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LeandroDASilva-Fronteira.pdf

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    Leandro DA Silva

     

    FRONTEIRA 

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    DICE

    biertaonteiranalbre el autor éditosros títulos De Parado

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    nuevo marco contenía la sofocante imagen de verano para la familia de Walter, que había vias de 1000 km. desde la capital hasta la frontera para vivir allí al menos dos años acompañanpadre al servicio de la milicia.

    Desde el inicio, las mudanzas a nuevos lugares provocaban en la familia una mezcla de enca

    sencanto. Cada integrante, ya en el lugar, hacía su esfuerzo para adaptarse rápidamente sabe luego de dos años deberían mudarse a otro lugar; cada uno vivía su suerte de vida como palter, con sus casi 16 años, sentía que los lugares y su gente se iban agotando con el paso dses, no tenía avidez por digerirlo todo en poco tiempo, por el contrario, era ese tipo de perse deja que las cosas le sucedan sin exponerse demasiado a nada, sin revelarse ante la rutimbios provocados por el trabajo de su padre. Cuando algo le indicaba que la cosa estabaminando, en su cabeza se generaba un eco que iba ganando espacios y consumiendo nuernativas, un eco que se transformaba rápidamente en un absoluto “ya fue”.

    Su adolescencia pedía en silencio vivir en un lugar exuberante, cálido y lleno de varones. A Whabía parecido interesante la mudanza al Litoral: en los destinos como Buenos Aires, las famlos oficiales vivían en monoblocks o en barrios de chalets para militares, todos iguale

    mbio, cuando los trasladaban al interior, las familias de los jefes vivían dentro del cuartces la suerte los acompañaba de un cuartel con pileta, quincho, cancha de voley o tenis, boota paleta o al menos de un campo de obstáculos para entrenamiento de colimbas. Lo que ntaba en todos los cuarteles era el río a pocos pasos y su infinito potencial de actividades.

    En ese momento, al contacto con la naturaleza se le sumaba también su interés por la vida artel, las fantasías que le proponían la estandarización de los uniformes y el estilo organizac

    la milicia, en la que no había lugar para mujeres.De todas formas, los cuarteles no eran un paraíso. Aunque Walter obviamente presarrollarse en un ambiente en donde las reglas las ponían los hombres, no aceptaba la mediocla obediencia debida, no era un simple fetichista, sus relaciones en ese ámbito estaban goberr la sensibilidad y el reconocimiento con otros hombres que, como él, se observaban frenpejo de su propio exilio.Como de costumbre, luego del arribo, tendrían los meses de enero y febrero para poder desemdas las pertenencias guardadas en baúles de madera, organizar la casa y hacer expedicion

    eblo para investigar dónde hacer las compras e imaginar qué tan fácil o difícil sería sobrevivlugar.Poco sabían del pueblo al que habían llegado, lo único que parecía importarle a su padre erordasen que el lugar estaba infestado de víboras yarará.

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    ra el mes de marzo Walter y sus hermanos habían explorado en bote toda la costa del río, se hernado en los montes aledaños al cuartel y animado a cruzar a nado a la isla brasileña de enfcual terminaba en un largo banco de arena rodeado de aguas templadas y de baja profundidadLos días para deambular cual extranjeros en el pueblo habían terminado, tenían que empez

    egio y el primer día de clases era un hito en las memorias de cada uno de los lugares dbían vivido. La sensación de aceptación o rechazo en los primeros contactos escolareedestinaba a una estadía como gente común, en el primer caso, o como reclusos en laefabricada que les brindaba el cuartel, en el otro.Afortunadamente, la experiencia del primer día en la escuela del pueblo no fue tan traumáticupo de alumnos del grado de Walter era bastante heterogéneo, se relacionaban por gruposrecían desconocerse entre sí, había chicos que venían a caballo porque vivían en el campo, ovenían de parajes cercanos con nombres en guaraní. Un gran porcentaje del grado eran mu

    bido a que los hombres en edades de ir a la secundaria ya tenían responsabilidades ayudandodres en el campo. La principal diferencia con Buenos Aires era que los pocos varones eran myores que él, Walter tenía 16 y en su salón los chicos tenían entre 17 y 22 años.

    El recreo del primer día de clases fue animado. Walter se divirtió con algunos de sus compagando a una especie de poliladron correntino. Por suerte se había puesto unos zapatos abotinn suela de taponcitos de goma que le habían comprado en la capital antes de mudarse, paropédicos de tan feos, pero tenían buen agarre. Casi todos sus compañeros llevaban alpargaficientemente gastadas para seguir de largo ante cualquier instancia de freno o gambeta. Waltel, divertido y educado. Fue bien recibido por todos.

    Al regresar a casa del primer día de colegio, como de costumbre, durante el almuerzo cadató sus experiencias. Magdalena, su hermana, se había hecho amiga de la hija de la directoraemás era vecina del cuartel; a Walter le había sorprendido el tema de los chicos mayombién los chicos que iban y venían a caballo; a su hermano Jorge le había gustado el hecho descuela contaba con una cocina de verdad, con cocineras que daban desayuno y almuerzo, lofrutó sin ser advertido de que sólo era para alumnos de bajos recursos. Siempre hacía ese tipsas, era el más entrador de los tres.En las aulas, Walter se sentaba siempre en los primeros bancos. Aunque su corazón estuvie

    lugares de atrás, donde se sentaban los chicos sin interés en las clases magistrales, le daba mperspectiva de un aula llena de gente que nunca terminaría de conocer antes de tener que voludarse. Los lugares cerca del pizarrón, en cambio, no lo exponían a esa sensación de ertidumbre.

    En la parte de atrás del aula se sentaban los chicos más grandes. Los demás compañeros se rellos como “los yegüeros”, algo que al principio Walter sólo asociaba a su medio de locomoc

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    ego de varias semanas de haber comenzado las clases, una mañana, en el medio de la hotemáticas, golpearon la puerta. Se asomó la directora y llamó a la profesora. Al segundo de

    profesora volvió a entrar con un chico a su lado.Mediante un gesto desabrido, frunciendo los labios y golpeando con el mentón el aire

    ección de Walter, la profesora le indicó al chico que se sentara a su lado. En el mismo instane se sentaba, los chicos de atrás comenzaron a hacer ruidos de animales de corral y a llamón. Luego de pedir silencio, la profesora lo miró y le dijo que si iba a venir cuando se le diena, era mejor que se sentara adelante, así prestaba atención, lo cual desató la risa de los chicás que empezaron a corear su nombre de nuevo.De lejos, León parecía un samurai. Usaba una camisa celeste, los primeros botones desabrochaban ver alrededor de su cuello el nudo apretado de un pañuelo rojo, en la cintura llevaba unlos colores de un arco iris gastado, una bombacha negra, alpargatas y a la altura de la nu

    gaba un sombrero de gaucho correntino de ala ancha.León, durante la escena de bienvenida, no esbozó ni una sonrisa, nunca miró a los chicos de mpoco lo miró a Walter cuando le indicaron que se sentara a su lado, caminó hacia su bancntó, abrió la carpeta con unas pocas hojas y sacó de una bolsa de tela una lapicera, un lápiz yma, unidos con un elástico que para Walter era de calzoncillo.Walter transitó el momento como pudo. Además de que la situación había sido incómodesencia de León lo había impactado. Al pasar frente suyo, León había dejado una estela de oón de tocador común. El olor le recordó al de los marineros recién bañados en el cuartel.

    Al principio, mientras la profesora daba la clase, Walter trató de no despegar los ojos

    arrón. Luego, de a ratos, lo estudió de reojo. León parecía como de 20 años, no era alto, tel morena, tirando a roja como la tierra del lugar, pelo negro tupido y ojos rasgados. Pasó bampo antes de que pudiera desentrañar su mirada: la mirada de León parecía pedir siemprepacio, sus ojos serenos estaban preparados para otra escala y detalle.En el recreo, Walter se enteró de que el trabajo en el campo de los padres de León no le perstir sistemáticamente al colegio, lo que, sumado a sus dificultades para aprender, lo había h

    petir varios años.A Walter le pasaba un poco lo contrario, no tenía ningún tipo de obligaciones en su casa y lueg

    primeras semanas de clase intuía que el año escolar en la provincia sería un juego.Al principio León ignoraba a Walter, cuando llegaba a clase se acercaba a los más grandesaban atrás de todo, y al entrar el profesor se volvía al banco sentándose en silencio y mirra el frente.Walter respetaba la actitud de León, no lo culpaba por hacer como si no existiera, parecía sepecie de caudillo entre los chicos del campo. Por ser ágil en la escuela, Walter se había vueltpecie de preferido para los profesores y el resto de sus compañeros. Se pasaba la mayor par

    horas haciendo mandados, mientras León apenas podía terminar lo indispensable y no conenos resultados.

    Con el tiempo, Walter se ocupó de ganarse la confianza de los chicos más grandes, no le intere

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    amistad de los demás en la clase, ni tampoco los suspiros de las chicas, en cada lugar donde vido se había encontrado siempre más cerca de los que se sentían estar lejos.Aunque León seguía sin dirigirle palabra alguna, Walter lo observaba y trataba de colaborar crante las clases sin conseguir buenos resultados. Había un lenguaje corporal entre ellos qundo signos de confianza mientras compartían las clases, Walter notaba que León ya no rechacontacto, y en muchas ocasiones tenía la sensación momentánea de que León lo sostenía

    sto relajado.

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    fin de año los yegüeros invitaron a Walter a la chacra de uno de ellos, así que luego de la escalter se subió como pudo al caballo con Ciro, un polaco famoso por participar en carreras en ampo traviesa. Ese día León había faltado, Walter sospechó que su ausencia se debía a que bía caído en gracia su visita al campo y no quería participar de la expedición.

    Salieron del colegio, al galope. Anduvieron como media hora por la banquina de la rutamunicaba el pueblo con parajes cercanos, luego siguieron por un camino de tierra campo adpasar por la casa de Correíta, uno de los más tímidos de la clase, su mamá, que los e

    perando en la tranquera, los invitó a pasar. Comieron galleta de grasa untada con picadilalter le sorprendió que dentro de la casa no hubiera piso de material, el piso de la casa de Co

    la misma tierra que, de alguna manera, estaba tan apisonada que la podían barrer sin levlvo. Otra cosa que le sorprendió fue que la familia sacaba agua de un pozo donde vivían torrreíta decía que las tortugas comían los bichos. También enfriaban las sandías allí, bajándola

    balde.Luego de comer montaron nuevamente a caballo y salieron con los perros a los bañados, vaban sus rifles y gomeras, durante la cabalgata cazaron palomas, zorzales y cuisespuestamente luego comerían en estofado. En un recodo de un arroyo, se les escapó un carpialter nunca había visto nada igual, era como una nutria gigante, al parecer para cazarlos habídearlos en contra del viento porque tenían buen olfato, uno de los gurises decía que los itando una especie de silbido.Al final de la tarde todos decidieron pasar por los corrales del Polaco. Los gurises parmados con la idea de enseñarle a Walter cómo se enlazaba a los caballos.

    Cuando llegaron al lugar, luego de dar un rodeo por los diferentes corrales y enseñarle a Wmo reconocer razas, sexo, animales que parecían iguales pero eran diferentes, enfermedadesdetuvieron delante de un corral donde se encontraba una yegua. Los gurises comenzaron a silrevolear los sombreros, la yegua parecía reconocerlos y no atinó a hacer ningún movimstial, se quedó mirándolos y, de tanto en tanto, movía la cola, resoplando por la nariz y hacmblar algunas partes de la piel para espantar las moscas que se posaban en su lomo buscor.

    Con movimientos ágiles algunos gurises saltaron y abrieron la tranquera; otros, con una des

    mirable, enlazaron a la yegua desde los caballos por cada par de patas y la tiraron al pisgua no parecía estar ni sorprendida ni alterada, la escena se volvía un poco rara. Walter vio alos gurises frotándose el bulto sobre la montura para delante y para atrás, como si se la estu

    giendo; mientras desmontaban uno de ellos dijo:—La yegua es tuya, Polaco, vos primero que además sos el que tardas más.Entonces el Polaco, que ya estaba al lado del animal, se bajó las bombachas junto cozoncillo. Tenía la pija más grande y ancha que Walter había visto en su vida, surcada por grunas azul-verdosas que terminaban en una cabeza morada en forma de hongo. El Polaco se arrocomenzó a cogerse a la yegua. Walter se había quedado inmóvil. El Polaco llamó a otro d

    rises, todos tenían la pija parada debajo de sus bombachas, y con la mirada fija en sus compa

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    recían calentarse viendo cómo se cogían al animal entre varios.El Polaco era ciertamente el que más duraba, los gurises iban pasando y cuando estaban por a

    empujaba para afuera. Algunos, expulsados en el momento de acabar, hicieron un espectótico nunca imaginado. Cabrera, por ejemplo, se llevó la camisa desprendida hacia edándole como un trapo a rayas que unía sus brazos torneados, la faja la tenía enroscada tura, el slip a la altura de los huevos y las bombachas debajo de las rodillas, llevaba pañuelo

    ancia en el cuello y sombrero de ala ancha negro. Cuando el Polaco lo sacó, se arrodilló a sos de él y apoyó la verga y los huevos en el lomo del animal, tenía huevos grandes, redon

    rfectos. Luego de escupirse la pija, comenzó a pajearse con las crines de la yegua, la cabezantraba en ellas como en un rito prehistórico. Cuando Cabrera acabó, miró a Walter por un segmo si el espectáculo lo estuviese montando para él, seguidamente inclinó la cabeza para attó un sapucai, la leche llegó casi a sus pies. Walter no dejó de mirar el espectáculo ni un

    gundo.Cuando le pidieron sostener el lazo de las patas traseras de la yegua con tanto arrebato mascuPolaco se dio cuenta de que Walter también tenía la pija parada, así que con una sonrisa de oreja le hizo señas para que se acercase y dio indicaciones a otro para que lo suplantara con el

    alter se arrodilló en el mismísimo instante en que se escuchó un silbido de arreo que los guonocieron de inmediato y tradujeron en un grito unificado de León.León llegó envuelto en un aura salvaje, montando a pelo, sin camisa, usando su sombrero dcha, bombacha negra, pañuelo rojo en el cuello; detuvo el caballo de manera repentina a pasyegua y los llenó de tierra a todos. Sin saludar se bajó y le dijo al Polaco que se corrieslaco sonrió, sumiso, y sacó la verga de adentro de la yegua. La yegua pareció no estar delnforme con la falta de calor que dejaba el Polaco, sus resoplidos de protesta hacían volar nublvo cerca de la nariz.León se arrodilló junto a Walter, estaba transpirado y olía a corral. Como era de costumbre,

    ró, se puso una mano en la cintura y con la otra se desprendió la bombacha, sacó la pija y la sta el fondo, luego tiró el culo para atrás, movió la cintura y se inclinó para delante eriendo encontrar una posición conocida dentro del animal. Walter seguía con la pija pauera del pantalón, León le hizo una seña parca, como para que la metiera junto a él, dirigienntón hacia la concha. Cuando Walter metió la verga, su cabeza fue acariciando el tronco

    rga de León. Ante el roce, la metió despacio, tratando de sentir su calor y dureza, cuanminó de meter, León comenzó rítmicamente a entrar y salir del animal con una mano en la cinotra en la base de la pija, acariciándose los huevos, mientras los gurises desde la tran

    ngaban el coito silbando como si arrearan animales.Al principio Walter se mantuvo inmóvil, luego el roce de su verga con la de León lo calentó e comenzó a moverse despacio tratando de no despegarse de la pija de su compañero. Walt cuenta de que León trataba de llevar un contra ritmo respecto al de él, sacándola cuando W

    metía, provocando que las dos cabezas se encontraran dentro del animal chocándose entre sí, a vez.

    Mientras se movía, Walter cerraba los ojos y trataba de tomar posesión de la verga dura de Lería que fuera suya para siempre, sentía cómo los recuerdos de los roces en el banco delrante las clases se multiplicaban reflejando imágenes imposibles de sostener sin acabar, las

    n los antebrazos rozando en paralelo, el contacto entre sus muslos, no podía creer que

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    soído el llamado de la verga de su compañero de banco por tanto tiempo. Extasiado, pomento su cabeza se fue a un lugar inimaginado donde sintió el placer de León metiéndgiéndoselo mientras él se cogía a la yegua y los gurises se iban en seco con el espectáculo.La cogida fue cada vez más frenética, y Walter ya no era él, era el río y los esteros, la tardecitaor a monte en el rocío. Escuchó algunos teros, los chiflidos de los gurises, sus sapucais festejda vez más lejos, como si estuvieran a kilómetros de distancia, la saliva se le puso líquida y dtonces León le apoyó una mano en la cadera y lo detuvo, intuyendo que acabaría sin espeego siguió entrando y saliendo, rozándose contra su pija. A Walter le temblaron las piernas, s

    mo los huevos se le subían y cuando se dio cuenta de que estaba por acabar dudó qué haentó sacar la verga, pero León no lo dejó, le agarró la pija como quien agarra una herramienvolvió a meter y por primera vez lo miró como quien trata de explicar que no había un final

    de los dos. A Walter empezó a temblarle todo el cuerpo. Mientras León arqueaba la espalter escuchó que decía unas palabras en guaraní, luego su sombrero le cayó en la espalda mietiento que lo sostenía se tensó en su cuello. Walter sintió cómo la leche de los dos se mezentras la mano de León se apoyaba en su hombro y extrañamente todos los pájaros de los árcanos se echaban a volar pegando gritos como si un predador oculto hubiera aprovecha

    sión pasional que se había apoderado del monte para llevarse una vida en forma de ofrenda.A la vuelta quedó tácitamente claro que Walter se subiría al caballo con León. Jugaron carsta llegar a la tranquera de Correíta, donde los gurises desensillaron y se despidieron cantándamamé “Ah, mí Corrientes porá”.León no habló en todo el camino de regreso, sólo hizo algunos chasquidos con los labiosmandar al caballo. Walter se le pegó a la espalda suave con olor a corral y tampoco dijo nando llegaron a la primer garita de vigilancia del cuartel, el marinero que estaba de guardudó a bajar del caballo. León hizo un gesto como que no era necesaria la ayuda y con Wando tierra firme se disparó al galope levantando otra polvareda. El marinero miró a Walte

    presión seria y exclamó:—Linda yunta, gurisito…

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    día siguiente, en la casa de Walter había una tensión rara. Todas las noticias de dentro y fuerartel le llegaban a su padre casi instantáneamente, había gente que se encargaba justamente de Al parecer algunos de los familiares de los yegüeros eran famosos cuatreros de la zonpecial el padre de León que luego contrabandeaba los animales hacia Brasil.

    Ese día, durante el almuerzo, el padre de Walter dio la acostumbrada charla de lo importanguir las buenas costumbres en su casa. La charla, como siempre, la daba luego de un hecho punlo para la familia, pero al cual no se refería específicamente. Siguió con el verso repetido eno que era tener una familia unida y no una donde los hijos estuvieran internados en colegipilos o en el Liceo Militar.A Walter y a sus hermanos, luego de la charla, habiendo finalizado las clases, no les quedóe pasar el verano en la casa de los primos en Entre Ríos.

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    primer día de clases del siguiente año Walter se encontró en el aula solamente con Correítamás yegüeros habían repetido nuevamente. Correíta le contó que León había estado estuddo el verano y había pasado de año.Como era de esperar, León apareció a las tres semanas del inicio de las clases acompañado

    ectora. Afortunadamente le indicaron que se sentara nuevamente al lado suyo, quizás ponsaban que Walter era la causa por la que había pasado de año.Cuando se sentó, León le dijo:—Hola, gurí –y apoyó despacito la pierna en la suya. Walter lo miró, sonriendo. León estabado que el año anterior, se había dejado el pelo un poco más largo y usaba una especie de bito, como de gaucho antiguo.

    Durante el recreo se juntaron con los yegüeros, ellos siempre tenían buenas historias para coe día relataron la vez que un pescador que vivía en la isla de enfrente había sido picado po

    rará. El buen hombre se había lanzado a remo hasta la costa del pueblo, pero no había llegadcontraron los de la Prefectura a la deriva, delirando dentro del bote. Le inyectaron iofídico y se salvó raspando, se recuperó pero quedó medio loco, volvió a vivir en la isla s de viento norte gritaba desde la punta del banco de arena hasta la que solían ir nadando Wa

    s hermanos. Nunca sabía si las historias de los yegüeros eran verdaderas, pero justo esa hincidía con que los días de viento norte se escuchaba desde la isla los gritos de un hombre, ge cruzaban el río planchado por el atardecer, gritos casi de animal envueltos por los infnidos del monte.Cuando terminó el recreo, volviendo al aula, León invitó a Walter a cazar el sábado sigui

    ien haciendo caso omiso de los discursos de su padre del año anterior, no dudó un segundeptar.

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    idea era de salir a cazar temprano. Se encontraron en la entrada del pueblo, debajo del arctal que cruzaba la calle principal. Ese día Walter se puso un jogging que le quedaba un stado, en el año había pegado un estirón y sentía que todo lo que se ponía se le adhería al cul

    La única condición de sus padres a la expedición fue que se pusiera un par de botas y que Leó

    acercara al cuartel para buscarlo o dejarlo.Cuando se encontraron, León estaba acompañado de su perro Jacinto, llevaba un par de ojntalones cortos, un morral en un hombro, un rifle 22 en el otro y una honda en la cintura. Cuo a Walter de botas le dijo:—¿Ande vas, gurí? –y se cagó de la risa.Cabalgaron hasta el cruce con la ruta provincial, dejaron el caballo en un mojón y dmenzaron a atravesar alambrados y adentrarse en el campo, caminaron durante horas, rodearrral donde había un toro cebú que cuando los vio se les vino al humo corcoveando y tir

    adas al cielo, luego cruzaron un sembradío de arroz inundado de agua. Walter estaba contenber llevado las botas hasta que en el medio del campo León se sacó las ojotas, miró a Wamenzó a correr en patas. Pensando que se iba a perder en el medio de la nada, Walter lo traguir, pero se tropezó en una taipa y se cayó de boca al agua. León volvió riendo, le ofrecióotas y las botas quedaron abandonadas en el barro.Luego de cruzar el sembradío, cerca de un monte de anchicos León se puso serio y comentóo los animales que tienen patas pueden frenar. Le explicó que si alguna vez una víborseguía, debía correr a toda velocidad y frenar sorpresivamente dando un paso para el cosra que la víbora siguiera de largo, y así retomar la carrera para el lado contrario. Luego

    plicación le señaló con el dedo un camachuí prendido a las ramas de un árbol, alistó su gomdio un piedrazo haciendo que el avispero perdiera parte de su superficie. Una nube de avió en su dirección, los dos corrieron a toda velocidad, Walter se adelantó y escuchó que Letaba:

    —¡Tirate, gurí, tirate, gurisito!Al segundo, Walter escuchó algunos zumbidos y avispas picándole la cabeza y las orejas. Eomento un tirón lo empujó hacia el piso, León se le había lanzado encima de sus pies, la nuejas siguió de largo sin poder frenar.

    Los dos quedaron tirados en el piso. León le dijo desde atrás al oído:—Qué gurisito de mierda, ¿para qué se le explican a usted las cosas?Walter respondió con una risa franca y en un segundo sintió que tenía la verga de León crecirás suyo, queriendo hacer espacio entre él y su jogging ajustado. Walter tiró las manos para fue bajando de a poco el short y sintió cómo la verga de León, ya libre, se le ubicaba en la rayo. León se frotó sobre el jogging de Walter, después se puso de rodillas, le bajó todo de un tiempezó a chupar el culo. Walter no podía parar su corazón, que nunca le había latido tan rálengua de León se abría paso buscando su alma mientras su sombrero le acariciaba la cintur

    afán de que León le diera más placer, Walter fue levantando la cola empujando con las rodill

    rra, deseaba que todo el cielo se le metiera en el culo y ahí llegó León con su verga de fu

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    rante la semana León sólo fue un día al colegio, él y sus hermanos estaban trabajando en el carroz del Polaco fumigándolo a pie con mochilas.

    En el recreo los yegüeros contaron una historia por la que León casi se agarra a las trompadalaco contó que se había enterado cómo habían muerto dos amigos el año anterior durante un d

    sca. Al parecer, la muerte había sido un tanto misteriosa y en el pueblo no se hablaba muchma. La versión del Polaco era que uno de los chicos, al que le decían el epiléptico, había tenidque de epilepsia mientras le chupaba la pija en el bote a su amigo. En el ataque le había cortaa de un mordiscón, el epiléptico se había muerto atragantado con la pija y el otro desangando terminó de contar esto, miró a León y a Walter y terminó el cuento diciéndoles:

    —Así que tengan cuidado, ustedes dos –a lo que sobrevino la risa de los demás, hasta que Leró, agarró del cuello al Polaco y lo tiró al piso de un empujón, como si se tratase dpantapájaros. León no le pegó porque sabía que el padre del Polaco los dejaría sin trabajo a

    hermanos, de todas maneras todos sabían quién era el más fuerte del grupo, nadie chistó y quedaron en el molde.Luego del incidente León faltó intermitentemente al colegio con excusas de siembras, fumigacisechas, yerras, domas, cacería, pesca, etc. , etc., etc. Al sentirse abandonado sin explicaalter hizo lo que acostumbraba cuando no era bien recibido en los lugares, se encerró en el cudejó que el tiempo pasara esperando el nuevo traslado a otro sitio.

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    rca del final del año escolar, un viernes, ya estando libre por faltas, León llegó a clases comhubiera dejado de asistir nunca. Le explicó a la profesora que no quería perderse de los últ

    mas aunque repitiera y se sentó al lado de Walter tras saludarlo con una sonrisa, a la que Wrrespondió con otra, un poco porque la situación era ridícula y le daba gracia y otro tanto p

    ramente León era lo único que quería de ese pueblo.En el recreo se juntaron con los yegüeros debajo del higuerón. Esa vez Walter tomó la pala

    contó que el fin de semana anterior el padre lo había invitado a compartir una patrulla por un barco de la fuerza con un montón de marineros armados. La patrulla se había ido río abajomomento de bordear la isla habían elegido el brazo más angosto del río. El monte formabpecie de túnel de costa a costa, la vegetación se hacía cada vez más espesa, era el atardecer,

    animales del monte se despedían del sol o recibían la noche, nadie veía el final de la isla, eltúnel. Walter se quedó al lado de su padre, sobre la cubierta. En un momento creyó ver

    uetas humanas desplazándose detrás de las malezas, los marineros no parecían estar preocupalter agudizó sus sentidos y comenzó a pensar que podrían ser atacados en una emboscadntrabandistas. En el medio del pánico casi expone sus temores al padre, pero un instante deaban saliendo del túnel arbolado para volver a retomar el medio del río en compañía dmeras estrellas y la ausencia de contrabandistas. Los yegüeros se rieron y le dijeron:

    —Qué gurisito cagón.Seguidamente, Walter comentó:—El mes que viene nos mudamos a Buenos Aires… Me estoy meando, nos vemos en el próreo.

    Walter caminó por el sendero de pasto ralo que estaba detrás del higuerón y que conducía al hombres, no tenía ganas de mear, tenía ganas de salir corriendo de la escuela, irse de ese pulver a empezar.El baño del colegio era precario pero siempre estaba limpio, olía a fluido Manchesterntrario de la mayoría de sus compañeros, que preferían mear en el pasto debido a que creíanlos baños del colegio había fantasmas, a Walter le gustaba ir a mear allí, el olor le recordala colonia de vacaciones donde había aprendido a nadar cuando era chico.

    El baño no tenía ventiluces, el aire circulaba por una abertura cercana al techo de chapadeaba todo el perímetro del baño cual chimenea. Cuando meaba Walter solía seguir con la mion el meo, a las lagartijas con ventosas en las patas que caminaban por los azulejos en búsqalgún que otro insecto para alimentarse.

    Ese recreo Walter se apoyó en la pared del fondo del baño, contra los azulejos fríos, espere pasara el tiempo. Aunque no fumaba, sintió la necesidad de prender un cigarrillo, de hamo.Luego de un rato de que sonara la campana, la puerta del baño se abrió y apareció una sbajo del marco, había tanta luz afuera y estaba tan oscuro adentro del baño que la imag

    recía a esa idea que se tiene de Dios cuando lo recibe a uno en el cielo, una silueta inalcan

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    n una luz enceguecedora por detrás.Para su sorpresa, la imagen era León, que desde la puerta le dijo que la profesora eeguntando por él, que lo había mandado a buscar. Se acercó a Walter arrastrando las alpargat

    mosaicos húmedos, abriendo los brazos y extendiendo las manos, haciendo ese gesto de anazapado que la gente le hace a los niños pequeños cuando juega a atraparlos. Walter no entendsto, no le vio la cara hasta que estuvo a pocos centímetros y sus ojos se acostumbraroplandor.

    León sonreía.

    —¿De qué te reís? –preguntó Walter.—De lo mucho que me alegra verte en el baño –y seguidamente lo metió de prepo dentro de u

    boxes donde estaban los retretes.León no perdió el tiempo: se bajó la bragueta y sacó la verga del pantalón, estaba tan durrecía curvarse para arriba. Al sentir su olor, Walter bajó la cabeza como aceptando un conjua bendición, se arrodilló y le besó la pija, luego le metió la mano en la bragueta y le sacevos para afuera del pantalón, se los besó y empezó a chupárselos ayudado con una mano, mien la otra le hacía la paja. De cuando en cuando, si sentía que la cabeza de la verga se secaba,

    upaba unos minutos hasta lubricarla. En esos instantes León soltaba una risa corta de placer.z lubricada, seguía chupándole los huevos y haciéndole la paja, le encantaba la zona en donnco de la pija se unía con el pubis, trataba de que la mano con la que le hacía la paja chocass labios cuando llegaba a la base de la verga, mientras la lengua se iba entreverando entrevos y su saliva.León no tardó en abrir las piernas y apoyar la espalda en los mosaicos. Walter sintió cómo ntraía los glúteos en una especie de bombeo que hacía avanzar su pija dentro de la mano de W

    que éste tuviera que hacer mayor esfuerzo salvo apretar y apretar para percibir la dureza dgar, de la escuela, de su historia. De pronto León le agarró el mentón y lo hizo mirar en direcc

    cabeza y una vez más, de manera definitiva, contrajo sus glúteos y en el instante en que tirabeza para atrás arqueando la espalda que se separaba de los mosaicos, como quien doma un aparándose del pelo, se agarró la verga desde la base y se la metió con cuidado en la boca, ca mano le agarró la nuca y Walter tuvo la sensación de que León le había metido la pija ha

    gar exacto donde descargar litros de semen caliente.León quedó temblando un rato. Cuando Walter se paró vio que tenía sus pantalones mojados edillas. Al darse cuenta de que Walter se había apenado por eso, León lo volvió a tomar del macercó a su boca y le dio un beso mientras le decía:

    —Gurisito, vámonos de acá antes de que aparezcan los fantasmas.En el aula León le contó que no iba a volver al colegio, que la familia lo necesitaba en el caminvitó a almorzar en su casa el sábado siguiente.

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    sábado el chofer del cuartel lo llevó hasta la chacra de León y prometió volverlo a buscar a la tarde. La mamá de León había preparado milanesas de carpincho, mandioca hervida y enslechuga, todos comieron con ganas. Durante el almuerzo la familia de León parecía saber m

    bre Walter, le preguntaron sobre su familia, sobre sus buenas notas en el colegio y sobre su re

    Buenos Aires. También indujeron a León a que hablara de su proyecto de cría de animales mo era usual, su fuerte no eran las palabras y no hizo muchos comentarios.Luego del almuerzo León y Walter salieron a caminar por los montes cercanos mientras el resfamilia se tiraba a dormir la siesta.León parecía querer llegar al corazón del monte, cada vez se adentraban más y más, el cami

    cerrando, las enredaderas uñas de gato hacían imposible el avance. En un momento Walteguntó a dónde iban y León le respondió que tenía un lugar secreto para mostrarle. Lueminar media hora más, se encontraron en un claro. En el medio del claro había un arbusto. Le

    ñaló el arbusto.—Pitangas –dijo.El arbusto tenía centenares de pequeños tomatitos púrpuras. León tomó una pitanga y la metió ca, tomó otra y se la puso en la boca a Walter. El sabor era increíble, sin ser extremadamlce tenía una especie de amargor final que de alguna manera equilibraba perfectamente lostos.León se puso un puñado de pitangas en la boca y luego de masticarlas, como quien tiene una hortal, tiró la cabeza para atrás y dejó correr un hilo de líquido púrpura por la comisura de la alter sonrió, León se acercó y le dio un beso entre dulce y amargo.

    Walter se dejó caer sobre sus rodillas, como quien se rinde a una situación que lo supera. Leó caer, también, y lo besó de nuevo. Walter le puso las manos en las mejillas, luego con una mtiró para atrás el sombrero y con la otra viajó por la camisa desabotonándola, recorriencho hacia abajo, deteniéndose en el abdomen firme, lampiño, salvo por un hilo recto de pgra que se metía dentro de la bombacha. Metió mano y le agarró la verga.Se revolcaron desnudos entre las madreselvas y las pitangas maduras, el colchón de fastadas cubrió su sexo de olor a paraíso.

    León se la metió junto con la naturaleza toda, lo llenó con sus venas hinchadas y con todo lo q

    raizaba a la tierra colorada. Walter olía a río, dulce remanso donde zambullirse en la sentras el sol convertía en brasas los ojos de los seres salvajes, mudos observadorestejaban el erotismo de los dos gurises como si el canto de las chicharras fuese la propagacióseo de un coito prohibido.León le susurró al oído en guaraní:—Rohayhu, roheka, rohecháro ikatu che ñe'a opytu'u.

    Segundos antes de acabar, Walter sintió un cordón frío corriendo por su espalda y un ardor o, una sensación dolorosa que nunca antes había sentido y que le sirvió de alarma, como

    vertencia ante la pena de perderse en un último coito automático.

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    El veneno era fuerte, los sentidos de León se exacerbaron diluyendo sus fronteras, su pija se vhielo mientras los escalofríos de Walter y su boca abierta retorcieron de placer los estrmando a los seres del acecho de todo lo que ataca sin ser visto.

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    a lengua de León se abría paso buscando su alma mientras su sombrero le acariciaba la cinturafán de que León le diera más placer, Walter fue levantando la cola empujando con las rodilltierra, deseaba que todo el cielo se le metiera en el culo y ahí llegó León con su verga de fueg

    sembrándolo de estrellas fugaces y jadeos.”.

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    Leandro DA Silva nació en Buenos Aires. Su cuento "La Mulita Libertad" fue publicado en las etiquetas de la primera colección de la marca de ropa infantilChango. Es Ingeniero.

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    Silva, Leandronteira. - 1a ed. - Buenos Aires : De Parado, 2014.ook.N 978-987-28835-8-4

    Narrativa Argentina. 2. Novela. I. TítuloD A863

    014, Leandro DA Silva014, De Parado

    STRACIÓN DE CUBIERTA E INTERIORES:tín Villagarcíaw.martinvillagarcia.com.ar 

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    TROS TÍTULOS DE PARADO

    / Gustavito, Callero

    / La gira, Martín Villagarcía

    / Como se saludan los surfers, Facundo R. Soto

    / Las lunas de Urania, Marcel Pla

    / Papus, Martín Zícari

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