La paz vale más (I) Columnista: Santiago Gomez
Como en Colombia hay que defender la afirmación de que el fin de la guerra con las Farc,
que causó casi 6 millones de desplazados, 220 mil muertos, 25 mil desaparecidos y 30 mil
secuestrados en casi 55 años se justifica y que nadie, ni guerrilleros, ni fuerzas estatales, ni
paramilitares negocian para irse a la cárcel o para que los fusilen y por tanto, la justicia
transicional tiene sentido y es la salida a este derramamiento sistemático de sangre,
dedicaré mis siguientes columnas a ello.
Razón 1 para votar por el Sí: Menos muertos, menos desplazados. Esta realidad puede ser
constatada aún desde el inicio de las negociaciones. Ya he escrito suficiente sobre ello en
columnas anteriores: solo desde que se instaló la Mesa, 1.500 personas han dejado de
morir como consecuencia del conflicto.
Razón 2: La economía se fortalece. Estudios de la Universidad de Uppsala, Notre Dame y la
Escuela de Paz de España, indican que en países que han firmado acuerdos de paz en
conflictos incluso de menor intensidad y duración que el colombiano, el PIB ha crecido hasta
1,9 puntos anuales, el consumo de los hogares se ha elevado en 2,5%, el desempleo
disminuyó hasta en 1,3%, las exportaciones crecieron más del 6% y las importaciones hasta
en 15%.
Razón 3: El acuerdo compromete al Estado a revisar temas estructurales que están en el
origen del conflicto. Se creará un fondo de tierras para entregar a campesinos, se
formalizarán 7 millones de hectáreas sin títulos de propiedad y se establecerá una
jurisdicción especial para protegerlos, así como también obliga a realizar el catastro rural en
7 años y a delimitar la frontera agraria favoreciendo el ordenamiento territorial con criterios
de protección ambiental. También se crearán 16 programas de desarrollo rural en zonas de
conflicto que apuntan a la cualificación del empleo en el campo y a incrementar la calidad de
vida con programas de seguridad alimentaria.
Menos muertes, más riqueza mejor distribuida y la adopción de políticas estatales para
solucionar problemas de fondo sin bala: Sí, Sí y Sí.
Así se convence a un uribista Por Federico Gómez Lara
¡Después de 5 horas había logrado lo imposible!: que el Álvaro Uribe Vélez del pasado
convenciera a un uribista del presente de votar por la paz.
Federico Gómez Lara: Así se convence a un uribista Federico Gómez Lara. Foto:
Semana.com
Esta semana me puse en la tarea de buscar a mi amigo más uribista, para invitarlo a tomar
café y charlar un rato con él sobre el momento que atraviesa Colombia. En nuestra
conversación me compartió varias de sus impresiones sobre el proceso de paz con las
FARC; me contó por qué para él Santos es el mayor traidor de nuestra historia reciente; y
trató de explicarme sus razones para votar por el ‘No‘ en el plebiscito que viene.
Cuando decidí hablar con él, tenía claro que serían pocos los puntos en los que estaríamos
de acuerdo. Sin embargo, lo hice como ejercicio para tratar de meterme en la mente de un
uribista extremo y entender cómo piensa, pues sentía que por mi deseo enorme de vivir en
paz, había caído en el juego de estigmatizar a quienes no están de acuerdo conmigo.
En un principio quise bombardearlo con los argumentos que tenía a mi alcance y
convencerlo de por qué la firma de la paz nos traerá a todos un país mejor. No obstante, a
pesar de tratar con todas mis fuerzas de explicarle punto a punto mis opiniones al respecto,
al cabo de un par de horas de conversación, su discurso seguía intacto: “Santos le está
entregando el país a las FARC”; “vamos a terminar peor que Venezuela”; “no estoy de
acuerdo con que semejantes criminales puedan ser elegidos”; “yo quiero la paz pero no así”;
“prefiero seguir en guerra si es necesario, antes que aceptar que Timochenko pueda ser
presidente”; “si se firma esta paz reinará en Colombia el castro-chavismo”; “Santos descuidó
la seguridad del país”; “ya no se puede viajar tranquilo por carretera”; “están volviendo las
vacunas para los ganaderos”; “no es posible que les vayan a pagar un salario mínimo a los
desmovilizados”, etc. Ya íbamos por la tercera taza de tinto cuando pensé que debía
rendirme. No podía creer que, después de varias horas de argumentación, mi amigo no
hubiese movido un ápice ninguna de sus posiciones frente a la paz.
Estaba a punto de aceptar que mi experimento había fracasado y que había perdido tres
horas de mi vida tratando de convencer a un uribista de votar por el ‘Sí‘, cuando se me
iluminó la mente. Me paré un segundo al baño y me puse a ver un video de Uribe criticando
el proceso. Quedé sorprendido al darme cuenta de que la retahíla del expresidente en su
video, era casi idéntica a lo que mi amigo me acaba de decir. Fue entonces cuando entendí
que un uribista extremo no se mueve ni por cifras ni por argumentos, sino única y
exclusivamente por lo que diga Uribe. Con esa idea en la cabeza, salí del baño y le dije: “no
necesito que usted crea en mis argumentos, pero ¿qué opina de que nos metamos a Google
y le muestre al propio Álvaro Uribe apoyando todo lo que está hoy pactado en La Habana?
Mi amigo, algo confundido, accedió a mi propuesta.
Convencido de que iba por buen camino, saqué mi computador y empecé por el principio: le
mostré las noticias de la primera mitad de los 90‘s cuando el entonces senador Uribe
respaldó el re-indulto del M-19, para que abarcara sin reparos los delitos de ferocidad,
barbarie o terrorismo (como la toma del Palacio de Justicia). Luego le mostré las cifras de
secuestros, asesinatos y masacres en los tiempos de la Seguridad Democrática. Le probé
que, en el gobierno de Uribe, a los guerrilleros desmovilizados se les pagaba un sueldo que
hoy equivale a 1‘055.000 pesos (casi el doble de lo que se pactó en La Habana). Leímos las
noticias de cuando el expresidente liberó al jefe guerrillero, Rodrigo Granda, por petición del
Presidente Sarkozy, de Francia; de cuando sacó de la cárcel, unilateralmente, a 150
guerrilleros, para buscar el acuerdo humanitario; de cuando puso al empresario Henry
Acosta a mediar con las FARC para abrir la posibilidad de una negociación; de los 26
intentos que hizo Uribe para negociar la paz; de su deseo de despejar Pradera y Florida
para concentrar a la guerrilla; y de cuando planteó regalarles curules en el Congreso, por
medio de un referendo, a los miembros de grupos armados que se acogieran a un proceso
de paz.
Al ver en la cara de mi amigo que mi estrategia estaba funcionando, decidí acudir a la ayuda
del hoy senador Uribe para que fuera él, con su propia voz, quien le explicara por qué un
proceso de paz termina con la elegibilidad política de los implicados. Puse a rodar un audio
en el que Uribe dice textualmente ¨Si un acuerdo de paz aprueba que los guerrilleros de las
FARC vayan al Congreso, hay que remover el obstáculo constitucional que lo impide,
porque hoy el ordenamiento jurídico prohíbe la amnistía y el indulto para los delitos atroces.
Entonces, en un acuerdo de paz con las guerrillas, ese cambio habría que llevarlo a efecto
constitucional para que puedan ir al Congreso por el bien de la Patria”.
Después de otro par de horas de enumerar uno a uno los momentos en los que Uribe
ofreció todo lo que Santos acaba de pactar, mi amigo me dijo: “¿sabe qué? Como que ya
entendí que la única diferencia entre lo que planteó Uribe en el pasado y lo que hoy Santos
pretende, es que el segundo pudo y el primero no. Yo como que voto por el ‘Sí‘”.
¡Después de 5 horas había logrado lo imposible!: que el Álvaro Uribe Vélez del pasado
convenciera a un uribista del presente de votar por la paz.
Los pastores descarriados Por Daniel Coronell
Los miembros de la piadosa rosca recibieron más de 15.000 millones de pesos en contratos
de la alcaldía de Bohórquez.
Daniel Coronell: Carrusel de contratación en Bucaramanga tiene vínculos con Luis Francisco
Bohórquez Daniel Coronell. Foto: John Calson
La Unidad Investigativa del diario Vanguardia de Bucaramanga descubrió un carrusel de
contratación en esa ciudad que merece atención nacional. Los implicados tienen tres
características: la primera es que son familiares o allegados al poderoso exalcalde de
Bucaramanga Luis Francisco Bohórquez,
la segunda es que fueron favorecidos con contratos durante la administración del alcalde
Bohórquez y la tercera es que todos pertenecen -y varios son pastores- de la Iglesia
Manantial de Amor.
Tres días después de la publicación de Vanguardia, uno de los señalados fue asesinado. La
noche del partido de la Copa América que Colombia perdió frente a Chile, dos motociclistas
llegaron a una de la sedes de la Iglesia Manantial de Amor, en el barrio Café Madrid. Uno de
los hombres entró al templo y sin mediar palabra le disparó en la cabeza al pastor Óscar
Leonardo Rodríguez. Una feligresa que lo acompañaba resultó herida.
La Iglesia Manantial de Amor intentó inmediatamente relacionar el crimen con la
investigación periodística, mostrando un llamativo afán para que cesen las publicaciones.
El pastor Óscar Leonardo Rodríguez, que en paz descanse, recibió -a través de Einsa, una
empresa creada por él- más de 7.000 millones de pesos en contratos durante la
administración del alcalde Luis Francisco Bohórquez. Esos contratos tienen objetos tan
disímiles como podar árboles, modernizar alumbrados o hacerle interventoría a la
construcción de un muro.
El multifacético pastor Óscar Leonardo Rodríguez era el esposo de Rocío Méndez, hermana
del también pastor Félix Méndez, máximo jerarca de la Iglesia Manantial de Amor.
El pastor Félix Méndez está casado con la pastora Teresa Pedraza, quien es tía del
exalcalde Luis Francisco Bohórquez. La pastora Teresa fundó hace 15 años la Iglesia
Manantial de Amor junto con sus hermanas Blanca Marina y Verónica.
Está última hermana, Verónica Pedraza, estuvo casada con su sobrino el exalcalde Luis
Francisco Bohórquez con quien tiene tres hijos.
Tal vez a esta altura, a usted le sirva devolverse unos párrafos para entender este árbol
genealógico –quizás sea más preciso llamarlo matorral- que junta familia, religión, política y
negocios. Las relaciones han sido tan intrincadas que en algún momento el alcalde
Bohórquez fue tío político de sí mismo.
Otra de las hermanas Pedraza, la pastora Flor Alba, está casada con Leonardo Luna
Escalante quien, además de devoto predicador, fue el jefe de empalme del alcalde Luis
Francisco Bohórquez y tuvo un papel importante en su administración.
Todos ellos y otros miembros de la piadosa rosca recibieron más de 15.000 millones de
pesos en contratos durante la Alcaldía de Bohórquez. Una de las sociedades favorecidas se
llama Probraco y fue fundada por la prima del alcalde la pastora Zayda Judith Cristancho
Pedraza y por su tía la también pastora Blanca Marina Pedraza.
Las acciones de la empresa han cambiado de mano en mano hasta llegar a Andrea Liliana
Parra Ramos, otra líder de la Iglesia Manantial de Amor, que a la vez trabaja en Paviacom
S.A.S., compañía que pertenece en un 100 por ciento a Leonardo Luna Escalante.
Leonardo Luna Escalante es también conocido en la Iglesia Manantial de Amor con
el nombre profético de Azarías. Casualmente otra de las empresas favorecidas por esta
multiplicación de los contratos se llama Azarías S.A.S. y recibió algo más de 3.000 millones.
De acuerdo con los documentos mercantiles fue fundada en la casa de Lucila Pedraza de
Cristancho, madre de la pastora Zayda y de la pastora Milena.
Pero no vayan a creer que Azarías S.A.S. pertenece a quien usa su nombre profético.
Según los papeles, el dueño es Uriel Ávila Méndez un sencillo maestro de obra cercano a la
Iglesia Manantial de Amor a quien no se le nota la prosperidad con la que ha sido
bendecido.
La humildad parece caracterizar a los feligreses de Manantial de Amor. Óscar Mauricio
Benavides, un muchacho que maneja los computadores de la iglesia, compró hace un
tiempo una lujosa casa en el campo de golf de Ruitoque, quizás el sector más exclusivo de
Bucaramanga.
Sin embargo, Óscar Mauricio ha preferido seguir viviendo en el modesto barrio La Cumbre
de estrato 2 y destinar su bonita casa de Ruitoque para que sea el sagrado hogar del pastor
Félix Méndez y su esposa la pastora Teresa Pedraza. Definitivamente, los caminos del
Señor son misteriosos.
Maratón por la paz Columnista: Alvaro Beltran Pinzón
“Uno nunca debe desperdiciar una buena crisis”, decía Winston Churchill. Tal parece ser la
lección derivada del didáctico foro celebrado el pasado jueves en el Auditorio de la Unab,
protagonizado por los delegados plenipotenciarios Humberto de la Calle, Frank Pearl y los
generales (r) Jorge Mora y Óscar Naranjo.
El tono pausado y sereno empleado por los expositores, unido a su evidente conocimiento
del tema, experticia en negociaciones anteriores, probada lealtad con la Patria en su
brillante trayectoria de servicio y su experiencia en mil batallas contra la delincuencia,
permitió a la nutrida audiencia aclarar dudas, identificar tergiversaciones y despejar los
miedos que ha suscitado la firma del Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la
construcción de una paz estable y duradera.
Las dudas de los contradictores tienen que ver fundamentalmente con los sentimientos de
dolor y de venganza que aún despierta la larga y cruenta guerra vivida. Los miedos son
manifestación de la angustia e inseguridad que, en forma natural, embargan al ser humano
cuando está ante la inminencia de afrontar cambios trascendentales.
La crisis que enfrenta la Nación colombiana, reflejada en la desinstitucionalización de sus
poderes públicos y la desmoralización de la sociedad -por cuenta del narcotráfico, la
corrupción y el clientelismo- es motivo suficiente para que entendamos la necesidad
inaplazable de dar un viraje a nuestro comportamiento. La rúbrica del documento referido no
es de manera alguna la solución total a estos males, pero sí es oportunidad para que el país
transite una ruta transformadora que permita aclimatar una comunidad más justa, acortar
desigualdades y desterrar la segregación que impide encontrar caminos de desarrollo
armónico.
La pregunta formulada en el plebiscito ofrece la bondad de llevar implícito un compromiso
del sufragante. Votar sí no significa cumplir con un ritual y esperar a que las Farc honren lo
pactado o que el Gobierno tenga el dinero para emprender las reformas indispensables.
Votar sí involucra adquirir el compromiso de ayudar, en la medida de nuestras capacidades,
a construir un remozado país.
Plebiscito: El tiempo apremia La refrendación y la reforma tributaria se están juntando, y eso pone en peligro a las dos. El
gobierno necesita terminar pronto el proceso de paz. Todo indica que el cónclave que se
inició la semana pasada podría lograrlo.
Plebiscito por la paz: El tiempo apremia A la Mesa de Negociacion en La Habana se
incorporaron tres nuevos miembros del gobierno con el objetivo de acelerar el proceso, Juan
Fernando Cristo, Rafael Pardo y Joshua Mitrotti. Foto: Omar Nieto Remolina
Que las negociaciones entre el gobierno y las Farc están en la recta final, nadie lo duda.
Pero que la firma del acuerdo final ya está lista, no está asegurado. No solo porque aún
faltan temas complejos por resolver, sino porque la carpintería del cronograma tiene mucha
filigrana que puede tomar tiempo. Y porque las agendas de concentración de las Farc, la
puesta en marcha de la justicia transicional, el plebiscito y las reformas en el Congreso
necesitan una sincronización que no es nada fácil.
Bajo la premisa de que el cuadro anterior puede enredar el proceso, el presidente Juan
Manuel Santos ajustó el esquema de negociación con el objetivo de acelerar su labor. Puso
en marcha lo que denominó un “cónclave” para enviar el mensaje de que el trabajo no se
detendrá hasta que no haya un acuerdo final. Los encuentros con la delegación de paz de
las Farc la semana pasada fueron largos y extenuantes y las jornadas ininterrumpidas.
El equipo del gobierno, encabezado por Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo, se
fortaleció con el ingreso del ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, el consejero para el
Posconflicto, Rafael Pardo, y el director de la Agencia para la Reintegración, Joshua Mitrotti.
La canciller María Ángela Holguín se había incorporado desde la etapa final de negociación
sobre las zonas donde se concentrarán las Farc.
La audiencia ha crecido. Lo que en un comienzo y durante meses eran reuniones de cinco
plenipotenciarios de cada lado de la mesa, ha evolucionado poco a poco y la semana
pasada llegó a una especie de plenaria de la que hicieron parte los mismos de siempre más
los ministros recién incorporados y un grupo de asesores académicos. El grupo se dividió
para algunas sesiones en comisiones para temas específicos, aunque al final de la semana
se unificaron.
¿Ha servido el nuevo esquema? Aunque el aumento de voces puede hacer más complejas
las discusiones y la llegada de novatos implica tiempo adicional para ponerse al día, todo
indica que sí ha acelerado el proceso. Al final de la semana pasada se sentía un ambiente
de optimismo moderado. Los asuntos pendientes se pueden resumir en tres grandes temas:
la amnistía que regirá para los miembros de las Farc que no han cometido delitos de lesa
humanidad, la participación en el Congreso de miembros de la guerrilla y los programas de
reincorporación de la organización de alzados en armas. También están redactando una
introducción de los acuerdos, que explicará el sentido político e histórico del fin del conflicto.
El jueves en la noche llegaron a un acuerdo sobre uno de los puntos cruciales: la amnistía.
Aunque ya estaba pactado –en el punto de justicia– que esta fórmula se aplicaría a quienes
no han cometido delitos comprendidos en el Estatuto de Roma, se había presentado un
impase sobre sus características concretas y, sobre todo, sobre el momento en que
empezaría a regir. Las Farc no querían avanzar en la concentración de sus miembros sin
que estuviera aprobada la ley que la reglamenta en sus aspectos concretos. Les
preocupaba el limbo en que quedarían sus tropas en el periodo comprendido entre la firma
del acuerdo y la aprobación de la ley, mientras se concentraban en las 23 zonas y se
realizaba la Décima Conferencia con todos sus miembros, y el plebiscito para refrendar lo
pactado en La Habana.
Al final, la guerrilla aceptó el compromiso formal del gobierno de presentar el proyecto de ley
de amnistía inmediatamente empiece a funcionar el mecanismo de fast track en el
Congreso. Con el objetivo de acortar el periodo de ‘limbo’, una vez termine la negociación de
los puntos pendientes, los jefes de las delegaciones de paz, De la Calle e Iván Márquez,
firmarán un texto publicado e inmodificable que, posteriormente, presentarán en una
ceremonia formal, seguramente con presencia del presidente Santos, del jefe de las Farc,
Timoleón Jiménez, y de jefes de Estado y representantes de la comunidad internacional. De
esta manera, se podría empezar a organizar el plebiscito en términos logísticos y
administrativos, a partir de la firma inicial, y se llevaría a cabo apenas un par de semanas
después del acto formal.
Todo esto, desde luego, en la medida en que haya acuerdos sobre participación política y
reincorporación. Juan Fernando Cristo y Rafael Pardo encabezaron los trabajos en
comisión, respectivamente, pero a partir del viernes los grupos se volvieron a unir con el
resto de negociadores. En materia de participación, el punto más complejo es el del acceso
de las Farc a instituciones como el Congreso. En primer lugar, en los próximos dos años,
mientras en el Capitolio se convierten en normas, constitucionales y legales, los
compromisos acordados en La Habana. Y posteriormente, a partir de la elección de un
nuevo Congreso en 2018.
Más complejo aún es el asunto de reincorporación. Una tarea enorme. Está en juego el
empleo, la seguridad social, económica y física de unos 8.000 guerrilleros, otro tanto de
milicianos y sus familias. Las Farc desconfían de las instituciones y mecanismos que han
venido funcionando para las desmovilizaciones individuales en los últimos años. Y tienen
propuestas colectivas sobre cooperativas y proyectos que requieren financiación. Un
esquema imperfecto podría tener consecuencias sobre la seguridad de los miembros de las
Farc, y hasta su posible rearme en el futuro.
Muchas veces se ha dicho que el tiempo para las negociaciones se está agotando. Por una
parte, por razones políticas: el proceso está desgastado y las sucesivas postergaciones de
fechas –acordadas o esperadas– para la firma final están erosionando la esperanza de la
opinión pública. Las últimas encuestas indican que los colombianos son más pesimistas que
antes, e incluso son contradictorias sobre las posibilidades de un triunfo por el Sí en el
plebiscito.
Pero hay otros factores. Uno es la agenda del gobierno. Con la expectativa de que el
acuerdo final se firmaría el 23 de marzo –como habían acordado el presidente Santos y el
jefe de las Farc, Timoleón Jiménez–, la Casa de Nariño pospuso para el segundo semestre
la presentación al Congreso del proyecto de reforma tributaria. Defender un aumento en
impuestos como el IVA –que afecta a todo el mundo– al mismo tiempo que se pide un voto
por el Sí era la cuadratura de un círculo que cualquier gobierno quisiera evitar. Ante la
dilación de las conversaciones de La Habana, el estudio de la reforma impositiva –de la cual
están pendientes las evaluadoras de riesgo y los grandes inversionistas– ya está en la
frontera de su viabilidad. Si no se aprueba entre octubre y diciembre, no entraría a regir en
2017, con graves consecuencias para el fisco. El panorama económico sería tan oscuro,
que el gobierno ha considerado la hipótesis de aplazar el plebiscito para el año próximo, y
dedicarle el último trimestre de 2016 al diseño y aprobación de la esperada reforma
estructural de las finanzas públicas.
La falta de tiempo también podría debilitar el papel de la comunidad internacional y,
concretamente, el compromiso de Estados Unidos. Nada garantiza que el próximo
presidente –que será elegido el 6 de noviembre– apoye los diálogos con el entusiasmo con
que lo ha hecho Barack Obama. En cuyas manos, de paso, está la salida para el tema de
Simón Trinidad. Después de elecciones y antes de dejar la Casa Blanca, Obama podría
garantizar un perdón –hay tradición en ese sentido– que le permitiría a Trinidad participar
como jefe de los programas de reinserción, como plantean las Farc.
Postergar la firma, o el plebiscito, para 2017, abriría múltiples interrogantes. ¿Se
desgastarán aún más los diálogos en la opinión pública? ¿Aguantan las Farc, con un pie en
el terreno de la desmovilización, una prolongación de su limbo? ¿Se puede quemar el pan
en la puerta del horno?
De ahí que el presidente Santos se haya jugado la carta del cónclave. El tiempo se acabó. Y
aunque esta frase se ha pronunciado varias veces, ahora es más cierta que nunca. La
necesidad de acelerar la firma final, a pesar de que faltan temas complejos, es igual para el
gobierno y para las Farc, porque de eso depende la viabilidad del proceso. En ambos lados
de la mesa se contempla un 2017 con las negociaciones acabadas, y para que ese
escenario sea posible se necesita que el cónclave que se inició la semana pasada termine
con humo blanco.
Pastrana y Uribe, el 70,13 por ciento del total de víctimas Por León Valencia
Invito a los lectores a entrar en el Registro Único de Víctimas (RUV). Se encontrarán con
este número del horror: 8.349.484 víctimas, la inmensa mayoría relacionadas con el conflicto
armado, en 30 años, desde agosto de 1986 hasta julio de 2016.
León Valencia: víctimas de los gobiernos de Pastrana y Uribe León Valencia. Foto:
Guillermo Torres
Quiero que cada uno de los lectores haga su propio juicio. Que le dé vueltas a los datos y
los mire por todos los lados. Que no trague entero. Quizás el RUV tenga algún margen de
error porque algunas víctimas repitan su inserción en el sistema para denunciar varios
hechos. Que acuda a otras fuentes. Que examine también los registros, las imágenes y los
relatos del Centro de Memoria Histórica que dirige Gonzalo Sánchez. O que se remita a
fundaciones privadas nacionales e internacionales. Es la hora del balance. La hora triste de
la conciencia.
En la cadena de dolor que presenta el RUV se pueden hacer unos cortes de la infamia, de la
mayor infamia. En el gobierno de Andrés Pastrana Arango se produjeron 2.453.628 víctimas
y en los dos mandatos de Álvaro Uribe Vélez 3.374.270. Son 12 años que van del 7 agosto
de 1998 al 7 de agosto de 2010. Suman 5.827.898 víctimas, es decir, el 70,13 por ciento del
total (ver gráfico).
Ese periodo no está lejos. Todos los mayores de 30 años tienen algún recuerdo de lo
ocurrido. Pero, además, existe abundante literatura sobre lo acontecido. Las guerrillas, los
paramilitares y el Estado se trenzaron en una atroz confrontación en la que la población civil
fue el blanco principal, tal como lo dice el Centro de Memoria Histórica: de cada cinco
muertos cuatro eran civiles inermes.
En 1994, después del fracaso de las negociaciones de Tlaxcala y Caracas, las Farc se
fueron a lo profundo de las montañas, se metieron a fondo en el narcotráfico y en el
secuestro, duplicaron sus frentes, se lanzaron a una feroz disputa territorial y golpearon sin
compasión al Ejército colombiano. Lo mismo hizo el ELN. La muerte y el desplazamiento
forzado se incrementaron en forma exponencial en el sur y en el oriente del país.
En el norte, se lanzó la gran expansión paramilitar. Entre 1994 y 1998 los hermanos
Castaño se concentraron en Urabá y Córdoba para construir el modelo de las autodefensas:
una alianza entre destacamentos armados vinculados al narcotráfico, empresarios, políticos
y sectores de la fuerza pública para disputar el territorio, las rentas y el poder local.
En mayo de 1998 ya tenían listo el modelo y convocaron la cumbre de paramilitares que dio
origen a las Autodefensas Unidas de Colombia. Salieron del evento y se extendieron por
todo el país. La mayor escalada de masacres, desplazamiento y terror se produjo en el año
2001, justo antes de las elecciones de 2002 y 2003 donde se apoderaron de una tercera
parte del Congreso de la República y pusieron 281 alcaldes y 12 gobernadores.
El Estado se desmadró. El presidente Ernesto Samper, en medio de la pavorosa crisis que
desató la infiltración de los dineros del narcotráfico en su campaña, perdió el control de las
Fuerzas Militares, y el general Harold Bedoya Pizarro, a la cabeza del Ejército, optó por
darles vía libre a los paramilitares en el norte; mientras que en el sur, con la mayor torpeza,
trataba de contener las guerrillas, sufriendo 17 grandes derrotas que dejaron a las Farc con
la enorme ilusión de la victoria en todo el país.
Andrés Pastrana intentó reversar la situación poniendo en marcha unas negociaciones de
paz con la insurgencia, y buscó, a la vez, frenar la expansión paramilitar mediante la
advertencia y la persecución a sus jefes que empezaron a tener vocería pública conocida.
Las estrategias fracasaron. Las Fuerzas Armadas no le obedecieron en ninguno de los dos
propósitos. Las guerrillas ilusionadas con la posibilidad del triunfo tampoco ayudaron a
concretar el acuerdo de paz en el Caguán.
Con Uribe la situación fue a otro precio. Les dijo a las Fuerzas Armadas lo que querían oír:
una gran ofensiva contra las Farc, sustentada en un considerable aumento del presupuesto
y los efectivos, en la modernización y en las manos libres para controlar el territorio a como
diera lugar; al mismo tiempo una negociación con las autodefensas. Así retomó el control de
los militares. Respondió con la misma moneda a las guerrillas. Una disputa por el territorio
punto a punto, un involucramiento de los civiles, una completa despreocupación por los
daños colaterales y por las violaciones al derecho internacional humanitario.
Así se produjo el tremendo holocausto que ahora se puede ver en el Registro Único de
Víctimas. Y llegamos al gobierno de Santos que, con el solo anuncio de las negociaciones,
cambió la tendencia de la victimización. Pero la sorpresa mayor ha sido que los dos
expresidentes, quienes tuvieron mucho que ver en la intensificación del conflicto y en la
profundización del horror que trajo el fracaso de las anteriores negociaciones, sean ahora
los portavoces de una férrea posición contra el acuerdo de paz.
El Sí va ganando en el plebiscito El apoyo de los acuerdos de La Habana es amplio en todas las regiones, grupos de edad y
estratos sociales. Encuesta de gran cobertura de Ipsos para RCN Radio, RCN Televisión, La
FM y SEMANA.
El Sí lleva una amplia ventaja sobre el No. Si el plebiscito se llevara a cabo en estos
momentos, el 72 por ciento de los colombianos votaría a favor de los acuerdos entre el
gobierno y las Farc para terminar el conflicto armado, contra un 28 que los rechazaría. Esa
mayoría se extiende a casi todos los sectores, zonas geográficas y grupos de la población.
La conclusión surge de la primera encuesta de intención de voto realizada por la firma Ipsos-
Napoleón Franco para la gran alianza de RCN Televisión, RCN Radio, La F.m. y SEMANA.
El estudio se basa en una muestra de cobertura nacional con 1.500 personas. La firma hizo
la pregunta solamente a quienes, previamente, manifestaron estar decididos a votar.
Vea la encuesta completa
En los días anteriores al estudio se produjeron varios hechos que explican el entusiasmo
que, en estos momentos, sienten los ciudadanos mayores de edad hacia el proceso de paz.
El principal fue la firma en La Habana de los jefes de los equipos negociadores, Humberto
de la Calle e Iván Márquez. Y también hubo anuncios del presidente Santos y del jefe de las
Farc, Timochenko, de un cese al fuego y hostilidades definitivo, que entró a operar. El
gobierno convocó el plebiscito para el 2 de octubre y dio a conocer la pregunta que
aparecerá en el tarjetón, la misma con la que se llevó a cabo la encuesta. También se
pusieron en marcha las campañas formales por el Sí y por el No. Las primeras, atomizadas
en varias iniciativas de partidos y grupos de ciudadanos. Las segundas, concentradas en el
Centro Democrático. Durante los días en los que se llevó a cabo el trabajo de campo los
medios de comunicación hicieron una amplia cobertura de los acuerdos de La Habana, que
también salieron publicados en varios periódicos y redes sociales.
Por tratarse de una encuesta de cobertura nacional, el estudio permite observar las
diferencias entre los votantes en los centros urbanos y en las zonas rurales. Llama la
atención que en estas últimas están más decididos a ir a las urnas y con un margen más
amplio en favor de apoyar los acuerdos. La ventaja por el Sí en la zona rural es de 78 a 22
y, en la urbana, de 69 a 31. Un hallazgo significativo si se tiene en cuenta que el conflicto se
ha sentido con mayor crueldad en el campo. En las zonas más afectadas por la violencia
hay mayor apoyo a los acuerdos. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que el voto urbano
en las elecciones pesa mucho más que el rural.
La mayoría por el Sí se extiende a todas las zonas del país. En la costa Atlántica el margen
es más amplio. Las zonas oriental y suroriental presentan la menor diferencia, aunque el
triunfo del Sí, por el momento, es igualmente amplio, suficiente para concluir que la
preferencia por el Sí es significativa. Es decir, que aun si se restan y se suman los puntos
del margen de error (ver ficha técnica) sale ganador el Sí. No hay un empate técnico.
El análisis por partidos políticos ofrece algunos hallazgos de importancia. La inclusión de
una muestra con fuerte presencia rural hace que las fuerzas tradicionales salgan mejor
libradas que las más nuevas. El Partido Liberal alcanza un 22 por ciento de afiliación, el
conservador un 10 –igual que La U– y el Centro Democrático, que dirige el expresidente
Álvaro Uribe, un 9 por ciento. Todos los partidos han anunciado formalmente su apoyo al Sí,
con excepción del uribismo, y eso se refleja en la encuesta: gana en todas las
colectividades, menos el Centro Democrático. Incluso en el Partido Conservador, que
aunque se ha alineado con el apoyo a los acuerdos cuenta con jefes naturales como el
expresidente Andrés Pastrana y su excandidata presidencial Marta Lucía Ramírez, que
están en contra. Las bases de la colectividad van por el Sí en un 77 por ciento, contra un 23
por el No. En Cambio Radical, la colectividad del vicepresidente Germán Vargas Lleras –
cuya posición, recientemente hecha pública, es de apoyo al Sí pero con reservas– también
hay un margen significativo que acepta los acuerdos: 84 a 16. Y como era de esperarse,
entre las colectividades de la Unidad Nacional y entre las fuerzas de izquierda, las mayorías
están alineadas con la aprobación del plebiscito.
El estudio permite analizar el comportamiento de los votantes colombianos al día de hoy
según estratos y género. Las diferencias se mantienen en casi todas las categorías de
manera transversal, con pequeñas diferencias: la ventaja del Sí es mayor entre los hombres
(73-27) que entre las mujeres (70-30) aunque están dentro del margen de error. Por estratos
la ventaja se reduce en el grupo medio (65 versus 35) mientras que en el bajo y en el alto
las cifras son muy cercanas al promedio nacional (72 versus 28).
En cuanto a los grupos de edad, aunque también el Sí se impone en todos los segmentos,
los menores de 45 años son más escépticos. De allí hacia adelante se incrementan tanto la
decisión de ir a las urnas el 2 de octubre, como el apoyo al Sí. Mientras que entre quienes
están entre los 18 y 25 años el resultado es de 69 a 31, en los mayores de 55 años la
diferencia es mayor: 78-22 con liderazgo del Sí.
Si la intención de los votantes se inclina en forma mayoritaria y clara por el Sí, la gran
pregunta es qué tanto participarán, porque los acuerdos de paz entre el gobierno y las Farc
no solo requieren una mayoría afirmativa, sino alcanzar el 13 por ciento de quienes están
habilitados para sufragar. Según la encuesta, si el plebiscito se llevara a cabo hoy, la
votación alcanzaría ese umbral. Más de la mitad del censo electoral (53 por ciento) afirma
que acudirá a las urnas, y un 47 dice que no lo hará o que aún no sabe. Este nivel es
semejante al de las cifras de participación en otras elecciones. Incluso, en la misma
encuesta, un número aún mayor –62 por ciento– dice que siempre vota en las elecciones
presidenciales.
Es llamativo el nivel de participación que, según la encuesta, se presentaría en las zonas
rurales. Es ligeramente superior al promedio nacional, pero significativamente más alto que
en los centros urbanos con excepción de las cinco ciudades más grandes, en las que –al
igual que en los resultados reales de las elecciones normalmente– se presentan los
menores niveles de abstención.
Predecir las cifras de participación tiene algunas limitaciones. Una cosa es que una persona
encuestada, en su casa o en su teléfono, manifieste su deseo de ir a votar, y otra, muy
distinta, que lo haga. El plebiscito, además, no necesariamente se puede comparar con las
elecciones de candidatos con carne y hueso, en las que los partidos ponen a marcha todas
sus organizaciones y maquinarias para sacar al electorado. En los pocos casos en los que
ha habido convocatorias a los electores sin elecciones presidenciales, de Congreso o de
mandatarios locales –la Constituyente del 91, el referendo de 2003– la abstención ha
subido. Por eso, según la encuesta de Ipsos para la gran alianza de RCN y SEMANA, la
pregunta fundamental sobre la jornada del 2 de octubre sigue siendo si alcanzará el umbral.
Los estrategas de las campañas por el Sí tienen algunas razones adicionales para confiar,
por ahora, en la victoria. Uno de ellos es que la encuesta demuestra que el apoyo a los
acuerdos de La Habana crece en la medida en que la gente los conoce más. En general, la
pedagogía y los esfuerzos proselitistas todavía no han alcanzado una gran divulgación. Solo
un 29 por ciento considera estar muy enterado del texto mientras un 43 dice estar poco
enterado. Sin embargo, la decisión de votar es más alta entre quienes conocen el alcance
de los acuerdos y la ventaja por el Sí es superior. Todo indica que una mejor difusión de lo
pactado tiende a fortalecer el sufragio a favor. Según la encuesta, la decisión de votar es
más firme entre los que van a apoyar el proceso que entre quienes se oponen: un 80 por
ciento dice que su decisión ya es definitiva y que no va a cambiar.
En cualquier caso, una encuesta es la fotografía de un instante que, por definición, puede
modificarse. La campaña por el plebiscito es corta y los principales actos de esta aún no se
han llevado a cabo. Eso sí, la ventaja por el Sí es sólida y considerable, y los partidarios del
No solo podrían reducirla, o acabarla, cambiando las tendencias que se perciben en el
momento.
Vea la encuesta completa
•Persona natural o jurídica que la realizó: Ipsos Napoleón Franco, inscrito ante el Consejo
Nacional Electoral. •Encomendada y financiada por: Alianza de Medios, RCN Radio, RCN
Televisión, La F.m. y revista SEMANA. •Tema o temas a los que se refiere: intención de voto
para el plebiscito del 2 de octubre. •Grupo objetivo: personas mayores de 18 años, hombres
y mujeres, pertenecientes a todos los niveles socioeconómicos, habitantes de zonas
urbanas y rurales. Para las preguntas relacionadas con la intención de voto, aquellas
personas que manifiestan que definitiva o probablemente votarán. •Técnica de recolección
de datos: mezcla de entrevista personal y telefónica en hogares con cuestionario
estructurado. Se realizaron entrevistas telefónicas únicamente en estratos 4, 5 y 6 de
algunas de las ciudades, mientras que las entrevistas presenciales se hicieron para estratos
1, 2 y 3 de todas las ciudades, y para estratos 4 al 6 en algunas de ellas (según penetración
telefónica y cantidad de hogares en estos estratos). •Fecha de realización del trabajo de
campo: del 1 al 5 de septiembre de 2016. •Tamaño de la muestra: 1.526 encuestas para el
total nacional. La submuestra de personas con intención de votar es de 799 encuestas
ponderadas. •Tipo de la muestra: para las entrevistas presenciales: muestreo aleatorio
estratificado, multietápico. Para las entrevistas telefónicas: muestreo aleatorio, estratificado,
en dos etapas. •Margen de error observado: la estimación del error estándar relativo, de
acuerdo con un nivel de confiabilidad del 95 % en cuanto a indicadores con una incidencia
del 50 % (fenómeno de ocurrencia en la población del 50 %), corresponde al 3,5 % para el
total de la muestra y 4,9 % para los votantes. • Ponderación: muestra ponderada por región,
nivel socioeconómico, género, rangos de edad y nivel educativo, con base en información
del Censo Dane 2005 y sus proyecciones de población a 2016. • Área/Cubrimiento: nacional
zona urbana y rural, regiones del país: Bogotá, Caribe, Central, Oriental, Pacífica, Sur-
Oriental, se excluyen los departamentos de las regiones Orinoquia, Amazonia y la región
insular, por su baja densidad poblacional. Fueron seleccionados 54 municipios y 20 centros
poblados. Bogotá: Bogotá, Atlántica: Barranquilla, Luruaco, Talaiga Nuevo, San Alberto,
Montería, Cereté, Cotorra, Pueblo Nuevo, Riohacha, Santa Marta, Zona Bananera, San
Pedro, Dibulla. Central: Medellín, Apartadó, Gómez Plata, Itagüí, San Pedro de Urabá,
Palestina, La Tebaida, Génova, Pereira, San Andres de Cuerquia; Oriental: Somondoco,
Santana, Soracá, Madrid, S. Ant. del Tequendama, Soacha, Simijaca, Bucaramanga,
Floridablanca, Málaga, Onzaga, Topaipí, Chivor; Pacífica: Popayán, Bolívar, Puerto Tejada,
Jambaló, Ancuyá, Puerres, Tumaco, Cali, Buenaventura, El Cerrito, Yumbo, La Cumbre.
Sur-Oriental: Neiva, Garzón, Pital, Santa María, Cubarral e Ibagué. •Marco muestral: la
selección de la muestra está conformada por distintas etapas y por lo tanto el marco de
muestreo es diferente en cada una de ellas. En la primera etapa, selección de municipios, el
marco de muestreo es el listado de municipios de cada una de las regiones de estudio. En
las encuestas presenciales el marco de muestreo de la segunda etapa es el marco
cartográfico Censo Dane 2005 actualizado a 2013. En las encuestas telefónicas el marco es
la base de datos telefónica. •Estadístico: María Constanza Antelo Contreras. •Preguntas que
se realizaron: ver cuestionario anexo. •Personajes por los que se indagó: ninguno.
Las vueltas que da la vida Por María Jimena Duzán
Sin quererlo, los militares con su pedagogía han ido tumbando los grandes mitos con que el
uribismo ha querido desprestigiar lo acordado en La Habana.
María Jimena Duzán: militares explican acuerdos de La Habana María Jimena Duzán. Foto:
Guillermo Torres
Muchas cosas le sorprenden a uno por estos días en que el peso de los hechos está
cambiando nuestra historia. Una de esas es la manera clara y transparente como los
militares activos han salido a explicar los acuerdos pactados en La Habana.
Sin tapujos el general Mejía, comandante del Ejército, en una entrevista a María Isabel
Rueda le dijo que las Fuerzas Militares estaban listas para el posconflicto y que venían
preparándose desde hace más de cuatro años para cumplir su papel en el fin de la guerra.
El general Javier Flórez, quien se sentó durante un año en La Habana con Carlos Antonio
Losada –uno de los comandantes de las Farc que él tuvo en la mira por espacio de seis
años seguidos cuando se desempeñaba como comandante de la Fudra-, también nos ha
dado una lección de lo que significa el fin de la guerra.
Pese a sus innegables distancias, a sus diferencias ideológicas, logró sacar adelante el
acuerdo que crea los protocolos para el fin de la guerra -el cese al fuego y dejación de
armas-, con su enemigo histórico. Y al hacerlo demostró que las Fuerzas Armadas están
mejor preparadas para trabajar con quien fue el enemigo por 52 años que muchos sectores
de la sociedad colombiana que aún no cruzan esa frontera. Hace unas semanas, mientras el
país se debatía entre los partidarios del Sí y del No, en las sabanas del Yarí se encontraron
en un campamento de las Farc, el general Flórez y Carlos Antonio Losada con el propósito
de afinar los protocolos en torno al cese al fuego y el progresivo reagrupamiento de la
guerrilla en las zonas de concentración. Ni unos ni otros se sintieron humillados o ultrajados.
Luego de 52 años de guerra dos enemigos históricos se dieron la mano en las selvas del
Yarí y se miraron a los ojos como si ya fueran solo adversarios. Si esto no es el fin de la
guerra, no sé entonces cómo más se puede terminar un conflicto que tanto nos degradó.
(Ver fotos de la reunión en el Yarí)
Pero además, sin quererlo, los militares con su pedagogía y la forma de explicar lo acordado
han ido tumbando los grandes mitos con que el uribismo ha querido desprestigiar lo
acordado en La Habana. El expresidente Uribe ha dicho que este proceso representa un
acto de humillación inaudita con los militares porque los iguala de manera indigna con unos
terroristas. Sin embargo, el general Mejía ha dicho en los medios que ellos no se sienten ni
ultrajados ni humillados. Ha afirmado que ni la nueva doctrina militar se fraguó en La
Habana, ya que fue producto de un intenso proceso de más de cuatro años de investigación
y que lo acordado no los somete a ninguna indignidad. “Que no vayan a pensar que estos
personajes se sentaron en Cuba por voluntad. Se sentaron en Cuba porque se redujeron de
23.000 a 20.000, a 15.000 a 14.000, a 10.000 a 8.000 a 6.200 hasta que los tipos dijeron: no
va más”, nos recordó en la entrevista a María Isabel Rueda.
Si hace un año me hubieran dicho que los militares activos iban a ser los llamados a hacer
la pedagogía de lo acordado en La Habana, y que además iban a ser más convincentes a la
hora de explicar lo que en realidad significa el fin de la guerra que el expresidente César
Gaviria, Mockus o todos los movimientos de jóvenes que se han dado a la tarea de hacerlo,
habría dicho que ese era un escenario totalmente improbable.
En un país, donde históricamente las Fuerzas Militares se han opuesto a los procesos de
paz este cambio es la primera evidencia de que en efecto esta guerra se acabó. El proceso
de paz, de Betancur se hizo a espaldas de los militares porque el mismo gobierno consideró
que su oposición a cualquier intento de abrir una ventana de paz era tan grande, que era
mejor adelantarlo sin ellos. El proceso exitoso del M-19 se dio en medio del exterminio de la
UP, del asesinato de su máximo líder Carlos Pizarro y de cientos de masacres perpetradas
por un naciente ejército irregular de narcoparamilitares que patrullaba las zonas con la
bendición tácita de muchas brigadas del Ejército. Luego vino el Caguán, un proceso de paz
en el que ambos bandos se prepararon para la guerra: las Farc venían de las tomas de Mitú,
las Delicias, Patascoy, tomas hechas con columnas guerrilleras de más de 1.000 hombres,
sentían que todavía podían llegar al poder por la vía armada, y el gobierno de Pastrana que
utilizó esos años para modernizar al Ejército colombiano y montar el Plan Colombia.
Dieciséis años más tarde se logra un acuerdo con las Farc, y los militares, que conocen el
horror de la guerra, han sido los primeros en dar un ejemplo de reconciliación. Las vueltas
que da la vida.
FARC tendrán que confesar la verdad sobre los diputados del Valle Por Ángela María Giraldo Cadavid
Esa guerrilla tendrá que revelar todo para que accedan al tratamiento especial de la Justicia
del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición.
Acuerdo de paz: Confesión de las FARC sobre los diputados del Valle del Cauca Ángela
María Giraldo Cadavid.
He dedicado muchos años de mi vida tratando de descifrar los hechos que rodearon el
secuestro y asesinato de los diputados del Valle del Cauca. Años averiguando quiénes
entregaron a las FARC los planos de la Asamblea, los movimientos y agendas de los
diputados, quienes colaboraron en la planeación milimétrica de ese secuestro ejecutado con
tanta precisión, tratando de entender por qué los asesinaron, siendo ellos uno de los trofeos
más preciados de su guerra.
Por fin podré obtener respuestas a tantos interrogantes. Las FARC tendrán que revelarnos
la verdad exhaustiva, detallada y plena para que puedan acceder al tratamiento especial
previsto en el componente de Justicia del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y
No Repetición, según lo establecido en el punto 5 sobre víctimas del acuerdo final para la
terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera.
En la búsqueda de esa verdad, regresé a La Habana con mis antiguos compañeros de
sufrimiento para encarar a las FARC. Duele y duele mucho, pero no nos acobardamos,
fueron ellos quienes debieron sentir temor, les tocó contar la verdad frente a las miradas
expectantes de madres, viudas, huérfanos y hermanos de los diputados secuestrados y
asesinados por ellos.
La reunión duró poco más de cinco horas y lo que iba a ser un espacio destinado a las
FARC, lo convertimos en nuestro momento añorado por 14 años para decirles de frente todo
el repudio que despertaron en nuestro corazón. Carolina Charry, Diego Quintero, Fabiola
Perdomo, John Jairo Hoyos, Diana Echeverry, Sebastian Arismendi, Efraín Hoyos, Patricia
Nieto y yo, hablamos de manera contundente. Después de esta catarsis nos sentimos libres
de nuevo.
Iván Márquez, Pablo Catatumbo, Joaquín Gómez, Victoria Sanguino y Rodrigo Granda, no
tuvieron más opción que escuchar con resignación nuestras desgarradoras historias e
interminables reclamos para finalmente reconocer “con humildad la responsabilidad frente al
asesinato de los diputados, el episodio más vergonzoso de las FARC, que nunca debió
haber ocurrido” Jamás imaginamos nosotros, ni mucho menos ellos, posible una escena
como esa. El reconocimiento de responsabilidades por parte de las FARC está establecido
en el Acuerdo Final, como parte de la reparación a las víctimas. Pero, aún les queda
pendiente narrar toda la verdad de los hechos y pedir perdón públicamente, no sólo a los
familiares de los diputados, sino a la sociedad vallecaucana y a toda Colombia, que se
solidarizó con nuestro sufrimiento.
La Jurisdicción Especial para la Paz, otro de los componentes del Sistema, que muchos
subestiman por considerarla blanda y poco rigurosa, es en mi opinión, una de las más
severas, en razón de que gira en torno a la verdad. ¿Saben lo humillante que resultó para
las FARC confesar la verdad, a los hoy jóvenes, que siendo niños, dejaron sin padres; a los
padres que, contra natura, enterraron a sus hijos; a las viudas, que quedaron solas,
enfrentadas a la vida?
El valor de la verdad es algo que en nuestros tiempos se ha ido perdiendo pues nos hemos
acostumbrando a interpretar mentiras, especulaciones, verdades a medias. No obstante,
para las víctimas, el esclarecimiento de la verdad es fundamental en el proceso de
reparación. Es por esto que en medio de la reunión Sebastián, de 18 años, exclama “Estoy
contento porque siento que por fin hoy se hace justicia”.
La Jurisdicción Especial para la Paz se encargará de investigar, juzgar y sancionar a los
miembros de las FARC que cuenten la verdad plena sobre los hechos que rodearon los
delitos de lesa humanidad cometidos contra los diputados, reparen materialmente los daños
ocasionados y se comprometan con la no repetición. Si no lo hacen pasarán a la justicia
ordinaria en la que pagarán condenas de 15 a 20 años de cárcel.
El sufrimiento y muerte de los diputados, su capacidad de perdón y permanente anhelo de
paz, son motivos suficientes para honrar su memoria, evitando así su olvido. Por eso
acordamos con el Gobierno Nacional y las FARC los siguientes puntos:
1. En el mes de octubre las FARC deberán realizar en el Valle del Cauca, un acto
público de perdón por el asesinato de los diputados.
2. En dicho acto, las FARC deberán expresar toda la verdad en relación con la situación
del ex diputado Sigifredo López, como una medida para reivindicar su buen nombre.
3. Las FARC deberán procurar la entrega de los objetos personales de los diputados
(escritos, artesanías y otras pertenencias).
4. Las FARC deberán relatar de manera exhaustiva y pormenorizada la verdad sobre
los hechos relacionados con el secuestro, cinco años y medio de cautiverio y el
asesinato de los diputados.
5. El Gobierno Nacional deberá declarar “Héroes de la Paz” a los diputados del Valle
del Cauca secuestrados por las FARC y construir de un monumento en su honor.
Esperamos de esta manera que el Estado Colombiano y las FARC cumplan con el
compromiso de dignificar la memoria de los diputados del Valle del Cauca, se haga justicia y
se sienten las bases para que hechos como estos nunca más se repitan en Colombia.
'Decir 'no' en el plebiscito sería catastrófico': Humberto de la Calle
Negociadores del Gobierno comenzarán una gira por todo el país para "hacer pedagogía" de
acuerdos.
Por: MILAGROS LÓPEZ DE GUEREÑO | 12:16 a.m. | 26 de agosto de 2016 Miembros
del equipo negociador, de izq. a der.: Roy Barreras, Gonzalo Restrepo, Sergio Jaramillo,
Humberto de la Calle, Frank Pearl y los generales Jorge Enrique Mora Rangel y Óscar
Naranjo.
Foto: Eliana Aponte
Miembros del equipo negociador, de izq. a der.: Roy Barreras, Gonzalo Restrepo, Sergio
Jaramillo, Humberto de la Calle, Frank Pearl y los generales Jorge Enrique Mora Rangel y
Óscar Naranjo.
El cartel azul ‘Diálogos de paz, La Habana, Cuba’ que ha acompañado las comparecencias
del Gobierno y las Farc desde hace casi cuatro años fue colgado ayer por última vez en el
salón de protocolo El Laguito.
Allí, el equipo negociador dio detalles del proyecto de acuerdo final rubricado el pasado
miércoles, recordó que ambas partes mantuvieron posiciones sin ceder en puntos
importantes, aseguró que no se asignarán curules “a dedo” e invitó a los colombianos a no
abstenerse en el plebiscito del próximo 2 de octubre.
Tras su última comparecencia, los negociadores gubernamentales regresaron a Colombia
donde comenzarán una gira por todo el país para “hacer pedagogía” y explicar con palabras
sencillas el contenido del acuerdo que deberá ser refrendado en las urnas.
Encabezados por Humberto de la Calle, participaron también del último encuentro con la
prensa que durante casi 4 años ha cubierto las negociaciones Sergio Jaramillo, los
generales Jorge Mora Rangel y Óscar Naranjo, el empresario Gonzalo Restrepo, el ex alto
consejero presidencial Frank Pearl y el senador Roy Barreras.
Según De la Calle, “lo que no puede pasar es que alguien se abstenga”. Agregó que ahora
todos deben estudiar el contenido de los acuerdos que se apoyarán con “una maratón
pedagógica” para que “tomen una decisión a conciencia”.
Reiteró que los plenipotenciarios han hecho “el mejor trabajo posible y el mejor acuerdo
posible”. El jefe del equipo gubernamental insistió que ya no hay “espacio para renegociar
(…), tras cuatro años este es el momento de decidir, de hacer balance (…) es lo posible y lo
realista”.
Jaramillo invitó a “no perder de vista lo que pasa en este momento” en que “si este acuerdo
se lleva a la realidad paramos la guerra y dejan de morir personas”, y si “aceptamos los
acuerdos sentaremos las bases de una paz estable”. (Además: Comienza la carrera contra
el tiempo para el plebiscito por la paz)
Por su parte, el general Mora afirmó que en la mesa “les hemos cumplido a nuestros
soldados y policías”. Admitió que tras la firma del acuerdo final “es lógico que haya cambios
y reformas en las instituciones”, pero enfatizó que “serán desde dentro”. Sobre la posibilidad
de que guerrilleros no acaten el acuerdo, destacó que “todo el peso de la institución se
orientará hacia la disidencia de las Farc”.
El general Naranjo acotó que la Fuerza Pública ha trabajado para buscar una solución al
conflicto y que ahora ha salido “fortalecida y vigorizada”, pero aseguró que “quien quede
fuera del acuerdo recibirá todo el peso de la ley”.
Con relación a la liberación de menores, De la Calle señaló que las Farc se negaron a sacar
a los menores hasta que no esté firmado el acuerdo y recordó que el delito de reclutar niños
es uno de los que “no es amnistiable”.
Con relación a los plazos y condiciones de la reinserción, Pearl precisó que ese paso podrá
ser individual o colectivo y que habrá subsidios de salarios mínimos de hasta 24 meses para
ayudar a la reintegración de guerrilleros a la vida civil.
(Lea aquí el documento completo y definitivo del acuerdo final de paz)
El apoyo monetario está condicionado a que se estudie o se prepare para ejercer un
empleo. Una vez conseguido un trabajo remunerado se cancela el subsidio.
De la Calle insistió en que el Estado “no ha renunciado a perseguir los bienes de las Farc”.
Con relación al punto de participación política también subrayó: “Curules a dedo, no hay ni
habrá”.
Jaramillo apunto que “la guerrilla debe ir a hacer campaña” para las elecciones del 2018 y
que las 10 curules son “la red”, la “malla de protección” para que un grupo insurgente se
reincorpore a la vida social. (Además: El dinero que recibirán las Farc para la reintegración y
la política)
Respecto al regreso de ‘Simón Trinidad’ que reclaman las Farc, el jefe de la delegación
gubernamental dijo que no es tema del Gobierno de Colombia.
El equipo también destacó las diferencias entre el proceso del Caguán y el de La Habana.
Según el general Mora, “no hay punto de comparación en los dos procesos”. Dijo que “allí
(Caguán) no hubo ningún acuerdo”, mientras que “aquí se acordó que el grupo armado
desaparece y se reincorpora a través de la participación política”.
Naranjo destacó que “todos los presidentes (de Colombia) hicieron esfuerzos” y que el
resultado se debe al “acumulado histórico”. Han sido “distintos esfuerzos con distintas
metodologías”, agregó.
“Si gana el ‘no’ se ha acabado la negociación. Sería catastrófico”, repitió De la Calle. Y en
ese caso vaticinó que se necesitaría otra década para reiniciar una nueva negociación. “Las
consecuencias serían impredecibles”, concluyó.
MILAGROS LÓPEZ DE GUEREÑO
Corresponsal de EL TIEMPO
La Habana
Editorial: Nueva esperanza en Siria
Que se silencien las armas. Ya se ha regado demasiada sangre; hay dolor, muerte y
desolación
Un hombre busca plástico entre los escombros de los edificios destruidos por los
enfrentamientos en la ciudad de Alepo, Siria.
Siria, aquel martirizado país de Oriente Próximo que ha soportado en los últimos cinco años
los horrores de la guerra, amanece este lunes con una nueva esperanza de tregua acordada
por Estados Unidos y Rusia, que son los principales respaldos políticos, financieros y
militares de las partes en conflicto.
Hay expectación mundial. Pero el pueblo sirio se debate entre la incredulidad y la fe. Ya ha
visto cómo otros intentos, como el del pasado 27 de febrero, han fracasado. El hecho es que
se necesita con urgencia que se silencien las armas. Ya se ha regado demasiada sangre;
hay dolor, muerte y desolación. Pero es que allí convergen también muchos intereses, en
una lucha feroz y nada convencional entre numerosos grupos, no solo entre el despiadado
Estado Islámico y las fuerzas del presidente Bashar al Asad.
Las cifras del desastre son escalofriantes. Desde el 2011, el conflicto ha dejado 290.000
muertos y provocado el exilio de millones de personas. Se calcula que 2,4 millones son
niños, que llegan desorientados a los países vecinos, a la mano de Dios, pero sin la
protección de un mayor. Todo, porque en su país la muerte ronda por todos lados.
Según la Unicef, “no es un lugar para niños”. No, porque más de 200.000 de ellos viven en
zonas sitiadas; dos millones carecen de acceso regular a las ayudas, y hay menores
combatientes desde los siete años.
Este es un panorama infernal. Además, la guerra se degradó hace mucho. Baste decir que
la semana pasada el Observatorio Sirio de Derechos Humanos denunció que fuerzas
gubernamentales lanzaron gas cloro sobre Alepo, la ciudad más castigada. Ya hay decenas
de personas con síntomas de asfixia.
Por todo lo que allí hierve, por la población civil, por la paz de la zona, hay que cruzar los
dedos por Siria, así el opositor Ejército Libre Sirio (ELS) haya dicho que no acepta este
cese. Solo quieren que Al Asad deje el poder. Pero hay presión: países como Irán, Turquía y
la Unión Europea lo respaldan. Así que solo cabe esperar que el pulso lo ganen los
pacifistas.
El Procurador se despide diciendo mentiras Por: Roberto Vargas
Este es el momento en el que el Procurador, Alejandro Ordóñez, lee su declaración, luego
de la decisión del Consejo de Estado (Foto suministrada por la Procuraduría General de la
Nación).
Mentir desde el estrado de una
majestad como lo debe ser el
Procurador General de la Nación
debería ser un delito, porque no es
solo el hecho de que lo haga el
funcionario, sino la afectación que
puede generar en toda una nación.
Quienes conocemos a Alejandro
Ordóñez por sus actuaciones, ya
sabemos que miente, que estuvo
haciendo campaña presidencial desde
la propia Procuraduría, que dejó a un
lado su responsabilidad como el agente disciplinario del Estado y se convirtió en un
contradictor del proceso de paz, lo que acabó con su credibilidad, porque tantas mentiras
juntas no se las van a creer los colombianos bien informados.
Como Procurador debió ser un vigilante de que el Estado, sus funcionarios, el Gobierno, no
cometieran faltas disciplinarias. Esa es su función. Pero lo que hizo Ordóñez fue una
campaña total para tratar de acabar el proceso de paz, a tal punto que perdió credibilidad.
Sin embargo, entre los colombianos de a pie no se conocen esos juegos políticos y hay
quienes, creyendo de buena fe en las instituciones, no se dan cuenta de que algunos de
quienes las representan están aprovechándose de ellas.
Eso pasó con el Procurador. Aprovechó lo que más pudo para hacer política a su favor,
pensando en unas elecciones presidenciales del 2018, y en su afán por seguir la guerra.
El martes 6 de septiembre de 2016, Ordóñez salió a anunciar que demandaba una directiva
presidencial porque eso era autorizar a los funcionarios públicos a participar en política.
No voy a decir si eso es cierto o no, pero sí voy a decir que mientras Ordóñez manifestaba
eso, estaba presentando en el Consejo de Estado una recusación contra una magistrada del
Consejo de Estado para que se alargara el proceso que podría quitarle a él la investidura de
Procurador.
Con lo que no contó fue que el Consejo de Estado resolviera rápidamente esa recusación,
entró a estudiar el caso de la reelección del Procurador y anuló su reelección.
Vale la pena, entonces, analizar lo que dijo después el exprocurador Ordóñez, para que el
país vea dónde está la verdad.
La primera frase de Ordóñez, al aceptar la decisión del Consejo de Estado fue: “Se acaba
de cumplir el primer pacto de La Habana: la expulsión del Procurador”.
Falso. El primer pacto que firmaron el Gobierno y las Farc fue el de la Reforma Rural
Integral. Y nunca estuvo en la agenda el tema del Procurador. En las 297 páginas del
Acuerdo final de paz no hay una sola línea que hable de este asunto. Así que el
exprocurador Ordóñez miente.
Dice el señor Ordóñez: “Múltiples veces el Gobierno y las Farc presionaron públicamente mi
salida. Estaban ansiosos de liberarse del procurador”.
Falso. Las Farc no lo presionaron y el presidente Santos se limitó a pedirle al Consejo de
Estado que resolviera ese asunto rápido. No dijo en qué sentido. A favor o en contra del
Procurador. Solo pidió celeridad en la justicia. Lo que pedimos todos los colombianos.
“Comprendo el odio de “Timochenko” y el resentimiento de Juan Manuel Santos. He sido,
como lo ordena la Constitución, muy riguroso en el cumplimiento de mis funciones”, dice
Ordóñez.
Con esta frase quiso vender la idea de que su salida del cargo es política. Y no. Es judicial.
Porque no lo habían podido reelegir, según el Consejo de Estado.
Y desde ahí el exprocurador se despachó contra el proceso de paz y contra todo lo que no
suene a guerra, haciéndose la víctima. Y no solo eso. Asumió, como lo ha hecho siempre, el
verbo del Centro Democrático, para tratar de hacer creer que el plebiscito es ilegítimo. Es
decir, que siguió haciendo política desde el estrado del Procurador, violando las normas
legales.
No es cierto, como lo dijo, que se esté dando ‘un golpe de Estado contra la Constitución’,
porque el constituyente primario es el pueblo y este será el que decida si aprueba o no los
acuerdos de La Habana, que entre otras cosas contemplan desarrollos a través de leyes y
reformas constitucionales que se tramitarán por las vías legales y constitucionales.
Dice que lo sacaron a él para dejar al Gobierno sin control en la campaña del plebiscito.
Falso también. A él lo sacaron por las irregularidades en su reelección, por un asunto
judicial, no político. Y a Ordoñez lo reemplazará la viceprocuradora, quien puede ejercer el
control de los funcionarios en la campaña del plebiscito. Es decir que sí queda con control.
Necesitamos un Procurador que se dedique a lo que debe hacer: a defender al pueblo y a
vigilar disciplinariamente a los funcionarios del Estado, sin ningún afán presidencialista y con
el corazón y la mente puestos en el bienestar de los colombianos, no en el suyo propio.
@VargasGalvis
“Es inconcebible que Pastrana esté por el No”: Gonzalo de Francisco Gonzalo de Francisco, quien acompañó al expresidente en la puesta en marcha del proceso
del Caguán, le envió una dura carta a su exjefe para criticar su cambio de postura frente a la
paz.
Consejero de paz de Pastrana critica posición del ex presidente por el No en el plebiscito
"Pastrana Siempre nos insistió en que la paz era su mayor prioridad." Foto: Daniel Reina
Romero
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La carta de Gonzalo de Francisco al expresidente Andrés Pastrana
SEMANA: ¿Por qué decidió enviarle una carta pública a Pastrana en la que cuestiona su
actitud frente al proceso de paz?
GONZALO DE FRANCISCO: Por dos razones. Una, porque soy un convencido del daño tan
inmenso que produciría el No si llegara a triunfar. Y dos, porque fui testigo del
esfuerzo que hizo el presidente Pastrana para sacar adelante una negociación con las
Farc. Entonces, sus argumentos eran otros.
SEMANA: ¿Cuáles?
G.D.F.: Siempre nos insistió en que la paz era su mayor prioridad y por eso dejó que los
costos políticos del Caguán afectaran lo que hizo como gobernante. Durante su gobierno
hizo muchas cosas exitosas como el Plan Colombia, enfrentó la crisis económica y manejó
la crisis carcelaria. Esas cosas fueron opacadas por su insistencia en sacar adelante el
proceso con las Farc. Y ahora, cuando era el momento de reivindicar esa obsesión que tuvo
por la paz, se opone a ella con argumentos cuestionables.
SEMANA: En su carta usted afirma que durante el proceso de paz del Caguán nunca hubo
un momento de negociación. ¿A qué se refiere?
G.D.F.: Las Farc en ese entonces no estaban listas para un proceso como el que se ha
dado ahora. Como le digo al presidente Pastrana en la carta que le envié: toda su
negociación se fue en procedimientos, en la discusión de garantías y en metodología,
mientras el país sufría una ofensiva inclemente de las Farc basada en el uso indiscriminado
de cilindros bombas, y de afectación de corredores viales que los colombianos no
comprendieron ni nunca aceptaron. Ni siquiera el esfuerzo del propio presidente, de Camilo
Gómez y de Juan Gabriel Uribe como negociadores pudo cambiar esa situación. No
obstante, el presidente insistía en la importancia de encontrar una salida negociada con la
guerrilla.
SEMANA: Víctor G. Ricardo, comisionado de paz de Pastrana, respaldó el Sí. Ahora usted
como exconsejero asume una postura crítica. ¿Puede decirse que el expresidente se quedó
sin el apoyo de quienes lo acompañaron en el proceso del Caguán?
G.D.F.: Al presidente Pastrana parece no importarle ese tema. Hay algunos de sus antiguos
colaboradores que lo acompañan en su postura por el No. En mi caso creo que es una
inmensa equivocación para una persona que en su momento hizo esfuerzos tan grandes a
costa de su prestigio para lograr la paz con las Farc.
SEMANA: ¿Cómo interpreta que después de jugársela por el proceso del Caguán, ahora
Pastrana esté por el No?
G.D.F.: Para mí es un hecho incomprensible. Si la razón es que le hace oposición a Santos,
creo que la paz con las Farc debería estar por encima de ese tipo de argumentos políticos.
Lo peor es que, después de que la búsqueda de la paz fue el eje de su mandato y el así nos
lo repetía, no tiene sentido verlo aliado con Álvaro Uribe, que solo cree en la aniquilación de
las Farc. Para muchos de quienes estuvimos en su gobierno, esa imagen es impresionante.
SEMANA: Usted, que también participó en los procesos de negociación que llevaron a la
desmovilización final del M-19, EPL, PRT, Quintín Lame y Corriente de Renovación
Socialista, ¿qué opina de las críticas que el expresidente le ha hecho a la metodología de lo
acordado en La Habana?
G.D.F.: El actual proceso es un ejemplo mundial de la forma en que se debe estructurar y
negociar un conflicto armado con una guerrilla. Negar esto es tapar el sol con las manos. El
que se haya llegado a un acuerdo final es una muestra inocultable de este hecho. Es casi
imposible encontrarle una crítica a lo realizado por Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo.
Mientras el proceso durante el gobierno de Pastrana se basó en la teoría de realizar gestos
para llegar a acuerdos finales, el del presidente Santos se ha basado en la teoría de
negociar posiciones. Esto metodológicamente es más práctico cuando se negocia con una
organización como las Farc: basta con comparar las fotos del Caguán con las de La
Habana. En el Caguán, los dos equipos se sentaban mezclados, en La Habana, muy
formalmente, y hasta la última etapa, cada uno se sentó a cada lado de la mesa.
SEMANA: ¿Qué es lo que más le critica a Pastrana en su postura a favor del No?
G.D.F.: No es el estar con Álvaro Uribe, sino pasar de defender la paz a asumir una postura
egoísta porque no considera a las futuras víctimas que dejaría el conflicto armado con las
Farc si este continúa. Lo ideal era que el presidente Pastrana no hubiera pensado tanto en
lo que no se pudo hacer en el pasado porque, como le digo en la carta, los hombres de
Estado están para pensar hacia adelante.