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7/31/2019 La dbil sociedad civil en Bolivia
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Alberto Zalles Cueto
El arduo camino de la constitucin de la sociedad civil
boliviana
Artculo aparecido en Nueva Sociedad 171, enero-febrero, 2001,
pp 146-156.
Nueva Sociedad
Separatas
NUEVA SOCIEDAD
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Telfs.: (58-212) 267.3189 / 265.0593, Fax: 267.3397Correo E: [email protected]
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es un proyecto de laNue
vaSociedad
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El arduo camino de la constitucin
de la sociedad civil boliviana
Alberto Zalles Cueto
Palabras clave: sociedad civil, cultura poltica, Bolivia.
El ensayo propone una breve presentacin de las tres formas clsi-
cas de concebir la sociedad civil contempornea: como cultura cvi-
ca que busca la expansin de la democracia institucional, como ac-cin reivindicativa contra la regulacin estatal y como un sistema
de instituciones intermedias y de mediacin. A partir de ese marco,
discriminando la tercera concepcin, analiza las caractersticas y
obstculos que atraviesa la sociedad civil boliviana, intentando pro-
veer referentes empricos de diagnstico a propsito de la cultura
poltica de las elites y de la sociedad en general, de la forma que
toma la competencia electoral y de las arbitrarias representaciones
de la asignacin de la ciudadana.
Desde un punto de vista puramente funcional, la sociedad civil puede serdefinida como el conjunto de organizaciones, instituciones y grupos pri-vados que administran los intereses sociales y polticos de los ciudadanos,
manteniendo una clara autonoma respecto de la esfera pblica de la socie-
dad, del aparato poltico legitimado.
La sociedad civil: concepciones y percepciones
La sociedad civil, en su concepcin contempornea, encuentra su significa-
cin y las condiciones favorables para su desarrollo en correspondencia a unsistema democrtico. De otra parte, una revisin de su evolucin conceptual
permite mostrar tres perspectivas de definicin. Una primera concibe a la
sociedad civil como un sistema cultural, en el cual se resalta la efectivizacin
de los valores ciudadanos. Esta percepcin se inscribe en toda la sociologa
que analiza el desarrollo de las luchas cvicas, es decir en quienes sostienen
que la sociedad civil significa una cultura ciudadana que empuja a la insti-
tucionalidad poltica democrtica hacia el cumplimiento de sus ideales, esta
es la visin de una sociologa que principalmente fue desarrollada en Esta-
dos Unidos. La segunda, presenta a la sociedad civil dentro del mbito de la
ALBERTO ZALLES CUETO: socilogo boliviano, especializado en sociedad boliviana, campesina-do y estructura y movilidad social en las reas rurales.
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accin, como un conjunto de prcticas polticas e ideolgicas ejercidas por la
sociedad y los individuos en contra de las regulaciones autoritarias estatales
y en favor de la realizacin de la libertad ciudadana, de la libertad econmi-
ca y de la democracia poltica. Con esta percepcin ha estado especialmente
comprometida la sociologa crtica de los sistemas totalitarios (Ehrenberg) y
en Latinoamrica la sociologa previa a la transicin democrtica contempo-
rnea. En tercer lugar, la sociedad civil es definida como una estructura ins-
titucional, constituida por una serie de entidades intermediarias que codifi-
can las demandas ciudadanas y que representan al mbito de los intereses
privados de la sociedad. Esta ltima es, en cierta manera, una invencin defi-
nitoria tarda, que surge despus de la Segunda Guerra Mundial y est aso-
ciada a la tradicin de la defensa de los derechos humanos y al surgimiento
de organismos humanitarios internacionales.
En este trabajo, ante todo, vamos a entender la sociedad civil bajo las dos
primeras acepciones, es decir, como una cultura ciudadana y como una ac-
cin poltica e ideolgica, ya que en nuestra opinin, la manera de concebir la
sociedad civil como una estructura de instituciones intermedias e interme-
diarias no objetiviza la ubicacin de stas en el espacio de las periferias de
interrelacin creadas por el Estado y la sociedad civil, pues los sectores ins-
titucionales del mundo privado, que de una u otra forma se atribuyen, mu-
chas veces ad-hoc, el control ciudadano sobre la regulacin poltica, resultan,
en los hechos, ser competidores implcitos y explcitos del Estado y aspiran a
su posesin. Tal es el caso, por ejemplo, de las llamadas ONGs que se asignanla representacin de la sociedad pretendiendo constituirse en sus legtimas
portavoces. En otras palabras, sin enjuiciar el rol de estas organizaciones
intermedias, que no es la intencin del trabajo, debemos decir que se encuen-
tran en el terreno fronterizo donde se entrecruzan el mbito privado y la
institucionalidad pblica. Asimismo, existe otro tipo de instituciones de in-
termediacin fomentadas desde el Estado que surgen como entidades de ar-
bitraje del reparto del poder y del autocontrol estatal, las cuales juegan un
papel importante en la ligazn entre la sociedad y el Estado y, por lo tanto, en
el desarrollo de la democracia. La hegemona de la esfera poltica, para am-
pliar su legitimacin, a travs de la participacin de la sociedad civil, se obligaa la creacin de interfaces institucionales de mediacin, y ante la existencia del
constante dinamismo entre un campo productor permanente de demandas ciu-
dadanas, es decir de defensa de los intereses privados, y la voluntad hegemni-
ca estatal, que aspira a monopolizar la autoridad, se instituye un tipo de entida-
des mediadoras que ayudan a hacer plausible la gobernabilidad y el consenso.
Las interfaces mediadoras no expresan la formalizacin institucional de un
poder popular paralelo, un poder poder dual, una nueva hegemona estatal, ni
tampoco son entidades redistributivas del poder poltico, en la funcin que tie-
ne la divisin de los poderes en las democracias modernas. Estos mediadores
institucionales son entidades de dilogo y lugares donde se procesan las de-mandas. En la sociedad boliviana estos rganos mediadores son nuevos: nos
referimos a la Defensora del Pueblo, la Corte Nacional Electoral y el Tribunal
de Garantas Constitucionales. La discriminacin que hacemos no solo tiene
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una funcin heurstica, de razn tcnica poltica y sociolgica, sino que ade-
ms pretende establecer un sentido crtico para lograr la clara diferencia-
cin de los campos privados y pblicos de la sociedad.
De otra parte, contra la idealizacin de la sociedad civil y la sociologa del
sentido comn que la alimenta, es bueno decir que la sociedad civil de por s
no garantiza el desarrollo democrtico, ya que junto a ella es necesaria la
presencia de una cultura poltica y ciudadana que impida su propia erosin,
pues una sociedad civil que no cultiva las virtudes cvicas y ciudadanas corre
el riesgo de destruir las estructuras que sostienen a las solidaridades org-
nicas societales. La ausencia de virtudes ciudadanas podra producir una
suerte de uncivil society, para utilizar de alguna manera la idea que propone
Keane. En otras palabras, cuando se produce una degradacin de la sociedad
civil y la ausencia del Estado es patente, la violencia privada puede llegar a
convertirse en una especie de regulador social1. Evidentemente, ese es un es-
cenario extremo, pero que ha sido posible en microsociedades o en ciertos pe-
riodos de la historia humana. Ahora bien, en otra perspectiva, la ausencia de
regulacin y presencia estatal no quiere decir que produzca automticamen-
te la descomposicin de la cohesin social y que las relaciones interpersonales
y de grupo se conviertan ingobernables; eso puede deducirse de las observa-
ciones que ofrece Pinto cuando analiza la situacin de las crceles en Bolivia
(1997, p. 19; 1999, p. 50).
Sin embargo, volviendo al tema de la idealizacin de la sociedad civil, existetambin una visin todava ms simplista: la que propone una sociedad sin
Estado. El argumento de base se anida en la reivindicacin de la autodeter-
minacin radical del mundo privado que imagina un sistema de regulacin
social alterno, como si la fuerza de oposicin de la sociedad civil en la faz del
Estado anunciara la posibilidad de la extincin de ste. Para desencantar
esta imagen utopista es pertinente recordar que la sociedad civil y la socie-
dad poltica constituyen dos aspectos de una misma realidad (Bobbio; DaMatta).
Dicho de otra manera, las contradicciones entre el mbito pblico y privado
en ningn caso llegarn a realizar la preponderancia absoluta de uno sobre
el otro.
La ardua constitucin de la sociedad civil boliviana
El anlisis de la constitucin de la sociedad civil boliviana contempornea
puede efectuarse a partir de dos factores que determinan su desenvolvimiento.
1. En la actualidad, existen en Latinoamrica manifestaciones precisas de una falta de va-lores cvicos dentro de la sociedad civil. Ello puede deducirse por ejemplo de la ley de convi-
vencia silenciosa que se produce como tolerancia interna de la violencia en ciertos barriosde Ro de Janeiro (Sperberg/Happe, p. 52) o de la dramtica ejecucin de justicia por propiainiciativa que se denuncia en Bolivia, como seala la prensa: El hecho ocurrido en esta
poblacin se suma a otros en los que los vecinos hacen justicia con sus propias manos. Unamedia docena de casos de linchamiento pblico se ha producido en lo que va del ao (La
Razn, 13/9/00).
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De un lado, es importante mostrar los rasgos ms generales de la cultura
poltica que portan las elites y la sociedad en su conjunto. Y de otro lado, es
importante tambin poner en relieve las acciones de los actores, que tradu-
cen la viva dinmica de la sociedad civil en su relacin con el Estado, cuyo
momento privilegiado son las coyunturas electorales.
As, digamos primeramente que la sociedad civil es un concepto relativa-
mente nuevo dentro del lenguaje sociolgico y poltico boliviano, pero, sobre
todo, es una realidad emergente difcil de constituirse dentro de las condicio-
nes de un Estado gobernado por una elite mezquina y autodestructiva. El
grupo dominante no comprende que su hegemona poltica depende tambin
de la existencia de una densa y consistente sociedad civil con la cual debe
estar en permanente dilogo y negociacin, para llegar a consensos que ha-
gan plausibles la gobernabilidad y el bienestar de la colectividad. La elite
hegemnica, representada pblicamente por la elite poltica, conocida bajo
el eufemismo de clase poltica, se siente portadora de los intereses y valores
nacionales, aunque en el fondo parece no creer en stos y, lo que es peor, no
cree en s misma. Cmo demostrar esa observacin? El grupo dominante
tiene una larga tradicin de apata y desinters por el desarrollo de valores
cvicos y de mecanismos reales que hagan posible una redistribucin am-
pliada del poder. Como bien sealan las visiones crticas de la sociedad lati-
noamericana, las elites carecen de virtudes cvicas (Mansilla, p. 67) y tienen
una visin primaria de la sociedad (DaMatta, p. 36). La recomposicin de
los grupos dominantes, resultado de la transicin, no ha significado una trans-formacin en sus habitus y mentalidad, prueba de esto son las reformas es-
tructurales contemporneas que se han producido al influjo de factores ex-
ternos y no tanto como proyectos gestados desde el interior de la sociedad,
como lo fueron las reformas liberales de fines del sigloXIXy de comienzos del
sigloXXo las reformas que acompaaron a la revolucin nacionalista de 1952.
Las elites en lugar de utilizar las recientes reformas estructurales para be-
neficiarse y beneficiar de la liberalizacin de la sociedad y del mercado, en
un sentido positivo, han encontrado en la ola privatizadora la oportunidad
para aislarse, pretendiendo crear una sociedad cerrada y paralela a la socie-
dad real, resguardando a toda costa sus mseros privilegios. En suma, usu-fructan todo lo que pueden del Estado, pero abandonan aquello que implica
responsabilidad compartida y no conciben lo poltico como un juego de igua-
les, por tanto se empean en establecer filtros arbitrarios para la asignacin
de la ciudadana, como lo trataremos posteriormente.
De otra parte, la elite en su ineptitud para expandir el escaso volumen de la
economa privada, es decir desarrollar las fuerzas productivas y el mercado
desde lo privado, se aferra a un aparato pblico lento para modernizarse y
fecundo para la corrupcin, el nepotismo y el burocratismo. Ahora bien, otra
cuestin innegable es que la transicin democrtica no coincide con un perio-do de crecimiento econmico, condicin esencial para el despegue democrti-
co (Rostow). Al contrario, la transicin se inicia en una coyuntura de crisis
econmica y de desarticulacin del viejo patrn de acumulacin minero y de
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las estructuras orgnicas de la sociedad civil, las cuales modificaron el curso
de su propio desarrollo comprometiendo el bienestar de la ciudadana.
En lo que toca a la sociedad civil, como expresin de la constitucin de los
valores democrticos, la invariabilidad de la cultura poltica que impregna
el universo de actores obstaculiza seriamente su realizacin. La esfera de lo
privado se encuentra condicionada por un sistema de solidaridad mecnica
donde las lealtades estn administradas por la colectividad y cuyoethos es-
timula las tendencias patrimonialistas que necesitan del clientelismo para
reproducirse.
Adems, la estructura de la sociedad civil se compone fundamentalmente
por una red social que transporta el consenso de los intereses privados, pero
que tambin se presta como un lecho donde reposan las lealtades antidemo-
crticas. Una nueva cultura poltica, abierta y emancipadora tendr enton-
ces que basarse en una transformacin cultural que permita hacer transpa-
rente los beneficios democrticos y que valorice los talentos y la autonoma
de los ciudadanos y, sobre todo, acepte su pensamiento crtico sobre sus pro-
pias limitaciones, sus habitus y sus conductas clientelares.
Pacto social y comercio electoral
Una percepcin emprica del estado de formacin y de la estructura de la
sociedad civil puede inducirse a partir de la dinmica de los procesos electo-rales y de la accin poltica de los diferentes agentes sociales. En primer
lugar, decir que las elecciones son el momento en el cual la sociedad civil y la
sociedad poltica coinciden para legitimar el poder. En cierta manera el sis-
tema poltico, la institucionalidad poltica y el Estado mismo acuden a de-
mandar de la sociedad civil la aprobacin de la autoridad y se comprometen
a dar paso al cumplimiento de las reivindicaciones privadas. Las elecciones,
dicho de otra manera, lejos de ser solamente la renovacin ritual y peridica
del pacto social, permiten a los ciudadanos recomponer la base real del Esta-
do, es decir a los gobernantes. La sociedad civil se mostraba con una aparen-
te consistencia y fuerza en las pocas dictatoriales, lo que significaba la pro-mesa de una voluntad de realizacin democrtica. Sin embargo, una vez que
la transicin democrtica se pone en marcha, la sociedad civil evidencia su
debilidad e inconsistencia. Entre las causas fundamentales de esta revela-
cin est el hecho de que los lderes emergentes, que enarbolaron las deman-
das democrticas, los actores reales, pasaron al campo hegemnico sin inno-
vacin alguna respecto de las prcticas ya establecidas. Como efecto de ello
la sociedad civil fue recolonizada por los habitus patrimonialistas y cliente-
lares, perdiendo su esencia de autonoma y fraccionndose alrededor de sus
organizaciones reivindicativas. Una expresin de esta colonizacin es la inexis-
tencia de una oposicin poltica, de una minora electoral, que represente laaccin ciudadana. La oposicin poltica, en el sistema actual es una oposicin
formal que, antes que hacerse portavoz de los intereses de la sociedad civil,
busca lograr los intereses de una fraccin de la elite. Las alianzas polticas se
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ocupan del reparto de los recursos materiales y simblicos de la sociedad an-
tes que de producir consenso en torno del desarrollo socioeconmico nacional.
En Bolivia, un optimismo ingenuo ha concedido demasiada importancia al
factor electoral, presentndolo como la principal medida de realizacin de
los objetivos democrticos y de la participacin ciudadana. Asimismo, pocos
analistas han intentado desentraar la cultura latente y las acciones que se
juegan detrs de la parafernalia electoral, es decir la estructura real de rela-
cionamiento entre la hegemona estatal y la sociedad civil. Una desmitificacin
del factor electoral muestra, en otra perspectiva, la debilidad de una sociedad
civil que se encuentra entrampada en una estructura premoderna de poder.
La historia del clientelismo en Bolivia es vieja. El liberalismo del siglo pasa-
do supo utilizar muy bien los medios econmicos para asegurar el consenso
2001JosVicenteBlanco/NuevaSociedad
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ficticio y la fcil aquiescencia de los ciudadanos. Luego, el nacionalismo revo-
lucionario dio continuidad a este tipo de cooptacin de la ciudadana donan-
do bienes y funciones estatales, sindicales y todo tipo de recursos, para ase-
gurar su supremaca. Con la restauracin democrtica todas las corrientes
polticas reciclaron viejas prcticas y legitimaron un verdadero mercado elec-
toral en el cual sobrevive quien se permite la utilizacin visible e inmediata
de recursos materiales para captar los votos.
De esta manera, la democracia como sistema que funciona con base en recur-
sos de argumentacin y persuasin intelectual (Dahl, p. 28; Duhamel, p. 331)
es casi imperceptible. La prctica clientelar de los partidos emergentes, como
la Unin Cvica Solidaridad o Conciencia de Patria, ha sido bien retratada y
debatida (Archondo; Mayorga). Sin embargo, es bueno sealar que existe una
ausencia de investigacin sobre las maneras como obtienen y utilizan los
recursos econmicos y materiales los partidos con mayor hegemona. Pare-
ciera que los analistas no se animan a desentraar los mecanismos de finan-
ciamiento de los partidos cuya legitimidad tiene una consolidacin ms an-
tigua. En todo caso, si algo se dice, los discursos o estudios son bsicamente
una especie de filtros ideolgicos usados para deslegitimar a las elites emer-
gentes favoreciendo la estabilidad de las fracciones de la elite tradicional. No
olvidemos tambin que otro partido capaz de movilizar grandes recursos para
captar votos es el MIR, y que en ese su afn se vio involucrado en un acto de
financiamiento dudoso que tiene an consecuencias en su imagen internacio-
nal (Cajas, p. 26; Ceaser). El MNR, viejo heredero del patrimonialismo deEstado de 1952 y el ADN misterio sociolgico son cuestionados pero nunca
sometidos a juicios explcitos. Las pequeas minoras polticas, los partidos
definidos de izquierda, son absueltas de auditoras crticas, aunque discretos
rumores dicen que sus clientelas las crean con fondos para el desarrollo so-
cial mal encaminados, sin lo cual, obviamente, estaran al margen del estilo
que toma la competencia electoral en Bolivia.
Elecciones nacionales y elecciones municipales: el dilema de la
participacin y el ausentismo
Las organizaciones polticas confan ms en los volmenes de inversin econ-
mica de que disponen para lograr xitos electorales antes que en sus argumen-
taciones. En nuestra opinin, la fluctuacin de la participacin ciudadana, la
desigual proporcin de ausentismo que se produce entre elecciones naciona-
les y elecciones municipales, parece ser el resultado de la manera como los
partidos polticos, recurriendo al uso de recursos extra intelectuales, organi-
zan y estimulan la movilizacin del electorado. Nuestra hiptesis se plantea
de la siguiente manera: las elecciones nacionales efectivizan una mayor par-
ticipacin de la poblacin debido a la mayor inversin econmica realizada
por los partidos con el propsito de captar y asegurar su electorado; en contra,las elecciones municipales, caracterizadas por un mayor ausentismo, pue-
den explicar el desinters del electorado debido a la menor inversin de re-
cursos que efectan los partidos.
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Segn las cifras de participacin y ausentismo en los comicios generales y loca-
les realizados despus de la transicin democrtica y en observaciones del com-
portamiento electoral y partidario en el reclutamiento de votantes en reas
rurales y suburbanas, por ejemplo la diferencia en los ltimos procesos marca
28,64% de ausentismo para las elecciones nacionales de 1997 y luego, en 1999,
40,55% para las municipales2. Las elecciones nacionales son una pequea navi-
dad para los pobres, una especie depotlatch en el que los candidatos rivalizan
y hacen gala de los dones que pueden ofrecer. Las elecciones municipales pre-
sentan menos ostentacin y no prodigan los bienes que ofrecen las nacionales.
Evidentemente, la diferencia de participacin en las elecciones nacionales,
con respecto de las elecciones municipales, constituye una verdadera para-
doja a resolver. Por qu las elecciones municipales, en las que los candidatos
estn ms prximos al ciudadano, revisten menos inters que aquellas cuan-
do se elige al gobierno nacional, cuyos representantes, en todo caso, estn
ms alejados del hombre comn? La participacin diferencial tiene que ver
con la ineficacia de la descentralizacin que mantiene a los gobiernos locales
como entidades de decisin formal, sin capacidad de movilizar grandes re-
cursos para satisfacer la demanda de bienestar ciudadana? O el mayor
ausentismo expresa la dbil activacin de las redes clientelares y de los re-
cursos para la captacin del voto, como lo venimos sugiriendo?
Para comprender los condicionantes del problema hay que ir al estudio riguro-
so de la conducta y de la cultura poltica de los actores, lo que quiere decir laconstruccin de un profundo conocimiento de la estructura e historia de las re-
des clientelares y de los mecanismos de funcionamiento y de las formas de re-
clutamiento de los votantes3. La mayor parte de las explicaciones del ausentismo
son especulativas o de tinte axiolgico, pues encuentran que la inasistencia
electoral es una suerte de penalizacin de los votantes derivada de la insatis-
faccin de sus demandas, o, de otro modo, la manifestacin de su decepcin y
crtica al sistema4. En periodos electorales se renueva el debate sobre la parti-
cipacin y la mediacin clientelar, pero no se va ms all: hacia el anlisis
longitudinal y comparativo de los procesos electorales. Faltan los trabajos de
terreno que demuestren, por ejemplo, entre otras cosas pertinentes, la habili-dad campesina de recibir los beneficios materiales preelectorales de todos los
partidos y conducir sus opciones de participacin de manera independiente.
Distribucin de los atributos de la ciudadana
Junto al juego de los intereses electorales, que explicita las conductas arcai-
cas antisocietales, se sita una sociedad civil que parece estar desorientada
2. Porcentajes de la Corte Nacional Electoral de Bolivia.3. Un estudio paradigmtico al respecto es la investigacin de Menndez-Carrin.4. Esa visin es generalizada en Amrica Latina, como por ejemplo en el siguiente caso
referido a El Salvador: En suma, el problema del abstencionismo est vinculado con eldesprestigio de los partidos polticos, la poltica y los polticos, que ha llevado a un divorcio
entre la poltica y la vida cotidiana de los ciudadanos (Crdova Macias, p. 29).
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en su bsqueda de la democracia. Dicho en otras palabras, de una parte la
sociedad poltica carece de vocacin para favorecer la constitucin de la ciu-
dadana y, de otra, la sociedad civil, influida por esa alienacin, frustra su
autonoma y los beneficios que ella puede ofrecer a sus miembros.
En suma, la constitucin de la ciudadana se cumple como un proyecto ajeno
a las elites o, en todo caso, su atribucin est todava mediada por una regu-
lacin simblica y materialmente arbitraria. El servicio militar, la escuela,
la restringida representacin que se ofrece a la mujer en la vida institucio-
nal de la sociedad, son los campos en los cuales se manifiesta la desigual dis-
tribucin de los atributos de la ciudadana.
El servicio militar como canal de adquisicin de ciudadana fue una implan-
tacin ideolgica de la posguerra del Chaco y, asimismo, fue utilizado para
controlar al campesinado. Sin embargo, a pesar de la universalizacin del voto,
la ideologa no ha sido levantada y es asumida por los sectores subalternos
de la sociedad; asimismo, a travs de ella se contina en la suposicin de la
existencia de ciudadanos de facto, los cuales no estn obligados a hacer el
servicio militar o lo evitan por medios legtimos, y de ciudadanos en po-
tencia (campesinos y clases pobres) que tienen que pasar por el ritual de pa-
saje para participar en la vida poltica y social de la nacin.
De la misma manera, la escuela, especialmente la rural, particip de las
ideologas integracionistas, pero sin favorecer eficazmente la igualdad socialy, por tanto, el desarrollo de la sociedad civil. La reforma educativa imple-
mentada a partir de 1994 marca un nuevo escenario, justificando, con base
en una retrica multiculturalista, la desigualdad social. La reforma enfatiza
el cambio del contenido cultural de los programas educativos, pero descuida
la verdadera transformacin cualitativa de la educacin fiscal para ponerla
a la altura de los tiempos. Es paradjico que tanto los polticos, un buen n-
mero de intelectuales, en cierta medida los sindicatos de docentes y las organi-
zaciones populares enarbolen la interculturalidad y el bilingismo como una
nueva revolucin educativa5;
Sin embargo nadie se ocupa del logro de un objetivo mucho ms democrtico
y sincero como sera la homologacin, en calidad y recursos, de la enseanza
pblica con respecto de la privada. Y lo que acontece en el mbito de la edu-
cacin primaria y secundaria se encuentra reproducido en la enseanza uni-
versitaria. Es interesante hacer notar que las elites, que hasta los aos 80 se
educaban en las universidades del Estado, ya que tenan el monopolio de la
educacin superior, ahora han migrado hacia universidades privadas. Es decir,
5. La educacin bilinge es justificada con argumentos psicopedaggicos y pseudocientficos.Se dice por ejemplo que un nio indgena realiza mejor el aprendizaje de la lectoescritura en
su idioma materno; paradjicamente los tecncratas de la educacin no se preocupan de losnios de las elites que comienzan su educacin temprana sumergidos en las lenguas extran-
jeras, oferta de primer orden en los colegios del sistema privado de instruccin.
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el debate de la reforma educativa boliviana no toca este punto crucial a re-
solver: la existencia de dos sistemas, el pblico y el privado, que se separan ca-
da vez ms, se aslan entre s y marchan a ritmos diferentes, lo cual estimula la
compartimentacin de la sociedad civil impidiendo la circulacin de ideas, de
valores y de los mismos individuos.
Por ltimo debe decirse que si bien la ciudadana est asignada formalmen-
te a la mujer, todava habr un largo camino jurdico, poltico y cultural a
recorrer para que sus derechos sean garantizados. Por ejemplo, una muestra
sintomtica de la actitud instrumentalista de la elite, que rebasa los lmites
de la coherencia, fue el caso de la feminizacin de los nombres de ciertos va-
rones para habilitarlos como candidatos al municipio de Colquechaca (Poto-
s). Ese artificio picarda clsica de ciertos polticos cumpla, a su manera,
con las reglas electorales que ahora exigen determinada proporcin de can-
didatas en las listas.
Conclusiones
La sociedad civil es la dimensin privada del sistema social donde se produ-
cen la cultura cvica y las acciones ideolgicas y polticas tendientes a con-
trarrestar la regulacin estatal y a vigilar el desarrollo de la democracia.
Cuando la cultura cvica est poco desarrollada o ausente en un sistema so-
cial, este corre el riesgo de deslizarse sobre un terreno que puede ser descrito
como una sociedad sin civilidad (uncivil society). En ese sentido, la culturacvica permite corregir los actos antidemocrticos de la autoridad, autocon-
trolando la evolucin misma de la sociedad civil. Adems, el desarrollo de la
cultura cvica no depende de la implementacin de acciones pedaggicas, no
acta en el nivel de la subjetividad, sino que se realiza sobre la argumenta-
cin ciudadana tendiente a la desarticulacin de las redes clientelares y de
la distribucin patrimonial de los recursos.
Las coyunturas electorales, como renovacin del pacto social, permiten ha-
cer evidentes las formas de relacionamiento del Estado con la sociedad y se
prestan como momentos privilegiados para diagnosticar el tipo de valores ointereses que constituyen la estructura de la cultura poltica del conjunto de
una sociedad. De otro lado, una revisin de la conceptualizacin de la ciuda-
dana, a travs de problemas concretos de la integracin servicio militar,
educacin y participacin de la mujer, permite cuestionar la infantilizacin
de los ciudadanos que como representacin pretenden imponer las elites para
justificar su paternalismo.
Por ltimo, la mayor significacin de la existencia de la sociedad civil es la
bsqueda del libre desarrollo de los intereses privados de sus miembros en
vistas a la construccin de la comunidad que ms les convenga. Los hombresno necesitan del Estado ni de las instituciones para que guen sus vidas, en
todo caso estos instrumentos deben ser gobernados por ellos y no lo contra-
rio sobre seres sumisos.
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