Cantón Pelileo
El cantón Pelileo está localizado en el corazón de la
provincia de Tungurahua. Limita al norte Píllaro y Ambato,
al sur la provincia de Chimborazo, al este el cantón Patate y al oeste los cantones Quero
y Cevallos.
Pelileo fue fundada por Antonio Clavijo en 1570 y fue elevada al estatus de cantón el 22
de julio 22 de 1860. La llegada del ferrocarril Curaray que debía avanzar hacia el
Oriente de acuerdo al proyecto de Eloy Alfaro, fue una oportunidad de progreso
comercial para el cantón Pelileo que no duró mucho tiempo.
Pelileo a través de su historia sufrió los embates de erupciones y terremotos. Pelileo fue
totalmente destruído por el terremoto del 5 de agosto de1949, por ubicarse el epicentro
en el sitio de La Moya, la población fue completamente destruida con grandes pérdidas
de vidas y de propiedades.
Una nueva ciudad se reconstruyó en una localidad cercana. En consecuencia, a presente
es posible visitar tanto Pelileo Grande - el sitio de la ciudad antigua, hoy una parroquia
del cantón - y Pelileo Nuevo.
Al cantón Pelileo también se le conoce como la Ciudad Azul,
en razón de su industria del jean, localizada en su mayor parte
en la parroquia de El Tambo.El 30% de la población urbana se
dedica a esta línea productiva desde hace 10 años, ante la
capacidad productora se han instalado numerosos puestos en
donde venden directamente las prendas: pantalones, chompas,
chaquetas, faldas, etc.
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PELILEO ECUADOR
Pelileo, Ecuador, 17 jun (Andes).- Los árboles están deshojados, secos, se diría que
muertos. Aquí pululan moscas negras, verdosas, envueltas en un aire de misterio
trágico. No se trata de un camposanto, aunque por el camino haya tumbas y cruces que
parecen decir lo contrario. No, no es un cementerio. Se trata del parque central de
Pelileo Grande, ubicado a 155 km desde Quito.
La historia de esas tumbas se remonta al 5 de agosto de 1949. Son las dos de la tarde y
en Pelileo las nubes han bajado hasta los techos de las casas, una neblina espesa le da al
ambiente la premonición de que algo pasará, de que algo sucederá ese día entre la tierra
y el cielo. Zoila lo recuerda nítidamente: “Estábamos comiendo y hubo un temblorcito,
pero estuvo duro, entonces salimos corriendo de la casa. Después de unos diez minutos
se vino lo duro”, cuenta la mujer de 68 años.
En sus ojos todavía dibuja aquella montaña que había hasta las tres de la tarde de ese día
y que ahora le dio paso a una quebrada gigantesca – de unos 500 metros- que
desemboca en el río Patate.
Hasta el 5 de agosto de 1949, el pueblito de Zoila Tite tenía alrededor de tres mil
habitantes cuando se vino la catástrofe; de ellos murieron 1.300 personas. Alejandro,
otro sobreviviente del terremoto, recuerda que su padre los llevaba montaña arriba,
caminando para salir de ese lugar que parecía iba a ser tragado por la tierra. “Mientras
nosotros caminábamos, mi papá nos decía „no regresen a ver, no regresen a ver‟ y
llorando, llorando del miedo, lo seguíamos”, cuenta sentado en la que parece ser la
única tienda de este pueblo.
No todos corrieron con la misma suerte de Alejandro ni con la sabiduría de su padre.
Algunos, desesperados y angustiados, se metieron a la iglesia, que en poco menos de 10
minutos se les vino encima matándolos a todos, incluyendo al párroco Vicente Arauz.
La cúpula del templo, hecha con piedra pishilata, no resistió el temblor pero sí ha
resistido el paso del tiempo y ahora es testigo de cómo Pelileo se reconstruye
conviviendo con sus recuerdos.
Pelileo fue el epicentro del sismo de 6,8 grados en la escala de Richter, que fue
considerado el más fuerte del hemisferio occidental en más de un lustro y tuvo lugar a
tan solo 40 km de profundidad. En total, según cifras del Servicio Geológico de los
Estados Unidos, este terremoto mató a 5.050 personas en todo el país.
En aquel tiempo, las casas estaban construidas con bahareque (una mezcla de palos o
cañas entretejidas y barro). La fuerza del sismo redujo el pueblo a escombros. El
archivo fotográfico del Ministerio de Cultura del Ecuador tiene postales de Kethleen
Barker y su hija Consuelo Mena Barker cubriéndose la nariz con pañuelos para evitar el
hedor de los cadáveres en descomposición que yacían bajo las ruinas del pueblo.
Las inmensas masas de tierra que se desplazaron desde el occidente hacia las riberas del
río Patate se llevaron consigo todas las viviendas de bahareque y tejas que se levantaban
sobre la zona. Solo una casa quedó en pie, la de Segundo Torres y Rosa Elena Recalde;
hoy la habita su hijo Galo Torres Recalde, quien se niega a recordar el trágico suceso.
El nombre del parque, cuando sucedió la catástrofe, era 10 de Agosto –cuando se
recuerda la Independencia del Ecuador–. Después de ella, el parque cambió su nombre
por el de 5 de Agosto. El nombre puede cambiar, dicen sus habitantes, lo que no cambia
es el dolor y el recuerdo de las víctimas, en honor a quienes se erige una estatua en
medio del parque pues cientos de cuerpos no se pudieron rescatar ante el peso de los
escombros. Ellos permanecen ahí, debajo de estas baldosas resquebrajadas por el
tiempo.
El terremoto parece un personaje más de este pueblo, un evento trágico que convive aún
con sus ciudadanos y al cual ahora le sacan provecho turístico.