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la casa west

Date post: 28-Jan-2016
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El contenido que presenta este libro puede causar impresión y confusión, puesto que, se describen escenas sangrientas y violentas. Los autores NO se hacen responsables por los daños causados. ADVERTENCIA. Se recomienda no ser leído por menores de 18 años.
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ADVERTENCIA.

El contenido que presenta este libro puede causar

impresión y confusión, puesto que, se describen escenas

sangrientas y violentas. Los autores NO se hacen

responsables por los daños causados.

Se recomienda no ser leído por menores de 18 años.

NOTA: El siguiente ejemplar NO está dirigido a todo

público.

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DEDICATORIA.

Nuestra pequeña obra va dedicada con gran aprecio a

quien es nuestra profesora de cátedra María Alejandra

Correa, por habernos dado siempre la libertad de diseñar

sin valernos de ningún patrón establecido, por confiar en

nuestra capacidad de crear y sobre todo por respetar el

estilo diferente que nos caracteriza en cada trabajo.

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AGRADECIMIENTO.

Comenzaremos agradeciendo a quien nos ha dado la

fuerza necesaria para mantenernos despiertos en este

trabajo, a Dios sobre todas las cosas.

A los escritores H.P. Lovecraft y edgar Allan Poe, ya que sus obras nos sirvieron de ejemplo en la redacción de nuestro cuento.

A mis padres y a mi hermana Jessi por ser mis

complementos principales, y a mi prima Paola Nicole por

ese aporte significativo que ayudo a que fuese posible

esta historia.

También debemos agradecer a la Psic. Liliana

Bertino por su contribución y apoyo en cada

circunstancia que se nos dificultaba.

Un agradecimiento especial a quien fue mi mano

derecha, y la que siempre estuvo acompañándome y dándome

ánimos para seguir Juli.

Por último y más importante, nuestra Prof. María

Alejandra, a quien le tenemos gran admiración. Ha sido

desde el inicio nuestro soporte y sustento, por sus

correcciones precisas y constructivas. Gracias profe por

decirnos en cada clase: “Muy bueno su trabajo, excelente”,

pues es lo que nos impulsa a ser cada vez más exigentes

con nosotros mismos.

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ÍNDICE.

Prólogo

Capitulo 1. Día 1 ……………………………………………………… 11

Capitulo 2. Día 2 ………………………………………………………20

Capitulo 3. Día 3 ……………………………………………………..29

Epílogo.

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“Infeliz es aquel a quien sus recuerdos infantiles sólo traen

miedo y tristeza. Desgraciado aquel que vuelve la mirada hacia

horas solitarias en bastos y lúgubres recintos de cortinados

marrones y alucinantes hileras de antiguos volúmenes, o hacia

pavorosas vigilias a la sombra de árboles descomunales y

grotescos, cargados de enredaderas, que agitan silenciosamente en

las alturas sus ramas retorcidas. Tal es lo que los dioses me

destinaron... a mí, el aturdido, el frustrado, el estéril, el

arruinado; sin embargo, me siento extrañamente satisfecho y me

aferro con desesperación a esos recuerdos marchitos cada vez que

mi mente amenaza con ir más allá, hacia el otro.”

H.P. Lovecraft.

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PRÓLOGO.

Una anciana llamada Agatha

- Entre señorita Caroline, tenga cuidado al pasar, este piso es muy antiguo, no quisiera que se lastimara antes de comenzar, espero que sea usted tan buena como me han dicho, el pequeño Alan necesita mucha atención, pobre. El dolor que siento cuando lo escucho gritar a causa de las inyecciones, una madre siempre quiere lo mejor para su hijo.

Cuando pregunte por la enfermera más apegada a su labor, me dijeron que usted era la indicada, disculpe por decirle señorita, pero no se si está usted casada.

- No es para nada ninguna molestia.

- Es bueno saberlo, ¿y es usted casada?. Disculpe mi insistencia pero a mi edad siempre me gusta saber algo de las personas que cuidan a mi pequeño Alan.

- No, no lo estoy, yo también tengo un niño pequeño así que entiendo su preocupación. Como se lo han asegurado, soy muy profesional en mi trabajo así que su hijo estará bien atendido señora. Disculpe pero todavía no se su nombre a pesar de que usted ya sabe el mío.

- Agatha, Agatha West, que desconsideración la mía, no la he invitado a sentarse, pase a la sala señorita Caroline siéntase como en su casa. Puedo ofrecerle algo caliente, ha sido una tarde muy fría.

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- No se moleste señora West, estoy bien, me gustaría conocer al pequeño que voy a atender.

- Que pena señorita Caroline pero está en un profundo sueño, no me gusta molestarlo mientras duerme, después de aplicarle sus medicinas no hace más que dormir, pero duerme un poco tenso.

- Tenso? ¿A qué se refiere?.- pregunta la enfermera.

- Por nada del mundo debe ser despertado, pobrecito ya ha sufrido mucho, el dolor de una madre al ver a su hijo en ese estado es desconsolador.

- Se a lo que se refiere, siempre veo caras tristes en mi trabajo.

- Disculpe que la interrumpa, le daré las indicaciones para el perfecto cuidado de Alan, si no le incomoda.

- Para nada ese es mi labor, señora West.

- No la haré memorizar todas sus tareas, son muy extensas, por eso le he hecho una lista, en ella están todos los nombres de los medicamentos de Alan, por nombre, cantidad y hora. Además hay otros cuidados extra que están especificados en la misma, yo se que podrá con todo. Vale decir que me iré tres días y necesito su completo cuidado sobre mi hijo.

Le he arreglado la cama en el cuarto de huéspedes, se que es pequeña y un poco oscura pero la encontrará muy confortable.

Venga mañana temprano, siempre dejo una llave bajo el tapete, le dejaré la lista sobre la mesa de la sala.

Espero comience lo más temprano posible. Alan es mi único hijo y dependo totalmente de usted.

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DÍA 1.

Londres, 1973.

Los días son fríos en Londres, este año era el más frío de todos, pero fue un día del mes de Marzo del 73 en que este frío era casi insoportable. La enfermera Caroline subía rápidamente las escaleras de la casa más antigua de Baker Street, recogiendo una llave del suelo para abrir una vieja puerta con polvo en la hendidura. Entra sin más que hacer y cierra de un portazo.

- Que frío hace. Comenta Caroline sin que nadie la escuche.- De seguro que la señora West ya se ha ido de la casa. Decía mientras que al mismo tiempo, colgaba el abrigo en el perchero. Que descuidada está, quizás salió con rapidez y no se percató de este desastre. Será mejor que busque esa lista.

Caroline se dirigió con pequeños pasos a la sala donde había dejado la lista según le indicó la señora Agatha, el papel amarillento y viejo estaba sobre una mesa de ébano, algo descuidada.

- Ha de haber pertenecido a sus tatarabuelos. Pensó Caroline refiriéndose a aquella mesa.

La lista efectivamente especificaba cada una de las cosas que Caroline debía hacer. La tomó y se dirigió con cuidado y silencio a su dormitorio para leer las descripciones que le había dejado la Señora West.

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Entra a su pequeña habitación, con un sórdido rechinido de la puerta, que atemorizaba a Caroline. Un espacio frío, con olor a humedad de madera vieja.

- Vamos Caroline, es una habitación linda, y son solo tres días. Pensó Caroline, dándose ánimos, y colocando su liviano bolso viajero sobre la cama.

Ahora bien, solo necesita un poco de limpieza y quedará apta para poder dormir. Empezará leyendo esto.- tomando la hoja que le dejó Agatha West.

Una lista larga de varios fármacos, asignaba la hora y la cantidad de cada una.- Deberás limpiar y alimentar a mi pequeño Alan, pues por su enfermedad no puede hacer nada por si solo, los medicamentos debes dárselos a la hora indicada.

Caroline al terminar de leer las indicaciones de la señora Agatha dejó la lista sobre la cama y decidió acomodar un poco su habitación.

A pesar de todos sus intentos para hacerla acogedora, no había remedio, la habitación tenía un aire oscuro y antiguo, Caroline tuvo que resignarse a eso.

La enfermera caminaba por la sala y mira el reloj que marcaba las nueve y media de la mañana, recordó que debía ir a la habitación de Alan a atenderlo y darle sus medicamentos.

Se dirigió hacia las escaleras y subió. Ya al frente de la habitación con los medicamentos y algo de agua en una bandeja, se inclina para tomar las llaves que abría la puerta de color ocre, desgastado y viejo. Introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta con suma delicadeza, y al ver hacia adentro Caroline quedó totalmente horrorizada.

La habitación de Alan estaba descuidada, manchas en las paredes, muñecos y otros juguetes viejos de años y algunos rotos, había un fuerte olor dentro; Parecía que viviera un cerdo ahí.

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Lo que más aterrorizo a Caroline fue la presencia de un hombre delgado; casi desnutrido, uñas largas y sucias, era calvo, sus manos entrelazadas descansando, con sus piernas que se movían incontroladamente; Aunque lo más inquietante era su mirada desde luego, sus ojos eran totalmente negros, carecían de expresión alguna, era una mirada fija y totalmente fría, se cruzó con la de Caroline, la cual ya estaba pálida.

Ninguna descripción era suficiente para tener una idea de lo que la enfermera sintió y presenció.

Movió su cabeza aturdida e hizo que una sonrisa forzada se dibujara en su rostro, caminó lentamente hacía donde se encontraba Alan y colocó sobre una mesa de noche que se encontraba cerca de la cama, unos medicamentos.

- Hola Alan, me llamó Caroline. Dijo la ya pálida joven mientras sostenía jeringas que contenían calmantes, se da vuelta mirando a Alan. Alan, debo darte tus medicamentos por ordenes de tu madre, no es nada malo, ¡tranquilo! te sentirás muy relajado y feliz.

A continuación Caroline le da los calmantes a Alan, y este sin apartar su fría mirada de la joven, lo cual hace que se estremezca del miedo.

- Buen niño, hasta mañana Alan, fue un placer. Dice la joven asustada mientras toma la bandeja con los medicamentos y agua, se voltea y sale lo más rápido posible de la habitación, seguido cierra la puerta con llave por órdenes de la señora Agatha.

Caroline baja las escaleras y se dirige hacia la cocina para beber algo de agua, notó la garganta un poco seca.

Se sienta en una vieja silla para relajarse mientras bebe y así pensar en lo que acababa de presenciar en aquella oscura habitación y a pesar de que sentía un increíble miedo, a la vez percibía lastima por Alan y su situación.

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- Pobre señora Agatha, cuidando desde tiempo a ese hombre, debe ser difícil para ella.- Pensó, agitando un poco la cabeza como si de esa forma fuese a borrar todas esas imágenes y pensamientos. Se paró de la silla y se propuso a ordenar un poco la casa.

Repentinamente Caroline escucha el chillido de una puerta que se abre, acto seguido del sonido de un golpe seco proveniente de la misma puerta. La joven Caroline asustada decide salir de la sala de donde se encontraba para ir hacia la entrada de la casa, lugar en donde vino el sonido.

Para su sorpresa se encuentra con un hombre que debía tener unos 28 años, bien parecido, alto y blanco, de cabello castaño claro y medio largo, ojos oscuros; llevaba con él un martillo y demás herramientas.

- Señor, disculpe pero ¿Qué hace usted aquí? El hombre tenía una expresión de sorpresa que trató

de disimular y antes de contestar se denotaba medio dudoso de lo que iba a decir.

- Oh, señorita, lamento haber entrado así, pero creí que ya sabía de mi visita.

Caroline se detuvo un momento a pensar. - No, la verdad es que no tengo la menor idea. - Bueno, vengo de parte de la señora West, me pidió que viniera hoy a hacer unas reparaciones al piso, ya que está muy viejo, como pudo haberse dado cuenta, esta es una casa muy antigua y pues, le hacen falta unos clavos y ese tipo de cosas. - Ah, si son ordenes de la señora, entonces no puedo negarme, haga su trabajo. Dice Caroline sonriente, se queda pensativa y luego añade. Disculpe, sé que la señora West le ha dado instrucciones de que repare el piso hoy pero creo que

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no podrá ser, su hijo Alan está descansando y es preferible no despertarlo, al reparar hará mucho ruido y es lo que trato de evitar. - Pues no hay ningún problema cambiar el día, por cierto me llamo Samuel Morton, soy el vecino, mucho gusto. Y estrecha la mano con la de la joven. - Mi nombre es Caroline, el gusto es mío. ¿Y desde cuando conoce usted a la señora West?- Pregunta Caroline.

El sonríe y la mira entre divertido y frío.

- Desde hace poco tiempo, pero la conozco perfectamente. Es una encantadora mujer ¿no lo cree usted?. - Sí, desde luego. Responde la joven. ¿Y a que se dedica exactamente? - Pues la verdad trabajo reparando una que otras cosas a los vecinos. - Ah, me parece interesante, un trabajo común, pero entretenido. Seguramente ya usted conoce a Alan. Y se detiene a pensar. Que tonta pregunta, es el vecino, desde luego que lo conoce. Se disculpa la joven. - No es una tonta pregunta, no se preocupe. Pues sí conozco a Alan, pobre. - Sí, sí, pobre Alan, a decir verdad yo creía que era un pequeño niño pero al conocerlo me he llevado una gran sorpresa. Dice la joven Caroline haciendo una mueca de disgusto o algo parecido al recordar el momento en que conoció a Alan. - Pues las apariencias engañan. Dice con una gran sonrisa.

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Al cabo de un largo tiempo Samuel se va y Caroline se dispone a arreglar la casa.

Al terminar prepara un envase grande con agua y busca unos pañuelos limpios, algo de alcohol. Todo esto para limpiar al descuidado Alan.

Sube las escaleras poco a poco y entra a la habitación. Alan seguía con la misma mirada perdida, pero esta vez a causa de los medicamentos.

Se acercó y con voz calmada le indicó que era la hora del baño. Con manos temblorosas agarra el pañuelo húmedo con alcohol y va limpiando al asqueroso y descuidado hombre.

Al cabo de quince minutos intentando quitarle toda la mugre que retenía el mísero hombre encima, se veía solo medio limpio.

El pobre no podía reaccionar debido a sus sedantes. Caroline se dirige hacía la puerta y antes de cerrar

lo mira por última vez y cierra.

El resto del día no fue para nada interesante, al terminar Caroline de limpiar ya cansada, se da un baño y se acuesta hasta la tarde. De ahí en adelante nada fuera de lo común pasó, nada de visitas y tampoco medicinas para Alan.

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Día 2.

Era de mañana y la joven Caroline despierta, hay algo que la sofoca, es un leve olor putrefacto. Se levanta de la cama y sale del cuarto con la intención de buscar el origen del olor. Camina y camina, pero no logra parar con el lugar así que decide no pensar más en el asunto y adopta la idea de que pueden ser solo ratas muertas.

Caroline se va a su habitación a arreglar sus cosas, solo faltaba un día para irse y quería dejar todo en perfecto orden. Baja hacía la cocina y prepara algo para desayunar. Vuelve el olor de nuevo pero ella no le presta atención alguna, se dirige hacia los afueras de la casa y mira todo a su alrededor. Había mucho frío, sin embargo, se quedó ahí un buen rato.

Ya es medio día, Caroline después de almorzar va a lavar los platos y se fija de que no hay detergente para lavar, así que busca en los gabinetes. Al abrir la puerta de uno de los gabinetes, se vienen abajo unas ollas. Caroline se sobresaltó, pero siguió buscando ahí mismo, y lo que ve es una especie de diario o algo por el estilo.

Se dirigió hacía la sala dejando lo que estaba haciendo para después, se acerca a un sillón y se sienta en la esquina y empieza a leer.

Pasaba las hojas y notó que por el color amarillento y algunas rotas y algo manchadas debía tratarse de un antiguo diario. Dentro de él, se encontró con varias fotos, donde se veía unos paisajes, una mujer con dos niños aunque por lo viejo de la foto no pudo reconocer a nadie. Siguió leyendo y en el diario se hace mención a un niño

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llamado Howard, era difícil para ella entender tan mencionado chico, supuso entonces que seria algún familiar de la Sra. West.

Minutos después Caroline escucha que tocan la puerta muy fuerte.

- Srta. Caroline, soy Samuel! Esta usted en casa?. Continúa tocando la puerta.

Caroline de prisa se dirige la puerta y la abre saludando al vecino. Pensó en que este le era de gran compañía, y no se sentía tan sola en esa casa oscura y tenebrosa, donde a menudo escuchaba pasos o sonidos, como si habitaran seres irreales en ese lugar.

- Entra Samuel, he preparado café, nada como algo caliente en esta mañana helada! Siéntate, te serviré un poco.

- Oh Srita. Caroline es ud muy amable, sin azúcar por favor.

- Puedes llamarme Caroline. Responde la enfermera desde la cocina.

- Y que tal se la ha pasado? cuando regresa la Sra. West? Es una pena que estés aquí sola, de seguro has estado algo aburrida. Que tal te la llevas con Alan?. Preguntaba tomando pequeños sorbos de café.

- Si, es una casa algo sola y silenciosa, pero es mi trabajo y trato de ser lo más profesional posible. La Sra. West regresará mañana, por suerte los días han pasado bastante rápido y ya tengo mis cosas empacadas. Caroline se detiene a mirar su reloj. Samuel, discúlpeme unos minutos, debo atender a Alan. En seguida regreso.

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Caroline se dirige hasta su habitación a buscar los medicamentos y la llave de la habitación del enfermo hombre y luego camina hacia la cocina a buscar un poco de agua. Pensaba que de nuevo tendría que volver a ver a esa extraña creatura, que le atemorizaba y le producía escalofríos.

Subió rápidamente las escaleras y se detuvo frente a la puerta de la habitación, cerró los ojos y respiró profundamente.

Luego de abrir la habitación ve de nuevo a Alan, pero ahora la esperaba sentado en su cama, la misma mirada fría, fija y llena de odio, que la atemorizaba.

Se dirigió hacia donde este se encontraba y le dio a tomar un poco de agua fresca.

El olor en la habitación era repugnante. Caroline entonces prosiguió a darle su dosis del medicamento indicado.

Salió de la habitación sin decir siquiera una palabra. Sentía verdadera lastima y temor por aquel hombre.

Al ver de nuevo al vecino sentado en un viejo mueble, una sonrisa se retrataba en su cara, sentía alivio de que al menos personas como ese joven la acompañasen, y su estadía en casa de la Sra. West fuese un poco mas grata.

Se sentó entonces al lado de Samuel y comenzaron una agradable conversación.

- Me alegra mucho haberlo conocido, es usted muy amable. Y ciertamente, tres días en esta casa es bastante deprimente.- le comenta la enfermera al vecino.

- Le entiendo, y atender a Alan no debe ser un trabajo fácil, debes tener cuidado. Aunque es una pena que está

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tanto tiempo encerrado. Y tal vez el estado en el que está, se deba a que pasa mucho tiempo solo en esas 4 paredes. Siento lastima por él. Desde que vivo en el vecindario, solo lo he visto un par de veces.

- Caroline debo irme, solo pasaba a saludarla y a ver si necesitaba algo. Es usted también muy agradable. Que pena que deba irse mañana. Recuerde que vivo cerca, no dude en llamarme si quiere que la ayude con algo. Al igual que usted, mi trabajo consiste en ayudar también a las personas. Samuel se levanta y se despide con una sonrisa.

- Se lo agradezco mucho, no dudaría en llamarlo si necesitara algo. Que pase un buen día.

Al cerrar la puerta, Caroline pensativa se sienta de nuevo en aquel sofá viejo y desteñido. Pensando en aquello que le había dicho Samuel. Era triste ver a aquel hombre encerrado por tanto tiempo, y de seguro es lo que ha hecho que llegue a ese estado de enfermedad.

Caroline se pone de pie, y decide subir a la habitación de Alan. Pensaba en que tal vez si lo dejara libre por un par de horas, para que jugara y caminara un poco en la sala, le daría felicidad a este hombre. Y a pesar de que la atemorizaba, y sentía miedo de que le hiciera algo, reflexionaba en que no seria fácil para él estar encerrado por tanto tiempo.

- De seguro estaría durmiendo.- pensó la enfermera.

Al abrir la puerta, Alan estaba extendido en la cama con los ojos abiertos y esa mirada que tanto inquietaba.

-Hola Alan, he pensado que como tu madre ha estado fuera un par de días, te has sentido solo, por eso quería saber si deseas bajar a la sala con tus juguetes, el día esta frío pero soleado.

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Luego de varios segundos de silencio, y esperando una respuesta o gesto de aquel hombre.

- De acuerdo, supongo que debes estar cansado. Te dejare la puerta abierta por si decides caminar un poco. Puedes bajar tus cosas para que juegues con ellas.- Caroline finalizó su frase con una sonrisa forzada y salió de la habitación dejando la puerta entre abierta.

Caroline tenia intensiones de ayudar a este hombre y hacer bien su trabajo, pero Alan, por su parte era un ser verdaderamente extraño, y en su cara solo se veía maldad y frialdad.

Se acercaba el medio día, y la enfermera sube a llevarle una bandeja con comida y algunas frutas a su paciente, y una pequeña tasa con toallas tibias para el baño correspondiente.

Alan seguía casi inmóvil, el intento de la enfermera por ayudarlo no dio resultados.

- Que es lo que tiene aquel hombre? Que es eso que piensa?.- Se preguntaba Caroline enjuagando los paños mugrientos con que limpio el cuerpo de Alan.

Ya solo quedan un par de horas para irme, la Sra. West regresara mañana, tengo muchas ganas de ver a mi pequeño, ojalá llegue temprano.

Caroline decide tomar una siesta, pensaba que así el tiempo pasaría más rápido. Quizás en la tarde podría caminar hacia la casa de su vecino para distraerse y despedirse mientras Alan dormía.

Era poco mas de las 11, la noche estaba oscura y callada. Caroline sube a la habitación a llevarle agua al indispuesto Alan, al que no escucho bajar en la tarde.

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- Alan! Alan! Estas aquí? Alan! Donde te has metido?. Gritaba con desespero y preocupación Caroline, buscando descontroladamente por toda la habitación, donde había desapareció aquel hombre.

- Como pude descuidarlo, y dejarle la puerta abierta, debí seguir las indicaciones de la Sra. West, debo encontrarlo.- pensaba, en medio de un ataque de desesperación por encontrar al sujeto enfermo.

Busco en la habitación sin conseguir resultado alguno, bajo rápidamente por las escaleras, y comenzó a buscar en toda la casa.

- Alan! Alan ven acá! Alan!.- gritaba con fuerza y buscando en los rincones de la casa, y arrepintiéndose por haberlo dejado salir.

Decide entonces subir y buscar en la habitación de la Sra. West.

Las puertas estaban cerradas con llave, y esto le impedía a la enfermera entrar a las habitaciones de arriba.

Al intentar abrir la última, resulto estar abierta y entró rápidamente, la habitación estaba llena de muebles y objetos viejos, era oscura, casi podía verse las sombras de las cosas con el reflejo de la puerta, estaba todo lleno de polvo y tela de araña, con un olor a humedad, y que se mezclaba a fetidez de carne descompuesta. Al final de la habitación, unas escaleras que conducían hacia la azotea.

Caroline con temor pero preocupación por encontrar a Alan, avanza con pasos cortos hacia las escaleras. Sentía la boca inmóvil del miedo que le producía aquella casa.

Cuando termina de subir el último escalón, su cuerpo es recubierto por un humo de aire frio, y sus manos comienzan a temblar. Caroline se encontraba inerte, sin expresión alguna en su cara. Deseaba gritar, pero su

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garganta esta bloqueada, deseaba correr, pero sus piernas apenas ponían sostenerla, deseaba huir pero era el mismo temor que le impedían moverse y salir. Su mirada estaba fija a aquel lisiado y desangrado cuerpo, extendido en el piso, putrefacto, y color oscuro, sin algunas de sus partes. Sobre ese cadáver, un hombre al que ya conocía, Alan, quien la miraba tan fijamente. Pudo apenas reconocer que aquel cuerpo muerto se trataba del de la Sra. Agatha west.

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DIA 3

- Auxilio!! Ayúdenme por favor, ayúdenme! Ayuda!!.-

exclamaba desconsolada, y llorando, la enfermera

Caroline, bajando las escaleras con rapidez.

Escucha abrirse la puerta.

- Samuel, ayúdame por favor, ayúdame. Grita llorando y

sin aliento y abrazando a aquel vecino.

- Que ha sucedido Caroline? Debe calmarse.- responde

con voz tranquila, el cortés hombre.

- Alan, Alan ha matado a su madre, ayúdame, Alan la ha

matado!.- le cuenta casi sin poder hablar.

- No puede ser posible, donde está? Cálmese y lléveme

al lugar donde se encuentra.- y toma un pequeño

martillo de una mochila que siempre llevaba atada en

su cintura, donde guardaba sus objetos de trabajo.

Ambos subieron las escaleras de prisa y Caroline guió

al vecino hacia la habitación de ático, y subieron las

escaleras.

Alan aún seguía sobre el cadáver de la mujer, con

aquella ropa ensangrentada, en la misma posición, mirando

a la que había sido su madre.

Samuel se queda paralizado.

- Le has dado sus medicamentos? Pregunta, con tono

calmado y que apenas podía oírse.

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Caroline aterrada logra afirmar con su cabeza.

Samuel avanza un paso, despacio, y saca de su mochila

una soga y esconde el martillo detrás de su pantalón.

Tranquilo Alan, no te hare daño, no pasa nada.- Le habla

con voz calmada.

Se acerca hasta Alan, y logra atarlo, lo lanza al piso,

y hace varios nudos entre sus brazos, evitando que se

suelte.

Caroline, ni siquiera podía hablar, ver el cadáver de

la Sra. Agatha, casi irreconocible, no era fácil.

- Oye! Venga acá por favor, necesito ayuda. Tenemos

suerte de que aun este bajo los efectos del

medicamento, busca los sedantes, rápido.- le grita

Samuel a la enfermera, mientras este continuaba

atando a aquel hombre.

Caroline corre hacia su habitación a buscar las

inyecciones que le había dejado la Sra. West.

- Aquí están, pero no le hará efecto hasta no pasar mas

de una hora.- le dice llorando.

Alan, no emitía ninguna fuerza, ni ningún gesto. Su

mirada esta perdida, como siempre le caracterizaba. Su

cuerpo esta inerte y pesado.

Samuel hacia un gran esfuerzo mientras lo ataba con las

sogas. En minutos, Alan se encontraba atado, inmóvil en el

suelo.

- Que está haciendo? No por favor!.- grita sin más

aliento la enfermera Caroline.

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Un silencio envolvió al polvoriento ático de la casa.

El lugar permaneció quieto durante minutos. Las cosas no

salieron como debían, algo falló en la operación.

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EPILOGO.

Mi corazón palpitaba inquieto cada vez que entraba a

esa casa, cada noche, mis glándulas salivales segregaban

de forma excesiva, con anhelo de apaciguar mi apetito de

sed, de sangre. Y cada segundo deseaba con desesperación

esta oportunidad.

A diario entraba a esa casa pero sin obtener

resultados, esperaba el momento preciso para llevar a

cabo mi confabulación. Al ver entonces que mi madre tenía

intenciones de viajar, aproveché la ocasión. Comencé por

ella.

Un día antes de su partida, la revestí en las escaleras,

le golpee con un pequeño martillo en la cabeza, y la

arrastre hacia aquel sótano. Sentía como fluía con

rapidez mis pulsaciones, casi podía visualizar mi sangre,

pero mas, su sangre y el deseo que tenia de degustarla.

Entonces asi mismo, luego de llevarla a ese ático viejo, el

cual traía recuerdos de mi infancia, procedí a satisfacer

mi apetito.

Utilice una pequeña navaja casera, de tal modo que no

despertada inquietudes entre mis conocidos. Corté varios

dedos de su mano, y luego pedazos de sus piernas. Ella se

movía de dolor, asi que decidí vendarle la boca para

evitar que gritara mientras agonizaba del suplicio.

Matarla viva era algo que me incitaba y creaba aun mas

deseo en mi. Abrí su estomago y comí parte de sus viseras.

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Era algo tentador, dejarla allí sin poderla deleitar,

pero era tarde asi que decidí irme y regresar al

siguiente día, por ella, y por el otro.

Al día siguiente, al entrar, me di cuenta que algo esta

mal. Alguien más estaba en casa, asi que mis planes han

debido cambiar. Descendí de forma natural y

estructurando mis ideas. En ese momento vi a esa mujer, de

buen aspecto, y mirada calmada e ingenua. Sabía que seria

un estorbo, pero jamás un obstáculo. Mi objetivo era

también matarlo a él, asi que busqué la manera de

persuadirla pero lograr mi cometido.

Y esa noche, no la esperaba, programe algo de ultima

hora, solo esperaba que todo saliera bien. En ese ático al

verlos a ellos dos, sentía dentro de mí, un efecto de

victoria, de poder, de logro, y cada vez, eran más mis

ganas de querer. Comencé entonces por aquel que era mi

hermano, mi obsesión por saborear, hacia que cortara con

más ligereza.

Los comí a los dos, y también por lastima a ese

fastidioso estorbo.

Por años estructure mis ideales, y ahora que al fin lo

conseguí, todo salió aun mejor de lo que esperaba. Es por

esto, que todo salió tan perfecto. Porque no deje rastros

ni testigos alguno… ninguno…

Soy Howard West, viví por años en la calle Baker

Street, Londres. Y quien me hice pasar por Samuel, el

vecino bondadoso que ayudaba a la gente. Todo encerrando

el circulo de mi plan al que tenía como objetivo, saciar

mi ansia de matar, de comer.

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