Jesús Sacerdote Eterno
La Espiritualidad Sacerdotal de la Fraternidad Sacerdotal a la luz de la
carta a los Hebreos.
Por: Pbro. Elkin Darío López Giraldo, Cfs.
El Sacerdote en la plenitud de los tiempos
“Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros
Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado
por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también
hizo los mundos; el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su
sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa, después de llevar
a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en
las alturas, con una superioridad sobre los ángeles tanto mayor cuanto más
les supera en el nombre que ha heredado”. (Hb 1, 1-4)
Lo primero que quiero resaltar a partir de este texto con el que se
introduce la homilía a los Hebreos, es que aún hoy Dios nos sigue hablando,
que si en el pasado hablo a nuestros Padres por medio de los profetas, hoy
sigue hablando a través de los que, por la unción especial del sacerdocio
ministerial, son constituidos hombres de la Palabra. En los últimos días el
sigue hablando a través del Sacerdote. Nuestra espiritualidad nos lleva a ver
en el Sacerdote al mismo Jesús, todos nuestros actos y nuestro servicio a los
sacerdotes no tienen sino la finalidad de “honrar y glorificar a Jesús en los
Sacerdotes”1. Ahora bien, es en el Sacerdote donde descubrimos que Dios
sigue hablando en nuestros días, es en la persona del Sacerdote donde
descubrimos el rostro humano de la revelación plena; es posible afirmar que
en la plenitud de los tiempos Dios se hizo hombre, Dios se hizo Sacerdote.
Esta plenitud de la Revelación de la que nos habla la carta a los Hebreos, y
que más adelante desarrolla con toda profundidad desde el aspecto Sacerdotal
de Jesús, muy bien la comprendió el fundador al expresar que “que Jesús ha
sido consagrado Sacerdote al encarnarse; que su Sacerdocio y su Encarnación
son una sola y misma cosa”2.
El autor de la epístola a los Hebreos desde el principio nos inserta de
modo admirable en la comprensión del carácter sacerdotal de Jesús, aunque
sólo hasta el capítulo dos va a utilizar el término Sacerdote, sin embargo, el
carácter marcadamente Sacerdotal de este texto nos brinda la posibilidad de
hacer esta interpretación desde su introducción, pues, refiriéndose a Jesús,
desde éste momento menciona características especiales de su Sacerdocio.
Basta destacar ahora, que el autor al expresar que Jesús siendo resplandor de
su gloria e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra
1 Constituciones CFS Cap. 2, N° 1 2 D.E. Cap. VI, Del culto rendido a Jesús Sacerdote en la Fraternidad Sacerdotal.
poderosa, después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a
la diestra de la Majestad en las alturas (Hb 1, 3). La purificación de la que
habla introduce desde ya el carácter sacrificial y expiatorio de la misión de
Cristo, que entendido desde la espiritualidad del Fundador, constituye el
elemento característico y principal de Jesús. Dice el Padre Eugenio que “él es
Sacerdote eterno, santificado en el seno del Padre, y cuya vida en este mundo
no es más que el ejercicio de su divino sacerdocio. Todas sus acciones, todas
sus palabras, todas sus enseñanzas hacen parte de ella. Siempre y en todas
partes Él actúa como Sacerdote.3”
De este modo podemos comprender a partir de los escritos del fundador lo
que el autor de la exhortación a los Hebreos nos expresa en su introducción,
Dios sigue hablando a través de su hijo Jesucristo, sigue revelándose a los
hombres para salvarlos y purificarlos de sus pecados y lo hace a través de los
que el Hijo quiso que participasen de modo especialísimo de su misión
Sacerdotal. Jesús sigue vivo entre nosotros gracias al Sacerdote, la plenitud de
la Revelación se hace actual gracias a Cristo cabeza de la Iglesia que continúa
ofreciéndose por la salvación del género humano en las manos consagradas de
los Ministros de la Iglesia. El sigue siendo el Sacerdote eterno en los
Sacerdotes a quienes nosotros, como miembros de la Fraternidad Sacerdotal,
estamos llamados a amar y servir.
Características del Sacerdote
3 PRÉVOST, Eugenio, Jesús enseñado por el mismo, 4° parte, introducción cap. XI
Tratemos ahora de comprender a partir de algunas expresiones de los
Hebreos algunas características del Sacerdote, y para ello es importante
comprender que todo lo que se diga del Sacerdocio instituido se hace en
relación con el Sacerdocio de Jesús. Son muchos los aspectos que se pueden
tratar sobre el sacerdocio a partir de este texto y de los escritos del fundador,
pero solo haré énfasis en algunos que revisten un mayor grado de importancia,
o que por lo menos, ayudan a profundizar desde una dimensión espiritual y
teológica la grandeza del Sacerdote de hoy como presencia viva y actuante del
Sumo y Eterno Sacerdote.
Mediador entre Dios y los hombres
“Porque todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está
puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer
dones y sacrificios por los pecados” (Hb 5,1)
Este aspecto más que una característica, constituye sin duda alguna el
meollo del asunto. Es la definición más acertada de lo que es un Sacerdote en
todo el sentido de la palabra y de la dimensión sacrificial que implica su
existencia misma. Podemos definir el Sacerdote desde su origen histórico
como una persona dedicada y consagrada a celebrar y ofrecer sacrificios. Es el
mediador entre lo divino y lo humano. Son los mismos hombres los que desde
antiguo, para entrar en relación con el trascendente, han elegido a algunos
hombres para que sirvan de intermediarios entre el pueblo y la divinidad. El
texto expresa muy claramente que está puesto a favor de los hombres en lo
que se refiere a Dios, y lo que compete a Dios es todo aquello que el mismo
hombre quiere ofrecer: ya sea en acción de gracias o como petición.
En efecto, la finalidad o misión del Sacerdote es ofrecer y ofrecerse, es
poner a los hombres en relación con Dios y administrar las gracias que la
bondad de Dios regala a sus hijos. El Fundador dice que así como todo
Sacerdote está establecido, según a Escritura, a favor de la humanidad;
igualmente Jesús es el Sacerdote salvador del género humano. Esta mediación
que el Padre Eugenio entiende desde una doble finalidad: Él viene a dar a Dios
a los hombres y los hombres a Dios; la podemos comprender más
específicamente desde la misión de un religioso Sacerdote de la Fraternidad
Sacerdotal, puesto que está constituido a favor de los Sacerdotes que le son
dados para consagrarse por ellos. Bastaría aquí mencionar lo que nos dicen
nuestras constituciones en el capítulo sobre la reparación sacerdotal: “Que
nuestros religiosos lleven ante el Señor, junto con el peso de sus propios
pecados, el de las faltas y debilidades del Sacerdocio; y que se ofrezcan como
víctimas al Señor por la salvación de los Sacerdotes”4.
El fundador dice que Jesús da a Dios a los hombres de tres maneras: por la
palabra, por el don de la gracia y por el amor. Ante todo, el Sacerdote es
consagrado para predicar la Palabra que él ha recibido del Padre y de la cual
está llamado a vivir. Es el hombre de la palabra; es el encargado de dar a
conocer el misterio de Dios por la palabra vivida y predicada.
4 Constituciones CFS Cap. 30, N° 245
El Sacerdote, es también, el dispensador de las gracias que Dios da a los
hombres. La mayor gracia es la salvación, la redención dada por Jesús
Sacerdote a todos los hombres, es el regalo más precioso que el Buen Dios da
a los hombres, la gracia obtenida por Jesucristo restablece la humanidad en la
amistad con Dios. Nuestra justificación es obra de la gracia. Dios Padre en
Jesucristo nos salva definitivamente, los regala el don de la gracia una vez y
para siempre, así lo expresa la carta a los Hebreos: “De ahí que pueda
también salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está
siempre vivo para interceder en su favor” (Hb 7, 25.) Jesús sigue llevando a
cabo su obra en cada Eucaristía, en cada sacerdote que en un confesionario es
garante de redención y nos devuelve la amistad con Dios. De este modo
comprendemos que al rendir todos los honores al Sacerdote, lo estamos
haciendo al mismo Jesús que se entrega y se ofrece junto con ellos.
Regala a Dios por el don del amor. Él mismo expresa que el amor debe
llevar a dar la vida, y es justamente lo que realizó desde siempre. No solo da
su vida en la cruz, sino que a lo largo de su vida entregó todo de él. No
obstante, es desde esa misión sacerdotal como lleva a la total eficacia el amor
de Dios por los hombres. El no solo ofrece una víctima expiatoria, sino que él
mismo es la Víctima, lleva al extremo su amor en la cruz “y esto lo realizó de
una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo” (Hb 7, 27b) Su ofrenda logra
que sea fiador de una mejor Alianza (Hb 7, 22). Es el amor el que ha inspirado
una Obra como la nuestra, pues bien, “el amor no se manifiesta sino por el
don. Dios ha amado, de tal manera al mundo que le ha dado su Hijo único;
Jesús ha amado a los suyos hasta el fin, y, después de haber vertido toda su
sangre, Él se ha hecho Eucaristía. El sacrificio es, pues, una ley y una
necesidad de amor.”5 El amor sin sacrificio no es amor. El sacerdote que ama
está dispuesto a dar a Dios por el amor, pero un amor crucificado junto al
Sumo Sacerdote.
Para sintetizar lo que el Padre Eugenio dice con respecto a esta mediación
de Jesús Sacerdote que da a Dios al hombre, y que no he separado del
Sacerdocio ministerial del que participan muchos hombres, quiero citar lo que
nos dice el Fundador al respecto: “No es, pues, al hombre al que hay que ver
en el Sacerdote, sino al ministro del Altísimo, al portavoz de la verdad eterna,
al heraldo del amor divino; al Salvador, oficialmente encargado de la
salvación y de la santificación de las almas”6.
“…ya que está siempre vivo para interceder en su favor. Así es el Sumo
Sacerdote que nos convenía: santo, inocente, incontaminado, apartado de
los pecadores, encumbrado por encima de los cielos, que no tiene necesidad
de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados propios como
aquellos Sumos Sacerdotes, luego por los del pueblo: y esto lo realizó de una
vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo”. (Hb 7, 25b-27)
Desde la Espiritualidad del Padre Eugenio Prévost veíamos que la
mediación prefecta de Cristo tiene una doble finalidad: dar a Dios a los
Hombres y los hombres a Dios; pues bien, ahora, vamos a mirar el segunda
aspecto de esta mediación, que lo podemos entender como el ascender de los
hombres y sus actos hacia Dios a través de su Hijo Jesucristo. Nos dice el
5 D.E. Cap. XXIV, Del espíritu de víctima. 6 D.E. Cap. LVI, Del respeto y la veneración por el Sacerdote en Betania.
autor de los Hebreos que él está siempre vivo para interceder a favor de los
hombres. Esta mediación tiene un movimiento descendente, del que ya
hablamos, pero también un movimiento ascendente: Jesús Sacerdote se ofrece
al Padre como víctima de suave aroma agradable al Padre y junto con su
ofrenda presenta la humanidad entera. Es bueno preguntarse si fue Jesús
acogido como representante de la humanidad y, también, si nuestras obras
pueden ser agradables a Dios Padre. Nos dice el P. Prévost que intermediario
entre Dios y los hombres, el Padre no ve la humanidad sino en su Hijo
Sacerdote y los hombres no se presentan a Dios sino revestidos del Sacerdocio
de Jesús que el Padre les dio como Sacerdote7. Ahora bien, la ofrenda de Jesús
perfecciona de modo admirable la nuestra porque él es santo, inocente,
incontaminado, apartado de los pecadores, encumbrado por encima de los
cielos, Jesús regala su vida entera a Dios y de éste modo da a los hombres. Si
tomamos la expresión de Jesús en San Juan: “Y por ellos me santifico a mí
mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad” (Jn 17, 19)
entendemos con más claridad este dar hombres a Dios. Jesús se consagra
sacerdote para Dios y lo hace para que los que el Padre le ha dado también
sean separados para él. Quedaría así expresado el sentido ascendente de la
mediación del Sacerdote. Se ofrece a sí mismo para consagrar los hombres en
la verdad y darlos a Dios.
Los religiosos de la Fraternidad, como todos los cristianos, estamos
llamados a ofrecer nuestras vidas junto con Jesús. Debemos colocar todos
nuestros actos en el altar de la Eucaristía donde el Sumo Sacerdote sigue
7 (Jesús mejor conocido y más amado en su Sacerdocio, Tomo 4°, P 52) Citado por:
CHRÉTIEN, Marielle, Espiritualidad del Padre Eugenio Prévost, Congregación de las
Oblatas de Betania, Quebec 1995, P 62
ofreciéndose en cada misa que preside el Sacerdote al que estamos llamados a
santificar, primero con nuestra oración, y después con nuestro servicio.
Nuestras constituciones nos invitan a ello constantemente, el Fundador insiste
en que “los religiosos, en su adoración eucarística diaria, en nombre de la
Iglesia, se ofrecen humildemente a Dios por los Sacerdotes. Ante el Santísimo
Sacramento, prolongación de la Misa, se unen a Jesús Sacerdote que allí
perpetúa el Sacrificio supremo del Calvario, e intercede sin cesar por todos los
hombres, en particular por los Sacerdotes”8. Es necesario que cada uno de los
religiosos, no solo comprendamos la misión de Jesús Sacerdote al dar hombres
a Dios, sino que también le ayudemos con nuestra oración en esta labor. Nos
ofrecemos nosotros mismos y les ofrecemos a los Sacerdotes por quienes
oramos.
La humanidad y divinidad del Sacerdote
“…y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por
estar también él envuelto en flaqueza”. (Hb 5, 2)
La humanidad del Sacerdote se expresa en toda su persona, si bien es
cierto, como decía el Santo cura de Ars, que los sacerdotes poseen un poder
que ni los mismos Ángeles tienen puesto que hacen que un trozo de pan se
convierta en el cuerpo y la sangre de Cristo, también salta a la vista su
fragilidad, su condición de seres comunes y corrientes igual que el resto de los
mortales. Lo que movió al Padre Prévost a emprender un Obra por la
salvación de los Sacerdotes, fue precisamente el descubrir las múltiples
8 Constituciones CFS Cap. 3, N° 12
carencias afectivas, desordenes morales, estados lamentables de pobreza y
miseria, y muchas otras realidades humanas a las que se ven constantemente
expuestos los Presbíteros.
Ante todo el Sacerdocio está ligado al sacrificio. Se define el Sacerdote
desde su origen histórico y teológico, como una persona dedicada y
consagrada a celebrar y ofrecer sacrificios. Es el mediador entre lo divino y lo
humano como lo veíamos en el apartado anterior. Dice el texto que su ofrenda
es por los pecados, pues de este modo se entiende su misión reparadora y
redentora, que entendida desde Cristo, lleva a los hombres al encuentro con
Dios. Se pone de relieve en el texto de la carta a los Hebreos, que por cierto es
emblemático en la definición de Sacerdote, el hecho de que el Sacerdote es un
hombre tomado de entre los hombres, es decir, es una persona común y
corriente que a la que Dios mismo escoge y separa para servir de mediador y
es claro que se trata de un hombre sometido por completo a la fragilidad
humana, puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por
estar también él envuelto en flaqueza. Esta flaqueza, a la que se ven envueltos
todos los presbíteros, ha motivado la iniciación de la Obra de la Fraternidad y
su permanencia a lo largo del tiempo.
Las Constituciones de la Fraternidad Sacerdotal nos invitan a salir siempre
alegres y ardientes al encuentro de todas las necesidades del Clero, no
teniendo en el corazón más que una ambición, la de desgastarse y sacrificarse
por el alivio, santificación y salvación de los Sacerdotes de Jesús y para esto,
además de las obras espirituales, el Instituto cumple este hermoso y honorable
ministerio fundando casas para los Sacerdotes en dificultad, a fin de ayudarles
y salvarles; para los Sacerdotes enfermos o lisiados, a fin de cuidarles; para los
Sacerdotes ancianos o retirados, a fin de hacerles posible un retiro digno cerca
del Santísimo Sacramento; para los Sacerdotes cansados, a fin de que puedan
encontrar allí descanso; para los Sacerdotes en viaje por los grandes centros, a
fin de evitarles las inconveniencias y peligros de los hoteles y ofrecerles la
ayuda espiritual que necesitan. También ayudamos a dignificar la condición
del Sacerdote a través de los retiros privados facilitados a los Sacerdotes en
sus casas, la predicación de retiros sacerdotales y de retiros en los seminarios,
la confesión y dirección espiritual, las asociaciones de oración y otras, las
obras de estudio y ayuda temporal, las publicaciones eucarísticas y
sacerdotales, y en general todo género de apostolado idóneo para preservar,
santificar, socorrer al Sacerdote y para ayudarle en su ministerio9.
Basta que entendamos que los curas son seres humanos tentados y
sometidos a duras pruebas que amenazan con desviarlos del camino a la
santidad, al que son de manera especial llamados por Dios en virtud de su gran
ministerio. Sin embargo, debemos tener presente como no lo insiste el
fundador, que a pesar de sus miserias, y tal vez justamente por eso, hay que
ver a Jesús en el Sacerdote. No importa hasta qué punto la fragilidad de éstos
hombres de Dios llegue a desviarlos de su misión, nuestra labor ha de ser un
servicio desinteresado y humilde en la entrega absoluta por su santificación y
salvación. Es bueno recordar que “el amor del Sacerdote va, al igual, con el
amor de Jesús. Es porque se ama a Jesús que se ama al Sacerdote de quien es
el ministro y representante”10. “Nuestros religiosos tendrán un religioso
9 Cf. Constituciones CFS Cap. 4, N° 19-20 10 D.E. Cap. XI El celo y la consagración abnegada por el Sacerdote en la Fraternidad
Sacerdotal.
respeto por el Sacerdote, quienquiera que él sea. Aun cuando su conducta
pueda ser reprensible, ellos cerrarán los ojos sobre sus miserias y defectos
para ver solamente en él su eminente dignidad, el Sacerdocio mismo de Jesús
del cual lleva el carácter indeleble”11. Vemos al Sacerdote como un hombre en
su naturaleza humana y no le juzgamos por sus actos ni nos escandalizamos
por la gravedad de éstos en algunos casos, pero sobre, todo hay que ver en él
lo que tiene de Divino gracias a que ha sido consagrado por Jesús para ejercer
el sacerdocio de Jesús.
Nuestra primera misión es la de orar por la santificación de los Sacerdotes,
es por ello que un religioso de la Fraternidad Sacerdotal ha de llenarse del
espíritu y del amor de Jesús, antes de tratar de comunicarlos a los otros, en
especial a los Sacerdotes. A fin de alimentarse mejor de esta vida de amor, de
oración e inmolación, que debe ser la base de su perfección, el fraterno,
durante el día y por turno, estará en adoración ante el Santísimo Sacramento
expuesto para interceder al Sumo Sacerdote a favor de los Sacerdotes12.
“Nadie puede atribuirse a sí mismo ese honor, sino ha sido llamado por
Dios” (Hb 5,4)
La divinidad del Sacerdote se muestra desde el momento en que ha sido
llamado, pues el llamado que Dios hace al Sacerdote no es cualquier llamado,
nos es un acontecimiento casual ni pasajero, sino que ha sido pensado por
Dios desde la eternidad. “Antes de que existiéramos, desde lo hondo de su
11 Constituciones CFS Cap. 6, N° 31 12 Cf. Constituciones CFS Cap. 3, N° 10-11
eternidad, Jesús piensa en nosotros y nos llama” (Cf. Jn 1, 48) Así como
decíamos que es un hombre en todo el sentido de la palabra, situación que
también es constatable desde su dimensión antropológica por la dignidad y
grandeza que toda persona, por el hecho de existir, posee; también es lícito
decir que por vocación participa de modo más pleno de la divinidad de Cristo
Sacerdote. La vocación que ha recibido, entendida desde una dimensión
religiosa y en consonancia con la Espiritualidad de la Congregación de la
Fraternidad Sacerdotal, le concede un alto grado de dignidad, ya que además
de ser el administrador de los dones y gracias de Dios, es el garante de la
permanencia de Jesús Sacerdote entre nosotros.
Es Jesús mismo el que llama, el que escoge a unos cuantos de entre
muchos para dignificar su humanidad con el precioso don del Sacerdocio. No
obstante, la gran tarea del Sacerdote es actuar de acuerdo a su identidad de
Presbítero sin dejar de ser hombre y ser hombre sin dejar de ser Sacerdote. El
Sacerdocio es la vocación más perfecta a la que un hombre es llamado, está
anclada en la tierra pero con los ojos en el cielo, busca saciar no solo la
felicidad propia, sino ante todo la de la humanidad sedienta de Dios. El
Sacerdote, como decía el santo cura de Ars, es aquel que “se arrodilla
consciente de ser nada y se levanta siendo Sacerdote para siempre”.
Dice el Padre Eugenio Prévost que es evidente que el Sacerdocio no puede
ser considerado como una cosa ordinaria, común, fortuita. No es el resultante
de circunstancias diversas, el efecto de situaciones particulares. Si fuese de
este modo, sería algo facultativo y trivial que cada uno podría aceptar o
rechazar a su antojo. Por el contrario, es un llamado pensado de manera
inteligente, prudente, realizado con miras a un fin determinado, y en armonía
con el papel que el Sacerdote ha de representar. La vocación sacerdotal no
depende ni de la voluntad humana, ni de la intensidad de los deseos, y mucho
menos del capricho o de la imaginación. La base de tan sublime vocación
viene de lo alto, el Sacerdocio es algo puramente sobrenatural, que depende
únicamente de la voluntad divina y que Dios comunica a las almas según su
sabiduría y su libre voluntad13. Es evidente que Ya no hablamos aquí del
sacerdocio Levita o Aarónico, sino del misterio magnifico del Sacerdote
cristiano que es escogido de entre los hombres para el servicio de los hombres,
de aquél que es llamado, escogido; del que es un privilegiado de Dios. “Nadie
puede atribuirse a sí mismo ese honor, sino ha sido llamado por Dios” (Hb
5,4) es más, nos dice también el texto que “tampoco Cristo se atribuyó el
honor de ser sumo Sacerdote, sino que lo recibió de quien le dijo: Hijo mío
eres tú, yo te he engendrado hoy” (Hb 5,5). También el fundador nos va a
expresar la sublimidad de ésta vocación, pues de las muchas fuentes al
respecto, en el Directorio Espiritual dice en las primeras líneas al referirse a
la vocación de los religiosos de la Fraternidad, y porque no decirlo a los
Sacerdotes de nuestra Comunidad Dice el Padre Eugenio que “el religioso de
la Fraternidad Sacerdotal ha sido escogido por Jesús para un fin elevadísimo y
característico. Es Jesús mismo que le ha escogido y le ha confiado la misión
más sublime que haya sobre la tierra”14.
Podríamos concluir este apartado diciendo junto con el Padre Eugenio que
“la vocación sacerdotal, divina en su origen, lo es de igual modo en cuanto a
13 Cf. PRÉVOST, Eugenio, La vocación sacerdotal, Editorial del Buen Pastor, Paris
1925, 17-19 14 D. E. Cap. I, El fin del religioso de la Fraternidad Sacerdotal
su fin, puesto que no se es sacerdote para las cosas terrenales, sino
únicamente para las cosas de Dios. El sacerdote existe para ser mediador entre
Dios y los hombres. Su oficio es totalmente divino”15
Sacerdote para la eternidad
“Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, a
semejanza de Melquisedec… se convirtió en causa de salvación eterna para
todos los que le obedecen.” (Hb 5, 6. 9)
También el sermón a los Hebreos, citando el Salmo 110, define cuál es el
tipo de sacerdocio que corresponde a Cristo glorificado, un género distinto; no
ya “según el orden de Aarón”, sino “a la manera de Melquisedec”. Este
sacerdocio no está determinado por una genealogía terrena, sino por la
filiación divina. Su institución pone en evidencia la imperfección del
sacerdocio israelita, basado en una consagración ritual externa, incapaz de
hacer perfecto a quien la reciba ; por el contrario, Cristo realmente ha sido
“hecho perfecto para siempre” (Heb 7,28) por su sacrificio. Es evidente, para
el autor, que con Jesús se llega a la plenitud del Sacerdocio, que él es el único
Sacerdote y, aunque explícitamente los evangelistas no se refieran a Cristo
como Sacerdote, sus acciones, y sobre todo las palabras que el mismo
pronuncia en el discurso de la última cena, constituyen una prueba para
afirmar que Jesús es el Sacerdote Eterno. Él no solo actualiza el sacerdocio
antiguo, sino que lo perfecciona y sobrepasa. El mismo consagra y se
consagra, es víctima y altar, no impone las manos para pasar los pecados a una
15 Cf. PRÉVOST, Eugenio, La vocación sacerdotal, P. 21
víctima como Aarón (Lev 16, 20-22), sino que él mismo carga con los
pecados de todos los hombres (Mt 8,17).
Desde nuestra espiritualidad estamos llamados a profundizar y reflexionar
constantemente en este magno misterio. Así lo hizo el fundador, pues siempre
fue un gran admirador del Sacerdocio de Jesús, se puede decir que él pasó
gran parte de su vida meditando y escribiendo sobre el sacerdocio,
descubriendo y profundizando los misterios de Jesucristo como Sacerdote. Su
libro favorito fue el evangelio y la carta a los Hebreos. Toda la Escritura, pero
de manera preeminente estos textos constituyen la base fundamental de su
espiritualidad; de ahí, que se apoya en ellos con mucha frecuencia para dar a
conocer la misión sacerdotal de Jesús. Es claro el pronunciamiento del Padre
Prévost al colocar toda la misión de Jesús dentro de su dimensión sacerdotal.
Escribe en uno de sus textos: “¡Jesús Sacerdote y víctima es toda la
Encarnación y la Redención, es toda la Eucaristía, es toda la eternidad!”16
También solía decir, que “por todas partes por donde Jesús pase, en todas las
obras que él cumpla, en cada instante de su existencia terrestre, él sea ante
todo la gloria y el Sacerdote de su Padre” 17
La perenne acción de Jesús sacerdote sigue haciéndose actual gracias a la
Eucaristía y al Sacerdote que la confecciona. En cada altar donde se ofrece el
santo Sacrificio de la misa, se renueva constantemente el sacrificio redentor de
Jesús Sacerdote. Él sigue ofreciéndose como víctima expiatoria al Padre por
16 PRÉVOST, Eugenio, Jesús enseñado por el mismo, 4° parte, introducción cap. XI 17 (Jesús mejor conocido y más amado en su Sacerdocio, Tomo 4°, P 52) Citado por:
CHRÉTIEN, Marielle, Espiritualidad del Padre Eugenio Prévost, Congregación de las
Oblatas de Betania, Quebec 1995 P 43.
todos nosotros, no obstante hay que hacer una aclaración, el sacrificio de
Cristo no se repite sino que se renueva. Además, aquellos sacerdotes fueron
muchos, porque la muerte les impedía perdurar. Dice la carta a los Hebreos:
“Pero éste posee un sacerdocio perpetuo porque permanece para siempre…
no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados
propios como aquellos Sumos Sacerdotes, luego por los del pueblo: y esto lo
realizó de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo”. (Hb 7, 24. 27).
Al respecto, también encontramos en los escritos del fundador elementos que
nos ayudan a entente esta realidad mística que lo envuelve todo y lo penetra
todo, llevándonos a descubrir la necesidad de la presencia eterna del sumo
Sacerdote en la vida de la Iglesia a través de estos dos sacramentos, aunque
no sea posible explicarla. Miremos lo que nos dice el Fundador.
“En oposición al Sacrificio del Calvario que no podía
hacerse sino una sola vez, el Sacrificio ofrecido en la Cena
estaba destinado para renovarse en todos los puntos del universo
y hasta el fin de los tiempos. (…) Su designio formal (el de Jesús)
siendo el de perpetuar ese mismo sacrificio por el ministerio de
sus Sacerdotes, tenía que ser ofrecido necesariamente después de
su estado glorioso que debía suceder a su estado mortal”18.
“Una vez derramada, la sangre del Salvador no puede
derramarse más. Su inmolación sangrienta no será jamás
revivida, pero el mismo y único sacrificio será ofrecido de una
18 (Jesús mejor conocido y más amado en su Sacerdocio, Tomo 5°, P 76) Citado por:
CHRÉTIEN, Marielle, P 109.
manera mística (sacramental) en todos los altares del universo.
Los Sacerdotes de Jesús tendrán el poder (…) de ofrecer al
Señor la Víctima que borra los pecados del mundo”19
Cristo es sacerdote eterno; gracias a él estamos en comunión con
Dios. El autor de los Hebreos en vez de aplicar sin más ni más al
misterio de Cristo el concepto antiguo de sacerdocio, ha profundizado
en su sentido hasta conseguir renovarlo radicalmente. De un culto
forzosamente externo e ineficaz se ha pasado a un ofrecimiento
personal perfecto. De aquí se deriva una nueva perspectiva para el culto
cristiano, que tiene que asumir toda la realidad de la existencia y
transformarla, gracias a la unión con el sacrificio de Cristo, en una
ofrenda de obediencia filial a Dios y de entrega fraternal a los hombres,
una ofrenda que se realizó una vez y para siempre, pero que se renueva
en cada misa que celebramos.
Conclusión
“Jesucristo (sacerdote) es el mismo ayer, hoy y siempre” (Hb
13,8)
Esta declaración expresa muy bien cuál es la posición
extraordinaria del hombre Jesús, del Jesús Sacerdote al que hace
constantemente alusión la carta a los Hebreos y el fundador del
19 (Jesús mejor conocido y más amado en su Sacerdocio, Tomo 3°, P 345) Citado por:
CHRÉTIEN, Marielle, P 110.
Congregación de la Fraternidad Sacerdotal. Jesús, reconocido en la fe y
proclamado públicamente como Cristo, también es el Sacerdote de
todos los tiempos. Él está sólidamente situado dentro de la historia
humana y constituye el punto clave y crucial entre el "antes" y el
"después de Cristo". Ahora bien, es justamente su misión sacerdotal la
que hace que no sólo se entrecruce con la historia humana, sino que la
impregna por completo. Con Cristo, el Sacerdocio va más allá de su
pasado histórico, pues se actualiza en el presente y alcanza el límite
futuro extremo.
Es evidente, que para una espiritualidad como la de la Fraternidad
sacerdotal se hace cada vez más necesario seguir profundizando en el
misterio atemporal de Jesús Sacerdote. Digo atemporal no porque esté
fuera del tiempo, sino porque su tiempo es eterno, por tanto, se hace
imposible abarcarlo en conceptos de tiempo como los nuestros, aunque
tengamos que hacer el esfuerzo por entenderlo desde allí. Así, Jesús es
el Sacerdote Eterno que da a Dios lo que el pecado le quitó: los
hombres. Es el Sumo Sacerdote que reconcilia de una vez y para
siempre al hombre con Dios gracias a su Sacrificio en la cruz. Es
Sacerdote desde siempre y por siempre, su encarnación, vida, pasión,
muerte y glorificación, así como todo lo que encierran estos misterios,
hacen parte de su acción sacerdotal; de ahí, que sea posible afirmar que
Él es Sumo y Eterno Sacerdote ayer, hoy y siempre en la Eucaristía y
en los Sacerdotes.