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MEDINA AZAHARA. ARQUEOLOGÍA Y PAISAJE
“Desde Azahara te recuerdo con pasión. El horizonte está claro y la tierra nos muestra su paz serena.
La brisa desmaya con el crepúsculo, parece que se apiada de mí y languidece llena de ternura”.
Ben Zaydn de Córdoba 1003-1070
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ÍNDICE
1 Introducción.
1.1 Carácter del libro y organización del libro
1.2 Lugar, tiempo y memoria
1.3 lugar que recupera una leyenda
2 La ciudad
2.1 El contexto histórico: fundación y primera organización de la ciudad
2.2. La remodelación de Medina Azahara
2.3. La organización de la ciudad en las narraciones del Muqtabis de Ibn Hayyan
2.4. El problema de la identificación de los itinerarios descritos en las crónicas con los restos
arqueológicos
2.5 La destrucción de la ciudad
2.6 Las ruinas y su valoración en la poesía taifa
2.7 Evolución en el uso y propiedad del lugar
Las excavaciones
Los prolegómenos P. Madrazo
Los comienzos R. Velásquez Bosco
Etapa de consolidación del yacimiento F. Hernández
La reorganización administrativa y la reorientación crítica del yacimiento A.
Vallejo.
3 El contexto territorial
3.1 El paisaje soporte
3.2 La valoración cultural del paisaje
3.3 Organización administrativa
3.3 Componentes de la organización poblacional
3.4 Las infraestructuras
3.5 Dimensiones de la población
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1 INTRODUCCIÓN
1.1 Carácter y organización del libro
1.2 Lugar, tiempo y memoria
1.3 Lugar y leyenda
1.1 Carácter y organización del libro
El presente libro se origina a partir del material informativo recopilado por sus autores,
arquitectos de profesión, como base para la redacción de un plan de protección del yacimiento de
Medina Azahara y su entorno en la ya lejana fecha de 1991. Su posible originalidad no debe buscarse
en una aportación de nuevos datos arqueológicos o históricos, que quedan fuera del alcance del
campo de actuación de los redactores, sino de la lectura de los datos históricos y materiales ya
conocidos a la luz de una interpretación territorial. Es decir, descubrir la influencia de ese prestigioso
zócalo histórico en la conformación de un paisaje tan cualificado como es el que se extiende al oeste
de Córdoba, entre la Sierra y la Campiña.
Para esa interpretación se ha partido de una confrontación de las fuentes literarias islámicas,
tanto de carácter histórico, como literario, con el conocimiento de los restos materiales, bien sea a
partir de las estructuras sacadas a la luz por las excavaciones, bien mediante la foto interpretación
aérea incluyendo nuevas técnicas como las imágenes de infrarrojos. Todo ello completado como un
pausado recorrido de campo y con una familiarización con la materialidad de los restos
arqueológicos a través de sucesivas campañas de restauración. Se trata fundamentalmente de una
interpretación de índole espacial reflejada en una correspondencia entre la expresión gráfica, a
través del dibujo y la fotografía, y los textos literarios.
Debido a la importancia concedida al valor de la inserción paisajística, el libro se ordena en dos
secciones, una primera dedicada a la ciudad en sí misma y otra segunda al contexto territorial que
siguen a la presente introducción general.
1.2 Lugar, tiempo y memoria
Con el discurrir histórico unos pocos lugares excepcionales adquieren el valor de capitalidad
universal o continental, lugar en el que concentran las más excelsas manifestaciones de la cultura de
una época, de lugares se convierten en centros de referencia para la cultura de una época de la que
ejercen su capitalidad y, de esta forma, dicho tiempo se convierte en marchamo identificador para el
desarrollo futuro de dicho espacio. Córdoba Califal, y Medina Azahra constituyen un caso ejemplar
de ese proceso.
1.3 Lugar y leyenda
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Hay lugares en los que el territorio actúa como receptáculo de la memoria, bien sea a través de la
memoria colectiva bien como objeto de la historia y los archivos escritos. Otra fuente de
rememoración tiene su origen en la literatura. A través de las narraciones literarias, una imagen
pasada frecuentemente se convierte en leyenda y fantasía, una vez desaparecido el referente
material que la había originado. En el caso de Madinat al-Zahra ese proceso de ocultamiento, olvido,
y rememoración, se produce en el campo territorial y en el histórico. Las referencias historiográficas
más verídicas del Muqtabis de Ibn Hayyan no se recuperan sino mucho tiempo después del
descubrimiento de las ruinas, de forma que, hasta entonces, las referencias más comunes serán las
proporcionada por la tardía fuente de lo s Analectes de Al Maqari, el siglo XVII, cuando hacía tiempo
que toda huella había desaparecido, por lo que la historia, desprovista de objeto de confrontación,
mezcla las referencias reales entremezcladas con otras transformadas en hipérbole fantasiosa.
Durante un tiempo la eufonía de Medina Azahara correspondía al reino fantástico de las Ciudades
Invisibles fantaseadas por Italo Calvino, una huella perdida (sepultada en el olvido) en el paisaje y
conservada de forma nebulosa en la historia. De ese sueño fantástico vino a despertarla el proceso
de excavación. A partir de ese momento se produce un reencuentro entre el lugar la historia y la
literatura, la imagen fantástica y la realidad.
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2 LA CIUDAD
2.1 El contexto histórico: fundación y primera organización
2.2. La remodelación de Medina Azahara
2.3. La organización de la ciudad en las narraciones del Muqtabis de Ibn Hayyan
2.4. El problema de la identificación de los itinerarios descritos en las crónicas con los restos
arqueológicos
2. 1 EL CONTEXTO HISTÓRICO FUNDACIÓN Y PRIMERA ORGANIZACIÓN DE LA CIUDAD
Vista de Mahdiya en el siglo XVI Planta supuesta de Mahdiya en el siglo X
La creación de Medina Azahara, al igual que la del propio califato cordobés, obedecería,
según Acién (M. Acién 1.987, p. 16), a una contraofensiva de Abderramán III a la anterior
proclamación del califato en Ifriquiya (Túnez actual) por el emigrado Fattimí Ubaid Allah al Mahdi, y
a la fundación por éste de una nueva capital a la que le dio su nombre: al Mahdiya. Esta estrategia
de confrontación habría que entenderla dentro del contexto de lucha por el dominio del Norte de
Africa que se venía desarrollando desde tiempos de Abderramán II. Sin embargo, el gran lapso
temporal existente entre la motivación y su efecto nos obliga a matizar esa hipótesis y considerar
que no se trataría de una respuesta inmediata a un estimulo, sino de una causa profunda, cuyas
consecuencias se irían produciendo a largo plazo, cuando las circunstancias lo permitiesen. En
efecto, la autoproclamación como imán de al Mahdi se produciría en el 909 y la ciudad de al
Mahdiya se fundaría en el 915 finalizándose en el 921. Se trata de un diseño condicionado por la
configuración de la península en la que se asienta sin que se perciba una geometría previa.
En el caso de Abderramán III la proclamación del califato no se verificó hasta el 928, una vez
aplastadas las discordias civiles, tras la definitiva conquista de Bobastro y la edificación de Medina
Azahara se dilataría hasta el 940, como consecuencia del cambio vital del monarca, al retirarse de los
campos de batalla tras la derrota del foso de Simancas. Por tanto, se habría producido un lapso de
24 años entre el comienzo de la capital norteafricana y el de la cordobesa.
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Monasterio de Bobastro
La consideración de Medina Azahara como la clave del arco que divide la época de
Abderramán III en dos periodos caracterizados por distintas actitudes políticas está presente en toda
la historiografía islámica, así, según al Maqqari y otros cronistas tardíos, el largo reinado de 50 años
se habría dividido en dos etapas iguales, la primera dedicada a guerrear y la segunda a la
construcción. El inicio de esta segunda etapa, el día primero del año 26 de reinado, equivalente al
año cristiano 936, estaría marcada por la fundación de Medina Azahara.
La más reciente publicación del Muqtabis de Ibn Hayyan ha venido a poner en tela de juicio
una tan sospechosa simetría cronológica. Según el citado historiador, contemporáneo de los hechos,
tras la derrota del foso de Simancas verificada el 1 de Agosto de 939 "Al Nasir quedó abrumado por
su fracaso en esta campaña, sin paralelo en todo su periodo anterior, y disgustado con su suerte,
tenía confusos pensamientos, y no era justo consigo, por lo que se le aconsejó distraer su
preocupación con su mayor placer, la construcción. Dicen que se dedicó a ello de modo absorbente
fundando Azahara más abajo de Córdoba, poniendo en la holgura y majestad de sus edificios el
descanso de su mente y olvidándose de lo demás, pues desde entonces dejó de guerrear
personalmente, delegando en sus ... alcaides". Ibn Hayyan, 1.981, p.328.
Puente sobre el Duero y planta de la muralla y puente de Simancas en el siglo XVI
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La vuelta de Abderramán derrotado a Córdoba se produjo el 30 de Septiembre del 939. Del 3
de Marzo siguiente, cuando aún no había transcurrido el invierno, proceden las primeras noticias del
comienzo de ese furor constructivo, fruto del fervor con el que el Califa se aplicó a practicar la
terapia antidepresiva que le había sido recetada, la edificación de un acueducto, con grandes obras
de ingeniería que desde la Sierra conducía hasta su almunia de al Naura, concluyéndose la obra el
Marzo siguiente
Entre Julio y Diciembre de se mismo año, una placa epigráfica nos informa que se construye
otra conducción de agua hacia la zona del alcázar desde las montañas. Considerando la coincidencia
de fechas y la cortedad del plazo, es probable que esta conducción sea solamente un ramal de
acueducto de Al Naura que B. Pavón cree que discurriría sobre las grandes murallas que se
conservan en lugar conocido como la Huerta de Maimón, para entrar en la medina por la puerta de
Sevilla (B. Pavón 1.990, p.p. 237-239).
Conducción abovedada del acueducto
La descripción que hace al Maqqari de ese acueducto de Al Naura en la que se dice
"contempló Al Nasir la construcción de una magnífica conducción (qana) la cual traía el agua potable
desde la Sierra de Córdoba hasta el Alcázar de Naura, situado al occidente de Córdoba. El acueducto
era una maravilla de la técnica de ingeniería; por su interior abovedado corría el agua con una
disposición portentosa" (A. Arjona 1.982, p. 99), parece que no encuentra una mejor
correspondencia en toda el área occidental de la Sierra, que el acueducto de Valdepuentes,
adaptación de la construcción abovedada romana que transcurría por la alquería de Qurqurit.
El hecho de que, según Ibn Hayyan, el alcázar o almunia nueva de Qarqarit, que llamaría
Azahara, se comienza a construir en el otoño del 940 o invierno del 941 (Ibn Hayyan 1.981, p.359), es
decir coincidiendo con la finalización de los citados acueductos, hace verosímil la hipótesis de que
durante el transcurso de las obras de esas infraestructuras hidráulicas Abderramán III descubriese
las excepcionales condiciones paisajísticas de la alquería de Qurqurit y decidiese realizar allí un
nuevo gran alcázar que emulase al de Al Naura.
Al poco de comenzadas las obras de Azahara, como máximo seis meses después, y al mes de
la finalización del acueducto, se inician las obras de la calzada de Al Naura al nuevo palacio que, a
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semejanza de lo que ocurre en otros lugares, como en el caso de la calzada y acueducto norte de
Medina Azahara a Córdoba, correspondería verosímilmente en su trazado con el acueducto que se
acababa de concluir.
Dos semanas antes, el 21 de Marzo, se iniciaba la construcción de Aljama de Azahara, lo que
implica el carácter de medina que se daba a la nueva fundación. Debió tratarse de un proceso
constructivo extremadamente acelerado, para el que las fuentes dan un plazo fabuloso de 48 días,
aunque las pruebas epigráficas nos hacen retrasar su finalización al año siguiente, 942.
Mezquita aljama
Con la nueva mezquita terminan las noticias conocidas de ese primer año y medio de
actividades frenéticas, que no debió haber dejado materialmente tiempo para la planificación ni
para los grandes planeamientos teóricos. Ni en las fuentes históricas, ni en las legendarias
encontramos referencia alguna a la existencia de un plan previo con connotaciones cosmológicas,
tan frecuente en las poblaciones similares del oriente; piénsese en la planta circular de la Ciudad de
la Paz de Al Mansur incluso, al occidente, en la citada al Madhiyya, pues, según Ibn Jatib, "Al Mahdi...
edificó Mahdiya después de haber elegido su emplazamiento entre las distintas comarcas. Trazó a su
gusto el plano de la misma bajo el horóscopo de Leo por ser éste un signo fijo y la casa del sol, que
es símbolo de los reyes (Ibn Jatib 1983, p.29).
Baghdad Planta de la Ciudad redonda de al-Mansur siglo VIII
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La imagen que de la nueva fundación de Abderramán III ofrecen, tanto la narración de los
hechos como los restos arqueológicos, corrobora esa idea de una ciudad construida por acumulación
de actuaciones sucesivas, sin un rígido esquema de partida.
Planta de Madinat al-Zahra
En el plano arquitectónico no parecen haberse introducido en este momento grandes
innovaciones. El alcázar, centrado entorno a la residencia del califa, que se sitúa en el punto de
topografía dominante, como elemento jerarquizador, parece desarrollar en gran escala el esquema
de las almunias de la época, como nos revela el ejemplo de Alamiriya. La posición relativa del alcázar
y la mezquita y la disposición de grandes espacios abiertos repiten exactamente la organización
precedente en Córdoba.
Planta de Alamirilla
Algunos indicios, como la discontinuidad constructiva entre la muralla del alcázar y las de
medina, al menos por su parte oriental, la única excavada, podrían indicarnos que, al modo de lo que
ocurría en los citados ejemplos de las ciudades de al Mansur y al Mahdi donde el área amurallada
comprendía solo el centro palaciego y administrativo, permaneciendo las zonas residencia
extramuros, en Azahara el área amurallada se limitaría al Alcázar permaneciendo en estos primeros
momentos el resto extramuros, sin cerca.
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Las primeras noticias sobre la vida en Medina Azahara
Las obras debieron haber proseguido con intensidad durante toda la década; pues en el 944
ya se verifican recepciones; en concreto, a principios de Noviembre, Mohamed ben Abi ben Idris
llegó al alcázar de Al Zahara donde Al Nasir lo recibió con grandes honores.
Ese mismo año se produce un hecho crucial en la valoración de la nueva ciudad, el traslado
de la ceca desde Córdoba. La importancia de la ceca era tan grande que su creación se corresponde
con la del estado califal; en efecto, la ceca cordobesa se había creado en el 926, coincidiendo con la
autoproclamación por Abderramán III con Título de Califa, por ello su traslado desde Córdoba, que
otras fuentes retardaban al año 946-947, viene a significar el traslado de la sede del poder califal.
Dinar de la ceca de Abd al –Rahman III
En el 948 conocemos otra recepción solemne a unos personajes de Argel y el año siguiente,
949, a los embajadores bizantinos. Sin embargo, en este periodo Medina Azahara aún desempeña
un papel secundario respecto al Alcázar Cordobés en el aspecto representativo, pues la primera
recepción de esta importante embajada se había realizado allí. De esta última recepción en Medina
Azahara tenemos una descripción relativamente pormenorizada que nos atestigua la existencia de
una ciudad, medina, plenamente estructurada con su zalmedina, que recibe a los embajadores en la
puerta de la azuda, sus pórticos junto a las murallas del alcázar, donde hacen guardia las
alineaciones de porteros hasta llegar a un salón de recepción sobre los jardines.
En una segunda recepción, dos meses más tarde, de los mismos embajadores, se produce
una especie de visita turística a la ciudad, por la que nos enteramos de la existencia de un
importante complejo industrial de manufacturas regias, comenzando por la ceca, que ya
conocíamos, y siguiendo por una "dar al sana'a" casa de oficios, donde se fabricaban joyas y otros
elementos preciosos como las arquetas de marfil de las que algunas allí fabricadas nos han llegado
hasta hoy, y la "dar al udda", para equipos militares, flechas, escudos, arcos, etc. Sabemos que estas
industrias se encontraban al lado de Al Zahara. Pudiera tratarse de la serie de estructuras repetitivas
que se perciben en las fotografías aéreas del área occidental de la ciudad aún no excavada.
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Ortofoto de las estructuras occidentales bordeadas por la muralla exterior
De los mismos años, 948-949, tenemos una descripción aún más completa de la medina que
nos ofrece el viajero oriental Ibn Hawkal. En palabras de dicho autor: Abderramán III "había trazado
mercados", lo que parece volver a remitirnos a las ordenadas estructuras antes mencionadas, "e
hizo construir baños, caravansairs, palacios, parques, invitó al pueblo a vivir allí. Quien quisiera vivir
allí recibiría 400 dirhams, los edificios se hicieron densos, las casas formaban una línea continua
entre Córdoba y Zahara. Trasladó allí su tesoro, sus despachos, su prisión, sus depósitos y sus
aprovisionamientos. Zahara no ha conseguido tener una muralla completa, tiene una bonita aljama,
aunque inferior en grandeza a la de Córdoba" (Ibn Hawkal 1.971, p. 65).
Tenemos ya descritos todos los componentes de una medina, aunque la referencia a una
muralla inconclusa nos hace ver que se trata todavía de un proceso abierto. Aunque algunos
elementos palacios, aljama, parques, muralla, ya habían aparecido en las descripciones anteriores,
se mencionan ahora como novedad los espacios propios de una intensa actividad económica: zocos,
caravansairs, depósitos y aprovisionamientos; la mención del traslado del tesoro quizá debiera
relacionarse con la ceca. También aparece una sede del poder dotada de una cierta complejidad
administrativa, con sus despachos, así como la prisión, que por otras fuentes posteriores sabemos
que es subterránea, y, por último, una importante capacidad poblacional que ya intuíamos por la
creación de la aljama; pero que ahora sabemos que disponía de otras dotaciones tales como los
baños.
En las fechas en las que se verifica el viaje de Ibn Hawkal debió considerarse cumplida una
etapa en Zahara porque las próximas construcciones importantes de las que tenemos noticia se
refieren a la edificación del nuevo alminar de la Mezquita de Córdoba en el 951.
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La primitiva estructura urbana y los restos arqueológicos
Si la identificación de la estructura urbana definitiva de al Zahara aparece llena de
incertidumbres debido al pequeño porcentaje de zona excavada, el intento de descripción de su
definitivo estado entra de lleno en el terreno de lo hipotético.
Vista del Alcázar de Medina
La Zahara de este periodo parece haber estado dominada topográfica y jerárquicamente por
la gran plataforma de Alcázar y, dentro de ésta, por la propia residencia del Califa, que ocuparía su
lugar central en la cota culminante. El Alcázar constituiría probablemente el único recinto
amurallado, encontrándose la medina dispuesta a extramuros en su zona baja, y sin que se perciba
en ella muestras de haber recibido una organización unitaria.
Ortofoto del conjunto de la medina
Fuera de la muralla del Alcázar, y en todo su borde inferior, el meridional, se había
garantizado la inedificabilidad manteniendo una banda de espacios abiertos, con objeto de
conseguir amplias visuales sobre el paisaje de la campiña desde el Alcázar, tal como ocurría en el
Alcázar de Córdoba. En uno de los costados de estos espacios, el occidental, se habrían dispuesto las
manufacturas regias. En el otro costado el oriental, que como se dice en las crónicas constituye la
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orientación, valga la redundancia, preferente, se dispone la mezquita, contigua y ligada al Alcázar,
aunque extramuros, y a sus pies parece extenderse espontáneamente la ciudad, a lo largo del
camino que comunicaría con Córdoba. Otra calzada, la que unía el Alcázar con al Naura, dividiría
esta zona residencial de la banda de espacios libres.
La longitud total del conjunto de Este a Oeste alcanzaría probablemente los 2.700 codos
mencionados por al Maqqari, unos 1.270 m., y se extendería desde las estructuras occidentales
hasta la torrentera de San Jerónimo.
Paseo de Ronda Bajo
La muralla que rodeaba al alcázar tenía una disposición rectangular en los costados que la
separan de la llanura meridional, occidental y oriental, éste último con una ligera oblicuidad, debido
al trazado de la calzada de Al Naura. En toda la longitud del costado meridional, donde la muralla
adquiere la máxima altura. El desnivel se salva por un sistema de rampas encerrado dentro del
grueso de la muralla, constituyendo lo que Velázquez Bosco denominaba Camino de Ronda Bajo. (A
sus pies corre una calzada ligeramente elevada sobre los jardines. El costado Norte, que separa el
Alcázar de la montaña, presenta una disposición más irregular adaptándose al perfil del terreno
mediante tres quiebros consecutivos.
Planta de la Dar al-Mulk
El interior del recinto fortificado del alcázar se divide en plataformas de cotas distintas por
medio de una retícula de muros de 3 codos, 1,50 m. aproximadamente, que se diferencian de los
empleados en la construcción ordinaria de edificios que eran de menor espesor, 2 codos. En la parte
excavada, algo más del tercio oriental, los espacios superiores del alcázar se ocupan por la residencia
regia, con una organización de naves paralelas a fachada, con isletas laterales cuadradas típicas de la
arquitectura andaluza y norteafricana de la época, mientras los espacios inferiores parecen haber
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quedado libres, en un primer momento, como solares de reserva para la residencia de los grandes
personajes de la corte.
Vista desde la dar al-MulK
En cuanto a los accesos, en primer lugar se encuentra la calzada de Al Naura del 941, que
bien pudiera corresponder la entrada por el Sur entre Alcázar y Mezquita, en una dirección
ligeramente oblicua respecto al resto de las estructuras. El hecho de que la planta deba deformarse
en su borde oriental para adaptarse a la calzada, señala a ésta como una obra anterior, que se habría
tomado por condicionante preexistente, por lo que debería corresponder a los primeros momentos
de al Zahara. Por otra parte, esta entrada meridional entre Alcázar y Mezquita corresponde
perfectamente al modelo Cordobés de la Puerta de la Estatua o del Puente y, aún más, la críptica
descripción del Muqtabis "empezó la pavimentación del arrecife... hasta la puerta de su alcázar
nuevo... con entrada en él sobre la orilla próxima sobre la que está la ciudad de Córdoba" (Ibn
Hayyan 1.982, p.359), encuentra su fácil explicación en este camino que conduce hasta el borde
oriental del alcázar, el más próximo a Córdoba, donde se debería hallar la puerta de la Azuda.
Calzadas Córdoba Medina
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Dentro del alcázar este camino se abre sobre una explanada donde se construirá después la
llamada Dar al Yund y a la que se accede también desde la puerta Norte que, aunque su versión
actual corresponda a la segunda remodelación, debía ya de existir entonces, como revela su exacto
enfilamiento con el pasadizo entre dos muros, o fasil, que limita el alcázar por el Este y donde se
enclavarán una caballerizas
Caballerizas Quiebro en la muralla Norte
Ello supondría también la existencia de la calzada Norte que habría sido diseñada
conjuntamente con la muralla que bordea por el exterior y, por tanto, el resto de la calzada con sus
puentes en dirección a Córdoba, aunque no aparezcan trazas de su existencia en las crónicas. La
discontinuidad existente en la muralla Norte a partir de la dar al Yund parece indicar una fase
posterior en el tramo oriental.
Muralla y Calzada Norte
Recodo de la puerta norte, detalle de la planta e imagen
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A esta misma explanada delantera ante la puerta accedería también otra entrada
meridional, que pasaba la zona del Jardín Alto enterrada bajo un pórtico abovedado y seguía
mediante un sistema de rampas, también abovedado, el ya citado Camino de Ronda Bajo, y que
después gira en ángulo recto siguiendo el señalado ámbito entre muros de las caballerizas, donde
aparece hoy la parte superior de la bóvedas aún enterradas.
A partir del citado espacio abierto, que actúa como vestíbulo de entrada, el acceso hacia el interior
del Alcázar se produce mediante una puerta acodada, dispuesta en el ámbito de doble muro del
costado oriental, para entrar en un espacio de muros convergentes, al Norte con la oblicuidad propia
de la muralla, y al Sur con la orientación del conjunto. Por el fondo de ese ámbito trapezoidal, se
debía acceder a unos espacios previos a la residencia califal que quedaron desfigurados por la
implantación posterior del llamado patio de los pilares.
Patio de los Pilares Caballerizas en el espacio trapezoidal
Sobre el costado Norte, hasta la muralla exterior, dos grandes patios debían contener
cuerpos de guardia. En el costado Meridional a través de un pórtico con caballerizas, que parecen
acompañar a todas las zonas de entrada, se accedía a una vivienda de servicios.
A los pies del Alcázar se extendía la banda de espacios abiertos. La parte superior de la
misma bajo el citado "Camino de Ronda Bajo" estaba ocupada por el hoy denominado Jardín Bajo
que probablemente actuaría como encuadre visual del salón de recepciones. Otro jardín, o el mismo,
aparece como espacio de placer en el que se desarrolla la escena de sadismo recogido por Ibn
Hayyan, en la que Abderramán se dedica a beber con una esclava a la que hace quemar el rostro con
unas candelas (Ibn Hayyan 1.981, p. 40).
Más abajo aparecen otras plataformas menos estructuradas donde podrían situarse ese
zoológico al que parece referirse al Maqqari cuando afirma, "dispuso estancias para las fieras (hair)
de gran extensión, situadas a corta distancia del foso de protección y amplias pajareras protegidas
con enrejados" (R. Castejón 1.961, p. 135). Se trataría de un "hair" al modo de los conocidos para los
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palacios orientales. Una banda de mayor planicie situada en el costado occidental del jardín bajo,
parecería adecuada para el uso de "almuzara", campo de ejercicios hípicos, e incluso juego de polo.
Jardín alto
En el costado occidental, se perciben hoy claramente 6 estructuras iguales formadas por
grandes patios con naves en sus extremos, que, por su aspecto industrial repetitivo, aparecen como
la localización más verosímil para esas manufacturas regias situadas al lado de Zahara. Este tipo de
manufacturas constituían la única organización productiva industrial masiva de la época, puesto que
según Ibn Jatib "Hacían anualmente trece mil escudos y doce mil arcos... seis mil... en Córdoba e
igual número... en al Zahara. Hacían al mes veinte mil flechas (R. Castejón 1.961, p. 142). También
sabemos que la producción y comercio de materiales preciosos se hacían en recintos cerrados, las
alcaicerías (Chalmeta P. 1.991, p. 103), lo que sería coherente con las citadas estructuras muradas y
explicaría la función de la gran construcción defensiva que las preside. Por las mismas razones este
sería también un lugar posible para la localización de la Ceca.
El conjunto de manufacturas, por su tamaño, exigiría la presencia de un nutrido número de
empleados, tal como las fuentes nos describen convertidos en formación de infantería con ocasión
de las grandes recepciones. No sería extraño que las manufacturas estuvieran ligadas a los zocos,
que ocuparían el ámbito de la puerta occidental del alcázar, repitiendo como en otras ocasiones, el
esquema de Córdoba, lo que explicaría la gran anchura, más de 7 m. de la calzada que accede a la
pequeña mezquita allí situada, y que, podría estar ligada con la población industrial o con los propios
zocos.
Fortificación y mezquitas de la zona occidental inexcavada
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El costado oriental, presidido por la mezquita, estaría ocupado por el espacio residencial de
la medina, con una disposición que parece fruto de un crecimiento espontáneo. La relativamente
moderada capacidad de la mezquita unas 1.500 plazas (Acién M. 1.987, p. 20), equivalente a una
población de unas 6.000 personas, parece coherente con la escasa extensión del área residencial
limitada a esa banda oriental, de la que aún abría que detraer la parte inferior de carácter inundable.
Vista de la mezquita
La localización de los servicios de la medina y en concreto la de los baños queda pendiente
de un mejor conocimiento de las conducciones de agua en la medina. Solo podemos indicar que una
potente estructura cuadrada bajo la gran terraza oriental, próxima al acueducto y borde del arroyo
San Jerónimo, es sugerente para este uso.
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2.2. LA REMODELACION DE MEDINA AZAHARA
Una vez finalizadas las obras del alminar de la aljama cordobesa, y a partir del año 953,
sabemos que se produce una profunda remodelación de la nueva medina. Un Abderramán que iba
entrando en la ancianidad, 64 años, debió ir dejando paso en la toma de decisiones a su hijo Al
Hakam ya próximo a la cuarentena. Según al Maqqari "estaba encargado de las obras su hijo Al
Hakam pues al Nasir no tuvo confianza para poner a su frente a otro que no fuera a él" y según Ibn
Hayyan el año 941 en coincidencia con el arranque de Azahara y con el cambio de política de
Abderramán III", " el principe heredero al Hakam quedó encargado de los Tributos, la ceca y el
Tesoro". La implicación de Al Hakam en las obras debió ser muy íntima, como se desprende del
siguiente episodio posterior, recogido por Ibn Hayyan y referido a unas reparaciones del puente
de Córdoba el 31 de Agosto de 971 "El Califa... venía personalmente en muchas ocasiones a
inspeccionar por si mismo las obras, para reforzar la autoridad de los encargados de dirigirlas que
eran algunos grandes jalifas, servidores suyos, asistidos de ciertos principales Katibes, y cuando no
bajaba al sitio de las obras, subía a la azotea que hay encima de la puerta de la Azuda... que
domina dicho lugar desde tan cerca que es como si estuviera presente. Allí permanecía largas
horas contemplando los trabajos, dando su opinión sobre ellos y animando a los obreros para que
todo se hiciera más deprisa, antes de que se echara encima el invierno" (Ibn Hayyan 1.967, p.78).
Otro personaje que debió haber ejercido una influencia creciente desde esos años finales
de Abderramán fue Yaffar, excelso poeta, e intimo compañero de al Hakam desde la infancia,
quien lo nombrará hayib, primer ministro, al acceder al trono; su nombre aparece frecuentemente
en los epígrafes como director de las obras, tanto en Medina Azahara, en un baño y en el pabellón
central, como en la mezquita cordobesa.
Por otra parte, en estos años la desaparición del monarca leonés Ramiro II, que había
supuesto una pesadilla para el ejercito califal, y su sustitución por personajes incapaces como
Sancho I y Ordoño IV, quienes acabarán presentándose suplicantes en Medina Azahara en busca
de ayuda para solventar sus rencillas internas, debieron haber propiciado un periodo de máxima
tranquilidad. En este ambiente de paz interna, el nuevo protagonismo de unos personajes de tan
profunda formación cultural como eran al Al Hakam II y Yaffar se va a traducir en una nueva
apertura a los influjos de los grandes centros culturales de Oriente e Ifriquiyya, rompiendo la
tendencia al aislamiento interno que había mantenido hasta entonces Abderramán III. Esta
cerrazón exterior, en una actitud defensiva frente a la presencia de espías abbasíes o fattimíes,
había creado en ambiente de tradicionalismo cultural que se manifestaba en los primeros
planteamientos de Medina Azahara.
Por el contrario, en estos últimos años de reinado se va a promover la venida a Córdoba
de una pléyade de literatos, artistas y científicos orientales que darán lugar a un periodo de
máximo florecimiento cultural, en el que se imponen los modos abbasíes en todos los campos,
comenzando por la propia concepción del poder, que ahora se reviste de unos contenidos sacrales
de clara estirpe oriental.
El reseñado cambio de clima cultural y político va a traducirse en un replanteamiento en
profundidad del urbanismo, la arquitectura y la decoración en Medina Azahara. En el urbanismo
20
se tenderá a la regularidad geométrica y la simetría, en la arquitectura se introducirán nuevos
tipos como la basílica y los pórticos escenográficos, y en la decoración los complejos motivos
vegetales, claramente derivados de Samarra.
Panel de ataurique
Desde el planteamiento inicial de un alcázar presidido por la residencia personal del
gobernante, se pasa a proponer un modelo de ciudad concebida como escenario para la
representación del poder. El nuevo centro de la ciudad ya no es la residencia, sino la sala del trono
que, por sus nuevas connotaciones religiosas, tendrá más bien como modelo a la mezquita y como
marco al jardín, símbolo espacial del paraíso.
Alfombra persa tipo jardín paraíso
La exaltación del poder se realiza mediante la aproximación al trono de las comitivas de
embajadas y grandes personajes a través de recorridos ceremoniales que requieren la existencia
de grandes espacios de representación. Consecuentemente, el alcázar unitario anterior se va a
dividir en dos ámbitos claramente diferenciados; el público y el de residencia privada del
gobernante y su corte, y junto a ellos se situará la ciudad residencial y comercial.
21
La implantación de ese modelo en Medina Azahara, con una parte importante de la ciudad
y la medina ya construidos, debió requerir un cierto compromiso de lo nuevo con lo existente. El
nuevo diseño parece comenzarse con la ubicación del conjunto formado por la basílica del trono
con su jardín, y para la que se debieron utilizar criterios fundamentalmente paisajísticos, como
había ocurrido antes en la elección del lugar de la ciudad. El requisito de disponer de un gran
jardín obligaba a elegir necesariamente una cota más baja que la ocupada anteriormente por el
palacio residencial, por lo que se colocó en el ámbito de los jardines existentes, pero eligiendo un
lugar elevado sobre un amplio espolón que penetraba profundamente en la llanura.
Jardín Alto
El siguiente componente de la nueva ciudad eran los espacios públicos representativos
que permitieran el desarrollo de los cortejos ceremoniales, a la vez que una organización
administrativa más compleja. Para satisfacer este requisito debía ampliarse al ámbito del alcázar,
retrasando hacia el oriente su puerta de entrada, la Puerta de la Azuda, de forma que pudiera
extenderse al ámbito de la plataforma elevada sobre la ciudad.
Estas soluciones de compromiso con lo existente se manifiestan en una cierta
incongruencia de los resultados, especialmente notable si la comparamos con la rígida
organización axial de los modelos orientales, como por ejemplo Balkuwara. El camino principal de
entrada procedente de al Naura tenía directriz Norte Sur (excéntrico respecto a la muralla) y sin
embargo el desarrollo longitudinal del alcázar de Este a Oeste obligaba a un brusco giro de los
recorridos; por otro lado, el continuo proceso ascendente de los visitantes se contradecía con el
sentido descendente del tramo final desde la plataforma del alcázar hasta el Salón del Trono con
su jardín.
Planta de BalKuwara, Samarra
22
En este momento podría haberse dotado finalmente al conjunto de la medina de un
recinto amurallado de conformación y métrica regular. Se trata de un rectángulo con una longitud
de una milla y altura mitad, cuyo eje longitudinal coincide con el del salón del trono por lo que
parece haberse trazado en función de éste. La regularidad del rectángulo solo se altera por la
oblicuidad de la muralla Norte del alcázar preexistente y los necesarios tramos de acuerdo con el
mismo. La nueva actuación formaría una gran U con dos segmentos que lo cierran hacia dentro
por sus extremos.
Dentro del recinto amurallado quedaba una gran zona central, presidida al Norte en toda
su longitud, por el alcázar, recientemente ampliado, al mediodía se extendía la llanura, con la
división entonces existente entre una zona de espacios abiertos frente al antiguo alcázar
residencial y otra de viviendas y sus servicios, bajo la parte antigua y la nueva del ámbito público
del alcázar.
A ambos costados de esta gran franja central quedaban dos bandas regulares alargadas en
toda la profundidad Norte-Sur, sin que presenten las deformaciones en la muralla de la zona
Norte que caracterizaba el ámbito central. La banda occidental parece englobar, con otros usos,
las manufacturas reales ya existentes y la franja oriental permaneció libre, quizá como reserva de
un uso especializado que no llegó a implantarse.
La organización interna de las distintas zonas presenta distribuciones de muy diverso
carácter, como se observa en el alcázar, en donde el área pública, constituida por grandes
plataformas en las que predominan los espacios abiertos, con ordenaciones de clara regularidad y
simetría, contrasta fuertemente con el dédalo abigarrado de pequeñas estructuras superpuestas
de la parte antigua, de carácter privado.
En general, como resultado de las remodelaciones sucesivas, en las que las nuevas
estructuras acaban por edificarse sobre las precedentes, el conjunto de la planta, aunque
compuesta generalmente por piezas de fuerte consistencia geométrica, presenta una apariencia
de crecimiento orgánico muy alejado de los rígidos ejemplos de simetría oriental de la Medina al
Salam o de Balkuwara, y más próximo a algunos complejos norteafricanos poco posteriores, como
el de Kala de los Beni Hammad, edificada en el 1.007.
Imágenes de Kala de los Beni Hammad
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Kala de los Beni Hammad planta general y Gran Alberca
La cronología de las obras de remodelación
El grueso de las obras de esta segunda fase de Azahara parece haberse realizado en el
periodo comprendido entre las dos actuaciones de Abderramán III sobre la mezquita aljama, la
renovación de la fachada del 951 y el nuevo alminar en el 958.
Casa de Yafar Baño anejo
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Interior del salón de Abd al-Rahman III
Las primeras noticias epigráficas son del 953 y corresponden al Salón Rico, mientras que
las últimas encontradas en ese mismo edificio son del 957 (Ocaña 1.945, p.p. 155-157). La misma
fecha aparece también en el pabellón central. Las obras fechadas más tardías correspondían al
baño cercano a la llamada casa de Yaffar y se refieren al año 961 en el que muere Abderramán III.
A partir de la entronización de Al Hakam II la nueva ciudad debió considerarse
relativamente concluida y las actividades constructivas se centran plenamente en la aljama
cordobesa. Las obras de ampliación comienzan en el 961 y la cúpula se cierra en el 965, no
dándose por terminadas hasta la muerte del califa en el 976. Quizás detrás de ese cambio de
objetivos constructivos del piadoso Al Hakam II, desde el palacio a la aljama, están las
reconvenciones de Al Mundir a su padre por el lujo desplegado en las edificaciones de Medina
Azahara, si es que la narración legendaria recogida por al Maqqari contiene un cierto fondo
histórico. Durante este periodo de ampliación de la mezquita cordobesa las referencias a obras en
Medina Azahara son muy escasas y de pequeña consideración. En el 972, con motivo de adecuar
la Dar al Mulk para sede de las lecciones del principe heredero, se procede a unas obras de
renovación y a la apertura de un nuevo acceso y en ese mismo año se realiza la construcción de la
Duwayra (la casita), nuevos departamentos para la cárcel en la Casa de los Aguadores, junto a la
cárcel subterránea ya existente.
A partir del traslado final de la corte a Córdoba en el 974 con motivo de la enfermedad de
Al Hakam, el interés por Azahara disminuye y esta situación se agravará desde el 978 al
comenzarse la construcción de la Medina Zahira de Almanzor. Las obras realizadas durante este
periodo oscuro, no debieron pasar de pequeñas reformas de cerramiento de huecos, en un
espíritu de repliegue defensivo.
25
Las actividades representativas en el nuevo escenario
La primera noticia que nos dan las crónicas del funcionamiento de Medina Azahara como
escenario de recepciones tras la creación del Salón Rico se refiere a Octubre del 961, con motivo
de la muerte de Abderramán III y la subsiguiente coronación de Al Hakam II. La narración se
repite, con mayor detalle, al año siguiente, 962, con la visita de Ordoño IV, y en ella se alude a otra
anterior de su rival Sancho I, en la que ya estaba en funcionamiento la Dar al Yund, pues nos
menciona su paso por ella, y que debió haberse producido en el 958. Todavía dos años antes, en el
956, en pleno desarrollo de las obras se había producido la recepción de Juan de Gorze embajador
del emperador Otón I, quien, debido a roces sobre el contenido de la embajada, permanecía en
Córdoba esperando desde el 951. A partir del 971 y hasta el 974, al poder disponer de las crónicas
de Ibn Hayyan correspondientes a esos años, conocemos detalladamente una larga serie de
recepciones. El conjunto total de recepciones conocidas celebradas en Medina Azahara es el
siguiente:
Recepciones en Medina Azahara antes de la edificación del Salón Oriental:
944
Principios de Noviembre Principe Idrisí
947
Finales de Julio Personajes Norteafricanos
949
Septiembre Dos recepciones consecutivas a embajadores de Bizancio
Mediados de Noviembre Recepción de los embajadores de Bizancio en el salón que
da sobre los jardines.
956 Juan de Gorze embajador de Oton I
Recepciones en Medina en el Salón Oriental:
958 Sancho I el Craso y su madre la reina Tuda.
961
17 Octubre Coronación de Alhakam II, dos días después de la muerte de
Abderramán III. Salones Oriental y Central.
962
5 Abril Recepción a Ordoño IV, hospedaje en la Ruzafa
967
Mediados de Septiembre Embajadores Idrisíes
971
1 Julio Recepción embajadores cristianos
27 Julio Fiesta ruptura del ayuno
13 Julio Recepción de Galib
12 Agosto Recepción de embajadores
30 Septiembre Recepción de embajadores cristianos
4 Octubre Fiesta de los sacrificios
972
22 Septiembre Fiesta de los sacrificios
26
973
5 Julio Fiesta de ruptura del ayuno
2 Septiembre Fiesta de los sacrificios
28 Septiembre Recepción de embajadores musulmanes y cristianos
17 Noviembre Recepción de embajadores musulmanes y cristianos
30 Noviembre Recepción embajadores de Berbería.
974
25 Junio Fiesta de ruptura del ayuno
1 Agosto Recepción de los embajadores cristianos
1 Septiembre Fiesta de los sacrificios
26 Septiembre Recepción del general Galib
975
27 Marzo Al Hakam abandonó definitivamente Medina Azahara
Como vemos, el grueso de las recepciones se producen en el verano y primera mitad de
otoño, en el periodo marcado por las dos grandes fiestas de la ruptura del ayuno y de los
sacrificios: una en Abril, una en Junio, cinco en Julio, dos en Agosto, siete en Septiembre, una en
Octubre y tres en noviembre. La ausencia de recepciones en los meses fríos aclara la facilidad con
que podrían tenerse abiertas las grandes puertas de los salones, como necesaria fuente luminosa.
A partir del 975 las noticias de la actividad en Medina Azahara, como antes se decía, casi
desaparecen, no obstante el califa fantasma Hisan II debió haber seguido usándola, pues tenemos
noticia de un traslado de emergencia suyo desde al Naura a Medina Azahara en 1.008, antes de la
destrucción de la ciudad por la guerra civil del 1009-1010. La ceca siguió acuñando moneda, y la
cárcel utilizada, al menos en el periodo almanzoreño (R. Castejón 1.961, p. 135).
Fachada del Salón
27
2.3. LA ORGANIZACION DE LA CIUDAD EN LAS NARRACIONES DEL MUQTABIS DE IBN HAYYAN
Las descripciones de las grandes recepciones realizadas entre el 960 y el 974 y, en
particular, los de los 4 últimos años, cubiertos por el fragmento de los anales de Ibn Hayyan
traducido por E. García Gómez, aunque muy repetitiva, hasta el punto de parecer copiadas de un
mismo modelo, nos ofrecen una enumeración secuencial de los aposentos que los visitantes
recorren en sus procesiones ceremoniales, lo que nos permite obtener una cierta visión de cual
era la organización espacial de la ciudad.
En conjunto, la mayoría de las narraciones tratan del recorrido y ascensión de los
personajes desde la puerta de la Medina hasta llegar a la contemplación del califa en el salón del
trono; pero también se refleja el proceso contrario, por el cual a los caídos en desgracia se les
conduce y hace descender hasta la cárcel subterránea. En ocasiones ambos procesos, de elevación
y descenso, se verifican alternativamente para unos mismos personajes en un corto periodo de
tiempo.
A continuación, vamos a hacer un análisis de todos esos recorridos, partiendo de la base
de la narración mas detallada, la última recepción del general Galib en Septiembre del 974 (Ibn
Hayyan 1.967, p.p. 231-245), y completándola con otras noticias dispersas que aparecen en otros
pasajes. Para una mayor claridad en la exposición hemos dividido el análisis de los recorridos en
tres partes: hasta la puerta de la medina, desde la puerta de la medina hasta el alcázar y en el
interior del alcázar.
28
El recorrido exterior
Aunque los personajes provengan de Córdoba, o de su residencia temporal en alguna
almunia, los itinerarios siempre tienen un mismo punto de partida en Al Naura, por lo que el
recorrido desde allí debía hacerse a través de la calzada construida por Abderramán III en el año
941. El camino debía estar flanqueado por esos arrabales de los que Ibn Hawkal decía que
formaban una línea continua entre Córdoba y Medina Azahara, y de los que existe constancia en
las crónicas con motivo de la entrega de limosnas en los años 964 y 973, en los que se habían
verificado grandes sequías. No obstante, esta ocupación residencial del espacio exterior no debía
ser muy importante, pues en el año 961 se decía que la puerta de la medina daba paso al sahra el
campo exterior (R. Castejón 1.961, p. 122).
A lo largo de la calzada, y hasta llegar a la Puerta de la Estatua, en la muralla meridional de
Medina Azahara, donde terminan todos los recorridos, el itinerario está guardado por una escolta
ecuestre del ejército regular o Yund, a diferencia de lo que ocurriría en el interior de la ciudad,
donde la guardia la compondrán empleados civiles uniformados y a pie, probablemente debido a
la estrechez de los pasos.
Cuando el recorrido descrito no es el de los visitantes, sino el del propio califa, como en el
caso del abandono definitivo de Al Hakam II, el itinerario cambia, no se dirige a al Naura en primer
término sino a Ara Nasih, aunque de allí siga a al Naura y Córdoba, por lo que debía usarse una
calzada distinta a la antes citada, y la puerta de salida otra, la de las Rosas, que, también se abría
en la muralla meridional. Probablemente se trate de un acceso directo desde el alcázar, a través
del espacio abierto de jardines, de ahí el nombre de la puerta, evitando el paso por las zonas
habitadas.
El recorrido por la medina. Desde la Puerta de la Estatua a la puerta de la Azuda
A partir de la Puerta de la Estatua se llega a unos pórticos, quizá bordeando un espacio
abierto, guardados por filas de infantes, que en realidad son operarios de las industrias reales
armadas.
A partir de los pórticos se entraba en un pasadizo abovedado, probablemente del tipo del
que se conservan varios ejemplos en las excavaciones, bóvedas de piedra de medio cañón
jalonadas por arcos. Dentro de las bóvedas, montaban la guardia dos filas de pacíficos
funcionarios fieramente armados, los empleados del Tiraz (Tejidos reales) y los de Correos.
Esta disposición de la entrada a la medina parece repetir fielmente la organización del
acceso a la Ciudad Redonda de Al Mansur, el primer Bagdagd, donde, para llegar al gran espacio
central y a partir de la puerta de la muralla, se entra primero en un patio y luego se discurre por
un largo pasadizo abovedado de 248 m. formado por 54 tramos entre arcos. Una entrada
semejante se planteaba también en Mahdiya, con un vestíbulo abovedado de 33 m. de longitud y
5,10 m. de ancho (A. Lezine 1.965, p. 29).
29
Pórtico de entrada a Mahdiya
En Azahara al acabar las bóvedas se llegaba a la puerta de las caballerizas. Quizás esta de
las caballerizas pudiera haber sido otra denominación para la puerta de las bóvedas, que en la
descripción recogida en Maqqari de la embajada de Ordoño IV se cita como primera puerta del
alcázar, entre la puerta exterior y la de Azuda. La lectura que hace Torres Balbás, de Puerta de la
Cuesta, "Bab al Aqaba" en vez de "Al Aqba", las bóvedas, también sería coherente con esta
posición de subida al alcázar, aunque no sería de extrañar, dado que esta denominación solo se
encuentra en esa cita, que se tratase de una referencia a la Puerta de la Estatua, donde comienzan
las bóvedas, a consecuencia de la frecuente confusión entre las denominaciones alcázar y medina
que se produce en los textos.
Cuerpo de caballería islámica, miniatura de Bayan y Ryad, manuscrito andalusí del siglo XIII
30
Las caballerizas, a las que alude la puerta citada, debían ser muy importantes, pues según
la crónica anónima "Dikr", al Hakam II tenía acuartelado en las explanadas de su alcázar y en las
fronteras un cuerpo de caballería de 20.000 caballos (Molina L. 1.983, p. 183). Aunque la cifra
fuera exagerada, y no sepamos bien a que alcázar se refiere, debemos suponer la existencia de
amplias explanadas para el entrenamiento de un contingente importante de caballos. La propia
evidencia del alto rango del jefe de las caballerizas que ocupa el primer lugar jerárquico de los
oficiales de Medina Azahara en las recepciones, parece conducirnos a la misma conclusión. Lo
mismo, por otra parte, ocurría en la Europa Cristiana contemporánea, donde el mariscal,
literalmente el jefe de los caballos, era un título prominente que ha llegado a nuestros días.
La situación de estas caballerizas precediendo a la entrada al alcázar, la puerta de la
Azuda, repite la misma disposición que aparece en las ruinas en las caballerizas que flanquean la
entrada a la parte residencial del alcázar, o las del acceso a la manzana de viviendas de la que
forma parte la llamada casa de Yaffar.
Caballerizas de acceso al Alcázar
Siguiendo con el recorrido que veníamos describiendo, se llega ante la Puerta de la Azuda,
junto a la cual recibe con gran pompa sentado el zalmedina a los visitantes. En otras ocasiones se
habla del despacho del zalmedina ante el sitial de la Surta, o de las dependencias del gobierno de
la medina.
Otros recorridos dentro de la medina, pero fuera del alcázar
El Zalmedina, en su sitial vecino a la puerta de la Azuda, además de aparecer en su función
protocolaria de recepción de visitantes ilustres antes de su introducción en el alcázar, aparece
también impartiendo justicia, y a continuación ocupándose de la ejecución de las penas al
acompañar, cabalgando, a los reos hasta la prisión. Como ya se ha mencionado, estos recorridos
representan el aspecto complementario de las procesiones de exaltación hacia el trono.
No sabemos cuando se crea la nueva prisión de Azahara, que en estos años parece
desplazar en el protagonismo a la cárcel vieja situada cerca de Al Naura, pero debió producirse en
el primer periodo de la ciudad, como otro de sus atributos de capitalidad, ya que Ibn Hawkal,
31
probablemente con la información recogida en su viaje del 948, informa que Abderramán III
trasladó la prisión, junto al tesoro, los despachos, los depósitos y los aprovisionamientos.
Las primeras noticias del uso de la prisión la tenemos de los años finales de Al Hakam II en
los años 972, 973 y 974. La más explícita es la del año 972 en que se dice que el Zalmedina cabalga
hacia la Dwayra (la casita) construida ese año junto a la cárcel en la casa de los aguadores y
trasladaron allí a los reos desde el interior de la cárcel precedente. Estas noticias se
complementan con las del 974 en las que se informa del traslado a pie de los hijos de Ali al
Andalusi desde la almunia de Ibn Abd al Aziz a la prisión de Dwayra en Medina Azahara, pasando
por el fasil de la Dwayra, para seguir luego a la cárcel subterránea (Ibn Hayyan 1.967, p.p. 210-
211). Es decir, sabemos que inicialmente se construyó una cárcel subterránea y que luego en sus
proximidades se añadió una nueva prisión, la Dwayra, con el mismo nombre que la prisión
cordobesa, a la que se accedía por un fasil (pasadizo), todo ello edificado sobre la casa que
ocupaban antes los aguadores.
La relación funcional entre el conjunto puerta de Azuda - Sitial del Zalmedina con la
prisión, así como los frecuentes desplazamientos del Zalmedina entre ambos, sin que en el
itinerario aparezcan otros lugares intermedios significativos, parecen indicar una proximidad entre
ambos lugares, sin que lleguen a estar inmediatos, puesto que el citado personaje se desplaza
siempre a caballo.
Interpretación del entorno inexcavado de la Azuda
La mención a la casa de los aguadores que se encontraba en el mismo sitio, parece
conducirnos a un espacio próximo a las fuentes de aprovisionamiento de agua. Por todas las
razones expuestas pensamos que una ubicación posible para la prisión sería la edificación o el
recinto del ángulo Noroeste situado entre dos de los afluentes que confluyen en el arroyo de San
Jerónimo, en proximidad a la muralla Norte, que cumpliría los condicionantes de cercanía al lugar
donde suponemos el conjunto formado por la Puerta de la Azuda, el sitial del zalmedina y el
acueducto.
Loa anales de Ibn Hayyan nos describen también otro episodio de encarcelamiento de un
descendiente de Abderramán III que es conducido encadenado desde la puerta de la Azuda a la
Casa de los Obreros que está sobre la Puerta de los Jardines, pero el hecho de que las mismas
32
denominaciones aparezcan citadas en otra ocasión en el alcázar de Córdoba, nos inclinan a pensar
que ha habido un error en la localización. Por otra parte, la noticia nos confirma la práctica del
encarcelamiento de personajes principales en los miradores situados sobre las puertas y de los
que en Medina Azahara se conservan restos correspondientes al espacio sobre el vano del centro
del gran pórtico.
Gran pórtico Mirador en el Bayan y Riyad
El recorrido en el interior del alcázar
Todos los recorridos por el interior del alcázar comienzan en la puerta de la Azuda y
terminan en el salón del Trono (Salón Oriental) pasando por una serie de zonas de recepción,
comunicadas por diversos pasadizos y espacios intermedios.
Tras dejar atrás el sitial del Zalmedina, donde éste se halla sentado con toda su pompa, se
penetra en la puerta de Azuda que está dotada de unos espacios de espera, donde permanecen
los acompañantes que allí descabalgaban. A partir de la puerta comienzan los fasiles de la azuda
que conducen hasta las Casillas de los Partales (pórticos). Sentados sobre los poyos que hay a todo
largo de esos fasiles se hallaban las corporaciones de porteros, monteros y encargados de las
caballerizas, lo que parece volvernos a apoyar la tesis de la relación entre puerta y caballerizas.
Luego, a partir de esos pórticos o partales, que deberían ser análogos al ya excavado y
restaurado denominado Pórtico Este, se llega a la casa militar, la Dar al Yund, tras atravesar esos
"afniya", patios, plazas o espacios libres que se mencionan, en otra ocasión (Ibn Hayyan 1.967, p.
118), y en las que debía establecerse una formación infantes arqueros. La casa militar se
componía de unos salones de recepción que tienen delante un patio donde Al Hakam II, irritado
por la introducción de modas norteafricanas, manda quemar una montura berberisca. Frente a la
casa del ejército descabalgan todos los visitantes ilustres, salvo los visires, que aún proseguirán
hasta el departamento siguiente, la casa de los visires.
33
Recorridos por la Medina
El salón más frecuentemente utilizado como recepción y espera de personajes ilustres es
el meridional, adjetivo que creemos, a la vista de las evidencias arqueológicas, debe interpretarse
como una referencia a su orientación y no a su posición. En una ocasión se mencionan también los
salones septentrionales, donde los invitados aguardan a ser recibidos. Este salón tenía un
mutarrad, o pórtico delantero, donde esperan los acompañantes, y una planta basilical con una
nave central donde el visitante ilustre se sienta sobre unos lujosos cojines. Las referencias a su
posición exterior o próxima al alcázar, creemos que deben entenderse respecto a la parte
primitiva del mismo, pues es evidente que se encuentran al interior de la puerta de la Azuda. El
departamento debía tener también unas caballerizas para las cabalgaduras de esos visitantes
ilustres que allí los dejan hasta volver a montar a la vuelta del salón del Trono.
La secuencia del cortejo continúa hasta la Dar al Wuzara, o casa de los visires a donde
descabalgan los personajes más encumbrados de la corte, Galib, el Sahib al Surta, etc., por el
medio parecen encontrarse otra serie de fasiles: el fasil Dorado y el fasil de Ibn Arrad
sucesivamente, aunque la localización de ambos sea imprecisa.
En la Dar al Wuzara también hay un salón meridional donde se sientan en un estrado esos
personajes citados y aposentos para los visires. Conocemos que allí se encontraba el estrado del
visir y general Ibn Tumulus y el del Caballerizo Mayor (Ibn Hayyan 1.967, p. 49). Las noticias nada
nos dicen acerca de la disposición de esta área. Solo sabemos que tenía una puerta, cerca de la
cual se encontraba el almacén de pertrechos, donde se guardaban las enseñas de guerra y que
disponía de un ancho poyo de mármol.
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Salón Basilical superior, posible Casa de los Visires
A partir de la Casa de los Visires una puerta conduce al fasil de los secretarios, al
que siguen toda otra serie de pórticos en cuyos poyos se sentaban los invitados secundarios a la
ceremonia, entre los que se citan a los responsables de las coras (las provincias). Este conjunto de
pasadizos se comunicaba, finalmente, por la Puerta de los Fasiles con la llamada azotea alta o
azotea alargada, sobre los jardines, a la que se abrían tanto el salón oriental del Trono como
occidental del Ayra (de plenos) o al Umara (de los príncipes). Barceló opina que la expresión árabe
Al-sath al-ali, que se traduce normalmente por azotea superior, corresponde más bien a un
concepto más general como nivel o plano elevado (C. Barceló 1.987, p. 101).
A la salida de esta Puerta de los Fasiles parece encontrarse el salón Occidental y al final el
Oriental, el recorrido a todo lo largo de esta azotea alargada o plano elevado, estaba flanqueada
por dos filas de esclavos eunucos y otros domésticos palatinos de categoría inferior.
El primer salón, el salón Occidental se abría a través de un pórtico delantero o mutarad.
En el se hallaba el Trono del príncipe heredero, y también se daban banquetes. En el año 962
cuando Hisam aún no había nacido, el trono situado en la nave al Norte del pórtico se encontraba
vacío. Sobre su posición sabemos que se correspondía con el Salón del Trono. La mención del
pórtico y de la nave central nos confirma que nos hallamos ante una edificación de planta basilical.
Quizás este espacio sea el mismo, al que se refieren las fuentes al hablar de un salón que da sobre
los jardines en el que el califa (al Hakam II) se sentó con su hijo a ver unos potros llegados de las
marismas, lo que supone que, además de sobre los jardines, debía asomarse sobre una explanada
abierta que permitiera las evoluciones ecuestres. En el arranque de la nave central de este salón
se le entrega a Ordoño IV como regalo un fogoso corcel sobre el que abandona la recepción. Lo
que indica que el recorrido hasta ese lugar era accesible a caballo, debiendo, por tanto, salvarse
los desniveles mediante rampas.
35
Planta de los dos Salones el andén y la alberca
El salón oriental, que en una ocasión también se denomina como el meridional, está
también precedido de un pórtico o mutarrad al que se abren al menos tres naves. La nave central
está presidida por un mirhab donde se halla el trono del califa, punto final de los cortejos
procesionales. En esta nave se colocaban los grandes personajes palatinos y de la familia califal
con arreglo a su categoría. En la nave de la izquierda se situaban otros personajes de rango
inferior. El suelo estaba cubierto con tapices.
Distribución ceremonial en el Salón según M. Barceló
36
Rampas de acceso al salón de Recepción
37
Los jardines.
Los dos salones califales, y el plano alargado superior que les servia de acceso, daban
sobre los jardines. En las menciones del salón oriental aún se precisa más y se habla del jardín
maravilloso.
Sobre el uso de los jardines, fuera del papel de fondo visual de estas recepciones y desde
los salones del alcázar, las crónicas son escuetas. Está la mención al episodio antes mencionado de
Abderramán III retirándose con una esclava a beber en uno de ellos, que no podría ser el Jardín
Alto por no haberse aún construido en esa época, y la ya descrita de los caballos de Niebla. Otras
descripciones son de origen poético como la recogida por Ibn Jafan en la que "Al Hakam II se
paseaba a solas por el jardín de Al Zahara junto a una alberca rebosante de agua que estaba en
medio del jardín perfumado, buscó refugio (del calor) sentándose en las gradas del estanque" (R.
Castejón 1.961, p. 151).
Otra narración citada por Pérès, tomándola de Ibn Zakur describe al príncipe Hisam con su
preceptor en una sala de Zahara que domina el parque zoológico (hair), Hissam ve a uno de sus
estorninos preferidos atacado por una tortuga y sale precipitadamente para salvarlo (Pérès 1.984,
p.p. 248-249).
Todavía a mediados del siglo XI con la ciudad ya destruida comenta Ibn Zaydum "Allí (en
Azahara se ve) en los estanques una masa de agua tan profunda que es azul; en las orillas el
ramaje derrama su frescor" (Pérès, p. 131).
La zona Residencial del Alcázar.
En primer lugar se encontraban las habitaciones íntimas de Abderramán III mencionadas
con ocasión de la primera sangría del califa en la que "se sentó en la nave del gran salón que se
eleva en lo más alto de su almedina en al Zahara" (R. Castejón 1.961, p. 121).
A partir de F. Hernández se ha venido identificando estos aposentos con la Dar al Mulk
(casa del gobierno) citada en las crónicas en dos ocasiones, en la primera como lugar donde se
albergan los hermanos de Al-Hakam II durante la coronación de éste en el año 961 y, más tarde,
con motivo de las obras realizadas en el 972, consistentes en renovar y alojar la Dar al Mulk y
arreglar sus accesos, abriendo una puerta por occidente al fasil de los fityan, con objeto de
prepararlo para las lecciones del príncipe en el salón oriental del departamento". Dar al Mulk era
también el nombre de la casa que al Hakam tenía en Córdoba cuando era príncipe (Ibn Hayyan
1.981, p. 24).
Además de las habitaciones del califa que presiden desde lo alto el conjunto, en el alcázar,
tanto a oriente como a occidente, existían residencias para los grandes personajes de la corte, de
las cuales el monarca disponía con entera libertad, como se desprende de la cita del Muqtabis en
la que se dice "hizo el califa que su jalifa Fáiq jefe de la fábrica de tejidos y de los correos se
trasladase desde la casa que ocupaba en el ala oriental del alcázar de al-Zahara a la que había sido
38
el primer ministro Yaffar, fallecido el año anterior, casa esta última de mucha importancia y
situada en el ala occidental" (Ibn Hayyan 1.967, p. 88). A este conjunto de residencia debía servir
el baño que se dice había en el alcázar junto con el de la medina.
La relación entre el alcázar y la mezquita
El alcázar se unía con la mezquita mediante un pasadizo "al sabat" al modo del descrito
por Ambrosio de Morales como aún existente en su tiempo en la aljama de Córdoba. Este "sabat"
debía contener un espacio de recepción donde el califa se sienta en audiencia con Galib en el 975
antes de abandonar definitivamente al-Zahara, como se deduce de la descripción del Muqtabis en
la que se dice "hizo el califa su primera salida a caballo después de sanar de su enfermedad para ir
a la mezquita aljama en su residencia de Alzahara. Al terminar la oración y sentarse en el Sabat
recibió al visir Galib... y al zalmedina de Córdoba. A continuación el califa se retiró con su hijo a
palacio" (Ibn Hayyan 1.967, p. 251).
Vista aérea de La mezquita y el Alcázar
39
2.4. EL PROBLEMA DE LA IDENTIFICACIÓN DE LOS ITINERARIOS DESCRITOS EN LAS CRÓNICAS
CON LOS RESTOS ARQUEOLÓGICOS
Debido a la falta de las suficientes pruebas epigráficas que permitieran una identificación
indudable de las distintas edificaciones, la investigación sobre la correspondencia entre las ruinas
y los lugares mencionados en las crónicas presenta graves dificultades. Algún autor, como R.
Castejón, ha pretendido, a partir del plano de F. Hernández de 1.926, el primero que presenta un
panorama del conjunto de la ciudad, identificar los distintos departamentos que aparecen en las
noticias, tanto de orden histórico como fabuloso, recogidas en los tardíos Analectes de Al
Maqqari, principal fuente de información en aquel momento (R. Castejón 1.929). Y esa
identificación la mantuvo con una constancia digna de mejor causa hasta final de su vida (R.
Castejón 1.980) a pesar de la aparición de nuevas aportaciones historiográficas y arqueológicas.
La medina en la topografía de F. Hernández de 1926
No es, por tanto, de extrañar que M. Ocaña reaccionase con la posición contraria de
considerar tal identificación como un intento imposible. La labor se había comenzado muchos
años antes, cuando Velázquez Bosco identificó los salones situados en la cota superior con las
habitaciones íntimas de Abderramán III. En los largos años de labor de F. Hernández se habían ido
aplicando denominaciones aparecidas en el Muqtabis a varias de las piezas excavadas, así las
citadas habitaciones íntimas se identificaron con la Dar al Mulk, y lo que Velázquez llamaba Salón
de Recepción o Gran Salón del Serrallo con la Dar al Yund o casa del ejército. El salón por él
excavado, llamado por Gómez Moreno Salón Rico, como el Salón del Trono de Abderramán III
(aquí sí había evidencias epigráficas). La identificación de la mezquita aljama, debido a la
peculiaridad de su planta, no presentaba interrogante alguna. Para cerrar estos lugares citados en
las crónicas quedaba por mencionar la vivienda considerada como casa de Yaffar a partir de unas
placas epigrafiadas con el nombre de Yaffar aparecidas en el horno del baño contiguo (A. Vallejo
p. 133). A estas identificaciones de pequeñas piezas había que añadir las de las grandes zonas:
perímetro de la medina, ámbito del alcázar, con sus dos zonas pública y privada, zona intermedia
40
de jardines y espacios abiertos y zona baja occidental de ciudad, en correspondencia con la
descripción del Idrisí.
Desde el punto específico de las fuentes, un cuidadoso estudio de los lugares
mencionados en ellas, pero sin ningún intento de identificación espacial, se debe a C. Barceló,
pues en este trabajo se pone énfasis en el estudio de cada pieza, omitiendo la consideración del
orden secuencial de las mismas (C. Barceló 1.987).
Otro intento de análisis urbanístico fue realizado por S. López Cuervo, a través de la
interpretación de las fotografías aéreas y la realización con un muy detallado plano topográfico (S.
López Cuervo 1.982). Recientemente, la disponibilidad de fotografía aérea en color y,
fundamentalmente, imágenes de infrarrojo, así como alguna prospección geofísica parcial, ha
permitido una nueva interpretación del conjunto de la medina y de su parte no excavada, que
completa las anteriores de Félix Hernández y S. López Cuervo y que se ha reflejado en el plano a
escala 1:2.000 que acompaña a este documento.
De la confrontación de este plano con los itinerarios descritos en el Muqtabis que han
venido analizando en estas páginas se pueden extraer algunas hipótesis interpretativas con
distinto grado de probabilidad y que, necesariamente, deben ir revisándose a la luz de las
sucesivas aportaciones arqueológicas e historiográficas.
Ciñéndonos ahora al aspecto de la ciudad tras las reformas de los años finales de
Abderramán III, ya que su posible aspecto inicial ha sido considerado anteriormente, vamos a
comenzar por tratar de establecer una serie de elementos que aparecen con cierta claridad, para,
tomándolos como punto de apoyo, suponer el trazado de los recorridos que los unían y, a partir
de esos recorridos, localizar las piezas intermedias cuya situación aparece más confusa.
Interior del salón del Trono
El punto clave, que aparece como final y cabeza de todos los recorridos ceremoniales es el
Salón del Trono o Salón Oriental, sobre el nivel alargado superior y el jardín maravilloso. Como
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decíamos su correspondencia con el conjunto del Salón Rico de Abderramán III y el Jardín Alto,
auténtico centro geométrico del recinto amurallado, parece fuera de toda duda, a la luz de los
datos epigráficos.
La dirección de los cortejos ceremoniales hacia ese punto final quedó también aclarada
por la excavación de R. Manzano del gran pórtico escenográfico y de parte de su gran explanada
delantera, que implican necesariamente un sentido de aproximación de Este a Oeste a lo largo de
la gran plataforma que antecede al pórtico. Mas adelante, en una zona aún no excavada, parecen
sucederse grandes edificios de aspecto basilical situados en grandes espacios abiertos, en fuerte
contraste con plataforma residencial situada al Occidente del eje del Salón Rico, de planta densa y
abigarrada. Debido a la gran magnitud de los espacios, esta zona fue ya identificada por F.
Hernández como la parte pública del alcázar.
Planta del Alcázar
A partir del gran pórtico una rampa acodada conduce al patio siguiente, presidido por el
salón que Velázquez Bosco llamaba de recepción y F. Hernández Dar al Yund (Casa del Ejército). Y
de este último el descenso hacia el Salón Rico debió realizarse por el gran conjunto de rampas
abovedadas que Velázquez Bosco denominó Paseo de Ronda Bajo.
Hacia el oriente el gran pórtico, y una vez cegada en la gran remodelación de al Hakan
antes mencionada, con objeto de garantizar el contacto directo de la mezquita con el járdín alto,
la rampa colindante por el Oeste con la mezquita (cuya presencia no aparece nunca en los
itinerarios), no existe ninguna calzada que salve el fuerte desnivel de la gran plataforma de la zona
pública del alcázar hasta su extremidad oriental, donde una importante calzada asciende
suavemente y penetra por el costado Este, discurriendo en su parte final sobre un camino actual
con fuertes huellas de pavimento de sillares, y continua recta hacia el Sur bordeada por un
conjunto de edificaciones ordenadas, según un trazado claramente perceptible en el plano de
Félix Hernández de 1.926. Una vez salvada la muralla de la ciudad, la continuación al exterior se
verifica por otra calzada, sesgada respecto a la anterior, cuyos sillares han sido removidos
recientemente por el arado, también flanqueada por edificaciones y protegida por una torre sobre
42
una pequeña elevación. El punto de intersección de ambas calzadas, interior y exterior, con la
muralla debería corresponder con la Puerta de la Estatua.
Excavación del entorno de la Puerta Sur de la Muralla
Una vez establecido el trazado del itinerario, su punto de partida y su destino final, y
conocido el orden secuencial en el que se suceden los diversos elementos intermedios, podemos
establecer tentativamente su posición.
A partir de la Puerta de la Estatua los pórticos de las bóvedas se desarrollarían en una
pequeña explanada frente a ésta, a continuación, continuaría el pasadizo de las bóvedas a lo largo
de la citada calzada Norte Sur, con fragmentos bien conservados alternados con oquedades de
donde se han extraído los sillares del pavimento.
Tras franquear el arroyo de San Jerónimo, y al comenzar el ascenso hacia el alcázar,
estaría la puerta de las caballerizas, a partir de ahí se llega al núcleo de dependencias de la
gobernación de la Medina, despacho de Zalmedina y sitial de la Surta que parecería lógico situar
en las estructuras colindantes con la muralla norte ante las que finaliza el tramo de calzada Norte-
Sur.
A partir de ahí y girando en dirección Oeste un fuerte resalto indica el comienzo de la
plataforma del Alcázar donde debería encontrarse la puerta de la Azuda. A continuación, un patio
sin estructuras importantes debería estar conformado sucesivamente por los fasiles de la Azuda y
las Casillas de los Partales. A continuación se accede a un segundo patio presidido por una
segunda plataforma, más alta en la zona Norte, donde existen claros restos de una estructura
basilical que, según el orden secuencial, debería corresponder a la Dar al Yund. Seguidamente, se
penetra en un gran patio rectangular flanqueado por pequeños cubículos, al menos en su costado
Norte, y rematado su fondo Oeste por el Gran Pórtico. Una depresión cerca de la entrada oriental
podría indicar la existencia de una alberca.
El conjunto de patios que se han venido señalando hasta este gran pórtico constituyen
una plataforma independiente, más baja y estrecha, que la que le sigue en el alcázar. La
discontinuidad entre ambos espacios se percibe en una falta de correspondencia de la alineación
del muro meridional y en el corte existente en el septentrional, evidenciando por la repetición del
cubo de muralla. Parece corresponder a una fecha, posterior probablemente coincidiendo con la
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gran remodelación. La Dar al Yund se describe en las crónicas en situación exterior o próxima al
alcázar, se entendería con referencia al antiguo Alcázar.
El gran pórtico y la rampa que le sigue pudieron corresponder al fasil Dorado y al de Ibn
Arrad de difícil identificación. Tras franquearlo se llega a otra plataforma que constituyó el núcleo
de confluencia de entradas Norte-Sur y Este del antiguo Alcázar y en el que se construyó, tras la
remodelación, un edificio basilical identificado por F. Hernández como la Dar al Yund. Siguiendo la
lógica de la secuencia el complejo conjunto de edificaciones de esta plataforma que parece incluir
también dos viviendas y otras dependencias debería corresponder a la Dar al Wuzara o casa de los
visires, constituyendo un primer espacio administrativo interno al alcázar que precedería a la
parte puramente residencial de este.
Otra lectura posible de la secuencia sería la de interpretar todas las dependencias
incluidas en la plataforma oriental, que suponemos posterior, como pertenecientes al complejo de
la puerta de la Azuda y gobierno de la medina. Trasladando las casillas desde los partales (o de los
pórticos) al Gran Pórtico, con lo que se mantendría la identificación de la dar al Yund hecha por F.
Hernández. La dificultad de esta segunda hipótesis estaría en la localización de las siguientes
dependencias, las de la Casa de los Visires.
Continuando con la primera hipótesis, el conjunto de grandes rampas constituirían
sucesivamente al fasil de los Secretarios y los demás fasiles que conducen, a través de una puerta,
a la azotea alta que coincidiría con el andén frontero al Salón Rico. Una vez identificado el Salón
Rico como el Oriental. El Salón Occidental, que también se abre al andén y a los jardines, parece
encontrar su más lógica ubicación en unas ruinas de gran elevación situadas en el costado
occidental del jardín bajo, sobre los restos de una alberca situada en un plano inferior.
Por lo que respecta al interior de la zona residencial del Alcázar, escasamente reflejada en
las crónicas, su acceso por el Este se verificaría por la misma franja entre dos muros paralelos
norte-Sur, donde hemos localizado el acceso por el fasil de los secretarios hacia el Jardín Alto. En
ese primer intervalo entre muros se encontraba un pórtico con caballerizas, como suele ocurrir en
las entradas importantes y, a partir de ahí, el camino directo conducía por el espacio entre dos
muros oblicuos, situados entre los patios superiores y la casa de servicios, hacia la Dar al Mulk.
Tras las obras de reforma, el fondo de este espacio se clausuró con una vivienda, por lo que el
acceso se desvió por su costado meridional, para conducir por un camino tortuoso hasta el gran
Patio de los Pilares, introducido en las obras de reforma como gran vestíbulo de acceso hacia la
plataforma superior con el palacio del califa, identificado como la Dar al Mulk.
De lo poco que puede percibirse en la mitad occidental, aún no excavada, del alcázar,
parece deducirse una cierta simetría con respecto a la zona oriental con la presencia de dos
plataformas de entrada divididas por dobles muros, conteniendo una proporción importante de
espacios abiertos. La primera de ellas, como sucedía en su equivalente oriental, actuaría como
núcleo de accesos, donde llegaría la calzada occidental y penetraría también el camino meridional.
Una curiosa estructura situada sobre el borde de la muralla del Alcázar, en lo alto de una elevación
dispuesta a modo de pirámide escalonada, controlaría la llegada de este camino hacia el Sur
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2.5 LA DESTRUCCIÓN DE LA CIUDAD
El proceso de destrucción y ruina de la ciudad ha sido ya investigado y descrito por diversos
autores (Velázquez Bosco R., 1912 p. 35-39, García Gómez, E.1967, Hernández Jiménez, 1985 p.
182-185 y Torres Balbás, 1957) y a esos trabajos, repetidamente transcritos en estudios
sucesivos, nos remitimos; sin embargo, queremos señalar aquí algunos aspectos de ese proceso
que pueden resultar aclaratorios para la interpretación actual del yacimiento.
La etapa islámica de la ruina está caracterizada por el incendio y expolio selectivo de elementos
constructivos singulares, columnas con sus basas y capiteles fundamentalmente, que se
reutilizan en los monumentos de los siglos XI y XII de Andalucía y del Norte de Africa. Pero a
nuestros efectos nos interesa destacar la valoración positiva de las ruinas, como tales ruinas,
por la poesía contemporánea (Pares 1983) en una actitud que podríamos considerar como de
romanticismo anticipado, y, en concreto, la visión de la ruina desde los jardines, considerados
en sí mismos como gratos lugares de recreo.
Así como la implantación del poder califal significó un acto innovador y transformador su caída dio
lugar a una devastación igualmente radical; un proceso destructivo que afectó a todos los
componentes territoriales. La aniquilación del centro, que sigue a la deslegitimación del poder,
deja sin sentido a las infraestructuras que allí se concentran: caminos y acueductos, quedando
descontextualizadas sus construcciones puntuales como los puentes o las albercas.
La súbita destrucción de Madinat al Zahra en el proceso de la fitna, o guerra civil, con la que se
concluye el califato y más concretamente con ocasión sufrida tras la conquista bereber de la
ciudad el 23 de noviembre de 1010, resultó aún más impactante para sus contemporáneos, que
habían sido testigos de su esplendor, que la admiración ante su acelerada construcción.
Los efectos destructivos de la ocupación y saqueo de las tropas bereberes, fueron seguidos de uso
actos de expolio y venta de sus restos por unos gobernantes corruptos, lo que explica la difusión
de sus restos para ser reutilizados en los edificios levantados entonces en las distintas cortes de
los reyezuelos taifas.
Ibn Bassan en su su Dajira escrita poco después de los hechos recoge los testimonios de
indignación que el proceso suscitó en Ibn Hayyan, el más grande historiador del periodo
“En los días de este al-Mustafki (1024) se arruinó todo lo que quedaba de los palacios de su
antepasado al Nasir y desaparecieron las construcciones del alcázar de al Zahra. Fueron
arrancados el cobre de las plantas, el plomo de las tuberías y otros materiales.”
Ibn Basan Dajira (primera mitad siglo XI)
“A su muerte apareció Ibn Basa, el que destruyó los palacios y convirtió en erial lo cultivado… A su
mano perecieron los excelsos alcázares de los Banu Umayya, desaparecieron los admirables
monumentos y se vinieron abajo sus inexpugnables construcciones. Ibn al-Saqqa, gobernador de
Córdoba, le nombró para que reuniera los materiales que quedaban en los palacios destruidos y
despojados. Y se cernió sobre ellos la mayor calamidad, vendía las cosas de mayor importancia y
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de precio más alto que le estaban confiadas, se cebaba en ellas como fuego en el acanto seco.
Malbarató los materiales- mármoles preciosos, columnas de gran valor, maderas riquísimas, cobre
purísimo, hierro y plomo de la mejor calidad- para enriquecerse… Los embajadores de los reyes
venían a comprarle aquellos materiales al cabo del tiempo, y él se los entregaba a cambio de mil
diferentes desatinos… Y en efecto los demolió hasta trocarlos en montones de ceniza, y no se
marchó de ellos antes de arrancar sus sillares y prenderlos fuego, convirtiéndolos en depósitos de
cal para el que la quisiera.”
Ibn Basan Dajira (primera mitad siglo XII)
A pesar de tanta destrucción, todavía a mediados del siglo XI era posible reconocer la estructura
de la ciudad, en cuyas ruinas seguían viviendo unas pocas familias, tal como refleja la descripción
del geógrafo Idrisi, cuya fidelidad pudo reconocerse tras la realización de las modernas campañas
de excavación.
“Cinco millas separan Córdoba de Madinat al Zahra, de la que aún subsisten las murallas y las
ruinas de sus alcázares, y que aún cuenta con algunos pobladores, que la habitan con sus familias.
En sí misma era una ciudad considerable, de construcción escalonada, compuesta de tres ciudades,
colocadas una encima de otra, de manera que la explanada de la más alta estaba al nivel de los de
los techos de la inferior. Cada una tenía su recinto murado. En la de arriba estaban los palacios, de
hermosura imposible de describir. La de en medio costaba de parques y jardines. En la inferior
estaban las casas y la mezquita mayor. Hoy no son más que ruinas en trance desaparición”.
Al Idrisi (Primera mitad del siglo XII)
2.6 LAS RUINAS Y SU VALORACIÓN EN LA POESÍA TAIFA
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El hecho de coincidir esos años turbulentos con la eclosión de los máximos representantes
de la poesía andalusí, y de que la ruina de Zahara apareciese como símbolo de la caída de toda
una civilización, hace que sea objeto de unas emotivas descripciones poéticas, que no dejan de
evocar en el lector actual tonos de un cierto romanticismo avant la lèttre.
“Desde al Zahra con ansia te recuerdo
¡Que claro el horizonte! ¡Que serena
nos ofrece la tierra su semblante!...
Los arriates floridos nos sonríen
Con el agua de plata, que semeja
desprendido collar de la garganta…”
Ibn Zaydun (primera mitad del siglo XI
“Me detuve en al-Zahara, lloroso y meditabundo,
Para clamar entre las deshechas ruinas.
¡Oh Zahra- dije- vuelve a ser!
Pero me contestó: “¿Y acaso vuelven los difuntos?”
En verdad, los vestigios de los desaparecidos
Son como plañideras que lloran a los muertos”
Sumaysir (fines del siglo XI)
Este ambiguo sentimiento suscitado por las ruinas en el que contrasta el placer evocado
por la belleza del lugar con la melancolía de la consideración del pasado perdido queda aún mejor
reflejado en la descripción de la visita de los dignatarios de la corte de al Muttamid de Sevilla a al
Zahra.
Fiesta en el jardín Manuscrito de Ryan y Bayad
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(Los visires y los secretarios) “no cesaron de trasladarse de un palacio al otro… de subir a
las cámaras altas y de darse copas de vino entre aquellas almenas, hasta que por fin se instalaron
en el jardín, después de haber concedido la merecida atención a aquellos vestigios y de haber
hecho reflexiones como para llenar una caravana. Una vez en el jardín se sentaron en tapices
primaverales, esmaltados de blancas flores y bordados de canales y arroyuelos…, dominados por
las ruinas de aquellas construcciones que, como las madres que han perdido a sus hijos,
lamentaban su devastación y el fin de las alegres fiestas, ahora que el lagarto jugaba entre sus
sillares y que el cuervo graznaba sobre sus paredes… No quedaban, en efecto, más que fosos y
piedras: las cúpulas se habían derrumbado y la juventud se había tornado en decrepitud; que en
ocasiones, también el hierro se ablanda y lo nuevo se pudre.”
Qala’id Ibn Jaqan (fines del siglo XI)
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2.6 EVOLUCIÓN DEL LUGAR: DE LA CONQUISTA CRISTIANA A NUESTROS DÍAS
Dos siglos más tarde, con la ocupación cristiana se pierde la noción del destino original de
las ruinas, incluso de su nombre, para adquirir el de Córdoba la Vieja, pero debía seguir
considerándose como algo ligado al soberano, puesto que Fernando III se lo reserva para sí en el
repartimiento, hasta que es cedido al municipio a mediados del XIV; quien la hace donación en
1408 a la orden de San Jerónimo. En esa época debían permanecer aún las murallas, pues en el
documento de donación de la huerta de Valparaiso se la da por lindero "de una parte el exido de
los adarves de Córdoba la Vieja" (R. García Boix - 1973).
A partir de 1263 se produce un hito importante en este proceso de olvido, cuando se
expulsa d la población agraria morisca, y con ello se pierde la continuidad en las técnicas de
explotación agraria y en el mantenimiento de los sistemas de irrigación. El nuevo Estado, por una
serie de razones, entre las que se cuenta el déficit poblacional, va a basar fundamentalmente la
ocupación del espacio rural en la actividad ganadera, con un importante peso de los movimientos
estacionales de los rebaños trashumantes de la mesta. Ello implica el abandono del sistema de
huertas y jardines de primor que caracterizaban el paisaje suburbano islámico. El nuevo sistema,
basado en la gran propiedad, da lugar a unos nuevos tipos de implantación agraria: el cortijo,
cuyas construcciones frecuentemente se erigen sobre las ruinas de viejas almunias. También las
ubicuas cañadas cordeles y veredas, por donde discurren los grandes rebaños, ocupan las viejas
calzadas romana y califales, contribuyendo a su protección, y a la de su entorno, debido a las
grandes anchuras de las bandas de terrenos públicos reservados para este uso
Desde el punto de vista de la protección de los restos arqueológicos la predominancia
ganadera supuso una magnifica ventaja al mantener el subsuelo inalterado fuera de la agresión
del arado. Un hecho especialmente notable en el ámbito de la antigua Medina, ahora conocido
como Córdoba la Vieja, al permanecer como un espacio acotado de la propiedad de la corona,
para pasto de las yeguadas reales. Sin embargo estas condiciones favorables contrastaban con la
costumbre de utilizar los sillares califales para las nuevas construcciones cordobesas y, en
especial, del vecino monasterio de Valparaíso.
En esta época de readaptación cristiana de la ciudad de Córdoba, con la construcción de
iglesias, conventos, fortificaciones y palacios, para solucionar la intensa demanda de piedra se
acude como cantera a las ruinas de Medina Azahara, y este uso se agudizará con la edificación
en sus inmediaciones a partir de 1408 del convento de San Jerónimo.
Este proceder estaba perfectamente legalizado por las ordenanzas municipales de esta
época, así por ejemplo en las del periodo 1407 - 1411 en el que se inician las obras del referido
monasterio se afirma: "y si fuese edificio de cantera vieja (refiriéndose a ruina, por
contraposición a cantera sobre frente natural de roca, que también se regula) y lo dejase el que
lo halló o lo saque, siendo en tierra realenga cualquier vecino puede ir a sacar en lo que hubiere
menester". (R. Garcia Boix - 1973). Esta continuada labor de expolio sobre los muros del
yacimiento durante varios siglos se verifica con diverso grado de intensidad en las distintas
zonas de la ciudad.
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En las zonas más montuosas, en las que el terreno ha sido intensamente aterrazado, los
muros que definen las plataformas actúan como contención del terreno, y su destrucción,
especialmente en el lado contiguo a la montaña, resulta peligroso pues provoca el inmediato
derrumbe de las masas rocosas disgregadas. Los bordes extremos de las terrazas rellenas de
echadizo tienden a desprenderse por el empuje de esas tierras no consolidadas. Por tanto, el
trabajo de los expoliadores se concentra sobre las construcciones y muros exentos donde puede
llegarse a vaciar el muro completo, zanja de cimentación incluida, sin peligro de provocar
desprendimientos.
Las huellas que el expolio deja en el terreno son las de una fosa, en el lugar ocupado
inicialmente por el muro, flanqueada, a ambos lados, por amontonamientos lineales de
escombros constituidos por los materiales que los expoliadores consideraban como desecho,
sillares rotos, restos de placas decorativas, etc. Esta disposición, que da lugar a una imagen en
negativo de la situación original, ha inducido a una falsa interpretación de la existencia de
dobles muros. A su vez, lo intenso del expolio y la acumulación de enormes masas de
escombros, incrementadas por efecto del derrumbe natural de las terrazas, convierte la
actuación de los modernos excavadores en una labor ardua que exige la disponibilidad de
grandes escombreras y oscurece las imágenes obtenidas de las nuevas tecnologías de
prospección: geofísicas, infrarrojos, etc.
Monasterio de San Jerónimo
En el siglo XVI con la introducción del Renacimiento aparece un nuevo interés
humanístico por las ruinas clásicas, por ello no es extraño que, imbuido por ese espíritu de
revitalización de la antigüedad, Ambrosio de Morales, monje del convento de San Jerónimo
inmediato a Medina Azahara, crea descubrir en esa ciudad la primigenia Colonia Patricia
Cordobesa fundada por Claudio Marcelo, y basa ese convencimiento en su disposición regular,
de la que estudia pormenorizadamente sus medidas, y en el sistema de calzadas y acueductos
que surcan el territorio circundante. Uno de esos acueductos lo encuentra en servicio para el
suministro de agua del propio monasterio. (A. de Morales - 1792).
En palabras de A. de Morales: “Lo primero, todo el sitio es perfectamente quadrado, assí
que se vee, como lo escuadraron por cordel con mucho cuydado. Tras esto es de mucha
consideración ver; como el quadrado se tomo al tanto con grande igualdad (…) Y si alguno le
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pareciese pequeño este sitio, para tanta grandeza y majestad como la que Córdova luego tuvo (…)
es verdad, que nunca los romanos en España edificaron grandes ciudades sino harto pequeñas”.
El error resulta comprensible si consideramos que las medidas del recinto de la ciudad
745x 1520 (o 1489), son muy aproximadamente de media milla romana por una milla y se
aproximan también a dos cuadrados de 20x20 actus, es decir dos centurias romanas cuyas
medidas teóricas son de 708 m de lado. Todo lo cual nos hace pensar en la posibilidad de que se
manejasen ciertos conocimientos de la técnica de los gromáticos.
A. de Morales
La atribución romana del lugar la explica mediante la existencia de “dos sitios de esta
ciudad (Córdoba); uno donde está, y otro despoblado a una legua de allí, cerca del monesterio de
San Gerónimo, que llaman Córdoba la vieja” “como lo que hizo Marcelo fue, que hallando
Córdoba edificada de muy antiguo, aunque no muy principal ciudad en edificios y población, la
quiso edificar de nuevo tan sumptuosa y de tanta majestad, que fuesse capaz de la grandeza
soberana, que poco después vino a tener”.
Llega a identificar el foro en el jardín alto “otro cuadrado alto y muy allanado y subido
para esto por la parte baxa de la ladera” Así mismo identifica el templo de Jano, con algún edificio
califal. Describe también la muralla y torres del recinto , resaltando la perfección del sistema
constructivo empleado, que, en su opinión, es claramente obra romana. “Todas estas medidas
tan justas y cuydadosas son de verdaderamente de fábrica romana y no de nuestros andaluzes,
que no tenían entonces estos primores, ni advertencias en el edificar; (…) Y todo parece obra de
Marcelo que con el mucho ocio, que este año acá tuvo, podía entender en esto, y con el amor de su
obra la quería muy hermosa y perfecta”. Las Antigüedades de las Ciudades de España que van
nombradas en la Crónica 1577. folio 114. Citado en S. Sánchez Madrid, ARQUEOLOGÍA Y
HUMANISMO, Ambrosio de Morales, Universidad de Córdoba 2005.
Pero esta idea sobre la romanidad del lugar no debió de ser invención exclusiva de A.
de Morales, como revela el propio topónimo medieval (Córdoba la Vieja) y la mención en el
itinerario de Villuga de 1555 de una venta situada en la Cañada Real, a la altura del
yacimiento, denominado "Venta de los Romanos".
Poco tiempo después, a comienzos del siglo XVII, Pedro Díaz de Rivas identifica
definitivamente las ruinas como obra califal basándose en los restos de aplacado decorativo
que encuentra esparcidos por el terreno.
51
Evolucion en el uso y propiedad del lugar.
En esta época, siglos XVI y XVII, la dehesa de Córdoba la Vieja es utilizada para el
asentamiento de la yeguada real, uso que está documentado desde época de Felipe II, y del que
permanece como recuerdo el topónimo de "Cuadras del Rey". Esta dedicación del lugar a
pastizal, que ha persistido hasta nuestros días, ha sido una de las garantías de conservación de
las ruinas al evitar la destrucción del arado.
El uso de dehesa requiere la edificación de cercas y así tenemos noticias de la
construcción de una de tapial en el siglo XVIII que es sustituida, por orden de Fernando VI, por
las actuales, construidas en mampostería con los restos de sillares de la ruina. (Hernández
Jiménez , 1985).
Otro factor de transformación del entorno deriva de que la mesta, al constituir el espinazo
económico del reino castellano bajomedieval y moderno, hubo de sufrir los embates de la
profunda crisis que le afectó en el siglo XVII. La literatura ilustrada va a ocuparse reiteradamente
de la crisis de social que arrastra el sistema de grandes propiedades y especialización ganadera de
la España Meridional, al que se le achaca ser causa de la despoblación y empobrecimiento del
país. La solución propuesta entonces, haciéndose eco de las demandas campesinas, fue la de
realizar la parcelación de las grandes posesiones, con especial énfasis en las propiedades
comunales. Uno de los primeros ensayos, nunca realizado, corresponde a los terrenos que los
monjes del vecino convento de Valparaíso disponían al norte de la sierra en el llano de Los
Pedroches; pero su más espectacular realización se producirá en la colonizaciones carolinas de
Sierra Morena y de la Monclova, esta última situada a unos pocos kilómetros de Medina, al otro
lado del Guadalquivir.
A partir de mediados del XIX el proceso desamortizador liberal, que supuso la privatización
del entorno de las ruinas de Medina Azahara y del vecino convento, vino a agravar el proceso de
acumulación de propiedad y exacerbar las reivindicaciones de repartos agrarios.
En 1846 con la desamortización de los bienes del monasterio se detallan sus
propiedades entre las que se cuenta "una dehesa nombrada de la dehesilla de Córdoba la Vieja
consistente en 680 fanegas (416 Has.) confronta a norte con el camino que va de la villa de la
Trasierra y al sur con el camino que va a Posadas (la Cañada Real hoy autovia) y de ella se
desagregan dos huertas: de 18 fanegas (11 Has.) una pieza en el pozo de Valparaíso, con aguas
permanentes, plantada de naranjos y otros frutales y otra de 12 fanegas (7,34 Has.) Fotanar de
Córdoba la Vieja con regadío por agua perenne de frutales y hortalizas". Es decir, la unidad
territorial de la dehesa englobaba desde la carretera a lo alto de la sierra con dos huertas de
regadío que debían de mantener los cauces califales descritos por A. de Morales.
Estas fincas pasan por la desamortización a manos del Marqués de Guadalcazar y sobre
ellas se inician las primeras excavaciones en 1854. En 1880 las adquiere el torero Lagartijo que
las convierte en dehesa de reses bravas, uso que mantiene en la actualidad, construyendo el
52
cortijo actual sobre restos de cimentaciones califales. Sus herederos lo venden a los hermanos
Cabello de los Cobos y a F. Sotomayor, y éstos en 1939, a los hermanos Eraso Salinas; pero ya
con cabida menor de 444 fanegas equivalentes a 271,82 Has. Desde 1936 se inicia un proceso de
expropiación a partir del cual se compran 7 Has. en los años 40, otras 18 en 1964 y 89 en 1970,
completando lo que comprende toda la medina, salvo las esquinas NE y NW. Este proceso de
adquisiciones por lo que respecta a su área de influencia se encuentra aún en proceso de
desarrollo.
Todo el proceso de disgregación de la dehesa original viene fomentado por la
construcción del canal de riego del Guadamellato que convierte en regadío la parte sur de la
dehesa, lo que ocasiona su paso al uso agrario que se va extendiendo hacia el norte.
Canal del Guadalmellato
Ya al final de la Segunda República, el proceso se acelera y la parcelación adquiere un
carácter revolucionario y expansivo. A pesar de la anulación de las ocupaciones tras la Guerra Civil
el nuevo régimen continúa con la planificación de colonizaciones y parcelaciones basadas en
planes de regadío que se extienden hasta los años 60, un período en el que la súbita irrupción de
los procesos de urbanización e industrialización van cambiar radicalmente el paradigma social, con
la emigración masiva hacia las ciudades con lo que los procesos reivindicativos rurales de los tres
siglos anteriores pierden su protagonismo.
Expansión incontrolada
53
Las primeras oleadas de emigración rural da lugar en Córdoba, como en otras ciudades, a una
demanda de nuevo suelo y de vivienda que los poderes locales son incapaces de satisfacer, con lo
que se inicia la aparición de agrupaciones marginales de vivienda, en las que se acude al
tradicional expediente de parcelación incontrolada de fincas y ocupación de suelos comunales
como el que proporcionaban por ejemplo las vías pecuarias. Sobre esos suelos, carentes de
cualquier tipo de servicios, se desarrollan procesos de autoconstrucción. Estos procesos se
concentran especialmente en la banda meridional de nuestra zona, entre la Cañada Real Soriana y
el río. Ante la facilidad que significa encontrar una válvula de escape a la presión social sin gasto
público, y ante los beneficios logrados por los propietarios de suelo sin inversión alguna, el
proceso se extiende ante la indiferencia general.
Un segundo fenómeno, que acompaña a los años desarrollistas es de la extensión de la
motorización que provoca la difusión de la segunda vivienda y la aparición de coronas de viviendas
unifamiliar cada vez más alejada del centro urbano. Esta nueva demanda, que alcanza a unas
capas medias ya más numerosas, no se basa tanto en criterios de proximidad, cuanto la búsqueda
de los parajes más atractivos. Se produce entonces el salto hacia la zona situada al norte de la
Cañada Real. La búsqueda de agua necesaria para jardines y piscinas provoca la atracción de los
paisajes serranos de mejores vistas, con el objetivo de privatizar los manantiales que se situaban
el origen de los acueductos romanos y califales. Aunque ya no se trata de poblaciones marginales,
se sigue acudiendo al mismo mecanismo de la parcelación ilegal de fincas, convertido en un
próspero negocio de especuladores profesionales.
Parcelaciones ilegales en Madinat al-Zahra
El cambio democrático que a partir de 1978 proporcionó una legitimación popular a los
ayuntamientos y el Estado autonómico, se instaura en un momento en el que la crisis económica
atenúa el proceso de ocupación de suelo; no obstante, una vez superada la crisis, el fenómeno
reverdece con nuevo ímpetu, sin que se haya alterado el panorama de pasividad administrativa y
social. Un comportamiento que encuentra su justificación en la errónea mitificación de ciertas
tradiciones tanto para los políticos de izquierda como por los de la derecha. En el caso de los
primeros se trata de un populismo supuestamente basado en una vieja demanda, con tres siglos
de historia, del reparto de la tierra y las ocupaciones espontáneas, a las que nos hemos aludido en
54
los párrafos precedentes, olvidando que, ni los protagonistas, en algunos casos se trata de
viviendas que superan los 600 m2, dotadas de piscinas y pistas de tenis, ni las causas tienen ya
relación alguna con las reivindicaciones históricas. En el caso de los segundos, se trata de una
proclama de la libertad de iniciativa privada, de estirpe liberal, frente a la supuesta coerción de la
planificación urbanística. Esa misma ideología parece acompañar a la abierta participación de
profesionales: fedatarios y técnicos para beneficiarse de estos procesos vulnerando toda
legalidad.
2.7. LAS EXCAVACIONES Y LA REAPARICIÓN DE LA CIUDAD.
Los prolegómenos: P. Madrazo
En los años 1840 - 1843 se publica en Londres por Pascual Gayangos la traducción
inglesa de la "compilación de historias de la España Arabe" de Al Makari, cuyas descripciones,
dada su época tardía (s. XVIII), junto con datos reales, ofrecen ciertos elementos de fabulación.
Como ejemplos señalados de esas fabulaciones, podemos destacar la descripción de un salón
octogonal presidido por una gran perla, un estanque de mercurio, y otras semejantes que son
recogidas con` especial fervor en el ambiente de recuperación artística de lo árabe y lo mudéjar
que se viven en esos años y cuyo influjo durará hasta nuestros días, hasta el punto que en la
memoria póstuma de F. Hernández aún se sigue lamentando el no haber encontrado todavía
dicho pabellón. Las noticias de Al-Makari permiten, al fin, identificar las ruinas de Córdoba la
Vieja con Medina Azahara. Como resultado de esas noticias el mismo P. Gayangos con P.
Madrazo, consigue una subvención para excavar, lo que se inicia en 1854 en la zona del jardín
alto apareciendo piezas de ataurique y un epígrafe, supuestamente de un maestro de obras. La
excavación se finalizó a los pocos días por oposición del propietario. (R. Castejón. 1943).
Pedro de Madrazo
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Los comienzos - R. Velazquez Bosco.
El siguiente intento de excavación promovido por R. Velázquez Bosco, no se produce hasta
1910, sin embargo, inicialmente, y a causa de nuevas dificultades con los propietarios, los
hermanos del torero Lagartijo, las excavaciones programadas deben desviarse hacia el Cortijo
de Gorgojuela, identificado entonces como la almunia almazoreña de Alamirilla, hasta que,
por fin, en 1911 se actúa sobre Medina Azahara efectuándose prospecciones discontinuas
sobre la zona más alta y la plataforma inferior.
El interés investigador que mueve a Velázquez Bosco queda reflejado en las primeras líneas de
su informe de 1912 (R. Velázquez Bosco -1912): "Al encargarme de la restauración de la
Mezquita hoy Catedral de Córdoba comprendí que era indispensable para formar cabal ideal
de aquel templo y del arte del Califato, hacer excavaciones en el sitio en que se sabía casi con
certeza, que había estado levantado el palacio de Medina Azahara”.
R. Velázquez Bosco
Esta consideración inicial del yacimiento como un centro de investigación, ligado en su origen
a la Mezquita, va a prolongarse en la historia de las actuaciones posteriores y relanzarse con
nuevo ímpetu en los últimos años.
Las actuaciones de Velázquez Bosco se limitan a la zona alta de la ciudad, el Alcazar, dando a la
zona baja por casi desaparecida, se trata de una serie de catas discontinuas, procedimiento que
criticará más tarde Félix Hernández, y que, si bien no consigue sacar a la luz ninguna pieza
edificatoria completa, permite obtener una idea bastante ajustada de la sección del Alcázar y de
su organización en plataformas (fig. 1). En ese momento aún se desconoce la delimitación de la
ciudad.
Consecuentemente con la declaración de intenciones antes descrita, el interés fundamental se
centra en los sistemas constructivos y en las formas decorativas, particularmente por lo que se
refiere a la organización del ataurique.
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En esta primera campaña, de unos pocos meses, se tocan ya los principales temas del
yacimiento de orden arquitectónico: organización de la cantería y ataurique, enlucidos y pintura
mural, infraestructuras, abastecimiento de aguas y acueductos, red de alcantarillado y restos
cerámicos.
La etapa de intervención de Velázquez Bosco se cierra con su muerte en 1923 fecha de la que
data también su segundo y último informe (Velázquez Bosco 1923), en estos años finales, la
estrategia de la excavación, aparte de dos catas puntuales que se abandonan, se centra, en
completar las tres principales piezas arquitectónicas tocadas en la primera fase, identificadas
respectivamente como Palacio del Califa, Cuerpo de Guardia y Paseo de Ronda Bajo. La mayor
aportación de estos años consiste en la ampliación hacia el oriente, excavando lo que entonces
de denomina gran Salón del Serrallo y después se identificará como Casa del Ejército, en este
caso la exhumación del Salón se completa con la del gran patio frontero. Al extenderse las
excavaciones se suscita el problema de encontrar escombreras para la mole de detritus tratada,
que de momento se deposita sobre el mismo patio antes descrito, lo que trasladará el problema
de su definitivo desplazamiento a las campañas posteriores.
Excavación de lo que se llamó Salón del Serrallo
Si la primera campaña era de pura investigación, recuperando los elementos más valiosos para
su eventual musealización, ahora se comienza a considerar el valor monumental de la propia
ruina lo que conlleva su conservación y, consecuentemente, la necesidad de crear unas
infraestructuras adecuadas a este fin, así como la adquisición definitiva de los terrenos sobre los
que se trabaja.
En palabras del propio Velázquez Bosco:
"Para facilitar su instalación (de los objetos encontrados)... y su estudio he tenido obreros
especiales, canteros, adornistas, que han realizado..la ímproba tarea de buscar en los montones
de escombros y de fragmentos de ornamentación lo que corresponden a un mismo elemento,
reuniéndolos y acoplándolos...fijando hasta donde ha sido posible el sitio a que corresponden...
De esta suerte han podido recomponerse importantes motivos ornamentales y arquitectónicos
del palacio. Pero hay otros muchos de gran interés que están en los restos no destruidos del
palacio, entre ellos los pavimentos, unos y otros arrancados de su sitio perderán gran parte de
su interés. Además, lo mismo en Pompeya que en la Argelia y que en Egipto, se renuncia ya a
llevar lo descubierto a los museos dejándolo convenientemente instalado en el sitio en que se
57
encuentran. Pero para esto es preciso llegar a la expropiación pues no pueden abandonarse ni
destruirse las partes del palacio que se han salvado de la destrucción... que constituyen un
monumento nacional de extraordinario interés artístico y arqueológico".
Esta exposición de principios tendrá como consecuencia la declaración inmediata de
monumento nacional de las ruinas de Medina Azahara (12 Julio 1923) a la que seguirán poco
después (3 Junio 1931) las ruinas de Alamiriya y el acueducto de Valdepuentes.
La nueva visión conservacionista no se traduce en intervenciones reales, salvo el mencionado
intento de reconstitución del ataurique en el conjunto de habitaciones de Abderramán III,
iniciando una actividad que, como veremos, se convertirá, a partir de ese momento, en la más
característica del yacimiento.
Pro puesta para el Salón del serrallo
Si aparece como novedad una propuesta de intrepretación de las ruinas a través de
reconstrucciones ideales, de carácter parcial en el caso de las habitaciones de Abderraman III, o
total para lo que llama el gran Salón de Serrallo (fig. 3) en el que se inventa una ornamentación
extraída de motivos estudiados en el edificio anteriormente mencionado, realizado con la
maestría dibujística propia de Velázquez Bosco, aun cuando el ataurique no apareciese entre los
restos del Salón.
El Salón Rico según F. Hernández
58
Esta reconstrucción ideal va a representar un modelo especialmente atractivo para los sucesivos
responsables del yacimiento, como se observa en la analogia de representación con los mucho
más rigurosos dibujos para el Salón Rico de Félix Hernández o, finalmente, con la efectiva
reconstrucción del Salón de Velázquez Bosco, aunque ya sin decoración, por realizada por R.
Manzano.
Junto con los dibujos reconstructivos mencionados aparecen en este informe póstumo unos
levantamientos debidos ya a algún ayudante de Velázquez que bajo una falsa apariencia de
detalle ocultan cierta imprecisión y falseamiento de los datos, como señaló oportunamente F.
Hernández (Hernández Jiménez F. - 1926).
5.3. ETAPA DE CONSOLIDACION DEL YACIMIENTO FELIX HERNANDEZ.
Tras la muerte de R. Velázquez Bosco en 1923, se crea una comisión de la que forma parte,
entre otros, el arquitecto F. Hernández y el director del museo de Córdoba J.M. Navascués
quien, tras su traslado el año consecutivo a Madrid, dejará toda la responsabilidad al primero
hasta su muerte en 1975.
Ante la inevitable discontinuidad en los trabajos, debida al fallecimiento de Velázquez, que
imposibilitaba una transmisión de su experiencia a los recién llegados, la comisión sintió la
necesidad de replantearse "ex novo" sus actividades, para ello se comenzó por recorrer los
terrenos de zona para conocer la extensión y disposición de todas las ruinas de la ciudad. Se
comenzó por investigar las lineas de murallas y después los restos interiores hasta llegar a una
identificación de la medina, para la que se dan unas dimensiones de 1518 x 745 m. semejante a
la obtenida a fines del s. XVI por A. de Morales.
Topografía de Félix Hernández
El reconocimiento minucioso de la medina durante los años 23 y 24 lo refleja Félix Hernández
en un plano topográfico a escala 1:1000 editado en varias tintas donde refleja los vestigios de
muros, sillares in situ, roca madre, etc. (Navascués J.M. - 1924).
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La interpretación que se hace de las ruinas ha resultado ser clarividente. Identifica precisamente
el Alcázar, distinguiendo entre la mitad occidental privada y la oriental pública, el salón
principal, después llamado Salón Rico, la mezquita, las áreas edificadas en la zona baja a oriente
y occidente, así como el espacio libre, de jardines, zoológicos, etc. situado frente al Alcazar.
Además de lograr un conocimiento de las ruinas que permitiera programar y dirigir las nuevas
excavaciones, el plano de las ruinas tenía unos propósitos más inmediatos, el redactar un
expediente de expropiación para el conjunto de la Medina para el que se dibuja un plano con
sus límites.
Además de los trabajos sobre la medina F. Hernández propone el estudio de los acueductos y de
los caminos con sus puentes, que propone se declaren monumento, lo que se verificará solo
para el acueducto de Valdepuentes. El fracaso de ese intento de declaración tendrá como
consecuencia desastrosa que desaparezcan el puente de Vallehermoso y la calzada de
Turruñuelos.
MEMORIA DE 1926.
La actividad más innovadora de este periodo fue la de plantearse por vez primera la necesidad
de intervenir en las ruinas para su mantenimiento. Se trata en principio de una intervención
muy comedida "realizar muros de contención para evitar el derrumbe de la calzada... restitución
de cajas de cimentación antes de que desaparecieran (sus huellas)" (Hernández Jiménez F. -
1926).
En este período las excavaciones se extienden hacia el Norte y oeste del salón de Velázquez
Bosco, centrándose en el estudio de la muralla y la Calzada Norte, colindante con la puerta de
acceso a la ciudad. Además, y de forma discontinua, se- inicia el desescombrado del Patio de los
Pilares.
En el informe se critica el sistema de excavación de Velázquez Bosco consistente en la apertura
de una profusión de catas de tanteo que se abandonan cuando no alumbran materiales de
primera categoría, con ello, continúa, se produce la dispersión del material decorativo, se pierde
la noción de los enlaces entre zonas y se ignoran elementos tan significativos como es la
muralla. Frente a ello propone excavar en continuidad con excavación total, lo cual, dado el
intenso expolio sufrido por la ciudad, permite descubrir los muros desaparecidos a través de la
huella dejada en las cajas de cimentación.
Las actividades museísticas se limitan a completar los tendejones levantados junto a la entrada
por Velázquez Bosco, el principal de los cuales continua con igual uso en la actualidad.
Se inicia también un programa de nuevos levantamientos planimétricos de las ruinas, dadas las
inexactitudes de los realizados en la etapa anterior, y, en efecto, se traza una planta general de
las excavaciones muy cuidada en la que se señalan la época de construcción de los muros,
distinguiéndose los que se encuentran a nivel de cimientos o no.
60
PERIODO 1926 – 1936
Las actividades en el periodo que transcurre entre las primeras memorias de la Comisión que se
hace cargo del yacimiento (años 1924 y 1926) y el 1936 en que se interrumpen, debido a la
guerra, se caracterizan por un paulatino cambio de énfasis desde la pura excavación hacia la
restauración. Esta tendencia se acentuará en el periodo postbélico con la aparición del Salón
Rico y así en 1945 el grueso del presupuesto se destina para reconstrucciones.
LA POSTGUERRA Y LA MEMORIA DE 1943
A causa de la Guerra Civil los trabajos en el yacimiento se interrumpen por un periodo de 6
años, de 1936 a 1942. A partir de ese momento se prosiguen los trabajos, bajo la misma
dirección de F. Hernández, por la misma zona del Patio de los Pilares donde se habían
interrumpido.
Al año de reiniciarse las actividades se redacta por R. Castejón una memoria en la que se
resume la labor realizada desde 1926. Las excavaciones, según se explica en la memoria, se
continúan conforme a lo expuesto en las memorias anteriores, de forma continua de Este a
Oeste siguiendo el borde Norte de la muralla, cubriendo los grandes espacios intersticiales entre
las catas de Velázquez Bosco y, concretamente las comprendidas entre las grandes piezas por él
descubiertas, denominadas respectivamente Palacio del Califa y Gran Salan del Serrallo. El
trabajo se centra sobre la muralla, los dos grandes patios superiores y el de los pilares, zonas
todas ellas carentes de decoración. Lo más característico de este periodo es la progresiva
importancia que van adquiriendo los trabajos de consolidación y, ahora también, "de
reinterpretación y reconstrucción", ante la evidencia de la fragilidad de las ruinas una vez
expuestas a la intemperie.
Patio de los Pilares tras su restauración
Castejón habla de una consideración de intangibilidad de las ruinas hasta 1928, lo que no es
totalmente correcto, pues como ya hemos señalado en la memoria de 1926 ya señalaba alguna
tímida intervención, y una actuación desde 1928 que, a partir de 1929 adquiere realidad oficial
de contar con asignaciones propias.
61
En los esfuerzos de consolidación se señalan dos temas: muros por una parte y revestimientos y
pavimentos por otra, en cada una de las cuales se interviene con muy diversa fortuna.
La necesidad de actuar sobre muros deriva de la constatación de que al descubrirlos se van
desmoronando convirtiéndose en meros montones de tierra. Se considera entonces que este
fenómeno deriva, aparte de la poca consistencia de la piedra, de la debilidad de las juntas con
escasa argamasa de cal pura que facilita la entrada de agua y el desarrollo de la vegetación.
También se ha hecho mención al hecho de que algunos muros en la fase de expolio de la ruina
fueron desmontados totalmente no dejando más huella que la caja de cimientos, que si bien
aparecen al excavar se desmoronan inmediatamente, y al proceso por el que las plataformas
artificiales en las que se organiza el alcázar, al desaparecer los muros de contención, tienden a
desintegrarse. La técnica que Félix Hernández propone es la de diferenciar lo nuevo de lo viejo,
contraponiendo a la sillería una mampostería irregular, realizada con restos de sillares trabados
con mortero de cal y arena a dos caras y rellena de tapial, formado por cal y tierra de
escombros.
Como expediente supletorio una línea de ladrillo señala la separación entre las dos fábricas.
Este tipo de remate se utiliza para proteger las cabezas de todos los muros con 50 ó 60 cm. de
altura. Pero la altura de recrecidos no depende de una mera labor de protección, Félix
Hernández la utiliza también como medio para clarificar la interpretación de la ruina. En
principio, con el recrecido se trata de extender uniformemente a cada muro el indicio de
altura máximo que para él se hubiera documentado en la excavación, con la misma técnica de
consolidación de indicios ya mencionada para las zanjas de cimentación. Así mismo, se trata
de jerarquizar los muros, distinguiendo entre los que limitan el recinto de cada edificio, que se
eleva más, y las compartimentaciones interiores.
El máximo esfuerzo de reconstrucción en esta fase, por el volumen murario tratado, se dirige
hacia la elevación de la muralla norte de la que se tratan 70 m. Los informes reflejan una
cierta satisfacción por los resultados obtenidos, pues se afirma que muros así tratados hace
quince años se siguen comportando adecuadamente.
La perspectiva actual, 50 años después, es menos halagüeña, puesto que ese relleno de tapial
facilita el proceso de almacenamiento de agua que se va transmitiendo al muro, al tiempo que
resulta ser un medio propicio para el desarrollo de la vegetación, cuyas raíces disgregan la
cantería.
Si la memoria refleja una cierta satisfacción en relación con el tratamiento de los muros, no
ocurre lo mismo por lo que respecta a revestimiento y pavimentos, dónde se constata que los
remedios empleados no hacen sino agravar los problemas.
Así, en los pavimentos de losas de barro, de mala cochura, que se deshacen con las heladas, los
intentos de preservación con recubrimientos de terreno, placas de cinc o el tratamiento con
silicatos acelera la destrucción, no encontrándose otro remedio eficaz que el rociado periódico
con aceite de linaza.
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En los enlucidos, con o sin pinturas, que se abolsan o desprenden, el intento de rellenar los
bordes con mortero resulta inútil. En el caso de pinturas, como sucedió con los trazos de la
efigie descubierta por Velázquez Bosco, la protección con cristal condujo a su rápida
destrucción.
La desaparición de los revestimientos verticales reviste especial gravedad en las camas de
mortero, donde se asienta el ataurique, por guardar unas huellas valiosísimas para reconstruir
la decoración pétrea superpuesta. Ante la experiencia acumulada se llega a una aseveración
que tendrá una enorme repercusión en la evolución de la estrategia de intervención sobre el
yacimiento en los años sucesivos y es la de que "la conservación de pavimentos y detalles
decorativos en Medina Azahara solo se conseguiría reconstruyendo totalmente y techando,
con los problemas que ello plantea".
Además de la excavación y consolidación, otra de las actividades significativas de este periodo
es el ajardinamiento de las ruinas.
Además del acondicionamiento de la nave de entrada con objetos singulares, capiteles basas
etc. en una disposición que se ha mantenido hasta hoy, la abundancia de cerámica y sobre
todo ataurique, del que se inventarían clasifican y dibujan 3449 piezas, por Manuel Ocaña
primero y Manuel de los Santos después, exige la disposición de más espacio, para lo cual se
crea el edificio de museo, hoy oficinas, diseñado por F. Hernández.
El solar utilizado para levantar el museo, contiguo por el Norte a la muralla, era el único
disponible fuera de las ruinas, dentro de la propiedad pública de entonces. El edificio, de muy
elegante arquitectura, por su posición en el punto más alto del yacimiento adquiere el
protagonismo en la silueta de las ruinas, protagonismo, no deseado, pero al que constreñían
los escasos medios disponibles.
Respecto al museo, se opina que "por ahora hay suficiente espacio con esas naves... Pero si
alguna campaña venidera produjera gran cantidad de objetos, seria preciso habilitar locales
de las propias ruinas convenientemente restaurados, como por ejemplo el gran salón
occidental del que ya dejo en su memoria de 1923 D. R. Velázquez proyecto de restauración o
naves análogas". Ya veremos como en los años setenta y setenta se intenta llevar a cabo este
propósito, primero con el recrecimiento de los cubos de muralla del jardín bajo por F.
Hernández, para almacenamiento de ataurique, y después mediante la reconstrucción del
denominado por G. Moreno Salón Occidental, por parte de R. Manzano.
Para realizar el ajardinamiento se encuentran con el obstáculo de la falta de abastecimiento de
agua del yacimiento, por ello se afirma que se buscan especies existentes en época califal y que
aguanten la sequía. "Así se planta una fila de almendros, siguiendo alguna descripción más o
menos histórica, ante el barracón de trabajadores, así como mirtos o palmeras". Estas
plantaciones que consiguen transformar la imagen del yacimiento dotándola de una nueva
amenidad, no siempre siguen con rigor esa intención de usar especies usadas en época califal,
como ocurre con la fila de tuyas y cipreses plantados en 1933 al borde de la muralla Norte y
63
que, junto con el nuevo museo, establecen una cortina que disocia la silueta de las plataformas
del yacimiento del fondo de la colina, distorsionando uno de los mayores valores paisajísticos de
la ciudad, la consideración de ésta como basamento de la montaña que la corona.
LA EXCAVACION DEL SALON RICO - 1944 Y SU ENTORNO
En el año 1944 se acomete la excavación del salón central que Gómez Moreno le asignaría en
nombre de Salón Rico. Aun cuando R. Castejón en un informe sobre estas excavaciones de 1945
(Al Andalus X) afirma que la campaña se inició buscando la entrada central del Alcazar, parece
tratarse de una hipótesis personal, puesto que en el reconocimiento del terreno de 1923 ya se
habían identificado tentativamente esos restos como Salón Central.
Imagen de la excavación del Salón Rico
Entre montones de escombros de 5 a 7 m., algunos acumulados por excavaciones anteriores,
apareció revuelto un conjunto de material decorativo y sillares, así como restos de tejas y
maderas con signos de incendio. Algunos muros de hasta 3 y 4 m. conservaban decoración in
situ y se encontraron también todas las basas y capiteles menos uno, habiendo prácticamente
desaparecido en el expolio los fustes.
El estrato inferior de época islámica aparecen los elementos decorativos basas, capiteles y
enormes cantidades de ataurique, junto con los restos de incendio, mientras que los 3 ó 4 m.
superiores contienen restos de sillares y corresponden al expolio orientado a la búsqueda de
este tipo de materiales, realizado en época cristiana.
64
A pesar de este reconocimiento de la complejidad de los restos, no se aporta ninguna
representación estratigráfica, lo que revela la falta de métodos arqueológicos con lo que se
fue excavando este yacimiento hasta los últimos años.
Decoración in situ
La cantidad de material constructivo y decorativo aparecido hace pensar a los excavadores que
se dispone de la casi totalidad de los elementos necesarios para la reconstrucción del Salón, por
ello, no es de extrañar que, de acuerdo con los criterios sobre la necesidad de una restauración
integral avanzados en la memoria de 1943, se afirme ahora. "Se hace así posible una futura
recomposición del conjunto, precisa y urgente, antes que la injuria del tiempo arruine todavía
más estos delicados restos".
La propuesta de Félix Hernández de reconstrucción Integral del salón es contestada en la
Academia de la Historia por un contrainforme del director de la Escuela de Arquitectura
Modesto López Otero, quien aconseja que la intervención se limite a un análisis del material
65
decorativo original, junto con una reconstrucción de los muros para poder fijar ese material y
una cubierta de protección climática.
Propuesta de restauración de Félix Hernández
Este informe es recogido en un duro artículo de L. Torres Balbas en Al Andalus (crónica XXIII) en
el que advierte contra las reconstrucciones imitativas de nuevo material decorativo, o contra la
creación de una techumbre cogiendo los motivos ornamentales de la Mezquita de Córdoba,
como efectivamente llegara a realizarse más tarde por Rafael Manzano. Se abre así una
polémica que acompaña a toda la historia sucesiva del yacimiento.
Este hallazgo de 1944 resultará crucial para el desarrollo del yacimiento, pues en la
recomposición del Salón se centrará la labor de Félix Hernández hasta su muerte en 1975, y aún
permanece en desarrollo e inconclusa en la actualidad.
Probablemente el hecho de que no vuelva a aparecer ninguna nueva memoria sobre el
transcurso de las excavaciones hasta la publicación de las notas póstumas por Félix Hernández
en 1985, se deba a la conciencia de éste de hallarse inmerso en un largo procesó nunca
concluido. En efecto, a partir de la memoria de 1943, no vuelve a publicarse otra memoria
oficial de las excavaciones si exceptuamos la de B. Pavón de 1966, dedicada exclusivamente a la
campaña de la mezquita.
66
Para estos años debemos acudir a unas brevísimas notas redactadas por R Castejón con varias
revistas especializadas de forma discontinua, Al-Mulk 61-62 y. 65 y el Boletín de la Sociedad
Española de Orientalistas en los años 1970-73-74-78. La memoria resumen en la que venía
trabajando F. Hernández quedará inconclusa a su muerte y no se publicará hasta 1985
La euforia del descubrimiento del Salón se traduce en un fuerte aumento presupuestario en el
año 1945 para continuar los trabajos; pero el impulso va languideciendo, hasta volver a una
nueva paralización en 1948 por falta de consignación presupuestarias La salida de este
marasmo se producirá el año siguiente con la aportación de 477.425 ptas. por parte de la
Fundación Lázaro Galdeano, es decir multiplicando por diez los recursos habituales. Con esta
cantidad se inicia reconstrucción del Salón Rico actividad que prolongará hasta hoy, pero que
entonces y hasta el año 1959 constituía la dedicación casi exclusiva en el yacimiento. En ese
mismo año se continúan las excavaciones al oriente del Salón Rico descubriéndose el baño
califal y espacios intermedios, por lo demás, la labor principal seguirá centrada en el salón Rico
hasta 1963.
El proceso de restauración
Como una actividad a reseñar en este periodo en el entorno del yacimiento, se encuentra la
excavación por Félix Hernández, en el Cortijo de Alcaide y a unos doscientos metros del
puente califal del Caño de María Ruiz, de una gran almunia califal con espléndida decoración
de ataurique, que el mencionado arquitecto identifica como una parte de la Dar Al Naura. Los
tableros decorativos se recomponen y depositan en el museo arqueológico y F. Hernández
levanta una planta de las estructuras que se hallaban muy arruinadas. Esa planta ha
desaparecido con el conjunto de la documentación gráfica del arquitecto.
67
EL PRIMER INTENTO DE ORGANIZACION ADMINISTRATIVA DEL YACIMIENTO
En 1952, y como consecuencia de una visita del General Franco a Medina Azahara, se decide
activar la dedicación al yacimiento creando una Junta Especial para el mismo, similar al
patronato existente para la Alhambra, y de la que formaban parte los máximos especialistas en
la cultura islámica de la época: Gómez Moreno, Garcia Gómez, Torres Balbás, etc. Esta Junta
tenía por objeto el estudio y la ejecución de los proyectos de excavaciones y restauraciones que
hubieran de realizarse en Medina Azahara y en sus vías de comunicación y conducciones de
agua.
En la primera reunión de esta Junta se decide redactar un reglamento y un plan de actuaciones
para los próximos años. Como suele ocurrir en esos casos, pasada la motivación política, se
olvida el asunto y ni la junta se volvió a reunir, ni el plan, ni el reglamento llegaron a aprobarse.
No obstante, tiene interés el recoger las prioridades de actuación que se señalan en ese plan.
Se distinguen dos tipos de actuaciones, las de carácter extraordinario y la programación
ordinaria de carácter anual. Las actuaciones extraordinarias se refieren a las infraestructuras
exteriores del yacimiento:
A) Propuesta de reconstrucción del acueducto de Valdepuentes y de adquisición de los veneros
de Bejarano y Escarabita para poder utilizar agua en los yacimientos y mantener sus jardines.
B) Restauración del camino de los Nogales y de sus puentes, de los cuales el de Vallehermoso
había visto destruido su dovelaje en 1926.
Ninguna de estas actuaciones se ha llevado a cabo.
La programación ordinaria incluía una serie de prioridades:
1) Continuación de las obras de restauración del Salón Rico.
2) Continuación de las excavaciones en el entorno del Salón Rico, comprendiendo el Jardín Alto
con su pabellón y la Mezquita; operación que quedaba posibilitada por la reciente
adquisición.de estos terrenos.
3) Continuación de la excavación de la plataforma situada al oriente de la llamada Dar Al Yund,
también incluida en esa adquisición de terreno.
4) Una serie de planos especiales que incluían los siguientes conceptos:
- Plan especial de recuperación del recinto amurallado.
- Plan especial de los jardines del llano.
- Plan especial de sector Noroeste.
68
-
Los dos primeros puntos pudieron ser culminados en los años sucesivos y el tercero iniciado; sin
embargo, ninguno de los planes especiales correspondientes al cuarto punto fue acometido.
Así el periodo 1961 - 1962 (según se recoge en Al-Mulk) todas las labores reseñadas se centran
en el Salón Rico y su alberca delantera: colocación de columnas, reparación de pavimento,
recomposición del ataurique, levantamiento del pórtico delantero.
En el intervalo entre 1962 y 1965 se extienden las excavaciones a la crujía al oriente del Salón
Rico, descubriéndose el conjunto del que forma parte el baño unipersonal del califa.
LA EXCAVACION DE LA MEZQUITA Y LA EPOCA DEL DESARROLLISMO. MEMORIA DE 1966
A partir de 1964 la bonanza económica general se percibirá en Medina Azahara a través de un
aumento sustancial de los recursos, ello permitirá nuevas adquisiciones de terrenos hacia el Sur
y Noroeste con una superficie de 18 Has. y, por tanto, expandir el campo de actividades. Con
ello se permite afrontar finalmente la excavación de la Mezquita con un presupuesto de 2
millones de pesetas que quintuplica el de años anteriores.
En 1965 la actividad sigue siendo intensa. Se excava el Jardín Alto y su pabellón central con sus
albercas en el que aparece un panorama semejante al de la Mezquita, arrasamiento casi total de
los muros y gran abundancia de material decorativo. En la misma zona se excava también el
pasadizo de conexión del Salón con la Mezquita. También se continúa la excavación del pasadizo
abovedado que Velázquez Bosco denominó Paseo de Ronda Bajo hacia el occidente en el frente
del Jardín Bajo.
Las noticias de la memoria de 1966 se refieren exclusivamente a la excavación de la Mezquita
realizada en la campaña de 1964 por B. Pavón (Pavón Maldonado B.-1966). Este edificio, muy
arrasado por el expolio hasta casi nivel de cimientos, ofrecía, sin embargo gran cantidad de
material decorativo disperso. La memoria citada constituye un mero estudio arqueológico sin
propuestas de intervención. La principal novedad que contiene es la de ofrecer por primera vez
en el yacimiento un cierto rigor arqueológico en los métodos de excavación, reflejado en la
aparición de cortes estratigráficos, la documentación de la situación de la mezquita recién
excavada, así como en la cuidadosa representación de los elementos hallados en la excavación
desde los de carácter pétreo hasta las huellas de otros efímeros, como esteras etc. Por
desgracia este cuidado en la documentación no tendrá continuidad en las campañas sucesivas.
PERIODO 1967-1969.
Este periodo se abre con la publicación por E. Garcia Gómez de la traducción de los capítulos del
Muqtabis de Ibn Hayyan (E. García Gómez 1967) referentes a al periodo de al-Hakan II, lo que
aporta nuevos datos para la interpretación del yacimiento desde la visión de sus
contemporáneos.
69
Para el desarrollo de las actividades en el yacimiento la nota de 1970 nos informa que en la
campaña anterior a 1967 se ha excavado el pabellón central del jardín alto, continuando los
trabajos que sobre esa zona se venían verificando desde 1943. Siguiendo en la misma zona,
compuesta por los espacios de acompañamiento del Salón Rico, en el periodo 19671969 se
prosigue con la excavación del Jardín Alto hasta sus frentes meridional y occidental. En cuanto a
los trabajos reconstructivos se procede a la cubrición del Salón Rico, al tiempo que se continúa
la labor de composición de su ataurique.
También se acomete la reconstrucción de la muralla occidental del jardín alto, tomándose la
más que problemática decisión de sobreelevarla por encima de la cota del paseo de borde del
jardín, sin contar con indicio arqueológico que lo justifique, sino más bien al contrario. La razón
esgrimida era de índole puramente utilitaria, la habilitación de las torres de la muralla para el
almacenamiento de piezas decorativas, de las que se había ido produciendo una gran
acumulación desde la excavación del Salón Rico, agravada el año precedente con los trabajos de
la Mezquita.
Esta política de empleo de las ruinas para cometidos utilitarios: almacenes, museos etc. que
se continuará años más tarde con la llamada Casa del Ejército, conducirá a un progresivo
alejamiento de la línea de rigor científico que se había seguido en el yacimiento hasta ese
momento.
PERIODO 1970-1975.
Este periodo que había comenzado con nombramiento de Ana Vincent, directora del Museo
Arqueológico de Córdoba, como directora de la excavación, se cierra con el fallecimiento de F.
Hernández. La actuación de F. Hernández que había comenzado en 1924 abarcó el intervalo
más largo y fructífero experimentado por el yacimiento.
En estos años finales se culmina el proceso de compra los terrenos con la adquisición de 90
Has, sobre las 24 Has que se habían ido adquiriendo en los años precedentes. Queda así como
propiedad pública toda el área de la Medina salvo las dos esquinas NE y NO que aún hoy no
han sido adquiridas. Se estimaba entonces que para completar esas dos esquinas y poder
contar con reservas para vertederos se precisarían otras 11 Has.
Con la adquisición de nuevos terrenos se pudo proceder a la ampliación de la excavación de la
muralla Norte hacia el Oriente en otros 50 m. En esa misma zona se descubre el gran pórtico
oriental con el patio que lo precede.
En la zona del Jardín Alto se continúan los trabajos de los años anteriores terminándose al
desescombrar todo su perímetro así como parte del Jardín Bajo.
Por lo que respecta a la tarea de reconstrucción, se comienzan a levantar los muros del
Pabellón Central del Jardín Alto a partir de la cota de cimientos, quizá con el objeto de contar
con una base para la recomposición, nunca realizada, del abundante ataurique encontrado en
esa área.
70
El descuido con que se realizan estos muros destinados a recibir en su día el chapado de
ataurique, al igual que se había procedido en el Salón Rico, construyendo con una simple
fábrica de ladrillo hueco sin revestir, se traduce en un claro deterioro de la imagen del
yacimiento que perdurará largos años. Quizás no se valoró adecuadamente lo
extremadamente lenta que iba a resultar la labor de recomposición del chapado. En la
actualidad (1992) el trabajo en el Salón Rico aún no se ha concluido, y en el Pabellón Central ni
siquiera iniciado.
Alberca y Pabellón Central
En estas notas R. Castejón critica el uso masivo de excavadoras mecánicas en la excavación,
aseveración que habría que matizar dado lo rudimentario del material utilizado, y el empleo de
la piedra artificial en el duplicado de basas y capiteles del Salón Rico.
También se lamenta de la falta de documentación sobre el desarrollo de los trabajos en el
dilatado periodo de actuación de F. Hernández. En efecto, la memoria final de F. Hernández en
la que ofrece una interpretación pormenorizada de todo el yacimiento queda inconclusa, y no se
publica hasta 1985 y ello sin acompañamiento gráfico, pues sus dibujos desaparecen en un
episodio oscuro y rocambolesco. Esta memoria pretende resumir las campañas posteriores a
1943 "unas de desescombrado, otras de consolidación, otras de reposición de partes
desaparecidas, otras de restitución de la decoración a su lugar originario" vaticina como seguro
la puesta al descubierto de todo el acotado en que se venía trabajando desde el inicio. (unas 8
Has.).
Sin embargo, poco se consigna sobre criterios de intervención. La exposición más detallada se
hace sobre las técnicas de recomposición del ataurique para el Salón Rico, del que se justifica
su cubrición en la necesidad de proteger el material decorativo y las propias labores de
restitución.
71
Algunas propuestas mencionadas en el informe, como la de restauración de la mezquita, han
desaparecido. De otras piezas descritas detalladamente en esta memoria, como la
mencionada como casa de Chafar y su baño contiguo, no aparecía mención en las memorias
anteriores y deben datar de sus últimos años de actividad puesto que se concluirán el periodo
sucesivo.
PERIODO 1975 - 1982.
En este periodo, el recién desaparecido Félix Hernández es sustituido por R. Manzano. Las
labores de excavación son menores; se completa el patio de la alberca y se hacen catas en la
parte occidental, a continuación del patio de los pilares, y en borde de igual orientación del
Jardín Bajo.
Lo más característico de este periodo es el énfasis puesto en las reconstrucciones totales. En
el Salón Rico, además de continuar con la labor de recomposición de paneles y capiteles,
especialmente en la zona del pórtico, se coloca de nuevo un artesonado de madera, copiando
la restauración que, en su tiempo había hecho Velázquez Bosco para la Mezquita de Córdoba.
Se reconstruyen también el gran pórtico oriental, el Salón de la Alberca y la llamada Dar al
Yund, en este último salón, que se piensa destinar a museo. No se llegó a culminar el techado,
al interrumpirse la actuación de R. Manzano. También redactó un proyecto de restauración de
las habitaciones del Califa, por donde había comenzado la excavación Velázquez Bosco, que
no se llegó a iniciar.
Dar al Yund, reconstrucción de R. Manzano
Si bien, en general, se mantiene una línea de continuidad con lo anterior, incluso la
restauración total de Dar al Yund y su adaptación como museo venia contemplándose desde
72
los años 40, y ya nos hemos referido al recrecido de las Torres del Jardín Alto por Félix
Hernández para almacenes, si se produce un cambio de enfoque.
Frente al paciente y riguroso trabajo de restitución de Félix Hernández de muy pausado ritmo,
pues solo se actúa cuando existe absoluta seguridad sobre la acción a tomar (con la sola
excepción del ya repetido recrecido de la muralla del Jardín Alto) R. Manzano actúa con
celeridad y atraído por el efecto escenográfico del resultado, ello explica que en la restauración
de la Dar al Yund, cuando faltan capiteles, no se tenga reparo en acudir a una reserva de
capiteles "islámicos" fabricados para un edificio en la Exposición Universal de 1929 o que, una
vez resuelto el sistema de cubrición del Salón Rico, se sienta en la tentación de completar su
efecto añadiendo un artesonado del que no se conservaba indicio alguno. Esta tendencia hacia
el efectismo se observa también en los alzados de sus propuestas de restauración con el uso de
rejas y otros recursos folclóricos.
Sin embargo las incorrecciones que se llegan a cometer no son importantes, limitándose a los
dos detalles mencionados. El resto de intervenciones en el Salón Rico o en el Patio de la Albarca
son perfectamente correctos. Por lo demás, la falta de método arqueológico en las excavaciones
y en su documentación que se da en estos años era lo característico de la historia del
yacimiento.
Finalmente, en este periodo se consigue dotar al yacimiento de las necesarias infraestructuras
de servicio de agua y energía eléctrica después de 70 años de actividad.
5.4. LA REORGANIZACION ADMINISTRATIVA Y LA REORIENTACION CRÍTICA DE LAS ACTIVIDADES
DEL YACIMIENTO.
PERIODO 1982 - 1992.
A partir de 1982, y como consecuencia del cambio de clima político y administrativo que
acompañó a la instauración del estado de las autonomías, se plantea desde la administración
una visión crítica sobre el desarrollo de las actividades en los últimos años del yacimiento, que
se traduce en su paralización desde el inicio de 1982.
En Julio de 1985 se reanudan las actividades con la creación de una unidad administrativa
dependiente de la delegación en Córdoba de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía
con una plantilla de 13 personas bajo la dirección del arqueólogo Antonio Vallejo, esta unidad
administrativa del Conjunto Arqueológico de Madinat Azahara adquirirá su formalización
definitiva por el Decreto 126/1989 de 6 de Junio.
En este nuevo recomienzo, tras un largo periodo de abandono que había producido un grave
deterioro, se formula una declaración de principios, en la que se expresa la intención de
cambiar la orientación de los trabajos "desde la consideración del yacimiento como un campus
excepcional de investigación científica". Como consecuencia de la constatación de la falta de
conocimientos sobre Medina Azahara se pretende "primar la creación de infraestructura y del
conocimiento de la ciudad sobre la extensión y riqueza de las realizaciones materiales".
73
Al volver a plantearse la actuación, se observa que, tras el largo periodo de abandono, el
yacimiento se encontraba invadido por la vegetación y en acusado estado de deterioro, por
ello la labor inicial que se imponía era la de una limpieza generalizada de las ruinas y los
espacios ajardinados, labor que se inicia en Junio de 1985 y extiende hasta 1990 y para la que
se contó con la colaboración del IARA (Instituto Andaluz de Reforma Agraria).
La limpieza evidenció el deterioro de la ruina, en todos sus elementos, los muros con sus
revestimientos, los pavimentos, etc. Incluso las zonas renovadas por Félix Hernández también
estaban seriamente afectadas por el proceso de deterioro.
Restauración de muros
Las actuaciones de consolidación de los muros se acometieron en varias campañas de
emergencia, en las que se trataba de consolidar aquellas estructuras más sueltas y en mayor
estado de disgregación. La técnica empleada fue similar a la aplicada por Félix Hernández,
protección de las cabezas con un recrecido de mampostería, en el que se trató de mejorar el
tipo de morteros para aumentar su impermeabilidad, pero ahora la intervención se completaba
con la sustitución de aquellos sillares más deteriorados, cuyas dimensiones se conocían, por
otros nuevos.
Las primeras obras de consolidación se iniciaron en el periodo 1986-87 en los muros de la rampa
de acceso al gran pórtico, para continuarse durante 198889 bajo la dirección de los arquitectos
Juan Cuenca y Juan Navarro mediante una serie de intervenciones puntuales en la zona de los
patios superiores y núcleo y vivienda de servicios colindantes. Otra nueva intervención con
iguales criterios se realizó en el muro norte de la calzada alta en 1992 por los arquitectos
Lucrecia Enseñat y Pau Soler, que desde entonces se hicieron cargo de los sucesivos proyectos
de restauración´
.
La consolidación de revestimientos se extendió a varias muestras de pintura mural. Por último el
tratado de pavimentos se acometió en dos aspectos: el mármol y la cerámica. La recomposición
y restauración de los solados de mármol se centró en las habitaciones situadas entre el Baño
Califal y el Salón de Abderramán III. El tratamiento del solado de arcilla se limitó a su protección
bajo una capa de arena, técnica empleada en los pavimentos más valiosos de este tipo, situados
en la llamada Dar Al Mulk.
74
Otro problema evidente, que aparecía tras la limpieza, lo presentaba el cúmulo de materiales
dispersos por todo el yacimiento tanto fragmentos pétreos, de decoración o de elementos
arquitectónicos, como cerámicas, que exigía una labor inmediata de inventariado y clasificación.
Restauración de la Casa de Yafar
Respecto a los materiales pétreos, ya nos hemos referido a la labor de inventariado del
ataurique desde los años veinte a 1939, que se completó con su ubicación hasta 1943 en el
nuevo edificio de museo y taller, sin embargo, como ya se preveía, las labores de los años
sucesivos van a alumbrar una cantidad ingente de material que no encuentra acomodo en el
espacio disponible por lo que acaba esparcido por todo el yacimiento, sin más identificación que
un punto coloreado que indica el lugar de procedencia; la habilitación de las Torres del Jardín
Alto solo absorbió alguna pequeña parte, fundamentalmente de la Mezquita. La clasificación de
todo ese material disperso constituye una tarea abierta de años. Su almacenamiento adecuado
requeriría la creación de nuevas edificaciones.
Otro capítulo lo representan la clasificación y recomposición de elementos pétreos
constructivos, capiteles, gorroneras, etc. La cerámica constituía un problema especial,
derivado del hecho de que al realizarse en 1991 unas obras de reparación en el edificio de
entrada, donde se encontraba el taller de cerámica, ésta se-trasladó de forma indiscriminada
destruyéndose toda la labor de clasificación de 80 años. La reclasificación de las piezas se
comenzó por la cerámica verde y manganeso que fue tratado en su totalidad.
75
Otra labor de inventariado y clasificación se refería a la propia documentación del yacimiento,
fotografías, planos, etc. Pronto se hizo evidente que no existía la documentación de
numerosas intervenciones por lo que fue necesario realizar nuevos levantamientos, así una
planta general a 1:100 por restitución fotogramétrica y alzados y secciones de los distintos
elementos a varias escalas.
Además de las intervenciones previas, centradas en la pura recuperación de la normalidad,
limpieza, inventariado de materiales y consolidaciones de emergencia, también se acometen
nuevos trabajos, tanto en el campo de las obras como en el de la investigación.
En el campo de la restauración, la primera prioridad se otorgó a la prosecución de los trabajos
de restitución de material decorativo sobre el Salón Rico, centrado en los testeros de las
naves. Otros trabajos se refirieron a la recomposición de pavimentos, tanto interiores,
mármoles, de las habitaciones entre el Salón Rico y el Baño, como exteriores, andén oriental
del Jardín Alto.
El pavimento del Baño
Alguna de estas intervenciones, muro norte y andén del Jardín, fueron precedidas de
excavaciones particularizadas, en las que por primera vez se aplicaron técnicas arqueológicas
rigurosas y se documentaron con precisos cortes estratigráficos.
En el campo de la investigación varios son los frentes abiertos: botánico, geotécnico,
petrológico, histórico, prospección arqueológica territorial, trazados, etc. En campo de la
botánica las investigaciones encomendadas al Director del Jardín Botánico de Córdoba, se
dirigieron al estudio y localización de las especies relictas de época califal y su relación con las
ruinas, y a la determinación, mediante análisis paleopolínico, de las plantas que se dispusieron
en siglo X sobre los jardines. Estas investigaciones se completan con un estudio histórico
sobre los sistemas de ajardinamiento de la época acompañado de propuestas de actuación.
El estudio geológico iba encaminado a averiguar en qué medida la geomorfología natural fue
transformada por la construcción de la ciudad, primero, y el proceso de arruinamiento, después,
y a la luz de este estudio elaborar un diagnóstico de los problemas geotécnicos que afectan al
yacimiento.
76
Las investigaciones petrológicas estudian el proceso de deterioro de la piedra arenisco-calcárea
con que está construida Medina Azahara y las posibles actuaciones para corregirlo.
La investigación histórica se orienta al análisis del proceso de creación y configuración de la
ciudad.
La investigación arqueológica territorial, se basa en una prospección superficial del territorio del
entorno de Medina Azahara, dirigida a detectar los restos arqueológicos más importantes
relacionados con la ciudad califal, con un especial énfasis en las infraestructuras que relacionan
la ciudad y su territorio: red de caminos y de acueductos. Todo ello encaminado a determinar
los instrumentos para su protección.
Por último, respecto a los trazados se está procediendo en dos escalas, las piezas
arquitectónicas excavadas, y el conjunto de la ciudad. En el primer caso se trata de encontrar
los sistemas reguladores de su diseño, y en el segundo, a través de imágenes áreas normales y
de infrarrojo así como de prospecciones geofísicas localizadas, investigar cual es el trazado
urbano de la Medina en su conjunto urbano.
77
EL PLAN ESPECIAL
En Noviembre de 1991 se contrató un Plan Especial que debería coordinar las diversas
actuaciones en marcha y, a partir de un conocimiento de los condicionantes actuales, fijar los
instrumentos urbanísticos necesarios para la protección del yacimiento y su entorno y,
además, estudiar, jerarquizar y programar las actividades de intervención sobre el yacimiento
en los próximos años.
Zonificación del Plan Especial
78
3 EL CONTEXTO TERRITORIAL
El estudio de la implantación territorial de Medina Azahara lleva necesariamente a la
consideración del más amplio sistema espacial que se organiza en torno a la metrópolis cordobesa
y en la que el ámbito espacial de Medina Azahara se inserta. Lo anterior no significa que el papel
de Medina Azahara en este sistema sea necesariamente subsidiario; por el contrario, al haber sido
concebida la ciudad palatina de Abderramán III como una nueva sede de la gobernación y
representación del estado califal a ése le correspondía una cierta autonomía territorial. Por ello las
relaciones espaciales con Córdoba van aquí a ser tratadas como un apartado más de las relaciones
de Medina Azahara con el territorio, relaciones que abarcan no sólo el entorno inmediato sino el
conjunto del Estado califal del que es centro. Las interconexiones ciudad territorio vamos a
analizarlas desde la óptica del paisaje natural y desde las intervenciones de modificación humana
de ese paisaje, mediante la agricultura, las infraestructuras y la urbanización.
Emplazamiento de la Ciudad
4.1 El paisaje soporte
Madinat al Zahara constituye un caso paradigmático de conjunción de patrimonio edificado y
entorno. En efecto, desde su origen, la nueva ciudad palatina fue concebida como un intento de
integración urbana en un paisaje excepcional, ensayando, a una escala sumamente ampliada, las
experiencias de transformación cultural de la naturaleza desarrolladas en los contornos de las
ciudades andalusíes por las almunias, en donde jardines y arquitectura conformaban una unidad
indisociable.
Su emplazamiento fue escogido al pie de la sierra en función de su posición prominente
que garantiza amplias visuales sobre el valle de Guadalquivir. Un lugar en el que se disfrutaba
también de los recursos hídricos de la sierra y de los afloramientos de caliza que asoman en esa
cota, además de gozar de las ventajas de una abundante vegetación arbórea. A partir de esas
79
condiciones naturales se produjo un proceso de adaptación mediante el aterrazamiento del
terreno, la integración en potentes infraestructuras hidráulicas de origen romano que captaban
lejanos recursos de la sierra, mientras una irradiación de calzadas actuaban como canales de
penetración en el territorio y de conexión con la constelación de almunias y la cercana
aglomeración cordobesa.
Ya arruinada la ciudad, la poesía taifa nos recuerda los atractivos de este paisaje
transformado por el hombre que constituye el objetivo de excusiones y fiestas campestres.
Todavía largos años después de la conquista cristiana los mismos atractivos del lugar y la
reutilización de los materiales califales, los aportes hídricos y sistemas de aterrazamientos fueron
utilizados en el vecino emplazamiento monástico conocido con el significativo nombre de Val-
paraíso.
La especialización ganadera de los reinos cristianos se traduce en la reutilización de las
calzadas romanas y califales además de nuevos itinerarios que surcan los parajes del entorno de la
sierra y el valle. Además, una constelación de cortijos agrarios, frecuentemente superpuestos
sobre las antiguas almunias, puntúan el paisaje circundante, mientras el emplazamiento de la
ciudad califal rebautizado como Córdoba la Vieja mantiene la categoría de posesión real destinada
a caballerizas de la corona, que en el siglo XIX se cercan con altos muros construidos con
materiales procedentes de los restos de la medina.
El conjunto de todas estas actuaciones sucesivas ha dado lugar a un paisaje construido,
objeto de protección tanto desde el punto de vista de sus valores naturales como de su
consideración de gran obra de arte elaborada por los cordobeses de múltiples centurias. Si bien
dentro de esta larga perspectiva histórica destaca un momento culminante en el que este paraje
se convierte, en lo que podemos considerar, sin exageración alguna, en el centro del mundo
occidental.
4.1.1 Los componentes del paisaje
El paisaje de los alrededores de Córdoba está caracterizado por la presencia de tres ámbitos
diferenciados: La sierra, la llanura y la campiña.
La Sierra, denominada en las fuentes árabes monte de Al Arus o de la desposada, cierra el
ámbito por el Norte.
80
Paisaje de la Sierra
Entre la Sierra y el río se extiende la llanura de la vega, al-Sahla en árabe, en una extensión
longitudinal de unos 40 kilómetros, cerrado en sus extremos, Alcolea al Oriente y Almodóvar al
Occidente, por la conjunción de la Sierra y el río. En la franja así delimitada existe un punto
intermedio en el que las ligeras elevaciones provenientes de la Sierra se aproximan hasta el río y
donde se fundó la ciudad de Córdoba. Esta elevación divide a su vez la llanura en dos zonas, una
oriental más reducida, de menor longitud aunque con más profundidad, y otra occidental más
extensa. Esta zona de la llanura incluyendo ambos márgenes del Guadalquivir, por sus amplias
posibilidades agrarias, será la zona en la que se establecerán además de la propia Córdoba,
Medina Azahara y la mayoría de asentamientos dispersos de la metrópoli cordobesa.
Llanura y Sierra
Al sur del río se extiende un amplio territorio colinar denominado La Campiña, que
ofrecerá el telón de fondo paisajístico tanto de Córdoba como de Medina Azahara.
El paisaje vegetal del entorno de la ciudad, especialmente en la llanura, estaría amenizado
por huertas regadas por una multiplicidad de acequias y acueductos, así como por un abundante
arbolado, como se infiere de la cita de al Razi: "Córdoba es cercada de muy fermosas huertas, e los
árboles que dan fermoso fruto e de comer, e son árboles muy altos, e son árboles de muchas
naturas". "A par de la puente han muy buen llano plantado de muchos buenos árboles. E contra el
sentinterón yaze la tierra muy bien plantada de viñas e de árboles" (D. Catalán, 1.975, p. 20 y 21).
81
La misma descripción con ligeras variantes se encuentra en Ibn Galib :" Al Sur de Córdoba
hay una amplia llanura y al Norte el monte llamado Arus que la domina, sembrado de viñas, olivos
y toda clase de árboles y flores".
La Campiña
4.1 2 La valoración cultural del paisaje
Desde el aspecto perceptivo, se ha tendido tradicionalmente a considerar como lo específico de la
cultura paisajística islámica la intimidad la sensualidad del jardín interior, del patio. Una
percepción del contacto inmediato que hace que lo visual ceda el protagonismo a lo táctil, a lo
olfativo y lo auditivo. Un gusto por el detalle y la proximidad, que se traslada en lo decorativo a la
reproducción vegetal de los arabescos de ataurique en los espacios interiores. Esta sensualidad
encuentra su manifestación más evidente en la poesía, sirva como ejemplo la magnífica síntesis
que Yafar, el íntimo colaborador de Al Hakan II en la construcción de Medina Azahara, hace en su
poema “El Membrillo” de la percepción, visual, olfativa y táctil.
Ataurique
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La primacía de las consideraciones paisajísticas, y la predilección por los paisajes abiertos, queda
bien claro en el hermoso episodio de Abderramán II moribundo, haciéndose llevar al terrado del
Alcázar para contemplar por última vez la campiña, que se recoge en el Muqtabis de Ibn Hayyan
(A. Arjona p.44):
Mirador sobre el río y albolafia Bayan y Ryad siglo XIII
"Dijo el emir un día... cuando ya le afectaba su enfermedad... antes me distraía subiendo a la
atalaya y contemplando desde allí el paisaje, pero ahora mi cuerpo está débil y por eso me
pregunto si esto no tendrá remedio". Entonces le respondieron " Sí lo tiene, nuestro señor".
Colocaron el cuerpo de Abd al Rahman sobre aquel colchón... y lo subieron lentamente hasta
llegar a la parte más alta del mirador. Se alzaba sobre la parte delantera del desierto del Arrabal...
y se explayó con su mirada en ella. Contempló las colinas de la campiña y delante el río por donde
los barcos subían y bajaban. Se ensanchó su espíritu y se alegró su corazón. Pasaron la mayor
parte del día en ese mirador... el emir seguía absorto con su mirada en el desierto del Arrabal.
Gozó largamente... y empezó a llorar de tal modo que sus lágrimas humedecieron su barba. Luego
le bajaron a su cama y no tendría un día semejante a éste en lo que le quedaba de su vida".
Este episodio nos aclara que en la prohibición de repoblar el Arrabal, frente al Alcázar,
probablemente intervinieron más razones estéticas que de orden público, las mismas que
provocaron más tarde que en Medina Azahara todo el frente del Alcázar quedara inedificado.
El Arrabal por excelencia, el situado al sur del puente fue demolido por orden de al-Hakan
I tras el motín del 818 con la prohibición absoluta de que se reconstruyera. Una orden
celosamente mantenida por sus sucesores, a pesar de la agobiante presión demográfica sufrida
por Córdoba en los tiempos sucesivos. Resulta ilustrativo de la motivación paisajística que
subyacía en el decreto el siguiente episodio, ocurrido dos siglos después, a principios del siglo XI,
narrado también por Ibn Hayan, correspondiente a la crónica del débil monarca Hissem II. “Varios
jardines situados en el lugar del antiguo Arrabal fueron entonces adquiridos por particulares que
83
comenzaron a edificar en ellos. Pero un día en que Hissem II subió a una terraza alta del Alcázar
para disfrutar del panorama que desde allí se divisaba, advirtió el califa el cambio de aspecto de
esta parte del paisaje cordobés y lleno de contrariedad, y fiel a la consigna heredada de su antiguo
antepasado Al Hakan I, ordenó un mensaje de reproche al mayordomo de palacio. Abd al-Malik
tuvo que inclinarse, ante el deseo del soberano”. Levi Provençal 1957
Puestos a buscar en los alrededores de Córdoba un sitio de topografía dominante que
cumpliese el mínimo legal de tres millas a la próxima aljama (J. Vallvé p.210), fue elegido un lugar
de singular atractivo paisajístico, en que una de las estribaciones de la Sierra de Córdoba avanza
sobre el centro de la amplia y despejada zona oriental de la llanura. El lugar, en el que se
encontraba la antigua casa de campo de Qurqurit, presentaba, además, la ventaja de ser
atravesado por un antiguo acueducto romano (Ventura, A. 1993).
La utilización de las estribaciones montañosas permitió colocar la ciudad a caballo entre la
sierra y la llanura, lo que hizo posible conseguir una jerarquización natural, colocando la residencia
palatina, el Alcázar, sobre la parte más alta, coronada por las habitaciones del Califa, y
disponiendo la ciudad, con las viviendas del pueblo presididas por la Mezquita, en la llanura. Foto
Paisaje En una disposición similar, en la línea de fractura entre la Sierra y Campiña y en su
vecindad, se localizan también una serie de almunias entre las que, procediendo de Oriente a
Occidente, podemos mencionar la ya citada de Al Ruzafa, La Albaida, las Pilas, La Gorgoja y la
Gorgojuela o Alamiriya.
El espacio acotado para la ciudad quedaba comprendido entre dos arroyos de directriz
norte-sur que en su nacimiento llegan casi a converger. Dentro del espacio quedaba también
delimitado el ámbito de la colina sobre la que se recuesta la ciudad. La visión que se obtiene
desde la llanura es la de que la ciudad constituye un basamento escalonado para el conjunto de la
colina, que queda así incorporada como un elemento integrante de la ciudad.
Sección: las plataformas de la medina
La percepción de la conjunción de ciudad y montaña debió ser muy clara para los
habitantes de la época, como nos revela el mismo topónimo de Djebel Al-Arus, monte de la
desposada, y más específicamente la identificación del monte como corona de la ciudad, "Corona
de la novia", porque la capital omeya era la novia por antonomasia, tal como aparece recogido en
al Zuhri (Kitab al-Ya'rafiya), (J. Vallvé p. 119). En el mismo sentido y entrando en lo ya puramente
legendario, aparece la tan repetida cita, mencionada por al Maqqari, respecto al contraste de la
ciudad blanca sobre la oscura colina de suelo pizarroso "No ves la hermosura de esta blanca
84
doncella en el regazo de aquel etíope... El Califa ordenó arrasar el monte pero fue disuadido por
sus consejeros... Entonces ordenó que fueran cortados sus árboles y se plantaran higueras y
almendros. No hubo panorama más bello sobre todo en la época de floración" (Al Maqqari,
recogido en R. Castejón 1.960, p. 125).
Dado lo abrupto de la colina, la construcción del alcázar exigió enormes movimientos de
tierra arrasando crestones y rellenando valles. De la impresión causada por la magnitud de esos
movimientos debe provenir la citada leyenda que atribuye a Abderramán III la intención de arrasar
la montaña.
Así como la zona Norte montañosa exigía grandes obras de adaptación, la zona baja de la
llanura, la Al-Sahla árabe, no presentaba obstáculos especiales. En esta zona, precisamente por su
planicie, las ligeras elevaciones del terreno, que definen mínimos promontorios, adquieren gran
importancia estratégica. En cada uno de los tres costados de la muralla de la ciudad que
confrontan la llanura, occidental, meridional y oriental, y a pocos centenares de metros, se
destacan tres pequeña colinas, dos de ellas ocupadas hoy por cortijos, de las Pilas y de Córdoba la
Vieja, mientras la oriental permanece libre. Los importantes restos de edificaciones califales que
en ellas se conservan parecen corresponder a fortificaciones destinadas al control del espacio
circundante. Su importante relación con la ciudad palatina se manifiesta a través de su conexión
por amplias calzadas rectilíneas que asombraban en el siglo XVI a Ambrosio de Morales y le hacían
suponer, por su amplitud, que se tratara de obras de romanos.
Otra cita poética nos ofrece el panorama contrario a la descrita anteriormente, si en
aquella se describía la impresión que ofrecía desde la vega la abrupta montaña con al-Zahara
enclavada en ella, esta otra, debida al poeta cordobés del siglo XI se refiere a la visión melancólica
de la vastedad de la extensión de la llanura desde lo alto de las recientes ruinas de los alcázares
de Medina.
“Desde al-Zahara te recuerdo con pasión. El horizonte está claro y la tierra nos muestra su
paz serena.
La brisa desmaya con el crepúsculo, parece que se apiada de mí y languidece llena de
ternura”.
Se traza de la primera muestra de aprecio por los amplios paisajes de montaña que se
adelanta en tres siglos a la descripción por Petrarca del panorama desde Mont Ventoux que
ordinariamente se tiene por el documento inaugural de la valoración estética del paisaje en la
cultura occidental.
La localización de la ciudad al pie de Sierra tenía otra serie de ventajas, como la posibilidad
de disponer de fáciles captaciones de agua, como veremos al analizar el capítulo de la
infraestructura hidráulica, y la cercanía a las canteras que ofrecían el material pétreo necesario
para la construcción.
Precisamente la línea de articulación entre Sierra y llanura, en la que se sitúa la ciudad,
corresponde a la línea de fractura geológica del Guadalquivir en la que aflora una veta de
85
areniscas doradas de cemento calizo, calcoarenitas, que permite una muy fácil labra, por lo que
fue utilizada habitualmente en la edificación cordobesa. Por ello, a lo largo de esta línea, pudieron
abrirse canteras a oriente y a occidente de la nueva ciudad, que podían ser transportadas
horizontalmente por el camino dispuesto al pie del monte.
Canteras
La cubierta vegetal
En el aspecto del manto vegetal el topónimo Qurqurit, perpetuado en la forma
romanceada de La Gorgoja, derivado de qurcueretum encinar (Barceló C. 1.987, p. 95) nos permite
suponer una constancia de la vegetación actual, compuesta fundamentalmente por encinar en la
zona montañosa y pastizal y cereal en la llanura, lo mismo cabe suponer de algunas especies como
la de los almeces, cuya distribución corresponde frecuentemente con la de las ruinas y, que no
aparece naturalmente en la sierra de Córdoba, por lo que quizá fuera introducida en la época de
creación de la ciudad.
Vegetación mediterránea en vallehermoso
Las citas literarias antes transcritas nos hablan también de un paisaje vegetal más
primorosamente cuidado con viñas, olivos y frutales.
4.2 La organización administrativa del territorio
86
La ciudad de Córdoba en el siglo X ejercía la doble función de capitalidad del conjunto de
Al Andalus y el de su propia cora o provincia.
Sabemos que la Cora Cordobesa limitaba al Oeste con la Sevilla, al Este con la de Jaén, al
Sur con las de Ecija y Cabra y al Norte con las de Fahs al Ballut o Llano de las Bellotas. Esta
conformación de la Cora experimentó algunas modificaciones en época almorávide y almohade,
consistentes en la agregación de Cabra por el Sur y de parte del llano de los Pedroches por el
Norte y así pasó tras la reconquista a ser denominada Reino de Córdoba y, posteriormente,
provincia del mismo nombre.
La cora, a su vez, se dividía en 15 distritos de los que sólamente es fácilmente identificable
el de Almodóvar, lo que nos indicaría que el límite municipal por el Oeste con el rio Guarromán se
mantendría desde esa época.
Estos quince distritos estaban punteados por una pluralidad de pequeños asentamientos
rurales, un total de 1.321 para el conjunto, correspondientes a 148 castillos, 294 torres y 1.079
alquerías (Vallvé J. 1.986, p. 238). En el entorno de Córdoba este paisaje se complicaba con la
presencia de almunias, residencias de recreo campestres del Califa y su entorno, así como de otros
personajes de la Corte.
La organización del territorio cordobés aparecía dominada por la gran ciudad que debió
succionar la población de las antiguas civitas más próximas que decayeron o desaparecieron, así
como la propia área rural. Con este proceso se culminaría una tendencia, iniciada ya en época
tardorromana, por la que se iba creando un gran ámbito, La Campiña, cada vez más ruralizada
(López Ontiveros A., 1.981, p.29).
Los componentes de la organización territorial serían así una medina central, rodeada de
un área de arrabales más o menos autónomos, y almunias que se extenderían entre, y más allá, de
los arrabales. Mientras el ámbito agrícola estaría punteado por alquerías y castillos, así como
también almunias en la zona más próxima a la ciudad.
Posteriormente, al dotarse a Medina Azahara de un gobierno autónomo, con su propio
zalmedina, y de una mezquita aljama, queda configurada como centro de un territorio autónomo
de la Cora Cordobesa, aunque enclavado en su interior. Este territorio debía extenderse
extramuros, pues en las crónicas se nos habla de arrabales y la arqueología nos lo confirma,
particularmente en las áreas Sureste y Este.
Podríamos suponer que por el Oeste, este territorio llegara hasta el arroyo de Guarromán,
límite actual del municipio Cordobés con el de Almodóvar, que ya constituía un distrito
independiente; por el Norte y Sur los límites naturales del alto de la Sierra y del río Guadalquivir y
por el oriente las inmediaciones del arroyo de Cantarranas, por donde Leví Provencal (1.957) sitúa
los fosos de la aglomeración cordobesa. En este aspecto es significativo que Fernando III en el
repartimiento de la ciudad se reservase para la corona el área comprendida desde la zona del
Cortijo de Alcaide hasta la de Córdoba la Vieja (R. Castejón,)
87
4.3 Componentes y organización del poblamiento
La organización del poblamiento en el entorno
Para recomponer la imagen territorial de la Córdoba Califal debemos acudir a dos
tipos de fuentes, las literarias, tanto de índole histórica como geográfica, y las arqueológicas.
la correlación entre ambas fuentes presenta graves problemas que han intentado ser
solventados sucesivamente por Rafael Castejón, Leví Provencal, Torres Balbás y García Gomez.
La imagen que nos ofrecen esos autores es la de un desarrollo urbano que se extiende
fundamentalmente en la llanura comprendida entre el rio Guadalquivir y la sierra. Al estudiar
la estructura paisajística vimos que esa llanura quedaba escindida en dos zonas, occidental y
oriental, por la interposición de la franja Norte, Sur ocupada por la Medina Cordobesa. Esta
disposición, con la medina como barrera, se acentuó ya desde el siglo VIII con la construcción
de Abderramán I de la almunia de la Arruzafa al borde de la Sierra y al Norte de la ciudad, lo
que provocaría desarrollos urbanos en ese sentido Norte-Sur.
Los Arrabales
A partir de este núcleo inicial de la ciudad amurallada romana, que debía contener la
mayoría de la población del siglo VIII, se fueron desarrollando posteriormente los arrabales en
su periferia, al modo de satélites independientes que dejarían un espacio inedificado en torno
a la muralla de la Medina, pues según el viajero Ibn Hawkal que la recorrió en el 948, "Córdoba
está muy separada de las casas de sus barrios, que no la alcanzan de una manera inmediata"
(Ibn Hawkal, 1.971, p. 65).
Este crecimiento periférico pudo tener un primer germen en los monasterios
cristianos, en cuyo entorno se fueron agrupando poblaciones mozárabes expulsadas de la
medina. Otro segundo germen lo debieron constituir las almunias señoriales, como en el caso
del arrabal llamado Almunia de Al Mugira al oriente, o la Arruzafa al Norte. Con el transcurso
del tiempo la construcción extramuros de edificios públicos, mezquitas o baños, provoca la
creación de nuevos núcleos de aglomeración como los del baño de Ilbiri o el de la mezquita de
Mutas, ambos al occidente.
A su vez, todos estos elementos, los edificios públicos que provocan el desarrollo de
los arrabales y los propios arrabales, encuentran su más fácil acomodo a lo largo de las vías de
la comunicación; prueba de ello, es que varios de estos barrios toman el nombre del número
de orden de los primeros miliarios, siendo ejemplo elocuente el Arrabal de Secunda, el arrabal
por antonomasia, situado en el margen meridional del río.
Entre los 20 arrabales situados fuera de la medina, de las que nos hablan las fuentes
para el siglo X, aparecen todos los tipos de localizaciones citadas.
88
El caso más frecuente de todos es el de los arrabales en torno a mezquitas, formando
un conjunto semejante a lo que serían las parroquias cristianas y que en la misma Córdoba se
corresponden con los vici (barrios) alrededor de los monasterios que citan las fuentes
mozárabes.
De este tipo conocemos 6 ejemplos relacionados con las siguientes mezquitas creadas
por mujeres y oficiales califales, cuatro al Oeste: Al Sifa, Al Kahf, Al Masur y Al Rauda, una al
Norte Umm Salama que contaba también con un cementerio, y otra, Al Mutas, sin localizar.
El siguiente grupo en importancia lo componen los arrabales relacionados con
Almunias creadas también por personajes del entorno del Califa, de éstas se encuentran dos al
Este, Munyat Abd Allah y Munyat al Mugira, a las que podría añadirse Al Zahira, aunque no sea
propiamente una almunia; una al Norte, Al Ruzafa; otra al Sur, Munyat Ayab, y otra al Oeste,
Balat Mugit (más bien un palacio que una almunia).
Otros arrabales se nuclean en torno a edificios de diversos tipos: Furn Burril (el Horno
de Burriel) y al Bury (La Torre), al Oeste, al Siyn al Qadir (la Cárcel Vieja) y Hamman al Ilbiri
(baño del de Elvira) al Oeste.
Por fin, otro grupo lo forman los barrios caracterizados por oficios específicos: Al
Tarrazin (bordadores), Al Raqqaqin (pergamineros), Al Attarin (drogueros) y Hawad al Rayhani
(Tiendas del Rey), los tres últimos en la zona Oeste.
Finalmente, quedan por reseñar los arrabales identificados por su proximidad a un
miliario, Secunda, Tercios y Quartus, en la zona Sur de la vía Augusta.
Como se puede observar la zona occidental aparece como la más poblada con 10
arrabales, lo que nos explicaría la observación de Ibn Hawkal de que los arrabales se
extenderían de forma continua entre Córdoba y Medina Azahara. La zona oriental contiene la
mitad, 5, el Sur 4 y el Norte 2.
El conjunto de arrabales y medina formaba una extensa aglomeración de 22,5 Km. de
perímetro; debía poseer una estructura relativamente esponjosa, debido a la gran cantidad de
espacios libres interpuestos, tales como: cementerios, fahs (campos de uso militar),
explanadas para usos deportivos (almuzaras) y religiosos (almusalas), jardines, huertos de las
almunias, etc.
El núcleo de la aglomeración era la medina amurallada sobre la primitiva ciudad
romana, con sus 4.300 almenas, que siempre permaneció exenta en todos sus costados, de
forma que podía fácilmente recorrerse por el exterior. El resto de los arrabales no estaban
fortificados y solamente con ocasión de los disturbios de la guerra civil, la fitna, se sintió la
necesidad de rodear el conjunto con un foso, jandak, al que se ha hecho mención
anteriormente. Mas tarde, y a causa de las destrucciones ocasionadas por esa guerra civil, que
afectaron fundamentalmente a almunias y palacios, gran parte de los espacios abiertos
intersticiales perdieron su uso y cuando las nuevas circunstancias obligaron a fortificar todas
89
las zonas urbanas se dio lugar a una pluralidad de recintos amurallados independientes, lo que
explica que Al Idrisí al visitar la ciudad a mediados del siglo XII nos hable de que Córdoba
estaba compuesta por cinco ciudades independientes con su muralla (Al Idrisí, 1.988, p. 200).
Como restos de esta situación, afectada por un progresivo decaimiento, han llegado a época
cristiana, y posteriormente hasta nosotros, los dos recintos de la Medina y de la Ajarquia (el
oriente), arrabal del costado oriental, fortificado en época almorávide.
Las Almunias
Fuera del perímetro urbano, ya de por sí amplio, se extiende un territorio muy
peculiar de las ciudades islámicas andalusíes, EL que compone un espacio agrario muy
cultivado, punteado por la presencia de almunias, una mezcla de palacios de recreo, jardines y
centros de explotación agraria, al modo de lo que fueron antes las villas romanas y lo serán
después las villas renacentistas y barrocas. El conjunto de almunias situadas en una malla de
calzadas, acueductos y canales, dan lugar a un paisaje agrícola conurbado.
En el caso cordobés todos los posibles espacios agrarios que se extendían en el
entorno de la ciudad, tanto en la llanura al Norte del río, en sus franjas oriental u occidental,
como La Campiña, al Sur del mismo, fueron utilizadas para el desarrollo de almunias; pero con
muy desigual intensidad. La margen meridional quedó muy debilitada, con la destrucción de
Secunda en el 818 ordenada por al-Hakan I, tras sofocar el motín de sus habitantes. Entre los
dos costados de la zona Norte, el occidental ofrece una mayor extensión y ya había sido muy
utilizada en época romana, perviviendo restos de villas y de grandes obras de conducciones
hidráulicas junto con albercas de almacenamiento. No es de extrañar, por tanto, que a partir
del siglo IX los emires promuevan el desarrollo en esa orientación, de lo que es buena prueba
la localización del zoco grande. Esta tendencia hacia occidente adquiere su máxima expresión
con Abderramán III y la proclamación del Califato, manifestado en la localización de Medina
Azahara en esa dirección, a 6,5 Km. de Córdoba, presidiendo la llanura desde las estribaciones
de la sierra.
A finales del siglo X se provocará con la creación de Medina Zahira almazoreña una
tendencia de signo opuesto, el crecimiento hacia oriente que, aunque apenas tendrá tiempo
para desenvolverse, se traducirá en que sean únicamente los arrabales orientales, la Axerquía,
los que, amurallados por los almorávides, lleguen hasta nuestros días.
La política de desarrollo territorial hacia el Oeste que impulsa Abderramán III se inicia
con el fortalecimiento de la Almunia de Al Naura que había sido creada por el emir Abdallah.
Esta almunia estaba situada al borde del río en el meandro del Guadalquivir que se extiende
entre Casillas y los Cortijos del Caño de María Ruiz y de Alcaide. Se trataba de una zona
relativamente próxima a la Medina y al Alcázar, de la que solo lo separaban el Zoco Grande y
el espacio abierto de la Almuzara y Almusala.
Este lugar conjugaba para Abderramán III los papeles de Almunia de recreo y sede
ocasional del gobierno, constituyendo un primer ensayo de descentralización del poder del
90
Alcázar que se repetirá luego, en gran escala, con la creación de Medina Azahara. En efecto,
desde Al Naura parten expediciones militares del soberano contra el núcleo de la rebelión
mozárabe de Bobastro liderada por Omar ben Hafsun; en la explanada situada frente a sus
muros se ajusticia a los enemigos capturados. Allí organizará su campamento militar Ibn Galib
y, más tarde, se trasladarán a su vecindad organismos del estado tales como la cárcel central y
la casa de las acémilas.
Una vez construida Azahara, Al Naura siguió alternando su papel de residencia califal
con el de hospedaje de los visitantes regios de Azahara como en el caso de Ordoño IV.
Si en Al Naura se había dado un intento de descentralización del poder, en Medina
Azahara se programa una nueva sede de gobierno con todos sus atributos: los políticos, con la
residencia del Califa, las salas de representación y de los visires; la militar, con la casa del
ejercito; la religiosa, con la mezquita aljama; la económica, con la ceca, las manufacturas
regias y los zocos, etc., así como la población necesaria para el desarrollo de sus funciones.
La atribución "ex novo" a un determinado punto de un papel de centralidad en su
grado máximo requiere la creación de las adecuadas redes infraestructurales que lo relacionen
con su territorio. Ello produce, a su vez, el que los asentamientos previamente existentes en
ese territorio pasen a ejercer una función dependiente como satélites de ese nuevo centro; un
ejemplo evidente lo constituye el uso que se hace de las más importantes almunias de la zona
como residencia de los personajes que acuden a las recepciones de Medina Azahara. Además
de esta readaptación de las existentes, y como consecuencia de este desplazamiento del
centro del poder hacia el Oeste, se crean nuevas grandes almunias en esta zona, como es el
caso la residencia favorita de Al Hakam en Ara Nasih, aguas abajo de Al Naura o, más al
occidente aún, con la de Al Romaniyya sobre el rio Guadarromán, en el límite del actual
municipio.
La mayor parte de estas nuevas almunias califales de la época de Medina Azahara
tienen en común su disposición en las márgenes del Guadalquivir en punto que actúan como
núcleo de comunicación. La más antigua era la de Nasr, eunuco favorito de Abderramán II,
situada en la margen izquierda del río, aguas arriba del Puente Romano, al lado del
cementerio del Arrabal y que se convertiría en uno de los lugares de residencia de las grandes
embajadas cristianas a Medina Azahara. Aguas abajo, y no lejos del puente, se encontraba la
almunia de Ayab.
Otra famosa almunia perteneciente a Ibn Al Qurasiya hermano de Al Hakan II, también
sirvió como hospedaje a personalidades ilustres. Sabemos que también se hallaba sobre el río;
aunque desconocemos su localización exacta. Dado que tenía delante una explanada donde
acampó el ejército antes de dirigirse a Gormaz, podemos suponer que se hallase en la zona
norte del río al oriente de la ciudad.
De la más importante de las almunias califales la de Al Naura, antes comentada,
conocemos su posición, al haber sido identificada por Félix Hernández tras efectuar unas
excavaciones en los alrededores del cortijo de Alcaide, en la confluencia del arroyo de
91
Cantarranas con el Guadalquivir. Dada la magnitud de este palacio no sería de extrañar que a
él pertenecieran también las ruinas califales de lugares inmediatos como las del cortijo del
Caño de Maria Ruiz o las de Casillas.
En una posición semejante, pero más aguas abajo, se encontraba la almunia favorita
de Al Hakan II de Ara Nasih o de los molinos y, aún más abajo, sobre el afluente Guadarromán,
la almunia de Al-Romaniya, la más utilizada por ese monarca en sus últimos años.
Alberca de al Romaniya
Otra zona favorable para localizar grandes almunias es la línea de conexión entre
sierra y llanura, desde la antigua fundación de Abderramán I de la Ruzafa, que vemos también
citada en la época que nos ocupa como residencia de los embajadores de Bizancio, y siguiendo
por los restos no identificados de la Albaida, la propia Medina Azahara y más adelante las del
cortijo de las Pilas o el de la Gorgoja, para acabar a 1 Km. al Oeste de Medina Azahara con la
almunia excavada por Velázquez Bosco supuesta por él como Alamiriya, almunia favorita de
Almanzor y que M. Ocaña identifica con Al Romaniya, aunque las razones toponímicas más
bien parecen apuntar a la almunia de Qurqurit del emir Abdallah. Hacia el oriente, y en la
misma posición, debía estar la de Al-Muntali (el montecillo).
Sobre la predilección por este tipo de emplazamiento en la época es muy elocuente la
anécdota que recoge Ibn Jalikan sobre el historiador Ibn Al-Qutiyya: "cierto día, yendo yo a
una almunia que poseo al pie de la sierra de Córdoba en uno de los sitios más bellos del
mundo me encontré con Ibn Qutiyya que volvía precisamente de los jardines que tenía en
aquel punto. Yo... le dije ¿De dónde vienes...?, respondió al instante: de un lugar cuya soledad
admiran los anacoretas, y en la cual los malvados se sustraen de las miradas para pecar" (A.
Arjona, 1.982, p.187).
Pero si estas dos distribuciones lineales, cornisa montañosa y río, son las más
utilizadas, ya hemos visto que también las pequeñas eminencias de la llanura intermedia
aparecen hoy ocupadas por restos califales. Entre estas almunias de la llanura podemos citar
las de Abd-Allah y Almoguira que dieron nombre a dos arrabales orientales, o la de Abd-Al Aziz
92
en el costado occidental, en la parte alta de Córdoba, que también alojó a ilustres visitantes de
Azahara. Otras ruinas de la llanura, como las de Turruñuelos, Higuerón, Villarrubia, etc., no
han sido identificadas en las fuentes.
Turruñuelos
El conjunto de grandes almunias, y en concreto las que ocupan la mitad occidental del
territorio cordobés, las vemos ocupando funciones satélites de la propia Medina Azahara, una
gran parte como residencia de los visitantes ilustres de las grandes recepciones y, otras, como
lugares ocasionales del recreo del propio Califa, como es el caso de Al Naura, Ara-Nasih, Al-
Romaniya.
93
4.4 Las infraestructuras
El agua: Las infraestructuras de riegos, canales y acueductos
:
La necesidad de dotar de agua a la masa poblacional de la ciudad con sus arrabales y,
especialmente, surtir a los baños públicos, excedía con mucho las posibilidades que ofrecían los
pozos individuales. Igualmente, la proliferación de jardines de recreo y huertas exigía disponer de
los correspondientes canales de regadío. Fue, por tanto, necesario crear las dos redes
complementarias tradicionales: abastecimiento y saneamiento y de ambas contamos con
abundantes restos arqueológicos y menciones en las crónicas, como la de Al Rasi, cuando afirma:
"E desa sierra traen el agua al Alcázar del Rey por caños de plomo, del Alcázar la llevan a la villa e a
otros muchos lugares" (Catalán D. 1.975, p. 21).
Acueductos.
Del primer trazado del acueducto que tenemos noticias es el que Abderramán II en el siglo
IX traza desde la Sierra al Alcázar por el costado Oeste de la Medina entrando elevado por el
Arrecife del borde del río, el sobrante iba a un estanque para la población situado en una esquina
del Alcázar (García Gómez, 1.967, p.376).
De Abderramán III las crónicas nos hablan de la creación en el año 941 de un acueducto
que desde el interior de la Sierra finalizaba en un gran estanque en Al-Naura para riego de los
jardines y cuyo sobrante vertía directamente al río. Del 3 de Diciembre del mismo año contamos
con una lápida conmemorativa de un acueducto anejo relacionado con aquel (A. Arjona, 1.982,
p.p. 98 y 99). Quizás el hecho de que la calzada Al Naura Medina Azahara se construya en el
mismo año 941 responda a una operación conjunta en la que calzada y acueducto siguieron un
mismo trazado.
Fuente del Elefante en el nacimiento del acueducto
94
De los mismos años, y motivado por los trabajos de implantación de Medina Azahara,
debe ser el acondicionamiento del acueducto romano que desde lo alto de la sierra, en la zona de
Bejarano y Escarabita, conducía el agua a Córdoba, acondicionamiento que quizás se limitaría al
tramo superior hasta Medina y cuyos restos más espectaculares se encuentran en el paraje de
Valdepuentes.
Valdepuentes
A partir de Medina Azahara, como se comprende por los pozos de resalto, el acueducto
seguiría el trazado de la calzada Norte entre Córdoba y Medina. Al llegar a la altura del puente de
los Nogales se le uniría otro ramal que bajaba siguiendo la cuenca del arroyo Vallehermoso, para
seguir conjuntamente hasta un punto antes de llegar a la Huerta de Figueroa, en donde se divide
en dos ramas, una de las cuales se dirige hacia la puerta del Osario siguiendo el camino, con la
significativa denominación de "la Matriz", es decir el canal, mientras al otro se orientaba hacia el
Alcázar (Castejón 1.929, p. 317).
Además de los reseñados, debían existir otros acueductos menores captando los distintos
veneros de la sierra, como es el caso del citado por Ambrosio de Morales que surtía al Convento
de San Jerónimo, o el que abastece a Alamiriya, o el situado aún más al Oeste entre Cuevas Altas y
Cuevas Bajas, quizás origen de los canales y acueductos que Sánchez Feria observó, y que habían
motivado el desarrollo de algunas villas romanas como la de Encinarejo (Santos Gener 1.955, p.
45). Por la misma causa, todo este conjunto de conducciones que surcan la Sahla o llanura
occidental, explicaría el florecimiento de las almunias en la época islámica.
El origen romano de alguno de estos acueductos, como se ha señalado para el de
Valdepuentes, se ha comprobado por su tipo constructivo atribuible indudablemente a los siglos
III ó IV.
Algunos de estos acueductos debían permanecer aún en uso en época visigoda, lo que
explicaría el episodio de los 400 cristianos refugiados, con ocasión de la toma musulmana de la
ciudad, en una iglesia (quizás la de San Acisclo) situada al Oeste de la Medina, y que sobrevivieron
gracias a una conducción que pasaba por allí (A. Arjona 1.982, p. 14).
95
Aún se debían mantener activas las conducciones tras la reconquista, como revelan las
frases de admiración del Obispo D. Rodrigo según recoge Ambrosio de Morales y como se
desprende de la carta de Alfonso X de 1.263, en la que se dice: "..entendemos que es gran pro e
gran onra de la villa de Córdoba en que venga y todavía las aguas por los caños assi como solien en
tiempo del moro" (Castejón R. 1.923, p.317-318).
Sin embargo, estos buenos propósitos no debieron tener éxito y pronto se abandonarían
las conducciones, quizás como consecuencia de la expulsión por el mismo monarca de los
moriscos de la zona, ya que cuando Ambrosio de Morales en el siglo XVI describe con admiración
el sistema de acueducto de Córdoba se refiere ya a unas antiguas ruinas.
Otra fuente de captación, junto a los acueductos, son las grandes ruedas o norias, que
extraían agua del río y dieron nombre a la famosa almunia califal de Al Naura. Su uso explicaría en
parte el porqué de la gran proliferación de almunias a lo largo del Guadalquivir. La famosa noria
cordobesa de Albolafia, situada frente al Alcázar, es ya de época almohade y pudiera deberse a la
deficiente conservación, ya en esa época, de los acueductos califales.
Albolafia
En la descripción del sistema hidráulico, además de los medios de captación y conducción
de agua, otro elemento importante es el almacenamiento, desempeñado por las albercas. Como
en el caso de los acueductos, también en las albercas coexisten ejemplares romanos con otros
propiamente islámicos. El uso de las albercas es variado, en unos casos es un elemento más en los
jardines de recreo y en otros tiene una función utilitaria para el riego agrícola.
El alcantarillado.
El servicio de aguas en las zonas urbanas lleva como corolario el disponer de la correspondiente
red de evacuación. Tanto en Córdoba (Azorín 1.919) como en Medina Azahara (Vallejo 1.991, p.
217), ha sido posible cartografiar (en el último caso con mayor detalle) la red de alcantarillado con
su típico trazado arborescente. Se trata de alcantarillas de sección rectangular realizada con obra
de sillería de gran magnitud. Estas alcantarillas recogen las aguas de los espacios abiertos, calles y
patios a través de sumideros, y de los baños y letrinas.
96
Red de caminos
La red de caminos constituye la estructura vertebradora de la organización territorial. Este
papel primordial se manifiesta, tanto por su papel de diferenciador de la accesibilidad de cada
punto y como consecuencia de jerarquizador de los lugares, como por su función
compartimentadora del espacio.
Al enfrentarse con el problema de identificación de la red caminera califal surge el tópico
establecido, de que el mundo islámico hereda la red de calzadas romanas a través de lo visigodo,
y, si bien ello es cierto, en esa aseveración se suele infravalorar la capacidad de producción de
obras públicas por parte del Estado emiral y califal.
Según la crónica del moro Rasis: "Abderramán I fizo los arrecifes que atraviesan los
montes e los valles, e las buenas calzadas que van de unas villas a las otras" (D. Catalán 1.975, p.
372), Abderramán II según Ibn Al Atir "edificó palacios y estableció caminos" y de Abderramán III
cuenta Al Maqqari que "era aficionado a urbanizar terrenos, erigir señales de ruta, extender sus
aguas trayéndolas de las más alejadas regiones" (R. Castejón 1.961, p.132). Ibn Hayyan le atribuye,
al menos, la construcción bajo su dirección personal de dos calzadas concretas en los alrededores
de Córdoba, lo que une Al Naura y Medina Azahara y la que comunica Córdoba con la almunia de
Al Rambla. La descripción de la primera de esas calzadas es expresiva de esa dedicación
edificatoria del califa "Allanó dicho camino de asperezas después de que al Nasir cabalgara por el
en persona, tomara el asunto en sus manos y concentrara todos los esfuerzos disponibles.
Personalmente señaló su trazado y señaló los mojones de sus límites" (Ibn Hayyan 1.981, p.322).
Una obra de mayor envergadura sería la gran ruta Córdoba Badajoz citada por Ibn Hawkal
y la que según Félix Hernández corresponderían los dos grandes puentes sobre el Guadiato y
Guadinuño respectivamente, y se habría realizado a raíz de la conquista de Badajoz por el citado
Califa.
Por fin, y como culminación de la etapa califal, Almanzor según Ibn Idari "allanó los
caminos difíciles y las pendientes abruptas" (Hernández Jiménez 1.967, p. 67).
En la descripción de la red viaria hemos partido de una hipótesis inicial de continuidad de
los caminos antiguos, entendiendo por tales los anteriores al trazado de las carreteras que, si bien
se inicia a mediados del XVIII, no tiene una consecuencia apreciable hasta mediados del siglo
97
siguiente. La hipótesis se valida con las pruebas arqueológicas y las fuentes históricas, una fuente
inestimable lo constituyen los trabajos que sobre los caminos islámicos de Córdoba fue
desarrollando Félix Hernández en sus artículos en la revista Al Andalus (Félix Hernández 1.959-
1.967) que recientemente han sido reeditados en volumen independiente.
Para la identificación de los caminos antiguos hemos partido de documentación gráfica,
mapas e inventarios de Caminos. Los mapas usados han sido del siglo XVIII, Tomás López y siglo
XIX, Mapa Itinerario Militar de España y a escala 1:500.000 y mapa municipal del Instituto
Geográfico a 1:25.000. Así como los correspondientes mapas 1:50.000 del mismo Instituto. Del
siglo XX se ha consultado el inventario de vías pecuarias sobre escala 1:25.000 y los mismos mapas
1:50.000 del Instituto Geográfico.
En cuanto a fuentes itinerarias escritas se han manejado dos fuentes del siglo XVI: el
repertorio de todos los caminos de España de Villuga y la cosmografía de España de Hernando
Colón. Para época romana contamos con el itinerario Antonino y el de los Vasos de Vicarello, de
cuyo comentario existe con una copiosa bibliografía, y para época islámica los itinerarios de
Istajari Al Udri, Ibn Hawkal, Ibn Baskuwal y Al Idrisí, así como las noticias de viajes en las crónicas
históricas como el “Muqtabis” de Ibn Hayyan.
A partir de todos estas fuentes el procedimiento seguido fue el de transferir todo el
conjunto de datos a una cartografía actual. La atribución de carácter califal, o no, de un camino
depende de sus concordancias con las fuentes itinerarias islámicas o de la existencia de noticias de
elementos califales en su transcurso, tales como restos de calzadas o de puentes, u otros restos
arqueológicos en sus márgenes, albercas, restos de almunias, etc. Lo mismo puede aplicarse a
restos romanos que indicarían preexistencia del camino, o bien elementos islámicos significativos
de otras épocas.
La imagen territorial de comunicaciones de la zona está dominada por el Guadalquivir, que
en esta época era navegable hasta Córdoba, y por la presencia dominante de esta ciudad, centro
de irradiación de caminos de largo recorrido, como corresponde a su papel de capitalidad del
estado califal.
La nueva ubicación de esa capitalidad en Medina Azahara supuso la creación de un
segundo centro caminero, que dada su corta vida no dispuso de tiempo suficiente para su
desarrollo y, así mismo, la desaparición de la ciudad produjo la consiguiente destrucción de sus
caminos.
El río Guadalquivir, en su doble papel de barrera franqueable por puentes, barcas o vados,
y de vía de navegación, con sus puertos que se suelen hacer coincidir con los puntos de
atravesamiento, crea también una serie de puntos de máxima accesibilidad que actúan también
como centros de caminos; Almodóvar, río Guarromán, Ara Nasih y Córdoba.
Dada la escasez de asentamientos de carácter urbano, la función de subcentro territorial
de los alrededores de Córdoba y Medina Azahara viene ejercida por las grandes almunias califales
que dominan esos puertos y pasos del río, así Almodóvar está presidido por un castillo,
98
Guarromán y Ara Nasih (los molinos) por sendas almunias de Al Hakam II, más arriba, Al Naura,
sobre un famoso vado, con instalaciones portuarias también y, por fin, Córdoba, donde la dársena
final correspondería al Alcázar. Cuando más tarde se cree Medina Zahira se hará también sobre un
importante paso de barcas, el de la Rambla, aguas arriba de Córdoba.
Como decíamos, todas estas almunias, junto con otras como la de Ayab y Nasr, además de
esta posición ribereña, constituyen también las estaciones de los caminos terrestres que parten
de Córdoba.
Principales caminos que irradian de Córdoba
El carácter de capitalidad de Córdoba se revela en la conciencia del destino hacia los
confines de la península, o incluso más lejos, de los caminos que partían de la medina, ese destino
se refleja en el nombre de las puertas que comunicaban el recinto de la medina con los distintos
puntos cardinales.
Al modo de lo que había sucedido de modo paradigmático con la fundación de la capital
Abbasí en Bagdad, en la que el poder de centralidad sobre el reino se representaba mediante una
planta circular, en cuyo centro se situaban los edificios del gobierno y la mezquita. El centro del
trazado urbano constituía el origen de donde partían 12 radios, de los cuales los cuatro
principales, en cruz, se prolongaban en carreteras o calzadas, cuyo destino se reflejaba en los
nombres de las puertas, que llevaban el nombre de las principales ciudades del reino, situadas a
los cuatro vientos. En Córdoba también las puertas suelen reflejar el lejano destino de los caminos
que de ellas parten y así tenemos, comenzando donde el Puente Romano y siguiendo el giro
contrario a las agujas del reloj, las siguientes puertas, cuyas denominaciones corresponden con los
principales caminos señalados por los geógrafos de la época, Istajari, Al Udri, Ibn Hawkal:
1. Bab Al Qantara o Al-Yazira (Algeciras). También llamada Puerta de la
Estatua.
2. Bab Saraqusta (Zaragoza) o Puerta de Hierro.
3. Bab Tulaitula o Rumiyya (de Toledo o de Roma).
4. Bab Luyun (León) o Talabira (Talavera).
5. Bab Batalyaws (Badajoz).
6. Bab Isbiliya (Sevilla).
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Los Caminos del Sur
Puente Romano
La muralla Sur contaba con una puerta con el inequívoco nombre de Puerta del Puente o
de Algeciras, llamada también puerta de la Estatua. Esta puerta abría directamente al Puente
Romano del que, tras cruzar el río, se abría un abanico de rutas dirigidas a las distintas localidades
meridionales de Al Andalus. Hacia el interior de la ciudad por la puerta se entraba a la calle
100
principal entre el Alcázar y la mezquita, correspondiente al cardo romano que con directriz Sur-
Norte llegaba hasta la puerta de León, de los Judíos o de la Recta Dirección. Esta última
denominación designaría el trazado romano, como en el caso de la Rectivía de Astorga, y por una
falsa etimología popular podría habría pasado a denominarse de los judíos.
En el citado abanico de vías meridionales destaca por su importancia la Vía Augusta, en su
tramo Córdoba-Sevilla-Cádiz. Siguiendo esta antigua vía nos encontramos una serie de localidades
cuyo nombre corresponde a los sucesivos miliarios; tras pasar el puente, Secunda, sede del arrabal
por antonomasia, destruido por Al Hakam I tras su rebelión, con prohibición de reedificación
desde entonces.
En las inmediaciones de Secunda se desarrollan importantes necrópolis, romanas primero
y musulmanas después, como solía suceder en todas las vías importantes. Al llegar al tercer
miliario nos encontramos con el arrabal de Tercios, ubicación del Monasterio de San Ginés, a la
que seguiría la villa de Quartus. Esta vía, al continuar en la dirección hacia Ecija, pasa por el
desfiladero de Al Meida (las mesas) para cruzar el Guadiato por el puente califal del Aguaducho y,
más adelante, pasa por la localidad con el inequívoco nombre árabe de Arrecife (calzada). Como
en otros casos esta antigua vía también se ha convertido en cañada ganadera. Por este itinerario
llegó el General Galib de sus campañas de Africa vía Ecija, pasando por el puente Romano para
acampar en Al Naura.
El tramo final de la vía Augusta tenía un desvío hacia el occidente pasando por el lugar de
Guadalcázar para ir a juntarse, frente al sitio donde localizamos la almunia de Ara Nasih, con el
camino que sigue el río por la margen izquierda, para pasar por la almunia de Ayab y el lazareto
vecino, antes de llegar al Puente Romano. Este itinerario alternativo aparece recogido por
Hernando de Colón en el siglo XVI.
A partir de Secunda parte, con directriz Sur, otro camino, que hoy también tiene categoría
de vía pecuaria, conocido como Camino Viejo de Fernán Núñez. Ha sido identificado con la
calzada que el Itinerario Antonino señala de Antequera a Córdoba y Mérida y que debía
prolongarse por el Sur hasta Málaga. Fernán Núñez correspondería así a Ulia, la última mansión de
la vía romana antes de Córdoba. Otro antiguo camino entre Córdoba y Fernán Núñez, al oriente
del anterior, correspondería a una variante final de esta vía.
Siguiendo hacia el oriente la descripción de los caminos que parten del Puente Romano,
nos encontramos con otra vía pecuaria con dirección a Espejo, del latín especulum, puesto de
observación, identificado con la antigua Ucubi, que pasa por el cortijo del Castillejo de Teba,
donde se encuentran las ruinas de la antigua Ategua, de gran importancia en época prerromana y
romana. Por este itinerario nos describen los anales de Al Hakam II la llegada a Córdoba de
Almanzor, acompañando a Yaffar Ibn Ali, procedente del Magreb a través de Málaga y Cabra (Ibn
Hayyan 1.967, p.p. 65-64), Por esa misma ruta, con destino al castillo de Poley (Aguilar) y
Bobastro, se producirían las campañas de Omar ben Hafsun.
Una variante de este camino es el que a partir de las ruinas de Ategua, dejando Espejo al
Oeste, se dirijía directamente hacia Castro del Río, Baena (Bayana), Luque (castillo califal de Luk) y
101
Alcalá la Real, hacia Granada y Elvira. Esta ruta, flanqueada por fortificaciones islámicas, aparece
recogida en los itinerarios del siglo XVI de Hernando de Colón y de Villuga. Siguiendo este camino
en dirección a Córdoba puede optarse por una variante que, en lugar de dirigirse hacia el Puente
Romano, cruza directamente el río por el sitio de la actual barca del Arenal, probable barca de
Balish o Vélez de tiempos califales, por donde pasaban los bueyes a labrar la campiña y en cuyas
inmediaciones se acabaría fundando la Medina Zahira de Almanzor (Fernández y González R.
1.964).
Siguiendo más adelante la vía que a partir del Puente Romano sigue la margen izquierda
del Guadalquivir, tras pasar por el lugar de la almunia califal de Nasr, donde existía una parada de
posta, al llegar al vértice Sur del segundo meandro del río, se vuelve a desprender otro camino con
dirección a Jaén que aparece citado en los itinerarios de Al Udri en el siglo X y de H. de Colón y
Villuga en el XVI. Por este camino se desplazó Abderramán III proveniente de Zaragoza con destino
a Al Naura (Ibn Hayyan 1.981, p.245).
Como ocurría en el itinerario anterior si seguimos la orientación de este camino de forma
directa hacia Córdoba, vadeando el Guadalquivir, llegamos a cruzar el arroyo de los Pedroches por
el puente califal de los Diablos para entrar en la ciudad por su costado oriental.
Puente de los Pedroches
El camino ribereño, que hemos dejado para describir el itinerario con destino a Jaén,
continúa hacia el oriente con dirección a Montoro; Esta sería la variante de la Vía Augusta por el
Sur que señala el Itinerario Antonino entre Cástulo y Córdoba. Por este mismo camino, a partir del
puente de Alcolea, cuya existencia está comprobada desde antes de la reconquista, aunque el
actual date de tiempos de Carlos III, se dirigían las expediciones califales provenientes del Norte y
que con destino al área de Secunda querían evitar el atravesamiento de Córdoba, como la de
Abderramán III cuando, procedente de Guadalajara por el camino de Aramillat, se dirigió a
acampar a la almunia de Nasr (Ibn Hayyan 1.981, p. 301).
102
Los caminos del flanco oriental
Casi en la esquina Sur de la muralla oriental, a donde llegaba la calle principal Oeste-Este
proveniente del Alcázar y la Mezquita Aljama, se encontraba la puerta de Hierro, o de Zaragoza, a
partir de esa puerta, y a través de los arrabales orientales, se abría un haz de itinerarios que
justifican la serie de puentecillos califales tendidos sobre el arroyo de los Pedroches.
El más meridional de esos caminos, que seguiría los arenales de la ribera por los arrabales
de Sabular y Rambla, debía corresponder a la calzada que Abderramán III pavimentó para acceder
a su almunia de Al Rambla, insistiendo en la repetida dualidad estructura viaria-almunia, y que
pasaría por el puente califal de los Mozos para llegar al manzil (posada) de Balish sobre el que
Almanzor edificaría Medinat Zahira. A partir de ahí cruzaría por la barca del Arenal, para continuar
por los caminos de Ategua y Espejo antes descritos.
Continuando directamente hacia el oriente a partir de la puerta de Hierro atravesando los
arrabales orientales (al chanib al sharqui, de donde la denominación actual axarquía) se llega al
puentecillo califal conocido como Puente del Diablo y a partir de ahí, y tras vadear el río, se
llegaría a tomar la dirección del Camino Viejo de Castro del Río antes descrito.
103
Un último itinerario a partir de la misma puerta con directriz más NE pasaría por el
puentecillo califal del Camino de Burriciegos para unirse a la Vía Augusta. Lo rectilíneo de la
directriz de este camino coincidente con el trazado de la Vía Augusta hasta el puente de Alcolea,
nos hace pensar que los gromáticos romanos al trazar este tramo de la Vía lo hicieron en función
de la cabeza del puente y no del decumano de la ciudad. No es, por tanto, extraño que tomase el
nombre de puerta de Zaragoza, dado que desde esta puerta se podía alcanzar tanto directamente
la Vía Augusta como su variante por el Sur del río.
En el mismo costado oriental de la medina se abre otra puerta en prolongación del
decúmano que por el otro flanco comunicaba con la puerta de Amir Qurashi. Esta puerta aparece
con los nombres de Abdd al Chabbar, de Toledo o de Roma. La aparición de unas referencias
geográficas de tan gran escala se explica por el hecho de que por esta puerta penetra en la ciudad
la Vía Augusta que desde Roma, vía Narbona, conduce hasta Cádiz. Esta vía, de máxima jerarquía
en las comunicaciones peninsulares, debía de ser de origen prerromano, por lo que su
construcción se había atribuido a Hércules. En el siglo X se percibe claramente el concepto de la
importancia geográfica y del origen mítico de este camino, como se refleja en la descripción
romanceada de la crónica de Ibn Rasis: "E Carmona yace sobre arrecife que se comienza sobre la
puerta y va hasta la su puerta de Narbona, E de Carmona a Narbona ha mil migeros (millas); e
quien saliere de Carmona e fuere a Narbona, nunca saldrá de arrecife si non quiere. E este arrecife
mandó facer Ercoles cuando fizo fazer los concilios en el cabo de España" (torres de Hércules en
Cádiz y Coruña) (Catalán D. 1.975, p. 98).
El trazado de la Vía Augusta en su tramo hasta el puente de Alcolea lo encontramos
descrito en los itinerarios tanto de Villuga como de Hernando de Colón. En este último se
menciona como una etapa, antes de llegar a Córdoba, un antiguo montón de tierra que debía
corresponder a un gran túmulo prehistórico y cuyo recuerdo se conserva hoy en el nombre del
cortijo denominado del Montón.
Esta vía en su tramo inicial pasaba por la mezquita de Al Mugira (hoy Iglesia de San
Lorenzo), en cuyas inmediaciones debía levantarse la almunia del mismo nombre, según el mismo
criterio de localización que venimos reseñando. Más allá del puente de Alcolea el camino de
desviaba a otro lado del río.
Además del nombre de Roma hemos visto que la puerta tomaba también el nombre de
puerta de Toledo, localidad situada fuera de la Vía Augusta; Ello se debe al hecho de que de la
repetida vía se van desprendiendo hacia el Norte sucesivos itinerarios con destino a la antigua
capital visigoda que fueron estudiados por Félix Hernández (F. Hernández 1.959).
104
Los Caminos de Medina Azahara
Así como la mayoría de las almunias califales se localizaban en posiciones estratégicas con
respecto a la red viaria existente, en el caso de la fundación de Medina Azahara, dada la magnitud
de la operación, se ha prescindido de estas consideraciones, primando únicamente criterios de
dominio paisajístico, ello ha dado lugar a que para que pudiera ejercer su papel de nuevo centro
del Estado debería crearse una serie de calzadas de nueva planta que allí tuvieran su origen.
Para identificar su trazado debemos acudir a los datos combinados de las fuentes
históricas y de las arqueológicas. En este caso, se da la particularidad, respecto al de Córdoba en el
que la ciudad ha pervivido, de que al desaparecer la ciudad, que justificaba la existencia de los
caminos, éstos pierden su sentido y desaparecen. Como contrapartida los restos de caminos
conservados, al ser obra exclusiva del siglo X, nos permiten conocer los criterios de construcción
viaria en la época.
Para seguir la técnica, empleada al describir los caminos de Córdoba, de estudiar los
itinerarios a partir de las puertas de la muralla, nos surge el problema del escaso conocimiento de
esas puertas. Al haberse excavado escasamente un fragmento de la muralla Norte, solamente
conocemos la existencia de una única puerta en ese costado que comunica con la calzada Norte, la
que nos es mejor conocida, aún cuando las fuentes históricas no la mencionan. Por el contrario, la
única puerta citada con asiduidad en las crónicas es una en el costado meridional, denominada
Puerta de la Estatua, con lo que se repetía la denominación aplicada a la meridional de la medina
cordobesa, que constituía la entrada principal a la ciudad. La otra puerta mencionada, Puerta de
las Rosas parece corresponder también al costado meridional. En el costado oriental el corte que
establece el arroyo de San Jerónimo, al menos en su parte alta, pueden dificultar los accesos
105
viarios, y en el occidental las huellas de calzadas internas parecen justificar la existencia de, al
menos, dos puertas.
Otra peculiaridad de estas puertas de Medina Azahara es que, al menos en las menciones
que han llegado hasta nosotros, no ofrecen nombres de lugares geográficos, como en el caso de
Córdoba, que nos ayudarían a identificar los caminos.
La puerta norte
Una vez hechas estas salvedades vamos a comenzar la descripción por la puerta Norte,
correspondiente en el interior de la ciudad a una franja de unos 6,60 m. entre dos muros Norte
Sur, que parecen corresponder al primer trazado del Alcázar. Fig plano costado norte
A partir de la puerta parte una calzada con rumbo Este, colindante con el exterior de la
muralla por su parte externa y protegida por su costado Norte por otro pequeño muro. Se trata de
una calzada pavimentada con recuadros de calcoarenita dorada formando aspas, que se rellenan
en su interior con picadura violácea de montaña, según un procedimiento repetidamente usado
en las calzadas de esa época. Al salir del ámbito de la ciudad la calzada tiene una sección
acentuadamente realzada, siguiendo los mismos procedimientos constructivos romanos, y sigue el
mismo trazado rectilíneo hasta un punto en que, para evitar el cruce con una serie de pequeños
arroyos, se quiebra bruscamente para cruzar aquéllos con un único puente en su confluencia. Este
tipo de trazado viario insólito, que soluciona angularmente los cambios de dirección, sin
interposición de curvas, es específico de esta cultura, una cultura basada en el caballo y el camello
como medio de transporte y que no utiliza nunca vehículos sobre ruedas.
Trazado de la calda Este y el acueducto
106
A partir de ese momento la calzada se bifurca, un ramal toma rumbo Norte para formar el
camino de ladera que después describiremos, el camino principal sigue el trazado rectilíneo Este-
Oeste llevando a su costado el acueducto. El primer arroyo importante se salvaba por un puente
de un ojo que fue destruido en 1.926 después de proponerse su declaración monumental, poco
después aparecen ruinas de un arrabal y una alineación de albercas a la izquierda.
Puente de los Nogales
El segundo arroyo, el de Nogales, se salva por otro puente de dos ojos que se ha
conservado hasta hoy; en sus proximidades siguen apareciendo restos de edificaciones. A partir
de ahí el camino se divide en varias ramas, por un lado se cruza con el camino viejo de Córdoba
procedente de Trasierra, ya descrito, y por él comunicaría directamente con Córdoba. Unos
arranques de puente situados más aguas arriba sobre el arroyo Cantarranas nos informa del paso
de otra rama de la calzada que por una parte se dirigiría a las canteras y de allí hacia el Vacar
(itinerario ya descrito), mientras que la calzada principal se dirigía, continuando el rumbo Este,
hacia Turruñuelos, donde los restos encontrados y el claro aterrazamiento del terreno indican la
presencia de una importante almunia quizás la de Ibn Abdelaziz citada en las fuentes.
En esta zona R. Castejón (1.945, p. 36) señalaba todavía en los años cuarenta un buen
tramo de calzada pavimentada, al modo ya descrito junto a la muralla de Medina Azahara. El
alomado de esta calzada es todavía hoy perceptible en las fotografías aéreas. La calzada seguía
hasta las inmediaciones de la almunia de la Arruzafa donde continuarían probablemente
bordeando al margen Norte de la aglomeración cordobesa a buscar el puente de los Pedroches y
de allí a la vía Augusta.
La calzada a media ladera, que hemos dejado a partir de su confluencia con la llamada
calzada Norte de Medina Azahara, va contorneando el borde de la Sierra, siendo testigos de su
paso dos pequeños puentes sobre la cuenca alta del arroyo Vallehermoso; en el segundo se cruza
con el camino de Trasierra, en el que se conserva un gran tramo de calzada a partir de ese punto.
Esta calzada, ya descrita al hablar de los caminos cordobeses, permitiría la comunicación de
Medina Azahara con Extremadura y Galicia rodeando el cerro Norte de la ciudad. Trasierra
107
A partir del último puente mencionado el camino sigue bordeando la sierra, pasando por
toda una serie de canteras y restos de una torre defensiva, así como de otras construcciones junto
al castillo de Albaida. En ese punto se uniría a la otra desviación de la calzada Norte a partir de
Nogales. La función de esta calzada de ladera parece haber sido el suministro de sillares para la
construcción a partir de las canteras próximas.
Canteras de Santa Ana
Los Caminos del flanco Sur
Conocemos por las crónicas que una de las primeras actuaciones de Abderramán III (941),
tras iniciar las edificaciones de Medina Azahara, fue la construcción, bajo su personal supervisión,
de una calzada que la uniese directamente con su otra residencia favorita. Por ese itinerario Al
Naura-Medina Azahara discurrirán en época de Al Hakam II todos los cortejos ceremoniales,
embajadas, triunfos militares y comitivas regias con origen en Córdoba o en otras almunias
califales. El tramo Sur de esta calzada, a partir de Al Naura caótico desarrollo periurbano
cordobés, pudo reconocerse a través de la identificación de los puentes del Caño de María Ruiz y
del Higuerón.
Puente del Cañito
108
En la ciudad sabemos que la calzada entraba por la puerta de la Estatua, para dirigirse al
Alcázar, a donde penetraba por la puerta de la Azuda. Apoyándose en la descripción de Ambrosio
de Morales que habla de una gran calzada que partiendo de la plaza del jardín alto saldría por el
centro de la muralla Sur hasta perderse en un cerro con unas ruinas a unos 300 m, se ha pensado
que esa Puerta de la Estatua estaría situada en el centro de la muralla.
En la inspección de la estructura urbana de la Medina se perciben 3 calzadas de
orientación Norte-Sur. La central pasa entre la mezquita y el borde del jardín alto, habiendo sido
ocultado su tramo final por el propio jardín alto. Su ligero desvío en la orientación respecto al
resto del trazado urbano parece responder a imperativos de trazado externo, y si consideramos
que la posición de acceso entre Mezquita y Alcázar se corresponde con el de la Puerta de la
Estatua o del puente, la principal entre las meridionales en la medina de Córdoba; podríamos
considerar que corresponde a la llegada de la mencionada calzada de al Naura en su trazado
primitivo, y que, tras la reestructuración de la Medina que acompañó a la construcción del Salón
Rico y el Jardín Alto, perdería su papel de acceso al Alcázar.
Se daría lugar entonces a la construcción de otra calzada, paralela a la anterior, que
accedería por su extremo oriental a la plataforma de edificios públicos al Este del gran pórtico; la
huella de esta calzada se percibe en el terreno bordeado de edificaciones hasta la misma muralla,
donde se encontraba la puerta de la Estatua. Fuera de la muralla se puede seguir su trazado,
acompañado por restos de arrabal, que quiebra bruscamente hacia el Este, quizás como
prolongación del antiguo camino que parte de los restos del puente Califal de la Cañada Soriana
sobre el arroyo de los Nogales, por donde se produciría el acceso directo de Córdoba. Sería este el
camino que Ibn Hawkal observó en su totalidad flanqueado de arrabales. Este camino antes de
llegar al arroyo Vallehermoso se uniría a la calzada de Al Naura.
Por fin, una tercera calzada flanquea el jardín bajo por su extremo occidental, orientada
directamente hacia el cerro donde se enclava hoy el cortijo de Córdoba la Vieja y que debía
corresponder a la gran Calzada que asombró a Ambrosio de Morales en el siglo XVI y que, ya
entonces, se perdía en las ruinas situadas en ese cerro. Pudiera corresponder a la calzada por la
que Al Hakam II salía por la puerta de Medina Azahara por última vez camino de la almunia de Ara
Nasih.
Los Caminos del Flanco Occidental
La serie de restos de almunia que se extienden linealmente al occidente de Medina
Azahara asomados al borde de la sierra: Cortijo de las Pilas, Gorgojuela o la importantísima
almunia excavada por Velázquez Besco, que identificó como Alamiriya, o el conjunto de canteras
que en similar posición se extienden por viarios kilómetros evidencian la presencia de una calzada
en esa orientación.
Félix Hernández y Navascués, al describir el arranque de la calzada Norte, antes de que se
construyese la carretera de acceso al yacimiento, mencionan una desviación que tomaba el rumbo
109
del itinerario que buscamos y que sería así una mera prolongación de la calzada que hemos
denominado Norte.
En la propia muralla oriental se perciben al menos dos salidas, protegidas por una gran
construcción defensiva erigida sobre un elevado montículo creado en el borde de la ciudad. El
primer camino, o puerta, se situaría justo al Norte de esa fortificación y continuaría, hacia el
interior por una calzada que sube directamente hacia el Alcázar. Al poco de salir de la muralla, una
construcción cuadrada protegía su paso, que podemos seguir más adelante en el punto de
confluencia de unos arroyos y en las canteras situadas junto al cortijo de las Pilas.
Camino de Madinat al-Zahra a al-Rommaniya
Más al Sur de la fortificación mencionada, parte hacia el interior una anchísima calzada, de
más de 7 m., que se quiebra para orientarse en dirección a la mezquitilla allí situada, al modo que
lo hace la que llega a la mezquita Aljama. Por la gran anchura de la calzada y su proximidad a los
edificios repetitivos, quizá la Dar al Sina o casa de los oficios, que las fuentes sitúan en el borde de
la ciudad, pudiera tratarse de un zoco con una situación semejante al de la medina de Córdoba.
Hacia el exterior se percibe una alineación que se dirige directamente al cerrete del cortijo de las
Pilas, en donde aparecen unos fuertes aterrazamientos que evidencian una importante
construcción de la época. La disposición de esta calzada repite lo ya reseñado para el camino
meridional que se dirige al Cerro de Córdoba la Vieja. Esta calzada iría a juntarse más adelante con
la principal que, a partir de la almunia de Guadarromán y Almodóvar, seguiría a Sevilla y por ella
se produciría el viaje de ida y vuelta en el día de Alhakam II a aquella almunia que recoge Ibn
Hayyan (Muqtabis 1.967, p.p. 252).
110
4.5 Dimensiones
La dimensión de la población cordobesa
Para estudiar cual era la distribución geográfica del caserío y de los equipamientos en
la aglomeración cordobesa, es obligado comenzar por una referencia de la polémica cuestión
de cual fue su magnitud en la época de máximo esplendor del califato a fines del siglo X.
En la investigación sobre la antigua población de Córdoba se suelen utilizar diversos
métodos, el primero, y más elemental, es la consulta directa de las cifras de población
contenidas en las fuentes históricas. La cifra máxima estima en 213.077 el número de
viviendas de la plebe y en 61.300 el de las nobleza, lo que nos conduciría a una magnitud,
claramente exagerada para la época, de más de un millón de personas, si tenemos en cuenta
que para dos de las ciudades más grandes de los siglos X y XI, Constantinopla y El Cairo, se
estimaba una cifra máxima de 300.000 habitantes (Torres Balbás, 1.959, p. 106). Una
dimensión más moderada es la que ofrece Ibn Galib, quien calcula 115.000 casas para la plebe
y 6.300 para la nobleza, lo que aún significa una dimensión excesivamente alta entre 600.000
y 630.000 habitantes.
Un segundo método consistiría en una aproximación indirecta utilizando las fuentes
históricas a través de sus referencias al perímetro urbano. Respecto a este concepto
conocemos las dimensiones de la antigua medina, el conjunto de la aglomeración, y el de los
fosos construidos con motivo de la fitna, guerra civil, a principios del siglo XI.
La verosimilitud de estas cifras estriba en su concordancia en varios autores y en el
hecho de que las dimensiones dadas para el perímetro de la medina, que podemos comprobar
en la ciudad actual. Así el ancho de 1.400 codos corresponde exactamente con los 640 m. que
hay medidos en el plano, la longitud es algo inferior a los 950 m. actuales. También se
corresponde el número total de almenas, 4.300, equivalente a 4.050 m., explicable si
añadimos a los 3.500 m. del perímetro actual el saliente del torreado. La superficie de la
medina no es por tanto conocida (54,5 Has. medido sobre plano). Aplicando a este perímetro
la densidad máxima obtenida por Torres Balbás (1.955, p.p. 35-59) para las ciudades islámicas
españolas (348 has./Ha.), nos daría una población de 19.000 habitantes.
Para el conjunto de la aglomeración, la medina con todos sus arrabales (21 según
algunos autores), las fuentes dan un perímetro de 33.000 codos equivalentes a 15.610 m. Este
recinto de 4 Km. de lado correspondería a un cuadrado aproximado cuyo borde Norte estaría
en la Ruzafa, el Sur en el Guadalquivir, el Este en el arroyo de los Pedroches y el Oeste la altura
del Km. 2 de la carretera de Almodóvar por Majaneque, donde Santos Gener señala restos de
muralla (Santos Gener 1.955, p.40), quizá correspondiente a uno de esos 5 recintos
independientes que según Idrisí encerraban en el siglo XII los arrabales cordobeses.
La superficie encerrada en ese perímetro sería de unas 1.600 Has., aplicando la
densidad de 130 hab./ha. atribuida por A. Lezine para el conjunto de las ciudades de Ifriquiyya
en el siglo X, nos daría una población de 206.000 habitantes, lo que parece razonable para una
de las mayores ciudades de la época.
111
La superficie más amplia correspondería al foso que en época de la fitna se excavó
para defender la ciudad en tres de sus lados, el cuarto correspondería al río, con una longitud
de 14 millas equivalente a 20,3 Km. Según Leví Provençal este área conformaría un
cuadrilátero comprendido entre el arroyo de Cantarranas al Oeste, la Arruzafa al Norte, el
arroyo Rabanales al Este y el río Guadalquivir al Sur, con una superficie de 4.050 Has.
Este segundo recinto más amplio podría obedecer al deseo de englobar
asentamientos discontinuos como Medina Zahira y otras almunias, pero si supusiéramos,
como hacen algunos autores, que fuera éste el verdadero límite exterior de la aglomeración,
con la excepción de Medina Azahara y le aplicáramos la misma densidad de 130 hab./ha.,
obtendríamos una población de 526.500 habitantes, equivalente a las 113.000 viviendas de
plebe de las que nos hablaban las fuentes ya citadas. Pudiendo suponer 6.000 viviendas de la
aristocracia equivalentes a su población no incluida, al Sur del río, en Medina Azahara y su
entorno.
Es decir los cálculos manejados nos dan una serie de opciones posibles entre los
200.000 y los 600.000 habitantes, pues el millón de habitantes obtenido a partir de la cita
máxima del número de viviendas parecería absurdo. Torres Balbás ofrece una cifra aún más
reducida de 100.000 habitantes.
A. Lezine establece otros métodos para evaluar la población de las ciudades islámicas
partiendo de la capacidad de la mezquita Aljama (ello nos daría para la mezquita de
Abderramán I una capacidad de 5.000 plazas que correspondería a unos 20.000 habitantes
para la medina, única zona ocupada en el siglo VIII (Acién 1.987, p. 19).
Sin embargo, las estimaciones que el mismo método nos da para la Córdoba del siglo X
resultan del todo insuficiente, 11.770 plazas equivalentes a 47.000 habitantes para la
mezquita de Al Hakam II y 58.000 tras la ampliación de Almanzor.
Para Medina Azahara, cuya superficie nos es bien conocida (102 Has). El mismo cálculo
de capacidad de la mezquita conduce a Acién a estimar una población de 6.000 habitantes.
Para esta misma ciudad la aplicación de densidades medias resulta más problemático,
dado que solamente un tercio lo podemos considerar como plenamente urbano, estando los
otros dos dedicados respectivamente a jardines y al Alcázar.
Aplicando la densidad estimada por Torres Balbás para ese tercio propiamente urbano
obtendríamos una población de 11.658 habitantes.
La densidad propugnada por Lezine (130 hab./ha.) para el conjunto de zona urbana y
la parte residencial del Alcázar nos conduciría a una población de 5.227 habitantes, muy
próxima como vemos a los 6.000 estimados a partir de la mezquita.
112
Como en el caso de Córdoba, las cifras que nos dan las fuentes históricas son
excesivamente parciales en unos casos, como cuando se nos habla de las 400 viviendas de
notables, e hiperbólicas en otras, caso de los servidores de palacio que según Ibn Idari (R.
Castejón, 1.959, p. 158) se compondrían de 3.750 fityan y 6.314 mujeres al servicio del Califa.
En cualquier caso, como observamos, las cifras oscilan siempre entre un número de
6.000 y un máximo de 12.000 habitantes.
Respecto a las dimensiones espaciales citadas por las fuentes se repite lo señalado
para la medina cordobesa, existe mayor aproximación en la descripción de la anchura que en
la longitud. Los 1.500 codos de latitud y 2.700 de longitud corresponderían a 707 m. de ancho
y 1.272 de largo para el codo de 47,14 cm. (Maqqari citado en R. Castejón 1.959, p.125), las
dimensiones reales medidas en plano parecen ser de 1.500 m. de longitud y 730 m. de
anchura en los costados y 640 en el centro. Ambrosio de Morales midió en el siglo XVI 2.400
pasos por 1.200. Cabría la posibilidad de que los 2.700 codos se refieran a un primitivo estado
de la ciudad antes de las reformas de los años 50 del siglo décimo.
113
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