de alfabe-tizacin, los diferentes usos polticos y sociales que de ella se hicieron, la dominacin poltica y simblica de las lites ilus-tradas a travs de su monopolio o su acceso privilegiado a las posibilidades de uso competente de la letra, pero tambin los

    ' En el ao de 1998, uno de los trabajos premiados por las Becas del Ministerio de Cultura en la primera convocatoria de trabajos de investigacin sobre "Estudios Culturales" fue la propuesta del escritor Jorge Garca Usta de, estudiar el dilogo establecido con la modernidad desde el periodismo costeo en la dcada de los 40 y la influencia que la poesa de Rojas Erazo y la narrativa de Alvaro Cepeda Samudio y Gabriel Garca Mrquez habran jugado en el desarrollo de los gneros periodsticos. Varios trabajos espe-cficos sobre el desarrollo en Colombia de distintos gneros periodsticos (reportaje, ficcin, entrevista, periodismo de guerra, periodismo cientfico, etc), as como sobre sus cultivadores en la historia del periodismo nacio-nal, han sido publicados en los cinco nmeros aparecidos de la revista Folios de la Especializacin en Periodismo Investigativo de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia en Medelln.

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  • Los estudios de comunicacin y la historia poltica

    usos contra-hegemnicos, contestatarios o revolucionarios del saber letrado por parte de los sectores subalternos (grupos or-ganizados de la clase obrera, artesanos, campesinos, etc.) o por representantes ilustrados de sus intereses. Si Habermas nos ha mostrado en su texto ya clsico Historia j crtica de la opinin pblicct la constitucin a lo largo del siglo XVIII y comienzos del XIX de "pblicos raciocinantes" ligados a espacios de so-ciabilidad como los clubes, los salones y sobre todo los cafs, donde el "uso pblico de la razn" era alimentado por la con-versacin poltica y por la lectura de la prensa peridica, otros estudios sobre pblicos lectores populares nos han mostrado la constitucin de otras formas plebeyas o populares de sociabili-dad ligadas no slo a otro tipo de lectura y otras formas de actividad poltica y social, sino tambin a otros cdigos expre-sivos y estticos ms cercanos al sentimiento, la pasin, al me-lodrama, al carnaval o al humor irnico y transgresor.

    En ese enfoque de la alfabetizacin como una mediacin cultu-ral clave para la comprensin de los procesos comunicativos, una mirada poltica tendra que prestar atencin a la expansin de la alfabetizacin y a la incorporacin progresiva (o a las even-tuales tendencias regresivas en distintos ciclos histricos) de pblicos diferenciados a la lectura de prensa: militantes polti-cos, mujeres, pblicos lectores obreros, artesanos, campesinos.

    Los estudios histricos de la comunicacin se interesan tam-bin por las relaciones entre las narrativas construidas por los medios masivos, y los relatos y tradiciones de representacin presentes en el arte, el teatro, la literatura, las tradiciones orales populares y las formas del entretenimiento y la diversin popu-lar y popular-masiva. Si para el caso chileno Guillermo Sunkel 6 Jrgen Habermas. Historiay crtica de la opinin pblica, Barcelona, Gustavo

    Gili, 1997.

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  • l'abio l jipe^- de la Roche

    ha mostrado cmo las narrativas sensacionalistas de la prensa popular de masas chilena de la primera mitad del siglo XX, se apoyaban en viejas tradiciones narrativas propias de la lectura en voz alta de la lira popular en la plaza pblica, el mercado o la estacin del tren,7 para el caso cubano Consuelo Trivio ha observado, estudiando la obra de Jos Maria Vargas Vila, que el escritor colombiano era muy popular entre grupos de muje-res tabacaleras de la isla, gracias tambin a la lectura en voz alta de sus novelas en las plantaciones y lugares de trabajo.8 Este tipo de tradiciones de lectura popular han sido recicladas e incorporadas a las propuestas narrativas y a las lgicas de produccin de la moderna prensa popular de masas.

    TEMAS DE ENCUENTRO ENTRE LA HISTORIA POLTICA Y LOS ESTUDIOS DE LA COMUNICACIN Y DEL PERIODISMO

    De entrada quisiera decir que dentro de la disciplina histrica la apertura hacia el campo de estudios de comunicacin puede abrir una veta importante para arrojar luces sobre los procesos de mo-dernizacin y configuracin de modernidad en Colombia y Amri-ca Latina y para valorar el papel jugado por los medios de comuni-cacin y las nacientes industrias culturales en ese proceso.9

    7 Guillermo Sunkel. Ra^ny pasin en la prensa popular. Santiago, ILET, 1985.

    8 Jos Mara Vargas Vila. Diario Secreto. Seleccin, introduccin y notas de

    Consuelo Trevio. Bogot, El Ancora, 1989. 9 Pistas importantes para el estudio de esa interrelacin se encuentran entre

    otros autores, en Jess Martn-Barbero. De los medios a las mediaciones. Mxico, Gustavo Gili, 1991; y Jos Joaqun Brunner. Amrica Latina: culturay modernidad. Mxico, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Grijalbo, 1992. De este ltimo autor es tambin muy sugerente para pensar las relaciones medios-modernidad en Amrica Latina su estudio "Cultura y crisis de hegemonas", en: Jos Joaqun Brunner y Carlos Cataln. Cinco estudios sobre culturay sociedad. Santiago de Chile. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 1985.

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  • Los estudios de comunicacin y la historia poltica

    Para el campo de estudios de la comunicacin la apertura hacia estudios histricos no slo resulta conveniente sino imprescin-dible para darle fondo y consistencia al mismo y para dotarlo de un sentido de memoria sobre los medios y sus manejos his-tricos, as como sobre la evolucin del mundo del periodismo con sus competencias y falencias, aciertos y desaciertos.

    En este punto hay que anotar que necesitamos poner en dilogo los estudios de comunicacin de masas, la sociologa histrica de la comunicacin masiva 0ohn B. Thompson,10 Jos Joaqun Brunner),11 la sociologa histrica y contempornea de la profe-sin periodstica, los estudios de comunicacin-cultura en Am-rica Latina (Garca-Canclini, Renato Ortiz, Martn-Barbero y otros),12 con la historia cultural, social, poltica y econmica.

    Un libro que ha estimulado en los ltimos aos las aproxima-ciones entre historiadores y analistas de la comunicacin ha sido Comunidades imaginadas de Benedict Anderson,13 desde su inters por la imprenta y la relacin de la actividad impresora con el desarrollo de las lenguas vernculas y los procesos de configuracin de las naciones en la Europa moderna, como tam-bin desde su llamado de atencin sobre el papel jugado por la novela y el peridico de masas en la constitucin de esas "co-munidades imaginadas" de lo nacional.

    10 Vase especialmente John B. Thompson. Los mediay la modernidad. Barcelo-

    na, Paids, 2000 11

    Vase por ejemplo: Jos Joaqun Brunner. Amrica Latina. Culturay moderni-dad Mxico, Grijalbo, 1992. (N. del E.).

    12 Vase por ejemplo: Nstor Garca Canclini. Culturas hbridas: estrategias para

    entrary salir de la modernidad. Mxico, Grijalbo, 1990; Renato Ortiz. Artfices de una cultura mundiali^ada. Bogot, Siglo del hombre/Fundacin Social, 1998, y: Jess Martn Barbero, op. dt. (N. del E.).

    13 Benedict Anderson. Comunidades imaginadas. Mxico, FCE, 1993.

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  • Vabio ] Jper de la Roche

    Un trabajo de relativamente reciente aparicin en espaol, Los media y la modernidad, de John B. Thompson,14 constituye una sociologa histrica de los medios de comunicacin que intenta mostrar las interrelaciones entre el desarrollo y la apropiacin social de los medios masivos, y los procesos de modernizacin y configuracin de modernidad. El autor cuestiona el olvido de los medios de comunicacin en las elaboraciones conceptuales de los clsicos de la teora social -con la excepcin del trabajo Historiay crtica de la opinin pblica de Jrgen Habermas-, y'Ila-ma la atencin acerca de las ligazones histricas y estructurales entre la incorporacin social de los medios masivos, los proce-sos de modernizacin y la constitucin de espacios y actitudes de modernidad.

    En Amrica Latina, la articulacin de la influencia social, cul-tural y poltica de los medios de comunicacin en los procesos de construccin de identidades nacionales entre los aos de 1930 y 1960 ha sido estudiada por Jess Martn-Barbero en su libro De os medios a las mediaciones, en el captulo denominado "Modernidad y massmediacin en Amrica Latina", con rela-cin a sus implicaciones para la cultura y para la poltica. Mire-mos a continuacin estas ltimas.

    Un fenmeno poltico asociado a la especificidad de los proce-sos de configuracin de la modernidad poltica en Amrica La-tina cual es el populismo, en sus versiones clsicas como el varguismo y el peronismo, ha sido abordado por Martn-Barbe-ro no solamente como fenmeno poltico sino tambin como fenmeno dotado de fuertes implicaciones cultural- identitarias y de dimensiones poltico-comunicativas insoslayables. La cons-truccin de la relacin carismtica del lder populista; las re-

    14 John B. Thompson, op. dt.

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  • Los estudios de comunicacin y la historia poltica

    presentaciones construidas desde los populismos sobre el pue-blo y sobre lo popular; los sentidos y las representaciones cons-truidas desde el pueblo y los sectores subalternos sobre el lder carismtico y sobre el propio fenmeno populista; los manejos mediticos y comunicativos de la propaganda populista, -que llegaron a ser comparados con los usos intensivos de la propa-ganda por el fascismo-, las escenografas y los rituales peronistas recordados por Toms Eloy Martnez en su novela Santa Evita15 o por la pelcula argentina "Eva Pern"; la sensibilidad de los lderes populistas hacia la comunicacin de masas y su inteli-gencia del valor social y del carcter estratgico de los medios; la autonoma; los niveles de independencia o de participacin subordinada y dependiente de las masas en medio de la movili-zacin populista, constituyen algunas de las relaciones entre populismo y comunicacin que estn demandando hoy da es-tudios histricos particulares.

    Para el caso colombiano, esto supone el estudio no slo de un fenmeno muy interesante, cual es la relacin gentica y el di-logo intercultural entre la experiencia rojista y el populismo peronista argentino, sino el rastreo de las vicisitudes de las he-rencias comunicativas del rojismo traducidas en innovaciones dentro de la izquierda democrtica y populista del M-19.16 Me refiero al inters de esta organizacin por los medios de comu-nicacin, a la definicin del M-19 por su lder Jaime Bateman como un movimiento "de propaganda armada", a su nacimien-to como organizacin a travs de una campaa publicitaria en prensa anunciando la pronta aparicin de un supuesto produc-

    15 Toms Eloy Martnez. Santa Evita. Bogot, Planeta, 1995.

    16 Vase mi artculo: "Aspectos culturales y comunicacionales del populismo

    rojista en Colombia (1953-1957) Nuevas aproximaciones al populismo en Amrica Latina", en: Signo y Pensamiento, N o . 29, Vol. 15, Bogot, Universidad Javeriana, 1996.

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  • I'dhio \J)pe^ de la Roche

    to contra los parsitos, a su propensin a la espectacularidad y al impacto comunicativo desde su operatividad poltica, a su prctica en los aos setenta de interceptar la seal de televisin a la hora de los discursos presidenciales para incorporar mensa-jes polticos antigubernamentales, y a esa vocacin comunicativa que le llevar, en la negociacin de paz del 89 y del 90, a pactar con el gobierno Gaviria el acceso a la difusin de un noticiero de televisin y a desarrollar una de las ms interesantes e innovadoras propuestas de noticierismo televisivo en la histo-ria reciente de la televisin colombiana: el noticiero AM-PM.

    Las sugerencias y pistas de investigacin aportadas por Martn-Barbero sobre las interrelaciones entre medios masivos, indus-trias culturales, culturas popular-masivas y construccin de iden-tidades nacionales, han sido retomadas en trabajos que muestran el papel de los medios en la coyuntura histrica de la Repblica Liberal de 1930 a 1946. Lo que pone el Estado (la poltica cultu-ral de masas del liberalismo)17 y lo que pone el Mercado,18 satisfa-ciendo demandas que la comunicacin pblica en virtud de su proyecto fuertemente ilustrador y letrado difcilmente puede pro-veer. De un lado, la HJN y la Radiodifusora Nacional de Colom-bia. La radio y el cinematgrafo como vehculos de moderniza-cin, culturizacin, civilizacin y movilizacin de la poblacin. De otro, el papel de los medios comerciales en las dinmicas de modernizacin, secularizacin, masificacin, urbanizacin y na-cionalizacin de la poblacin a travs de la interpelacin a los sentimientos y a la cotidianidad de la gente.

    17 Renn Silva. "Ondas nacionales. La poltica cultural de la Repblica Liberal y

    la Radiodifusora Nacional de Colombia". En: Anlisis Poltico. N o . 41. Bogot. Septiembre-diciembre de 2000.

    18 Nelson Castellanos. La letra amenazada. E l proyecto letrado de radiodifusin en

    Colombia 1929-1940. Tesis de Maestra en Comunicacin, Bogot, Univer-sidad Javeriana, 2001.

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  • Los estudios de comunicacin y la historia poltica

    No sobra anotar que estn por estudiarse desde la historia de la comunicacin los procesos de construccin de referentes de nacionalidad (sentimientos patrios, entre ellos) ligados a la ra-diodifusin y a la narracin deportiva de la "Vuelta a Colom-bia" en bicicleta. Para el caso de Brasil han sido estudiados los procesos de construccin nacional-identitaria a travs del ft-bol, la samba y el carnaval, durante los aos 30, y unas dcadas despus, las nuevas variaciones de esa articulacin medios-in-dustrias cultrales-construccin de imaginarios de lo nacional, ligadas a los xitos en el automovilismo mundial de Ayrton Senna, convertido en hroe nacional.19

    Las industrias culturales no slo aportaron temas y contenidos para la construccin de esas "comunidades imaginadas" de las distintas naciones, sino que proveyeron elementos valiosos para la constitucin de una identidad cultural supranacional, lati-noamericana.

    Citaremos a continuacin in extenso en la medida en que se amerite, el anlisis y el relato de la etnomusicloga cubana Carmen Mara Senz, cuya reflexin y narracin muestran cmo en los 30s, 40s, y 50s se configuraron desde la industria musical y la relacin de la gente con esos bienes simblicos ofrecidos para su identifica-cin, representaciones y sentimientos de pertenencia latinoame-ricana o latinoamericanidad, que renovaron y actualizaron un sen-tido de comunidad histrica y cultural y de alguna manera opera-ron como una especie de dique frente a la penetracin de in-fluencias extranjeras homogeneizantes. Senz escribe as en la presentacin del disco compacto "xitos de Victrolas": ' Vase Renato Ortiz. "El atraso en el futuro: usos de lo popular para cons-

    truir la nacin moderna", en: Nstor Garca-Canclini (comp.). Culturay pospoltica. El debate sobre la modernidad en Amrica Latina. Mxico, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1995.

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  • l'ahio LJpec- de la Roche

    El bolero en las victrolas se convirti en la "msica de barra" por excelencia. La victrola fue uno de los recursos ms importantes para la difusin de la msica y de los ms importantes intrpretes de la msica popular cubana de la poca. Desde principios de la dcada del 30 estas mquinas comenzaron a proliferar en bares, bodegas y otros establecimientos pblicos en los barrios popula-res de todas las ciudades y pueblos del pas. Tambin fue muy importante para la difusin musical de la poca la instalacin de victrolas en bodegones de reas rurales y en los comercios y bares de los bateyes de los centrales azucareros. Esto contribuy, junto con el cine sonoro, la radio, y el disco, a una rpida popula-rizacin de gneros e intrpretes del momento y al establecimien-to de nuevos patrones estticos y preferencias musicales en el oyente cubano. [...] Resultaba interesante que a pesar de la fuerte difusin e influencia de la msica norteamericana en nuestro m-bito sonoro, sta no ocup nunca un lugar importante en las victrolas cubanas. Algn que otro nmero instrumental y por supuesto los boleros en espaol de Nat King Col, pero el rock and roll no pudo competir con el bolero cubano y latinoameri-cano de los aos 50. Romntico por excelencia, el bolero carac-teriz a la msica latinoamericana y caribea de los 50 y La Haba-na fue un mercado abierto en el que se amalgamaban los elemen-tos ms diversos de la msica del continente. La capital cubana segua siendo en los aos 50 el Pars de las Antillas en el cual se consagraba lo mismo un modo bailable que un tipo de cancin o un intrprete que buscara la reafirmacin de su prestigio o la iniciacin en programas televisados en los cuales Cuba tuvo la primicia desde 1951. El bolero de esta dcada se caracteriz por sus intercambios con la creacin de Amrica Latina y al fin y al cabo por la adopcin de los patrones del bolero cubano como forma de expresin de la cancionstica latina. Las caractersticas locales (chilenas, argentinas, colombianas, mexicanas, puertoriqueas, etc., fueron neutralizadas por arreglos que incor-

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  • Los estudios de comunicacin y la historia poltica

    poraban el obstinado y caracterstico ritmo del bong en el bole-ro cubano. Esta es la era en que surgen divos de la bolerstica lafinoarnericana entre los que se encuentran el argentino LeoMarini, el chileno Lucho Gatica y el puertoriqueo Daniel Santos, inclui-dos en esta seleccin. Los "divos cubanos" estn en esta seleccin pero considero que entre los que mayor popularidad alcanzaron en el mbito continental estn Lino Borges, que caracteriz su estilo por el lirismo interpretativo, Orlando Vallejo, conocido como rey del bolero moruno, Vicentico Valds, que con su peculiar

    , timbre vocal gan un lugar importante dentro de la msica latina en Nueva York. Y por supuesto, Benny Mor, quien adems de desarrollar una importante carrera en Mxico y Cuba, fue -y es-adorado por el pblico venezolano y colombiano, conocido y reconocido en todas las Amricas.(...) Esta forma de expresin musical nos ha marcado a todos por su significacin emocional. Es una referencia a nuestra identidad, a nuestro ambiente sonoro. No olvidemos que los nios que como yo jugaban en la acera prxima a la bodega de la casa ramos oyentes pasivos y as, sin proponrnoslo, aprendimos a reconocemos en esas voces. Por eso al escuchar esta muestra antolgica vendrn a nuestra mente los recuerdos del barrio, de los das en la playa, o de las primeras citas en un night club habanero, pues donde hubo una victrola necesariamente hubo boleros.20

    Otro asunto importante en la construccin de una sociologa his-trica de la comunicacin y la cultura, pero tambin de una socio-loga histrica de la cultura poltica, tiene que ver con el estudio de la introduccin y difusin social de nuevas tecnologas de comuni-cacin e informacin y la aparicin histrica de nuevas formas de la interaccin social. El historiador, analista cultural y de la vida urbana mexicana Carlos Monsivis, ha anotado cmo una de esas 20

    Presentacin del disco compacto "xitos de victrolas" por la etnomusicloga cubana Carmen Mara Senz.

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  • X'abio I.jipe^ de la Roche

    transformaciones estructurales relacionadas con los efectos socia-les y polticos de la introduccin de nuevos soportes tecnolgicos de la comunicacin, tuvo que ver con la llegada y difusin de la radio y con el consecuente paso del "orador" al "locutor" en la dcadas del 20 y del 30, transicin que entre otros de sus efectos, estimul el progresivo desplazamiento del pulpito como lugar pri-vilegiado de la socializacin poltica de la poblacin. En un texto de fino anlisis cultural y comunicativo denominado La agona in-terminable de la candan romntica, Monsivis se ha referido a la in-fluencia de la radio especficamente ligada a la difusin del bolero y las canciones de Agustn Lara: "La XEW crea un gusto capitali-no desde los 30s (que ser gusto nacional), apuntala una nueva moral con apoteosis de prostitutas mticas y adulterios legenda-rios, desplana al orador a favor del locutor{..(\ y promueve el arrabal, el mito preferencial de los aos 40" .21

    Otro de los impactos en cuanto a produccin de nuevas for-mas de interaccin social, tematizado por Monsivis en ese mismo trabajo, se relaciona con la aparicin histrica de nue-vos grupos sociales como las "admiradoras" ofans, aparicin ligada a la cultura de masas y a la expansin y asimilacin so-cial del mercado del disco y del "star system".

    Un tema que constituye al mismo tiempo un debate conceptual de indudable actualidad es el de la valoracin poltica y cultu-ral de las culturas masivas, popular-masivas y de las industrias culturales como espacios significativos en la dinmica social e histrico-cultural. Pero tambin de la significacin, en los pro-cesos de comunicacin poltica en sociedades modernas y con-temporneas, de la interpelacin nacional y popular en los dis-cursos y prcticas polticas (nacionalismos, populismos),

    21 Carlos Monsivis. La agona interminable de la candan romntica, (mimeo).

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  • Los estudios de comunicacin y la historia poltica

    interpelaciones muchas veces opacadas o estigmatizadas por la primaca de una mirada intelectual, reivindicativa o poltica que priorizaba la clase social.

    Hay que subrayar la existencia en Amrica Latina de una im-portante produccin intelectual sobre culturas masivas y popu-lar-masivas y procesos y prcticas sociales de comunicacin/ cultura. Los debates sobre la cultura de masas, lo masivo y lo popular-masivo; la masificacin como proceso sociolgico y poltico; la caracterizacin de la cultura de masas como diagica y estimulante del dilogo y encuentro entre distintas tradicio-nes culturales o como un tipo de cultura homogeneizante y tendencialmente uniformizadora; las valoraciones de la cultura masiva como cultura democrtica o como cultura dirigista y autoritaria, son hoy una lnea de indagacin y de debate clave, tanto para el anlisis de la comunicacin poltica como para la comprensin crtica (y por ende poltica) de las dimensiones culturales y simblicas de la comunicacin masiva.22

    Abordando este tema, quisiera subrayar la ausencia en esta tra-dicin latinoamericana de crtica cultural y comunicativa (por lo menos en el conjunto de autores citados en este trabajo), de ingenuidad poltica o cultural en la mirada sobre la culturas masiva y popular-masiva contemporneas. Junto a la disposi-cin a pensar sus funciones constructivas y sus posibilidades alternativas y creativas en la produccin de sentidos e identi-dades individuales y grupales y en la tematizacin de las trage-dias, sueos, dilemas y esperanzas de nuestras sociedades, la critica cultural/poltica/comunicativa latinoamericana, con al-gunas excepciones, est distante de cualquier visin celebratoria 22

    Para una aproximacin reciente a este debate desde la perspectiva latinoame-ricana, vase: Ana Mara Zubiela et al. Cultura popular y cultura de masas. Conceptos, recorridosypolmicas. Buenos Aires, Paids, 2000.

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  • Fabio I Jipe-- de la Roche

    y totalizante de los medios y las culturas masivas, abierta a una mirada crtica sobre sus peores expresiones, a construir una capacidad individual y social de discenir qu vale y qu no vale o vale poco en ella, desde consideraciones sociales, polticas, ticas o estticas, y a criticar y fustigar sus formas ms instrumentales, alienantes y degradadas.

    Quisiera subrayar tambin la pertinencia en los estudios de co-municacin de una mirada integral sobre el ecosistema comuni-cativo que preste atencin simultneamente a los formatos "se-rios" (informacin, opinin, reportaje, periodismo investigativo) y a los gneros de ficcin y del entretenimiento. Que fomente la capacidad de ver las luchas por el control de los procesos comu-nicativos y de significacin de lo social en esas dos vertientes de la produccin de medios, y de estar abiertos a la comprensin de lo que hoy se juega polticamente en los gneros de ficcin en cuanto a tematizacin de la realidad y formacin de la poblacin en valores, sensibilidades y estilos de vida (jerarquas de temas y problemas propuestos por medios e industrias simblicas para la discusin ciudadana o para su ocio y entretenimiento). No sobra recordar aqu la tesis del analista de medios Germn Rey acerca de cierto trastocamiento de las funciones tradicionales de los gneros mediticos en los aos 90 en Colombia, trastocamiento que si de un lado evidenciaba un empobrecimiento de los noti-cieros y los gneros "serios" de la comunicacin en virtud de su conversin en el espacio frivolo de las "colas", del mundo de los famosos, de la farndula y de lo light, de otro, condujo de manera paradjica a que en el dramatizado y en los espacios humorsti-cos se abordara, con mayor profundidad y propiedad, la tematizacin de asuntos claves de la vida nacional como la co-rrupcin pblica, la situacin carcelaria, el paramilitarismo, y la influencia del narcotrfico en la poltica y en la sociedad ("La mujer del presidente", "Tiempos difciles", "Quae, el noticero",

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  • Los estudios de comunicacin y la historia poltica

    del humorista Jaime Garzn, "El siguiente programa", "El Fis-cal", "La Madre", entre otros).

    Como ya lo subraybamos en la primera parte de este ensa-yo, cuando presentbamos el espectro de temas de inters en los estudios de comunicacin, un espacio central de confluen-cia entre la comunicacin y la historia poltica se encuentra en los estudios histricos sobre la comunicacin y los medios en tanto instituciones formuladoras e implementadoras de polticas, as como sobre el campo del periodismo y sus dis-tintos gneros en prensa escrita,23 en radio,24 cine (noticierismo cinematogrfico),25 y televisin,26 hasta las formas ms con-temporneas de periodismo digital y las maneras como estn afectando el ejercicio y desarrollo del periodismo escrito.27 23

    Vanse, para nombrar slo algunos trabajos y artculos: Enrique Santos Caldern. "El periodismo en Colombia 1886-1986", en: Nueva Historia de Colombia Planeta. T. VI: Literatura y Pensamiento, Artes, Recreacin, Bogot, Planeta, 1989; Juan Jos Hoyos. "Pioneros del reportaje en Colombia", en: Folios. No.2. Diciembre de 1997; Carlos Agudelo. "Cuando Alternativa se asom a la verdadera Colombia", en: ibid. No . 4. Julio de 1999; y Maria Teresa Herrn. "El periodismo en Colom-bia, desde 1986", en: Nueva Historia de Colombia. T. IX: Ecologa y Cultu-ra. Bogot, Planeta, 1990.

    24 Vase: Reynaldo Pareja. Historia de la Radio en Colombia 1929-1980. Bogo-

    t, Servicio Colombiano de Comunicacin Social, 1984. 25

    Cira Ins Mora y Adriana Carrillo. Hechos colombianos para ojos y odos de las Amricas. Archivo colombiano dnematogrfico de la familia Acevedo 1928-1955. 2do. Lugar en el Premio Nacional de Ensayo Cinematogrfi-co de la Direccin de Cinematografa del Ministerio de Cultura, Bogot, 2001.

    26 Vanse: Milcadez Vizcano (coord.). Historia de una travesa. Cuarenta aos

    de la televisin en Colombia. Inravisin, 1994; del mismo autor: La televisin educativay cultural en la historia de Colombia. Bogot, 2001. (Indito).

    27 Algunas de estas historias de medios, particularmente sobre la radio y

    el cine, se han empezado a desarrollar desde el Programa de Inves-tigacin sobre "Historia Social de la Comunicacin y del Periodis-mo en Colombia", del Grupo de Investigacin "Comunicacin, cultura y ciudadana" del IEPRI.

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  • Fabio Lpe^ de la Roche

    De manera similar a lo que ocurre con otros gneros televisivos, el gnero de opinin carece hoy da en nuestro pas, de una memoria sobre su propio proceso de nacimiento y desarrollo a lo largo de las distintas pocas y coyunturas de la historia colombiana de la segunda mitad del siglo XX. No tenemos mayor conciencia de aquellos programas que hicieron poca o que representaron avances importantes en la produccin y representacin de la opinin en formato televisivo. Tampoco tenemos un perfil de sus conductores, de los periodistas que los realizaron, de sus trayectorias y procedencias y de sus m-ritos personales y profesionales como constructores de opi-nin pblica a travs del medio televisivo. Tal vez por carecer de esa memoria, los ciudadanos no sabemos si los espacios de opinin que hoy tenemos son mejores o peores que los de anteriores dcadas o pocas en sus narrativas y formatos; en la profundidad y calidad del dilogo entre los participantes o en-trevistados en ellos; o en los niveles de formacin, informa-cin e independencia de sus conductores. No tenemos una memoria de los temas que nos permitimos o no nos permiti-mos debatir a travs de los espacios de opinin televisiva a lo largo de esa segunda mitad del siglo XX; de las aperturas o bloqueos informativos y deliberativos presentes en las distin-tas coyunturas vividas por el pas en ese horizonte temporal. Poco sabemos sobre cmo funcionaron las disposiciones y arreglos organizacionales con miras a producir estos espacios, cmo se organizaba el trabajo de investigacin, quines pro-ponan los temas para el debate pblico y con quines se con-sultaba y se decida sobre los asuntos de inters ciudadano. Resulta importante tambin rastrear en los distintos momen-tos histricos del perodo abordado, los constreimientos eco-nmicos y polticos, las censuras y autocensuras, as como las exclusiones de aquellas voces que por distintas razones eran consideradas inconvenientes por quienes detentaban el con-

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  • Los estudios de comunicacin y la historia poltica

    trol de los medios de comunicacin. En la misma medida resultara muy importante prestar atencin a las pugnas por la ampliacin del espectro social, poltico y temtico en la produccin de los espacios de opinin televisiva, as como a las luchas contra la censura y por la ampliacin del campo de lo decible y de lo discutible.

    Otros campos por explorar, conexos con el anterior, pero que presentan cada uno su propia especificidad, tienen que ver con la historia de las concepciones de la comunicacin circulantes en la sociedad (la democracia o el autoritarismo tienen mucho que ver con las maneras como distintos acto-res y regmenes polticos conciben la comunicacin); con la historia de la formacin acadmica en periodismo y comu-nicacin, as como con el desarrollo histrico de las polti-cas pblicas en comunicacin.28

    Las investigaciones sobre el campo de estudios de la comunicacin y la formulacin de polticas de comunicacin en Amrica Latina arran-can a menudo de la "mass communication research" norteamericana en los aos 40 y 50 y de su recepcin latinoamericana en los 50, pero poco exploran las concepciones de la comunicacin y las polticas comunicativas de la primera mitad del siglo XX. Por ejemplo, el uso por las lites polticas, de la radiodifusin y de la cinematografa como vehculos de modernizacin antes de la llegada del desarrollismo funcionalista de inspiracin norteamericana, y mucho menos los mo-delos de comunicacin que alimentaron las experiencias de comunica-cin pblica en el siglo XIX. Las influencias, por ejemplo, de las con-cepciones periodsticas de Pulitzer en la prensa colombiana o latinoa-mericana de finales del siglo XIX o comienzos del XX. Vase, para una visin panormica de la evolucin de los paradigmas de comprensin de la comunicacin en el siglo XX en Amrica Latina, as como de las maneras como


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