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La oración fúnebre del Siglo de Oro. Entre sermón evangélico y ...

Date post: 06-Jan-2017
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La oración fúnebre del Siglo de Oro. Entre sermón evangélico y panegírico poético sobre fondo de teatro por F r a n c i s CEROAN (Universidad de Toulouse-Le Mirai!) La oración fúnebre del Siglo de Oro, género lite- rario algo complejo (si es que se le puede dar el nombre de "género"), ha sido poco estudiada hasta hoy y queda para nosotros, mal conocida (1). No pretendo aquí pre- sentar conclusiones definitivas sino que sólo me limita- ré a proponer perspectivas para futuras investigaciones; (1) Reconozco aquí mi deuda con respecto a dos trabajos que me han servido de punto de partida : Verdun L. Saunier : L'Oraison Funèbre au XVIe siècle, en Bibliothèque d'Humanisme et Renaissance, X, 1948, pp. 124-157 y el de Andrés Soria : Una.antología de sermones fúnebres a Felipe II, en Homenaje al Profesor D. Emilio Alarcos García, Valla- dolid, 1967, tomo II, pp. 455-482. Recientemente, J.M. Carrión Gutié- rrez ha publicado una ¡lectura de un sermón funeral (A Margarita de Austria, por el Doctor Cristóbal de la Cámara y Murga en Cartagena en 1612), en la revista murciana Áreas, n° 3/4, 1983, pp. 233-236. CERCAN, Francis, la oración fúnebre del Siglo de Oro. Entre sermón evangélico y pane- gírico poético sobre fondo de teatro. En Critico'n (Toulouse), 30, 1985, pp. 78-102.
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La oración fúnebre del Siglo de Oro.

Entre sermón evangélico

y

panegírico poético sobre fondo de teatro

por Franc i s CEROAN(Universidad de Toulouse-Le Mirai!)

La oración fúnebre del Siglo de Oro, género l i t e -rar io algo complejo (si es que se le puede dar el nombrede "género"), ha sido poco estudiada hasta hoy y quedapara nosotros, mal conocida (1). No pretendo aquí pre-sentar conclusiones definitivas sino que sólo me l imita-ré a proponer perspectivas para futuras investigaciones;

(1) Reconozco aquí mi deuda con respecto a dos trabajos que me hanservido de punto de partida : Verdun L. Saunier : L'Oraison Funèbreau XVIe siècle, en Bibliothèque d'Humanisme et Renaissance, X, 1948,pp. 124-157 y el de Andrés Soria : Una.antología de sermones fúnebresa Felipe II, en Homenaje al Profesor D. Emilio Alarcos García, Valla-dolid, 1967, tomo I I , pp. 455-482. Recientemente, J.M. Carrión Gutié-rrez ha publicado una ¡lectura de un sermón funeral (A Margarita deAustria, por el Doctor Cristóbal de la Cámara y Murga en Cartagena en1612), en la revista murciana Áreas, n° 3/4, 1983, pp. 233-236.

CERCAN, Francis, la oración fúnebre del Siglo de Oro. Entre sermón evangélico y pane-gírico poético sobre fondo de teatro. En Critico'n (Toulouse), 30, 1985, pp. 78-102.

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Lo primero que quisiera subrayar, es la extraordi-naria importancia del corpus que se nos ofrece en el lap-so de tiempo qué separa las dos fechas límites que me hepropuesto : la muerte de Felipe II en 1599 y la de su bis-nieto Carlos II, el último de los Habsburgos, en 1700.Desde luego puede afirmarse que la oración fúnebre — o ,mejor dicho, el sermón funeral pronunciado para un difun-to— es una constante en cualquier época de la OratoriaSagrada. Pero, por diferentes razones, el sermón fúnebrecobra en el Siglo de Oro especial importancia. Primeropurque los actos públicos organizados con ocasión de lamuerte de personas importantes adquieren entonces una pom-pa y una solemnidad que no tenían antes, dando así máspeso a los sermones predicados en las exequias o las hon-ras fúnebres. Dadas estas circunstancias, fue natural quelos predicadores limaran con el mayor esmero el texto desu sermón, cuanto más cuando se trataba de una personaimportante en la jerarquía de uno de los diferentes esta-mentos de la sociedad. La consecuencia directa, también,fue que a menudo nacía el deseo, tanto en el predicadorcomo en los oyentes, de conservar la memoria del discursopronunciado y así se multiplicaron las impresiones, enfolletos sueltos, de sermones funerales y oraciones pane-gíricas. Entre el último año del siglo XVI y el primerodel XVIII, he podido catalogar y localizar cerca de qui-nientas oraciones fúnebres impresas, pero sé que esta ci-fra, muy inferior a la realidad, podrá multiplicarse portres o cuatro (o tal vez más) cuando se lleven a cabo in-vestigaciones bibliográficas más completas. Pero aun asi,limitándome a unas cuantas que he podido leer y estudiar(ya que no pretendo, de ninguna manera, ser exhaustivo),intentaré destacar algunas características y esbozar agrandes rasgos las hibridaciones y las evoluciones delgénero.

I - LA TRADICIÓN HEREDADA POR EL SIGLO XVII

La Oratoria Fúnebre es casi tan vieja como el mun-do y podríamos aventurar, como lo afirman algunos autores,que la primera oración fúnebre fue la que pronunciaronAdán y Eva al enterrar- a su hijo Abel...

Entre los Griegos, la oración fúnebre, como, porejemplo, la que Tucídides en la GueAAa áeX. PeZoponz&O poneen boca de fericles, era un discurso panegírico para can-tar los loores de los guerreros muertos en la guerra y

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que invitaba la población a imitar las vir tudes de loshéroes. La oración fúnebre griega t iene pues un caráctercolectivo y una f inal idad p o l í t i c a o por lo menos c ív i ca .Los predicadores de los s ig los áureos no ignoraban estafuente griega (2) , pero el verdadero fundamento hay quei r a buscarlo en la antigüedad l a t i n a .

Entre los Romanos, la deploratio mortis, o la lau-datio funebris t iene carácter individual y f inal idad ce-l eb ra t iva . Está destinada a exal tar con solemne pompa laglor ia de un muerto i l u s t r e y no vacila en exagerar losloores o en fa lsear la verdad. Sabemos que Cicerón censu-raba esos defectos, pero e l "género" se difundid en lasociedad romana hasta genera l izarse en los últimos tiem-pos de la República y durante el Imperio.

La primitiva Ig les ia ca tó l ica no tardo en in tegrar-lo y ya en el s ig lo IV tenemos las primeras oraciones fú-nebres que, definit ivamente, forman parte de la t radiciónp a t r í s t i c a (autorizadas en pa r t i cu la r por San GregorioNacianceno y San Ambrosio).

Cada s ig lo , cada época, tuvo sus modelos pecul ia-res de s i tua r se frente a la muerte y de manifestarlos enlas oraciones fúnebres. No viene al caso aquí ni s iquieraesbozar la h i s t o r i a del género a través de la Edad Media

(2) Por ejemplo Fray Agustín Dávila, en su sermón fúnebre a Felipe IIcita a Pericles junto a Hornero. Los sermones dedicados a los héroeso militares muertos en defensa de la Patria son bastante numerosos enel Siglo de Oro español. Véase por ejemplo : Sermón a las fúnebresexequias,lúgubres memorias de los Antiguos Catalanes que jacen debajode la lóbrega laude de la muerte, y fallecieron siendo Asilo de suinvencible Patria por Fray Lucas de Loyola, Barcelona, Gabriel No-gués, 1638. Del Padre Francisco Javier Fresneda hay varios "sermonesmilitares" : Oración fúnebre en las exequias militares y reales quese celebraron en la Iglesia Imperial de la Compañía de Jesús de estaCorte, el día 18 de Noviembre de 1685, con asistencia de los dos Su-premos Consejos de Estado y Guerra, celebrando el Pontifical el Tilmo.Sr. Arçobispo de Caladonia, Legado a Latere, y Nuncio de Su Santidaden los Reynos de España. Díxola el Pe. Francisco Javier Fresneda, Ma-drid, 1685. Etc.

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y del Humanismo Renacentista, lo que nos llevaría a hablarde la influencia del tema de ta Danza de. ta miexte. y de momen-tos cumbres como, por ejemplo, la predicación de Savonaro-la. Digamos sólo que a través de la Edad Media escolásti-ca y retórica, la oración fúnebre cristiana, si bien en-gendrada de la latina, se ha modificado con respecto asus orígenes y tiende claramente hacia el sermo'n. El elo-gio del difunto sirve, más que todo, para la cristianaedificación de los oyentes, con valorización de los bieneseternos y menosprecio de los terrestres. Pero subrayare-mos que, con la llegada de Carlos V a España, se sume latradición de la Casa de Borgoña a la práctica y a la cul-tura peninsulares.

De una manera general, sabemos cuan aficionado erael Emperador a la buena Oratoria Sagrada y podemos supo-ner que ejerció una influencia en el campo particular dela oración fúnebre. En 1539 murió la joven Emperatriz Isa-bel. En su Ciánica dzl dmpinadon. CaAtoó V, Fray Pedro Giróntrasmite la relación de un testigo ocular que refiere elsolemne recibimiento que hizo a la difunta la ciudad deGranada (18 de mayo de 1539) :

dondz predicó zJL tocob-cópo nuy man.av¿tto¿ amunte., que.pon. no utn.agajL to que. dixo no lo M&UVO . Huvo muchadevoción y idgnÁMu &n eL ¿esu/nón y pahXe. de. cont>ola-clón pala ta g&nte. quz utavan muy dotonÁ.ot,ot> y qu&-daAon íatli^&choi dit ¿eAmón todoi lot, cAladoi. ( 3 )

Durante un mes se celebraron funciones y todas las órdenesreligiosas tuvieron a bien encargarse de una misa y de unsermón .

En 1555 muere la madre del Emperador, Juana la Lo-ca, en su re t i ro de Tordesillas. Hubo suntuosas exequiasy honras funerales, en San Benito el Real de Valladolid,en Santa Gúdula de Bruxelas y en Habsburgo, así como tam-bién en otros lugares muy apartados del Imperio. Ha l l e -gado hasta nosotros la oración fúnebre que predicó el Ar-zobispo de Sassari en su catedral de Cerdeña (4).

(3) Fray Pedro Girón : Crónica del Emperador Carlos V, ed. de JuanSánchez Montes, Madrid,1965,p.314¡citado por Andrés Soria , o b . c i t . ,p .463 .

(4) Sermón hecho por el Exorno señor Arzobispo de Sacer en las hon-

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En 1558 muere el Emperador en Yuste y se celebranen San Benito el Real de Valladolid las solemnes honrasfúnebres en las que predicó el futuro San Francisco deBorja, ex Duque de Gandía (que, precisamente a raíz dela muerte de la Emperatriz, contemplando su cadáver, sehabía resuelto a dejar el mundo para la vida religiosade la compañía de Jesús). Hermoso sermón, grave y auste-ro sobre el tema : "Ecce elongavi fugiens et mansi in so-litudine" (5). Si las honras fúnebres celebradas en lapenínsula quedaron marcadas por el acentuado ascetismo alque se había sometido el César en los últimos años de suvida, las extraordinarias exequias que se hicieron en sutierra natal (donde se hallaba entonces el nuevo Rey Fe-lipe II) conocieron el boato y el fausto de la Borgoñamedieval (6). Se construyeron catafalcos y arquitecturasefímeras, en particular una nave de tres palos, tripuladapor las virtudes y que llevaba letreros y versos latinospara celebrar los triunfos del Emperador (7).

A partir de entonces — y a pesar de la voluntadde Felipe II de imponer una estricta austeridad a lashonras fúnebres del Escorial, por ejemplo en 1574, cuan-do se reunieron en el panteón los restos del Emperador,de la Emperatriz Isabel, de la Princesa María y de laReina de Francia Leonor—, no se pueden separar las ora-ciones fúnebres propiamente dichas del aparato y de laluctuosa pompa que acompañaba las solemnes exequias yhonras públicas, como lo veremos más adelante. Así, porejemplo, muchos predicadores empiezan su oración haciendoexplícita alusión al "suntuoso catafalco", al "grandio-so túmulo" o a los "toldos funestos" que el auditoriotenía ante los ojos.

ras de la Magestad de nuestra señora la Reyna doña Juana, madre delEmperador y Rey nuestro Señor. Valencia, 1556.

(5) Véase Fray Prudencio de Sandoval : Historia de la Vida y Hechosdel Emperador Carlos V, ed. y estudio preliminar de Carlos Seco Serra-no, B.A.E., LXXXII, t. III, Madrid, 1956, p. 508.

(6) Fray Prudencio de Sandoval, ob. cit., p. 511.

(7) Véase Le Pompo si s sime Essequie fatte in Bvuscelles per la mortedel Serenissimo e Invittissimo Imperatore Nostro Cario Quinto...Napoli,1559;citado por Andrés Soria, ob. cit., pp. 467-468.

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II - FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y TEMAS

Antes de pasar revista al desarrollo de la oraciónfúnebre en el Siglo de Oro, quisiera examinar rápidamentelos fundamentos teóricos y la preceptiva en que se apoya.La retórica clásica de Cicerón y Quintiliano, a los quesiempre nos remite la preceptiva de los siglos XVI y XVII,distinguía tres géneros de elocuencia : el deliberativo,el demostrativo y el judicial. Al segundo de estos géne-ros, el demostrativo, que consiste "en laudatione et vitu-peratione" pertenece la oración fúnebre en sus diferentesvariedades. El orador cristiano, para llevar a cabo supiadoso deber de "laudatio funebris" seguirá fiel a lastres grandes finalidades (o mejor dicho medios) tradicio-nales : docere (o probare), delectare, moveré (o flectere)y podremos clasificar las diferentes oraciones fúnebres,según la importancia que conceden a cada una de esta di-recciones. De manera algo esquemática, podemos decir queen tiempos de Felipe II, se privilegia el docere y que,conforme va avanzando el siglo hasta 1700, el moveré ysobre todo el delectare cobran cada vez más importancia.

Numerosísimas fueron en el siglo XVI y también enel XVII, las obras que versaban sobre "retórica cristiana","arte de predicar" o "nodus concionandi". Después de lasaportaciones de Miguel Herrero, Padre Félix Olmedo y Anto-nio Vilanova (8), debemos a Antonio Martí un excelentet r a b a j o de compendio sobre La pn.zce.p-ti.va. nxAÓKLcjx UpaiíoLa enil Si%to de Oto ( 9 ) , que e s por ahora e l mejor l i b r o de r e -

ís) Miguel Herrero García en el "Ensayo Histórico" que sirve de intro-ducción a su Sermonario clásico, Madrid-Buenos Aires, Escelicer, 1942;Padre Félix G. Olmedo en la introducción a su edición del Arte dePredicar de Don Francisco Terrones del Caño, Madrid, Espasa-Calpe,Clásicos Castellanos, n° 126, 1946; Antonio Vilanova en Historia Gene-ral de las Literaturas Hispánicas, Barcelona, Barna, 1953, t . I I I(Renacimiento y Barroco), pp. 565-692 : "Preceptistas españoles delos siglos XVI y XVII".

(9) Antonio Martí : La preceptiva retórica española en el Siglo deOro, Madrid, Gredos, 1972 {Biblioteca Románica Hispánica, "Tratadosy monografías", n° 12). Poco después de esta obra se publicó otraque coincide en parte con el la : José Rico Verdií, La retórica españo-

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r ' e r e n c i a . No he podido aún comprobar l a p a r t e que esasretóricas mencionadas por Martí consagran más especialmen-te a la oración fúnebre. De todas formas, hay que teneren cuenta (lo que Martí hace muy poco) las retóricas es-cr i tas en otros países de Europa, generalmente escri tasen la t ín , y que circulaban en España. Me refiero por ejem-plo a la Rh&tofUca e.ccJL&&<LtUit¿ca. del obispo de Verona AugustoValerio publicada en París en 1575, o al 11 pfuidlcxUoiZ deFrancesco Panigarola, publicado en Venecia en 1609 (ins-pirado en la Rhíton-íca de Demetrio Falero, y que a su vezinspirará a Suárez de Figueroa para el "Alivio IV" de suPa&a.jeAO) . También hay que añadir a la l i s t a de Martí unaobra preceptiva mencionada por Andrés Soria en su tes issobre Manuel de Guerra y Ribera, t a l vez la única dedi-cada exclusivamente a dar normas sobre las oraciones fú-nebres y publicada en pleno siglo XVII : V¿t>cwi&oi> PAldLca-ble¿ a ¿ai Exeijocaó de, ¿Oi V¿¿un£o& por Fray Antonio de Sala-zar (10).

En todas estas "retóricas c r i s t ianas" encontramosla doble dirección didáctica y parenética, doble direc-ción que induce un cier to número de temas obligados (11).

la de los siglos XVI y XVII, Madrid, C.S.I.C, 1973. Mientras queel estudio de Martí se preocupa por la influencia de la retórica enel pulpito, el de Rico Verdú versa más sobre las retóricas que se en-señaban .

(10) Fray Antonio de Salazar : Discursos Predicables a las Exequiasde los Difuntos. No he podido encontrar ejemplar de esta obra que só-lo conozco a través de Andrés Soria, Fray Manuel de Guerra y Riberay la Oratoria Sagrada de su tiempo, Granada, Universidad de Granada,1950, pp. 251-253.

(11) Para ahondar más y llegar a una tipología raás precisa, seriaút i l recurrir al esquema lingüístico propuesto, por ejemplo, por Ro-man Jakobson ya que, fundamentalmente, toda oración fiínebre, como to-do sermón, es un discurso organizado como proceso comunicativo y es,pues, un mensaje codificado por un emisor y dirigido a un receptor(múltiple) capaz de descodificarlo. Este esquema general de la comu-nicación determina los tres planos que convendría estudiar más de-talladamente : 1) el plano de la emisión : la presencia del emisoro predicador y sus condicionamientos, cómo se implica en sus discur-so según sus relaciones respecto al difunto, a las circunstancias y

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En la parte didáctica o doctrinal, el primer temaque se impone es el de la universalidad de la muerte,término ineludible de toda vida humana. Se puede vitupe-rar contra ella o aceptarla con cristiana resignación,pero, de todas maneras, la muerte es el mejor espejo, lamejor escuela de vida. No insisto en los conceptos y sen-tencias que se pueden ensartar filosofando sobre las vi-cisitudes de la humana condición para desembocar en el"Vanitas vanitatum et omnia vanitas" del Eclesiastés (I,2). Sabemos que le filón del desengaño fue uno de los másexplotados por el Siglo de Oro. Fácil era pues para elpredicador adoctrinar a sus oyentes, directamente conmo-vidos por el fallecimiento de un ser con el que habíanconvivido y que la muerte acababa de arrebatarles, indu-ciéndoles a mejor vida cristiana. La oración fúnebre esasí, ante todo, un sermón que predica la miseria delhombre pecador sin Dios. Pero también anuncia la esperan-za de la salvación nacida de la Redención, y la grandezadel hombre salvado en la bienaventuranza de Dios. Esatransición hacia la parenética, la permite la "laudatiofunebris", al exaltar las virtudes del difunto presenta-do como modelo a los demás mortales. Tradicionalmente, elelogio se fundamenta en tres puntos :

1 - Los orígenes del muerto : su patria, su estirpe, sufamilia, sin olvidar los "oráculos" y signos extraordi-narios proporcionados por la astrología.

2 - La vida ejemplar del difunto, con su virtuosa actua-ción, los cargos que desempeñó, las acciones y hechos querealizó, su presencia y modo de ser y de presentarse almundo.

3 - Su muerte : la ejemplaridad de su tránsito y el esta-do en que deja a sus familiares : la pena y el consuelo.

Para resumir rápidamente, diré que la oración fúne-bre oscila mucho entre un aspecto sermonístico, más edi-ficante en cuanto al fondo y más autero en cuanto a laforma y, por otra parte, un aspecto panegírico en el que

a su auditorio; 2) el plano del objeto : el mensaje o la oración pro-piamente dicha, el texto mismo en su contenido y su expresión; 3) elplano de la recepción : el receptor y la integración de los oyentesen el proceso de la comunicación.

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se privilegia el énfasis en el elogio tanto en el conteni-do como en la expresión. Esquematizando un poco, podemosdecir que le primer aspecto predomina aún en los alboresdel siglo XVII y el segundo en su ocaso.

III - LA ORACIÓN FÚNEBRE EN EL SIGLO XVII

Como lo hemos visto, en poco más de un siglo (de1598 a 1701), las oraciones fúnebres impresas en folletoso integradas a sermonarios se multiplican en una constan-te progresión. Conservamos 14 oraciones fúnebres de Feli-pe II, 16 de Felipe III, 22 de Felipe IV y 32 de Carlos II.Para las Reinas, tenemos 13 de Margarita de Austria (es-posa de Felipe III), 5 de Isabel de Borbón, 15 de MaríaAna de Austria (última esposa de Felipe IV y madre de Car-los II). Tenemos asimismo numerosas oraciones fúnebres dePríncipes (el Cardenal-Infante, Don Baltasar Carlos, SorMargarita de Austria), de eclesiásticos (Papas, Cardena-les, Obispos, frailes y monjas), pero también de numero-sos personajes así desconocidos como muy importantes enla vida pública del siglo XVII : el Duque de Lerma, DonRodrigo Calderón, el Conde-Duque, nobles (Conde de Chin-chón, Duque de Sessa, Duques de Medinaceli. . . ) o ingeniosy escritores como Lope de Vega, Antonio de Solís o Pérezde Montalbán.

No sé si en la abundante materia que alego aquí sepuede aprender mucho desde el estricto punto de vistahistórico, ya que a nivel anecdótico se trasmiten infor-maciones muchas veces deformadas o exageradas, cuando nototalmente falsificadas. Pero sí, podemos decir que nosinforma mucho sobre la realidad social y las diferentesidiosincrasias, y es extraño que no se haya aprovechadoaún esta fuente tanto como pudiera esperarse.

La evolución de la oración fúnebre a lo largo delsiglo XVII sigue los mismos rumbos que la de la OratoriaSagrada en general, cuya historia pormenorizada quedatodavía por hacer. Por lo tanto vamos a proponer sólo al-gunos botones de muestra.

A la muerte de Felipe II, se celebraron honras fú-nebres en numerosas ciudades y conventos de España, casisiempre con sermón. Poco después, el librero madrileñoJuan de Lequerica, edita una colección de 12 sermones fu-nerales en un librito muy conocido hoy y que ha sido es-

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tudiado por Andrés Soria (12). Esta antología es muy re-presentativa del momento de la Oratoria Sagrada y másparticularmente de cómo se concebía entonces la oración£únebre, pocos años antes de que llegase a su total desa-rrollo la pompa barroca. Naturalmente, los diferentespredicadores tienen personalidades distintas y alcanzanniveles oratorios y literarios dispares. Pero, en ciertomodo, coinciden en gran parte en el concepto que se for-man de la oración fiínebre. Siguiendo una tradición bienestablecida y que seguirá perdurando, todos escogen co-mo tema de su sermón un lema bíblico para servir de nor-te a toda la oración. Así, por ejemplo. Fray Agustín Sa-lucio O.P., predicando en Córdoba, escoge el versículo10 del Psalmo 19 :"Domine, salvun fac Regem, et exaudínos in die qua invocaveríaus te" ("Señor, oídnos en estedía que os demandamos la salvación del Rey"). En gene-ral los sermones impresos por Lequerica en esta antolo-gía, no presentan división interna, pero todos se estruc-turan en díptico. En la primera parte, se considera lamuerte en su dimensión universal, como novísima que seimpone a todos los hombres, y se medita gravemente sobrela caducidad de los bienes terrestres. Por ejemplo, Salu-cio dice :

Aunque. todoA ta& meAte& ion tejKAoiai y puedenhacen, que. tiemble, ta conteAa y aun ta batba al mit,animo&o, aquéltoA ta ion aá& que. ¿e. atnevw a to mÓAgutuUdo u BÚA vedado. Cuando vemoi que. t/Uun{fl. de. toimonancoA, dsjuutJLca tOA tnonoi nealu, buAla de. toaCSJÜUOA y cotonaó, no hace, cuenta de. tai mit/uu,, bácu-¿O6 y tiarutA, tenemoi mÓA juAta tazón di tene/ite. mie-do. . . (13)

Fray Hernando de Santiago parafrasea el Psalmo 32, dicien-do :

Ni <u>capa et Rey podeAoio, ni. eZ gigante, alto,n¿ eZ cobalto LLQZAO de. eAta vuenXe. cotpoiat. ( 14)

(12) Véase supra, nota 1.

(13) El sermón está editado en apéndice a Fray Agustín Salucio : Avi-sos para los Predicadores del Santo Evangelio, estudio preliminar,ed. y apéndices por Alvaro Huerga, Barcelona,Juan Flors,l959.El ser-nón ocupa las pp. 2'í3-256, y este pasaje está en las pp. 244-245.

Citado por Andrés Soria, ob. cit., p. 471.

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En la segunda parte, forzosamente panegírica, sealaban las virtudes (tradicionalmente calificadas de "he-roicas") y los hechos y acciones ejemplares del Rey, pa-ra mayor edificación de los oyentes . Pero en general seobserva cierta mesura : Terrones del Caño, por ejemplo,dice claramente que no quiere cantar los loores de todaslas virtudes del hombre, sino que se limita a exaltar lasvirtudes de Rey y buen Gobernante que practicó Felipe I I .

En ambas partes, los predicadores se valen de c i -tas de las Sagradas escrituras (preferentemente del Anti-guo Testamento) y de la Patr ís t ica (especialmente de SanAgustín). Por lo común el es t i lo de estos discursos, queson esencialmente sermones, es muy ponderado, incluso aveces austero. No obstante, en la parte panegírica sobretodo, apunta muchas veces (por el empleo de meros recur-sos retóricos como las preguntas, las anáforas, los para-lelismos y las oposiciones) una tendencia al lirismo queanuncia ya el panegírico poético.

Con motivo de las honras fúnebres tributadas a Fe-lipe II en Salamanca y en Zaragoza, las dos Universidadesorganizaron cada una un certamen poético. Al de Salaman-ca concurrieron notables poetas, como Bartolomé Leonardode Argensola, otros menos conocidos como Maluenda y poe-tas principiantes y estudiantes de la Universidad, comoel joven Paravicino. El certamen de Zaragoza nos es muyconocido porque hubo una detallada fizuLCÁÓn (15).

(15) Las composiciones premiadas en el Certamen de la Universidad deSalamanca fueron recopiladas por un antiguo estudiante, Mathías dePorres que las publico en un opúsculo. Se conoce hoy sólo un ejemplarde esta obrita, conservado en la B.N.M. (síg. V.E. 1190/1) y que,desgraciadamente, carece de portada.

Las honras fúnebres organizadas en Zaragoza son conocidasen detalle gracias al Doctor Juan Martínez, racionero de la Seo yvicerrector de la Universidad que publicó la Relación, de las exe-quias que la mui insigne ciudad de Çaragoça a celebrado, por el Reydon Philipe nuestro señor (Zaragoza, 1599) a la que añadió el Cer-tamen que la Vniversidad propuso, los Versos, Letras y (jeroglíficosque se hicieron, así como el relato de la enfermedad y de la muertedel Rey y el texto del sermón predicado por Fray Diego Murillo. Véa-se el trabajo de Aurora Egido : Certámenes poéticos y arte efímero

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A partir de la subida al trono de Felipe I I I , con-forme se multiplicaron las ocasiones de fiestas públicas(erecciones de iglesias y conventos, canonizaciones desantos, bodas y nacimientos, vis i tas , etc.) fueron menu-deando los motivos de esos certámenes poéticos. Las hon-ras fúnebres, que conocieron una creciente orquestación,integraron en los mismos funerales esta dimensión l i te ra-r ia . El mismo aparato fúnebre integra e3ta emergencia l i -teraria bajo las especies de carteles de versos, emblemasy jeroglíficos que entran en la misma construcción de loscatafalcos, capelardentes, piras y monumentos.

Así ocurre, por ejemplo ya, en 1603, cuando muerela Emperatriz María (hermana de Felipe I I ) , en las hon-ras que le tributa el Colegio Imperial de los jesuitasque ella había fundado (16). En 1611-1612, las honrasfúnebres organizadas en numerosas ciudades de España (ytambién fuera de España) a la muerte de la Reina Margari-ta de Austria, marcan un grado más y creo que sella defi-nitivamente la compenetración barroca entre la funciónreligiosa puramente litúrgica y el acto público festivo-l i te rar io , en su doble aspecto poético y tea t ra l . Las re-laciones de tales acontecimientos (cada vez más numerosas)no sólo relatan las ceremonias religiosas y solemnidadespúblicas, sino que integran, al mismo nivel que el sermónfúnebre, composiciones l í r icas y epitafios reunidos a ma-nera de "ramillete" o de "corona" (17). Tenemos que subra-

en la Universidad de Zaragoza (siglos XVI y XVII), en Cinco estudioshumanísticos para la Universidad de Zaragoza en su Centenario IV, Za-ragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada, Aragón, 1983, pp. 9-78.Véase p . 36.

(16) Véase el Libro de las honras que hizo el Colegio de la Compañíade Jesús de Madrid, a la M.C. de la Emperatriz doña María de Austria,fundadora del dicho Colegio que se celebraron a 21 de Abril de 1603,Madrid, Luis Sánchez, 1603. El libro contiene la descripción de laiglesia y del túmulo, con poesías en la t ín , griego y hebreo, la ora-ción fúnebre en la t in del Padre de la Cerda, el sermón del Padre Flo-rencia, jeroglíficos con sus dibujos y otras poesías. (B.N.M., s ig .2/63.101*).

(17) No creo ú t i l reproducir aquí las múltiples referencias bibl io-gráficas que se podrían acopiar. Fundamental es el catálogo de Jena-

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LA ORACIÓN FUNEBRE DEL SIGLO DE ORO 91

yar aquí la resonancia que cobran entonces los "Sonetosfúnebres", sobre todo cuando nacen de la pluma de un Gón-gora.y que van dedicados expresamente al túmulo de lashonras fúnebres (18). Todo esto, todas estas circunstan-cias de los funerales, no podían dejar de influir en losmismos sermones predicados en medio de esas arquitecturasefímeras del barroco (19).

ro Alenda y Mira : Relaciones de las solemnidades y fiestas públicasde España, Madrid, 1937 (2 vol.), completado por Siglos de Oro : ín-dice de Justas Poéticas, de José Simón Díaz, Madrid, C.S.I.C., 1962,(Cuadernos Bibliográficos, n° 5). Pueden añadirse también el trabajode Mercedes Agulló y Cobo : Relaciones de sucesos. I, Anos 1477-1619,Madrid, C.S.I.C., 1966 (Cuadernos Bibliográficos, n° 20) y el funda-mental libro de José Simón Díaz : Relaciones de Actos Públicos cele-brados en Madrid (1541-1650), Madrid, Instituto de Estudios Madrile-ños, 1982.

Para el conjunto de la cuestión que podríamos rotular : "Li-teratura y Barroco efímero", remito a los trabajos más recientes enlos que se podrá encontrar una nutrida orientación bibliográfica.Ejemplar es el trabajo de Aurora Egido, citado en la nota 15, y que,si bien circunscrito al ámbito zaragozano, puede servir, por susabundantísimas referencias, de base al estudio del mismo tema gene-ralizado a la península entera. Asimismo, para todo lo que se relacio-na con los jeroglíficos, emblemas y empresas, remito a los trabajosde Fernando R. de la Flor : El jeroglifico y la arquitectura efímeradel Barroco, en Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, 8, 1982,pp. 8M--102, y "Picta Poesis" : un sermón en jeroglíficos dedicado porAlonso de Ledesma a las fiestas de beatificación de San Ignacio, en1610, en Anales de Literatura Española, Universidad de Alicante, n°l,1982, pp. 119-133.Sobre la interrelacion entre la emblemática y laOratoria Sagrada, ver G. Ledia : Contributo alio studio délia lette-ratura emblemática en Spagna (1549-1613), Pisa, 1970.

(18) Véanse los sonetos 136-137 y 138 al túmulo que hizo Córdoba enlas honras de Margarita de Austria, o el 1W al túmulo de Felipe IIIen 1621. En 1614 Fray Hortensio Paravicino dedicó' también un sonetoal túmulo de El Greco en Toledo. Véase Emilie Bergmann : Art inscribed:El Greco's Epitaph as Ekphrasis in Gongora and Paravicino, en ModetnLenguaje Notes, vol. 90, n° 2, 1975, pp. 151-166; y Art inscribed :Essays on Ekphrasis in Spanish Golden Age Poetry, Cambridge, Mass.,Harvard University Press, 1979.

(19) Para la construcción de esos monumentos, capelardentes, catafal-

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Poco después de la muerte de la Reina Margarita deAustria se produce un cambio en el equil ibrio de la Orato-r ia Sagrada y los sermones fúnebres son a veces testimo-nios de lo que van a ser las nuevas mutaciones. Por esosaños, Fray Hortensio Paravicino empieza a ser conocidopredicador en Madrid y no tardará en pronunciar algunassonadas oraciones fúnebres. Pero, mientras tanto, el pre-dicador más oficial de la Villa y Corte era el jesui taPadre Jerónimo Florencia, muy alabado más tarde por Gra-cián, y autor de algunas oraciones fúnebres importantescomo las de García de Loaysa (1599), de la Emperatriz(1604), de la Reina Margarita (1611). En 1621, el PadreFlorencia (que era el confesor de los Infantes Fernandoy Carlos) ayudó a morir a Felipe I I I y luego prediccí enlas honras fúnebres en San Jerónimo (20). El año siguien-te pronunció dos oraciones fúnebres : la del Duque de Mon-león y la del Conde de Lemos. El sermón de las honrasde Felipe I I I , hermosa y solemne pieza barroca, elegantey de nutrida erudición, puede considerarse como un mode-lo . Construida sobre el versículo 4 del capítulo 30 del

Ó "Mortuus estpater ejus et quasi non est mor-

cos, piras, pirámides, etc. colaboraban arquitectos, escultores, pin-tores y poetas en la edificación de la obra de cartón-piedra. Comotestimonio de la importancia de este aspecto funerario de la culturaespañola, particularmente en la época barroca, nos quedan numerososopúsculos y libros de descripción, como se puede ver en la abundantebibliografía que existe ya sobre este tema. Apunto aquí los princi-pales estudios que, a su vez, ofrecen referencias más precisas :Yves Bottineau en Architecture éphémère et Baroque espagnol, en Ga-zette des Beaux-Arts, 1968, pp. 213-230, reproduce numerosos túmulosy decorados de iglesias . Julián Gallego en su libro Visión y símbo-los en la pintura española del Siglo de Ovo, Madrid, Aguilar, 1972,estudia el Ars moriendi que representan los catafalcos y monumentosen las exequias (pp. 161-168). Véase también M. Fagiolo y S. Caran-dini : L'effimero Barocco,Roma, Bulzoni, 1978. Más recientemente,Santiago Sebastián en su libro Contrarreforma y barroco, Madrid,Alianza, 1981, dedica un capítulo al estudio de "El triunfo de lamuerte". Véanse más especialmente las pp.107-110, en las que habla delos catafalcos.

(20) Una Verdadera Relación... anónima dice así : "Predico' en estasolemne Missa el Padre Florencia, un grandioso Sermón, que pareciómuy bien a su Magestad, y a todos los circunstantes, por ser en extre-mo bueno". José Simón Díaz : Relaciones de Actos , ob. c i t . , p . 126.

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Catafalco de Felipe IV en la Encarnación de Madrid, en 1666.

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Cenatofio para las exequias de Carlos II erigido en Barcelona en 1701

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tuus : similem enim reliquit sibi post se" ("Muere el Pa-dre y es como si no hubiera muerto, porque deja tras síun hijo que se le parece"), desarrolla el tema tradicio-nal desde San Ambrosio (Oración a la muerte del EmperadorTeodosio) : en el caso tan penoso y triste, de tan incom-parable pérdida, dos razones hay para consolarse; laprimera porque el difunto Rey, por su virtuosa vida, me-reció la gloria eterna, la segunda porque sigue viviendoen el digno sucesor que ha dejado. En la parte panegíri-ca, sistematiza el loor de todas las virtudes. El sermónde marcado carácter cortesano, entronca a veces con ungénero menor de la literatura cortesana de entonces, elde las cartas de relación. El Padre Florencia, en susermón, cuenta, como testigo presencial, la agonía delRey y restituye, con asomos de coloquios teatrales, losúltimos momentos del Rey :

Ltamábaiz polvo y czniza, y quz ya no zna tino uncoital de. tieAAa, dicizndo a VOCZA eAta* palabn.a¿ dig-ncu dz zXzn.no. memonia : "No valz un higo ¿zn Rzy, ninaque., {¡¿no zt, pana atonmzntan. zn Zata hona-, PluguieAaa Vio& no hubizna iido yo Rzy n¿ un i alo dZa", di.cie.n-do a¿ (XL&to que. tínía en 6u& manoi : "Sinon, mío, mo-noAquLa y vida pongo a e&toi, vue¿t>i04 pie¿ -, no quizAOmai de que. ¿e. compta zn m¿ vu&aVua. iantíiima voZuntad,en la que. à.Ziigno la mía. LLbKadmz, Szñon. mío, dz lo*tonme.nto* ztzA.no6". V volviéndole, a loi pKuzntZA de-cía : " í To/mzntoi eXeAnoi, pana miz.nXn.at, Viod {¡UZAZVio6 ! \ títauo cao o ! Lt.bn.admz, Szñon. mío, dzltot> yapiadaob dutz pzcadon.. A VUZAVIOÍ, pizi, àupn.zmo MonaA-ca de dzlo y tteAAa, yo quz lo zn.a dz la tiznjia, zt,toytemblando dz habzAOA of¡zndido. %iizn hubiexa aceAtado,Vioi mío, a cxmplÁX como dzbía con todai mit, obtiga-cionzi. En deócuenío de toda& me onezco yo todo de-lantz dz vuutn.0 divino acatamiznto, dicizndo dz todocalazón .- VomLne., nz mzminzAii iniquiXatum..." ( 21 )

Es muy interesante notar que en su Canta quz ZóCAiuió un caua-

(21) Sermón que predicó^ a la Magestad Católica del Rey Don FelipeQuarto... el Padre Gerónimo Florencia... en las honras que Su Mages-tad hizo al Rey Felipe III , M a d r i d , L u i s S á n c h e z , 1 6 2 1 . ( B . N . M . ,Va Ca 2 8 0 n ° 2 4 ) .

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tWio duta CotXz a un iu amigo, Andrés de Almansa y Mendoza,cuenta lo mismo, a veces con idénticas palabras (22).

Para perpetuar la memoria de su padre, el nuevoRey Felipe IV deseó que se compusiera un libro de Eplta-£¿06 y Elogio* funzualzi . El Conde de Arcos encomendó" esaspiezas a los principales predicadores de la Corte. Creoque el libro no llegó a imprimirse, pero han llegado has-ta nosotros algunos de estos panegíricos. Tal es el casodel que Fray Hortensio Paravicino publicó el mismo añode 1621 (con dedicatoria al Conde de Olivares), el Ep-c-taphlo o Elogio ^unzAal al Re¿ don Ph.zfU.pz III. .. seguido de uncorto epitafio en latín. Quiero transcribir aquí las pri-meras líneas de este epitafio :

Vztzntz, oh haz&pzd, con oca&lón tan glande.. UOia.y admóiMAÓ!, z&te. mánmol -. dzbznái a t>ub Iz&iat, notlcÂju,gloíloiai. CobianÁn ztlai dz tai ojo* lágAimai dzbl-da¿ (i-t quizn logia ztzn.no. diadzma pon. ta coiona tzm-ponaJL qaz pzndÁÁ nzcz¿>¿£a (,e.nUm¿znto¿>) . Aquí yacz,maó no yacz. Et>tá, zitanÁ, ew pzn.pztuxu> mzmonÁM v¿vozí ¿¿zmptiz Augaá-to VnJuicLpz Von VhztLpz IZKCZKO en e£nombre, PAÁmzAo zn la visitad, Segundo zn nada. Pudozn lo humano la mxehXz; a lo divino dz ¿OÓ ZKCZÍzncixu,ni. e£ ol\¡ido ¿z atnsxzhá. ( 2 3 )

Es interesante comparar el principio de esta oración fúne-bre con el primer cuarteto de uno de los dos sonetos deParavicino a la muerte del joven Don Miguel de Guzmán(hijo del Duque de Medina Sidonia), matado por un rayo :

Ten, no pi¿Z6 ni. paiZi ii.n cuidado,humano huésped, La ¿atol znclna,adondz t>ana, aJL patizczn. divina,tanto cuanto dzttxozó, znlgma ha obnado.

(Recordemos de paso que Góngora d e d i c ó a l mismo a s u n t o e lc é l e b r e s o n e t o "Tonante M o n s e ñ o r . . . " ) .

(22) José Simón Díaz, Relaciones de Actos , ob. c i t . , pp. 118-121.

(23) Oraciones Evangélicas o Discursos Panegíricos de Fray Horten-sio Paravicino , Madrid, Joachín Ibarra, 1766, t . VI, p . 291.

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Pero también se puede comparar con estos versos de Queve-do a la muerte del Rey de Francia, Enrique ÏV :

VeXén eJL pato y \)<u>ta, mü no z¿ ¿tanto,i oh, pa&ajeAo .', en tantoque, te. dice. uta. tota cómo zncÁSJinsí,ya vuzlto poco tízAJia.,a¿ mayo*. ie.y qu.1 vio jamái la QaJUüx...

["En la mieAte. de. EnA¿qu.Z IV", Cancionero ante-querano, , n° 247, ed. Váma&o Átomo yF UadMÁ, C .S . I .C. )

así como con otro motivo de un soneto :

En tteAAa &-¿, no en £ama, comumlda,yacu, oh vida...

("A la mieMe. deJL Rey de. T-njoncÁja.", CancioneroA n t e q u e r a n o , n° 131,...)

A la verdad, podrían multiplicarse las citas y las compa-raciones, ya que, fundamentalmente, los temas, los tópicosy los recursos de la poesía funeral barroca no se diferen-cian mucho de los de las oraciones fúnebres predicadasdelante de los túmulos. Debemos a Eduardo Camacho Guizadouna obra general sobre la elegía funeral en la poesía es-pañola (24), en la que dedica todo un capítulo, el octa-vo (52 páginas, de la 155 a la 203) al estudio de las di-ferentes características de la elegía funeral barroca,Pero queda por hacer un estudio comparativo entre la poe-sía fúnebre y la correspondiente oratoria. Por una parte,la poesía no podía desconocer los sentimientos cristianosque alentaban la Oratoria Sagrada y el concepto cristianode la muerte; pero, por otra parte, la poesía fúnebre,cultivada de manera extraordinaria, tanto cuantitativacomo cualitativamente, por los mayores ingenios y los másdestacados poetas, brindó a los predicadores un manantialinagotable de temas, figuras, imágenes y expresiones,ejerciendo una indudable influencia sobre la Oratoria Sa-grada en este dominio y llegando a darle marcado carác-ter literario .

(24) Eduardo Camacho Guizado : La elegía funeral en la poesía española,Madrid, Gredos, 1969 {Biblioteca Románica Hispánica, I I , n° 130).

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En 1625, Paravicino volvió a imprimir el epi taf iode 1621, al mismo tiempo que publicaba e l Pane.gXnU.CO £u.nznatu Onacíón ñínzbn.z deí So-ñon. Yzílpz 111 , que había predicadoante el Rey en la Capilla Real. Este Va.nQ.gVu.to motivó unaviolenta censura impresa (pero anónima) que circulo' en-tonces por Madrid y e n I a que se atacaba el es t i lo cultode Paravicino. Lo más interesante fue que el mismo Jaure-gui, notorio, an.ti-gongorista, salió' en defensa de FrayHortensio con un opúsculo, también impreso, con t í tu lode' ApotogjUL pon. ta veÀdad, en el que dedicaba nada menosque ocho páginas en justif icar (con la erudición que po-demos suponer) el empleo de las palabras "oración fúnebre""panegírico funeral", e tc .

Con otras tres piezas importantes :1a Oración fúne-bre a su maestro Fray Simon de Rojas (confesor de la Rei-na) y dos Panegíricos a la memoria de la Reina Margaritade Austria, Paravicino se presenta como un novador e re i-vindica el mérito de introducir en español el "género"de la "oración perpetua" :

E ¿ntzntz tzmznAdad nuzva, pon. no hab&n. ^nue¿itn.a tzngua kaita hoy [no pon. incapaz, i¿no pon. me.-dn.oia) una Ona.cA.an pzn.pztua. ( 25 )

VÁ.Q6, como t>z ¿.¿tve de. danmz atgdn zt,pXM.-tu y ceJLo di ÓU gtonJüx., tíbiz de. a£zcXo6 pa/ia la doc-tnÁna, no nugame. et atí&nto, no upí/UMioio bino Z6-pijüjjjjat, de. que. nzcuita e£ vaton. pana KOMÁJOÁJI monti.-{¡Á-catlonu toa que v-éenen caZumniai, y mái ¿>¿ ¿uz&znde. toi, hzwmnoí,, aunquz mayon.zi. Juez e¿ zí VadJiz dztodoi, tamb-iín, n.em¿tdmonoi a tanto anbWiLo. E¿ ¿¡ zntí-míznto mayo*, dz toi quz can.zcAzn.on dz z¿tz gzn¿o ((><Ldichoio o JjifaeJLLz, no ¿>z dztznminanmz) zd contn.a. lanovedad dz tai On.acA.onZi, fú.nebn.e¿, o PanzgynU.coi,quz zn ionxm. ca&izllana hz ¿ntn.odu.cxdo. ( 2 6 )

En efecto, Paravicino se aleja del modelo del sermon.

(25) En la dedicatoria a la Reina de la oración fúnebre del PadreFray Simón de Rojas : Oraciones Evangélicas , t .IV, pp. 212-213.

(26) En la dedicatoria al Cardenal Infante en la oración fúnebre dela Reina Margarita de Austria : Oraciones Evangélicas ^ t . VI,p.232.

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abandonando el tema y el lema bíblico, para centrarse enel panegírico del difunto. Como más lograda muestra deesta modalidad de discurso funeral, tenemos la Citación ¡jd-neJbit en ¿en honfim de ¿a. SeAejnü>ima. Infanta dut lmpeA¿o de. Mejma-nia, Soioi MatigcvUta de. ta Otaz, que predicó en 1633. Pocosmeses después moría Fray Hortensio Paravicino, y paracelebrar la memoria de su predicador, Felipe IV encomen-dó el sermón de las honras a Fray Cristóbal de Torres(O.P.), discípulo del trinitario. La Fama PoiKuma. que im-primió poco después el dominicano es una excelente mues-tra de la influencia de Paravicino.

No se puede hablar de la oración fúnebre en lasegunda parte del siglo XVII sin entrar en el detallede la historia de las evoluciones de la misma OratoriaSagrada en España y de los problemas que plantean ioscomplicados desarrollos del conceptismo y del cultera-nismo (no veo manera de eludir el empleo de tan trilla-das palabras). Todos los predicadores que podríamos ci-tar aquí —como Fray Diego Niseno (honras de Pérez deMontalbán, 1639), los jesuítas Padre Nájera (honras delCardenal-Infante, 1642 y de Felipe IV en Madrid, 166tí),Padre Juan Antonio Jarque (Felipe IV en Zaragoza, 1668)y otros como el Padre Usón, el Padre Valentín de Céspe-des y el Padre Fresneda, hasta el último decenio del si-glo, con el trinitario Fray Manuel de Guerra y Riberay los predicadores de Carlos II, como el Padre Manuel .Javier y Fray Juan Interián de Ayala— todos están impli-cados en el debate y en las luchas que sacudieron laOratoria Sagrada del seiscientos. El problema ha queda-do planteado bastante bien desde 1946, cuando publicó elPadre Luis López Santos su artículo La (Xato'Ua Sa.gn.ada e.nvJL *e¿t>ci.tn£oi : an libio inidiXo dit Pe. Valentín de C¿ip&de¿ (27);pero aún no ha merecido estudio definitivo, a pesar dela aportación de Andrés Soria sobre Fray Manuel de Gue-rra y la Oratoria Sagrada de su tiempo.

Solo se podra estudiar la evolución de la oración

i. 27) Revista de Filología Española, XXX, 1946, pp. 152-168.

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fiinebre en el siglo XVII situándola en una evolución másgeneral de la Oratoria Sagrada toda. Pero al mismo tiempoy de manera casi contradictoria, yo diría que limita'ndo-nos a este "género" de la oración fúnebre, tendríamos unexcelente campo para acrisolar la investigación y llegara una mejor caracterización de los cambios y mutaciones.Por ahora me limitaré a citar, casi al azar, unos cuantostítulos de oraciones fúnebres ya, de por sí, muy signi-ficativos (28) :

Utna bAzvz i oAación ¿únebAz, en ¿cu exzquiM, i.dzl Exc.zi.mo. SzñoA Von AndAza CanXetmo, dz loi Vuquzi de.Populli... que. estando eJL au.eA.po pAuzntz díxo zl tí.H.P.EmcuruieJÍ HoAXigoA.. .Zaragoza, 1645.

OAación pane.Qyni.ca., a lai pzApeXuou¡ memoAixu, det m&joA ci¿>-ne quz en datcu y decoioioi Eaoi, ^.ep-cíe Jum.ohX.aL La ¿ama,Ó-CWO bien encaA&cixta eXeAnizada ¿a heAmoitUia de. ¿u onÂg-LnaZm&joA copia. En ¿a¿> honsuu que. e.n atentos ¿uipÁAOi y conti-nuadoó le-cueJiÁo* hizo et muy ÍMUÁVKL Calzgio de. S. llde.-úomo, UnAMZAAidad de. ACcatá, a¿ Enrno. PKínclpZ ÍU Funda-do A., FAanciAco Kim¿ne.z de. C¿6neAo&, CaAdznaZ de. Españaetc., en que pn.eXe.nde. irmoiXateA QLQKIOÍÍ, a ta {¡ùmanXe. tuzde. loi (¡ie¿taA. Reliquia* ¿umptuoia* Mai . Vixota . . .

JeAÓnuno Vim.nX.eJi . . . A l c a l á , 1683 .

Sitzndoioi gejnidoi,, 4a.ngn¿entoi líanXoi,tha.zno¿,t que en la¿> iieaZzi, e.xequia¿> de. la Auguitía-üna Re¿/-na Cathólica Doña Wxhia Luióa de üoibón con&agió a ÓU ¿amapóithuma la M.N. y L. Ciudad dz Medina dz KLOÍZCO, zn 14 de.maA.zo dz 1686... por Fray Antonio de C a s t i l l a . Valla-dol id , 1689.

On.acA.an faínzbAí lyiica, quz UCAÁJOÍÓ zl licdo. V. WinaAdodz HeAAeAa zn zl oca&o dz la Rzyna N. Sn.a Varia Manía LuÁ¿adz tion.bán quz Utz zn et Cizlo. Salamanca, 1689.

Iknzno 4ánzbn.z con quz zn inconsolable* gzmidoó y dotonÁdoiiotlozoi UOAÓ et R. Convento dz N.G.P.S. Agüiten de la

(28) Tomo estos títulos en la obra de Félix Herrero Salgado, Aporta-ción bibliográfica a la oratoria sagrada española, Madrid, C.S.I.C.,1971.

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LA ORACIÓN FÚNEBRE DEL SIGLO DE ORO 99

teat Villa de. ÑLcoy la muznxz de N. Rmo I/.P.M.F. Pedio Mo-lla... por Fray Carlos Nicolás Pasto, Valencia, 1699,

ECOÍ pane.gyU.co6 de. La hzKoyca y juita pan.zntaclán quz a iuI/. Pietado zl limo. Szñon. V. Antonio Sánchzz del Coitellan.hizo iu. Santa Iglesia dz OnMuiela giavzmzntz hznÁda ton etkoJvpón dz ÍU. muznXz, que- hace. conmovzn. a lot, ojoi y oído*de. todo* eJL Vocton. V. U-ixúio Sala... O r ihue i a , 1700 .

¥anebiu leaJüiti &cot> qu& te^onofion en eJL Sagrado Ca/meZo deXHAZZ de. la. fn.onteAa, en oca6i.ón que. tan ileJU.gÁ.ot>o Conv&ntoILonó et lamentablz baybzn quz dio la MonanqwLa Española pon.la nanea b¿e.n iZntáia mieAtz deJL gian Re.y de leu, E&pañat> yS.N. V.COAZOÍ 11, zl Vdiizado... LLoióloi el M.R.P. flayPablo de tápana. Cádiz, 1701.

Sanmán fiánebAz y postumo llanto a la •&znt¿da nueJvtz de zlMÓJUMO, Clvi¿bt¿an¿&i¿mo, ¥¿dzl¿&6¿mo, kpo&tólÁco, R&l¿g¿oa¿¿-itiimo y CatnólÁco Monoica, COAJLOÍ Segundo, Gnan Ruy de la&Eó pañas, EmpzAadon. UáxÁmo de la& indJLad y eJL Non Plut, UlViade. lai kjAtMÁM ... pon. Fn.ay JüAÓnimo tizlv¿& . M a d r i d , 1 7 0 1 .

Y para terminar en apoteos is , e s ta perla :

(hacían Sagn,ada, laudatoKLa, panzgynÁca y {^ánzbn.e., pn,onó¿t¿-co ieJüiz y pizc¿o¿>o a la tiuznXz de la Rzyna N.S.V. Ma/tíanade Au&tnÁa [quz Vio* tlznz) . ConiueZo ge.nzn.al dz W.C.M. Can.-loi 11, y dz todoà iu¿ Rzynoi, fundado zn la concunAzncladeA. zcCLpie. dz Luna, quz ¿e v-to la nochz 16 dz mayo dz z&te.pnxAzntz año dz 96 a loi 9 y 55 minuto* antzi d& motOi y dzavzn. muznXo zn zl PlzniZunio dz ÍUÍ ÙIZZ& a quz llzgá a la&11 y 44 minutoi dz la mc&ma nochz. Ved¿cado a la Magutadde£ Kzy N.S. (q.V.g.) pon. mano del Ummo. S*. Canxlznal Pon.-tocanjizn.0, ztc. Pn.zdlc.olz zn IM honnM quz hizo la. Vltladz loó Santot, dz la Humosa, et On.. V. kt^omo Glande. Al -calá, 1696.

Antes de acabar, quisiera abordar un último puntoque me parece importantísimo aunque algo fuera de propó-sito hoy y lamentando no poder llegar a proponer conclu-siones ni pasar de la modesta actitud que consiste enlanzar invitaciones desde la orilla y llamar en ayuda.Me refiero a la dimensión sociológica, en la doble vertien-te sicológica e ideológica,de los estudios literarios.

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Como r e p i t o a menudo, c r e o que l a O r a t o r i a Sagrada,de una manera g e n e r a l , o f r e c e un m a n a n t i a l t a n r i c o c o -mo poco y mal aprovechado pa ra e l ace rcamien to p e r t i n a za l a i d e n t i d a d de una s o c i e d a d en un momento d e t e r m i n a -do ( 2 9 ) . Si e l l o es verdad pa ra l a p r e d i c a c i ó n en gene -ral, digamos los sermones de carácter meramente religio-so en el desarrollo del ciclo litúrgico, más aún meparece aplicarse a los sermones "ocasionales" nacidosde acontecimientos particulares (fiestas, sucesos ex-traordinarios, etc.) y aún más particularmente a los ser-mones funerales. Extenso campo en el que hoy no puedo nisiquiera adelantar el primer paso. Pero estoy convenci-do de que merece la pena investigar este "género" com-plejo que es la oración fúnebre y confío en que llegare-mos, en este dominio, a muy provechosos resultados.

CERDAN, Francis. La oración fúnebre del Siglo de Oro. Entre sermón evangélico y pane-gírico poético sobre fondo de teatro. En Criticón (Toulouse), 50, 1965, pp. 79-10?.

Resinen. Entre los sermones funèbres predicados en numerosas ciudades de España a lamuerte de Felipe I I en 1598 y los que se predicaron un siglo más tarde a la muertedel último Habsburgo Carlos I I en 1700, se pueden notar muchas diferencias. Diferen-cias de est i lo, naturalmente, entre un austero clasicismo contrarreforoista y una elo-

(29) Fundamentales son a este respecto los numerosos trabajos de Jo-sé Antonio Maravall que han culminado con su Cultura del Barroco,Barcelona, Ariel, 1975. Estoy convencido de que las teorías ahí ex-presadas podrían comprobarse y tomar apoyo en e l estudio de la Orato-r ia Sagrada, lo que sólo hace Maravall muy rarísimas veces. Asimis-mo, e l sugestivo libro de Julio Caro Baroja, Las formas complejas dela vida religiosa (Religión, sociedad y carácter en la España delos siglos XVI y XVII), Madrid, Akal, 1978, u t i l i za muy poco lospredicadores. Para una teoría de la f iesta barroca como aparato pro-pagandístico del poder, véase M. Fagiolo y S. Carandini, L'effimeroBarroco. Strutture delta festa nella Roma del Seieento, Roma, 1977;y también A. Bonet Correa, La fiesta barroca como, práctica del po-der, en Diwan, 5/6, 1979, pp. 53-87.

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cuencia barroquista que no tardaría en versar en gerundianismo, pero también y sobretodo, diferencias de estructura y de naturaleza. A lo largo del sigloXVII, la OraciónFúnebre (y no sólo la de los reyes, sino la de toda clase de subditos, confesores,viudas y vírgenes) evoluciona, llevada por el flujo de las diferentes corrientes quese mezclan en la Oratoria Sagrada del seiscientos. El aparato fúnebre que acompaña,con marcada teatralidad, las honras públicas (capelardentes, túmulos, certámenes poé-ticos, emblemas y jeroglíficos) no deja de influir el "género" de la Oración fúnebre,ya, de por si,mal definido entre, por un lado, sermón estrictamente evangélico conuna parte teológico-dogmática (la muerte, el juicio, el infierno o la gloria como no-vísimos del hombre) y una parte moral (las virtudes y la vida ejemplar del difunto)y, por otro lado, un discurso panegírico que exalta, a veces con exagerada poetización,la figura del memorable fallecido.

Más que conclusiones y síntesis, la presente comunicación pretende plan-tear problemas y proponer puntos de partida para futuras investigaciones.

Résuaé. Nombreuses sont les différences qui séparent les sermons funèbres pour la mortde Philippe II (1598) de ceux qui furent prêches un siècle plus tard à la mort de Char-les II. Différences de style, bien évidemment — d e l'austère classicisme de la Contre-Réforme à l'éloquence barroque en voie vers le "gerundianismo"—; différences, surtout,de structure et de nature. Tout au long du XVII" siècle, l'Oraison Funèbre —celledes rois, et de toute une série de sujets, également— subit une évolution qui s'ins-crit dans le mouvement des divers courants qui traversent l'Art Oratoire Sacré del'époque. L'apparat funèbre, avec sa théâtralité, ainsi que les honneurs rendus publi-quement (chapelles ardentes, catafalques, joutes poétiques, emblèmes et hiéroglyphes)ont une incidence sur le "genre" de l'Oraison Funèbre. Ce dernier, dont la définitionn'est pas facile à formuler en soi, tient alors, d'une part, du sermon strictementévangélique (avec un aspect théologico-dogmatique, et un autre moral) et, d'autrepart, du discours panégyrique qui exalte, non sans quelque excès dans la transfor-mation poétique, la figure d'un défunt digne de mémoire.

Plus qu'une synthèse, la présente communication veut être un état de laquestion, qui ouvre la porte à de nouvelles recherches.

Suaaary. Numerous différences exíst between the funeral sermons on the death of Phi-lip the Second (1598) and those preached on the death of Charles the Second, a hun-dred years later. Ihere are stylistic différences, of course, due to the transitionfrom classicism of the Counter-reformation to baroque éloquence and "gerundianismo",but most différences affect both structure and content. Ihroughout the seventeenthcentury, the Funeral Oration changes and is influenced by various aspects and trendsof the Holy Funeral Oration of the epoch. îhe funeral setting, the theatriçal patternas well as public tributes (capella ardente, catafalques, poetical contests, emblemsand hieroglyph) hâve influenced the funeral Oration art. This genre cannot be easilydefined as it is in fact a combination of the evangelical sermon and the panegyricaloration which magnifies the memory of the dead in an excessive poetic manner.

More than a synthetic pièce of work, this paper aims at providing a sur-vey of the question, which might open the door to further research.

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Palabras clave : Oratoria sagrada. Oraciín fúnebre. Paravicino.


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