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La formación lingüística de Canarias: sustratos, contactos e historia. Un balance de cinco siglos

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Javier Medina López La formación lingüística de Canarias: sustratos, contactos e historia. Un balance de cinco siglos Abstract: En este artículo se lleva a cabo un análisis de las principales aportacio- nes que constituyen la base lingüística del español hablado en las Islas Canarias, una vez que se han cumplido algo más de quinientos años desde el final de la conquista castellana. Se consideran el componente prehispánico, el proceso de castellanización, la presencia portuguesa y las relaciones de ida y vuelta con América. Asimismo, en la segunda parte de este estudio se abordan los hechos del contacto de lenguas y el complejo proceso de la creación del vernáculo o estándar regional, conceptos que se relacionan, entre otros, con las más recientes propuestas de globalización y glocalización lingüísticas. Keywords: History of the Spanish language, Spanish dialectology, language training, Canary Islands Prof. Dr. Javier Medina López: Universidad de La Laguna, Facultad de Filología, Campus de Guajara s/n, E 38071 La Laguna, Tenerife, E-Mail: [email protected] 1 La expansión castellana hacia el Atlántico En la conquista de las Islas Canarias los intereses políticos y estratégicos de la realeza castellana, los propios de la nobleza (con pactos y vasallajes), la pugna de los reinos de Castilla y Portugal por el dominio y conquista de los mares y las rutas africanas hicieron que durante casi todo un siglo las idas y venidas, los fracasos y los triunfos, fueran el denominador común en estas tierras. El largo desarrollo de todo este proceso histórico y social (14021496) da pruebas de ello. El procedimiento llevado a cabo para la conquista tuvo dos grandes fases que, en cierto modo, han condicionado el devenir histórico, socioeconómico y cultural de las islas. Por un lado están aquellas que se incorporaron mediante la intervención directa de los nobles castellanos, del señorío que rindió vasallaje a los reyes de Castilla y que dio lugar a lo que se conoce como «Islas de señorío» (Lanzarote [1402], El Hierro [1402], Fuerteventura [1404] y La Gomera [1447]) y, por otro, las llamadas «Islas de realengo», que pasaron a ser conquistadas y administradas DOI 10.1515/zrp-2013-0039 ZrP 2013; 129(2): 413445 Brought to you by | University of Tennessee Knoxville Authenticated | 160.36.192.221 Download Date | 8/31/13 3:45 AM
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Javier Medina López

La formación lingüística de Canarias:sustratos, contactos e historia.Un balance de cinco siglos

Abstract: En este artículo se lleva a cabo un análisis de las principales aportacio-nes que constituyen la base lingüística del español hablado en las Islas Canarias,una vez que se han cumplido algo más de quinientos años desde el final de laconquista castellana. Se consideran el componente prehispánico, el proceso decastellanización, la presencia portuguesa y las relaciones de ida y vuelta conAmérica. Asimismo, en la segunda parte de este estudio se abordan los hechosdel contacto de lenguas y el complejo proceso de la creación del vernáculo oestándar regional, conceptos que se relacionan, entre otros, con las más recientespropuestas de globalización y glocalización lingüísticas.

Keywords: History of the Spanish language, Spanish dialectology, languagetraining, Canary Islands

Prof. Dr. Javier Medina López: Universidad de La Laguna, Facultad de Filología, Campus deGuajara s/n, E 38071 La Laguna, Tenerife, E-Mail: [email protected]

1 La expansión castellana hacia el Atlántico

En la conquista de las Islas Canarias los intereses políticos y estratégicos de larealeza castellana, los propios de la nobleza (con pactos y vasallajes), la pugna delos reinos de Castilla y Portugal por el dominio y conquista de los mares y lasrutas africanas hicieron que durante casi todo un siglo las idas y venidas, losfracasos y los triunfos, fueran el denominador común en estas tierras. El largodesarrollo de todo este proceso histórico y social (1402–1496) da pruebas de ello.El procedimiento llevado a cabo para la conquista tuvo dos grandes fases que, encierto modo, han condicionado el devenir histórico, socioeconómico y cultural delas islas. Por un lado están aquellas que se incorporaron mediante la intervencióndirecta de los nobles castellanos, del señorío que rindió vasallaje a los reyes deCastilla y que dio lugar a lo que se conoce como «Islas de señorío» (Lanzarote[1402], El Hierro [1402], Fuerteventura [1404] y La Gomera [1447]) y, por otro, lasllamadas «Islas de realengo», que pasaron a ser conquistadas y administradas

DOI 10.1515/zrp-2013-0039 ZrP 2013; 129(2): 413–445

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luego por la corona de Castilla (Gran Canaria [1487], La Palma [1493] y Tenerife[1496]).1 Todo este largo período estuvo jalonado por disputas internas entre losdiferentes señores y las luchas por la propiedad de las islas. Juan de Bethencourt,Gadifer de la Salle, Maciot de Bethencourt, el Conde de Niebla, Guillén de lasCasas, Fernán Peraza, Diego de Herrera, Inés Peraza o Beatriz de Bobadilla sonalgunos de los nombres más conocidos de esta etapa.

El archipiélago canario – reconocido en la antigüedad como Islas Afortuna-das, Hespérides, Campos Elíseos o Mansión de los Afortunados – se constituíacomo una zona del mundo que estaba a caballo entre la realidad (des)conocida yla mitología. Por todo ello, las Canarias no se ofrecían como un territorio ex novoa los ojos europeos, pues con anterioridad ya se habían dado muestras del rastreohecho por navegantes y conquistadores. Aunque las fuentes escritas señalan lapresencia europea a finales del siglo XV – como es el caso de las hazañasnarradas por los franceses2 Jean le Verrier y Pierre Bontier en su célebre crónicaLe Canarien (Lüdtke 1991; Pico/Aznar/Corbella 2003) –, la verdad es que conantelación pueden indicarse otros viajes cuyos fines eran el dominio de las rutasmarítimas o el interés por evangelizar dichas tierras (con el beneplácito del PapaClemente VI). Mallorquines y catalanes3 se acercaron a las «illes de Fortuna»desde donde se emprenderían entonces los escarceos por las costas continentalesafricanas, tal y como parece haber ocurrido con una expedición del año 1346dirigida por Jacme Ferrer al Río de Oro (Río Senegal). Otras empresas misionalesde las que se tiene conocimiento son las de 1352, 1366, 1369 y 1386, que fueronpreparadas o bien por iniciativa privada o bien por la acción de la Corona deAragón y con el refrendo papal. Aunque quizá más numerosas y violentas, lasincursiones clandestinas, piráticas, que llegaron a las costas atlánticas impidie-ron el previsible éxito de carácter oficial. Hacia finales del siglo XIV, nuevasincursiones marcarán el rumbo de la historia de las islas atlánticas y de las costas

1 Cf. Aznar Vallejo (1983). Del devenir histórico de esta situación administrativa da clarasmuestras el nivel de desarrollo alcanzado por las islas con el transcurrir de los siglos hasta bienentrado el XX.2 La conquista de Lanzarote y Fuerteventura iniciada por normandos y occitanos dejó pocashuellas en el terreno lingüístico, con la excepción hecha de algunos topónimos, apellidos yciertas voces repartidos luego por las Canarias: Islote de francés o Playa francesa, Barrancofranceses, Costa de franceses, Betancort, Betancuria, Bethencourt, Umpiérrez, Berriel, Dogour,Ascanio, Croissier, Bauler, Casalón, De la Roche, malpaís, mareta, etc. El francés era, por tanto,poco relevante para la comunicación más allá de la propia interacción entre los colonos pues –según todos los indicios –, el castellano dominaba en las islas desde un principio. Cf. Lüdtke(2003).3 La presencia de las islas en los portulanos catalano-mallorquines daba cuenta de que lasmismas formaban parte de las rutas de navegación ya en la segunda mitad del XIV.

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africanas occidentales: franceses, castellanos, portugueses, andaluces, vizcaínoso guipuzcoanos comienzan a abrirse paso por el Atlántico con dirección a lasCanarias, desde donde tomarían rumbo hacia el vecino continente (Rumeu deArmas 1996, 67; Medina López 2003a).

La nueva historia que se inicia a partir del siglo XV en las costas occidentalesafricanas no puede ser comprendida sin las luchas entre los reinos de Portugal yCastilla. La unidad territorial generada tras el enlace entre los príncipes Fernandode Aragón e Isabel de Castilla sentó las bases para la creación de la naciónespañola y bajo su reinado la política de pactos – con el consentimiento papal –auspició la firma de tratados internacionales como el de Alcaçovas-Toledo (1479–1480), que luego sería sancionado en el de Tordesillas (1494), mediante el cualPortugal adquiría el derecho de conquista al sur del Río de Oro y Castillaconsolidaba su derecho a las Islas Canarias. La expansión de Castilla y Portugalhay que situarla en el contexto histórico de colonización, anexión y dominio delas costas africanas que había comenzado ya desde mucho tiempo atrás. Lasrazones que explican esta incesante actividad son múltiples y variadas: rivalidadentre ambos reinos, historia de los viajes y los descubrimientos por el Mediterrá-neo y el Atlántico, acuerdos y antagonismos de la diplomacia, avances en materiade navegación, comercio de esclavos, interés por la seguridad de las costaspeninsulares, la riqueza que ofrecían los bancos de pesca o el simple hecho de laanexión de nuevos territorios a los pujantes reinos en la compleja y lenta confor-mación de los estados europeos.

Transcurridos algo más de quinientos años de finalizado el proceso deanexión a Castilla, la historia general de las Canarias ha estado ligada ininterrum-pidamente a la de España y ha jugado un papel protagonista, también, en lasalida castellana hacia el Atlántico en las tierras africanas y – de forma destaca-da –, en la conquista, asentamiento y fundación de las ciudades y pueblos deAmérica a partir de la gesta colombina de 1492. Todo este complejo proceso,llevado a cabo por hombres y mujeres de distinta condición y procedencia, haconfigurado la fisonomía humana de las islas, su cultura, sus costumbres y sumodo de vida. Y, de manera particular, la constitución de su base lingüística deprofundas raíces españolas.

La llegada de unos grupos humanos poderosos en lo militar marcó desde elprincipio las relaciones que se fueron creando en las incipientes sociedadesisleñas. Así, primero fue la toma de posesión y el reparto de las tierras (como secomprueba en las datas4), las relaciones de poder entre aborígenes y conquista-

4 Las datas son los documentos históricos donde se consignaba el reparto de las tierras a losconquistadores y colonos. Cf. Serra Ráfols (1976).

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dores, la paulatina sustitución de los modelos de producción muy elementales yde subsistencia por las desconocidas técnicas que traía el hombre europeo en losalbores del Renacimiento, la inmediata instauración de las nuevas estructuraspolíticas entonces creadas (desaparición de los menceyatos en favor de la oligar-quía y la nobleza locales recién instituidas) y luego la valoración de la clasedominante y, en consecuencia, su modelo lingüístico y cultural en detrimento detodo lo que suponía la huella prehispánica. En este sentido, hay que señalar queel fenómeno del cambio paulatino de una cultura por la otra lo fue de maneraintensa en una dirección (a favor de la castellana) aunque, de forma lógica einevitable, la presencia de los aportes lingüísticos y culturales aborígenes esposible constatarla como un producto del contacto de lenguas. También, comomuchos historiadores han señalado, el mestizaje étnico se comprueba desde bienpronto, aunque cierto es también que la desaparición de la población nativaquedó muy evidenciada ya en los albores del siglo XVII. Hay, en este sentido, unelemento clave y definitorio del carácter aniquilador de la conquista y de laanulación del pueblo aborigen o de la absorción del mismo por el nuevo ordenimpuesto. El hecho de que muchos guanches fueran bautizados con los nombresdel santoral cristiano – ajeno y extraño a la cultura insular – implicaba, como haescrito Morera (2009, 141), la

«[…] desaparición de sus ancestrales filiaciones con el resto de sus paisanos y su tierra y,con ello, el principio de su fin como pueblo […] los nombres cristianos que más se imitaronfueron los de los personajes de la corte española. De ahí que muchos canarios terminaranllamándose Fernando, Isabel, Catalina, María, Margarita, Alfonso, Pedro, etc.».

Iniciado el contacto entre europeos y los naturales de la tierra, el mecanismoexperimentó un auténtico fenómeno de transculturación, entendida esta como unproceso de difusión o infiltración de rasgos culturales que se exportan de una aotra sociedad o grupo social. Se trata por tanto de un sistema de adaptación deunos elementos que en diferentes fases vienen a sustituir componentes de lacultura receptora, casi siempremás baja, conmenos poder y conmenor capacidadde reacción. Este momento surge, con frecuencia, como un choque de carácterconflictivo. Algo más tarde, la adquisición del nuevo orden implica el abandonode componentes obsoletos de la cultura originaria para experimentar luego tam-bién una fase de sincretismo que desemboca, generalmente, en la creación de unanueva realidad que puede llegar a presentar conflictos de identidad en muchasocasiones.

Este contacto de los pueblos aborígenes canarios con el hombre europeo delos siglos XV y XVI ocasionó en buenamedida una intensa vía de transculturaciónsimilar a la que se experimentó en América desde su propio descubrimiento

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también a finales del XV. La diferencia fundamental, si se quiere, es que mientrasque para las Canarias aquella fue una acción que duró casi dos siglos, grossomodo, para América, por el contrario no pocas zonas todavía están inmersas enuna maraña de conflictos entre comunidades indígenas y las nuevas realidadesque impuso la hispanización y, en términos actuales, el general fenómeno de laglobalización. Así se ha producido de esta forma una diversidad de identidadesque es el producto de una compleja red que se apoya en la mezcla o cruce deprocesos que confluyen entre sí, integrando un conjunto pero manteniendoresistencias y posiciones diversas que se materializan en las relaciones propias dela globalización (Guisande Dorado 2009).

2 Lenguas aborígenes, castellanización y otrascuestiones de contacto

Cuando se habla de la conformación histórico-lingüística de las Islas Canarias loprimero que se pone de manifiesto es que estas no eran unas tierras despobladassino que, bien al contrario, la presencia de núcleos humanos diseminados portodo el territorio es un hecho que condicionó tanto la propia conquista como sufisonomía lingüística y sociocultural. Los aborígenes canarios (comúnmente de-nominados guanches) fueron el primer elemento de contacto con el que loscastellanos interactuaron.

Después del momento de la conquista, la situación creada en el archipiélagofue compleja desde el punto de vista sociolingüístico. Por un lado está el propioplanteamiento de cuál era la realidad lingüística de las Canarias prehispánicas;es decir, cómo era la lengua (o las lenguas) que se hablaba en la islas y cuál erasu verdadera filiación lingüística y su alcance como vehículo de comunicaciónregional (Díaz Alayón 1991, y Díaz Alayón/Castillo 1999). Por otro lado, de lasuerte que corrió el sustrato aborigen sabemos más que de las fuentes que nosinforman sobre el mismo. Dado el escaso número de materiales fiables, única-mente la reconstrucción filológica – en realidad la lingüística comparada con laslenguas del norte de África, entre otras – y la información fragmentada que nosha dejado un puñado de documentos redactados por cronistas, conquistadores ehistoriadores en el pasado (además del componente léxico que ha llegado hastanuestros días) conforman el contexto de análisis del verdadero estatus de lalingüística prehispánica canaria (Wölfel 1965 y, más recientemente, Bravo-Gar-cía/Cáceres-Lorenzo 2011).

En la conquista de las Islas Canarias participó un variado grupo humano deprocedencias distintas y también idiomas diferenciados. En este sentido, en el

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archipiélago se hablaron algunas lenguas que corrieron desigual suerte y que, enbuena medida, constituyen la base lingüística de esta modalidad atlántica: guan-che, español,5 portugués, francés y berberisco, aunque también cabe presuponerque debió hablarse en estos tiempos iniciales – al menos en ciertos ámbitoscomerciales y en algunas familias – flamenco, italiano (familias genovesas) y,quizá, alguna otra lengua subsahariana en boca de los esclavos negros (MarreroRodríguez 1966; Morera 2009). Tiempo más tarde, el devenir histórico de las islasy su enclave estratégico en las rutas tanto africanas como indianas hicieron quela presencia de americanismos fuera cada vez más patente. Ya entrado el sigloXIX, voces de procedencia anglosajona (González Cruz 1995) – cuya explicaciónse debe al comercio con Inglaterra y a la llegada de los primeros turistas y expe-dicionarios – vienen a enriquecer el patrimonio léxico canario con un puñado deanglicismos históricos plenamente adaptados y acomodados a la estructuramorfofonética insular.6 Estos anglicismos tienen un comportamiento léxico y unahistoria diferenciada de la actual influencia del inglés en las lenguas de culturacomo la española y que, en Canarias, su presencia está bastante atestiguada porla industria turística y el general estatus que adquieren estas voces en la vidamoderna en casi todos los terrenos.

La configuración lingüística de las Canarias obedece, así pues, a los factoreshistóricos y sociológicos que han ido marcando su devenir a lo largo de los sigloshasta la total castellanización del archipiélago. El hecho mismo del contacto delenguas en el territorio insular – la circunstancia de tener que convivir distintoscódigos lingüísticos – y la propia necesidad pragmática de entenderse los nativosy los extranjeros para poder sobrevivir y comerciar en un territorio desconocidohicieron que se produjera un incremento considerable del léxico que lo haconvertido en un hecho singular dentro de las modalidades del español. DiceCorbella (1998, 107) que

«[…] el término ‹contacto›, utilizado mayoritariamente en sincronía para hacer referenciaa la coexistencia temporal y espacial de dos o más lenguas, puede tener también unaaplicación diacrónica en lo que se ha considerado el préstamo léxico, en cuanto que sólodesde este contexto se puede analizar la importancia que han tenido los factores sociocultu-rales y el prestigio de las lenguas, o las circunstancias históricas y sociales que han

5 Dice Lüdtke (2003, 155) que prefiere reservar el término español «para la época de la lengua enla que el castellano se convierte por su expansión fuera del Reino de Castilla y León en lenguaespañola. Antes del advenimiento de los Reyes Católicos nos encontramos en la fase castellanade la expansión».6 Me refiero a voces como autodate (< ingl. up to date), guachimán (< ingl. watchman), recara (<ingl. red care), bisne (< ingl. business), chinegua (< ingl. King Edward), choni (< ingl. Johny), naife(< ingl. knife), piche (< ingl. pitch), etc.

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favorecido, dentro de los tipos de interferencias, la sustitución de unos términos por otros ola importación de voces nuevas».

La consecuencia más inmediata de todo este contacto fue – como han señaladoCorbella (1998), Lüdtke (2003) y Morera (2009) –, entre otros, el triunfo delespañol sobre la lengua aborigen, la paulatina desaparición de la misma y laasunción por parte del nativo de los valores culturales y lingüísticos españoles y,en definitiva, europeos de honda raigambre románica. Esta circunstancia, noobstante, no es óbice para que en la lengua de los conquistadores penetrentambién las primeras voces que, con carácter denotativo, sirven para abrirse pasoen la nueva realidad. Tal es el caso de gofio ‘harina de millo, trigo o cebadatostados’. La historia de gofio es rica y recorre una amplia geografía americana,según nos informan Corrales/Corbella (2001, s. v. gofio). Quizá la voz está docu-mentada ya en 1484 en una crónica primitiva de la conquista de la isla de GranCanaria. No obstante, el primer dato fehaciente que se ofrece en el diccionario esel de una temprana reclamación judicial canaria de 1495 en la que se lee «[…] eque los clérigos fletaron vn navío en que se bolviesen e çevada para gofio […]».7

Con posterioridad, en innumerables documentos y autores el término llega hastanuestros días constituyendo una de esas voces significativas y características delacervo idiomático y cultural de las islas. Su trayectoria léxica – a la par que ladiáspora de los canarios hacia América – comenzó, a buen seguro, desde muypronto en el nuevo continente y allí la vamos a encontrar con el mismo sentidoaunque en algunos países haya adquirido nuevos significados. Su registro lexico-gráfico aparece en textos de Puerto Rico, Santo Domingo o Cuba, donde EstebanPichardo en su diccionario de voces cubanas acredita el término hacia 1836.También aparece gofio ‘toasted cornmeal’ en St. Bernard (Luisiana) y en el francéscriollo del mismo estado norteamericano. Desde 1925 el DRAE lo incluye y enDRAE-70 se proporciona la etimología «voz guanche».

Puede señalarse que el denominador común de todo este proceso no es –como ha ocurrido por ejemplo con la creación de los criollos como el papiamento(Aruba, Bonaire y Curaçao) – la confluencia de sistemas lingüísticos que den

7 Numerosos testimonios se encuentran en un variado conjunto documental a lo largo del XVI:en unas Memorias del Reinado de los Reyes Católicos de 1500, en las crónicas Ovetense (1510),Lacunense (1554) o Matritense (1555), en la descripción hecha en inglés de Thomas Nichols APleasant description of the fortunate Ilandes, called the Ilands of Canaria, with their straunge fruitsand commodities (1538), en As Ilhas Canárias del portugués Gaspar Frutuoso (1590), en LeonardoTorriani, Descrittione de l’insole canarie (1590), en la Historia de la conquista de las siete Islas deCanaria de Abreu Galindo (1590), Alonso de Espinosa, Historia de Nuestra Señora de Candelaria(1594) o en el Discurso-tratado de Antonio de Herrera de finales del XVI.

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lugar al nacimiento de una nueva modalidad muy diferenciada y, por ende, conrasgos propios para constituirse en una lengua ni en un dialecto, al menos en laconcepción tradicional tal y como lo ha descrito la dialectología,8 sino que, antesal contrario, lo que se ha producido es el cambio de un código por otro nuevo. Yen este mecanismo de sustitución el préstamo léxico es el que ha tenido unverdadero protagonismo en la conformación lingüística del español en las islas,en tanto en cuanto ni su gramática ni su fonética se han visto afectadas por estehecho de inicial contacto, excepto algunos casos en los que el portugués sí hapodido influir ligeramente en dichos ámbitos. Estamos, en palabras de Thomp-son/Kaufman (1988, 70) ante un tipo de interferencia muy elemental que denomi-nan «lexical borrowing only» el cual transfiere un componente cultural mínimode carácter muy básico y primigenio. Así, topónimos y antropónimos, junto convoces propias de la fitonimia y la zoonimia9 son los que se van a documentar enlos textos y que, además, han llegado a nuestros días. Las estructuras léxicas delcastellano/español se vieron en un primer momento enriquecidas en un buennúmero de campos semánticos que ensancharon los límites de la lengua traída dela Península al incorporar decenas de voces que denotaban una nueva realidad ola misma adquiría nuevas acepciones o recreaciones en las islas (Alvar 1969). Porello, los términos primeros se encuentran en la toponimia (Adeje, Telde, Teide,Taco, Teguise …)10 y luego en diversos campos propios de la vida que se desarro-llaba en las islas tales como la flora (tabaiba, tagasaste …), la ganadería (goro,beletén, jaira …), la fauna (guirre, perenquén …), creando gentilicios (guanche,majo, gomero …) y tantas otras voces que se formaron y/o adaptaron (o fueronoídas y así transmitidas) sobre la base de la estructura fónica española y sobre losprocedimientos de derivación y composición de dicha lengua.

Desde el punto de vista sociológico el papel preponderante de los colonos yel poder ejercido por la nobleza castellano-andaluza resultan claros en el nuevo

8 Cf. Alvar (1961) y como visión teórica de conjunto sobre el concepto de dialecto Trudgill/Chambers (1968).9 Sigo en este particular a Corbella (1998, 108). Dice Morera (2009, 130), que de todo el materialprehispánico heredado el que tiene más garantías es el que se refiere a los topónimos y losnombres comunes del habla viva que hasta nuestros días han llegado gracias a la tradición oral yno por las fuentes escritas, que ofrecen, en este sentido, transformaciones más drásticas al pasarpor manos de diferentes copistas.10 Cf. para la toponimia a Trapero (1999). La antroponimia no presenta la misma incorporaciónpor las razones ya comentadas: los guanches fueron obligados a bautizarse. Muchos siglosdespués, en la segunda mitad del XX, especialmente, la revalorización social, política y culturalque se ha hecho del mundo aborigen ha significado también la recuperación de decenas denombres propios que se han impuesto en los usos onomásticos de la sociedad canaria: Acoidán,Aday, Ayose, Chaxiraxi, Guayafanta, Guayarmina, Iballa, Yeray, Tanausú, y tantos otros.

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marco insular. La configuración desde el principio de un referente lingüístico deprestigio parece asegurado en boca de los hablantes procedentes de esas regionespeninsulares especialmente andaluzas (aunque no solo) en las que, como hademostrado Frago Gracia (1999), los rasgos principales del español meridionalestaban ya muy arraigados como para constituir un modelo que se asumió confuerza en el archipiélago – al igual que en toda América después de una posteriornivelación lingüística – frente a los usos, quizá minoritarios por estas tierras, dela norma castellano-norteña. Señala este autor que en la comprensión del españolamericano (y en nuestro caso en el canario también) hay que atender a dosaspectos de la lengua: el unitario y el dialectal. De esta forma:

«Puesto que en la emigración a Indias predominó con mucho el elemento popular, para másseñas salido de todos los rincones de España, será necesario preguntarse si al Nuevo Mundose transplantó un español básicamente nivelado o más bien un español con rasgos regiona-les, sujetos a una ulterior y original nivelación americana» (ib., 12).

Nuestra lengua – apunta más adelante (ib., 13) – «se hallaba diatópicamentediferenciada a finales del XV y a lo largo del XVI, probablemente en mayor gradode lo que hoy está». La documentación histórica analizada con fines lingüísticosda sobradas muestras de todo ello. Además, la comprobación del triunfo genera-lizado de ciertos usos característicos del español atlántico en todas las islas estambién una constatación evidente. Dos ejemplos claros compartidos con Améri-ca son el seseo y el abandono general del vosotros en favor del mayoritario ustedes(salvo las excepciones ya puestas de relieve por los trabajos dialectológicos ysociolingüísticos).

3 Español y portugués: la pugna por el espaciolingüístico

La importancia que desde los primeros tiempos tuvo el portugués en las IslasCanarias es un tema ampliamente tratado y que ahora servirá de marco referen-cial para plantear otras cuestiones.11 Una vez firmado el tratado de Alcaçovas(1479), Portugal adquiere el derecho de conquista de la costa occidental de Áfricay las islas de Madeira, Azores y Cabo Verde. Desde entonces comienzan unos

11 Cf., entre otros muchos, a Pérez Vidal (1991), Morera (1994), Medina López/Corbella (1996),Cáceres Lorenzo (1998), Corrales (2000).

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intensos y fructíferos vínculos con los lusitanos que se extenderán hasta lasegunda mitad del siglo XVIII, momento en el que la decadencia de las relacionescomerciales se acentúa (Pérez Vidal 1991, 57). Las Canarias eran un punto casiobligado de parada para todos aquellos portugueses que frecuentaban los maresde la costa africana y que recalaban en las islas con absoluta normalidad, una vezque se despejaron las antiguas pretensiones portuguesas de anexión.12 Numero-sos documentos ofrecen datos del origen lusitano de los nombres allí contenidos,bien porque habían llegado a las islas en primera generación, bien porquemantenían el apellido a través de sus descendientes, tal y como se comprueba enlas adaptaciones fonéticas al castellano de apellidos muy usuales en las islas:Acosta, Acevedo, Brito, Abreu, Melo, Pinto, Carvallo/Carballo, Ravelo, Chaves,Machado, Pereira, Viera, Yanes, Duarte, Marrero, etc. Tanto en las distintas actascapitulares publicadas hasta la fecha como en los protocolos notariales se advier-te con claridad la referencia topográfica en los nombres de personas,13 tal y comoera la costumbre del momento: Pero Blas, trabajador portugués; Cadahueso,portugués; Diego Alfonso, portugués; Rodrigo Arias, portugués; Gil Fernández,portugués; Antonio de Évora, etc.14

12 Un ejemplo de las intensas relaciones entre las islas del Atlántico podemos verlo en Vieira(1987). El comercio interinsular estaba bien reglamentado entre las dos coronas, según informaeste autor: «O comércio, bem como as mais actividades económicas estavam sujeitos a umcontrole e regulamentaçao por parte das coroas de Portugal e Castela. Para isso contribuiu, emprimeiro lugar, a necessidade de preservar o monopólio real do comércio de determinadosprodutos em áreas definidas. Em segundo e, em termos restritos das novas áreas de ocupaçaoatlântica, essa intervençao constante da coroa e dos municípios tinha como meta o abastecimen-to local, bem como a definiçao dos produtos adequados que merecessem uma troca valiosa nomercado atlântico-mediterrânico» (ib., 27).13 Las indicaciones topográficas son abundantes y van desde la alusión expresa al lugar deprocedencia como se ve en de San Miguel, de Tavira, de Oporto, de la Torre de Moncorvo, deCastelo Branco, de Coimbra, de Évora, de Braga, de Santarem, de Lisboa, hasta el simple apelativode «portugués». Cf. Bonnet (1951), así como los numerosos protocolos notariales publicados en laserie Fontes Rerum Canariarum, entre otros, además de los acuerdos capitulares, datas y reparti-mientos de tierras, al igual que todo tipo de índices onomásticos válidos para poner de manifiestola población lusa en las islas. Para una comprensión lingüística de la cuestión véanse Pérez Vidal(1991) y Morera (1994).14 Más datos y nombres se proporcionan en Medina López (1995). Insertos en la antroponimia«oficial» – la registrada en las actas o libros bautismales de las parroquias o en las actascapitulares, testamentos o protocolos notariales – aparecen los «apodos» como recurso propio enla época y que, desde luego, se dejan ver con facilidad a poco que se adentre en la documen-tación histórica. Así lo testimonia también González Yanes (1994), cuando indica que «Encomunidades pequeñas, en las que casi cada uno conocía a todos los demás, el apodo llegó a sercomo una especie de documento de identidad de la época que alcanzó repetidamente por elloesta validez oficial de su inclusión en las actas públicas de los escribanos». Repárese, pues, en

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El portugués era, según Morera (2009, 126), la lengua de los miles deagricultores, pescadores, artesanos, ganaderos, comerciantes o albañiles quevinieron al archipiélago y su huella quedó manifestada no solo en el léxicopatrimonial del español hablado antes y ahora en las islas, sino también en ladocumentación escrita diseminada por las mismas.15 La lengua portuguesa,escribe Morera:

«[…] parece ser una modalidad lingüística con rasgos arcaizantes y dialectalmente pocohomogénea, como correspondía a unos hablantes de extracción humilde y de procedenciageográfica bastante heterogénea. Desde el principio, se animaron a venir a las Islas gente detodas partes de Portugal, tanto de sus dominios insulares (Madeira, en especial) como desus dominios continentales (Algarbe, Tras os Montes, etc.)» (ib., 136).

Y por esa razón, los miles de portugueses que habitaban las islas trajeron tambiénsu modo de vida, sus costumbres y sus oficios que pusieron en práctica en elarchipiélago y donde se convirtieron en auténticos artesanos especialistas en nopocas labores, consiguiendo así una alta estima social. Por otro lado, y frente a lalengua aborigen de las Canarias o de otra procedencia no románica, el portu-gués – con mayor arraigo que el francés – fue por razones de parentesco lingüís-tico con el español (pero sobre todo por el alto número de hablantes que a lasislas llegó) fácil de comprender, de asimilar y de incorporar al modelo idiomáticoque estaba gestándose. Es por ello que, junto con el español, su prestigio estabaasegurado, en detrimento de las lenguas vernáculas (guanche) o alguna habladao conocida por los moriscos y berberiscos.16

los sobrenombres que aparecen comentados en Medina López (1995): Juana de Placeres, Fernán-dez Enamorado, González el Sordo, Benito González del Buen Rostro, Pedro el Loco, Caoba(esclava negra berberisca), Mari o María Fernández,mujer de amores, etc.15 Los libros de bautismo y actas de algunas iglesias insulares (Tenerife y La Palma) nos ofrecenejemplos en los que el español y el portugués se alternan libremente. Por otro lado, los orígenesde la literatura escrita en las islas tambiénmuestran algún que otro personaje expresándose en lalengua de Camões. Cf. Morera (2009, 131, n. 21). Corbella (1998, 108 n. 7), por su parte, trae acolación el ejemplo de Bartolomé Cairasco de Figueroa, quien en una obra de teatro representadaen la segunda mitad el siglo XVI incluye personajes que hablan en portugués, lengua aborigen eitaliano, lo que es «sin duda ejemplo del multilingüismo de aquellos primeros años». Estudia elléxico portugués de los primeros tiempos Corrales (2000).16 Dice Morera (2009, 137) que «el guanche y el berberisco, que eran lenguas habladas porinfieles y en buena parte esclavos, se encontraban altamente estigmatizadas» y que por tanto,ambas lenguas fueron las grandes damnificadas de la historia lingüística de Canarias, ya queestabanmal vistas y hasta prohibidas en la sociedad insular de los siglos XV y XVI.

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Mucho más que el guanche, el portugués es el segundo componente, des-pués del castellano, de la base lingüística del español canario. Y esto es así porlas razones ya consabidas. En este sentido, la convivencia de las dos lenguastambién pudo venir determinada por los contextos comunicativos que cada unarequería o que las circunstancias imponían, presuponiendo (de esta maneraigual que ocurrió con las lenguas aborígenes) una nueva actividad diglósicafavorecida por una inicial situación de bilingüismo español-portugués, de talmanera que en los contextos más familiares se hablaría portugués mientras quepara las relaciones públicas y, en general, para la vida exterior se practicaría lalengua común, esto es, el español. Estos mecanismos pudieron haberse dadohasta el XVII y coincidirían con la intensa castellanización ya extendida por todoel archipiélago y con la retirada paulatina de los portugueses de las islas. Ladimensión sociolingüística de estos fenómenos de contacto de lenguas no es fácilde calibrar en su justa medida, ya que únicamente podemos aventurar – a la luzde los datos disponibles y que nos han llegado hasta hoy – cuál debió haber sidola auténtica situación entre ambas lenguas en el pasado. Unos señalan una real yefectiva etapa de alternancia de códigos durante algo más de un siglo; otros, sinembargo, creen que «no se puede hablar, como han hecho diferentes autores, deun latente ‹condominio hispano-portugués› en todos los niveles» (Corbella 1998,109).

En mayor medida que el guanche, como decía más arriba, la lengua portu-guesa se ha convertido en el segundo gran componente de nuestra modalidad.Pero, a diferencia del estatuto adquirido por el vocabulario aborigen (mucho másapegado a campos que representaban un modo de vida más elemental y primige-nio), el léxico de origen portugués es más amplio semánticamente, generoso envoces y de permanencia más perceptible, todavía hoy en día, en el españolcanario. Hay que destacar, sin embargo, que su distribución espacial en elarchipiélago no es homogénea, pues la mayor presencia de portugueses enalgunas comarcas de Tenerife, La Palma o Lanzarote, por ejemplo, hace quenumerosas voces se registren con mayor fuerza en dichas islas, frente a otras delarchipiélago donde su vitalidad fue menor y duró menos tiempo. El archipiélagocanario, además, a los ojos de muchos colonos suponía una continuación de sunaturaleza y un recuerdo constante de las otras islas portuguesas, como Madeira,con lo que los trasvases para nombrar un mismo tipo de realia estaban más quejustificados y de ahí que las transferencias léxicas portuguesas se ocupen no solode elementos léxicos denotativos (barbusano < port. barbuçano, acebiño < port.azevinho) y connotativos (amularse < port. amuar-se, magua < port.mágoa, zafado< port. safado, por préstamo semántico), sino también de préstamos semánticos(nuevo < port. novo ‘joven’, agonía < port. ‘náusea’, arrullar < port. arrullar‘mecer’), frases hechas y locuciones (picar el ojo < port. piscar), algunos sufijos

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como el productivo ‑ero (naranjero, manzanero),17 adjetivos (enjillado < port.engelhado, fañoso < port. fanhoso) o adverbios (rente) y locuciones adverbiales(Corbella 1998, 109).

Aunque los portuguesismos son notorios en el vocabulario, algunos autorescomo Pérez Vidal (1991, 323–345) y Morera (1994, 27–29) han destacado sushuellas en el plano fónico como el que se da en el cierre de las vocales /e/ y /o/átonas, los cambios de /a/ por /e/ en sílaba inicial átona, la nasalización vocálicaen algunos puntos de la isla de La Palma, el comportamiento de la /‑e/ paragógicaen contacto con ‑r final, también en dicha isla, la situación de los diptongosdecrecientes y las formas monoptongadas o, incluso, el hecho de que la curvamelódica de algunas islas se asemeje a las modalidades dialectales portuguesasdel vecino archipiélago de Madeira.18 Los fenómenos consonánticos, por su parte,también tienen una actuación particular en la adaptación/adopción de las vocesportuguesas al español canario, tal y como ocurre con la confusión de las anti-guas fricativas prepalatales /š/ (sorda) y /ž/ (sonora) que, según dice Pérez Vidal(1991, 336), confluyeron en Canarias con la antigua aspirada [h], tal y como secomprueba con las formas canarias de feje ‘haz’ (< port. feixe), queja ‘cada uno delos canales del peine del telar’ (< port. queixa), jeito ‘maña, habilidad’ (< port.jeito, gall. xeito), etc. El mantenimiento de la f‑ inicial (fariño ‘gofio fino’, ferruja‘herrumbre’, y los derivados ferrugento, ferrugiento), fogaje ‘erupción de la piel’,etc., tienen relación con dicha lengua. También las influencias gramaticales sonconstatables, como las producidas en el cambio de género de algunas voces ([el]costumbre y [el] ubre), reducciones de diptongos (consensia y pasensia), usos deladverbio bien en lugar de cuánto en oraciones exclamativas ponderativas (¡biencorrieron con el cañón, bien corrieron!), el empleo del sufijo ‑ento, empleo delsubjuntivo en expresiones del tipo no sé si vaya, coincidentes con los hablantesgallegos y asturianos y algunos fenómenos más puestos de relieve por LorenzoRamos (1976) hace ya algunas décadas.

17 Se ha ocupado de la vitalidad de este sufijo Medina López (1994) al analizar los nombres decarácter vegetal (perero, limonero), animales (pájaro balero, pájaro borrero), utensilios (abrazade-ra, gueldera), términos de la construcción y vivienda (humera, patuñero), voces agrícolas yganaderas (apañadera, canguera, cantonera, raspadera), cuerpo humano (buchero, zumbadera) ofenómenos atmosféricos (brumacero, choricera). Cf. también los datos que contiene el diccionariode Ortega Ojeda (2008).18 Hasta el momento, según mis informaciones, no existe un estudio comparativo amplio entrelas dos realidades que ponga de manifiesto y relacione empíricamente la modalidad de ambosarchipiélagos.

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4 La ampliación de los límites geográfico-lingüísticos: el componente americano

También la lengua española en su segunda aventura atlántica tras el descubri-miento de América en 1492 inició otro proceso de adaptación y captación de lanueva realidad en la que la naturaleza y la sociedad suponen dos auténticosrevulsivos en todos los órdenes de la vida. El español del siglo XVI con suvariación diastrática y diatópica se ve ahora enriquecido con los cambios eincorporaciones que experimentará en las Indias (López Morales 2010, esp. 35–104). Dicen Corrales/Corbella (2010, 13)19 que en toda la expansión atlántica debiódarse un mecanismo de transculturación y que la lengua llevada a América sehabía modificado debido a la aportación indígena y que esa heterogeneidadcultural y lingüística suponía un nuevo proceso de confluencia y homogeneiza-ción, de criollización y de mestizaje cultural, un movimiento de síntesis queapuntaría, a fines de ese mismo siglo, hacia una situación lingüística nueva y unamodalidad regional diferenciada.20

Los aspectos sociolingüísticos de todo este contacto no dejan de ser comple-jos. La sociedad que se desarrolló a partir del siglo XVI en adelante asiste a laimplantación de una modalidad del castellano que hunde sus raíces en la normameridional cuyo centro irradiador, Sevilla, se convierte en el punto de referenciasocial, económico y cultural para las islas. En la ciudad hispalense se instaló laCasa de Contratación, ahí se fraguó buena parte de las relaciones comerciales yhumanas con América a través de su puerto fluvial y de ahí partieron tambiénnumerosos habitantes de las Canarias que embarcaban para las Indias. Estehecho, no obstante, muestra algunos problemas que la historiografía especiali-zada ha tratado de resolver mediante el expurgo y cotejo de no poca documen-tación histórica. Y es que en la importancia del estudio de la emigración aAmérica pueden señalarse dos tendencias (Martínez Shaw 1994, 24ss.): a) lasfuentes americanas que han empleado los censos de población, padrones, listasde habitantes en diversas localidades, relaciones de cuerpos u oficios como losmilitares, eclesiásticos, comerciantes, campañas de conquista, asientos de colo-nos, fundaciones de ciudades, etc., y b) las fuentes españolas que – en un intentode cubrir los vacíos aportados por los datos americanos – se han centrado en elanálisis extraído de documentos judiciales (con información sobre la filiación y

19 Sigo en buena medida el hilo argumental de estos autores para la exposición de los materia-les contenidos en su diccionario.20 Cf. el concepto de koiné americana expuesto por Granda (1994, 25–48).

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limpieza de sangre, así como los pleitos civiles), protocolos notariales (testamen-tos, poderes, contratos de tripulación, fianzas, pasajes estipulados ante notarios,etc.), las honras fúnebres de vecinos muertos en Indias y anotadas en los registrosparroquiales, declaraciones de soltería, bienes de difuntos, cartas de naturaleza,composiciones de extranjeros, depósitos de moneda foránea, ventas de muebles einmuebles, actas capitulares y un largo etcétera.21 Estas investigaciones han te-nido como principal fin saber el contingente del éxodo hacia América y, cuandose ha podido señalar, el carácter sociológico del mismo y las implicaciones queeste ha tenido en la configuración de las sociedades virreinales (Mörner 1975).

A pesar de todo lo anterior, la constatación de la emigración canaria en losprimeros tiempos de la colonización americana ofrece serios problemas para suestudio ya que los que salían desde las islas no tenían la obligación de registrarseen la Casa de Contratación sevillana (Morales Padrón 1955, 33–101) y por ello nofiguran en el conocido Catálogo de Pasajeros a Indias durante los siglos XVI, XVIIy XVIII.22 Hay que recordar, en este sentido, que en una Real Cédula firmada el 28de mayo de 1567 por Felipe II se especificaba la no obligatoriedad de los vecinoscanarios de viajar a Sevilla para así evitar el agravio con otros viajeros, debido ala lejanía y a los costes del viaje.

Desde los comienzos de la hispanización americana, los llamados canariosestuvieron presentes y su huella pronto se hará sentir en América en la arquitec-tura, en el folclore, en la gastronomía, en la cultura, en la lengua y en la literaturay en los hábitos y costumbres sociales. Cierto es que bajo el rótulo de «canarios»se hace referencia a una realidad/procedencia geográfica, ya que como entidadsociolingüística, grupal y diferenciada, y por tanto con rasgos lingüísticos pro-pios, es aventurado usar el término por lo menos hasta finales del siglo XVI yprincipios del XVII. La cuestión, señalada por algunos historiadores, es hasta quépunto todo lo que venía de Canarias era auténticamente «canario». HernándezGonzález (1995, 15) trata así la cuestión:

«Pero la discusión fundamental sobre la participación de Canarias en la conquista ycolonización de América en el siglo XVI estriba en hasta qué punto se puede denominarcomo canarios a los que se embarcan desde las islas para adentrarse en el Nuevo Mundo.

21 Con fines básicamente lingüísticos se han editado, entre otras, cuatro crestomatías america-nas que contienen variados textos redactados entre los siglos XVI a XVIII. En la segunda de ellasse incluye a las Canarias. Cf. Fontanella de Weinberg (1993) y Rojas Mayer (2000, 2008a, 2008b).22 El punto de partida está en las «Informaciones y licencias de pasajeros» del Archivo Generalde Indias de Sevilla. El conjunto editado incluye los pasajeros hasta 1599. Sin embargo, elcatálogo, lejos de ser la única fuente (aunque sí importante) de interés para los asuntosmigratorios, deja fuera el tema de la emigración ilegal y no hace constar los navíos que salierondesde Canarias u otros puertos. Cf. Mörner (1994, 470ss.) y Medina López (1999, 13–49).

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[…] Debemos tener en cuenta que a principios de siglo eran todavía tierra de conquista. Seestaban estableciendo pobladores, que evidentemente eran portugueses, castellanos oandaluces. Las facilidades de emigración clandestina eran un poderoso estímulo paratrasladarse hacia ellas. Determinar el origen de los expedicionarios es en buena medida unatarea imposible. Reflejar su rango de vecinos es algo igualmente complicado».

Los problemas cuantitativos de la emigración ya expuestos más arriba guardaníntima relación con este particular. Los datos de Borges (1977) – quien cifra enunas 10.405 las personas embarcadas desde las islas rumbo a América durante enperíodo 1493–1599 – son cuestionados por Macías Hernández (1992, 28) y Hernán-dez González (1995, 15) no solo por la escasez de esta cifra, sino también por elpropio origen de quiénes eran esos emigrantes. Desde luego, no todos podían serconsiderados como «canarios», ya que la naturaleza de tal procedencia de cual-quier residente indiano puede ocultar un posible origen europeo. Piénsese que laconquista de las islas de La Palma (1493), Tenerife (1496) o, incluso, Gran Canaria(1483) supuso, desde luego, una más que improbable conciencia regional o unasociedad con vínculos arraigados en la participación inicial de la conquistaamericana. Dice Alvar (1990, 72) a este respecto que estos hechos «me hacenpensar que los españoles afincados en las islas no se considerarían – aún –isleños, sino sevillanos, gaditanos o jerezanos y como tales figurarían en las naosque cruzan el atlántico: sólo después, cuando nacieron los «criollos» canarios, sepensaría en su origen distinto del andaluz».23

Las zonas de mayor predominio migratorio canario son las que han recibidomás atención por parte de los estudiosos e investigadores: Luisiana en EE.UU.,México, las grandes Antillas (Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana),Venezuela, Uruguay y Argentina, entre otras. En el caso de la emigración a CentroAmérica su huella lingüística es escasa y sólo perviven algunos topónimos deltipo Candelaria o Tenerife, mientras que en el caso de los antropónimos, estos sonmás numerosos: Arrocha, Bello, Betancor, Carmona, Chinea, Déniz, Dorta, Franqui,Lugo, Machado, Melián, Negrín, Oramas, Padrón, Peraza, Perdomo, Reverón, Sosa,Tacoronte, Umpiérrez, Yanes.

La senda lingüística marcada por estas intensas relaciones canario-america-nas a lo largo de los últimos cinco siglos es un asunto que la lexicografía históricay comparada24 trata de poner de relieve y aclarar – en no pocas ocasiones – quéhay de canario en América y qué de americano en el archipiélago. Y es que noestamos, en última instancia, ante

23 Estos y otros aspectos son tratados en Medina López (2000, 91–111).24 Para las Islas Canarias contamos, afortunadamente, con las dos perspectivas. Cf. Corrales/Corbella (2001 y 2010), así comoMorera (2007). Se da cuenta de esta perspectiva en Medina López(2004).

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«[…] elementos extraños de otra lengua que se adaptan al español, sino de particularismosde una modalidad adoptados por los hablantes a uno y otro lado del Atlántico, en los que aveces resulta arduo, o incluso imposible, discernir cuál ha sido la ruta recorrida, ya que noestamos ante préstamos de lenguas diferentes, sino ante evidentes interinfluencias entredos modalidades, entre dos variedades diatópicas del mismo código lingüístico, que en la‹coincidencia› muestra una relación ininterrumpida y, sólo en determinados casos, a vecestambién la génesis y la dirección del préstamo interregional».25

La recopilación de voces coincidentes entre Canarias y América asciende a 2326lemas en el Tesoro léxico canario-americano de Corrales/Corbella (2010), con untotal de 2744 acepciones, locuciones y frases hechas, lo que indica que un 12,28%del léxico diferencial canario presenta algún significado coincidente con Améri-ca. Los datos numéricos de este diccionario de coincidencias ponen de relievecómo todos los países americanos y Canarias están bajo el mismo prisma lingüís-tico. Cuba (52,32%), México (42,83%), Colombia (42,69%) y Venezuela (42,69%)son los cuatro primeros países que presentan porcentajes por encima de lacuarentena. La cifra desciende hasta el 10,14% que ofrece Paraguay.

La naturaleza de las voces coincidentes es variada. Destacan los arcaísmospropios que ganaron terreno y acogida en la expansión del español atlántico, quefueronolvidados y sustituidos por otras formasmásmodernas enEspaña:aguaitar,atentar, betunar, candela, cobija, sancochar; también, como no podía ser de otramanera, un conjunto de voces es fiel reflejo, como en las Islas Canarias, de lapresencia humana procedente del sur peninsular, ofreciendo así un grupo hetero-géneo de andalucismos como afrecho, tanganazo, telera, trapiche, traste, trompa.De nuevo los portuguesismos se reparten a ambos lados del Atlántico como lógicaconsecuencia del comportamiento colonial, migratorio y comercial de Portugal enlos siglos precedentes. Muchas voces portuguesas que se encuentran en Américaexperimentaron su inicial proceso de aclimatación antes de llegar a las Indias:enchumbar, aguaviva, serventía. Las voces marineras son otro de los camposabonados para el terreno de las coincidencias: balde, empatar, amarrar o gaveta.

Las coincidencias pueden llegar a poner al descubierto cuál es la verdaderatrayectoria de una voz y cuál, en última instancia, el peso social y el prestigiosociolingüístico de quienes las usaban. Está claro que el aporte constante dedatos documentales históricos será una de las vías más seguras para la verdaderaconstatación de un léxico regional, propio, en otras zonas. Canarias aportó seguro

25 Cf. Corrales/Corbella (2010, 20). Señalan estos lexicógrafos que es evidente la procedenciacuando se trata de los indoamericanismos o de los guanchismos.

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a América las voces gofio y tabaiba. Malpaís, de origen francés,26 aparece ya en LeCanarien y se documenta en México en torno a 1568; la voz y el árbol drago fuerontrasladados a América desde muy temprano, aunque allí no siempre hace alusióna la misma especie; el léxico de los pescadores también se relaciona con laaportación canaria a las Indias, especialmente el vocabulario ictiológico: elbocadulce, el cabezote, el emperador, el medregal, la picuda o la vieja. Sobresaleen esta aportación insular la terminología azucarera de procedencia portuguesa yque tuvo su empleo y se adaptó en Canarias (de gran arraigo en la isla de LaPalma) de donde partió para las Indias con la caña de azúcar: bagazo, calderero,fornalla, melado o raspadura. Canarias también aportó un léxico específico –introducido en las islas por los andaluces desde muy pronto – como es el que serefiere a las peleas de gallos: batida, cañazo, espuela, gallera, etc.

El retorno del emigrante canario trajo consigo en muchos casos dinero,fortuna y el reconocimiento social de haber triunfado en América. Y la vueltaproporcionó el vocabulario americano que penetró en las islas poco a poco y eshoy de general conocimiento y uso según los casos: bloquera, boncho, cachan-chán, concretera, considerar … Los campos léxicos reincorporados al español deCanarias guardan estrecha relación, como es obvio, tanto con las zonas de mayornúmero migratorio como con las labores desarrolladas por los canarios en elnuevo continente. Tal es el caso de las voces propias del mundo del tabacoprocedentes de Cuba, fundamentalmente: anillado, betún, bonche, cajeta, calen-tura, chaveta, cogollero, cuje, fuma, matul, y tantas otras.

También en Canarias se introdujeron algunos indoamericanismos léxicos27

como bohío, en muy temprana constatación (s. XVI), mientras que otros aparece-rán en la segunda mitad del XVIII: chayota, tuno… Del arahuaco-caribe el canariotomó maní, junto con cayuco, coroto, curiel, guano, jíbaro, macana, morrocoyo,nagua o papaya; del náhuatl entraron achiote, chapapote, chayota; del quechua

26 Cf. el amplio comentario hecho por Corrales/Corbella (2001, s. v.malpaís).27 La distribución espacial de algunos de ellos aparece en el ALEICan. Cf. Vaquero de Ramírez(1985). La autora recoge veintidós indoamericanismos léxicos: aguacatero, arique, balayo, batata,batea, boniato, cucuyo [sic], chayota [sic], chiquero, guachinango, guanajo, guano, guataca,huracán, imagua [sic], maíz, maní, mole, nagua, papa, papayero y totuma. Un número realmenteescaso si se tiene en cuenta que sólo veinticuatro de los mil doscientos doce mapas de que constael atlas muestran indoamericanismos léxicos (1,98% del total). De estos, el único que es generales el quechuismo papa (seguido de huracán, aunque éste convive con ciclón). Desde el punto devista de su distribución geográfica en las islas, hay que señalar que es en las occidentales dondeaparecen con más frecuencia, mientras que en las orientales su ausencia es casi total. La vía deentrada en las islas de estos términos es, según Vaquero de Ramírez (ib., 682), probablemente através de la emigración procedente de Cuba o de algún otro enclave antillano.

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se introdujeron guarapo, morocho y papa; del cumanagoto arepa, del tupí-guara-ní pitanga y del taínomanigua.

De América también se ha tomado un conjunto léxico que procede de laslenguas modernas de comunicación como el francés, el italiano o el inglés. Lasvoces que este característico grupo nos propone son los anglicismos boncho,concreto, flit o flis, fotingo, fulo, gandola, guachimán, guagua, guinche o güinche,ludo, queque, tifiar o trinque; galicismos como flamboyán, petiso o creyón; italia-nismos del tipo bachicha o bochicha, batifondo y, quizá, pibe.

Cuba es el país que mayor número de voces aporta, ya que la emigración fuemuy intensa a la isla hasta la crisis del azúcar a principios del siglo XX: de allíllegaron voces, expresiones y locuciones que se han ido incorporando a Canariascon total normalidad: chambelona, matar la culebra, culichiche, ir escapando,papita suave, etc.

5 Acomodación lingüística y ¿estándar regional?

Desde los primeros tiempos de la conquista se observa un conglomerado delenguas al servicio de distintos contextos que representó diferentes estatutossociolingüísticos, como ha planteado Morera (2009, 152ss.). La situación generóvariados grados de bilingüismo social (español/guanche; español/portugués o enmenor medida español/francés o guanche/francés), trilingüismo (guanche-es-pañol-portugués) o multilingüismo (guanche, francés, español, portugués y ber-berisco). Lüdtke (1994 y 1998) pone de relieve que las diferentes comunidades dehabla en el archipiélago continuaron usando sus lenguas en las primeras décadasdel siglo XVI, tal y como se recoge en las actas inquisitoriales de Las Palmas deGran Canaria. En las mismas – según la edición de Gray Birch (1903) – sedocumentan testimonios del árabe, hebreo, portugués e italiano. La variedad desituaciones, contextos comunicativos y hablantes generó, cabe presuponer, másde una actitud diglósica de unas lenguas frente a otras en las que el español seerigía como la lengua de la supremacía (la lengua alta, A) y las demás, como elportugués y, en mayor medida el guanche, quedaban reservadas para loscontextos más familiares, coloquiales o menos ceremoniosos (lengua baja, B).

Durante los siglos XV, XVI y casi hasta el XVII, se produce lo que lospsicolingüistas denominan un procedimiento de acomodación lingüística (speechaccomodation), caracterizado por la adaptación entre las modalidades coinciden-tes en un territorio o situación que coadyuvan a la integración social y en la cualse van eliminando las diferenciaciones grupales, especialmente, como ocurrió enlas Canarias, con todo aquello que venía representado por aborígenes y en bocade los mismos; o de los propios portugueses, pues también para estos debió darse

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la situación de bilingüismo-diglosia,28 hasta que al final dejó de hablarse portu-gués ya en el siglo XVII en favor de una total castellanización. Relacionado con laampliación del significado de diglosia tal y como la concibió Ferguson (1959) –referido al contacto entre dialectos – está el de conflicto en situaciones de bi- oplurilingüismo. Este, según algunos, vendría a sustituir al de contacto. Conflictose da entre variedades distintas de una misma lengua o entre lenguas distintas yse refiere a la diferencia de estatus de ambas y a las relaciones de poder existentesentre los grupos que hablan la variedad alta y la baja. Este concepto de diglosiaamplía el modelo de coexistencia descrito por Ferguson (1959) y se concibe, por elcontrario, como unmodelo de competencia y desplazamiento.

Esta acomodación paulatina de las lenguas en las islas durante los primerosdecenios se ve reflejada en los descritos procesos koineizadores29 en los cuales losmecanismos interlingüísticos e interdialectales van actuando hasta conseguiruna primera fase de simplificación de los rasgos aportados por las distintascomunidades lingüísticas (castellanos, guanches, portugueses, andaluces, fran-ceses, berberiscos, extremeños, vizcaínos, mallorquines, aragoneses, italianos…)que participaron directamente en las primeras oleadas colonizadoras. A lasmismas se sumarán, poco tiempo después, las influencias de vuelta del patrimo-nio conocido como americanismos o indoamericanismos. La simplificación lin-güística que duró con toda probabilidad unos cuantos decenios (como conse-cuencia de la asimilación cultural y lingüística) dio paso a la nivelación dialectalque con base meridional empieza a constituirse ya, en torno al siglo XVII, en unaantesala de lo que será la regionalización o vernaculización del español canario,ya con los elementos propios que lo caracterizan a grandes rasgos y con todas lasprecauciones a que da lugar esta afirmación, como a continuación trataré.

En efecto, en lo que se refiere a la existencia de la última fase de este modelodel proceso de koiné30 apuntado por Granda (1994),31 la constitución del estándar

28 Sobre el concepto de diglosia véanse, entre otros, a Ferguson (1959), Fishman (1979, 119–133),Rojo (1985), Medina López (2002, 33–38), Auer (2005) y Auer/Hinskens/Kerswill (2005).29 Cf. la propuesta teórica inicial de Siegel (1985) y, referida a América, Granda (1994, 22–48).30 Ya a finales de los años cincuenta del siglo XX Catalán (1958) indicaba que en Canarias seconfiguró una koiné lingüística, producto de su heterogénea sociedad, que tiene su correlato conla producida en el período antillano (1493–1519) paraHispanoamérica. Escribía entonces (Catalán,1958, 240): «El nacimiento de una koiné lingüística en el Nuevo Mundo tiene su perfecto paraleloen la formación de un español canario. Al mismo tiempo que tomaba perfil la comunidad hispano-hablante antillana, en Canarias avanzaba lentamente la europeización de Tenerife. El españolultramarino de las islas africanas y el de las islas americanas debió de ser enmuchos aspectos algomuy similar; lasmismas flotas que iban a la Española tomabanpuerto en Canarias».31 En realidad fue Fontanella de Weinberg (1999 [1987]), la primera en aplicar el esquema deSiegel (1985) al modelo del español americano y, en particular, al argentino. El trabajo fue

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regional no parece que se haya culminado de forma tan compacta en este devenirhistórico, sobre todo si tenemos en cuenta la opinión y actitudes de los hablantesque en numerosas ocasiones se debaten entre la valoración positiva de losmodelos regionales o el rechazo de los mismos en detrimento del estándarcastellano.32 En un trabajo publicado hace algunos años, Ortega Ojeda (1995) sepreguntaba si realmente podría hablarse de la constatación de una normalingüística culta en Canarias. El análisis y los razonamientos expuestos sonacertados y todavía vigentes. Y es que, en efecto, la existencia de una «modalidadlingüística sin Estado» ha supuesto que no se haya podido plantear, definir niadoptar un modo de expresión propio como uno de los caminos que afirmen laidentidad nacional. Otra de las razones ya apuntadas también por mí son las queatañen al carácter fragmentado de las islas, lo que sin duda ha impedido históri-camente la constitución de un modelo (insular o de una localidad) consideradocomo válido y de prestigio33 en todo el archipiélago.34 Muchas de estas actitudeshacia nuestras propias modalidades generan «inseguridad lingüística», manifes-tada en la preferencia de un «modelo lingüístico ajeno, extraño, irradiado desdefuera del archipiélago y notablemente divergente de la realidad dialectal denuestra región» (Ortega Ojeda 1995, 668). El mismo fenómeno de la inseguridadlingüística – apreciable incluso en los hablantes cultos canarios – los incapacitasegún este autor para que su «modus loquendi pueda erigirse en un modeloexclusivo y suficiente de prestigio, con todo lo que ello tiene de negativo» (OrtegaOjeda 1995, 672). En este sentido, Morgenthaler García (2008, 206s.) al tratar elasunto de la posible fragmentación de las hablas canarias hace notar que

«La variación y las diferencias son, pues, intrínsecas a cualquier variedad, sin que estosuponga una imposibilidad o contradicción con el hecho de que pueda existir un estándarregional común hacia el que se orienten los hablantes. El mexicano o el andaluz estánsometidos a una variación interna; no son homogéneos, ni diatópica, ni diastrática, ni

presentado en el congreso de la ALFAL en 1987, dos años después, como se ve, de la aparicióndel artículo de Siegel (1985), aunque las actas tardaron más de una década en ver la luz. Cf.Fontanella de Weinberg (1992, 43).32 Un amplio estudio, el único en su género que yo conozco sobre cuestiones de identidad ynorma lingüística para Canarias, es el de Morgenthaler García (2008).33 Cf. una de las conclusiones del trabajo de Morgenthaler García (2008, 217): «El establecimien-to de un estándar regional que sirva como variedad de prestigio, orientadora de la actuaciónlingüística del resto de los hablantes, aún no se observa en Canarias. Es, consecuentemente, aúnmuy difícil saber de qué manera se establecerá este estándar regional».34 Cf. las respuestas dadas hace décadas al cuestionario del ALEICan elaborado por Alvar(1975). Véase el vol. I, mapa 3, donde se preguntaba por el nombre del habla local según losinformantes. Las respuestas mayoritarias fueron español y castellano. Sobresale el comentariodado en la isla de La Palma (LP3), que sentencia: «El castellano no lo sabemos hablar».

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diafásicamente, sino que presentan distintas variedades. Igual sucede con el español deCanarias, lo que ocurre es que no se ha establecido […] una variante de prestigio».

La inexistencia de una sólida norma lingüística culta en las islas supone, además,un grave problema para la enseñanza de la lenguamaterna (L1) y la que concierneal español como lengua extranjera (ELE), en tanto en cuanto los modelos lingüís-ticos de buena parte de la producción editorial están basados en la normacastellana, si bien es cierto que la situación ha ido cambiando en los últimos añosgracias a una mayor y mejor concienciación lingüística de las autoridades políti-cas en materia educativa y a la propia actitud de los maestros ante el hecholingüístico diferencial.35 Muchas de estas actitudes de los hablantes canarios en laactualidad se reparten entre aquellos que se decantan por modelos propios delespañol peninsular estándar y los que eligen los patrones de pertenencia a laregión.36 Esta dualidad en el uso idiomático vuelve a plantear las situacionesdiaglósicas37 ya mencionadas párrafos antes para la perspectiva histórica delcontacto de lenguas pero, en esta ocasión, circunscrita a la preferencia por unamodalidad intralingüística de más prestigio frente a otra. Ortega Ojeda/GonzálezAguiar (2002, 36–40) señalan cuatro aspectos generales que condicionan elempleo o el abandono del vocabulario canario. Para ellos existen razones (a)diatópicas: hay una base compartida en todas las islas, pero también se dandiferencias en función de la propia insularidad (islas capitalinas frente a las queno lo son; heterogeneidad lingüística en torno a cada provincia; mayor númerode arcaísmos en la provincia occidental como consecuencia del modelo económi-co históricamente imperante); distintas alternativas en las islas de mayor relievegeográfico (lo que permite establecer «zonas lingüísticas de costa» y «zonaslingüísticas del interior»), el hecho de que la mayor innovación en cada isla estéasociada con su capital, etc. (b) Diferencias diastráticas: estas van a ser percibidasen los niveles más populares que atañen a lo designativo y a la fraseología. Porejemplo, el léxico de los ganaderos, pescadores, agricultores, artesanos, etc. sepresenta en los niveles más populares de la sociedad. La emigración experimen-

35 En el año 2010 se edita el Diccionario básico de canarismos (DBC) que se ofrece al público,entre otras razones, para que sea «considerado útil para los jóvenes escolares, a quienes puedeservir de material de apoyo en sus estudios de lengua castellana y de su variedad regionalcanaria». Cf. Diccionario básico de canarismos (2010, X). Cf. también las opiniones de Zimmer-mann (1997) sobre las políticas lingüísticas de ELE.36 Cf. Ortega Ojeda y González Aguiar (2002, 35), quienes señalan un conjunto destacado devoces que no presentan tendencia a la pérdida ya que se han incorporado al léxico urbano y,además, gozan de prestigio entre los hablantes: bubango, guagua, habichuela, choco, papa, etc.37 Cf. el concepto de diaglosia expuesto por Morgenthaler García (2008, 197–201), varias vecesrecurrente a lo largo de su investigación.

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tada del campo a las ciudades ha trasladado buena parte de ese vocabulario,donde, por otro lado, tiene pocas posibilidades de aparecer dado que la mayoríade las actividades que lo refrendaban ya ha desaparecido. (c) Diferencias diafási-cas: el registro coloquial o informal es el que preferentemente favorece la apariciónde tal o cual término, siempre en función de las necesidades comunicativas. Estetipo de utilización del registro coloquial suele venir marcado con alguna aclara-ción (a modo de justificación) por parte del hablante. El léxico y la fraseología, eneste sentido, juegan un papel diglósico. (d) Diferencias regionales: las generacio-nes más jóvenes desconocen, en general, todo este vocabulario. Las razonesesgrimidas por estos autores, y que suscribo en su totalidad, sonmuy claras:1. El cambio de modelo económico experimentado en las islas. Abandono de las

tareas tradicionales;2. Fuerte crecimiento urbano de la sociedad insular. Despoblamiento de las

zonas rurales;3. Influencia niveladora de los medios de comunicación y especialmente de los

de cobertura estatal;4. Generalización de la escolaridad y alfabetización. Alejamiento del patrimonio

cultural oralmente transmitido;5. Movilidad de la población;6. Corrientes migratorias hacia las islas y desde las islas. Llegada masiva de

hablantes peninsulares y de otras latitudes.

5.1 Una segunda nivelación

Podría hablarse, en una retrospectiva histórica, de una segunda nivelaciónlingüística o castellanización que se empezó a gestar, presumo, a lo largo delsiglo XIX, momento en el que las distintas reformas en materia ortográfica yeducativa alentadas por la Corona española y los poderes públicos del Estadoconvierten en textos obligatorios en la escuela los modelos académicos tanto delDiccionario (DRAE) como de la Gramática (GRAE), bajo el auspicio de la RealAcademia Española (RAE). No será hasta el reinado de Isabel II (al igual que en elresto de España) cuando se geste y consolide un verdadero motor, ciertamenteaún precario, del sistema escolar primario. En las islas contamos en el siglo XIXcon algunas instituciones educativas que ofertan sus enseñanzas en distintosniveles a una clase privilegiada, aunque tampoco faltaron intentos loables porextender la educación primaria a una inmensa población analfabeta y de pobresque no podía acceder a su formación académica.

En cuanto a los materiales didácticos usados en el XIX – claves para laasunción de una norma estandarizada y de prestigio – el sistema educativo

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fomentaba en todo este período publicaciones de carácter adoctrinador, político eideológico en función de los intereses gubernamentales. Así como no hubo unaescuela propiamente canaria, tampoco esta se preocupó por los rasgos quedefinían y hacían diferente las particularidades del archipiélago, considerando,por tanto, que la enseñanza y aprendizaje de la cultura canaria (su historia, sulengua, sus tradiciones o su etnografía) no formaban parte del saber culto, sinoque – en todo caso – ocupaban un lugar dentro de la tradición oral y popular através de la cual se difundían y, en muchos casos también, se perdían. Por eso losmanuales didácticos en las islas eran los mismos que se empleaban, con caráctergeneral, en toda España y tenían como objetivo ofrecer una doctrina homogé-nea.38 A todo ello se añade la procedencia mayoritaria de los maestros peninsula-res, lo que ahondaría en una enseñanza desconectada de la realidad insular. Noobstante, y gracias a las iniciativas pedagógicas que nacen en la segunda mitaddel XIXXIX, comienzan a publicarse manuales enfocados hacia los alumnos deprimera y segunda enseñanza.

Un único modelo gramatical de base castellano-septentrional, así pues, seimpondrá en las escuelas canarias, relegando al uso familiar y/o coloquial todo loque la historia del desarrollo de la lengua hablada había pergeñado en lasCanarias durante siglos. Quedaban fuera, de esta manera, legítimos usos idiomá-ticos que solo por el hecho de diferenciarse del referente castellano no obtendríanni prestigio académico ni social y no formaban parte del vernáculo para poderllegar a su estandarización. En esta segunda fase de castellanización de la quetambién habla Morera (2009, 160) han destacado, ya en el siglo XX, el discursooficial, los modelos literarios y la acción constante y diaria de los medios decomunicación de masas, en particular la radio y la televisión que constituyen unasubnorma idiomática en las islas.

Y todo ello se produce en un mundo en constante cambio y con débiles ypermeables fronteras culturales. Es indudable – como señala Herrera Santana(2010) – que la evolución social y económica más intensa es la que se ha vividoen Canarias a partir de la década de los años ochenta ya en el siglo XX. Elabandono progresivo a lo largo del siglo de las labores agrícolas, por ejemplo,

38 Los libros de uso obligatorio, según consta en el Boletín Oficial de la Provincia de Canarias del21 de mayo de 1866, son el Catecismo de la Doctrina Cristiana del padre Ripalda, el Epítome ó elCompendio de Gramática Castellana, la Ortografía de la Real Academia Española y el Manual deAgricultura ó la Cartilla Agraria de Oliva. Cf. Boletín Oficial de la Provincia de Canarias, n.º 59,lunes 21 de mayo de 1866. En la circular número 83 de la Junta de Instrucción Pública de Canarias(Gobierno de la Provincia de Canarias) se establece el reglamento para los maestros y maestras,según lo que previenen los artículos 13 y 14 de la Real Orden de 29 de noviembre de 1858. En elpunto n.º 4 de dicha orden se señalan los textos ya reseñados.

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favoreció todo un conjunto de modificaciones en los modelos de producción.Todo ello trajo consigo también un mayor contacto de normas sociolectales biena través de la interacción directa, bien mediante viajes o por la influencia ejercidapor los medios de comunicación. La consecuencia más inmediata han sido los(Herrera Santana 2010, 138):

«[…] cambios orientados hacia ciertos procesos de nivelación lingüística entre las hablascanarias y de estandarización, es decir, el abandono de rasgos lingüísticos vernáculos y susustitución por otros externos a la comunidad y, en ocasiones, próximos a los del castellanonormativo y coincidentes con los empleados en la variedad escrita».

6 Reflexiones finales

Como ya se ha puesto de relieve en las páginas anteriores, es indudable que todoel patrimonio cultural y lingüístico al que me he referido ha corrido desigualsuerte a lo largo de los siglos y, muy especialmente, a partir de la segunda mitaddel siglo XX. Es interesante saber qué es lo que piensan y cómo actúan loscanarios ante su modalidad y ante el estándar castellano, o ante otras normascomo las del español de América, por ejemplo, pues no son muchos los trabajosque traten de forma amplia estas cuestiones.39 He indicado, junto con otroscolegas (Ortega Ojeda 1995, Trujillo 2003, Morera 2009, Morgenthaler García2008), cómo la creación de una norma general para las Canarias no parece habersido posible hasta el momento; al menos es lo que piensan los tres primeros,excepto la última autora, para la cual la situación es de cambio hacia la revalori-zación del estándar regional.40 Y todo ello se produce, según algunos investigado-res, por el auge del pluricentrismo lingüístico que con el tiempo se ha constituidoen nuestra lengua. Thompson (1992) primero puso de relieve cómo algunasmodalidades van adquiriendo cada vez más prestigio y ya no se «supeditan» a la

39 Cf., por ejemplo, Almeida (1994 y 2003), y Almeida/Pérez Vidal (1996–1997).40 Morgenthaler García (2008, 192) – siguiendo los postulados de Oesterreicher (2001), que serefieren a las comunidades lingüísticas en las que todavía no se ha establecido un estándar –,indica que «Por todo ello – y teniendo en cuenta que la concepción teórica del pluricentrismo sebasa en la constitución de estándares regionales, que sustituyen al antiguo estándar españolprescriptivo – es de suponer que aún existen países o regiones donde estos estándares no existenaún o no se han consolidado, como es el caso de Canarias o de Venezuela […]». Oesterreicheranaliza el continuo estándar-dialecto en las lenguas pluricéntricas como la española. Cf. tam-bién, Koch/Oesterreicher (1990) y Amorós Negre (2009).

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norma castellana septentrional.41 A esto mismo se refirió Guitarte (1995, 61)basándose en Kloss (1976), de quien toma el concepto de standard policéntricoque define así:

«[El standard policéntrico se refiere a] Lenguas generales extendidas por vastos territorios enque existen varias naciones independientes; es una lengua única, que experimenta variacio-nes menores en cada uno de los países en que es hablada […]. Los standard policéntricosson por fuerza lenguas de cultura y de civilizaciones desarrolladas, con abundantes mediostécnicos a su disposición. A pesar de sus variaciones nacionales estas lenguas estánestabilizadas porque sus hablantes conservan viva la conciencia de una tradición común yusan una misma lengua literaria. La unidad de la lengua puede mantenerse sobre esospuros elementos culturales».

En la concepción pluricentrista que se aplica a la lengua española hay que«considerar un cambio de actitud y conciencia en los hablantes y en las institu-ciones políticas, sociales y académicas de un país o región, donde se produce unarevalorización de las variedades vernáculas frente al estándar español prescripti-vo» (Morgenthaler García 2008, 209). Y esto se observa, según esta autora, en laactitud de revalorización de los canarios hacia la variedad dialectal, que aunqueno esté establecida sí supone un cambio en marcha. Y el mismo puede constatar-se en varios niveles: (a) en el académico, (b) en el político-institucional, (c) en losmedios de comunicación, y (d) en el cambio de actitud de los hablantes.42

El cambio radical producido en Canarias en tan poco tiempo permite unanálisis en los términos cíclicos de localización-deslocalización-relocalizaciónestudiados con amplitud por Morgenthaler García (2008, 156–165) y a los que mereferiré, por su novedad en los planteamientos, brevemente. La localización vienedeterminada por el hecho de ser islas y el aislamiento relativo que ello implica:economía agraria de subsistencia hasta la llegada masiva del turismo. La econo-mía elemental y el cambio del sector primario al terciario generaron una cohesióngrupal, de redes sociales estrechas (San Juan/Almeida 2005), así como modos devida muy vinculados a la inmediatez del terreno, a las labores agrícolas y a lapesca tradicional.43 Factores que irrumpen en la deslocalización (en territorios que

41 Esta situación así descrita es interesante para Hispanoamérica. Los países tienen sus propiasnormas que, incluso, pueden llegar a traspasar las fronteras puramente administrativas onacionales.42 Información detallada de cada uno de estos aspectos se ofrece en Morgenthaler García (2008,210–212).43 Los cambiosmás apreciables que pueden advertirse en la estructura macro y microeconómicade las Canarias señalan la disminución de las actividades y usos tradicionales (alfarería, pasto-reo…) y la introducción de nuevas tecnologías agrícolas, mecanización de las labores campesi-

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implican una periferia frente a los centros, como las Canarias) son los flujosmigratorios y el turismo. A ello hay que añadir los elementos propios de laexpansión de los medios de comunicación y el auge de la llamada sociedad de lainformación. Las corrientes migratorias se constituyen en uno de los pilares de ladeslocalización de las identidades y guardan estrecha relación con el proceso deglobalización. Dice Morgenthaler García (2008, 156) que «Canarias reúne en supequeño y fragmentado territorio gran cantidad de características dispares ydislocadas propias de la globalización, y funciona […] como una globalización enminiatura». Los investigadores de todos estos temas se han preocupado por ponerde relieve cómo han influido las diásporas en las grandes ciudades y los resulta-dos culturales de las mismas; es decir, la transgresión continua de fronteras, lahibridez, la incorporación de lo global y lo local a un mismo espacio (la llamadaglocalización), el paso de identidades étnicas a identidades transculturales y losprocesos de desterritorialización de las prácticas culturales. También han atendi-do a las nuevas maneras que utilizan la producción cultural y su diversidad,rechazando, en este sentido, que la globalización y sus consecuencias sean decarácter exclusivamente homogeneizadoras y explicando cómo se produce ladiversidad (Morgenthaler García 2008, 158).

El fenómeno de la globalización – advertido sobre todo en la segunda mitaddel siglo XX – implica una creciente red de interconexiones entre las culturas, lassociedades, las instituciones, los individuos y las lenguas, lo que, en buenamedida, las hace desaparecer en favor del modelo global, de la «aldea global»que describió y aventuró McLuhan (1962 y 1964) hace más de cuatro décadas,quien predijo las grandes transformaciones en nuestras vidas y en los medios decomunicación, a muchas de las cuales estamos asistiendo. La globalizaciónafecta, como es perceptible, a buena parte de nuestras sociedades en las que laera Internet y la televisión se muestran como algunos de sus ejemplos máspoderosos e influyen y condicionan nuestros actuales modos de vida. Así, ensociedades hasta hace poco muy tradicionales como la canaria, escasa cabidatienen ahora las estructuras económicas y culturales que eran pilares del pasado.La comunicación internacional – escribe Fernández Parrat (2001/2002) – afectaen la actualidad a los límites culturales del mundo, especialmente por el crecienteinflujo de las regiones anglófonas que adquirieron protagonismo a partir de lasegunda guerra mundial y que con el transcurrir de los años han generado unnuevo orden en el que, como se comprueba, las fronteras políticas, las identida-

nas, evolución de las estructuras familiares, trasvase de trabajadores del campo a las ciudades(especialmente al sector servicios y turismo), etc. Muchos de estos aspectos fueron reseñados porDíaz Alayón (1991, 63) al hablar, por ejemplo, de la vitalidad y mortandad de todo el conjuntoléxico prehispánico. Cf. también Almeida y Pérez Vidal (1996–1997) y Medina López (2003b).

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des nacionales y las diferencias regionales, locales y culturales aparecen cada díamás diluidas en aras de las grandes estrategias del mercado global. Esta pérdidade identidad es, en buena medida, la causante inevitable de la infravaloraciónlingüística hacia el patrimonio léxico, por ejemplo, que se sustituye por vocablosmás generales y estandarizados dentro del solar común de la lengua que secomparte a través de Internet, la educación reglada, los viajes, la interaccióndirecta con otros grupos (redes sociales) y los medios de comunicación de masas.Ahora bien, todo lo anterior no implica que los procesos globalizadores suponganel fin de la identidad ni en lo individual ni en lo colectivo. Por todo ello, y deforma paradójica, la constante globalización ha producido también una reacciónen defensa de lo local y regional ante la «desprotección» que el individuo y losmecanismos de producción económica, cultural y lingüística están padeciendocomo consecuencia misma de esa pérdida de identidad. Se trata, por el contrario,de acercarse al individuo, a lo local aunque, sin embargo, con perspectiva global.Es lo que los comunicólogos han denominado glocalización. Desde esta perspecti-va, se genera una defensa de lo más próximo aunque en el marco de lo global;consiste en atraer hacia el «barrio», la «aldea» o el «entorno más cercano» lasestrategias marcadas por un mundo globalizado pero que trata de salvar, identifi-car y acercarse a la realidad más próxima. En este sentido, la glocalizaciónlingüística quiere combinar las tendencias generales de la sociedad con la defensay revalorización de lo local, dando su justo valor y significado al patrimoniolingüístico constituido en nuestra comunidad. ¿Se presentan como contradicto-rios ambos términos? Puede que sí, en una primera visión; pero no más que lospropios inconvenientes que se perciben en la economía, la cultura o los mediosde comunicación y que reproducen a pequeña escala los patrones generales y quehan tenido aceptación mundial. En la glocalización lingüística (que no implicanecesariamente una renuncia del todo a lo global) intervienen factores de diversaíndole que adquieren su interés gracias a todo un conjunto de mecanismos dedefensa que incumben a los intereses más cercanos y próximos al individuo, a lacomunidad. Se trata, en un sentido amplio, de una acomodación local con lamirada global. Y la lengua se presenta aquí como un elemento identificador delgrupo, de la región o de la comunidad.

En última instancia, podríamos aventurar que el reconocimiento de modos deexpresión colectivos que integran elementos propios de lo regional o local – a losque se añaden las otras formas más estandarizadas – supone una respuesta deautodefensa ante los «peligros» de ser absorbidos por la globalidad en su totali-dad. Quizá esta glocalización lingüística de la que hablo para finalizar suponga elasentamiento definitivo del continuo dialecto-estándar regional en Canarias y enotras regiones y, por tanto, se erija en un verdadero motor de cambio en pro de laconstitución del modelo regional que todos precisamos.

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