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LOS CAMPESINOS, MARGINALIZACIÓN Y RESPUESTAS EN EL ...

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Universidad de los Andes Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Desarrollo CIDER Maestría en Estudios Interdisciplinarios sobre Desarrollo LOS CAMPESINOS, MARGINALIZACIÓN Y RESPUESTAS EN EL CONTEXTO HISTÓRICO COLOMBIANO. Trabajo de grado énfasis en profundización Estudiante: Lady Laitón Linares Director del trabajo: Maricel C. Piniero Bogotá, Julio 2015.
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Universidad de los Andes

Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Desarrollo – CIDER

Maestría en Estudios Interdisciplinarios sobre Desarrollo

LOS CAMPESINOS, MARGINALIZACIÓN Y RESPUESTAS EN EL CONTEXTO

HISTÓRICO COLOMBIANO.

Trabajo de grado – énfasis en profundización

Estudiante: Lady Laitón Linares

Director del trabajo: Maricel C. Piniero

Bogotá, Julio 2015.

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Resumen

El objetivo de este estudio es examinar cómo a lo largo de la historia de Colombia, las desigualdades e

inequidades de la vida rural han impactado directamente al campesinado. El análisis histórico desde el siglo XX

hasta inicio del siglo XXI, señala que estas condiciones no han sido fortuitas y son producto de intervenciones

discontinuas con multiplicidad de enfoques; algunas se han caracterizado por abordar el problema desde la

reforma agraria y acceso a la tierra, otras en relación con la asistencia técnica y capitalización del campo, y otras

se han especializado en promover el acceso a derechos básicos y respeto de los derechos humanos. Al finalizar,

lo concluyente de esta investigación es que si bien la problemática se ha abordado a través de diversos

instrumentos de política pública del Gobierno Nacional, la desigualdad e inequidad se mantiene y ha obligado

a los campesinos a transformarse como sujetos activos en la producción agropecuaria, con potencialidades frente

a las exigencias del mercado y de la demanda alimentaria; y además en sujetos sociales de derechos, con

capacidad de organización, de participación política y de resiliencia ante la violencia.

Palabras claves: campesinos, reforma agraria, capitalización del campo, movimientos campesinos.

Abstrac

The objective of this investigation is to review how throughout the Colombian history the inequalities in the

countryside has had a direct impact on the life of the Colombian peasantry. The historical analysis along the

20th century to the first years of the 21st century, points out that such reality has not been fortuitous but it is the

result of multiple approach-diverse and discontinuous interventions, some of which have been characterized for

tackling the problem through land reform; while some others have been related to technical assistance and rural

land capitalization; and a final group has specialized on promoting access to basic rights and respect for Human

Rights. At the end of this document it is concluded that even-though the problem has been tackled through many

public policy instruments by the national government, the reality of inequalities remains and has forced peasants

to transform themselves into active actors within the agricultural production, with potential to meet the

challenges of the market and to supply the food demands; and into subjects of rights with capabilities for social

organization, political participation and resilience to violence.

Keywords: peasant, agrarian reform, rural land capitalization, peasant movement.

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Contenido

1 Introducción ..................................................................................................................................................1

1 Definición y problematización del tema .......................................................................................................2

1.1 La marginalización de los campesinos .....................................................................................................2

1.2 Caracterización de los campesinos ...........................................................................................................3

2 Aproximación conceptual del campesino y la economía campesina. ...........................................................5

2.1 El campesino en la economía política ..................................................................................................5

2.2 El campesino y su relación familiar .....................................................................................................6

2.3 El campesino como sujeto político .......................................................................................................7

3 Análisis y evolución del campesinado en el país .........................................................................................8

3.1 Los conflictos sobre la tierra ................................................................................................................8

3.2 La modernización del campo ..............................................................................................................13

3.3 Apertura al comercio internacional ....................................................................................................17

3.4 Movimientos y luchas campesinas .....................................................................................................20

3.5 Afectaciones del conflicto armado .....................................................................................................23

5. Conclusiones y recomendaciones ...............................................................................................................25

Bibliografía .........................................................................................................................................................38

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1 Introducción

Durante el siglo XX hasta inicios del siglo XXI, en Colombia se han presentado conflictos sociales en el campo

asociados a diversos factores, algunos marcados por intereses que buscan la concentración y explotación de la tierra,

otros determinados por las bajas condiciones de vida en la zona rural, otros causados por hechos de violencia

partidista o por el conflicto de actores armados, aspectos que generan tensiones y condiciones desfavorables para los

habitantes rurales. Así mismo la historia del campo ha estado marcada por la distribución inequitativa de la tierra que

contribuye a una inadecuada distribución del ingreso, fenómeno que coincide con una infraestructura rural pobre, así

como la prestación inadecuada de servicios de salud, educación, vivienda, infraestructura, factores subyacentes que

contribuyen a la profundización de la pobreza.

En este contexto, los campesinos juegan un rol fundamental al ser los actores principales en la estructura productiva

colombiana, pues se caracterizan por un modelo pequeño y mediano de producción que se integra perfectamente al

mercado. Ellos, son en su mayoría productores familiares agropecuarios, que mantienen control sobre su propia

actividad productiva, lo cual ha permitido integrarse a los mercados y participar en la vida política, social y cultural

del país (Forero, 2002).

No obstante, pese al activismo económico y su dinamismo en la producción agrícola del país, el campesino

colombiano sigue en situación desfavorable, que incide en el acceso efectivo a derechos básicos y al uso efectivo de

los derechos sobre la tierra, situación que algunas organizaciones señalan como abandono estatal para el área rural.

Según el Informe de Desarrollo Humano: Colombia Rural (2011), la tercera parte de la población que habita en el

campo vive en situación de pobreza extrema por ingresos, y según el Índice de ruralidad presentado en el mismo

informe las brechas entre lo rural y urbano persisten, generando mayores rezagos en acceso a derechos básicos para

la población que habita en municipios prioritariamente rurales.

La investigación propuesta, busca analizar las intervenciones y trasformaciones del campesinado colombiano en la

historia del país. Además, pretende profundizar sobre sus formas de producción agropecuaria, la estructura agraria

en la cual ha estado inmerso, la modernización y tecnificación a la cual se han adaptado y las luchas sociales de las

cuales han sido actores fundamentales en el escenario político, económico y social del país.

Metodológicamente, la presente investigación está orientada a identificar el contexto evolutivo a nivel nacional que

demarcan estas intervenciones, los intereses, actores y enfoques que permiten entender la situación del campesino en

Colombia, develando que su marginalización actual no es fortuita, y es producto de una serie de intervenciones que

han sido heterogéneas para mitigar el problema. Además, la investigación se realizó a partir de un estudio sistemático

del siglo XX e inicio del siglo XXI del campesinado en su esfera económica, política y social, para establecer

categorías de análisis que permitieran presentar y exponer cada uno de los argumentos.

El resultado de esta investigación, corresponde a un aporte más al debate y lectura multidimensional del Desarrollo,

pues basados en la potencialidad de los campesinos, permitirá dar algunas conclusiones y recomendaciones

específicas para que ellos sean gestores de sus propias políticas. También, se presentarán algunas reflexiones que

permiten repensar el tema rural del país, donde la situación del campesinado se expresa históricamente de diversas

maneras, pero es concluyente la persistencia de sus problemáticas, tensiones y desigualdades. Esta investigación

permitirá analizar de manera integral la situación agraria y el reconocimiento del campesino en un modelo de

desarrollo rural social y ambientalmente sostenible.

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1 Definición y problematización del tema

1.1 La marginalización de los campesinos

Los campesinos juegan un rol fundamental al ser unos de los actores principales en la estructura productiva

colombiana. Una de sus características más básicas corresponde a su heterogeneidad, es decir la multiplicidad de

capacidades y rasgos para implementar sus relaciones sociales y de producción (Salgado, 2002). Así mismo, el

campesino se entiende como un productor familiar, el cual se ha transformado en una agente social activo,

preservando su territorio, manteniendo control sobre su propia actividad productiva e integrándose plenamente a los

mercados (Forero, 2002).

Por ejemplo, en términos de la producción y cultivos agrícolas, los campesinos intervienen de manera importante.

Según Salgado (2013), los cultivos predominantemente campesinos ocupaban el 67,2 % del área agrícola y

participaban con el 61 % del valor de la producción. Por su parte, el PNUD (2011) afirma que para 2008, los cultivos

campesinos ocupaban el 75,9 % del área y el 66,3 % de la producción.

También es útil analizar la producción de alimentos en el marco de la economía campesina. Autores como Fajardo

(2003) y Forero (2010) coinciden en señalar la importancia de la producción agrícola campesina en la producción de

alimentos para consumo inmediato y para el abastecimiento de los centros urbanos, aspectos que se pueden traducir

en la integración de los campesinos a la demanda alimentaria del país.

No obstante, han existido factores que determinan la marginalidad del campesinado como el acceso a la tierra y su

distribución inequitativa. Al respecto entre 93 países, Colombia es el onceavo con mayor concentración, y a nivel de

América del sur tiene el coeficiente de Gini de tierra más alto con 0.85 frente a un promedio mundial de 0,63. Además,

la desigualdad sobre la tierra, se refleja entre pequeños y grandes propietarios, el 67% de los predios con menos de

5 hectáreas corresponden al 6% de la tierra, mientras que el 1% de predios con más de 200 hectáreas concentran el

43, 1% de la tierra (Balcázar, 2013). Esta aproximación refleja el problema del acceso y distribución de la tierra como

un factor estructural para la política agraria del país, y un determinante fundamental para las intervenciones

relacionadas con el campesinado colombiano.

De otro lado, el acceso a recursos técnicos también ha presentado limitaciones para el campesinado. Según el PNUD

de una muestra de seis cultivos transitorios de origen campesino, más del 70% del área no tenía riego y la asistencia

técnica no superaba más del 20% del área. Para 2009, según los datos citados en este mismo estudio el 40% de los

productores no recibieron asistencia técnica y la mayoría de los que accedieron a ella lo hicieron de manera individual

(PNUD, 2011).

Frente a las condiciones socioeconómicas, la tercera parte de la población campesina vive en situación de pobreza

extrema por ingresos, y según el Índice de Ruralidad construido por el PNUD1, determina que las brechas entre lo

rural y urbano persisten, generando mayores rezagos en el acceso a derechos básicos para la población que habita en

municipios prioritariamente rurales.

Lo anterior, indica que el campesinado colombiano sigue en situación desfavorable, hecho que incide en el acceso

efectivo a derechos básicos y al uso efectivo de los derechos sobre la tierra. Esto refleja baja capacidad estatal para

11 El índice de Ruralidad busca identificar el grado de ruralidad de los municipios en Colombia. Los resultados concluyen que el 75,5% de los

municipios colombianos serían rurales; en ellos vive el 31,6% de la población y cubren el 94,4% de la superficie del país.

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el área rural en la provisión de servicios sociales y serias restricciones y oportunidades para el ejercicio pleno de la

ciudadanía.

Ahora bien, estas situaciones no han sido fortuitas y responden a una trayectoria histórica, donde se suman distintos

intereses, actores y enfoques sobre el verdadero rol del campesinado colombiano. El problema fundamental que

motiva esta investigación corresponde a la comprensión –a través de una revisión bibliográfica e histórica- de la

marginalización de los campesinos en Colombia, frente a aportes que pueden desarrollar en el plano socioeconómico,

político y ambiental. En este sentido este documento tiene como propósito profundizar que pese a las intervenciones

que desde el Estado se han viabilizado para el campesinado, persisten las condiciones marginales frente a otros

sectores, en especial el urbano.

1.2 Caracterización de los campesinos

En Colombia, las mediciones demográficas oficiales no presentan una estimación concreta sobre la población

campesina. Las aproximaciones observadas están relacionadas con la ubicación geográfica de residencia cuya

categorización es cabecera municipal y resto. La categoría resto del municipio corresponde al área que está por fuera

del perímetro urbano de la cabecera municipal, y está constituido por centros poblados o por áreas rurales dispersas,

las cuales se caracterizan por la posición dispersa de viviendas y explotaciones agropecuarias (DANE, 2005).

De acuerdo con lo anterior, las estimaciones de población derivadas del Censo de 2005, muestran que el total de la

población colombiana es de 41.468.384 personas, de los cuales el 31.504.022 están ubicadas en la cabecera, y

9.964.362 personas están caracterizadas como resto, lo que representa el 75.97% cabecera y 24.04 % de resto. Pese

a las imprecisiones conceptuales para caracterizar la población campesina colombiana, se puede inferir con dichas

estimaciones que la población ubicada en resto, corresponde a las personas y hogares campesinos que centran su

actividad productiva como agropecuaria. En este contexto para 2005 se estiman 1,8 millones de personas como

trabajadores independientes ocupados en la rama agropecuaria, que se puede asociar con los productores campesinos

del país (Garay, Barberi y Cardona, 2010).

Según el PNUD (2011), en Colombia hay un problema de definición de los hogares rurales y población campesina,

pues no reconocen de manera adecuada los actores y fenómenos económicos y políticos que afectan al campesino en

Colombia. Tal como lo demuestra el informe, no existe una metodología ni variables específicas que logren

caracterizar adecuadamente a la población campesina.

Por otra parte, Leibovich (2013) señala que la población rural en Colombia para el año 2012, representa el 24% del

total del país, que corresponde a 11.2 millones de personas, de los cuales el 8.3 son población en edad de trabajar, y

de ellos el 2.9 millones de personas están vinculadas a actividades agrícolas. Así mismo, se identifican que cerca de

2.2 millones de personas son pequeños productores, donde su actividad es desarrollada en predios inferiores a dos

UAF (Unidad Agrícola Familiar – UAF).

Teniendo en cuenta la caracterización demográfica, vale la pena analizar la dimensión socioeconómica de esta

población. Según el indicador de pobreza por ingresos la población rural está en 46.1%, y según el Indicador de

pobreza multidimensional es de 53.1%. Partiendo de estos indicadores, y su comparativo con las zonas urbanas, se

determina que las brechas entre lo urbano y lo rural no han disminuido, “En efecto, la pobreza rural medida por

ingresos es 1,51 veces la pobreza urbana por ingresos; mientras que la pobreza rural medida por IPM es 2,5 veces la

pobreza urbana medida por IPM” (Leibovich, 2013. p 193).

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La ocupación económica de los campesinos se refiere principalmente a las actividades agropecuarias, para el 2008

esta actividad se concentra en el 68% de la población, dejando el resto del porcentaje a actividades relacionadas con

la construcción, el transporte y la manufactura (PNUD, 2011). Además esta actividad cobija el trabajo infantil rural,

fenómeno que impide la protección y garantía de los derechos de la niñez. Según este mismo informe, en el sector

rural hay 347.270 trabajadores infantiles relacionados con actividades agropecuarias, y en este mismo dato el trabajo

infantil de los hombres rurales se concentra en otras actividades como la construcción, las comunicaciones, las minas

y las canteras.

En relación con la ocupación de la tierra de los campesinos, se identifica que existe un desequilibrio en relación al

área que ocupan. Tal como lo presenta Leibovich, los microfundios y la pequeña propiedad son aproximadamente el

80%, y ocupan tan sólo el 10% y el 19% de la superficie en hectáreas.

De otro lado, con respecto del potencial agropecuario en Colombia, de 22,1 millones de hectáreas con vocación para

uso agrícola, Colombia sólo utiliza 5,3 millones, es decir que únicamente usa el 24,1% del potencial. Así mismo,

entre 223 países con mayor potencial de expansión de tierras para uso agrícola a nivel mundial, Colombia ocupa el

puesto 25 (Perfetti, 2013), lo cual indica la disponibilidad de territorio en el país para el aprovechamiento en

actividades agropecuarias

Pese a este potencial productivo del suelo, en Colombia se identifican usos inadecuados según la vocación del mismo,

en particular actividades de agricultura, ganadería, coberturas forestales y conservación. De acuerdo con el estudio

del PNUD (2011), la vocación agrícola del país es del 19.34%, mientras que su cobertura y uso es del 4.66%. Relación

contraria, ocurre con ganadería, pues su uso potencial es del 13.31% y su uso actual es del 30.57%

Ahora bien, la economía campesina se estructura en una de las formas básicas empresariales que constituyen la

estructura productiva del agro colombiano. Según Forero (1999), los campesinos en su gran mayoría corresponden a

productores familiares agropecuarios, entre los cuales también se pueden considerar los campesinos pesqueros,

forestales o comunidades rurales indígenas y afrocolombianas, que dedican su actividad a la producción familiar y

comunitaria.

La economía campesina colombiana, tal como lo presenta Forero (1999) se caracteriza por relaciones individuales y

colectivas, que dimensionan la particularidad de los campesinos en el país. En el nivel individual, priman las

relaciones familiares y jerárquicas que determinan los recursos y actividades productivas de las parcelas. En el nivel

colectivo de las economías campesinas, se determinan a partir de la existencia de activos productivos que se explotan

a través de acciones colectivas para el acceso a fuentes de agua, obras de infraestructura locales y comunitarias,

parcelas colectivas, transportes comunitarios entre otros que configuran un aspecto solidario y cooperativo entre las

comunidades.

Ciertamente lo anterior, confluye con la definición conceptual de Shanin (1979) al comprender al campesino como

un agente económico, político y societario, donde además de sus características de producción para el autoconsumo,

se reconocen las relaciones de cooperativismo y redes de apoyo entre los miembros. Esta lectura, permite trascender

del paradigma marxista del campesinado (a veces marcado en el país) en entenderlo exclusivamente como aquel que

produce para su propia subsistencia y no logra ganancias ni intervenciones en el mercado, por el contrario, para el

caso colombiano existe un campesino que se integra al mercado y es activo en introducir cambios tecnológicos en su

modo de producción.

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En resumen, lo anterior demuestra dos fenómenos importantes en Colombia: i) La invisibilización del campesinado,

pues su caracterización en sí misma no permite identificar quienes son, donde están y cuáles son sus condiciones de

vida y sus actividades económicas. Existen aproximaciones que conllevan a inferir que los campesinos son aquellas

poblaciones que no habitan en un centro urbano, y que por dicha ubicación rural genera mayores índices de pobreza

(por ingresos o multidimensional). ii) El potencial productivo de la agricultura, la vocación y el uso inadecuado de

tierras, señalan la importancia de intervenciones específicas centradas en las actividades económicas de los

campesinos, para promover así un desarrollo adecuado y competitivo de la agricultura para el país.

2 Aproximación conceptual del campesino y la economía campesina.

Analizar la situación del campesino en Colombia debe partir de una de definición o aproximación conceptual de lo

que se refiere con campesino y economía campesina. Las fuentes de información y las teorías analizadas permiten

evidenciar múltiples variables para llegar a una aproximación consensuada y multidisciplinaria del significado del

campesino, lo cual permite establecer algunos criterios objetivos sobre quién es y cómo se comprende el objetivo de

esta investigación. Por lo anterior, el presente capítulo busca presentar las corrientes ideológicas y los autores más

representativos que aportan a esta definición y construcción.

2.1 El campesino en la economía política

Desde las escuelas de la economía política se realizaron varios planteamientos sobre el campesino, el campesinado

y sus formas de producción. En particular es preciso señalar dos grandes corrientes de análisis: una referida a la teoría

de Chayanov y otra enmarcada en la teoría marxista y neo marxista.

La primera fue impulsada por Alexander Chayanov, quien estableció una línea campesinista, reconociendo la

existencia de los campesinos como parte de un modo de producción especifico. En este contexto, desarrolló un

análisis microeconómico de la economía campesina, que categorizó como un sistema económico propio, que carece

de ganancia o renta sobre la tierra. Siendo así, la economía campesina se caracteriza por un trabajo básicamente

familiar, que satisface las necesidades sociales y culturales de la misma, pero no busca la retribución de su trabajo

en ganancias, por lo cual el límite del campesino es “el límite de la autoexplotación de la fuerza de trabajo dado por

la satisfacción de sus necesidades” (ILSA, s.f.). Para Chayanov la familia se configura como la unidad básica laboral,

caracterizado por la relación interna entre el trabajador, el consumidor y la cooperación familiar para la producción.

(Wetly, 2012)

Estas premisas contribuyeron al análisis de las leyes internas que regulan la estructura campesina; sin embargo estos

elementos fueron insuficientes para comprender las relaciones económicas de los campesinos en el modo de

producción capitalista, y su principal crítica se centró en que las leyes internas desconocían su relación con la clase

dominante. De hecho, para los marxistas su teoría aislaba a los campesinos de las reglas del modelo de producción

dominante y de las condiciones históricas propias de cada contexto (Hernández, 1993).

Para la corriente marxista (impulsada por Marx, Lenin y Kautsky), el campesinado no se reducía al campesino como

un productor, sino a un concepto de clase, en donde en el escenario mercantilista se dividía para hacer parte de la

burguesía o del proletariado. Desde la visión de Marx, la economía campesina tiende a desaparecer debido al

desarrollo de fuerzas productivas propias del entorno capitalista. Los campesinos en pequeñas parcelas, tienen una

forma de producción precapitalista que necesariamente sucumbirían ante la competencia de unidades productivas

más desarrolladas, la industria y la usurpación de sus tierras por parte de los grandes propietarios (ILSA, s.f.).

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Desde la línea teórica de Lenin y Kautsky, se reconoció el papel del campesinado en el desarrollo de la sociedad y

planteó dos líneas de entenderlo bajo en la ruta de la modernidad. En primer lugar, la vía farmer, es decir un

campesino que encuentra en la trasformación de su granja, a granjas modernas sustentadas en el trabajo familiar y en

mano de obra asalariada. Una segunda vía, caracterizada como prusiana, es decir donde hay una transformación

paulatina de la hacienda a la gran empresa capitalista. (Albán, 2011, 346).

Ahora bien, desde la conceptualización de lo campesino en Colombia, se identifican autores como Fasl Borda y

Marco Palacios quienes incorporan aspectos importantes para caracterizar este sujeto.

Borda, desarrolla su concepto desde la posición social que este ocupa y lo conceptualiza como un habitante rural

desprovisto de algunos bienes y servicios y en una escala inferior en la pirámide social. En consecuencia, lo delimita

como un conjunto de clase social cuya fuerza se basa en la producción sobre la tierra, y reconoce que la racionalidad

de los campesinos ha permitido su propia variación, es decir se transformó de una posición basada en una relación

precaitalista de satisfacción de necesidades básicas a una posición de reconocimiento para producir y acumular

excedentes (Gómez, 1981).

Por su parte Marco Palacios, lo conceptualiza a partir del estudio de la economía campesina cafetera, la cual es

centrada el trabajo familiar y su producción depende de esta misma fuerza, además señala una relación estrecha entre

el trabajo familiar, las áreas cultivables y la producción (Gómez, 1981). Es preciso anotar que en esta vía se

identifican algunas similitudes con la teoría de Chayanov al señalar la economía basada en medios de subsistencia

familiar, con algunas variaciones frente al contexto propio colombiano donde se relaciona la subsistencia con la

producción de café para su comercialización, y por ello una ganancia.

2.2 El campesino y su relación familiar

La caracterización de económica campesina no puede ser desligada del concepto mismo del campesino. Algunos

autores, como Shanin (1979), Wolf (1966) y Machado (1977) han avanzado en caracterizar este sector, como parte

fundamental del concepto familiar.

El campesinado supone la existencia de un sistema de producción basado en el trabajo, que satisface el consumo

familiar. Según Teodoro Shanin (1979), satisfacer el consumo de las familias genera cierta independencia de otros

productores y del mercado, lo cual percibe cierta estabilidad a las familias campesinas en tiempos de crisis. Además,

el campesinado comprende una relación con la tierra, que tradicionalmente ha sido concebido como el derecho de

poseerla y utilizarla. Por lo tanto, la tierra en las familias campesinas, no solo puede darse como un objeto

jurídicamente atribuido, sino que además corresponde al derecho tradicionalmente adquirido sobre el disfrute de uso

de la tierra.

Así mismo la propiedad campesina, se configura como una propiedad familiar de facto, que su vez permite determinar

los roles en el interior de la producción familiar. Según Jaramillo (1988), los roles y composición familiar son

determinantes en las unidades de producción familiar. Los roles suponen la mano de obra para la explotación y

producción de la parcela, roles que tradicionalmente son determinados por relaciones patriarcales, y roles de trabajo

doméstico y crianza para de los hijos orientados a la madre o mujer campesina.

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Por su parte Eric Wolf (1966), conceptualiza el campesinado como una categoría tradicional, en donde las sociedades

se han provisto de bienes y alimentos dado que los campesinos son agricultores rurales cuyos excedentes se

transfieren el resto de grupos de la sociedad que no cultivan sino que deben ser alimentados por sus bienes y servicios

específicos. En particular, señala que:

los campesinos son agricultores rurales cuyos excedentes se transfieren a un grupo dominante de los

gobernantes que utiliza los excedentes tanto para financiar su propio nivel de vida y para distribuir el

resto de grupos de la sociedad que no se cultivan sino que deben ser alimentados por sus bienes y

servicios específicos.2 (Wolf, 1966. p 3)

En esta definición corresponde a un aporte novedoso de Wolf, pues presenta en la relación del campesino con las

sociedades no rurales, y la capacidad del campesino no solo para la subsistencia familiar sino además para satisfacer

la demanda de alimentos de las ciudades.

2.3 El campesino como sujeto político

Además de los rasgos distintos de los campesinos y su forma de producción económica, otros autores como Shanin

(1979), Hobsbawm (1976) y Bascuñán (2009), presentan una reflexión del campesinado como actor social, el cual

es activo en relación con las expresiones de protesta y rasgos identitarios como respuesta a un modelo de

modernización económica del campo.

Según la tesis de Shanin las sociedades campesinas además de reconocerse como una unidad básica familiar, se

corresponden como una organización social, donde se estrechan relaciones familiares, y se reconocen acciones

individuales y valores comunitarios. En esta vertiente, el papel del campesinado ha sido forjado por la presión con

las sociedades industriales, que ha permitido que se configure como un actor sólido y cohesionado socialmente, “sus

intereses comunes han empujado a los campesinos a conflictos políticos también con los grandes terratenientes

capitalistas, con diversos grupos de habitantes de las ciudades y con el Estado moderno” (Shanin, 1979, p 247).

Por su parte, Hobsbawm (1976) plantea que la transformación e interpretación del capitalismo afecta la acción

campesina e incluso determina su posición; producto de ello la característica fundamental de los campesinos tiene

que ver con un mayor grado de colectividad, que coadyuva a minimizar la diferenciación social dentro del campesino

y logra movilizar su acción comunal. Aunque reconoce limitaciones para esta gestión por la propia naturaleza de las

economías campesinas - durante la cosecha, la agitación campesina debe cesar forzosamente. (Hobsbawm, 1976,

p. 9) - hay un reconocimiento de clase y valora la fuerza potencial que tiene como sujeto de movilización social a

nivel local y regional, con capacidad de organizarse a través de movimientos sociales e incluso de partidos políticos.

Los campesinos, también son forjadores de expresiones de protesta y rasgos identitarios como respuesta a un modelo

de modernización económica del campo. Según Bascuñan (2009), las sociedades campesinas son un grupo social

presionado por la posición de la tierra sobre quienes la poseen y quienes la trabajan. Esta relación confrontada, ha

permitido que los campesinos respondan a las demandas del mercado con formas políticas y luchas sociales

organizadas. De hecho, esta concepción política del campesinado se identifica en revoluciones socialistas, luchas

nacionales y recientemente en movimientos feministas y ecologistas de ámbito trasnacional.

2 Traducción propia

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3 Análisis y evolución del campesinado en el país

La lectura especifica del campesinado colombiano, permite identificar que ha existido una transformación constante

relacionada con el campo, sus pobladores y las políticas en relación con la producción agropecuaria. Podemos señalar

que estas transformaciones responden a multiplicidad de intereses y enfoques que marcan el desarrollo económico

y social del país. Por lo tanto, el presente capítulo expone y analiza las principales intervenciones, actores y

determinantes que durante el siglo XX y XIX marcaron las condiciones de vida en el campo y la integración del

campesinado a su plano económico, político y social.

En consecuencia, se determinaron cuáles fueron los elementos más relevantes y frecuentes que justificaron los

instrumentos de política usados por el Estado colombiano, así como los avances, declives, hitos históricos y actores

que intervinieron el campesinado3, lo cual llevó a establecer las siguientes categorías de análisis:

a. Los conflictos sobre la tierra

b. Modernización tecnológica

c. Apertura al comercio internacional

d. Los movimientos campesinos

e. Afectaciones del conflicto armado

3.1 Los conflictos sobre la tierra

Uno de los factores que ha determinado la manera de comprender e intervenir el campesinado colombiano

corresponde a la relación con la tierra. Según el análisis desarrollado, la tierra se configura como el activo principal

para las actividades agrícolas de los campesinos en el país. La población campesina históricamente ha presentado un

grado de malestar social, debido a la desigualdad en la tenencia y propiedad de la tierra, lo cual ha requerido la

intervención directa del Estado colombiano con el propósito de corregir las limitaciones relacionadas con la

distribución de la tierra.

Desde principios del siglo XX, el contexto agrario se determinaba por la falta de claridad de los títulos de propiedad

entre los hacendados, los colonos y los trabajadores sin tierra quienes forjaban una lucha por la tierra, casi que a nivel

individual y familiar (Berry, 2002). Además, el contexto se caracterizaba por la explotación laboral de aparceros y

arrendatarios en las haciendas cafeteras, la politización del campesinado, y el apoyo a la opresión de los terratenientes

sobre el campesinado, situación que ilustra el problema de dicha población para acceder a la tierra (Kalmanovitz,

2006).

De otro lado, los años veinte trajeron consigo trasformaciones del ámbito rural al urbano, y en particular las relaciones

laborales y la demanda de productos agrícolas. Según la hipótesis planteada por Albán (2011), la población urbana

no era suficiente para satisfacer la demanda de mano de obra, lo cual ocasionó que trabajadores rurales, en su gran

mayoría campesina, se desplazaran a otras actividades económicas que estaban retribuidas por mayores salarios y

mejores condiciones laborales, que aquellas propiciadas por las haciendas tradicionales y cafeteras.

Esta situación también impulsó otras trasformaciones sociales en el campo que desestabilizó el sistema de hacienda.

De acuerdo con lo expuesto por Kalmanovitz (2006), los campesinos sin tierra y aparceros de las grandes haciendas

cafeteras, exigían la terminación de las obligaciones laborales gratuitas, el derecho a sembrar cultivos comerciales y

3 Ver anexo 1: Evolución histórica de las intervenciones.

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café dentro de sus parcelas y la igualdad y el pago de salarios, tal como sucedía con los trabajadores vinculados a la

construcción de obras públicas.

La respuesta institucional a dichas presiones se configura con un periodo inicial de normas que regularan la tierra.

Algunos autores como Palou (2008) y Machado (1981), coinciden en señalar que el inicio del siglo XX corresponde

al despegue de una política de Estado para regular los problemas de adjudicación y colonización que habían sido

heredados del siglo XIX.

En este sentido, el Gobierno Nacional se enfocó en regularizar las tensiones sociales derivadas de la crisis del café,

los títulos de propiedad frente al uso y tenencia de la tierra, a través de la expedición de varios instrumentos jurídicos

entre los cuales cabe destacar la Ley 200 de 1936. Esta Ley fue un instrumento que contribuyó al ordenamiento de

la propiedad y la recuperación de baldíos de la nación, medidas que intentaban desactivar las tensiones campesinas

y terratenientes del campo.

Así mismo, esta intervención incluyó por primera vez el concepto de “función social de la propiedad”, buscó la

explotación económica obligatoria de los predios (transformar el latifundio ocioso en empresa capitalista), otorgando

el derecho de propiedad o su restitución al Estado, y reconociendo el derecho de los trabajadores rurales al dominio

de los mismos (Palou, 2008). Este hito legal fue importante en términos de la regulación del Estado en la política

agraria del país, bajo el enfoque keynesiano del intervencionismo de Estado. Además, incluir la determinación de

“función social de la propiedad”, significó la obligatoriedad del Estado en su protección, no solo motivado por la

utilidad pública de las tierras, sino también de interés social y colectivo que representa para la sociedad (Ocampo,

1987).

En este contexto podemos señalar que una de las motivaciones fundamentales de estas acciones institucionales, fue

entender al campesino desde su relación con la tenencia de la tierra como capital para su producción y sostenimiento.

Aún cuando esta relación tuviera una dimensión de pequeña, mediana o gran escala, la tierra fue comprendida como

un elemento importante para el desarrollo económico y social del país. Según el estudio de Machado (1981), cada

una de las intervenciones fueron determinantes en la configuración de la estructura de propiedad caracterizada por

tensiones complejas entre terratenientes y campesinos. Además desde el enfoque de función social de la propiedad,

se puede analizar la teoría de Chayanov, dado que se reconoce la tierra como el factor más relevante para la economía

campesina; adicionalmente si bien la fuerza laboral estaba centrada en la figura de aparceros campesinos sin tierra,

también se reconoce la mano de obra familiar como unidad básica laboral.

En consecuencia, el enfoque de la reforma agraria y la vinculación de los campesinos a la misma, se desarrolló bajo

una noción de “redistribución de la tierra”, lo cual a pesar de su baja implementación, permeó las discusiones de este

periodo y de años subsiguientes para impulsar instrumentos e intervenciones orientadas a ajustar la estructura de la

propiedad en Colombia.

A mediados del siglo XX, entre los años 1940 - 1960, la política de tierras para el campesinado se caracterizó por un

inactivismo institucional derivado de las luchas partidistas y sociales enmarcadas en el periodo de La Violencia. Para

la época fue evidente el fracaso de las políticas anteriores sobre promoción y redistribución de tierras, por lo cual el

Gobierno Nacional se propuso elaborar otras alternativas de desarrollo que se tradujeran en mejores y mayores

avances para el sector rural (Berry, 2002).

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Esta característica del bajo dinamismo de las reformas agrarias en Colombia, agudizó la lucha campesina versus los

intereses de los terratenientes y las empresas capitalistas para disponer de mano de obra asalariada y barata. Dichas

tensiones, enmarcan una coyuntura compleja sobre las reformas agrarias y la promoción de una economía capitalista.

Al respecto, Kalmanovitz (s.f.) afirma que el desarrollo capitalista en el país y las tendencias ideológicas de los

partidos políticos tradicionales determinaron esta coyuntura económica y social. Por una parte, los conservadores y

la mayor parte de la dirección del liberalismo apoyaban los intereses norteamericanos, para la apertura de la economía

nacional a los capitales extranjeros y su disposición con las ideas anticomunistas internacional.

En efecto, para 1945 y años subsiguientes, la violencia partidista agravó los problemas jurídicos de la propiedad,

ocasionando el despojo de tierras y acelerando la avalancha migratoria del campo a las ciudades, situación de

desplazamientos que significó un proceso de ajuste de la propiedad de pequeña, mediana o gran escala, la venta

barata de la tierra, y el abandono definitivo las parcelas (Berry, 2002).

Para 1960 dada la dimensión que había adquirido la Violencia y su intensificación en las zonas rurales, el Gobierno

prometió adelantar programas de reforma agraria, pues en varias regiones del país las invasiones de tierras se habían

convertido en una constante, al tiempo que grupos de oposición al gobierno pugnaban en el Congreso por una reforma

agraria (Balcázar, 2001).

En este contexto, y bajo la administración de Lleras Camargo surgió la Ley 135 de 1961, la cual fue determinante

dado que entre sus objetivos figuraba una modificación de las condiciones del campesinado con base en la

reestructuración de la tenencia de la tierra. Este enfoque recoge las apuestas de las primeras leyes de redistribución

de la tierra planeada en la década de los años veinte, y significó para el país, la oportunidad para la organización

institucional y el despegue de los programas de redistribución de tierras.

En particular, la Ley 135 de 1961 correspondió a focalizar las intervenciones de una reforma social agraria, que se

fundamentaba en: i) la dotación de tierras a campesinos que no las tenían, ii) la adecuación de tierras para

incorporarlas a la producción, y iii) la dotación a la población rural de servicios sociales básicos, y otros apoyos

complementarios. Así mismo, permitió establecer un andamiaje institucional para fortalecer la acción del Estado y

recuperar la crisis estatal a la que se habían enfrentado en la Violencia. El fortalecimiento institucional se materializó

en la creación del Fondo Nacional Agrario, como un banco de tierras con fines redistributivos y el INCORA como

entidad encargada del desarrollo rural en el país Balcázar (2001).

De acuerdo con lo anterior, se pueden identificar dos unidades de intervención bajo la reforma de la Ley 135 de 1961:

a) una dirigida a los particulares y b) otra dirigida a las instituciones. En primer lugar, las acciones de la reforma

fueron orientadas a campesinos sin tierra, y a pequeños, medianos y grandes productores que requieren el apoyo

estatal para la adecuación de sus tierras. Lo anterior significó que la reforma en su unidad de intervención, no

descartaba ni a las familias campesinas de economía tradicionales ni a los gremios o empresarios con grandes

unidades empresariales.

En segundo lugar, la reforma condujo fuertemente a ajustes institucionales, donde el beneficiario o la unidad de

intervención fue el mismo Estado. De hecho, Balcázar (2001) señala que esta Ley contribuyó a la estructura

institucional para atender el problema agrario en el país, dado que creó el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria

(INCORA) como establecimiento público encargado de la gestión en la materia, organismos como el Consejo

Nacional Agrario, el Fondo Nacional Agrario (FNA) y la figura de los Procuradores Agrarios.

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Ahora bien, dichos ajustes institucionales no fueron dados exclusivamente por las pretensiones del gobierno central

frente a la distribución de la tierra. Dicha intervención, como se expondrá más adelante, supone pretensiones

específicas de los gobiernos nacionales e internacionales relacionadas con modificaciones de índole económica y

político para el país.

Por ejemplo, a nivel nacional, el supuesto que justifica el periodo reformista corresponde a las motivaciones de

atenuar los efectos sociales y políticos de la Violencia. Vale recordar que Colombia estaba enmarcada en la coalición

política del Frente Nacional, para restablecer las condiciones sociales, económicas y políticas que se habían quebrado

por la violencia partidista en la década de los cincuenta; y en este contexto las intervenciones referidas al campo,

serían fundamentales para equilibrar y reestructurar los efectos de la Violencia en las zonas rurales (Kalmanovitz,

2003). Aun cuando la Ley 135 de 1961 no permitió solucionar de fondo el problema de distribución de la tierra, sí

permitió dar una opción de reforma agraria que escuchará al campesinado y presionará en cierta medida a los

terratenientes.

A nivel internacional, la política de reforma agraria en la década de los sesenta tuvo como supuesto fundamental la

influencia generalizada de la Alianza para el Progreso. Esta Alianza correspondió a una serie de reformas sociales y

económicas promovidas por el gobierno de Estados Unidos hacia los países latinoamericanos, de manera que

minimizaran el riesgo de revoluciones armadas y de orden izquierdista como lo ocurrido en Cuba y su revolución.

Desde luego, para el caso colombiano dichas reformas no fueron ajenas y sus recomendaciones serían viabilizadas

en la agenda política del país.

En particular, la Alianza para el Progreso ratificó los cambios en la estructura rural de los países de la región y orientó

en medidas específicas para “Elevar la productividad y la producción agrícolas, a través de una reforma agraria

integral orientada a transformar los sistemas de explotación y tenencia de la tierra”. Al respecto, es importante

señalar las causalidades que señaló la Declaración Final de Punta de Este y los acuerdos y recomendaciones derivados

de la IV Reunión Interamericana de Ejecutivos de Reforma Agraria:

En el sector rural el camino se encuentra en una reforma agraria masiva respecto a su alcance, rápida en

cuanto al tiempo en que se ejecuta e imperativa. Las reformas agrarias marginales, lentas y conciliatorias

no solo no producen cambios esperados, sino acentúan y refuerzan el poder político de los grupos

dominantes. (OEA - IICA, 1972. P 30)

Además los acuerdos coincidieron en fortalecer a los campesinos, dada su perspectiva de pobreza e incapacidad.

Justamente las recomendaciones señalan que las reformas en América Latina deben tener en cuenta las características

de sus actores, entre ellos los “formados por campesinos, entendiendo por tales a las personas de escasos recursos

que derivan su subsistencia del sector rural” (OEA - IICA, 1972. p 34). Por lo anterior las recomendaciones

derivadas, se centran los programas de modernización agropecuaria, el cambio técnico y la cooperación internacional.

En congruencia, dicho contexto internacional abre nuevos mecanismos de intervención sobre el campesinado

colombiano. Por tanto, pues además de buscar regular los derechos de propiedad, compra y adjudicación de tierras a

arrendatarios y aparceros, llama la atención para fortalecer a los campesinos, dada su perspectiva de pobreza e

incapacidad.

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La década de los setenta se caracteriza por la negociación política alrededor de la reforma agraria, con un énfasis

hacia la capitalización y modernización tecnológica de la agricultura y la incorporación de nuevas tierras a la

producción. La incorporación de este enfoque basado en la modernización e innovación – que será expuesto en el

siguiente acápite – marcó un cambio fundamental en los temas de la agenda pública frente a la reforma agraria, que

fueron retomadas en los noventas, frente a la puesta de redistribución de la tierra a través del mercado.

Para la década de los noventa, las reformas agrarias no se habían traducido en una redistribución equitativa, y al

contrario la reforma de 1961 habían tenido un bajo impacto en la solución de los problemas de pobreza rural y en la

modificación de la estructura de propiedad (Kalmanovitz, 2003). Por esta razón en 1992, el Gobierno de Cesar

Gaviria llevó a reformular la política agraria del país a través del Documento del Consejo Nacional de Política

Económica y Social No. 2590 denominado Nuevo Impulso De La Reforma Agraria, el cual sentaría los lineamientos

principales para la ley 160 de 1994.

El gobierno fue enfático en señalar que “Los mecanismos poco transparentes en los procesos de adquisición y

adjudicación de tierras y, en general, el pobre impacto en la solución de los problemas de pobreza rural, conducen

a introducir cambios fundamentales en el enfoque tradicional de la reforma agraria.” (Jaramillo. 2002, p 85). Por

tanto en los lineamientos de la política determinó un nuevo enfoque de reforma agraria por vía del mercado.

El nuevo enfoque obedeció a una política de tierras orientada a “transferir la decisión de compra a los beneficiarios,

mediante la venta directa de los predios por parte de los propietarios, pero conservando el INCORA las funciones

tradicionales de compra directa o expropiación para intervenir cuando ello sea aconsejable” (Conpes, 1992). De

esta manera, la política de tierras pretendía reducir la intervención del Estado en la distribución de tierras.

En este orden ideológico, para 1994 en el Gobierno de Samper se aprueba la Ley 160 de 1994. La expedición de esta

Ley reflejó entonces un hito importante para el desarrollo rural y campesino en Colombia, al incorporarse un enfoque

de libre mercado y de lineamientos neoliberales. Por ejemplo, este cambio se sustenta en la adjudicación de tierras

por medio del subsidio integral de tierras, la creación del Sistema Nacional de Reforma Agraria y Desarrollo Rural,

y la conformación de las zonas de reserva campesinas, titulación de baldíos y de territorios de indígenas.

En primer lugar, la nueva reforma propició una base institucional que apoyaría la reforma en términos de

adjudicación, infraestructura, investigación, acopio y financiación al agro. En este sistema, el INCORA, era el actor

mediador del proceso de negociación entre propietarios y campesinos para la compra de tierras y su regulación estaba

determinada por el subsidio integral de tierras. Para ello, la Ley establece un subsidio a los beneficiarios del 70 % y

el 30% restante puede ser dado por intermediarios financieros, o por recursos propios del campesino (Balcázar, 2001).

En segundo orden, las Zonas de Reserva Campesina, reconocidas con la ley 160, implicó el reconocimiento a una

acción más profunda del Estado en las áreas de colonización. En el artículo 81, la ley Indica que “las Zonas de

Colonización y aquellas en donde predomine la existencia de tierras baldías son Zonas de Reserva Campesina”, lo

cual presenta al campesinado como población preferente para la titulación de los baldíos de la Nación.

No obstante en la misma ley se señala que dicha titulación tendrá excepciones por las Zonas de Desarrollo

Empresarial, en particular puntualiza que “Previos los estudios correspondientes, el INCORA delimitará zonas de

baldíos que no tendrán el carácter de reserva campesina sino de desarrollo empresarial de las respectivas regiones”.

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En consecuencia éstas Zonas de Desarrollo Empresarial se establecen igualmente en baldíos, buscando la inversión

de capital, el aumento de la producción agropecuaria y especializada en ciertos territorios del país.

Más allá de estos elementos, la Ley 160 de 1994 trajo consigo un cambio de enfoque en la estructura agraria del país,

de una posición histórica de adjudicación de baldíos y redistribución de tierras, a un mecanismo más neoliberal de

adquirir la tierra a través del mercado. Al respecto, Balcázar (2001) señala que este nuevo enfoque buscó minimizar

la intervención del Estado en los programas de adquisición y dotación de tierras, y así eliminar la concentración de

la propiedad mediante el otorgamiento de subsidios al campesinado.

3.2 La modernización del campo

La capitalización del campo, corresponde a una de las mayores trasformaciones de la problemática del campesinado

colombiano. La implementación de estrategias basadas en la asistencia técnica y la investigación, explican el por qué

la agricultura campesina sufrió importantes cambios técnicos en su modo de producción. Los antecedentes de esta

transformación corresponden a la Revolución Verde, que si bien inició su desarrollo a nivel internacional en los años

cincuenta, en Colombia las prácticas y recomendaciones tecnológicas gozaron de fomento y apoyo directo a partir

de la década del setenta.

La historia de la revolución verde corresponde al desarrollo de mejoras tecnológicas para el aumento en la

productividad agrícola. Este movimiento tuvo sus orígenes en Estados Unidos, en la segunda posguerra mundial, con

el propósito de aumentar la productividad de alimentos para periodos de crisis y hambrunas masivas. Esta

preocupación, conllevó al Gobierno de Estados Unidos en asocio con la fundación Rockefeller a desarrollar

investigación para aumentar su producción y rendimiento, que fuera resistente a las enfermedades y apto para el

cultivo en condiciones geográficas diversas. (Ceccon, 2008).

La revolución verde configuró un cambio trascendental en la forma de producción agropecuaria y en las políticas de

intervención al campo, influencia que recaería sobre el campesinado colombiano. Pero más allá de moldear las

producción agrícola en mejoras tecnológicas, en usos de agroquímicos, y asistencia técnica para enseñar sobre el

rendimiento y productividad de los cultivos, significó un cambio en la concepción de la producción tradicional o

campesina, y promovió un enfoque de progreso y modernización al campo con efectos socialmente complejos.

En Colombia, el enfoque de la revolución verde coincidió con los estudios sistemáticos de Lauchin Currie sobre la

agricultura, que si bien se desarrollaron en la época de La Violencia, su incidencia en la agenda política se llevó a

cabo en la década del setenta. La Misión Currie se desarrolló en 19494 bajo la preocupación generalizada por los

efectos de la guerra y la urgencia de adelantar medidas tendientes a mejorar el nivel de vida de la población de los

países del tercer mundo para evitar que ésta se inclinara por las ideas comunistas. En este contexto, surgen organismos

internacionales como la ONU y el Banco Mundial de Reconstrucción y Desarrollo - BIRF, el cual financió la Misión

de Lauchin Currie en Colombia.

Según lo aportado por Kalmanovitz (2006) Currie identificó una limitante y desproporción entre el número de

habitantes de las áreas rurales y su baja productividad, por lo cual la recomendación de la misión, era la modificación

4 Ver anexo 2: Análisis de los resultados de la Misión Currie

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de la estructura agraria, asignando las tierras planas con mayor potencial productivo a la agricultura y no a la

ganadería, asumiendo además que existía un problema con las tierras de montaña pues se encontraban sobrepobladas

por pequeños campesinos dedicados a una agricultura de baja productividad.

En consecuencia Currie señaló que “Colombia mal puede soportar la subutilización de sus limitadas tierras arables

(…) lo que se requiere urgentemente es algún medio de incluir a propietarios de las tierras del valle, a que laboren

en la forma más económica o que las cedan a otros que si la harán” (Valderrama y Mondragón, 1998. p. 21). Para

este efecto propuso un plan de desarrollo para la agricultura, centrados en varios objetivos estratégicos y algunas

estrategias para el buen uso de la agricultura. En primer lugar señaló la importancia de i) Mejorar los niveles de

nutrición, ii) Aumentar los volúmenes de exportación, iii) Mayor autosuficiencia agrícola, iv) Inversiones en

irrigación, maquinaria, y tecnología (Valderrama y Mondragón, 1998).

Frente al papel de la tierra y su uso para la agricultura y la ganadería, recomendó en primer lugar: “Desalojar

campesinos que no están contribuyendo a la producción, localizados en tierras pendientes para lo cual no hay equipos

que permitan aumentar su productividad si se extrae mano de obra.” En segundo orden, y con un enfoque de

fortalecimiento técnico recomendó: “Dotar de equipos y tecnología a los agricultores de la parte plana de quienes se

espera que cambien la ganadería por la agricultura moderna.” (Valderrama y Mondragón, 1998, p22).

Ahora bien, la importancia de esta Misión se presenta desde dos puntos de vista. En primer orden significó la

orientación de las políticas a través del Banco Mundial de Reconstrucción y Desarrollo - BIRF que respaldó la

Misión Currie, pues fue una de las misiones de cooperación norteamericana más importantes para el desarrollo y los

métodos de planeación del país. Desde luego, esta intervención no fue fortuita, pues la segunda guerra mundial

deterioró la confianza entre las naciones y posicionó un discurso de cooperación mutua para la paz, la seguridad

internacional y el desarrollo económico y social.

En segundo orden, las recomendaciones de Currie significaron una nueva visión de comprender la problemática del

campesinado. Aunque sus conclusiones se expresaron en la política pública una década después, las recomendaciones

fueron adoptadas rigurosamente en las bases del diseño e implementación del Programa de Desarrollo Rural

Integrado - DRI.

Para la década de 1970, bajo la administración de Pastrana Borrero, en el marco de su Plan de Gobierno denominado

“Las Cuatro Estrategias 1970–1974”, se incorporaron las recomendaciones económicas de la Misión Currie, como

estrategias necesarias para promover el desarrollo y crecimiento del país. A partir de este enfoque se justifica un

cambio trascendental en la concepción del campo colombiano y sus intervenciones, dado que se trasforma de un

modelo reformista a un modelo de modernización y capitalización del campo. Además, este enfoque (como se

expondrá en el siguiente acápite) será determinante en términos políticos, pues el periodo de reformismo agrario y

respaldo social se fragmenta con el Acuerdo de Chicoral, pacto establecido por los partidos políticos, los gremios y

la administración de Pastrana para mejorar la eficiencia de la agricultura colombiana.

En el periodo presidencial de Alfonso López Michelsen (1974 – 1978), se impulsaron las medidas para enfrentar el

tema de pobreza urbana y rural. El plan de gobierno de López denominado “Para Cerrar La Brecha”, propone otro

hito importante en términos de política agraria y económica del país al establecer el Plan de Alimentación y Nutrición

- PAN y el Programa de Desarrollo Rural Integrado – DRI.

El PAN fue diseñado para resolver los problemas nutricionales de la población más vulnerable, particularmente niños

y madres lactantes. Por su parte el DRI era una estrategia alternativa a la época de reformismo agrario, que buscaba

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modernizar y hacer más eficiente la agricultura campesina. La estrategia de Desarrollo Rural Integrado - DRI,

propuso varios aspectos para conducir al país a un desarrollo integrado, entre éstos contempló asistencia técnica y

crédito para aumentar la productividad, infraestructura básica para las zonas rurales como caminos veredales,

electrificación y acueductos, y el fortalecimiento a los servicios sociales de salud y educación (Fajardo, Errázuriz y

Balcázar 1991)5.

Dichas políticas no fueron implementadas de manera aislada, y desde su diseño las dos políticas buscaban una

integración. Tal como lo expone Fajardo, el PAN buscó atender el problema de nutrición de los pobres en Colombia,

con énfasis en la zona urbana, para lo cual se requería de una estrategia de desarrollo agrícola que cumpliese las

demandas internas de producción de alimentos, para lo cual “el llamado sector tradicional, es el que origina la mayor

parte de los alimentos de consumo directo” (Fajardo et al., 1991. p 155). Por lo anterior, se puede justificar que la

estrategia DRI en sí misma, tenía como medio potencializar la producción campesina para el abastecimiento de

alimentos inocuos y con ello mejorar los niveles de nutrición en el país.

Además, desde la presentación de Plan Nacional de Desarrollo “Para cerrar la brecha” tomó como base que lo rural

tenía rezagos respecto a lo urbano, lo cual adoptaba la concepción de atraso que motivó la modernización del campo

a través de instrumentos concertados en el crédito, el mercado, la investigación y la difusión tecnológica, acompañado

de otras políticas sectoriales de bienestar social (DNP, 1974). En este contexto fue evidente un enfoque de “atraso”

o de “pobreza” en el campo colombiano desde la conceptualización del problema, hecho que conlleva al desarrollo

de un Plan de Gobierno enfocado superar dichas brechas sociales.

Lo anterior supone un hito significativo, pues dichos instrumentos de política adoptaron una intervención más

sistémica del campo, involucrando varios sectores y fortaleciendo diversas dimensiones de la vida rural como

estrategia para la superación de pobreza y reducción de brechas. Desde luego, este aspecto también significó un

cambio en la concepción de la producción tradicional o campesina, a una producción de manera intensiva para

garantizar la comercialización. Al respecto Palou (2008) señala que esta estrategia buscó la dotación de capacidades

técnicas para incorporar a los pequeños productores campesinos con mayores perspectivas de desempeño

empresarial.

Además según Fajardo et al. (1991), estas reflexiones conllevarían a trasformar las sociedades rurales atrasadas a las

sociedades modernas orientadas al mercado, bajos los intereses capitalistas de producción de alimentos de las

organizaciones financieras de carácter internacional. Este supuesto de intervención identifica otro de los cambios

más significativos en la manera de intervenir al campesinado, pues es evidente que en la década de los sesenta las

políticas sectoriales tuvieron un énfasis en temáticas relacionadas con la reforma agraria, y a partir de la década de

los setenta hay trasformación estructural para atender la problemática desde la modernización y capitalización del

campo. Este lineamiento, además corrobora la percepción del campesino como un actor con carencias de capacidades

técnicas y financieras que debe ser complementado con servicios básicos, infraestructura y modernización

agropecuaria, aspectos que se consolidaron en el paradigma de desarrollo rural integral.

El periodo presidencial de Cesar Gaviria (1990 - 1994), caracterizado por las reformas estructurales propendidas por

el Consenso de Washington, dio paso a la apertura económica del país con algunos cambios significativos para la

5 Ver anexo 3: Componentes, inversión y coberturas del programa DRI en Colombia.

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agricultura y el desarrollo rural campesino. Por consiguiente, para 1993, se aprueba el documento Conpes Social

“Políticas de Desarrollo Rural Campesino”, el cual buscaba mejorar la calidad de vida de los campesinos a través

de la eficiencia en las actividades agropecuarias.

Según el documento, el campesino afronta problemas de tipo estructural que se reflejan en las precarias condiciones

de producción, en la baja calidad y cantidad de los factores de producción, situación que en términos generales se

logra diagnosticar por las limitantes en tecnología, el uso inadecuado de recursos hídricos, y las restricciones para el

acceso a crédito y a las tierras. Estas limitaciones acentúan el discurso agendado desde la década de los setenta sobre

capitalización, y afianza la necesidad de diseñar e implementar de instrumentos que promuevan la modernización y

diversificación de cultivos, y el fomento al crédito para inversión (Conpes, 1993).

En relación con la modernización y diversificación, buscaba el mejoramiento de los cultivos de pequeños agricultores

y la diversificación en actividades más rentables. La política se enfocó en mejorar la producción de cultivos propios

de la económica campesina que presentaban mayor rezago frente a su rendimiento y calidad: el trigo, la cebada, el

fique y el tabaco negro. Según lo presenta Ocampo et al. (1994), el programa de modernización y diversificación

buscó tecnificar estos cultivos y contribuir a que campesinos e indígenas aumentaran la productividad y con ello una

mejora en la calidad de vida.

Según Jaramillo (1994), se planteó el fortalecimiento técnico y la asesoría en planes de negocio y mercadeo para así

“facilitar la transición hacia la competitividad de los cultivos predominantemente campesinos”. Además, se

promovieron convenios con el sector privado para absorber la producción doméstica del trigo y la cebada que

producían domésticamente los campesinos. No obstante, el impacto de dicho programa fue modesto, -aunque no se

cuenta con datos estadísticos que soporte esta argumentación-, ya que los convenios con el sector privado tuvieron

una vigencia relativamente corta.

En relación con el fomento y saneamiento del crédito, esta política impulsó la capitalización y el refinanciamiento de

la deuda. Si bien en el periodo anterior se habían llevado a cabo estrategias de crédito a pequeños productores, ellos

habrían incumplido el pago de sus obligaciones bancarias: este incumplimiento puede asociarse al proceso de

apertura económica de los productos agropecuarios. (Ocampo et al. 1994, p 37.) Por su parte la Caja Agraria,

enfrentaba una crisis institucional, en el aumento de su cartera vencida y la discusión en sus operaciones de crédito

agropecuarios (Ocampo,1994).

Por lo anterior, la política se enfocó en el saneamiento financiero y capitalización de la Caja Agraria a través del

subsidio y transferencia presupuestal por parte del Gobierno Nacional a la entidad bancaria. Para la reestructuración

de la deuda, los productores campesinos obtuvieron un tratamiento especial. Además durante este marco legal se creó

el Fondo Emprender, como un fondo de capital de riesgo, con el propósito de cofinanciar iniciativas empresariales

de los pequeños y medianos productores en la conformación y fortalecimiento de empresas y en la comercialización

y de procesamiento sus productos.

Ahora bien, para inicios del siglo XXI, la política de tecnificación y crédito se materializa bajo lo administración de

Uribe como el Programa Agro Ingreso Seguro, destinado a proteger los ingresos de los productores que resulten

afectados ante las distorsiones derivadas de los mercados externos y a mejorar la competitividad de todo el sector

agropecuario nacional, con ocasión de la internacionalización de la economía. (Ley 1133 de 2007, Art 1.)

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El programa Agro Ingreso Seguro, buscaba incentivos a la productividad a través de la asistencia técnica, y la

cofinanciación para la adecuación de tierras e infraestructura de riego y drenaje. Además contemplaba el apoyo a

través de líneas especiales de crédito y comercialización, propósitos que serían materializados a través de apoyos a

capital de manera directa a los beneficiarios con carácter no reembolsable. Según la sentencia de la Corte Suprema

SP 9225 (2014), pese a los propósitos iniciales, el programa AIS tuvo irregularidades en el manejo de recursos,

términos de las convocatorias y recalificación de los proyectos rechazados, hechos que llevaron a iniciar las

investigaciones y las debidas sanciones penales y disciplinarias.

Ciertamente estos instrumentos acentuaron la concepción del problema desde las carencias de capacidades

tecnológicas, que tendrían como respuesta políticas y programas específicos de asistencia técnica e investigación

para la producción agropecuaria.

En este contexto, podemos señalar que los programas de Modernización y Diversificación en 1991, o el Programa

de Agro ingreso Seguro en 2002, sumados a los ajustes institucionales de centros e investigación como ICA,

Corpoica, CIAT y los gremios enfocados en la investigación, ratifican el interés del Estado colombiano en promover

mejoras en las técnicas de producción y a su vez responder eficientemente a las lógicas del mercado.

Al respecto, autores como Forero (1999) han señalado que “tradicionalmente cuando se hace referencia a la

tecnología utilizada por el campesinado, ésta es calificada negativamente como arraigada en el pasado, ineficiente

en términos de productividad y carente de futuro” (Forero. 1999, 46). Esta “concepción”, ha motivado las

intervenciones de este periodo que identifican un campesino como actor de prácticas artesanales en su producción, y

que requiere la mecanización, el uso de agroquímicos y la mejora de semillas, para generar cultivos de mayor

rendimiento y capaces de dar respuesta a las demandas del mercado.

Ante ello, es pertinente señalar que las políticas de las últimas dos décadas -marcadas por la apertura económica-

promovieron la trasformación de las economías campesinas en un empresario moderno, que tiene la capacidad de

acceder a los mercados de tierra, capital y tecnología en condiciones iguales que los demás productores (medianos y

grandes empresarios). Este cambio, se explica desde la corriente marxistas pues el campesinado debería

transformarse o si no tendría a desaparecer; de hecho las adecuaciones tecnológicas propias de la revolución verde,

evidencia un cambio gradual de una producción netamente familiar a una producción capitalista, tal como lo

sustentaba las líneas de trasformación marxista del campo (vía junker).

Finalmente, los procesos de la revolución verde implicaron cambios sociales, culturales y ambientales, lo que

posteriormente ha generado conflictos ambientales y sociales. La especialización de los cultivos, la intensificación

del uso de agroquímicos y la alta dependencia tecnológica se constituyen en los principales impactos de las economías

campesinas. Además, según lo expone Forero estos procesos “incrementaron el riesgo económico y reduce la

posibilidad del autoconsumo pues elimina la variedad productiva característica de la producción campesina” (Forero.

1999. p 62).

3.3 Apertura al comercio internacional

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El modelo de apertura económica y modernización institucional constituyó un cambio de paradigma para el desarrollo

del país. En consecuencia fueron incorporadas medidas para regularizar la apertura económica, la privatización y la

integración regional; acciones que de manera directa obligaron a una transformación competitiva del campesinado

colombiano y determinaron el enfoque de los instrumentos y líneas de política pública de la década de los noventa.

Lo anterior tiene como antecedente el contexto internacional enmarcado en las líneas del “Consenso de Washington",

el cual constituye un recetario de reformas económicas, sociales y políticas que se venían aplicando en América

Latina desde comienzos de la década del 80. Estos lineamientos centrados en la liberación del mercado, la

descentralización fiscal y la privatización, entre otros aspectos confluyeron a la liberalización y apertura económica,

con cambios sustanciales para el sector agrícola colombiano (Kalmanovitz. 2006).

Particularmente, la liberalización comercial que se traducía en aumentar la productividad de la oferta nacional para

lograr una mejor inserción internacional, tendría atención especial en los escenarios y tratados internacionales

(Machado, 2002). Podríamos señalar que esta atención particular se materializó en la inclusión de la agricultura en

la agenda multilateral de la Ronda de Uruguay y en los tratados específicos del Acuerdo General de Aranceles

Aduaneros y Comercio – GATT, actualmente sustituida por la Organización Mundial del Comercio - OMC. Según

lo exponen Ocampo y Perry (1994) varios países en el marco del GATT obtuvieron un tratamiento preferencial para

su respectivo sector agropecuario, entre los cuales se destacan Estados Unidos, la Comunidad Europea, Suiza y Japón.

Sin embargo, el hito más significativo para el sector agrario correspondió a la octava ronda de negociaciones del

GATT (1986 – 1993), pues las regulaciones para el sector agrícola habían sido secundarias y no había reglas

específicas sobre el comercio internacional de bienes agrícolas. (Ocampo et. al 1994). Al contrario, el contexto

agrícola se caracterizaba por una guerra de subsidios entre varios países industrializados para lograr el dominio de

los mercados internacionales, pérdidas de ingresos de mercados entre los países tradicionalmente exportadores, entre

otros factores.

Además, según Machado (2002) el escenario que caracterizaba las negociaciones concurrían intereses diversos: i)

Estados Unidos con mayor interés en la liberalización del comercio, y la reducción de subsidios de apoyo a la

agricultura por parte de la Comunidad Europa, ii) La Comunidad Europea con menor interés de la liberalización y

en defensa de su política agrícola, iii) Grupo Cairns6, interesados en tener mayor acceso a los mercados, iv) Japón y

Corea con el interés de mantener su política proteccionista al arroz. Pese a lo anterior, las discusiones terminaron

centrándose en las disputas entre Estados Unidos y la Comunidad Europea (Machado 2002).

Por tanto, la Ronda de Uruguay fue una respuesta a los procesos proteccionistas de las economías que habían

producido distorsiones en el comercio internacional de productos agrícolas, y buscaba establecer condiciones

favorables para el mercado (Ocampo, et al. 1994). En este contexto, los acuerdos generales de la Ronda se enfocaron

en el acceso a los mercados, las ayudas internas, subsidios a las exportaciones y acuerdos sobre medidas sanitarias.

Además, buscó establecer la tarificación en las medidas de protección a la agricultura así “disminución de 36%

promedio para los aranceles, el 20% de ayuda interna, 36% en desembolsos presupuestales para subsidiar a las

exportaciones” (Machado, 2002). En efecto, los acuerdos enmarcados en la Ronda de Uruguay marcan el inicio de

la política comercial a nivel global donde el mercado es el protagonista fundamental, para asignar los recursos

económicos de manera más eficiente que el Estado.

6 Grupo conformado por Australia, Nueva Zelanda, Hungría, Canadá, Malasia, Tailandia, Filipinas, Indonesia, Fiji, Argentina, Brasil,

Colombia, Chile y Uruguay, de los cuales la mayoría no subvenciona a la agricultura.

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19

En este sentido, desde la década del setenta que marcó la liberalización económica características de los años noventa,

se desarrollaron una serie de instrumentos internacionales para ampliar el mercado de los productos agrícolas, entre

los cuales se destacan los acuerdos suscritos con el Pacto Andino, el G3 y los tratados bilaterales con Estados Unidos

y con la Unión Europea (Jaramillo, 1994). Aunque no existen análisis sistemáticos que midan el impacto de dichas

políticas comerciales sobre la producción campesina, autores como Kalmanovitz (s.f. ), Garay y Barberi (2010)

coinciden en señalar que la apertura comercial es un riesgo para ellas si no responder a las demandas del mercado.

Según Kalmanovitz (s.f.) si la producción interna no compite con la internacional eventualmente tenderá a

desaparecer. Para este autor, la apertura comercial significará una mayor especialización de productos y demandará

la aplicación de medidas antidumping, como las desarrolladas por Japón y la comunidad europea que han establecido

salvaguardas para sus productores internos.

Para Garay y Barberi (2010), los acuerdos comerciales y principalmente la entrada de TLC con Estados Unidos,

reduce las oportunidades de crecimiento de la producción campesina. Según el análisis de los autores, el panorama

es incierto dado que no es claro que pueda beneficiar a los productores y economías campesinas, pues demandará un

aumento en la magnitud de la inversión para que logren producir las escalas adecuadas a los tamaños mínimos

requeridos. Igualmente, se podría proyectar una pérdida considerable de producción y de ganancias netas de los

pequeños campesinos cuando compitan ante los sectores potenciales de EEUU.

Al respecto, la Organización Semillas ha señalado que esta afectación será diferenciada para los productores

agropecuarios, y dependerá de sus activos y capacidades para competir en el mercado:

Los productores/as con suficientes activos, acceso al crédito y capacidad técnica, podrían estar en

capacidad de ajustarse a las pérdidas e invertir en productos diferentes que no compitan con las

importaciones de los Estados Unidos. Pero éste no es el caso de los campesinos/as quienes (…)

tienen un bajo nivel de educación, pocos activos y pocas alternativas económicas (Semillas, 2009.

p. 32).

Ahora bien, estas afectaciones están determinadas por las importaciones que compiten con Estados Unidos. Según

las estimaciones elaboradas por Garay y Barbieri (2010), el impacto está clasificado en diversas categorías

determinadas a partir de los productos de competencia con la importación y el área cosechada por las economías

campesinas para la producción de los mismos. Según lo expuesto por estos autores, los productos en competencia

directa son aquellos que tienen subsidios otorgados por este país en los cuales se encuentran cereales, leguminosas,

hortalizas y las actividades pecuarias relacionadas con carnes de pollo y de cerdo. En relación con el área cosechada

por las unidades campesinas, se identifica un efecto directo a los que “destinan el 100% de su área a los cultivos

afectados por el TLC” (Garay y Barberi, 2010 p. 109).

En consecuencia los anteriores análisis permiten identificar los riesgos frente a la apertura comercial para la

producción agrícola del país. Además han demostrado que el impacto de esta apertura sería desigual para los

campesinos, no solo por la inequidad de la tierra, sino por la desigualdad en el acceso a recursos, créditos e insumos,

que afectan su productividad e inciden en aumentar su vulnerabilidad. De igual manera, estos impactos en la

economía campesina y en general para el sector agropecuario justifican el cambio de un modelo de desarrollo

intervencionista característico a un modelo de libre comercio e internacionalización de la economía colombiana.

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20

3.4 Movimientos y luchas campesinas

La dinámica campesina no puede comprenderse sin analizar su organización y protesta a lo largo de la historia

colombiana. Las confrontaciones partidistas, el conflicto armado, los intereses sobre el campo y los paradigmas de

crecimiento económico del país, son elementos fundamentales que determinaron esta lucha social, y que pese a sus

restricciones, han configurado un actor dinámico y activo ante la agenda nacional que define las políticas propias

para el campesinado colombiano.

Se puede señalar que esta trayectoria inicia en 1936, cuando el Estado colombiano reconoce el derecho a la

asociación, y se adopta la figura de ligas campesinas o agrarias que buscaban la reivindicación de los derechos

laborales del campesinado colombiano (Vega, 2004). Este hecho, resulta ser un hito histórico, no sólo por lo que

significó en términos de organizaciones de base campesina que buscaban la reivindicación de sus derechos y tratos

igualitarios, sino además por el respaldo político que obtuvo del partido comunista y de algunas vertientes del partido

liberal para la inicios del siglo XX. Particularmente, Albán refiere que “El Partido Liberal disputó la dirección de

las Ligas con el Partido Comunista y la Unión de Izquierda Revolucionaria (Unir), una disidencia del liberalismo

encabezada por Jorge Eliécer Gaitán” (Albán, 2011. p. 11).

Según Albán (2011), el malestar rural frente a la ineficiencia de las políticas públicas de reforma agraria, gozó de

especial refugio en el partido liberal, en parte por el desprestigio político del Partido Conservador tras las

implicaciones de ese gobierno en contra de las organizaciones obreras y estudiantiles, y su relación en la Masacre de

las bananeras por la exigencia de mejores condiciones laborales en el monocultivo del banano de la United Fruit

Company.

Para mediados del siglo XX, se agudizan aún más las tensiones partidistas, tal como lo señala Kalmanovitz (2003),

mientras en el liberalismo surge el caudillo Jorge Eliécer Gaitán como propugnador de una ampliación de la

democracia política y profundización de la reforma agraria, dentro del Partido Conservador emergía la facción

partidista que atacaba las reformas del periodo liberal como lineamientos que atentaban en contra las instituciones

tradicionales y la moral cristiana de la época.

La inclinación reaccionaría del Partido Liberal liderada por Gaitán, y apoyada en parte por el Partido Comunista

Colombiano, promulgaba lograr mayores derechos políticos de organización, un desarrollo democrático en el campo,

mayor intervención económica del Estado y de control de ganancias y rentas sobre la tierra. De hecho, fue Gaitán

quien apoyó las campañas de organización campesina a través del movimiento político de la UNIR - Unión Nacional

Izquierdista Revolucionaria, y fue quien denunció las presiones terratenientes frente a los campesinos sin tierra o

colonos, y promovió bases ideológicas para el movimiento sindical (Kalmanovitz. s.f.).

En suma, las tensiones partidistas tomaron su mayor expresión en el campo colombiano, y el detonante para una

época generalizada de violencia correspondió al asesinato de Gaitán en 1948. Este punto inflexión para la historia

colombiana, y con ello la época de La Violencia, correspondió a una “revancha terrateniente”. Autores como Fajardo

(1981) y Bejarano (1985) coinciden en señalar que la violencia significó la oportunidad precisa para que los

terratenientes retomaran el control sobre los campesinos y sus luchas movilizadas en los años precedentes. Pese a lo

anterior, a mediados del siglo XX el campesino se configuró como un sujeto social activo que se posicionó gracias a

activismo e identidad. Además, sus reivindicaciones sociales lograron la incidencia política a través de la

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21

representación del partido liberal, y en particular por el caudillo Jorge Eliecer Gaitán, quien expresó la visión del

campesino como actor político y como actor fundamental en las luchas de clases.

De acuerdo con lo planteado por Marx, el campesino es una clase social oprimida y explotada por la sociedad pre

capitalista, lo cual puede traducirse en los hechos acaecidos en la época de la violencia en Colombia, puesto que ésta

determinó un conflicto de resistencia social frente a las clases dominantes. Según Prada (2003), la organización

campesina y guerrillera de los años cuarenta y precedentes, buscó dirimir las hegemonías de los partidos tradicionales

quienes reflejaron una protección parcializada hacia los industriales y terratenientes, ocasionando así un conflicto de

clase.

Ahora bien, para 1970 se configura la mayor expresión del movimiento campesino, fenómeno coincidente con la

movilización social de otros sectores de la población a nivel nacional e internacional. En el país, en la década del

sesenta e inicios del setenta se constituyó un amplio número de organizaciones campesinas que revindicaban los

derechos sobre la tierra, las cuales lograron un reconocimiento político a través de la ANUC - Asociación Nacional

de Usuarios Campesinos. La creación de la ANUC, bajo el periodo presidencial de Carlos Lleras Restrepo (1966-

1970) fue producto del descontento de los pobladores rurales frente a la política agraria y evidenció la necesidad de

garantizar la participación de los campesinos en dichas reformas. Según Mondragón (s. f), la motivación de Lleras

Restrepo para la creación de la ANUC, no correspondía a lógicas de clientelismo político para su partido liberal, ni

buscaba comenzar una lucha revolucionaria, sino pretendía lograr un consenso campesino en torno al Estado, de

manera que desde las organizaciones de base se promoviera la reforma agraria.

Es importante señalar que la ANUC surge bajo mandato presidencial, a través de la expedición del decreto 755 de

1967, el cual recogió a grupos heterogéneos de agricultores capitalistas, pequeños y medianos trabajadores sin tierra.

Aunque no precisaba una concepción explícita del campesino en Colombia, si revindicó las luchas agrarias a partir

de la resistencia al latifundio terrateniente y la promoción de la reforma agraria por vía campesina (Mondragón, s. f).

No obstante, esta filosofía no era homogénea, y la ANUC representaba un movimiento con diversos matices y

vertientes ideológicas. Según Zamosc (1985), para algunos sectores el problema fundamental era el acceso a la tierra,

para otros la necesidad sentida correspondía al fortalecimiento de la economía campesina para mejorar sus técnicas

de producción, y por su parte otros usuarios revindicaban los intereses étnicos y socioculturales de preservación de

la tierra.

Aun cuando existían las líneas fraccionarias al interior de la Asociación, entre los años 1971 y 1974 la lucha

campesina se caracterizó por la reivindicación de sus derechos por vías de hecho. En este periodo se acentuaron las

movilizaciones y recuperaciones campesinas de tierra y la invasión de predios rurales y urbanos. En 1971 se

registraron más de 500 actos como resultado de las invasiones campesinas de tierra, a los cuales se sumaron las

movilizaciones del movimiento estudiantil y los sindicatos para la mejora de sus condiciones laborales (Velasco,

2006).

Para 1972, y como respuesta al clima rural del país, se desarrolla un acuerdo político entre el Congreso, el gobierno

y los gremios de la producción agrícola, conocido como el Acuerdo de Chicoral. Este acuerdo desconoció el papel

político de la ANUC, y legitimó con otros sectores de la sociedad un nuevo énfasis de la política, ahora orientada

hacia la capitalización y modernización tecnológica de la agricultura y la incorporación de nuevas tierras a la

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producción (Machado, 1981). Este hecho, tal como lo señala Velasco (2001) trajo como consecuencia el

fraccionamiento definitivo de la organización y la represión gubernamental sobre la ANUC.

En ese contexto, es necesario resaltar dos supuestos significativos que marcaron las luchas campesinas en el país. En

primer lugar, la ANUC ha sido la representación más importante frente a la política reformista de la década de los

sesenta, puesto que posicionó el campesino como actor político y fue el movimiento más influyente en la historia de

las organizaciones campesinas del país. Al respecto, según lo expuesto por Zamosc (1985), la ANUC fue el único

caso de una organización que de manera autónoma organizó y movilizó los intereses de distintos sectores del

campesinado. Aun cuando los intereses eran diversos, y esto ocasionó las divisiones y posiciones radicales al interior

de la organización, la ANUC fue la única fuente unificadora de los intereses de los campesinos para la época, que en

general buscaron la protección a los minifundistas.

En segundo orden, el Acuerdo de Chicoral reflejó un cambio trascendental para el problema agrario del país; de un

periodo reformista y de participación política centrada en la tenencia de la tierra pasa a un periodo de intervenciones

centradas en estimular a la agricultura comercial. En particular, Kalmanovitz señala que “Ante el fracaso de la

reforma agraria era necesario cambiar de estrategia: más que estimular el acceso a la tierra de las economías

campesinas, se trataba de dotarlas de una buena capacidad empresarial (Kalmanovitz, 2006, p 177).

Estas transformaciones menguaron las luchas campesinas en la histórica política y social del país. Para la década de

los noventa, el movimiento campesino había perdido su fuerza política y organizativa por el incremento de la

violencia en el campo, la militarización de zonas rurales y el auge de los grupos armados ilegales (paramilitares y

guerrillas) que reprimieron las luchas sociales y cometieron asesinatos selectos a dirigentes sociales y líderes de la

población (Prada, 2003).

Adicionalmente, para los años noventa en el país confluye una serie de reformas estructurales derivadas de la crisis

del modelo de sustitución de importaciones, reformas que sustentaron el modelo de libre comercio y con ello los

ajustes propios del enfoque neoliberal (Jaramillo, 1994). Estos cambios, forjaron nuevos movimientos campesinos

como respuesta a las políticas e instrumentos neoliberales. A nivel internacional emerge Vía Campesina, como uno

de los movimientos trasnacionales más importantes que ha generado reflexiones y análisis sobre el tratamiento de

los campesinos en la política agrícola global. Según Rosset y Martínez (2010), Vía campesina tiene tres fases de

intervención desde la década de los setenta a la actualidad, pero indiscutiblemente surge como respuesta al cambio

del paradigma de desarrollo centrado en la apertura comercial.

De hecho, esta organización campesina surge como un mecanismo paralelo a las políticas del GATT, OMC, y ajustes

estructurales derivados del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional; donde buscan visibilizar la

protección al pequeño productor y a la soberanía alimentaria de los países. En consecuencia, la movilización Vía

Campesina plantea que los países y las personas deben tener el derecho y la capacidad para definir sus políticas

agrícolas y proteger los mercados internos para garantizar su soberanía alimentaria.

A nivel nacional, la estructuración de movimientos campesinos de representación nacional, regional y local,

encuentra su fundamento en experiencias similares como las de Vía Campesina. Para la década del noventa y hasta

la fecha se configuran una serie de expresiones identitarias que movilizan la protesta campesina en relación con la

reivindicación de sus derechos sobre la tierra y la protección de los derechos humanos (Prada, 2003).

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23

Los conflictos por la tierra parecen ser el factor que prevalece en las luchas sociales campesinas, autores como

Fajardo (2003), Prada (2003) y Salgado (2000) coinciden en señalar que la estructura de la propiedad ha acentuado

la movilización y protesta social en el campo. Sin embargo, este estudio permite identificar que los conflictos

históricos por la tierra también han cambiado y ha conducido la protesta campesina a otros factores de riesgo. Por

ejemplo los intereses que fundamentan las luchas campesinas reivindicación del territorio por las luchas crecientes

de control territorial por parte de los grupos armados ilegales, de empresas trasnacionales, y la implantación de

agroindustrias y megaproyectos viales y energéticos.

Otro cambio de lucha campesina en Colombia es señalado por Prada (2003), en relación con protección y salvaguarda

de los derechos humanos. La escalada del conflicto armado y el auge de los grupos paramilitares agudizaron las

violaciones a la vida e integridad personal de campesinos e indígenas, hechos que orientaron un nuevo factor de lucha

y de demanda social ante el Estado. Históricamente las organizaciones campesinas han sido objeto de asesinatos

selectivos, masacres y amenazas permanentes a sus comunidades de base, como es el caso emblemático de la ANUC

y la ATCC, violaciones que paradójicamente encauzaron la lucha campesina hacia el respeto y protección de los

derechos humanos.

Además, la agenda de derechos humanos ha permitido constituir movimientos campesinos que afianzaron sus luchas

a partir de su diversidad poblacional y cultural. De acuerdo con lo expuesto por Mondragón (2006), tal es el caso de

ANMUCIC, que defiende los intereses específicos del campesinado con una perspectiva de género, la ONIC para la

preservación de la autonomía de los pueblos indígenas, y AFRODES que recogen las luchas de las comunidades

negras y la defensa de sus territorios en contra del desplazamiento forzado.

Esta multiplicidad de movimientos permite concluir el permanente descontento del campesinado en Colombia frente

a los elementos estructurales que históricamente marginalizan su posición; sin embargo representa también una

oportunidad en el desarrollo político y social, su capacidad organizativa y de movilización, su experticia en el

conocimiento de las agendas locales y nacionales, confluyen en revindicar el diseño participativo de políticas y

programas, y en expresar las preocupaciones ante la agenda pública sobre la protección de sus derechos

fundamentales y el desarrollo sostenible a nivel rural.

3.5 Afectaciones del conflicto armado

El conflicto interno colombiano con su evolución histórica y su carácter regional, ha sido el punto axial de la política

y la economía en el país, configurando una serie de dinámicas y protagonistas que tratan de solventar o agudizar las

practicas violentas en la nación. Analizar las condiciones sociales y económicas del campesinado colombiano no se

puede desligar de la afectación directa que el conflicto ha tenido sobre la población y ha dejado una serie de secuelas

que probablemente marginalizan su situación.

Aunque las raíces del conflicto armado colombiano se remontan a la mitad del siglo XX, este análisis partirá desde

el escalamiento de los actores violentos al finalizar el siglo XX. Para la época la estructura social del país se

caracterizaba por hechos de violencia generalizada, conflictos de guerrillas y autodefensas que surgían como

respuesta a la ausencia institucional en algunas de las regiones más apartadas del país. Además, se sumaba la

persistencia de los problemas del Estado en el ámbito local, que conllevaría a la crisis de la función territorial del

Estado, representada en el bajo control territorial y en la ineficiencia de los procesos de gestión pública (Fajardo,

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24

2009). Esta crisis de gobernabilidad estaba caracterizada por la inestabilidad y malestar rural, la agudización del

conflicto armado, el auge del narcotráfico y la expansión de los cultivos ilícitos en el territorio.

Si bien, históricamente el surgimiento de las guerrillas se atribuyen al conflicto social y político a mediados del siglo

XX, para el periodo de los noventa e inicios del siglo XXI el conflicto armado colombiano se agudiza radicalmente

propiciando nuevas prácticas de guerra que tergiversaron las luchas ideológicas iniciales de las guerrillas

colombianas, y escalaron los hechos violentos de narcotraficantes y paramilitares. Según el Centro de Memoria

Histórica (2013), estas prácticas se centraron en masacres, asesinatos, secuestros, extorsiones, torturas, abusos

sexuales entre otras que afectaron directamente a la población, y de otro lado se concentraron en prácticas rentistas

como vacunas, retenes, peajes y narcotráfico para el financiamiento de la guerra, acciones que desde luego incidieron

en la vida del campo.

Igualmente, en el auge del conflicto fue característico la expansión de los cultivos ilícitos, producción y tráfico de

droga como fuente de financiamiento de los actores armados ilegales. Según Restrepo y Aponte (2009) en la década

de los noventa, los cultivos de coca crecieron exponencialmente, en particular las áreas cultivadas pasaron de 37.500

ha. en el año 1992 a 144.807 ha. en el año 2001. Este hecho que significó para el campesinado colombiano el despojo

progresivo de tierras como mecanismo de los grupos armados para colonizar nuevos terrenos, pero además significó

un cambio radical en involucrase el campesino en el ciclo productivo de los cultivos ilícitos. Según el PNUD (2011),

la vinculación de los campesinos se ha dado en el cultivo de coca, en particular porque este cultivo es una actividad

rentable, de fácil adaptación al clima tropical y porque el proceso de comercialización es en el mismo lugar, lo cual

les permite a los campesinos no entenderse del transporte.

En efecto, durante 1996 y 2005, la guerra en Colombia alcanzó su máxima expresión y los niveles de victimización

se enfocaron en intimidación, masacres, asesinatos selectivos, desplazamientos, hechos que en su gran mayoría

afectaron a los pobladores rurales. Así lo afirma el informe del Centro de Memoria Histórica (2013), el cual señala

que desde el año de 1985 hasta la fecha hay una tendencia creciente de las víctimas civiles y armadas del conflicto

armado, del cual aproximadamente han dejado 220.000 víctimas letales. De estas muertes el 81,5% corresponde a

civiles y el 18.5% a combatientes. Frente a la afectación particular a los campesinos, los diversos informes oficiales

y académicos señalan la afectación frente a las formas de vida y la tenencia de su tierra. Al respecto, las cifras

oficiales de la Unidad para las Víctimas, señala que 7.438.023 personas han sido víctimas del conflicto armado, de

las cuales el 0.10% han sufrido despojo de tierras y el 84.06 % han sido desplazadas forzosamente7. De otro lado, el

PNUD (2011) estima que 6.556.978 ha. han sido abandonadas y el despojo se centró en el microfundio y la pequeña

propiedad en el 73% de los predios, y en los medianos en el 26% de ellos, estimaciones que demuestra que la

afectaciones por despojo y abandono tuvo gran efecto sobre el campesinado.

En este contexto, surgen intervenciones importantes para minimizar los impactos rurales del conflicto armado, entre

las cuales se destaca el Plan Nacional de Rehabilitación – PNR, el Plan Nacional de Desarrollo Alternativo –

PLANTE - y los Programas de Desarrollo y Paz.

El PNR implementado por el gobierno de Belisario Betancourt y posteriormente por Virgilio Barco, buscaba

canalizar los recursos del sector público para proporcionar servicios de educación y salud y para proveer una red de

infraestructura básica a las zonas rurales afectadas (DNP, 1983). En efecto, pretendía aumentar la inversión social

7 Fuente: Red Nacional de Información. Unidad para las Víctimas. Fecha de corte: Mayo 30 de 2015.

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25

del Estado para así disminuir el apoyo a la guerrilla en las zonas rurales, sin embargo los problemas fiscales limitaron

la actuación del programa.

Para el gobierno de Ernesto Samper en 1994, en respuesta de la creciente expansión de cultivos ilícitos se desarrolló

el Plan Nacional de Desarrollo Alternativo – PLANTE, el cual estaba dirigido a los pequeños productores en zonas

de economía campesina e indígena, en la búsqueda de alternativas licitas para la generación de ingresos de los

campesinos. El programa empezó a operar a partir de 1995, y fue formalizado por mandato presidencial a partir de

1996 con el Decreto 472 de 1996 (Informe Programa de Desarrollo alternativo – BID. s.f.).

Posteriormente, con el propósito de consolidar algunas zonas de alto impacto del conflicto se implementan los Planes

de Desarrollo y Paz. Dichos planes correspondieron a iniciativas lideradas por la sociedad civil, las cuales lograron

articular a las comunidades y los actores institucionales para construir un trabajo conjunto para las regiones más

afectadas por la violencia y la pobreza (DNP, 2011). En el gobierno Uribe, los Planes de Desarrollo y Paz

involucraron componentes productivos y de desarrollo sostenible para las comunidades afectadas. Además

involucraron la necesidad de asistencia técnica, financiamiento y comercialización para las iniciativas de ingresos

que presentaban las comunidades locales.

En este mismo contexto, bajo la política de seguridad democrática, se implementó una estrategia para la

incorporación de campesinos a las fuerzas armadas. El Programa denominado soldados para mi pueblo o

comúnmente llamado Soldados Campesinos, buscaba proteger las zonas rurales y urbanas que están desprotegidas

por la escasez de soldados y por el incremento de acciones terroristas (Semana, 2003). Los campesinos vinculados

al programa además de un entrenamiento militar, tenían a cargo desarrollar tareas de vigilancia, inteligencia y

logística. Este programa resulta controversial, dado que facilita el acceso de la población civil, en este caso

campesina, a prácticas armadas que justifican la intervención violenta del Estado colombiano.

Las anteriores intervenciones, denotaron un contexto político en el cual se afianzaba la necesidad de atender los

conflictos sociales a partir de la debilidad institucional en las zonas rurales y como consecuencia retoman la necesidad

de dar respuestas institucionales a la agudización del conflicto. Este interés, responde a la concepción tradicional por

fortalecer el Estado social de derecho y el mantener el monopolio legítimo de la fuerza, mediante dos procesos

específicos orientados a la consolidación de la seguridad y la paz.

El PNR, el PLANTE y los programas de desarrollo y paz, fueron instrumentos de política a través de los cuales se

reconoció la necesidad de adelantar un proceso de consolidación del Estado a lo largo del territorio nacional.

Igualmente, estas intervenciones reconocen el papel central del Estado en respeto de la dignidad humana, y reconoce

la afectación que el conflicto colombiano ha tenido sobre los campesinos y su derecho de gozar libre y plenamente

de territorio. Aunque este enfoque se ha dado de manera reciente en el país, el Estado retoma en su discurso desde la

formulación de sus intervenciones en igualdad de oportunidades, equidad y la convivencia de aquellos que se han

visto afectados por la violencia.

5. Conclusiones y recomendaciones

Los estudios sobre el sector rural en Colombia demuestran como protagonista fundamental al campesinado. Aun

cuando no existe un consenso para definirlo, lo cierto es que su comprensión implica un análisis multidimensional

que permita entenderlos como sujetos activos en la producción agropecuaria, con potencialidades específicas en sus

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26

modos de producción y forma de adaptación a las exigencias del mercado. Además, su comprensión se determina a

partir de sujetos sociales de derechos, con capacidad de organización, de participación política, de resiliencia ante la

violencia, y con capacidad de transformarse frente a los distintos cambios impulsados desde lo tecnológico, lo

económico y lo político. No obstante, pese a estas fortalezas, la situación social y económica sigue siendo

desfavorable, aun cuando han existido instrumentos con recursos e instituciones específicas para el sector, el estudio

demuestra que no se han superado las barreras de pobreza rural, de inequidad en la tenencia a la tierra, y de limitadas

oportunidades para el acceso efectivo a sus derechos, situaciones que conllevan a señalar que la marginalización del

campesino aún persiste.

Por tanto, este capítulo se expone algunos elementos de referencia que pueden servir para la comprensión del

problema, y para los ejercicios de planificación de política pública, que conlleven a mejorar la situación del

campesinado y su calidad de vida rural del país.

a. Reconocimiento y valoración del problema:

Al indagar sobre el estado de los campesinos y su evolución histórica en la política social y económica en el país, se

identifican varios referentes y maneras de comprender el mismo concepto y la situación del campesinado colombiano.

A lo largo de las intervenciones, se evidencia la multiplicidad de enfoques que delimitan la capacidad del

campesinado y lo conllevan a políticas fundamentadas con múltiples objetivos; algunas centradas sobre la

regularización y adquisición de tierras, otras centradas sobre un problema de pobreza y carencia de capacidades, u

otras sencillamente referidas al atraso tecnológico y la necesidad de vinculación y respuestas frente al libre mercado.

Esta multiplicidad de enfoques permite concluir que el país no ha tenido un único marco analítico, conceptual y

procedimental para comprender el campesinado colombiano, que le permita definir cuales problemas se están

atacando y que soluciones transitorias se van alcanzado. Por el contrario se identifican algunos enfoques que

estuvieron en la agenda pública, y que cambian constantemente con la dinámica tanto económica como política del

país.

Por ejemplo, en primer lugar el referente inicial e histórico del problema tenía que ver con la reforma agraria. La

distribución, apropiación y derechos, propia de una reforma tradicional, estaba directamente relacionada con la

situación del campesinado y la necesidad de la tenencia de tierra para su producción. Posteriormente, el enfoque del

problema tiene una transformación, y se configura bajo un enfoque basado en la modernización e innovación

tecnológica.

En consecuencia, la determinación de las políticas, instrumentos, intervenciones y evaluaciones, deben partir de una

valoración íntegra del campesinado colombiano. Se deberían evitar las discusiones dicotómicas entre lo tradicional

o lo moderno, o la lectura simplificada del problema de “los campesinos”. Por su parte, la comprensión del campesino

en Colombia, tiene que reconocer una problemática socialmente compleja que es determinada históricamente, y en

el cual se interrelacionan tanto los factores económicos, productivos, sociales y políticos del país.

b. Aceptación de la tierra como factor parte del problema.

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27

Para comprender la situación de inequidad del campesinado, es importante reconocer que la propiedad sobre la tierra

y el uso de la misma es un factor estructural para comprender e intervenir el campesinado.

El recorrido general de las intervenciones permite vislumbrar periodos específicos de reformas agrarias en el país,

que buscaron mejoras en la distribución, apropiación y regularización de derechos sobre de la propiedad. Sin embargo

estas reformas han sido insuficientes e insatisfactorias, pues aún es evidente la inequidad en la tenencia de la tierra,

y las tensiones entre los inversionistas, terratenientes y grupos armados se acentúan por control territorial en la zona

rural. Lo anterior, demuestra que no corresponde a un problema marginal, y al contrario, ha sido un factor que ha

continuado latente desde los procesos de colonización y la consolidación de grandes haciendas, hasta el desarrollo

de las actividades económicas de pequeñas, medianas y grandes empresas, a la fecha.

En este sentido, es recomendable impulsar la reforma agraria en el país, como estrategia central para el desarrollo

rural colombiano. Una reforma agraria garantista quizá sea el instrumento para atacar el problema central del

campesinado, y con ella la falla estructural que ha marcado la historia del campo colombiano. Dicha reforma puede

ser el instrumento para viabilizar el acceso al activo productivo más importante del campo, como lo es la tierra; y

con ello potencializar otros activos asociados a los recursos, el trabajo y la tecnología, de manera que fortalezcan las

relaciones productivas y sociales propias del campesinado. Siendo así, los beneficios son consecuentes, dado que

promover el acceso a la tierra moviliza el acceso al trabajo y con ello incentiva la producción de alimentos para la

población colombiana.

Adicionalmente, una reforma agraria puede ser el instrumento principal para minimizar los conflictos violentos en el

campo colombiano y generar condiciones de sostenibilidad económica y social, en un posible postconflicto.

Históricamente, el conflicto ha conllevado a la apropiación de tierras de manera ilegítima en el interior de cada

región, lo cual ha ocasionado que las principales víctimas de este conflicto sean campesinos desprovistos de

protección social y muchas veces carentes de títulos de propiedad que demuestren efectivamente su relación sobre

la tierra. Este punto, se relaciona como fundamental, en la medida que implica reconocer que la tierra ha sido un

factor detonante del conflicto armado en el país, y que en muchas ocasiones se produjo bajo la tolerancia del Estado.

En consecuencia, una reforma agraria es imperativa, no solo por los factores ya mencionados, sino además por la

reivindicación del Estado frente a un sector de la sociedad que históricamente se ha sentido marginalizado.

c. Participación ciudadana y democrática

El campesinado ha tenido diversas expresiones en la historia del país y su actividad económica ha determinado un

actor productivo e independiente, con un acervo de capacidades y oportunidades para integrarse en un nuevo modelo

caracterizado por la modernización, la tecnología y las amplias y dinámicas demandas del mercado. Sin embargo, es

concluyente que el campesinado colombiano no ha sido identificado por su potencial político y social y por el

contrario ha sido relegado de los espacios de construcción y debate de política pública; conllevando a que las mismas

comunidades generen espacios y mecanismos de participación ciudadana para lograr la reivindicación de derechos.

Se puede señalar que históricamente dichas alternativas han sido forjadas desde el nivel local y regional, lideradas

por las organizaciones de base que han derivado en formas de protesta y lucha social ante un Estado central que

permite la concentración inequitativa de la tierra, y la desigualdad de otros derechos a los habitantes del campo.

Aunque los autores que han estudiado la historia de la protesta campesina en Colombia se enfocan en varios factores

Page 31: LOS CAMPESINOS, MARGINALIZACIÓN Y RESPUESTAS EN EL ...

28

de interés que soportan los movimientos campesinos, se puede concluir que la lucha social campesina se ha dado en

términos de derechos, sobre la necesidad que el Gobierno central desarrolle las acciones necesarias para la garantía

de derechos individuales y colectivos que se han visto marginalizados en las zonas rurales.

Por lo anterior, históricamente la protesta social campesina en Colombia ha tenido un factor explicativo profundizado

por el abandono estatal, pero además ha tenido el interés específico en términos de alcanzar un reconocimiento

político. Tal es el caso emblemático de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos – ANUC, que se propulsó

como un movimiento social que logró organizar y armonizar políticamente las diversas estructuras.

Así mismo es concluyente que durante el siglo XX, los factores de movilización estaban referidos a la equidad en la

tenencia de la tierra y el acceso a otros servicios sociales; sin embargo, es evidente una trasformación hacia finales

de siglo y comienzos del XXI en términos de la promoción de los derechos humanos. Ante la escalada de las acciones

violentas en el campo, la reivindicación de derechos está orientada a la protección de la vida y la libertad del

campesinado, la protección de los derechos sobre la tierra en los casos de despojo, y otros mecanismos de protección

humanitarias para las víctimas del conflicto en las zonas rurales. De hecho, desde la década de los noventa existe un

descenso de la protesta social en el campo y la movilización de organizaciones campesinas, por el incremento de la

violencia en el campo y el auge de actores ilegales de conflicto guerrillas y paramilitares en las zonas rurales.

Ahora bien, las anteriores conclusiones demuestran la resistencia del campesinado colombiano y la capacidad de

revindicar sus derechos ante contextos históricos determinados. Por tanto una recomendación está orientada al

fortalecimiento de los movimientos campesinos y sus mecanismos de participación. La participación efectiva

corresponde a una alternativa potencial para el trabajo con las comunidades rurales, pues de un lado representan

creativamente la capacidad de los territorios de generar un valor agregado en los procesos productivos locales, pero

de otro lado posibilita una acervo de capital social y cultural, el cual aporta directamente a la reconstrucción de las

relaciones sociales, políticas y económicas de las zonas rurales del país, que se han visto marginalizados por la

ineficiencia del Estado o por el auge del conflicto armado.

d. Descentralización de la política

La revisión histórica del campesinado, permite concluir que la situación de los campesinos, sus formas familiares de

producción agropecuaria han sido marcadas por intervenciones provenientes de los gobiernos centrales, lo cual ha

sido una constante histórica para la sociedad colombiana. Desde los procesos de colonización, la consolidación de

grandes haciendas, las actividades económicas de pequeñas, medianas y grandes empresas, la diversificación de

cultivos del suelo, la tecnificación y modernización del campo y la apertura económica de los bienes agrícolas; son

generados bajo los lineamientos específicos del Estado central.

La revisión histórica realizada permite identificar que la problemática del campesinado tiene una expresión netamente

local, pero su abordaje siempre se ha desarrollado desde el nivel macro, teniendo como punto de partida una visión

centralista y hasta genérica del problema. Ciertamente, se puede concluir que este centralismo responde a la necesidad

del Estado Colombiano de adoptar los lineamientos unívocos de los gobiernos, organismos y actores internacionales,

interesados en países en vía de desarrollo. Estos lineamentos han sido determinados por organismos internacionales,

como el Banco Mundial, la ONU, la OMC y misiones específicas promovidas por el gobierno norteamericano,

principalmente, a fin de impulsar la modernización tecnológica y el libre intercambio.

Page 32: LOS CAMPESINOS, MARGINALIZACIÓN Y RESPUESTAS EN EL ...

29

Ahora bien, retomando el enfoque centralista del Estado Colombiano, es evidente que aún los niveles de

descentralización son diversos e impactan fuertemente en la provisión de soluciones integrales y sostenibles para los

campesinos. Las políticas relacionadas con la producción agrícola y otros servicios complementarios para la

población son determinadas por el Gobierno central, y son implementadas por los gobiernos locales e instituciones

descentralizadas, los cuales están limitados para adaptar las intervenciones según sus particularidades territoriales y

poblacionales.

Dada la importancia de mejorar las condiciones de vida que impactan a los sectores campesinos, los enfoques y

lineamientos de intervención tendrían mayores réditos si se gestaran desde lo local, de manera que no solo se

reconozcan las particularidades regionales, sino la capacidad de los actores locales para el diseño y puesta en marcha

de instrumentos que fortalezcan los campesinos desde su ámbito productivo, y desde otras dimensiones

complementarias en la vida rural. Por lo anterior, el enfoque de las políticas e intervenciones para el desarrollo rural

debe permitir incorporar las ventajas y oportunidades que brindan las políticas construidas desde arriba, pero también

deben involucrar las necesidades, prioridades y características regionales del campesinado.

e. Fortalecimiento institucional y articulación de las políticas

En primer lugar se identificó la multiplicidad de legislación referida a los problemas del campesinado, de acuerdo

con el contexto nacional e internacional. Las regulaciones se dieron de manera paulatina frente a aspectos tales como

reforma agraria, fomento de la agricultura, creación o modificación de entidades del sector e instrumentos específicos

para la modernización, asistencia técnica y crédito agropecuario. Además, se identificaron dos hitos importantes de

reformismo institucional. i) Un primer cambio orientado a la creación de entidades especializadas para el desarrollo

rural como respuesta a las recomendaciones de la Misión Currie (1949 – 1950) y a la necesidad de investigación e

innovación derivada de la corriente de revolución verde. ii) Un segundo cambio, enmarcado en las políticas de ajuste

estructural del Banco Mundial, que conllevó a la reorganización del sector agropecuario y al traslado de funciones

de algunas entidades.

Cabe anotar que el desarrollo de las políticas públicas fue discordante y limitado frente a la comprensión de la

problemática. A pesar de la existencia de líneas específicas de la política pública, éstas correspondieron a diversas

corrientes sobre cómo enfrentar la marginalización del campesinado desde la tenencia de la tierra y/o formalización

de la propiedad, desde la pobreza rural, o desde las capacidades para modernización y competitividad; pocas

intervenciones atacaron el problema de una visión comprehensiva del campesino en el ámbito rural.

Por ejemplo, en este aspecto el Programa de Desarrollo Rural integrado quizás fue el instrumento más exhaustivo

para atender las problemáticas del campesinado. Desde su diseño y operación, el DRI consideró varios instrumentos

en distintos niveles, lo cual refleja que la unidad de intervención desde un nivel de beneficiarios directos como

campesinos y trabajadores rurales, a un nivel más indirectos como las veredas, regiones y municipios

En este sentido, tema central es el fortalecimiento de la institucionalidad para que sea activa, dinámica y eficiente.

Como se concluyó, a pesar de los cambios provistos, poco se ve el activismo de las instituciones del sector rural en

respuesta a las demandas del campesinado, no obstante se requiere de una construcción conjunta que permita el

diseño de reglas, clarificación de actores y mecanismos de cooperación en el campo colombiano. El fortalecimiento

institucional permitirá movilizar la articulación con otros sectores de la administración de manera que se logren

intervenciones públicas que mejoren las condiciones individuales y comunitarias en el campo colombiano. Es decir

Page 33: LOS CAMPESINOS, MARGINALIZACIÓN Y RESPUESTAS EN EL ...

30

se requerirá de un esfuerzo conjunto, quizá desde lo público y lo privado, de manera que brinde soluciones tanto para

el acceso de los campesinos a los recursos productivos y comerciales, como para el mejoramiento de las condiciones

de vida individual, familiar y comunitaria en el ámbito rural.

f. Contribución para la seguridad alimentaria

En relación con los campesinos como agentes económicos, se identificó la contribución de sus actividades

económicas principalmente en la producción agrícola y pecuaria en el país. En relación con la producción agrícola

se ha focalizado en el cultivo de alimentos, lo cual establece una fuente importante para la oferta alimentaria.

Aunque el análisis histórico de las economías campesinas en Colombia inició como un modo de producción familiar

para garantizar el autoconsumo, hoy su producción genera una respuesta significativa para el sistema alimentario del

país. De esta conclusión, se derivan dos aspectos importantes para analizar el campesinado en su dimensión

económica. En primer lugar, permite identificar un productor totalmente vinculado al mercado, con algunas

limitaciones en términos de infraestructura y multiplicidad de intermediarios, que ha logrado abastecer los centros

locales y urbanos del país. En segundo orden-a diferencia de la producción agroindustrial- la producción campesina

constituye el mayor proveedor de alimentos para la canasta familiar. La producción de hortalizas, frutas y tubérculos

proveniente de pequeñas y medianas parcelas provee la disponibilidad de alimentos adecuados a precios razonables

para la población.

Por lo anterior, la producción campesina resulta fundamental para la seguridad alimentaria, y quizás, como agente

económico, es el factor más relevante y estratégico para la valorización del campesinado, pues son ellos quienes

garantizan el cultivo y la producción de un amplio mercado de alimentos con calidad e inocuidad para la seguridad

alimentaria de los colombianos.

El reto, estará en preservar y proteger la gestión de los campesinos como actores fundamentales en el proceso de

producción y comercialización de los alimentos. Implicará directamente el fortalecimiento de redes de cooperación

y el trabajo asociativo para mayores ganancias en la producción y comercialización; además requiere el mejoramiento

de la infraestructura vial rural y centros de acopio y abastecimiento en las diversas regiones del país. Finalmente,

cada uno de estos elementos implicará garantizar los medios de producción necesarios para acceder al mercado en

igualdad de condiciones.

g. La valorización del campesinado aporta al desarrollo rural

Los anteriores retos resultan una ruta de trabajo para el diseño e implementación de políticas públicas que reconozcan

las problemáticas actuales y las oportunidades del campesinado colombiano. Pero más allá del diseño de instrumentos

adecuados para la población, el estudio sistemático de los campesinos en Colombia permite valorarlos como agentes

de cambio constante y gestores fundamentales para modelo desarrollo rural.

Los conocimientos locales puestos al servicio del crecimiento económico del país, el capital social afianzado a través

del trabajo y costumbres en el campo, permite generar un acervo de capitales que indiscutiblemente contribuyen al

desarrollo rural. Por lo tanto, será necesario trascender de un enfoque de política basado en la compensación para

el campesinado que busca ser atenuante a la pobreza rural, y adoptar un enfoque progresista frente al campesinado,

que reconoce el potencial económico y social para el desarrollo rural del país. Los instrumentos deberán estar

enfocados en términos de acceso a la tierra, a mejores cadenas para la comercialización y al fortalecimiento de los

servicios sociales en el campo, que constituyan una política general de reconocimiento de sus derechos y estimule a

la vida rural con dignidad y equidad.

Page 34: LOS CAMPESINOS, MARGINALIZACIÓN Y RESPUESTAS EN EL ...

31

ANEXO 1: Evolución histórica y actores.

Elementos de

analisis

CAMPESINOS Y ECONOMÍAS CAMPESINAS, EN LA

CONSOLIDACIÓN DE LA PROPIEDAD Y SU PRODUCTIVIDAD (1920 –

1945)

ÉPOCA DE CRISIS SOCIAL E INSTITUCIONAL (1945 – 1961)ENTRE EL REFORMISMO Y LA CAPITALIZACIÓN PARA EL

CAMPESINADO COLOMBIANO (1961 – 1988)APERTURA Y TRANSFORMACIÓN DE LOS CAMPESINOS (1990 – 2012)

Ro

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el Esta

do

Regular la tenencia de la tierra.

- El estado actua como regulador para la distribución de la tierra con

fines sociales.

- Impulso de un modelo de desarrollo centrado en el intervencionismo,

mecanismo mediante el cual el Estado podría intervenir a través de

regulaciones en la explotación de industrias empresas.

-Nueva concepción del Estado como regulador de la vida económica

y social, que para el caso colombiano en la década de los treinta se

centró en los mecanismos de intervención en el sector agrario, en las

relaciones obrero-patronales y en el sistema bancario

- Fortalecimiento institucional, se materializó en la creación del Fondo

Nacional Agrario, como un banco de tierras con fines redistributivos o el

INCORA como entidad encargada de del desarrollo rural en el país,

ejemplifican un periodo de recuperar las crisis estatal a la que se habían

enfrentado en la Violencia.

- Apertura comercial para los productos agropecuarios.

- Descentralización: Implicó una reorganización de funciones a nivel nacional, en

cual se vincularon reformas institucionales para el sector agropecuario, como:

a. Creación del Viceministerio de Desarrollo Rural, al interior del Ministerio de

Agricultura y Ministerio de Ambiente y Sistema Nacional de Ambiente.

b. Descentralización de funciones de investigación del ICA.

c. Creación del Fondo de Cofinanciación para a Inversión Rural- DRI, y creación

de los consejos Municipales de Desarrollo Rural.

Act

ore

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aci

on

ale

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- Paradigma del desarrollo centrado en las economias subdesarrolladas:

Preocupación internacional sobre el problema del desarrollo, en parte

porque planteaba la urgencia de adelantar medidas tendientes a

mejorar el nivel de vida de la población para evitar que ésta se

inclinara por las ideas comunistas.

- Surguimiento de organimos internacionales, para dar frente a ésta

problemática, tales como la ONU y el Banco Mundial de Reconstrucción

y Desarrollo - BIRF. En particular, el BIRF impulsó en Colombia una

misión entre 1949 – 1950 encabezada por Lauchin Currie.

- Alianza para el progreso: La política de ayuda por parte del gobierno

de Estados Unidos, denominada como Alianza para el Progreso

condicionó una serie de medidas económicas que contribuyeran a

mejorar las condiciones de vida de la población, medidas entre las que

se vinculaba una reforma agraria.

- Ingreso al país, de las prácticas de revolución verde. Si bien inició su

desarrollo a nivel internacional en los años cincuenta, en Colombia las

prácticas y recomendaciones tecnológicas gozaron de fomento y apoyo

directo a partir de la década del setenta.

- Ronda de Uruguay GATT - OMC: Los acuerdos enmarcados en la Ronda de

Uruguay, marcan el inicio de la política comercial a nivel global donde el

mercado es el protagonista fundamental.

- Desde la década del setenta que marcó la liberalización económica

características de los años noventa, se desarrollaron una serie de instrumentos

internacionales para ampliar el mercado de los productos agrícolas.

- Apertura comercial y consenso de Washigton.

Ten

sio

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ob

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tie

rra

- La tierra es entendida como activo para garantizar el consumo de

alimentos.

- La agricultura no tomo peso ni logro una especialización, salvo la

producción de café, que se consolidó como el cultivo de mayor

importancia para la nación.

- La producción cafetera propia de la década de los veinte y treinta,

formó una vida agrícola que permito en pequeñas haciendas una

producción con poco espacio y bajo costo.

- Malestar social rural, debido a la pronunciada desigualdad en la

tenencia y propiedad de la tierra y la existencia de gran cantidad de

latifundios, en general improductivos, que causaban un estancamiento

en la producción agropecuaria.

- El auge del cultivo del café y la ampliación de las redes viales

incrementaron el valor de los predios, lo que propició la usurpación de

terrenos ocupados por colonos.

- Tension sobre la tenencia de tierra, que confluye en la violencia

partidista, y el descontento en la zona rural.

- La violencia partidista aceleró la avalancha migratoria del campo a las

ciudades, y agravó los problemas jurídicos de la propiedad, dado el

despojo de tierras que se produjo.

- El enfrentamiento político armado desgastó la producción agrícola,

cafetera e industrial, redujo la oferta de alimentos y generó más

desempleo.

- Reforma agraria sin grandes impacto sobre la redistribución, sin

emabrgo se desarrolla como respuesta intitucinal a la inactividad de la

politica pública en la epoca de la Violencia.

- Surguimiento de la Ley 135 de 1961, la cual fue determinante dado

que entre sus objetivos figuraba una modificación de las condiciones del

campesinado, con base en la reestructuración de la tenencia de la tierra.

- Adquisión de tierra a traves del mercado - Ley 160: Los mecanismos poco

transparentes en los procesos de adquisición y adjudicación de tierras y, en

general, el pobre impacto en la solución de los problemas de pobreza rural,

conducen a introducir cambios fundamentales en el enfoque tradicional de la

reforma agraria, por tanto los lineamientos de la política determinaron un nuevo

enfoque de reforma agraria por vía del mercado.

En este sistema, el INCORA, era el actor mediador del proceso de negociación

entre propietarios y campesinos para la compra de tierras

- Zonas de reserva campesina: las Zonas de Colonización y aquellas en donde

predomine la existencia de tierras baldías son Zonas de Reserva Campesina”, lo

cual presenta al campesinado como población preferente para la titulación de los

baldíos de la Nación. No obstante en la misma ley se señala que dicha titulación

tendrá excepciones por las Zonas de Desarrollo Empresarial

Page 35: LOS CAMPESINOS, MARGINALIZACIÓN Y RESPUESTAS EN EL ...

32

Mo

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- Inicia la asistencia técnica. STACA - ICA - Fortalecimiento institucional

- Impulso al crédito "Consolidación gradual y prosevia de una clase

inversionista en el campo.

- Capitalización del Campo: La revolución verde configuró un cambio

trascendental en la forma de producción agropecuaria y en las políticas

de intervención al campo, en este caso al campesinado colombiano. Esta

inclusión logró:

a. Moldear las producción agrícola en mejoras tecnológicas, en usos de

agroquímicos.

b. Asistencia técnica para enseñar sobre el rendimiento y productividad

de los cultivos.

c. Cambio en la concepción de la producción tradicional o campesina, y

promovió un enfoque de progreso y modernización al campo

- Programa de Desarrollo Rural Integrado - DRI: Programa orientado a

la asistencia técnica y crédito para aumentar la productividad,

infraestructura básica para las zonas rurales como caminos verdales,

electrificación y acueductos, y un fortalecimiento a los servicios sociales de

salud y educación.

Diversidad de progrmas con enfques de modernización y tecnificación del campo,

para lograr mayor productivdad y competencia.

1. Programas de modernización y desarrollo campesino:

1.1 Mejoramiento de los cultivos de pequeños agricultores y la diversificación

en actividades más rentables.

1.2 Para lograr la reactivación del campo, fue necesario impulsar la

capitalización y el refinanciamiento de la deuda.

2. Reformas agraria por vía del mercado

3. Estatuto de desarrollo rural

Los anteriores intervenciones, denotan el interés de insertar la economía nacional a

la creciente globalización y economía mundial. Por su puesto, estas reformas

impactarían en la política agropecuaria y en las economías familiares de los

campesinos. Las intervenciones del gobierno central y el cambio de enfoque de la

distribución de la tierra por vía del mercado, explican el objetivo de promover el

desarrollo rural con un protagonismo del mercado y del cambio tecnológico para

modernizar el país.

Co

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so

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Violencia partidista y polarización política del país.

- Desarrollo capitalista condujo a tensiones entre liberales y

conservadores.

- La violencia partidista tuvo algunos efectos sobre la población

campesina:

a. De un lado la expulsión de campesinos parcelarios serviles de

terratenientes que dieron paso al avance de la agricultura comercial.

b. De otro lado expulsión de campesinos parcelario pequeño o mediano

propietario. c. La expulsión de campesinos en la época de la violencia

significó un proceso de ajuste de la propiedad, fuese de pequeña,

mediana o gran escala, los desplazamientos de la población, la venta

barata de la tierra, y el abandono definitivo las parcelas permitió

gradualmente la incorporación de la agricultura comercial y moderna.

- Agudización del conflicto armado: La estructura social del país se caracterizaba

por hechos de violencia generalizada, conflictos de guerrillas y autodefensas que

surgían como respuesta a la ausencia institucional en algunas de las regiones más

apartadas del país.

Además, se sumaba la persistencia de los problemas del Estado en el ámbito local,

que conllevaría a la crisis de la función territorial del Estado, representada en el

bajo control territorial y en la ineficiencia de los procesos de gestión pública.

- La guerra en Colombia alcanzó su máxima expresión y los niveles de

victimización se enfocaron en intimidación, masacres, asesinatos selectivos,

desplazamientos, hechos que en su gran mayoría tuvieron como escenario el

campo.

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pa

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olítica

- Apoyo las campañas de organización campesina a través del

movimiento político de la UNIR - Unión Nacional Izquierdista

Revolucionaria.

- Denuncia de las presiones terratenientes frente a los campesinos sin

tierra o colonos, y promovió bases ideológicas para el movimiento

sindical.

- ANUC: La Asociación Nacional de usuarios Campesinos ANUC, fue

creada por mandanto presidencial y recogía grupos heterogéneos de

agricultores capitalistas, pequeños y medianos y de trabajadores sin

tierra. Aunque no precisaba una concepción explicita del campesino en

Colombia, si revindicó las luchas agrarias a partir de la resistencia al

latifundio terrateniente y la promoción de la reforma agraria por vía

campesina.

No obstante, la ANUC entró en una fase de enfrentamiento radical y

represión, incluyendo el asesinato de varios de sus dirigentes.

Por su parte, la movilización campesina radical, se organiza y politiza y

llega a tomar de tierras en distintas regiones del país, lo cual ocasiona

una fuerte oposición dirigentes gremiales y políticos sobre el problema

agrario.

- Acuerdo del Chicoral: se desarrolla como un acuerdo político entre el

Congreso, el gobierno y los gremios de la producción agrícola, por el

contexto de represeción que vivía la ANUC.

- Este acuerdo político marcó un hito en la negociación política

alrededor de la reforma agraria en el país, e incorporó un énfasis hacia

la capitalización y modernización tecnológica de la agricultura y la

incorporación de nuevas tierras a la producción.

A nivel internacional Vía Campesina: Surge como respuesta al cambio del

paradigma de desarrollo centrado en la apertura comercial.

Esta organización campesina surge como un mecanismo paralelo a las políticas del

GATT, OMC, y ajustes estructurales derivados del Banco Mundial y el Fondo

Monetario Internacional; donde buscan visibilizar la protección al pequeño

productor y a la soberanía alimentaria de los países.

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33

Fuente: Elaboración propia

Mapa de actores

Fuente elaboración propia

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- No se identifican intrumentos o estudios significativos. - Investigaciones especificas, derivadas de la Misión Currie. La Misión

Currie, significó un diagnóstico importante frente la planeación del

desarrollo y los problemas de la agricultura y la economía del país. El

principal hallazgo de la misión correspondió a que el problema de la

agricultura colombiana estaba dado por la inadecuada asignación tanto

de la mano de obra como de la tierra.

- Multiples mediciones sobre la agricultura campesina, comercial y

tenencia e la tierra.

- Multiples investigaciones centradas en la tenencia de tierra, producción agricola

y comportamiento comercial de los productos agropecuarios.

- Importancia del informe del PNUD, que denota un enfoque mas amplio en la

concepción del tema rural en Colombia. mas allá de la pobreza rural, que era el

enfpque a partir del cual se determinaba el problema, este informe reconoce las

deficiencias en información sobre los sectores rurales en Colombia, y presentan un

análisis estadístico y cualitativo sobre el sector rural colombaino, desde varios

enfoque de estudio poblacional, territorial, etnico, regional, entre otros.

Page 37: LOS CAMPESINOS, MARGINALIZACIÓN Y RESPUESTAS EN EL ...

34

Page 38: LOS CAMPESINOS, MARGINALIZACIÓN Y RESPUESTAS EN EL ...

35

Anexo 2: Análisis de los resultados de la Misión Curie.

La Misión dirigida por Lauchlin Currie, y auspiciada por el banco Internacional de Reconstrucción y Fomento,

en 1950, buscó la creación de algunas bases específicas para el desarrollo del país, de tal manera que

contrarrestara la preocupación fundamental de elevar el nivel de vida de la población general de Colombia, a

partir de un adecuado uso de los recursos físicos y financieros de la nación, y de la mejor manera de intervenir

desde la acción gubernamental y privada (Currie, 1950).

En este contexto, el informe de la misión, aborda dos variables específicas en relación con la agricultura. En

primer lugar, retoma datos específicos para analizar la problemática a través del uso y tenencia de la tierra, y

según orden propone algunas aproximaciones sobre la infraestructura rural para el desarrollo agrícola del país.

Este último aspecto, no se había considerado de manera explícita por otros actores de la política agraria en el

país, por lo cual esta medición particular demostró la importancia de la inversión en irrigación, maquinaria y

tecnología para mejorar la producción agrícola colombiana.

De manera detallada, se identifican cuatro variables de análisis, utilizadas por Currie para entender y analizar la

problemática rural en el país. Aunque no se refiere a una caracterización detallada del campesinado Colombia,

si presenta variables y recomendaciones específicas que definieron la manera de intervenir a este sector de la

población.

Tabla 4: Síntesis del Informe de la Misión dirigida por Lauchlin Currie - 1950.

Categoría de

análisis

Resultados y recomendaciones

Contexto general Dos tercios de la población viven en áreas rurales y se sostienen con las actividades

agrícolas. Según el informe de la Misión, entre 1934 - 1946 la población rural solo

aumento en una tasa inferior al 2%.

La intervención gubernamental, se ha enfatizado en obras públicas que hacia 1949

destinaba aproximadamente 25% de los recursos. Los gastos militares, representaron un

aumento al pasar de 13% a 18% del total del presupuesto

Condiciones de

vida Alta mortalidad en las zonas rurales, debido a la proliferación de enfermedades mortales

como paludismo, tuberculosis entre otras que afecta la mano de obra rural.

Bajos índices educativos y de nivel de ingresos, frente a altas tasas de natalidad.

Pobreza y atraso a causa de la violencia partidista

Uso y tenencia de la

tierra Existencia de tierras arables, planas y fértiles, que paradójicamente son usadas para la

ganadería.

Tierras poco fértiles, ubicas en terrenos inclinados son usados para la producción

pequeña agrícola.

Infraestructura

rural Técnicas de cultivos deficientes. Algunas técnicas mecanizadas en general en las grandes

haciendas, y métodos primitivos en las pequeñas parcelas.

Se destacan técnicas avanzadas en la producción de caña de azúcar, arroz, café y algodón,

mientras que los otros cultivos de los campesinos carecen de orientación e instrumentos

mejor cualificados.

Es necesario, la inversión en programas agrícolas que promuevan: i) Proyectos de

irrigación, ii) Almacenamiento de granos, iii) Equipos, abonos, pesticidas, iv)

Reforestación de tierras y v) Desarrollo de la pesquería, y de esta manera permitan

aumentar la productividad agrícola de Colombia.

Fuente: Elaboración propia. Datos: Currie, (1950), Valderrama (1998) López (2011)

De otro lado, es importante destacar las mediciones relativas con el crédito agrícola. Hasta el momento esta

variable invisibilidad, corresponde a una nueva intervención del gobierno colombiano por capitalizar el campo,

intervención que se puede inferir que fue producto de las recomendaciones de la Misión Currie, quien evidenció

la necesidad de tecnificar y modernizar la agricultura colombiana.

Page 39: LOS CAMPESINOS, MARGINALIZACIÓN Y RESPUESTAS EN EL ...

36

Anexo 3: Componentes, inversión y coberturas del programa DRI.

Tabla 1: Componentes del Programa DRI en Colombia

Área Componentes Instrumentos y entidades

Áre

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rodu

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Desarrollo

tecnológico

Subprograma de desarrollo tecnológico, el cual buscaba aumentar la producción

agrícola a través de la generación de paquetes tecnológicos para la producción

campesina. Su implementación estuvo a cargo del ICA y de las Secretarías de

Agricultura Departamental.

Crédito agropecuario

Subprograma de crédito, orientado a fortalecer la producción agrícola y pecuaria. Las

líneas de crédito con tasas de interés preferenciales tenían una línea individual o

asociativa, y fue operado a través de la Caja Agraria. Además el otorgamiento del

crédito estaba controlado a partir de planificación guiada por las entidades que

prestaba la asistencia técnica.

Recursos Naturales

Subprograma de recursos naturales estaba orientado a dos objetivos principales: i)

Reforestación, para la protección y manejo del medio ambiente, ii) Piscicultura, como

fuente alternativa de proteína para la dieta alimentaria. Su implementación fue

liderada por el Inderena, ICA e INCORA.

Áre

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Asociatividad

Subprograma de comercialización, que buscaba organizar los productores para su

intervención en el mercado. Para ello promovió que los campesinos deberían estar

asociados para acceder a las líneas asistencia técnica y crédito. Las entidades

encargadas de la ejecución fueron: Financiccop, Corfas y Cecora.

Áre

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Vías

Subprograma de vías, con el objetivo de diseñar, construir, terminar y mejorar las

carreteras, considerando que son el principal medio para el acceso a los mercados.

Este programa fue operado por el Fondo Nacional de Caminos Vecinales.

Redes Eléctricas

Subprograma de electrificación que buscaba el mejoramiento de las redes eléctricas, y

buscaba a partir de ello proveer de electricidad a las casas y hogares ubicados en las

zonas rurales. Su implementación estuvo a cargo del ICEL.

Agua

Subprograma de acueductos, el cual busco el estudio, diseño y ejecución de trabajos

para la provisión de agua en las zonas rurales. La implementación de este programa

estuvo del Instituto Nacional de Salud.

Salud

Subprograma de salud, orientado a mejorar la calidad de los servicios de salud a

través de la adecuación y mejoramiento de los hospitales, puestos y centros de salud.

El liderazgo de esta operación estuvo en el Ministerio de Salud, y de los servicios

seccionales que operaban en cada departamento.

Educación

Subprograma de educación, orientado a mejorar la cobertura del servicio educativo, a

través del mejoramiento en la infraestructura. La operación estuvo a cargo del

Instituto Colombiano de Construcciones Escolares.

Áre

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Formación y asesoría

técnica

Corresponde a las acciones desarrolladas por el SENA para la capacitación del

recurso humano en producción, la administración y el mercadeo, principalmente.

Además desarrollaron instrumentos particulares como el Programa de Promoción a

Profesional Rural.

Fuente: Elaboración propia. Datos de IICA (1987) y Fajardo et al. (1991).

Page 40: LOS CAMPESINOS, MARGINALIZACIÓN Y RESPUESTAS EN EL ...

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Tabla 2: Fases de operación del Programa DRI en Colombia

Periodo Características

Fase 1: 1976

- 1982

Cobertura: 213 municipios, agrupados en 21 municipios de 8 departamentos.

Competentes: Las mayores inversiones fueron destinadas a la infraestructura (vías,

electrificación, acueductos, salud y educación) con cerca del 50% del total, y en actividades

productivas el 38% (crédito, asistencia técnica, recursos naturales y pequeño riego). Por otro

lado, los componentes de comercialización, desarrollo comunitario y administración del

Programa, representaron cerca del 12% del gasto total. Además su modelo ejecución fue de

carácter centralizada a través de entidades públicas creadas para la implementación del

Programa.

Costos: ascendieron a US$200 millones. se obtuvo financiación del BRIF, ACDI y el BID

1983 - 1990

(Fase II)

Cobertura: 350 municipios de 21 departamentos del país.

Componentes. Durante esta fase se hizo énfasis en los componentes productivos, el 46% de

los recursos fueron destinados a los componentes productivos, el 38% a obras de

infraestructura, y el 16% a la comercialización, desarrollo comunitario y administración del

Programa. En la ejecución el programa tuvo dos cambios fundamentales: I) Se amplió la red

de entidades ejecutoras, de manera que se vinculó a las Secretarías de Agricultura y

organizaciones no gubernamentales. ii) Se fusionó la operación del Programa de desarrollo

rural con el Plan Nacional de Alimentación y Nutrición - PAN.

Costos. El Programa invirtió US$330 millones, los cuales US$222 millones del Gobierno

Nacional y US$118 millones de financiación del BIRF y BID.

Fuente: Elaboración propia. Datos de IICA (1987), Fajardo et al. (1991), Vargas (1999)

Tabla 3: Programa DRI – Recursos externos por departamento

Entidad Valor (US$

millones) Departamentos

1 Fase BIRF 52 Nariño, Cauca, Cundinamarca y

Antioquia

BID 64 Boyacá y Santander

ACDI 13 Córdoba y Sucre

BIRF-PAN 25

2 Fase BIRF 53 Meta, Huila, Tolima y Caldas

BID 64 Atlántico, Bolívar, Magdalena y

Norte de Santander

Fuente: Fajardo et al. (1991)

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