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lapiz y cafe

Date post: 26-Mar-2016
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revista de relatos y libros
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SumarioEL PERSONAJEAloysius Pendergast

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DE CUENTOSLa libelula burlona

pagina 5

CINE Y LIBROLos puentes de Madison

pagina 8

EL RELATOAroma de cafe

pagina

ESCRITURA CREATIVApagina 5

PENSAMIENTOS URBANOSpagina 9

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El personajeAloysius Pendergast

Aloysius X. L. Pendergast es un perso-naje de ficción que aparece en las no-

velas de Douglas Preston y Lincoln Child.

En las novelas, Pendergast es un agen-te especial de la Oficina Federal de

Investigación de los Estados Unidos (Fe-deral Bureau of Investigation o FBI). Es muy apreciado entre sus fans por su per-sonalidad única, aprecio de la cultura y

competencia casi sobrenatural. Trabaja en la rama de Nueva Orleans, Luisiana, del FBI, pero viaja frecuentemente fuera del estado para investigar casos que le intere-san, especialmente aquellos que parecen ser obra de asesinos en serie.

El agente especial Aloysius Pendergast aparece en cinco novelas indepen-

dientes además de protagonizar su propia trilogía. A pesar de que están pensadas para ser novelas independientes, están conectadas por menciones a libros, per-sonajes y eventos anteriores. Todos estos libros fueron escritos conjuntamente por Douglas Preston y Lincoln Child.

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The Relic (1995)(La primera aparición de Pendergast) Pen-dergast investiga una serie de extraños asesinatos y rumores de una bestia asesina en el Museo de Historia Natural de Nueva York.

El relicario (1997)Pendergast vuelve a Nueva York cuando comienza una nueva serie de asesinatos muy parecidos a los del caso de la bestia del museo.

Los asesinatos de Manhattan (2002)Pendergast es arrastrado a un osario del siglo XIX, desenterrado en un solar en obras de Nueva York, y se encuentra in-vestigando una serie de asesinatos imita-dos entre sí.

Naturaleza Muerta (2003)Pendergast viaja al Kansas occidental, al pueblo agrícola casi abandonado Medici-ne Creek, para investigar una serie de bru-tales asesinatos rituales.

La mano del diablo (2004)El agente Pendergast y Vincent D’Agosta se reúnen una vez más para investigar unos asesinatos brutales de origen aparen-temente sobrenatural. Su investigación les lleva desde la Nueva York de la alta so-ciedad a la vieja Italia y al oscuro corazón de una conspiración de la antigüedad de una era.

La danza de la muerte (2005)Aloysius Pendergast se enfrenta a Dioge-

nes en un intento de detener a su diabólico hermano antes de que lleve a cabo el cri-men perfecto.

El libro de los muertos (2006)El último libro de la Trilogía de Diogenes. El libro de los muertos lo toma directa-mente donde lo deja el final de La danza de la muerte, con Diogenes Pendergast continuando con su trabajo hacia la con-clusión de su crimen maestro. La mayoría de la acción se centra alrededor de la aper-tura de la Tumba de Senef en el Museo de Historia Natural de Nueva York.

El círculo Oscuro (2007)Pendergast y Constance Greene se en-cuentran a bordo del Britannia, siguiendo la pista de un mítico artefacto robado de su santuario sagrado en el Tíbet. Pronto comienzan los succesos extraños y apare-cen cadáveres.

La danza del cementerio (2009)El inefable detective Pendergast vuelve a Nueva York. Un periodista muere acu-chillado en su piso, pero las cámaras de seguridad del edificio han registrado al asesino: se trata de un vecino que había muerto dos meses antes!

Pantano de Sangre (2010)Durante doce años Pendergast ha creído que la muerte de su esposa Helen, no fue más que un trágico accidente. Por casuali-dad vuelve a examinar el rifle que llevaba Helen y descubre que alguien había sus-tituido las balas por munición de fogueo.

Las obras de Pendergast. Una por una

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El cuentoLa libelula burlona por Ruben Loaisa

En una pequeña charca, en medio de un gran bosque de altos árboles, vi-

vían en armonía las ranas y las libélulas.Las primeras croaban todo el día mi-

rando al sol mientras se recostaban en las hojas que flotaban sobre las azules y tran-quilas aguas de la charca.

Las segundas, por su parte, volaban so-bre las flores y las plantas con su zumbido característico, ajenas al miedo de ser co-midas por las ranas quienes, por un acuer-do realizado por sus abuelos hace muchos, muchos años, decidieron tener paz con las libélulas.

Ese acuerdo se firmó una vez cuando una rana, se atragantó con un trozo de hoja y una de las libélulas que volaba cerca, la salvó de morir ahogada.

Por eso, en aquella pequeña charca, am-bas especies vivían tranquilamente como amigas.

Pero a pesar de la amistad, había una pequeña libélula muy joven, a quien le gustaba meterse con las ranas.

Se pasaba el día haciendolas rabiar. Las salpicaba cuando descansaban en la siesta, las asustaba apareciendo de golpe por de-trás, las manchaba con barro... así estaba día tras día.

Y las ranas ya estaban hartas.Por eso, una tarde, una de las ranas más

jóvenes, decidió dar una lección a la libé-lula.

La haría creer que se la comería.Se tumbó junto a un trozo de hierba

muy verde, y así pasaba desapercibida, a la espera de la llegada del insecto.

Precisamente la libélula había roto el tallo de una manzana que había caido de golpe contra el agua, asustando a las ranas más ancianas, que descansaban frente a los últimos rayos de sol.

Mientras es iba riendo agitando las alas, no reparó en que la otra rana se levantaba delante de ella y chocó contra su cuerpo.

- Esta ha sido tu última travesura- dijo

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la rana enfadada mientras miraba a la libé-lula en el suelo.

- No puedes hacerme nada- respondió burlona.

- Nadie se va a enterar- añadió la rana mientras abría su boca amenazadora.

La libélula, asustada, dio un pequeño grito, agitó sus alas rápidamente y empe-zó a volar.

La rana lanzó la lengua pegajosa tras ella, pero el insecto era listo y volaba en zig zag para esquivar los lenguetazos.

- No vas a escapar- decía la rana saltan-do detrás de ella.

- Déjame, no me comas- gritaba asusta-da la libélula.

La persecución duró un buen rato. De-jaron la orilla de la charca y pasaron unos rosales, que perdieron varios pétalos por el paso de ambos. Después llegaron a la zona de las lomas de tierra y más allá en-traron en el bosque, que era una zona pro-hibida para ambas.

La rana, pensando que ya la habñia asustado bastante, paró en seco junto a unos árboles, pero la libélula continuó vo-lando llena de miedo, con tan mala suerte que fue a estrellarse contra una telaraña que colgaba entre dos ramas.

Sorprendida, intentó zafarse de los hilos pegajosos, pero cada vez que se movía, se enredaba mucho más.

Había quedado atrapada.- ¿Estas bien?- preguntó la rana desde

el suelo, mirándola con atención.- No puedo moverme- respondió la libé-

lula- no puedo mover las alas, me he que-dado atrapada.

En ese preciso momento, de entre las hojas de una de las ramas apareció una

araña negra y peluda, con los ojos brillan-tes como espejos, que miraba atentamente a la presa que había caido en su tela.

- Mmmmm- se relamió la araña- hoy tengo merienda.

La libélula la miró y gritó de miedo, pi-diendo ayuda a la rana, quien se dio media vuelta y empezó a saltar con grandes zan-cadas en dirección a la charca.

-Tu amiga se ha ido- dijo la arañaa son-riendo malévolamente- ahora nadie te puede ayudar.

Las lágrimas empezaron a brotar de los ojos del pequeño insecto.

Mientras tanto, la pequeña rana llegó a la orilla pegando voces mientras llamaba a su padre.

Éste apareció y le preguntó que pasaba.La rana se lo explicó todo sobre el susto

que quería dar a la libélula y de cómo ha-bía caído en la tela de la araña, que estaba a punto de comersela.

El padre de la ranita llamó a las libélulas mayores en busca de ayuda.

Tenía un plan, pero debían trabajar jun-tos.

La araña estaba a punto de llegar al

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cuerpo del insecto, que de tanto moverse ya era un amasijo de seda en todo su cuer-po. Estaba inmovil del todo.

- Ya eres mía- dijo la araña abriendo la boca.

- ¡Araña!- gritó una voz muy fuerte- ¡Deja a esa libélula en paz!

- ¿Quien ha dicho eso?- preguntó la ara-ña volviéndose hacia la voz.

Allí estaba el papa rana, que venía vo-lando por el aire, mientras un grupo de libélulas le llevaban sujetos.

- Noooooo- exclamó la araña viendo lo que iba a pasar.

La rana abrió su boca y lanzó su lengua contra la libélula enganchada a la tela, dándola de lleno. Una vez que la hubo atrapado, aspiró la lengua, arrancando al insecto de las garras de la araña, quien

cayó al suelo al romperse la tela y no po-derse sujetar a nada.

El grupo de amigos se dieron la vuelta en el aire, llevando aún a la libélula en la lengua de la rana, aterrizando a salvo cer-ca del agua.

Allí la limpiaron bien y la joven, muerta de miedo por lo que la había pasado, abra-zó a sus padres.

- Perdonadme- dijo arrepentida la li-bélula- nunca volveré a meterme con las ranas.

Las ranas sonrieron y aceptaron las dis-culpas.

Y así, tras esa experiencia, la libélula aprendió que las burlas son malas y que es mejor que te quieran y tener muchos amigos, porque nunca sabes cuando los puedes necesitar.

Otras novelas de Ruben Loaisa...

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Cine y libroLos puentes de Madison

Los puentes de Madison (título ori-ginal: The Bridges of Madison

County) es una película estadounidense de 1995. Dirigida por Clint Eastwood Protagonizada por Meryl Streep, Clint Eastwood, Annie Corley, Victor Slezak y Jim Haynie en los papeles principales. Basada en el best seller del mismo nom-bre, de 1993, escrito por Robert James Waller.

Meryl Streep fue nominada al Premio Oscar 1996 a la Mejor actriz principal.

La película se sitúa en 1965. Relata la historia de Francesca (Meryl Streep), una solitaria ama de casa italiana resi-dente en Iowa, que se había casado con un soldado estadounidense y emigrado a Estados Unidos. Mientras su esposo e hijos se encuentran fuera, en la feria del Estado de Illinois, conoce y se enamora de un fotógrafo, Robert Kincaid, (Clint Eastwood), que ha llegado al condado de Madison, (Iowa) para realizar una serie fotográfica sobre los puentes cubiertos de la zona para National Geographic.

Los cuatro días que pasan juntos su-ponen para ella un giro fundamental en su vida por la relación extramatrimonial que mantiene con él, historia que refleja en un diario que sus hijos descubren des-pués de su muerte.

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Pensamientosy Poemas Urbanos

A veces es duro ser uno mismoAferrarte a unos ideales que crees justos para tí.

Luchar por ser como eressin dejarte caer ni un instante,Y aceptar que las cosas no sean lo que esperas.

¿Merece la pena no ceder?¿Es bueno o es cabezonería?

El mundo cae estrepitósamentecuando das con alguien parecido a tí.

¿Te arriesgas? ¿Cedes? ¿Luchas? ¿Te dejas llevar?Cuántas preguntas vienen Pero el corazón es más sabioy te da las pautas a seguirpero.. ¿Lo escuchamos?

Creo que hay que mirar adelantePensar en que no debes pensarMantener la mente despejadaes un trabajo que debemos transormar en hábito.

¿Porque mi corazon dice NO?¿Porque mi cabeza va en contra de lo que quiero en mi vida?El miedo puede a la razonNo puedo seguir adelante, me acoge el terror.

Lo deseo, lo anhelo, pero no puedo.Es mas el temor a lo que ya sé,que la sonrisa ante lo que aun desconozco por venir.Veo que el daño en mi corazontiene raices profundas.

Muros de metal, de piedra, hielo,cubren mi espacio vitaly no quiero avanzar.Siempre es igual, todo es lo mismo.

Busco lo imposible para no avanzares mejor un NO que ser feliz con un posible SI en su boca.

¿Porque siempre es un NO?¿Porque no puedo avanzar?No puedo, no estoy listo aun,el dolor se acumula a pesardel tiempo pasado.Maldigo a quien me rompió.

SER UNO MISMO DICIENDO NO

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Otras revistasQue destacamos

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El relatoAroma de cafe por Ruben Loaisa

El día que estaba terminando había sido largo y especialmente duro.

Lázaro quería estar al aire libre, mirar al cielo, dejar de pensar por un instante. No aguantaba en casa, las paredes se le caían encima con sólo recordar las últimas ocho horas. Era testigo en primera persona de lo que puede cambiar la vida de alguien en tan poco espacio de tiempo. Por fin comprendía el famoso dicho: “hay días que es mejor no levantarse de la cama”

Lo primero que le trajo la mañana había sido el despido. La fábrica en la que trabajaba por un mísero sueldo desde hacía seis meses, cerraba sus puertas dejando a toda la plantilla en la calle, con una mano delante y otra de-trás. Y ahora encima, a cobrar un mísero paro durante el tiempo que correspondiera, que se-rían un par de meses.

A eso le siguió la llamada de su casero, diciendo que tenía que recoger sus cosas del apartamento, pues acababa de venderlo y le daba seis días para buscarse otro lugar don-de dormir. Lógicamente, sin ahorros (¿quién puede ahorrar con unos ochocientos euros al mes?), sin nómina y sin avales, encontrar un piso es imposible en tan poco tiempo, y me-nos como este, en el que sólo pagaba trescien-tos euros al mes de alquiler.

Si su vida era ya una pesadilla desde que su pareja le abandonó por otro, hace un año más o menos, lo de hoy había sido el golpe final.

Lázaro nunca había sabido enfrentarse al

día a día, por eso, mientras estaba sentado en aquel banco del oscuro parque, decidió dejar de tener una existencia tan sombría y man-darlo todo al cubo de la basura. Sí, esa noche todo terminaría, diría adiós a la vida con una mueca burlona en su cara.

Siempre había pedido una segunda oportu-nidad, rezaba por ella, por tener un golpe de suerte que cambiara su situación para mejor.

Pero nunca llegaba. Es más, las desgracias se le iban acumulando.

Hasta hoy.Se levantó del asiento, se abrochó el abrigo

y se colocó la mochila al hombro.- Hace una bonita noche para dormirse-

susurró para sí mismo, y puso rumbo a la que todavía era su casa.

Empezaba a refrescar, pero a Lázaro le daba todo igual, no tenía prisa, total ¿para qué? Si las cosas iban a acabar esta misma noche, en apenas dos horas. ¿Pero cómo terminarían? Eso era algo que tenía que pensar fríamente.

No lo había decidido, y tampoco le impor-taba mucho. ¿Saltar de un puente? ¿Arrojarse a una vía? ¿Tomarse muchas pastillas? El fin era el mismo, así que, que más da si de esta manera o de esta otra.

La calle parecía más desierta que de cos-tumbre, pues a esta hora normalmente la gente sale cargada de los supermercados, los coches envuelven las rotondas del centro de la ciudad con sus pitidos estridentes, los jóvenes se reúnen para charlar, y los perros olisquean

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de árbol en árbol, tirando de sus dueños quie-nes hacen la vista gorda ante las deposiciones de sus mascotas.

Un poco más adelante divisó las luces del interior de una cafetería, y al acercarse llegó hasta su nariz un fino aroma de café que le hizo cerrar lo ojos.

- Nadie podría resistirse a tomar un café que huele así.

Y comprobando que llevaba suficiente di-nero encima, decidió que se daría un último capricho, una simple taza de café, para brin-dar por su vida.

Empujó la puerta del establecimiento y en-tró en la cafetería.

El frío de la calle parecía pertenecer a otro mundo ahí dentro. La suave calefacción ofre-cía una buena temperatura. Las luces estaban a medio tono, lo que acrecentaba la sensación de calidez. De frente a él, una barra con tonos rojizos mostraba algunos adornos hechos con flores secas, unos periódicos del día y peque-ñas lamparitas de porte árabe. Tras ella, multi-tud de botellas variopintas lanzaban destellos multicolores al techo debido a la iluminación. En la pared adornos hechos a mano mostraban desde complicados telares hasta finas forjas de hierro que destacaban del fondo color tie-rra de los muros.

A su izquierda había varias mesas para sen-tarse. Sólo estaban ocupadas dos de ellas. En una había una pareja joven muy acaramelada que se besaba mientras se cogían de las ma-nos y en la otra, un hombre de porte elegante y entrado en canas, leía una revista de viajes mientras degustaba lo que parecía ser un té.

Se dirigió a una de las mesas situada cerca del gran ventanal que daba a la calle, se quitó la mochila, el abrigo y se sentó.

La música que llenaba el ambiente era ins-trumental, una balada desconocida, suave y extrañamente nostálgica en la que el solista era un bandoneón acompañado de varias gui-tarras, pero no llegaba a ser un tango. Era de

ese tipo de canciones que notas su presencia aunque no prestes atención a sus compases.

Llegó a su lado una camarera. Era joven, de unos dieciocho años, morena con ojos ras-gados, muy atractiva. Le pareció que sería la clase de chica que hace que todo el mundo se gire a mirarla, cuando entra en cualquier sitio concurrido. Con una sonrisa sacó una libreta y se preparó para tomar nota.

Lázaro pidió un café.Mientras esperaba, sacó su paquete de ta-

baco y lo dejó sobre la mesa. Hizo lo miso con su mechero, un zippo de colección que se había comprado porque llevaba grabado un trébol de cuatro hojas y, cuando lo vio, se lo adjudicó como amuleto. No era supersticioso, pero tampoco decía que no a nada que sirviera para llamar a la suerte.

- Un viejo tópico que no he llegado a cum-plir. Dejar de fumar- Se dijo a sí mismo mien-tras ponía en sus labios un cigarrillo rubio y lo encendía dejando un rastro de olor a gasolina en el ambiente.

Dio una calada y exhaló el humo, que dibu-jó figuras imposibles que parecían tomar vida durante un segundo antes de desaparecer en el aire. Y en ese momento la joven le puso el café encima de la mesa.

- Que aproveche – dijo ella con una sonrisa.-Gracias, muy amable- respondió Lázaro

con una sonrisa. Y mientras la chica volvía detrás de la barra, pensó que dejaría una bue-na propina.

Abrió su mochila y dejó sobre la mesa un bolígrafo negro y un cuaderno en el que ponía apuntes de su vida cotidiana, sin llegar a ser un diario. Eran poesías, ideas para futuras co-sas, reflexiones…

El café olía de maravilla. Hacía años que nunca había disfrutado con un olor de esta manera. Fino pero recio, de grano tostado, suave, con un toque a vainilla mezclado con canela. Y al estar caliente, el aroma se espesa y vuela hacia ti como tentándote a pecar. Casi

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da pena bebérselo.Y justo, cuando tenía los ojos cerrados de-

lante de la taza, la música pareció ir desva-neciéndose hasta que todo quedó en silencio. La luz de la cafetería se fue apagando, poco a poco, hasta que sólo quedó la oscuridad.

El miedo atacó de repente a Lázaro pro-pinándole un escalofrío que recorrió todo su cuerpo. ¿Qué estaba pasando?

Al cabo de unos instantes la claridad volvía a hacer aparición. Pero lo que traía la luz era más inquietante que la propia oscuridad.

Ya no estaba en la cafetería, sino en un cuarto que le resultaba muy familiar.

Había una camita con un edredón color ma-rrón de dibujos geométricos, una gran librería repleta de cuentos, una silla, un mueble con una lamparita y en las paredes estaban clava-dos folios con dibujos hechos por un niño.

Era el cuarto donde pasó su niñez.Por un segundo no supo que decir, aquello

era tan real que tuvo miedo.Una voz sonó por el pasillo:-Vamos Lázaro, llegarás tarde al colegio-

dijo una voz femenina.-¡¡¡Ya voy mamaaaaa!!!- respondió la voz

de un niño de unos 9 años.Era él. Estaba en uno de esos mediodías

después de comer, cuando tenía que volver a las tres de la tarde a clase. De inmediato le vino el recuerdo, odiaba esas clases de la tar-de, eran aburridas, cansadas.

Se fijó un poco más en la pequeña cama donde hacía muchos años dormía, y vio los libros de texto de geografía y música, sin duda las dos asignaturas que le tocaban hoy. Y al lado, un cuaderno de tapas rojas lleno de bo-rrones y líneas.

En la tapa ponía escrito, “cuaderno de co-sas”. Era su letra.

Se sentó en la cama y abrió aquel cuader-nito, lo olió. Seguía con la costumbre de oler los libros recién abiertos, costumbre que ad-quirió de joven, cuando devoraba hasta cuatro

libros a la semana. Dentro del cuaderno vio los bocetos de superhéroes, de princesas y dragones, de detectives y ladrones. Le venían a la cabeza todos los sueños que tuvo una vez, cuando quería dedicarse a crear historias, a escribirlas, a dibujarlas, y que por causas de la vida había dejado hace mucho, viendo que sólo eran tonterías.

Los pasitos seguían oyéndose por todo el pasillo. Sin duda el pequeño Lázaro estaría peinándose en el cuarto de baño.

De repente se quedó blanco. En una de las hojas del cuaderno había una lista escrita con lápiz en la que ponía: “Cosas que quiero hacer de mallor”. Y a esto le seguía: “tener una casa, escribir cuentos, tener dinero, bestir ropa bo-nita, tener todos los tebeos del mundo y vesar a una chica que sea mi novia, con la que me casaré”.

Eran sus deseos para cuando fuera mayor. Ya los había olvidado.

Una lágrima cayó por su mejilla, porque esos deseos eran tan sencillos, que se habían vuelto inalcanzables. Si, tenía un apartamento de alquiler que en breves días tenía que aban-donar, y ya no escribía cuentos pues su ilusión se había ido hacía mucho, cuando descubrió duramente que los cuentos son para estúpi-dos. Tener dinero, no tenía, lo poco ahorrado lo consiguió a fuerza de romper con muchos sueños y coger el primer trabajo basura que había encontrado para no dormir en la calle y tener para comer. No vestía ropa bonita, es muy cara. Basta con unos vaqueros de super-mercado y cualquier camisa de saldo. No po-día permitirse más. Tener todos los tebeos del mundo. Un día tuvo varias colecciones y las vendió porque se quedaba sin dinero para co-mer. Ese fue el fin de los tebeos en su vida. Y lo último, besar a una chica, claro, ¿quién no ha besado? pero a que precio. Desde entonces ya no creía en el amor.

Y hoy, ni siquiera creía en la propia vida.Continuó leyendo. Justo debajo había una

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descripción de una chica, su pelo, sus ojos, su nariz, su manera de vestir, incluso había hecho un dibujo de ella con unas líneas mal dibujadas. Recordó que muchas veces, desde que era pequeño, soñaba con una chica y que por eso la describía tan bien.

-Vaaaamos Lázaro que tu padre se va a tra-bajar y tiene que llevarte- gritó de nuevo la madre.

-¡¡Yaaastoi!!- dijo el niño y entró en su cuarto a por los libros.

Pudo verse y el impacto fue tremendo, mi-rarse tan pequeño, con las pecas, el diente de-lantero de leche caído, el pelo a lo tazón que tanto gustaba a su madre…

El niño se paró para atarse los cordones y entonces, Lázaro se acercó a su oído y se su-surró a sí mismo:

-Nunca dejes que nada te venza. Lucha por lo que quieres, sigue escribiendo y busca a la chica del sueño. No acabes nunca como yo, sólo, amargado, triste y deseando quitarme de en medio.

Y de repente, la negra oscuridad volvió a llenarlo todo y el absoluto silencio se apoderó de sus oídos.

A su nariz le llegó de nuevo el cálido olor del café. Y se vio sentado ante la taza, en aquella cafetería, como si nada hubiera suce-dido. Incluso el cigarro que se había encen-dido justo antes de la llegada de la camarera parecía no haberse gastado.

Asustado se levantó, se puso el abrigo, dejó algo de dinero encima de la mesa y se dirigió corriendo hacia la salida, con tan mala suerte de que se tropezó de frente con una chica que en ese momento entraba para resguardarse del frío de la calle.

-Perdóname, lo siento- dijo Lázaro.- No pasa nada, ha sido culpa mía, entré sin

mirar- respondió una suave voz.Ante sus ojos estaba la chica con la que ha-

bía soñado desde pequeño. Cada facción, cada

rasgo era tal y como acababa de leer en su cuaderno de cuando iba al colegio. Hasta ella se parecía al dibujo que hizo con nueve años.

Y no supo que decir, sólo sonrió débil-mente, se giró y salió corriendo hacia la ca-lle. Una vez fuera, no pudo dar un paso más. Estaba asombrado por lo ocurrido, primero lo del café y el verse de pequeño y luego, esa chica que apareció de repente ¿casualidad? ¿Milagro? Ya era mayorcito para creer en eso, pero…

Miró a través del cristal hacia el interior y se dio cuenta de que la chica se sentaba justo donde él acaba de estar. Y ¡Oh no! Se había dejado su cuaderno de reflexiones e ideas abierto encima de la mesa.

Tenía que recuperarlo. Se armó de fuerzas y volvió a entrar en la cafetería.

La chica estaba leyendo su cuaderno y por-taba en la mano una taza de café, como la que hace unos minutos había tenido él en sus ma-nos.

Ella inspiró el aroma del café y cerró los ojos. Sólo fue un segundo, pero al abrirlos, se notaba que venía de otra parte, de otro lugar, incluso sus ojos estaban llorosos.

Durante un instante, tuvo la certeza de que le había pasado lo mismo que a él.

Lázaro había llegado al borde la mesa, no sabía que hacer o decir.

Ella levantó la mirada y mientras se secaba un débil rastro de una lágrima en su mejilla, sus ojos se clavaron en los de él. Sonriendo, la chica se levantó de su asiento mientras su boca susurraba:

-Eres tú. Eres el chico con el que tanto soñé cuando era pequeña.

Mientras se quedaron mirándose mutua-mente sin saber que decir, la oscuridad de la calle obligó al dueño de la cafetería a encen-der el cartel que anunciaba su negocio y en el que se podía leer: “Cafetería SEGUNDA OPORTUNIDAD”.

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Ejerciciode escritura

Coge tres folios y un bolígra-fo.

No pienses en lo que vas a escri-bir, sólo escribe, lo que tú quieras.

Puedes empezar diciendo que no sabes que poner, que te aburres, que no te apetece, al igual que tampoco te apetece irte a correr ahora mis-mo con el frio que hace, y que este año las temperatiras estan bajando mas y eso hace que te duelan las ar-ticulaciones. ¿Porque no habrán in-ventado nada para ese dolor? Pues seguro que poque asi los médicos irían al paro. Y hay que ver como está el apro ultimamente. ¿Irán los médicos al paro??? ¿Que pasaría si un hombre sufre un infarto y no hay médicos enla cola del inem?

Y así puedes seguir escribiendo... lo que al principio parece no tener sentido, al final acaba siendo una historia.

Deja que las palabras salgan so-las, te lleven a algún sitio o a nin-guno, eso da igual, lo importante es

escribir sin parar.Después lee lo que has puesto,

descarta lo que no te guste, anota las frases que te aporten algo en tu libreta de ideas y si no, rompelo.

Debes aprender a romper lo que escribes si no es bueno.

Hazlo cada día, y de esta manera, tendrás más soltura a la hora de es-cribir y te evitarás los bloqueos del comienzo.

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En elproximo numero

EL PERSONAJESHERLOCK HOLMES

DE CUENTOSHANAH Y LAS SEMILLAS

CINE Y LIBROTRUE BLOOD

EL LIBROFUERA DE ANTENA

LA FOTORELATADA EN UN MINUTO

PENSAMIENTOS URBANOS


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