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LA MUERTE GRAMATICAL DE JUAN PRECIADO · el yo de Preciado, le hace a éste un revelador y macabro...

Date post: 17-Mar-2020
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Los Cuadernos de Liter@ura LA MUERTE GRAMATICAL DE JUAN PRECIADO Miguel Catalán E l viaje a la muerte es un tránsito sin misterio, que se emprende en todas partes y a todas horas y que, con seguri- dad, nosotros mismos hemos de em- prender al menos una vez. El «Viaje a la Muerte» es, por contra, un sub- género literario cuya noticia resulta infinitamen- te más celebrada, porque al escribirlo se presu- me, no sólo que se han ido -extremo más bien parvo y vulgar, como ya se dijo-, sino que se ha vuelto para contarlo. La narración de estos auténticos ultravies ha sido, como las hazañas hercúleas y las peleas en- tre dioses, asunto más propio de las edades clá- sicas que de la presente, tenazmente ocupada en los ovnis y el periodismo. Los antiguos dejaron dicho que Pitágoras, Odiseo, Gilgamesh, Jesucristo, y otros, visitaron el Más Allá y volvieron con noticias escas del mismo. Como es sabido, al contarlas unos halla- ron más audiencia que otros, pero todos eron creídos por igual. Más tarde, dos célebres escépticos, Luciano de Samosata y Miguel de Cervantes, ridiculiza- ron este desarado excursionismo. El primero cambió las tomas y sacó de la Len- gua Estigia al barquero Caronte, dándole un pa- seo por el Más Acá; y el segundo dio en imagi- nar la cueva de Montesinos, lugar recatado y a salvo de todo testigo, donde Alonso Quijano vio los acontecimientos de Ultratumba que le vinie- ron a mientes. Críticas burlescas de esta laya, adelantadas de la razón teórica del iluminismo ochocentista, provocaron un afinamiento, y al cabo, supera- ción entre los autores del macabro turismo, que ha llegado a las más altas exigencias de la Mo- dernidad: verosimilitud, progresión y cuidado rmal son los tres criterios condicionales que echamos de menos en la literatura antigua y me- dieval. Una de las versiones en que nuestro siglo aborda con éxito sobrecogedor la simulación del reino de los muertos es la novelita del escritor jalisciense Juan Rul titulada Pedro ramo. Mantendré que las sensaciones de realismo y de hechizo que aquejan al lector de esta breve narración, así como la impresión sica de peli- gro, se deben a una cualidad estrictamente téc- nica y sintáctica, es decir, rmal: la muerte pro- gresiva de los pronombres peonales. 131 Este proceso que va de la tercera persona, la más lejana, a la primera, la cercanísima- no es percibido por el lector, cada vez más inmerso en la maraña cancerosa que aqueja a los pronom- bres personales, y más inerme ante su progre- sión. Cuando este proceso rmal se consume, bien entrada la narración, comenzará el auténtico dis- curso material de ultratumba. * * * 1.-MUERTE DE LA TERCERA PERSONA Juan Preciado es hijo de Pedro Páramo, a quien no conoce personalmente, dirigiéndose a hacerlo al inicio del relato, cumpliendo con ello una promesa dada a su madre moribunda. En el camino a Comala, la tierra de sus padres, se en- cuentra con un arriero. Este se oece a llevarlo. Tomemos un agmento de la charla entre ambos, cuando Preciado y el arriero mantienen la siguiente conversación, iniciada con una pre- gunta de Preciado: «-lConoce Ud. a Pedro Páramo? (...). -lQuién es? -le volví a preguntar. -Un rencor vivo -me contestó él.» (1). Distinguimos aquí una clara rerencia a una tercera persona: Pedro Páramo. Ese Pedro Pára- mo ajeno al diálogo, por lo pronto es, en presen- te de indicativo. Pero además es de cierta mane- ra, a saber: un rencor vivo. Veamos ahora la brutal desaparición o elisión de ese mismo hombre, Pedro Páramo. «...No, yo preguntaba por el pueblo, que se ve tan solo, como si estuviera abandonado. Parece que no lo habitara nadie. -No es que lo parezca. Así es. Aquí no vive nadie. (.../...) -lY Pedro Páramo? -Pedro Páramo murió hace muchos años» ( 2 ). El arriero afirma en el primer pase la exis- tencia actual -«como un rencor vivo»-, y des- pués la inexistencia «hace muchos años» del mismo individuo, Pedro Páramo. Pero aún nos movemos en el ambiente ío y casi neutral de la tercera persona: el arriero bien podría estar bo- rracho, o tratando de engañar a Preciado, o bien es un cretino... o un alienado... 11.-LA MUERTE DE LA SEGUNDA PERSONA Este llecimiento gramatical será tan lmi- nante como el anterior. El arriero afirmó que Comala estaba deshabi- tada. Pero no es así, y este error o mentira pare- ce desautorizar el resto de sus afirmaciones.
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Los Cuadernos de Literatura

LA MUERTE

GRAMATICAL DE

JUAN PRECIADO

Miguel Catalán

El viaje a la muerte es un tránsito sinmisterio, que se emprende en todaspartes y a todas horas y que, con seguri­dad, nosotros mismos hemos de em­

prender al menos una vez. El «Viaje a la Muerte» es, por contra, un sub­

género literario cuya noticia resulta infinitamen­te más celebrada, porque al escribirlo se presu­me, no sólo que se han ido -extremo más bien parvo y vulgar, como ya se dijo-, sino que se ha vuelto para contarlo.

La narración de estos auténticos ultraviajes ha sido, como las hazañas hercúleas y las peleas en­tre dioses, asunto más propio de las edades clá­sicas que de la presente, tenazmente ocupada en los ovnis y el periodismo.

Los antiguos dejaron dicho que Pitágoras, Odiseo, Gilgamesh, Jesucristo, y otros, visitaron el Más Allá y volvieron con noticias frescas del mismo. Como es sabido, al contarlas unos halla­ron más audiencia que otros, pero todos fueron creídos por igual.

Más tarde, dos célebres escépticos, Luciano de Samosata y Miguel de Cervantes, ridiculiza­ron este desaforado excursionismo.

El primero cambió las tomas y sacó de la Len­gua Estigia al barquero Caronte, dándole un pa­seo por el Más Acá; y el segundo dio en imagi­nar la cueva de Montesinos, lugar recatado y a salvo de todo testigo, donde Alonso Quijano vio los acontecimientos de Ultratumba que le vinie­ron a mientes.

Críticas burlescas de esta laya, adelantadas de la razón teórica del iluminismo ochocentista, provocaron un afinamiento, y al cabo, supera­ción entre los autores del macabro turismo, que ha llegado a las más altas exigencias de la Mo­dernidad: verosimilitud, progresión y cuidado formal son los tres criterios condicionales que echamos de menos en la literatura antigua y me­dieval.

Una de las versiones en que nuestro siglo aborda con éxito sobrecogedor la simulación del reino de los muertos es la novelita del escritor jalisciense Juan Rulfo titulada Pedro Páramo.

Mantendré que las sensaciones de realismo y de hechizo que aquejan al lector de esta breve narración, así como la impresión física de peli­gro, se deben a una cualidad estrictamente téc­nica y sintáctica, es decir, formal: la muerte pro­gresiva de los pronombres personales.

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Este proceso que va de la tercera persona, la más lejana, a la primera, la cercanísima- no es percibido por el lector, cada vez más inmerso en la maraña cancerosa que aqueja a los pronom­bres personales, y más inerme ante su progre­sión.

Cuando este proceso formal se consume, bien entrada la narración, comenzará el auténtico dis­curso material de ultratumba.

* * *

1.-MUERTE DE LA TERCERA PERSONA

Juan Preciado es hijo de Pedro Páramo, a quien no conoce personalmente, dirigiéndose a hacerlo al inicio del relato, cumpliendo con ello una promesa dada a su madre moribunda. En el camino a Comala, la tierra de sus padres, se en­cuentra con un arriero. Este se ofrece a llevarlo.

Tomemos un fragmento de la charla entre ambos, cuando Preciado y el arriero mantienen la siguiente conversación, iniciada con una pre­gunta de Preciado:

«-lConoce Ud. a Pedro Páramo? ( ... ).

-lQuién es? -le volví a preguntar.-Un rencor vivo -me contestó él.» (1).

Distinguimos aquí una clara referencia a una tercera persona: Pedro Páramo. Ese Pedro Pára­mo ajeno al diálogo, por lo pronto es, en presen­te de indicativo. Pero además es de cierta mane­ra, a saber: un rencor vivo.

Veamos ahora la brutal desaparición o elisión de ese mismo hombre, Pedro Páramo.

« ... No, yo preguntaba por el pueblo, que se ve tan solo, como si estuviera abandonado. Parece que no lo habitara nadie.

-No es que lo parezca. Así es. Aquí no vivenadie.

( .. ./ ... ) -lY Pedro Páramo? -Pedro Páramo murió hace muchos años»

(2).

El arriero afirma en el primer pasaje la exis­tencia actual -«como un rencor vivo»-, y des­pués la inexistencia «hace muchos años» del mismo individuo, Pedro Páramo. Pero aún nos movemos en el ambiente frío y casi neutral de la tercera persona: el arriero bien podría estar bo­rracho, o tratando de engañar a Preciado, o bien es un cretino... o un alienado ...

11.-LA MUERTE DE LA SEGUNDA

PERSONA

Este fallecimiento gramatical será tan fulmi­nante como el anterior.

El arriero afirmó que Comala estaba deshabi­tada. Pero no es así, y este error o mentira pare­ce desautorizar el resto de sus afirmaciones.

Los Cuadernos de Literatura

Primero un tal Abundio de Eduviges, y luego la �_que le sen�la la casaY� se constituye en el t._ ,�ma Eduv,ges -queheroe; Eduviges le in�t aparecen ante nuestro n:i�nte con él de la madre�ª pasar, habla larga­CIO, al rato se va Y Preciad e este.da la que_ cono-o que a durmiendo :

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(. .. ) Me enderece de pnsa P --132

Los Cuadernos de Literatura

a mis orejas. ( ... ) «iDéjenme aunque sea el dere­cho de pataleo que tienen los ahorcados!»

Entonces abrieron de par en par la puerta. -lEs usted doña Eduviges? lQué me está su­

cediendo? ¿ Tuvo usted miedo? -No me llamo Eduviges. Soy Damiana. Supe

que estabas aquí y vine a verte. Quiero invitarte a dormir a mi casa. Allí tendrás donde descansar ( ... ).

-lNo oyó lo que estaba pasando? Como que estaban asesinando a alguien. lNo acaba ustedde o�?

-Tal vez sea algún eco que está aquí encerra­do. En este cuarto ahorcaron a Toribio Aldrete hace mucho tiempo. Luego condenaron la puer­ta, hasta que él se secara; para que su cuerpo no encontrara reposo. No sé cómo ha podido en­trar, cuando no existe llave para abrir esta puerta.

-Fue doña Eduviges quien abrió. Me dijo queera el único cuarto disponible.

-lEduviges Dyada?-Ella.-Pobre Eduviges. Debe de andar penando to-

davía.» (3).

Ahora es cuando Preciado comprende con ho­rror que ha compartido palabras con un alma en pena, que ha ofrecido su verbosidad a una mujer fallecida tiempo atrás.

Que, por decirlo en metáfora, la muerte ya le rodea con esa segunda plaza que la Dama Negra ha tomado en torno suyo: el tú.

La confirmación del óbito de la segunda per­sona no tarda: Damiana informa a Preciado so­bre Eduviges. Una nueva conversación donde el tú va a elidirse, a volatilizarse:

«-Sí, quizá usted debió saberlo. -lY por qué iba a saberlo? -Hace muchos años que no sé nada. -Entonces lCómo es que usted dio conmigo?

-lEstá usted viva, Damiana? iDime, Damia-na! ( ... ).

-iDamiana! -gritó- iDamiana Cisneros!Me contestó el eco: "ana ... neros ... ana ... ne­

ros ... "» (4).

Por dos veces se aprecia -Eduviges primero, luego Damiana- que la perentoriedad y la in­cumbencia de un tú vacío es superior a la de un él, porque en tanto éste es referencia del tú,aquél es ya visible y audible. Su desaparición es­panta porque el superincumbente yo ya está en juego.

111.-LA MUERTE DE LA PRIMERA

PERSONA

Hay una introducción débil a la muerte de Preciado, que narra en primera persona la nove­la, y al que el lector se asimila emocionalmente:

133

«Tengo en mi memoria de haber visto algo así como nubes espumosas haciendo remolinos so­bre mi cabeza y luego enjuagarme con aquella espuma y perderme en su nublazón. Fue lo últi­mo que vi.» (5).

Esta narración del propio fallecimiento es, por su naturaleza absurda, de carácter débil. El sen­tido fuerte de la expresión «fue lo último que vi» vendrá, como ya nos tiene habituados, es decir, fulminante, en una nueva conversación:

«-lüyes? Allá afuera está lloviendo lNo sien­tes el golpear de la lluvia?

-Siento como si alguien caminara sobre no­sotros.

-Ya déjate de miedos. Nadie te puede dar yamiedo. Haz por pensar en cosas agradables por­que vamos a estar mucho tiempo enterrados.» (6).

Una tal Dorotea le ha dicho «Vamos a estar mucho tiempo enterrados»: desde luego, el túmuerto, a cuyo trato casi se había acostumbrado el yo de Preciado, le hace a éste un revelador y macabro guiño de compadre.

Pluraliza; tú y yo vamos a estar mucho tiempo enterrados, y el «ahí afuera» es el afuera de la Ciudad de los Vivos, de manera que cálmate co­mo yo estoy calmada.

Pues bien, es sólo a partir de este punto, en la página 90, cuando Juan Preciado y su introduc­ción al submundo casi desaparecen de la novela, y Rulfo se dedicará a la verdadera historia: la de su padre Pedro Páramo.

La larga historia de Juan Preciado, de carácter sintáctico, termina abruptamente, y el mismo Preciado se nos muestra más como un instru­mento que como una persona: mientras de su padre Pedro Páramo sabemos que es despótico, mujeriego, pendenciero y cínico, de su hijo Pre­ciado no conocemos ni una sola cualidad, ni una sola debilidad.

Una vez nos ha introducido vicariamente en la atmósfera de la muerte, su cometido cesa, y por ende, su dictado, dejando paso a la historiacon poder semántico: la de su padre.

Noventa en páginas es la cifra del esfuerzo de un potente escritor de nuestros días pa- :-. ra superar mágicamente la sombra de la � incredulidad. �

NOTAS

(1) Pedro Páramo. Ed. Bruguera. Barcelona, 1981,p. 11.(2) Ed. cit., p. 13.(3) Ed. cit., pp. 48-49.( 4) Ed. cit., pp. 63-64.(5) Ed. cit., p. 85.(6) Ed. cit., p. 90.


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