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8/17/2019 La Brecha Teoría/praxis - J.bassi
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La brecha teoría /praxis eninvestigación social: ¿revolución o
muerte? Javier Bassi
Resumen: En este trabajo problematizo la noción de brecha
entre teoría y praxis y la acusación de incoherencia entre la
palabra y el gesto, habitualmente hecha a los/as académicos/as
de las universidades.
En primer lugar, sostengo que la noción parte del supuesto —en la actualidad y desaado por el proceso de neoliberalizaciónde la Universidad en tanto institución— de que los/as
académicos/as son una elite privilegiada que escribe, desde
«torres de marl», acerca de aquello que no vive y en buenamedida desconoce. Deendo que en la actualidad, buena partedel cuerpo académico no encaja en esa descripción, ya que la
profesión se halla en proceso de pérdida de estatus y derechos.
En segundo lugar, es más probable que la acusación deincoherencia se dirija a los/as académicos que suscriben
y/o actualizan formas contrahegemónicas de producción de
conocimiento, en la medida que se hallan en la constante
paradoja de hacer ciencia social, desde y contra la ciencia
social misma.
En tercer lugar, sostengo que la acusación de incoherencia
parte de una concepción reduccionista de «lo político» quelo limita a la acción directa. Al contrario, y en la medida que
se considere que las ciencias sociales son inherentemente
políticas, en tanto proponen versiones socialmente legitimadas
del mundo, la opción dicotómica acción/inacción puede ser
reemplazada por el análisis de los efectos diferenciales de cada
tradición teórica y/o praxis académica.
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Finalmente, presento algunas de tales tradiciones que,
sin ser abiertamente revolucionarias, son contrahegemónicas
y contribuyen a la transformación de la ciencia social y al
acercamiento entre teoría y praxis.
Palabras clave: investigación social, teoría/praxis,
universidad, estudios poscoloniales, metodologías
participativas, autoetnografía, diseños exibles
1. La acusación
La discusión acerca de la brecha entre la teoría y la praxises casi tan antigua como las ciencias sociales mismas. De hecho,
es ya un lugar común criticar la distancia que separa la retórica
encendida de algunos/as académicos/as, particularmente los/as
auto-rotulados/as como «críticos/as», y su praxis concreta,
tanto dentro como fuera de la sala de clases. ¿Hay algo querevisar en este lugar común?
En principio, tiendo a creer que la crítica está parcialmente
justicada. Después de todo, la ciencia social según se practica —también en Chile— es mayormente una tarea
llevada a cabo por una elite ilustrada, a menudo encapsulada
y autorreferencial, en una institución socialmente legitimada
como la Universidad (en el caso chileno, en muy pocas de
ellas) e inuenciada de modo marginal o nulo por parte delos/as (apropiadamente llamados/as) «informantes», respecto
de la elección, construcción y abordaje de los problemas de
investigación y, muy particularmente, respecto del uso del
conocimiento generado.
Insistiré sobre el último punto: habitualmente, los/as
investigadores/as detentan el control de la totalidad de
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los procesos investigativos y rara vez incorporan a los/as
informantes como algo más que proveedores/as de información,
para una causa que les es ajena (para un tratamiento más extenso
de la cuestión, ver BASSI 2013a).
Parece que poco puede agregarse a este respecto: la crítica
ya ha sido hecha (y es a menudo auto-reconocida), y las
alternativas al estado de cosas ya han sido planteadas. En efecto,
tal como en otras áreas de funcionamiento social/teorización,
no nos encontramos ante una carencia de posibles caminos
secundarios. Considérese la crítica a la cárcel en tanto institución(su naturaleza, su sentido, sus efectos) (MORRIS 1974/2009;WACQUANT 1999/2008; DAVIS 2003); considérese lacrítica a la psiquitaría, su gnoselología y sus derivaciones
(SZASZ 1961/1994; COOPER; 1967; PÉREZ SOTO 2014);considérese la crítica foucaultiana a las disciplinas «de raíz
psi-» y los efectos de sus prácticas (FOUCAULT 1975/2005;ROSE, 1985); considérese la actual crítica a la creciente
neoliberalización de la Universidad (SISTO 2007; PARKER2013).
En n, se han formulado críticas radicales —disolventes—que no parecen haber llevado a cambios radicales. Más bien,
la cárcel, las disciplinas «psi-» y la Universidad, para seguir
con los ejemplos y según las conocemos, son, con suerte, el
emergente (en el sentido que lo entiende la primera horneada de
teóricos/as sistémicos/as) de un sistema complejo de factores,
uno de los cuales —y, ciertamente, no el más inuyente— esla producción y la actividad académica.
Por lo dicho, parecería haber algo digno de atención en
la acusación en la medida que los/as académicos/as suscriben
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y difunden la crítica, pero no la realizan (al menos no en la
misma medida): así, el peritaje, el diagnóstico, el examen. Por
lo tanto, a regañadientes o no, los/as académicos/as contribuyena sostener aquellas instituciones que tan ardientemente atacan
en la sala de clases. Así, la cárcel, el hospital, la escuela.
2. Sí, pero
A pesar de lo dicho hasta aquí, entiendo que la acusación
puede objetarse en tres sentidos: —Buena parte de los/as académicos/as, tanto a nivel global
como en el contexto chileno, ya no constituye una elite
privilegiada
—La brecha teoría/ praxis no se distribuye de forma equitativa por toda la academia
—La acción directa no es la única forma de acción política.Veamos estos argumentos en detalle
2.1 ¿Torre de marfl o choza?
La crítica a la brecha teoría/praxis se apoya en una imagentópica: los/as académicos/as como una elite privilegiada,
apoltronada, que mira hacia abajo un mundo ajeno, desde su
«torre de marl». Esa imagen es válida, globalmente, para laUniversidad antes de la segunda mitad del siglo XX y, para
el caso chileno y en la actualidad, para una parte ínma delcuerpo docente. Poco queda de aquella Universidad «sin
condición» de la que hablara DERRIDA (2001/2002, p. 9): dela Universidad de hoy puede decirse de todo… menos que no
tiene condiciones (RIPALDA 2013).
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El proceso de neoliberalización de la Universidad puede
rastrearse hasta principios del siglo XX, pero se hace más
evidente, en EEUU y Europa a partir de 1960 (GALCERÁN2013). En Chile, dicho proceso se halla en pleno desarrollo ysu referente cercano es las reformas a la educación superior,
particularmente la de 1981, llevada a cabo durante la dictadura
militar (MIRANDA 2015). El proceso puede sintetizarse endos tendencias interrelacionadas: la tendencia a transformar
a la Universidad en un epifenómeno del mercado de trabajo
o de las «necesidades del capital» (GALCERÁN 2013, p.
162) y la tendencia a gestionar las universidades bajo lógicasempresariales toyotistas de costo/benecio o managerización de la Universidad (SISTO 2007).
El efecto que este proceso —insisto, global— ha tenido
sobre las universidades es enorme: desde el cierre de carreras
humanistas y la priorización de la formación técnica, hasta la
consideración de los/as estudiantes como clientes que —desde
una lógica de rational choice — (WILLIAMS 2015) eligen, enla medida de sus posibilidades, carreras y universidades, entanto productos en competencia; desde la gestión universitaria
orientada al espectáculo hasta la producción en serie de artículos
cientícos (GARCÍA-QUERO 2014) para su publicación enrevistas indexadas como forma de mejorar la posición de las
universidades en los ránquines (HAZELKORN 2011) y, portanto, su appeal en tanto productos. Otro efecto destacado del
proceso de neoliberalización de las universidades del que hablo
es el encogimiento y exibilización de la estructura de lasuniversidades. Es éste último aspecto en el quiero detenerme.
En principio, los términos académico/a o catedrático/a
—como el de professor en inglés— llevan a equívocos en
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virtud de las asociaciones que producen. En un artículo en The
Guardian, Sarah CHURCHWELL, profesora en la Universityof East Anglia, se hacía eco del estereotipo (PRESTON
2015, la traducción es mía): un mundo de «diletantes paseándose en pantuas, fumando en pipa y bebiendo jerez»(dilettantes lounging around with pipe and slippers sipping
sherry). Renglón seguido, dice CHURCHWELL: ese mundo«desapareció hace décadas».
En el contexto chileno, el término profesores/as taxi resulta
más adecuado en la medida que casi el 80% de los/as profesores/asuniversitarios/as no trabajan a tiempo completo en ninguna universidad
(SALAZAR 2014). Carmen María MACHADO (2015) describe lasituación de los/as profesores/as «adjuntos/as», como son llamados
en el contexto anglosajón y que representan el
40% del total de profesores/as en EEUU (la traducción es mía):
La estampa que pinta MACHADO respecto de EEUUes también representativa de Chile: los/as académicos/as, en
general, trabajan en varias universidades al mismo tiempo,son vinculados/as a ellas mediante «convenios» de honorarios
semestrales (en virtud de lo cual no se los/as reconoce como
trabajadores/as sino como prestadores externos de servicios).
No hacen aportes al sistema de pensiones, deben recuperar
clases perdidas por enfermedad, tienen nula inuencia en
Los/as adjuntos/as están en general vinculados/as mediantecontratos semestrales; no se les brinda cobertura de salud,
benecios de pensión, ocina o desarrollo profesional y se los/as provee de pocos recursos de la universidad. (…) Muchos/as
adjuntos/as enseñan en varias universidades, moviéndose entredos o tres para cubrir los gastos (make ends meet ) y a menudo,
no pueden avanzar con su propio trabajo académico o artístico
debido a sus agendas.
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las decisiones que hacen de la Universidad lo que es y están
sujetos/as a las arbitrariedades y vaivenes propios de una gestión
esencialmente antidemocrática, cortoplacista y orientada al
rédito económico.
Así, podría decirse que en una imagen más ajustada de
los/s académicos/as debería reemplazarse el privilegio por
la precariedad, la poltrona vitalicia por la alta rotación y la
impredictibilidad del futuro, la intocabilidad por la fácil
prescindencia, el poder omnímodo por un disciplinamiento
simple y sin consecuencias en virtud de la fragilidad delvínculo, que une a los/as profesores/as con las universidades,
la «torre de marl» por el trabajo desde casa o «la ocina acuestas».
En denitiva, poco o nada queda de los/as académicos/as de la primera mitad del siglo XX y hacia atrás. Puede
objetarse, claro, que incluso habiendo perdido buena parte de
sus privilegios y de ser, cada vez más, un número en la columna
del Debe, los/as académicos/as son aún una elite ilustrada eincluso económica, si se atiende a la altísima desigualdad que
caracteriza a la sociedad chilena.
No obstante, matizar los privilegios de los/as académicos/
as cambia la forma de concebir la brecha entre teoría y praxis
a la que me he referido, en la medida que ya no se trata de una
casta superior que declama acerca de los problemas del mundo
y manda a otros/as a solucionarlos desde la impenetrabilidad
de su torre, sino que se trata de un grupo social en pleno
proceso de pérdida de estatus, que se halla no fuera sino justo
en medio de uno de los procesos de cambio más signicativosde su época: la expansión del capitalismo neoliberal.
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2.2 ¿Incoherencia o plena coherencia?
Otra objeción que quiero hacer está relacionada con,
por así decirlo, la distribución de la incoherencia al interior
de la academia. Sostendré que la brecha teoría/ praxis
afecta, como es de esperar, más a quienes proponen miradas
contrahegemónicas de la realidad social y no tanto a quienes
se funden en el Zeitgeist . Veamos esto en detalle.
La crítica acerca de la brecha teoría/ praxis puedesintetizarse en dos ideas relacionadas:
—la ciencia social es una práctica elitista desarrollada por unacasta privilegiada desde esas «torres de marl» que son lasuniversidades y
—los/as académicos/as no hacen lo que declaman tan
fervorosamante (y son, por tanto, incoherentes)
He tratado la primera idea en el punto anterior. Pasemos a
la segunda. No puede formularse un juicio grueso acerca de la
inuencia del trabajo académico. La versión de dicho trabajoque mayores sinergias y estímulos encuentra en su caminohacia la institucionalización (BERGER & LUCKMANN1967/2008) es en diversa medida dócil al signo de los tiempos,es decir, al capitalismo neoliberal: de esa docilidad emana,
justamente, su capacidad de inuencia.
Para seguir con los ejemplos que mencioné antes —la
cárcel, las disciplinas de raíz psi- y la Universidad—, podríamos
mencionar la producción de conocimiento pretendidamente
técnico, para mejorar la abilidad de los peritajes clínico- jurídicos, para «detectar» de forma más rápida y económica
las «patologías psiquiátricas», que el Manual de trastornos
psiquiátricos (DSM por sus siglas en inglés) de la American
Psychological Association postula que existen, para optimizar
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la relación costo/benecio en la gestión de las universidades(por ejemplo, CENTER FOR COLLEGE AFFORDABILITYAND PRODUCTIVITY 2010).
Esta versión de las ciencias sociales es escuchada con
atención por los/as decission makers. Buenos ejemplos
históricos de esta comunión de intereses y potenciación mutua
son el conductismo, la (llamada) Escuela de Chicago y la
psicología organizacional en tanto disciplina. Veamos estos
ejemplos en mayor detalle.
En La psicología tal como la ve el conductista de 1913,texto conocido como el «Maniesto conductista», WATSONdecía (1913/1990, p. 7): «Si la psicología siguiera este planque estamos proponiendo, nuestros datos podrían ser utilizados
en la práctica por el educador, médico, jurista, hombre de
negocios, inmediatamente después de haber sido obtenidos
por el método experimental». Esta apelación al uso práctico
de la psicología no pasó desapercibida. Dice DANZIGER(1979/1997, p. 11):
Respecto de la Escuela de Chicago, se da la misma
situación: su progresiva constitución como referente en
El argumento de Watson era irresistible: dos años después fueelegido presidente de la American Psychological Association.
La razón de que su mensaje encontrara una resonancia masivae inmediata, era que la mayoría de los psicólogos americanos,
ya aceptaban la premisa de que el negocio de su disciplina era
producir datos para ser utilizados «de manera práctica» por
educadores, hombres de negocios y así sucesivamente, y de
producirlos rápidamente. Dada esta premisa, la prescripción
de Watson, despojada de unas pocas exageraciones polémicas,estaba, obviamente, en la línea correcta.
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la institucionalización de las metodologías cualitativas de
investigación en ciencias sociales y su vinculación a una forma
«progresista» de concebir el conocimiento —antipositivista en
lo epistemológico, antiindividualista y centrado en la interacción
social en lo teórico y ecléctica en lo metodológico—, nos hace
olvidar que su dominio en el ámbito de la sociología entre
1900 y 1920 (GARRIDO & ÁLVARO 2007) se debió, en buena medida, a su orientación hacia la investigación empírica
y la solución de problemas sociales. En efecto, siendo Chicago
una ciudad revolucionada por el desarrollo industrial y la
inmigración, los/as decission makers vieron con buenos ojosuna propuesta que, apoyada en el pragmatismo y no en una
versión contemplativa de la losofía, miraba a la ciudad mismacomo su objeto de estudio: «la organización del inmigrante,
la denición de la situación del delincuente, los distintosasentamientos de la Costa Dorada de Boston, la interacción en
los salones de baile o, en n, las bandas callejeras colonizandolas esquinas de los barrios» (ZARCO 2004/2006, p. 35). No
es de sorprender, así, que la Escuela fuera posible «bajo el patrocinio privado del lántropo John D. Rockefeller Senior»(ibíd , p. 29) y recibiera sostenido «apoyo nanciero» e«importantes ayudas del Local Community Research Project
y de la Rockefeller Foundation» (COLLIER, MINTON &REYNOLDS 1991/1996, p. 169).
Finalmente, podemos considerar, desde esta perspectiva,
a la psicología organizacional toda, como poco más que un
epifenómeno —un brazo técnico— de los intereses de las
grandes corporaciones (BASSI 2000). Si se analiza con cuidadotanto la denición que los manuales dan de la disciplina y losobjetivos que le adjudican como los temas tratados, se notará
que son perfectamente convergentes con la optimización del
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benecio. Así, por «psicología organizacional» ha de entenderseuna psicología organizacional de la gran empresa según la
entiende su dirección y no una psicología organizacional de las
escuelas o las ONG (¡que son también organizaciones!). No
una psicología organizacional de las pequeñas empresas (que,en su mayoría, no cuentan con la estructura ni los recursos
que los manuales le suponen a toda organización) y menos
aún una psicología organizacional del conicto, del cambioo de la organización de los/as trabajadores/as. Por otra parte,
temas como «liderazgo», «comunicación efectiva», «grupos
de trabajo», «resistencia al cambio» y demás clásicos de losmanuales no son, claramente, fenómenos que los/as psicólogos
/as organizacionales hayan descubierto y analizado, sino las
versiones cognoscitivas de intereses de las direcciones.
Creo que no hace falta abundar más: desde un punto de
vista foucaultiano de poder/saber, resulta relativamente fácil
ver, interesante estudiar y perturbador conocer la incesante
e íntima danza que la ciencia social ha mantenido con los poderes fácticos, desde su mismo origen (FOUCAULT1975/2002), pasando por el servicio prestado a los «warefforts» por la psicología social y llegando a la ayuda
«técnica» brindada por los psicólogos James MITCHELL yBruce JESSEN en el diseño y supervisión de las «enhancedinterrogation techniques» que la CIA utilizó en Guantánamo y
otras cárceles ilegales entre 2001 y 2009 (Senado de EstadosUnidos 2014). Momento en que la American Psychological Association (APA), es bueno recordarlo, en su Report of the
American Psychological Association Presidential Task Force
de 2005, declaraba que: «Es consistente con el Código de éticade la APA que psicólogos/as sirvan en roles consultivos acerca
de la interrogación y la reunión de información en procesos
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vinculados a la seguridad nacional» (APA, 2005, p. 1, latraducción es mía).
Pasemos a lo siguiente. La versión contrahegemónicade la vida y de las producciones académicas, en cambio,
resiste —por ejemplo, en determinados espacios de ciertas
universidades— y, al modo de una realpolitik , se realiza en
las grietas de lo instituido: el/la psiquiatra que, trabajando en
un centro de salud gestionado bajo lógica toyotista, asigna
más tiempo del exigido a cada persona que atiende; el/la
académico/a que utiliza el espacio (semi)protegido de la salay la libertad (vigilada) de cátedra para conspirar contra la
universidad que lo precariza; el/la investigador/a que invierte
su tiempo y esfuerzo en temas por completo «irrelevantes» y,
consecuentemente, de nanciación improbable.
En la medida que vive con un pie dentro y uno fuera
del statu quo, esta forma de hacer ciencia social y de estar-
en-la-academia puede entenderse como un conicto de bajaintensidad: no tumba nunca nada, pero tampoco se vence. Enalgunas ocasiones la crítica se realiza plenamente y, en tanto
un cuestionamiento serio al orden institucional, es disciplinada
con diversos grados de violencia: un llamado al orden, una
sustitución, el desplazamiento a los márgenes, la exclusión
abierta: el/la psiquiatra es conminado a cumplir el reglamento
respecto de los tiempos de consulta, el/la académico/a es
advertido/a de que no puede hablar de esto o aquello en clase,
al/a la investigador/a se le sugiere que cambie de problema de
investigación, que adecue su escritura al canon o que publique
en revistas indexadas para mejorar su visibilidad e impacto.
Por lo dicho, podríamos dividir, someramente, la
producción académica en prohegemónica y contrahegemónica
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en la medida que contribuya o no al orden establecido. Además,
podríamos analizar las consecuencias derivadas de cada
posicionamiento. Es evidente que quienes opten por la primera
opción, no sólo encontrarán más sinergias en su camino sino
que, además, podrán enorgullecerse de unir más fácilmente la
palabra y el gesto. Inversamente, quienes optan por la segunda,
encontrarán una senda previsiblemente más escarpada y se
verán interpelados/as, en términos de la coherencia entre sus
posiciones asumidas y sus actos.
De este modo, no es sólo esperable que los/as académicos/asque circulan a contrapelo de la hegemonía estén más expuestos a
la acusación de incoherencia, sino que también podría pensarse
tal acusación como un acto reejo fácil que tiene la propiedadde estigmatizar el cambio social y mantener indemne a los/as
conformistas en nombre de su coherencia.
2.3 ¿Revolución o muerte?
Pasemos a la tercera objeción, la acusación de incoherencia.
A pesar de las dos objeciones anteriores, es decir, que
los/as académicos/as no son la elite que solían ser y de que la
incoherencia amenaza más a quienes reman a contracorriente,
la ciencia social muestra un panorama, como el que describí
al principio: ¿qué puede agregarse a las críticas marxistasy posmarxistas (la Escuela de Frankfurt, ALTHUSSER,etc.), feministas, las provenientes de la sociología de la
ciencia (particularmente FEYERABEND), foucaultianas,
latinoamericanistas (FALS BORDA, ROIG & DUSSEL,CARDOSO & FALETTO, FREIRE, MARTÍN-BARÓ,etc.) y de enfoques metodológicos «antisistémicos» como la
investigación-acción participativa (IAP) y la sistematización
de experiencias (SE). La ciencia en tanto ideología de la
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Modernidad (PÉREZ SOTO 1998/2008), epifenómeno ycoadyuvante del ejercicio del poder por parte de grupos
dominantes (ALTHUSSSER 1989), ya ha sido sucientementeatacada y creo que hay poco que agregar al respecto. De lo
que se trataría al parecer, y en la línea de la undécima tesis,
sobre FEUERBACH (MARX 1888/1970), no es de conocer elmundo, aún «críticamente», sino de transformarlo.
En lo que respecta a la producción de conocimiento
cientíco, una de las propuestas de transformación radical o
respuesta de «reconstrucción» —para seguir la terminologíade COLLIER, MINTON & REYNOLDS (1991/1996, p.485)— de la ciencia social proviene de Latinoamérica,según postulan los/as defensores/as de la IAP (MONTERO
2006) y de la SE (JARA 2006). Sólo es posible transformar(radicalmente) la ciencia si se incorpora a los/as informantes
en tanto coinvestigadores/as de pleno derecho. Es decir,
practicando una ciencia comunitaria que disuelva los límites
entre investigadores/as e informantes, de manera que todos/aslos/as actores/actrices sociales puedan decidir qué constituye
un problema de investigación y, de este modo, contribuir
en igualdad de condiciones a la discusión acerca de cómo
abordarlo, realizar la investigación correspondiente y, sobre
todo, servirse de los resultados generados. Mientras esto no sea
así, los/as cientícos/as sociales seguirán, en buena medida,
«hablando por otros/as».
Esta respuesta de «reconstrucción» supone cambios
estructurales. Quizás, mediante la revolución: esa «“técnica”
que funciona a nivel macro» que sugería Jesús IBÁÑEZ(1986/2010, p. 69). Como fuere, no se trata de cosméticasi, desde la mirada de poder/saber, se concibe la ciencia
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como una práctica social isomorfa a factores estructurales,
resulta sospechoso cuestionar sus aspectos centrales dejando
indemnes tales factores (que son, insisto, los que dan forma y
sentido a lo que la ciencia es, y a la forma en que la hacemos).
De este modo, es difícil hacer «otra ciencia» sin cuestionar
de forma importante el orden que la sustenta. Por ejemplo,
es poco probable contar con recursos «sistémicos» —como
fondos concursables— al tiempo que se cuestiona la lógica
que inspira dichos recursos o los criterios con los que son
administrados. Estoy seguro que cualquiera que haya debido
llenar un casillero explicando la «relevancia para el país» deun proyecto de investigación entiende a qué me reero.
Esa (radicalmente) «otra ciencia», que, en buena medida,
cerraría la brecha teoría/ praxis, está aún por hacerse y no la
veo despuntar en el horizonte cercano. En la misma línea y
retomando los ejemplos que mencioné antes —la cárcel, las
disciplinas de raíz psi-, la Universidad—, pueden pensarse
respuestas radicales (y, por tanto, igualmente improbablesen las actuales condiciones) análogas a la investigación
participativa: el n de la cárcel, la desaparición de los trastornos psiquiátricos, una Universidad popular. Esta (radicalmente)
otra sociedad también está aún por hacerse y tampoco la veo
despuntar en el horizonte cercano.
Esto es así en virtud de lo que decía antes: es difícil hacer
«otra ciencia» sin cuestionar de forma importante el orden
que la sustenta. Ahora diré: es difícil, sí, pero no imposible.
PÉREZ SOTO (1998/2008), en tanto concibe la ciencia comoun fenómeno histórico producto de la Modernidad, entiende
que puede dejar de ser lo que ha sido: «Los límites temporalesde la Modernidad son, ni más ni menos, (…) los de la ciencia.
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Si la Modernidad es superable la ciencia también debe serlo»
(p. 215, las cursivas son mías). La tarea es, entonces, «(…)realizar la ciencia y llevarla más allá de sí misma a través de
sí misma».
En efecto, la realidad social no es binaria: no se trata,
digamos, de la revolución o la muerte. Hay grises. De hecho,
¡lo que más hay es grises! Los grandes cambios —llamémoslos«paradigmáticos»— se producen tras un periodo variable de
desestabilizaciones, de pequeños movimientos contrainstitucionales,
que deriva en lo que se nos aparece como un colapso de lo conocido.
Así, queda por considerar los efectos difusos que esta
ciencia social reformista, para seguir con la terminología de
COLLIER, MINTON & REYNOLDS (1991/1996), podríatener sobre la brecha teoría/praxis. ¿En qué consiste esta opción?Dicha ciencia social (al menos en su versión contrahegemónica)
es, en buena medida, paradojal : se declara poscolonial al
tiempo que habla por otros/as, se dice antirrepresentacionistaal tiempo que es el punto por punto a la lógica positivistarespecto de la investigación, se rotula «crítica» al tiempo que
reproduce la «cuantofrenia» (HERNÁNDEZ 2015) imperanteen la Universidad y, sistemáticamente, manda a otros/as a
producir los cambios que no se anima a producir o no produce
ella misma, ni siquiera en su ámbito acotado de acción. No
podría ser de otro modo: la paradoja es el sino del cambio en
la medida que, siguiendo la última cita de PÉREZ SOTO, todocambio se produce desde lo que es… contra lo que es.
Es difícil juzgar si esta ciencia social reformista (es
decir, conictiva de baja intensidad) conduce a un cambio paradigmático o es, simplemente, su statu quo estable.
Después de todo, los enfoques «críticos», por ejemplo, se
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enseñan en las universidades y tienen sus propios congresos,revistas arbitradas, editoriales, etc., que no se diferencian
en gran medida de los congresos, las revistas arbitradas y
las editoriales más benignas con el orden establecido. Así,
podría pensarse que su fuerza desestabilizadora, cualquiera
que sea, es asumible (lo cual no quiere decir que deje de ser
desestabilizadora).
Por mi parte, tiendo a creer que «otra ciencia» es posible
(si no, debería negar la Historia) aunque, como he sostenido,
poco probable bajo las actuales condiciones y en la medidaque tales condiciones no cambien. Esa batalla, creo, está por
darse o ya fue perdida. No obstante, es esperable que una
práctica cientíca reformista (aun siendo moderadamentereformista, realizada por una elite ilustrada «en nombre de» y
desde instituciones aún fuertemente ancladas en el statu quo)
informe las prácticas sociales y contribuya a «la guerra en
curso» (DELEUZE & TIQUUN 1989/2012).
Es posible pensar esta posibilidad a partir de la psicologíasocial crítica, según la entiende Tomás IBÁÑEZ. Dice el autor(1993, p. 19):
Todos los profesionales de las ciencias sociales hemos
escuchado o leído, en algún momento, unas llamadas más o
menos apasionadas que nos incitaban a asumir explícitamente
un «compromiso político» desde nuestra propia condición de
estudiosos de los fenómenos sociales (Martín-Baró, 1985). Senos ha dicho que toda inhibición en esta cuestión disimulaba
en realidad un compromiso latente con el mantenimientoy la reproducción del «estatus quo» social, es decir, con
la perpetuación de las desigualdades, las injusticias, las
explotaciones y las opresiones sociales. No hay alternativa:
cualquiera que disponga de los medios para contribuir, poco o
mucho, a cambiar las cosas y no lo haga se torna cómplice de
su mantenimiento.
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Para IBÁÑEZ, esta forma de concebir «lo político» esreduccionista en la medida que lo limita a la acción directa,
a «la elección de los problemas a investigar», al «desarrollo
de intervenciones sociales pertinentes» y a «la crítica de las
funciones encubiertas desempeñadas por la ciencia social“ocial”». Puede, claro, sostenerse una mirada diferente de «lo político». Al respecto dice Giorgio COLLI (2009/2011, p. 31-32), discutiendo la noción en la Grecia presocrática:
Esta concepción extiende «lo político» a cualquier
intervención en la res publica, incluidos, dirá Tomás IBÁÑEZ(1993), «los saberes» mismos. En efecto, desde la miradaantirrepresentacionista que propone el autor, la psicología
social —e, insisto, en lo que aquí concierne, las ciencias
sociales en general— es «intrínsecamente política» (p. 25) envirtud de que no estudia fenómenos preexistentes sino que los
constituye —los crea— al enunciarlos. Dice IBÁÑEZ (1993, p. 30): « (…) La psicología social no se ciñe a informarnossobre las características de la intersubjetividad contemporánea,
sino que contribuye a constituir esas características en el
propio proceso de investigación». Así, las ciencias sociales
Para el griego, la actividad política no es simplemente ocuparse
de modo directo de los asuntos del Estado, sino que signica enun sentido muy amplio cualquier forma de expresión, cualquier
exteriorización de la propia personalidad en la pólis. Político
no es sólo el hombre que participa en la administración pública,
sino cualquier ciudadano libre que de un modo u otro tiene una
función propia en la vida de la pólis, y más que cualquier otro
aquel que actúa como educador de los jóvenes en la ciudad,
como el poeta o el lósofo, quienes, más que nadie, inuyen profundamente en la formación de la espiritualiad de la pólis.
Políticas son, por tanto, todas las actividades espirituales del
hombre: arte, religión y losofía (…).
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no se limitan a «proveer los conocimientos teóricos y
técnicos» sino que construyen el tipo de «sujeto requerido
por la democracia» para su gobierno (ROSE 1998). En este
sentido (antirrepresentacionista fuerte), toda disciplina social
es inherentemente política, en la medida que propone una
determinada versión del mundo (y no otra).
Esta posición puede entenderse de dos modos: en primer
lugar, como una disolución de la brecha teoría/ praxis, en la
medida que toda teoría es en sí misma una praxis. De este modo,
en lo que aquí importa, ir a la guerra es equivalente a dar unaclase y aun a enunciar que las guerras son una aberración, en
la medida que ambas acciones tienen un carácter político y, por
tanto, contribuyen a dar forma al mundo en una u otra medida.
De lo que se trataría es de precisar los efectos diferenciales de
cada acción, que no tienen por qué ser equivalentes en algo
más, que en su carácter político.
Así las cosas, podría decirse que los/as académicos/ascontestatarios/as se implican escasamente en la acción directa o
que su forma de acción habitual —la palabra, los textos— no altera
sustancialmente el orden establecido. Es decir, no se trataría ya de la
brecha teoría/ praxis sino del análisis de las estrategias y sus efectos.
En segundo lugar y más cínicamente, la posición de Tomás IBÁÑEZ puede concebirse como una elaborada racionalización del quietismo
de los/as cientícos/as sociales, en la medida que pone gasa sobreuna herida en constante supuración. Desde este punto de vista y
hechas todas las objeciones, los/as académicos/as con visiones
y praxis contrahegemónicas son particularmente proclives a la
contradicción.
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La opción está abierta. Independientemente de esto, loque sí permite hacer la postura del autor es (re)valorizar la
respuesta reformista a la que me he referido, y analizar en qué
sentido y medida las teorías o actividades de los/as académicos/
as contribuyen a la desestabilización de los modos de hacer
ciencia social y del orden establecido. Exploraré algunas
posibilidades en el apartado que sigue.
3. Opciones reformistas
¿En qué consiste, pues, una ciencia social reformista deeste tipo hoy en día? Presentaré aquí algunas de sus formas: —los estudios poscoloniales,
—la investigación a favor de colectivos «desfavorecidos»,
—la investigación en base a modelos exibles, —la investigación «autorreferencial»,
—la investigación «limítrofe»,
—la investigación cuasiparticipativa.
3.1 Los estudios poscoloniales
Los estudios poscoloniales operan como una opcióndesestabilizadora en la medida que producen un nuevo dominio
de objetos, como diría FOUCAULT y no, simplemente, elestudio de los mismos objetos desde otro punto de vista. En lugar
de reproducir acríticamente una ciencia social «eurocéntrica»(MEZZADRA 2008, p. 17), generada desde y para contextos por completo diversos a los de la (eurocéntricamente llamada)
«periferia» (MEZZADRA 2008), los estudios poscolonialesse proponen investigar desde y para dicha «periferia»,
reemplazando la Historia por «redes de historias innumerables
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y diferenciadas» (YOUNG 2008, p. 199) que, al reescribirla,re-crean un mundo — el mundo— que conocemos como único.
Estas historias cuestionan «la autoridad del sujeto que
investiga sin paralizarlo, transformando persistentemente las
condiciones de imposibilidad en posibilidad» (SPIVAK 2008, p. 39). De esta forma, se da lugar a una virtualmente innitacantidad de formas de entender el pasado y, por tanto, el
presente y el futuro.
En nuestro contexto, propuestas de este tipo podrían ser lalosofía de la liberación de DUSSEL & ROIG, la sociologíacrítica de FALS BORDA y la psicología de la liberación deIgnacio MARTÍN-BARÓ. No incluyo aquí a la educación popular de Paulo FREIRE o las metodologías participativas,
porque entiendo que tales propuestas exceden, si se toman en
su letra y no en su versión edulcorada, una ciencia reformista
en la medida que no sólo se proponen estudiar para las clases
oprimidas, sino que sean las propias clases oprimidas las que(se) estudien, a n de producir cambios en sus vidas. Algoque las sitúa en lo que he llamado «cambio paradigmático».
Como fuere, entiendo que la investigación poscolonial es más
potente cuando genera teoría y estrategias metodológicas con
total independencia de los intereses del «centro», en la medida
que reconoce la alteridad radical del Sur. Una realidad que
sólo puede ser comprendida desde unos marcos de referencia
propios, muy cercanos a sus condiciones concretas de vida.
Es importante destacar que los autores latinoamericanos
mencionados no se inscriben a sí mismos en la tradición de
los estudios poscoloniales. Los sitúo allí en la medida quecomparten con aquellos la vocación de reescribir la Historia
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para así recongurar el presente y la tendencia a no hacerlo ex nihilo, sino tomando como punto de referencia la historiografía
y la ciencia social ociales, aunque más no sea para negarlas.
En este sentido, los estudios poscoloniales no aportan
necesariamente en la línea de la acción directa, sino
promoviendo nuevas formas de comprensión que, desde
Tomás IBÁÑEZ, podrían considerarse formas de acción porderecho propio.
3.2 La investigación social a favor de colectivos«desfavorecidos»
En relación a lo anterior, la investigación social a favor de
colectivos «desfavorecidos» (tales como prostitutas, personas
en prisión, menores institucionalizados, etc.), es decir, la
investigación social en pos de su emancipación o de la mejora
de sus condiciones de vida, es una opción reformista en la
medida que se orienta abiertamente hacia el cambio social,incluso en al caso de que tales colectivos no operen más que
como (signicativamente) objetos de estudio.
Simplicando y en la línea de lo que dije antes, es claroque no es lo mismo contribuir a mejorar la predictibilidad de
un instrumento de selección de personal, que trabajar por la
potenciación de las estrategias de negociación colectiva. Cada
acción, como decía WEBER (1919/2003), sirve a «dioses»
diferentes (pp. 224-227) por lo que es esperable que se siganefectos diversos dependiendo de la posición política de los/as
investigadoreas/as y del diseño de cada investigación.
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Dichos efectos, en la línea de lo sostenido por el análisis
del discurso en tanto disciplina (ÍÑIGUEZ-RUEDA 2006), sonimprecisables: es decir, es imposible saber, por ejemplo, qué
impacto tendrá sobre las políticas públicas la desestigmatización
de los/as adolescentes institucionalizados/as. Es esperable que
alguna incidencia, pero bien podría no ser el caso, como resulta
en la mayoría de las investigaciones llevadas a cabo como
parte de procesos de tesis. Incluso así, mantengo la idea de que
seguirá sin ser lo mismo que resucitar una mirada lombrosiana
de peligrosidad social.
Finalmente, y como en el caso de los estudios poscoloniales,es importante destacar que aún en los casos de esta ciencia
social reinvindicativa, la investigación sigue en buena medida
haciéndose sin la participación real de dichos colectivos
«desfavorecidos» y, en ese sentido, puede acusársela de no
dejar de ser una forma benévola de hablar por otros/as.
3.3 La investigación en base a modelos exibles
La investigación en base a modelos exibles, por su parte,aboga no sólo por un seguimiento no dogmático del «discurso
metodológico» (COTTET 2006, p. 186) sino también por suconstante desestabilización y ampliación en la medida que no
lo considera como un producto no humano sino más bien como
la cristalización de condiciones sociohistóricas, como escribe
Manuel CANALES (2012) al hablar de DURKHEIM. Y, entanto tales condiciones son cambiantes también lo debe ser el
discurso metodológico (algo que, con todo lo obvio que es no
parece cuestionar la percepción que se tiene habitualmente de
los/as metodólogos/as como Oráculos) (BASSI 2013b).
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En este sentido, cualquier investigador/a que en lugar de
seguir una receta opte por informar sus estrategias, desde su
práctica cientíca, o cualquier investigador/a que vaya másallá y sistematice dichas experiencias en la forma de nuevos
métodos o nuevas técnicas, estará siendo exible y, en mayoro menor grado, contribuyendo a corroer la forma convencional
de hacer ciencia social (BASSI 2013b).
Esta desestabilización del canon nunca opera desde fuera
del canon, es decir, nunca supone su destrucción, aunque sí
puede pensarse que contribuye a su expansión o superación.Queda por analizar, claro, el potencial transformador de
dicha exibilidad. Tomemos el caso de algunas innovacionesmetodológicas relativamente recientes, como el shadowing
(MCDONALD 2005) o el uso de material audiovisual en lasinvestigaciones (BAUER & GASKELL 2000). En amboscasos podemos pensar que estas estrategias provienen de
algún grado de violencia al «discurso metodológico». No
obstante, también podemos pensar que ambas estrategias, a pesar de lo novedosas, no dejan de ser una forma de «acceso al
conocimiento de la vida» (BOLÍVAR & DOMINGO 1996, p.3) y, en ese sentido, constituyen estrategias de visibilización ydisciplinamiento.
A pesar de esto y en la línea del punto anterior, es
esperable que la erosión del «discurso metodológico» tenga
un potencial transformador, que no tendrán las investigaciones
que se conforman punto por punto al canon y, en esa medida,
no suponen más que una forma de burocracia. En este
sentido, dice ORTEGA Y GASSET (1937/1976) hablando dela escritura: «Escribir bien consiste en hacer continuamente
pequeñas erosiones a la gramática, al uso establecido, a la
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norma vigente de la lengua. Es un acto de rebeldía permanente
contra el contorno social, una subversión». Lo mismo claro,vale para la rebeldía contra el método, una rebeldía que, según
entiendo, debería contribuir a acercar la teoría y la praxis en lo
que respecta a la investigación social.
3.4 La investigación «autorreferencial»
Denomino investigación autorreferencial a aquella en
que los/as investigadores/as, en buena medida, se investigan
a sí mismos/as, eludiendo mediante un recurso curioso (casiun tecnicismo) la acusación de «hablar por otros/as». Son
buenos ejemplos de esta alternativa la sociología de la ciencia
(particularmente en la versión de LATOUR), algunas versionesde la autoetnografía o partes de la investigación educativa o
clínica. En este caso, los/as investigadores/as abordan algo que
les preocupa y concierne, aunque, de este modo, la ciencia social
queda encapsulada en sí misma y disfrutando de un privilegio
que no tienen otras prácticas: no sólo el poder pensarse, sinotambién el poder hacerlo formalmente y con la capacidad de
intervención en el debate público, que es esperable cuando
el conocimiento es producido desde una institución como la
Universidad.
Como fuere, la autoobservación y la autocrítica recursivas
contribuyen a una mayor conciencia de lo que hacemos cuando
decimos que hacemos ciencia, docencia o clínica y favorecen
su dinamismo.
Como ejemplo adicional mencionaré la línea de
investigación acerca de la Universidad a la que aludí al inicio
de este texto. En las universidades, también en las chilenas, se
lucha una batalla sorda y no tan sorda acerca de qué es y
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qué debería ser la Universidad. Movimientos en un sentido
—la obsesión por medir y el reinado de los ránquines—
son resistidos por movimientos en el otro —la paulatina
organización de los/as «profesores/as taxi» y la resistencia a
lógicas clientelares y resultadistas—. Los/as académicos/as,en este caso, no hablan ya por otros/as: la transformación de la
Universidad afecta de forma directa sus vidas y, al estudiarla,
estudian las lógicas en que se hallan insertos/as con mayor o
menor agencia.
En este sentido, las investigaciones autorreferencialesrealizan el sueño de las metodologías participativas y aportanen la reducción de la brecha entre teoría y praxis. Quedaría por
observarse, como insinué, que no todos/as los/as actores/as sociales
tienen la misma capacidad de llevar adelante un (auto) estudio
de este tipo pero, en la medida que lo hagan, estarán avanzando
su visión del mundo con mínimos/as intermediarios/as.
3.5 La investigación «limítrofe»
Con investigación limítrofe designo toda una serie de
esfuerzos en la línea de disolver los límites entre la ciencia
y otras tareas anes como la acción directa y el arte. Aquíaparecen proyectos performativos y otros que tanto en los
tópicos de investigación como en su forma de socialización
(muy particularmente la escritura) desafían una simple
clasicación ciencia social/acción directa, ciencia social/arte.
Me centraré en la segunda dupla. Desde una perspectiva
positivista el límite ciencia/arte (llamado «límite de
demarcación») parece nítidamente trazado, a pesar de que la
búsqueda de una denición interna y estable de ciencia ha sido,alternativamente, infructuosa y demasiado fructosa. El último
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intento histórico en esta línea fue el de POPPER, quien juzgó
que la plausibilidad o no de la falsación de una teoría constituía
el indicador de su cienticidad. Con la sociología «clásica» dela ciencia (KUHN, LAKATOS, FEYERABEND), la búsquedade un rasgo interno y estable que agrupara todo lo actuado en
nombre de la ciencia desde el siglo XVII es abandonada, en
favor de deniciones «externas» (sociológicas). De este modo,la ciencia dejó de ser una práctica claramente diferente del
resto de las actividades de conocimiento (muy particularmente
respecto de su capacidad para representar objetivamente
el mundo) y pasó a ser considerada como una acciónhistóricamente situada más (es decir, altamente variable).
Adicionalmente y como mínimo en el caso de la ciencia social,
se suma que se estudian (es decir, se construyen) objetos que
son, al tiempo, históricos (ver texto de CANALES, OPAZO &COTTET en este mismo volumen).
Este proceso de defenestración de la ciencia abrió la
posibilidad de estudiar sus puntos en común con prácticaslingüísticas presumiblemente «inferiores», como el
«saber narrativo» (LYOTARD 1984/2008, p. 43) y el arte(particularmente, la cción literaria). Desde un punto devista antirrepresentacionista (WITTGENSTEIN 1952/1999,RORTY 1979/2001), el lenguaje en general y la escrituracientíca en particular, pierden su carácter especular , es decir,su estatus de representación del mundo y pasan a constituirlo
(no describir sino ser el mundo según lo conocemos).
Paralelamente, abandonado el proyecto de la losofía analítica(RORTY 1967/1990; IBÁÑEZ 2006) de un lenguaje diferente para la losofía y la ciencia en general, se abre el estudio dela prosa cientíca en tanto género (en el sentido propuesto porBAJTÍN). En esta línea se han propuesto una serie de troposque, como a cualquier otro género, caracterizan a la prosa
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cientíca (POTTER 1996/2006, WETHERELL & POTTER1996/2006).
De este modo, los claros límites de antaño entre la ccióny la prosa cientíca se difuminan. Resulta posible considerarahora, como hace FEYERABEND (1975/2010), al «estilo» ylas «técnicas de persuasión» (p. 128) como factores tan válidos para explicar el «progreso» de la ciencia, como el ajuste de las
representaciones a un mundo con existencia independiente.
El carácter constructivo del lenguaje y la dependencia de la
prosa cientíca, de estrategias narrativas, pueden aceptarsecon diversos grados de radicalidad, desde el mandato de
escribir usando el lenguaje técnico a sostener que la ciencia
no es más que escritura (LOCKE 1992/1997). En este últimocaso, la ciencia se hallaría tan sujeta a criterios estéticos como
cualquier otro género y su popularidad o dominio, en la línea
de FEYERABEND, no dependería sólo de su capacidad de
representar adecuadamente el mundo sino de saber contar
buenas historias. Supongo que cualquiera que haya leído aPARSONS y a FOUCAULT entenderá a qué me reero.
Mencionaré un ejemplo en esta línea: la revista Qualitative
Inquiry, editada por Norman DENZIN, publica regularmente poemas o autoetnografías que no cumplen con ninguno de los
requisitos que convencionalmente consideramos asociados
a la práctica o la escritura cientícas. Esta propuesta tienela particularidad de ser 100% sistémica (después de todoQualitative Inquiry es una revista editada por Sage y está
indexada por Thompson Reuters) y, al mismo tiempo,
profundamente cuestionadora del statu quo de la ciencia social.
En este campo de fusión entre la ciencia y el arte, pueden
mencionarse otras estrategias como la arteterapia, las terapias
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orientales, la escritura creativa o la escritura colaborativa.
Todas estas propuestas tienen la particularidad de poner
fácticamente en entredicho lo que entendemos por ciencia,
contribuyendo así a su reinstitucionalización constante o a la
redenición de sus límites.
Por otro lado y como mencioné antes, la incorporación
de estrategias performativas, tanto en la producción del
conocimiento como en su socialización, cuestionan la división
positivista entre investigación básica y usos del conocimiento,
destacando, como antes Tomás IBÁÑEZ, la concepción delconocimiento como una forma (más) de acción y no como su
prerrequisito.
En denitiva, estas formas de disolución de los límitesde la ciencia —a un lado «confundiéndola» con la acción
política directa, a otro destacando sus puntos de contacto con
la escritura de cción— contribuyen al cuestionamiento de
lo que la ciencia es y, por tanto, operan desestabilizándola enmayor o menor medida.
3.6 La investigación cuasiparticipativa
Finalmente, mencionaré algunos intentos en la línea de
las metodologías participativas. Las llamo metodologíascuasiparticipativas en la medida que no son participativas
de pleno derecho, sobre todo porque limitan la inclusión de
los/as (aún llamados/as) informantes a aspectos más o menos
triviales del proceso de investigación. A diferencia de la IAP
o la SE, los/as informantes no construyen el problema de
investigación, no realizan la investigación ni, en general, se
sirven de sus resultados, pero su palabra es atendida respecto de
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otros asuntos (en ocasiones, no menores) o pueden congurar parte del proceso de investigación.
Un claro ejemplo de esta opción es la etnografía o, en buena
medida, cualquier investigación que siga la recomendación de
LEWIN, de consultar a los/as informantes acerca del curso dela investigación. Si bien en estos casos los/as investigadores/as
no acaban de ceder el control de los aspectos centrales de sus
investigaciones, producen un conocimiento más abiertamente
coconstruido, contribuyendo así a cuestionar el límite entre
investigador/a e informante.
Otro ejemplo es el llamado «diagnóstico participativo».
Por una lado, no deja de ser un diagnóstico (una intervención)
en la medida que proviene de una demanda top-bottom y
no, como en la SE, de una demanda genuina de quienes
son objeto (y, así, sujeto) de diagnóstico. No obstante, tales
personas cuentan con una mayor participación en el proceso,
brindando información de un modo menos estructurado (porejemplo, mediante grupos de discusión y no de encuesta) y,
en ocasiones, llevando a cabo algunas tareas de producción de
información. Por otro lado, y en este sentido, el diagnóstico
es sólo parcialmente participativo, en la medida que las
personas bajo investigación operan en el marco de un proceso
predeterminado y no tienen la oportunidad de discutir, el para
quién y el porqué de dicha investigación (IBÁÑEZ 1986/2010, pp. 57-63).
En base a la casuística de que dispongo, éste es el
destino de muchas investigaciones que, proviniendo de una
inspiración participativa, derivan en etnografías o diagnósticos
participativos para sortear ciertas dicultades, debidas al
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rechazo que la ciencia social hegemónica muestra hacia las
estrategias que diluyen la autoridad de los/as investigadores/as
y/o cuestionan su carácter de elite ilustrada (BASSI 2013a).A pesar de esto, resulta claro que estas investigaciones no
son equiparables en términos de su capacidad subversiva y
de su orientación hacia al cambio social, con el diagnóstico
organizacional convencional o a las técnicas de construcción
de información, como la encuesta que limitan a un mínimo
la participación de los/as informantes. En este sentido, es de
esperar que la investigación cuasiparticipativa contribuya en
alguna medida a reducir la brecha teoría /praxis.
4. A modo de cierre
He iniciado este texto reriéndome a la ya clásicaacusación de incoherencia hecha a los/as académicos/as. He
intentado cuestionar parcialmente la validez de la acusación
sosteniendo que —los/as académicos son cada vez menos una elite encerrada
en «torres de marl», en la medida que su estatus y privilegiosestán amenazados por los procesos de neoliberalización de la
Universidad,
—los/as académicos/as que operan desde miradas
contrahegemónicas tienen una mayor probabilidad de estar
sujetos/as a la crítica de incoherencia, en la medida que se
hallan cruzados por la paradoja de operar desde y contra el statu quo y
—la acusación de incoherencia proviene de una noción de «lo
político», limitada a la acción directa que puede objetarse,
destacando el carácter inherentemente político de las prácticas
de conocimiento.
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El tercer punto lleva a considerar la cuestión, no desde
una perspectiva binaria, sino como continuo. De este modo,
aun cuando se considere a la acción política directa como una
estrategia más eciente (o evidente) de cambio social, deberáadmitirse que, «al otro lado», hay una amplia escala de grises.
He presentado algunos de esos «grises»: estrategias reformistas
que, en mayor o menor medida, contribuyen a transformar la
ciencia social y, presumiblemente, a hacer a los/as académicos
menos proclives a la acusación de incoherencia.
Las seis alternativas que comento no agotan en lo absolutolas posibilidades de llevar a la ciencia social desde ella, más
allá de si misma Las he presentado como ilustración de unaversión de la ciencia social que, sin nunca «patear el tablero»
del todo, pueden pensarse como una micropolítica de erosión
(instituyente) que disminuyen la brecha teoría/ praxis a la que
he aludido.
En este sentido, podría decirse que estas estrategiasdejan (casi) «todo como está», al decir de WITTGENSTEIN, pero no son, claramente, homologables, Por ejemplo, a la
investigación en publicidad o en recursos humanos en cuanto
a su inspiración, objetivos y efectos. Así, si bien no cuestionan
de forma radical el estatus actual de la ciencia social, puede
pensarse que contribuyen a debilitarlo. Como decía antes,
no estoy seguro de si tales prácticas llevan a «otra ciencia»,
pero al menos podemos armar que no son equiparables a una práctica social decididamente prohegemónica.
En el comentario de dichas formas reformistas de ciencia
social, he tratado de destacar que su carácter paradójico proviene
del hecho de que estas prácticas actúan contra la ciencia social
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—empujándola a sus límites, subvirtiéndola— pero siempre
desde la ciencia social . Por ello, junto a elementos claramente
reproductores [en el sentido de BOURDIEU & PASSERON
(1979/1996)] aparecen otros transformadores o resistentes(GIROUX 1983). Tengo la impresión de que esos elementosresistentes aportan en el acercamiento de la teoría y la praxis,
aunque no sabría precisar si ese acercamiento es asíntota a la
revolución o su antesala. Ya veremos.
Podría decirse, para cerrar y parafraseando a ORWELL,
que todas las prácticas cientícas son iguales, pero algunas son más iguales que otras.
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Autor
Javier BassiPsicólogo por la Universidad Nacional de San Luis (Argentina,2000) y doctor en psicología social por la UniversidadAutónoma de Barcelona (2008). Actualmente trabaja en laUniversidad de Chile y en la Universidad Nacional Andrés
Bello. Dicta talleres de diseño de proyectos de investigacióny asignaturas vinculadas a la epistemología y sociología de las
ciencias sociales, la escritura académica y las metodologías
cualitativas de investigación. Además, guía procesos de tesis de pre- y posgrado y asesora a tesistas. Actualmente se encuentra
realizando una investigación acerca de las transformaciones
identitarias por las que pasan los/as ayudantes de cátedras en
las universidades. Sus trabajos pueden consultarse en https://
uchile.academia.edu/JavierBassi
Contacto:
Departamento de Psicología
Universidad de Chile
Ignacio Carrera Pinto 1045Tel.: 229787819E-mail: [email protected]
URL: https://uchile.academia.edu/JavierBassi
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Con los pies en el barro