8/6/2019 JUAN GOYTISOLO Los escritores españoles frente al toro de la censura
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EI furgon de cola
HAC E exactarnente un afro el nornbramiento del sefior
Fraga Iribarne para el cargo de Ministro de Informa-
cion fue saludado con esperanza poria totalidad de los
escritores, artistas e inrelectuales espafioles. Despues de
varios lustros de inmovilismo -encarnados por la figura
legendaria del senor Arias Salgado-, las medidas de li-
beralizacion anunciadas par el Ministro y el to no nuevo
de sus declaraciones a los periodicos just ificaban la tesis
oprirnista de que el Regimen habia erurado en un perio-
do de evolucion y su integrad6n en el sistema politico
occidental era una simple cuesti6n de tiempo. La oca-
sian escogida para el cambio de rumbo no podia ser
mas oportuna. En mayo de 1962 -con motivo del PremioForrneruor, prirnero, y del Congreso de Editores de Bar-
celona, despues= los escritores y editores extranjeros
habian podido cornprobar pOl' sus propios ojos las con-
diciones precarias en que se desenvuelve la vida cultural
en Espana. En diferentes circunstancias las figuras mas
representativas de las ants y las letras de nuestro pais
habian elevado su voz de alerta, En diciernbre de 1960,
doscientos diez intelectuales, encabezados pOl' el presi-
dente de la Real Academia Ramon Menendez Pidal, ex-
presaban su « zozobra proxima a la exasperacion» ante
el si st ema de censura previa, tal como se concibe y prac-
tiea en Espana, sistema que obliga a numerosos escrito-
res, investigadores y cientificos de valia a buscar refugioen las editoriales, universidades y centros de estudio ex-
tranjeros, con la consiguiente perdida de talentos y
energias para el paiS. Por toda respuesta, ~l Ministerio
de Informacion se limite a desernpolvar viejas tesis, se-
gun las cuales, « todo eseritor moral se autocensura» y
LOS ESCRITORES ESPANOLES
FRENTE AL TaRO DE LA CENSURA
JUAN GOYTISOLO
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(do que es permitible y hasta bueno para una seleccion,
puede ser dafiino y hasta gravemente nocivo para la rna-
yoria» que, con constancia verdaderarnente ejemplar,
repite desde hace un cuarto de siglo. Segun el anoriimo
autor de! editorial publicado en el semanario E l E s pa ii ol ,« la censura previa existio en todos los paises del mundo
durante los siglos XVI, XVII Y XVIII)l, Lo que el editorialis-
ta parecia olvidar es que, aJ cabo de tantos anos de vigi-
lancia cuidadosa, escritores y lectores empiezan a pre-
guntarse cuando alcanzaran la mayoria de edad que les
perrnitira liberarse de una ve z de la tutela bienhechora
del Ministerio En un rnornenro en que el gobierno es-
panel aspira a integrarse econornicamente en Europa, es
natural que unos y otros quieran saber en virtud de que
principio 10 que es valido y deseable en el campo de la
economia no 10 es en e I de la politica ni en el de la cul-
tura.
EI nombramiento del senor Fraga Iribarne respon-
dia cabal mente a estas cuest iones. En una declaracion al
corresponsal de Combat el nuevo Ministro afirmaba: « Ni
una sola consigna ha sido dada ala Prensa desde que yo
ocupo este Ministerio ( ... J Los teatros seran ayudados y
la libertad artistica favorecida [ .. . J Se trata de encontrar
una formula de creacion que haga nacer un gran cine
espafiol». Para Fraga Iribarne el Estado no puede pre-
tender «ser eI creador ni de la verdad, ni del arte, ni de
las gran des creaciones representarivas de la cultura»;
entre la «inhibicion absoluta» y la «planificacion absor-
bente» existe un arnplio margen de actividades cuyo ob-
jetivo fundamental deberia consistir en « favorecer eldialogo» y desernpefiar un papel «orienrador».
Desde entonces ha transcurrido un ana entero y,
pese a los buenos propositos del minisrro, la realidad si-
gue siendo, aproximadarnente, la misrna de antes. La
censura de libros funciona con la unica diferencia que el
Ministerio «explica» las razones de la prohibicion 0 la
conveniencia de los cones; las norrnas de censura de las
obras teatrales y cinernatograficas, publicadas en el pa-
sado mes de marzo, impiden, entre otras cosas, la justifi-
cacion del suicidio, el homicidio pOl' piedad, el divorcio,
el adulterio, el aborto y cuanto atente contra la Iglesia y
los principios fundarnentales del Estado. Si algunaspeli-
culas de Antonioni se proyectan -con cortes y rnodifica-
ciones, es verdad- en los cines de Madrid, si L a c ol me na
de Camilo Jose Cela ha sido, final mente, autorizada,
Bufiuel no ha podido filmar Tristana, las obras de los jo-
venes dramarurgos siguen prohibidas y la triple censura
politico-religiosa-rnoral acrua desgraciadarnenre contra
las novelas y poemas de los aurores de la nueva ola. En
10 que a la literarura se refiere, al rnantener el principio
ineficaz de la censura previa, los proyectos iniciales de
Fraga Iribarne se han quebrado en el engranaje monta-do por sus antecesores. Independienremente 0 no de su
voluntad, las relaciones entre los intelectuales y el Poder
conocen de nuevo un perfodo de tension. Un breve ana-
lisis de la siruacion actual de nuestra literatura nos per-
mite aclarar las razones de su fracaso.
Para condenar la censura previa basta examinar sus
resultados, no ya desde el punto de vista de la Iiteratura
que ha impedido circular -la l ista de rirulos prohibidos,
desde E l d is cu rs o s ob re e l m et od a a L a c on d ic i6 n h um a na , re-
basa la cifra de tres mil-, sino del de la literatura que in-
directamente ha originado, es decir, del de su eficacia en
cuanro censura. En un pais en donde las cuestiones poli-
ticas y sociales, el adulterio, e! suicidio, la religion, sontenus tabus y no pueden tratarse de otro modo que de
acuerdo con el dogma politico-religiose deten-tido por
el Ministerio, se podria esperar, a1 cabo de veintitres
afios de vigilancia rigurosa, que la lireratura espanola
fuese coniormisra, aseptica, alejada de las asperezas y
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problemas del universo real; en otras palabras, una lite-
ratura neutra, no comprometida.
Una sornera ojeada a nuestra producci6n mas re-
ciente nos autoriza a afirmar, por el contrario, que lasmejores novelas y libros de poemas publicados en Espa-
na se sinian en los antipodas de dicha concepcion.
Nuestro gran Larra, al analizar las letras espanolas del
Siglo de 0 ro ) habia observado con gran acuidad: « Ce-
neros enteros de la literatura han debido a la tirania ya
la dificultad de expresar los escritores sus pensamientos
francarnente una irnportancia que sin eso rara vez hu-
bieran conseguido l... La lucha que se establece entre el
poder opresor y el oprimido ofrece a este ocasiones sin
fin de rehuir la ley y, de eludirla ingeniosamente». La
notacion es perfectarnente aplicable a la literatura espa-
nola de hoy. Sialgun merito hay que reconocer a la ceo-
sura es el de haber estirnulado la busqueda de las tecni-cas necesarias al eseritor para burlarla e introducir de
contraband a en su obra la ideologia a ternatica «prohi-
bidas». Bregados can la experiencia de nuestros fraca-
50S, los escritores hernos aprendido el manejo de la as-
ruria. Numerosas novelas y poemas que salen a la luz en
Espana rehuyen la ley y la eluden ingeniosamente.
Quien pretenda estudiar el dia de manana la forma em-
pleada pOl' los novelistas y poetas espanoles, debera te-
ner en cuenca, como «Indi ce sit uacional», l a existencia
de la censura que la origin6. Sin esta, por ejemplo, el
objetivisrno, behaviorismo y otros procedimientos na-
rrarivos de despersonalizaci6n del autor no hubiera ob-
tenido la aceptacion que han tenido -y tienen aun- en
los ultirnos afios. Para enfrenrarse mejor al obstaculo, la
iiteratura ha adoptado las armas del enemigo y, a la
postre, ha salido fortalecida de la prueba. Si, como de-
cia Gide, la obra clasica nos emociona en virtud de un
romanticismo dorninado, la presencia invisible de la
censura impregna las creaciones literarias de algunos de
nuestros aurores de una tension secreta que constituye la
clave de su dinamismo e interes.'
Esta astucia, como es l6gico, no engaiia a nadie. Loscensores se dan perfecta cuenta del ardid y su segundo
fraeaso radica en el hecho de que no pueden impedirlo.
lJna vez mas, cuando Larra escri be : ( (la rep res i6n [ ... J no
basta a contrarrestar la fuerza de la opinion; el escritor
de cada epoca se hace respetar hasta de sus enernigos»,
su observaci6n i lustra claramente el dilema que se plan-
tea a la censura de un riernpo a esra parte. E l c o nt e ni do
de muchas obras autorizadas, imaginamos, no debe de
ser precisarnente de su agrado y satisfaccion. Si las
aprueba =despues de haber cernido en su tamiz las mas
«audaces»->, 1 0 hace, pura y simplemente, porque no
tiene otra cosa entre sus manes. Frente a la tonica gene-
ral de nuestra Iiteratura no caben, en efecto, mas que dosactinides: prohibirla en bloque, 0 intentar limitar sus
desperfectos . Rindi endose a los imperatives economicos
de la industria editorial, los censores opran par la solu-
cion mas facil,
I . Resu I ta ini er esa r ue c s ra b lc r er un pa r alelo en I re la si luaci,; n «read a
I)o r la censura espanola actua l v la vivida 1 '0 " 1 0 5 esc ri rores rusos de I X IX I " I
como la des cr ib e Edmund Wil so n e n The Ir iple thinkers: "En Rus ia ha hab ido
mil)' buena, ,'JlOmS para <I"" las sugesrioncs pollricas roruenidas cu I" litera-
rura oC lIpa s( '1l a los crui cos de modo p ar ti cul ar . EI m ismo ar t e d e Pushkin.
COn su rnaravilloso poder de insinuacion rue creado en pan~. rieriaruerue.
por laceusura de Nicolii , l,)'Pus hkiu d ejo una t radi ciou a I ;]mavor ia de los
gra ndes escr iror es rus os que l e sigl li eron. Cada obra de rea Ic , cada poema ,
cad a c uenro, d ebi a s cr una parabola ql le l lev ara impluita I" moraleja. S i e"til
e ra marufie sta. c lcensor suprimiria e l I ib ro , como II' at6 de harer COilEliillet,
d e b r on c « de Pushk in , e ll dondc IQque sc sugeria asornaba a lasuperfic ie ape"nas till P 'KO mas d e 10 perrn ir ido. Llegando has ta las obras de Che jov y casi
hasi a l a Revolur ion , l a l ir cr ar ur a i rn ag in au va de Rus ia p '"esct ltJ la peculia r
paradoja de un arre qoe es tecnicamerue objerivo ) 'que s il l embargo esia car-
gado de nreusaJes soc ia les . En la Rus ia del zarera inevitable que lac ri t ica so"
c ia l coridujcse a couclus icnes pcl ir icas . pues la neces idad mas lLrge'u{' desde
e! pun ta de vi st a de c ua lqui cr mejora qu e se qu isi ese in rroduci r e ra l a d e l i-
b ra rse del reg imen zaris tu».
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Los autores hernos aprendido tam bien la leccion a
este respecto y =despues de largos afios de resignacion
bochornosa, durante los que la resistencia nos parecia
imposible- comprendimos, al fin, que nos equivod.ba-
mos. La polernica entre «posibilistas» =ante qUlenes la
censura aparecia como un muro contra el que era inutil
dar cabezadas- e « i rnposibilistas» -vsegun los cuales,
para que las casas sean posibles un dia, bay que reivin-
dicarlas antes, cuando todavia son ut6picas-, se saldo
con la victoria de estes. « En la censura -concluia un 110-
velista de la nueva promoci6n-, orurre como en los ta-
ros. Antes de Belmonte los terrenos del taro y del torero
estaban te6ricamente limitados. Eran los terrenos "po-
sibles". No podia el matador, al decir de la catedra, me-
terse en la zona de! toro. Pero ilego Belmonte y cambia
el panorma: el torero se metia en terrenos hasta enton-
ces vedados. Y, ante el estupor de la catedra, no sola-
mente se podia torear en,ese terreno, sino que, tras Bel-
monte, todos ya fueron ·achicando e I campo del taro.As! en la censura. CDonde esta el campo de esta y d6nde
el de los escritores PirEn realidad la exper.iencia historica
2. Haec algunos afios, Michel Leiris en LU ensavo rirulado La titeratura
co n s ld e r a da como U .n " t o u romaq u i a, opi naba que l a obra Ii tc rar ia ca rece de va lor
o ,'eprescma u n v alo r a no din o y rrasncchado si su ~"lo.r, " I r ea liz ar la .. ".0
acepra corrcr un riesgo .emt'Janlt' al del torero en clcjCrcl("lo de su a~·lc.Lciris
habl aba de l a neccsi dad de incroducir d cuerno del toro ell la obra literaria, y
poco a POCO, a merl i da que yo r el lexionaba acer ca de lo s debe res que me im-
pone rni condicion de escri ror y de escriror espanol de la ac tua l [ 'pa i\ a, l ie "
gUt' a la concl us icn de que SU reoria eucicrra una pro lunda verdad para noso-
rros. Escribir en Espana es pracricar un arte parecido al de la lidia : hay que
capear el lOW dentro de un campo {j. io ,coufor rne a ciertas reglas y, como en
laarena, e l pel igro no basta para consagrar alescr ilO~· ESIO la r< l e "Igllll riern-
po en comprender!o. Obsesionado po,. la ide" de enlrentarme al roro, no ad-
vent has ia mas tarde '1"{' cI coraje del escri ror -COmO el del cspada- es Ian
solo un requisite =imp ortanre, sin duda-«, pero que exige, a su ver; Ull valor
"His elevado. En otras palabras: CJ ue no es suliciemc lid i ar al roro, si no q u e
hay que li dia rl o b ien. Con jugal' bel le za v ricsgo (mora I. ya que no ll 'i col
consr iruye desde eruonces para mi cl objeuvo primordial de la creacion litera-
ria.
nos dernuestra que toda censura es anacronica en cuan-
to entroruza y fija con criterios de eternidad valore: y
dogmas que la evolucion de la sociedad pone necesana-
mente en tela de juicio. .En el Congreso de la Comunidad Europea de Escri-
teres celebrado en Florencia en 1962 -primer encuentroentre intelectuales espaiioles y sovieticos=, mientras los
rusos hablaban de arte abstracto y poesia l ir ica, Paul
Klee y Saint-John Perse, los espafioles defendian acerba-
mente el realismo y citaban a Lukacs y Bertolt B~e.cht.
Sin pretender equiparar con ello dos sJSt~mas polit ico-
sociales radicalmente opuestos en la teona} en la pr~-xis, la l inea ordenancista de uno y otro habian CO?dUCl-
do, de modo parad6jico, a un mismo resultado: s~tuar a
los mejores escritor~s de cada c~mpo :': los antlp~da5
de 10 que se proponlan. Al eseaplsmo lirico de 1o!J~)Ve-
nes soviericos los espafioles oporiian .un anh~lo Iuriosode realidad. En las conversaciones inrernacionales de
novela celebradas en Forrnentor, los escritores espafio-
les alii presentes defendie~on, as.imismo, su concepcion
del arte realista frente al «formalisrno» de algunos de los
novelis tas extranjeros invitados , El resumen de las coo-
versaciones revelo bruscarnente un heche en apanenClacontradictorio : los representantes del pais considerado
mas ((J"eaccionario)) eran los partidarios mas acerrimos
del arte «cornprometido». . . ,.
Perc [a «contradiccion» no es tal, y una ojeada rapl-
da a las condiciones de vida y trabajo del escritor en Es-
pana la aclara en seguida. E~ una socied~d en la que las
relaciones humanas son profundamente irreales, el rea-
lismo es una necesidad. Desde que se levanta hasta quese acuesta, el intelectual espaiiol cree vivir un suefio. Al-
rededor de el todo conrribuye a desarraigarle del tiem-
po eo que vive y acaba por sentirse habirante de o.tro
planeta, caido alii por equivocacicn. Esre desarraigo
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provoca un vacio que es preciso colmar, que cada uno
colma a su manera. Para los escritores espanoles la rea-
lidad es nuestra unica evasi6n.
Uegados a este punto, podernos explicar pOl' quemotive los escrirores del pais mas retrogrado de Europa
producen la literarura mas «realista» y «comprometi-
da»" del momenro: originariameme creada para impe-
dir esta, la censura ha actuado de modo involuntario
como catalizador. Mientras los novelisras franceses,
pongamos par caso, escriben sus libros independiente-
mente de la panorarnica social en que les ha tocado vivir
-hasta el extreme de que puede hablarse de divorcio
entre la obra de sus aurores mas representarivos y la so-
ciedad lrancesa actual-, los novelisras espanoles -par el
hecho de que su publico no dispone de medias de infor-
macion veraces respecro a los problemas can que se en-
Irenra el pais- responden a esta carencia de sus lectorestrazando un cuadro 10 mas justa y equitativo posible de
la realidad que conrernplan. De este modo la novela
cumple en Espana una luncion testimonial que en Fran-
cia y los dernas paises de Europa corresponde ala pren-
sa, y el futuro historiador de la sociedad espanola debe-
r a apelar a ella si quiere reconstituir la vida cotidiana del
pais a rraves de la espesa cortina de humo y silencio de
nuesrros diarios.'
Victimas del mecanisme que ellos rnisrnos pusieron
en march a, los aprendiees de brujo de la censura han te-
nido que seguir el camino de sus antecesores. EI rerne-
dio, si n embargo, esta a la vista de rodos: Ia « subver-
sion» es y ha sido siernpre dirccrarnente proporcional ala intervencion del Estado en acres que, normalmente,
deberian escapar a su control. Cuando e1 Estado fiscali-
za todos los 6rdenes de l a v id a cultural de un pais, cual-
quier poema, ensayo a novels literariarnente inconfor-
mistas se convierren de manera aurornatica en obra
«subversiva ». Al politizar los hechos mas nimios, el apa-
raro montado pOl' los eensores se vuelve faralmenre con-
tra ellos. Tales aberraciones obedeeen no obstante a una
logica implacable. Si de modo arbirrario el Ministerio
de Informacion decreta que el realismo es subversive,
los escritores incurriremos en sus iras, pero nos rnanten-
dremos Iieles a el. Si decide que respirar es un crimen,
serernos criminales, pero respiraremos.Si , renunciando al empleo de la violencia, se avinie-
ran a razones, les dariarnos un consejo infalible: mar-
charse. Entonces, unicarnenre entonces la literatura vol-
veria a ser literarura y no polirica y , enrregados a ocupa-
ciones mas utiles que Ja que ahora ejercen, dejarian me-
drar, junto a las que·en Espana se consideran hoy « rea-
l isras» , las obras de invest igacion y de busqueda -Ia ex-
presion poetica nueva, la novela experimental- que su
inforrunada gestion ha asfixiado.
3 . Polit i ra ruerne , c la ro csra. Pero e lve rdaderu, comproll1 iso del csc riro r
se sirua, a mi enrender , en un n ipl e pl ano. so ci al , per sona l r I('eni("o. Sobrc
esre lema (I a rn ezqu in da d de nuestro a c tu a l c o rn p rom is o) me explicare en
alta ocasion.4. Aunque. como dice acertadameme Roland Barthcs, «Ia obra mas
"real is ta " no sed la guc "pima" la rea lidad, s ino I"que s irviendosc del mun-
do como conrenido I . ..J exp lorani 10mas prolundamenic pos ib le la realidad
irreal del lenguaje », 0 Ivido que , como esrud iarernos uuis add" nit'. derermi na
que , independiememcnre de su e s rr ic r o v a lo r testimonial, un gran serror d e l a
nove la espanola de hoy se halle en un callejon Sll s al id a: e l d el r ea li sm o « I()-rografico».
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