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Las Manifestaciones Rupestres Canarias · por ello que se impone la necesidad de estudiar cuáles...

Date post: 07-Oct-2018
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1 LAS MANIFESTACIONES RUPESTRES CANARIAS: CLAVES PARA UNA COMPRENSIÓN DE SU PROCEDENCIA Renata Ana Springer Bunk E-mail: [email protected] Introducción Al iniciarse el poblamiento de las Islas Canarias, se instalan en estas tierras grupos humanos obligados a adaptarse a las condiciones naturales de su nuevo territorio, valiéndose para ello de los conocimientos adquiridos en sus lugares de origen. En este contexto, el bagaje cultural, como se define el complejo mundo de acciones sociales construidas conforme a diversas experiencias y capacidades, tendrá consecuencias directas en múltiples facetas. Para nosotros, a unos veinte siglos de distancia, estos elementos se han convertido en una valiosa parcela que nos permite descubrir algunos hechos de cómo fue la vida en el archipiélago en épocas anteriores a la conquista, pero también para identificar la procedencia de los antiguos habitantes. Un interés destacado tienen la lengua y la escritura, así como las convenciones iconográficas empleadas. Vinculadas estrechamente entre sí, han encontrado en las manifestaciones rupestres un canal de transmisión prácticamente inalterado hasta nuestros días. Por añadidura, resulta sorprendente constatar que entre los bereberes, pueblos que se identifican con los aborígenes de las islas, estas convenciones resultaron ser relativamente estables, pudiendo encontrarse imágenes de gran parecido en zonas muy distantes de su hábitat. A través de ellas es posible leer múltiples aspectos de tiempos pasados, no obstante, debemos entender dicho término en un sentido diferente y, desde luego, mucho más amplio de lo que supone el desciframiento de los mensajes escritos, puesto que se impone comprender la naturaleza de los diferentes códigos que subyacen a su comunicación y percibir las situaciones en las cuales fueron empleados. Hallándose los orígenes de nuestros grabados en determinados lugares del norte África y Sahara, solemos dirigir la mirada a estos lugares, a fin de contrastar las representaciones pictográficas que comparten rasgos similares. En consecuencia, y para situar las manifestaciones rupestres isleñas en un marco espacial y cronológico, resulta
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LAS MANIFESTACIONES RUPESTRES CANARIAS: CLAVES

PARA UNA COMPRENSIÓN DE SU PROCEDENCIA

Renata Ana Springer Bunk

E-mail: [email protected]

Introducción

Al iniciarse el poblamiento de las Islas Canarias, se instalan en estas tierras

grupos humanos obligados a adaptarse a las condiciones naturales de su nuevo

territorio, valiéndose para ello de los conocimientos adquiridos en sus lugares de origen.

En este contexto, el bagaje cultural, como se define el complejo mundo de acciones

sociales construidas conforme a diversas experiencias y capacidades, tendrá

consecuencias directas en múltiples facetas. Para nosotros, a unos veinte siglos de

distancia, estos elementos se han convertido en una valiosa parcela que nos permite

descubrir algunos hechos de cómo fue la vida en el archipiélago en épocas anteriores a

la conquista, pero también para identificar la procedencia de los antiguos habitantes.

Un interés destacado tienen la lengua y la escritura, así como las convenciones

iconográficas empleadas. Vinculadas estrechamente entre sí, han encontrado en las

manifestaciones rupestres un canal de transmisión prácticamente inalterado hasta

nuestros días. Por añadidura, resulta sorprendente constatar que entre los bereberes,

pueblos que se identifican con los aborígenes de las islas, estas convenciones resultaron

ser relativamente estables, pudiendo encontrarse imágenes de gran parecido en zonas

muy distantes de su hábitat. A través de ellas es posible leer múltiples aspectos de

tiempos pasados, no obstante, debemos entender dicho término en un sentido diferente

y, desde luego, mucho más amplio de lo que supone el desciframiento de los mensajes

escritos, puesto que se impone comprender la naturaleza de los diferentes códigos que

subyacen a su comunicación y percibir las situaciones en las cuales fueron empleados.

Hallándose los orígenes de nuestros grabados en determinados lugares del norte

África y Sahara, solemos dirigir la mirada a estos lugares, a fin de contrastar las

representaciones pictográficas que comparten rasgos similares. En consecuencia, y para

situar las manifestaciones rupestres isleñas en un marco espacial y cronológico, resulta

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necesario abarcar un amplio radio: ubicar la presencia de expresiones morfológicamente

parecidas y, al mismo tiempo, analizar cómo y cuándo éstas se generaron y cuál ha sido

la distribución en aquellas regiones tan extensas del continente africano. No se trata de

una simple comparación de los motivos entre sí y de forma aislada, sino de estudiar las

convenciones existentes en el seno de estas sociedades. En este sentido abogamos por

una investigación de la comunicación y producción simbólica en la que las

composiciones sobre las rocas se corresponden con una realización concreta, en la que

fueron seleccionados determinados elementos entre múltiples posibilidades del

potencial iconográfico, como cuando nosotros, al hablar, elegimos ciertas palabras de

un amplísimo léxico de nuestro propio lenguaje.

La investigación del arte rupestre del norte de África y Sahara cuenta ya con un

largo camino recorrido y, en relación a la secuenciación de determinados conjuntos

iconográficos en el tiempo –visibles gracias al estilo y elementos taxonómicos

predominantes en cada momento-, ha sido capaz de separar diversos grupos o periodos,

lo que nos va a servir para situar nuestras manifestaciones en un punto cronológico

determinado, como primer paso para su investigación. No sería descabellado mantener

que las imágenes del Tassili y del vecino Acacus son el exponente del primer libro de

la historia, seguido en todo caso por las de los altiplanos argelinos. Gran parte de las

pinturas y de los grabados, de tendencia figurativa y de un marcado naturalismo con

gran abundancia de detalles, ofrecen efectivamente un seguimiento de la evolución

humana, desvelando diferentes estructuras sociales y económicas desde el momento en

que los grupos humanos sobrevivían como cazadores-recolectores, mostrando cómo se

convertían después en pastores y agricultores, reflejando la incorporación de útiles e

instrumentos diversos, sus creencias, retratos de la fauna existente en unas tierras

marcadas por su transformación en un desierto. Comparativamente con estos grandes

conjuntos del arte africano, decir que las manifestaciones rupestres canarias se

corresponden con el desarrollo de uno de los capítulos de este libro, sería la síntesis más

acertada que de ellas podríamos aportar. La iconografía del ámbito bereber, a la que se

adscribe mayoritariamente la isleña, no es otra cosa que una parte de la que se ha

producido a lo largo del tiempo, de hecho, está incluida fundamentalmente en los

periodos del caballo y del camello, que constituyen las últimas etapas de un largo

recorrido en el que el hombre ha plasmado sobre la roca diversas imágenes de su vida

cotidiana y de su creación simbólica.

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El Archipiélago Canario es una región conocida fundamentalmente en razón a

los motivos geométrics, acompañados por numerosos textos alfabéticos, así como por

algunas representaciones figurativas y simbólicas, exhibiendo gran riqueza en la

variedad de estas formas. No obstante, dichas figuraciones vienen al mismo tiempo

lastradas por una escasa o nula capacidad informativa, circunstancia que exige

referentes en el espacio y el tiempo para que nosotros podamos intuir su significado. Es

por ello que se impone la necesidad de estudiar cuáles son los prototipos, al mismo

tiempo que analizar los hechos sincrónicos y diacrónicos que se presentan en los

grabados y pinturas de un ámbito cultural y, en concreto, en el bereber.

Si nos posicionamos en la escritura líbico-bereber como principal elemento

pancanario, disponemos de un referente inequívoco para su ámbito cultural y las

representaciones tan variadas del archipiélago son susceptibles de un enfoque que nos

lleva a comprobar la adscripción de los grabados a las inscripciones alfabéticas. Se sabe

que en El Hierro la escritura tiene por compañeras prácticamente inseparables a las

formas geométricas, generalmente de pequeñas dimensiones y de tendencia curvilínea,

lo mismo que en Gran Canaria, donde habría que sumar numerosos antropomorfos

esquemáticos, aunque también han sido documentados motivos incisos rectilíneos. No

obstante, las principales islas en las que se registra una asociación entre los textos y

figuraciones incisas de tendencia rectilíneas son Tenerife, La Gomera, Fuerteventura y

Lanzarote, además de las huellas de pies y sandalias, así como otra escritura

denominada “de tipo latino”, hasta el momento sólo hallada en las dos últimas. Algo

más difícil resulta pronunciarse en el caso de la Gomera, que fue la última isla en la que

se han incorporado inscripciones alfabéticas líbico-bereberes y, si bien contamos en

estas fechas con un mínimo de tres hallazgos (comunicación verbal de Juan Carlos

Hernández Marrero), siempre se trata de un tema único o absolutamente mayoritario

sobre el panel, no obstante, los grabados allí existentes comparten muchos de los rasgos

con Tenerife. En La Palma, las líneas escriturarias de la hasta ahora única estación

encontrada vienen acompañadas de nuevo por formas geométricas curvilíneas de

dimensiones reducidas: óvalo segmentado, espiral, círculos concéntricos, etc.,

tratándose de representaciones que son similares a las de Gran Canaria y El Hierro, pero

morfológicamente muy distintas a las más llamativas de la propia isla: formas

geométricas complejas de grandes dimensiones, realizadas con profundos surcos,

apreciándose en muchos de ellos un picado con posterior pulido o abrasión.

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Como podrá comprobarse, la estrecha relación entre la escritura y los demás

grabados isleños es la que convierte dicha grafía en un componente estructural

destacado que, como ya mencionamos, hay que ver como indicador cronológico y

cultural, además de cómo elemento unificador para la mayor parte de las

manifestaciones isleñas entre sí. Teniendo en cuenta además que no ha podido

demostrarse la introducción de testimonios que podrían tener su origen en otros pueblos,

es por lo que disponemos de una base sólida para hablar de una asociación entre los

componentes mencionados, vinculados con toda probabilidad a una relativa estabilidad

poblacional en la época anterior a la conquista.

La investigación del arte rupestre del Sahara y del Norte de África; un repaso

obligatorio

Como en toda investigación, la del arte rupestre se nutre forzosamente de los

trabajos que han sido realizados con anterioridad y de los resultados obtenidos en ellos.

Para las Islas Canarias, ello significa que, aunque las aportaciones habidas en el tema de

las pinturas y grabados del Sahara y Norte de África pueden sonar a lejanos, no es

menos cierto, que necesitamos acudir a ellas, ya que inciden directamente sobre

nuestras manifestaciones rupestres. En relación a un marco cronológico, no podemos

pasar por alto los indicadores existentes para los primeros momentos de las

inscripciones rupestres y de los grabados asociados a ellos.

Hemos considerado conveniente extendernos a lugares distantes de nuestras islas

y comenzar con las pinturas del Sahara Central, en concreto, las del Tassili, Acacus, y

los grabados de los altiplanos argelinos, lo que se justifica no solamente por los

numerosos estudios que existen sobre ellos, sino además, porque es de interés examinar

los elementos que han intervenido en su análisis y que condujeron a las clasificaciones.

Obvia decir que, para separar diferentes grupos de imágenes en razón al momento

cronológico o para determinar los autores responsables de su realización, se necesita

más información que el simple conocimiento de los motivos que han predominado en

cada época y sociedad; una importancia similar aportan la técnica, coloración de los

surcos, tamaño, frecuencia de los temas, la distribución espacial, así como, hecho que

ha sido olvidado en muchas ocasiones, las combinaciones que se han establecido entre

los diferentes temas o el rechazo que algunos de ellos muestran tener entre sí. Un

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ejemplo de ello lo podemos ver en el carro esquemático que, aunque adscrito en

ocasiones a la escritura líbico-bereber, se presenta solo en contadísimos casos junto al

guerrero libio a camello o caballo y armado de escudo y lanza, un tema igualmente muy

frecuente al lado de los textos escriturarios. Al mismo tiempo, en el periodo del caballo,

si bien éste se convierte en rey de las representaciones, no es menos cierto, que dicho

cuadrúpedo sigue ocupando su lugar entre las imágenes del siguiente periodo, el del

camello; lo mismo ocurre con el buey, que lo veremos mucho tiempo después de haber

concluido el periodo de los bóvidos. Tampoco resulta nada excepcional encontrarse en

un yacimiento o, incluso sobre un panel, manifestaciones de diferentes momentos o

pertenecientes a distintos ámbitos culturales.

Las imágenes del Sahara han transmitido valiosas informaciones, ayudado en

buena medida por un naturalismo y unos motivos reconocibles con todo lujo de detalles,

además de por el hecho de que ejemplifican de forma excepcional la evolución humana

y la del medio ambiente. De hecho, los grupos sociales se han retratado desde la

prehistoria hasta prácticamente la actualidad, junto al entorno que les rodeaba, como fiel

reflejo de cada instante. Así es como fue posible distinguir la fauna salvaje de la sabana,

cuya vegetación y recursos hídricos desaparecían en el proceso de desertización casi al

mismo ritmo que las especies faunísticas más dependientes de ellos. El hombre, debido

a su gran capacidad para inventar y armarse de objetos adecuados para hacer frente a las

adversidades, ha sido el más preparado a la hora de adaptarse a los cambios climáticos,

plasmando al mismo tiempo las instantáneas que eligiera como más significativas. No

es de extrañar por tanto que las clasificaciones realizadas del arte rupestre fueron

bautizadas con una síntesis muy ilustrativa de estas transformaciones en tierras

africanas, con un acertado “seguir las huellas de los animales”. Dichas clasificaciones

han logrado diferenciar los periodos del búbalo, bóvido, caballo y camello, en este

orden, siendo en el periodo del caballo y, según parecen estar de acuerdo la mayor parte

de los investigadores, hacia finales de éste, cuando se insertan las inscripciones líbico-

bereberes entre las manifestaciones rupestres. Con especial abundancia las veremos

después en el siguiente periodo, en el del camello, cuando esta escritura ha terminado

por propagarse a prácticamente todos los rincones de estos enormes territorios.

Sabiendo aproximadamente las fechas de su inicio y de su expansión geográfica, dicha

grafía se ha convertido de este modo en un indicador cronológico, sobre todo, para

señalarnos las fechas más antiguas de su empleo.

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Aportaciones locales: el caso de Marruecos

Mientras que las clasificaciones del arte rupestre del Sahara han resuelto, de

forma bastante satisfactoria, la preocupación por una cronología relativa, no sería lícito

pensar que la sucesión y contenido de los diferentes grupos de representaciones es

homogénea en todo el territorio africano. La policromía que ostentan las pinturas del

Tassili y las del vecino Acacus en Libia en la época de los bóvidos, así como la

“descripción” minuciosa que han realizado los autores de sí mismo y de los elementos

que les rodean, se proclama en exclusiva para este enclave geográfico y se buscará en

vano, al menos de esta forma, en cuanto nos alejamos de estos lugares. Tampoco parece

confirmarse que las diferentes etapas cuenten con fechas exactas, además de idénticas

composiciones, en todos los rincones de la geografía africana, por lo que debemos

recordar las variaciones que se han producido en los distintos puntos de estos territorios.

Entre los grabados situados en territorios al norte y oeste de este continente se detectan

probablemente mayores similitudes con los de las Islas Canarias, como lo puede ser

Marruecos, país que hemos elegido para un análisis más pormenorizado en el presente

trabajo. De hecho, rastrear las manifestaciones ligadas a zonas geográficas específicas,

de entre las múltiples variaciones o aportaciones locales que se presentan en

determinadas regiones, permite ahondar en la contextualización de nuestros grabados, lo

que nos facilitará analizar en qué conjuntos iconográficos debemos apoyarnos de un

modo más general o estructural, y no por coincidencias aisladas.

Por lo general, las manifestaciones de nuestro vecino país han sido estudiadas

agrupándolos en varios bloques, atendiendo no solamente a los momentos de su

producción, sino también a la distribución geográfica. Es conocido el hecho de que

ciertos grabados marroquíes traspasan largamente sus límites y los testimonios pueden

encontrarse en enclaves lejanos; otros, sin embargo, están estrechamente ligados a una

zona en concreto.

Hemos dejado de lado las manifestaciones que pertenecen a las etapas iniciales

del arte rupestre, las del búbalo y bóvido, al carecer obviamente de toda relevancia para

una relación con los grabados de las Islas Canarias. El siguiente grupo de

manifestaciones rupestres, entre los que con toda probabilidad existan motivos muy

antiguos, incluyendo el propio búbalo, se halla en Marruecos entre los grabados

pertenecientes al “estilo de Tazina”, y que han sido encontrados en numerosos

yacimientos ubicados en el sur de aquel país, con gran abundancia en las orillas del

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Draa, además de otros lugares en África. El Alto Atlas, por otra parte, ha llamado la

atención por la presencia de algunas figuraciones “peculiares” y exclusivos de este

lugar, por lo que los estudios generalmente los han tratado buscando asociaciones al

margen de los periodos establecidos en las clasificaciones del Sahara. Finalmente, los

grabados asociados a las inscripciones líbico-bereberes, básicamente los guerreros a

caballo y camello, armados con lanzas y escudos redondos, han sido hallados en

yacimientos que acusan igualmente una enorme dispersión geográfica, tanto dentro

como fuera de los límites de aquel país. También han sido documentados, en este

contexto, motivos geométricos rectilíneos y curvilíneos, con grandes similitudes a los de

las Islas Canarias. Estos grabados nos interesan de forma especial, ya que entre ellos se

encuentran las mayores analogías con los nuestros.

El estilo de Tazina, entre las representaciones de mayor antigüedad en Marruecos

Las imponentes imágenes de la gran fauna salvaje, pertenecientes al periodo del

búbalo –también época de los cazadores-, el más antiguo de entre los que han sido

establecidos en las clasificaciones del Tassili y Acacus, así como del Atlas sahariano,

escasean, incluso desaparecen en ciertos territorios distantes de aquellas regiones. No

obstante, hay testimonios de un búbalo con características netamente distintas al que

acabamos de referir, el búbalo naturalista de grandes dimensiones, que a diferencia de

éstos tiene un tamaño considerablemente menor, y que ha sido trazado con una

morfología peculiar. Este pequeño búbalo comparte por lo demás afinidades técnicas

con otras especies de la fauna salvaje, entre las que figuran rinocerontes, elefantes,

gacelas, antílopes, avestruces, jirafas, caballos, etc., conformando así un grupo que ha

sido denominado “estilo de Tazina”, y del que se encuentran numerosísimas testimonios

en el sur de Marruecos. Los rasgos específicos de este estilo (se trata de un estilo, no de

un periodo del arte rupestre) radican en el modesto tamaño de los motivos (siempre en

comparación con el búbalo naturalista), realizados mediante profundas incisiones con

posterior pulido en la mayoría de los casos y que describen el contorno de los cuerpos,

en perfil, con miembros algo desproporcionados, teniendo en cuenta el largo exagerado

de sus cornamentas y patas, frecuentemente acabadas en puntas, a veces sin concluir

siquiera. Los humanos aparecen raras veces entre estas imágenes, aunque sí ciertos

objeto de su uso, determinadas armas, posibles trampas y hay que sumar algunos

motivos que se resisten a ser identificados, además de la presencia de múltiples

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figuraciones geométricas. En cuanto a la distribución geográfica de estas

manifestaciones se sabe que son especialmente abundantes en un vasto territorio que

podría describirse como un enorme triángulo, del que dos puntas se ubicarían cerca al

Océano Atlántico (sur de Marruecos y las proximidades de Rió de Oro

aproximadamente), mientras que la más oriental se aproximaría al macizo del Tassili; en

el interior de estas regiones se encuentra el Atlas sahariano, zona con abundantes

representaciones, donde además se comenzó a describir las características de este estilo

(Tazina, en el suroranesado). A. Muzzolini (1995:104) apunta igualmente pequeños

islotes en el centro del Sahara: en el Wadi Mathendous en Libia, pero también el Djado

y los bordes del Tibesti, con lo cual estamos frente una convención artística expandida

en múltiples zonas geográficas, y en cuya consecuencia resulta difícil excluir la

posibilidad que los autores de estos retratos pertenezcan a diferentes sociedades. En

cuanto a la estimación de su cronología –siempre relativa-, y en razón a la presencia de

los animales salvajes, así como la técnica empleada, los investigadores sitúan las

imágenes más antiguas de este estilo entre la época de los cazadores y la de los pastores

de los bóvidos, mientras que las más recientes podrían ser coetáneas del periodo del

caballo (Muzzolini, 1995:161) . No obstante, aunque probablemente procedan de épocas

próximas, los testimonios del periodo del caballo y los mismos cuadrúpedos del estilo

de Tazina no comparten por lo general yacimientos rupestres o, cuando en alguno

existen grabados realizados por “diferentes manos”, éstas aparentemente rehúsan

compartir vecindad sobre el mismo panel.

En gran parte de los yacimientos conocidos por el estilo de Tazina existen

figuraciones geométricas que no permiten ser asociadas a dicho estilo, ya que fueron

realizados por otra técnica y también acusan aspectos morfológicos distintos. Son por

tanto diferentes a aquéllos y, si buscáramos analogías con los grabados canarios,

debemos reconocer que poseen grandes similitudes con los más emblemáticos de La

Palma, lo que puede ser indicativo de convenciones iconográficas compartidas. Hasta la

fecha en ningún caso ha podido demostrarse, en esta isla, una relación evidente entre los

motivos geométricos de grandes dimensiones y las inscripciones líbico-bereberes, y el

texto de la única inscripción alfabética, ubicado en Tajodeque, aparece en un panel

junto a motivos geométricos de menores dimensiones, que se relacionarían en todo caso

con los que forman el contexto de la grafía en El Hierro o en Gran Canaria. Esta

circunstancia parece reproducirse igualmente en el vecino continente, pues a nuestro

conocimiento, y siempre en base a los escasos estudios existentes en este tema, una

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supuesta adscripción entre los grandes motivos geométricos de esta tipología (La

Palma) y las inscripciones líbico-bereberes, presentaría serios problemas.

Sí es verdad que se encuentran con cierta frecuencia inscripciones líbico-

bereberes en yacimientos del estilo de Tazina, pero éstas se corresponden generalmente

con una técnica y contexto iconográfico distinto a las restantes representaciones. Valga

recordar como ejemplo las tres inscripciones halladas en Tarna, Aït Ouazik, cuyos

textos alfabéticos vienen acompañados por pequeñas formas geométricas, o la de

Tiganne, que fue realizada en base a una incisión muy fina y forma un conjunto con una

palmera y algún animal indeterminado. En estos casos, que podrían ampliarse con otros

ejemplos, las pocas figuraciones al lado de estas inscripciones permitirían por el

contrario ser contextualizadas en los ámbitos líbico-bereberes conocidos, pero desde

luego no con los de Tazina, ni con los motivos geométricos complejos.

El Alto Atlas

El Alto Atlas exhibe ciertos grabados peculiares que introducen temas nuevos,

algunos de ellos con carácter prácticamente exclusivo para dicha cadena montañosa. Tal

vez sea por esta razón que sus manifestaciones hayan tenido un tratamiento particular en

la literatura especializada, donde se constata que los autores han evitado encasillarlas en

los diferentes periodos establecidos para el arte rupestre del Sahara. Por el contrario,

abundan las descripciones de los motivos allí presentes, las técnicas empleadas en su

realización y se observa una preocupación articulada en torno al intento de su

interpretación, así como de su datación.

Entre los motivos singulares hay que mencionar de este modo ciertos

antropomorfos de formas originales, algunos de ellos denominados en la literatura

francesa como “idoles de violon”; también con el mismo carácter excepcional (siempre

en relación a los restantes grabados del norte de África y Sahara) hay que destacar la

presencia de numerosas armas, como cuchillos, hachas, alabardas, escudos, algunas

puntas (sin poderse precisar para la mayoría de ellas si se trata de puntas de lanza o de

flecha), etc. En reiteradas ocasiones se presenta una vinculación entre estos dos temas,

estando los cuerpos rodeados por algunas de dichas armas, lo que ha hecho pensar en

escenas de sacrificio, como ha sido declarado frecuentemente. En el Yagour ha llamado

la atención un enorme disco con ornamentación interior, barajándose la significación de

un disco solar. Diversas especies faunísticas son igualmente relevantes, entre ellas, los

felinos, elefantes, bueyes, équidos, lagartos, alguna hiena y posiblemente también el

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perro, mientras que ciertas huellas de sus patas indican su paso por la zona. La

abundancia de motivos geométricos es igualmente de gran interés y, finalmente,

conviene contemplar algunas, aunque escasas, inscripciones líbico-bereberes, siendo los

textos más conocidos los de Oukaïmeden y Azib n´Ikkis,Yagour.

Para una cronología relativa de los grabados se ha destacado a las armas, puesto

que muestran similitudes formales con las que fueron empleadas en la cultura de El

Argar, España. Ello ha inducido a ciertos autores hacer extensiva la misma datación de

aquéllas (Edad de Bronce) a las de Marruecos (J. Malhomme, 1959-1961:13, G. Camps,

1995:202), que acusarían por tanto una gran antigüedad. No obstante, y en contra de

esta suposición, otros investigadores han proclamado que los yacimientos del Alto Atlas

se corresponden con una fase reciente de las manifestaciones rupestres saharianas, como

lo ha argumentado A. Muzzolini:

« Les stations rupestres du Haut Atlas ne correspondent d´ailleurs, chronologiquement, qu´à une

phase récente des manifestations rupestres sahariennes. Les poignards, les « hallebardes », les

boucliers, les peltes, les pointes de lance foliacées, les chars schématiques du Yagour et du Rat,

et surtout la fameuse inscription en caractères libyques d´Azib-n-Ikkis, parlent tous en ce sens » .

(Muzzolini, 1995:379)

Al margen de determinadas imágenes peculiares y reiterativas, existen otras que

no están en absoluto restringidas a esta zona, pues a pesar de que aparecen

entremezcladas con aquéllas, se localizan en diferentes regiones, y muchas acusan una

distribución geográfica amplia. Para comenzar, incluso algunos temas considerados

propios, como lo son las armas, se encuentran ocasionalmente a cierta distancia de allí;

nombremos a tales efectos un hacha hallado en Aït Ouazik (Tazarine, Marruecos), pero

también algunas puntas de lanza o de flecha fueron localizadas en diversos yacimientos

del estilo de Tazina. Otros motivos han sido documentados en zonas más lejanas

todavía, lo que es el caso de grabados zoomorfos o el carro esquemático, que ha sido

descrito en las zonas más occidentales, desde el sur de Marruecos hasta Mauritania,

siendo igualmente posible verlo en el Atlas sahariano en Argelia, e incluso en el Sahara

central (A. Muzzolini, 1995:143). Esta representación constituye al mismo tiempo un

indicador cronológico, incluido en el periodo del caballo, cuyas primeras imágenes lo

retratan enganchados a un carro, pero que se transforma posteriormente en una

figuración esquemática, consistente exclusivamente en dos ruedas más el eje, sobre el

que descansa un semicírculo o rectángulo a modo de plataforma, así como el yugo y la

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barra donde se enganchaban los animales, siendo solo con este aspecto, con el que

adquiere la difusión tan amplia como la que acabamos de reseñar. Al insertarse las

inscripciones líbico-bereberes en el periodo del caballo, se le supone el ámbito cultural

bereber, lo que viene confirmado por la presencia conjunta de carros e inscripciones

líbico-bereberes en algunos yacimientos, entre ellos, también en Marruecos

(Ouaremdaz, Igherm). A ellos habrá que añadir igualmente otras figuraciones, como lo

son con toda probabilidad los motivos geométricos, generalmente de formas curvas y de

pequeñas o medianas dimensiones. Algunos paneles con cuadrúpedos montados por

jinetes armados con las típicas lanzas y escudos circulares (la gran batalla, Tizi

n´Tighiyst), nos sitúan ya definitivamente en la iconografía más conocida de estas

sociedades, testimoniando las representaciones del guerrero libio montado a caballo,

como las que conocemos en los yacimientos ubicados no demasiado lejos de allí y

abundantes –en Marruecos- sobre todo en el Antiatlas y el sur. No obstante, conviene

matizar que este yacimiento en concreto (Tizi n´Tighiyst), ostenta rasgos que no se

corresponden con el conjunto de los de esta cadena montañosa, por lo que desde luego

no es el más representativo de los que allí se encuentran.

Las escasas inscripciones líbico-bereberes descubiertas allí –no sobrepasan la

media docena de textos- presentan ciertas dificultadas para determinar su asociación a

otros motivos. En al menos dos casos, los signos alfabéticos se superponen a las

representaciones iconográficas del mismo panel, como ocurre en Azib n´Ikkis y

Oukaïmeden; incluso los dos tipos de representaciones obedecen a distintas técnicas de

ejecución. Reconocer en ellas el origen de la escritura líbico-bereber sería más

problemático todavía, y mucho más aún afirmar que allí se encuentra el origen de esta

grafia en las Islas Canarias, como han pretendido los autores de diversos artículos sobre

este tema (J. Farrujia, W.Pichler, A. Rodrigue, 2009:83-100; R. Springer, 2010:141-

163).

El Alto Atlas constituye de este modo un importante centro del arte rupestre, en

el que se registra una variedad de aportaciones, entre ellos varias con cierto sello propio,

junto a otras, que han tenido una difusión geográfica mucho mayor. A efectos de una

búsqueda de su ámbito cultural tenemos que insistir lógicamente en aquellas

representaciones que son emblemáticas y conocidas en otras regiones, destacando entre

ellas las bereberes que, como se comprueba, han tenido cierta importancia en este lugar,

aunque desde luego no todos los grabados pertenezcan a este grupo. Si deseamos hallar

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una relación con el Archipiélago Canario, nos interesan fundamentalmente las

inscripciones de esta grafía, pero también ciertas figuraciones geométricas, muchas de

ellas tipológicamente similares a las nuestras.

Las manifestaciones rupestres del periodo del caballo y del camello, grabados y

pinturas líbico-bereberes

Estos dos periodos, el del caballo y del camello, denominados así por el “fósil-

director” de las especies faunísticas referidas, son los que ocupan cronológicamente, en

razón a la tardía llegada de dichos cuadrúpedos al Sahara (1.500 a.C. y los años

próximos al cambio de la Era respectivamente), el eslabón más reciente en el arte

rupestre del norte de África y Sahara. Para ver su presencia en tierras más occidentales,

habrá que esperar obviamente a fechas algo posteriores de su introducción en el Sahara

central, pero cuando ya se han difundido por el norte de África y alcanzaron finalmente

la zona atlántica, sus imágenes ocupan prácticamente todas las regiones donde alguna

de las modalidades de la lengua y escritura líbico-bereber han estado vigentes.

Hay que tener en cuenta que dicha época viene acuñada igualmente por el

término “líbico-bereber”, en clara referencia al ámbito cultural, y que fue empleado en

la investigación en fechas muy remotas como por H. Obermaier (1931) o de T. Monod

(1932:100), pero que también sigue empleándose aún hoy día, cuando ciertas

características de los grabados así lo requieren (A. Salih y R. Heckendorf, 2002; A.

Bravin, 2009). No obstante, hay que matizar que, aunque ambas denominaciones se

refieren a las manifestaciones rupestres más recientes, los términos empleados no

resultan tener alcances idénticos.

Si quisiéramos buscar en Marruecos un yacimiento que ejemplifique de forma

extraordinaria los grabados del guerrero libio, o de los grabados pertenecientes a estos

periodos mencionados, tendríamos que pensar forzosamente en el de Foum Chenna,

Tinezouline, donde se encuentra la mayor parte de los motivos conocidos para dichas

épocas, además de un número extraordinario de inscripciones líbico-bereberes;

probablemente se trata de la mayor concentración de textos de esta grafía en aquel país.

Además del caballo y del camello también reconocemos las características

composiciones en las que éstos se exhiben montados por jinetes, frecuentemente

armados con lanza y escudo redondo (ambas armas son definitorias para estos

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momentos y han suplantado al arco y flecha de periodos anteriores). El camello, aunque

poco a poco ha ido sustituyendo al équido en el desierto, puede ir, no obstante, junto a

aquél, como sucede en muchos lugares, ya que cada uno tiene ventajas e inconvenientes

para las diferentes exigencias de sus dueños. Es por ello que el caballo, al seguir

presente en tiempos posteriores al periodo que lleva su nombre, solo puede ser valorado

como indicador cronológico de los momentos de su mayor antigüedad, pero constituye

un elemento de poco valor para determinar una fecha entre las representaciones más

recientes de este cuadrúpedo. Otros animales no son siempre fáciles de reconocer en

razón a su pronunciado esquematismo, en todo caso se trata de especies que han

subsistido hasta casi nuestros días, entre ellos, muflones, leones (el último debió de

morir hacia mediados del s. XX en el Alto Atlas), avestruces, gacelas y, naturalmente,

los rebaños de cabras y ovejas, sustento principal de las sociedades que se reconocen

como autoras de estas imágenes y que han retratado a muchos de los elementos que les

rodeaban. En ciertos casos se identifica un ambiente pastoral sobre la roca, cuando un

personaje con un bastón se halla rodeado de su rebaño, al que aparenta estar vigilando.

Se ha descrito a las batallas como uno de los temas más relevantes para esta

época de manifestaciones rupestres, síntesis de una sociedad en época de frecuentes

enfrentamientos, considerada por muchos como sociedad guerrera, y de las que tampoco

faltan buenos ejemplos en Tinezouline. De hecho, los grabados muestran múltiples

jinetes armados y enfrentados unos a otros, dirigiendo la lanza a sus opositores; además,

la elección del lugar para concentrar estas imágenes insinúan por si solo el tema del

combate, ya que están ubicadas en un oued (barranco) que se estrecha en un lugar, un

sitio idóneo si nos pusiéramos a pensar dónde preparar una emboscada. No sorprende

por tanto que es justo en este punto donde se multiplica el número de guerreros

armados; incluso aparece un motivo con forma de escorpión, animal que ha sido

identificado como símbolo de venganza y que han sido hallados también en otro

yacimiento de similar tipología, por lo que no sería el primer caso de su empleo en

dicho contexto (R. Springer, 1998:85-101, R. Heckendorf, 2002:75). Algunas, aunque

muy escasas figuraciones geométricas completan el cómputo de grabados de Foum

Chenna, además de los numerosos textos líbico-bereberes, que ya habíamos

mencionado. La gran dimensión de este yacimiento –los paneles se suceden en los

bordes del barranco durante un trayecto de aproximadamente un kilómetro- permite que

sea posible admirar allí la mayor parte de los elementos taxonómicos conocidos del

periodo del caballo y del camello que comparten un porcentaje muy elevado de temas.

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Completando la lista con las escenas más relevantes de dichos periodos,

debemos de reseñar igualmente las instantáneas de caza que se siguen representando

todavía, algunos reflejos de la vida en sociedad, y también la aparición de la palmera,

emblema de la introducción de una economía nueva, la de los cultivos de los oasis. Al

margen de estas imágenes no podemos dejar sin mencionar otros importantes grupos,

algunos cargados de un arraigado valor simbólico –cuando sabemos que pertenecen a

este grupo, porque disponemos de interpretaciones obtenidas en algún momento- ; entre

ellos hay que destacar en primer lugar a los podomorfos (es posible que unas formas

casi rectangulares en Foum Chenna también sean huellas de pies). La lista de formas

empleadas debe incluir asimismo a los motivos geométricos de pequeñas y medianas

dimensiones, ya sea de tendencia curvilínea o rectilínea, y entre los que no puede

descartarse que hayan tenido un significado concreto para los grupos en cuya sociedad

forma parte de la convención iconográfica vigente, pero que en Foum Chenna están

escasamente presentados, en todo caso en un porcentaje inferior a un 1% del total de los

grabados.

El estilo característico de estos dos periodos radica en la esquematización de los

objetos retratados, una tendencia que acabará por representar muchas de las formas, los

animales o antropomorfos, p.ej., con simples líneas y algunos círculos o semicírculos,

como resultado de haber eliminado todos aquellos elementos que no son absolutamente

necesarios para el reconocimiento del tema y que deben de ser identificados

principalmente por la situación del contexto. Ya habíamos visto el caso de los carros

esquemáticos, cuando las imágenes más “naturalistas” quedaron en el Sahara, mientras

que su variante esquemática se difundió en vastos territorios ocupando enclaves mucho

más extensos. Pero no se trata del único ejemplo de este mecanismo; ya habíamos

llamado la atención acerca de la tipología de los personajes humanos, y del

convencionalismo existente para su representación, que podemos encontrar en forma

bitriangular, sobre todo en zonas saharianas, pero también reseñados como una simple

cruz sobre un caballo o con morfología similar a la “z” tifinagh. En algunas formas

geométricas se conoce su origen en retratos más figurativos, lo que puede ser indicativo

de que ciertas manifestaciones geométricas sean en realidad resultado del proceso de

esquematización que experimentaron las imágenes más recientes.

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Los motivos geométricos en el contexto de las inscripciones líbico-bereberes

Los motivos geométricos han tenido, por lo general, un trato muy marginal en la

literatura especializada del arte rupestre del norte de África y Sahara lo que, hasta cierto

punto, puede resultar bastante comprensible. Por una parte, resulta que los más simples

entre ellos, como lo son los círculos, semicírculos, círculos encajados etc., son limitados

en relación a su variedad, además de que resulta posible hallarlos en casi todos los

lugares del mundo, al constituir formas universales en la creación humana, que cumplen

además con un espectro cronológico muy largo. Ello implica que, como elementos

aislados, difícilmente permiten ser relacionados con un ámbito en concreto a no ser que

contemos, como en nuestro caso, con composiciones y contextos determinados en los

que se reconoce una adscripción debido a que forman conjuntos recurrentes y

conocidos. Aunque en ciertas regiones, como en el Sahara central –en el Tassili, por

mencionar un ejemplo- resultan ser poco usuales, constituyen no obstante un elemento

iconográfico presente con desigual intensidad en diferentes puntos de los territorios de

las manifestaciones rupestres bereberes. Teniendo en cuenta estas razones, se intuye el

porqué han sido tan frecuentemente omitidos a la hora de incluirlos en un estudio

taxonómico de los temas presentes en los grabados y pinturas de este ámbito cultural.

También conviene recordar, en relación a las manifestaciones geométricas, que

éstas han sido utilizados con gran asiduidad en ambientes muy distintos a los bereberes,

y que se les conoce desde épocas anteriores a éstos, especialmente junto a

representaciones de bóvidos, también en yacimientos del estilo de Tazina, aunque con

una tipología diferente a los de nuestro estudio. Nosotros hemos optado por dejar de

lado a estas figuraciones más antiguas, para centrarnos exclusivamente en los motivos

geométricos en los que se les reconoce una adscripción a los textos líbico-bereberes o a

su ámbito cultural.

Estos motivos geométricos permiten una primera separación en dos tipos

morfológicamente distintos, lo que en gran medida se relaciona con la técnica realizada:

el picado y la incisión (los motivos realizados mediante pinturas como en la Cabilia o

algunos en el sur de Marruecos suelen ser más parecidos a los hechos mediante el

picado). Los primeros muestran una tendencia por formas más curvas, prevaleciendo

círculos, círculos con división interior, semicírculos, dobles círculos, círculos encajados,

óvalos, espirales, composiciones en base a ellos y, aunque con menor número de

ejemplos, barras paralelas o composiciones en base a líneas rectas, algunos cuadrados o

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rectángulos y composiciones de estas formas. Los geométricos incisos acusan, por el

contrario, un predominio absoluto por figuras mucho más lineales, predominando líneas

paralelas y entrecruzadas; suelen ser muy frecuentes los paneles con líneas de diversas

longitudes y aparentando un caos sin orden aparente, pero entre las que se identifican

diversas figuraciones, algunas en “V”, cuadrados, formas ajedrezadas, etc. Entre los

geométricos curvilíneos, así como los rectilíneos, no es raro que aparezcan igualmente

formas complejas, motivos con múltiples divisiones en su interior o como resultado de

composiciones de varias formas entre sí, que son númericamente inferior a los motivos

más simples, por lo que a primera vista se corresponden a inventarios más limitados que

los anteriores, por tanto, son también menos repetitivos. En más de una ocasión se han

visto geométricos complejos realizados mediante las dos técnicas de ejecución, teniendo

uno formas más curvas, y la otra, más rectas pero, sin embargo, asombrosamente

similares. Cuando se trata de signos alfabéticos, se reproduce un efecto análogo, ya que,

muchas veces, las formas curvas como el círculo o semicírculo han sido reemplazadas

por cuadrados o medio cuadrado, en los caracteres realizados mediante la incisión.

Además de las inscripciones líbico-bereberes, se ha mostrado la presencia recurrente de

ciertos motivos figurativos conocidos en esta iconografía, como lo son el podomorfo,

los antropomorfos, etc., que se hallan muchas veces entre estos conjuntos de formas

geométricas, incluso puede encontrarse algún jinete montando a caballo o camello. No

obstante, lo más común es que en los yacimientos se observa una desproporción

acusada en cuanto al número de cada uno de estas figuraciones, siendo lo normal que

una de ellas tenga predominio absoluto sobre el otro tipo (geométricos o figurativos del

tipo de jinetes y animales), mientras que muy raras veces se observa un equilibrio en los

yacimientos.

Finalmente, otro dato de gran interés es que entre los motivos geométricos

simples, ya sean incisos o picados, se repiten formas idénticas a los signos alfabéticos

líbico-bereberes, formando híbridos, para los que resulta difícil precisar el significado

que hay que atribuirles, siendo el del ideograma una de las hipótesis posibles.

En cuanto a la distribución geográfica (en el estado de investigación actual pocas

veces han sido reseñadas) los motivos geométricos se presentan en muchos de los

lugares donde existen grabados e inscripciones líbico-bereberes; no obstante se registran

al mismo tiempo intervalos y espacios en los que su presencia no ha sido documentada

todavía; aparentemente son poco frecuentes en la zona del Tassili y Acacus,

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convirtiéndose en mucho más abundantes (en el contexto de las inscripciones líbico-

bereberes) en las zonas occidentales o del norte de África.

En relación a las incisiones geométricas como contexto de las inscripciones

líbico-bereberes, y siempre a título de casos comprobados durante visitas realizadas “in

situ”, éstas han sido documentadas en el Sahara central, en Libia, en el Djebel Zinchecra

(en las inmediaciones de la que fuera la capital de los garamantes) junto a inscripciones,

podomorfos, figuras incisas, una inscripción griega, etc., así mismo existen varios

ejemplos más en el Acacus, entre los que de nuevo las siluetas de pies acaban por

imponerse como compañeros, y también están presentes en el propio Tassili. En el Atlas

sahariano, encontramos un excelente exponente en Rocher des Pigeons (Argelia), donde

coexisten igualmente estos conjuntos descritos, consistentes en inscripciones,

podomorfos, incisiones geométricas, así como algunos jinetes y otros antropomorfos

esquemáticos.

Siguiendo la línea hacia el oeste y entrando ya en Marruecos, comprobamos que

el número de inscripciones líbico-bereberes incisas ocupan un puesto muy importante,

teniendo por contexto incisiones lineales, pero también otras figuraciones como los ya

vistos anteriormente. Un exponente de gran importancia es el yacimiento de Taouz,

donde algunas de estas manifestaciones y textos alfabéticos se superponen a

representaciones del carro esquemático. También hallamos la conjunción de motivos

geométricos incisos e inscripciones en algunos yacimientos conocidos por los grabados

del estilo de Tazina, entre ellos los de Tarna, donde han sido encontrados, hasta ahora,

unos tres paneles con textos alfabéticos, pero que están lejos de ser excepcionales, como

lo demuestran los que se encuentran en algunos yacimientos en los que dominan los

grabados del estilo de Tazina (Aït Ouazik, Meskaou, etc.). El tema podría ampliarse

aún más, creemos no obstante, que con estos ejemplos queda más que evidente que se

trata de un conjunto de grabados absolutamente recurrentes, con especial incidencia

entre los conocidos en el norte y oeste del continente africano, como en Marruecos, pero

no exclusivamente allí, como se ha visto.

Por otra parte, los motivos geométricos picados y curvilíneos también han sido

hallados en múltiples zonas. Sin salirnos de los límites de nuestro país vecino,

Marruecos, encontramos en Ouaremdaz (Ighrem), el yacimiento quizás más

representativo y, al mismo tiempo, con mayores similitudes con los canarios, para ser

relacionado, fundamentalmente, con los grabados de El Hierro o Gran Canaria. Entre

los componentes de estos yacimientos figuran, en un lugar destacado, los círculos y

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motivos compuestos por círculos, círculos concéntricos, espirales, conjuntos de círculos

y motivos geométricos complejos. En Ighrem existen igualmente –debemos matizar que

no todos los motivos fueron realizados al mismo tiempo- algunos jinetes a caballo, así

como numerosos podomorfos y carros, todos ellos realizados con la misma técnica. Al

tratarse de un yacimiento de tamaño considerable, entre las formas que se detectan en

él, muchas son idénticas a las existentes en las Islas Canarias, y acusan la misma

tipología.

No hemos querido finalizar este capítulo sin mencionar otras representaciones

geométricas que han sido realizadas en pintura, en este caso habrá que mencionar un

lugar bastante lejano como lo es la Cabilia (Argelia), una zona de la que provienen

inscripciones líbicas rupestres (al margen de otras sobre estelas), y entre cuyas

manifestaciones no escriturarias se cuentan numerosos motivos geométricos, algunos

antropomorfos esquemáticos, además de cuadrúpedos. En Marruecos también se han

encontrado inscripciones líbico-bereberes pintadas, como en Wadi Rehris donde de

nuevo han aparecido algunos antropomorfos junto a varias inscripciones líbico-

bereberes, no obstante, las pinturas rupestres constituyen en este país una franca minoría

comparativamente con los grabados. Como se verá, esta escritura aparece de forma

recurrente en relación a su contexto iconográfico, repitiendo formas características yque

se pueden contrastar en un gran ámbito geográfico del norte de África y Sahara.

Las manifestaciones rupestres canarias en el contexto de las existentes en el norte de

África y Sahara

Si se admite que el lenguaje hablado en el Archipiélago Canario se relaciona con

una de las antiguas modalidades del bereber y que los numerosos textos alfabéticos

encontrados se corresponden igualmente con dicha escritura, poseemos dos elementos

claves para determinar el ámbito cultural de las poblaciones que vivieron en estas islas

en fechas anteriores a la conquista. Si, por añadidura, podemos demostrar además que

las imágenes existentes en los yacimientos rupestres se hallan asociadas a esta grafía,

disponemos de una sólida base para comprobar que los grabados isleños reproducen

convenciones iconográficas y testimonios de producción simbólica comprobadas en las

zonas en las que dichas sociedades han tenido o aún tienen establecido su hábitat.

Queda entonces por analizar cómo y de que modo estos conjuntos de manifestaciones

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rupestres se han producido en el norte de África y Sahara, qué dispersión geográfica han

mostrado tener, y de qué forma se combinan entre sí los distintos temas. Para

determinar estos hechos debemos tener en cuenta los siguientes datos:

1) En la actualidad ya ha podido ser demostrada la presencia de inscripciones

líbico-bereberes en todas las islas que, de forma mayoritaria, se encuentran

junto a otro tipo de manifestaciones rupestres con los que forman conjuntos que

fueron diseñados en el marco del mismo ámbito cultural. Entre ellos destacan los

motivos geométricos de tendencia curvilínea o rectilínea, algunos grabados

figurativos, como los antropomorfos, o con contenido simbólico, como las

huellas de pie. Podemos asignarles por tanto a los textos alfabéticos el

significado de un elemento pancanario que vincula además los restantes

elementos iconográficos entre sí.

2) Las islas han aportado diferentes tipos de grabados, que están geográficamente

ligados a determinados enclaves. No obstante, aunque en estos lugares

constituyen una manifestación predominante, muchas de ellas también vuelven a

aparecer de forma excepcional en otras zonas. Un hecho que hay que tener en

cuenta en relación a esta irregular distribución de temas y rasgos morfológicos,

es que ésta radica fundamentalmente en el aspecto numérico, al presentarse con

distinta incidencia en cada isla. En un trabajo anterior (R. Springer, 2010) se ha

tratado de explicar que los grabados del archipiélago presentan rasgos mucho

más homogéneos de lo que se ha pretendido en múltiples ocasiones, y que la

mayor parte de los motivos están representados en todo el archipiélago.

3) En relación con los grabados asociados a las inscripciones líbico-bereberes en el

norte de África y Sáhara, se describen en primer lugar las escenas de guerreros,

caballos y camellos, no obstante, los motivos geométricos no están ausentes y se

encuentran en múltiples yacimientos, algunos a gran distancia entre sí. En el

continente africano, la distribución geográfica de los motivos geométricos

adscritos a inscripciones es irregular, existiendo en múltiples yacimientos en este

vasto territorio, aunque también hay amplias zonas, donde la presencia de estos

motivos no ha podido ser demostrada.

4) Por lo general, los yacimiento se definen por la presencia de uno u otro de estos

tipos de manifestaciones: los grabados geométricos o los caballos y camellos

montados por jinetes armados con escudo redondo y lanza. En cuanto a lo que se

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conoce hoy día, no es raro que ambos temas se documenten conjuntamente en

un yacimiento, no obstante, suele haber un gran predominio de uno sobre otro,

como los guerreros libios en Foum Chenna, o los motivos geométricos en

Igherm, por nombrar solo algunos de ellos.

5) Mientras que en el Sahara central los grabados geométricos junto a inscripciones

tienen un carácter más bien excepcional, en el norte y zonas más occidentales

del continente se convierten en más abundantes, encontrándose ampliamente

representado en Marruecos, como hemos podido comprobar con el ejemplo de

ciertos yacimientos.

6) En este país se ha visto que las inscripciones y los motivos geométricos pueden

hallarse en yacimientos del ámbito líbico-bereber, pero también pueden

encontrarse en yacimientos mezclados con manifestaciones de otra tipología,

con grabados mucho más antiguos, en estaciones, en los la mayor parte de los

grabados pertenecen al “estilo de Tazina”. Por otra parte, los grabados del Alto

Atlas, han revelado problemas a la hora de establecer una adscripción para

determinar cuáles son los temas que están vinculados a las inscripciones.

Algunas de estas escasas inscripciones líbico-bereberes presentan

superposiciones sobre otros en el mismo panel, mientras que determinados

motivos geométricos similares a los conocidos para este ámbito, no están

necesariamente junto a textos líbico-bereberes que, como ya habíamos

mencionado, son poco frecuentes en esta cadena montañosa.

7) En este sentido, las clasificaciones del arte rupestre realizadas para el Sahara

central y Atlas sahariano no siempre ha sido de gran utilidad a la hora de separar

las manifestaciones rupestres que pertenecen al ámbito cultural bereber. En los

yacimientos en los que la práctica mayoría de los grabados son geométricos, se

hace difícil determinar si dichos grabados pertenecen al periodo del caballo o al

periodo del camello.

Después de constatar estos hechos, la afirmación de que los grabados canarios

constituyen el desarrollo de uno de los capítulos de esta inmensa obra pictográfica

que el hombre ha plasmado sobre las rocas del desierto y de las montañas africanas,

resulta ser efectivamente una síntesis que describe su principal esencia. Mientras

que en el norte de África y Sahara, las primeras y últimas épocas del arte rupestre

se distribuyen en un tiempo cronológicamente mucho más largo, en el Archipiélago

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Canario, cuyo poblamiento es relativamente reciente, se ha producido en épocas

anteriores a la conquista un conjunto de manifestaciones rupestres bereberes

bastante homogéneo, siendo las aportaciones de sociedades ajenas a las de estos

pueblos –en caso de que su presencia pudiera demostrarse- absolutamente

irrelevantes. Resulta un dato de gran interés constatar que disponemos de unas

manifestaciones rupestres muy ricas en cuanto a la variedad inherente a ellas, que

están asociadas a las inscripciones líbico-bereberes, y que se corresponden con las

convenciones iconográficas que dichas sociedades han ido creando en algún

momento de su historia.

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