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La Biblia y El Futuro Reporte

Date post: 11-Jan-2016
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LA BIBLIA Y EL FUTURO Antonio A. Hoekema Existen tres posiciones escatológicas principales, cada una de las cuales tiene una perspectiva diferente al advenimiento del reino de Dios, a saber: 1) Que el reino ya está presente, 2) Que el Reino es futuro, 3) Que el reino es una realidad a la vez presente y futura. El que utilizará Hoekema es el tercero: aquel que reconoce una distinción entre el “ya” y el estado presente del reino ya inaugurado, y el “todavía no” el establecimiento final del reino que tendrá lugar en la Segunda Venida de Cristo. CAPÍTULO 1: LA PERSPECTIVA ESCATOLÓGICA DEL A. T. La esperanza de Israel respecto al Reino de Dios es una esperanza escatológica y la escatología es un corolario necesario del concepto de Dios que tenía Israel. La escatología surgió en medio de la mayor aflicción del pueblo, cuando tuvo que aprender a confiar. Una fe en la historia de su salvación. La expectativa de la llegada del reino de Dios está en la médula misma del mensaje del A.T., y es el cumplimiento inicial en Jesús, que funciona como trasfondo del mensaje del N.T. El creyente del A.T., de modos diversos y por medio de diferentes imágenes, esperaba la llegada de un redentor en algún momento futuro (“en los días postreros”) para redimir a su pueblo y ser también una luz a los gentiles. El concepto del Reino de Dios, viene enlazado con la idea de que en el momento en que este redentor aparezca, el Reinado de Dios también lo hará destruyendo los demás reinos y permanecerá para siempre, trayendo al mundo una restauración completa. En medio de los hechos que tienen que ocurrir como señal de este establecimiento, está la restauración de Israel. Esta restauración está unida al arrepentimiento y la rededicación de Israel al servicio de Dios. Este anuncio
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Page 1: La Biblia y El Futuro Reporte

LA BIBLIA Y EL FUTUROAntonio A. Hoekema

Existen tres posiciones escatológicas principales, cada una de las cuales tiene una perspectiva diferente al advenimiento del reino de Dios, a saber: 1) Que el reino ya está presente, 2) Que el Reino es futuro, 3) Que el reino es una realidad a la vez presente y futura. El que utilizará Hoekema es el tercero: aquel que reconoce una distinción entre el “ya” y el estado presente del reino ya inaugurado, y el “todavía no” el establecimiento final del reino que tendrá lugar en la Segunda Venida de Cristo.

CAPÍTULO 1: LA PERSPECTIVA ESCATOLÓGICA DEL A. T.

La esperanza de Israel respecto al Reino de Dios es una esperanza escatológica y la escatología es un corolario necesario del concepto de Dios que tenía Israel. La escatología surgió en medio de la mayor aflicción del pueblo, cuando tuvo que aprender a confiar. Una fe en la historia de su salvación. La expectativa de la llegada del reino de Dios está en la médula misma del mensaje del A.T., y es el cumplimiento inicial en Jesús, que funciona como trasfondo del mensaje del N.T.

El creyente del A.T., de modos diversos y por medio de diferentes imágenes, esperaba la llegada de un redentor en algún momento futuro (“en los días postreros”) para redimir a su pueblo y ser también una luz a los gentiles.

El concepto del Reino de Dios, viene enlazado con la idea de que en el momento en que este redentor aparezca, el Reinado de Dios también lo hará destruyendo los demás reinos y permanecerá para siempre, trayendo al mundo una restauración completa.

En medio de los hechos que tienen que ocurrir como señal de este establecimiento, está la restauración de Israel. Esta restauración está unida al arrepentimiento y la rededicación de Israel al servicio de Dios. Este anuncio de la escatología está dirigido a Israel para que el pueblo quede advertido de su pecado y vuelva a Dios. La escatología tiene un condicionamiento ético y religioso; porque solamente un remanente creyente y purificado entrará en el reino.

Otra característica es el derramamiento del Espíritu sobre toda carne (Joel 2:28, 29). Pero los profetas veían muchos acontecimientos escatológicos que iban a ocurrir de un modo igual, pero que en realidad eran eventos separados por miles de años. A este fenómeno se le ha dado el nombre de “perspectiva profética”.

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Otro concepto escatológico s el día del Señor. A veces es visto como un día en el futuro cercano, en el cual Dios traerá una destrucción repentina sobre los enemigos de Israel. Pero el día del Señor puede también ser una referencia a un día escatológico final de juicio y redención. A veces se ven juntos en una misma visión el día cercano del Señor y uno lejano. A veces se describe como el día en que el juicio de Dios descenderá con furia, y otras veces como restauración, bendición y prosperidad.

La esperanza escatológica del Antiguo Testamento siempre abarcó la tierra: “cielos nuevos y tierra nueva”. La idea de la redención siempre incluye a la tierra. El pensamiento hebreo vio una unidad esencial entre el hombre y la naturaleza, ya que la tierra era la expresión de la gloria divina.

Con todos estos conceptos como momentos o realidades que debían pasar en la concepción escatológica del A.T. podemos resumir que no tenían una idea clara respecto a cómo y cuándo dichas expectativas se cumplirían. A su entender, en algún momento fututo, llamado “día del Señor”, o “los días postreros”, o “los días que vienen”, o “aquel día”, estos acontecimientos escatológicos tomarían lugar juntos.

Los profetas mezclaron elementos que tenían que ver con la primera venida de Cristo con elementos que tenían que ver con su segunda venida. La fe del creyente del A.T. era escatológica completamente. Es esperaba la intervención de Dios en la historia, tanto en el futuro cercano como en el lejano.

CAPÍTULO 2: EL CARÁCTER DE LA ESCATOLOGÍA NEOTESTAMENTARIA

En la era neotestamentaria, las bendiciones espirituales que se disfrutan son más abundantes que en el A.T.: el conocimiento del plan de redención de Dios enriquece, la fe del creyente se profundiza más, y la capacitación de las dimensiones del amor de Dios revelado en Cristo queda fortalecida de un modo incomparable. La expectativa respecto a las bendiciones mayores aún por cumplirse en el futuro es también intensificada. Como en el A.T. tiene un carácter anticipatorio, que la obra del Espíritu Santo que experimentamos es el preludio de una redención mucho más rica y más completa en el futuro. En el N.T. se tiene conciencia de que el acontecimiento escatológico anticipado en el A.T. ya se ha cumplido, mientras que por el otro lado se da cuenta que hay otra serie trascendental de sucesos escatológicos que todavía deben cumplirse.

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Los cristianos han ingresado a través de Cristo en la Nueva Era. La Iglesia, el Espíritu, la vida de Cristo, son magnitudes escatológicas. La piedra fundamental de la Nueva Creación ha sido colocada. Muchas profecías se han cumplido, pero el mismo Jesús anunció que no han llegado otras a su realización. Así, se debe hablar de escatología del N.T. tanto en términos de lo que ya se ha cumplido como en términos de lo que resta por cumplirse. Existe una escatología realizada, y también otra escatología de lo no realizado.

Lo que caracteriza específicamente la escatología del N.T. es una tensión subyacente entre el “ya” y el “todavía no”, “ya se disfruta” pero “todavía no se posee”. Toda la teología del N.T. está determinada por esta tensión.

Así indica el N.T. tanto el hecho de que el gran acontecimiento escatológico predicho por los profetas del A.T. se ha cumplido, como que la consumación final de la historia es algo todavía futuro:

1) En el. N.T. encontramos el acontecimiento escatológico predicho en el A.T. ha ocurrido: La venida de Jesucristo. Mateo entiende que la profecía de Isaías fue cumplida en Cristo. Así, como detalles de su vida, muerte y resurrección. El carácter del sacrifico de Cristo es definitorio y final, que en la obra de Cristo se ha cumplido indudablemente lo que Dios había prometido en los profetas ¡Cristo era el redentor prometido! En la persona de Cristo ha llegado el reino prometido, aunque tengamos que esperar la consumación final de ese reino en el futuro. Por eso se emplean palabras como: “los fines de las edades”, “el tiempo final”, “el día final”, etc., aludiendo que hemos entrado en el último tiempo, pero que debemos esperar el día final o tiempo definitivo.

2) Lo que los escritores del A.T. ven como un acontecimiento único, los escritores del N.T. lo ven en dos etapas: la presente era mesiánica y la edad futuro. Estamos viviendo en la nueva etapa predicha por los profetas, introducida por Jesucristo, pero que trae en su seno otra era futura. Se usan tres tipos de expresiones para describir la era por venir: “aquel siglo”, “el siglo venidero” y “el siglo venidero”. Se traducen: “aquel siglo”, “el siglo venidero” las dos restantes, otros, “la vida futura”, la “edad futura”, otros, “el otro mundo”, “el tiempo venidero”, y nuevamente “el otro mundo”. En resumen, se intenta expresar que estamos viviendo ahora en los últimos días, sin embargo, también nos espera la era por venir, comúnmente al día del Juicio o al día de la resurrección final. Así, se mira hacia atrás, hacia el advenimiento de Cristo predicho por los profetas del A.T., y se afirma: ya estamos en los últimos días. Pero también la escatología mira hacia adelante, hacia la consumación final

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que resta por cumplirse: el día postrero todavía por llegar, la era final que no ha venido aún.

1 Venida de Cristo 2 Venida de Cristo

Creación

Era pasada Era presente Era por venir

Día postreros fin de Día postrero

Tiempos fin del tiempo

3) La relación entre estas dos etapas escatológicas es que las bendiciones de la edad presente son prenda y garantía de mayores bendiciones por venir. La primera venida de Cristo es la garantía y prenda de su segunda venida. Pablo, en Tito 2:11-13, indica que el creyente del N.T. vive entre dos venidas de Cristo. Así, la escatología incluye una expectativa para el futuro que está enraizada en lo que ya ha sucedido en el pasado. La verdadera escatología, siempre tiene que ver con la expectativa del Cristo que ya ha sido revelado, y que “aparecerá por segunda vez… para salvar a los que le esperan” (Heb. 9:28). Por tanto, lo que le da su carácter único y singular a la escatología neotestamentaria es que espera una consumación futura de los propósitos de Dios, que se basa en la victoria de Cristo en el pasado.

La naturaleza de la escatología del N.T. puede ser resumida bajo tres observaciones: 1) el gran acontecimiento escatológico predicho en el A.T. se ha cumplido; 2) Lo que los escritores del A.T. parecían describir como un solo movimiento, se revela ahora como algo que tiene dos etapas: la era presente y la era del futuro; 3) La relación entre estas dos etapas escatológicas reside en que las bendiciones de la era presente son prenda y garantía de bendiciones mayores por venir.

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CAPÍTULO 3: EL SIGNIFICIADO DE LA HISTORIA

Nuestra generación se encuentra estrangulada por el temor por el futuro y por la dirección hacia la cual somos impelidos contra nuestra voluntad y deseo. De esto surge un clamor pidiendo iluminación respecto al significado de la existencia de la raza humana y respecto a la meta hacia la cual somos dirigidos. La Iglesia debería conocer la respuesta, puesto que la Biblia nos da dicha respuesta.

Sobre el significado de la historia, examinamos dos interpretaciones:

1) La primera, la de los antiguos griegos: veían la historia como cíclica. Las cosas suceden en ciclos y se repiten sin fin, lo que sucede volverá a repetirse algún día. De esta forma es imposible encontrar algún significado real en la historia. No se puede pensar en la historia como algo que se mueve hacia una meta, ya que la historia siempre se repite a sí misma. La idea que la redención ha de ser llevada a cabo por la acción divina en el curso de sucesos temporales es imposible. En el helenismo, la redención es que seamos transferidos de la existencia en este mundo, una existencia sujeta al curso circular del tiempo, a aquel Más Allá que está apartado del tiempo y que es accesible ahora y siempre. Este concepto es incompatible con el cristianismo, que ve la historia como el cumplimiento del propósito de Dios y como algo que se mueve hacia su meta.

2) Otro es el existencialismo ateo: la historia carece de significado, pues no hay ningún designio en la historia, ningún movimiento hacia una meta; solamente una sucesión de acontecimientos sin significado. Lo único que queda es algo así como un individualismo a ultranza. El concepto existencialista es incompatible con el cristianismo. Aunque el cristianismo no niega la importancia de la decisión individual, ve significado en la historia. Algunos pueden rebelarse, otros no, pero Dios permanece en el control.

Los rasgos de interpretación cristiana de la historia son:

1) La historia es el proceso de cumplimiento de los propósitos de Dios: Es la historia Santa, la acción de Dios para redimir a su pueblo por medio de Cristo Jesús. La historia se contará entonces desde las promesas, tipo y ceremonias del A.T., que llega a su cumplimiento en la vida, muerte, y resurrección de Jesucristo; y alcanzará su consumación en los nuevos cielos y la nueva tierra que están todavía en el fututo. Esta historia abarca toda la humanidad, a una nación, a una persona, y la historia de un movimiento. Estas historias revelan a Dios.

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2) Dios es el Señor de la historia: Los escritores del A.T. afirmaban que el reino de Dios gobierna todas las cosas, a cualquier rey, y que ha determinado los tiempos para las naciones y los lugares en que deben vivir. “Dios es Rey y que actúa en la historia para llevarla hacia la meta por él determinada”. Todo lo que ocurre implica que sirve de una u otra manera a su propósito. La suma de todo esto es que toda la historia cumple los propósitos soberanos de Dios. Así, la historia tiene significado y dirección.

3) Cristo es el centro de la historia: Parte la historia en dos, y esto tiene implicaciones teológicas. Se considera el advenimiento de Cristo como el punto medio del proceso histórico entero. Lo que caracteriza la comprensión de la historia del A.T. y N.T. reside en que el punto medio de la historia se ha cambiado del futuro al pasado. El creyente está viviendo entre ese punto medio de la historia y su culminación. Así, el advenimiento de Cristo fue el suceso más importante de la historia humana, porque tuvo un significado decisivo y aun par la previa. La Biblia nos enseña a ver la historia como algo dominado por Cristo.

4) La nueva era ya ha sido introducida: Cristo nos ha introducido en una nueva época. Porque Cristo ha sido revelado, una nueva era ha sido introducida, el mundo antiguo ha terminado y el mundo nuevo ha comenzado.

5) Toda la historia avanza hacia una meta: los nuevos cielos y la nueva tierra. La consumación de la nueva era está en el futuro. Es por ello que la Biblia ve a la historia como avanzando hacia una meta ordenada por Dios. La historia tiene una meta. Esta está en su dimensión cósmica. La meta final de la redención es nada menos que la renovación del cosmos.

Las cosas implícitas en esta interpretación de la historia para nuestra comprensión del mundo en que vivimos:

a) La actividad característica de la era presente es la misión. Cristo ha inaugurado el reino de Dios y nos ha dado la Gran Comisión. La gran tarea de la iglesia es la de llevar el evangelio a toda criatura. La actividad misionera de la Iglesia es la actividad característica de esta era entre la primera y segunda venida de Cristo.

b) Vivimos en una tensión continua entre el “ya” y el “todavía no”. El creyente vive en los días postreros, pero el día final no ha llegado todavía. Disfruta de los “poderes del siglo venidero”; todavía no está libre del pecado, del sufrimiento, ni de la muerte. Aunque tiene las primicias del Espíritu, gime esperando la redención final. Esta tensión le da a la era presente su sabor peculiar. El creyente tiene una comprensión mucho más rica del plan de la redención de Dios que el del A.T., pero el cristiano no ha llegado al fin de la ruta. Al no haberse cumplido la

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consumación final de la victoria, aunque estemos en victoria, continuara habiendo muchas cosas en la historia que no comprendamos, que no parecen reflejar la victoria de Cristo. Hasta el día del juicio final, la historia continuará caracterizándose por cierta ambigüedad.

c) En la historia hay dos líneas de desarrollo: La tensión entre el “ya” y el “todavía no” presupone que junto con el crecimiento y desarrollo que el reino de Dios presenta en la historia del mundo desde el nacimiento de Cristo vemos también el crecimiento y desarrollo del “reino del mal”. El bien y el mal continúan existiendo el uno junto al otro. El conflicto entre ambos continúa durante la era presente, pero dado que Cristo ha ganado la victoria, el resultado final del conflicto nunca está en duda. Pero en medio de esta lucha, por todo lo que llamamos “progreso”, existe una actividad que se está desarrollando a lo largo y ancho del mundo para honra de Cristo, librada por aquellos que conocen y desean tal honra, cuya labor comprueba que Cristo verdaderamente ha recibido con plena objetividad toda potestad en la tierra. La fe siempre verá al Reino de Dios controlando, dominando y finalmente conquistando al Reino del mal. Es en el reino de Dios donde siempre hemos de ver el significado real de la historia.

d) Todos nuestros juicios históricos deben ser provisionales: Nuestros juicios históricos formulados de este lado del juicio final deben ser relativos, tentativos y provisionales. Nunca podemos estar absolutamente seguros de sí un determinado suceso histórico es bueno, o malo, o en el caso de tener algo de ambos, predominantemente bueno o malo. La historia es el terreno de las decisiones y acciones humanas. Es necesario elegir, toda interpretación quedara siempre discutible. Pero elegir es inevitable. La elección es un acto de obediencia agradecida y como tal nunca estará carente de sentido o de bendición.

e) La visión cristiana de la historia es básicamente optimista. El cristiano cree que Dios controla la historia y que Cristo ha ganado la victoria sobre los poderes del mal. El resultado final de las cosas necesariamente ha de ser bueno y no malo, que el propósito redentor de Dios para con el universo se cumplirá eventualmente, y que aunque el mal parece muchas veces tan fuerte, Dios es todavía Señor.

f) Hay tanto continuidad como discontinuidad entre esta era y la siguiente: Entre esta era y la siguiente habrá tanto continuidad como discontinuidad. Los poderes de la era por venir están ya operando en la era presente. El creyente vive ya ahora en los últimos días, y hay un sentido de que ya hemos sido resucitado con Cristo y ha hecho sentar con él en los lugares celestiales. La

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nueva tierra que viene no será una creación absolutamente nueva, sino una renovación de la tierra presente. Habrá continuidad como también discontinuidad entre nuestra cultura presente y la cultura del mundo por venir. La Biblia presenta la relación entre el ahora y el después como una relación de siembra y siega, de maduración y cosecha, de grano y espiga. Así, debemos estar actuando ahora a favor de un mundo mejor, que nuestros esfuerzos en esta vida para lograr una manifestación más plena del reino de Cristo tiene una significación eterna. Los productos de la ciencia y de la cultura producidos por incrédulos podrán ser hallados aún en la nueva vida. Nuestra vida cristiana de hoy, nuestras luchas, nuestros esfuerzos, tendrán valor no sólo para este mundo sino también para el mundo que vendrá.

CAPÍTULO 4: EL REINO DE DIOS

El reino de Dios es el tema central de la predicación de Jesús, y de los apóstoles. Uno de los sucesos cuyo cumplimiento el creyente del A.T. anticipaba era la venida del reino de Dios, con la futura aparición del Hijo del Hombre.

El reino de Dios es un concepto extremadamente importante en los recientes estudios sobre escatología: unos consideran que el reino es presente, otros lo ven como futuro, y otros como presente y futuro. ¿Cuál es el concepto del reino de Dios?

Para Juan el Bautista el reino debía ser inaugurado por el Mesías. Luego éste juzgaría y separaría a los justos de los injustos. En resumen, se creía que la venida del Mesías iba a ser seguida por otra cosa.

Jesús también anuncia la venida del reino. Jesús decía que el tiempo predicho por los profetas se había cumplido, que el reino estaba ahora presente en su propia persona. Jesús mismo introdujo el reino de Dios. Así, el reino es una realidad relacionada de modo indisoluble en la persona de Cristo. A veces, en los encontramos en los Evangelios que el nombre de Cristo es igualado con el reino de Dios.

La distinción del reino de Dios y el reino de los cielos: Mateo utiliza esta última expresión, en todo el resto del nuevo testamento encontramos reino de Dios, con variantes ocasionales, como reino de Cristo o reino de Nuestro Señor. El Reino de los cielos y reino de Dios son sinónimos en cuanto a su significado, son intercambiables, no hay diferencia de significado entre ambas. Puede ser que, el nombre “Dios” se cambiara por “cielos” por la costumbre judía de no pronunciar el nombre de Dios.

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Jesús mismo nunca hizo definición alguna del reno, tampoco los escritos apostólicos, ni Pablo. No siempre se hablaba del reino de la misma manera. El reino se describe habitúamele como el reinado de Dios sobre su pueblo y no de manera espacial. Es el reinado de Dios que se muestra dinámicamente activo en la historia humana a través de Jesucristo, y cuyo propósito incluye la redención del pueblo de Dios del pecado y de los poderes demoníacos, y el establecimiento final de los nuevos cielos y de la nueva tierra. Significa que la historia de la salvación ha sido inaugurada, y que la nueva era ha sido introducida. El reinado de Dios es sobre la totalidad de su universo creado, que actúa en la historia para llevarla a una meta determinada por él mismo. Es establecido por la gracia soberana de Dios, y sus bendiciones deben ser recibidas como dones de dicha gracia. El deber del hombre no es traer al mundo el reino, sino entrar en él a través de la fe, y orar para poder someterse cada vez más al gobierno benéfico de Dios en toda área de su vida. No es el ascenso humano hacia la perfección, sino la irrupción de Dios en la historia humana para establecer su reino y adelantar sus propósitos. Incluye tanto un aspecto positivo como uno negativo: redención y juicio. Pero el propósito de Dios es la redención.

Las señales de la presencia del reino es: echar fuera demonios por parte de Jesús, demostrando la victoria sobre los poderes del mal; la caída de Satanás, aunque decisiva, todavía no es final; la realización de milagros por parte de Jesús y sus discípulos, aunque tenían limitaciones. Todo es provisional, indicando la presencia, pero sin marcar la consumación final. Otra señal importante fue la predicación del evangelio, trayendo salvación y prioridad, esta dádiva del perdón de los pecados es señal de la presencia del reino.

La presencia del reino no significó un fin al conflicto entre el bien y el mal, y en este conflicto el pueblo de Dios será llamado a sufrir. Los fariseos no entendieron eso, en vez de buscar señales extremas de la presencia de un reino principalmente político, no se dieron cuenta de que el reino de Dios ya estaba en medio de ellos en la persona de Cristo mismo.

Algunas parábolas de Jesús están presente el presente y el futuro del reino. Enseño que había un sentido en que el reino de Dios era todavía algo futuro, como en el Sermón del Monte. Pablo también lo analiza de la misma manera, como algo a la vez presente y futuro.

El creyente en Jesucristo, por tanto, está en el reino de Dios en el presente momento, disfrutando de sus bendiciones y compartiendo sus responsabilidades. Al mismo tiempo, el creyente se da cuenta que el reino está presente ahora en un estado que es solamente provisional e incompleto, y por ello anticipa su consumación final a fin de los tiempos.

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Este aspecto significa que hay una tensión entre los dos aspectos: la iglesia debe vivir con un sentido de urgencia el fin de la historia como la conocemos, pero al mismo tiempo ella debe continuar planificando y obrando por un futuro en esta tierra que pueda durar largo tiempo. 2) La iglesia se encuentra en la tensión entre la era presente y la era por venir, a la merced de los poderes de este mundo.

Solamente Dios nos puede poner en el reino, por tanto es cuestión de fe. Él nos da el reino, nos trae al reino de su amado Hijo y a nos asigna un reino. Con todo, este hecho no nos libra de responsabilidad en lo referente al reino, aquí va la cuestión de la vida, porque el reino demanda de nosotros arrepentimiento y fe, así como un compromiso total.

El reino de Dios también trae una visión cósmica. El Universo espera con impaciencia el momento en que los hijos de Dios sean dados a conocer. Ser ciudadano del reino significa, que debemos ver la totalidad de la vida y de la realidad a la luz de la meta de la redención del cosmos. Cristo dice: todo es mío. Toda la historia debe ser vista como el desarrollo del eterno propósito de Dios. Esta visión del reino incluye una filosofía cristiana de la cultura: el arte y la ciencia reflejan la gloria de Dios y deben ser por lo tanto estudiados para alabanza suya. También incluye una visión cristiana de la vocación: todas las vocaciones proviene de Dios, y todo lo que hacemos en la vida diaria debe ser hecho para la alabanza de Dios.

CAPÍTULO 5: EL ESPÍRITU SANTO Y LA ESCATOLOGÍA

La obra del Espíritu Santo tiene un significado decisivo para la escatología. Su función en la escatología ilustra de modo adicional esta tensión del “ya” pero “todavía no”.

En el Antiguo Testamento, el Espíritu Santo aparece relacionado con la escatología de tres maneras:

1) Prepara el camino para la irrupción de la era escatológica final por medio de determinadas señales proféticas.

2) Él es quién reposará sobre el redentor y lo equipará de dones necesarios.

3) Aparece como fuente de la nueva vida futura de Israel.

En el Nuevo Testamento encontramos:

1) Que Jesús lo refiere indicando el cumplimiento de la profecía del A.T.

2) Jesús tiene poder para conferirlo a su pueblo.

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3) El derramamiento del Espíritu en día de Pentecostés, tiene un gran significado escatológico. Siguiendo el cumplimiento de la profecía citada por Joel, este derramamiento del Espíritu Santo señala la “nueva era”, “los días postreros”, que ya han sido introducidos.

4) El Espíritu Santo, señalando nuevamente a las profecías antiguas, nos introduce, en esta nueva era, a un nuevo modo de existir. El Espíritu se hace parte de la existencia. La carne es vencida por el Espíritu de Dios, a través de su reconocimiento como parte “caída” por parte del Espíritu Santo. Ya, los hijos de Dios, son capaces de distinguir y pelear con lo corrupto que todavía coexiste en nosotros.

5) El Espíritu Santo es el sello de la afiliación como hijos de Dios. Estos Hijos de Dios son guiados, consolados, restaurados, adoptados, y transformados por la obra del Espíritu de Dios. También, esta obra de afiliación como Hijos de Dios, como obra del Espíritu Santo, nos hace herederos, juntamente con Cristo, y coherederos de la herencia futura.

6) El Espíritu Santo también se muestra como primicia, y como arras. De este modo, el Espíritu Santo se convierte en el primer regalo de esta vida futura, y como garantía de que la esperanza futura se hará realidad. El Espíritu Santo es el precursor de cosas mejores que vendrán. Después de la parusía tendremos la cosecha completa que incluye la resurrección del cuerpo. La presente posesión del Espíritu nos da la seguridad de que algún día recogeremos toda la cosecha. Las arras, por su parte, es señal o símbolo de un anticipo o cuota inicial, una garantía. Así, el Espíritu Santo se da como garantía de que habrá una realización final.

7) El Espíritu Santo también aparece como sello, como marca del creyente. Esto significa que los creyentes son marcados como posesión de Dios. Esto tiene implicaciones escatológicas, significa: a) recibir la certeza de que pertenecemos a Dios. b) también es la certeza de que en el futuro tendremos seguridad. c) la certeza de nuestra herencia en Cristo.

8) El N.T. relaciona al Espíritu Santo con la resurrección del cuerpo. El Espíritu actúa tanto en la resurrección de Cristo como en la de los creyentes. El Espíritu Santo es visto como la garantía de que algún día nuestros cuerpos serán levantados de entre los muertos para compartir la gloriosa existencia en la cual Cristo ya ha entrado. El Espíritu Santo no solamente llevará a cabo la resurrección del cuerpo, sino que también continuará sosteniendo y dirigiendo el cuerpo resucitado una vez cumplida la resurrección. De esta forma, vincula al cuerpo presente con el cuerpo de la resurrección.

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CAPÍTULO 6: LA TENSIÓN ENTRE EL YA Y EL TODAVÍA NO

Lo que caracteriza específicamente a la escatología del Nuevo Testamento es una tensión subyacente entre el “ya” y el “todavía no”. Esto significa que el creyente está ya en la era escatológica anticipada por los profetas del A.T., pero no ha llegado todavía a su estado final. Estamos en medio de la tensión entre la era presente y la era por venir. El reino de Dios solo puede ser comprendido a la luz de esta tensión, al ser a la vez una realidad presente y futura.

El Espíritu Santo ilustra esta tensión entre lo que ya somos y lo que esperamos ser: filiación, garantía y sello. No es posible entender la escatología del N.T. fuera de esta tensión. Está implícita en las enseñanzas de Jesús cuando habla del reino de Dios como a la vez presente y futuro, que la vida eterna es una posesión presente y una esperanza futura. Pablo habla a la vez de un carácter revelado y de uno oculto. En cuanto al Apocalipsis, ni un concepto exclusivamente preterista ni un concepto exclusivamente futurista hacen plena justicia a este libro. De esta forma, el libro, tiene implicaciones adicionales de la misma para nuestra vida y nuestro pensamiento presente, como también futura.

Esta tensión no son las señales de los tiempos. Pero estas señales sí participan de esta tensión, puesto que apuntan a lo que ya ha sucedido, como a lo que tiene que suceder. La Iglesia se encuentra en esta tensión, es una comunidad de aquellos que a la vez son un pueblo nuevo y personas imperfectas, que esperan ser restauradas. Esta tensión debe ser aliciente para una vida cristiana responsable. El cristiano lucha contra el pecado durante toda su vida presente, pero no espera derrota, sino victoria. Los cristianos ya son nuevas criaturas, pero no podemos esperar perfección en esta vida. La presencia del Espíritu es la que nos mantiene y nos impulsa mientras esperamos nuestra glorificación. Así, vivimos como mejor nos sea posible para la gloria de Dios, aun cuando no alcancemos llegar a la perfección. También, esta tensión se refleja en la imagen que tenemos de nosotros mismos. Nos debemos considerar a nosotros mismos como una nueva persona imperfecta, el énfasis recae en lo nuevo. El cristiano debe mirarse a sí mismo como una nueva persona en Cristo que está siendo progresivamente renovada por el Espíritu de Dios. Esta tensión nos ayuda a comprender el papel del sufrimiento en la vida de los creyentes. El justo sufre porque es una clara manifestación de que todavía el tiempo no ha concluido, los resultados del pecado no han sido eliminados en su totalidad. Entretanto, sabemos que Dios tiene sus razones y propósitos al permitir que el sufrimiento entre la vida de su pueblo, aunque sabemos que el mal no tendrá la última palabra. Nuestra actitud

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hacia la cultura está relacionada con esta tensión. Debemos ser conscientes de que existirá una continuidad, a la vez como una discontinuidad entre este mundo y el próximo. Lo que los creyentes hacen, tendrá consecuencias para la vida por venir. En esta cultura, al leer los escritores paganos, podemos ver que existe una admirable luz de la verdad que permanece en ellos, que es testimonio de que el entendimiento humano no deja de estar aún adornado con excelentes dones de Dios. Los poderes que aún están actuando en el mundo hoy, están siendo consumidos por los poderes despertados por la resurrección de Cristo. La cultura, aunque caída, ha dado un tipo de luz de la enseñanza de la Palabra de Dios. Los cristianos, como lo que somos, no podemos quedarnos parados, sino que debemos contribuir cristianamente a nuestra cultura.

Nuestra vida cristiana debe ser vivida a la luz de la tensión entre lo que ya somos en Cristo y lo que esperamos ser algún día. Es con gratitud que miramos hacia atrás, para ver la obra completa de Cristo. Miramos hacia el futuro con gran anticipación a la segunda venida de Cristo.

CAPÍTULO 7: LA MUERTE FÍSICA

Los eventos escatológicos futuros deben ser vistos como la culminación de un proceso salvífico que ya ha comenzado. La muerte física entró como resultado del pecado. Esta maldición que proviene del pecado y que amenaza constantemente al ser humano, ya no ha de ser vista como una enemiga, sino como una compañera del camino, más que compañera, amiga y liberadora. Después de la victoria de Cristo, la muerte se hace esclava de la gracia, y lo que realiza en el creyente es la liberación de todo lo limitado y pecaminoso que todavía encontramos en nosotros. Nos abre esa puerta a la glorificación. La muerte no es el fin maldito, sino un nuevo principio glorioso.

CAPÍTULO 8: LA INMORTALIDAD

Aunque, aparentemente la inmortalidad del alma parezca o haya parecido ser parte de la fe cristiana, en realidad, la idea de la inmortalidad del alma no fue una idea primitiva del cristianismo. Este concepto fue desarrollado en las religiones arcanas de la antigua Grecia. No es una doctrina genuinamente cristiana. Lo que realmente el cristianismo primitivo recalcaba, y donde ellos exhibían su gloria, era en la resurrección del cuerpo.

La palabra inmortalidad le es aplicada a Dios, a la existencia total del hombre en el momento de la resurrección y a cosas tales

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como la corona imperecedera o la simiente incorruptible de la Palabra, pero nunca al alma humana. Las Escrituras no enseñan la existencia continuada del alma en virtud de su inherente indestructibilidad. Tampoco enseñan que la mera existencia continua después de la muerte sea deseable por sobre todas las cosas, sino que insisten en que la vida en comunión con Dios es el supremo bien del hombre. La Palabra introduce una nueva dimensión en nuestro modo de pensar respecto a la vida futura. Lo que para ellas es importante no es el mero hecho de que las lamas continúen existiendo, sino la calidad de dicha existencia. El mensaje central de las Escrituras respecto al futuro del hombre es el de la resurrección del cuerpo: el cuerpo no es una tumba para el alma sino un templo del Espíritu Santo, el hombre no está completo sin el cuerpo. En consecuencia, la futura bienaventuranza del creyente no es simplemente la existencia continua de su alma, sino que incluye en su aspecto más rico la resurrección del cuerpo. Por tanto, la inmortalidad se centraba en el hombre en todo su conjunto: cuerpo y alma.

Pero antes de que el creyente pueda disfrutar de una inmortalidad plena, su cuerpo y su alma deben ser transformadas por medio de la resurrección.

CAPÍTULO 9: EL ESTADO INTERMEDIO

El estado intermedio se le conoce como el estado de los muertos entre la muerte y la resurrección. La Biblia dice muy poco respecto a este estado. Hay, sin embargo, suficiente evidencia para permitirnos sostener que al morir el hombre no es aniquilado y que el creyente no es separado de Cristo.

Las Escrituras enseñan que el hombre es una unidad. El fin es que permanezca unido, pero la muerte trae una separación temporal entre el cuerpo y el alma. Esta separación es temporal, además de ser un estado provisional e incompleto.

La Biblia enseña referente al estado del hombre entre la muerte y la resurrección que después de la muerte el hombre continúa existiendo el ámbito de los muertos, llamado Seol. No está claro que Seol pueda designar un lugar de castigo eterno. Se sugiere que es un estado de espera provisional, muerte o tumba, pero en el A.T. se comienza a pensar la convicción de que la suerte de los salvados y la suerte de los fieles después de la muerte no es la misma. Esta convicción se expresa primero en la creencia de que, si bien los malvados permanecerán bajo el poder del Seol, los fieles eventualmente serán librados de dicho poder. En el N.T. aparece la palabra Hades, que es el equivalente de Seol.

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El N.T. enseña que el hombre no es aniquilado al morir sino que continua existiendo, ya sea en el Hades o en un lugar de bienaventuranza llamado Paraíso o seno de Abraham. El significado de Hades no es exactamente el mismo que Seol en el N.T. En el período intertestamentario, el concepto de Seol como tumba o muerte, sufrió algunos cambios. Se comenzó a emerger el punto de vista de que existe en el reino de los muertos una separación especial entre los buenos y los malos. En algunos escritos, el Hades se utilizaba exclusivamente para referirse al lugar de castigo para las almas pecadoras más allá de la tumba. El uso que el N.T. hace de la palabra Hades refleja en cierta medida esta evolución. Así, el Hades designa el reino de los muertos en el A.T. Sin embargo, existen pasajes donde se identifica con un lugar de tormento, como en la parábola del rico y Lázaro. Aquí, el Hades es el lugar o la condición del sufrimiento y castigo de los injustos. En esta parábola vemos que tanto los sufrimientos que ocurren en el Hades, como las bendiciones en el seno de Abraham, según la parábola, ocurren en el estado intermedio.

Lo que podemos aprender del estado intermedio en el uso bíblico de los conceptos de Seol y del Hades: 1) las personas no dejan de existir después de la muerte, sino que van a “un reino de los muertos”. 2) Allí, los malos permanecerán con la muerte como pastor, sufrirán tormento, antes de la resurrección del cuerpo. 3) El pueblo de Dios, tiene la esperanza de que será librado del Seol, siendo consolados.

El N.T. dice que los malos durante el estado intermedio serán castigados antes del juicio. Los creyentes, por su parte, serán librados de los tormentos, imperfecciones y pecados, aunque su glorificación no será completa hasta que la resurrección del cuerpo se lleve a cabo. Así, el estado intermedio para el creyente es una anticipación de su bienaventuranza provisional.

CAPÍTULO 10: LA EXPECTATIVA DE LA SEGUNDA VENIDA

En el centro mismo de nuestra consideración de la “escatología cósmica” se encuentra la Segunda Venida de Cristo. Él ha venido para inaugurar su reino, y volverá para su consumación. Estamos viviendo entre estas dos venidas. Con gozo miramos hacia atrás, y con anticipación hacia adelante.

La fe de la Iglesia del Nuevo Testamento está dominada por esa expectativa. Cada libro del Nuevo Testamento nos dirige hacia el regreso de Cristo y nos insta a vivir de tal manera que estemos siempre listos para aquel regreso.

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La viva expectativa del regreso de Cristo debe caracterizar a la iglesia de Jesucristo de hoy día. La Iglesia debe vivir a la luz de esta expectativa, pero ni bien comenzamos a preguntar respecto al tiempo de la Parusía o de la Segunda Venida de Cristo, nos enfrentamos con un problema, “su retraso”.

Hay varias opiniones. Una de ellas es que Cristo y Pablo la esperaban inminentemente, y por tanto, estaban equivocados. Así, todo el marco escatológico también es una equivocación, incluso el establecimiento del Reino de Dios, por tanto, no debemos esperar ninguna segunda venida, porque no es parte integral de la fe cristiana, debe ser abandonada. Otra postura, es de aquellos que creen y esperan esa segunda venida, pero concuerdan en que Jesús se equivocó en predecirla.

Los Evangelios sinópticos hablan claramente que Jesús no fijó una fecha para su regreso, en consecuencia, no debemos hablar de una equivocación, posiblemente, algunos discípulos o seguidores erraran al comprenderlo, pero Jesús nunca se equivocó. Lo que Jesús hizo, no obstante, fue enseñar que durante la vida de sus oyentes él vendría en gloria real (Mt. 16:26) palabras que se refieren a su resurrección que sería un preludio y una garantía de su Parusía. Enseño, por tanto, la certeza de su Parusía, pro sin darnos datos de la fecha exacta. Así, que la vigilancia sobre la Parusía del Señor no debe ser una espera inactiva, sino que requiere el uso diligente de nuestros dones en el servicio del reino de Cristo.

Es también evidente que Pablo enseñó la incalculabilidad de la hora del regreso de Cristo. Uno debería ciertamente tener bien en claro que en Pablo está ausente todo tipo de computación de la hora de la Parusía. Como prueba de esto debemos observar que Pablo, como Jesús antes que él, habla de la venida del Día del Señor como la de un ladrón.

Es muy significativo, que aunque los escritores del N.T. no tratan de fijar la fecha exacta de la Parusía, ellos frecuentemente hablan de su cercanía. Para los escritores del N.T. la cercanía de la Parusía no es tanto un asunto de cercanía cronológica como de una cercanía de la “historia de la salvación”.

Debe de haber en la iglesia de hoy en día una viva expectativa de la Parusía, como la hubo en la iglesia primitiva. ¿Por qué? Lo más común es el énfasis en que nuestra expectativa del regreso del Señor debe servirnos como incentivo para una vida consagrada.

Nuestra anticipación de la segunda venida debe afectar la calidad de nuestra vida de varias maneras diferentes. La aparición futura de nuestro Señor debe movilizarnos para ser fieles al encargo que Dios nos ha dado. Si seguimos permaneciendo en Cristo,

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estaremos confiados y no seremos avergonzados ante él cuando aparezca. Nuestra expectativa del regreso del Señor, debe ser un incentivo constante a vivir por Cristo y por su reino y buscar las cosas que son de arriba, no las cosas que son de la tierra. Pero la mejor manera de buscar las cosas de arriba es estar ocupados a favor del Señor aquí y ahora.

CAPÍTULO 11: LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS

Se usa comúnmente para describir ciertos acontecimientos que preceden o señalan la segunda venida de Cristo. Tiene una orientación hacia el futuro, particularmente hacia los acontecimientos que rodean la Parusía.

Sin embargo, el único pasaje en el cual se emplea esta expresión en la Biblia se refiere no a lo que hay todavía en el futuro, sino a lo que Dios ha hecho en el pasado y está revelando en el presente (Mt. 16:3). Aunque también es cierto, que estos signos de los que habla Jesús también apuntan hacia el futuro. Pero su referencia primaria no era hacia el futuro sino hacia el pasado y presente.

Existen varios problemas al entender estos signos como se entienden tradicionalmente: 1) Si estos sucesos todavía deben ocurrir antes de que Jesús regrese, ¿cómo podemos estar siempre listos? ¿No se debe acaso la ausencia de una vida expectativa de la Parusía entre muchos cristianos a un énfasis excesivo en la doctrina acerca delos signos de los tiempos? 2) Pensar que estos signos son exclusivamente para el fin del mundo, como si tan solo tuviesen vigencia en el período inmediatamente previo a la Parusía. Jesús y los escritos del Nuevo Testamento apuntan que estos “signos” se dirigen tanto al pasado, al presente y al futuro. Así, llaman a que la Iglesia este velando constantemente. 3) Otro error es entender estos “signos” como sucesos anormales, espectaculares o catastróficos; como interrupciones espectaculares del curso normal de la historia que llamarán la atención por sí mismos. Si fueran de este tipo, ¿Cómo podemos estar continuamente velando? Jesús advirtió en contra de este modo de entenderlos (Lc. 17:20-21) en contra de una expectativa del reino orientada hacia lo espectacular y lo insólito, y que descuide, por tanto, el elemento de la decisión personal. Además, los signos espectaculares están ligado con el reino de Satanás. La Escritura enseña que Satanás quiere engañar a los moradores de la tierra (2 Ts. 2:13-14). En vez de andar buscando signos espectaculares, el pueblo de Dios debe estar alerta para discernir los signos del regreso de Cristo primeramente en los procesos no espectaculares de la historia. 4) Otro error es el de construir una

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agenda exacta de sucesos futuros. Este no es el propósito de la profecía bíblica. La profecía es muy diferente a la historia. No tiene la intención de darnos un conocimiento del futuro análogo al que la historia nos da del pasado, como fue el caso de Jesús, que aun siendo anunciado una y otra vez, su mismo pueblo no lo reconoció.

¿Cómo hemos de pensar nosotros respecto a estos signos? ¿Cuál es su función correcta?: 1) Estos signos apuntan primeramente hacia todo lo que Dios ha hecho en el pasado, revelan que la gran victoria de Cristo ya se ha logrado, que hay un cambio decisivo en la historia. Revelan que Dios está actuando en el mundo, cumpliendo sus promesas y llevando a cumplimiento la consumación final de la redención. Revelan el significado central de la historia: El Señor gobierna y está cumpliendo sus propósitos. Discernir los signos de los tiempos, por lo tanto, tiene implicaciones importantes para nuestra conducta diaria. 2) Los signos apuntan hacia el fin de la historia, en particular hacia el regreso de Cristo. No se nos dice la hora exacta en que Cristo regresará ni cuando sucederán los acontecimientos que lo acompañarán, pero apuntan hacia el futuro sobre la base de lo que Dios ya ha hecho en el pasado. La predicación escatológica da testimonio del futuro desde el punto de vista de la salvación que ya ha venido. Estos signos subrayan la tensión entre el “ya” y el “todavía no” en que vive la iglesia. 3) Los signos de los tiempos revelan la antítesis continua en la historia entre el reino de Dios y los poderes del mal. Esto significa que podemos esperar que continúe la lucha entre las fuerzas de Dios y las fuerzas de Satanás a través de la historia del mundo. 4) Los signos de los tiempos demandan decisión. Por medio de estos signos Dios continúa llamando a los hombres a creer en su Hijo y ser salvos. 5) Demandan una constante vigilancia. Jesús y Pablo indicaron que ciertas cosas debían suceder antes de la Parusía. Pero también enseñaron que la hora exacta es desconocida. Es necesario, por tanto, una vigilancia continua la espera de la Parusía.

De esta forma vemos que los signos de los tiempos tienen una relevancia continua para la iglesia de Cristo Jesús. Por lo tanto, decir que ninguno de estos sucesos tiene que ocurrir antes del regreso de Cristo es decir demasiado. Debemos estar preparados para la posibilidad que la Parusía puede estar todavía distante en el futuro y los datos del N.T. dan lugar a esa posibilidad. Afirmar, por otro lado, que todavía la Parusía es distante, es también incorrecto. Esta incertidumbre significa que debemos estar siempre preparados. En lugar de decir que la Parusía es inminente, entonces, digamos que está pendiente. Vendrá, pero no sabemos con exactitud cuándo vendrá. Es por eso que debemos vivir en una expectativa constante y estar siempre listos para el regreso del Señor.

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CAPÍTULO 12: LOS SIGNOS EN PARTICULAR

Se pueden agrupar en tres encabezados:

1) Signos que muestran la gracia de Diosa) La proclamación del evangelio a todas las naciones.b) La salvación de la plenitud de Israel.

2) Signos que indican oposición a Dios.a) La tribulaciónb) La apostasíac) El anticristo

3) Signos que indican el juicio divinoa) Las guerrasb) Los terremotosc) Las hambres

Los signos revelan tanto la gracia de Dios como su juicio. La gracia en la oportunidad de salvación durante la era que media entre la primera y la segunda venida de Cristo. Los primeros dos signos están bajo esta mirada.

El signo de la proclamación del evangelio a todas las naciones. El A.T. ya lo anticipa como signo anticipativo del reino de Dios, Cristo también habla de ello. Se entiende que el evangelio debe ser predicado en todo el mundo como testimonio a todas las naciones. Esto quiere decir que el evangelio debe ser parte de la decisión de las naciones, él demanda una decisión, no que todos sean salvos, sino que todos tengan la oportunidad de decidir. Así, la predicación misionera del evangelio a todas las naciones es, en realidad, el más destacado y característico signo de los tiempos. Este mandato misionero debe ser llevado a cabo a lo largo de esta era. Este signo de los tiempos, por lo tanto, debería ser un gran incentivo para la misión. Pone ante cada generación posterior al Pentecostés el solemne deber de llevar el evangelio a toda nación. Este signo mira tanto hacia atrás como hacia adelante. Hacia la muerte y la resurrección de Cristo como la prueba de la misericordiosa intervención de Dios en la historia humana y como base objetiva sobre la cual se puede hacer ahora la oferta del evangelio. También mira hacia el futuro, hacia la Parusía: “Y entonces vendrá el fin”. Debemos admitir con humildad que solamente Dios sabrá cuándo esta señal se haya cumplido completamente.

La salvación de la plenitud de Israel. Es un aspecto del signo que acabamos de considerar antes. Visto por Pablo, esta salvación de Israel lo podemos considerar como otro signo específico de los tiempos. En Romanos 11:25-26 dice que todo Israel se salvará. Existe gran diferencia de opinión entre los intérpretes bíblicos en cuanto al

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significado de la cláusula “y así todo Israel se salvará”. Una de las interpretaciones más acertada es pensar que esta cláusula hace referencia al número de los escogidos que han de ser salvos a lo largo de la historia. Esto es porque Israel continúa volviéndose al Señor hasta la Parusía, en tanto que al mismo tiempo la plenitud de los gentiles va siendo reunida. Y de este modo todo Israel será salvo: no sólo la última generación de los israelitas, sino todos los verdaderos israelitas, todos aquellos que no son simplemente Israel sino que son Israel. La salvación de todo Israel, por ende, no ocurre exclusivamente en tiempo final, sino que sucede a lo largo de la era que media entre la primera y la segunda venida de Cristo, es la suma total de todos los remanentes durante toda la historia.

Así no:

Y entonces

1 VENIDA 2 VENIDA

NUMERO TOTAL DE LOS GENTILES TODO ISRAEL

Sino esto:

1 VENIDA 2 VENIDA

NUMERO TOTAL DE LOS GENTILES

Y DE ESTE MODO TODO ISRAEL SE SALVARA

El signo de la salvación de la plenitud de Israel, interpretado de esta manera, no hace posible fijar con exactitud la fecha de la Segunda Venida de Cristo. Entretanto, este signo debe hacernos ver la urgencia de la misión de la iglesia a los judíos.

Signos de la oposición a Dios: tribulación, apostasía y anticristo. La tribulación, que es una indicación de oposición al reino de Dios por parte de sus enemigos, fue predicho ya por los profetas el A.T. También lo encontramos en el N.T., especialmente en el discurso del monte de los Olivos. Aquí Jesús está proclamando acontecimientos del futuro distante que están en relación estrecha con aquellos del futuro cercano. Se ocupa de ambos, a veces del último en términos del anterior.

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En el discurso del monte de los Olivos Jesús habla de la tribulación como un signo de los tiempos que debe ser esperado por su pueblo durante el período que va de su primera a su segunda venida. No está limitado al período inmediatamente previo a la Parusía.

Otras afirmaciones de Jesús indican que él previó los sufrimientos y la tribulación que le esperaban a su pueblo en el futuro (Mt. 5:10-12; Jn.15:20; 16:33) Estos pasajes describen la tribulación como un signo de los tiempos que es continuado o recurrente. Pero también encontramos que Jesús habla de una tribulación que le espera a su pueblo, una tribulación de la cual los sufrimientos que acompañarían la destrucción de Jerusalén serían solo un anticipo (Mt. 24:21-22). Jesús está aquí mirando más allá de la tribulación que les espera a los judíos en el tiempo de la destrucción de Jerusalén, hacia la tribulación final que ocurriría al fin de esta era, precederá inmediatamente a su Segunda Venida.

La conclusión es que el signo de la tribulación no se limita al fin de los tiempos, sino que caracteriza a toda la era que media entre las dos venidas de Cristo. Debido a la continua oposición del mundo al reino de Dios, los cristianos deben esperar sufrir tribulación y persecución de un tipo u otro durante toda esta era. Sin embargo, parecería que habría también una tribulación final y culminante inmediatamente antes del regreso de Cristo. No será básicamente diferente de las tribulaciones anteriores, pero será una forma intensificada de esas tribulaciones previas.

El signo de la tribulación tampoco nos permite fijar la fecha de la Segunda Venida con exactitud. El pueblo de Dios debe sufrir tribulación durante toda esta era: cuándo llegará esa forma final e intensificada de dicha tribulación es algo difícil de precisar.

De cualquier manera, este signo debe ponernos en guardia. Cuando los cristianos sufren tribulación es reconocido como cercanía del regreso de Cristo. ¿Es nuestra fe lo suficientemente fuerte como para soportar la tribulación?

La apostasía. En el N.T. encontramos predicciones que nos hablan de una apostasía continuada o recurrente de la verdadera adoración de Dios durante la historia de la iglesia y también de una apostasía final que precede a la Parusía. En el Monte de los Olivos, Cristo se refiere a la apostasía. Alguna de estas apostasías se asocia con acontecimientos de los “signos de los tiempos”. Pero el resto del N.T. nos aclara que la apostasía no se limita al fin de los tiempos. Hay, sin embargo, un pasaje específico que apunta sin dudar a una gran apostasía final (2 Ts. 2:1-3). Se trata de un rebelón en contra de la fe cristiana según esta ha sido conocida o profesada. Esta

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apostasía vendrá del mismo Pueblo de Dios. Pero este signo tampoco es un signo que nos permita fijar la fecha de la Segunda Venida de Cristo con exactitud. Ciertamente ha habido apostasía en la Iglesia siempre. Sin embargo, ¿Quién puede decir con certeza cuándo y cómo llegará la apostasía final? Con esta apostasía se asocia al “hombre de pecado”, Pablo une estos dos signos. Podemos esperar que esta apostasía final llegue a ser peor después de la aparición del hombre de pecado.

El anticristo. Encontramos un antecedente en el libro de Daniel. Muchos intérpretes ven en estas palabras una descripción anticipada del anticristo del que habla el N.T. Si la descripción que Pablo hace del “hombre de pecado” en 2 Ts. 2 es un retrato del anticristo. La enseñanza del N.T. con respecto al anticristo ciertamente tiene sus antecedentes en el A.T., y que tanto Antíoco Epífanes como Tito fueron tipos del anticristo que vendrá, si bien habrá un anticristo culminante al fin de los tiempos, puede haber precursores o anticipaciones del anticristo antes de que éste aparezca.

El término “falsos Cristos” sugiere que los engañadores que Jesús aquí describe pretenderán ser Cristo mismo. Las palabras de Jesús sugieren que habrá estos falsos Cristo durante toda la era que media entre su primera y segunda venida. En la medida en que estos hombres dicen ser Cristo, ellos son ciertamente “anticristos” de cierto tipo. Pero dado que Jesús habla de ellos en plural, podemos pensar en ellos como precursores del anticristo final que todavía ha de llegar.

El N.T. habla de que el anticristo es a la vez un Cristo rival y un adversario de Cristo. El pensamiento de un único anticristo futuro no es muy promente en las epístolas de Juan; su énfasis recae mayormente sobre anticristos e ideas anticristianas que ya están presentes en su tiempo. Sin embargo, no sería correcto decir que Juan no da lugar en su pensamiento a un futuro anticristo personal, visto que él todavía espera un anticristo que ha de venir.

En los escritos paulinos se identifica al “hombre de pecado” con el anticristo de Juan. Pablo le está diciendo a sus lectores en antes de que suceda la Segunda Venida de Cristo primeramente deben suceder ciertas cosas. Uno de estos sucesos es la gran apostasía o rebelión, el otro suceso, es la aparición del “hombre de pecado”.

Hay varias cosas que se dicen de el: 1) Surgirá de la gran apostasía o rebelión. 2) Será una persona. 3) El hombre de pecado será objeto de adoración. 4) El hombre de pecado usará milagros engañosos y dictará falsas enseñanzas para adelantar su causa. 5) El hombre de pecado sólo puede ser revelado después de que aquello que lo detiene haya sido quitado. No sabemos quién es el que lo detiene. 6) Será totalmente derrocado por Cristo en su Segunda

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Venida. 7) Habrá un anticristo final y culminante a quien Cristo mismo destruirá.

El signo del anticristo está presente durante toda la historia de la Iglesia. Cada edad proveerá su forma particular de actividad anticristiana. Pero anticipamos una intensificación de este signo en la aparición del anticristo poco tiempo antes del regreso de Cristo.

Guerra, terremotos y hambres. Tienen sus antecedentes en el A.T. Son evidencias del juicio divino, manifestaciones del hecho que el presente mundo está bajo la maldición de Dios y que la ira de Dios constantemente está siendo revelada desde los cielos contra toda impiedad e injusticia de los hombres. Estos signos actúan como continuos recordatorios de que el Juez está delante de la puerta. Estos no son signos del fin, apuntan hacia el fin y proveen una prenda de que vendrá. También marcan todo el período que va entre la primera y la segunda venida. Son indicaciones que Dios está desarrollando su propósito en la historia. Son signos de que la creación también gime para ser redimida.

CAPÍTULO 13: EL CARÁCTER DE LA SEGUNDA VENIDA

¿Es un acontecimiento único o está dividida en dos etapas? No existe un sólido fundamento bíblico para la hipótesis que la Segunda Venida de Cristo debe ser dividida en dos fases.

1) No se pueden derivar argumentos a favor de la doble venida de las palabras que usa el N.T. para la Segunda Venida. Estas palabras: parusía (presencia), apokalipsis (revelación), y epiphaneia (aparición). El uso de estas palabras no aporta fundamento alguno para el tipo de distinción que hacen los pretibulacionistas entre dos fases del regreso de Cristo.

2) Los pasajes del N.T. que describen la gran tribulación no indican que la iglesia será retirada de la tierra antes que comience la tribulación. Jesús habla respecto a la gran tribulación en su discurso del monte de los Olivos (Mateo 24). Pero aquí no hay indicación que la iglesia ya no estará en la tierra cuando ocurra está tribulación. Jesús dice que los días de la tribulación serán acortados por causa de los escogidos. Lo que es de crucial importancia es la referencia al arrebato de la iglesia, que es descrito como que viene a continuación del descenso del Señor. Aquí no sólo falta cualquier insinuación de un arrebato pretribulacional, sino que se describe el arrebato de la iglesia como algo que viene después de la gran tribulación.

3) El más relevante de los pasajes del N.T. que describen el arrebato no enseña que habrá un arrebato pretribulacional. 1

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Tesalonicenses 4. Dice que el Señor descenderá y los muertos en Cristo, luego nosotros que vivimos. Es en el momento del regreso del Señor todos los muertos creyentes serán resucitados y todos los creyentes que todavía están vivos serán transformados y glorificados. Serán arrebatados para encontrarse con el Señor en el aire y seguirán el descenso a la Tierra. La unidad eterna con Cristo en la gloria es la clara enseñanza de este pasaje, y no un arrebato pretribulacional.

4) La Segunda Venida de Cristo incluye tanto un venir con su pueblo como un venir por su pueblo. Los pretibulacionistas hablan de dos fases: el arrebato y el regreso, con un intervalo de siete años. Pero la Segunda Venida de Cristo “con sus santos” no debe ser separada de su “venida por sus santos” en el arrebato. El regreso de Cristo será a la vez “con” y “por” sus santos (1 Tesalonicenses 3, 4).

5) La enseñanza de que la gran tribulación será un derramamiento de la ira de Dios sobre el mundo no aporta argumentos a favor de una Segunda Venida en dos etapas. Aunque la Iglesia no será objeto de la ira de Dios, no puede darse a entender que no estará en la Tierra. Dios descargó su irá con los egipcios, sin embargo, Israel estaba allí pero no sufrió la ira de Dios. Sin embargo, no estar bajo la ira de Dios, no significa no estarlo de la ira del hombre.

No hay argumento bíblico para la doble Segunda Venida. La Segunda Venida es un acontecimiento único que ocurre después de la gran tribulación. Cristo regresará, habrá una resurrección general, los vivos serán transformados y glorificados. El arrebato de todos los creyentes tomará lugar en las nubes para descender con Cristo. La Segunda Venida será personal, visible y gloriosa, diferente a la primera que fue en estado de humillación.

CAPÍTULO 14: PRINCIPALES PUNTOS DE VISTA RESPECTO AL MILENIO

El libro de Apocalipsis habla de ciertas personas de las que se dice que vivirán y reinarán con Cristo mil años (20:4). Tenemos al menos cuatro opiniones principales: el amilenialismo, el postmilenialismo, el premilenialismo histórico y el premilenialismo dispensacionalista.

Amilenialismo: entienden que el milenio mencionado en Apocalipsis 20:4-6 describe el presente reinado de las almas de los creyentes fallecidos que están con Cristo en el cielo. Que el encadenamiento de Satanás están en efecto durante todo el período

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entre la primera y segunda venida de Cristo, aunque terminará poco tiempo antes del regreso de Cristo. Enseñan, pues, que Cristo regresará después de este reinado celestial de mil años. Que el reino de Dios está presente ahora mismo en el mundo, ya que el Cristo victorioso gobierna a su pueblo por su Palabra y su Espíritu, aun cuando dicho pueblo anticipa todavía un reinado futuro, glorioso y perfecto sobre la nueva tierra por venir. Espera que se complete la tarea de llevar el evangelio a todas las naciones y la conversión de la plenitud de Israel antes del regreso de Cristo. Espera también una forma intensificada de tribulación y apostasía, como también la aparición de un anticristo personal antes de la Segunda Venida. Que la Segunda Venida será un acontecimiento único, no uno que tenga dos fases. Cuando Cristo regrese habrá una resurrección general, los creyentes vivos serán transformados y glorificados, serán arrebatados en las nubes y después se completará el descenso a la tierra y se llevará a cabo el juicio final. Después, los incrédulos serán consignados al castigo eterno, y los creyentes disfrutarán para siempre de la bienaventuranza del nuevo cielo y de la nueva tierra.

Postmilenialismo: Están de acuerdo en que no creen que el milenio es un reino visible de Cristo sobre un trono terrenal, no piensan que el milenio tendrá exactamente mil años de duración, y ubican el regreso de Cristo después del milenio.

Según ellos, la presente era desembocará en la era del milenio a medida que una proporción cada vez mayor de los habitantes del mundo se vaya convirtiendo a través de la predicación del evangelio. Los principios cristianos de fe y conducta serán la norma aceptada para naciones e individuos. El pecado no será eliminado, pero será reducido. Esta edad de oro de prosperidad espiritual durará un largo período de tiempo. Cristo regresará a un mundo verdaderamente cristianizado. Algunos están de acuerdo que la gran tribulación y la apostasía han pasado. Describen el desencadenamiento de Satanás al fin del milenio, donde habrá un ataque pero será de corta duración.

Como crítica a esta postura diremos que las profecías del A.T. interpretadas por los postmilenialistas como referencia a una futura edad de oro de mil años describen en realidad el estado final de la comunidad redimida. La acostumbrada interpretación postmilenialista de la gran tribulación de Mateo 24 y de la apostasía de 2 Tesalonicenses 2 no se justifica. El discurso del monte de los Olivos de Mateo 24 se ocupa tanto de sucesos que tienen que ver con la destrucción de Jerusalén como de aquellos que tienen que ver con el fin del mundo. Si bien Jesús habla de una gran tribulación tal como no ha habido desde el principio del mundo y nunca habrá. En lo referente a la apostasía, Pablo dice que no vendrá el Señor sin que antes venga la apostasía. No existe justificación bíblica para decir que estos dos

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acontecimientos, la gran tribulación, y la apostasía, deben ser relegados solamente al pasado. Apocalipsis 20:1-6, no sustenta la posición postmilenialista, sino que describe el reinado de las almas de los creyentes junto con Cristo en el cielo durante la era presente, y no describe una futura edad de oro. Por último, la expectativa postmilenialista de una futura edad de oro previa al regreso de Cristo no hace justicia a la tensión continuada en la historia del mundo entre el reino de Dios y las fuerzas del mal. Que esta tensión continuada exige y seguirá existiendo.

Premilenialismo histórico: Hay varios acontecimientos que deben ocurrir antes que Cristo regrese: la evangelización de las naciones, la gran tribulación, la gran apostasía o rebelión y la aparición de un anticristo personal. La iglesia debe padecer esta tribulación final. La Segunda Venida de Cristo no será un suceso en dos etapas sino un acontecimiento único. Cuando Cristo regrese los creyentes muertos serán resucitados, y los vivos transformados y glorificados, luego, ambos serán arrebatados para encontrarse con el Señor. Después, acompañaran a Cristo a la Tierra. El anticristo será muerto y su reino eliminado. En este tiempo, la gran mayoría de los judíos vivos se arrepentirá de sus pecados, creerán y serán salvos. Cristo establecerá su reino del milenio que durará aproximadamente mil años. Jesús gobierna ahora de un modo visible sobre todo el mundo pero su pueblo redimido reina con él. Las naciones incrédulas serán tenidas a raya y gobernadas por Cristo con vara de hierro. El pecado y la muerte todavía existirán. El mal, será refrenado y la justicia prevalecerá. Este será un período de justicia social, política y económica, y de gran paz y prosperidad. Hasta la naturaleza reflejará la bienaventuranza. Cerca del fin del milenio, Satanás será soltado y saldrá para la batalla de Gog y Magog, pero será consumido por fuego desde el cielo y entonces arrojado al lago de fuego. Una vez acabado el milenio, se llevará a cabo la resurrección de los incrédulos que hayan muerto. En ese momento toma lugar el juicio ante el gran trono blanco, tanto creyentes como incrédulos serán juzgados, para el cielo o el infierno. Después, vendrá la introducción del estado final, los incrédulos pasarán la eternidad en el infierno, en tanto que el pueblo redimido de Dios vivirá para siempre.

Sobre el reino terrenal de Cristo hay varias objeciones: 1) Apocalipsis 20 no aporta ninguna prueba irrefutable a favor de un reino terrenal de mil años posterior a la Segunda Venida. 2) 1 Corintios 15:23-24 no da ninguna evidencia clara respecto a un reinado terrenal de mil años de este tipo. 3) El regreso de Cristo glorificado y de los creyentes glorificados a una tierra en la cual el pecado y la muerte todavía existan violaría la finalidad de la glorificación. 4) El reino terrenal de mil años enseñado por ellos, no concuerda con la enseñanza neotestamentaria sobre la escatología,

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dado que el mismo no corresponde ni a la era presente ni a la era por venir. No hay indicación en la Escritura de una tercera era entre la era presente y la era por venir. Cuando Jesús venga, nuevamente él hará inicio a la nueva era.

El milenio de los premilenialistas, por tanto, es una suerte de anomalía teológica. No es como la era presente, ni es como la era por venir. Es ciertamente, mejor que la era presente, pero está bastante lejos de ser el estado final de perfección.

El premilenialismo dispensacionalista: comparte con el histórico la convicción que Cristo reinará sobre la tierra por mil años después de su regreso. Pero hay muchas diferencias y de gran alcance entre estas dos variedades de premilenialismo. Dos principios básicos son determinativos al pensamiento dispensacionalista:

1) La interpretación literal de la profecía. Tomar las Escrituras en su sentido normal y literal, dando por sentado que esto se aplica a toda la Biblia. El contenido histórico de la Biblia debe ser tomado literalmente; el material doctrinal es información moral y espiritual y también el material profético.

2) La distinción fundamental y permanente entre Israel y la Iglesia.

Ellos dividen las relaciones de Dios con la humanidad en varias dispensaciones diferentes. Se distingue siete: Inocencia, Conciencia o Responsabilidad Moral, Gobierno Humano, Promesa, Ley, Gracia y Reino. La diferencia de dispensación es “un período durante el cual el hombre es puesto a prueba con referencia a cierta revelación específica de la voluntad de Dios. En cada dispensación Dios revela su voluntad de un modo diferente. La dispensación del Reino es el reinado del milenio de Cristo que ocurrirá después de su regreso.

El A.T. contiene muchas promesas que anticipan que en algún momento futuro Dios establecerá un reino terrenal con su pueblo de Israel. Dado que ninguna de estas promesas se ha cumplido, los dispensacionalista esperan que se cumplan durante el reinado del milenio de Cristo. El regreso de Cristo, ocurrirá en dos etapas. La primera será el arrebato, en cualquier momento. Se espera que estos signos de los tiempos se cumplan después que se haya cumplido la primera fase del regreso. Los dispensacionalista pretibulacionistas, dicen que Cristo no vuelve totalmente hasta la tierra, sino que recorre solamente parte del camino. En este momento ocurre la resurrección de todos los verdaderos creyentes, a excepción de los santos del A.T. Después, los creyentes judíos como los creyentes gentiles serán repentinamente transformados y glorificados. Ocurre entonces el arrebato, son llevados a las nubes para encontrarse con el Señor. Estos creyentes suben al cielo para celebrar con él, durante siete años, la fiesta de las bodas del Cordero.

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En estos siete años ocurrirá: la tribulación predicha en Daniel 9:27 El anticristo comienza su reinado cruel que culmina con su demanda de ser adorado como Dios. Terribles juicios caen ahora sobre los habitantes de la tierra. El remanente de Israel se volverá a Jesucristo para aceptarlo. Este remanente predicará el evangelio, que incluye el reinado davídico y el mensaje de la cruz, la necesidad de la fe y arrepentimiento. A través del testimonio de estos 144.000 muchos gentiles también se salvarán. Los reyes de la Tierra y los ejércitos de la bestia y del falso profeta se reúnen ahora para atacar al pueblo de Dios en la batalla de Armagedón.

Al fin de este período de siete años, Cristo regresará acompañado de su Iglesia. Destruirá a sus enemigos, dando fin así a la batalla de Armagedón. La nación de Israel se habrá reunido en Palestina. La gran mayoría de ellos se volverán a Cristo. El diablo será arrojado al abismo, y sellado allí durante mil años. Los santos que murieron durante la tribulación serán resucitados de entre los muertos; la resurrección de los santos del A.T. también ocurrirá en este momento. Los santos resucitados, sin embargo, no entrarán en el reino del milenio que está a punto de ser establecido; ellos se reunirán con los santos resucitados y trasladados que constituyen la iglesia arrebatada en el cielo. Viene el juicio de los gentiles vivos. Aquellos que pasan la puerta serán dejadas sobre la tierra para entrar en el reino del mileno. Los cabritos, arrojados al fuego eterno. A continuación sigue el juicio sobre Israel. Los rebeldes serán muertos. Los israelitas que se vuelvan al Señor entrarán en el reino del milenio y disfrutarán de sus bendiciones.

Cristo comienza ahora su reinado de mil años, principalmente judío. Cristo gobierna sobre aquellos que han sobrevivido el juicio de los gentiles y el juicio de Israel recién descritos. El reino cumplirá todas las promesas hechas a Israel en el A.T.

Los que entran en el reino del milenio serán seres humanos normales. Habrá prosperidad, productividad y maravillosa paz. La tierra será llena del conocimiento del Señor. La adoración será en el Templo de Jerusalén, al cual llegarán todas las naciones. Los sacrificios de animales volverán a ser ofrecidos como ofrendas conmemorativas.

Los santos resucitados vivirán en la nueva y santa Jerusalén, que estará en el aire, echando su luz sobre la tierra, participará con Cristo en ciertos juicios, podrán descender desde la nueva Jerusalén a la tierra a fines de tomar parte en estos juicios.

Los hijos nacidos de esta gente durante el milenio sobrepasarán grandemente a sus padres, se convertirán y serán verdaderos creyentes. Los que se vuelvan rebeldes serán refrenados por Cristo y

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ejecutados. No son verdaderos creyentes serán reunidos con Satanás al fin del milenio. Esta rebelión final, será totalmente aplastada por Cristo, los enemigos de Dios serán destruidos y Satanás será arrojado al lago de fuego. Antes del fin del milenio, todos los creyentes que hubieran muerto durante el milenio serán resucitados.

Una vez terminado el milenio, todos los muertos no creyentes serán resucitados y serán juzgados ante el gran trono blanco. El estado final será iniciado en este momento. Dios creará ahora un nuevo cielo y una nueva tierra, será quitado todo pecado e imperfección. La Jerusalén celestial descenderá ahora a esta nueva tierra donde Dios y su pueblo morarán juntos en una eterna y perfecta bienaventuranza. Habrá una distinción por toda la eternidad entre los judíos redimidos y los gentiles redimidos.

CAPÍTULO 15: UN ANÁLISIS CRÍTICO DEL PREMILENIALISMO DISPENSACIONALISTA

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1) El dispensacionalismo no hace justicia a la unidad básica de la revelación bíblica. Divide la historia en siete dispensaciones diferentes. Un período donde el hombre es puesto a prueba con referencia a cierta revelación específica de la voluntad de Dios. Pero, en vez de necesitar ser repetidamente probado, el hombre necesita que se le muestre en cada era de su existencia cómo puede ser librado de su impotencia espiritual y salvado por la gracia. Una de las grandes dificultades reside en que en el mismo las diferencias entre los diversos períodos de la historia de la redención parecen pesar más que la unidad básica que dicha historia tiene. Cuando uno no hace plena justicia a la unidad de la actividad salvífica de Dios para con la humanidad, y cuando uno establece distinciones muy marcadas entre las diferentes dispensaciones, existe el peligro que uno no reconoce los avances acumulativos y permanentes que caracterizan los tratos de Dios con su pueblo en los tiempos del N.T. El principio de la discontinuidad entre una y otra dispensación ha llegado a invalidad y virtualmente anular el principio de la revelación progresiva.

2) La enseñanza que Dios tiene un propósito separado de Israel y par la Iglesia es errónea. El Nuevo Testamento mismo con frecuencia interpreta las expresiones que se refieren a Israel de tal modo que sean aplicables a la Iglesia del N.T, la que incluye tanto a judíos como a gentiles. La Iglesia del N.T. es el cumplimiento de Israel del A.T. (1 Pedro 2:9). Pedro estaba escribiendo a cristianos que residían en estas provincias, la mayoría eran gentiles. Pedro, por lo tanto, está dirigiéndose a los miembros de la Iglesia del N.T. Pedro está aplicando a la Iglesia del N.T. expresiones que el A.T. se utilizan para describir a Israel. Ya no se piensa en que el pueblo de Israel constituye exclusivamente la raza escogida, la iglesia judeo-gentil, es ahora el pueblo elegido de Dios. La nación santa de Dios, ahora se debe llamar de este modo a toda la Iglesia: “un pueblo adquirido por Dios”. La expresión “Linaje de Abraham” amplía su significado al incluir a los gentiles, ya no son solamente los judíos, los gentiles también lo son en sentido espiritual. Así, todos estos son verdaderos herederos de las promesas hechas a Abraham. Las palabras Sion y Jerusalén apuntan ahora al grupo de santos redimidos. La nueva Jerusalén, por tanto, es la Iglesia de Jesucristo. Ahora, el N.T. muchas veces habla de los judíos, distinguiéndolos de los gentiles (Romanos 9; Efesios 2:11), sin embargo, aunque distinga a estos judíos de los gentiles, de ninguna manera significa que Dios tenga un propósito separado para Israel. Desde el principio, el propósito de Dios para con Israel no fue que éste sería en el futuro el recipiente de privilegios especiales que serían negados a los

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gentiles, sino más bien que Israel tendría que ser una bendición para todos los pueblos del mundo. ¿En qué consiste entonces el futuro de Israel? Claro que lo hay, pero el futuro de los creyentes israelitas no debe ser separado del futuro de los creyentes gentiles. La esperanza es exactamente la misma, no debe ser visto en términos de un reino político en Palestina que dure mil años, sino en términos de una bienaventuranza eterna compartida con todo el pueblo de Dios sobre una nueva tierra glorificada.

3) El A.T. no enseña que habrá un futuro reino terrenal de mil años, no dice nada al respecto. Los pasajes que comúnmente se interpretan como descripciones del milenio en realidad describen la nueva tierra que es la culminación de la obra redentora de Dios. Isaías, por ejemplo, describe en lenguaje figurativo el hecho de que los habitantes de la nueva tierra vivirán vidas de una longitud incalculable (25:20). Este pasaje no requiere ser interpretado como una descripción del milenio, sino que tiene buen sentido cuando lo entendemos como un retrato inspirado de la nueva tierra por venir. Isaías 11, describe inequívocamente a la tierra, pero no tenemos que pensar que es una descripción del estado del milenio, sino una descripción de la nueva tierra final. Ezequiel 40 al 48, no da indicaciones en estos capítulos de que él esté describiendo algo que sucederá durante el milenio previo al estado final. Ezequiel está aquí describiendo el glorioso futuro del pueblo de Dios en la era por venir en términos que los judíos de ese tiempo entenderían. Ezequiel describe una futura bendición con cuadros de un templo y sus sacrificios. Isaías 2:1-4, no cuadra con el milenio de los dispensacionalista. La guerra no ha quedado totalmente desterrada de dicha dispensación, dado que habrá todavía un ataque final contra el campo de los santos. Solamente en la nueva tierra será cumplida totalmente esta parte de la profecía de Isaías. Es una descripción no del reino del milenio, sino de las condiciones que regirán sobre la nueva tierra.

4) La Biblia no enseña una restauración de los judíos a su tierra en el milenio. Isaías 11, el profeta está prediciendo el regreso de un remanente del pueblo de Dios en un futuro previsible desde las tierras a la que había sido llevado cautivo. En Jeremías 23, la restauración que indica no debe confundirse con el regreso del remanente de Judá bajo Esdras, Nehemías y Zorobabel al final de los setentas años de cautiverio (Jeremías 29:10). El hecho de que Jeremías mismo específicamente mencione el regreso del cautiverio de Babilonia en el capítulo posterior fundamenta la afirmación que este es el regreso que él está prediciendo en el capítulo 23. En Ezequiel 34:12-13, la Biblia de Scofield, aplica la profecía a la restauración de Israel a su tierra durante el

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milenio. Sin embargo, visto que Ezequiel profetizó a los cautivos en Babilonia, ¿no es más probable que la referencia inmediata de esta predicción sea el regreso del cautiverio babilónico? Zacarías 8, es otro pasaje interpretado que se dice describe la restauración de Israel en el milenio. Pero su propósito, era el de instar que más cautivos de Babilonia regresaran a Jerusalén que ya lo habían hecho. La predicción se cumplió literalmente en los días de Esdras. Todas las predicciones de una restauración de los israelitas a su tierra que hemos examinado hasta ahora se han cumplido literalmente. No hay necesidad de que se diga que aún debemos esperar el cumplimiento literal de estas predicciones en el futuro distante. Amós 9, habla de una residencia de Israel en la tierra que durará no solo mil años, sino para siempre. El énfasis primario de Amós, no es el de describir la reunión del milenio de Israel, sino el de describir una residencia eterna de Dios en su tierra. No aporta prueba alguna de que el pueblo de Israel vaya a ser reunido en su tierra durante el milenio. Las profecías del A.T. respecto a la restauración de Israel pueden también tener cumplimientos múltiples. Para ser más precisos, pueden cumplirse de tres maneras: literalmente, figurativamente o anticipadamente. En consecuencia, se concuerda con los dispensacionalista en que las profecías del A.T. respecto a la restauración de Israel a su tierra anticipan, un glorioso futuro, pero en él no está el milenio, sino que incluye toda la eternidad, y entendemos que ese futuro significa buenas nuevas no sólo para los israelitas. Vemos en estas profecías del A.T. las anticipaciones inspiradoras de las visiones gloriosas del Apocalipsis 21 y 22.

5) La enseñanza dispensacionalista respecto a la postergación del reino no encuentra apoyo en las Escrituras. En primer lugar, no es correcto dar la impresión de que todos los judíos del tiempo de Jesús rechazaron el reino que él le ofreció. No es cierto que Cristo postergó el reino cuando estuvo en la tierra. El no solamente ofreció el reino a los judíos de su tiempo, sino que lo estableció y muchas otras personas se hicieron seguidores suyos. El reino que Cristo ofreció a los judíos de su tiempo no incluía su ascensión a un trono terrenal, como lo sostienen ellos, si hubieses sido así, lo habían tomado como acusación. Por el contrario, él dijo que su reino no era de ese mundo. Un tercer punto, es la crucifixión de Cristo y su anulación si los judíos lo hubiesen aceptado como rey. La verdad es que Cristo fue a la cruz para padecer nuestros pecados, y para hacernos justos ante su padre.

6) La enseñanza dispensacionalista respecto a la iglesia con paréntesis no cuenta con el apoyo de las Escrituras. En primer lugar, el A.T. nunca predice la iglesia, afirma que los gentiles

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compartirán las bendiciones de la salvación con los judíos. No es correcto decir que la iglesia no era revelada de ninguna manera en el A.T. En segundo lugar, la Biblia enseña la continuidad entre el pueblo de Dios en los tiempos del Antiguo y Nuevo Testamento. El tercer punto es este, el concepto de la iglesia como paréntesis que interrumpe el programa de Dios para Israel no hace justicia a la enseñanza bíblica, es como si se tuviera propósitos diferentes para los judíos y gentiles. Las Escrituras claramente enseñan la centralidad de la iglesia en el propósito redentor de Dios (Mateo 16:18-19; Efesios 1).

7) No hay base bíblica para la expectativa que personas serán llevadas a la salvación después de que Cristo regrese. Hay claras indicaciones que la iglesia estará completa cuando Cristo vuelva. Así, no debemos esperar que gente todavía tenga oportunidad de creer en Cristo y llegar a la salvación después del regreso de Cristo.

8) El milenio dispensacionalista no es el milenio descrito en Apocalipsis 20:5. En primer lugar, Apocalipsis 20:4-6, no dice nada respecto a creyentes que no han muerto, sino que todavía están vivos al regresar Cristo. En segundo lugar, para los dispensacionalistas, el propósito del reino terrenal del milenio de Cristo es el de cumplir promesas hechas a Israel, hasta ahora no cumplidas, por ejemplo, el reino terrenal que habría sido prometido a David. Si este fuera el propósito del milenio ¿no es realmente sorprendente que Apocalipsis 20:4-6 no diga ni una palabra respecto a los judíos, la nación de Israel, la tierra de Palestina o Jerusalén? Para los dispensacionalistas, la restauración de Israel es el propósito central del milenio, por eso es significativo que nada de esto sea mencionado en el único pasaje de la Biblia que trata directamente del reinado del milenio de Cristo.

CAPÍTULO 16: EL MILENIO DE APOCALIPSIS 20

El punto de vista amilenialista del milenio descrito en Apocalipsis 20: El pasaje se divide en dos partes: 1-3, el encadenamiento de Satanás, y 4-6, el reinado de mil años de ciertas personas junto con Cristo.

Apocalipsis 20:1-3. Se hace una descripción del encadenamiento de Satanás. Es atado por mil años y después arrojado a un lugar llamado “abismo”. El propósito de este desencadenamiento es “para que no engañase más a las naciones, hasta que fusen cumplidos mil años”.

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Apocalipsis contiene muchos números simbólicos. El número “mil” no debe ser interpretado en sentido literal. Sabemos que el número 10 significa plenitud, y visto que mil es diez a la tercera potencia, podemos pensar que la expresión “mil años” es una representación de un período completo. Este período de mil años se extiende desde la primera venida de Cristo hasta muy poco tiempo antes de la segunda. Dado que el “lago de fuego” representa el lugar del castigo final, “el abismo” mencionado no ha de ser el lugar de castigo final. Es una descripción figurativa del modo en que las actividades de Satanás serán refrenadas durante el período de mil años.

¿Qué quiere decir que es atado o encadenado? La atadura o el encadenamiento que se describe significa que durante la era del evangelio, en la que ahora vivimos, la influencia de Satanás, aunque no aniquilada, está restringida de tal manera que no puede impedir la difusión del evangelio por las naciones. Debido a la atadura de Satanás durante la era presente, las naciones no pueden conquistar la iglesia, sino que la iglesia está conquistando a las naciones.

Versículos 4-6, el reino de los mil años. Aunque es posible entender que los “mil años” describen un período de tiempo diferente del de los “mil años” de los versículos 1-3, no existe razón alguna fundamental que nos obligue a hacerlo. Tienen que ver con el mismo período de “mil años”, que abarca toda la dispensación neotestamentaria, desde el tiempo de la primera venida de Cristo hasta poco antes de la Segunda Venida de Cristo. Puesto que el período de mil años descrito en estos seis versículos es el mismo, los versículos 1-3 describen lo que sucede sobre la tierra durante este tiempo, y los versículos 4-6 describen lo que sucede en el cielo. ¿Quiénes se sientan en los tronos descritos? Este pasaje tiene que ver con las almas de todos los cristianos que habían muerto, pero en particular con las almas de aquellos que pagaron su lealtad de Cristo muriendo como mártires. “Revivieron, y reinaron con Cristo mil años”. La palabra vivieron o revivieron, del versículo 4, describe el hecho de que las almas de los creyentes que han muerto están ahora viviendo con Cristo en el cielo y están compartiendo su reinado durante el estado intermedio entre la muerte y la resurrección. El período de mil años durante el cual estas almas viven y reinan con Cristo es, como hemos visto, toda la era del evangelio, desde la primera venida de Cristo hasta su Segunda Venida. El milenio es ahora, y el reinado de Cristo con los creyentes durante este milenio no es un reinado terrenal sino celestial. No hay intención por parte de Juan para describir un reinado terrenal de mil años. La escena, como hemos visto, está ubicada en el cielo. “Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron los mil años”. En ninguno de los dos casos significa resurrección corporal, Juan está hablando de los

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incrédulos muertos, los “otros muertos”, distinguiéndolos de los creyentes muertos que ha estado describiendo recién. Los incrédulos muertos, no vivieron ni reinaron con Cristo durante el período de mil años. En tanto que los creyentes disfrutan después de la muerte de un tipo de vida en el cielo con Cristo, en la que comparten el reinado de Cristo, los incrédulos después de la muerte no comparten nada de esta vida ni de este reinado. “Hasta que se cumplieron los mil años” no significa que estos muertos incrédulos vivirán o reinarán con Cristo después que haya terminado este periodo. La expresión es seguida por una afirmación que indica que algo diferente sucederá al fin delos mil años. Más adelante se dice que es lo que pasará con estos muertos incrédulos, “la segunda muerte”, el castigo eterno posterior a la resurrección del cuerpo, un cambio no para mejor sino para peor. “Esta es la primera resurrección”, describe lo que sucedió con los creyentes muertos a quienes Juan describía a final del versículo 4. Es la transición de la muerte física a la vida con Cristo en el cielo “resurrección”. La “primera resurrección” significa que seguramente habrá una “segunda resurrección” para estos creyentes muertos, la resurrección del cuerpo que ocurrirá cuando Cristo regrese al fin del período de mil años. “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección”. Y las palabras que siguen dan la razón de esta bienaventuranza: “la muerte no tiene potestad sobre éstos”. La segunda muerte es el castigo eterno. La primera resurrección no es una resurrección corporal, por lo tanto, los creyentes muertos adorarán a Dios y a Cristo como sacerdotes y reinarán con Cristo como reyes, hasta que Cristo regrese. Después, estos creyentes tendrán una vida más rica con sus cuerpos glorificados.

Esta es la interpretación amilenialista de Apocalipsis 20. No dice nada respecto a un reinado terrenal de Cristo sobre un reino principalmente judío. Describe el reinado con Cristo de las almas de los creyentes muertos, un reinado que tiene lugar en los cielos entre la muerte de ellos y la Segunda Venida de Cristo. Describe el encadenamiento de Satanás durante la era presente para que no pueda impedir la expansión del evangelio.

CAPÍTULO 17: LA RESURRECCIÓN DEL CUERPO

La Biblia enseña que Dios creó al hombre cuerpo y alma, y que el hombre no es un ser completo aparte de su cuerpo. Tanto la encarnación como la resurrección corporal de Cristo comprueban que el cuerpo no es malo, sino bueno. Por haber él resucitado, todos resucitaremos con un cuerpo glorificado. Los que ya han muerto y están en un estado intermedio, su felicidad no será completa hasta que sus cuerpos hayan resucitado de entre los muertos. La resurrección del cuerpo es una doctrina singularmente cristiana.

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La Biblia enseña que la resurrección de los creyentes y de los incrédulos sucederá conjuntamente (Daniel 12:2), sin indicación alguna de que esté separada por un largo periodo de tiempo.

En Juan 5, encontramos la resurrección de los creyentes y la de los incrédulos mencionada conjuntamente. En Hechos 24, la palabra resurrección está en singular. En Apocalipsis 20:11-15, describe claramente una resurrección general de todos los muertos.

La Biblia enseña que todos los creyentes serán resucitados en el momento de la Segunda Venida de Cristo, “el día postrero” (1 Tesalonicenses 4:16; Filipenses 3:20-21; 1 Corintios 15:23).

Los argumentos a favor de una resurrección de dos fases, que se basan en 1 Tesalonicenses 4:16 y 1 Corintios 15:23-24, no son decisivos. En ninguno de ellos se menciona a los incrédulos; de allí la suposición de que la resurrección de los creyentes sucederá en un tiempo diferente a la de los incrédulos. Pero la razón por la cual Pablo no menciona a los incrédulos es que él se está ocupando solamente de la resurrección de los creyentes, la que difiere en principio de la de los incrédulos. Cuando Pablo describe los beneficios que el cristiano recibe de Cristo a través de su resurrección, no le es posible incluir a los incrédulos.

Parte de 1 Tesalonicense 4:16 no habla de un espacio entre la resurrección de los creyentes e incrédulos, sino entre la resurrección de los muertos en Cristo y el arrebato de los creyentes que estén todavía vivos.

En 1 Corintios 15:23-24 no hay ninguna evidencia decisiva de que los incrédulos serán resucitados mucho tiempo después de que los creyentes hayan sido resucitados. Pablo no dice nada respecto a la resurrección de los incrédulos; su enseñanza aquí trata solamente de la resurrección de los creyentes.

La conclusión es que no hay base bíblica para la teoría de una resurrección doble o cuádrupla. La clara enseñanza de la Biblia es que cuando Cristo regrese habrá una resurrección general tanto de creyentes como de incrédulos. Después de esta resurrección general seguirá el juicio.

En cuanto a la naturaleza de esta resurrección, el A.T. enseña que hay diferencia entre la suerte del bueno y del malo después de la muerte. Daniel 12, es el único lugar en el Antiguo Testamento en el cual ocurre la expresión eterna. Daniel da aquí claro testimonio de la futura resurrección del cuerpo, habrá una resurrección, vida eterna y para desprecio eterno. La resurrección que Daniel predice aquí está limitada a los israelitas, pero es algo lógico. La enseñanza del A.T.

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respecto a una resurrección el cuerpo será tanto para vida eterna como condenación eterna.

En el N.T. lo que está en el centro mismo de dicha enseñanza es la resurrección de Cristo. La resurrección de Jesús es la prenda y garantía de la resurrección futura de los creyentes. La resurrección de Cristo nunca será seguida por la muerte. (1 Corintios 15:20; Colosenses 1:18; Romanos 8:29; Juan 14:19).

Está resurrección con nuevo cuerpo, será entendido como que en el nuevo no hay corrupción, no tendrá limitaciones, ni debilidad, será un cuerpo guiado, dominado y dirigido por el Espíritu Santo, habrá continuidad entre el cuerpo presente y el nuevo, pero también habrá diferencias. Parece que no tendremos necesidades humanas de sexo ni comida, y experimentaremos cosas que son inexplicables ahora.

CAPÍTULO 18: EL JUICIO FINAL

Para cuando llegue el juicio final, el destino final de todos los que han vivido o todavía viven sobre la tierra ya habrá sido determinado. El propósito es desplegar la soberanía de Dios y la gloria de Dios en la revelación del destino final de cada persona. Será el grado de recompensa o de castigo que cada uno recibirá, relacionados con la vida que la gente ha vivido, esto deberá ser definido en el momento del juicio final. También, su propósito será el de ejecutar el juicio de Dios sobre cada persona.

Habrá solo un juicio final que seguirá a la resurrección. Ocurrirá al fin de la era presente, los nuevos cielos y la nueva tierra comenzarán a existir después del juicio. Su duración no se puede saber. Cristo será el juez, y significará la subyugación total de todos sus enemigos, y el cumplimiento de su reino, tras lo cual él entregará el reino a su Padre. Será asistido por ángeles y santos, que de alguna manera tomarán parte en la tarea de juzgar. Serán juzgados los ángeles caídos, los seres humanos y todos los creyentes. Se juzgará todas las cosas que hayan sido hechas en esta vida presente, las buenas y las malas serán tomadas en cuenta, nada estará escondido. Los creyentes nada tienen que temer. La norma por la que serán juzgados será la revelación de la voluntad de Dios, a más revelación más responsabilidad, juzgados según la luz que haya sido revelada en ellos. La fe debe revelarse en las obras, así que las obras tomarán parte importante con relación a la fe. Habrá una variación de la recompensa en cuenta de la consagración que hayamos tenido con el Señor, así también, una variación en los castigos eternos, según la maldad que tenga cada incrédulo.

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El significado del día del juicio es que la historia del mundo se está moviendo hacia una meta. El juicio revelará que la salvación y la eterna bienaventuranza dependerán de la relación para con Cristo Jesús. El hecho de que el día del juicio sea ineludible subraya la responsabilidad del hombre por su vida, y afirma la seriedad de la lucha moral en la vida de toda persona, en especial en la vida del cristiano. El día del juicio significa el triunfo final de Dios y su obra redentora en la historia-la conquista final y decisiva de todo mal y la revelación final de la victoriosa del Cordero. El juicio revelará, que al fin la voluntad de Dios será hecha perfectamente.

CAPÍTULO 19: EL CASTIGO ETERNO

Ese estado final será de eterna miseria o de eterna bienaventuranza. Desde el comienzo mismo la doctrina es presentada y enseñada en la iglesia cristiana, por los teólogos de la Edad Media, la Reforma, y a partir del siglo XVIII algunos teólogos cristianos la empezaron a negar. Hoy día, la negación toma dos formas principales: la del universalismo y la del aniquilacionismo. Los universalistas creen que el infierno y el castigo eterno son inconsistentes con el concepto de un Dios amante y poderoso. Enseñan que el fin de todos los hombres será la salvación. Algunos de ellos piensan que las personas que han sido malas, serán castigadas durante cierto tiempo, pero que a lo último nadie se perderá. El aniquilacionismo puede tener dos formas. Una de ellas dice que el hombre fue creado inmortal, pero que los que continúan en pecado son privados de la inmortalidad y simplemente son aniquilados. La otra forma, conocida como “inmortalidad condicional”, piensa que el hombre fue creado mortal. Los creyentes reciben la inmortalidad como don de la gracia, y por lo tanto, continúan existiendo en un estado de bienaventuranza después de la muerte. Los incrédulos no reciben este don, cuando mueren son aniquilados. Ambas, niegan la doctrina del castigo eterno.

El castigo eterno es una doctrina enseñada por la Escritura, por Cristo y los Apóstoles. En el Sermón del Monte encontramos al menos tres referencias al infierno (Mateo 5:22). Jesús habla respecto al infierno, indicando que los sufrimientos del infierno comprenden tanto el que como el alma.

La palabra que utiliza el Señor es la palabra griega geena, que se traduce por infierno. Esta palabra es la forma griega de la expresión aramea de hinnom, que significa “valle Hinom”. Este era un valle al sur de Jerusalén en el cual en ciertas ocasiones los padres hebreos ofrecieron sus hijos como sacrificio al dios amonita Moloc en los días de Acaz y Manasés. Se trasformó en símbolo del pecado y de

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la miseria, razón por la que la palabra Gehenna llegó a ser usada como designación para el fuego escatológico del infierno y para el lugar del castigo final, el castigo de Gehenna nunca termina.

Jesús da a entender que los sufrimientos del infierno comprenden tanto el cuerpo como el alma, y que por lo tanto presuponen la resurrección del cuerpo. Aquí Jesús enseña claramente que el fuego del infierno no es un tipo de castigo temporal, sino un castigo eterno y sin fin.

En Marcos 9:43, se dice que el fuego del infierno “no puede ser apagado”. Sin embargo, lo que estas imágenes quieren transmitir es que la angustia y el tormento interiores simbolizados por el gusano nunca terminarán, y que el sufrimiento externo simbolizado por la llama nunca cesará.

Otra imagen aparece en Mateo 13:41, 42. Se menciona específicamente la duración eterna del castigo, las imágenes utilizadas sugieren la amargura del remordimiento y la desesperada auto condenación, aislamiento de los perdidos y su eterna separación de la amable comunión con Dios.

Dos palabras que fueron frecuentemente utilizadas en los pasajes citados: apollymi (destruir, arruinar, perderse o perecer) y aiunios (eterno). Apollymi nunca significa la aniquilación en el N.T. Esta palabra nunca significa aniquilar cuando se la aplica a otras cosas que no sean el destino eterno del hombre. Apollumi no significa aniquilación cuando se usa en otros casos, no cabe esperar que la palabra signifique aniquilación cuando es usada para describir el destino final de los malvados.

Aionios, se traduce por “eterno”, tiene tres significados: 1) sin comienzo, 2) sin comienzo ni fin, 3) sin fin. Cuando aiunios es utilizado para describir el destino futuro, ya sea del pueblo de Dios o de los malos, significa sin fin. Tendríamos entonces que el tormento de los perdidos ¡es tan eterno como Dios!, descrita como la segunda muerte.

No toda persona tendrá los sufrimientos de un Judas, Dios será perfectamente justo y cada persona sufrirá precisamente lo que merece.

La enseñanza bíblica respecto al infierno debe añadir una nota de profunda seriedad a nuestra predicación y enseñanza bíblica. Debemos hablar respecto al infierno con renuencia, con dolor, quizá hasta con lágrimas, pero debemos hablar al respecto. Para nuestra empresa misionera, la doctrina del infierno debe incitarnos a un mayor celo y urgencia. Si es cierto que mucha gente va rumbo a una eternidad sin Cristo a menos que escuchen el evangelio ¡cuán

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ansiosos deberíamos estar de llevarles el evangelio! Porque ¿cómo creerán si no se les predica?

CAPÍTULO 20: LA NUEVA TIERRA

La Biblia enseña que los creyentes irán al cielo cuando mueren. Otra cosa que las Escrituras enseñan es que ellos serán felices durante el estado intermedio entre la muerte y la resurrección. Pero su felicidad será provisional e incompleta. Para la plenitud de su felicidad ellos esperan la resurrección del cuerpo y la nueva tierra que Dios creará como culminación de su obra redentora. Es a esa nueva tierra a la que ahora dirigimos nuestra atención.

Dios creará una nueva tierra en la cual viviremos para la gloria de Dios, con cuerpos resucitados y glorificados. Es en esa nueva tierra donde esperamos pasar la eternidad, disfrutando de sus bellezas, explorando sus recursos y usando sus tesoros para la gloria de Dios. Seguiremos estando en el cielo a la vez que estamos en la nueva tierra, ya no estarán separados, sino que serán uno.

En segundo lugar, la doctrina de la nueva tierra es importante para captar correctamente toda dimensión del programa redentor de Dios. La obra de Cristo no consiste simplemente en salvar personas, sino que es nada menos que la de redimir toda la creación de los efectos del pecado. Dicho propósito no se cumplirá hasta que Dios haya establecido la nueva tierra.

La tercera razón está en que ayuda a la correcta comprensión de la profecía del A.T. En consecuencia, el tener en mente la doctrina de la nueva tierra dará a conocer el significado de grandes porciones de la literatura profética del A.T. de modos sorprendentemente nuevos. La tierra como morada y herencia.

Apocalipsis 21:1-4, describe la nueva tierra:

1) Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque… Lo que Juan ve no es un universo totalmente otro sino uno que ha sido gloriosamente renovado.

2) “la santa ciudad, la nueva Jerusalén”, que representa a la totalidad de la Iglesia glorificada de Dios. La morada de Dios ya no estará lejos de la tierra, sino en la tierra. No habrá más lágrimas sobre la nueva tierra y disfrutaremos de una comunión eterna e ininterrumpida con Dios y con el pueblo de Dios, incluyendo a seres queridos y amigos a quienes hemos amado y perdido por un tiempo. La nueva Jerusalén será el centro de la tierra… sugiere que Dios morará sobre la nueva tierra que incluirá a creyentes tanto judíos como gentiles. No habrá

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templo, ya que los habitantes tendrán una comunicación directa y continua con Dios.

3) “los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella” Entre los habitantes de la nueva tierra, estará incluida gente que logró gran prominencia y ejerció gran poder sobre la tierra actual “reyes, príncipes, líderes, y otros tales”. Cualquier cosa que haya contribuido a “la liberación de la existencia humana”, será retenida y aumentada en la nueva tierra.

4) Las naciones vivirán juntas en paz. La maldición que ha pesado sobre la creación desde la caída del hombre será quitada. Los siervos de Dios lo adorarán, el descanso no será de simple ocio.

5) La existencia en la nueva tierra estará distinguida por el perfecto conocimiento de Dios, el perfecto disfrute de Dios y el perfecto servicio a Dios.

La doctrina de la nueva tierra debería darnos esperanza, valor y optimismo en estos días de desesperanza general. Cristo ha vencido y ha logrado la victoria final. Esto nos debería alentar para buscar soluciones a los problemas, porque sabemos del final glorioso, debemos contribuir a ese final.


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