LEY DE SISTEMA DEPRODUCCION DE
ALIMENTOS, ELUSO DEL AGROQUIMICOS
Y SEMILLAS TRANGENICAS
DIP
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Introducción
La industria alimentaria es la parte de la industria que se encarga de todos los
procesos relacionados con la cadena alimentaria. Se incluyen dentro del concepto las
fases de transporte, recepción, almacenamiento, procesamiento, conservación, y
servicio de alimentos de consumo humano y animal. Las materias primas de esta
industria consisten principalmente de productos de origen vegetal
(agricultura), animal (ganadería) y fúngico (perteneciente o relativo a los hongos).
Gracias a la ciencia y la tecnología de alimentos el progreso de esta industria se ha
visto incrementado y nos ha afectado actualmente en la alimentación cotidiana,
aumentando el número de posibles alimentos disponibles en la dieta. El aumento de
producción ha ido unido con un esfuerzo progresivo en la vigilancia de la higiene y de
las leyes alimentarias de los países intentando regular y unificar los procesos y los
productos. El 75% de los alimentos que se producen en el mundo proviene de tan solo
12 plantas y de 5 especies de animales—lo que expone el sistema alimentario mundial
a una gran vulnerabilidad—, es por ello que la biodiversidad es el elemento clave, y
son los pequeños agricultores quienes mantienen en vida muchas variedades vegetales
y razas animales rústicas y
resistentes al clima.
Durante su
investigación, Soledad
Barruti (autora del libro
MalComidos)1 descubrió
la tecnologización
absoluta en los procesos productivos, que derivaron en un cambio radical en la forma
en que se producen los alimentos.
En los últimos 50 años se ha visto un enorme incremento en la cantidad de
alimentos que se han producido. El desarrollo de negocios agrícolas y procesamiento
integrado, así como los sistemas de mercado han creado nuevas oportunidades,
1 http://www.anred.org/?p=40175
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mientras que una liberalización general de los mercados ha aumentado las
posibilidades de exportación de excedentes. No obstante, estas nuevas estrategias y
tecnologías han hecho más por aumentar la producción mundial que por reducir la
disparidad social que existe entre los productores y los consumidores, o por combatir
la degradación del suelo y asegurar su fertilidad y productividad sostenible. Esto se
resume en que independientemente de la masividad de la producción, cada vez más
gente muere por falta de acceso al alimento. La contradicción que plantea la pobreza
extrema y la desnutrición en medio de una abundancia sin precedentes, sigue siendo
el tema central del bienestar mundial. Se estima que más de 820 millones de personas
en el mundo están desnutridas, entre las que se encuentran 790 millones habitantes
de los países en desarrollo y 34 millones más que viven en países industrializados o con
economías en transición. Para el año 2020, el mundo tendrá alrededor de 2.5 millones
más de habitantes, y se espera que en el Tercer Mundo se duplique la demanda a dos
mil millones de toneladas anuales.
Por otro lado es importante tener en cuenta que debido a que la tierra
cultivable per cápita ha seguido disminuyendo en las últimas décadas, el incremento
en la producción de alimentos ha aumentado en gran medida por el uso de insumos
externos. Sin embargo, estos insumos han sido a costa de procesos y recursos de
control natural, dejando el medio ambiente aún más vulnerable. Los pesticidas han
reemplazado los métodos biológicos, culturales y mecánicos para el control de plagas,
maleza y enfermedades; los fertilizantes inorgánicos han sustituido el abono del
ganado, las compostas y los cultivos nitrificantes. La especialización de la producción
agrícola y la baja asociada a labranza mixta también han contribuido a empeorar la
situación.
Mientras que los nutrientes como el nitrógeno y el fósforo son esenciales para
la producción agrícola y el aumento de la productividad, si exceden las necesidades
inmediatas de las cosechas pueden contaminar las aguas superficiales y freáticas
(contaminación y eutrofización), el aire (acidificación), y contribuir al calentamiento
global (efecto de invernadero). De manera similar, otra estrategia importante para el
cultivo, el limitar las pérdidas debidas a las plagas, las enfermedades y la maleza por
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medio del uso de pesticidas, con toda seguridad contribuye a incrementar la
productividad, pero también pone en riesgo la salud humana y el medio ambiente.
También se deben considerar las consecuencias internacionales tales como los
químicos que se utilizan en un lugar y encuentran su camino en la cadena alimenticia o
en otro de los muchos sistemas de transportación natural que hay en el planeta, y
tienen efectos transfronterizos. Particularmente en el caso de los contaminantes
orgánicos persistentes (COP).
Por último, es importante tener en cuenta que no se pueden eludir los efectos
contrarios y perjudiciales para el suelo y el ambiente que los productos agroquímicos
generan. Si bien se consiguen beneficios inmediatos y precisos para los cultivos,
existen algunos que perturban la salud de las personas que están en contacto con los
mismos y, en ciertas condiciones, contaminan el ambiente, conllevando a daños
graves. Todo agroquímico contiene un altísimo grado de toxicidad, por lo que cualquier
contacto con ellos, bien sea palpándolos, ingiriéndolos o inhalándolos, puede tener
consecuencias muy peligrosas, incluso la muerte. La utilización indiscriminada de
agroquímicos, especialmente los abonos nitrogenados y los pesticidas con agregados
orgánicos que persisten en el ambiente, conllevan riesgos de degradación del suelo y
contaminación del ambiente que ni siquiera se conocen completamente, pero se
suponen potencialmente fuertes. Al menos así lo advierte el Programa de las Naciones
Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).2
2 https://www.un.org/ruleoflaw/es/un-and-the-rule-of-law/united-nations-environment-programme/
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Glosario
Transgénico: Los Organismos Modificados Genéticamente (OMG) son
los organismos cuyo material genético ha sido modificado en formas que no se dan
naturalmente mediante multiplicación y/o recombinación natural. Los transgénicos
son un tipo de OMG, siendo estos los más utilizados hasta la fecha.
Alimentos transgénicos: Los alimentos transgénicos son aquellos que
han sido producidos a partir de un organismo modificado mediante ingeniería genética
y al que se le han incorporado genes de otro organismo para producir las
características deseadas (sabor, tamaño, resistencia a insecticida, etc.).
Agroquímicos: Los agroquímicos son todas aquellas sustancias que se
utilizan en la agricultura para el mantenimiento y la conservación de los cultivos. Éstos
pueden ser herbicidas, fertilizantes o insecticidas entre los más conocidos.
Las principales funciones de los agroquímicos es proporcionar nutrientes
químicamente (fertilizantes), matar insectos y microorganismos (insecticidas), eliminar
todo tipo de malezas (herbicidas), o incluso también eliminar hongos y algas de los
cultivos (fungicidas). El
carácter progresivo de
estas series de datos
con aumento de la
utilización de
agrotóxicos, no coincide
con aumentos
proporcionales de las
superficies cultivadas.
En 20 años, de 1991 a
2012, la superficie cultivada de cereales y oleaginosas aumentó un 50%, mientras que
el consumo de agrotóxicos un 858% más de volumen utilizado.
Procesamiento integral: Volviendo Los Transgénicos en general, si las
proteínas no son tóxicas ni alérgicas no tienen ningún efecto fisiológico negativo. Por
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ejemplo, en el caso de consumir el gen EPSP de resistencia a herbicida junto con la
planta, éste se degradará rápidamente. En cuanto a los riesgos, existe un debate
constante al existir una gran disidencia con respecto de si existen o no. Hasta la fecha
no se ha podido unificar una teoría ya que no se ha conseguido probar científicamente
que los cultivos transgénicos posean un riesgo o no, pero lo que no podemos dejar a
un lado es que también causan riesgos y daños perjudiciales como la pérdida de la
biodiversidad. Por ejemplo: la transferencia de rasgos transgénicos a organismos vivos
puede dotarles de una ventaja competitiva y de esta manera pueden invadir nuevos
hábitat, desplazando a otras especies nativas.
Un buen ejemplo para dar luz a esta discusión es el caso del reconocido
Glifosato, en donde la transgénesis se utilizó para introducir un gen resistente a este
herbicida en determinadas plantas. En sí mismo el alimento que fue modificado
genéticamente no debería traer consecuencias a la salud humana pero la
incorporación del Glifosato, y con él, la de otros agroquímicos que constituyen un
paquete tecnológico letal, está comprobado científicamente que son altamente
dañinos para el hombre y para el Ambiente. La información divulgada mundialmente
indica que la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC, por su
sigla en inglés, dependiente de la OMS) ha incorporado el glifosato a la lista de
sustancias probablemente carcinógenas para humanos (grupo de sustancias 2A de la
IARC).
En conclusión, podríamos eximir de culpa a la técnica de transgénesis en su
esencia ya que hasta el momento no existen pruebas suficientes para afirmar lo
contrario e incluso existen múltiples ejemplos de su potencial positivo, (plantas
transgénicas de tabaco para descontaminar suelos, vacunas comestibles, insulina
humana, entre otros) pero lamentablemente está siendo utilizado por las grandes
corporaciones como una herramienta que tiene como único fin aumentar las
ganancias, sin importar las consecuencias visibles a la salud y al Ambiente. Más aún, el
lobby ejercido por estas empresas y la falta de inversión en la investigación de su uso,
han traído como consecuencia un desconocimiento científico sobre los daños reales
que están ocurriendo.
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Normativa
Ley de semillas
La semilla es el primer eslabón de la cadena alimentaria, y, por consecuencia,
es la piedra angular de la autonomía y soberanía alimentaria de los pueblos, así como
gran parte de su cultura.
Las semillas son el resultado del trabajo colectivo acumulado de miles de
generaciones de agricultores, que las han domesticado, criado, seleccionado,
mejorado, conservado e intercambiado desde épocas ancestrales. Este capital de
biodiversidad agrícola acumulado a través del tiempo es patrimonio colectivo de todos
los pueblos.
En Argentina conviven en este momento dos sistemas que permiten la
privatización y el monopolio sobre las mismas:
Una Ley de Semillas del año 1973 (Ley 20247) que sigue vigente y que
instituyó los derechos de obtentor sobre las semillas pero resguardando
el uso propio y la posibilidad de realizar investigación sobre las semillas
registradas con título de propiedad.
Modificación de la Ley de Patentes en 1996 aprobándose la Ley N. º
24572 que abrió las puertas para el patentamiento de organismos
producidos a través de la ingeniería genética.
La ley en vigor es de 1973. Se puso en marcha cuando aún se hallaban fuera del
mercado los cultivos transgénicos, tiempos en que la soja era apenas una curiosidad en
el campo argentino. Esa norma confirió al productor la propiedad irrestricta en el uso
de semilla propia. O sea, una vez cosechada puede guardarse a fin de sembrarla en
campañas siguientes.
En muchos países del hemisferio Sur, y en particular en Latinoamérica, se están
modificando las leyes de semillas para adecuarlas a las necesidades de la industria
semillera y asemejarlas a los esquemas legislativos europeos y norteamericanos,
donde se impide la comercialización de variedades que no tengan las características de
las variedades protegidas por derechos de propiedad intelectual. Así se prohibió el uso
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de todas las variedades campesinas pertenecientes al dominio público.
Muchas veces, estos procesos legislativos son frutos de la presión ejercida por
parte de la Unión Europea y/o de los Estados Unidos por medio de negociaciones
comerciales bilaterales o tratados de libre comercio.
Etiquetado de transgénicos
La necesidad de etiquetado de los productos alimenticios de origen
transgénicos aumenta en el mundo, así como aumenta la cantidad de productos que
los contienen y el riesgo que generan para la salud y a los territorios y poblaciones en
los que se producen.
Ya han adoptado legislaciones de etiquetado la Unión Europea, China,
Australia, Japón, Noruega, Suiza, Arabia Saudita, Uruguay, Brasil entre otros. La
ausencia de una legislación de etiquetado en la República Argentina hace que no se
pueda distinguir entre un alimento que contenga transgénicos de uno que no lo
contenga, restringiendo el acceso de estos últimos a los mercados, desalentando su
producción e imposibilitando al consumidor a poder elegir contando con una
información amplia, detallada y veraz que es una condición ineludible para ejercer la
libertad de elección que garantiza nuestra constitución:
El artículo 42 de la Constitución Nacional,
establece : "Los consumidores y usuarios de bienes y
servicios tienen derecho, en la relación de consumo,
a la protección de su salud, seguridad e intereses
económicos; a una información adecuada y veraz; a la libertad de elección, y a
condiciones de trato equitativo y digno….La legislación establecerá procedimientos
eficaces para la prevención y solución
de conflictos, y los marcos regulatorios
de los servicios públicos de
competencia nacional, previendo la
necesaria participación de las
asociaciones de consumidores y
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usuarios y de las provincias interesadas, en los organismos de control"
Alternativas de producción y consumo
Dejar de consumir frutas y verduras no es para nada recomendable, es más,
debemos aumentar su consumo, pero tendríamos que familiarmente proveernos de
proveedores seguros, orgánicos generalmente; de no ser esto posible lavar con mucha
agua los vegetales es lo indicado, de ninguna manera optar por alimentos procesados
o ultraprocesados industrialmente, porque la calidad de los mismo disminuye
notablemente.
Podría pensarse en principio, que Agroecología y Producción Orgánica se
refiere más o menos a lo mismo.
Como producción orgánica, y por ende productos orgánicos, se entiende
aquella producción o proceso productivo agropecuario y agroindustrial en el que no se
utilizan determinadas sustancias que están proscriptas por un protocolo, que se rige
de acuerdo a legislación vigente. Producir en forma orgánica es, entonces, producir de
acuerdo a un determinado reglamento y en consecuencia obtener un sello que lo
certifica.
No tienen químicos, pesticidas, fertilizantes o aditivos sintéticos.
Su sabor, color y aroma son de la mayor calidad.
Tienen muchas más vitaminas, minerales y antioxidantes que los
productos convencionales.
Protegen la salud del consumidor y del agricultor.
Son productos rigurosamente certificados, lo que asegura al consumidor
una completa satisfacción.
Ayudan a prevenir el calentamiento global.
Lo orgánico apoya la biodiversidad: una responsabilidad social
compartida desde el productor al consumidor.
Razones para consumir productos orgánicos: La agroecología es un planteo
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mucho más amplio, con una mirada integral sobre el ecosistema. La agroecología
plantea la producción agropecuaria a partir del diálogo de saberes entre la academia y
el campesinado, entre la tradición y los conocimientos científicos, buscando las
tecnologías que permitan producir en forma sustentable y saludable de acuerdo a los
dictados de la naturaleza, respetando la diversidad biológica y cultural. La agroecología
es eminentemente local, no puede dictarse universalmente un reglamento para el
cultivo agroecológico. Debido a la complejidad de esta serie de técnicas y
conocimientos ancestrales, todavía no existe en Argentina un sello que certifique al
productor agroecológico pero existen grandes avances en su búsqueda.
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En el mundo se producen alimentos suficientes para 12
billones de personas
1.6 billones tiene sobrepeso
800 millones de ellos son obesos
1000 millones de personas se van a dormir cada día con
hambre o desnutrición
Conclusiones generales
Las formas en que se utilizan los
recursos naturales para producir
alimentos dependen mucho de
factores humanos, económicos,
culturales y sociales. Esto se
evidencia en la gran variedad de
cambios realizados en la
naturaleza mediante la
modificación de paisajes, el uso y la exclusión de plantas y de especies y variedades
animales, y la manipulación de las aguas y los suelos.
Para alcanzar un sistema sostenible de producción de alimentos hay que
modificar las pautas tradicionales. Casi todas las opciones técnicas para el aumento de
la producción alimentaria
tienen contrapartidas
ecológicas, sociales y
económicas; pero
pueden conseguirse importantes beneficios dando prioridad a las prácticas que
favorecen características ecológicas como la diversidad, la capacidad de recuperación y
el uso eficiente de la energía.
El ingeniero agrónomo y profesor de Química agrícola José Ramón Olarieta
sostiene que “el hambre y la
malnutrición sólo son un
síntoma del problema real,
que es el sistema socio-
económico capitalista en el que
vivimos. Acabar con el hambre en el mundo ya fue la promesa de la
llamada Revolución Verde y 50 años después la cuestión todavía está pendiente, entre
otras razones porque esta revolución fue un velo para tapar y desactivar las demandas
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de reforma agraria que se extendían en aquel momento por muchos países, igual que
ahora los transgénicos mantienen el espejismo tecnológico de un futuro mejor para no
afrontar los problemas socio-económicos de fondo.
Y en definitiva, porque los datos demuestran que no es así. En Estados Unidos,
país donde más se cultivan transgénicos, el hambre ha aumentado desde 1996, fecha
en que se comenzaron a cultivar comercialmente estas variedades, hasta nuestro días.