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Instrucciones de San Martín en Maipú · Guerra Mundial. V 1 1 2 2016 GUERRA INFINITA Contenido...

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GUERRAINFINITA Instruccionesde SanMartínenMaipú ElGeneralato delCoronel Clement Vol1-Nro1-2016 Acercadel Combate Urbano UnaVista Dinámicadel Combate Lossangrientos costosdela1ra GuerraMundial
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GUERRA INFINITA

Instrucciones de San Martín en Maipú

El Generalato

del Coronel

Clement

Vol 1 -Nro 1 - 2016

Acerca del

Combate

UrbanoUna Vista

Dinámica del

Combate

Los sangrientos

costos de la 1ra

Guerra Mundial

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2016 GUERRA INFINITA

Contenido

Editorial 3

Instrucciones de San Martín en Maipú 4

Acerca del Combate Urbano 7

Una Vista Dinámica del Combate 9

Los sangrientos costos de la Primera Guerra Mundial 12

El Generalato del Coronel Clement 14

GUERRA INFINITALogo designed by Freepik

Editor

Jorge Ariel Vigo

Publicación gratuita

[email protected]

Facebook: Teoría Pensamiento Militar

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Guerra Infinita es una publicación sobre temas militares de historia y teoría. Los artículos que presentamos son esencialmente ensayos por lo que, más allá de su respaldo académico científico representan una visión y opinión particular sobre los temas que se exponen sin pretender que sean irrevocables. En ese sentido esperamos que nuestros lectores nos remitan sus comentarios y especialmente sus críticas.Es nuestro convencimiento que la Guerra es Infinita sin embargo no queremos dar

a entender que nunca tendrá fin, contrariamente creemos que puede desaparecer en cualquier momento y ser reemplazado por cualquier otro método de resolución de conflictos humanos. Por infinita entendemos una bastedad de hechos, actos, tecno-logías, filosofías, saberes e historias que no conocen un final, que siempre presentan más y más datos, documentos y objetos que amplían la exploración sobre lo bélico y lo militar. Esa indagación no sólo es hacia el pasado sino que se expande hacia el futuro bajo la forma de teorías y aprendizajes. Por supuesto que esa infinitud es inabarcable para limitada capacidad humana, pero

esa debilidad puede reducirse si distinguimos dos partes de conocimiento y nuestra actitud frente a ambas. La Guerra como saber es accesible a todos, tomando las palabras de Jomini “…po-

dría ser captada por cualquier persona inteligente y receptiva…”. En ese sentido no es difícil o complicado “saber” sobre la guerra, su teoría y su historia, de hecho la mayor parte de las personas que se acercan a este conocimiento lo “saben”, lo “recuerdan” y son capaces de repetirlo con fluidez, claridad y acierto. Pero esto no alcanza.La Guerra es un saber pero un saber científico y esta categoría requiere de un paso

intelectual más profundo y esforzado: la Comprensión de la Guerra. Sin este último recurso todo “saber” sobre la guerra no pasa de ser una anécdota aislada que puede ser útil para el regocijo personal, la controversia amistosa, y hasta para la enseñanza en los casos de estudios sólidos aunque limitados a épocas o especialidades. Ahora para alcanzar una efectividad educativa y profesional el “saber” debe integrarse con el “comprender”, sólo así se pueden lograr entendimientos beneficiosos para poder producir aportes que mejoren el “hacer la Guerra”.Nuestra meta es cumplimentar lo dicho por Sun Tzu: “la guerra es de vital impor-

tancia para el Estado; es el dominio de la vida o de la muerte, el camino hacia la supervivencia o la pérdida del Imperio; es forzoso manejarla bien. No reflexio-nar seriamente sobre todo lo que le concierne es dar prueba de una culpable indiferencia en lo que respecta a la conservación o pérdida de lo que nos es más querido; y ello no debe ocurrir entre nosotros”.

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Las instrucciones reservadas dictadas por José de San Martín antes de la batalla de Maipú el 5 de abril de 1818 constituyen un documento de primera categoría

para comprender la forma en que se hacía la guerra en sus tiempos y un guía de ideas sobre los detalles y preocupacio-nes de la conducción.El documento explica la táctica de combate en sus mínimos

detalles denunciando un estilo de combate con base en la guerra de Federico el Grande -que fue la base de la formación de San Martín y los oficiales de su época- con novedades de la guerra napoleónica que estaba en desarrollo en Europa.Destaca las particulares preocupaciones de un conductor

responsable de sus hombres y de la batalla, aun siendo so-breabundante en sus recomendaciones.El texto que a continuación exponemos y comentamos fue

tomado de la obra de Andrés Rebechi, “Los Leones Inven-cibles de Las Heras”, publicada por la Biblioteca del Oficial en 1964.

Instrucciones reservadas que deben observar los jefes de cada cuerpo en caso de batalla:1) Del buen estado del armamento depende, en lo general,

el buen éxito de la acción; los jefes que responden con sus empleos y honor de la comportación de sus cuerpos, toma-rán las medidas necesarias sobre este tan interesante artículo; para batirse, cada soldado debe llevarse cien cartuchos y seis piedras; cincuenta encima de sí y tres piedras, y los cincuenta restantes y tres piedras en cargas a retaguardia de sus cuerpos poniendo una partida de seis u ocho hombres de los más

inútiles, por enfermos, para su cuidado y conservación, y mantener el orden entre los arrieros. Recuerda la responsabilidad de sus oficiales, pero la educa re-

comendando lo que su experiencia le ha enseñado. Aquí, como más adelante, enfoca las tareas menores a soldados incapacitados para combatir como una manera de conservar el máximo del poder de combate.2) Antes de entrar en acción procurarán los jefes dar una

ración de vino o aguardiente (prefiriéndose siempre el pri-mer licor) a su tropa, pero con tal método que el soldado no pueda propasarse. La recomendación muestra una práctica corriente tanto en la

época de San Martín como antes y hoy en día. Aunque varíen las sustancias con que se busca confortar y exaltar el espíritu de los soldados siempre se ha hecho y se hace.3) Antes de entrar en acción se dará a cada jefe de cuerpo re-

servadamente el punto de reunión para el caso de contraste, el que comunicará a su segundo, bajo la misma reserva, poco antes de la batalla. Conserva el secreto sin perjudicar la acción.4) Es muy necesario que el jefe del cuerpo procure cuanto le

sea posible, que su tropa, antes de entrar en acción, la lleve comida y bien calzada. La preocupación del bienestar de la tropa se traduce en mayor

efectividad de combate.5) Al frente del peligro perorará al soldado con denuedo;

impondrá pena de la vida al que se separe de la fila, tanto en retirada como en avance, lo que mandará ejecutar en el momento. La peroración no es una arenga -que ya Napoleón la desaconse-

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jaba- es el aliento y apoyo puntual frente al peligro. El refuerzo del castigo mortal era también corriente y muy arraigado en el estilo de Federico.6) Es absolutamente prohibido que

ningún herido puede retirarse en la ac-ción, excepto los que puedan ejecutarlo por sus pies, pues cada uno de ellos ne-cesita cuatro para su conducción y de este modo la línea quedaría debilitada en pocos momentos. Esta interesante recomendación no siem-

pre es recordada en tiempos modernos. Muchas veces se ha utilizado el argumen-to de herir al enemigo en lugar de matarlo para disminuir su fuerza de combate por el cuidado de los lesionados -se usó para promocionar los primeros modelos de M16- como si esto fuera algo inevitable. Si ya San Martín conocía la solución del caso, cabe preguntarse qué hemos hecho nosotros hombre modernos para olvidarlo y aceptar el ese falso argumento. 7) Hará entender a su tropa de un

modo claro y terminante, que si algún cuerpo se retira es con orden expresa del general que manda la división y que es una astucia para atraer al enemigo.Esto es muy importante para evitar que

falsas interpretaciones den lugar a ideas derrotistas. El general Slim durante la campaña de Kohima-Imphal en 1944 planeó un falso repliegue para atrapar a las fuerzas japonesas; sobre ello su mayor preocupación era precisamente que los soldados entendiesen el repliegue como argucia de victoria y no como un princi-

pio de derrota.8) No es suficiente recomendar a los

jefes de los cuerpos de la unión y firme-za que debe mantener; de ella depende el éxito de la victoria. Conservar la unidad de esfuerzo.9) Si algún cuerpo, tanto de Infantería

como de Caballería, fuese cargado al arma blanca, jamás lo esperará a pie fir-me, y a la distancia de cincuenta pasos saldrá a encontrarle a sable o bayoneta calada. Esta actitud de salir de posición para res-

ponder al ataque ya era una práctica de las falanges griegas y las legiones romanas. Se trata de oponer una fuerza de con-traataque que disminuya el impacto del ataque enemigo.10) Se encarga a los jefes de artillería

que sus primeros tiros sean bajos para poder comparar sus efectos. Se trata de la práctica de impactar el

suelo con balas de artillería para probar los rebotes que eran la forma de lograr da-ños en el enemigo.11) Hay circunstancias en que los jefes

de los cuerpos no deben esperar orden del general; tales son la de ver a otro cuerpo batido y sea necesario pasar los auxilios, en que el enemigo quiere en-volver cualquiera de nuestros flancos; tal el de cargar al que el contrario des-pliega o se halla en marcha y, en fin, todo lo que sea ayudar a restablecer el orden con sus esfuerzos en cualquier punto en que flaquee la línea.

Esta promoción del empleo de la inicia-tiva por los oficiales muestra cabalmente la gran capacidad militar de San Martín que comprendía que los oficiales deben actuar dentro de las órdenes generales pero aprovechando cada oportunidad que se les presente en miras de alcanzar la victoria. Esta idea que ya promovía Na-poleón estaba tomando forma doctrinal en el nuevo ejército prusiano desarrollado por Scharnhorst, Gneisenau, Grolman, Boyen, y Clausewitz.12) La señal en donde se halla el ge-

neral en jefe será una bandera tricolor, y la del parque de reserva una bandera toda encarnada; a este punto concurri-rán los cuerpos en caso de faltarle mu-niciones.13) Cuando se levante en donde se

halle el general tres banderas al mismo tiempo, a saber: la tricolor, de este esta-do; la bicolor, de las Provincias Unidas, y una toda encarnada, gritarán todas las tropas el ¡Viva la Patria!, y ensegui-da cada cuerpo cargará al arma blanca al enemigo que tenga al frente. Rota la línea y dispersado al enemigo, se prose-guirá con calor pero procurando reunir alguna parte del cuerpo para que (éste) lleve una reserva capaz de sostenerlo; al toque de «lle-gada» (sic) deberán estar todos en línea. El punto anterior y el presente muestran

el acuerdo en la codificación de comuni-caciones.14) Mucho encargo a los jefes tengan

el mayor cuidado en llevar distancia en las columnas tanto abiertas como ce-rradas, para poder entrar en línea. Guardar espacios entre unidades para

permitir los movimientos sin obstáculos.15) El silencio es el que mantiene más

el orden y aterra más al enemigo. Es una interesante posición de acción

psicológica.16) Los señores jefes del Ejército deben

estar persuadidos de que esta batalla va a decidir la suerte de toda la América, y que es preferible una muerte honrosa en el campo del honor, a sufrirla por manos de nuestros verdugos; yo estoy seguro de la victoria con la ayuda de los jefes del ejército, a los que encargo tengan estas observaciones.Una arenga discreta dirigida oportuna-

mente al espíritu de los oficiales y a su responsabilidad profesional.17) Si, lo que no espero, algún cuerpo

fuese batido, jamás se reunirá al frente de la reserva, y si a su retaguardia, pro-curando sea lo más próximo posible. Reunión de tropas cerca del combate

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pero sin obstruirlo.18) Mucho encargo a los comandantes

de caballería no esperen orden para car-gar al enemigo siempre que la ocasión se le presente favorable, así como proteger, aún a costa del mayor riesgo, cualquie-ra de los cuerpos de infantería que vean en apuro; nada hay más recomendable para un oficial de caballería como el de libertar a sus compañeros de infantería que se encuentran en apuros. Nuevamente la iniciativa. 19) Otra advertencia a los comandan-

tes de caballería: Siempre que sus ata-ques puedan hacerlo flanqueando el enemigo, los preferirán a los de frente; también se les advierte que en la carga procuren siempre llevar a retaguardia de cada escuadrón y como a distancia de ciento treinta pasos, una reserva pe-queña compuesta de un pelotón de 25 a 30 hombres, con el objeto de perseguir ardientemente al enemigo ínterin reúne alguna parte del es-cuadrón como, asimismo, para sablear al soldado que vuelva cara, cuya comisión se le dará a entender a toda la tropa para que sepa lo que le espera al cobarde. Transmitiendo su capacidad y experiencia de combate.20) Todos los asistentes y demás empleados deben formar

en la línea para batirse; los equipajes de los señores oficiales quedarán bajo la escolta de un sargento y 4 hombres de los enfermos que puedan tomar armas. Aprovechar al máximo los recursos de personal para el combate.21) Siendo el carácter de nuestros soldados más propio para

la ofensa que para la defensa, los jefes deberán tener en cuen-ta que en caso apurado deberán tomar la primera. La observación de la idiosincracia del soldado es fundamental

para aprovechar sus capacidades.22) Encargo mucho a los comandantes de los cuerpos vean

al tiempo que entran en acción si sus fusiles van bien cebados pues sucede con frecuencia que en la marcha se sale la ceba.

Ser General en Jefe y no olvidar las preo-cupaciones del Teniente.23) Para inteligencia de los jefes de

los cuerpos y para que puedan conocer a los de los enemigos se les detalla los uniformes de estos que son: Batallón de Infantes Don Carlos, casaca azul, collarín, botas, y solapa blanca, chupín blanco y pantalón azul, armamento co-mún. Regimiento Arequipa: es bisoño indisciplinado, su gente son indios, mu-latos y negros, casaca azul, collarín, bo-tas y solapa encarnada. Regimiento de Burgos: Casaca azul, collarín y vueltas anteadas, solapa carmesí y morrión de suela; armamento el de su clase. A este Regimiento se le debe cargar la mano por ser la esperanza y el apoyo del ene-migo. Escuadrón delanteros españoles: Casaquita azul, pantalón blanco y gorra azul, armamento lanzas. Escuadrón de dragones de Arequipa: Casaquita azul,

batas y vueltas encarnadas, botón blanco. Inteligencia sobre el enemigo.24) Los jefes de los cuerpos reunirán después de la acción

a toda la oficialidad para que cada uno en papeleta separa-da exprese si ha habido algún compañero que no se haya comportado con el valor correspondiente a su clase; hecha la información a presencia de todo el cuerpo de oficiales, me la pasarán para mi aprobación y para que se estampe en los papeles públicos; y a fin de que no aleguen ignorancia, reunirán a su oficialidad para hacerle saber esta providencia. La inmediata disciplina de premios y castigos para que nada

se olvide.“NOTA: Los cuerpos de caballería sólo llevarán veinte car-

tuchos y tres piedras.San Martín

A pocos años de cumplir 200 años estas instrucciones per-manecen tan válidas y profesionales como cuando fueron emitidas.

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Se habla mucho en nuestros tiem-pos acerca de la “Guerra Moder-na” y sus características. Mayor-

mente no coincido con las posturas actuales en particular porque creo que muchas son refritos de cosas viejas en muchos casos son desconocidas para los nuevos autores. Esto se debe a que como con todas las cosas que inventa el hombre sólo algunas perduran y el resto se pierden para ser “descubiertas” con posterioridad, aunque debo admi-tir que este accidente no condona la ignorancia de ideas “no perdidas”. Vale aclarar que para mí el adjetivo “moder-na” no significa nada, antes bien creo que no hay nada más moderno que una guerra para su época pues quién haría la guerra con un estilo viejo. Sin em-bargo aceptaré la adjetivación aunque preferiría hablar de guerra “actual”. En particular me interesa hoy el tema

del llamado “combate urbano” o “com-bate en localidades”. En el mundo mili-tar como en todo otro espacio profesio-nal hay estilos que se ponen de moda y el del combate urbano es uno de ellos. El tema es que al igual que toda moda puesta en foco quiere desplazar a todo otro estilo bajo la óptica de la “nove-dad” y de que “nunca antes se vio algo así” –frase compartida por casi todas las posturas modernas. Ahora no seré yo novísimo al decir que el combate en lo-calidades es tan antiguo como la guerra y siempre se han visto cosas como esa. Las recomendaciones bíblicas sobre el asalto, ocupación y saqueo de ciudades son ilustrativos de la longevidad de la práctica –recuerden Jericó. De igual modo podríamos evocar que Alejan-dro Magno era recordado en Babilonia por no haber entrado con violencia a la ciudad, lo que a contrario sensu in-dica que saqueo era lo corriente. Para ser breve sólo mencionaré las luchas dentro de la ciudad de Roma, el asalto de Jerusalén por Tito, su toma por los hombres de la Primera Cruzada, y más modernamente Stalingrado y Berlín. Las luchas por y dentro de las ciudades son moneda corriente en la guerra de toda época, variarán en forma y proce-dimiento pero siempre han existido.En el afán de, contrariamente a lo

dicho, exponer la lucha urbana como

“moderna”, nadie ha reparado en lo que sí constituye una novedad, aunque también se trate de una reliquia histó-rica. Convengamos que la sofisticación de nuestra civilización ha hecho más compleja la guerra y la que se hace en ciudades también. Esto se debe a tres obviedades: la tecnología de las armas y equipos, la complejidad arquitectónica y el mayor volumen de los centros ur-banos –observen que la expansión de subsuelos y la elevación de edificios de muchos pisos ha expandido en mucho la tridimensionalidad de la guerra en esos espacios. Pero hay algo antiguo que no aparece como tan obvio.En los combates urbanos más antiguos

–anteriores al siglo XVIII- las fuerzas militares que participaban eran además fuerzas policiales por lo que actuar den-tro de un área urbana era una actividad

para la que estaban instruidos específi-camente. Para estos soldados combatir en campo abierto o en una ciudad o pueblo eran prácticas normales que no presentaban inconveniente. Podemos suponer sin grandes esfuerzos que la “violencia policial” de aquellas épocas debía alcanzar niveles muy altos, tanto como los de las batallas campales.Después de la Guerra de los Treinta

Años se inicia el proceso de separación de la jurisdicción civil de la militar y la discriminación de funciones entre los hechos bélicos de la última y los hechos delictivos de la primera. Así co-menzaron a crearse los primeros cuer-pos policiales* de los que resultaron las complejas organizaciones de seguridad de nuestra realidad contemporánea. Con ello se reguló también la violen-cia. La violencia “militar” quedaba

Acerca del Combate Urbano

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circunscripta a la guerra y la violencia “policial” –de menor entidad- resultaba enfocada a los crímenes dentro de la so-ciedad civil en paz. Así una resistencia urbana de un grupo resultaba tratada con diferentes niveles de violencia –de muerte y destrucción- según se tratase de un hecho delictual en el marco civil o un hecho bélico.Ahora bien, qué sucede en nuestra

“guerra moderna”. Tenemos por un lado la complejidad tecnológica, ar-quitectónica y volumétrica, y por el otro un escenario de guerra donde el combate urbano no es el único pero sí es el preferente. Esta preferencia no es accidental. Aquellas fuerzas –regulares, irregulares o híbridas- que deciden o se ven obligadas a enfrentarse con fuerzas regulares mayores en recursos y poten-cia, recurren a la vieja receta de llevar al enemigo donde sus capacidades supe-riores se ven reducidas o anuladas. Esto es tanto la elección de las Termópilas por Leónidas, como los modelos de combate de Hunos, Vikingos y Mon-goles –al menos en sus comienzos- y como la lucha en Mogadiscio, donde un ex coronel del ejército somalí cuan-do uno de sus subordinados le pregun-tó con temor cómo combatir con los “poderosos” norteamericanos le contes-tó que los llevaría a pelear donde todo ese poder era inútil, es decir dentro de la ciudad donde lo único que vale es la capacidad y destreza personal de cada combatiente. Además la elección del combate urbano puede ser desde el ini-cio de del conflicto o aparecer como un recurso durante su evolución. Esto úl-timo se da cuando el vencedor ocupa el territorio enemigo y el derrotado recu-rre a los procedimientos de guerrilla y terrorismo como forma de resistencia.Pero para completar el escenario de-

bemos señalar que las condiciones en que los combates urbanos se dan hoy, son en situaciones donde la guerra está en declinación, generalmente porque se halla en etapa de “pacificación” -Irak después de la ocupación de Bagdad-, o cuando no existe un caso de guerra abiertamente aceptada y comprendida por ambos contendientes -los aten-tados terroristas de París de fines del 2015-. En esos casos la eliminación de la amenaza violenta se debe hacer con qué nivel de violencia: la policial o la militar? No tengo ninguna respuesta.Frente a un atentado en una ciudad

como el de París la respuesta debe ser ejercida por las fuerzas militares o las policiales?. La primer réplica es la poli-cial, pero como el nivel de violencia del

enemigo no es equivalente sino mayor, también introducimos a las fuerzas mi-litares propias en la ecuación. Y surgen nuevas preguntas: cómo actúan ambas fuerzas?, con qué reglas de empeña-miento?, con qué capacidades entrena-das?, y con cuáles límites de muerte y destrucción?. Y en el caso de Bagdad, donde la respuesta militar estaba más presente, el nivel de violencia de la res-puesta no era coherente con un proceso de pacificación.Iguales interrogantes se abren para el

atentado de Atocha, los ataques mu-tuos en Palestina o los actuales atenta-dos de ISIS que alcanzar hasta Libia, Yemen y Mali.Las respuestas no están en el combate

en localidades, que ya casi parece una excusa para no tratar el fondo del tema, la cuestión central está en reinterpretar la guerra misma. Los niveles de violen-cia están sujetos a esa comprensión, que no se satisface con decir que es “más compleja”, “cibernética” o “asimé-trica”. Se debe responder a una antigua cuestión que ya se presentó en nuestra historia militar. Cuando los imperios mesopotámicos

comenzaron a guerrear contaban con un poder político absoluto, por lo que la decisión de ir a la guerra no era un problema, además tenían gran cantidad de recursos en materiales y en personal. Con esta holgura y un estado limita-do de las artes bélicas, hacer la guerra constituía un acto que podía resolver-se a largo plazo y donde la indecisión de la lucha sólo planteaba un impase hasta futuros choques. Este modelo de hacer la guerra – al que algunos llama-ron Oriental- chocó con otro de carac-terísticas opuestas. Los griegos vivían en una tierra mezquina que requería de una dedicación de mano de obra muy importante, por lo que los recur-sos materiales y humanos estaban muy restringidos. Además tenían un sistema político deliberativo por lo que la de-cisión de la guerra, su continuación y finalización estaba también regulada. Bajo estas condiciones lo griegos no aceptaron una lucha prolongada e in-decisa, crearon un modelo de guerra basado en alcanzar la victoria con ra-pidez –para ahorrar recursos y tiempo de producción-; de manera definitiva –que resolviera el problema por mucho tiempo sino para siempre-; y ejercida con mucha violencia para asegurar lo anterior y desalentar a futuros enemi-gos.Occidente adoptó el modelo griego de

guerra hasta la segunda mitad del siglo XX, donde comenzó a volverse hacia el modelo Oriental, que es el que se em-plea ahora. Y como “lo enemigos de occidente” –si hay algo que homogé-neamente pueda llamarse así- también usan el modelo Oriental la decisión mi-litar en la guerra resulta inalcanzable.El problema no es el combate en lo-

calidades, eso ya está resuelto desde el punto de vista procedimental militar o policial, la cuestión es la forma en que comprendamos y encaremos la guerra misma donde ese tipo de combate su-cede.Mi padre solía referirse a una situación

con mucha actividad y poco resultado como “una pelea de bizcos”, donde hay muchos golpes en el aire pero pocos alcanzan a tener efecto. Las guerras de los últimos años son peleas de bizcos y toda la parafernalia académica que pre-tende explicarla como algo excepcional y eficiente me hace recordar a la frase del Dr. Samuel Johnson: El patriotis-mo es el último refugio de los canallas, sólo que en lugar de patriotismo lo que hay son falacias académicas.En cuanto a la guerra política, su con-

ducción y resolución sólo diré aquí que es también una riña, pero no de bizcos, de ciegos.

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“… No deseamos más que representar las cosas tal como son, y delatar la errónea creencia según la cual un valiente sin inteligencia puede llegar a distinguirse en una guerra.”Karl von Clausewitz, “De la Guerra”

En general, y con indiferencia del plan y del tamaño y tipo de la unidad de que se trate, todo co-

mandante debe ejecutar determinados pasos para lograr un ataque exitoso. El siguiente guion pretende seguir una re-presentación general de cualquier com-bate en cualquier nivel. Asegurado el plan y su comprensión,

y sujeto al tiempo disponible se debe realizar la verificación de equipos y su mantenimiento, el racionamiento y descanso, y de ser posible el ensayo. Cumplido esto el primer paso es hacer

que sus tropas tomen posición lo más cerca posible del enemigo sin ser de-tectadas. Este avance se realiza aprove-chando las protecciones naturales que ofrece el terreno, con discretas cober-turas artificiales, durante horas de os-curidad, bajo la cubierta de fuego pro-pio, etc. Alcanzado el lugar deseado, el comandante procederá al despliegue de las unidades según se trate de armas de combate o de apoyo.Con las unidades en la posición des-

de la que comenzarán el ataque, el co-mandante coordinará la hora en la que las unidades reiniciaran el movimien-to para confrontar con el enemigo y la hora en la que las armas de apoyo iniciarán su fuego, lo suspenderán, lo reorientarán o lo concluirán. Esto úl-timo puede corresponder no sólo a las armas de apoyo propias de la unidad, sino que puede incluir las de otras uni-dades asignadas a la operación.Llegado el momento fijado, el coman-

dante iniciará el movimiento de las tropas bajo su mando, de manera coor-dinada y según la simultaneidad fijada para la operación.A partir de este momento el coman-

dante ha hecho casi todo lo que puede hacer para alcanzar la victoria con el conjunto de sus tropas. Durante esta

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etapa podrá actuar sobre alguna uni-dad en particular, pero ejercerá poco control directo sobre la masa de sus fuerzas; sí ejercerá la conducción de conjunto concentrada en orientar y apoyar a sus hombres. En este punto corresponde aclarar que el comandante no se desentiende del combate y que está en comunicación con sus unidades para conocer los avances y situaciones individuales de cada una. Pero esa co-municación no significa un ejercicio de control férreo y directo, el que sólo re-cuperará cuando termine el ataque y se realice la reorganización de sus fuerzas. La información que recibe durante el ataque le sirve para coordinar los mo-vimientos de las unidades o para variar la dirección o el volumen del fuego de apoyo. Si cree conveniente ejercer un control directo debe tener en cuenta que sólo podrá ejecutarlo en alguna unidad y por algún tiempo, pues la su-pervisión general le dejará poco tiempo para ello. El control directo correspon-de en esta etapa a sus jefes subordina-dos. Su presencia entre las unidades en combate puede resultar ejemplar, inspi-radora y estimulante para sus soldados, pero debe recordar que podrá ejercerla limitada a alguna unidad y no a todas.Aunque en distintos niveles (jefe de

batallón, de compañía, de sección, etc.) pareciere que la distancia que se acorta facilita el control directo, esto no es así. Cada nivel termina fraccio-nándose hasta el combatiente indivi-dual descentralizando el control bajo la presión del combate. De allí que resulte de fundamental importancia el período de instrucción general y específica de la operación, así como los ensayos y las prácticas, lo que asegura que el solda-do continuará cumpliendo las órdenes más allá de la presencia del jefe.Así el control directo se va reduciendo

de nivel a medida que las unidades van tomando posiciones en la acción. El jefe de batallón disminuye su nivel de control cuando impulsa sus compañías para el asalto; allí el control lo lleva el jefe de cada compañía hasta que orde-na a sus secciones atacar; son entonces los jefes de sección los que conservan el control directo hasta que se produce el choque del ataque. Esto no implica descontrol, se trata de una descentrali-zación del mismo.El jefe de sección moverá a sus solda-

dos desde lugares muy cercanos al ene-migo, por lo que su aproximación se hará sobre un terreno expuesto a la ob-servación del enemigo. Su protección serán los fuegos de artillería, morteros

y ametralladoras, el humo y lo que pue-da ofrecer el terreno, pero siempre bajo la observación del enemigo y probable-mente, sus fuegos. Esta aproximación anterior al asalto final alcanzará un punto distante del enemigo variable de entre 800 y 100 metros en promedio. Esta amplitud de distancia se debe a múltiples factores físicos como el te-rreno, el fuego, el dispositivo enemigo, pero resulta fundamental el estado aní-mico y moral de la propia tropa.Llegado este punto el jefe de sección

verifica que sus pelotones estén listos y en posición para el asalto final. Debe tener en cuenta que no todos los solda-dos y grupos llegan al mismo tiempo, que se habrán producido bajas –algu-nas importantes que deberán cubrirse-, que soldados se habrán extraviado o es-tarán en un lugar inadecuado. Todo ello debe pensarse antes de la misión y debe adecuarse sobre la marcha. Mientras se cumple con ello, el jefe de sección debe apreciar el terreno –ya estudiado probablemente- que va desde su actual posición hasta el objetivo en busca de ventajas y obstáculos. Puede ser que una ametralladora enemiga deba ser eliminada antes de poder avanzar, lo que implica una demora en el asalto. Otras demoras las pueden constituir alambradas, minas, zanjas, trampas, y el cansancio de sus propios soldados. El jefe tendrá en cuenta todas las demoras que afectarán su asalto, antes o duran-te el desarrollo del mismo, para dar las instrucciones finales del asalto. Luego elegirá el mejor momento psicológico para lanzarlo. Antes de iniciar el asalto, el apoyo de

fuego de la sección disminuirá, cesará o se orientará hacia otros puntos, lo que implica que la subunidad deberá incre-mentar sus propios fuegos orgánicos de apoyo para compensar la situación y mantener superioridad de fuego so-bre el enemigo. Esto sucede cuando ya no es posible contar con fuegos de apoyo externos, los que se aprovechan al máximo para colocar lo más cerca posible del enemigo a las unidades de asalto. Esto es así debido a que la muni-ción que portan las tropas de asalto está limitada a la que pueden cargar sin per-judicar su capacidad de movimiento. Ello obliga a retener los fuegos lo más posible para aprovecharlos lo más cer-ca del enemigo y en el mayor volumen posible. Por ejemplo durante el avance de los grupos y pelotones se suele re-comendar que no hagan fuego hasta que los disparos enemigos los obliguen a hacerlo o hasta que se hallen dentro

del alcance eficaz de sus propias armas y encuentren blancos enemigos renta-bles a la misión.Cuando esto se produzca, ya muy cer-

ca del enemigo, la cadencia de fuego debe igualmente estar limitada a favo-recer el avance, el que tendrá que ser lo más rápido posible para reducir el gasto de munición en esa tarea. En esta etapa debe tratar de evitarse el uso de ametra-lladoras, granadas y armas lanzadoras de proyectiles mayores, para evitar que sean detectadas y atacadas por el ene-migo. Estas medidas están orientadas a que los pelotones lleguen a la posición final del choque con la mayor cantidad de munición posible. Esta munición es la que proveerá la mayor cadencia de fuego posible para el enfrentamiento fi-nal, el que deberá ser rápido previendo que debe alcanzar el éxito antes de que se agoten los proyectiles disponibles. (Téngase en cuenta que luego del asalto debe conservarse una capacidad de fue-go aceptable).Antes de iniciarse el asalto final se calan

las bayonetas. En este punto es bueno que desterremos el mito de la bayoneta. Esta arma inventada en el siglo XVII resultó una importante innovación en la lucha, especialmente en el choque final. Con ejércitos peleando en forma-ciones cerradas y masivas de soldados que portaban armas de un solo tiro, la bayoneta resultaba un elemento esen-cial de la supervivencia en el campo de batalla. Sin embargo aún en esos tiempos actuaba más como arma psi-cológica provocando terror que como arma física de destrucción. En tiempos actuales, desde la aparición de los fu-siles de cargador, las armas semiauto-máticas y automáticas, la bayoneta es un recuerdo histórico y simbólico del combate, tan anacrónico como la carga de caballería. Hoy en día sigue siendo un recurso de efecto moral; cuando se piensa en anular al enemigo se piensa en fuegos y no en filos.Una vez iniciado el asalto se deben

coordinar los fuegos para maximi-zar sus efectos y evitar que se crucen con las tropas de asalto. Los cambios de dirección u objetivo se pueden de-terminar por señales de humo de co-lor, bengalas, tiros trazadores, según horarios, pero todos ellos deben estar preestablecidos al acordarse el plan. Es recomendable que se prevea el empleo de más de un método para cada situa-ción. Estos cambios suceden según se desarrollan las acciones del combate o en puntos específicos alanzados en el terreno. Para mover sus grupos hacia

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delante el jefe debe emitir las órdenes correspondientes. Éstas pueden emitir-se a viva voz o por señales previamente acordadas; como antes dijimos lo me-jor es prever el uso de más de una for-ma de transmisión de la orden.Cuando todo esté listo, y esperando

que casi todos hayan podido cumplir con lo planeado, se podrá iniciar el asal-to. Antes mencionamos que el momen-to de lanzar el asalto era un momento psicológico ideal donde el jefe percibe el estado anímico del enemigo y el de la propia tropa. Sin embargo se debe te-ner en cuenta que serán los soldados de primera línea los que intuirán anticipa-damente ese momento “ideal”. Si esos hombres aprecian que el enemigo actúa errático o dudoso, o manifiestamente débil e incapaz de responder adecuada-mente al fuego, es muy probable que inicien el asalto aún antes de recibir la pertinente orden. Esta es una circuns-tancia en la cual el jefe debe actuar de inmediato pero haciendo una evalua-ción correcta de la situación. Es decir que en algunos casos deberá contener ese movimiento y en otros acompañar-lo y apoyarlo. Una eventualidad similar se produce cuando unidades propias sufren del fuego enemigo pero son in-capaces de responderlo debido a que no puede ser localizado el origen del ata-que o porque las armas propias son in-capaces de eliminarlo. Este fenómeno se conoce como “salto hacia delante” y se produce debido a que la impoten-cia para responder al fuego enemigo en conjunción con el daño que éste pro-duce genera elevados niveles de adrena-lina que provocan el ataque espontáneo del soldado para tratar de hacer cesar esa situación. No se trata por supuesto de una respuesta consiente del soldado, sino de una reacción instintiva.Todas estas cuestiones no deben lle-

varnos a suponer que el ataque de una sección se parece a una horda o una banda desordenada que se lanza a la ca-rrera contra el enemigo, dando alaridos y blandiendo bayonetas. Esto es lo que debe evitarse pues sólo produce bajas y probablemente lleve el asalto a un san-griento fracaso.El asalto de la sección se produce a

través de arremetidas pequeñas y alter-nadas de los pelotones y grupos. Estos empujes se hacen por saltos, mientras un pelotón avanza el otro lo apoya con sus fuegos. Si la resistencia enemiga es fuerte los saltos serán pequeños y rea-lizados por unos pocos soldados; esto se debe a que la resistencia enemiga obliga a ofrecer blancos más peque-

ños y expuestos por el menor tiempo posible. Igualmente este procedimien-to hace que haya mayor cantidad de embestidas en distintos puntos lo que permitirá detectar con mayor facili-dad algún lugar débil del dispositivo enemigo para presionar sobre él. Debe tenerse en cuenta que todo esto dismi-nuye la velocidad del asalto haciéndo-lo más lento y prolongando el tiempo de exposición de los soldados al fuego enemigo, lo que eventualmente puede producir bajas y disminuir nuestra po-tencia de combate.Al acerarse al enemigo los soldados

empezarán a ver a cada soldado enemi-go lo que iniciará la etapa de contac-to directo. En ella los soldados traban combates individuales con el objeto de anular al enemigo ya sea dándole muerte o inhabilitándolo –lo primero que ocurra-. Aquí se pone de manifies-to la eficiencia alcanzada por medio del entrenamiento y la instrucción, pues los soldados actúan por sí mismos apo-yándose para acercarse a una tronera, eliminar una boca de fuego, limpiar un edificio, etc. Durante el período final, cuando el

enemigo cede y empieza a cesar toda resistencia y fuegos enemigos, el ins-

tinto del hombre lo lleva a dejar de disparar y levantarse para comenzar a avanzar sobre las posiciones enemigas y limpiarlas. Si esto ocurre, lo que su-cederá es que se le dará al enemigo la mejor oportunidad de recomponerse y hacer fuego sobre esos soldados que expusieron su posición. En ese mo-mento el jefe debe asegurar el control sobre sus tropas, control que inculcó a sus soldados durante la instrucción, re-teniéndolos hasta asegurarse del cese de actividades enemigas.Esta descripción atiende solamente a

las cuestiones más elementales que de-ben tenerse en cuenta en un combate, aún más tampoco son todas. No es im-posible hacerlo, pero no es el objeto de este artículo. Lo que pretendo es mos-trar la teoría de la guerra en la práctica, todas las cosas mencionadas son pro-ducto de la teorización militar.Es por ello que hay que comprender

que hacer la guerra en todo nivel re-quiere de profesionalismo, estudio, en-trenamiento y una profunda compren-sión de lo que la teoría y la práctica de la guerra significan. La guerra sin razo-namiento, sin profundidad intelectual y sin compromiso personal es sólo un desperdicio de vidas.

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Indudablemente la Primera Guerra Mundial cobró un costo en vidas como pocas veces se ha visto en

la historia. Las siguientes campañas y batallas son sólo una breve vista de ese desastre. Los números de víctimas in-dican muertos, heridos, desaparecidos o capturados durante las operaciones, se hallan redondeaos y se debe tener en cuenta que las fuentes discrepan sobre los totales exactos.

Primera Batalla del Marne, 06 al 10 septiembre, 1914El Plan de Schlieffen de Alemania bus-

caba eludir las fortificaciones fronteri-zas francesas al pasar a través de Bélgica y Luxemburgo, para rápidamente de-rrotar al ejército francés atacándolo por su retaguardia. Modificado por el nue-vo Jefe de Estado Mayor Imperial, el general Helmuth von Moltke funcionó bien al principio. Sin embargo cuando los soldados alemanes estaban a 80 ki-lómetros de París, en vez de ir al oeste de París para rodear la capital francesa, se decidió desviar la ofensiva al sur este para destruir allí lo que se pensaba que era un ejército aliado casi derrotado. Esta maniobra dio a los franceses y a la Fuerza Expedicionaria Británica la oportunidad para contraatacar y tomar por el flanco a los alemanes en el valle del Marne. Ambos bandos sufrieron fuertes bajas; esta batalla derivó en lo que se llamó la “Carrera al Mar” que llevaría a ambos ejércitos a cavar las trincheras que a lo largo de 400 kiló-metros que definirían la la imagen de la Gran Guerra.Bajas aliadas: 263.000Bajas alemanas: Se estima que es casi

lo mismo que los aliados

Batallas de Tannenberg y La-gos Masurianos, agosto-sep-tiembre de 1914En agosto, el Séptimo Ejército alemán

rodeó al Segundo Ejército de Rusia cerca Tannenberg, en Prusia Oriental.

Los sangrientos costos de la Primera Guerra Mundial

La maniobra fue tan bien planeada y ejecutada que sólo alrededor de 10.000 de los 150.000 hombres del Segundo Ejército escaparon y abandonando 500 piezas de artillería rusos que fueron capturadas; el comandante ruso, el ge-neral Alexander Samsonov se suicidó. Al mes siguiente, las fuerzas alemanas envolvieron ahora al Primer Ejército Ruso del general Pavel Rennenkampf en la zona de Lagos Masurianos cerca de la frontera de Prusia Oriental con Rusia imponiendo a las tropas del zar otra derrota asombrosa. El arquitecto de los planes alemanes, fue el coronel Max Hoffman, jefe de estado mayor del Séptimo Ejército, que al tiempo de las acciones era comandado por el general Paul von Hindenburg y su adjunto el general Erich Ludendorff; todos fueron aclamados como héroes alemanes. Des-pués de la derrota de Rusia, eliminada de la guerra en 1917, que fueron traí-dos al frente occidental para tomar el mando allí y se les dio un extraordina-rio control sobre casi todos los aspectos del gobierno militar y civil alemán.TannenbergLas bajas rusas: 122.000, de los cuales

unos 92.000 fueron hechos prisione-rosLas bajas alemanas: 13.000Lagos MasurianosLas bajas rusas: 125.000Las bajas alemanas: 40.000

Gallipoli, febrero 1915 a enero 1916Winston Churchill, Primer Lord del

Almirantazgo de Gran Bretaña, de-sarrolló un plan para atacar a las po-tencias centrales a través de su "punto débil" en Turquía y volver a abrir los Dardanelos que era el paso para los bar-cos rusos entre los mares Egeo y Negro. La península de Gallipoli sobresalía como la punta de un zapato entre el estrecho de lo los Dardanelos hacia el sur y el este y el Mar Egeo al oeste. En abril las tropas británicas, de Australia y Nueva Zelanda desembarcaron, prin-

cipalmente sobre la costa del mar Egeo. Los desembarcos se hicieron en gran parte sin oposición, pero los oficiales británicos no movieron sus tropas de las playas que estaban expuestas a las alturas por encima de la costa. Al día siguiente los soldados turcos y sus ase-sores alemanes impusieron un ataque por el fuego letal sobre los invasores, que nunca penetraron tierra adentro durante la campaña.Las bajas: Británicas y Commonwealth: 214.000Turcas: 300.000

Batalla de Verdún, febre-ro-diciembre 1916Ofensiva alemana contra fortifica-

ciones francesas ancladas en la ciudad de Verdún y que se extienden hasta la frontera con Suiza. Tres fuertes fueron capturados, pero no las fortificaciones de Verdún, donde el comandante fran-cés, el general Henri Philippe Petain, había declarado: "¡No pasarán!" Los alemanes abrieron la ofensiva con el bombardeo de 2 millones de proyec-tiles contra un frente de tan sólo 13 kilómetros. Un ataque británico en el frente del Somme y una ofensiva rusa

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en el frente oriental obligaron a los ale-manes a retirar las tropas lejos de Ver-dun, y la ofensiva alemana definitiva no se llevó a cabo hasta el 21 de julio. Durante el otoño, habiendo ganado superioridad de artillería, los franceses comenzaron sus contraataques. Para el 15 de diciembre se había recuperado todo el terreno perdido anteriormente, dejando las líneas como antes de que comenzaran los ataques alemanes.Bajas aliadas: 400.000Bajas alemanas: 340.000

Batalla del Somme, julio-no-viembre 1916Ofensiva británica para romper las

líneas alemanas cerca del río Somme, en el noreste de Francia y aliviar la pre-sión en Verdun; estaba destinada a ser "el gran impulso" que pondría fin a la guerra. Una semana de bombardeos envió 1,6 millones de municiones de artillería en las líneas alemanas, pero su daño resultó insignificante. Cuan-do las tropas británicas atacaron el 1 de julio, sufrieron la mayor pérdida de un solo día en toda la historia de Gran Bretaña: 60.000 bajas, un tercio de los cuales resultaron muertos. A medida que la ofensiva se prolongó, las tropas francesas llegaron a reforzar los británi-cos. Cuando los combates terminaron a mediados de noviembre, los aliados habían ganado sólo ocho kilómetros de tierra, pero la deserción fue alta entre los defensores alemanes, entre ellos un gran número de oficiales subalternos y suboficiales, lo que afectaría la eficacia de su ejército durante la restantes años de la guerra.

Bajas aliadas: 615.000, aproximada-mente dos tercios de ellos británicosBajas alemanas: 650.000

Tercera Batalla de Ypres (Passchendaele), julio-no-viembre 1917El área alrededor de Ypres, Bélgica,

que ya había sido testigo de dos luchas sangrientas durante la guerra, una de los cuales vio la primera utilización por los alemanes de gas venenoso. Antes de lanzar la ofensiva, cañones británicos lanzaron 4,5 millones de proyectiles de artillería contra la posición de los alemanes, pero las fortificaciones pro-tegidos los defensores de eficacia. Las primeras olas de ataque británicas fue-ron acribilladas. Los meses de agosto y octubre, bajo algunas de las lluvias más fuertes en 30 años, el campo de bata-lla que resultó en un lodazal. Al atacar soldados a veces se encontraron en el barro hasta las rodillas mientras las ba-las de ametralladora enemigas silbaban hacia ellos; algunos hombres y anima-les, literalmente, se ahogaron en el ba-rro de los campos que habían sido ba-tidos por la extensa barrera de artillería y empapados por la lluvia. La ofensiva ganó sólo ocho kilómetros, incluyendo el pueblo de Passchendaele.Bajas aliadas: 325.000Bajas alemanas: 260.000

Kaiserschlacht (Batalla de Kaiser), Mar-04 1918Ofensiva alemana en el frente occi-

dental destinada a ganar la guerra antes

de que las tropas estadounidenses que habían comenzado su llegada a Francia pudieran desplegar plenamente. Pla-neado por Jefe de Estado Mayor Impe-rial general Paul von Hindenburg y el Generalquartiermeister Erich Luden-dorff, la ofensiva principal fue fijada en contra de las fuerzas británicas en el frente del Somme, acompañada por tres ataques de diversión. Inicialmente, la ofensiva empujó a las tropas aliadas apaleadas hacia atrás, pero los alemanes avanzaron tan rápidamente que sus su-ministros no podían mantenerse al día en el terreno fangoso surcado de crá-teres de artillería. Además cometieron el error de expandir el frente en lugar de profundizarlo, perdiendo así empu-je. El ataque fracasó dejando a los ale-manes en una posición defensiva débil, pero había infligido grandes pérdidas.Bajas aliadas: 850.000Bajas alemanas, 650.000

Ofensiva de los Cien Días julio-noviembre 1918Ofensiva aliada (franceses, estadou-

nidenses y británicos,) en el frente occidental contra el Segundo Ejército Alemán. Incluye las batallas de Amiens, Segunda Somme, Segunda Noyons, Segunda Arras, Meuse-Argonne. Em-pujó a los alemanes de nuevo a la Lí-nea Hindenburg de fortificaciones que protegían Alemania. La ofensiva conti-nuó, rompió a través de la Línea Hin-denburg, y dio lugar a la rendición de Alemania, poniendo fin a la guerra.Bajas aliadas: 1.070.000Bajas alemanas: 786.000

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curiositas b

ellum

El Generalato del Coronel Clement

Este es un relato del general J.F.C. Fuller mencionado

en su obra “Generalship. Its Diseases and Their Cure. A

Study of The Personal Factor in Command” (El Genera-

lato. Sus enfermedades y su cura. Un estudio del Factor

e Personal en Comando) 1936, MILITARY SERVICE PUBLI-

SHING COMPANY HARRISBURG, PA.

“En el verano de 1921 yo estaba almorzando en el res-

taurante La Rue con el Jefe Adjunto del Estado Mayor

francés cuando me contó la siguiente historia:

“En la batalla de Waterloo, el coronel Clement, un comandante de in-

fantería, luchó con la valentía más notable; pero desafortunadamente

fue baleado en la cabeza. Napoleón, al saber de su coraje y la desgracia

ocurrida, dio instrucciones para que fuese llevado a una granja donde

Larrey ,el cirujano general ,estaba operando.

Una mirada convenció Larrey que se trataba de un caso desesperado,

por lo que usando una sierra le quitó la parte superior de su cráneo, tomo

su cerebro y lo colocó en la mesa.

Justo cuando terminó, entra apresuradamente un ayudante de campo,

gritando - ‘¿Está aquí general Clement?’

Clement, oyéndole, se sentó y exclamó: ‘¡No! pero el coronel Clement si

esta’.

‘Oh, mon general’, gritó el ayudante de campo, abrazándole, ‘el Em-

perador quedó abrumado cuando nos enteramos de su valentía, y lo ha

promovido en el campo de batalla al rango de General.’

Clement se frotó los ojos, se levantó de la mesa, puso la parte superior

de su cráneo en su cabeza y estaba a punto de salir de la granja, cuando

Larrey le gritó: ‘¡Mon general, su cerebro’!. A lo que el valiente

francés, acelerando el paso, le gritó: “Ahora soy un general, ya no

lo necesito!’

En este estudio modesto mi objetivo es demostrar que, aunque

Clement estaba equivocado acerca de su cerebro, sin coraje no

puede haber un verdadero generalato.”

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