Date post: | 24-Dec-2015 |
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Revista Roma N° 3 - Marzo de 1968 LO ACTUAL Y LO URGENTE
Certero análisis de la mentalidad postcon-
ciliar, es decir, de los miembros de la secta
conciliar (Francisberg entre ellos)
No hay duda que so pretexto del Segundo Concilio Vaticano se ha
producido una violenta sacudida en todos los medios religiosos.
Carecemos todavía de la perspectiva necesaria para apreciar y juzgar en
toda su amplitud las consecuencias y la significación de esta sacudida,
pero lo que inquieta a muchos es el hecho de que una vez superada la
fase de optimismo de los primeros momentos, se habla cada vez con
más insistencia de ciertos aspectos negativos que se han desarrollado
como consecuencia de esta conmoción. El descenso del número de
vocaciones, las aberraciones litúrgicas, la crisis de la disciplina, las
destrucciones de tradiciones y obras de arte no pueden menos que
preocuparnos, pero más graves son las infiltraciones de ideologías
acatólicas en ciertos medios eclesiales y el desarrollo de ciertas tesis que
se van alejando paulatinamente de la doctrina tradicional y van
constituyendo, no una nueva doctrina, sino una mentalidad muy distinta
de aquella a la que estábamos acostumbrados y que los que están
preocupados e inquietos por sus posibles consecuencias, llaman
"Mentalidad postconciliar".
Todo aquel que se interese por el desarrollo de las ideas religiosas en el
mundo actual no puede desconocer la existencia de esta mentalidad y
todo aquel que quiera mantener cierta coherencia en su pensamiento
religioso debe llegar a comprender las relaciones entre esta mentalidad y
las verdades que han admitido y que todavía admiten, por lo menos
oficialmente, aquellos que se consideran dentro de la Iglesia católica,
apostólica y romana.
El desarrollo de un estudio completo sobre esta mentalidad supera
evidentemente nuestras escasas fuerzas; de todos modos hemos tratado
de formarnos una idea sobre esta mentalidad y sobre sus consecuencias
con respecto a las verdades de la fe. El llevar a cabo este estudio nos ha
obligado a revisar una copiosa bibliografía tanto antigua como moderna y
a meditar sobre los puntos más esenciales para llegar a una síntesis de
nuestras lecturas.
Confesamos que este estudio nos ha costado gran esfuerzo y
también muchos sufrimientos, ya que no es fácil aventurarse en ciertas
zonas de la "mentalidad postconciliar" sin experimentar el vértigo y la
atracción del abismo. Tenemos, sin embargo, que agradecer a esta
mentalidad una cosa, y es que el esfuerzo que hemos hecho para llegar
a comprenderla nos ha obligado a estudiar y meditar un cierto número de
temas muy alejados de nuestras actividades habituales, y que estos
estudios y meditaciones, que nos han puesto en relación con buenos
autores tradicionales, nos han hecho experimentar grandes goces
espirituales, a los cuales seguramente no es ajena Nuestra Santísima
Madre la Virgen María, a la que hemos invocado sin cesar.
1. LA MENTALIDAD POSTCONCILIAR.
REACCIONES Y PROBLEMAS
1.1. Alarma
1. 1. 1.
No parece, por ahora, que esta "mentalidad postconciliar" sea una
tormenta pasajera provocada por grupos aislados, más bien da la
impresión de un movimiento profundo que tiende a desarrollarse y a
adquirir una influencia cada vez más acentuada sobre todo en los medios
eclesiásticos. Se llega a hablar libremente de "una nueva visión de la fe"
y hasta de una "nueva teología" que se caracterizaría por un desprecio
no disimulado por la tradición de la Iglesia y por un entusiasmo irreflexivo
por todas las novedades, sean disciplinarias, litúrgicas o doctrinales.
1. 1. 2.
Creemos que el aspecto más importante de esta mentalidad es aquel
que se refiere a sus relaciones con las verdades de la fe, ya que su
influencia sobre ellas es la principal preocupación y también la principal
fuente de inquietud entre los fieles.
Antes de analizar, por medio de ejemplos, estas influencias, séanos
permitido enunciar algunas ideas generales necesarias para situar
nuestro tema.
1.2. La mentalidad postconciliar existía antes del segundo concilio Vaticano
1. 2. 1.
Nadie podrá negar que la mentalidad postconciliar es descendiente del
llamado catolicismo liberal del siglo pasado que procuraba alejar a los
fieles de una formulación precisa de las verdades dogmáticas y sobre
todo hacía lo posible para silenciar sus consecuencias con el pretexto de
adaptación a una "mentalidad moderna". Esto llevaba insensiblemente al
abandono de los principios tradicionales y a relegar las verdades de la fe
a zonas remotas y nebulosas de la mente de los fieles.
1. 2. 2.
Todo aquel que lea las encíclicas "Pascendi Dominici Gregis" de San Pío
X (1907), la "Humani Generis" ¡de Pío XII (1950) o el "Rapport
doctrinal" del Episcopado francés (1957) no podrá menos que reconocer
que los errores señalados inequívocamente en estos documentos
corresponden en su mayor parte, y de un modo exacto, con las
características de la "mentalidad postconciliar".
1. 2. 3.
En honor a la verdad, hay que reconocer que el último Concilio ha sido
magistralmente utilizado para difundir todos los errores y todas las
desviaciones doctrinales que existían antes de un modo latente y casi
clandestino. Estos errores han encontrado una ocasión propicia para
manifestarse públicamente gracias a una propaganda periodística
interesada en amplificar y difundir todas aquellas tesis y proposiciones
que podían ser interpretadas como una ruptura con la doctrina
tradicional.
1. 2. 4.
Sea cual fuere el origen de esta campaña, y los diversos grados de
responsabilidad que compete a quienes de ella participan o a quienes por
ella se dejan engañar, el hecho es que las consecuencias se van
haciendo sentir de un modo cada vez más acusado y que tanto la
jerarquía como los fieles se encuentran ahora, a la vista de todos, en un
estado muy alejado de la seguridad doctrinal y de la estabilidad que es
indispensable para todo progreso religioso individual o colectivo.
1.3. Acentuar las diferencias, cerrar los ojos o buscar el justo medio
1. 3. 1.
Numerosos son los teólogos, los sacerdotes y los fieles que se esfuerzan
en hacer resaltar y en acentuar las diferencias que existen entre la
"mentalidad postconciliar" y la doctrina tradicional. Unos porque querrían
que la Iglesia siguiese un camino lo más alejado posible del que ha sido
el suyo hasta ahora y otros porque quieren hacer resaltar las
consecuencias del abandono de ciertas posiciones tradicionales y
procuran hacer reaccionar a los fieles y a la jerarquía haciendo destacar
todas las aberraciones originadas por la psicosis del cambio que existe
actualmente en la Iglesia.
Entre los primeros se encuentran los más conspicuos partidarios de la
"mentalidad postconciliar" que aquí analizamos, teóllogos o
pseudoteólogos "nuevaoleros" que se creen llamados a ser artífices de
una renovación, cuando no de una revolución, en el pensamiento y en la
práctica religiosa.
1. 3. 2.
Frente a estas dos tendencias, que tienen como denominador común el
tratar de acentuar las diferencias entre dos mentalidades, una llamada
preconciliar, cuya idea fundamental, o cuya única idea, es la del justo
medio. Los partidarios del justo medio admiten de un modo simplista que
existe una escisión de la Iglesia en dos grupos simétricos, el que
representa el freno de la tradición y el que representa el dinamismo del
progreso. Consideran que la verdadera posición es la equidistante entre
los dos extremos sin pararse a pensar si esta posición media es posible y
sin tener en cuenta que el justo medio como principio es una puerta
abierta al relativismo, ya que los extremos no están nunca bien definidos,
sobre todo del lado del llamado "dinamismo" o "progresismo".
1. 3. 3.
Otra cuarta posición diferente, y por cierto muy común, por su
comodidad, es la que se esfuerza en cerrar los ojos frente a la nueva
mentalidad. Cuando no es miopía avanzada o indiferencia culpable, es
propia de caracteres débiles incapaces de enfocar objetivamente los
problemas con independencia de criterio. Unos son presa de su historia,
de las organizaciones a las que pertenecen o del medio en el que están
sumergidos, pensando que es pasajera; otros constatan y deploran las
consecuencias que son evidentes pero son incapaces de remontar a las
causas que las originan y no saben o no quieren denunciar las ideas y
las tendencias que las han suscitado[1].
1. 3. 4.
A nuestro juicio, ninguna de las cuatro actitudes que hemos señalado es
capaz de aportar una contribución positiva al estudio y a la comprensión
del fenómeno "postconciliar". Ni el optimismo inconsciente de unos, ni el
pesimismo amargado de otros, ni la superficialidad de los justomedieros
ni la ceguera de los indiferentes puede ser un punto de partida válido.
Hay que encarar la cuestión con valentía y con objetividad, ir al fondo de
las causas a través de los efectos, estudiados con precisión y detalle;
utilizar un método riguroso y deductivo, pero sin olvidar que en estas
cuestiones ningún trabajo puede ser útil si no está nuestra mente
iluminada por la fe y si no permanece nuestro corazón inflamado por el
amor hacia la Iglesia multisecular que fundó nuestro Señor Jesucristo.
1. 3. 5.
No hay que creer que para llevar a cabo el análisis que nos proponemos
hacer, es necesario remontarse a las más altas esferas de la ciencia
teológica; la "mentalidad" que analizamos se caracteriza por la
particularidad de presentar con un vocabulario complicado, y hasta
pedante, ideas muy sencillas, elementales, banales y de muy poca altura
intelectual. Para llegar a analizarlas y a desmontar su aparentemente
complicado mecanismo basta con disipar la cortina de humo de la
erudición que esconde sus banalidades. Una vez disipada esta cortina de
humo, resulta que las ideas que sustentan pueden ser analizadas y
rebatidas por cualquier católico que haya mantenido incólume su sentido
común y que posea los rudimentos de la doctrina cristiana.
1. 4. La mentalidad postconciliar, un mundo de problemas
1. 4. 1.
La primera excursión que efectuamos por la frondosa literatura
"neoteológica" nos dio desde el primer momento la sensación de recorrer
una selva virgen donde proliferan las más variadas especies vegetales
sin orden ni concierto. Esta primera impresión no ha sido desmentida por
una exploración más detallada; encontramos en esta selva árboles
inmensos, malezas intrincadas, marañas de bejucos, plantas espinosas y
hasta se encuentra disimulada entre ellos una fauna dañina de arácnidos
y reptiles venenosos. Todos los miembros de esta flora y de esta fauna
tienen un carácter común que da la tónica de la selva, y es que llevan
inscrita en sus troncos, en sus ramas y en sus cuerpos una misma
palabra: la palabra Problema.
Las matas confusas de problemas sobre la adaptación de la Iglesia al
mundo rodean ingentes árboles que se refieren a la "evolución" o a la
"exégesis bíblica"; todos ellos producen frutos de marcado sabor
relativista, naturalista o modernista. Las malezas de la "reforma
litúrgica" producen las flores letales del subjetivismo y de la reforma de
la fe, y los frutos donde anidan los peligrosísimos escorpiones de la
desacralización. Los zarzales de la limitación de los nacimientos y del
celibato eclesiástico esconden los venenosos reptiles de la sexualidad.
Pero el árbol más peligroso de esta selva es sin duda el de"la nueva
formulación de las verdades religiosas", puesto que de sus atractivas
ramas cuelgan las víboras de la indiferencia y detrás de su voluminoso
tronco se esconden los lobos voraces de la apostasía, que esperan una
ocasión oportuna para devorar a aquellos que se paran a contemplar
las formas nuevas y curiosas de su complicado ramaje.
Un mundo de problemas, por el que transitan sonrientes y embelesados
los teólogos "nuevaoleros" con sus flamantes títulos universitarios en
sociología o en psicología; provistos de su traje de "clergyman" y de su
indispensable y voluminosa cartera, transitan por esta selva que sus
maestros crearon, contemplan sus flores de aroma embriagador, prueban
sus frutos y son víctimas a menudo de los animales dañinos, pero es tal
el embeleso que se desprende de este bosque encantado, que reciben la
muerte con serenidad y con la sonrisa en los labios y su ejemplo y aún
sus cuerpos en descomposición añaden un encanto más para los nuevos
visitantes que se encuentran atraídos por el vértigo del peligro y por el
placer deportivo y malsano de transitar por sendas otrora prohibidas,
felices cuando pueden plantar nuevos árboles o matorrales capaces de
aumentar la confusión.
Aquellos que han fijado su residencia en esta selva, no se limitan a
apreciar su salvaje belleza, sino que invitan y hasta fuerzan a los demás
a visitar el lugar que tanto les atrae. Millares de ingenuos y de dóciles
seguidores se dejan arrastrar y los más caen presa de su maléfico
embeleso. Cientos de "laicos" quedan inmovilizados en los matorrales de
las conferencias, coloquios, diálogos y movimientos especializados, y
numerosas religiosas se aventuran en zonas peligrosas quedando sus
largos hábitos enredados y desgarrados en las espinosas zarzas de
la "pastoral de conjunto".
1. 4. 2.
¿Cómo, nos preguntamos nosotros, es posible que aquellos que estaban
acostumbrados a pasear por los plácidos y bien ordenados jardines de la
teología tomista y a habitar en los palacios y castillos de la espiritualidad,
encuentran ahora un placer morboso en aquellas selvas vírgenes?
¿Como no han surgido ya equipos de valerosos pioneros, armados de
los afilados machetes de la doctrina y que haciendo uso del fuego
purificador de la fe logren abrir caminos sanos por esta selva que ha
invadido el pensamiento religioso contemporáneo?
Pero cuando nos queremos acercar a la entrada, provistos de nuestro
afilado machete y con una antorcha en la mano, nos encontramos que la
misma está firmemente guardada por hombres revestidos de traje
religioso y hasta por algún monsignor, que nos obligan a dejar nuestras
armas; el respeto al carácter sagrado de sus guardianes nos impide
entablar con ellos singular combate y sólo nos es dado encarar a
aquellos que se dirigen a la selva maldita y preguntar por qué visitan este
lugar peligroso, procurando a la merced de este diálogo el introducirnos
en el recinto vedado, aprovechando un descuido de sus guardianes y
conservando siempre a mano nuestras armas.
Las respuestas de los visitantes entrevistados son de una desesperante
monotonía, siempre más o menos disfrazada con motivos nobles y
desinteresados; los visitantes penetran en la selva maldita animados por
un entusiasmo y por un ideal: la búsqueda de problemas. Si queremos
llegar a comprender la mentalidad de los "nuevos teólogos", debemos
ante todo examinar el origen y el significado de este entusiasmo.
1. 5. A la busca de problemas
1. 5. 1.
Este entusiasmo por la búsqueda de problemas tiene, a nuestro juicio, su
origen en un mimetismo de los "neoteólogos" con los cultivadores de las
ciencias físico-naturales. Los investigadores científicos poseen
actualmente un bien ganado prestigio, sus proezas intelectuales han
permitido descubrir un número fabuloso de leyes de la naturaleza y de
analizar y conocer con seguridad desde lo infinitamente grande a lo
infinitamente pequeño; sus trabajos han constituido la base de un
progreso sin precedentes en la técnca y en la medicina, y estos
progresos han tenido una honda repercusión en la vida del hombre. No
es de extrañar que los hombres de iglesia hayan hecho un paralelo entre
el desarrollo extraordinario de la ciencia y de la técnica por medio de la
investigación y el carácter estático y muchas veces anquilosado de las
ciencias religiosas. Un viento de renovación, un "aggiornamento" era
necesario para inculcar un nuevo dinamismo a la Iglesia. Pero este
entusiasmo, en sí loable, no ha tenido en cuenta que no es posible
adoptar la misma actitud mental cuando se tratan cuestiones religiosas
que cuando se estudia o se investiga en el campo científico o técnico; el
olvido de esta diferencia es la causa de que las energías y el entusiasmo
por una renovación y una dinamización del adormecido sentido religioso
no sólo se estén perdiendo en estériles actividades, sino que contribuyan
las más de las veces a desarrollar una acción puramente negativa[2].
Es cierto que las ciencias físico-naturales han progresado porque han
proliferado los problemas. Un investigador es feliz cuando ha logrado
encontrar nuevos problemas, está animado de santo entusiasmo cuando
logra exponer éstos, desenmarañar algún secreto de la naturaleza.
Después de un trabajo esforzado sobre un punto muy particular,
considera su misión terminada cuando puede publicar el resultado de sus
investigaciones, que suscitan nuevos e interesantes problemas; vive feliz
en un mundo de problemas. En las ciencias físico-naturales los
problemas no están jerarquizados y son los casos particulares,
estudiados con detalle, los que llevan al conocimiento de la verdad por
un camino largo y difícil, que suscita un entusiasmo deportivo al
llegar a la meta y que sólo pueden recorrer los espíritus fuertes y los que
están iniciados en los arcanos de una especialidad científica.
1. 5. 2.
Muy distinta y casi diríamos diametralmente opuesta es la actitud que
lleva a la verdad religiosa. Existen en la religión proposiciones estables
básicas bien establecidas y existe una jerarquía de los problemas y no
se trata de buscar problemas y de deducir a partir de ellos la verdad, sino
de aplicar la verdad a los problemas que se puedan presentar, y de un
modo que esta aplicación resulte tan clara y evidente que esté al alcance
de los sabios y de los ignorantes, de los niños y de los adultos, de los
pobres y de los ricos, desde el punto de vista intelectual. No es la religión
algo propio del erudito, del sabio o del especialista, es de todos y
especialmente de las almas sencillas. No se trata de buscar problemas
sino de tener resuelto una vez para siempre el problema de la finalidad
de nuestra vida y sus relaciones con Dios, y una vez que se ha
comprendido esto, adaptar cada vez mejor nuestro comportamiento a
esta finalidad y a estas relaciones.
1. 5. 3.
El olvido de esta diferencia ha hecho que muchos religiosos se hayan
lanzado por las sendas de la sociología religiosa, estéril y
desorientadora, hayan enfocado sus estudios y sus actividades como si
fuesen investigadores científicos, y así se ha llegado a constituir una
selva intrincada de problemas y de seudoproblemas sin ordenación y sin
jerarquía, y esta selva se ha desarrollado con creciente pujanza, y en ella
han anidado animales dañinos.
2. TÁCTICAS DE LA MENTALIDAD POSTCONCILIAR
2.1. Problemas en la verdad y verdad en los problemas
2. 1. 1.
Según acabamos de ver, la característica externa más típica de la
mentalidad postconciliar es la proliferación de los problemas y un cierto
mimetismo con la actitud de los investigadores científicos; afirmamos
ahora que este mimetismo no pasa de ser casi una caricatura de la
investigación científica. En efecto, existe una diferencia básica entre las
dos actitudes: los investigadores científicos cuando plantean y resuelven
los problemas que les corresponden, encuentran estructuras o leyes que
corresponden a las estructuras y leyes de la realidad y el resultado de
sus investigaciones sirve como base estable para desarrollos posteriores,
de modo que la ciencia avanza únicamente porque existen cada vez un
número mayor de estructuras, fenómenos y leyes perfectamente
conocidas que constituyen conquistas definitivas y estables del
conocimiento humano; gracias a este aumento de lo conocido es posible
el progreso científico y técnico. No se podrían construir satélites
artificiales si no se conociesen de un modo seguro una multitud de leyes
precisas de la mecánica, de la resistencia de materiales o de la
electrónica. Los problemas de los investigadores científicos conducen a
la verdad científica y es en el desarrollo de esta verdad que se suscitan
nuevos problemas.
2. 1. 2.
No ocurre desgraciadamente nada similar en la "mentalidad
postconciliar"; la "nueva teología" no resuelve los problemas ni los
plantea en un contexto de verdad previamente conocida, no formula
proposiciones definidas, no deduce leyes definitivas, no llega al
conocimiento de estructuras fijas en el plano sobrenatural, sino que
plantea, replantea, discute, critica y analiza, diseca y atomiza las ideas
teológicas aderezadas con una salsa sociológica o psicológica. Sus
conclusiones, cuando las hay, no aparecen como definitivas, sus
negaciones no tienen carácter riguroso y por esto no dan origen a
desarrollos progresivos ni a construcciones viables, por esto es una selva
y no un edificio y menos un jardín, es un juego de tejer y destejer, es la
antítesis del progreso, es una empresa demoledora.
Los "nuevaoleros" no se preocupan de las verdades de la fe, tienen
horror de las formulaciones precisas, pero no pueden sustraerse
completamente al concepto de verdad religiosa y esto hace que se
encuentren incómodos cuando se les quiere llevar al terreno de la verdad
objetiva, pues en este terreno aparecen su incongruencia, su debilidad o
sus fines inconfesables. No creemos que nadie esté obligado a respetar
el confort espiritual de estos pseudoinvestigadores, y escogemos aquí
precisamente este terreno de la verdad. objetiva, no sólo para analizar la
mentalidad postconciliar, sino también para desenmascarar las tácticas y
los principios estratégicos que conscientemente o inconscientemente se
emplean para difundir esta perniciosa mentalidad.
2. 1. 3.
El llevar nuestra exposición a este terreno tiene la ventaja de que
podemos utilizar el método analítico inductivo que hemos practicado
durante muchos años en nuestros trabajos científicos personales y que
por lo tanto conocemos; el empleo de este método tiene la ventaja de ser
precisamente el método de las ciencias que los nuevaoleros mimetizan y
que por lo tanto deberían seguir si fuesen consecuentes consigo mismos.
Escogemos un cierto número de proposiciones concretas bien
establecidas y definidas de un modo inequívoco por el Magisterio;
después de hacer un breve análisis de las verdades en ellas contenidas
pasamos a exponer las posiciones de los "neoteólogos" con respecto a
ellas y a analizar la táctica empleada para soslayarlas o deformarlas. El
estudio de las diferentes tácticas empleadas nos llevará a deducir los
principios estratégicos de esta nueva mentalidad y de ellos colegir las
ideas fundamentales que la informan.
Ya hemos publicado hace poco un estudio de esta índole sobre un punto
muy particular, la iconofobia o aversión a las imágenes religiosas [3], este
estudio nos permitió obtener algunos datos que utilizaremos en nuestra
exposición, que tiene un carácter más general.
Las proposiciones que hemos escogido para nuestro análisis se refieren
a tres puntos importantes de la doctrina católica:
1. - El mundo angélico.
2. - Dios remunerador.
3. - El carácter propiciatorio del Santo Sacrificio de la Misa.
2. 2. El mundo angélico y la táctica del silencio y de la duda
2. 2. 1.
La proposición que vamos a examinar dice lo siguiente: Creo en la
existencia de los ángeles, seres espirituales, inmortales pero personales;
unos, los ángeles buenos, tienen como misión el glorificar y servir a Dios
y también proteger y velar por la salvación de los hombres; otros, los
demonios, se hicieron malos por su propia culpa e incitan al pecado y
combaten a la Iglesia.
En esta proposición están expresadas explícita o implícitamente un
cierto número de verdades independientes (es decir que no se pueden
deducir lógicamente unas de otras) sobre la existencia, naturaleza y
funciones de estos seres que forman parte de la creación y que, aunque
invisibles e inmateriales, son, según la doctrina, tan reales como los otros
seres que podemos observar con nuestros sentidos o con nuestros
aparatos y deducciones científicas.
De la existencia, naturaleza y funciones de los ángeles se deducen
lógicamente un gran número de consecuencias ciertas de indudable valor
práctico, entre las cuales no es la menos importante, por ejemplo, el que:
La oposición entre el bien y el mal, entre el pecado y la santidad, no
coincide con la que existe entre la materia y el espíritu, es mucho más
sutil, más penetrante, pues comienza por separar en dos campos
opuestos el mundo de los espíritus puros.
La proposición que consideramos está entroncada con toda una
cosmología y con la historia religiosa de la humanidad de un modo tan
íntimo, que si se prescinde de ella, nuestra visión del mundo adquiere
automáticamente otro aspecto muy diferente, que será quizás más
aceptable para algunos, pero que es incompatible con la ortodoxia. El
Magisterio ordinario y extraordinario, la Biblia, la Tradición, los Santos
Padres, los papas y los concilios han admitido y apoyado esta
proposición, de modo que es signo de debilidad mental o de mala fe el
querer permanecer en el seno de la Iglesia católica negando o alterando
el valor de las verdades en ella contenidas [4].
2. 2. 2.
Frente a las verdades de que acabamos de hablar, ¿cuál va a ser la
actitud de los "neoteólogos"? No pueden negarlas de un modo
terminante, porque les colocaría fuera de la Iglesia y porque las
negaciones terminantes necesitan una fijeza y una coherencia en las
ideas de las que evidentemente carecen. Adoptan, pues, una táctica que
consiste en atacar estas verdades por el silencio y por la duda.
Es imposible encontrar en las conferencias, homilías, escritos o
conversaciones, cartas o invocaciones de nuestros nuevaoleros, una
referencia concreta a los seres angélicos, si alguna vez se refieren a
ellos es de una forma especialmente escogida para que pueda ser
interpretada como una mera figura literaria y no como la expresión de
una realidad. Pero su triunfo mayor en la campaña del silencio es sin
duda la que se desarrolla en lo referente a la liturgia. Si consiguiesen
eliminar toda referencia a los ángeles en la liturgia, habrían ganado una
batalla importante en su campaña del silencio.
2. 2. 3.
No es sin embargo posible, por ahora, el silenciar completamente la
existencia de los seres angélicos y por esto la táctica del silencio debe
ser unida a otra destinada a sembrar la duda en el ánimo de los fieles.
Si se ha atacado en estos últimos tiempos el Evangelio de la infancia
(Lucas, I, I-II, 15) es sin duda porque en él juegan un papel
preponderante los ángeles y era necesario dar a estos relatos un
carácter simbólico o mítico en el que los ángeles son sólo "supervivientes
etéreos de una imagen asirio-babilónica". Pero en ciertos casos la táctica
de sembrar la duda es tan descarada que parece como si los que la
llevan a cabo desconociesen que la existencia de los seres angélicos es
una verdad de fe. Es el caso de un número especial de la
revista "Lumiére et Vie" de los dominicos franceses, que en su número
de mayo-agosto de 1966, presenta una serie de artículos sobre el tema
de Satán. En uno de estos artículos el padre Boismard o. p. expone sin
comentarios, la doctrina de la Iglesia, pero inmediatamente después se
presenta otro artículo del padre Duquoc o. p. que lleva como título un
interrogante: "¿Satán symbole ou réalité?", en el que una verdad
dogmática se transforma en algo dudoso, en un problema. En este
artículo se sigue el esquema en tres tiempos: primero exponer en forma
ligeramente caricatural lo que se creía antes; segundo, se sugieren
diversas interpretaciones muy distintas de la tesis ortodoxa pero sin
decidirse por ninguna de ellas; finalmente se termina con un interrogante
" 4 como el siguiente: "¿No sería más fácil pensar que Satán es una
figura límite, la posibilidad del hombre como criatura falible? Satán sería
un símbolo que eliminaría la banalidad del mal... se cesaría de atribuirle
una personalidad: sería una figura reguladora de nuestra propia
comprensión de nosotros mismos, cesaría de ser una persona
tentadora... no es la mentalidad científica la que obligaría a hacer
desaparecer a Satán, es la seriedad de nuestra fe".
El padre Duquoc o. p. razona como lo haría un protestante para el cual
las enseñanzas de la Iglesia carecen de valor.
2. 3. Dios remunerador y la táctica de la desviación
2. 3. 1.
La proposición que vamos a examinar es la siguiente:
Creo que existe un Dios remunerador que después de la muerte
recompensa a los buenos en el Cielo donde contemplarán a Dios
con la felicidad eterna, mientras que los pecadores que mueren en
pecado mortal no perdonado caerán en el infierno donde sufrirán
eternamente.
Esta proposición incluye un cierto número de verdades fundamentales,
tales como las siguientes:
. - Dios es infinitamente justo.
. - El hombre es responsable de sus actos y debe satisfacer por sus
pecados.
. - Las almas de los justos que en el instante de la muerte se hallan libres
de culpa y de pena debida a sus pecados entran en el cielo.
. - Las almas que mueren en estado de pecado mortal van al infierno.
. - La felicidad del cielo y las penas del infierno duran eternamente.
Todas estas verdades han sido definidas de un modo inequívoco por el
Magisterio de la Iglesia y no pueden ser negadas por los fieles [5].
Las consecuencias de la proposición que analizamos son de tanta
trascendencia práctica para el hombre, que aquellos que querrían verlas
desaparecer no pueden utilizar simplemente la táctica del silencio y de la
duda. El silencio podrá hacerlas olvidar momentáneamente, la duda
podrá hacer mella en muchas mentes, pero siempre quedará en el fondo
la preocupación por el destino ultraterrestre y por la posibilidad de la
condenación. La mentalidad postconciliar utiliza otra táctica que se revela
mucho más eficaz que el silencio o que la duda y es la desviación, o sea
el reemplazar en la mente de los fieles la preocupación por la salvación
por otras más asequibles y más directas: la filantropía, el entusiasmo por
el desarrollo de la civilización material y la lucha contra la injusticia.
Resulta así que la religión se impregna de naturalismo y los fieles ya no
consideran a la Iglesia como una institución que vela por la salvación de
las almas, sino como una organización que se ha lanzado valientemente
a la lucha por un porvenir mejor de la humanidad en este mundo.
Aquellos que se dejan arrastrar por esta táctica quedan tan absorbidos
por la actividad filantrópica y por la lucha por los valores materiales, que
no les queda materialmente lugar en su espíritu ni tiempo para pensar y
meditar sobre los fines últimos de nuestra vida; la preocupación por la
salvación habrá desaparecido. Dios remunerador ya no tendrá significado
para ellos.
2. 3. 2.
La táctica de la desviación se vale de escritos, conferencias, reuniones y
publicaciones y cuenta para su desarrollo con la colaboración de
innumerables asociaciones, comisiones, centros de estudio, congresos,
"mesas redondas", interviews y declaraciones. Toda esta actividad febril
está encaminada a sustituir en los fieles las preocupaciones espirituales
por otras muy distintas, centradas en los valores puramente humanos, en
el fondo en la búsqueda del placer y de las cualidades puramente
naturales.
Esta táctica busca su justificación en ciertos documentos del magisterio,
que tratan de problemas relacionados con las condiciones de vida y el
desarrollo de los pueblos. Estos documentos no autorizan a nadie a
sustituir en la mente de los fieles las preocupaciones religiosas por otras
puramente profanas y sobre todo no hay razón ninguna para que este
activismo actúe como cortina de humo para disimular las verdades de la
fe.
2. 3. 3.
El desarrollo de esta "cortina de humo" adopta en muchos casos la forma
intelectual y se relaciona con la táctica ya señalada de la duda. Consiste
esta cortina de humo en rodear las verdades de la fe de una atmósfera
de erudición con bibliografía abundante, neologismos y términos técnicos
difíciles de comprender. Resulta así que los fieles que se aventuran en
esta literatura, pierden la idea fundamental y sacan como conclusión que
las verdades de la fe son cuestiones difíciles únicamente asequibles a los
especialistas. Se encuentran inmovilizados en su vida religiosa, del
mismo modo que lo estaría aquel que creyese que para emprender una
marcha es necesario conocer y comprender el funcionamiento complejo
del sistema de nervios, tendones y músculos que contribuyen al
movimiento de nuestras piernas.
2. 3. 4.
La táctica de "la cortina de humo de la erudición" es particularmente
empleada cuando se trata de estudiar la Biblia. Las verdades de la fe que
aparecen allí con claridad meridiana cuando se lee el libro sagrado con
un espíritu sencillo e iluminado por un elemental pero sólido
conocimiento de la doctrina de la Iglesia, resultan oscurecidas,
disimuladas, confusas y sujetas a discusión cuando se tratan con esta
actitud erudito-confusionista.
Por ejemplo, en una obra famosa católica sobre la Biblia, encontramos al
tratar de la Parusía, o sea del retorno de Cristo al fin del mundo, no
menos de cuarenta páginas densísimas en las que se encuentran: un
análisis filológico, un estudio comparado de las opiniones de diversos
autores, un estudio de las opiniones de otros autores sobre las opiniones
de los primeros, la historia del desarrollo de las opiniones y las opiniones
sobre el desarrollo de la historia; al final y en 12 líneas se hace referencia
la doctrina oficial de la Iglesia, citando dos encíclicas recientes y
transcribiendo un texto de la Comisión bíblica (33 líneas). En ninguna
parte aparece la proposición "Al fin del mundo, Cristo, rodeado de
majestad, vendrá de nuevo para juzgar a los hombres", ni se citan los
textos que avalan esta proposición, ni los textos conciliares de Nicea, XI
Concilio de Toledo, Letrán, II Concilio de Lyon, Constitución
"Benedictus Deus" de Benedicto XII, etc., que bien hubiesen merecido un
desarrollo interesante y sustancioso. Tampoco se citan ni se exponen los
desarrollos luminosos de la Summa (III, IIP, E.88, 89, 90).
Lo que era comprensible y claro para el lector antes de empezar la
lectura de esta obra, queda sustituido por una inútil erudición que desvía
su atención hacia aspectos muy secundarios de una verdad tan
trascendente para la práctica de nuestra vida religiosa. La táctica de la
"cortina de humo" ha desviado la atención de los fieles y ha hecho olvidar
las ideas fundamentales.
2. 4. El valor propiciatorio del Santo Sacrificio de la Misa y la táctica de la deformación
2. 4. 1.
La proposición que vamos a examinar es la siguiente:
Creo que en la Santa Misa se ofrece a Dios verdadero y propio
sacrificio propiciatorio por los vivos y por los difuntos.
Si hemos escogido esta proposición para estudiar la tercera táctica del
espíritu postconciliar es porque en ella están contenidas un cierto número
de verdades que no son del agrado de los "neoteólogos" y porque
podremos por el análisis de sus reacciones frente a estas verdades,
examinar el procedimiento seguido para deformarlas paulatinamente de
modo que estas verdades acaben por tomar una forma totalmente
distinta de la que tenían.
Los teólogos dicen que la Santa Misa tiene cuatro fines que llaman:
latréutico, eucarístico, impetratorio y propiciatorio[6] o dicho de un modo
más sencillo, es un sacrificio de adoración, de acción de gracias, de
invocación o de demanda, y finalmente, capaz de alcanzar la remisión de
los pecados, que esto es lo que significa propiciatorio.
De acuerdo con este último carácter, el Santo Sacrificio de la Misa aplaca
la ira de Dios, reconcilia a Dios con los hombres y perdona los pecados
aportando una satisfacción por éstos, tanto a los vivos como a los
difuntos que sufren en el purgatorio. Este perdón y esta satisfacción se
realizan en virtud de los méritos de Nuestro Señor Jesucristo y el Santo
Sacrificio es el instrumento por el cual los méritos de la Cruz son
distribuidos a los hombres.
Estas verdades admitidas por todos los teólogos ortodoxos tienen su
justificación en la Sagrada Escritura y en la Tradición y han sido
corroboradas y explicitadas por el Magisterio en forma constante,
invariable e inequívoca[7]. La mentalidad postconciliar no se encuentra
cómoda frente a estas afirmaciones que proclaman la primacía de la vida
espiritual y del carácter sagrado de la liturgia, pero como ocurre que el
espíritu sagrado es tan esencial en el Santo Sacrificio y que el carácter
propiciatorio de la Santa Misa está tan arraigado entre los fieles, es muy
difícil destruir éste con solo las tácticas del silencio o de la desviación, se
necesita otra táctica suplementaria y ésta es la de la deformación.
Se trata, pues, de deformar el Santo Sacrificio de la Misa, y para esto se
emplean dos procedimientos diferentes: cambio de las formas exteriores
y cambio o alteración del significado y espíritu de las ceremonias.
No faltan quienes consideran de escasa importancia las alteraciones en
las formas exteriores de la liturgia alegando, con razón, que ésta ha
admitido formas diferentes y que estas formas han cambiado a lo largo
de la historia de la Iglesia. Esto es cierto, pero hay que tener en cuenta
que esta pluralidad tiene raíces en venerables y antiquísimas tradiciones
y que estas variaciones se han desarrollado lentamente y siempre
inspiradas por el sentido de lo sagrado y por la reverencia hacia misterios
inefables que existen objetivamente. Cuando las variaciones no están
informadas por este espíritu de apego a la tradición y de reverencia hacia
los misterios, y se inspiran en ideas "pastorales", necesariamente sujetas
a opiniones personales y a circunstancias de tiempo y de lugar, resulta
que la liturgia en lugar de ser algo superior a nosotros, impuesto por
realidades trascendentes, es algo que surge de abajo, de las
necesidades o conveniencias de los celebrantes o de los fieles, se
convierte en algo impregnado de carácter subjetivo y surgen
necesariamente aberraciones y se origina una desorientación nada
favorable para la vida espiritual de los fieles.
Las aberraciones y la pérdida del sentido de la tradición y del misterio se
facilitan considerablemente con el abandono de las lenguas sagradas el
latín en particular, y por esto los neoteólogos han hecho un caballo de
batalla del empleo de las lenguas vulgares en la liturgia, anteponiendo la
idea de comprensión intelectual a la de reverencia y misterio. Además, el
empleo de la lengua vulgar permite alterar fácilmente el significado de los
textos, merced a hábiles traducciones, y esto contribuye a hacer perder a
los fieles el sentido de precisión dogmática y de invariabilidad [8],
Las alteraciones en las formas de la liturgia son tanto más graves cuanto
que se realizan en el sentido de disminuir el carácter reverencial y
sagrado y aumentando el carácter de asamblea didáctica. Una liturgia
sujeta a variaciones, fluctuante e imprecisa: he aquí lo que se desea,
pues así la fe también resulta variable, fluctuante e imprecisa: "Lex
orandi, lex credendi".
Más importantes que las variaciones en la forma son las variaciones en
el espíritu de la liturgia, inculcando a los fieles la idea de una celebración
colectiva de la que está ausente el sentido de contemplación y de
adoración individual y más aún, el sentido objetivo de la remisión de los
pecados por la renovación del Sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo.
Entonces se originan verdaderos casos de "patología litúrgica" y se corre
el riesgo de hacer degenerar los más sagrados misterios de nuestra
Santa Religión en una "manifestación de solidaridad de masas, típica del
progresismo contemporáneo", como dice el R. P. Boyer [9].
Estas alteraciones patológicas del espíritu de la Sagrada Liturgia llegan a
su estado más agudo cuando, desdeñando la doctrina oficial y tradicional
de la Iglesia, se pretende elaborar una nueva espiritualidad que tiene
más de gnosis o de mitología que de contenido cristiano. Es el caso de la
llamada "Misa sobre el mundo" del padre Teilhard de Chardin en la que,
según él, "más allá de la transubstanciación, la operación sacerdotal se
extiende al Cosmos mismo. . . la Materia entera experimenta lenta e
irresistiblemente la gran Consagración"[10]. "La transubstanciación se
aureola con una divinización real de todo el Universo (material)". Si
tenemos el valor de seguir la lectura de los libros del "famoso" jesuíta,
encontramos en otra de sus obras la afirmación que: "La Hostia se
desvanece para dejarnos en relación inmediata no ya con el cuerpo
individual de Cristo, sino con todo el Universo que nos lleva al punto
Omega" [11]; la noción de Cristo cósmico lleva consigo la de
una eucaristía cósmica y finalmente a la noción de sacramentos
cósmicos...
Estamos en plena teología ficción.
Todas estas deformaciones en la forma y en el fondo del missterio
fundamental del Cristianismo, todas estas originalidades litúrgicas y
doctrinales, todos estos vuelos líricos, tienen un éxito prodigioso sobre
los espíritus superficiales y noveleros. ¿Por qué se abstendrán de
propagarlos los periodistas a la caza de temas curiosos y nuevos?, los
aplausos resuenan, y los seudointelectuales exclaman: ¡bravo!...
¡bravo!...
2. 5. De la táctica a la estrategia
2. 5. 1.
Acabamos de estudiar por medio de tres ejemplos concretos, el
desarrollo de diversos tipos de tácticas que utiliza la mentalidad
postconciliar para engendrar en el espíritu de los fieles una nueva visión,
con implicaciones a veces muy profundas en lo referente a las verdades
de la fe. Podríamos haber utilizado muchos otros ejemplos para realizar
nuestro estudio, pues no hay ahora prácticamente ningún campo de la
religión que esté exento de los ataques de la mentalidad que aquí
estudiamos. Desde las más fundamentales nociones de la teología hasta
la moral práctica, pasando por la espiritualidad, la hagiografía, el derecho
canónico, la histora de la Iglesia, etc., todas y cada una de las
afirmaciones que constituían desde hace muchos siglos rocas
inconmovibles en las que se basaba la vida religiosa,todas y cada
una son puestas a discusión, constituyen un problema, son silenciadas o
deformadas.
2. 5. 2.
Queremos ahora dar un paso adelante en nuestro estudio, tratando de
reconocer a partir de las diversas tácticas señaladas, cuáles son los
principios estratégicos que informan esta acción, y descubrir cuál es el
substrato edafológico que permite el crecimiento de los elementos de la
selva maldita que hemos señalado. No es siempre fácil el deducir a
través de las operaciones tácticas del enemigo los principios estratégicos
empleados. Esta deducción necesita manejar muchos datos y poseer
una cierta perspicacia psicológica para poder obtener conclusiones
seguras. La primera cuestión que hay que deducir es si realmente
existen principios estratégicos, y ante esta cuestión respondemos que,
en nuestra opinión, existe un substrato susceptible de estudio y que este
substrato origina principios estratégicos perfectamente definidos que,
aunque enmuchos casos son desconocidos por los mismos que los
utilizan, no por esto dejan de ser reales.
2. 5. 3.
Nos parece evidente que el substrato sobre el cual se desarrolla la
"mentalidad postconciliar" está formado por la descomposición de la
doctrina católica. Esta doctrina, que forma un edificio coherente y lógico,
es objeto no de un ataque, sino de una desagregación primero y de una
alteración después, y finalmente se constituye un aglomerado, un humus,
sobre el que crecen las más diversas especies vegetales. No se trata,
como algunos han dicho, de una herejía, pues lo propio de una herejía
consiste en negar o alterar alguna verdad de la fe, sino de una
desagregación y una alteración totales. Pero lo interesante es que esta
doctrina es tan rica, contiene elementos tan valiosos, que aún en el
estado de descomposición es capaz de dar origen a una flora exu-
berante.
Los optimistas inconscientes ven desarrollarse esta flora y sacan la
consecuencia de que estamos en el comienzo de una renovación de la
Iglesia.
Este optimismo no resiste el análisis más superficial, porque la flora
crece sobre el substrato de la verdad en descomposición, y porque esta
flora no constituye ninguna doctrina definida y sólo es la selva virgen de
la que hemos hablado más arriba. No faltan quienes afirman que el
estado actual no es sino el preludio de una nueva estructuración, que
poco a poco irá destacándose en el bosque ahora floreciente de un modo
anárquico; pero los que esto sostienen no deben de olvidar que la nueva
estructuración que, según ellos, surgirá, será algo fundamentalmente
diferente de la Iglesia que fundó Nuestro Señor Jesucristo. Y esta nueva
estructura religiosa no puede ser considerada como válida por ningún
creyente, ya que indica el abandono de la fe católica [12].
2. 5. 4.
Algunos opinan que esta nueva estructuración doctrinal obedece a un
plan que se desarrolla de un modo inteligente y que tiende a aprovechar
las estructuras eclesiales para sustituir la doctrina tradicional por un
sincretismo antidogmático[13]. Es muy probable que esto sea cierto, pero
desde el punto de vista experimental, lo que se puede fácilmente
constatar es que, actualmente, todo ocurre como si se tratase de
desarrollar y de imponer a los fieles una mentalidad de rechazo y repulsa
por la tradición y la estabilidad y crear un interés y un entusiasmo por
todo lo que represente cambio y transformación. Esto aparece muy
claramente cuando se analiza con algún detalle el contenido de la
argumentación de los neoteólogos en cualquiera de los temas que tratan.
Se puede reconocer que en el fondo, siempre se adapta a un esquema
invariable y característico que denominamos el "triduo maléfico" porque
consta de tres partes:
Primera: suscitar la desconfianza y si es posible la repulsa hacia las
ideas y las prácticas religiosas del pasado, poniendo en evidencia
defectos reales o ficticios que sirven para plantear problemas.
Segunda: crear la convicción que es necesario buscar nuevas ideas,
nuevas fórmulas y nuevas actitudes insistiendo sobre condiciones
diferentes que existen actualmente y sobre las ventajas de un dinamismo
y de un cambio.
Tercera: enunciar, o más bien sugerir, ciertas soluciones difusas y
aceptables aún por los menos exigentes, dándoles un aspecto de
novedad atractiva.
En este triduo maléfico la idea básica es la del cambio y la inestabilidad,
y por ello creemos que ésta es realmente la "idea fuerza" de la
mentalidad postconciliar, es la clave de su estrategia.
Para continuar nuestro estudio debemos, pues, enfocar esta cuestión y
analizar las características y los aspectos de esta idea en el mundo
actual. Si pudiésemos neutralizarla, habríamos decapitado la estrategia
postconciliar, por lo menos en la mente de aquellos que son todavía
sensibles a los desarrollos lógicos y que se pueden liberar de la
influencia sentimental de las ideas desarrolladas por el triduo de que
acabamos de hablar.
3. LA ESTRATEGIA DE LA TRANSFORMACIÓN
Y DE LA INESTABILIDAD
3.1. Opiniones y sentimientos frente a las ideas de transformación y de inestabilidad
3. 1. 1.
Afirmamos que la idea básica de la estrategia de la mentalidad
postconciliar es la idea de transformación y cambio, y que todas las otras
ideas que esta mentalidad sostiene están supeditadas o son
consecuencia de una representación mental muy característica que
considera la realidad como algo fluyente, inestable y en perpetua
transformación.
El entusiasmo por el cambio y la novedad no es sino la repercusión en
los medios religiosos de un espíritu y una tendencia muy extendida
actualmente, y que no considera como ideal lo perfecto, lo bueno, lo bello
o lo verdadero, sino lo más activo, lo más dinámico, lo más nuevo. Las
personas más consideradas no son ni los santos, ni los héroes, ni los
sabios que realizan arquetipos perfectos de las cualidades humanas,
sino aquellos que contribuyen a transformar las condiciones de vida de
los hombres y a alterar sus ideas y sus principios, son los investigadores
científicos, no por lo que saben, sino por lo que realizan, son los
revolucionarios, son los innovadores en arte o en filosofía. Existe un
culto, una verdadera religión del cambio y... ¡desgraciado aquel que se
atreve a hablar en contra de sus sagrados dogmas!
3. 1. 2.
Creemos ingenuamente que en un mundo en el que es permitido poner
en duda y discutir los principios que se han tenido como definitivos en
arte, en religión y hasta en lógica, es perfectamente legítimo el someter a
un análisis crítico esta "religión del cambio" y buscar el origen, el valor y
el significado de sus dogmas. Esta posición crítica es, no sólo legítima,
sino necesaria para poder guardar la cohesión mental y la serenidad
indispensables a toda vida intelectual equilibrada.
Admitir sin discusión el entusiasmo irreflexivo por el cambio y la novedad,
dejarse influenciar por los vuelos líricos de los corifeos de la nueva
religión sin buscar serenamente el valor de este entusiasmo y el
significado de este lirismo, sería someternos a la dictadura intelectual de
unos grupos de presión, sería abdicar de nuestra naturaleza de hombre
pensante.
3. 1. 3.
Si analizamos, aunque sea muy someramente, la actitud de los
"entusiastas del cambio", adquirimos inmediatamente la convicción que
este entusiasmo tiene su origen en los prodigiosos avances realizados
por la ciencia, la técnica y la medicina en estos últimos lustros. Este
entusiasmo es a todas luces legítimo y pocos son los que por ignorancia
o indiferencia no sienten interés y admiración por las hazañas científico -
técnicas - circenses de los astronautas, menos todavía los que no
admiran los progresos de la cirugía y de la química, de la ingeniería y de
la electrónica. Nosotros, en nuestra modestísima esfera, llevamos más
de treinta años colaborando a este progreso y, si Dios nos da vida,
pensamos continuar todavía muchos años desarrollando nuestras
actividades científicas con el mismo entusiasmo que en los albores de
nuestra vida de investigador científico.
Este legítimo entusiasmo por las novedades y por el cambio es muy
discutible cuando se quiere aplicar a otras cuestiones muy diferentes,
tales como la filosofía, la moral, el arte y la religión, que a todas luces no
han experimentado un progreso tan brillante y exitoso como el que tiene
lugar en las ciencias y las técnicas.
No es evidente el que en estos otros dominios de las actividades
humanas se tenga que seguir el mismo proceso que en lo referente a la
ciencia, en primer lugar porque las ciencias y las técnicas son
cumulativas y necesariamente tienen que progresar, ya que cada
generación utiliza los resultados de las generaciones anteriores; en
cambio, ni en la moral, ni en el arte, ni en la religión, las nuevas
generaciones quieren utilizar los resultados anteriores, y esto hace que al
no quererse entroncar con la tradición se encuentran en un perpetuo
comienzo, el progreso no es posible.
3. 1. 4.
Resulta que la "religión del cambio" tiene raíces puramente sentimentales
y estos sentimientos forman un binomio muy característico y es el
binomio entusiasmo-odio, entusiasmo hacia todo lo nuevo y hacia todas
las transformaciones, y animadversión u odio hacia el pasado y la
tradición.
Cuando este binomio sentimental busca una justificación y quiere
aparecer bajo un aspecto exterior intelectualista, no tiene más remedio
que caer en formulaciones filosóficas que no son sino variantes de la
vieja filosofía de Heráclito, con lo cual resulta que los que quieren
adoptar una actitud "de vanguardia" no hacen sino repetir en forma
apenas modificada la tesis de un pensamiento que tiene ya más de 25
siglos de existencia.
Un examen sereno de la situación creada por la resurrección de estas
antiguas ideas iónicas tiene como premisa obligada el liberarse del
"binomio sentimental" de que hemos hablado y encarar valientemente la
cuestión básica: ¿existe algo estable en el mundo y en nuestro
conocimiento?, y si existe algo estable, ¿cómo podremos detectarlo?
3. 1. 5.
Para estructurar nuestra exposición seguiremos un método deductivo y
empezaremos por estudiar las ideas de cambio y de estabilidad en la
ciencia moderna en lo referente al conocimiento de la realidad y también
en lo referente a la formulación de este conocimiento, y llegaremos a la
conclusión que el progreso sólo es posible en el campo científico porque
se conocen de un modo definitivo un número de verdades cada vez
mayor, sobre las cuales es posible construir un edificio intelectual cada
vez más completo y perfecto.
Pasaremos después al estudio del cambio y de las transformaciones en
el hombre y en la sociedad actual, y finalmente analizaremos la noción
de cambio y de estabilidad en la teología y en la vida religiosa, para lo
cual utilizaremos las conclusiones obtenidas en los capítulos anteriores.
La comparación de las nociones de cambio y de estabilidad en estos tres
niveles del conocimiento nos permitirá, esperamos, llegar al corazón de
la estrategia de la mentalidad postconciliar, que no es sino: El desarrollo
de la psicosis del cambio en el ánimo de los fieles.
3. 2. El cambio y la estabilidad en la ciencia moderna
3. 2. I.
El estudio científico del mundo material que nos rodea ha permitido
reconocer que su estabilidad es sólo ilusoria, la geología nos enseña que
las montañas y los ríos no han tenido siempre la misma forma ni han
seguido el mismo curso, han variado de acuerdo con los agentes
geológicos externos e internos, y los fósiles que se encuentran en las
más elevadas cumbres indican que éstas estuvieron en tiempos
pretéritos en el fondo de un mar. Los seres vivos pueden adoptar
características morfológicas distintas según las condiciones ecológicas a
que están sometidos, siendo más frecuentes de lo que se cree, las
especies politípicas. El mismo diamante, que aparece como la imagen de
la estabilidad, está sometido a variaciones y alteraciones por defectos en
su retículo cristalno y por las ondas térmicas y ópticas que lo recorren, y
puede ser destruido por simple combustión en atmósfera de oxígeno.
Todo cambia, todo se transforma, la estabilidad es una ilusión; he aquí la
conclusión a la que se llega si se considera el complejo devenir, la
intrincada interacción de las estructuras y de los fenómenos que nos
rodean.
Esta constatación está en la base de una imagen del mundo como algo
fluido, inestable y variable. Si se combina con la idea de la evolución
universal, se puede llegar a sistemas más o menos coherentes, tales
como el monista-materialista de Haeckel o el teológico-lírico de Teilhard
de Chardin.
3. 2. 2.
Si analizamos, aunque sea rápidamente, esta primera impresión del
cambio y de la transformación universal, podemos ver en seguida que el
considerar como fundamental y universal esta tendencia al cambio y a la
inestabilidad, constituye una generalización aventurada muy alejada de la
realidad.
En el mundo material que nos rodea existen, es cierto, constantemente
cambios y transformaciones, pero muchos de sus elementos
permanecen fijos e invariables. Las montañas y los ríos han cambiado y
cambiarán en el futuro, pero estos cambios obedecen a las leyes de la
geomorfología y los cursos de los ríos se ajustan a las condiciones
fijadas por la hidrogeología. Los seres vivos podrán variar en
determinadas condiciones ecológicas y según las condiciones de sus
cruzamientos genéticos, pero una especie determinada tendrá una
morfología y una anatomía correspondiente a la estructura zoológica o
botánica a que pertenece. El diamante podrá alterarse, sufrir cambios en
el estado energético de sus átomos, pero su plan estructural será
siempre el correspondiente a su retículo cúbico característico y sus
transformaciones estarán sujetas a leyes físicas invariables. Hay en el
mundo elementos que cambian pero hay también algo que permanece.
Para precisar mejor esta noción importante que luego aplicaremos a los
otros niveles que nos interesan, vamos a considerar por separadolas
estructuras, los fenómenos y los acontecimientos.
3. 2. 3.
Las estructuras fundamentales del mundo que nos rodea están sujetas
individualmente a alteración y cambio, y también a destrucción, pero
perduran siempre real o virtualmente sus caracteres esenciales.
Así, por ejemplo, en una masa de uranio o de radio existen
constantemente átomos que se están transformando en otros átomos
distintos, pero aquellos que permanecen sin transformarse, continúan
con la misma estructura hasta que no sufren una transformación brusca.
Aún en el caso que todos los átomos de radio y de uranio existentes en
el universo se hubiesen transformado en plomo, no dejaría de ser posible
virtualmente la existencia del radio y del uranio como estructura posible
para un conjunto de electrones, protones y neutrones. Un diplodocus,
aun no existiendo vivo actualmente, no deja de ser un tipo de animal que
en determinadas condiciones de medio es viable, existe virtualmente
como posibilidad zoológica.
Si los seres vivos cambian en su estructura, lo hacen siempre dentro del
marco de su especie más o menos politípica, sea cual fuere la amplitud
de las variaciones, el paso de un tipo de organización a otro (caso de que
haya existido) se hace de un modo brusco. Los tipos estructurales dentro
de la escala zoológica son fijos e invariables, tienen características
determinadas que se pueden definir estadísticamente, y gracias a esto es
posible el edificar una ciencia zoológica en la cual el factor subjetivo es
cada vez más reducido.
Los ríos mismos que son la imagen de la fluidez y sobre los cuales la
geomorfología nos enseña las variaciones y alteraciones de su curso,
obedecen a esquemas invariables y definidos según los terrenos que
recorren, las condiciones climatológicas y el régjmen de su curso. La
hidrografía ha empezado a desarrollarse de un modo científico cuando se
ha podido reconocer en la inmensa variedad de cuencas fluviales
existentes, principios morfológicos comunes e invariables para todos
ellos.
Las ciencias morfológicas progresan a medida que aumenta el número
de caracteres invariables conocidos en las estructuras y el número de
leyes fijas a las que éstas obedecen. Lo importante para este género de
ciencias es lo que permanece, lo estable y lo fijo. Lo variable, lo fluido, lo
inestable puramente individual y circunstancial, sólo es interesante para
el morfólogo cuando ha logrado reconocer en ello un carácter estable y
fijo que le permita enunciar una nueva ley estructural[14].
3. 2. 4.
Los cambios y alteraciones que experimentan los seres son objeto de las
ciencias fenomenológicas, que describen los fenómenos y determinan las
leyes a que obedecen. Estas leyes expresan repeticiones de procesos
que se verifican siempre de la misma manera cuando las condiciones de
partida son las mismas. Las leyes se presentan, pues, como elementos
estables y fijos del universo y gracias a su estabilidad es posible la
ciencia física y se está constituyendo una ciencia biológica con
caracteres científicos cuantitativos. Gracias al conocimiento preciso y
definitivo que se tiene de muchas de estas leyes, se puede desarrollar la
técnica. Piénsese, si no, en la gran cantidad de leyes físicas a las que se
recurre para la construcción, por ejemplo, de un satélite artificial; todas
ellas son conocidas con seguridad y precisión y ninguna de ellas falla
nunca en lo más mínimo [15].
Resulta que (al menos macroscópicamente) las leyes físicas son fijas,
pero queda la duda de si sería posible que estas leyes estuviesen sujetas
a cambio en función del tiempo y este es un problema que algunos
hombres de ciencia se han planteado[16].
Supongamos que las leyes que se observan evolucionasen con el
tiempo, ¿qué pasaría entonces?, resultaría que la variación
experimentada por las leyes estaría sujeta a otra ley de variación de la
ley o experimentaría una variación caprichosa. En el primer caso no
habríamos hecho más que reemplazar una ley por otra más general y
comprensiva, que sería la verdadera ley invariable de la que la primera
era sólo una primera aproximación. En el segundo caso se trataría de
una variación fortuita que demostraría que la primera ley no era tal ley
sino una ley aparente, válida sólo en casos particulares. De todos modos
subsistirían otras leyes a las cuales se podría referir el nuevo
comportamiento fortuito, ya que un mundo sin regularidades, sin leyes
fijas, no sólo es contrario a las conclusiones de la ciencia, sino que no
podría subsistir sin destruirse a sí mismo, salvo en el caso que una
voluntad todopoderosa de un ser no sujeto a leyes hiciese coherente su
funcionamiento para cada caso particular [17].
Es un hecho que el número de leyes conocidas aumenta sin cesar y que
el progreso científico está en razón directa al número de leyes que se
van descubriendo, es decir, que encontramos aquí la misma conclusión
que hemos obtenido por el estudio de las estructuras: el progreso
científico no es sino el aumento de nuestros conocimientos sobre los
elementos invariables y fijos del universo.
3. 2. 5.
Nos queda ahora por estudiar los acontecimientos, o sea los hechos
globales situados en un instante preciso de nuestra vida (o de la vida de
cualquier otro ser inteligente). Por definición, los acontecimientos son
siempre diferentes y no se pueden nunca repetir, pues por mucho que
nos esforcemos en reproducir las condiciones de su realización, siempre
ocurrirá que por lo menos nosotros no seremos idénticos a lo que éramos
en el acontecimiento anterior. Esta circunstancia, que se debe al carácter
orientado del tiempo, es lo que explica la posición de Heráclito, que
desdeñando el mundo de las estructuras y de los fenómenos donde se
encuentran elementos invariables y fijos, consideró únicamente los
acontecimientos que fluyen siempre de un modo diferente. No es posible
bañarse dos veces en el mismo río, dice este filósofo, y esto es cierto,
pero lo que hay que añadir es que el hombre que se baña, también ha
estado sujeto a cambio entre la fecha del primero y del segundo baño,
sólo se podría decir que el hombre que se toma como referencia varía de
un modo diferente que el río. En realidad esta proposición de Heráclito,
que ha hecho gastar un barril de tinta, no es sino una expresión del
problema del movimiento absoluto, y es sabido que este problema no
tiene sentido, pues todo movimiento sólo se puede concebir de un modo
relativo a algún cuerpo que se toma como referencia.
Por definición, los acontecimientos siempre cambian, puesto que todo
fluye con el tiempo, pero lo que interesa para su conocimiento es
precisamente lo que no cambia, en el caso del baño de Heráclito sería la
ley del flujo del agua, el hecho de que Heráclito se mojaba y que se
hubiese podido ahogar... Existe en los acontecimientos otro aspecto
que tampoco está sujeto a cambio, y es el hecho mismo que un
acontecimiento haya existido. Si decimos, por ejemplo, que Napoleón
murió en la isla de Santa Helena, enunciamos un acontecimiento que
nada ni nadie podrán cambiar. Una inteligencia superior, tal como la de
un ángel, puede conservar el conocimiento de todos y cada uno de los
acontecimientos de que haya tenido noticia y esto de un modo completo,
no deductivo, como nos ocurre a nosotros. Estos acontecimientos forman
un conjunto de elementos de nuestro universo que nunca podrán
cambiarse ni alterarse.
Las ciencias históricas, como las ciencias estructurales y las ciencias f
enomenológicas, avanzan en la medida que conocen de un modo más
preciso y definitivo estos elementos invariables y en la medida que
conocen un mayor número de acontecimientos fijos y seguros.
3. 3. El cambio y la estabilidad en el hombre y en la sociedad
3. 3. 1.
Es una empresa arriesgada y nada banal el lanzarse a escribir sobre un
tema tan transcendental como es lo permanente y lo accesorio en el
hombre y en la sociedad que existen en el mundo moderno. Solamente el
hecho de que alguien como nosotros, cuyas actividades normales están
muy alejadas de las preocupaciones antropológicas y sociológicas, se
atreva a opinar y hasta a escribir sobre este asunto tan delicado, nos da
ya una indicación preciosa sobre una de las características más notables
de este mundo moderno en lo que se refiere al hombre y a la sociedad.
Es un hecho constante en la historia de la humanidad el que los hombres
se preocupen, piensen e intenten comunicar a sus semejantes los
pensamientos que tienen sobre sí mismos y sobre la sociedad. Pero es
algo nuevo y muy característico de la época actual, el que personas con
escasos dotes y con conocimientos y formación muy diferente a la de un
auténtico humanismo se lancen con desenfado a tratar de los temas más
delicados, adquiriendo muchos de ellos (y Dios nos libre a nosotros de
esto) el título de sociólogos, con lo cual obtienen una patente de
impunidad para enunciar los mayores dislates, amparados por la famosa
cortina de humo de la erudición, propia de especialistas con un estrecho
campo de visión.
3. 3. 2.
No sabemos si la falta de interés por las ideas generales es la causa de
esta proliferación de los estudios de detalle inconexos y disolventes o por
el contrario si esta proliferación es lo que origina la pérdida de seriedad
en lo referente a las ideas fundamentales. El hecho es que el hombre
moderno se ha adaptado inconscientemente o forzado por presiones
exteriores a este clima de proliferación del detalle, de acumulación de
datos y de razonamientos fragmentarios y ha perdido el gusto por las
ideas de base, y cuando por casualidad se aventura en este campo, en el
mejor de los casos avanza perogrulladas que generalmente no entiende.
Y no las entiende porque es incapaz de sacar conclusiones seguras de
las verdades del sentido común, pues ya no cree en éste. Por lo cual
Marcel de Corte en su obra "L'homme contre lui-méme" ha podido
escribir: "Contempler ce qui éclate aux yeux, marcher droit devant soi sur
une vois sans obstacles, saisir ce qui s'offre a l'expérience la plus
rudimentaire n'est pas seulement aujourd'hui chose fort peu commune:
c'est un acte qui suscite la désaprobation sinon Tire de nos
contemporains..." (pág. 71).
3. 3. 3.
Cuando alguno de los especialistas que tanto proliferan se lanza a
enunciar ideas generales, lo hace siempre bajo la óptica de su estrecha
especialidad y cree poder prescindir de los trabajos y estudios de los
autores tradicionales que tenían una visión mucho más completa que él
de los problemas del mundo, del hombre y de la sociedad. Es lo que ha
ocurrido con el célebre paleontólogo Teilhard de Chardin, que
arrogándose la función de profeta, en su obra "L'Avenir de l'Homme" da
rienda suelta a un lirismo optimista, y con su estilo característico aplica
sus teorías evolutivas paleontológicas al ser humano. Dice así:
"Surge en el seno del magma pensante una nueva substancia de una
importancia extrema, el Homo progresivus, es decir el Hombre para el
que el porvenir terrestre cuenta más que el presente" (pág. 173), y
resulta que existen dos tipos humanos cada vez más marcados e
irreductibles, "por un lado el hombre que cree y por otro el que no
cree en el Progreso..." (pág. 150) y "el bloque humano acaba de ponerse
en marcha, haciendo completamente vano de nuestra parte todo
esfuerzo para resistir, sea físicamente, sea espiritualmente, al
movimiento que nos arrastra..." (página 324).
Según esto, el ser humano se encuentra en un torbellino fatal al que no
puede ni debe resistir, y este torbellino es sociológico, ya que el proceso
de "planetización" y de "convergencia" llega a formar un "alma común"
que conduce a un tipo humano superior (pág. 159).
3. 3. 4.
Lo que no explica en ningún lugar este paleontólogo-sociólogo-profeta es
por qué debe considerarse superior al hombre que ha abdicado de su
personalidad individual, que es incapaz de reaccionar frente al medio que
le rodea y que ha sustituido las nociones del bien y del mal por un
fatalismo pasivo. Por un fenómeno curioso, esta posición disolvente y
fundamentalmente anticristiana, tiene cierto éxito en medios que se
denominan católicos e inspira a gran número de los sociólogos
emparentados con los nuevos teólogos. La sociedad, según estas
concepciones, pierde su carácter humano y resulta que los hombres sólo
son unos servidores de la sociedad, un mero elemento de algo superior
que adquiere casi caracteres de divinidad. Un ente impersonal,
todopoderoso, intrínsecamente dinámico, al cual hay que someterse sin
discusión si no se quiere perecer. Admitiendo estos principios, no es de
extrañar que surjan por todas partes problemas, dificultades, angustias e
inquietudes y el estudio de éstos da origen a numerosos trabajos, a
análisis y discusiones sin fin que no avanzan nunca pero llenan las
estanterías de las bibliotecas y hacen adquirir fama a los especialistas,
felices de tratar de resolver los problemas que ellos mismos crearon.
3. 3. 5.
Si queremos conservar nuestra estabilidad mental y no dejarnos llevar en
barcas sin timón, a la merced de poderosas corrientes a zonas
peligrosas, bajo la mirada sarcástica de los enemigos de la fe, debemos
rechazar de plano la influencia de esta frondosa literatura, debemos
repudiar sus elucubraciones, despreciar sus fantasías líricas
pseudocientíficas y sobre todo exorcizar el demonio del fatalismo, aún
arrostrando fracasos, presiones y amenazas.
Hay que afirmar con fuerza que el error está en olvidar el carácter
esencialmente humano del orden social. La sociedad es el camino, el
medio para el florecimiento de las personalidades y una ayuda para que
éstas desarrollen sus fines propios en este mundo y para que a través de
éste alcancen la vida eterna que Nuestro Señor prometió.
3. 3. 6.
Si se parte de estas verdades fundamentales, toda la argumentación
sociológica, todas las elucubraciones lírico-progresistas se derrumban y
quedan reducidas a su verdadero valor, o sea detales sin importancia
general, cuando no son infiltraciones de ideologías opuestas al
cristianismo.
Hay realmente algo permanente y estable en la sociedad, y es el fin para
el cual ha sido constituida; hay algo permanente y fijo en el hombre y es
la necesidad de hacer la voluntad de Dios y de trabajar para la salvación
de su alma y de las de sus semejantes. No se puede llegar a ninguna
conclusión válida ni en sociología ni en antropología si se mutila la
realidad y se considera al hombre como un ser cuyo único fin es el
terrestre; no son ni las presiones ideológicas, ni los hechos aislados, ni la
erudición pedante, ni los argumentos complicados, vengan de donde
vengan, que llegarán a suprimir la realidad del destino sobrenatural del
hombre. El que sean más o menos numerosos los que crean en él, no
añade ni quita nada a su realidad, como no añade ni quita nada a la
armonía del universo el hecho de que sea una ínfima minoría la que es
capaz de conocer la mecánica celeste. Pero ¡desgraciado de aquel que
se subiese en un satélite artificial construido sin tener en cuenta a esta
pequeña minoría que la conoce!
3.4. El cambio y la estabilidad en la teología y en la vida religiosa
3. 4. 1.
El lector que haya tenido la paciencia de seguir el hilo de nuestro
razonamiento se encuentra ahora en el umbral del secreto de la
estrategia de la "mentalidad postconciliar" o sea en el nudo de la cuestión
que aquí tratamos. Y este secreto y este nudo es pura y simplemente la
introducción de la noción de cambio, de movimiento y por lo tanto de
inestabilidad en todos y cada uno de los capítulos de la teología y
en todos y cada uno de los aspectos de la vida religiosa.
Subrayamos todos y cada uno porque la teología católica y la vida
religiosa están tan bien trabadas y constituyen un edificio tan sólido y
coherente, que así como la alteración de cualquiera de sus partes
fundamentales tiene repercusiones desastrosas sobre el conjunto del
edificio, también el dejar incólume uno solo de sus elementos básicos
permite reconstruir lógicamente el edificio tradicional [18] y esto lo saben
muy bien los neoteólogos, y por esto todas y cada una de las partes del
edificio son objeto de sus ataques.
Si todas y cada una de las partes del edificio son atacadas, no nos
encontramos ante un nuevo edificio más bonito o más feo, más o menos
cierto, sino ante un edificio en descomposición en el que cada una de sus
partes está derrumbándose y resulta un agnosticismo religioso
integral que guarda cierto recuerdo de su estructura anterior pero en el
que ninguna de sus partes tiene consistencia segura, ya que está sujeta
a muy variadas interpretaciones a gusto de cada uno de los que todavía,
por costumbre, se continúan llamando teólogos.
3. 4. 2.
El agnosticismo religioso integral se encuentra en el polo opuesto de la
religión católica. No trata de discutir una u otra verdad, o de poner en
duda algún dogma determinado como han hecho las herejías (que han
sido a veces beneficiosas, pues han permitido precisar el pensamiento
ortodoxo). No se trata tampoco de estructurar una nueva religión
definida, sino de la negación, disimulada o descarada, de toda verdad
religiosa invariable.
Sea cual fuere la autoridad que nos propusiese tesis emparentadas con
este agnosticismo religioso integral, sean cuales fueren las razones
aducidas en pro de esta nueva visión distinta de la tradicional, no
podemos menos de decir: ésta no es la religión de la Iglesia una, santa,
católica y apostólica, esto es algo diferente, y si la Iglesia se equivocó
durante veinte siglos, ¿con qué autoridad propondrían ahora un grupo de
neoteólogos o de miembros de la jerarquía doctrinalmente corrompidos,
unos cambios y unas variaciones que atentan contra el edificio estable y
definitivo de la doctrina católica?
3. 4. 3.
Aquellos que quieren introducir en la teología y en la vida religiosa una
mentalidad inestable, cambiante y evolutiva, olvidan que en el plano
teológico el conocimiento está mucho mejor definido que en las
cuestiones cosmológicas o antropológicas, no sólo porque es Dios
mismo el que nos ha revelado las líneas generales y fundamentales de la
realidad sobrenatural, sino porque ha establecido una Iglesia que posee
su asistencia y que se expresa por medio de un magisterio infalible que
nos define y precisa cada vez más y mejor las características de esta
realidad. A partir de las definiciones dogmáticas podemos, por medio de
la razón, deducir otras verdades de un modo lógico y seguro, a condición
de que no hayamos introducido otras verdades independientes o
hayamos hecho un error de razonamiento. La mentalidad postconciliar
tiene horror de estas deducciones, así que no sólo hace una labor de
zapa, en lo referente a las verdades fundamentales, sino también en lo
referente al método lógico-deductivo de la teología, con lo cual da prueba
de una mentalidad antiespeculativa, antirracional y anticientífica, que sólo
se encuentra a gusto cuando está en un ambiente superficial, agnóstico o
indiferente.
3. 4. 4.
Como los neoteólogos no se caracterizan por la firmeza de sus
convicciones, es muy corriente que quieran justificar su actitud difusa e
inestable con una distinción artificiosa entre las verdades teológicas y la
formulación de estas verdades.
Y bien, se pueden formular las verdades en diferentes idiomas, se puede
estructurar una exposición de modos distintos, pero cuanto más seguras
y definidas son las verdades, menos podrá variar la formulación de éstas.
Es el caso precisamente de la teología, que no está sujeta a variaciones,
ya que se trata de verdades definitivas y válidas para todos. El sentido
obvio de estas verdades está suficientemente claro para todos para que
pueda mantenerse sin dificultad siempre la misma formulación. A esta
beneficiosa estabilidad contribuye el uso de una lengua invariable de
carácter sagrado, en la que las palabras no están sujetas a variaciones
semánticas [19]. Esta formulación invariable es posible porque la
experiencia enseña que a pesar de la profunda diversidad de
mentalidades, de cultura o de lengua, existe una unidad de la naturaleza
y de la inteligencia humana y a ella se dirige la Palabra de Dios y las
enseñanzas de la Iglesia universal[20].
Lo que se olvida es que esta cuestión de la alteración de la forma quedó
definitivamente resuelta cuando el Primer Concilio Vaticano definió que:
"Hay que mantener perpetuamente aquel sentido de los sagrados
dogmas que una vez declaró la Santa madre Iglesia y jamás hay que
apartarse de este sentido so pretexto y en nombre de una mayor
inteligencia" (Constitución dogmática, sesión III, cap. 3).
3. 4. 5.
En el fondo la mentalidad postconciliar adopta una posición de
relativismo doctrinal atenuando la significación de los dogmas y
cambiando el vocabulario, admitiendo que la fe no puede ser expresada
nunca por nociones adecuadas y verdaderas, sino sólo por nociones
aproximadas y siempre cambiantes, en las cuales la verdad está, en
cierto modo indicada, pero necesariamente deformada. Rechazan el
tesoro doctrinal que se ha acumulado por el trabajo de los santos y de los
doctores, ponen en discusión todo y sustituyen las verdades por
expresiones vagas y mal definidas, lo que tiene como consecuencia el
convertir el dogma en "un junco agitado por el viento" como dice Pío XII
en su encíclica "Humani generis "Humani generis".
Una de las varias paradojas de la mentalidad postconciliar es hablar de
progreso y al mismo tiempo querer convertir en dudosas y sujetas a
discusión, proposiciones teológicas definidas como verdaderas. El
progreso en el campo teológico, del mismo modo que ocurre en el campo
científico, consiste en aumentar el número de proposiciones sujetas a
discusión, ya que el número de proposiciones fundamentales a
considerar es limitado.
La teología habrá llegado a su más perfecto estado cuando todas y cada
una de las cuestiones de que trata hayan sido estudiadas, analizadas y
definidas como dogmas definitivos. En esto consiste el progreso de la
teología, los llamados progresistas son, pues, "regresistas", atrasados y
amantes de formas caducas en lo referente al conocimiento teológico,
carecen de mentalidad científica con respecto a las verdades de la fe, ya
sea porque les falta formación intelectual, bien por debilidad mental o
porque abandonaron lo que antes habían creído y entonces:
"Mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia, " que
después de conocido, abandonar la Ley Santa que se les
había"dado" (2 Pet. 2,21).
3. 4. 6.
Llegamos a la conclusión que la mentalidad postconciliar tiene la curiosa
característica de decirse de un espíritu científico y de inspirarse en un
mimetismo con los investigadores científicos; pero esta actitud es sólo
verbal, ya que su espíritu es en el fondo lo más opuesto a la seriedad de
un hombre de ciencia, pues tiene horror a las definiciones precisas,
carece de espíritu deductivo y repudia los razonamientos exactos.
Por otra parte, ya hemos demostrado en otra de nuestras
publicaciones [3] que la nueva teología ataca el sentimiento como base
de la virtud de religión. ¿Que le queda, pues, a un pensamiento que
excluye por un lado la ciencia y el razonamiento teológico y por otro los
sentimientos de devoción? No le queda nada y mucho nos tememos que
a esta mentalidad se le pueda aplicar esta sentencia:
"Comment est ce qu'il fait tant de bruit, mon pauvre ami c'est qu'il est
vide".
O quizás los representantes de esta tendencia neoteológica sean
aquellos de quien nos habla San Pablo cuando dice:
"Porque vendrán tiempos en que los hombres no podrán sufrir la
sana doctrina, sino que teniendo una comezón extremada de oír
doctrinas que lisonjeen sus pasiones, recurrirán a una caterva de
doctores propios para satisfacer sus deseos y cerrarán sus oídos a la
verdad y los aplicarán a las fábulas" (II Tim. IV, 3-4).
4. CONCLUSIONES
I
Declaramos ante todo, que en este escrito no queremos juzgar ni las
intenciones ni las responsabilidades de los que propagan una mentalidad
postconciliar que ataca las verdades de la fe. No interesan a los fieles ni
las intenciones ni las responsabilidades, en cambio interesan, y mucho,
las incidencias de esta mentalidad en la vida de la Iglesia y en el
ambiente religioso del mundo en que viven. Por esto nos hemos atrevido
a emprender este estudio en el que creemos haber demostrado los
hechos siguientes:
II
Todo ocurre como si existiese dentro de la Iglesia un grupo activo y
numeroso (no sabemos si organizado o no) que se propone hacer
evolucionar la fe católica según las directrices siguientes:
a) Revisar las verdades de la fe adaptándolas a la mentalidad
secularizada del mundo moderno, y cuando esta adaptación resulta
imposible silenciar o suprimir las verdades correspondientes.
b) Dar la primacía a las preocupaciones sociales y de acción sobre las
espirituales y la contemplación. (Marta sería más importante que María).
c) Destruir todo aquello que se oponga a sus fines y para esto trabajar en
el sentido de disminuir o eliminar el sentido de lo sagrado y criticar y
erradicar las tradiciones.
III
Todo ocurre como si para el logro de estos fines se utilizase una
estrategia perfectamente planeada, cuyo principio fundamental es el
crear en la mente de los fieles la psicosis del cambio y de la inestabilidad:
a) Denigrando sistemáticamente la Iglesia "preconciliar".
b) Considerando al segundo Concilio Vaticano como el principio de una
nueva era totalmente distinta de la anterior.
c) Afirmando que el cambio y la evolución son indispensables en todos y
cada uno de los capítulos de la teología y de la vida religiosa y que el
peor enemigo es la estabilidad en las ideas y el espíritu tradicional.
IV
Todo ocurre como si para el desarrollo de esta estrategia se utilizase un
plan táctico de acuerdo con los tres métodos siguientes:
a) Silenciar aquellas verdades que se oponen a los fines que se han
señalado.
b) Desviar la atención de los fieles hacia cuestiones marginales capaces
de hacer olvidar las verdades que se quieren hacer desaparecer.
c) Deformar las verdades de la fe con el pretexto de nuevas
formulaciones o por medio de innovaciones litúrgicas.
V
El origen de esta mentalidad postconciliar reside en el hecho de que sus
propagadores han sustituido la fe teologal por la fe del mundo y prefieren
la gloria del hombre a la gloria de Dios, y el progreso material a la
salvación del alma.
Para desarrollar sus fines "mimetizan" a los investigadores científicos y a
los sociólogos y multiplican el número de "problemas" reales o ficticios
con objeto esconder su actuación detrás de la cortina de humo de la
erudición.
5. PERORACIÓN
Yo he venido a poner el fuego en la tierra y ¿qué he de querer sino que
arda? (Lucas XII, 49).
Tenemos la pretensión de haber logrado penetrar por medio de nuestro
análisis, en el bosque maldito de la "mentalidad postconciliar" y que al
introducirnos en esa región prohibida sin abandonar nuestras armas,
hemos podido reconocer alguno de los sistemas empleados para hacerlo
proliferar y hasta hemos encontrado el origen del humus donde se
desarrolla esta vegetación. Nuestra actuación no debe, sin embargo,
limitarse a esta labor de reconocimiento y prospección de la selva sino
que debe encaminarse a su erradicación pura y simple.
Podemos, merced al camino abierto, atacar a golpe de machete a uno u
otro de sus maléficos pobladores vegetales, de sus arácnidos o de sus
reptiles, pero este ataque de francotirador no hará sino una débil mella
en este complejo y vivaz sistema ecológico. Se necesitan nutridas
cohortes de pioneros armados y organizados y por ahora sólo se ven
pequeños grupos dispersos, pero esforzados, que entablan un desigual
pero meritorio combate contra esta vegetación anárquica e invasora».
Hace falta el fuego, y este fuego es el fuego de la fe, capaz de consumir
en breves momentos los más variados vegetales, las zarzas y los
bejucos del bosque maldito. Y este fuego sólo lo pueden encender los
santos, y nosotros avivarlo con el soplo de la oración.
Los santos, aun los que terminaron ya su vida terrenal, pueden,
respondiendo a nuestras súplicas, encender la hoguera en cualquier
momento y en esta hoguera perecerán todos los enemigos de la gloria de
Dios y de ella huirán despavoridos todos los fautores de la "mentalidad
postconciliar" y los que guardaban las entradas del bosque, caerán de
rodillas al observar que las llamas crecen desmesuradamente hasta
formar el signo del lábaro de Constantino el Grande y que ha aparecido
de nuevo en el cielo el lema de esperanza y de triunfo:
IN HOC SIGNO VINCES
____________________________
[1] Jacques Maritain, que ha sido uno de los autores que con sus escritos ha
contribuido más activamente a desarrollar esta "mentalidad postconciliar'' de
ruptura con la tradición de la Iglesia, asustado por las consecuencias de esta
nueva teología, ha escrito (se dice que por indicación de Paulo VI) un libro que
está siendo muy comentado y que se titula "Le paysan de la Garonne". En este
libro se señalan las consecuencias desastrosas de la nueva mentalidad y con
frases muy severas, pero se cierran los ojos frente a las causas que han producido
este desastre. Para un análisis de las tendencias de Maritain, es muy de
recomendar el libro del padre J. Meinvieille, "De Lamennais a Maritain", Buenos
Aires, Ediciones Theoria, 1967. Existe una traducción francesa con el mismo título,
París, La Cité Catholique, 1956.
[2] El fenómeno del mimetismo es característico de la mentalidad postconciliar y
toma las más variadas formas. Hay postconciliares miméticos de los protestantes,
los hay de los rotarios, de los dirigentes sindicales, etc. Es rarísimo que este
mimetismo juegue en sentido positivo. Ni el mimetismo con los hombres de ciencia
les lleva a la seguridad, precisión y lógica de éstos, ni el mimetismo con los
protestantes les inclina a su sentido proselitista, ni el mimetismo con los ortodoxos
(éste mucho menos frecuente) les lleva a copiar su sentido reverencial por los
lugares y objetos sagrados. De los hombres de ciencia tomarán su falta de interés
por las ideas generales, de los protestantes su imprecisión doctrinal y de los
ortodoxos la idea de iglesias nacionales. Es más fácil copiar lo malo que lo bueno.
[3] J. Garrido, "La iconofobia y la ascesis del sentimiento". Iction, Buenos Aires,
1966; 2a. edición, editorial Jus, México, 1967; edición francesa Le Cédre, París,
1967).
[4] El número de textos bíblicos, hagiográficos, conciliares y pontificios sobre la
existencia, naturaleza y funciones de los ángeles es superabundante, constante y
coherente con la exposición magistral de Santo Tomás (Suma I, E 50-64 y 106-
114). Ver Dentzinger: 428, 788, 193, 1783). Para citar sólo los más recientes,
indicaremos la encíclica Humani generis, que condena a aquellos que sostienen
que los ángeles no son criaturas personales.
[5] Un razonamiento pseudoteológico que hemos oído varias veces de labios de
sacerdotes "postconciliares" y que trata de justificar esta actitud, se puede resumir
en la frase siguiente: "No hay que procurar la salvación del alma sino la del alma y
el cuerpo". Es sabido que el alma se salva a través de las acciones que ejecuta el
cuerpo; la esperanza de la resurrección no tiene nada que ver con el hecho de que
lo que se condena o se salva en el momento de la muerte es el alma y si nuestra
preocupación fuese el salvar el cuerpo también, ¿por qué serían dignos de
admiración los mártires y los ascetas que lo despreciaron?
[6] Ver, por ejemplo, el artículo reciente y muy documentado de G. L. Rosfti,
"L'efficacia del Sacrificio Eucarístico e relativi problemi teologici", Renovatio
(1967), II, n° 1, 5-54.
[7] Un buen resumen de esta doctrina se encuentra en el artículo del padre
Garrígou-Lagrange, "La valeur infinie du Sacrifice de la Messe et la pacification du
monde". La Pensée catholique (1965), n° 99, pág. 60. Ver también Ott, Manual de
Teología Dogmática (1958), págs. 594-96, 598. Dei y Mystici Corporis Christi de
Pío XII.
[8] Obsérvense algunas traducciones defectuosas e inexactas que circulan ya en
versiones "vulgares" de la Liturgia. Consubstantialis se traduce por "de la misma
naturaleza", Sabahot por "universo". Y no hablemos de la falta del sentido estético
de la mayoría de las traducciones de los bellísimos textos latinos.
[9] La France Catholique, 16-XII-1966.
[10] Teilhard de Chardin, "La Messe sur le monde", pág. 16.
[11] Teilhard de Chardin, "Hymne á l'Univers".
[12] Tratándose de meras elaboraciones ideológicas desligadas de la realidad y
que se refieren a un futuro hipotético, es evidente que se puede elaborar un
sistema todo lo perfecto y agradable que se quiera y sobre todo, como se hace a
gusto del ideólogo, no es de extrañar que éste lo encuentre más perfecto que los
sistemas ya existentes.
[13] Sobre la tesis de un plan inteligente destinado a crear una superreligión
sincretista y adogmática se puede consultar la obra del P. J. Meinvielle, "La Iglesia
y el Mundo Moderno", Buenos Aires, 1966, capítulo VI. Ver también la obra de P.
Virion, "Mysterium iniquitatis", París, Editions Saint Miehel, 1966.
[14] El conocimiento de las estructuras se ha ido ampliando y precisando de un
modo gradual; las primeras observaciones se hicieron a simple vista y se referían
a estructuras de escala comparable a nuestras dimensiones, más adelante se
utilizaron aparatos como el microscopio y el telescopio y finalmente se ha hecho
uso de métodos deductivos para conocer estructuras infinitamente grandes o
infinitamente pequeñas. Cada etapa en el conocimiento de las estructuras ha
servido de base para desarrollos posteriores y estos desarrollos no han invalidado
las observaciones realizadas a escala diferente.
[15] Ocurre muchas veces que un conocimiento más preciso de los fenómenos
obliga a ampliaciones o generalizaciones que demuestran que el cono¬ cimiento
que se tenía era sólo válido para determinadas condiciones dentro de los límites
de precisión de las medidas realizadas. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en la
mecánica que para sistemas de dimensiones y energías muy pequeñas debe de
tener en cuenta la cuantificación de la energía, y que para velocidades muy
grandes debe de considerar la mecánica relativista. Pero ni esta última, ni la
mecánica cuántica invalidan la mecánica clásica que sigue siendo rigurosamente
válida en el dominio de las dimensiones y velocidades que le corresponden. Una
ley sólo puede descender al rango de ley válida únicamente para unas
condiciones especiales cuando se reemplaza por otra más general o más precisa
que la comprende a ella como caso particular o como primera aproximación; en
realidad deberá su caducidad al descubrimiento de una ley más amplia y precisa,
no a que la antigua ley haya cambiado, de modo que no habrá ningún interregno
entre el momento en el cual se creía válida una y el principio de la validez de la
segunda. El conocimiento de las leyes va progresando, utilizando y nunca
des¬truyendo los conocimientos anteriores.
[16] Boutroux, "La contingeance des lois de la nature", París.
[17] Esta es la posición de varios teólogos musulmanes que no hacen la distinción
entre Causa primera y causas segundas.
[18] Aunque los dogmas son en general lógicamente independientes entre sí,
todos ellos tienen como origen una definición expresada en virtud del magisterio
infalible. Si se admite la validez de uno de éstos por este origen es obligado
admitir la validez de todos los que admiten el mismo origen.
[19] Nunca se insistirá bastante sobre la importancia de conservar la lengua latina
en la Iglesia. Una de las demostraciones más evidentes de su carácter beneficioso
es la saña con la que la combaten los "neoteólogos postconciliares".
[20] Las fórmulas de la fe deben de ser interpretadas como si estuviesen escritas
en el lenguaje del sentido común y no en el lenguaje de los filósofos, esto es lo
que les da un carácter universal y no adscripto a una época o a un grupo humano
determinado. La prueba está en que las verdades de la fe han sido y son
admitidas por los fieles católicos de las más diversas culturas y épocas. Los que
las rechazan no es porque no comprendan su formulación, sino por otras razones
que no tienen nada que ver con las fórmulas empleadas para exponerlas.