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LUIS SALAS GARCÍA JUU PAPANTIAN - Cronista de Papantlara, padre de quien más tarde, en la...

Date post: 14-Mar-2020
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LUIS SALAS GARCÍA JUU PAPANTIAN
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LUIS SALAS GARCÍA

JUUPAPANTIAN

LOS LEVANTAMIENTOSINDÍGENAS EN PAPANTLA

Los levantamientos de los indios fueron consecuenciade ciertas disposiciones como la girada en Circular del19 de agosto de 1867 por el C. gobernador Alatorre, enel sentido de cumplir la disposición legal, de convertir lastierras de las comunidades indígenas en propiedades pri-vadas, circular que trajo consigo la inquietud y el males-tar entre los indígenas, razón por la que no pudo cumplirse.

Más tarde, el 12 de marzo de 1869 "hay un nuevointento de hacerla cumplir pese al amago de severas penas."

El gobernador Hernández y Hernández, a quien corres-pondía solucionar este problema dentro de las funcionesde su gobierno, tampoco lo hizo, pero sí acertó a compren-der lo grave del caso, según las expresiones que transcri-bimos:

"... la mejora que implica la división de terrenosde indígenas, es de grave trascendencia en el porvenir deéstos. . . basta meditar en la multitud de inconvenientesque hay para ejecutarla. . . el indio profesa una adora-ción fanática a la tierra y no comprende sus utilidades sino es en esa comunión negativa en que siempre ha vivido."

"... No tiene propiamente hablando, necesidades, suambición está satisfecha con pasear una mirada contempla-tiva, por una extensa superficie de tierra sembrada de fio-

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res y de frutos variados. . . es feliz, mejor dicho, se creetal . . ."

SI agregamos a lo anterior, la muy particular manerade ser del indio totonaca, su única actividad, la agricultu-ra de tipo consuntivo; la fertilidad de la tierra que le pro-duce hasta dos cosechas de maíz al año; la capacidad eco-nómica que le concede la importancia del cultivo de lavainilla, amén de otros factores que lo hacen independien-te; se comprenderá la reacción que se gestó cuando el go-bernador Teodoro A. Dehesa "procuró acelerar la conver-sión de las tierras comunales a propiedad; los indígenasnunca, ni en parte alguna estuvieron conformes; las compa-ñías deslindadoras apoyadas por la fuerza pública, come-tieron interminables atropellos y despojos en cantidadenorme de cultivadores. Frente a esta irritante situación,unos 20000 campesinos quisieron resistir a los injustos;pero los rurales y las fuerzas de línea mataron a unos 6 000campesinos.'"

Veamos lo que relata doña María de la Luz Lafarja(Lazara Meldiú) en sus apuntes Gran Señora mi Ciudad,con relación al levantamiento de los totonacas en Papantla.

". . .Tres levantamientos indígenas hubo en Papantlaa fines del siglo pasado. El primero fue el año de 1889contra el jefe político don Agapito Fontecilla y Vidal. Estemovimiento capitaneado por Miguel Manzano y el coroneldon Miguel Herrera Leal, terminó con la salida del men-cionado jefe político. Cuando los insurrectos llegaron a lajefatura, Herrera, tomando a Fontecilla por la rubia y her-mosa barba lo conminó. . . : «Suelta. . . Agapito. . . Suel-ta». . . Inmediatamente el personaje local intocable pre-sentó su dimisión. La situación estaba ganada y a pocos

8 Información tomada de la obra Breve historia de Veracruz del Profr. JoséLuis Melgarejo Vivanco.

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días volvió la tranquilidad. Al parecer las cosas tendríanpronta resolución. ¡Era el viejo asunto de la tierra!

"El segundo levantamiento fue en el año de 1892. Elreparto de la tierra no tenía para cuándo resolverse. MateoGarcía, de El Palmar, fue sacrificado. Las fuerzas irre-gulares del Estado terminaron con la rebelión. Los indiosposeían la tierra en comunidad y el gobierno la había frac-cionado para venderla a los terratenientes españoles. Eneste episodio actuó la Comisión Geográfica Exploradora quea fin de cuentas no resolvió nada. El nativo, como siempretuvo que replegarse a su monte y esperar. Pasaron años yla situación empeoraba y se recrudecían los odios, se ahon-daban los resentimientos.

"Un día del año de 1896 se vio de pronto Papantlavisitada por un numeroso grupo de ingenieros, que porórdenes del gobierno del centro iban a deslindar y a repar-tir las tierras. La noticia inquietó a los indígenas y comen-zaron a bajar de sus rancherías, dejando sus siembras ysus familias, cargando con los morrales llenos de oro y pla-ta que sacaban de donde los tenían enterrados, pues enaquellos tiempos no corrían en abundancia los billetes y,además, tampoco había bancos. El dinero era para sufra-gar los gastos que se presentaran y que, según se les habíainformado, se utilizaría con la seguridad de obtener bue-nos resultados. Hubo inusitado movimiento en todo elrumbo, los totonacas trajeron sus documentos, sus escritu-ras, sus planos para ser confrontados con los que traíanlos ingenieros y que servirían de base para levantar losnuevos. Entre aquellos profesionales había algunos milita-res. La comedia duró más o menos un mes y de prontoaquellos enviados desaparecieron de la comarca, abando-naron el lugar, llevándose todo el dinero que pudieron,dejando al indio como siempre burlado. . . ¡Por suerte eltotonaca estaba muy lejos del centro del país, no tanto comoel yaqui, pero de todos modos aislado lo suficiente, distan-te en una zona de difícil arribo y más difícil salida! Ade-

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más ellos tenían bastante habilidad para ejercer el fraude,el robo, el despojo, el timo, la mentira, la injusticia, con-taban con la impunidad. . . Y entre aquel selecto grupode farsantes, de quienes deben haberse avergonzado suspropios títulos, estaba un sobrino del general Díaz, Presi-dente ad perpetuam de México. . . No contaban que aquelMéxico, lo mismo echó hacia la península a los virreyesanacrónicos, que a los emperadores de bambalinas y quesiguió a Juárez en su peregrinar por el itinerario de sugloria como caminante simbólico, para iniciar su terribledespertar. . . Del México que hoy grita a los cuatro vientosla santa verdad del artículo 27 Constitucional y exige elcumplimiento de su mandato parado en el mismo dintelde la historia. Este México de hoy, como los totonacas deentonces, levantará su machete —que es su México— paradegollar a quienes le roben lo suyo, la tierra. Hagamos unbreve paréntesis para recordar que si a las «encomiendas»siguieron las «haciendas» y éstas parecen haberse susti-tuido por imponentes y confortables fincas de recreo, elindio sigue pobre, y, esto, en todos los ámbitos del irónicosimbolismo del Cuerno de la Abundancia. . . El indiosigue pobre, pero repito: ES LA DIGNIDAD. . . Nos he-mos acostumbrados a ver la DIGNIDAD descalza, pero nohemos presentido; cuan alta lleva la frente.

"Una mañana, aquel totonaca vejado, decidió hacersejusticia y en unas cuantas horas encendió la insurrecciónlevantando todas las fuerzas disponibles. MaterialmentePapantla estaba cercada por una enorme red humana quele pusieron los indios, cuyos trajes blancos destacaban enlas cimas de los cerros. ¡La ciudad está en sitio! Hay porahí una frase popular que reza: «En el Cantón de Papantladonde quiera es camposanto.» Esta frase tiene su origenen aquellos días trágicos en que había que sepultar a losmuertos en los patios de las casas, porque los «pronun-ciados» (así se llamaba a los indios) tenían precisamenteen el cementerio su cuartel general. En muchos patios había

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tumbas. Bajo los balcones de nuestra casa estuvo sepultadoun gran liberal asesinado en esos días, don Rafael Herre-ra, padre de quien más tarde, en la Revolución de 1914,alcanzara el grado de general, me refiero a don VicenteHerrera Hernández. Nosotros, de niños, bajábamos a ponerflores a aquella tumba del buen amigo de la familia. Mu-cho después esos restos fueron llevados al camposanto.

"Para someter a los indios el gobierno federal recurrióa lo de siempre: Arrasar. Hicieron su aparición los «rura-les», los temibles rurales, que en el largo territorio de laPatria dejaron infeliz memoria. Vestidos de charro, su pre-sentación era espectacular por los bordados de plata delos sombreros y los trajes; con espuelas que hacían temblarhasta las piedras, con cara de matones. Los caballos esco-gidos de lo mejor. El atuendo no podía ser más elegante;pero se desprestigió en aquellas mascaradas oficiales. . ,¡Era la fuerza disfrazada! ¡Los cuerpos de rurales eranhombres armados al servicio exclusivo de los gobernado-res y de los jefes políticos!

"Aquellos rurales se internaron en los montes para sa-quear, asesinar, violar, incendiar, asolar, en una palabra,en nombre del «orden establecido». La matanza fue sin mi-sericordia. Este es el último de los tres levantamientos yse destacó como dirigente Francisco Ramírez, que fue ahor-cado en una ceiba enorme en el camino de Agua Dulce, enla cuesta de Jilitiaco. Aún existe el árbol del sacrificio.El jefe de los rurales Rosalino Martínez, llamado con jus-ticia «la tea incendiaria de Veracruz» había recibido ayudamuy efectiva de don Francisco Campos Vidal, quien teníatambién fuerzas irregulares a su cargo. El jefe político deese tiempo era don Ángel Lucido Cambas. Cosa común ycorriente en aquellos días era la traición y el espionaje,elementos de que se valía el gobierno para llenar las cár-celes de presos o «mandar cuerdas» a Quintana Roo y aValle Nacional de donde seguramente jamás volvían losdeportados infelices. Se dice que por muchos años se en-

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contraban en algunos lugares montones de cráneos y restoshumanos que piadosamente la tierra fue cubriendo con eltiempo. Fueron héroes anónimos, indígenas cuyos cuerposquedaron hacinados en los rincones de aquellas tierras pró-digas, en las vírgenes llanuras escondidas entre colinasdonde las veredas ,se pierden y apenas puede verse el ras-tro de'los caballos. El epílogo fue de espanto. El nombrede «rurales» quedó para siempre manchado con sangre denuestros indios y la repulsión y el odio no han podido hacerque el recuerdo de aquellos días se cubra definitivamentecon el olvido. La historia estará viva, mientras la justiciasiga en pie. Mientras haya discriminaciones y se siga ex-plotando al indio."

Lo que nos ha relatado doña María de la Luz Lafarja,reproduciendo los apuntes de Manuelita, su desaparecidahermana mayor, es una causa más de las tantas que hancontribuido a la transformación del indio totonaca; hemossembrado en su alma desconfianza, odio, rencor, venganza,desprecio; a su nobleza característica le hemos respondidocon desprecio, olvido, ingratitud. Sólo basta conocerlo em-parentándolo con el compadrazgo, para percatarse de subondad, se deshace en atenciones, que llegan al grado deveneración; no es otra cosa el acto reverencial de inclinarla cabeza en el momento de saludar a su padrino. Su gra-titud se manifiesta en variadas formas: obsequiando losmejores frutos, la más rica ofrenda en la fiesta de los muer-tos, haciéndonos presidir el banquete en las festividades(si es mole servirnos la cabeza del guajolote), todas ellasson demostraciones de gran afecto, de la manera de sentiry de querer de nuestros indios. ¿Hasta cuándo los gobiernosharán efectiva la verdadera reincorporación de ellos a lacivilización?, los necesitamos alfabetizados, es verdad, peroen el momento de llevarles los medios del conocimientohumano, hay que hacerles sentir que somos iguales, mexi-canos todos, sin herir su susceptibilidad, su humildad, suidiosincrasia.

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Se terminó la edición en lostalleres de Industria Gráfica Edito-rial Mexicana el 22 de noviembrede 1979. Edición: 1 000 ejemplares


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