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Los Juicios: Una Ventana al Almanewfield.education/...LosJuiciosUnaVentanaAlALMA... · Ø Segunda...

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Los Juicios: Una Ventana al Alma Artículo de Newfield Network Paper de Estudio · Guía nº 4 ACP 2016
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Los Juicios: Una Ventana al Alma Artículo de Newfield Network

Paper de Estudio · Guía nº 4 ACP 2016

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LOS JUICIOS: UNA VENTANA AL ALMA

I. LOS JUICIOSLos juicios son un tipo de declaración de una extraordinaria importancia

en nuestra vida. Podemos definirlos como una apreciación, una opinión o una interpretación sobre nuestra realidad, y su poder radica en que determina lo que es posible y lo que no es posible para nosotros.

Los juicios son actos enteramente lingüísticos y, dada la fuerza declarativa que poseen y las interpretaciones que proveen, modifican la realidad de los sujetos y objetos afectados por nuestro juicio.

Como interpretación, el juicio vive en el que lo emite, no es una propiedad del objeto o persona que juzgamos. Por eso decimos que al juzgar revelamos el tipo de Observador que somos.

Los seres humanos constantemente juzgamos. De hecho lo juzgamos todo; el deporte, el clima, el gobierno, la comida, la forma de vestir, el estado de ánimo de otra persona, la manera como se ríe o su tono de voz… ¡Todo! No hay nada que quede por fuera del ámbito de los juicios.

A diferencia de las afirmaciones, que usamos para describir la manera en que observamos las cosas (lo que es real para nosotros), al emitir un juicio, generamos una nueva realidad que afecta la identidad de lo juzgado, abriendo o cerrando un ámbito de relaciones y acciones posibles entre nosotros y lo que hemos juzgado. Esto es válido para situaciones, objetos y especialmente en la relación con otras personas o con nosotros mismos. Es así como los juicios que otros hacen sobre nosotros, al igual que los que hacemos sobre otras personas o sobre nosotros mismos, influyen en nuestra identidad pública y privada, estén o no fundados.

Ahora, los juicios no son inocentes, y acá entramos en un territorio que está directamente conectado con el sufrimiento humano.

¿Qué hacemos cuando juzgamos a una persona? Cuando digo que “Juanita es brillante”, “Pedro es torpe” o “Guillermo es flojo”. ¿Para qué hago esos juicios? ¿Para qué juzgo? Por una razón: cuando yo juzgo a una persona, estoy haciendo una predicción de su conducta y apunto a tener cierto poder en la manera como me relaciono con ella.

Si juzgo que Marcelo no es una persona confiable en sus compromisos, ese juicio determinará que no haré ninguna transacción con él, o, si estoy obligado, dejaré constancia de todo lo acordado por escrito. Si tuviera el juicio contrario de él, me bastaría con su palabra para establecer un trato. En los juicios, hay una cierta predicción para saber cómo debo actuar en consistencia con eso. Eso es parte central de los juicios.

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Ahora, así como juzgamos a los demás, nos juzgamos a nosotros mismos. Es en los juicios personales donde se ve el enorme poder de un juicio y el impacto profundo que tiene en todo lo que hacemos.

¿Cuántas veces ustedes han dicho o han escuchado a otros decir “Yo soy así”? Cuando juzgo a Marcelo o cuando me juzgo a mí, no digo ‘Yo estoy juzgando a Marcelo’ o ‘Me estoy juzgando’, lo que digo es ‘Él es así’ o ‘Yo soy así’. En otras palabras, al juzgar a Marcelo no lo hago creyendo que lo juzgo sino que lo hago creyendo que estoy diciendo una verdad acerca de él. Lo mismo pasa cuando me juzgo, y ahí los juicios me pueden empezar a traicionar, porque al momento de vivirme los juicios sobre mí como si fueran verdades, se transforman en una resignación que se esconde detrás de lo que llamamos ‘realismo’: “Yo soy como soy, y eso es eterno. Así soy”.

Un niño que escucha a la mamá o a su profesor decirle “eres un tonto” o “eres brillante”, no lo escucha como juicio sino como una verdad. Si a un chico le dicen que tiene un gran potencial y lo escucha como una verdad, está condenado siempre a estar cumpliendo con esa expectativa.

Hemos visto mucho sufrimiento en personas que de niños les decían lo brillantes que eran. Cuando sacaban una mala nota en el colegio, entraban en crisis porque no estaban cumpliendo con las expectativas creadas en torno de ellos.

Por eso algo capital de entender es que cuando me estoy juzgando a mí mismo, se trata de un juicio, no estoy haciendo afirmaciones.

Cuando los seres humanos en el acaecer de la vida confundimos y nos juzgamos creyendo que estamos haciendo afirmaciones sobre nosotros, generamos espacios en que no tenemos movimiento, en que se cierra la posibilidad de aprender. Es una de las negaciones más brutales a la posibilidad de aprender. Un juicio hecho como afirmación es una condena. Cuando los juicios los vivimos como juicios, hay una liberación. En cambio los juicios vividos como afirmaciones suelen producir dolor y resignación.

Responsabilidad al enjuiciar

Un juicio puede ser válido o inválido, según la autoridad y competencia que tenga para emitirlo. El compromiso social que asumimos al juzgar es que nuestro juicio es válido, es decir que tenemos la autoridad y la competencia para emitirlo, a diferencia de las afirmaciones que son verdaderas o falsas y el poder está en las evidencias que proveemos.

Otro compromiso que asumimos es que los juicios que emitimos estén fundados.

Veamos estas dos responsabilidades:

Ø Primera responsabilidad social de los juicios: Tener autoridad.

Decimos que la primera responsabilidad social al emitir un juicio es tener la autoridad para hacerlo. Por el hecho de existir, de ser seres lingüísticos e interpretar en el lenguaje, tenemos la capacidad de emitir juicios. Es una cualidad intrínsecamente humana.

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En lo cotidiano, emitimos juicios, asumiendo esa autoridad para darle sentido a nuestras acciones. Nos orientan, son nuestra brújula. Por ejemplo: “hace frío”, y busco algo para abrigarme. Jorge es “divertido”, y espero reírme con la presencia de Jorge. “Estamos en crisis”, le digo a mi pareja para que nos hagamos cargo de esa situación. Todos estos juicios están enmarcados en mi ámbito personal, y en ese sentido tengo la autoridad para emitir dichos juicios.

Distinto es que emita el mismo juicio respecto de la economía del país, por ejemplo. No es lo mismo que lo diga yo —es solo mi opinión, que no estudié economía— a que lo diga el presidente del Banco Central. Su juicio sobre la economía del país se verá reflejado en el mercado o en la Bolsa de Valores. En este caso, mi juicio no está revestido de la autoridad para que sea considerado relevante.

¿A quién o quiénes damos autoridad? Como sociedad, le damos autoridad para emitir ciertos juicios a entidades o personas a quienes colectivamente les otorgamos ese poder. Por ejemplo, jueces, árbitros, guías espirituales, líderes sociales o políticos, entre otros. Y en forma individual, le daremos autoridad a quienes queremos, a quienes juzgamos que saben o en quienes confiamos en algún dominio en particular. Podemos decir que es una responsabilidad personal saber a quién o quiénes le estamos dando autoridad para emitir sus juicios sobre nosotros.

Los niños, por el hecho de serlo, les dan autoridad a sus padres frente a los juicios que estos hacen de ellos, lo cual es más delicado aún. Tal como señalamos más arriba, las “etiquetas” que les pongamos a nuestros hijos, van a influir en su identidad y sabemos lo difícil que puede ser modificar esto. Hay una responsabilidad para padres y maestros de entender que estos juicios no son escuchados como tales, sino como afirmaciones.

Puede pasar que le demos autoridad a los juicios de todas las personas que nos rodean y estemos más pendientes de esos juicios que de los propios. Puede pasar que dudemos de nosotros mismos y estemos pendientes de esos juicios ajenos en nuestro afán por darle en el gusto a todos. Un juicio que posiblemente ustedes reconocerán es el de “ser buena persona”. Y en ese afán de tratar de adivinar cómo puedo ser “una buena persona” para los otros, a lo mejor pospongo mis intereses para satisfacer las necesidades de otros, o no pongo límites o nunca digo ‘No’, lo cual conlleva un gran sufrimiento y una forma de vivir auténtica. Una característica de las personas que son definidas como ‘auténticas’ es que viven según sus propios juicios.

Dado que los juicios son declaraciones, generan mundos. Por eso es tan importante cuidar los juicios que hacemos de otros, pues tienen repercusiones tanto en lo personal como en lo colectivo. Cuando hablamos de los juicios a veces decimos “No hay que juzgar”, pero eso es imposible. Juicios vamos a hacer siempre. Sin embargo podemos ser conscientes de nuestros juicios: hay un gran virtuosismo en el poder limitar nuestro deseo de juzgar a lo que es relevante a nuestra vida y no andar juzgándolo todo.

Los juicios son un componente importante de la identidad de las personas, organizaciones, comunidades o países. Con nuestros juicios

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afectamos a tales entidades. A su vez, todo juicio es emitido por alguien y habla también de ese alguien que lo emite. De ahí la importancia de fundarlos.

Ø Segunda responsabilidad social de los juicios: Fundarlos

Fundar un juicio significa esto: saber para qué juzgo, en qué dominio, bajo qué estándar, qué afirmaciones hago y ver si puedo fundar el juicio contrario.

Cuando juzgamos lo hacemos en el presente, con base en acciones que sucedieron en el pasado y en las cuales nos apoyamos para proyectar lo que podemos esperar en el futuro. Suponemos que el pasado puede ser utilizado para actuar mejor en nuestra decisión sobre lo que está por venir. Si, por ejemplo, quiero contratar a un asistente, evalúo su responsabilidad. Hago preguntas del pasado: “¿Cuántos trabajos ha tenido?” “¿Cuánto tiempo ha estado en cada trabajo?” Pido cartas de recomendación o hablo a personas que han trabajado con él. Juzgo que tengo suficientes fundamentos para decir “es responsable”, lo contrato, y espero que se comporte “responsablemente”, en el trabajo.

Por el contrario, si emito un juicio con base en otros juicios, sin preocuparme de tener suficientes pruebas, afecto tanto mi identidad personal como la del otro, generando sufrimiento, además de desprestigio. Si, por ejemplo, digo que “Samuel es un tramposo”, y alguien me pregunta con qué base hago ese juicio, y le digo que “tiene cara de esconder algo” o “escuché que alguien lo decía”, mi interlocutor podrá, válidamente, pensar que no estoy juzgando de una manera responsable.

Por lo tanto, el fundamento de los juicios tiene que ver con la forma en que el pasado es traído al presente para esperar ciertas acciones en el futuro. Se trata de formular juicios que nos apoyen efectivamente en el futuro.

Dado lo dicho antes, la conexión entre pasado, presente y futuro es lo que llamamos la estructura de la temporalidad de los juicios. Es importante entender que no necesariamente mi comportamiento en el pasado va a predecir el cómo lo voy a hacer a futuro. Si no, ¡no existiría la posibilidad de aprender!

Existen al menos 5 condiciones básicas para fundar un juicio.

1. Mi inquietud (¿Para qué juzgo?) “La acción que proyectamos hacia el futuro cuando emitimos el juicio”.

Siempre emitimos un juicio “por o para algo”. Visualizamos un futuro en el cual nuestro juicio abrirá o cerrará posibilidades.

Por ejemplo: Si decimos que Juana es “responsable”, es para destacar que Juana se comportará “responsablemente” en el futuro. Puede que lo hagamos para quedar bien con Juana, para promoverla, para contratarla o para empoderarla. Cualquiera de estas situaciones implica un futuro posible y diferente. Puede abrir o cerrar posibilidades en el futuro, incluso si

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se trata del juicio de “responsabilidad”. Juana, al escuchar ese juicio sobre ella, podría sentir que no puede cometer errores y entrar en una espiral de auto exigencia que le cierra posibilidades.

2. Estándares de conducta para mi juicio (¿A cuáles estándares de conducta se refiere?) “Los estándares sostenidos en relación a la acción futura proyectada”.

Suponemos que el juicio emitido se coteja con un conjunto de estándares de comportamiento para juzgar el desempeño de los individuos, que nos permiten evaluar la efectividad de sus acciones.

Siguiendo con Juana, es importante ver cuál es el estándar que tengo de responsabilidad. Por ejemplo: que nunca falte a las reuniones de directorio o que entregue los reportes solicitados en la fecha acordada.

Fíjense en esto. El estándar de una compañía es que un empleado es puntual cuando llega a trabajar a la hora en un 90% de las veces. Para otra compañía ese estándar está fijado en un 80%. Quiere decir que un empleado que llegue a tiempo en el 85% de las veces, será una persona puntual para la segunda compañía, pero no para la primera.

Los estándares provienen de tradiciones particulares que nos dicen qué esperar y por lo tanto de expectativas sociales. Estos estándares cambian con el tiempo y la mayoría son sociales, o sea pertenecen a la comunidad y obedecen a circunstancias históricas concretas.

Lo que se consideraba comida sana hace 20 años no es lo mismo que se considera sano hoy en día; los estándares de belleza han cambiado; antes una persona era juzgada “preparada” para un trabajo si se había graduado de la Universidad, y hoy en día para ello requiere haber hecho dos maestrías y un doctorado, por ejemplo.

Lo que hacen los líderes es traer nuevos estándares que antes no estaban disponibles para la comunidad. Es el caso del presidente de un país que ha vivido por décadas con un índice de pobreza superior al 10%, por ejemplo, y señala que a partir de ahora eso se considera inaceptable y trabajará para reducirlo.

3. Especificar el dominio de acción (¿En qué ámbito juzgo?) “El dominio de observación dentro del cual se emite el juicio”.

Emitimos juicios dentro de un dominio particular. En el caso de Juana, el dominio al que nos hemos estado refiriendo es su trabajo. El juicio que se hace de ella en el trabajo de que es una “persona responsable” no significa que también lo sea en el cuidado de su hijo, de sus relaciones o con la forma como se cuida ella misma, por ejemplo.

Muchas veces generalizamos al emitir un juicio. Al decir “los hombres no son confiables”, podríamos referirnos exclusivamente al ámbito de la pareja, lo cual no quiere decir que ese juicio pueda ser extendido a otros dominios.

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El juicio debe evaluarse confinado al dominio particular en el cual fue emitido.

Cuando una persona entra a trabajar y a los seis meses aparece una evaluación de la empresa y no se le dice en qué dominio ni con qué estándares va a ser evaluada, se puede transformar en una injusticia. Si se le dice en qué dominio y bajo qué estándares será juzgada, es una situación diferente.

4. Ver las afirmaciones que respaldan o refutan el juicio. “Qué afirmaciones existen respecto de los estándares sostenidos”.

Para poder generar un juicio con fundamento, debemos disponer de afirmaciones que nos permiten medir respecto de algún estándar en algún dominio particular de observación.

Si no somos capaces de proporcionar afirmaciones, no somos capaces de fundar juicios. La afirmación genera confianza en el juicio y en quien los emite. Por el contrario, cuando este no se basa en afirmaciones, desconfiamos de la persona o la entidad que realiza el juicio. Cuando un líder provee suficiente fundamento a sus juicios, genera confianza.

Volvamos a Juana: Miramos el registro de entrada diaria a la oficina, y de esa manera constatamos su puntualidad. Vemos, incluso, en el registro que ella se queda en general media hora más del horario pactado, y eso nos genera el juicio de que es una persona dedicada a su trabajo.

Cuando decimos de Mercedes que es una “escritora exitosa”, vemos que ha escrito 3 libros en los últimos cinco años, siempre con la misma editorial, y que cada uno de ellos ha vendido más de 100.000 copias.

Sobre esas afirmaciones, fundamos el juicio que podamos hacernos de Mercedes.

Cuando fundamos juicios de comportamiento, apuntar a una sola instancia y depender de una sola afirmación para juzgar podría ser insuficiente. Por esto muchas veces se requiere verificar el juicio contrario.

5. Verificar el juicio contrario. “Qué afirmaciones fundan el juicio contrario”

Puede ocurrir que generemos una cantidad de afirmaciones para fundar un juicio y nos encontremos con un mayor número de afirmaciones (o que juzguemos más relevantes) al intentar fundar el juicio contrario.

Podemos juzgar a Iván como un “gran ejecutivo”, dando como afirmación que es el director de una empresa que tiene una alta facturación. Y al revisar sus acciones nos damos cuenta de que dos compañías que él dirigió quebraron, que más de 500 trabajadores se quedaron sin trabajo y que él mismo pasó muchos años sin que nadie lo contratara.

En este último caso, podríamos decir que el juicio “Iván es un gran ejecutivo” no está fundado.

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Si yo digo de mí mismo que “soy tímido”, al intentar fundar el juicio contrario, me doy cuenta que esto solo me pasa con personas a quienes le doy autoridad, y no con amigos. En ese caso, al precisar el dominio, acoto el espacio en el cual aplico ese juicio sobre mí mismo.

Retomando un ejemplo anterior, si una mujer dice “los hombres no son confiables”, dando como afirmación una experiencia dolorosa en que se sintió traicionada, puede ser que al buscar afirmaciones para fundar el juicio contrario, se dé cuenta que hay más afirmaciones de confianza hacia los hombres que de desconfianza. Puede ocurrir que el evento que la llevó a ese juicio particular haya sido muy importante en su vida, y al generalizar, se le han cerrado posibilidades en su aproximación al mundo masculino.

A menudo fundamos los juicios con otros juicios, no vemos las acciones que los sostienen, solo vemos los juicios que hacemos de ellos. En este caso es muy difícil poder cambiar el juicio o aprender de él, dado que no vemos acciones posibles a modificar. No podemos fundar un juicio basándonos en otros juicios.

Fundar un juicio significa que le voy a dar un parámetro que permite un mundo interpretativo que tiene ciertas fronteras. Por muy bien fundado que está un juicio nunca se convierte en un afirmación. Esto es central. Los juicios que se fundan, se fundan porque hay afirmaciones consistentes con ese juicio, pero el juicio sigue siendo un juicio, emitido por un Observador particular.

El poder de los juicios en el coaching Proponemos partir de tres premisas para mostrar el poder que los juicios

tienen en el coaching.

• Los juicios que emitimos revelan el tipo de Observador que somos. • Los juicios nos permiten dar sentido y valor a nuestra existencia. • Nuestro modo de ser en el mundo está enraizado en cómo vivimos

los juicios que se tienen o tenemos de nosotros mismos.

Estas tres premisas, que son grandes declaraciones, las llevaremos al coaching, para mirar el alma del coachee desde los juicios que hace de sí mismo, de otros, de las circunstancias y de las situaciones que vive en su vida. Como coaches, el estar atentos a los juicios del coachee nos permite entrar más profunda y rápidamente a su alma. Los juicios son una ventana para entrar al alma del coachee.

Ya dijimos que los juicios que emitimos revelan el tipo de Observador que somos. Lo que queremos decir con esto es que los juicios que emitimos dicen más acerca de nosotros que de aquello que juzgamos. En el coaching, los juicios nos develan el ser del coachee, lo que le importa o no y cómo está mirando el mundo que habita.

Por ejemplo, si el coachee dice “el trabajo es sacrificio”, nos revela qué tipo de Observador es con respecto al mundo laboral y nos da una pauta a mirar.

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Igual que si nos habla de lo justo o injusto; de la “batalla”; de “que anda más suelta” “en equilibrio” o “en estabilidad”. Cada uno de esos juicios habla de lo que a ese coachee le importa… desde dónde está mirando la vida, qué le da valor a su existencia y qué cosas le hacen sentido. Son ventanas donde el coachee nos está revelando su ser, y por lo tanto podemos indagar allí.

Como dijimos antes, nuestro modo de ser en el mundo, está enraizado en cómo vivimos los juicios que se tienen o tenemos de nosotros mismos.

Como coaches, tomamos los juicios que trae el coachee e indagamos en ellos. ¿Qué puede aprender ese coachee a partir de los juicios que trae? ¿Los juicios que trae están fundados? Esto es lo que llamamos desafiar los juicios.

La indagación en los juicios es un territorio de enorme riqueza para el coach. Veamos algunas ideas de indagación en este dominio.

Por ejemplo si un coachee habla de la vulnerabilidad, pareciera ser que sabemos de lo que está hablando, dado que hay un sentido común del término. Sin embargo es relevante preguntarnos ¿Será lo mismo para mí que para él? ¿Qué será lo que está viviendo que habla de vulnerabilidad?, seguramente nos encontraremos con que realmente no lo sabemos.

§ Podemos indagar en las afirmaciones que sustentan el juicio. Si me dice, “yo no me permito ser vulnerable”, le puedo pedir que me dé un ejemplo de una situación en que no se permite ser vulnerable. O qué me diga en qué situaciones específicas siente que le aparece la vulnerabilidad.

§ También podemos indagar en sus explicaciones, es decir en la

forma en que interpreta o juzga lo que le ocurre.

• ¿Qué interpretaciones tienes de tu vulnerabilidad? • ¿Qué explicaciones tienes de por qué no te gusta que te vean

vulnerable? • ¿Qué quieres decir con “no me gusta que me vean vulnerable”?

§ Igualmente podemos indagar en su historia:

• ¿De dónde viene esa interpretación? • ¿Dónde aprendiste que era importante no mostrarte

vulnerable?

§ Se puede indagar en el fenómeno en una dimensión más profunda: • ¿Qué te pasa con la vulnerabilidad en tu vida?

§ Las metáforas son un buen espacio para indagar:

Las metáforas revelan y ocultan. Podemos jugar con las metáforas que nos trae el coachee, como una herramienta que devela el espacio poético, de lo que no tiene nombre, y así podemos hablar de “ello”. Un coachee puede encontrar difícil decir que en su matrimonio hay

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peleas diarias y él y su esposa se agreden permanentemente, y lo que dice es “mi matrimonio es un campo de batalla”, o “me estoy ahogando” o “tengo una camisa de fuerza”. Y desde allí es posible ‘aterrizarlo’ para mirar que hay allí, de su manera de vivirse la vida o lo que está viviendo en ese momento.

Y le podemos preguntar “¿Qué quieres decir con que tu matrimonio es un campo de batalla? O pedirle: “Háblame de cómo es ese campo de batalla”.

§ Indagar para diferenciar el fenómeno de la explicación

Decimos que fenómeno son los hechos, las afirmaciones, mientras que la explicación es la interpretación, los juicios que tengo del fenómeno. Por ejemplo: “Le digo a mi hijo que llegue a una hora y no me hace caso. Pareciera ser que no tengo autoridad”.

Como coaches requerimos estar atentos, para mostrárselo, cuando el coachee trae la explicación, o el cómo juzga lo que ocurre, como si fuera parte del fenómeno.

Por ejemplo, podemos decirle: “Miremos lo que me acabas de decir. ‘Le digo a mi hijo que llegue a una hora y no me hace caso’, es una parte… y tu explicación, o lo que juzgas, es ‘pareciera ser que no tengo autoridad’”. ¿Crees que podría haber otra explicación?”.

Indagamos en el mundo interpretativo del coachee para mirar otras posibilidades de accionar y emocionar que no le son posibles, dada la manera como está mirando la situación.

En otras ocasiones es más evidente aún: el coachee dice: “Mi hijo no llegó a la hora que le ordené porque no tengo autoridad”. Es un veredicto, una forma de ver que no le permite cambio ni movimiento.

Pareciera ser que la explicación (juicio o interpretación) le pertenece al fenómeno cuando en realidad la explicación le pertenece al que la realiza.

Esta distinción del fenómeno y la explicación en el coaching es fundamental para lograr aprendizaje en el coachee. Su manifestación es parte de la transparencia del coachee, que al hacerlo evidente, produce un gran alivio y nuevos mundos posibles.

Como vemos, esta distinción lingüística de los juicios trae un mundo a la mano, que los coaches necesitamos develarlo con finura y precisión.

II. LOS JUICIOS MAESTROS Como coaches, apoyamos a nuestros coachees escuchando, haciendo

preguntas e invitándolos a mirar cómo se están mirando ellos mismos en el mundo. Parte de nuestro trabajo es descubrir los juicios que limitan sus posibilidades. Los juicios son interpretaciones, explicaciones, puntos de

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vista o valoraciones que tenemos de nosotros mismos, de otros o de otras situaciones. A diferencia de las afirmaciones, los juicios no son verdaderos o falsos. Son un tipo de declaración en la cual quien juzga genera una identidad o forma de ser de una persona o cosa. Por eso reiteramos que el juicio en realidad habla más acerca del Observador que juzga, que sobre aquello que está siendo juzgado.

Podemos acompañar a nuestros coachees mostrándoles la distinción entre juicio y afirmación. El comprender esto permite frecuentemente lograr una mayor claridad y reducir conflictos.

Un tipo de juicio al que con frecuencia llegamos en el coaching es el juicio maestro. Los juicios maestros tienen un poderoso impacto en la forma en que nos vemos a nosotros mismos y al mundo. Aunque pueden servirnos, también pueden impedirnos lograr la creación de un futuro diferente.

Los juicios, incluyendo los juicios maestros, cumplen un rol crítico en nuestras vidas. Con base en nuestros juicios, desarrollamos estrategias y planes para nuestras vidas. Sin embargo mientras que nuestros juicios pueden producir ambición y convicción para seguir los pasos que nos permitan cumplir con nuestros sueños, también pueden bloquear nuestro poder de acción y en vez de eso generar resignación. Eventualmente pueden llegar a paralizar nuestras acciones en el mundo.

Por ejemplo, el juicio maestro “No soy lo suficientemente bueno” puede llevar a una persona a intentarlo con más ahínco (podría sentir la necesidad de compensar) y conducirlo al éxito tras años de esfuerzo. El mismo juicio maestro de “No soy lo suficientemente bueno” puede llevar a una persona a no aplicar a un puesto porque está convencida de que, dado quien es, no lo logrará. Un mismo juicio maestro puede producir acciones diferentes.

“Unapersonapuedetenermuchos juiciosdesímismoperohayunoqueescentral,quehacequelosotrosjuiciosseancoherentesconese.Puedeseralgocomo“Yonosoyquerido”.O“Yonomerezco”.O“Yosoymenosquelosotros”.Obien“Yomelomerezco todo”. Es un juicio, pero no es simplemente un juicio en un dominiodeterminado;esunjuicioqueinvadelosotrosdominios,generandoconsistencia”.

JulioOlalla

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El problema no es el juicio en sí mismo ni en el hecho que juzgamos. El desafío está en la manera cómo sostenemos el juicio y si somos conscientes de él o no.

¿Qué es un juicio maestro?

Entonces, ¿qué son los juicios maestros? Piensa en un juicio que tengas de ti mismo, que hayas tenido por largo tiempo y que secretamente sigas pensando que es una verdad de quien eres. Tú puedes pensar que esa cualidad te define de una manera decisiva. Lo más probable es que allí tú estés viendo un juicio maestro.

También un juicio maestro lo podemos definir como la base desde la cual se desprenden otros juicios. Por ejemplo, si vivo con el juicio maestro “No merezco ser querido”, puede que otros juicios, que aparecen en capas más externas, sean algo como “Me tengo que hacer cargo de todo”, “Tengo que demostrarle a todos lo buena que soy”, “Para que me quieran tengo que ser buena persona”, entre otros.

Los juicios maestros tienen algunas propiedades. Primero, son juicios positivos o negativos que hacemos de nosotros mismos que permean cada parte de nuestras vidas. Organizamos nuestras vidas y le damos sentido a quienes somos basados en esos juicios maestros. Aún si el juicio aparece en una sola situación, tendemos a aplicar nuestro juicio maestro a todas las situaciones en las que nos encontramos. Son tan penetrantes que, siendo frecuentemente invisibles para nosotros, nos acechan silenciosamente en cada aspecto de nuestras vidas.

Estos juicios los tenemos con frecuencia de vieja data. Pueden aparecer en forma de comentarios que recibimos sobre nosotros hace tiempo de parte de nuestros padres, maestros u otras personas a quienes les dimos autoridad. Muchas veces vienen de una experiencia en edades tempranas. Los juicios maestros crecen y se hacen más fuertes con el paso del tiempo hasta el punto de que ya no los vemos como juicios; los vemos como afirmaciones, como una parte de nosotros que tiene el mismo peso de la

“Los juicios maestros son tan transparentes para nosotros que con frecuencia nologramoslidiarconellos.Porejemplonospuededisgustarnuestratendenciaadecir“nuncaessuficiente”,ysinembargovivirresignándonosalaideadequenopodemoshacernadaparacambiaresto.

Tuveunaverdaderarevelaciónhaceunosañoscuandomedicuentaquetodamividalahabíavividoconeljuiciomaestrodel‘nosoysuficientementebuena’.Resultaquedesdeesejuiciomaestrocomplacíaamisjefesyclientesynoestabadisponibleparamíel poner límitesoeldecirqueno.Unavezquevi esto,pudeelegir ydesdeahídecidíquealomejorpodíaconservaralgunos‘noessuficiente’paraaprendercosasquequeríahacermejor,envezdehacerunacaracterizacióngeneralde ‘nuncasoysuficientementebuenaentodoslosdominiosparasiempre’.Yfueunalivio”.

CarolCourcy,coachseniorenEstadosUnidos

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edad o el color de los ojos. Podemos tener múltiples juicios maestros, y muchas veces nos vamos a encontrar con que son variaciones de “No soy suficiente”, “Lo puedo todo”, “Yo no puedo”, “Soy especial” o “No merezco”.

Podemos también tener juicios sobre el mundo que dominan completamente nuestra vida. Si vivimos con el juicio maestro de que “el mundo es peligroso”, eso nos puede hacer vivir nuestra vida desde el miedo. O también desde la rabia si es que mi juicio maestro es que “el mundo es injusto conmigo”.

El impacto de los juicios maestros

Los juicios maestros pueden tener una tremenda influencia en la manera como vivimos, con quiénes interactuamos y en cómo pensamos, sentimos o hacemos. Pueden anular otros juicios. Pueden también llevar a que esos otros juicios (al igual que las acciones, los pensamientos o las emociones) se alineen con él. Ellos dictan, o como mínimo, influencian de manera significativa de lo que puede o no puede pasar en nuestras vidas.

Podemos ver el impacto de nuestros juicios maestros no solo en nuestros pensamientos y acciones sino también en nuestras emociones, estados de ánimo, estado físico y disposiciones al movimiento. Un juicio maestro puede moldear una determinada postura corporal o generar emociones más profundas que hacen que algunos otros juicios crezcan y se refuercen. La coherencia que emerge de un juicio maestro provee un importante espacio de observación de nosotros o de nuestros coachees.

Un juicio maestro muy definido y que está enraizado, literalmente nos hace ser ciegos para ver las cosas de otra manera. Por ejemplo, después de años y años de vivir dentro de un ambiente que apoye y fortalezca lo que pensamos, nos vemos a nosotros mismos como esos juicios maestros. Esa imposibilidad de vernos de otra manera es donde el coaching ontológico contribuye de manera tan bella, mostrando nuevas posibilidades de existencia.

“Imaginen que yo tengo el juicio maestro de que soy un cobarde. Eso significa quetodoslosotrosjuiciosquetengosobremímismoseráncongruentesconesejuicio.Misrelaciones reflejaránesacobardía.Desarrollaréestrategiasparaesconderque soyuncobarde.Actuarédecualquiermaneraqueyocreaquenopermitiráalosotrosveresaverdad sobremí mismo. Definirá cómo tomaré acción en situaciones de dificultad oriesgo.Definiráunespacioemocional—puede ser teniendo lástimapormímismo, odespreciándome o teniendo rabia por mí mismo—. Cuando un juicio maestro estáinstalado, define las relaciones, los mundos emocionales y la estrategia. Y cuandosomoscapacesdemirarlo,puedeserabsolutamentetransformador.Unayotravezhevistopersonas cuyos juiciosmaestros,una vez que han sidovistos, dejande tenerelpesoqueteníanantes.Esoproduceunaenormeliberaciónyunagranalegría”.

JulioOlalla

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La influencia cultural: ¿Es realmente este juicio maestro mío?

Nuestros juicios (la manera como “las cosas son” para nosotros) están moldeados no solamente por nuestra experiencia de vida sino también por la experiencia de vida de nuestros padres, abuelos y otros en las comunidades en que vivimos y trabajamos. Los juicios maestros más importantes están conectados y son coherentes con el mundo en que vivimos. Están frecuentemente vinculados por lo que es apreciado y está permitido en esa cultura. Por cultura, podemos referirnos al país en que vivimos, pero igualmente a aspectos como la religión, la familia o las organizaciones. Cada uno de esos espacios apunta a modos de “hacer”, a modos de percibir, a modos de mirar el mundo, que nosotros hacemos nuestros.

Reconocer que los juicios maestros son frecuentemente producto de nuestra cultura es importante para el coaching porque puede abrir nuevos espacios al coachee. Los coachees que sostienen los juicios maestros como propios más que aceptarlos como provenientes del mundo en que se desenvuelven, pueden sufrir como resultado del pensar que lo que les sucede tiene un origen personal, algo que solo les pasa a ellos. Cuando un coachee comprende que está formado y moldeado por una cultura, genera compasión por sí mismo y por otros. Eso les permite también dejar de culparse o dejar de culpar a otros, removiendo un obstáculo para el futuro que desean.

“Eljuiciomaestroesmuyrelevantealmundoenquevivimos.Estáconectadoconelmundo,definerelacionesynoshacemovernosenesesentido”.

JulioOlalla

“El99porcientodemisclientesvienenconeljuiciomaestro“Nosoysuficiente”sinimportarsitienenpocoomucho.Atravésdelcoaching,elloslogranverquesujuiciomaestronoesalgoque lesespropiosinoqueesalgoqueestámuypresenteen laculturaestadounidense.Siustedeslopiensan,sedaráncuentadequecadamensajeen la cultura de Estados Unidos señala que nunca se tiene bastante, o no se estágastandolosuficiente,onoseestáncomprandolascosascorrectasoelproductoquecompramos no es el mejor que podemos tener. El juicio maestro de ‘nunca essuficiente’estápresenteen la culturaynosotros lo tomamos sin siquierapensarlo.Cuandouncoacheesedacuentadequeviveenunaculturamuycondimentadadel‘nuncaessuficiente’,empiezaaexperimentarunagran liberación.Desdeahípuedeexperimentarsupropiopoderdeescogerodecidir”.

TerrieLupberger,coachquetrabajaenEEUUsobretemasderiquezaydinero.

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¡No me alejes de mi juicio maestro!

En un proceso de coaching, una vez que el juicio maestro se revela, en vez de tratar de eliminarlo como si fuera un enemigo, podría ser mejor enfocarnos en ver qué posibilidades nos abre y cuáles nos cierra.

Imaginen una ‘Línea de conciencia continua’, como la que se ve en el cuadro que mostramos a continuación:

§ En el extremo izquierdo, vemos un juicio maestro que está presente todo el tiempo. Tú ni siquiera tienes conciencia de lo que es un juicio maestro.

§ Al moverte un paso a la derecha, pasas a un estado en que eres consciente de que no tienes conciencia sobre tu juicio maestro.

§ Si continúas, en algún punto comienzas a ser consciente de que el juicio maestro actúa en ti, puedes observarlo como fenómeno, y posiblemente decir ligeramente “Ah, ahí voy otra vez”.

§ En el extremo derecho llegas a un lugar donde puedes diseñar y actuar desde fuera del juicio maestro. Ya no estás actuando desde lo que el juicio maestro te permite: ya te has probado que solamente se trata de un juicio y no de una verdad (afirmación).

En todos los puntos del espectro, el juicio maestro sigue viviendo; sin embargo se va debilitando en la medida en que tú puedas ir proporcionando afirmaciones en sentido contrario. La tarea en cuestión es diferente según dónde te encuentres en la línea. En el extremo izquierdo puede centrarse en cavar más profundo para encontrar las palabras para el juicio maestro y su impacto en tu vida. En el otro extremo puedes enfocarte en crear prácticas que contribuyan a encontrar la coherencia y el nuevo futuro en el que quieres entrar.

El juicio maestro opera en mí y no soy consciente de él

Soy consciente de que no soy consciente de mi juicio maestro

Soy capaz de actuar de forma distinta a la especificada por mi juicio maestro

Líneadeconcienciadeljuiciomaestro

Soy consciente del juicio maestro que opera en mí y lo habito

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Nombrando el juicio maestro

En el coaching ontológico, un primer movimiento para el coachee es darse cuenta y articular su juicio maestro. Como coaches, podemos apoyar a nuestros coachees, invitándolos a mirar de una manera más detallada o compartiendo una intuición sobre cuál podría ser su juicio maestro. Considerando o reaccionando ante nuestra intuición (que la proponemos, no la ponemos como verdad) nuestro coachee puede encontrar en su propio lenguaje las palabras que le permitan aclarar su juicio maestro. Hay algo poderoso cuando declara cuál es su juicio maestro.

Es crucial para nosotros, como coaches ontológicos, desenmascarar los juicios maestros de nuestros coachees acompañándolos a articularlos como lo que son, juicios y no afirmaciones acerca del mundo y de la realidad.

Cuando esto ocurre, es poderoso para un coachee ver un nuevo mundo de posibilidades enfrente de él. Ahora él puede escoger. Tiene el poder de diseñar su vida y construir el futuro que desea.

Adicionalmente, articular juicios maestros puede revelar un sueño o un deseo para el futuro que el coachee no se haya dado cuenta o no se haya dicho a sí mismo.

Dejando tiempo para la reflexión

Una vez que el juicio maestro ha sido identificado, el coachee puede necesitar tiempo para reflexionar sobre lo que descubrió. Su vida y su identidad personal han tomado una nueva forma con esto que ha visto. Por lo tanto cuando el coachee se da cuenta de que esta nueva perspectiva es meramente un juicio, puede experimentar el colapso de su antigua forma de ver como una pérdida. Frecuentemente el coachee puede sentirse al mismo tiempo muy alegre y muy triste frente a esta revelación fundamental.

Invitar al coachee a tan inmenso cambio puede generar un aprendizaje más profundo y consciente. Esta invitación a la reflexión sobre este cambio, quedándose en él, habitándolo en vez de querer tomar acciones, puede generar una mayor profundidad en el aprendizaje y la conciencia.

“Cuandoenelcoaching,elcoacheerevelaeljuicioquetienesobresí,particularmentesiesunjuiciomaestro,estaremosencontactoconlosgrandessueñosodeseosqueesapersonatieneparasímisma”.

JulioOlalla

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Conclusión

Los juicios maestros son una parte fundamental del trabajo del coach ontológico. Desafiando al coachee a mirar los efectos que los juicios maestros han tenido en él, están invitándolo a ser más consciente de sí mismo.

Recordándole que sus juicios maestros son parte de algo que su cultura le proporciona, se puede producir un alivio donde antes había culpa. Al acompañarlo en los nuevos aprendizajes conseguidos al desafiar sus juicios maestros, se abre un camino hacia un nuevo diseño del futuro que desea. Este cambio que el coachee decide, puede iniciarse desde una nueva presencia, una mayor conciencia de la respiración, de los estados emocionales, de la tensión muscular o de las maneras de moverse, y desde nuevas interpretaciones de las historias con las que ha vivido por tanto tiempo.

A través de un coaching ontológico efectivo, se puede servir al coachee para que suelte sus viejas historias y se lance con libertad y liviandad hacia un nuevo mundo de posibilidades.

Conferencia Julio Olalla, escrito y editado por José Luis Varela en colaboración con

Ana María Torres, Paz Zagal y Juan Pablo Contreras.

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“Cuandoelcoachllevalaconversaciónaunestadodeliviandad,estáproveyendoasu coachee de un contexto emocional que no estaba disponible antes. No essolamentemostrarleladistinción,loqueproducealgoextraordinario,sinoelestadode ánimo en que se desarrolla la conversación. Esto es crítico. Si la conversaciónpuededesarrollarseenlaliviandad,enunestadodeánimoenquepuedenapareceralgunas lágrimas y algunas risas sobre el juicio maestro, se le está dando unaextraordinaria posibilidad al coachee. Se está creando un dominio emocional parahablardealgoqueera impensableparaesapersonaantesdehablar conel coach.Poresoelcoachingnoessolamentelainteligenciadelaconversación;eslagrandezade las distinciones que el coach entrega y también el estado de ánimo, el lugaremocionalenquelaconversaciónsedesenvuelve”.

JulioOlalla


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