Los Cuadernos de Literatura
ANDRES CARBA YU, UN POETA ASTURIANO DESCONOCIDO
Manuel Granen
(Transcribimos la carta y el material poético que nos envía desde Caracas don Manuel Granell, filósofo asturiano residenciado hace largos años en Venezuela.)
Estimado amigo:
Cumpliendo la promesa que le hiciera en Gijón recientemente, le adjunto las tres poesías de tema asturiano del
poeta Andrés Carbayu. Añado a lo solicitado por Cuadernos del Norte otras dos composiciones que espero le interesen, pues iluminan a su modo la personalidad del autor. Y me imagino que no sobrarán algunas referencias objetivas sobre este desconocido poeta asturiano.
Conjuntamente con el material poéticQ de Manuel Cristóbal -que obra en mi poder, como albacea-, recibí un Cancionero de un tal Andrés Carbayu, integrado por 217 composiciones de variados metros y rimas, de tamaño muy desigual, aunque la mayoría puedan calificarse de breves. Salvo la n.° 21, titulada Pasmo del ver, desplegada en 210 versos, las restantes composiciones carecen de título. Fueron escritas a mano -letra menudísima y nerviosa- en las páginas de un viejo dietario, parece que como primera y original expresión. En base al año de la agenda, diría que no son anteriores a 1977. Y a juzgar por otros aspectos más sutiles que los hasta aquí mencionados, podría considerarse tal Cancionero como un diario íntimo, aunque insólito por escrito en verso. En efecto, el aparente desorden del poemario recobra a esta luz cierta estructura, justo la de una palpitante unidad de vida -al menos, la visible coherencia de un fragmento, de una etapa vital-. Cierto pálpito de intimidad se trasvasa de unas composiciones a otras, se reitera o se matiza, incluso se contradice. Y hay en lo anotado, como en la vida misma, algo de todo: líricos goces y pensativos recogimientos, nostalgias e ilusiones, amarguras de la experiencia e incoativos afanes, perplejidades y decisiones tajantes, tristezas y alegrías ... Unas veces, se acelera el corazón; otras, frena la cabeza. Acaso predomine lo sapiencial sobre las efusiones vitales, pero nunca falla la veracidad del sentir que caracteriza a los auténticos diarios íntimos, los de la confesión ante la propia conciencia.
Tal poemario llegó a manos de Manuel Cristóbal de la extraña manera que él nos relata en su prólogo, la cual no importa recoger ahora. Baste
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al caso advertir que Cristóbal nada supo del autor, aparte de cuanto a veces se trasluce en el texto. Leyéndole,, detectamos que es, o era, nacido en Asturias, exiliado de largos años, casado y abuelo, idealista, algo iluso, orgulloso y tímido, insaciable lector ... Pero carecemos de sus señas de identidad, nada sabemos de su profesión u oficio, de sus amistades, ni siquiera del país de residencia. En cambio, al bies de sus anotaciones, le vemos por dentro, jadeando ante el misterio de la vida y la muerte, la trampa de la realidad, la maquinación estética, el incierto futuro en la Grande Historia del Hombre ... De vuelta ante todos nuestros ardides y artimañas, pero atónito ante El Muro impenetrable. Y reparamos también que no es nuevo su poético decir, que ha debido de balbucear sus sentires en otras etapas de su vida. Por esto, precisamente, añado a sus nostalgias de Asturias una Autobiografía poética; y por sus temores históricos, la otra composición anunciada, que titularé Barrunto del Porvenir. Pues dichos títulos son de mi cosecha, aparecerán entre corchetes. Y usaré el paréntesis curvo para el número de orden dentro del poemario.
Creo que aún debo notificarle otro dato. A manera de epígrafe, Carbayu anotó unas líneas de Antonio Machado. Dicen así: «¿Pensáis que un hombre no puede llevar dentro de sí más que un
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poeta? Lo difícil sería lo contrario, que no llevaré más que uno». Según Cristóbal -quién no deja de traslucir ciertos celos poéticos-, dicha cita equivale a una confesión de reincidencia. Con sus propias palabras: «Inédito o no, deviene innegable que nuestro desconocido no correría su primera aventura poética». Y al bies de esta sospecha, sugiere otra, la de un tonto seudónimo, pues «Andrés Carbayu, ¿no equivale a Carbayón?». La mentada Autobiografía, no sólo daría pie a la opinión de Cristóbal, sino que nos permite conjeturar su profesión. A mi entender, diríase que es, o era, algún especialista de la N.A.S.A.; al menos, un simple astrónomo.
Y esto es todo, amigo Alas. (Permítame llamarle así, en recuerdo de Clarín, mi primer maestro in absentia, y de su hijo don Leopoldo, uno de mis maestros en la Universidad ovetense, con cuya amistad me enorgullecía en vida y me enorgullezo mucho más desde su muerte). Valete.
POEMAS DE ANDRES CARBAYU
1
[AUTOBIOGRAFIA] (2)
Miraba y no veía. En vano, por mis ojos, la luz de tu evidencia. Sólo barruntos, pálpitos de tu frágil cintura, del aroma y misterio de una fuga constante. (Los ecos, ningún grito).
Y llegó el mediodía. Bajo alta luz sin sombras -cristalinas esencias-vi tu torso desnudo,de carne inmaculaday latidos tenaces,seguros, caudalosos.(Te ceñía en mis brazos).
Más tarde, sólo olvido. Me urgía desde arriba un clamor, algo oculto. No era cielo ni azul: un más allá incitante del espacio sin límite, del etéreo desierto ... Viaje obstinado, largo. Al volver, ya rendido, te descubrí en mi casa, en mi lecho, dormida. Al verme sonreíste y tus ojos ... ¡Tus ojos! Supe así de otra luz más viva y poderosa, que anonada las sombras fluyendo por la sangre. (Tu luz, ¡oh, maravilla!).
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II
[NOSTALGIA DE ASTURIAS]
1.-(55)
Bajo grises desgarrados, carba y os, hórreos, maizales, vacas soñando en los prados ... y al gemir de las carretas, canciones a pecho bravo. ¡ Qué gama de verdes! Llora la trémula luz del valle. A espaldas del caserío la montaña trepa, crece, puja entre nubes su brío.
(Paisaje astur. Viva imagen que de repente me asalta. Orbaya dentro de mí, por les caleyes del alma).
2.-(65)
La luz no se está queda aunque el campo descansa. Las caleyas se duermen entre setos y nieblas. Lentas esquilas llaman ensimismadamente. Los pálpitos del tiempo por los surcos se siembran. Ya no siento la tarde. (La tierra persevera).
3.-(113)
Por los campos -allá-, por verdes lomas. Pomaradas. Y nubes. Luz del llanto. ¡Esa estrella incipiente! Casi canta. ¿Huele el aire? No sé ... Algo en lo alto ... ¿ Y por qué tanto asombro, tal dulzura? (Vaga el alma entre brumas del pasado).
III
[BARRUNTO DEL PORVENIR] (81)
¡ Esa obstinada lluvia entre las sombras! ¡ Y ese aullar de los perros! Desvelado -sin cuerpo, sólo mente-, buceo por los posos de los siglos. Minero de amarguras, traigo al foco ágil de mi conciencia las resacas dantescas del pasado, sus aullidos de lobos, mientras bizqueo al compulsivo avance del aullar emergente -de la hecatombe próxima-.Sabemos ... y olvidamos.¡ Ya ocurrió tantas veces!Y ese secreto goce del tormento ...¿No estará el hombre harto de sí mismo?Viene otra «lluvia negra» entre relámpagos.(Apenas un instante, no se aflijan).¿La nada, al fin? Quizá quepa otra cuentae-yo diría castigo-abierta a menos equis no sé cuánto.