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LA COLECCIÓN VILLACEVALLOSHISTORIA DE UN MUSEO ... · Antonio Capdevila manda al ilustrado...

Date post: 17-Jun-2020
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museológica: coleccionismo 100 LA COLECCIÓN VILLACEVALLOS. HISTORIA DE UN "MUSEO" ARQUEOLÓGICO DEL XVIII EN CÓRDOBA José Beltrán Fortes Universidad de Sevilla INTRODUCCIÓN Q uienes visiten el futuro Museo de Málaga –confiemos que en una fecha no demasiado lejana– identificarán en los rótulos de algunas de las piezas la referencia de que proceden de la “colección Villacevallos”. Se trata de una serie de esculturas e inscripciones de época romana que fueron colectadas durante el siglo XVIII por Pedro Leonardo de Villacevallos y Vera (1696-1774) en su Córdoba natal, conformando una de las más importantes colecciones arqueológicas de la Andalucía ilustrada. Tras la muerte de Villacevallos, quedaron las piezas en su casa solariega de Córdoba hasta que, a finales del siglo XIX, compró los restos de la colección el marqués de Casa-Loring, trasladándola en 1896 a Málaga, a su finca de “La Concepción”. Ese episodio inaugura un nuevo capítulo en la historia de aquellos materiales, que va unido a la trayec- toria posterior de los fondos del llamado “museo Loringiano”, otra de las más destacadas colecciones particulares en la Andalucía del nuevo siglo romántico. Ya en el siglo XX, en la década de los setenta, las piezas que aún se conservaban de la antigua colección loringiana fueron adquiridas por el Estado español e ingresaron en los fondos del Museo de Málaga, aunque las de mayor formato permanecen todavía expuestas en la citada finca de “La Concepción”. Suponen estos materiales de la “colección Villacevallos” y sus vicisitudes poste- riores un precioso ejemplo de los avatares históricos del coleccionismo arqueológico andaluz durante los tres siglos citados, en un proceso que incluso aún se puede ampliar, si tenemos en cuenta que algunas de las piezas recuperadas por el caballero Villacevallos habían tenido ya presencia en otras colecciones locales durante el siglo XVII 1 . Su estudio ha satisfecho plenamente desde el punto de vista intelectual a quienes nos hemos dedicado a su tarea en estos últimos años 2 y constituye ahora, sin duda, el más amplio testimonio del “largo camino de una colección” particular y “la lenta gestación de un museo” público, según expresiones afortunadas de J. R. López a propósito de la otra gran colección arqueológica del dieciocho andaluz, la de Francisco de Bruna y Ahumada en el Alcázar sevillano, y su incidencia en el Museo Arqueológico de Sevilla 3 , que, por otro lado, también ha sido tratada en un número anterior de esta revista 4 .
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LA COLECCIÓN VILLACEVALLOS. HISTORIADE UN "MUSEO" ARQUEOLÓGICO DEL XVIII EN CÓRDOBA

José Beltrán FortesUniversidad de Sevilla

INTRODUCCIÓN

Q uienes visiten el futuro Museo deMálaga –confiemos que en una fecha nodemasiado lejana– identificarán en los

rótulos de algunas de las piezas la referencia deque proceden de la “colección Villacevallos”. Setrata de una serie de esculturas e inscripcionesde época romana que fueron colectadas duranteel siglo XVIII por Pedro Leonardo de Villacevallosy Vera (1696-1774) en su Córdoba natal,conformando una de las más importantescolecciones arqueológicas de la Andalucíailustrada. Tras la muerte de Villacevallos,quedaron las piezas en su casa solariega deCórdoba hasta que, a finales del siglo XIX,compró los restos de la colección el marqués deCasa-Loring, trasladándola en 1896 a Málaga, asu finca de “La Concepción”. Ese episodioinaugura un nuevo capítulo en la historia deaquellos materiales, que va unido a la trayec-toria posterior de los fondos del llamado “museoLoringiano”, otra de las más destacadascolecciones particulares en la Andalucía delnuevo siglo romántico. Ya en el siglo XX, en ladécada de los setenta, las piezas que aún seconservaban de la antigua colección loringiana

fueron adquiridas por el Estado español eingresaron en los fondos del Museo de Málaga,aunque las de mayor formato permanecentodavía expuestas en la citada finca de “LaConcepción”. Suponen estos materiales de la“colección Villacevallos” y sus vicisitudes poste-riores un precioso ejemplo de los avatareshistóricos del coleccionismo arqueológicoandaluz durante los tres siglos citados, en unproceso que incluso aún se puede ampliar, sitenemos en cuenta que algunas de las piezasrecuperadas por el caballero Villacevallos habíantenido ya presencia en otras colecciones localesdurante el siglo XVII1. Su estudio ha satisfechoplenamente desde el punto de vista intelectual aquienes nos hemos dedicado a su tarea en estosúltimos años2 y constituye ahora, sin duda, elmás amplio testimonio del “largo camino de unacolección” particular y “la lenta gestación de unmuseo” público, según expresiones afortunadasde J. R. López a propósito de la otra grancolección arqueológica del dieciocho andaluz, lade Francisco de Bruna y Ahumada en el Alcázarsevillano, y su incidencia en el MuseoArqueológico de Sevilla3, que, por otro lado,también ha sido tratada en un número anteriorde esta revista4.

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EL CABALLERO VILLACEVALLOS,ERUDITO Y COLECCIONISTA

Fue P. L. de Villacevallos unprohombre de provincia que, desdesu juventud y de forma autodidacta yaislada en Córdoba, dedicó suinterés al estudio de la anticuaria,acompañado por el ansia de colec-cionar las antigüedades del pasado,llegando a alcanzar gran fama en laEspaña ilustrada por su colección de inscripciones y monedas, los dosámbitos fundamentales a los que sehabían dedicado los eruditosespañoles en las dos centuriasanteriores y se dedicaban todavía enaquella del XVIII. Su fama fueapagándose tras su muerte, tambiénporque los intereses anticuarios ycoleccionistas derivaban hacia otrosplanteamientos alejados de los mas“anticuarios” de Villacevallos, y elrescoldo de su recuerdo sólo quedóen las referencias a su colección, su“museo”, que fue diluyéndose a lolargo del siglo XIX. Como afirmara eltambién cordobés Rafael Ramírez deArellano en los primeros años delsiglo XX, Villacevallos había sido:“Hombre sapientísimo de quienapenas quedan noticias por no haberescrito casi nada... Estabarelacionado con todos los sabios desu tiempo, que le consultaban enmateria arqueológica, y entre los quegozaba de buen crédito”5.

No fue Villacevallos un erudito que, ala manera de otros ilustrados deaquel siglo, se hubiera dedicado deforma planificada al estudio de lasantigüedades, sino que se centró deforma casi exclusiva en la catalo-gación de las piezas de su coleccióny, por ende, del estudio de laepigrafía local y la numismáticahispana. En esos campos sí produjoVillacevallos diversos escritos que, de

forma lamentable, quedaron inéditosen su totalidad. Su producción escritacorresponde especialmente alcatálogo de las piezas escultóricas yepigráficas6, que se fecha en 1740,pero que tuvo algunas tentativasprevias; a los catálogos parciales desu monetario; y a apuntes y papelessueltos (entre los que sobresale unbreve ensayo sobre los miliariosromanos de Córdoba); a lo que hayque sumar casi un centenar de

cartas, que testimonian su relaciónepistolar con importantes eruditos dela época, especialmente de Madrid yAndalucía occidental. Esa documen-tación se conservaba inédita enMadrid (Real Academia de laHistoria, Biblioteca Nacional yBiblioteca Real) y Sevilla (BibliotecaCapitular y Colombina), siendo deespecial interés los manuscritos de

ésta última, ya que incluyen doscopias de su catálogo realizadas porel también cordobés Manuel JoséDíaz de Ayora en 1760 y 1763 yque aportan las nuevas incorpora-ciones realizadas a la colección tras1740. De enorme interés sontambién varias cartas que el médicoAntonio Capdevila manda al ilustradovalenciano Gregorio Mayans en lasque, hacia 1760, le describe lacolección Villacevallos, acompañán-dolas con varios dibujos de la plantadel patio y de cómo estabancolocadas las piezas en ese lugar dela casa, siendo un excepcionaltestimonio de orden museográficopara el estudio de la colección7.Ahora hemos tenido la satisfacciónde recuperarlos y son la base para larevalorización de su figura y de sucolección, buen ejemplo del coleccio-nismo español de época ilustrada anivel provincial, en un ámbito a

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Portada del catálogo de P. L. Villacevallos yVera (1740), según copia de M. J. Díaz deAyora en 1760. Ms. de la Biblioteca Capitulary Colombina de Sevilla

Se trata de una serie deesculturas e inscripciones de épocaromana que fueroncolectadas durante elsiglo XVIII por PedroLeonardo deVillacevallos y Vera(1696-1774) en suCórdoba natal, conformando una de lasmás importantescolecciones arqueológicas de laAndalucía ilustrada

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caballo entre el erudito y el nobiliario.No debe olvidarse que Villacevallosno perteneció al estamentoeclesiástico, el más importante queen época moderna sustentó enEspaña los estudios de anticuaria8, yaunque tampoco pertenecía a lanobleza sí tuvo gran influencia en lapolítica local, dentro de los miembrosde la pequeña nobleza o hidalgosque copaban los puestos de losconcejos urbanos. Su colecciónsirvió, pues, a los objetivos propiosde esos dos tipos de colecciones. Porun lado, no puede negarse que debióser exponente de un prestigio social anivel local –que continuaba laaplicación del prestigio de laantigüedad clásica por parte de la

nobleza europea desde elRenacimiento–, aunque quizás eseobjetivo no era tan evidente ocomprendido en el provinciano marcosocioeconómico y cultural de laCórdoba del XVIII, bastante atrasadocon respecto a otros centros deAndalucía occidental como Sevilla oCádiz. Por otro lado, en línea con elideario ilustrado, busca un objetivobásicamente intelectual en el campode la erudición anticuaria, sirviendotales materiales de objeto de estudiopara su colector, como era propio delas colecciones de eruditos9.

El caballero P. L. de Villacevalloshabía nacido en Córdoba el 7 denoviembre de 1696 en una familia

hidalga de origen cántabro. En líneacon lo dicho y al igual que otrosfamiliares, que ocuparon puestos enla administración local –llegando enalgún caso a emparentar con familiasnobles–, Pedro Leonardo llegó a seralcalde ordinario de Córdoba en1747. Se había casado en 1723 consu prima hermana Catalina Estefaníade Villacevallos y tuvo un hijoheredero, Rafael María, pero que notuvo aficiones eruditas ni coleccio-nistas. Curiosamente, de su mujerrecibió en dote un miliario de épocade Tiberio, herencia del que fuera sutío abuelo, el presbítero Bernardo deCabrera (1604-1676), importanteanticuario y erudito cordobés y queconformó asimismo una colecciónarqueológica en la centuria barroca.Podría parecer una premonición deldestino que apuntaba a los afanescoleccionistas que se alargaríandurante toda su vida, pero más biendenota que ésos ya estabanasentados desde entonces. La corres-pondencia con importantes eruditosde la época, especialmente deAndalucía y de Madrid, y con otrospersonajes que tenían aficionescoleccionistas, demuestra por unlado, ese interés mantenido a lo largode toda su vida, a la par que laimportancia de sus apoyos, especial-mente en el marco de la Cortemadrileña y de la Real Academia dela Historia. Es un buen ejemplo lacorrespondencia mantenida entre1726 y 1743 con Andrés GonzálezBarcia, influyente personaje en laCorte, que ocupa los cargos depresidente del Consejo de Castilla yMinistro de Guerra e Indias. Esas

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No fue Villacevallos un erudito que, a la manerade otros ilustrados de aquel siglo, se hubieradedicado de forma planificada al estudio de lasantigüedades, sino que se centró de forma casiexclusiva en la catalogación de las piezas de sucolección y, por ende, del estudio de la epigrafíalocal y la numismática hispana

Dibujo de la pared norte del patio-museo deP. L. de Villacevallos, en Córdoba, según eldiseño enviado en 1760 por A. Capdevila alerudito valenciano G. Mayans.Correspondencia Mayans, BibliotecaMunicipal Serrano Morales (Valencia)

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relaciones y la fama de su colección,que él se encargó de promocionar apartir de las copias de su catálogo deesculturas y epígrafes escrito en1740, determinaron su éxito, quetuvo su cúlmen cuando fuenombrado en 1754, con 58 años,académico honorario de la RealAcademia de la Historia, con unarapidez inusitada. En efecto, losolicitó mediante carta de 31 deoctubre de ese año y el mismo día sele aceptó, tomando posesión muypoco después, el 8 de noviembre de1754, con un discurso sobre lahistoria nacional y el interés de lasfuentes anticuarias. Obtenido aquelreconocimiento estuvo en Madridunos meses más, pero en 1755retorna a Córdoba, donde residirácasi veinte años, hasta su muerte el13 de junio de 1774, con 77 años.En ese período parecen decaer ya susintereses anticuarios, siendo incapazde terminar el catálogo delimportante monetario10, pero sícontinuó su labor de recogida demateriales para la colección, su logromás importante.

EL “MUSEO” VILLACEVALLOS

La colección constaba de dos partes.Una se ubicaría en el gabinete,aunque desconocemos dónde sesituaba efectivamente esa estanciaen la casa, pero sería allí dondedebieron colocarse los tres muebles omonetarios portátiles que guardabanla selección destacada de lacolección de monedas y gemas,junto a los libros y no sabemos quéotro tipo de piezas, ya que no hayreferencias a otros elementos comograbados, dibujos o cuadros,habituales en este tipo decolecciones. Los tres monetarios erande madera de cedro –uno había

pertenecido al deán de Alicante JoséMartí y, posteriormente, al arcedianode Niebla Francisco Lelio Levanto yse lo regaló su amigo el marqués dela Cañada– y en ellos las monedasse colocaban en bandejas, de 24dos de ellos y de 58 otro. Ésteúltimo incluía las monedas romanasrepublicanas, ordenadas por familias,y las de oro y plata imperiales,además de las gemas y un siclohebreo; otro contenía las monedasromanas imperiales; y, finalmente, elsiguiente, los pequeños broncesbajoimperiales, monedas árabes ymonedas medievales cristianas ymodernas. En suma, junto a algomás de una veintena de gemas,antiguas y modernas, llegó a teneraproximadamente unas 6.000monedas y medallas, sobre todoantiguas y, en menor grado,medievales y modernas, entre lasque destacaban las series demonedas antiguas de cecashispanas, con pocas piezas de oro yplata, explicable porque su confor-mación fue eminentemente deabastecimiento regional y por suspropios intereses en la monedahispánica. Otro indicador fue el usoque los más destacados numísmatasde la España ilustrada hicieron dealgunas de sus piezas monetales,como ocurre con el padre EnriqueFlórez, que le visitó en Córdoba en1768 en el recorrido de su viaje porAndalucía y refiere sus monedas ensus Medallas de las Colonias,Municipios y Pueblos Antiguos deEspaña (Madrid, A. Marín, 1757,1758 y 1773), o con el marqués deValdeflores, quien también usó sumonetario para su Ensayo sobre losalphabetos de las letras descono-cidas (Madrid, Sanz, 1752).

La otra parte de la colecciónarqueológica la constituye el conjunto

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Escudo de los Villacevallos en su casa deCórdoba. Todavía se conserva in situ en lafachada de la casa

Dibujo de la pared sur del patio-museo de P.L. de Villacevallos en Córdoba, según eldiseño enviado en 1760 por A. Capdevila alerudito valenciano G. Mayans (ms. deBiblioteca Municipal Serrano Morales deValencia; correspondencia Mayans)

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de esculturas e inscripciones, junto aotros materiales (como fragmentosarquitectónicos y cerámicos), que sedispusieron en el “primer patio” oapeadero de la casa, conformando unverdadero patio arqueológico, al quedenominaba su “museo”. La casaseñorial de Villacevallos estabaconstruida junto a la antigua murallade Córdoba, en el sector sureste deésta, el barrio de la catedral, y juntoal “Campo Santo de los Mártires”,situándose la entrada al fondo delcallejón de Villacevallos, hoy de laLuna, y, aunque ha sido transformadatotalmente en su distribución, sítenemos un plano preciso de estepatio e incluso de cómo estabandispuestas en él las piezasarqueológicas, gracias a diversosdocumentos: unos, escritos por elpropio Villacevallos (en 1739 y1740); y otros, por el médico AntonioCapdevila (en 1760), que los envió aValencia a la atención del granestudioso ilustrado Gregorio Mayans.Por éstos sabemos sólo la exactacolocación de las piezas en los frentesnorte y sur, ya que se han perdido losdibujos de los frentes este y oeste.

El “museo” Villacevallos continuabala ya vieja tradición de los patiosarqueológicos, según el modelogenerado en el Renacimientoitaliano, con una cierta ordenacióntipológica formal. A pesar de laimportancia del lapidario no llegabaa ser un propio “museo epigráfico”,según el esquema consagrado poraquellas mismas fechas de mediadosdel siglo XVIII por Scipione Maffei enlos pórticos de la AccademiaFilarmonica de Verona, en el quesólo las inscripciones eran el objetoúnico de colección y, aunque unasaparecían empotradas en los murosy otras simplemente apoyadas sobreel suelo –como también ocurre en el

“museo” Villacevallos–, ya seordenaban en función del carácter yclase de los epígrafes. En efecto, lasimetría de las formas de lossoportes es la regla básica para ladisposición “museográfica” de laspiezas más importantes del lapidario,como deja claro en el propio títulodel documento antes citado(Acomodamiento y adornosimetrico...) y en alguna referencia

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Restitución ideal del "museo" Villacevallos. Paredes norte y oeste

Llegó a tener aproximadamente unas 6.000monedas y medallas, sobre todo antiguas y, enmenor grado, medievales y modernas, entre lasque destacaban las series de monedas antiguasde cecas hispanas

Restitución ideal del "museo" Villacevallos. Paredes sur y este

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epistolar, cuando dice de las inscrip-ciones que: “…unas, de crecidamole, persisten resaltadas yantepuestas a la circunvalación desus paredes; y las otras, menores,embebidas en ellas, como engastepropio, giran en alternativosmaridajes con el no desagradablesimétrico adorno de su colocación”11.

La simetría y la disposición heráldicade las piezas epigráficas se destacacon ciertas esculturas, figuras obustos, que complementan lasordenaciones de piezas. Ello sedestaca, sobre todo, en la caraseptentrional, que es la principal delpatio, mediatizada por la presenciade los dos arcos, que abren a unpórtico norte, y de dos balcones; perotambién en el frente meridional. Así,en la cara norte, la escultura delthoracato de Montoro se ha colocadopor delante de la columna del centro,sobre un monumento epigráficocilíndrico, mientras que a amboslados se suceden sendas acumula-ciones de tres monumentos epigrá-ficos de mayor a menor tamaño (altaro pedestal + bloque o placa + placade menor tamaño), simplementeapoyados sobre la pared. En la partesur sobresalen tres composicionesque siguen una estructura similar yasimismo sólo se arriman o apoyansobre la pared: gran bloque cuadran-gular (altar o pedestal) + piezacilíndrica + pequeño bloquecuadrangular + cabeza, aunque en elcentro el busto masculino apoya directamente sobre la pieza cilíndrica.Alguno de los espacios libres de lapared ha permitido además que seempotren ciertas placas, a diferentesalturas, siguiendo un modelo bienconocido de embutir pequeñas piezasarqueológicas o fragmentos en losparamentos. En contraposición, enlas paredes este y oeste es predomi-

nante ese último criterio y se sucedensobre las dos paredes (especialmenteen la occidental) las placasembutidas en la pared, más o menosa similar altura, junto a algunas otras–los bloques epigráficos mayores–simplemente apoyados o colocadossobre la pared y, a veces, coronadospor estatuas; además, existe unmayor criterio acumulativo de piezas,sin que la escultura ocupe una dispo-sición heráldica o simétrica, mientrasque su colocación viene condicionadatanto por sus propias características,como por la forma de disponer losmonumentos epigráficos. De losdibujos de Capdevila elaborados en1760 se observa que el frente norteha permanecido inalterado (justi-ficado por su valor simbólico),mientras que en el meridional se hanproducido algunas variaciones, comofruto de nuevas incorporaciones,sobre todo de nuevas placas epigrá-ficas que se han embutido en lapared. Sin embargo, la mayor partede las nuevas piezas añadidas enaquellos veinte años fueron colocadasbajo el pórtico septentrional del patio,del que asimismo poseemos el dibujode Capdevila, y donde se reconocenlas típicas placas embutidas en lapared en la zona alta, junto a lossoportes epigráficos mayores en labaja, simplemente dispuestos junto ala pared sobre una especie de poyetey algunas esculturas.

VALORACIÓN DE LA COLECCIÓN YDEL CONTEXTO COLECCIONISTA DELA ÉPOCA EN ANDALUCÍAOCCIDENTAL

La valoración que podemos hacer deeste “museo” lapidario y escultóricoes excepcional desde una perspectivadel coleccionismo arqueológico de laanticuaria ilustrada a nivel provincial

durante los dos cuartos centrales delXVIII español12. En ese contextosobresale la “colección Villacevallos”y especialmente la parte referida ainscripciones y esculturas, ya que lascolecciones de monedas eran máshabituales en aquel ámbito. Enefecto, sobresale tanto por suabundancia como por su especiali-zación en el mundo arqueológico,especialmente de materiales deépoca romana. Es cierto que en ellapidario se incluyen algunosepígrafes medievales (mozárabes eislámicos) y modernos, perosobresale la parte epigráfica romana,como fruto de la riqueza epigráfica delos territorios de esta parte de laBética, especialmente de Corduba.

Además, es destacable el valor quese da a los materiales escultóricos,entre los que sobresalen obras degran formato, más o menoscompletas, que están presentesdesde un primer momento: unaestatua de emperador con vestimentamilitar de Montoro entró en su poderen 1734 y, hasta 1740, obtuvo laserie mejor de esculturas, destacandolos retratos. Las colecciones deeruditos habían incluido de formatradicional, junto a las monedas,algunos epígrafes y pequeñas piezas

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Este "museo" lapidarioy escultórico sobresaletanto por suabundancia como porsu especialización en elmundo arqueológico,especialmente demateriales de épocaromana

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arqueológicas, entre las cualespodían aparecer algunas esculturasde metal o mármol, pero general-mente eran piezas de pequeñoformato y se situaban en un marcode coleccionismo más ecléctico, queincluía materiales de los ámbitosdenominados naturalia y artificialia,cuyo modelo más perfecto fue elMuseo Kircheriano13, pero en la deVillacevallos no parece que hubieratales elementos, o al menos ladocumentación manuscrita no lorecoge. Tampoco es completamenteinusual ese especial interés por laescultura, junto al coleccionismo delas monedas y epígrafes, en losambientes eruditos de Andalucíaoccidental. Como precedentepodríamos citar, en los primerosdecenios del XVII, la colección delerudito y poeta sevillano RodrigoCaro, que poseía algunas inscrip-ciones y esculturas romanas, pero enun número y formato menores ycomo fuente directa de la inspiracióndel pasado clásico14. Más cercana esquizás otra importante colecciónarqueológica sevillana, también deese siglo XVII, que fue realizada enlos cuartos centrales de la centuria,en la localidad de Lora de Estepa, por

Juan de Córdoba y Centurión, hijonatural del marqués de Estepa ypolítico destacado de la adminis-tración de los Austrias menores. Enella convivieron esculturas de granformato e inscripciones romanas, sibien esculturas e inscripcionesestaban colocadas en dos estanciasdiferentes de su casa-palacioestepeña15. Además, estaba ya enabandono en el siglo XVIII y notenemos constancia siquiera de queVillacevallos llegara a conocerla direc-tamente, ya que nunca lo mencionaen sus notas.

Como hemos dicho, la valoración del“museo” Villacevallos debe hacerseen su justo contexto. Evidentemente,en el capítulo escultórico no escomparable a colecciones nobiliarias,que, siguiendo la moda italiana, seforman ahora en España, como porejemplo las frecuentemente citadasdel cardenal Antonio Despuig enPalma de Mallorca, con esculturas desus excavaciones en la italianalocalidad de Ariccia; y la delembajador José Nicolás de Azara,asimismo formada con esculturasobtenidas en Italia, especialmente ensus excavaciones de Roma y Tívoli.Este tipo de coleccionismo, tanto dela aristocracia civil como eclesiástica,seguía una línea constatada enEspaña en los dos siglos anterioresde la edad moderna, aunque sin laprofusión que en otros paíseseuropeos –no sólo Italia–, que teníaen la colección sevillana de la “casade Pilatos” un perfecto paradigma16.La colección de P. L. de Villacevalloses excepcional –como se dijo– dentrodel ambiente de las colecciones deeruditos locales en España yAndalucía durante el siglo XVIII. Esaespecialización en las antigüedadesde origen local y la abundancia(cerca de cien inscripciones y más de

veinte esculturas) y la calidad deéstas, así como la colocación para suexposición pública, le dan su signopeculiar, que hace que la debamosconsiderar un propio “museo”arqueológico. Además, sobresale porel momento en que se realiza, puestoque la colección aparece perfecta-mente concretada ya en el segundocuarto del XVIII, antes de que otrasexperiencias documentadas en losámbitos de Andalucía occidental sedesarrollen durante la segunda mitadde la centuria, aunque éstasincorporan nuevos parámetros quepodemos considerar como másmodernos, en línea con los renovadosideales de la monarquía y lailustración borbónica durante elreinado de Carlos III.

A Pedro Leonardo de Villacevallos letocó vivir otros momentos. Nacido enlos últimos años del reinado deCarlos II, en el ocaso de los Austriasespañoles, en su infancia asiste a laguerra de la Sucesión, aunque superíodo de vida más fecundo coincidecon los reinados de Felipe V (1701-1746) y de Fernando VI (1746-1759). Bajo el primero se crearon lasprimeras instituciones culturalesborbónicas: en 1711, la RealLibrería, con un Gabinete deAntigüedades y Monedas comoexponente del coleccionismo regio; y,especialmente, en 1738 la RealAcademia de la Historia, la principalinstitución española en el ámbitohistórico y anticuario del siglo17. Bajoel reinado del segundo se iniciaronimportantes iniciativas que afectarona ese ámbito, como el proyecto derecuperación documental dirigido porel padre Burriel, en el marco de losintereses regalistas, pero que significóla revisión de los grandes archivosnacionales y provinciales; o el iniciode los “viajes arqueológicos”, con el

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Esa especialización enlas antigüedades deorigen local y laabundancia y calidadde éstas, así como lacolocación para suexposición pública, ledan su signo peculiar,que hace que lodebamos considerar unpropio "museo"arqueológico

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del malagueño marqués deValdeflores, que le encarga laAcademia de la Historia en 1752,aunque posteriormente se frustró trasla caída en desgracia de su valedoren la corte, el marqués de laEnsenada. Todavía asistió en laúltima fase de su vida al reinado deCarlos III (1759-1788), venido desdeItalia para suceder a su hermano, yaunque durante su reinado se promo-cionan otros proyectos y se llevan acabo excavaciones en lugares comoSegóbriga, Sagunto, Itálica, Cástulo,Mérida, etc., no hay nadacomparable a las promocionadas porel rey Carlos en Herculano yPompeya18. En el campo del coleccio-nismo arqueológico también seproducen cambios durante lasegunda mitad de la centuria, quetraen como consecuencia una revalo-rización del coleccionismo de lasesculturas clásicas, en línea con lallegada de los nuevos idealesestéticos que las teorías winckelma-nianas iban imponiendo en Europa, yque llegaron a España, sobre todo,bajo la influencia de artistas comoAntonio Rafael Mengs y de la laborde la Real Academia de Bellas Artesde San Fernando.

El ya citado Francisco de Bruna(1719-1807), de una generaciónposterior, es buen exponente de esoscambios que se producían de formapaulatina también en Andalucíaoccidental19. Los nuevos aires quedanen evidencia en el apoyo que realiza,por ejemplo, a la Real Escuela de lasTres Nobles Artes de Sevilla (1771),desde la que intentó introducir lanueva estética artística en la ciudad,incluso costeando copias, para suaprendizaje, de algunos de losvaciados de esculturas clásicas quehabía enviado Mengs desde Italia aCarlos III, para lo que vino a la

ciudad el propio vaciador de laAcademia de San Fernando, elitaliano José Pagniucci. Ese nuevogusto artístico por la plástica antiguatambién queda evidenciado por ladestacada presencia que, junto aaquellos vaciados, tuvieron lasesculturas romanas en la colecciónque conformó en el Alcázar sevillano,en la llamada “sala de esculturas einscripciones de la Bética”, especial-mente esculturas italicenses, pero nosólo20. Básicamente, ésta ocupaba el“salón gótico”, junto a unaimportante serie de epígrafes yalgunos elementos arquitectónicos,mientras que en la galería cubiertaabierta al patio se colocaron losrestos de la antigua colección deJuan Centurión, traídos desde Lorade Estepa; y, finalmente, las pinturasocupaban el “salón bajo”. Aquella“sala” podía asemejarse algo al“museo” de Villacevallos, pero, apartede no saber la exacta disposición delas piezas y la combinación deesculturas y epígrafes, y del hecho deque no se dispuso en un patio sinoen un salón, concurrían otrosobjetivos didácticos en relación con laenseñanza artística de la Escuela yun gusto estético alejados de losplanteamientos más eruditos y tradi-cionales de Pedro Leonardo deVillacevallos21.

Enfermo los últimos años de su vida,la muerte de Villacevallos en 1774significó en cierto modo el final de su“museo”, o al menos del proceso deacrecentamiento que había tenidodurante toda su vida, debido aldesinterés de su heredero, RafaelMaría, por estos temas. Sus afanescoleccionistas, aquellos que habíansido alentados por su vocacionalinterés anticuario y erudito, que lehicieron destacar intelectualmente dela mayor parte de sus conciudadanos

en la Córdoba del XVIII, no tuvieronpues una digna continuación,aunque las leyes de mayorazgohicieron que continuara íntegra lamayor parte del “museo”. Como yahemos dicho, F. Pérez Bayer llegó avisitarlo en 1782 y describe amplia-mente los epígrafes en su Diario,puesto que ése era el principal interésde su viaje literario; pero A. Ponz nolo cita en su Viage de España. Sí lomencionará en una brevísimareferencia otro ilustrado viajero defines de la centuria, LeandroFernández de Moratín, quien a lavuelta de su viaje a Italia, a su pasopor Córdoba, comentó de su hijoRafael María: “…posee un numerosomonetario que le dejó su padre, pero,como no heredó su gusto ni su inteli-gencia, harto hará si lo conserva ensu poder como está, hasta que pase amanos más dignas”22.

VICISITUDES DE LA COLECCIÓN ENLOS SIGLOS XIX Y XX. TRASLADO AMÁLAGA

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Retrato de Jorge Loring, marqués de Casa-Loring (1822-1900)

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Su “museo” quedó, en efecto, comouna reliquia del pasado, pero progre-sivamente olvidado y arruinado en elnuevo siglo XIX, hasta que las“manos más dignas” del prócermalagueño Jorge Loring moldearonun nuevo capítulo en su historiaincorporando sus restos al llamado“museo Loringiano”23. Las leyesdesamortizadoras de la primera mitaddel siglo XIX y los avatares familiarespusieron en ruina la antiguacolección cordobesa a lo largo deaquella centuria. La colección demonedas había sido vendida ycuando en enero de 1861 el epigra-fista alemán Emil Hübner visita lacolección para la elaboración del CILII dice de las inscripciones deVillacevallos que: “...en su casa, queaún existe al presente, y a la que enotro tiempo solían llamar el Museo,había reunido más de sesenta inscrip-

ciones... de las que hoy por incuria oavidez de sus sucesores han desapa-recido unas veinte, quedando sobrepoco más o menos una cuarentena,sin contar los miliarios”24. La situaciónsiguió empeorando, como nosrecuerda Manuel Rodríguez deBerlanga al relatar el momento en quesu cuñado, el marqués Jorge Loring,fue a Córdoba para llevar a cabo sucompra: “...vendida la casa solariegade don Pedro Leonardo, quiso elmarqués de Casa-Loring hacia el1895 indagar qué se había hecho desu Museo, encontró amontonados enun almacén los objetos, de que sehabía compuesto, arrancados de losmuros de los anchos patios de laantigua morada, donde el ilustradocolector los hizo empotrar afanoso”25.

Jorge Loring Oyarzábal (1822-1900),que será nombrado marqués de

Casa-Loring, era un destacadohombre de negocios de la prósperaciudad de Málaga, en la segundamitad del siglo XIX. Junto a su mujer,Amalia Heredia Livermore (1830-1902), una de las hijas del asimismorico empresario Manuel AgustínHeredia, había comenzado a formaruna importante colecciónarqueológica, desde que en 1851adquirieran varias tablas de broncecon parte de las leyes municipales delas ciudades romanas de Malaca ySalpensa, aparecidas en Málaga. Elmuseo se enriqueció paulatinamentecon materiales arqueológicos de lapropia Málaga y de otras localidades,especialmente de Cártama, la antiguaCartima; precisamente la adquisiciónde un mosaico cartimitano con larepresentación de los trabajos deHércules fue el motivo principal parala construcción de un preciosotemplete en orden dórico. A esemarco fueron trasladados definitiva-mente en 1896 los restos de lacolección Villacevallos, que conocióun año antes Jorge Loring, paraengrandecer su “museo” malacitano,superando los vanos intentos de laComisión Provincial de MonumentosHistórico-Artísticos de Córdoba paraadquirirlos a su vez para el museoarqueológico de Córdoba. Colocadosen la portada del citado templete yen la explanada por delante de éste,diversas fotografías de la época nos

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Fotografía actual del templete dórico de lafinca de "La Concepción" (Málaga), donde seubicaba el llamado "museo Loringiano" en lasegunda mitad del siglo XIX

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ilustran de la colocación de lasnuevas piezas adquiridas, queenriquecían enormemente aquellacolección privada. Como recuerdaahora P. Rodríguez Oliva, la nuevapresentación museográfica, bastanteecléctica, unía piezas colocadas en elinterior y en el pórtico del templetecon aquellas otras situadas entre laexuberante floresta, otro de losencantos más sobresalientes de lafinca26, conformando una presen-tación arqueológica “pintoresca”,según expresaba en 1907 RodrigoAmador de los Ríos en el texto aúninédito del Catálogo de losMonumentos Históricos y Artísticosde la Provincia de Málaga: “Losrestos esculturales... se ofrecen alespectador pintorescamenterepartidos en las florestas,destacando sus marmóreoscontornos, desgastados y denegridospor la acción simultánea del tiempo yde la intemperie sobre las pomposasramas de frondosas arboledas, queembellecen por todos lados aquelparaje encantador y hermoso”27. Pocotiempo disfrutaron los marqueses deaquel período de bonanza, ya que lamuerte les sorprendió, al marido, en1900, y a la esposa, en 1902. En1911 la finca pasó de los herederosde Loring a poder de RafaelEchevarría y Amalia Echevarrieta;posteriormente, a HoracioEchevarrieta, que hacia 1930 hacetrasladar el mosaico antes aludido yotra escultura más a Bilbao –dondepermanecen–. Finalmente, el estadoespañol adquirió a fines de los años70 toda la colección (y con ella todaslas piezas que habían sido trasla-dadas a Málaga en 1896), que seintegró en los fondos del MuseoArqueológico de Málaga. Se ubicabaéste por aquellos años en los recintosde la Alcazaba y por ellos se

dispersaron también las piezas villa-cevalloneas de menor formato, yaque las de mayores dimensionesdebieron quedarse en la finca de LaConcepción, junto a las otras desimilares características de lacolección Loring. En 1990 elAyuntamiento de Málaga adquirió lafinca, gestionada ahora como jardínbotánico-histórico por el patronatobotánico municipal, y todavía se

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Detalle de una fotografía de fines del s. XIXdonde se aprecian algunas de las esculturasde la antigua "colección Villacevallos" en elfrente del templete dórico de la finca de "LaConcepción" (Málaga), tras ser adquiridas porel marqués de Casa-Loring en 1896

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pueden admirar algunas de las piezas dela antigua colección en el actualrecorrido del jardín, habiéndoserestaurado también el templete dórico.Los graves problemas del Museo deMálaga desde hace algunos años ofrecenhoy la paradoja de que la mayor partede las piezas de la “colecciónVillacevallos” se encuentran almace-nadas a la espera de su próximaexposición, aunque aún podemosreconocer un altar circular consagrado aAugusto que formó parte de aquella

colección y aún permanece en la subidaa la Alcazaba28. Separados definitiva-mente del solar patrio de su primercolector, estos preciosos materialesarqueológicos encontraron un nuevomarco donde florecer, junto a lasdiversas y exóticas plantas del jardín deLa Concepción. Pero en el fondo, fueronlos desvelos de Pedro Leonardo deVillacevallos los que permitieron laconservación de muchas de aquellaspiezas, que en caso contrario, sin duda,hubieran sido irremisiblemente perdidas. -

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Un detalle de los frondosos jardines de la fincade "La Concepción", creados por los Loring,según Cañizo y Lasso de la Vega (2001)

Altar consagrado a Augusto, de Córdoba, de laantigua "colección Villacevallos", hoy expuestotodavía en uno de los rincones de la subida ala Alcazaba de Málaga

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Notas

1. Cfr., BELTRÁN, J.: “La escultura clásica enel coleccionismo erudito de Andalucía (siglosXVII-XVIII)”, El coleccionismo de esculturaclásica en España (El Prado, 2001). Actas delSimposio, Madrid, Museo del Prado, 2001,pp. 143-171. Para el siglo XIX, LÓPEZRODRÍGUEZ, J. R.: “El desarrollo de losmuseos arqueológicos en Andalucía durante elsiglo XIX”, Arqueología fin de siglo. La arqueo-logía española de la segunda mitad del sigloXIX (I Reunión Andaluza de HistoriografíaArqueológica) (BELÉN, M., BELTRÁN, J., eds.)(= Spal Monografías III), Sevilla, Universidad,2002, pp. 157-178.

2. Actividades del Grupo de Investigación delPAI “Historiografía y patrimonio andaluz”(HUM 403). Vid. BELTRÁN, J., LÓPEZRODRÍGUEZ, J. R., coords.: El Museocordobés de Pedro Leonardo de Villacevallos.Coleccionismo arqueológico en la Andalucíadel siglo XVIII, Málaga-Madrid, Universidad deMálaga y Real Academia de la Historia, 2003.

3. LÓPEZ RODRÍGUEZ, J. R.: “El largo caminode una colección. La lenta gestación de unmuseo”, en Italica en el Museo Arqueológicode Sevilla, Sevilla, Consejería de Cultura de laJunta de Andalucía, 1995, pp. 11-25.

4. CANO, I.: “Ver para aprender. La primeragalería pública de Sevilla en el Alcázar (1770-1807). Aires ilustrados en Sevilla”, mus-A.Revista de las Instituciones del PatrimonioHistórico de Andalucía, I, 1, febrero, 2003,pp. 25-31

5. RAMÍREZ DE ARELLANO, R.: Catálogobiográfico de escritores de Córdoba, Córdoba,1921-1922, p. 703.

6. Hay sendas copias en la Biblioteca Nacional(ms. 5533, fols. 1-336) y Real Academia dela Historia de Madrid (ms. 9/5770, 2) y otrasdos en la Biblioteca Capitular y Colombina deSevilla (mss. 59-6-7, fols. 82-137, y 60-1-15, fols. 160-199).

7. En la Biblioteca “Serrano Morales” delAyuntamiento de Valencia: cartas de G.Mayans, ref. 6807.

8. BELTRÁN, J.: “El estamento eclesiástico enla historia de la Arqueología española delAntiguo Régimen (siglos XVI-XVIII)”, en El cleroy la arqueología española (II ReuniónAndaluza de Historiografía Arqueológica)(BELTRÁN, J., BELÉN, M., eds.) (= Spal

Monografías IV), Sevilla, Universidad, 2003,pp. 11-31.

9. Cfr. BELTRÁN, J.: “Entre la erudición y elcoleccionismo: anticuarios andaluces de lossiglos XVI al XVIII”, La antigüedad comoargumento. Historiografía de Arqueología eHistoria Antigua en Andalucía (BELTRÁN, J.,GASCÓ, F., eds.), Sevilla, 1993, pp. 105 ss.

10. Vid. los manuscritos de la BibliotecaCapitular y Colombina de Sevilla (ms. 60-1-15, fols. 90-158), Real Biblioteca de Madrid(ms. II/1447), Real Academia de la Historia(GN 1779/1 (2), leg. 18, n. 19 de 1779) yBiblioteca Nacional (ms. 12934, de 1853).

11. Biblioteca Capitular y Colombina deSevilla, ms. 60-1-15, fol. 91.

12. La ausencia de esa perspectiva explica lamordaz crítica que Francisco Pérez Bayerapunta en su Diario del Viaje de Andalucía yPortugal, cuando visita Córdoba en 1782,muerto ya Villacevallos, al decir que en ellahabía “...como sucede en estas colecciones,bueno, mediano y vulgar, y de esto más quede lo primero y segundo...” (PÉREZ BAYER, F.:Viajes literarios, Valencia, Diputación, 1998, p. 299).

13. Vid., LO SARDO, E.: Athanasius Kircher. IlMuseo del Mondo, Roma, Di Luca, 2001, conreseña de LÓPEZ RODRÍGUEZ, J. R., en mus-A. Revista de las Instituciones delPatrimonio Histórico de Andalucía, I, 1,febrero, 2003, pp. 97-101.

14. Vid., BELTRÁN, J.: “Caro, Rodrigo”,Diccionario Biográfico Español, Madrid, RealAcademia de la Historia, e.p.

15. Vid., BALLESTEROS, J. R.: La antigüedadbarroca. Libros, inscripciones y disparates enel entorno del III marqués de Estepa, Sevilla,Diputación y Ayto. de Estepa, 2002, pp. 161 ss.

16. TRUNK, M.: Die ‘Casa de Pilatos’ inSevilla. Studien zu Sammlung, Aufstellung undRezeption antiker Skulpturen im Spanien des16. Jhs., Madrider Beiträge 28, Mainz amRhein, Verlag Philipp von Zabern, 2002.

17. ALMAGRO-GORBEA, M., MAIERALLENDE, J.: “La Real Academia de la Historiay la Arqueología española en el siglo XVIII”, enIlluminismo e Ilustración. Le antichità e i suoiprotagonisti tra Spagna e Italia nel XVIII secolo

(BELTRÁN, J., CACCIOTTI, B., DUPRÉ, X.,PALMA, B., eds.), Bibliotheca Italica 27, Roma,L’Erma di Bretschneider, 2003, pp. 1-28.

18. MORA, G.: Historias de mármol. Laarqueología clásica española en el siglo XVIII,Anejos de AEspA XVIII, Madrid, CSIC, 1998.Cfr., además, BELTRÁN, J.: “La antigüedadromana como referente para la erudiciónespañola del siglo XVIII”, Illuminismo eIlustración... (cit.), pp. 47-64.

19. ROMERO MURUBE, J.: Francisco deBruna y Ahumada, Sevilla, 1965. Tambiéntuvo una colección ecléctica en su gabinetepersonal, referida por Pérez Bayer (op. cit., p.495) como “...mil otras curiosidades, produc-ciones de naturaleza, camafeos, una piezarevestida con adornos chinescos, mesas, sillas,pinturas, etc.”; cfr. BELTRÁN, J.: “La esculturaclásica... (cit.), esp. pp. 162 ss.

20. Cfr., CANO, I.: op. cit., esp. p. 30, nota 24.

21. Otras colecciones con piezas arqueológicasque –algo más avanzado el siglo XVIII– secrean en Andalucía occidental y son dignas demención serán las de Guillermo de Tyrry,marqués de La Cañada (1726-1779), en elPuerto de Santa María, o la de Pedro AlonsoO’Crouley (nacido en 1740), en Cádiz; vid.,BELTRÁN, J.: op. cit., pp. 156-158.

22. FERNÁNDEZ DE MORATÍN, L.: Viaje aItalia, ed. Madrid, 1988, p. 645.

23. RODRÍGUEZ DE BERLANGA, M.: Catálogodel Museo Loringiano, Málaga-Bruxelles,Arturo Gilabert, 1903; y el estudio introduc-torio de RODRÍGUEZ OLIVA, P. en la reediciónde esa obra en Málaga, Universidad, 1995(pp. 7-32).

24. CIL II, p. 308; RODRÍGUEZ DEBERLANGA, M.: op. cit., pp. 155 s.

25. Íbid., p. 151.

26. Vid. CAÑIZO, J. A., LASSO DE LA VEGA,B.: Jardín Botánico-Histórico. La Concepción.Historia e itinerario, Málaga, Ayuntamiento,2001.

27. Ese catálogo inédito se conserva en elInstituto de Historia del Arte del CSIC, enMadrid.

28. Se trata de la inscripción CIL II2/ 7, 253.


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