Por. Emma Susa·rta SPERATTI PIÑERO
LA EXPRESION DELAS FUERZAS EXTRAÑAS
EN
LEOPOLDOLUGONES·
UNIVERSIDAD- DE MEXICO
COMO- vaICi/ils eseri,tores. -de Sil tiempb, Lugo
nes se sintió· atraídopor el misterio. Sa
bemos que habló de ello conDaría, y que' en compañía: deQuiroga asistía a sesiones· espiritistas. Pero no pasó deuna fría, curiesidad, a' vecesirónica. Y sus cuentos,. por logeneral muy bien <construidos,se resienten, en este como enotros aspectos, de exterioridad. El misterio es para Luganes fuente de temas. queelabora euidadosamente,. demasiado cuidadosamente quizá, pero la corriente, la comunión última entre lector yobra, no· se establece por entero. Con todo, es. imposiblenegar que Lugones constituyt' un jalón importante en laliteratura fantástica hispaQoamericana y que sus. creaciones merecen, aún hoy., se }asconsidere tanto por la calidadartística como pm las inffuencias que ejercieron en -otrosnarradores. .
Dentro de su multiforme vvasta obFa, Lug.ones nos h~dejado un puñado de cuentosque rozan las· fronteras de loinexplicable. En ellos se oponen humanidad razonadora. yfuerzas recónditas. De esteconflicto la humanidad salederrotada. Los secretos de lanaturaleza, inescrutables ensus últimos efectos; los secretos de lo que está más alLá ypor encima de la naturalezavencen la miserable l€Ígica delhombre.
Los cuentos Ciclltificistas
De las doce narraciones deLas fuerzas extrañas, cincopueden clasificarse, sin más.como cientificistas. No fuééste un tipo literario que alcanzó gran relieve en nuestralengua, y a Lugones le debemos acaso algunos de los mejores relatos de esa especieque se hayan escrito en espa-ñol. .
"La fuerza omega" y "Lametamúsiea" son cuentos paralelos por su arquitectura.En el primero, un sabio desconocido intenta captar y dirigir "la potencia mecánicadel sonido". En el segundo, larelación nota musical-colorconstituye el tema central. Enambos, la larga búsqueda delhombre da come,} resultado elhallazgo maravilloso, pero incontrolable. Durante un tiempo el hombre domina -o creedominar-'la fu,erza. La fuerza, sin embargo·, en una. jugarreta inesperada, se vuelvecontra el dominador. Pero enestas dos narraciones el exceso de vocabulário científico,la cargazón de menudas explicaciones, disminuyen elefecto, que podría haber sidointenso. Pese al horror repentino con que la fuerza omegadestruye el cerebro que orga.-
I1lZ0 la máquina apresadora,pese a la espantosa figura l~n
ceguecida del músico científico que se atrevió con la potencia mágica de la escala solar, el lector no puede sacudirel adormecimiento provoeadüpor la lenta exposición introductora, y no reacciona anteel brusco pero rebuscado final.Sin embargo, aunque la retórica cientificista de Lugonesahogue casi por completo lavirtud del narrador, podemosencontrar algún fragmentobien tallado, como éste de "Lametamúsica", en donde la expresión del misterio ha encontrado la tónica apropiada: "Enverdad:, hasta mi naturalezarefradaria se conmovía COIl
aquellos sones. Nada tenían decomún con las armonías habituales, y aun podía decirse queno· eran música en realidad;pero lo cierto es· que sumergían el espíritu en un éxtasissereno, como quien dice formado de antigüedad y de distancia."
Mejor logrados están "Violaacherontia" y "El psychón".La sangre infantil C01110 flúidoque transmite la angustia dellamento humano, unida al recuerdo del experimento medieval con la mandrágora; lagradación de la siniestra experiencia narrada por el diabólicojardinero, provocan natural espanto en "Viola acherontia",espanto que habría sido máshondo si se hubiera interrumpido el cuento antes de las reflexiones finales. En cuanto a"El psychón", refiere con sesgo irónico la aventura del doctor Paulin. La fuerza extrañaes, esta vez, el pensamientohumano, que fluye del cerebroen forma de penacho luminoso.El sabio lo capta, lo licúa, yluego lo deja en libertad. Elpoder, ya sin control ninguno,se arroja sobre PauEn y leprovoca una locura momentánea. Su error ha sido no averiguar la procedencia de lafuerza captada, indudable falla científica. Un nuevo experimento, tan descabellado comoel primero, determina la reclusión del sabio en un manicomio. Lugones, en franco plande broma, acierta a combinarlo fantástico y lo humorístico.
"Yzur", la historia del mono que se niega a hablar pese
a los esfuerzos del amo, es ellei fondo la resistencia de unafuerza ciega --"l'a animalidadprotectora", el instinto de U1l:1
humanidad· degradada por otrahumanidad triunfante- frente al enemigo ancestral. Perfecta en su proceso, esta narración 110S o·frece lo que muyrara vez se encuentra en Lu·ganes: una veta de ternUTa. Laemoción, tenue aunque evidente, hacia la solitaria angustiadd irracional se vierte en losúltimos párrafos del cuento:
y zur entré, en agonía sin perder el conocimiento. Una dulceag-onía a ojos cerrados, con respiración débil, pulso' vago, quietud absoluta, que sólo interrumpía para volver de cuando encuando hacia mí, con una desgarradora expresión de eternidad, su cara de viejo mulatotriste. Y la última tarde, latarde de su muerte, fné cuandoocurrió la cosa extraordinari;lque me ha decidido a emprender esta narración.
Habíame dormitado a sn cabecera, vencido por el calor y laquietud del crepúsculo que empezaba, cuando sentí de prontoque me asían por la muñeca.
Desperté sobresaltado. El mono, con los ojos. muy abiertos,se moría definitivamente aquella vez, y su expresión era tanhumana, que me infundió horror; pero su mano, sus ojos,me atraían con tanta elocuencia hacia él, que hube de inclinarme inmediato a su rostro; yentonces, con su último suspiro,el último suspiro que coronaba)' desvanecía a la vez mi esperanza, brotaron --estoy seguro- brotaron en un murmullo(¿ cómo explicar el tono de unavoz que ha permanecido sin hablar diez mil siglos?) estas palabras cuya humanidad reconci- .liaba las especies:
-Amo, agua. Amo, miamo ...
Los cuentos de temalegendario
No me detendré en "Un fcnómeno inexplicable" ni en"El origen del diluvio", queoscilan entre lo científico vciertos planos lindantes con lafilosofía., para ocuparme de loscuentos de tema legendario. Latradición bíblica, la leyendafolklórica, el milagro cristiano,d mito griego, proporcionana Lugones fuentes en dondesorprender poderes secretos.
La creencia popular acercadel escuerzo vengativo y maligno es tratada por Lugonessin aparente preocupación,coll..
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alternativas de humor e ingenuidad, hasta que, bruscamente, nos precipita en el final escalofriante:
... El animal no se detenia.Seguía saltando. Estaba ya alpie de la caja. Rodéóla pausadamente, se detuvo en uno delos ángulos, y de súbito, conun salto increíble en su pequeña talla, se plantó sobre la tapa ... El sapo comenzó a hincharse por grados, aumentó, :\lImentó de una manera prodigiosa,hasta triplicar su volumen. Permaneció así durante un minuto ... Después fué reduciéndose,reduciéndose hasta recobrar suprimitiva forma, saltó ;L tierra,se dirigió a la puerta y atravesando el patio acabó por perderse entre las hierbas.
Entonces se atFevió Antoniaa levantarse ... Con un violento ademán abrió de par en parla caja ...
Un frío mortal salía del mucble abierto, y el muchacho estaba helado y rígido bajo· la tristeluz en que la luna amortajabaaCluel despojo sepulcral, hechopiedra ya. bajo un inexplicablebaño de escarcha.
Menos eficaz es el pretencioS0 "Milagro de San WiHrido"a pesar del arte -o artificioque se despliega en él. La mano del mártir que, reanimadapor divina energia, aniquila alinfiel, podrá ser terrible, perono nos conmueve.
De los tres relatos que quedah dos son bastante conocidos: Citados con frecuencia,recogidos en antologías, indicados en programas escolares,son quizá lo más logrado en laarquitectura narrativa de Luganes y la mejor expresión desus haUazgos verbales.
La vieja leyenda de las cosasy los seres domésticos que sevuelven contra los humanos-de la cual es una manifestación la destrucción de los hombres de palo en el Popol Vuhse transforma en "Los caballos de Abdera". El poder maléfico, destructor, incontrolable es la humanidad -lo peorde 'la humanidad- contagiadaa las bestias. Los caballos seconvierten progresivamenteante el tonto orguIlo de losamos hasta llegar a la rebelióny al crimen, que l?s propio~dueños han consentIdo. Y a St
es magnífico el ataque a laciudad por las bestias humanizadas:
Conmovida de tropeles, la ciudad oscurecíase \1on la polvaredaque engendraban ... Una especie de terremoto incesante hacía vibrar el suelo con el trotede la masa rebelde, exaltado aratos como en ráfaga huracanada por frenéticos tropeles sindirección ni objeto; Jlues habiendo saqueado todos los plantíos de cáñamo, y hasta algunashodegas que codiciaban aquelloscorceles pervertidos por los refinamientos de la mcsa, g-ruposde animales ebrios acelerabau laobra destructora. y por el ladodel mar era imposible huir. Loscaballos. conociendo la misiónde las naves, cerraban el a~ceso
al puerto...............................
Los que demolían eran caballos y mulos herrados que caían.
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a docenas; pero sus filas cerrábanse con encarnizamiento furioso, sin que la masa parecieradisminuir. Lo peor era que algunos habían conseguido vestirsus bardas de combate en cuyamalla de acero se embotaban losdardos. Otros llevaban jironesde tela vistosa, otros collares;y pueriles en su mismo furor,ensayaban inesperados retozas ...
no menos notable resulta el final, sorpresivo e irónico:
Dominando la arboleda negra,espantosa sobre el cielo de latarde, una colosal cabeza deleón miraba hacia la ciudad.Era una de esas fieras antediluvianas cuyos ejemplares, cada
.vez más raros, devastaban detiempo en tiempo los montesRódopes.
Brillaban claramente sus enormes colmillos, percibíase susojos fruncidos ante la luz, llegaba en el háli to de la brisa suolor bravío. Inmóvil entre lapalpitación del follaje, herrumbrada por el sol casi hasta dorarse su gigantesca crin, alzábase ante el horizonte como unode esos bloques en que el pelasgo, contemporáneo de lasmontañas, esculpió sns bárbaras divinidades.
y de repente empezó d andar,lento como el océano. Oíase elrumor de la fronda que su pecho apartaba, su aliento de fragua qne iba sin duda a estremecer la ciudad cambiándose enrugido.
A pesar de su fuerza prodigiosa y de' su número, los caballos sublevados no resistieronsemejante aproximación. Un sólo ímpetu los arrastró por laplaya, en dirección a Macedonia ...
. En la fortaleza reinaba el pámco ...
Comenzaba ya a preferir el.pasado riesgo (al fin era unalucha contra bestias civilizadas)sin aliento ni para enflechar losarcos, cuando el monstruo salióde la alameda.
No fué un rugido lo que brotó de sus fauces, sino un gritode guerra humano -el bélico¡oJalé! de los combates---':' al querespondieron con regocijo triunfal los hoyohei y los hoyotahóde la fortaleza.
j Glorioso prodigio!Bajo la cabeza del felino, irra
diaba luz superior el rostro deun numen; y mezclados soberbiamente con la flava piel, resaltaban su pecho marmóreo,sus brazos de encina, sus muslosestupendos.
y un grito, un solo "rito delibertad, de reconocimiento, deorgullo, llenó la tarde:
-j Hércules, es Hércules quellega!
El salvador de la ciudad sitiada es un vencedor de monstruos, que debe librar a loshombres de los creados poruna soberbia sin control niconciencia. Es Hércules, héroey semidiós, que lleva como trofeo, pero como abrigo, la pieldel león de Nemea. .
i'ta .lluvia de fuego", inspi-rada en: un· versículo bíblico,narra la destrucción de GOmarra por boca de una de las víctimas. Sólo raras veces se hallegado. con tanta maestría a
la gradación del horror ante loincomprensible. El re~ato sedesenvuelve en tres tiempos,tres etapas de cataclismo. ~aprimera es una advertet;cJa.U n hombre, e! protagol1lsta,que encarna aspectos de la ciudad libertina, contempla e! comienzo de la catástrofe. Unsigno del castigo se intercalaen la visión, pero no es comprendido y hasta se alude aél con un tono de burla sarcástica. Este signo, la limpidezimpasible de! cielo, verdaderoleitmotiv, se repetirá incesantemente a 10 largo del cuento,cada vez con mayor insistencia, y alcanzará por fin la intensidad de 10 revelado, peroirremediable. Otro hombre, unesclavo, nos da la primera manifestación del dolor y la angustia en. que s~ d~batirá laciudad baJO el dIluvIO de fuego. La lluvia se suspende y toda Gomarra estalla en un delirio de pecado y vicioso placer:
En ese momento llenó el aireuna vasta vibración de campaHas. Y casi junto con ella, advertí una cosa: ya no llovíacobre. El repique era una acción de gracias, coreada casi acto continuo por el murmullohabitual de la ciudad. Esta despertaba de su fugaz atonía, doblemente gárrula. En algunosbarrios hasta se quemaban petardos........ o.·· , .
... El cielo seguía purísimo.Muchachos afanosos, recogíanen escudillas la granalla de cobre, que los caldereros habíanempezado a comprar. Era todocuanto quedaba de la grandeamenaza celeste.
Más numerosa que nunca, lagente de placer coloría las calles.; y aun recuerdo que sonreívagamente a un equívoco mancebo. " Las cortesanas, con elseno desnudo según la nuevamoda. .. paseaban su indolencia sudando perfumes. Un viejolenón. " manejaba... una hoja de estaño, que con apropiadas pinturas anunciaba amoresmonstruosos de fieras ... Animales amaestrados por no séqué hechicería bárbara, y desequilibrados con opio y asafétida.
Segnido por tres jóvenes enmascarados pasó un negro ama··bilísimo, que dibujaba en lospatios, con polvos de colores derramados al ritmo de una danza, escenas secretas ...
Un personaje fofo, cuya condición de eunuco se adivinabaen su morbidez, pregonaba alson de crótalos de bronce, cobertores de un tejido singularque producía el insomnio y eldeseo ...
... Yo hice una rápida salida. La ciudad, caprichosamenteiluminada, había aprovechado lacoyuntura para decretarse unanoche de fiesta... En cada esquina se bailaba ... El césped delos parques, palpitaba de pareJas .. '
Regresé temprano y rendido.Nunca me acogí al lecho conmás grata pesadez de sueiío.
E~icrito con cierta deleitadamorosidad, este pasaje nos stimerge en el alma de la ciudadmaldita. P.ero, aun cuando .no
nos complazcan las arqueologías literarias, algunos anacronismos que suponemos intencionales (vehículos, campanas,petardos) y el sentir que esemundo pertenece m¡ás a la decadencia romana que a la antigüedad bíblica y que se inspira voluntariamente en tinaPompeya cercana, mortificannuestra atención para el misterio hacia el cual se pretendearrastrarnos. Sin embargo, elpasaje tiene poder suficient~
para que comprendamos que laadvertencia ha sido inútil yesperamos la consumación de!castigo.
La segunda parte 110S lanzade lleno en e! prodigio. La agonía de Ja ciudad en llamas,ahogada en una tiniebla queCI fuego no ilumina, es de uncolor vibrante y sombrío:
Esta tarde y toda la nochefué horrendo el espectáculo dela ciudad. Quemada en sus domicilios, la gente huía despavorida, para arderse en las calles,en la campiña desolada; y lapoblación agonizó bárbaramente, con ayes y clamores de unaamplitud, de un horror, de unavariedad estupendos. Nada haytan sublime como la voz humana ... Las flámulas que danzaban por la mañana entre elcobre pluvial, eran ahora llamaradas siniestras. Empezó asoplar un viento ardentísimo,denso, como alquitrán caliente .. ' Cielo, tierra, aire, todoacababa. No había más que tinieblas y fuego. Ah, el horrorde aquellas tinieblas que todoel fuego, el enorme fuego de laciudad ardida no alcanzaba adominar ... y aquellos clamoresque no sé cómo no acababannunca, aquellos clamores que'Cubrían el rumor del 'incendio ... aquellos clamores en queaullaban, gemían, bramaban todas las bestias con un inefablepavor de eternidad ...
El signo de lo implacable seacentúa:
... y bajo el cielo que no schabía enturbiado ni un momento, un cielo cuya crudeza azulcertificaba indiferencias eternas,la pobre ciudad, mi pobre ciudad, muerta, muerta pan. siempre, hedía como un verdaderocadáver.
Sólo quedan el silencio que sigue a los cataclismos, dos hombres que no se han arrepentidoy un grupo de bestias desdichadas. Toda la magnitud de! horror celeste se concentra en lavisión y sobre todo en el aullido de las fieras:
... nada, ni el cataclismo cunsus horrores, ni el clamor de laciudad moribunda era tan horroroso como ese llanto de fiera sobre las ruinas. Aquellosrugidos tenían una evidencia depalabra. Lloraban quién '. ,ahequé dolores de inconsciencia vde desierto a alguna divinidadoscura. El alma sucinta de la
.. bestia agregaba a sus terrotes' de muc'rte, ej·· pavor' de la
. ·incomprensible. ',Si todo· estabalo mismo,.' el . s.ol .cuotidiano, elcielo eterno, el desierto familiar-¿ por qué se ardían y por qué~I~O. había agua} .._. su ll~rror
UNIVERSIDAD DE MEXICO
era ciego, es decir más espantoso. El' transporte. de su dolorelevábalos a cierta vaga nociónde provenencia, ante aquel cielode donde había estado cayendola lluvia infernal; y sus rugidos preguntaban ciertamente algo a la cosa tremenda que causaba su padecer. Ah... esosrugidos, 10 único de grandiosoque conservaban aún aquellasfieras disminuídas... cómo interpretaban en su dolor irremediable la eterna soledad, eleterno silencio, la eterna sed ...
La tercera parte, muy breve,lentamente acompasada, se inicia con la lluvia definitiva, yse interrumpe bruscamente conlos suspensivos que indican lacaída voluntaria del protagonista en el más allá. Está realizada con mayor economía demedios y menos lujo verbalque las dos precedentes. Quizápor eso, aunque se suspende lavisión espantosa, sentimos conmás fuerza que todo está consumado.
Tanto en "Los caballos deAbdera" como en "La lluviade fuego" las palabras alcanzan por lo general una densidad expresiva que sólo teníanalgunos pasajes de los otrosrelatos. Pero aún hay ciertorecargo verbal, menos molestosin duda en la narración queevoca a una Grecia mítica, y laexterioridad perdura. Las visiones que ambos cuentos nospresentan son frisos móvilesen que se advierte demasiadola arquitectura y el procedimiento.
La más intensa de las docenarraciones es para mí la casisiempre olvidada "Estatua desal". El cuento, inspirado enun relato bíblico, combinadocoh la presencia de un personaje que recuerda al Pafnucjo de Tha'is, se caracterizapor la parquedad apretada. Ladesolación del ambiente:
... Una soledad infinita sóloturhada de tarde en tarde porel paso de algunos nómades quetrasladan sus rebaños; un silencio colosal que parece bajar delas montañas cuya eminenciaamuralla el horizonte. Cuandosopla el viento del desierto, llueve arena impalpable; cuando elviento es de lago, todas lasplantas quedan cubiertas de sal.El ocaso y la aurora confúndense en una 'Ill·isma tristeza.Sólo aquellos que deben expiargrandes crímenes, arrostran semej antes soledades ...
la equívoca santidad alcanzadapor Sosistrato:
... Cada aiío, el vieme, doloroso, encontraba al despertar, enla cabecera de su lecho de ramas, una copa de oro llena devino y nn pan con cuyas especies comulgaba absorbiéndose enéxtasis inefables. Jamás se leocurrió pensar de dónde vendría aquello, pues sabía (Iue elseñor Jesús puede hacerlo. y.aguardando. con unción perfectael día ·de" su ascensíón .a.. lablellaventui-<iriia,cQntiriúaba so¡iortai1do slis años.·.. .. Los esqueletos de las ciuda
des destruídas iban poco a pocodesvan~ciéndose . '" El ... monie
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reparó apenas en semejantesres,tos, que procuró evitar a finde que s,us pies no se m'anchasena su contacto",
el abandono, en fin, fr~nte ala tentación, son muestras deesa parquedad, y nos van dejando una creciente inquietud,La prosa se levanta, de pronto,pero no con excesos verbales,ante la es,tatua de sal, primero:
Sosistrato se aproximó a laestatua, " Un.a humedad tibiacubría su rostro, Aquellos ojosblancos, aquellos labios blancos,estaban completamente inmóviles bajo la invasión de la piedra, en el sueño de sus siglos, ' ,El sol la quemaba con tenacidad implacable, sie,mpre igualdesde hacía miles de años",Semej ante sueño res\lmía el misterio de los espantos bíblicos,La cólera de Jehov~ Jlabía 'pasado sobre aquel ser, espantosaamalgama de carne y de peñasca" ,
y vuelve a alzarse luego anteh mujer de Lot:
, , ,cuando el ,agua sacramental cayó sobre la e,statua, la sal
se disolvió lentamente, y a losojos del solitario apareció unamujer, vieja como la eternidad,envuelta en andrajo terribles,de una lividez de ceniza, flacay temblorosa, llena de siglos, , ,Era el pueblo réprobo 10 que selevantaba en ella",
La vaga sugestividad con queLugones maneja el indirectolibre nos transmite el vacilanterecuerdo que se debate en elmisterio:
Yana recordaba nada, Sólouna vaga visión del incendio,una sensación tenebrosa despertada a la vista de aquel mar.Su alma estaba vestida de confusión. Había dormido mucho,un sueÍÍo negro como el sepul·cro, Sufría sin saber por qué,en aquella sumersión de pesadilla, Ese monje acababa desalvarla, Lo sentía. Era lo único claro en su visión reciente.y el mar.,. el incendi.o", lacatástrofe, " las ciudades ardidas, ., todo aquello se desvanecía en una clara visión demuerte. Iba a morir. Estaba sal·vada, pues. Y era el mon jequien la había salvado!
La última oraclOn nos lanzavertiginosamente en el desenlace, La y encadenadora, tansimple en apariencia, despiertala evocación y la curiosidad deSosistrato, y provoca indirectamente su condenación, Palabramágica que contrasta con lapa!abra que el solitario exi¡::>;e.con la que sólo él oi rá :
Sosistrato acababa de retroceder en los siglos, Recordaba, Habia sido actor en la catástrofe, Y esa mujer" ¡esamujer le era conocida!
Entonce un ansia espantosale quemó las carnes. Su lenguahabló, dirigiéndose a la espectral resucitacla:
-Mujer, respóndeme una so-la pahbra,
-Habla, " pregunta"-Responderás?-Sí, habla; me has salva-
do!Los ojos del anacoreta bri
llaron, como si en ellos se concentrase el resplandor qne incendiaha las montaÍÍas,
-Mujer, dime qu.t' vis/e [/1(111
do /u 'ros/ro se vol7.'ió para ll1iraro
Una voz anudada de angustia, le respondió:
-Oh, no .. , Por Elohim, noquieras saberlo!
-Dime qué viste!-No, " no .. , Sería el abis-
mo!-Yo qniero el abismo.-Es la mnerte, ..-Dime qné viste!-No pnec!o, , , no qniero!-Va te he salvado,-No. " no",El. sol acahaha de ponerse.-Habla'La mujer se aproximó. Sn voz
parecía cnbierta de polvo; seapagaha, se crepllsculizaba, agoI1lzando.
-Por las cenizas de tns padres! , , .
-Habla!.E~tonees aquel espectro apro
xImo su boca al oido del cenobita, y dijo una palabra. Y Soslstrato,. fnlminado, anonadado,SIl1 arropr un grito, cayó muerto, Roguemos a Dios por Silalma,
Con esa palabra que el lectorno encuentra y que el diálogolargo, cortado y forcejeantele . ha hecho ansiar, quedaa.bIerto un interrogante angustioso, la mejor expresión delas fuerzas extrañas que noshaya dejado Lugones.
Po'nl Valéry
Por Tomás SEGOVIA
ABSTRACTO
de su existencia. Esta idea está '-111 pococon fusa en el abate, y a veces reconoceCJue en realidad la poesía pura no es ais1able, que sólo puede encontrarse encarnada en sus impurezas. Pero otras vecesparece decir lo contrario, por ejemplo,~uando nos da a entender que, en últim:¡II1stancia, la poesía puede prescindir detodo menos de! flúido misterioso; o cuan~lo nos dice. que unos girones de palabrasI11comprenslbles, o un poema en una lengua que no comprendemos pueden basta rpara trasmitimos el famoso flúido.
En vista de que la "misteriosa realidad" de que habla el abate no queda puesta en claro, pronto el tema de Ja discusióntoma un signo negativo, y entonces d desacuerdo de los ban(los deriva, no de Joque cada uno piensa de la "poesía pura"(puesto que de eso nada se sabe), sinode lo que cada uno piensa de las impurezas, ¿Qué son las impurezas poéticas, cuáles son, hasta qué punto se pueden suprimir?, éstas son las preguntas a las cualescada uno contesta de una manera diferente.
El abate Brémond y sus partidariosconsideran impuras muchas cosas. Perocomo Brémond, en sus Aclaraciones hacea menudo marcha atrás, incluso contra algunos de sus partidarios. estableciendoque probablemente las impurezas no pueden suprimirse. no tenemos más remedioCJue cortar un poco por lo sano y empezar a interpretar por nuestra cuenta unasideas que no arriesgan ninguna afirmación decidida y comprometida. unas ideasque no se atreven a cortar su propia retirada.
De las listas ele impurezas que Brémoncl hace en 'su discurso y en sus :lclaraciones, me parece que lo más importanteque se desprende es lo iguiente: que ;¡
la poesía no le es imprescindible, ni siquiera conveniente ser inteligible.
Por mucho que los puristas suavicendespués esta afirmación, la afirmaciónpermanece y sus consecuencias son ya unhecho. Parte de esta suavización se cn-
y
E
A
T
R
Rup
A
POESIAPARA hablar de la poesía pura, no
hay más remedio qúe entrar en an~ tecedentes. La palabra es demasia
do vaga y los sentidos que los diferentes poetas' le han dado, demasiadocontradictorios para que se pueda empezar a hablar de ella sin ac!arar un pocoen CJué sentido se está tomando.
El debate sobre la poesía pura empezó en 1925, en Paris, cuando el abateHenri Brémondleyó en la Academia untrabajo sobre este tema que provocó unaserie de ataques, contraataques y aclaraciones en la revista Les N mtVelles Li·ttéraires.
El discurso del .abate Brémond erabreve y a decir verdad, un poco vago. Latesis ie~eral era que lo que le confiere aun poema su carácter poético no son laspalabras, las imágenes, los sentimientoso incluso la musicalidad, sino un "flúidomi-sterioso" al que el abate Hama "poesíapura". Decir ele esto que es un flúidomisterioso, por supuesto, es no decir casinada. El abate se defiende diciendo que"no se define la poesía pura". Pero detodas formas sus palabras dejan un pocoinsatisfecho al lector, porque no sólo nola definen, sino que no dicen casi nadasobre éIla o sólo cosas muy vagas quepue,den aplicarse casi a cualquier tipo .depoesía. La mayor parte de las Aclarac1Ones que siguieron a este discurso estándedicadas a combatir a unos supuestosracionalistas a los que seguramente elabate prestaba ideas que ellos nunca '~u
vieron, pues resulta, en efecto, un pocodi fícil creer que alguien defienda algunas de las estupideces que el abate ::Itaca, atribuyéndo!as al racionalismo. Después de gastar páginas y páginas en desvanecer en el ánimo del lector ideas queéste no ha tenido nunca, Brémond dejabien poco aclarado el concepto de poesíapura.
Sin embargo, el debate tiene granimportancia. Porque aunque no se jlOS
diga nada claro sobre la naturaleza de .esteflúido aislable, queda por lo menos la ¡dea