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INICIACIÓN Y CONTRA-INICIACIÓN EN LA OBRA DE RENÉ GUÉNON
Pedro Vela
Sobre la vinculación iniciática, que considero como todo
lo esencial, nunca he cambiado de opinión.
René Guénon, carta a Jean Reyor, 20/11/1950.
Agradecimientos
Antes de empezar mi exposición, quiero agradecer a los coordinadores del
CEEC y, en particular, a mi estimado amigo, el Dr. José Antonio Antón Pacheco, su
amable invitación a participar en este Encuentro dedicado íntegramente a la obra y
figura de un autor tan interesante e importante como es, a mi juicio, René Guénon.
Por otro lado, no es la primera vez que vengo a este escenario para hablar de la
obra de este autor. Hace ya 7 años Agustín López me invitó a hacerlo en el marco del
VI Encuentro, donde expuse lo mejor que pude una ponencia titulada Tradición
Primordial y formas tradicionales en la obra de René Guénon, que creo que gozó de
bastante aceptación, más que nada porque al final, muy gentilmente, el público asistente
no se había dormido.
Y bien, pasemos ahora a la presentación del tema de esta ponencia.
Presentación del tema
En la obra de René Guénon existen media docena de conceptos que son
fundamentales. Uno de ellos, quizá el central y el que a mi entender justifica casi
completamente toda su obra, es el de la iniciación.
De este modo, empezaremos comentando sucintamente, en primer lugar, que el
concepto de iniciación (y el de esoterismo, al que está directamente vinculado) no
tienen nada que ver con la idea que hoy en día le viene a uno a la cabeza al escuchar
tales palabras.
Después, entraremos directamente en lo que René Guénon entiende por
“iniciación” y veremos que, para que sea bien comprendido, tal concepto debe ser
puesto en relación o en función de otros tres, también muy importantes, como son el de
tradición y el de las dos facetas o dimensiones principales que para Guénon ésta tiene:
el exoterismo y el esoterismo.
Por otro lado, también abordaremos los significados que tienen en su obra las
palabras metafísica y conocimiento, imprescindibles para comprender adecuadamente
tanto el origen como las diferentes fases de la iniciación y su finalidad última.
Seguidamente, entraremos a considerar, un poco más pormenorizadamente,
cuáles son las características principales que definen la iniciación.
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Y por último, nos referiremos a otro concepto, normalmente muy poco tenido en
cuenta, pero sumamente importante, como es el de contra-iniciación. Lo definiremos, e
intentaremos comprender cuáles son sus características y las consecuencias que se
pueden extraer de ellas.
Para tocar todos estos asuntos, voy a procurar que el hilo conductor de esta
exposición sea, en la medida de lo posible, la propia obra de Guénon y no un resumen
de la misma hecho por mí. Es decir, que mi contribución no va a ser la de interpretar sus
palabras ni la de exponer mi opinión personal sobre ellas sino, más bien, la de
concatenar y entrelazar toda una serie de citas, entresacadas de sus libros, para que sea
el mismo autor el que se explique con su propia voz. Entiendo que, de este modo, se
reduce al mínimo la posibilidad de cometer equivocaciones o tergiversaciones, y se
facilita al máximo la oportunidad de debatir con claridad posteriormente sobre lo
expuesto.
Entremos, así pues, a desarrollar, sin más demora, el interesante asunto que nos
hemos propuesto tratar.
Desarrollo
1.- Iniciación
1.1.- Lo que no es la iniciación
1.2.- La tradición y sus dimensiones
1.2.1.- Tradición
1.2.2.- Metafísica y conocimiento
1.2.3.- Exoterismo, esoterismo e iniciación
1.3.- Qué es la iniciación
1.3.1.- Algunas precisiones previas
1.3.2.- ¿Qué es exactamente la iniciación?
1.3.3.- Iniciación virtual e iniciación efectiva: operativo y especulativo
1.3.4.- Condiciones y cualificaciones iniciáticas
1.3.5.- La función imprescindible de los ritos para una transmisión
iniciática regular. Rito y símbolo. Enseñanza iniciática
1.3.6.- Etapas y finalidades de la vía iniciática
2.- Pseudo-iniciación y Contra-iniciación.
3.- Conclusión y resumen de lo tratado.
1) INICIACIÓN
¿Qué es la iniciación?, ¿cuáles son las condiciones necesarias para acceder a
ella?, ¿por qué medios?, ¿qué virtudes o cualidades se requieren en el aspirante a
recibirla?, ¿cómo se transmite?, ¿cuáles son sus fines?, ¿por qué y para qué es
necesaria?.
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1.1.- Lo que no es la iniciación
Para intentar responder a todas estas preguntas, quizá lo más sencillo sea indicar
sucintamente primero lo que no es la iniciación. En este sentido, cabe señalar que la
iniciación, y el verdadero esoterismo del que ella es puerta de acceso, como luego
veremos, no tiene nada que ver con lo que la mayoría de nuestros contemporáneos
piensa al oír esas palabras. Esto es debido sobre todo a las nefastas consecuencias
generadas por el tremendo desaguisado ocultista de finales del siglo XIX y principios
del XX, protagonizado por “celebridades” tales como Eliphas Levi, Helena P.
Blavatsky, Allan Kardéc, Gérard Encausse alias “Papus”, Rudolf Steiner, MacGregor
Mathers, Max Heindel, Spencer Lewis, Alice Bailey, Dion Fortune, Aleister Crowley,
Georges Gurdjieff, Jeddu Krishnamurti, Lobsang Rampa y un largo etcétera más de
otros tantos personajes del neo-espiritualismo de entonces.
En las miles de páginas de los libros y artículos de tales autores se fue gestando
e implantando a nivel mundial la falsa idea de esoterismo que ha desembocado en lo
que hoy no es más que una simple etiqueta comercial de gran éxito, con su bien
estudiado volumen de negocio, su marketing, su cuota de mercado, su star-system y su
público, cada vez más numeroso y cada vez más ávido de conseguir todo tipo de
“informaciones”, “técnicas” y “objetos” supuestamente “esotéricos”.
No hay nada más alejado del verdadero esoterismo y de la verdadera iniciación
que este deplorable y sombrío panorama, y si no fuese por el grave síntoma de
degradación espiritual que implica, sólo podría causar risa.
De modo que, a este respecto, sólo cabe ser muy contundente y empezar
afirmando con toda claridad que no existe ni ha existido nunca nada, fuera del marco
tradicional, que pueda calificarse con los términos “iniciación” y “esoterismo”.
Cualquier cosa que se denomine así sin estar vinculada a una tradición sagrada es una
mera profanación y una abyecta superchería, como puede observarse de forma pasmosa,
por ejemplo, en el grosero supermercado pseudo-espiritual que sostiene actualmente la
subcultura New Age.
1.2.- La tradición y sus dimensiones
Acabamos de mencionar los conceptos “marco tradicional” y “vinculación a una
tradición sagrada” para legitimar el verdadero sentido de los términos “iniciación” y
“esoterismo”. A mi juicio, y al de muchos otros, una de las principales virtudes que
tiene la obra de Guénon es la de proporcionar una ayuda enormemente esclarecedora a
la hora de desbrozar de falsos contenidos tales expresiones, recobrando así su
significado preciso, su verdadera naturaleza y su sentido profundo y legítimo. Veamos,
pues, cómo los define y cómo, gracias a ello, podremos empezar a desembarazarnos del
pesado fardo ocultista-new age que los ha tergiversado a placer.
1.2.1.- Tradición
Como es sabido, etimológicamente la palabra “tradición” significa “lo que se
transmite” (del latín traditio: transmitir, entregar) y ordinariamente puede aplicarse y,
de hecho, se aplica a muchos ámbitos de la vida cotidiana. Ahora bien, Guénon recupera
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una característica sumamente importante que determina absolutamente el significado
trascendental que dicho término tiene al afirmar lo siguiente:
“todo lo que es tradicional puede definirse, de forma general, por la
intervención de un elemento “no humano””1
“no tener en cuenta el elemento no-humano significa precisamente
desconocer lo que constituye la esencia misma de la tradición, aquello sin
lo cual nada hay que pueda portar legítimamente este nombre”2
De este modo, ese “elemento no-humano” (o quizá sería mucho más claro y
preciso decir “supra-humano”, como él también hace), es precisamente lo que confiere a
la tradición su carácter sagrado.
Por otro lado, para Guénon, es incorrecto identificar tradición y costumbre, pues
esta última es una mera convención y puede derivar en lo que se ha dado en llamar, con
mejor o peor suerte “tradicionalismo”, mientras que el carácter de la primera es, como
acabamos de ver, sagrado y supra-humano.
A este respecto Guénon precisa:
“[los “tradicionalistas”] poseen solamente una especie de tendencia o de
aspiración hacia la tradición, sin ningún conocimiento real de ésta; se
puede medir con ello toda la distancia que separa el espíritu
“tradicionalista” del verdadero espíritu tradicional, que implica… tal
conocimiento y que no forma, en cierto modo, más que uno con ese
conocimiento mismo…; todos los empleos abusivos de la palabra
“tradición”… comenzando por el más vulgar de todos, el que la hace
sinónimo de “costumbre” o de “uso”… [provocan] una confusión de la
tradición con las cosas humanamente más bajas y completamente
desprovistas de sentido profundo. Hay otras deformaciones más sutiles y,
por ello mismo, más peligrosas, pero todas tienen como característica
común intentar reducir la idea de tradición al nivel puramente humano,
mientras que, por el contrario, no hay y no puede haber nada
verdaderamente tradicional que no implique un elemento supra-humano.” 3
1.2.2.- Metafísica y conocimiento.
Quizá esta relación que acabamos de ver entre “tradición” y “conocimiento” pueda
resultar un tanto inesperada, pero antes bien, en el contexto de la obra guénoniana, no
puede entenderse a la una sin el otro y viceversa, como se verá muy claramente en estas
citas:
“la participación en la tradición [...] no es plenamente efectiva más que en
la medida en que implica la comprensión de la doctrina, y ésta consiste
antes que nada en el conocimiento metafísico, puesto que es en el orden
metafísico puro donde se encuentra el principio del cual deriva todo el
resto.”4
1 Aperçus sur l’initiation (en adelante ASI), cap. III. 2 Problemi de la tradizione, [revista] La Vita Italiana, Roma, Noviembre de 1937. 3 El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos (en adelante RCST), cap. XXXI. 4 EH, cap. II.
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“la doctrina puramente metafísica [...] es la parte esencial y fundamental
de la tradición, el conocimiento principial del que todo el resto depende por
completo y sin el cual nada verdaderamente tradicional, sea en el dominio
que sea, podría existir en modo alguno.”5
Esto nos lleva de forma ineludible a intentar clarificar otro par de conceptos
fundamentales en la obra de Guénon, como son el de “metafísica” y su corolario el de
“conocimiento”.
A este respecto, lo primero que nos señala Guénon, es la dificultad de dar una
definición exacta de “metafísica”:
“... por su composición, la palabra "metafísica" significa literalmente "más
allá de la física", tomando el término "física" en la acepción que siempre
tuvo para los antiguos, el de "ciencia de la naturaleza" en toda su
generalidad. La física es el estudio de todo lo que pertenece al ámbito de la
naturaleza; lo que concierne a la metafísica es lo que está más allá de la
naturaleza (...); es, pues, propiamente lo "sobrenatural".
(...)
Ahora bien, ¿podemos definir la metafísica tal como la entendemos? No,
pues definir siempre es limitar y el asunto en cuestión es, en sí, verdadera y
absolutamente ilimitado, luego no podría dejarse encerrar en ninguna
fórmula ni sistema. La metafísica puede caracterizarse en cierto modo
diciendo, por ejemplo, que es el conocimiento de los principios universales;
pero, propiamente hablando, eso no es una definición y, por lo demás, no
puede dar de ella más que una idea bastante vaga… Por eso, en toda
concepción verdaderamente metafísica, hay que reservar siempre una parte
a lo inexpresable; e incluso todo lo que puede expresarse no es literalmente
nada respecto a lo que supera toda expresión, del mismo modo que lo finito,
sea cual sea su magnitud, no es nada respecto al Infinito”6.
Por otra parte, en cuanto al conocimiento, sus grados y la jerarquía existente entre
ellos, nuestro autor señala:
“La ciencia es el conocimiento racional, discursivo, siempre indirecto, un
conocimiento por reflejo; la metafísica es el conocimiento supra-racional,
intuitivo e inmediato” 7.
“Lo que está por encima de la ciencia, en la jerarquía necesaria de los
conocimientos, es la metafísica, que es el conocimiento intelectual puro y
transcendente, mientras que la ciencia no es, por definición, más que el
conocimiento racional; la metafísica es esencialmente supra-racional, y es
menester que sea eso o que no sea nada en absoluto.”8
5 EH, cap. XI. 6 La metafísica oriental (en adelante MO). 7 MO. 8 Oriente y Occidente (en adelante OO), 1ª parte, cap. II.
6
Esta última precisión demuestra claramente que la concepción guénoniana de la
metafísica hace imposible incluirla dentro del ámbito de la indagación puramente
filosófica.
De este modo, puesto que el conocimiento metafísico es esencialmente supra-
racional, debe existir una facultad de conocimiento, correlativa con ese carácter, que
vaya más allá de la razón, que sea verdaderamente intelectual (o espiritual, puesto que
para Guénon ambos términos son sinónimos). A esa facultad supra-individual Guénon
la denomina intuición intelectual y con respecto a ella precisa:
“Esta intuición intelectual pura, sin la que no hay metafísica verdadera, no
debe... asimilarse en modo alguno con la intuición de la que hablan ciertos
filósofos contemporáneos, pues ésta es, por el contrario, infra-racional.
Existe una intuición intelectual y una intuición sensible; una está más allá
de la razón pero la otra está más acá; esta última sólo puede captar el
mundo del cambio y del devenir, es decir, la naturaleza o, más bien, una
ínfima parte de la naturaleza. El ámbito de la intuición intelectual, por el
contrario, es el ámbito de los principios eternos e inmutables, es el ámbito
metafísico”9.
Y de ahí concluye que:
“La verdadera Metafísica no es otra cosa sino el conjunto sintético del
Conocimiento cierto e inmutable, fuera y más allá de todo lo que es
contingente y variable; por consiguiente, no podemos concebir la Verdad
metafísica de otro modo que como axiomática en sus principios y
teoremática en sus deducciones, luego exactamente tan rigurosa como la
verdad matemática, de la cual es una prolongación ilimitada.”10
1.2.3.- Exoterismo, esoterismo, iniciación
Para finalizar con este apartado, debemos referirnos muy sucintamente a los
conceptos de “exoterismo” y “esoterismo” que son, por otra parte, dimensiones
esenciales de la tradición en el contexto de la obra guénoniana.
“Exoterismo” y “esoterismo” son dos términos que no pocas veces llegan a
confundirse entre sí, a pesar de que tienen significados muy diferentes. Tales términos,
tomados del griego (exo: fuera, externo; eso: dentro, interno), se aplican tanto a las dos
dimensiones que posee toda doctrina sagrada como a los dos dominios que, según
Guénon, se reconocen en la estructura de casi todas las formas tradicionales.
En consonancia con esto, Guénon señala el caso de algunas tradiciones donde tales
aspectos no están formalmente diferenciados:
“Exoterismo y esoterismo, considerados, no como dos doctrinas distintas y
más o menos opuestas, lo que sería una concepción completamente errónea,
9 MO. 10Études sur la Franc-maçonnerie et le Compagnnonage (en adelante EFMC) tomo II, Anexos,
Conceptions scientifiques et idéal maçonnique.
7
sino como las dos caras de una misma doctrina, han existido en algunas
escuelas de la antigüedad griega; se encuentra también muy claramente en
el islam; pero eso no es así en las doctrinas más orientales. Para éstas, no
se podría hablar más que de una especie de «esoterismo natural», que
existe inevitablemente en toda doctrina, y sobre todo en el orden
metafísico... Desde este punto de vista, la distinción entre exoterismo y
esoterismo no sería otra que la existente entre la «letra» y el «espíritu»; y
podría aplicarse también a la pluralidad de sentidos más o menos
profundos que presentan los textos tradicionales o, si se prefiere, las
Escrituras sagradas de todos los pueblos…”11.
Ahora bien, en otro lugar se refiere al caso en que sí se da una división formal
entre ambos dominios:
“…el verdadero esoterismo es algo muy diferente a la religión exterior y, si
tiene algunas relaciones con ésta, eso sólo será así en tanto que encuentre
en las formas religiosas un modo de expresión simbólico; por lo demás,
importa poco que esas formas sean las de tal o cual religión, puesto que lo
que le concierne es la unidad doctrinal esencial que se disimula tras su
aparente diversidad”12.
Quizá convenga aclarar, a fin de entender mejor la cita anterior, que para Guénon
la religión es una clase o modalidad de exoterismo propia de las tradiciones
occidentales y caracterizada por la combinación de elementos intelectuales y
sentimentales13.
Por eso añade:
“...el esoterismo es esencialmente algo distinto a la religión, y no la parte
«interior» de una religión como tal, incluso cuando toma su base y su punto
de apoyo en ésta como ocurre en algunas formas tradicionales... Por eso
conviene decir, para indicar bien esto y evitar todo equívoco, «esoterismo
islámico» o «esoterismo cristiano», y no, como hacen algunos, «islamismo
esotérico» o «cristianismo esotérico»; es fácil de comprender que hay en
ello algo más que un simple matiz... [por otro lado] la iniciación no es
tampoco una suerte de religión especial reservada a una minoría, como
parecen imaginar, por ejemplo, quienes hablan de los misterios antiguos
calificándolos de «religiosos».”14
“En cuanto a la religión propiamente dicha o, más generalmente, a la parte
exterior de toda tradición, ciertamente debe estar constituida de tal modo
que… debe haber en ella algo que esté, por así decirlo, al nivel de las
posibilidades de todos los individuos, por elevadas que sean, y… solamente
por eso puede proporcionar un «soporte» apropiado al aspecto interior que,
en toda tradición no mutilada, es su complemento necesario, y que depende
del orden propiamente iniciático…”15
11 El hombre y su devenir según el Vedanta (en adelante HDSV), cap. I. 12 El Esoterismo de Dante (en adelante ED), cap. I. 13 cf. IGEDH, 2ª parte, cap. IV; Autoridad espiritual y poder temporal, cap. IV; HDSV, cap. I. 14 ASI, cap III. 15 RCST, cap XI.
8
Por otra parte, volviendo a utilizar una terminología más general, Guénon
precisa:
“...no existe oposición alguna entre exoterismo y esoterismo, sólo hay una
superposición de éste sobre aquél, siendo el esoterismo el que confiere a las
verdades expresadas de forma más o menos velada por el exoterismo, la
plenitud de su sentido superior y profundo16”.
“...todas las doctrinas tradicionales se unifican por el esoterismo, más allá
de las diferencias de sus formas exteriores, necesarias, por lo demás, en su
orden propio; y, desde este punto de vista, las organizaciones iniciáticas no
solamente no son «sectas», sino que son incluso exactamente lo
contrario17”.
y nuestro autor recalca de nuevo:
“...incluso en una forma tradicional donde tal división no está formalmente
establecida, necesariamente existe siempre algo que corresponde a ambos
puntos de vista...”18.
Pues bien, en este contexto se enmarca el significado del tercer concepto
fundamental a tener en cuenta: el de “iniciación”. Como primera aproximación podemos
decir que, para Guénon, la iniciación es, estrictamente hablando, el modo de acceso al
dominio esotérico de una forma tradicional determinada.
Entramos, así pues, en el desarrollo de nuestro tema principal.
1.3.- Qué es la iniciación
1.3.1.- Algunas precisiones previas
A lo largo de su trayectoria, Guénon escribió multitud de artículos sobre la
iniciación, que luego fueron recopilados en dos volúmenes: Apreciaciones sobre la
iniciación e Iniciación y realización espiritual. Por ese motivo, extraeremos de ambos
libros la mayor parte de las citas que vamos a considerar a continuación.
Por otro lado, para comprender en toda su profundidad todo lo que Guénon tiene
que decir acerca de la iniciación habría que hacer alusión a la doctrina de los estados
múltiples del ser (que nuestro autor desarrolló en sus ensayos El simbolismo de la cruz y
Los estados múltiples del ser) y a la doctrina de los ciclos cósmicos, particularmente en
su versión hindú. Como no podemos extendernos sobre ellas sin alargar en exceso
nuestra exposición, procuraremos dar alguna idea muy sucinta de las mismas en el
momento oportuno.
Por último, Guénon pone mucho énfasis en discernir y contraponer los
conceptos de “iniciación” y “misticismo” que para él no son en absoluto sinónimos
sino, más bien, todo lo contrario. Como abordar este asunto también nos llevaría
16 EFMC, tomo I, cap V. 17 ASI, cap. XI. 18 Initiation et réalisation spirituelle (en adelante IRE), cap VII, nota 1.
9
demasiado tiempo (y quizá haya ocasión de hacerlo en el debate posterior), tan solo
mencionaré ahora que, para nuestro autor, el misticismo hay que enmarcarlo en el
ámbito del exoterismo (y, aún más concretamente, en el ámbito religioso cristiano) y
vendría a ser como un desarrollo particular y profundo de éste que, por eso, no puede
conducir al mismo fin que la vía iniciática ni supone la realización de los mismos
estados espirituales.
1.3.2.- ¿Qué es exactamente la iniciación?
La definición fundamental que Guénon da de ella es la siguiente:
...no podríamos caracterizar [la iniciación] de mejor manera que diciendo
que es esencialmente la transmisión de una influencia espiritual...19
en otra parte, nuestro autor matiza más y añade:
“...la iniciación consiste esencialmente en la transmisión de una
determinada influencia espiritual, y esta transmisión sólo puede ser
operada por medio de un rito que es precisamente aquel por el cual se
efectúa la vinculación a una organización que tiene ante todo como función
conservar y comunicar la influencia en cuestión...”20
Por lo demás, esta transmisión posee un carácter doble o, mejor dicho, posee dos
dimensiones fundamentales que no pueden separarse y que, por ello mismo, impiden
considerarla como algo meramente convencional:
“se puede hablar a la vez de una transmisión “vertical”, de lo supra-
humano a lo humano, y de una transmisión “horizontal” a través de los
estados o estadios sucesivos de la humanidad; además, la transmisión
vertical es esencialmente “intemporal” y sólo la transmisión horizontal
implica una sucesión cronológica”21.
Pero concretemos un poco más el carácter de esa “influencia espiritual”, tomando
un ejemplo extraído del Hinduismo (que puede transponerse a cualquier vía iniciática).
Guénon especifica que no cabe entenderla como algo “abstracto” o “nebuloso” sino, por
el contrario, como algo que posee un carácter “vital” y “concreto”:
“En todo esto, se trata de la comunicación de algo tan «vital», que, en la
India, ningún discípulo puede sentarse jamás frente al gurú, a fin de evitar
que la acción del prâna, que está vinculado al aliento y a la voz, al ejercerse
demasiado directamente, produzca un choque muy violento que… podría no
estar exento de peligro, psíquica e incluso físicamente. En efecto, esta
acción es tanto más poderosa cuanto que el prâna mismo, en tal caso, no es
más que el vehículo o el soporte sutil de la influencia espiritual que se
transmite del gurú al discípulo...22.
19 ASI, cap. IV. 20 IRE, cap. V. 21 ASI, cap. IX. 22 ASI, cap. VIII.
10
Señalemos que el prâna mencionado aquí es, según la constitución del ser humano
enseñada por el Hinduismo, una modalidad “sutil” (es decir, “psíquica” o “anímica”) de
la individualidad que, por un lado, vehicula la influencia espiritual y, por otro, toma
como punto de apoyo exterior al aliento y la respiración, luego no es en absoluto algo
corporal23.
En otra parte, Guénon señala que la acción de la influencia espiritual recibida por
el discípulo no tiene porqué ser perceptible por éste:
“... sería en cierto modo contradictorio que el neófito fuera capaz de
percibir la influencia que le es transmitida puesto que, con respecto a ella, y
por definición, se encuentra en un estado puramente potencial y “no-
desarrollado”, mientras que la capacidad de percibirla implicaría ya
forzosamente... un cierto grado de desarrollo o de actualización”24.
a lo cual cabe añadir que la transmisión de dicha influencia:
“se opera a través de ciertas modalidades sutiles del individuo a las cuales
la mayoría de los hombres son actualmente incapaces de transferir el centro
de su consciencia”25.
Por otro lado, Guénon recalca la importancia que tiene el hecho de que la
iniciación posee un carácter indeleble:
“Otro punto de una importancia capital es el siguiente: la iniciación…,
representa para el ser que la ha recibido una adquisición permanente, un
estado que, virtual o efectivamente, ha alcanzado de una vez por todas, y
que nada en adelante podría arrebatarle”.
“…la cualidad iniciática, una vez que ha sido recibida, no está sujeta de
ninguna manera al hecho de ser miembro activo de tal o cual organización;
una vez que la vinculación a una organización tradicional ha sido
efectuada, no puede ser rota por nada, y subsiste aunque el individuo ya no
tenga ninguna relación aparente con tal organización, lo cual sólo tiene
una importancia completamente secundaria a este respecto.” 26
Señalemos, por último, que la recepción de la iniciación cambia de tal modo la
“configuración ontológica” del receptor que constituye para él un “segundo
nacimiento”. Más adelante volveremos sobre ello. Pero entremos a considerar ahora
una discriminación fundamental que concierne al carácter de la iniciación.
1.3.3.- Iniciación virtual e iniciación efectiva: operativo y especulativo
En efecto, Guénon habla de dos estados o modalidades de la iniciación: la virtual
y la efectiva.
23 Cf. a este respecto HDSV, cap. VIII. 24 IRE, cap. V. 25 ASI, cap. XV. 26 Ibidem.
11
“...la vinculación a una organización tradicional regular... basta para la
iniciación virtual, mientras que el trabajo interior que viene a continuación
concierne propiamente a la iniciación efectiva, que es… el desarrollo «en
acto» de las posibilidades a las que la iniciación virtual da acceso. Por
consiguiente, la iniciación virtual es la iniciación entendida en el sentido
más estricto de la palabra, es decir, una «entrada» o un «comienzo»;
lógicamente, eso no quiere decir de ninguna manera que pueda
considerarse como algo que se basta a sí mismo, sino que sólo es el punto
de partida necesario de todo lo demás; cuando se ha entrado en una vía,
aún es preciso esforzarse por seguirla, e incluso, si se puede, por seguirla
hasta el final. Todo esto se podría resumir en estas pocas palabras: entrar
en la vía, es la iniciación virtual; seguir la vía, es la iniciación efectiva…”27
Llegados a este punto, uno podría preguntarse qué quiere decir exactamente
“seguir la vía”. A este respecto, Guénon precisa:
“...la transmisión de la influencia espiritual... constituye esencialmente la
iniciación en sentido estricto de manera que, si no debiera tratarse más que
de iniciación virtual, todo podría… limitarse a eso, sin que hubiera lugar a
agregarle posteriormente alguna enseñanza. En efecto, la enseñanza
iniciática… sólo puede ser una ayuda exterior aportada al trabajo interior
de realización, a fin de apoyarlo y de guiarlo tanto como sea posible; en el
fondo, esa es su única razón de ser, y sólo en eso puede consistir el lado
exterior y colectivo de un verdadero «trabajo» iniciático…”28.
Dicho de otra manera, “seguir la vía”, entrar en la “iniciación efectiva”, consiste
en desarrollar un “trabajo iniciático”, un “trabajo interior de realización” espiritual
apoyado en una enseñanza. Guénon señala que tal trabajo se basa, fundamentalmente,
en la combinación de tres factores: conocimiento teórico, concentración y meditación.
En este sentido, afirma:
“…es necesario poseer conocimientos teóricos firmes y muy extensos antes
de intentar siquiera la menor realización. La adquisición de estos
conocimientos no es tarea fácil para los Occidentales; en todo caso, y
nunca insistiremos en ello lo suficiente, es por ella por donde
necesariamente hay que empezar y constituye la única preparación
indispensable, sin la cual nada puede hacerse y de la que dependen
esencialmente todas las realizaciones posteriores de cualquier orden que
sean”29.
“...la meditación... es el comienzo de un trabajo interior... [que] sería
ineficaz sin la acción o, si se prefiere, sin la colaboración de… [la]
influencia espiritual... la meditación sobre los símbolos tiene en sí misma,
en determinadas condiciones, el carácter de un verdadero rito… [que] ya no
27 ASI, cap. XXX. 28 Ibidem. 29 OO, 2ª parte, cap. III. Cf. también IRE, cap. V.
12
confiere sólo la iniciación virtual, sino que permite alcanzar un grado más
o menos avanzado de iniciación efectiva”30 .
“Como la realización metafísica consiste esencialmente en la identificación
por el conocimiento, todo lo que no es el conocimiento mismo sólo tiene un
valor de medio accesorio; así pues… [la vía iniciática] toma como punto de
partida y medio fundamental... la "concentración"... [que] es la primera y la
más importante de todas las condiciones para… [lograr] una realización
efectiva. La concentración puede tomar como punto de apoyo, sobre todo al
principio… un símbolo, como por ejemplo una palabra o una imagen; pero,
después… [en las fases más avanzadas] estos medios auxiliares se vuelven
inútiles... pero no es menos cierto que tales medios, aun sin ser esenciales,
no son de ningún modo despreciables, porque pueden tener una gran
eficacia para facilitar la realización y conducir, si no a su término, por lo
menos a sus estadios preparatorios... En todo caso, siempre hay que
recordar que, de todos los medios preliminares, el conocimiento teórico es
el único verdaderamente indispensable, y que después, en la realización
misma, es la concentración el que más importa de manera inmediata,
porque está en relación directa con el conocimiento…”31
Por otro lado, en relación con todo esto, Guénon distingue otros dos conceptos
que son complementarios a los de iniciación virtual y efectiva. Me refiero a lo que se
designa con los términos “especulativo” y “operativo”. Veamos de qué modo los
define:
“...el paso de lo «operativo» a lo «especulativo», muy lejos de constituir un
«progreso»… es exactamente todo lo contrario desde el punto de vista
iniciático; no implica forzosamente una desviación propiamente hablando,
pero sí al menos una degeneración en el sentido de una merma…
[consistente] en la negligencia y el olvido de todo lo que es «realización»,
puesto que eso es lo verdaderamente «operativo», para dejar subsistir
solamente una perspectiva puramente teórica de la iniciación... es decir, un
conocimiento indirecto, por oposición al conocimiento efectivo que es la
consecuencia inmediata de la «realización», o que más bien es uno con
ella”32.
En otras palabras: limitarse a la obtención de la “iniciación virtual” implica que
tal iniciación es puramente “especulativa”, mientras que la “iniciación efectiva” tiene
un carácter “operativo” puesto que implica el gradual desarrollo “en acto” de todas las
posibilidades espirituales que el ser porta en sí mismo.
En este sentido, Guénon añade:
“...lo que perdura en el caso de una iniciación que sólo es
«especulativa»…[es] la transmisión iniciática… [que] subsiste siempre,
puesto que la «cadena» tradicional no ha sido interrumpida; pero, en lugar
de la posibilidad de una iniciación efectiva... no se tiene más que una
30 ASI, cap. XXX. 31 IGEDH, 3ª parte, cap. XII. 32 ASI, cap. XXIX.
13
iniciación virtual, condenada a permanecer así por la fuerza misma de las
cosas, puesto que la limitación «especulativa» significa propiamente que
esa etapa ya no puede ser rebasada, dado que todo lo que va más lejos de
ese orden es «operativo» por definición. Eso no quiere decir, claro está, que
en tal caso los ritos ya no tengan efecto, pues siguen siendo siempre… el
vehículo de la influencia espiritual; pero, por así decirlo, ese efecto queda
«diferido» en cuanto a su desarrollo «en acto», y es como un germen al que
le faltan las condiciones necesarias para su eclosión, puesto que tales
condiciones se basan en el trabajo «operativo», único por el cual la
iniciación puede hacerse efectiva”33.
Se ve, por lo dicho hasta aquí, que lo “especulativo” se refiere también a la
degradación que puede afectar a una organización iniciática, que limitaría las
posibilidades de realización espiritual de sus miembros. No obstante, tal limitación no
sería irremediable, al menos en principio, dado que:
“...la continuidad de la transmisión basta para que, si se presentasen
circunstancias más favorables, siempre sea posible una restauración, que
debe concebirse necesariamente como un retorno al estado «operativo»”34.
Consideremos ahora qué cualidades y condiciones se requieren en quien busca la
iniciación y qué consecuencias tiene ésta sobre su configuración personal una vez
recibida.
1.3.4.- Condiciones y cualificaciones iniciáticas
Ya hemos visto antes la definición que Guénon daba de la iniciación stricto
sensu como la “transmisión de una influencia espiritual”. Sabemos también ahora que
esa “transmisión”, por sí sola, confiere la “iniciación virtual”, y que ésta depende, a su
vez, de la “vinculación” a una “organización iniciática” capaz de transmitirla. Sin
embargo, nos queda por saber exactamente por qué razones todo esto es necesario y qué
cualidades debe presentar quien pretenda recibir la iniciación. Eso es lo que vamos a
ver en la siguiente serie de citas.
“...la primera de estas condiciones es una cierta aptitud o disposición
natural [que el candidato a recibir la iniciación debe poseer], sin la cual
todo esfuerzo sería vano, ya que evidentemente el individuo sólo puede
desarrollar las posibilidades que porta en sí mismo desde el origen; esta
aptitud, que constituye lo que algunos llaman lo «iniciable», es propiamente
la «cualificación» requerida por todas las tradiciones iniciáticas.35
“Se puede decir… que, en sí mismas, las aptitudes o posibilidades incluidas
en la naturaleza individual sólo son, de entrada, una materia prima, es
decir, una pura potencialidad en la que no hay nada desarrollado o
diferenciado; se trata del estado caótico y tenebroso, que el simbolismo
iniciático hace corresponder… al mundo profano, y en el que se encuentra
el ser que no ha llegado todavía al «segundo nacimiento». Para que ese
33 ASI, cap. XXIX. 34 Ibidem. 35 ASI, cap. IV.
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caos pueda comenzar a tomar forma y a organizarse, es necesario que le
sea comunicada una vibración inicial…; esta vibración es el Fiat Lux que
ilumina el caos, que es el punto de partida necesario de todos los
desarrollos posteriores; y… esta iluminación está constituida precisamente
por la transmisión de la influencia espiritual...”. 36
Y en nota nuestro autor precisa:
“De ahí provienen expresiones tales como las de «dar la luz» y «recibir la
luz», empleadas para designar, en relación al iniciador y al iniciado
respectivamente, la iniciación en sentido estricto, es decir, la transmisión
misma de la que hablamos aquí…” 37.
Y Guénon prosigue:
“A partir de entonces, y en virtud de esta influencia, las posibilidades
espirituales del ser dejan de ser la simple potencialidad que eran antes,
para convertirse en una virtualidad preparada para desarrollarse en acto
en las diversas etapas de la realización iniciática”. 38
Es decir que, partiendo de este punto, debería comenzar el trabajo iniciático
conducente a la “realización efectiva” u “operativa”.
De este modo, Guénon sintetiza en tres las condiciones fundamentales de la
iniciación:
“Podemos resumir todo lo que precede diciendo que la iniciación implica
tres condiciones…:
1ª, la «cualificación», constituida por ciertas posibilidades inherentes a la
naturaleza propia del individuo, que son la materia prima sobre la cual
deberá efectuarse el trabajo iniciático;
2ª, la transmisión de una influencia espiritual, mediante la vinculación a
una organización tradicional, que da al ser la «iluminación» que le
permitirá ordenar y desarrollar esas posibilidades que lleva en él; y
3ª, el trabajo interior por el que, con el concurso de «ayudas» o de
«soportes» exteriores, si hay lugar a ello, y sobre todo en las primeras
etapas, este desarrollo será realizado gradualmente, haciendo pasar al ser,
de forma escalonada, a través de los diferentes grados de la jerarquía
iniciática, para conducirle a la meta final de la «Liberación» o de la
«Identidad Suprema».”39
Ahora bien, con respecto a la segunda de estas condiciones, es necesario hacer
hincapié en un punto de importancia capital para nuestro autor: la estricta necesidad de
36 Ibidem. 37 Ibidem. 38 Ibidem. 39 ASI, cap. IV.
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adherirse a una organización iniciática. En efecto, Guénon afirma taxativamente lo
siguiente:
“...existe todavía otra condición no menos necesaria... sobre la que es
preciso insistir, tanto más cuanto que los occidentales, en general, son
bastante dados a ignorarla o a desconocer su importancia... [porque es] la
que permite definir la iniciación sin equívoco posible... [de tal modo que]
las falsificaciones de la iniciación siempre pueden ser descubiertas
infaliblemente por… [su] ausencia... [Tal condición] no es otra que la
vinculación a una organización tradicional regular. Hay ignorantes que se
imaginan que uno «se inicia» a sí mismo, lo que es en cierto modo una
contradicción en los términos; olvidan, si es que lo han sabido alguna vez,
que la palabra initium significa «entrada» o «comienzo»; confunden el
hecho mismo de la iniciación, entendida en su sentido estrictamente
etimológico, con el trabajo que hay que llevar a cabo posteriormente para
que esa iniciación, de virtual que ha sido primero, se haga más o menos
plenamente efectiva. Comprendida así, la iniciación es lo que todas las
tradiciones concuerdan en designar como el «segundo nacimiento»; pero,
¿cómo podría un ser actuar por sí mismo antes de haber nacido?. Sabemos
bien lo que se podrá objetar a esto: si el ser está verdaderamente
«cualificado», ya lleva en él las posibilidades que debe desarrollar; ¿por
qué, si ello es así, no iba a poder realizarlas por su propio esfuerzo, sin
ninguna intervención exterior? Eso es, en efecto, algo que es permisible
considerar teóricamente, a condición de concebirlo como el caso de un
hombre « nacido dos veces » desde el primer momento de su existencia
individual; pero si no hay en ello una imposibilidad de principio, no deja de
haber una imposibilidad de hecho, en el sentido de que eso es contrario al
orden establecido para nuestro mundo, al menos en sus condiciones
actuales40.
Interrumpamos un momento la cita para fijarnos con atención en su última frase:
“eso es contrario al orden establecido para nuestro mundo, al menos en sus
condiciones actuales”. A lo que está aludiendo aquí Guénon es a la doctrina de los
ciclos cósmicos, particularmente en su versión hindú, sobre la que no podemos
extendernos ahora en detalle (quizá posteriormente, si hay tiempo, podamos ahondar un
poco en ella). Baste decir solamente por el momento que:
a) tal doctrina no es exclusiva del Hinduismo, puesto que en otras tradiciones
pueden encontrarse enseñanzas análogas,
b) emplea un simbolismo espacio-temporal que permite explicar la manera
“dinámica” en la que se “despliegan” o “manifiestan” todas las posibilidades y
condiciones de desarrollo del Cosmos y, en este sentido, no es sino un modo especial de
considerar otra doctrina más fundamental, que es la de los estados múltiples del Ser, y
c) según esta doctrina, la fase de desarrollo cíclico en la que nos encontramos
ahora, y que afecta a la humanidad en su conjunto, corresponde al final de una Era
denominada Kali-Yuga (o “Edad Oscura”, análoga a la “Edad de Hierro” greco-latina,
por ejemplo) que se caracteriza fundamentalmente porque en ella las condiciones
necesarias para el desarrollo espiritual se han degradado o restringido tanto que, de
hecho, para la inmensa mayoría de seres humanos, el conocimiento metafísico
40 Ibidem.
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permanece “oculto”, “oscurecido”, en contraposición con otros períodos anteriores
cuyas condiciones eran tales que el acceso a él era algo “normal” y “espontáneo”.
Pues bien, tras estas breves indicaciones, volvamos ahora a la cita que habíamos
interrumpido (en la que Guénon estaba justificando la necesidad de la iniciación), la
cual prosigue del siguiente modo:
“No estamos en la época primordial en la que todos los hombres poseían
normal y espontáneamente un estado que hoy en día está vinculado a un
alto grado de iniciación... Estamos en el Kali-Yuga, es decir, en una época
en la que el conocimiento espiritual ha quedado oculto, y donde solamente
algunos pueden alcanzarlo todavía, siempre que se sitúen en las
condiciones requeridas para obtenerlo; ahora bien, una de esas condiciones
es precisamente ésta de la que hablamos [es decir, la vinculación a una
organización iniciática], igual que otra condición es un esfuerzo del que los
hombres de las primeras edades [esto es, de los Yugas anteriores del
presente ciclo] tampoco tenían necesidad alguna, puesto que el desarrollo
espiritual tenía lugar en ellos tan espontáneamente como el desarrollo
corporal. Así pues, se trata de una condición cuya necesidad se impone en
conformidad con las leyes que rigen nuestro mundo actual”. 41
1.3.5.- La función imprescindible de los ritos para una transmisión iniciática
regular. Rito y símbolo. Enseñanza iniciática.
Bien, señalada ya la estricta necesidad e importancia de la vinculación a una
organización iniciática para recibir la iniciación, toca ahora ahondar un poco más en los
medios mediante los cuales se lleva a cabo tal adhesión, que no son otros que los ritos
iniciáticos. En efecto, al decir de nuestro autor:
“...los ritos son esencialmente, y ante todo, el vehículo de la influencia
espiritual, hasta tal punto que sin ellos no puede ser transmitida de ninguna
manera”42
y
“… no hay iniciación sin ritos especiales y apropiados”43.
Por lo tanto, desde el punto de vista de Guénon, no caben medias tintas a este
respecto. Pero es que, además, esta afirmación se complementa con otra, igualmente
“fuerte”, que se refiere al genuino carácter del proceso iniciático y, en particular, de los
ritos. En efecto, nuestro autor afirma que:
“[la iniciación reposa sobre] leyes científicas positivas y reglas técnicas
rigurosas; nunca insistiremos en ello lo suficiente, cada vez que se presente
la ocasión, para alejar toda posibilidad de malentendido sobre su
verdadera naturaleza”.
41 ASI, cap. IV. 42 ASI, cap. XXX. 43 ASI cap. XV.
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Y por otro lado remacha,
“…esta técnica… concierne a la administración de las influencias
espirituales…; aquí se trata de ciencia sagrada y tradicional, que, aunque
es… de un orden diferente al de la ciencia profana, no es por eso menos
«positiva», y lo es incluso realmente mucho más si se toma esta palabra en
su verdadero sentido…” 44
“…esas leyes, aunque son evidentemente diferentes de las que rigen las
fuerzas del mundo corporal, no son por eso menos rigurosas, e incluso
presentan con estas últimas, a pesar de las profundas diferencias que las
separan, una cierta analogía, en virtud de la continuidad y de la
correspondencia que existe entre todos los estados o los grados de la
Existencia universal. Esta analogía es la que nos ha permitido, por ejemplo,
hablar de «vibración» a propósito del Fiat Lux por el que es iluminado y
ordenado el caos de las potencialidades espirituales, aunque no se trate en
modo alguno de una vibración de orden sensible como las que estudian los
físicos, como tampoco la «luz» de la que se habla puede ser identificada a
la que es captada por la facultad visual del organismo corporal; pero estas
maneras de hablar, aunque son necesariamente simbólicas…, no son por
eso menos legítimas ni están menos justificadas, ya que esta analogía y esta
correspondencia existen muy realmente en la naturaleza misma de las cosas
y van incluso,… mucho más lejos de lo que se podría suponer…; en esto hay
leyes que es forzosamente necesario tener en cuenta, a falta de lo cual el
resultado perseguido no podría ser alcanzado, de igual modo que un efecto
físico no puede ser obtenido si uno no se coloca en las condiciones
requeridas en virtud de las leyes a las que está sometida su producción; y,
dado que se trata de operar efectivamente una transmisión, esto implica
manifiestamente un contacto real, sean cuales fueren… las modalidades por
las que pueda ser establecido, modalidades que estarán determinadas
naturalmente por esas leyes de acción de las influencias espirituales a las
cuales acabamos de hacer alusión”.45
En relación con este carácter “técnico” y “científico” de los ritos, y con respecto a
las condiciones necesarias para su eficacia como medios de transmisión, Guénon
precisa:
“…los ritos tienen siempre como meta poner al ser humano en relación,
directa o indirectamente, con algo que rebasa su individualidad y que
pertenece a otros estados de existencia; por lo demás, es evidente que no es
necesario en todos los casos que la comunicación así establecida sea
consciente para ser real… Sea como fuere, que el efecto sea aparente o no,
que sea inmediato o diferido, el rito lleva siempre su eficacia en sí mismo, a
condición… de que se cumpla en conformidad con las reglas tradicionales
que aseguran su validez, fuera de las cuales no sería más que una forma
vacía y un vano simulacro; esta eficacia… resulta simplemente de las leyes
claramente definidas mediante las que actúan las influencias espirituales,
…[de las que deriva] la «técnica» ritual que no es… más que su
44 ASI, cap. XV. 45 ASI, cap. V.
18
aplicación… Esta consideración de la eficacia inherente a los ritos, que se
funda en leyes que no dejan ningún lugar a la fantasía o a la arbitrariedad,
es común a todos los casos sin excepción; esto es verdadero tanto para los
ritos de orden exotérico como para los ritos iniciáticos, y, entre los
primeros, tanto para los ritos que dependen de formas tradicionales no
religiosas como para los ritos religiosos. Debemos recordar también a este
propósito, ya que se trata de un punto de los más importantes, que… esta
eficacia es enteramente independiente de la valía del individuo que cumple
el rito; aquí sólo cuenta la función y no el individuo como tal; en otros
términos, la condición necesaria y suficiente es que éste haya recibido
regularmente el poder de cumplir tal rito; así pues, importa poco que no
comprenda verdaderamente su significado, e incluso que no crea en su
eficacia, pues eso no podría impedir la validez del rito si todas las reglas
prescritas se han observado convenientemente”46.
Para entender mejor el alcance de todas estas afirmaciones, es necesario
comprender la naturaleza profunda del rito y su relación con el símbolo:
“…el rito y el símbolo, que son elementos esenciales de toda iniciación…
están en realidad estrechamente relacionados por su propia naturaleza. En
efecto, todo rito conlleva necesariamente un sentido simbólico en todos sus
elementos constitutivos, e, inversamente, todo símbolo produce…, en quien
lo medita con las aptitudes y disposiciones requeridas, unos efectos
rigurosamente comparables a los de los ritos propiamente dichos… [a
condición de que] exista, en el punto de partida de ese trabajo de
meditación… una transmisión iniciática regular, sin la cual… los ritos no
serían más que un vano simulacro… Es necesario añadir que, cuando se
trata de ritos y de símbolos verdaderamente tradicionales… su origen es
igualmente «no humano»…”47
Por otro lado, respecto al símbolo dice:
“… todo verdadero símbolo posee múltiples sentidos… pues no está
constituido como tal en virtud de una convención humana, sino en virtud de
la "ley de correspondencia" que vincula entre sí todos los mundos; el hecho
de que algunos vean esos sentidos y otros no los vean o los vean sólo en
parte, no es óbice para que estén realmente contenidos en él, y lo que marca
la diferencia es el "horizonte intelectual" de cada uno: el simbolismo es una
ciencia exacta, y no una ensoñación donde las fantasías individuales
puedan tener libre curso”48.
Y nuestro autor recalca:
“…todo rito está constituido literalmente por un conjunto de símbolos:
éstos… no son solamente los objetos empleados o las figuras representadas,
como se podría pensar cuando uno se queda en la noción más superficial,
sino también los gestos efectuados y las palabras pronunciadas…[En
46 ASI, cap. XV. 47 ASI, cap. XVI. 48 ED, cap. VIII.
19
definitiva, todos los elementos del rito] tienen así valor de símbolos por su
propia naturaleza, y no en virtud de un significado sobreañadido… Se
podría decir también que los ritos son símbolos «puestos en acción», y que
todo gesto ritual es un símbolo «actuado» … pero rito y símbolo no son en
el fondo más que dos aspectos de una misma realidad… [que] no es otra, en
definitiva, que la correspondencia que liga entre sí todos los grados de la
Existencia universal, de tal modo que, a través de ella, el estado humano
puede ser puesto en comunicación con los estados superiores del ser”49.
Por otra parte, tanto el rito como el símbolo cumplen también una función de
medios de enseñanza para el iniciado. En efecto, Guénon afirma que,
“…el simbolismo puede ser considerado verdaderamente como el «lenguaje
del silencio»”50
Es decir, como el modo de expresión de aquello que no puede ser formulado de
ninguna otra manera, dado su carácter trascendente a todo discurso, que es precisamente
el caso de las verdades de orden iniciático, como señala aquí:
“… dado que [los ritos] tienen… un carácter simbólico, conllevan
necesariamente también una enseñanza en sí mismos, puesto que… los
símbolos son… el único lenguaje que conviene realmente a la expresión de
las verdades de orden iniciático. Inversamente, los símbolos son
esencialmente un medio de enseñanza, y no sólo de una enseñanza
exterior… [puesto que] deben servir sobre todo de «punto de apoyo» a la
meditación, que es el comienzo de un trabajo interior” 51.
“Así, el símbolo… es… el único medio de transmitir, en la medida de lo
posible, todo cuanto tiene de inexpresable el dominio propio de la
iniciación, o… hablando más rigurosamente, es el único medio de depositar
en germen las concepciones de este orden en el intelecto del iniciado, el
cual deberá después hacerlas pasar de la potencia al acto, desarrollarlas y
elaborarlas mediante su trabajo personal, ya que nadie puede hacer nada
más que prepararle para ello trazándole, mediante fórmulas apropiadas, el
plan que, posteriormente, tendrá que realizar en sí mismo para llegar a la
posesión efectiva de la iniciación que sólo ha recibido del exterior
virtualmente”52.
Y más adelante, añade:
“…las formas sensibles que son utilizadas para la transmisión de la
iniciación exterior y simbólica… traducen los símbolos fundamentales en
gestos... [y] de este modo, hacen “vivir” al iniciado la enseñanza que le es
presentada... que es la manera más adecuada y la más generalmente
aplicada para prepararle en su asimilación...” 53.
49 ASI, cap. XVI. 50 ASI, cap. XVII, nota. 51 ASI, cap. XXX. 52 ASI, cap. XXXI. 53 Ibidem.
20
La razón de que esto sea así, es precisada por nuestro autor de la siguiente manera:
“La expresión de una idea en modo vital... se efectúa según un plan análogo
al que el iniciado debe realizar en sí mismo... para la completa expansión
de todas las potencias de su ser. Dicho plan procede de un “arquetipo”
único, un plan universal trazado por la Voluntad suprema que es designada
simbólicamente como el “Gran Arquitecto del Universo”... En el preciso
momento de su desarrollo en el que un ser toma realmente consciencia de
esta finalidad, comienza para él la iniciación efectiva, la cual debe
conducirle, gradualmente y según su vía personal, a la realización integral,
que se cumple, no en el desarrollo aislado de ciertas facultades especiales,
sino en el desarrollo completo, armónico y jerárquico, de todas las
posibilidades implicadas en la esencia de ese ser”54.
Señalemos por último que, para que todo esto sea válido y pueda ser susceptible
de desarrollarse, es absolutamente necesario que la organización iniciática que transmite
la iniciación sea “regular”, esto es que:
“…sea efectivamente depositaria de una influencia espiritual para poder
comunicarla a los individuos que se vinculan a ella; y esto excluye
inmediatamente a todas las formaciones pseudos-iniciáticas, tan numerosas
en nuestra época, que están desprovistas de todo carácter auténticamente
tradicional. En efecto, en estas condiciones, una organización iniciática no
podría ser el producto de una fantasía individual; no puede ser fundada,
como una asociación profana, por iniciativa de unas personas que decidan
reunirse adoptando unas formas cualesquiera; e, incluso aunque esas
formas no sean completamente inventadas, sino tomadas de ritos realmente
tradicionales de los que sus fundadores hayan tenido algún conocimiento
por «erudición», no serán más válidas por eso, ya que, a falta de filiación
regular, la transmisión de la influencia espiritual es imposible e inexistente,
de manera que, en semejante caso, no se trataría más que de una vulgar
falsificación de la iniciación…; nadie puede vincularse en realidad más que
a algo que tenga una existencia actual… [de tal modo que pueda] ser
«aceptado» por los representantes autorizados de la tradición a la cual uno
se remite… [y así se] mantenga sin ninguna interrupción la continuidad de
la «cadena» iniciática”.55
Pues bien, entremos ahora a considerar, por último, las etapas y finalidades de la
vía iniciática.
1.3.6.- Etapas y finalidades de la vía iniciática
En cuanto a las etapas de la vía iniciática, lo primero que hay que tener en cuenta
es que la iniciación supone un “segundo nacimiento”, como antes ya se ha señalado:
“…la vinculación a una organización tradicional regular… es lo que en
todas partes se representa como un «segundo nacimiento», o como una
«regeneración». «Segundo nacimiento», porque abre al ser un mundo
54 Ibidem. 55 ASI, cap. V.
21
diferente a aquel donde se ejerce la actividad de su modalidad corporal,
mundo que será para él el campo de desarrollo de posibilidades de un
orden superior; «regeneración», porque restituye a este ser prerrogativas
que eran naturales y normales en las primeras edades de la humanidad… y
porque debe conducirle, como primera etapa esencial de su realización, a
la restauración en él del «estado primordial», que es la plenitud y la
perfección de la individualidad humana… desde donde… podrá elevarse
después hacia los estados superiores”.56
Ahora bien, este “segundo nacimiento” es consecuencia directa de algo que lo
precede, que no es sino la “muerte iniciática”:
“…este «segundo nacimiento» implica necesariamente la muerte al mundo
profano, a la que en cierto modo sigue inmediatamente... [en efecto]
entiéndase bien que la palabra «muerte» debe tomarse aquí en su sentido
más general, según el cual podemos decir que todo cambio de estado, sea
cual fuere, es a la vez una muerte y un nacimiento, según se considere desde
un lado o desde el otro: muerte en relación al estado antecedente,
nacimiento en relación al estado consecuente.
(…)
Cabe destacar… que todo cambio de estado [ocurre] en las tinieblas, lo que
explica el simbolismo del color negro [asociado con él]: el candidato a la
iniciación debe pasar por la oscuridad antes de acceder a la «verdadera
luz». En esta fase de oscuridad es donde se efectúa lo que se designa como
el «descenso a los Infiernos»...: se podría decir que… [éste] es como una
especie de «recapitulación» de los estados antecedentes, en la que las
posibilidades que se refieren al estado profano serán definitivamente
agotadas, a fin de que el ser pueda desarrollar libremente después las
posibilidades de orden superior que porta en sí mismo, cuya realización
pertenece propiamente al dominio iniciático. [Por otro lado]... esta
«muerte», muy lejos de ser «ficticia», es por el contrario... más real incluso
que la muerte entendida en el sentido ordinario de la palabra…. Nos
contentaremos con recordar, a este respecto, que todas las tradiciones
insisten en señalar la diferencia esencial que existe en los estados póstumos
del ser humano según se trate de un profano o de un iniciado; si las
consecuencias de la muerte, tomada en su acepción habitual, están
condicionadas así por esta distinción, es porque el cambio que da acceso al
orden iniciático corresponde a un grado superior de realidad.”
Con respecto a la finalidad de la vía iniciática, y hablando en términos generales,
la principal es la siguiente:
“...en lo que concierne a la iniciación, la simple comunicación con los
estados superiores no puede ser considerada como un fin, sino sólo como un
punto de partida: si esta comunicación debe ser establecida en primer lugar
mediante la acción de una influencia espiritual, es para permitir después
56 Ibidem.
22
una toma de posesión efectiva de esos estados (...); por ejemplo, si alguien
puede entrar en relación con los ángeles, sin dejar por eso de estar
confinado en su condición de individuo humano, no estará por eso más
avanzado desde el punto de vista iniciático; no se trata de comunicar con
otros seres que están en un estado «angélico», sino de alcanzar y de
realizar uno mismo tal estado supraindividual, pero no… en tanto que
individuo humano, lo que sería evidentemente absurdo, sino en tanto que el
ser que se manifiesta como un individuo humano en un cierto estado,
también porta en su seno las posibilidades de todos los demás estados. Por
consiguiente, toda realización iniciática es esencial y puramente
«interior»...”57
Ahora bien, dentro de la vía iniciática cabe distinguir dos etapas principales,
cada una con su finalidad propia. Para designarlas, nuestro autor emplea la
denominación de “misterios menores” y “misterios mayores”, tomada de la antigüedad
griega, pero susceptible de una aplicación general. Así, la finalidad y el carácter de la
primera etapa son los siguientes:
“Los «misterios menores» comprenden todo lo que se refiere al desarrollo
de las posibilidades del estado humano considerado en su integridad; por
consiguiente, terminan en lo que hemos llamado la perfección de este
estado, es decir, en lo que se designa tradicionalmente como la restauración
del «estado primordial»”58.
Y en otra parte especifica:
“La primera [etapa], que en cierto modo sólo es preliminar, se efectúa en el
ámbito humano y no se desarrolla más allá de los límites de la
individualidad. Consiste en una extensión indefinida de ésta, cuya
modalidad corporal, que es la única que está desarrollada en el hombre
ordinario, sólo representa una porción mínima; de hecho, es de esta
modalidad corporal de la que hay que partir, y de ahí el uso, para empezar,
de medios tomados del orden sensible, pero que tendrán que tener… una
repercusión en las demás modalidades del ser humano. La fase de la que
hablamos es, en suma, la realización o el desarrollo de todas las
posibilidades que están virtualmente contenidas en la individualidad
humana… que se extienden en diversos sentidos más allá del ámbito
corporal y sensible…
Esta realización de la individualidad integral es designada por todas las
tradiciones como la restauración de lo que llaman el "estado primordial",
estado que se considera como el del hombre verdadero y que escapa ya a
algunas de las limitaciones características del estado ordinario, sobre todo
la que se debe a la condición temporal. El ser que ha alcanzado este
"estado primordial" todavía es solamente un individuo humano y no está en
posesión efectiva de ningún estado supra-individual; pero, sin embargo,
está desde ese momento liberado del tiempo, y la sucesión aparente de las
cosas se ha transmutado para él en simultaneidad; posee conscientemente
57 ASI, cap. III. 58 ASI, cap. XXXIX.
23
una facultad desconocida para el hombre ordinario que puede denominarse
"el sentido de la eternidad". Esto es de suma importancia, pues quien no
puede salir del punto de vista de la sucesión temporal y considerar todas las
cosas de un modo simultáneo es incapaz de la menor concepción de orden
metafísico… Esta conciencia de lo intemporal puede, por otro lado,
alcanzarse de cierto modo, sin duda muy incompleto, pero ya real sin
embargo, mucho antes de que se obtenga en su plenitud ese "estado
primordial" que acabamos de mencionar.” 59
Por otro lado, la segunda y última etapa de la vía iniciática, puede caracterizarse
de la siguiente manera:
“Los «misterios mayores» conciernen propiamente a la realización de los
estados suprahumanos: tomando al ser en el punto en el que lo han dejado
los «misterios menores»… le conducen más allá de este dominio, a través de
estados supraindividuales, pero todavía condicionados, hasta el estado
incondicionado, que es… la verdadera meta, y que se designa como la
«Liberación final» o como la «Identidad Suprema»”60.
Y en otro lugar añade:
“[En la segunda fase de la realización iniciática] el mundo del hombre, en el
que estábamos todavía en el estado precedente, está entera y
definitivamente superado… El ser, al que ya no se puede llamar humano, ha
salido desde entonces de la "corriente de las formas", según una expresión
extremo-oriental. Por otra parte, habría que hacer otras distinciones, pues
esta fase puede subdividirse: comprende, en realidad, varias etapas, desde
la obtención de estados que, aunque informales, pertenecen todavía a la
existencia manifestada, hasta el grado de universalidad que es el del ser
puro.
Sin embargo, por muy elevados que sean tales estados en relación con el
estado humano, por muy alejados que estén de éste, todavía son relativos, y
eso es cierto incluso del más alto de ellos, el que corresponde al principio
de toda manifestación. Su posesión no es, pues, más que un resultado
transitorio que no debe confundirse con el objetivo final de la realización
metafísica; esta finalidad se sitúa más allá del ser, en relación con la cual
todo lo demás no es más que un camino o una preparación. El fin supremo
es el estado absolutamente incondicionado, libre de toda limitación; por
esta misma razón, es enteramente inexpresable, y todo lo que puede decirse
de él sólo puede formularse en términos de forma negativa: negación de los
límites que determinan y definen toda existencia en su relatividad. La
obtención de este estado es lo que la doctrina hindú denomina
"Liberación", cuando lo considera con respecto a los estados
condicionados, y también "Unión", cuando lo considera con respecto al
Principio supremo.
59 MO. 60 ASI, cap. XXXIX.
24
En ese estado incondicionado, se reencuentran todos los demás estados
del ser… pero transformados, liberados de las condiciones especiales que
los determinaban en cuanto estados particulares.
Lo que subsiste… [al final] es todo lo que tiene una realidad positiva,
pues es allí donde todo tiene su principio; el ser "liberado" está
verdaderamente en posesión de la plenitud de sus posibilidades. Lo que ha
desaparecido son solamente las condiciones limitativas, cuya realidad es
completamente negativa puesto que no representan más que una
"privación"... Además, en vez de ser una especie de aniquilamiento como
creen algunos occidentales, ese estado final es, por el contrario, la absoluta
plenitud, la realidad suprema, frente a la cual todo el resto no es más que
ilusión”.61
“Así pues, el conocimiento metafísico puro depende propiamente de los
«misterios mayores», y el conocimiento de las ciencias tradicionales de los
«misterios menores»; por lo demás, como el primero es el principio del que
derivan necesariamente todas las ciencias tradicionales, de ello resulta
también que los «misterios menores» dependen esencialmente de los
«misterios mayores» y tienen su principio en ellos...” 62
Finalmente, para representar gráficamente estas dos grandes etapas, Guénon
añade:
“Para caracterizar respectivamente estas dos fases, aplicando el
simbolismo geométrico, se puede hablar de «realización horizontal» y de
«realización vertical», donde la primera debe servir de base a la segunda;
esta base se representa simbólicamente por la tierra, que corresponde al
dominio humano, y la realización suprahumana se describe entonces como
una ascensión a través de los cielos, que corresponden a los estados
superiores del ser. Por lo demás, es fácil comprender por qué la segunda
presupone necesariamente a la primera: el punto central del estado humano
es el único donde es posible la comunicación directa con los estados
superiores, puesto que ésta se efectúa según el eje vertical que encuentra en
ese punto central al dominio humano; así pues, es preciso haber llegado
primero al centro para poder después elevarse, según la dirección del eje, a
los estados supraindividuales; y por eso, empleando el lenguaje de Dante, el
«Paraíso terrestre» no es más que una etapa en la vía que conduce al
«Paraíso celeste»”63.
Pues bien, con esta descripción tan sintética pero a la vez tan elocuente,
pondremos punto final a esta exposición general de lo que concierne a la iniciación en la
obra de René Guénon. Qué duda cabe que podríamos ahondar muchísimo más,
exponiendo en detalle multitud de aspectos que hemos tenido que dejar en el tintero.
Pero hacer eso supondría rescribir entera su obra, algo que a todas luces carece de
sentido. Sólo cabe recomendar que, a quien se le haya despertado el interés, acuda
directamente a sus libros donde podrá encontrar todo lo que falta aquí.
61 MO. 62 ASI, cap. XXXIX. 63 Ibidem.
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No obstante, antes de terminar, dedicaremos unos minutos a hablar someramente
del segundo asunto que nos habíamos propuesto exponer: la contra-iniciación y, de
paso, al hablar de ella, veremos dibujarse también los rasgos característicos de la
pseudo-iniciación.
2) PSEUDO-INICIACIÓN Y CONTRA-INICIACIÓN
En un artículo titulado Iniciación y Contra-iniciación64, René Guénon resumió
los principales datos a tener en cuenta respecto a este tema, y que son, junto con algunas
indicaciones extraídas de su ensayo El Reino de la Cantidad y los signos de los tiempos,
los que principalmente emplearé para finalizar mi intervención.
Cabe decir en primer lugar que, como indica el propio nombre que él utiliza para
denominarla:
“…la contra-iniciación… va directamente en contra de la meta que se
propone esencialmente toda verdadera iniciación”65.
Por otro lado, nuestro autor puntualiza que no cabe considerar a la contra-
iniciación como una suerte de contrapeso de la iniciación, pues eso sería situarlas
erróneamente en el mismo plano:
“[Esto]… podría hacer creer en una especie de simetría, o por así decirlo,
de equivalencia (aunque en sentido inverso) [entre la iniciación y la contra-
iniciación], que… no existe y en realidad no puede existir. Sobre este punto
conviene insistir especialmente, ya que muchos, dejándose engañar por las
apariencias, se imaginan que existen en el mundo dos organizaciones
opuestas que se disputan la supremacía, concepción errónea que
corresponde a la que, en lenguaje teológico, sitúa a Satán al mismo nivel
que Dios…. Esta concepción, señalémoslo de inmediato, viene a ser lo
mismo que afirmar una dualidad radicalmente irreductible, o en otros
términos… [es lo mismo que] negar la Unidad suprema que está más allá
de todas las oposiciones y antagonismos; que una negación así sea propia
de los miembros de la “contra-iniciación”, es algo que no debe sorprender;
pero muestra al mismo tiempo que la verdad metafísica, hasta en sus
principios más elementales, les es totalmente ajena, y, por ello, su
pretensión se destruye sola”.66
Por otra parte, puesto que la contra-iniciación consiste en una especie de
“iniciación al revés”, su origen debe estar relacionado de alguna manera con el de la
iniciación. Es esto lo que Guénon aclara de la siguiente manera:
“Importa señalar, ante todo, que, en sus mismos orígenes, la “contra-
iniciación” no puede presentarse como algo independiente y autónomo: si
se hubiese constituido espontáneamente, no sería nada más que una
64 Artículo publicado en la revista Le Voile d’lsis, febrero de 1933, posteriormente retomado en Études
Traditionnelles, n° 495, enero-marzo de 1987. Parte de su contenido se incluyó en RCST, cap. XXXVIII. 65 ASI, cap. XXIX. 66 Art. cit.
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invención humana, y no se distinguiría así de la pura y simple “pseudo-
iniciación”. Para que sea más que eso, como así es en efecto, es necesario
que, en cierto modo, proceda de la fuente única con la que se conecta toda
iniciación...; de hecho,… [la contra-iniciación es] una iniciación desviada y
desnaturalizada, que, por eso mismo, ya no tiene derecho a ser calificada
verdaderamente como tal, puesto que ya no conduce al objetivo esencial de
ésta, e incluso aleja al ser de él en lugar de aproximarlo. No basta pues con
hablar aquí de una iniciación truncada y reducida a su parte inferior…; la
alteración es mucho más profunda; además, hay en ella como dos estados
diferentes de un mismo proceso de degeneración. El punto de partida es
siempre una rebelión contra la autoridad legítima y la pretensión de una
independencia que no podría existir; de ello resulta inmediatamente la
pérdida de contacto efectivo con un centro espiritual verdadero y, por tanto,
la imposibilidad de alcanzar los estados supraindividuales; y, en lo que
todavía subsiste, la desviación sólo puede ir agravándose después, pasando
por grados diversos, hasta llegar, en los casos extremos, a esa “inversión”
de la que acabamos de hablar”. 67
Y en otra parte, añade:
“…Tal degeneración es… mucho más profunda que la de una tradición
simplemente desviada…, o incluso truncada y reducida a su parte inferior;
en ello hay incluso algo más que lo que sucede en el caso de esas
tradiciones verdaderamente muertas y completamente abandonadas por el
espíritu, cuyos residuos puede ser utilizados por la «contrainiciación» para
sus fines… Eso conduce lógicamente a pensar que esa degeneración debe
remontarse mucho más lejos en el pasado; y, por oscura que sea esta
cuestión de los orígenes, se puede admitir como verosímil que se vincule a
la perversión de alguna de las antiguas civilizaciones que han pertenecido a
uno u otro de los continentes desaparecidos en los cataclismos que se han
producido en el curso del presente Manvântara” 68.
Es decir, en el desarrollo del ciclo que afecta actualmente a la humanidad, del que
antes hemos hablado un poco.
Por otro lado, se deducen dos consecuencias fundamentales de este lamentable
estado de cosas:
“Una primera consecuencia de esto es que la “contra-iniciación”… no es
en verdad más que un callejón sin salida, ya que es incapaz de conducir al
ser más allá del estado humano; y, dentro de ese estado mismo, debido a la
“inversión” que la caracteriza, desarrolla las modalidades que son de
orden más bajo.
Otra consecuencia, relacionada con la anterior, es que, al haberse roto la
conexión con el centro, la “influencia espiritual” se ha perdido; y esto
bastaría para que no pudiera hablarse realmente de iniciación… Sin
embargo, todavía hay algo que se transmite, sin lo cual nos hallaríamos de
67 Art. cit. 68 RCST, cap. XXXVIII.
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nuevo ante el caso de la “pseudo-iniciación” [que está] desprovista de toda
eficacia; pero sólo se trata de una influencia de orden inferior, “psíquica”
y no ya “espiritual”, que, abandonada… a sí misma, sin el control de un
elemento trascendente, toma en cierto modo inevitablemente un carácter
“diabólico””69.
“…es la vía «infernal» que pretende oponerse a la vía «celeste», y que
presenta… las apariencias exteriores de tal oposición, aunque en definitiva
ésta sólo pueda ser ilusoria; y, como ya hemos dicho… [esta especie] de
«realización al revés»… sólo puede desembocar finalmente en la
«desintegración» total del ser consciente y en su disolución sin retorno”70.
Más adelante, nuestro autor precisa los límites entre los cuales puede darse alguna
oposición entre iniciación y contra-iniciación:
“…estos límites son los del ser humano con sus múltiples modalidades;
dicho de otra manera, la oposición sólo puede existir en el dominio de los
“misterios menores”, mientras que el de los “misterios mayores”, que se
refiere a los estados supra-humanos, está, por su misma naturaleza, más
allá de tal oposición, luego completamente vedado a todo lo que no es la
verdadera iniciación según la ortodoxia tradicional. Por lo que se refiere a
los “misterios menores” mismos, habrá, entre la iniciación y la “contra-
iniciación”, esta diferencia fundamental: en una, no serán más que una
preparación para los “misterios mayores”; en la otra, se tomarán
forzosamente como un fin en sí mismos, al estar prohibido el acceso a los
“misterios mayores””. 71
“Naturalmente, para que la imitación por reflejo inverso sea lo más
completa posible, pueden constituirse centros a los que se vincularán las
organizaciones que dependen de la «contrainiciación», centros únicamente
«psíquicos», claro está, como las influencias que utilizan y transmiten, y no
espirituales como en el caso de la iniciación y de la verdadera tradición,
pero que, en razón de lo que acabamos de decir, pueden tomar no obstante
hasta cierto punto sus apariencias exteriores, lo que confiere la ilusión de
una «espiritualidad al revés»”.72
“Los representantes de la “contra-iniciación” tienen la [ilusoria
pretensión] de oponerse a la autoridad espiritual suprema…, pero tal
ilusión es debida a que no pueden conocer su verdadera naturaleza.
Podemos ir más lejos: a pesar suyo y sin saberlo, están en realidad
subordinados a esa autoridad, del mismo modo que… todo está, aunque sea
inconsciente e involuntariamente, sometido a la Voluntad divina, a la que
nada podría sustraerse. Son pues utilizados, aunque no lo quieran, en la
realización del plan divino en el mundo humano; juegan en él, como todos
los demás seres, el papel que conviene a su propia naturaleza, pero, en
lugar de ser conscientes de ese papel como los verdaderos iniciados, se
69 Art. cit. 70 RCST, cap. XXXVIII. 71 Art. cit. 72 RCST, cap. XXXVIII.
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engañan a sí mismos al respecto, de una manera que es peor aún que la
simple ignorancia de los profanos…”73
Señalemos para terminar, cuál es el objetivo que persigue la contra-iniciación:
“…[la contra-iniciación] después de haber trabajado constantemente en la
sombra para inspirar y dirigir invisiblemente todos los «movimientos»
modernos, llegará en último lugar a «exteriorizar», si así puede decirse,
algo que será como la contraparte de una verdadera tradición, al menos tan
completa y exactamente como lo permitan los límites que se imponen
necesariamente a toda posible falsificación. Como la iniciación es, tal como
hemos dicho, lo que representa efectivamente el espíritu de una tradición, la
«contrainiciación» desempeñará un papel semejante respecto a la
«contratradición»…
(…)
[de este modo] la constitución de una «contratradición» es posible, pero
también… [es cierto que sólo podrá ser algo] eminentemente inestable y casi
efímero, lo que no le impide ser verdaderamente en sí misma… la más
temible de todas las posibilidades. Se debe comprender igualmente que esa
es la meta que la «contrainiciación» se propone realmente y la que se ha
propuesto constantemente en toda la continuidad de su acción...”74
Cabe recordar, por último, que Guénon dedicó todo un libro, El Reino de la
Cantidad y los signos de los tiempos, a explicar cuáles han sido las fases, los tiempos y
los medios empleados por la contra-iniciación para desarrollar su acción subversiva a
fin de conseguir este objetivo. Pero eso, a buen seguro, nos lo podrá explicar con mayor
detenimiento el próximo ponente de este Encuentro.
3) CONCLUSIÓN Y RESUMEN DE LO TRATADO
En conclusión, podemos terminar diciendo que para Guénon la iniciación es
fundamentalmente tres cosas:
1) La transmisión de una influencia espiritual a través de un rito sagrado, mediante el
cual la persona implicada queda vinculada a una organización iniciática tradicional y
regular que, por eso mismo, tiene capacidad para transmitírsela (tradición =
transmisión) de forma indeleble. A partir de aquí pueden pasar dos cosas: o bien tal
influencia, una vez recibida, queda, por así decirlo, “depositada” como un “germen”,
pudiendo permanecer simplemente en ese estado “seminal” o no desarrollado por
tiempo indefinido (iniciación virtual o especulativa), o bien puede “brotar” y
desarrollarse total o parcialmente, en función de que las cualidades del receptor y las
demás circunstancias que lo afecten sean favorables a ello (iniciación efectiva u
operativa). En este último caso, se producirá…
2) La “muerte iniciática”, que anulará la limitación exclusiva del ser a su estado de
conciencia ordinario, a través del agotamiento de las posibilidades que se refieren al
“estado profano” (descenso a los infiernos), lo cual tendrá como consecuencia…
73 Art. cit. 74 RCST, cap. XXXVIII.
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3) Un segundo nacimiento, esto es, una regeneración integral que abrirá la posibilidad
de realización espiritual efectiva (o lo que es lo mismo, de conocimiento directo) de los
estados superiores del ser. Tal realización se desarrollará en dos grandes fases: primero,
una de purificación de las prolongaciones sutiles o “psíquicas” del estado humano
(misterios menores), hasta alcanzar su completa perfección (retorno al “estado
primordial”) y, posteriormente, otra correspondiente a la realización de l