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DECLARACIÓNEf
del Directorio General
•de la Unión Republicana
Diciembre 1935—Abril 1936.
«Organizar una mayoríade opinión disciplinada y
tuerte, que dé a un Go
bierno popular reprasenta-ti-fo la indüpenaable au-
,
loridad e independencia :
púa afrontar con energíaloe problemas nacional*»)». :
■
—Del programa lie la U. R. ;
Foflcto No. 9
Valparaíso
íes a
»•
Lea y medite estas
4 DECLARACIONES
del Directorio General
de la Unión Republicana
Diciembre 1935—Abril 1936.
«Organizar una mayoríade opinión disciplinada y
fuerte, que dé a un Go
bierno popular «presenta .
tivo la indispensable au
toridad e independenciapara afrontar con energíalos problemas nacionales».—Del programa de la U. R
Folleto No. 9
Diciembre, 1935
Veamos y procedamos.
jj Nuestras declaraciones recientes con motivo del despa
ja cho por el Congreso, a fardo cerrado, de los presupuestos fis
cales de 1936, han sido recibidas por las gentes de trabajo
independientes, con general y hasta entusiasta aprobación.La actitud de la Unión Republicana reTlcja exactamente una
vez, más, el sentir de la opinión consciente y desinteresada.
En algunos círculos ha causado sorpresa el tono de
esa censura, más claro ahora y más rudo que el empleado en
los estudios y proyectos de nuestra organización. Creemos
que la entonación y los vocablos deben corresponder a la
situación y al fin que los provocan; un capitán de buquetiene que emplear, en el puente, durante un temporal," expresio-
-
nes muy distintas de las que usa ante las damas, en ¡a ter
tulia del salón.
Nuestra organización se ha formado con elementos re
sueltos a actuar en buena orientación, y con fines de mover
al país por camino justo y conveniente. Desde ella, estamos
riendo con claridad la desorientación y los errores; con fran
queza y energía tenemos que exponerlos, tratando de mos
trar un rumbo —aunque modesto—, definido y firme, que
reemplace el navegar a la deriva de la nación.
Miremos fríamente el conjunto. Los partidos de repre-- ser.tación parlamentaria y las Cámaras, demuestran colecti
vamente una incapacidad y una ceguera aterradoras: ningún■ plfüi de acción; ninguna acción coordinada. Los componen-
íes de las mayorías —parte con la mejor intención, parte? por inmediata conveniencia—, siguen sólo una norma: soste-*
ner al Gobierno. No puede censurarse esa reacción, natural
y justa después de los violentos atropellos de siete años;
t 3
pe.-o vsas mayorías se limitan a un apoyo ciego, que puede* -
resultar de peores consecuencias que los agrios ataques dt
las rninuna?. Un Gobierno débil y complaciente como el nues
tro, necesita aún más que el apoyo de una mayoría par
lamentaria, de una cooperación amigable, firme y consciente 3
que le dé rumbos y le cree prestigio. í
En conjunto, partidos, Congreso y Gobierno, dan al país jla impresión desoladora de organismos que viven al día, ■
que actúan solamente en el afán de amanecer vive* al día
siguiente. Si -en negocios privados es de toda necesidad
un plan de trabajo para un futuro de tres o cinco años,
con cuánta mayor razón es indispensable en los nqgocios
nacionales —económicos, sociales, educacionales, administra-
tivos, etc.— . guiarse por un plan definido siquiera en U- !
neas generales, que permita ubicarnos y saber a dónde vamos.
"Una desorganización interna total,- presenta a los par
tidos como al Cid en su última etapa: muertos forrados en -;Í
vistosas armaduras, cabalgando en artificial equilibrio, e im- ,1
presionando todavía, desde lejos, a las muchedumbres. Sus di
rigentes no dirigen nada, y toda su labor se reduce a man-'
tener apariencias de cohesión. La juventud de esos partí- jdos, descontenta, inquieta como nunca, quiere rumbos, ac- .
rión definida, conexión activa con esta época, tan diversa de
la que vivieron sus jefes; encuentra solamente palabras ra- \
sonables que no pueden satisfacer a esos jóvenes, cons-^
cicntes ya de la necesidad de cambios fundamentales en :
la organización y en la acción de los partidos.
Y los hombres de negocios, engolfados en barajar difi-
cuitarles y en aumentar sus ganancias, se declaran general- „
mente sin tiempo para atender a los negónos del país.
También ellos están ciegos ante los daños comunes que pue
den convertir en ilusorias todas las ganancias mdmdualM^Es un conjunto admirable para llevarnos —fuera «
toda lógica— ,a una catástrofe social y económica, quizás a
u'i trastorno
'
sangriento. Nuestro medio actual es como un
-aldo de cultivos excelente para que prospere la infección <fejfllos picaros, y para que surjan y manden los simplemente.»
audaces.
Todavía un hecho más, que parece un contrasentido
y que cuesta aceptarlo y decirlo. Con buena intención, í
4 í
el
duda, nuestra «buena gente» y la prensa seria, salvo pocas
excepciones, impensadamente preparan y atizan la revuel
ta. Desean sinceramente orden y constitucionalidad, pero a
su manera, y lo quieren por tan ingenuos o antiguos méto
dos, que no hacen más que el juego de los revoltosos, jusrdficando constantemente las censuras de los más descontentos1.
Esperamos que nadie pueda, de buena fé, confundir a
L Unión Republicana con tales descontentos. Dos factores
principales nos apartan totalmente de ellos: el hecho de
que nos mueven sólo fines de bien nacional, y no intere
sas políticos, personales, ni afanes de revancha, y el he
cho comprobado también de que si atacamos lo malo del
sistema actual, defendemos las bases constitucional y de
mocrática, reconociendo lealmentc Tas cualidades personales'
de muchos hombres que en él actúan.
Muchas veces hemos expresado nuestra opinión de que
en el Gobierno, en las Cámaras y en los partidos, hay nume-
msijs het<*nbres individualmente capaces, honorables y jjieninspiradot. Aún más, hemos afirmado que dentro y fuera
ife los partidos, nuestra pequeña República úepe un conjuntode hombres más que suficiente para manejar y solucionar con
atiene 1< s diversos prohlemas del país. Pero esos hombres
; expertos en administración, en economía, en educación^ en
labores técnicas, etc.; esos hombres cuya rectitud y patrio^■ tisi.i.i inspiran general confianza, están metidos dentro del
marco rígido de los partidos tradicionales, o asqueados de la
politiquería, rehusan intervenir en cualquier acción ciudada
na. V asi, o les ata las manos la disciplina nominal del par-'
tidj —empleada solamente para esterilizar toda acción útil—
o les quebranta la voluntad el temor a. verse envueltos en las
odiosidades de la politiquería.
Pero el país no puede continuar así. Es indispensablequr previniendo y evitando trastornos, actuemos unidos en
un programa social, económico y administrativo que eontempleexclusivamente las necesidades nacionales, sin subordinarlas
a previas ideologías, ni a conveniencias personales o de
grupos. El país clama por un manejo desinteresado, prudentey eficiente, que sólo es posible alcanzar cpn la unión de los
bv.enos elementos, alejados ahora de toda organización o-di-
i seminados todavía en tiendas políticas que esterilizan la ac-
;ión útil en nombre de ideología;Debemos hacerlo ahora, o tendremos que realizar esa unión
'
lie los buenos ciudadanos, a escape y obligados por nuevas
y duras experiencias.
i. Persistirán los dirigentes de los partidos tradicionales'
en seguir haciendo equilibrios, en postergar indefinidamente
su obligación de afrontar los problemas y de buscarles solu- -
don con sano sentido patriótico?¿No l)astárá la estetrilidad de la labor de esos partidos
-;n estos últimos años, el desprestigio cada vez mayor de esos
organismos y del Congreso que ellos mueven, para conven
cerlos de que están manejando una máquina ya mohosa, ,
descompuesta e inútil?
La inteligencia y el buen sentido que debemos suponer!en esos hombres ¿no les dice que su empecinamiento esjinútil, y que es fatal para el país?
Una acción coordinada, potente y patriótica, tendrá
que unir a los mejores ciudadanos independientes y a los
elementos sanos de los distintos partidos, obligados ahora o
más tarde a enfrentarse con los problemas que el tiempo
y la dejación van sumando, agravando y complicando. Esa^
acción vendrá, y mientras más pronto se prodifcca, la obra .
será menos difícil.
Nuestra única duda es saber si tal acción indispensable
3erá impulsada por la visión superior de nuestros políticM,!o si se impondrá por la fuerza de la necesidad, derriban*»!
y hundiendo en el olvido a los dirigentes que no supieron i
.oír el clamor nacional, ni proceder con miras a las superio
res conveniencias del país.
iJ
Enero, 1936.
II.
Así debemos hacerlo.
«Organizar una mayoría de opinión, disci
plinada y fuerte, que dé a un Gobierno po
pular representativo la indispensable autoridad
c independencia para afroniar con energía los
problemas nacionales». —Del programa de la
U. R.
En nuestras declaraciones anteriores hemos descrito la
situación actual del Congreso, del Gobierno y de los partidos
tradicionales, situación que después de tres años de nuevas
experiencias, justifica plenamente una de tas principales di
rectivas de la Unión Republicana, copiada en el epígrafe,
Falta en el país una mayoría de opinión disciplinada y fuerte; falta un gobierno efectivamente popu lar- repre
sen :ativo; falta a nuestros gobernantes autoridad e independencia, y falta resolución y energía para afrontar los ma
yores problemas nacionales.
Como ya hemos dicho, tenemos la certeza de que se
'- producirá forzosamente un acercamiento y unión de la gente .sana, bien inspirada, la que se verá obligada por las cir
cunstancias, a cargar con el fardo de nuestros problemas y
a buscarles solución como mejor pueda. Esos elementos ten
drán que actuar «unidos en un programa social, económico y
adininietrativo que contemple exclusivamente las necesidades
nacionales». — Veamos cuáles debieran ser las líneas prin-
, cipales de ese programa.
Los hombres experimentados están diciendo que ya no
:n en en programas. Ksa incredulidad es natural producto'. de las listas de propósitos abstractos, interesados o fantásti-'
eos, que tantas veces han circulado como propaganda de
ya de aban- ^ffijarnos rum- 3lleve a la si- \
afaties partidistas o personales.. — Es tiempo ya
donar tales programas; pero es indispensable fijarnosbos que sean como itinerario mínimo i.
tuaciór; social y económica correspondiente a las necesidadesJ
y medios de la nación. Seguramente, el país no pretende una*fl
ruta óptima o .brillante: estará contento si es mediana, y 1
se conformará con tal de que no feea mala. Pero necesita 1
una ruta clara, recta, y mantenida con firmeza y constancia, »
Necesita también conocer algunos puntos
camino que se le propone, puntos indicados y garantiza!
por gente honrada, habituada a organizar, a construir y
cumplir sus promesas.
La ideología de esc programa debe estar inspirada en
nuestras verdaderas necesidades espirituales y materiales: tie
ne que moldearse en la idiosincrasia nacional, y fundamentar
se en la justicia y én los preceptos morales indestructibles.
Debemos afirmar nuestro respeto consciente y positivo
a la Constitución y a las Leyes. Pero no basta declamarlo;
hay que inculcarlo v cumplirlo. Además, hay que mantener
sólo preceptos legales que puedan cumplirse, que correspondan
a nuestro medio, desterrando leyes decorativas o absurdas
para nuestro país.'
Tenemos que batallar por el ihejoramiento material de
nuestro pueblo, por su educación y su elevación moral. Hay
que deshacer el ciegn egoísmo patronal y la incomprensión de
los asalariados; con esto terminará la influencia nefasta de
los que utilizan los males del pueblo como pedestal de am
biciones.
Queremos dar al pueblo educación que oriente sanamen-jte. que anime y enseñe a vivir; no palabrería abstracta qt<
confunde, desalienta y amarga.
Fs preciso acércanos a una justicia social efectiva: ajra-
da a 'os buenos trabajadores y consideración para los bueno»
patrones. Difundirentendimiento entre todos los que trabaja^
deiande* la hostilidad sólo para los zánganos; propagarü.
,-ooperación. y establecer la obligación de los mejor dota-^
dos en pro de la masa incapaz de manejarse y de dirigir**.■
Las leve* han fijado hasta ahora obligaciones sociales sókjen dinero- salvo excepciones, falta. todavía
la cuota patro-lM
más importante: la de interesarse y trabajar por la educación
y el bienestar de empleados y obreros. Esta cuota no puedecobrarse con inspectores ni con multas: hay que hacerla bro
tar pos* convencimiento.
En todo caso, la situación general del pais requiere enca
minarlo a una economía normal, robusta, que reemplace el
incierto e irregular desarrollo actual de los negocios. Es po
sible producir más, distribuir mejor, y dar a todos los tra
bajadores, sin sacrificios ni zozobras, un mínimo de bienestar
que ante la miseria de hoy parecería lujo.
Los hombres de negocios estarán contentos de entregarbuena parte de sus ganancias efectivas (no las ilusorias de
mostradas por las oficinas de Impuestos) con tal de que esos
valores tengan empleo útil y produzcan un mejoramiento real
de W situación de los trabajadores.
A la vez debe establecerse la obligación de trabajar. Elideal del trabajo útil, material o espiritualmente : el respeto
y remuneración equitativa al trabajador en cualquier activi
dad; el aumento de nuestra ínfima cuota media de trabajo
aprovechable, y él estigma al parásito y al inútil, francos o
disimulados. Tan necesario proceder lleva envuelto natural
mente la prohibición y la persecución de los juegos de azar-'
y de todo elemento que procure ganancias que no correspondana un sen-icio conveniente o a un esfuerzo útil.
Un nacionalismo positivo e inteligente, que considere
la interdependencia de las naciones, debe orientar nuestra
poiíu^a, económica. Hay que mirar la necesidad que tenemos
■de hombres, enseñanzas y capitales extranjeros; debemos
atraerlos y arraigarlos en el país, con el fin de transformar
los en chilenos. Previniendo una nueva crisis, debemos im
pulsa r la producción genuinamente nacional ; pero evitando
que se empleen capitales considerables en negocios que la
protección aduanera hace atrayentes, y que serán desastro
sos al regularizarse las relaciones internacionales en el mundo.
La acción del Gobierno debe obedecer a rumbos definidos
y constantes, actuando sobre la producción y el comercio so
lamente para orientar, coordinar e imjiulsar las actividades
[.privadas; debe estimular y fortificar las iniciativas individua
rles; sin pretender jamás'
reemplazarlas o paralizarlas; por
i?9da. 1
ion 1
i
muchos años todavía, los Gobiernos no podran disponer
un motor más potente, en los negocios, que la rmciat.va privada.
Por otra parte, el Gobierno tiene, con la organización
y manejo de una administración eficiente, un campo vastí
simo para amplias actividades. Desarmar gran parte de nues
tra enorme máquina burocrática; refundir organismos, reda-
ciendo empleados a la ve, que simplificando servicios; es
tablecer normas proporcionadas al país, terminando con ni-
tinas y decoraciones caras, inútiles o absurda. ; hacer con
menos dinero una mejor administración, e invertir en obras
útiles parte de las sumas fabulosas de sueldos, pensiones ,
gastos injustificados, dejarla .1 Gobierno en su verdadero
¡¡apel. A la ve>, permitirla aliviar algo de la carga de las
contribuciones, hoy excesivas.
Por cierto que tan deseada y necesaria transformación
debiera incluir un plan de robustecer activamente 1» vida
de las provincias, cooperandoel Gobierno con efectivo interés
a formar centros regionales importantes, en todo cuanto no.
impida una administración disciplinada y eficiente.
E. urgente incorporar a las clases trabajadoras más mo
destas, a hombres , a mujeres, en las industrias natur.lesM
pais señaladamente en la agricultura, procurándoles des-
de luego, educación congruente, terrenos y útiles de traba-
io- entregarles en suma, seccionalmente, la colonización co-
ec.i.a de las tierras fiscales inexploradas, previa prepara.
ción elemental de sus colonizadores y limpia , acceso de
campos adecuados.
.' Conexión de todos los elementos nacionales.de trans
portes; horariosde trabajo racionales; administración de J»
hela -ecta oportuna y práctica;, castigo rápido y severo
de robos y estafas, serían otros punto, que deben atender»
dentro de un plan de trabajo comp el diseñado,
Er resumen, fijada, las lineas generales de acción. «*
establecerse como base un apoyo efectivo y constante « l«
Sores, a los hombres , mujeres más honrados y mas *
"
más capaces de organizar y de dirigir corree—
cualquier, que sea su filiación política o ri»^*»- "■
pre que no se contrapongan con la. normas sanas jr pan*
lías de este movimiento. No hay éxito posible sin la acción
de esa gente capaz.
10
Es necesario atender al espíritu, educarnos y elevar
nos. Pero es aún más urgente atender a las indispensablesnecesidades materiales, sacando al* pueblo de su miseria y li
brándolo de sus plagas.
La tarea es inmensa, tan compleja y difícil que jjarece-
ría irrealizable. No pretendemos que pueda hacerse íntegra,ni menos a corto plazo; debemos desconfiar especialmentede los que nos presentan jíanaceas para alcanzar rápidamente
y sin sacrificios, resultados brillantes. No hay más que un
camino, largo y difícil pero seguro: estudiar, orientarse, y
trabajar, trabajar día a día, constantemente, con el' afán
de servir exclusivamente la conveniencia .del país.
Así debemos hacerlo; pero antes es preciso organizaresa «mayoría de opinión disciplinada y fuerte», que respaldee imponga —si fuera preciso— la solución de los problemasnacionales.
Enero, 1936.
Síntomas decisivos.
«El país está aprendiendo a buscar las realida- J¡
des, y muy pronio la nación entera —que ya. es- U
tá distinguiendo el decir del hacer, los propósi- '■
tos de los hechos — no tolerar:! guías simplemen-"™
No cabe ya ofrecer un programa nuevo, y se
guir caminos viejos».«PROGRESO», 18. XII.* .14
Ha pasado un año desde que alabando francamente las
declaraciones del presidente d?l Partido Radical, recién ele
gido, manifestábamos en estas mismas columnas nuestros_
sinceros deseos hacia la n-ali/ación del programa expuesto
en forma clara y vibrante por don Pedro Aguirre Cerda. Decía
íl c\üc era deber primordial del partido preocuparse de los*
probli-mns económicos y sociales; trabajar intensamente; en
tregar la dirección a la eficiencia; mantener una disciplina
com* i-nte. v dar ejemplo de espíritu público, sacrificando i
¿1 beneficio particular. Y recalcábamos el hecho de que la'J
Junl.L Central Radical, al poner a su cabeza al hombre que
presentaba este programa, demostraba sus firmes propósitos
de «detener a su partido en el despeñadero de errores, de
incomprensiones y de indisciplina, por donde iba cayendo».-
Entre aquellas líneas nuestras iban las que copiamos al J
comienzo de este artículo. Acompañábamos al jefe radical
di sus buenos propósitos; pero queríamos ver loa hecho*. Y
los hechos, desgraciadamente, que se cierran con la renuncia^indeclinable del señor Aguirre, muestran que toda la per
cia, la energía y el prestigio de aquel dirigente, se han e
^
trellado cantra la desorganización profunda, irreparable, -j£¿jña terminado con la vida y la acción de nuestros partidos trarj
■
12 .. . -
dicionales. Los hechos resultan opuestos totalmente a los
propósitos de aquel hermoso programa,
V .Caso idéntico el. del Partido Liberal, aunque no con* los
i. contornos vigorosos del que dejamos descrito. Isa renuncia
indeclinable del presidente de los liberales, don Alberto Vial,fué producida también por el convencimiento desolador de
que no puede hacerse labor útil alguna dentro de esos gran
des organismos políticos, al menos mientras conserven la
anticuada estructura y los rutinarios sistemas actuales.
Pero aún más que la estructura vieja y los sistemas in
convenientes, perturba toda acción de esos partidos la he
terogénea mezcla de sus componentes. Hombres de la ex
trema derecha, individualistas cerrados, pretendieion marchar
juntos y «unidos» con socialistas furibundos; gente de trabajo,
productores, personas independientes y sanas, van en esas
agrupaciones mezcladas con politiqueros, dejándose dirigirmuchas veces por audaces . cuyo pedestal es la ceguera de
los electores y cuyo único medio de figurar y de vivir, es
el i ío revuelto. Y la gran masa de buena gente que figurainscrita en los registros de los partidos, contempla inmóvil,atónita unas veces
r y otras veces colérica, la incapacidad y
los errores de su grupo, sin explicarse cómo sea posible que
no hnya hombres capaces de mejorar sus rumbos,
No es culpa de los jefes; no es obra de hombres unir
■fi"' y.hacer trabajar útilmente a los elementos, tan diversos y
1* lauchas veces opuestos, que constituyen los partidos tra
dicionales; es inútil que se busque a los más viejos y pres-
¡je"
tigiosos dirigentes para hacer el milagro. Rehusan ensayar-
f-. lo,' y aunque aceptaran, su sacrificio sería otra vez estéril.
En realidad, la simple agrupación de personas que no
tienen de común —en sus ideas actuales, en su proceder y
en su vida misma— más que una anticuada etiqueta partidista, no puede permitir que esas agrupaciones actúen como
partidos políticos normales; les faltará por completo la orien
tación, la disciplina y la decisión de actuar, que son en esta
época, características exclusivas de los organismos que res-
i. ponden a una necesidad, y que están formados por elementos
realmente afines.
r
13
Dentro de tal desintegración, es imposible esperar que
los partidos tengan fuenas para transformarse como es ne
cesario; menos aún, para hacer su papel de elementos indi**> -
pensables que deben apoyar, orientar o controlar supcrior-
nutitc el manejo de la República. Mientras tanto, sigue él
país a la deriva; todo chileno consciente sabe que la desor
ganización de * los partidos tradicionales nos lleva a un des
peñadero, y casi todos están esperando que caigamos primero en graves trastornos, en revueltas y ensayos quiméricos
que acaben con las pocas fuerzas que nos quedan, para vei
entonces qué es lo que haremos, y cómo podremos salvarnos.
La Vnión Republicana cree del más elemental buen sen
ado ver venir tales acontecimientos, y tratar de evitarlos,
afrontando desde luego trabajos y sacrificios infinitamente
menores que los considerables y gravísimos en que nos hun-
mdirían trastornos como los que debemos temer. Los proble
mas de Chile y su razonable solución, no dan para dramas;
estudios hechos por nuestra organización y la experiencia
personal que avalora esos trabajos, han demostrado que es
posible mejorar considerablemente la situación del país —me
jorar administración, educación, finanzas, salubridad, econo
mía, vida obrera, etc.— a fuerza de trabajo, buen orden y
constancia. Solamente la desidia y la ceguera pueden con
vertir en drama, y tal vez en drama terrible, lo que en rea-
dad no son mas que dificultades caseras.
Pero el camino para llegar a una solución lógica de or-
'den y de trabajo, librándonos de aventuras disparatadas y
ya conocidas, debe ante todo despejarse del obstáculo inevi
table que opone la actual organización de los partidos his
tóricos, organización estéril que mantiene como enemigos den
tro de partidos distintos, a hombres con ¡deas y anhelos'
idénticos en bien del pais, y que los ata al tutelaje de pro
fesionales de la politiquería extraviados y sectarios, cuando no
aprovechadores e indignos. Esos hombres sanos deben com
prender por fin que con su pasividad y falta de resolución no]
benefician en nada a su partido, a la vez que con tal pro- ^ceder están empujando al país a la catástrofe.
Es preciso que los más avanzados, llámense como s
men, vayan a la extrema izquierda; que los conservadores ejindividualistas se sitúen francamente en la extrema dere-f
14
cha, y que formemos el gran block central los que busca
mos sanamente el bien de la República, sin que nos aten
viejas doctrinas ni nos extravien dogmas fantásticos,
f?.:- En publicaciones anteriores hemos presentado un cs-
t- quema de organización y de programa, que podrían servir
de lazo de unión a los elementos conscientes y limpios del
país; ahora, ante la nueva crisis de dos partidos grandtes,antfs estos hechos reveladores,* renovamos nuestro llamado
a la unión de esos elementos; que mediten, y sobre tqdo,que se resuelvan a actuar como verdaderos ciudadanos de
nna república.
i. i O es que necesariamente, fatalmente, debemos pasar
f; por un trastorno para comprender nuestros deberes cívicos?
Observando la batalla política.Entre ambos contendores, el país.
Con dos expresiones simplistas y erróneas, se está pre- \j|tendiendo describir la actual situación política del país, y 1
empujar a una enconada lucha a los elementos de trabajo. J
«El pais está en guerra!» claman muchas respetables i
personas, movidas por un sectarismo que recuerda los tiem- 4jpos de cuando se decía: «El que no está conmigo, está ,
^contra mí». Como un complemento de la afirmación absurda ,
y hasta crimina! de que medio país está en guerra con la
otra mitad, se pretende convencernos de que todos estamos
o debemos estar afiliados en uno de los dos bandosr en el .
partido del orden, o en el del desorden.
Existe indudablemente una guerra; pero es mentira que
el país esté en guerra. Batallan politicamente dos bandos ex-. 3
tremos, usando cuanta arma se les viene a las manos. Pero M
el país no- toma parte en la contienda; el país sufre, soporta 9
y paga, mientras los combatientes tratan de aniquilarse y se ¡aterran al poder o bregan por conquistarlo.
Tan descomunal, batalla np permite por cierto'
¡
combatientes analizar profundamente nuestros males, ni menos ,-.■
aún formar y poner en práctica el plati completo, coordinado,,
modesto y preciso que necesitamos para salir de la mala
situación e impedir que ella se agrave.
Los que hablan de esta guerra interior, tal vez creen
sinceramente, en ella. Trabados en batalla política, cegados (
por odios y amarguras, harce tiempo que perdieron la visión
de la realidad, y todo lo reducen a obtener ventajas para
su bando y a producir daños al bando contrarío; los de 1
1G u
derechas en contra de las izquierdas; los de la izquierda,en contra de la derecha.
Pero si se conoce prácticamente al país; si se cxa-
ínina la nación en sus actividades productoras, profesionales, comerciales, etc.; si se mide imparcialmente la calidad y
la cantidad de los que trabajan y se les compara con los que
hacen politiquería, puede constatarse que esta guerra que tan
jo suena se desarrolla entre núcleos insignificantes por su
número y por su Influjo positivo en las conveniencias nacio
nales. La inmensa mayoría de la población en todas las ca
pas sociales, desde humildes obreros hasta los más altos di
rigentes de negocios, contempla atónita —cuando no amargadaL, iracunda— esa pelea entre los dos grupos extremos, gru-
,os que pretenden como indispensable el aniquilamiento to
tal del contrario para salvar a la nación, y que se declaran
poseedores de recursos casi maravillosos para convertir el
3ais en *in paraíso. Entre tanto, ni los quE están en el
poder ni los que batallan por alcanzarlo, consiguen dar al país
siquiera la esperanza de una mejoría estable.
Ei; los programas de ambos bandos hay errores; pero
hay también anhelos de conveniencia indiscutible. El paisnecesita de muchos elementos que la defteha estampa en
:us pendones: solidez de las instituciones; orden público; res
peto y disciplina; estímulo a la iniciativa privada; conside
ración a la experiencia y al prestigio, etc., son factores que
indudablemente ponen a un país en él camino de la pros
peridad y del bienestar. Pero si esos factores se esgrimencomíi elemento político; si en vez de aparecer dentro de un
^lan constructivo, se les pregona en abstracto y en la práctica se les emplea contradictoriamente (como* cuando se abo
mina de la intervención fiscal én la producción; pero se
aprueba el control y el alza del precio del trigo) tales ex
presiones se desacreditan y no sirven mas que para ex
citar a los contrarios. Las exageraciones de las derechas son
el alimento y el. tónico de las izquierdas.
También sobre los pendones izquierdistas resaltan pro
pósitos de alta justicia y de clara necesidad. Entre la pa
labrería y las exageraciones con que el Frente Popular pre
senta un programa para atraerse electores —según ellos mis
mos lo- declaran—'■
ha colocado finalidades que demuestran
N
visión y buen sentido: sujetar los empréstitosÍes a estrictas normas de realidad y utilidad; reajuste de suel
dos y salarios en proporción al poder adquisitivo de la
neda; caja de salario familiar; represión de la especulado!impuesto a la tierra incultivada: habitaciones para empleados
y obreros; consejo económico consultivo y obligatorio; etc,'
son seguramente medidas que deben formar parte de un plancuerdo de mejoramiento nacional. Pero, están incluidas co
mo "parte de un mero programa de"
batalla social y política,
denf.ro de un movimiento tendiente a destruir los elementos
de s'iperior dirección y de riqueza; todo ello para, dar in-
flue.icia y mando tal vez a algún idealista, pero generalmen
te a los que no han demostrado más que ceguera y odio. Asi
se provoca en los elementos mejor situados socialmente esa
ira y ese temor que suelen dar caracteres grotescos o infan
tiles a la actitud de muchas buenas gentes de las derechas
cuando les nombran a los «comunistas»,
«Nosotros somos el orden —dicen los dirigentes y mili
tantes de las derechas—. Hay que cerrar los ojos y acom
pañarnos con la fé del carbonero. Todo por defender el
orden». Pero desgraciadamente, bajo tan elevado pendón, el «
país divisa los errores, las ambiciones, las ventajas de grupo
o de partido, la elección o reelección del senador o del di-;
putado, la rutina feroz impidiendo la mejoría y el progreso.
«Nosotros somos el porvenir —claman las izquierdas—.
No habrá más pobres, pero acabaremos con los ricos; abo
minamos la riqueza, pero repartiremos comodidad y bienestar;
somos la justicia social, autorizando todas las injusticias en ■
íontra de los de arriba». Más, bajo la bandera de las pros.
mesas halagadoras, el país divisa también los absurdos, lo*3
apetitos "de los dirigentes, las torpezas y las envidias.
El Congreso Nacional, aspiración suprema de los pam-
dos tradicionales, es también reflejo exacto de la desorient*-
eión, de los procedimientos pequeños y de la incapacidtf
constructiva de esos partidos. Afirman que la suerte de I
República depende de tener o no tener mayoría, en lasCi-j
maras; quieren mover aj país entero para asegurar un cou*
gresal más. Pero el pais se pregunta qué hicieron, qué c
truveron las mayorías del Congreso en los últimos años;/
18
modificaron útil y concienzudamente las minorías estruen
dosas y batalladoras. Y no hay respuesta satisfactoria que dar!
La guerra que se pregona, significa exclusivamente una
guerra de clases; las derechas contra las izquierdas, o sea
los ricos contra los pobres, los plebeyos contra los aristó
cratas, los de abajo contra los de arriba. Pero apenas se clasi
fica a los hombres representativos de ambos bandos, el ob
servador se pregunta si él o los contendores están trastor
nados. Gente de extrema derecha entre los radicales, y apo
yando el programa socialista del Frente Popular; un gran
hacendado arrastrando simpatías populares de avanzada; un
millonario, candidato y bandera de las izquierdas; un demó
crata, hijo de sus obras, levantando por las derechas hacia
jui sillón senatorial. Y todos estos hechos extraordinarios
producidos no por asomos de comprensión o espíritu de jus
ticia, sino por la confusión de momentáneas combinaciones
de nuestra politiquería.
El país proporciona a los combatientes el campo y los
recursos para que batallen; el país (lo toma parte en la pe-
íea, y la gran mayoría —desgraciadamente— ni se interesa
por ella. Pero el país paga totalmente los gastos de la guerra; su economía se desangra, su administración se trastorna
y sus problemas sociales se postergan y agravan. Es tiempoya de que el país mire su situación y atienda sus necesidades-.
Nada puede esperarse del actual juego político, ni de losrevueltos y desorientados partidos que ni siquiera manejan ese
juego. Esos partidos son arrastrados por los acontecimientos-
nim.as de la vida diaria, y faltos de disciplina para orientar
su propia acción, resultan incapaces para aportar rumbos al
país.Pasa el tiempo, y todavía no aparecen los signos vigo
rosos que fueran de esperar, poniendo en movimiento al paisentero hacia una acción coordinada, activa, enérgica, que
Jmpie y construya; que reemplace la 'desorganización actual
sucia y estéril. La lucha senatorial del día 26 pudo ser oca
sión para escoger entre numerosos nombres de las provincias o
de Santiago, un hombre que encarnara vigorosamente este
ujihelo nacional. Una vez más se ha dejado actuar y resolver
exclusivamente a los partidos políticos, y la mayoría cons
ciente queda descontenta o indiferente; es el enorme grupo
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..nde los que trabajan, de los no contaminados por la .politi-Jquería; son los que no entran en la batalla de los bando»»
extremos, porque saben que esa batalla debe liquidarse cnten- «1
diéndose, comprendiéndose, y no aniquilándose. J
La Unión Republicana señala una vez más estos he- 1
;hos a la gente cuerda y trabajadora, para insistir en
quejes preciso y urgente «organizar una mayoría de opinión &*M
ciplinada y fuerte, que dé a un gobierno popular representa™
tivo H indispensable autoridad e independencia para afronuH
con «¡nergía los prohlemas nacionales». 'J9
Es necesario que en la próxima renovación del Congre-jf
so, esa mayoría haga triunfar en las urnas a genuinoB repre
sentantes de sus anhelos.
El Directorio General de la Unión Republicana.
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