Date post: | 25-Nov-2015 |
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M N I C A C A V A L L
L A S A B I D U R A
R E C O B R A D A F I L O S O F A CO M O T E R A P I A
Mnica Cavall nos plantea en este libro una realidad
olvidada: la filosofa no es el reducto de unos pocos. Tampoco
es, como se ha pretendido durante siglos, un conocimiento
que tenga una naturaleza oscura y deba ser expresado
mediante una jerga incomprensible. Todo lo contrario. Con
una claridad meridiana, rigor histrico y de un modo ameno,
estas pginas nos acercan a un hecho incuestionable: la
filosofa tambin ha sido, desde la antigedad, un saber
relacionado con la vida cotidiana que a todos nos concierne. Y,
lo ms importante, esta sabidura recobrada por la autora es
accesible a todo aquel que se acerque a ella sin prejuicios y
buscando la autenticidad.
En unos tiempos crticos como los actuales, en que la mayora
de las personas buscan desesperadamente un camino para
sus vidas y caen, en ocasiones, en recetas banales para la
felicidad, La sabidura recobrada, a partir del sentido comn y
de una filosofa universal al alcance de todos, nos invita a
actualizar nuestros potenciales ms profundos.
El lector tiene en sus manos una obra que le permite
reconciliarse con un conocimiento que crea perdido,
inaccesible... o que, sencillamente, ignoraba.
Mnica Cavall (Las Palmas, 1967) es doctora en Filosofa
por la Universidad Complutense de Madrid, primer premio
nacional de Terminacin de Estudios Universitarios y
mster universitario en Ciencias de las Religiones. Ha sido
profesora ayudante universitaria de Filosofa Prctica y ha
coordinado e impartido en la Universidad Complutense de
Madrid, a lo largo de varios aos, seminarios de
Introduccin filosfica al hinduismo y al budismo. Es,
actualmente, presidenta de la Asociacin Espaola para la
Prctica y el Asesoramiento Filosficos (ASEPRAF), filsofa
asesora y escritora.
Diseo de cubierta: departamento de diseo del Grupo Planeta
Imagen de cubierta: a partir de fotografas de Getty
Ahora es el momento
Contemplacin para el investigador espiritual
Cameron Alborzian
El I llo de Oro
El Hilo de Oro
Descubre el secreto para cambiar tu destino
Benigno Morilla
Otros libras de la coleccin
AHORA ES EL
MOMENTO
La sabidura recobrada
Mnica Cavall
La sabidura recobrada
Filosofa como terapia
mr ediciones
Ninguna parte de esta publicacin, incluido el diseo de la cubierta, puede
ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningn
medio, ya sea electrnico, qumico, ptico, de grabacin o de fotocopia, sin
permiso previo del editor. Todos los derechos reservados.
2002, Mnica Cavall
2006, Ediciones Martnez Roca, S.A.
Paseo de Recoletos, 4. 28001 Madrid
www.mrediciones.com
Primera edicin: enero de 2006
ISBN: 84-270-3224-2 . '
Depsito legal: M. 49.142-2005
Fotocomposicin: J.A. Diseo Editorial, S.L.
Impresin: Lvel Industria Grfica, S.A.
Impreso en Espaa - Puntea in Spain
NDICE
INTRODUCCIN ............................................................................. 13
PRIMERA PARTE LA SABIDURA
SILENCIADA
I. ACERCA DE LA UTILIDAD DE LA FILOSOFA ......................... 25
1.1. Es til la filosofa? ..................................................... 27
Qu significa utilidad? .......................................... 28
Lo utilitario (cuando algo es medio para obtener
un fin) ............................................................................ 29
La utilidad superior (cuando el medio es ya el fin) 29
1.2. Lo que promete la filosofa .......................................... 32
1.3. Las necesidades del ser y del estar ............................. 36
1.4. Filosofas del ser y del estar ......................................... 41
Cmo reconocer ambas filosofas? ........................... 43
La filosofa como sabidura ......................................... 46
II. LA FILOSOFA COMO TERAPIA ................................................ 47
2.1 Explicacin: la filosofa explica ....................................... 47
2.2. Descripcin: la ciencia describe ...................................... 48
La descripcin no es la explicacin ............................ 50
... pero toda descripcin supone una explicacin... 52
2.3. Conocimiento y transformacin: la sabidura
nos transforma ................................................................ 53
Qu significa, en profundidad, comprender? .......... 56
Toda explicacin es tan slo una seal indicadora. 60
III. EL ECLIPSE DE LA SABIDURA EN OCCIDENTE......................... 63
3.1. Dnde estn los sabios en nuestra cultura? .............. 63
3.2. Por qu se produjo el divorcio entre filosofa
y religin?........................................................................ 65
3.3. La sabidura es la filosofa imperecedera ................... 69
La historia de la sabidura no coincide con la
historia de la filosofa .................................................... 74
SEGUNDA PARTE LA FILOSOFA PERENNE
CLAVES PARA LA TRANSFORMACIN
I. EL TAO: LA FUENTE Y EL CURSO DE LA VIDA ....................... 79
1.1. El Tao visible o el rostro del Tao ................................... 81
Cuando el mundo ya no es el rostro del Tao sino
su velo ............................................................................ 84
1.2. El Tao oculto ................................................................... 89
1.3. La Vida ............................................................................ 91
La corriente nica de la Vida ....................................... 94
Un ocano nico de Inteligencia .................................. 96
Todo est vivo. Todo es Mente .................................... 100
1.4. Qu significa vivir conforme a la Naturaleza ........ 102
II. CONCETE A TI MISMO .......................................................... 109
2.1. Quines somos? Quin soy yo? ................................ 112
El yo superficial ............................................................. 114
Retomo a la Fuente ........................................................ 117
2.2. La elocuencia del Tao .................................................... 121
2.3. La Fuente de la confianza ............................................. 122
Confiar en uno mismo .................................................. 124
Hacer aquello en lo que creemos ntimamente ......... 127
Ser auto-idnticos .......................................................... 132
La trampa de la comparacin ...................................... 134
Vivir en lo desconocido ............................................... 136
Ser activos, no reactivos ................................................ 140
Lo ms ntimo es lo ms universal .............................. 142
Silencio ............................................................................ 144
2.4. Obstculos para la auto-confianza ................................ 148
III. FILOSOFA PARA DURMIENTES. FILOSOFA PARA EL DESPERTAR
153
3.1. Habitamos un mismo mundo, o hay un mundo
para cada cual? .............................................................. 153
Qu quiere decir la sabidura cuando afirma que
habitualmente soamos ............................................ 158
Cmo nuestras creencias crean nuestra realidad. 159
3.2. Ms all del pensamiento condicionado: la visin .. 163
Despertar o la decisin de ver ..................................... 166
3.3. El Testigo ......................................................................... 170
El Yo como Conciencia ................................................. 171
Naturaleza de la atencin .............................................. 178
Los frutos de la atencin ................................................ 180
3.4. Veracidad ........................................................................ 184
Vivir conscientemente .................................................. 186
La dictadura de la inteligencia ................................ 188
IV. RECOBRAR LA INOCENCIA ...................................................... 193
4.1. El gozo de ser ................................................................. 195
4.2. Ahora .............................................................................. 198
La trampa del maana ................................................. 198
La trampa del ayer ........................................................ 204
4.3. Libertad .......................................................................... 206
4.4. Aceptacin ..................................................................... 214
4.5. El camello, el len y el nio: las tres transformaciones
del espritu ..................................................................... 218
El camello ....................................................................... 219
El len .............................................................................. 221
El nio ............................................................................. 224
V. LA ARMONA INVISIBLE ........................................................... 229
5.1. El juego de los opuestos ................................................. 231
Un universo sin reposo ................................................ 240
Los opuestos son idnticos en naturaleza pero
distintos en grado .......................................................... 244
La dinmica de la alternancia ...................................... 248
5.2. La mano que sostiene el pndulo ................................ 251
La felicidad no-dual ...................................................... 255
El bien no-dual ............................................................... 262
5.3. Ser perfecto es ser completo ......................................... 270
EPLOGO .......................................................................................... 277
BIBLIOGRAFA ................................................................................ 281
A la memoria de dos entraables ejemplos de
sabidura de vida: Blanca, mi abuela, y
Alfonso, mi padre.
INTRODUCCIN
En la vida humana, el tiempo no es ms que un instante. La sustancia del ser humano cambia sin cesar, sus sentidos se degradan, su carne est sujeta a la descomposicin, su alma es turbulenta, la suerte, difcil de prever y la fama, un signo de interrogacin. En breve, su cuerpo es un arroyo fugitivo, su alma, un sueo insustancial. La vida es una guerra y el individuo, un forastero en tierra extraa. Adems, a la fama sigue el olvido. Cmo puede hallar el ser humano una manera sensata de vivir? Hay una sola respuesta: en la filosofa. Mi filosofa consiste en preservar libre de dao y de degradacin la chispa vital que hay en nuestro interior, utilizndola para trascender el placer y el dolor, actuando siempre con un propsito, evitando las mentiras y la hipocresa, sin depender de las acciones o los desaciertos ajenos. Consiste en aceptar todo lo que venga, lo que nos den, como si proviniera de una misma fuente espiritual. (Marco Aurelio)'
Parecen quedar lejos de nosotros aquellos tiempos en que la filo-
sofa tena un profundo impacto en la vida de quienes la cultivaban,
cuando era una prctica que conllevaba toda una ejercitacin
cotidiana y un estilo de vida. La palabra filosofa ha llegado a ser
sinnimo de especulacin divorciada de nuestra realidad concreta,
de pura teora, de reflexin estril, y casi hemos olvidado que du-
rante mucho tiempo fue considerada el camino por excelencia hacia
la plenitud, y una fuente inagotable de inspiracin en el complejo
camino del vivir.
Pero el rumbo discutible que con frecuencia ha seguido la filo-
sofa en nuestra cultura no puede hacernos olvidar que sta naci,
en torno al 600-400 a. C. en la antigua Grecia y paralelamente en
otros lugares, como India o China, no slo como un saber acerca
de los fundamentos de la realidad, sino tambin como un arte de
vida, como un camino para vivir en armona y para lograr el pleno
auto-desarrollo. La filosofa no era nicamente una actividad te-
rica que poda tener ciertas aplicaciones prcticas; ms an, en ella,
esta divisin entre teora y prctica, entre conocimiento y transfor-
macin propia, careca de sentido. Los filsofos de la antigedad sa-
1. Meditaciones, Libro II, 17.
ban que una mente clara y lcida era en s misma fuente de libe-
racin interior y de transformaciones profundas; y saban, a su vez,
que esta mente lcida se alimentaba del compromiso cotidiano con
el propio perfeccionamiento, es decir, de la integridad del filsofo.
Esta conviccin de que sabidura y vida son indisociables haca
de la filosofa el saber teraputico por excelencia. El trmino tera-
pia alude aqu a su funcin liberadora y sanadora: era remedio
para las dolencias del alma. Los primeros filsofos sostenan que el
conocimiento profundo de la realidad y de nosotros mismos era el
cauce por el que el ser humano poda llegar a ser plenamente hu-
mano; que el sufrimiento, en todas sus formas, era, en ltimo tr-
mino, el fruto de la ignorancia. Consideraban que la persona dotada
de un conocimiento profundo de la realidad era, al mismo tiempo,
la persona liberada, feliz, y el modelo de la plenitud del potencial
humano: el sabio.
Pero, como decamos, la filosofa fue progresivamente abando-
nando su funcin teraputica. Poco a poco, fue dejando de ser arte
de vida, para convertirse en una actividad estrictamente terica o es-
peculativa. Hoy en da se entiende por filosofa, bsicamente, una
disciplina acadmica y un tema de anlisis y reflexin; rara vez una
prctica, un sistema global de vida. Parece que ya no es preciso
ningn compromiso activo con la propia integridad para ser
filsofo y que el conocimiento filosfico ya poco tiene que ver con
una vida plena.
Recuerdo, a este respecto, que el primer da de clase de mis es-
tudios de filosofa un profesor nos dijo esbozando una media son-
risa: El que haya venido aqu esperando que estos estudios le ayu-
den a superar sus problemas o a mejorar su vida, ya puede ir aban-
donando esa pretensin. Lo peor de todo es que tena razn: el
panorama de los estudios filosficos, bsicamente abstracto, desco-
nectado de nuestras cuestiones ms inmediatas y anhelos ms vita-
les, y en el que las opiniones de los pensadores se sucedan como un
inmenso y caprichoso collage en el que la disensin pareca ser la
ley, poco contribua a darnos algo de la luz y orientacin que
nuestra supuesta candidez de nefitos reclamaba.
Qu ha pasado para que la filosofa, que fue maestra de vida por
antonomasia, a la que acudan aquellos que aspiraban a una vida
plena y feliz, haya llegado en buena medida a ser un conocimiento
inoperante, vitalmente estril, y, en ocasiones, mayor fuente de
confusin interior que de claridad, serenidad lcida, alegra y equi-
librio?
La filosofa originaria, la que era sabidura de vida, ha sido en
gran medida desplazada en nuestra cultura por una filosofa bien
distinta: la filosofa especulativa que todos conocemos. Pero,
aunque relegada y silenciada en nuestra cultura, dicha filosofa
originaria no ha muerto; ha seguido activa en Occidente,
generalmente al margen de los mbitos oficiales y acadmicos, y ha
estado profundamente viva, y lo sigue estando, en gran parte de las
culturas orientales.
Una de las ideas que propone este libro es precisamente la de
que hay, en realidad, dos filosofas cualitativamente diferenciadas,
aunque este hecho haya pasado desapercibido por estar ambas
unificadas, equvocamente, bajo una misma categora: la de la
filosofa. No hablamos simplemente de dos sistemas diversos de
pensamiento, sino de dos actividades distintas, con intenciones,
metas y presupuestos diferentes.
Una de ellas corresponde a lo que habitualmente entendemos
por filosofa en nuestra cultura actual: la filosofa especulativa
que se ensea en las aulas, la que predomina en los mbitos
acadmicos y especializados.
La otra filosofa tiene una naturaleza bien distinta y, por eso,
aunque algunas de sus expresiones han formado parte de lo que en
dichos mbitos especializados se conoce como historia de la filoso-
fa, no tiene ah su verdadero elemento. Queda desvirtuada si se la
conoce exclusivamente en el marco de una disciplina acadmica, o
en el de un manual en el que, a modo de inventario, se alinean los
sistemas de pensamiento de los distintos filsofos...
Por qu? Porque, como hemos sealado, esta segunda filosofa
la que ha permanecido fiel a su sentido originario es, ante todo,
una sabidura de vida: un conocimiento indisociable de la expe-
riencia cotidiana y que la transforma de raz, un camino de libera-
cin interior. Ms que una doctrina o una serie de doctrinas tericas
autosuficientes, es un conjunto de indicaciones operativas, de
instrucciones prcticas para adentrarnos en dicho camino. La filo-
sofa as entendida se propone inspirar ms que explicar; no nos in-
vita a poseer conocimientos, sino a acceder a la experiencia de un
nuevo estado de saber y de ser, cuyos frutos son la paz y la libertad
interior. El modelo de esta filosofa no es un sistema terico, ni un
libro, sino la persona capaz de encarnarla: el sabio, el maestro de
vida. Se trata de una sabidura que no es fruto del ingenio ni de las
disquisiciones de nadie en particular, que no es propiedad de
ningn pensador; de hecho, all donde ha estado presente, nadie se
ha sentido su propietario.
Esta ltima filosofa ha sido armnica y coherente en su esencia
y en su espritu (no necesariamente en su forma) en los distintos
lugares y tiempos. En contraste con el carcter cambiante de la
historia de la filosofa especulativa, se trata de una filosofa impe-
recedera, que no decae con las modas intelectuales, que no es des-
bancada por otras. Por ello, numerosos pensadores del siglo veinte
la han denominado filosofa perenne.
Para evitar confusiones, en un momento dado de nuestra expo-
sicin optaremos por denominar a esta ltima filosofa sabidura o
filosofa sapiencial. La filosofa en su acepcin restringida no ha de
ser confundida con la sabidura, ni el mero filsofo con el sabio. No
llamaremos sabio slo a aquel que ha alcanzado las cumbres del
conocimiento y de la virtud (rara avis) sino, ms genricamente, al
que est comprometido con lo que hemos denominado la expe-
riencia de un nuevo estado de saber y de ser, al que no confunde
sus especulaciones subjetivas con la sabidura y la visin directa
que slo esa experiencia proporciona. Los lmites entre la filosofa y
la sabidura, as entendidas, no son rgidos. Estas categoras son
slo orientadoras. As, ciertas doctrinas filosficas presentes en los
manuales de la historia de la filosofa son sabidura en el sentido
sealado. El calificativo de sabidura busca hacer ver que, si bien
estas doctrinas pueden ser objeto de la filosofa terica, no es sta la
que puede revelarlas en su verdadera dimensin.
La filosofa especulativa ha sido la exclusiva de un reducto de
especialistas; los legos difcilmente han tenido acceso a ella. La sa-
bidura, en cambio, ha sido accesible a todos. La medida del propi
amor a la verdad, y no las dificultades formales, ha sido su nica
criba. La filosofa especulativa parece haber monopolizado las
cuestiones fundamentales adems de, con frecuencia, haberlas
desvitalizado y fragmentado. Las tradiciones de sabidura, por el
contrario, sostienen que el conocimiento de lo ms importante, de
las verdades ms significativas, no es el privilegio de ningn ex-
perto o entendido, sino que est al alcance de quienes lo anhelan
con pureza, persistencia y radicalidad. A estos ltimos les es ajeno
el espritu de propietario, caracterstico de aquellos que di-
ficultan las incursiones "ajenas" en su parcela de saber / Si son po-
cos los que se adentran en la sabidura, no es por su inaccesibilidad,
sino porque es limitado el nmero de quienes la desean realmente,
porque son pocos los veraces y puros de corazn.
En las ltimas dcadas, la Psicologa ha sido la disciplina que ha
decidido tomar el relevo de las cuestiones y tareas originariamente
propias de la filosofa sapiencial pero relegadas por la filosofa
especulativa, relativas a la consecucin de una vida plena y li-
berada. Nos referimos, en concreto, a ciertos desarrollos recientes
de esta disciplina que se han erigido en claras alternativas frente a
la psicologa positivista clsica y al freudismo ortodoxo: la psicologa
humanista tambin llamada tercera fuerza y la psicologa trans-
personal. Estas nuevas vertientes de la psicologa tienen mucho de
2. Parafraseamos unas palabras de Edgard Morin, quien afirma en su obra La
mente bien ordenada: El espritu disciplinario va a convertirse en un espritu de
propietario que prohibe cualquier incursin ajena en su parcela de saber. Se sabe
que en su origen la palabra "disciplina" designaba un pequeo ltigo que serva
para autoflagelarse, permitiendo, pues, la autocrtica; en su sentido degradado, la
disciplina se convierte en un medio de flagelar a aquel que se aventura en el
dominio de las ideas que el especialista considera como propiedad suya, pp. 148
y 149.
La enorme mquina de la educacin es rgida, endurecida, coricea,
buro-cratizada. Muchos profesores estn instalados en sus costumbres y sus
soberanas disciplinarias. stos, como deca Curien, son como los lobos que orinan
para marcar su territorio y muerden a aquellos que penetran en l. Existe una
resistencia obtusa, incluso entre espritus refinados. p. 130.
filosofa de vida pues saben que las recetas y las tcnicas no
funcionan a largo plazo y que slo el conocimiento profundo de
uno mismo, arraigado en el conocimiento de nuestro lugar en el
cosmos, puede ser fuente de plenitud y de verdadera y permanente
transformacin. No piensan en trminos de salud y enfermedad
psquica, sino de crisis, conflictos y reajustes dentro del movimiento
global de la persona hacia su completa realizacin. Consideran que
esta realizacin no es algo que competa al individuo aislado, ni si-
quiera al individuo considerado en el marco de sus interacciones
sociales, sino que requiere que ste se abra a la dimensin trascen-
dente de s mismo que le pone en conexin con la totalidad de la
vida. Saben que nada es realmente conocido si no se conoce en su
contexto, y el del ser humano (el de su comportamiento, deseos,
temores, bsquedas...) es la realidad en su integridad. Creen que
una prctica psicoteraputica que no conlleve un incremento de
nuestro nivel de comprensin, de conciencia, tiene un alcance muy
limitado y es a la larga ineficaz; en otras palabras, saben que hay
una relacin ntima entre el conocimiento profundo de la realidad y
el despliegue de nuestras potencialidades. Pues bien, estas nuevas
psicologas han hallado una importante fuente de inspiracin en la
sabidura de todos los tiempos, en la filosofa perenne, como ellas
mismas reconocen. Han sabido detectar y aprovechar su inmenso
potencial para la transformacin.
Resulta significativo que, mientras desde distintas disciplinas se
est favoreciendo el renacer de la sabidura en Occidente, la filoso-
fa acadmica parezca ser uno de los mbitos ms ajenos a este re-
surgir. Ahora bien, tambin en ella hay quienes comienzan a afir-
mar que ya es hora de que la filosofa retome su funcin como maes-
tra de vida. Que ya es hora de que admita que nuestra cultura est
sedienta de dicha sabidura de vida, de un conocimiento que se
mida por sus frutos, y cansada de la esterilidad, arbitrariedad y
narcisismo de las teoras abstractas. Est tan cansada de estas
ltimas como de la futilidad de las tcnicas que prometen un
bienestar inmediato, pasando por alto el camino lento pero seguro
del conocimiento. Como est cansada de la pretensin de ciertos
grupos religiosos o ideolgicos de monopolizar todo lo relativo al
conocimiento de los medios que posibilitan el logro de nuestra
libertad interior, de su pretensin de erigirse en los intermediarios
de nuestra realizacin.
Este libro es una invitacin a conocer esa sabidura que en nues-
tra cultura ha sido en gran medida relegada de los mbitos oficiales.
Se dirige a quienes siempre han sospechado que la filosofa les sera
til, si bien, cuando han acudido a lo que habitualmente se imparte
como tal, se han sentido decepcionados o defraudados. A aquellos
que creen que la filosofa debera ser algo mucho ms relevante y
directamente concerniente a la propia vida, que lo que se ensea
corrientemente como tal. A los que tienen demasiada sed de
verdad, de realidad, de claridad en su mundo interno y en su vida,
como para disfrutar de las acrobacias mentales de cierto filosofar
de saln; en otras palabras, a quienes buscan verdades que sacien
su sed, y no simplemente que satisfagan su curiosidad. Tambin a
quienes no creen que el acceso a los conocimientos ms relevantes
los concernientes a los secretos ltimos del ser humano y de la
vida deba ser el privilegio de ciertos especialistas, ni el reducto de
los conocedores de cierta jerga. A los que, por ello, desconfan de
quienes ofrecen una filosofa que exige mentalidad y hbitos de tc-
nicos, as como conocimientos alambicados o innecesariamente os-
curecidos. A los que saben que la verdad se protege a s misma y
que no necesita, por ello, de prembulos u oscurecimientos aadi-
dos. Se dirige asimismo a quienes se han formado como especialis-
tas en un mbito particular y echan en falta un conocimiento ms
global y esencial que les aporte el horizonte que su formacin no les
ha aportado, pero temen el aura de complejidad y hermetismo que
rodea a la filosofa. Tambin a los que, interesados en su propio
auto-conocimiento y auto-mejoramiento, quieren conocer cmo la
sabidura de todos los tiempos ha abordado y cimentado estas
tareas.
Hemos estructurado este libro en dos partes.
En la primera, ahondaremos en algunas de las ideas apuntadas:
Es til la filosofa? Debe serlo? En qu sentido lo es y en qu sen-
tido no? Qu queremos decir cuando afirmamos que hay un co-
nocimiento que transforma? Qu es la filosofa perenne? Por
qu buena parte de la filosofa dej de ser sabidura? Ha
asumido histricamente la religin la funcin liberadora y sanadora
(la del cuidado de la salud del alma) que dej de tener la
filosofa? Dnde estn los sabios en nuestra cultura? Etc.
En la segunda parte, nos adentraremos en lo que hemos deno-
minado filosofa perenne. Intentaremos hacer ver cmo ciertas ideas
bsicas sostenidas por la sabidura de todos los tiempos pueden
iluminar nuestra vida cotidiana y desvelar su hondura y sus posi-
bilidades. Estas reflexiones, a la vez que servirn de introduccin a
la sabidura imperecedera, irn dando respuesta a preguntas del
tipo:
Cmo desenvolvernos en medio de la complejidad creciente del
mundo actual, sin desvincularnos de nuestro espacio interior y de
sus exigencias? Cmo entrar en contacto de modo habitual con ese
espacio, el nico que nos permite obrar con autenticidad, sim-
plicidad y lucidez? Es posible hallar la propia voz cuando la satu-
racin de informacin y de voces ajenas ha falseado nuestras nece-
sidades reales? De qu manera conservar la inocencia, la puerta
hacia la plenitud interior y hacia la sabidura, cuando parece que
todo nos invita a la astucia y a la lucha descarnada? Cabe hacer de
nuestra actividad habitual, cuando se imponen la celeridad o la
rutina, un camino de crecimiento? Cmo ser eficientes siendo a la
vez creativos, es decir, sin que la bsqueda de resultados mediatice
nuestra propia verdad y nuestra necesidad de expresin autntica?
De qu modo habitar en la complejidad y en la incertidum-bre sin
caer en la desorientacin o en la dispersin?...
Nuestras reflexiones no se impondrn como explicaciones ce-
rradas ni como recetas para la accin; buscarn slo sugerir, de
modo que el lector pueda ir encontrando y despertando sus propias
respuestas dentro de s.
La segunda parte de este libro orbitar en torno a ciertas mxi-
mas de la sabidura perenne y a las intuiciones centrales de algunos
filsofos (de filsofos sabios que han compartido la sealada
concepcin teraputica de la filosofa). Con ello buscaremos mostrar
cmo obras y autores que quiz creamos distantes o inaccesibles
pueden resultar cercanos y sugerentes; tal vez as, las barreras que
alguien pensaba que existan entre l y buena parte de la sabidura
de todos los tiempos puedan ser felizmente salvadas. Propiamente,
no explicaremos el pensamiento de esos filsofos; sencillamente,
sus palabras nos servirn de inspiracin para pensar por cuenta
propia. Al hacerlo as somos fieles al espritu de la sabidura, que no
es nunca filosofa forense: una invitacin a repetir lo que ya se
dijo, un culto a la letra muerta y al pasado.3
Nos encontraremos con referencias a la filosofa presocrtica,
muy en particular a la figura de Herclito. Al estoicismo romano
(Epic-teto, Marco Aurelio, etc.), los mejores herederos de lo que el
pensamiento griego tuvo de filosofa de vida. Haremos alusin a
pensadores que nos son ms cercanos en el tiempo y que, dentro de
la historia de la filosofa, han sido, en mayor o menor grado, emer-
gencias de la sabidura perenne, como Ralph W. Emerson, Soren
Kierkegaard, Friedrich Nietzsche, Simone Weil, etc. A sabios con-
temporneos que no han sido filsofos, como Jiddu Krishnamurti o
Albert Einstein. A la denominada mstica especulativa occidental,
representada en la figura del Maestro Eckhart. Al pensamiento
taos-ta: Lao Tse y Chuang Tzu. Al hermetismo egipcio, en el que
muchos filsofos griegos hallaron una importante fuente de
inspiracin. Al pensamiento ndico, en concreto, a las Upanishad, y a
una de las tradiciones de sabidura en ellas inspirada: el vedanta
advaita o vedan-ta de la no-dualidad (cuyo iniciador fue Shamkara, y
cuyos principales representantes contemporneos han sido Ramana
Maharshi y Nisar-gadatta Maharaj). Al budismo zen, muy en
particular, a un breve texto, el Sin-sin-ming, que es una interesante
confluencia del pensamiento budista con el no-dualismo ndico y
con el taosmo. Etc.
En todos estos pensadores y enseanzas, ms all de las dispa-
ridades individuales, culturales, geogrficas y temporales, late un
mismo espritu, un mismo tipo de vigor del que carecen las meras
explicaciones tericas, que es propio de todo aquello que es un cau-
ce de la fuerza transformadora y liberadora de la realidad, de la
verdad viva. Todos ellos son una provocacin, un desafo: ejemplos
privilegiados de la altura real que podemos alcanzar, de la riqueza
habitualmente desconocida de nuestro potencial. Nos ensean
que la lucidez, la plenitud y el gozo sereno, como estados estables,
no son una ilusin, sino nuestra naturaleza profunda: nuestra he-
rencia y nuestro destino.
3. Como afirma R. W Emerson en su ensayo The American Scholar: Los
jvenes dciles crecen en bibliotecas, creyendo que es su deber aceptar el pen-
samiento de Cicern, Locke o Bacon, y olvidan que cuando Cicern, Locke y Bacon
escribieron esos libros eran slo jvenes en bibliotecas. Essays and Lee-tures, p. 57.
PRIMERA PARTE LA SABIDURA
SILENCIADA
Hay cierta sabidura humana, que es comn a los hombres ms
grandes y a los ms pequeos y que nuestra educacin corriente
labora con frecuencia para silenciar y obstaculizar. (R. W. Emerson)*
The Over-Soul, Essays and Lectures, p. 390.
26
ACERCA DE LA UTILIDAD DE LA FILOSOFA
Qu hay, por los dioses inmortales!, ms deseable que la sabidura, ms trascendente, ms til y ms digno del hombre? Los que se entregan con ardor a su consecucin se llaman filsofos. (Cicern)1
Hace un cierto tiempo tuvo lugar en Espaa una importante pol-
mica desencadenada por las decisiones gubernamentales que busca-
ban reducir al mnimo la asignatura de filosofa en los planes de es-
tudio. Esta decisin no era ms que una entre las muchas que vean
en las asignaturas de humanidades disciplinas prescindibles en una
sociedad en la que crecientemente se requieren, se valoran y se re-
muneran, por encima de todo, los conocimientos tcnicos especia-
lizados. Puesto que pertenezco al gremio de los filsofos, tuve oca-
sin de atestiguar el escndalo que entre mis compaeros produjo,
con toda lgica, esa decisin. Pero hubo algo que me llam la aten-
cin: el que pocos filsofos, adems de indignarse justamente por el
despotismo creciente de los valores estrictamente pragmticos que
est provocando la anemia espiritual de nuestra sociedad, se pre-
guntaran en qu medida ha contribuido a este estado de cosas la
misma filosofa. En otras palabras, pocos filsofos se preguntaban:
Por qu la filosofa ha llegado a ser considerada por la mayora
como algo abiertamente intil?
Por qu ya no se acude a los filsofos ante los grandes retos y
problemas de nuestro tiempo?
1. Sobre los deberes, Libro II, 5, p. 143.
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Por qu el estudiante de secundaria que aprende la asignatura
suele afirmar que de poco le ha servido ese vertiginoso paseo por
las reflexiones de los grandes filsofos (sistemas de pensamiento
que se suceden e invalidan entre s y en los que tan slo con
dificultad puede ver alguna conexin consigo mismo y con sus
inquietudes ms ntimas)?
Por qu tantas personas piensan que la filosofa es un reino in-
accesible, lingsticamente hermtico e inabordable, del que sospe-
chan que pocas cosas relevantes pueden obtener?...
En esa decisin no slo se poda ver una seal de los tiempos y
del pragmatismo asfixiante que los caracteriza; tambin un sntoma
del estado de salud de la filosofa.
La filosofa, entendida en sentido amplio, como aquella activi-
dad por la que el hombre busca de forma lcida y reflexiva com-
prender la realidad y orientarse en ella, ha formado parte de la raz
de toda civilizacin. Todas las grandes civilizaciones se han asenta-
do, entre otros, en unos cimientos de naturaleza filosfica. Estos
proporcionaban una determinada forma de mirar la realidad y de
estar en el mundo, y daban respuesta a las cuestiones ms bsicas y
radicales, como las de quin es el ser humano y cul es su destino.
Los dems saberes y las dems artes orbitaban en torno a esta
sabidura, y era esta ltima la que defina el correcto lugar, el sen-
tido ltimo y la funcin de dichos artes y saberes.
Pero se considera actualmente a la filosofa como uno de los
ejes de nuestra cultura contempornea? Parece que no, que hace
tiempo que perdi, ante la conciencia de los occidentales, ese papel
central. La filosofa ya no impregna la vida ni la sociedad, pues se
ha relegado a los mbitos acadmicos y especializados. No estamos
en los tiempos en que los reyes o los emperadores reclamaban a los
filsofos y a los sabios para que fueran a la corte. Hoy los
gobernantes demandan especialistas en estadstica y tecncratas, no
pensadores. Pero tan grave como esto es que la misma filosofa
cierre los ojos ante este hecho y no se d cuenta de lo poco que tiene
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que decir; que no reflexione sobre por qu se ha llegado a
considerar tan irrelevante su aportacin.
La filosofa tuvo, en sus orgenes, un influjo directo en la vida
individual, social y poltica. Con el tiempo, en la misma medida en
que perda su eficiencia para la vida cotidiana, fue aislndose de la
esfera pblica, hasta el punto de que hoy en da su capacidad de in-
fluencia sobre esta ltima es prcticamente nula. Ahora bien, preci-
samente porque la filosofa constituye siempre uno de los cimientos
de toda civilizacin, no puede, sin ms, ser eliminada. Por eso,
cuando esta filosofa ya no es ampliamente reconocida y explcita,
como sucede en nuestra sociedad, lejos de desaparecer de la misma,
sigue impregnndola, pero de forma larvada. De ser consciente,
pasa a ser inconsciente. De reflexiva y critica, se convierte en
irreflexiva y acr-tica. Nos pueden dar pistas sobre cul es la
filosofa oculta de nuestro tiempo, las consignas que nuestra poca
da por supuestas, los ideales que la animan y que son
mayoritariamente asumidos, los valores individuales y colectivos
predominantes que tan bien revelan la publicidad o los medios de
comunicacin.
La filosofa no se puede suprimir; constituye el entramado ms
ntimo de la cultura. Pero cuando esto no se reconoce abiertamente,
el pensamiento pasa a ser ideologa que nos penetra de modo indi-
recto, sin darse a conocer como tal, eludiendo la crtica, es decir, de
modo impositivo. Una sociedad en que la filosofa la reflexin cr-
tica no tiene un lugar central y explcito, es siempre una sociedad
adocenada, un caldo de cultivo de toda forma de manipulacin.
1.1. Es til la filosofa?
Por qu la filosofa ha llegado a parecemos accesoria? Si la filosofa
ya no ocupa un lugar central en nuestra cultura es, en gran medida,
porque ha perdido aquello que le confera un papel vital en el
desarrollo del individuo y de la sociedad: su dimensin transfor-
madora, teraputica; en otras palabras, porque ha dejado de ser
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maestra de vida y el conocimiento filosfico ya no es aquel saber
que era, al mismo tiempo, plenitud y libertad; porque la esterilidad
de muchas de las especulaciones denominadas filosficas ha
llegado a ser demasiado manifiesta.
La supuesta esterilidad o inutilidad de la filosofa es el prin-
cipal argumento que esgrimen sus detractores y lo que les ha
llevado a considerarla un saber culturalmente prescindible. La
mayora de los filsofos y de quienes piensan que es
indispensable salvaguardar la cultura de las humanidades
consideran, por el contrario, que el valor de la filosofa, lo que le
otorga su especial dignidad, radica precisamente en que no es un
saber directamente til, en que es una actividad libre que no
precisa venderse a ningn resultado. El carcter irreconciliable de
estas posturas como pasaremos a ver es slo aparente; de
hecho, cada una de ellas otorga un sentido distinto al trmino
utilidad. Ambas posiciones han advertido una dimensin real de
la filosofa: que ha de ser til, por un lado, y que ha de ser libre,
por el otro. Su error radica en considerar que ambas dimensiones
son excluyentes.
Ha de ser til la filosofa? O no radica su dignidad
precisamente en su carcter libre, en que su valor es intrnseco y no
se deriva de los resultados que posibilita? Este dilema es una
falacia. Una falacia que ha favorecido, por una parte, que algunos
piensen que una sociedad puede prescindir, sin ms, de la filosofa,
olvidando que una cultura sin sabidura est abocada al
gregarismo, a la destruccin y al caos. Y que ha favorecido, por otra
parte, que otros cultiven una filosofa estril, una filosofa-florero,
auto-referencial y hermtica, relegada a unos pocos especialistas,
que ha ocultado su vacuidad y su infecundidad bajo el aura de una
dignidad y libertad mal entendidas. Los primeros intuyen,
acertadamente, que la filosofa ha muerto, pues ha perdido su
eficiencia; pretenden simplemente quitar del medio un cadver que
les estorba. Los segundos intuyen, tambin acertadamente, que la
verdadera filosofa, como saber libre, no puede ni debe morir.
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Qu significa utilidad?
El trmino filosofa no suele sugerir la idea de utilidad. Ambas
nociones, en principio, parecen dispares. Como veremos, esto no es
ms que un sntoma del modo en que la filosofa ha perdido su
norte y su funcin y, a su vez, de lo estrecha y banal que ha llegado
a ser nuestra concepcin de la utilidad.
El Diccionario de la lengua espaola nos dice que til es aquelio que
puede servir o aprovechar en alguna lnea, lo que produce un
resultado provechoso. Ahora bien, conviene distinguir entre dos
tipos de utilidad que denominaremos, respectivamente, utilidad ins-
trumental o extrnseca y utilidad no-instrumental o intrnseca.
Lo utilitario (cuando algo es medio para obtener un fin)
Algo es til de manera instrumental cuando es slo un medio para
lograr un fin, cuando no posee valor en s, sino en razn de los re-
sultados prcticos que posibilita y a los que se subordina. Un mapa,
por ejemplo, es til, pues nos puede ayudar a orientarnos en un te-
rritorio que desconocemos. La utilidad del mapa no es intrnseca
el objeto mapa no es til en s mismo sino extrnseca: es til
exclusivamente en funcin de algo exterior y de los resultados
utilitarios que proporciona, pues de poco sirve un mapa que no
remite a algn lugar o que est tan mal elaborado que no nos
permite ubicarnos en l. Una herramienta tambin es algo
extrnsecamente til. Un martillo no es til en tanto que tal martillo,
sino asociado a un contexto externo que lo dota de finalidad, por
ejemplo: un cuadro que queremos colgar, unos clavos y una pared.
A su vez, actividades como orientarnos consultando un mapa o
martillear son instru-mentalmente tiles pues su sentido y finalidad
no reside en ellas mismas sino en que nos permiten,
respectivamente, llegar a un determinado lugar o que un bello
cuadro cuelgue en nuestra habitacin.
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Lo que es instrumentalmente til es prescindible, canjeable por
algo que cumpla la misma funcin. Puedo prescindir del martillo y
utilizar en su lugar una piedra. Puedo prescindir de un mapa y
orientarme con una brjula o contemplando las estrellas y el curso
del sol.
Lo instrumentalmente til es lo utilitario.
La utilidad superior (cuando el medio es ya el fin)
S que la poesa es indispensable, pero no sabra decir para qu. (Jean
Cocteau)
Ordinariamente, calificamos de til, sin mas, a lo
instrumentalmente til. Pero hay otro tipo de utilidad, que
denominaremos no instrumental o intrnseca. Esta ltima es
propia de aquellas cosas, actividades o estados que son en s
misinos tiles, es decir, que no obtienen su sentido, valor y utilidad
del hecho de subordinarse a un fin distinto de dichas cosas,
actividades o estados. En lo intrnsecamente til el medio es ya el
fin y, por eso, lo que es til de este modo no es prescindible ni
canjeable. Por ejemplo: jugar, conocer, comprender (no hablamos de
adquirir conocimientos tcnicos o con miras exclusivamente
utilitarias), amar, crear, contemplar la belleza del mundo... son
actividades y estados que poseen esta forma superior de utilidad.
Dada nuestra tendencia a identificar lo til con lo utilitario,
tendemos a pensar que el trmino til no es adecuado para cali-
ficar este tipo de actividades. Pero merecen, acaso, ser calificadas
de intiles?
Pongamos un ejemplo de actividad intil. Nos cuenta la mito-
loga griega que Ssifo, fundador de Corinto, recibi un terrible cas-
tigo al descender al Hades tras su muerte. Fue condenado a arras-
trar sin descanso una inmensa roca, empujndola con todo su cuer-
po y con mprobo esfuerzo, hasta la cima de una montaa. Una vez
all, la piedra escapara de sus manos y rodara al valle, y l tendra
que descender de nuevo para recomenzar su terrible tarea; y as...
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por toda la eternidad. Aunque el mito no comenta nada al respecto,
seguramente Ssifo pregunt, tras escuchar su condena, acerca del
propsito de todo aquello. Y probablemente slo obtuvo una res-
puesta: deba hacerlo porque s. Lo terrible del castigo no
radicaba en el tremendo esfuerzo que se exiga a Ssifo, sino en la
arbitrariedad e inutilidad del mismo; fue esta inutilidad la que le
sumi en la locura y en la desesperacin.
Esta actividad abiertamente intil nada tiene que ver con las
actividades que hemos caracterizado como intrnsecamente tiles.
No cabe decir de todas ellas que son intiles, simplemente
porque tienen en comn el carecer de una finalidad utilitaria. Si
preguntamos al nio que en la playa construye y deshace castillos
de arena, por qu lo hace, probablemente conteste porque s. Este
porque s no es anlogo al del ejemplo anterior. El porque s del
nio es la expresin de que su actividad no tiene ms meta que s
misma; de que, en ella, el medio, el proceso, es ya el fin. Y all donde
el medio y el fin se identifican tiene lugar la vivencia de una profunda
sensacin de plenitud y de sentido. La actividad de Ssifo no tena una
utilidad extrnseca, pero tampoco intrnseca, pues no pudo
experimentar el proceso como algo valioso en s mismo; de aqu su
sensacin de absurdo y futilidad.
Es sabido que los nios que no dedican en su infancia mucho
tiempo al juego no maduran adecuadamente. El juego les es tan til
e imprescindible como el alimento. El nio al que se inculca una
mentalidad instrumental impropia de su edad porque la pobreza
del entorno le ha forzado al trabajo duro, porque unos padres am-
biciosos pretenden hacer de l un superdotado y le someten a un
aprendizaje estresante cuya meta es la obtencin de resultados en el
futuro, o por contagio de un entorno excesivamente serio que no
valora ni respeta su tendencia espontnea al juego no crece
adecuadamente. El nio educado para ser un superdotado, si a lo
largo de su desarrollo no tiene una sana reaccin de rebelda, pro-
bablemente llegue a ser un mediocre instruido, rgido, de perso-
2. Esta consideracin aporta nuevas luces sobre cul debera ser la naturaleza
de la educacin y de la formacin: El hombre alimenta su inteligencia por medio
de los rganos de los sentidos y aparentemente de ideas de otros hombres, y con
estos elementos forma el contenido mental propio. Pero el hecho de que a pesar de
exponer a algunos hombres ideas razonables, no se convenzan, quiere decir que,
mientras no haya en aquel hombre las sensaciones fundamentales de la idea, sta
no se dar a la conciencia. Es, pues, la sensacin lo primordial. La sensacin es el
alimento intelectual, con el cual la mente forma
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nalidad incolora, carente de genuina creatividad. El pequeo que
juega no lo hace para crecer y madurar; juega porque s. Pero
dicho juego, precisamente porque en l el medio y el fin son
indi-sociables, es el espacio en el que tiene lugar su ptimo
crecimiento y desarrollo. Ms an, tambin las actividades
orientadas a su formacin y educacin slo pueden ser plenamente
eficaces si son vivenciadas por l como un juego, como placenteras
y llenas de sentido en s mismas, y no como algo arduo y aburrido
que, segn oye, le ser de provecho en el futuro.2
1.2. Lo que promete la filosofa
La filosofa no promete al hombre conseguirle algo de lo exterior.
(Epicteto)3
Podramos decir, en una primera aproximacin, que filsofo es
aquel que se consagra desinteresadamente a la verdad; quien investiga,
a travs de una actitud interior de disponibilidad y atencin lcida,
las claves de la existencia. La actividad filosfica es desinteresada
pues quiere la verdad por ella misma, no por su posible provecho,
por sus resultados o frutos. Quiz por ello la verdad se ha
simbolizado tra-dicionalmente como una mujer desnuda, pues
nada tiene que ofrecer ms que a s misma.
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La indagacin de la verdad es un impulso acorde con nuestra
naturaleza humana e indisociable de sta, un impulso que nos dis-
tingue de otros seres animados y nos eleva sobre ellos. Todo hom-
bre ansia profundamente ver, comprender, y experimenta como una
degradacin la ignorancia y el engao. En otras palabras, todos sen-
timos que el conocimiento de la verdad es tan valioso en si mismo,
como indeseables son la ceguera y el error.
La filosofa, entendida como aquella actividad que busca encau-
zar este impulso humano hacia la verdad, no tiene, por lo tanto, una
utilidad extrnseca. Ahora bien, est lejos de ser una actividad intil
como tampoco lo son el juego, la contemplacin amorosa o
esttica, la creacin en todas sus formas.... Hemos caracterizado a
estas actividades como intrnsecamente tiles para poner de ma-
nifiesto que poseen una forma superior de utilidad, pues slo ellas
satisfacen lo que ms hondamente necesitamos: la experiencia de ser
juicios e ideas merced al mecanismo de elaboracin del entendimiento. He aqu
cmo se producen en los nios indigestiones e intoxicaciones mentales, al pre-
tender darles ideas hechas en lugar de sensaciones. Esto es como si pretendi-
semos alimentar nuestro organismo con carne humana, por aquello de que es el
alimento ms parecido a aquello que hay que nutrir [...]. [Los nios adquieren las
sensaciones bsicas que llegan a formar la idea que se trata de sugerirl con juegos,
modelados, msica, danza, gimnasia, excursiones, etc. Todo esto forma con el
tiempo las ms grandes y fundamentales ideas. Lo contrario es llenar a la mente
de conocimientos sin asimilar (erudicin) (...]. Anlogamente, el espritu no se
alimenta de "moral hecha" sino de "sensaciones que sugieren moral". El espritu se
alimenta de cario, de fraternidad, de amistades, de la contemplacin de la
naturaleza, de sensaciones musicales (que son vibraciones espirituales expresadas
en el campo de los sonidos). Todo lo que no sea esto el nico camino para que la
moral sea consciente es llegar a la intoxicacin de nuestra psiquis, ocasionada
por el cmulo de preceptos morales, que, como ocurre con el estado artrtico en el
plano fsico y con el estado erudito en el plano mental, constituye un estado
patolgico que se llama "fanatismo", que supone la captacin de una moral
expuesta por otro, pero no sentida por el sujeto. Eduardo Alfonso, La religin de
la naturaleza, pp. 33-35. 3. Disertaciones por Amano, p. 103.
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en plenitud, y la experiencia profunda del sentido de la vida, del valor
intrnseco de todo lo que es.
El ser humano slo experimenta una felicidad ntegra y realiza sa-
tisfactoriamente sus posibilidades internas de ser, en las actividades o
estados que no tienen ms meta que s mismos. Lo intrnsecamente til
no equivale a lo intil ni a lo no-prctico. Nuestras necesidades ms
profundas no las puede satisfacer nada que no se baste a s mismo,
que no tenga una razn propia para ser apetecido. Y lo que nutre
nuestro ser, puede considerarse intil?
Lo utilitario se relaciona con el tener; lo intrnsecamente til,
con el ser. As, las actividades utilitarias aumentan nuestro haber,
nuestras tenencias: a travs de ellas adquirimos todo tipo de logros,
de posesiones materiales o sutiles, y desarrollamos las habilidades
fsicas y psquicas que nuestro ego tiende a considerar tambin
como posesiones, como parte de su haber. Pero slo las actividades
valiosas per se, que no se orientan exclusivamente hacia la
obtencin futura de ciertos logros o resultados, permiten el
crecimiento de nuestra esencia; slo estas ltimas satisfacen nuestra
necesidad de ser en plenitud.
El que ama no necesita que algo exterior justifique u otorgue
sentido a su amor, pues ese estado interno es valioso en s mismo.
El que se conmueve ante la contemplacin de algo profundamente
bello, sabe que su contemplacin es un preciado tesoro; no necesita
tasadores que le confirmen el valor o la utilidad de su experiencia.
El saber (no el erudito ni el tcnico, sino el que se traduce en sa-
bidura, en lucidez, en una visin penetrante y comprensiva de la
realidad) se justifica en s mismo porque satisface un impulso
radical del ser humano. Estas actividades y estados no son intiles,
al contrario, son supremamente tiles, producen un resultado (y
til, recordemos, es aquello que produce un resultado
provechoso). Este resultado es nada menos que la realizacin humana.
No es que dichas actividades o estados sean medios o peldaos
para lograr esta realizacin o plenitud; son, sencillamente, la forma
en que esta ltima se actualiza y se expresa.
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Saber para poder, para estar al da, para dotarnos de un aura de
intelectualidad, para tener algo de qu hablar, para lograr un pues-
to de trabajo, para tener conocimientos que exhibir; amar para
comprar el amor de otros; jugar para ostentar nuestra habilidad y
nuestra superioridad; crear para demostrar algo a los dems o a
nosotros mismos; trabajar exclusivamente para ganar dinero...;
nada de esto es saber, amor, juego, creacin o trabajo genuinos. No
negamos que algunas de estas metas sean, en ocasiones, legtimas
el comercio es necesario, pero no pueden proporcionar al ser
humano la plenitud que le es propia, y nadie debe sorprenderse de
que conduzcan al hasto y a la mediocridad cuando se convierten
en el tipo de metas predominantes. Nadie debe sorprenderse tam-
poco de que la depresin sea uno de los padecimientos caracters-
ticos de nuestra civilizacin, bsicamente mercantil, astuta, vida y
utilitaria.
El ser humano tiene una profunda exigencia de sentido. El que
enfrenta su vida y sus actividades como Ssifo afrontaba
diariamente su infructuosa tarea, se sumerge en el ms profundo
vaco. Pero las actividades estrictamente utilitarias terminan
igualmente agostando el espritu humano. De hecho, quiz no sea
casual que el mito describa a Ssifo como el ms astuto de los
hombres, dado a toda clase de tretas, engaos y artificios, y que este
hombre astuto fuera condenado al sinsentido, a la actividad ms
absurda, enajenante e intil. Porque la astucia, la tendencia a
convertir todo hasta lo ms digno de ser considerado como un fin
en s mismo en algo de lo que esperamos obtener un beneficio
interesado, es un camino directo al estancamiento de nuestra
esencia, al vaco y a la enajenacin.
La filosofa como actividad Ubre. La filosofa no es til en el sentido
que ordinariamente damos a esta palabra, es decir, no es ins-
trumentalmente til; como tampoco, por ejemplo, lo es el arte (el
que se mantiene fiel a s mismo; no hablamos del mundo de los
marchantes). En otras palabras, ambas son actividades libres, pues
competen a la dimensin ms elevada del hombre: aquella que
tambin es libre, y que le dota de cierto dominio sobre los aspectos
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de s mismo y de la vida condicionados por la necesidad, por las
urgencias utilitarias de la vida.
La filosofa vendida a un fin, ya no es filosofa. Ni siquiera la fi-
losofa vendida a unas ideas es ya verdadera filosofa. La filosofa
esclava de la teologa (como se defina a s misma la filosofa
escolstica medieval) no es filosofa, es teologa. Habitualmente,
cuando los artistas se han subordinado a un fin ajeno al arte mismo,
han hecho un mal arte. El arte ideolgico, puesto al servicio de la
defensa de unas ideas, ha sido sistemticamente defraudante.
Cuando omos que algn representante de una determinada iglesia,
secta o ideologa va a dar una charla filosfica sobre alguna
cuestin, todos sabemos que no va a decir nada nuevo; sus
argumentos sern los mismos que los que repiten hasta la saciedad
aquellos que pertenecen a su grupo; como mucho, habr ciertas
variaciones formales; puede que incluso parezca elocuente y
sugerente en un principio, pues en el planteamiento de la cuestin
se permite cierta libertad; pero, finalmente, decepciona. Nos han
dado gato por liebre. Todos sospechamos que all no hay
pensamiento genuino, indagacin libre y desinteresada, sino slo
apologa disfrazada de argumentacin. Porque el verdadero
pensamiento siempre es libre. Y por eso, slo las personas
interiormente libres que no hablan en nombre de nada ni de
nadie, ni siquiera en nombre de su ego, de lo que en dichas
personas es estrictamente particular son ge-nuinos pensadores.
Como slo las personas interiormente libres son creadoras en
cualquier mbito humano.
La filosofa es una actividad libre. El arte tambin lo es. Pero que
no se vendan a un resultado extrnseco no significa que no sean tiles.
Todo lo contrario: poseen una forma superior de utilidad. Aqu pre-
cisamente radica la falacia del dilema utilidad versus libertad que
plantebamos al inicio de este captulo. Las ideologas que han visto
en ciertas expresiones gratuitas de la individualidad creadora, no
subordinadas a fines pragmticos, una manifestacin burguesa de
irresponsabilidad y falta de compromiso social, tenan una triste y
reducidsima imagen del hombre.
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1.3. Las necesidades del ser y del estar
La vida verdadera [...] no se halla tanto en las necesidades utilitarias de
las que nadie puede escapar, como en el cumplimiento de uno mismo y en la
calidad potica de la existencia. (Edgar Morin)'
Aclararemos lo dicho hasta ahora introduciendo una nueva distin-
cin. Diferenciaremos, en concreto, entre lo que denominaremos
utilidad esencial y utilidad existencial.
Es existencialmente til lo que necesitamos para nuestro existir o
nuestro estar en el mundo: desde el alimento y el vestido, hasta una
cierta cosmovisin que nos ayude a orientarnos en l. Las cosas que
son tiles para nuestro estar en el mundo son cosas que tenemos.
Tenemos alimento, dinero, ropa, casa, etc., de un modo anlogo a
como tenemos ciertas habilidades o tenemos unas creencias y
una ideologa.
Pero hay otro tipo de necesidades que no son existenciales sino
esenciales. Calificaremos de esencialmente til a todo aquello que ne-
cesitamos para alcanzar un grado ptimo de ser: lo que nos remite a
nuestra esencia ntima, fortalecindola, y nos permite llegar a ser
plenamente lo que potencialmente somos.
La satisfaccin de nuestras necesidades existenciales (de ali-
mento, seguridad, pertenencia, afecto, instruccin, etc.), se acom-
paa de lo que podramos denominar un contentamiento o alegra
existencial. Al ser cubierta alguna necesidad fisiolgica, por ejemplo,
se experimenta placer y sosiego. Quien, tras estar hambriento,
ingiere los alimentos adecuados, recibe el visto bueno de su
cuerpo a travs de una sensacin subjetiva de saciedad y bienestar.
En general, todas nuestras funciones y facultades, fsicas y
psicolgicas, tienen un correlato subjetivo de bienestar o de
malestar que nos indica cul es su nivel de satisfaccin, actuali-
zacin o desarrollo.
4. La mente bien ordenada, p. 68.
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Ahora bien, hay tambin una alegra esencial y un dolor esencial
que nos dan la medida de cul es nuestro grado de cercana o de
alejamiento con respecto a nuestro propio centro, a nuestra verdad
ntima; que nos indican cundo estamos siendo, o no, un fiel reflejo
de eso que somos en esencia y que pulsa por expresarse en
nosotros. Del mismo modo en que hay un tipo de dolor que
acompaa a la frustracin de nuestras necesidades fisiolgicas y
psicolgicas, hay tambin un dolor que es el eco de la frustracin de
nuestra necesidad de ser de forma autntica y plena.
Los dolores y alegras existenciales y los dolores y alegras esen-
ciales son cualitativamente diferentes. Hay quienes
existencialmen-te parecen tenerlo todo y no pueden rehuir una
profunda sensacin de vaco y de futilidad; algo en ellos exclama
silenciosamente: Pero es esto todo?. Por el contrario, hay
quienes, en medio de situaciones existencialmente limitadas o
incluso dolorosas, mantienen una conexin con su ser ms ntimo
que les proporciona una sensacin bsica de sentido, de serena
plenitud.
Que ambos tipos de dolor (y, paralelamente, de alegra) son cua-
litativamente diferentes se evidencia, entre otras cosas, en que las
dinmicas que permiten superar uno u otro son exactamente in-
versas.
As, el dolor existencial se solventa multiplicando nuestro haber:
aumentando nuestras posesiones materiales, ejercitando nuestras
facultades y habilidades, multiplicando nuestras tenencias
intelectuales, recibiendo afecto del exterior, adquiriendo
reconocimiento social, etc.
El dolor esencial, por el contrario, no se solventa con nada que se
pueda tener. En ocasiones, puesto que este dolor se traduce psi-
colgicamente en una sensacin de vaco, lo malinterpretamos:
creemos que se trata de un vaco relacionado con la necesidad de
cosas, experiencias, logros, etc. Pero ninguna cosa, persona,
situacin, experiencia o logro puede llenarlo, porque se trata de un
vaco de nosotros mismos.
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El vaco existencial se supera con un movimiento acumulativo o
aditivo, teniendo ms, ya sean estas tenencias groseras o sutiles.
El vaco esencial, por el contrario, slo se supera cuando aban-
donamos el impulso por tener no necesariamente en lo relativo a
la actividad exterior, pues necesitamos seguir cubriendo nuestras
necesidades existenciales, pero s en nuestra actitud bsica ante la
vida y dejamos a las cosas, a las personas y a las situaciones ser lo
que son, sin esperar que sean de ningn modo particular, sin buscar
en ellas ningn provecho o beneficio personal. Tambin cuando nos
permitimos sencillamente ser y abandonamos nuestra ansiedad por
lograr, por tener que llegar a ser esto o lo otro.
Cuando relegamos el apremio por la supervivencia, por conse-
guir, por el logro y la posesin; cuando nuestra mirada interior
abandona toda perspectiva parcial e interesada y contemplamos las
distintas realidades desligadas de su funcin utilitaria; cuando deja-
mos activamente a las cosas ser lo que son y ser como son, slo
entonces, en este espacio de libertad, todo nos revela su ser o na-
turaleza original, su verdadero rostro.
Cuando todas las cosas se contemplan con ecuanimidad, regresan a su
naturaleza original. (Sin-sin-ming, 25)
Es entonces, al recobrar esta mirada atenta y desinteresada,
cuando sentimos que nosotros al unsono con toda la realidad
tambin retornamos a nuestra genuina condicin. Nuestro ser ms
ntimo encuentra por fin su espacio: florece y se expande, a la vez
que se aquieta y ahonda en s mismo. La existencia deja de experi-
mentarse como una lucha, una carga o una bsqueda enajenada
volcada siempre en el futuro, en el lograr, en el tener, y
experimentamos el verdadero sabor de la realidad, la alegra
esencial, el simple gozo de ser. La falsa creencia de que no seremos
plenamente hasta que no seamos, hagamos o tengamos esto o lo
otro, se disipa. Descubrimos el engao. Advertimos que hemos
vivido como el mendigo que diariamente peda limosna sentado a
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la sombra de un rbol, exactamente sobre el trozo de tierra en el que
estaba enterrado el ms esplndido tesoro.
La verdad, la belleza y el bien. La contemplacin desinteresada nos
sita en el nivel esencial de la realidad y de nosotros mismos. El tes-
timonio de este contacto, del triunfo del ser sobre el tener, es siem-
pre como pasaremos a ver la experiencia de la verdad, de la be-
lleza y del bien.
De la verdad, pues todo se nos revela en su ser propio, en su
verdad ntima. Las cosas nos descubren sus secretos porque ya no
las hacemos orbitar en torno a nosotros mismos, porque ya no las
miramos a travs del filtro de nuestro particular inters: como fuen-
tes de ayuda o solucin de las propias necesidades.
De la belleza, pues descubrimos la gratuidad del mundo: que
todo sencillamente es, es decir, que todo obtiene su sentido y ple-
nitud precisamente porque no necesita ser para nada ni para nadie.
La belleza es la nica finalidad de este mundo. Como muy bien dijo Kant,
es una finalidad que no contiene ningn fin [extrnseco]. Una cosa bella no
contiene ningn bien salvo ella misma, en su totalidad, tal como se nos
muestra. Vamos a ella sin saber qu pedirle y ella nos ofrece su propia
existencia. [...] Slo la belleza no es un medio para otra cosa. Slo la belleza es
buena en s misma. (Simone Weil)'
En la experiencia de la verdad y de la belleza, nuestro yo ms
ntimo reconoce su hogar, por fin nuestra voluntad descansa, toda
inquietud cesa; estamos en casa. En este momento, cuando con-
templamos el mundo desde esta perspectiva, algo en nosotros ex-
clama silenciosamente que todo est bien (como narra el Gnesis
que exclam Yahv al finalizar su creacin: Y vio que todo ello era
bueno)- Este asentimiento profundo que procede de saber que
todo, en su ms radical intimidad, es lo que tiene que ser y est ya
5. A la espera de Dios, p. 103.
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donde tiene que estar, es la experiencia gozosa del bien.
La verdad, la belleza y el bien des-velan la realidad. Son la realidad
misma cuando sta revela su verdadero rostro, su rostro sagrado;
cuando ya no est velada por nuestras necesidades existenciales ni
condicionada por ellas (la excesiva preocupacin de vivir, que nos
hace contemplar las cosas tan slo desde el punto de vista de su
utilidad, es el velo que oculta la verdadera naturaleza de las cosas).
Lo nico que puede satisfacer nuestras necesidades esenciales son la
verdad, la belleza y el bien. En otras palabras, nuestro ser real se expresa
colmadamente slo en la contemplacin desinteresada.
[...] nunca he perseguido la comodidad o la felicidad como fines en s
mismos [...]. Los ideales que han iluminado mi camino y me han
proporcionado una y otra vez un nuevo valor para afrontar la vida ale-
gremente, han sido la Belleza, la Bondad y la Verdad [...]. Los objetivos
triviales de los esfuerzos humanos (posesiones, xito pblico, lujo) me han
parecido despreciables. (A. Einstein)*
Una vida orientada prioritariamente hacia los bienes utilitarios,
se asfixia esencialmente, aunque existencialmente parezca flore-
ciente y envidiable. Por eso, all donde los valores pragmticos tie-
nen una clara hegemona, han de estar presentes en igual medida
los medios de distraccin, de entretenimiento, que se encargarn de
ocultar y evadir el dolor esencial y el vaco interior a los que aboca
necesariamente todo ese vrtigo orientado hacia el tener. Nuestra
sociedad actual es un ejemplo ntido de esta dinmica.
Nuestro yo central slo encuentra su alimento en aquello que es
un fin en s mismo. En este sentido, la filosofa, entendida como
contemplacin desinteresada consagrada a la verdad, es m-
ximamente til. Es una de las actividades y de las actitudes que nos
permiten ser en plenitud aquellas sin las cuales todos nuesiros
logros son slo los vestidos con que cubrimos el espectro de
nosotros mismos, los ornamentos con los que adornamos nuestro 6. Mis ideas y opiniones, p. 8.
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vaco.
1.4. Filosofas del ser y del estar
La verdad, la belleza y el bien con frecuencia se confunden con sus
respectivas caricaturas. Sucede as cuando ya no se perciben en el
horizonte del ser, cuando ya no son el fruto de la contemplacin
desinteresada, y se rebajan al mbito del tener. Cuando esto ocurre,
se suele denominar amor a la verdad a lo que slo es bsqueda
de seguridad mental; amor a la belleza, a lo que slo es deseo o
vanidad (la belleza como algo que se quiere poseer o que se posee);
y bien, al mero decoro moral o a la tenencia de supuesta virtud.
Al igual que la verdad tiene su correspondiente caricatura, tam-
bin la prctica de la filosofa puede tenerla. La filosofa se degrada
siempre que se relega al plano del tener, y se subordina directa o
exclusivamente a la satisfaccin de necesidades existenciales.
As, por ejemplo, cierta filosofa considera que su funcin prio-
ritaria es la de elaborar y proporcionar mapas tericos (una cierta
cosmovisin) con los que poder desenvolvernos en el mundo. La
filosofa as entendida es algo que tenemos y que satisface dos
necesidades existenciales concretas: nuestra necesidad psicolgica
de orientacin y nuestra necesidad psicolgica de seguridad. Ello se
traduce en cierta tranquilidad emocional se alivia
provisionalmente nuestra angustia vital y en cierto
apaciguamiento y satisfaccin intelectuales.
Este tipo de filosofa, insistimos, es algo que se tiene. No afecta ni
modifica nuestro ser (aunque, eso s, puede facilitar temporalmente
nuestro estar en el mundo). Por eso, cuando decimos haber
accedido al conocimiento de este tipo de filosofa, seguimos siendo
los mismos de siempre, slo que con un nuevo mapa en nuestras
manos, y con la seguridad psicolgica que ste provisionalmente
nos proporciona.
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La filosofa estrictamente terica o especulativa, a pesar de su
desinteresada apariencia, suele pertenecer a este tipo de filosofa,
la que no rebasa el mbito del tener.
Pero la filosofa, all donde es fiel a s misma y la bsqueda de
verdad prima sobre la bsqueda de seguridad, tiene una mira ms
profunda: no la de saciar nuestra mente con ideas, proporcionn-
donos as mera seguridad psicolgica, sino la de alimentar nuestro
ser con realidad, con la verdad viva. Hay mentes muy nutridas, in-
cluso obesas, que recubren esencias esculidas. La sed de verdad no
se solventa al lograrse la saciedad intelectual; slo al que tiene ms
anhelo de seguridad que de verdad esta ltima saciedad le es
suficiente.
La filosofa genuina no se puede tener, sin ms, pues no podemos
acceder a ella sin transformarnos profundamente, sin quedar
modificados. Slo comprende las claves de la existencia quien ha
accedido a cierto estado de ser, quien se desenvuelve en un
determinado nivel de conciencia. Penetrar en los secretos de la
realidad es nicamente posible para el que ha purificado su mirada
y su personalidad, para el que ha abandonado todo inters propio,
de tal modo que su visin es limpia y desinteresada, para quien
tiene ms anhelo de verdad que de seguridad. Slo esta
autenticidad y hondura de nuestro ser posibilita la profundidad de
nuestra visin y nos abre a la experiencia de la verdad. Slo el que
est en contacto habitual con su verdad ntima, puede acceder a la
verdad ntima de las cosas, es decir, puede ser un filsofo. El que
est situado en la periferia de s mismo, no puede traspasar la
periferia de la realidad.
La verdadera filosofa no se puede simplemente tener, porque
es una funcin del ser:
El conocimiento [genuino] es una funcin del ser: slo cuando hay un
cambio en el ser del cognoscente, hay un cambio correspondiente en la
naturaleza y cuanta del conocimiento. (Aldous Huxley)7
7. La filosofa perenne, p. 7.
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Denominaremos a la filosofa que concierne a nuestro ser, la ni-
ca capaz de satisfacer nuestras necesidades esenciales (y que no ha
de ser confundida con la filosofa que se tiene, la orientada directa
y exclusivamente a la satisfaccin de ciertas necesidades exis-
tenciales, aunque stas sean tan sutiles como nuestra necesidad psi-
colgica de seguridad), filosofa esencial.
La filosofa estrictamente especulativa nos proporciona
seguridad psicolgica y cierta orientacin existencial, pero no nos
modifica. En cambio, la filosofa esencial exige, y a la vez posibilita, la
conversin de nuestra personalidad, la ampliacin de nuestro nivel
de conciencia. Su finalidad es la de favorecer, en un nico
movimiento, la capacidad de penetracin de nuestra mirada interior,
nuestra transformacin profunda y nuestra realizacin; pues somos
receptivos a la verdad slo en la medida en que somos
verdaderos. Slo en la medida en que somos nosotros mismos en
profundidad, podemos conocer las cosas tal y como son.
Obviamente, la filosofa que nutre nuestro ser tambin tiene
consecuencias existenciales, pues lo que transforma nuestra esencia
transforma toda nuestra existencia de raz. Pero aqu precisamente
est la diferencia: no la modifica en su periferia, sino desde su
misma raz. La filosofa esencial tiene siempre un alcance exis-
tencial, pero la filosofa especulativa no tiene siempre un alcance
esencial.
Cmo reconocer ambas filosofas?
Que uno de los fines de la filosofa esencial sea nuestra transfor-
macin profunda no significa que la filosofa sea un medio para lo-
grarla. Si as fuera, la filosofa ya no sera libre, pues se habra sub-
ordinado a un efecto. Lo que queremos decir es que la dedicacin
efectiva a la verdad tiene en dicha transformacin su sntoma inequvoco.
Ambas dimensiones son indisociables: a toda penetracin en el
corazn de las cosas, a toda comprensin profunda, acompaa un
ahondamiento en nosotros mismos que se traduce en una creciente
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plenitud, libertad interior y serenidad, y en una ampliacin de
nuestra conciencia. Lo segundo es el signo indiscutible de la pre-
sencia de lo primero, y viceversa.
De todo lo dicho cabe deducir que hay un criterio que nos indica
cundo la filosofa se est orientando de forma efectiva hacia la
verdad, cundo est logrando su objetivo. La seal es la siguiente: el
cambio ascendente y permanente de nuestro nivel de conciencia; una
transformacin que tiene, ms tarde o ms temprano, claros signos
y frutos: la profundidad de nuestra mirada interior, la paz, la ale-
gra esencial y la libertad. Si la actividad filosfica no va
acompaada de estos frutos, es que ah no hubo filosofa esencial,
sino un ejercicio ms o menos brillante de ajedrez intelectual.
Es importante comprender esto. Porque la filosofa, con fre-
cuencia, ha identificado su carcter libre, su no estar subordinada a
nada ni a nadie, con el hecho de carecer de toda medida valora-tiva
o criterio correctivo. Si no hay ningn criterio de verdad, todo vale.
Por qu lo que una persona piensa y sostiene va a ser menos
vlido que lo que piensa otra? En estos tiempos estamos habituados
a or hasta la saciedad expresiones del tipo: Yo lo veo as, para
m es as, etc. Todos sospechamos que esas voces no irradian la
misma autoridad, pero no nos atrevemos a afirmarlo abiertamente;
parece que no seramos tolerantes si as lo hiciramos. Algo
anlogo sucede en el mundo del arte. Los criterios, cuando los hay,
son aleatorios. Se identifica el carcter libre del arte, equvocamente,
con su carencia de todo criterio valorativo estable. Pero la filosofa
tiene un criterio de autenticidad, y el arte tambin. No se trata de
criterios externos puesto que son actividades libres sino
internos:
Una obra de arte que no logre que el contemplador maduro, sen-
sible y receptivo, abandone, por un momento, sus actitudes utilita-
rias, y se eleve a una esfera de atencin pura y desinteresada; que
no favorezca la ampliacin de su conciencia; que no le conmueva en
lo ms profundo con un movimiento no estrictamente sentimental,
sino con una emocin que va acompaada de conocimiento (de
cierta iluminacin o revelacin de algn aspecto de la realidad); que
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no le haga salir de s mismo, de la angostura de su ego, y le permita
superar la vivencia ordinaria del tiempo, etc.; una obra de arte que
no suscite todo esto en el contemplador sensible decimos no es
genuina. Las supuestas obras de arte que necesitan ir acompaadas
de un discurso intelectual para ser valoradas, que nos sorprenden,
pero no nos conmueven, que son apreciadas slo por una miona
ideolgica... no son autnticas obras de arte.
A su vez, una filosofa que no tenga un potencial transformador y li-
berador, no es una buena filosofa. Es slo apariencia de conocimiento,
pero no conocimiento real. Una filosofa que sea una fbrica de
mediocres ilustrados, y no de mejores seres humanos; de pedantes,
y no de personas veraces; de intelectuales, y no de sabios; de mala-
baristas de las palabras y de las ideas, pero no de personas capacita-
das para el silencio interior y para la visin que slo ste proporcio-
na, no es filosofa esencial. Aqu vale la expresin evanglica: Por
sus frutos los conoceris.8
Como ejemplifica con agudeza Epicteto, si queremos ver los pro-
gresos de un gimnasta, no le preguntamos por sus pesas sino por el
estado de sus msculos. Del mismo modo, si queremos saber si
alguien es un verdadero filsofo, no nos vale que nos muestre lo
que ha aprendido, su arsenal de erudicin, su tener o haber
intelectual, sino lo que ha visto por s mismo y lo que irradia su pro-
pio ser:
T, ven aqu! Mustrame tus progresos! Como si hablramos de un
atleta y al decirle: Mustrame tus hombros!, me contestara: Mira mis
pesas!. All os las compongis las piedras y t! Yo quiero ver los resultados
de las pesas. Coge el tratado sobre el impulso y mira cmo me lo he ledo!
Esclavo! No busco eso, sino cules son tus impulsos y tus repulsiones, tus
deseos y tus rechazos, cmo te aplicas a los asuntos y cmo te los propones y
cmo te preparas, si de acuerdo o en desacuerdo con la naturaleza. Y si es de
acuerdo con la naturaleza, mus-tramelo y te dir que progresas; pero si es en
desacuerdo, vete y no te limites a explicar los libros: escribe t otros similares.
(Epicteto)'
8. Evangelio de Mateo 7,16-20.
9. Op. cit., p. 68.
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La filosofa como sabidura
Lo que solemos denominar filosofa en nuestra cultura se ha
apartado tanto de aquel saber transformador y liberador,
mximamente til, que originariamente llev ese nombre que, de
cara a apuntar a este ltimo quiz convenga como sealamos en
la introduccin acudir a nuevas expresiones. Una de stas bien
puede ser la de sabidura, pues todo el mundo asocia este
trmino tanto al conocimiento profundo de la realidad como a la
evolucin hacia una vida autntica. En lo que entendemos
ordinariamente por sabidura estas dos dimensiones se
encuentran ntimamente unidas.
La disociacin entre filosofa y transformacin ha llegado a ser
tan aguda en nuestra cultura, que en lo que entendemos
habitual-mente por filosofa poco queda de sabidura, de filosofa
esencial. La crisis actual de la filosofa est causada en gran medida
por la prdida de su virtualidad transformadora; porque ha
pretendido seguir teniendo validez como camino hacia la verdad
tras desligarse de lo que constituye su sello de autenticidad y la raz
de su utilidad superior: su capacidad para posibilitar nuestro
crecimiento esencial y nuestra liberacin interior.
Lo honesto [lo ntegro o veraz] es til, y no hay nada til que
no sea honesto [...] Mas lo que propia y verdaderamente se
llama honesto se encuentra solamente en los sabios. (Cicern)10
10. Op. ext., Libro 111, 11, 13, pp. 198 y 199.
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LA FILOSOFA COMO TERAPIA
La filosofa no promete al hombre conseguirle algo de lo exterior; si no, estaa aceptando algo extrao a su propia materia. Al igual que la materia del arquitecto es la madera y la del escultor el bronce, asi la propia vida de cada uno es la materia del arte de la vida. (Epicteto)1
La filosofa se concibi a s misma originariamente sealbamos
en la introduccin, no como un mero saber abstracto y especu-
lativo en torno a la realidad sino, ante todo, como un saber tera-
putico. La filosofa era terapia en la misma medida en que en ella
eran indisociables el conocimiento y la transformacin propia.
Explicaremos con ms detenimiento qu entendemos, en este
contexto, por conocimiento y por transformacin. Antes, introduci-
remos y dilucidaremos otras dos nociones: explicacin y descripcin.2
2.1. Explicacin: la filosofa explica
Denominaremos explicacin al intento de responder, de forma ar-
gumentada o razonada, a la pregunta por qu?, siempre que esta
pregunta se oriente hacia los ltimos porqus, los que tienen cier-
ta radicalidad. Es explicacin, igualmente, el intento de responder a
la pregunta qu es (esto)?, siempre que esta pregunta no se con-
1. Disertaciones por Arriano, p. 103.
2. Damos a estos tres trminos un sentido exclusivo en este contexto diverso
del que tienen en otros mbitos y del que le puedan otorgar otros autores.
I I
tente con respuestas funcionales, descriptivas, etc., sino que busque
acceder al conocimiento de la naturaleza intrnseca de algo.
En otras palabras, la explicacin pretende dar respuesta a las pre-
guntas ltimas, las concernientes al sentido de la existencia. Nos des-
envolvemos en el dominio de la explicacin cuando planteamos o in-
tentamos responder preguntas del tipo: Por qu hay seres y no
ms bien nada? Por qu vivimos? Por qu morimos? Cul es el
sentido del sufrimiento? Es esta existencia una historia absurda
contada por un idiota, o hay algn orden implcito en todo
acontecer? Cul es la naturaleza intrnseca de lo que existe? Qu
significa que todo es? Qu significa ser? Qu es el tiempo?
Qu es conocer?...
Podemos adivinar que la explicacin tiene una ntima relacin
con la filosofa. La bsqueda de explicaciones es connatural al ser
humano, y la filosofa es la actividad que, sustentada en dicho
impulso, busca acceder a un saber profundo y ltimo acerca de la
realidad.
[...] la filosofa es una ciencia de los fundamentos. Donde las otras
ciencias se paran, donde ellas no preguntan y dan mil cosas por supuestas, all
empieza a preguntar el filsofo. Las ciencias conocen; l pregunta qu es
conocer. Los otros sientan leyes; l se pregunta qu es la ley. El hombre
ordinario habla de sentido y finalidad. El filsofo estudia qu hay que
entender por sentido y finalidad. (J. M. Bochenski)3
La explicacin tiene una estrecha conexin con la filosofa. Ahora
bien, como veremos, mientras que la filosofa especulativa se con-
tenta con buscar y elaborar explicaciones, la filosofa esencial
intenta ser mucho ms que una actividad meramente explicativa.
2.2. Descripcin: la ciencia describe
De cara a comprender la naturaleza de lo que hemos denominado
explicacin, la distinguiremos de lo que denominaremos descripcin.
3. Introduccin al pensamiento filosfico, p. 29.
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Lo propio de la descripcin es traducir a un lenguaje tcnico especfico
la estructura de un determinado objeto o proceso. Si la explicacin es
especficamente filosfica, la descripcin es la actividad caracterstica
de lo que ordinariamente denominamos ciencias. Todas las ciencias
empricas son descriptivas.
La ciencia fsica, por ejemplo, describe el funcionamiento de los
procesos energtico-materiales del mundo fsico; para ello, traduce
la estructura de dichos procesos a un determinado lenguaje: un
cierto lenguaje matemtico. La ciencia mdica, a su vez, describe el
funcionamiento de los procesos orgnicos y bioqumicos, tradu-
ciendo la estructura de dichos procesos a una jerga tcnica espec-
fica.
Es importante advertir que la descripcin cientfica est siempre
condicionada. En primer lugar, cada ciencia est condicionada por su
modo especfico de aproximacin a la realidad, por su particular
perspectiva. Siguiendo con los ejemplos anteriores, la ciencia fsica
slo tiene en cuenta aquellas dimensiones de la realidad
susceptibles de ser medidas y cuantificadas con sus instrumentos;
slo considera los aspectos del mundo fsico que pueden ser
sometidos a cierto tipo de medicin. La medicina hace otro tanto.
All donde el enamorado percibe una elocuente sonrisa que
conmueve todo su ser, la perspectiva mdica, y, ms concretamente,
la anatmica, nos hablara de una contraccin de los msculos
maxilofaciales. Pretender que esta segunda perspectiva es ms
objetiva que la primera es una falacia, pues ello supondra
absolutizar un modo de aproximacin parcial a la realidad que slo
alumbra una dimensin