INSTITUCIÓN: UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL
NOMBRE Y GRADO: MTRO. CLAUDIO ESCOBAR CRUZ
EJE TEMÁTICO: LA INVESTIGACIÓN EN CIENCIAS SOCIALES
CATEGORÍA: AVANCES DE INVESTIGACIÓN
TITULO DE LA INVESTIGACIÓN: CULTURA POLÍTICA: ACTITUDES Y
VALORES POLÍTICOS EN LOS JÓVENES UNIVERSITARIOS EN UN
CONTEXTO DE CRISIS Y CAMBIO. EL CASO DE LA FES ARAGÓN Y EL
CENTRO UNIVERSITARIO ZUMPANGO.
RESUMEN: El actor social abordado es el de los jóvenes universitarios.
Entendido, como aquel grupo social que por cuestiones generacionales comparte
un ciclo temporal de vida, pero que sobre todo comparte un ámbito institucional de
convivencia intelectual e identitaria como lo es la universidad.
Estudiar la cultura política de los jóvenes universitarios, permite realizar un
diagnóstico que nos facilite reconocer las características que definen las
transformaciones en los diferentes sistemas sobre los cuales se estructura la vida
social, económica, laboral y política de los jóvenes analizados.
En el diagnóstico de los valores y actitudes políticas de los jóvenes universitarios,
se constató, que su actitud hacia la manera tradicional de hacer política (votar en
las elecciones, filiación partidista o activismo político) es de alejamiento, poco
participativa, con rasgos de conservadurismo, cuando se podría esperar que por
sus condiciones particulares (mayor escolaridad) se mantuvieran más activos en
cuanto a su intervención política.
Así, se explica la manera en que se desarrolló la cultura política de la sociedad
mexicana, la cual básicamente se identificó con la denominada cultura política de
súbdito, para que en un largo proceso esté en construcción una cultura política
participativa, de los jóvenes universitarios y de los demás sectores sociales.
PALABRAS CLAVE. JÓVENES, JÓVENES UNIVERSITARIOS, CULTURA
POLÍTICA, VALORES.
ABSTRACT: The social actor addressed is that of university students. Provided, as
one social group that shares a generational issues temporal cycle of life, but above
all share a living area of intellectual and institutional identity as is the university.
Studying the political culture of young students, allows a diagnosis to provide us
recognize the characteristics that define the changes in various systems on which
to structure the social, economic, employment and youth policy analysis.
In the diagnosis of the values and political attitudes of young students, it was found
that his attitude toward the traditional way of doing politics (voting in elections,
party affiliation or political activism) is Restraining little participatory, with traits of
conservatism when one might expect that their particular conditions (higher
education) retained most active in terms of political intervention.
Thus, we explain how it developed political culture of Mexican society, which
basically identified with the so-called national political culture, so that in a long
construction process is a participatory political culture, youth and university of other
social sectors.
KEY WORDS. YOUTH, YOUNG UNIVERSITY, POLITICAL CULTURE, VALUES. SINTESIS CURRICULAR:
MTRO. CLAUDIO ESCOBAR CRUZ
MAESTRÍA EN SOCIOLOGÍA
PROFESOR DE TIEMPO COMPLETO UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA
NACIONAL.
PROFESOR DE ASIGNATURA (SISTEMA POLÍTICO MEXICANO, SEMINARIO
DE MODELOS DE ESTADO Y TRANSICION DEMOCRÁTICA Y ECONOMÍA Y
POLÍTICA DE LA SOCIEDAD MODERNA I) DEFINITIVO. LICENCIATURA EN
SOCIOLOGÍA, FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ARAGÓN. UNAM
INVESTIGACIONES REALIZADAS: a) Proyecto de investigación “Cultura política
y perspectivas sociopolíticas en los jóvenes universitarios UNAM-UAEM. Un
estudio de caso” 2007-2009. Centro Universitario Zumpango. Universidad
Autónoma del Estado de México.
Red de Integración Educativa y Educación Inclusiva (REDIEEI), financiada por el
“Fondo para la Investigación Científica y el Desarrollo Tecnológico de la
Universidad Pedagógica Nacional” 2009-2011.
.
INTRODUCCIÓN.
La vida socioeconómica y política de México en las últimas décadas ha sufrido
ostensiblemente diversas alteraciones de carácter macro-estructural en la
dimensión productiva, la educación, la salud, el campo, la burocracia, los medios
masivos de comunicación y los procesos políticos entre otros. Dada la magnitud
de estos cambios, lógico es pensar que, a su vez, importantes modificaciones han
sufrido las experiencias de vida de la población, así como las formas de percibir su
entorno inmediato y cotidiano. No obstante la información disponible para la
constatación de las variaciones señaladas, requiere de un tratamiento y un
análisis puntual.
En este sentido, los cambios macro-estructurales están influyendo en las
“manifestaciones subjetivas” entendidas como una “derivación” de lo macro-social,
lo cual se torna altamente significativo en tanto que se deriva de esta dimensión
subjetiva e incide en la interpretación de la coyuntura mexicana actual, no sólo
como una variación de lo psico-social en lo individual y en lo colectivo; sino como
una variable desde donde es posible explicar los límites y posibilidades de la
estabilidad política, los contenidos de la socialización(Política), así como los
niveles de integración y/o quiebres entre estructuras y prácticas sociales.
El contexto actual, la zona conurbada de la Ciudad de México es la más
importante del país, articula básicamente a dos entidades: Distrito Federal y
Estado de México. Pero que por su dinámica expansiva se ha ampliado hasta los
estados de Hidalgo, Tlaxcala, Puebla y Morelos. Una expansión cuyo desarrollo
precipita acuciantes problemáticas no sólo en el ámbito demográfico, sino en todo
un transporte, educación, seguridad pública, entre otras, aunado a la
obligatoriedad de contar para ello con un atingente entramado de políticas
municipales de gobierno. En suma el área metropolitana o conurbada de la Ciudad
de México registra hoy día importantes procesos de transformación en los
esquemas de valores de convivencia cotidiana, en sus actitudes políticas, así
como en sus formas de acción y organización social.
De igual forma, la dilatación de la pobreza, el desempleo, la exclusión social y el
deterioro en la calidad de vida tienen un agudo efecto en las expectativas de
convivencia de varios sectores de la población. Esta situación se introyecta en
grupos determinados como las mujeres, los jóvenes, los adultos y los adultos
mayores, lo que a la vez genera comportamientos anómicos cada vez más
generalizados como el suicidio, la violencia social, la crisis intrafamiliar, la
delincuencia, entre otros; lo que frecuentemente deriva en fracturas de la cohesión
social con efectos multiplicadores traducidos en crisis de instituciones y prácticas
individuales y/o colectivas anti-normativas.
No obstante la información disponible para la constatación del cambio antes
indicado, debe ser objeto de un seguimiento y análisis sistemático, así como su
comparación y contraste empírico. Cabe señalar que este tipo particular de
cambios tiene varios ángulos de exploración, así como facetas de ordenación.
Somos conscientes que nuestra forma particular y metodológica para abordar el
tema puede ser aún insuficiente, a pesar de los esfuerzos para tener una visión
integral de dichos procesos.
PREGUNTA PRINCIPAL.
Indagar sobre la cultura política de la juventud universitaria, nos permitirá conocer
sistemáticamente ¿qué piensan los jóvenes universitarios de la sociedad en la que
viven? ¿De la educación que reciben? ¿De la política y de los políticos? ¿De la
democracia? ¿Qué valores son los que los definen? ¿Qué esperan de la vida al
concluir sus estudios? ¿Cómo se miran así mismos? ¿Qué modelo de sociedad
conciben? De ahí la importancia que reviste el papel de la universidad pública
como parte sustancial del proceso de socialización, la cual puede contribuir de
manera fundamental al fortalecimiento de la ciudadanía y, orientar la participación
política de los jóvenes. Pero sobre todo identificar ¿A partir de qué elementos y
condiciones socio-históricas se conforma la cultura política de los jóvenes
universitarios?
PROBLEMA.
Hablar de un grupo o sector social, desde el ámbito académico implica siempre un
determinado grado de complejidad, teórica y metodológica, y lo es más cuando el
universo estudiado, ha adquirido una enorme heterogeneidad, debido a su enorme
capacidad de movilidad, de adaptación y de construcción identitaria. Por eso, al
hablar de los jóvenes nos llevó necesariamente a precisar en este grupo social el
“universo” al cual dirigimos nuestras intenciones interpretativas.
Realizar un acercamiento al complejo mundo de los jóvenes, tiene una condición
de indefinición, en tanto, de manera tradicional no se le ha otorgado mucha
importancia, ya sea desde el ámbito social, familiar o gubernamental, es decir, los
jóvenes son por momentos entes invisibles, son un sector enorme pero
minimizado; la sociedad en general sigue reflejando un alejamiento de los jóvenes
y viceversa, a quienes por muchos lapsos se les mantiene en una moratoria social
forzada, sin embargo, los jóvenes siempre han dado muestra de su capacidad
como grupo para constituirse y actuar como un verdadero actor social
independiente, con expectativas reales, pero apartado por el mundo adulto de la
posibilidad de tener una participación más activa en la discusión sobre los grandes
problemas que aquejan a la sociedad actual. Los jóvenes, parecen para el mundo
adulto un sector poco propositivo, contestatario, apático e inmediatista entre
algunos calificativos que la sociedad de su tiempo les asigna.
Sin embargo, la dinámica que logran imprimir a sus acciones, a la manera que han
transformado el modo de establecer relaciones entre sus pares y los adultos, es
signo inequívoco de que los jóvenes, revolucionan y crean sus propios códigos de
interacción, que sus valores son evidencia que algo para ellos no funciona
adecuadamente en esta sociedad, que la tecnología se ha puesto al servicio de
todos, pero en especial para los jóvenes, y que con ello han dado un giro
diferencial importante en la forma en que debe conducirse la sociedad adulta y la
sociedad creada por los jóvenes.
Podemos decir, que en buena medida los mejor adaptados a los nuevos
escenarios son los jóvenes, éstos son modernos, son ellos los que de forma
principal interactúan con lo actual y ven con cierto dejo de aburrimiento lo viejo, su
vida tiene una dinámica distinta a la del resto de la sociedad; el contexto los ha
llevado a generar nuevos apéndices estrechamente vinculados a las
denominadas “nuevas tecnologías”, donde sus juguetes de la infancia han sido
para algunos una computadora o una consola de video juegos. A un importante
sector de los jóvenes se les denomina los chicos del milenio, se les identifica en la
calle porque traen camisetas desfajadas con algún mensaje anticliché, pantalones
de mezclilla rotos, tenis, rastas o gorra, audífonos, mp3, teléfono celular en la
mano (no tanto para hablar sino para mandar mensajes). Se dice que la
generación actual de niños y jóvenes es la primera que ha estado educada en la
sociedad digital: por eso recibe el nombre de la generación red, es decir es aquella
generación de niños que son los guardianes de las nuevas tecnologías. De hecho
viven inmersos en la llamada Web 2.0, término que refiere a la segunda
generación de los servicios en la red que motiva la colaboración en línea.
Todo ello propicia que estén se encuentren en todos lados pero
contradictoriamente en ninguno, esos jóvenes no necesariamente para interactuar
requieren la presencia física del otro, hoy su realidad es virtual, porque así lo
demandan los nuevos tiempos; cuentan con la facilidad de poder recorrer el
mundo, son ciudadanos del mundo, viven verdaderamente la aldea global, pero en
distintas ocasiones y situaciones, prefieren ver de lejos lo que ocurre en ese
mundo achicado por la tecnología, participan de una manera totalmente distinta a
los jóvenes que les antecedieron, ya no necesitan la presencia física; hoy basta
presionar botones para conectarse al mundo, ello evidencia lo digital que somos.
Por todo esto, aquí nos abocamos a la tarea de lograr un acercamiento a los
jóvenes, pero de manera especial al sector específico que son los universitarios.
El actor social abordado es el de los jóvenes universitarios. Entendido el mismo
como aquel grupo social que por cuestiones generacionales comparte un ciclo
temporal de vida, pero que sobre todo comparte un ámbito institucional de
convivencia intelectual e identitaria como lo es la universidad. Espacio que por
mucho tiempo estuvo coligado a la existencia de un vigoroso y contestatario
movimiento estudiantil hasta la década de los 70‟s, para después paulatinamente
desfallecer, hasta casi desaparecer en estos primeros años del siglo XXI.
Condición que nos llevó a preguntarnos si la universidad continúa siendo un
espacio importante de socialización política para sus estudiantes.
Para el diagnóstico de los valores y actitudes políticas de los jóvenes
universitarios, la presente investigación se planteó como espacio de observación y
análisis a la zona conurbada de la ciudad de México. Ello en razón del acelerado
proceso de urbanización en el país, la cual presenta una desmesurada confluencia
de la población en espacios habitacionales cada vez más concentrados y
complejos, lo que ha hecho de las ciudades zonas clave del antagonismo social,
dicho fenómeno ha repercutido tanto en las formas de organización que asumen
sus habitantes, como en las estrategias de administración, gobierno y
organización política diseñadas para administrar la relación del poder político con
la sociedad. Situaciones una y otra con implicaciones directas en la interacción
social, así como a una metamorfosis del dispositivo de articulación política. De
esta suerte, los efectos de las concentraciones urbanas con su carga de
conflictividad política apenas empiezan a atisbarse esperándose su agudización
en los próximos años.
De ahí lo significativo de este abordaje, que nos ofrece elementos para conocer
las expectativas y percepciones de este grupo, relativo de lo que son, lo que
quieren ser, y sobre todo qué están haciendo para construir su inmediatez
institucional. La importancia de estudiar a un sector de la población como lo son
los jóvenes; es que son un grupo per se, cuya relación social en sus diferentes
ámbitos puede mantener condiciones de marginalidad.
Como actores sociales conforman un universo social discontinuo y cambiante, sus
características son fruto de una suerte de negociación-tensión entre la categoría
sociocultural asignada por la sociedad particular y la actualización subjetiva que
sujetos concretos llevan a cabo a partir de la interiorización y diferenciación de
los esquemas de cultura vigentes.
Si nos interesamos en el estudio de las subjetividades de los jóvenes
universitarios en un contexto de cambio en torno a la actitud y valores políticos,
tenemos que reflexionar acerca del interés que manifiestan por los fenómenos que
aparecen en el mundo de la política, y más aún, en el resultado de esos intereses
y en los espacios en cuales se generan.
Como actores sociales conforman un universo social discontinuo y cambiante, sus
características son fruto de una suerte de negociación-tensión entre la categoría
sociocultural asignada por la sociedad particular y la actualización subjetiva que
sujetos concretos llevan a cabo a partir de la interiorización y diferenciación de
los esquemas de cultura vigentes.1
En referencia a lo anterior, debemos decir que las universidades son concebidas
tradicionalmente como “supuestos” espacios que pueden contribuir al cambio
social a través de la politización de los jóvenes. Esto es; si bien la universidad no
es el único espacio de socialización política, es un espacio de gran relevancia
dentro de este proceso, que posibilita el acercamiento a cierto tipo de recursos
intelectuales que facilitan tener una visión más amplia de los distintos ámbitos de
la realidad.
Nos hemos referido hasta aquí, a la idea de universidad en general pero existen
condiciones específicas de espacio y tiempo, ya que cada universidad tiene sus
1 Para mayor información consultar Ana M. Fernández Poncela. Cultura política y jóvenes en el
umbral del nuevo milenio.
propias especificidades y dinámicas, de ahí la importancia de realizar un trabajo
de corte empírico que nos permita vislumbrar las particularidades de cada
institución de educación superior y el entorno en donde se encuentran.
Para ello, el interés central de la investigación radicó, en realizar un estudio
analítico y empírico sobre los cambios, causas e implicaciones de la integración y
transformación política en la vida social de la zona conurbada de la Ciudad de
México. Buscando a partir de un estudio particular en la cultura política de los
jóvenes universitarios, avanzar en este diagnóstico que nos permita reconocer las
características que definen las transformaciones en los diferentes sistemas sobre
los cuales se estructura la vida social, económica, laboral y política de la región
espacial estudiada.
Para el diagnóstico de los valores y actitudes políticas de los jóvenes
universitarios, en la presente investigación se planteó como Unidad de
Observación la zona conurbada de la ciudad de México y como Unidad de
análisis a los jóvenes universitarios que conforman el núcleo estudiantil de la
Facultad de Estudios Superiores Aragón de la Universidad Nacional Autónoma de
México y del Centro Universitario Zumpango de la Universidad Autónoma del
Estado de México, la primera ubicada en el municipio de Netzahualcóyotl y la
segunda en el municipio de Zumpango.
Las aportaciones que pueda representar para la sociología derivarían de la
observación, la readecuación, las rupturas y continuidades e incluso la hibrides
cultural implícita así como la reestructuración de ideas y niveles diversos de las
prácticas sociales que acompañan estas dimensiones de la vida social en un
contexto de crisis y cambio. Este es un proceso que observa una profunda
discontinuidad espacio/temporal que puede empíricamente ser observada
principalmente a través del área conurbada de la ciudad de México.
Si bien los estudios urbanos concentran sus esfuerzos analíticos en las ciudades y
sus dinámicas poblacionales, el análisis de las dimensiones propuestas en este
trabajo van más allá de lo urbano, para hacer de lo político y sus instancias
simbólicas los ejes de exploración desde una perspectiva sociológica de largo
alcance, con ello, buscamos avanzar en la exploración de las vertientes del
cambio social, toda vez que la transición democrática acotó su perspectiva de
análisis a la ponderación de los cambios en la formalización del poder y consideró
de manera residual las transformaciones en la subjetividad social2, en la
interacción entre grupos con subjetividades particulares, con las dimensiones
institucionales emergentes del proceso.
HIPÓTESIS.
Con base a lo antes referido, el trabajo aquí presentado indagó de manera
hipotética sobre las condiciones políticas, económicas y culturales que vive la
sociedad mexicana como producto del proceso modernizador, las cuales inciden
en los diversos sectores sociales, pero particularmente entre los jóvenes,
generando efectos en la conformación de la cultura política entre los jóvenes
universitarios, así: Los jóvenes universitarios incorporan una serie de valores
y símbolos, que contribuyen a reforzar el sentido de individualización
respecto del vínculo social, este hecho trastoca sus imaginarios individual y
colectivo, por ende, la subjetividad con que se estructura su cultura política,
centrada entre niveles de escasa participación y creciente apatía que
propicia un comportamiento de tipo conservador.
OBJETIVOS
En el trabajo se describe y analiza como 0bjetivo General: la naturaleza de las
actitudes, y valores políticos culturales de los jóvenes universitarios en un contexto
de crisis y cambio social tanto de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM) como de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM) los
2 Esta situación está relacionada directamente con lo siguiente: “el individuo no nace miembro de
una sociedad: nace con una predisposición hacia la socialidad, y luego llega a ser miembro de una sociedad. El punto de partida de este proceso lo constituye la internalización, o sea la aprehensión o interpretación inmediata de un acontecimiento objetivo en cuanto expresa significado, o sea, en cuanto es una manifestación de los procesos subjetivos de otro que, en consecuencia, se vuelven subjetivamente significativos para mí. Más exactamente, la internalización, en este sentido general, constituye la base, primero, para la comprensión de los propios semejantes y, segundo, para la aprehensión del mundo en cuanto realidad significativa y social. En la forma compleja de la internalización, yo no sólo “comprendo” los procesos subjetivos momentáneos del otro: “comprendo” el mundo en el que él vive, y ese mundo se vuelve mío. No sólo vivimos en el mismo mundo, sino que participamos cada uno en el ser del otro”. Para mayor detalle al respecto véase a (Berger, 1986:164-165).
cuales conforman, como ya se mencionó, nuestra unidad de observación y
análisis, buscando derivar el carácter de la relación cambio político e integración
social. Auxiliándonos de los siguientes objetivos específicos.
a) Explicar los procesos de formación, transformación y reestructuración de
las actitudes, normas y conductas políticas de los jóvenes universitarios
insertos en el esquema de educación pública.
b) Ubicar las percepciones de corto, mediano y largo plazo que este actor
social tiene con relación al espacio político-cultural, evaluando su
impacto en el carácter de su acción colectiva y/o formas de
participación.
METODOLOGÍA.
De acuerdo a elementales reglas metodológicas, “los estudios exploratorios se
efectúan normalmente, cuando el objetivo es examinar un tema o problema de
investigación poco estudiado o que no ha sido abordado antes. [...] Los estudios
exploratorios sirven para familiarizarnos con fenómenos relativamente
desconocidos, obtener información sobre la posibilidad de llevar a cabo una
investigación más completa sobre un contexto particular de la vida real, investigar
problemas del comportamiento humano. [...] Los estudios exploratorios en pocas
ocasiones constituyen un fin en sí mismos, por lo general determinan tendencias,
identifican relaciones potenciales entre variables y establecen el „tono‟ de
investigaciones posteriores más rigurosas” (Hernández, 2000: 58-59).
Siguiendo con el tenor de corte empírico en la investigación se utilizó la
herramienta de la encuesta (Constituida de 89 preguntas resultantes de la base de
datos elaborada.
La tipología de preguntas dentro del cuestionario se elabora de la siguiente forma:
a) preguntas abiertas
b) preguntas cerradas
c) grados de conformidad: escala liker
Tipo de muestra: No probabilístico.
Total de la muestra 384 jóvenes universitarios) Dirigida a núcleos de jóvenes
estudiantes de todas las carreras de las Universidades Públicas seleccionadas
para el estudio Facultad de Estudios Superiores Aragón (FESA-UNAM), y Centro
Universitario Zumpango (CUZ-UAEM).
En el caso de la FESA fueron 12 licenciaturas de las cuales seis son de la División
de Ciencias Sociales: Periodismo, Relaciones internacionales, Sociología,
Derecho, Economía y Planificación para el Desarrollo Agropecuario; tres de la
División de Humanidades: Arquitectura, Diseño Industrial y Pedagogía; y tres de la
División de las Ingenierías: ingeniería en Computación, Civil y Mecánica Eléctrica.
Respecto al caso del CUZ, se tomaron 9 licenciaturas, de las cuales cuatro
pertenecen al área de Ciencias Sociales las licenciaturas de: Ciencias Políticas y
Administración Pública, Derecho, Sociología, Turismo y Psicología; tres del área
de las Ingenierías, se consideró a las licenciaturas de Diseño Industrial, Ingeniero
Agrónomo en producción e Ingeniería en Computación y del área de la Salud se
tomó en cuenta a la licenciatura en Enfermería.
CAPITULADO.
Ahora bien, la exposición de este trabajo se estructurará de la siguiente manera.
En el primer capítulo de nuestra investigación se revisan los planteamientos
desarrollados en algunas de las investigaciones que se han realizado en torno a la
cultura política. Iniciamos con la definición que hacen los clásicos para señalar
qué o cómo se caracteriza el comportamiento de los ciudadanos en relación
directa a su participación política, así como identificar los valores que animan esa
participación, vía la cultura política.
Por otra parte se aborda la manera en que se desarrollo la cultura política de la
sociedad mexicana, la cual fundamentalmente se identificó con la denominada
cultura política de súbdito, para que en un largo proceso se constituya una cultura
política participativa. Se destaca, que la percepción de los ciudadanos, es su
escasa cercanía y posibilidad de inferir en el desarrollo de los procesos
electorales, consideran que la política no es un escenario que requiera de ellos,
sino de los políticos, en esa tesitura, construir una forma distinta de participación
que haga del ciudadano joven de hoy, un actor político, sobre todo comprometido
con lo que suceda en su entorno sociopolítico, como una responsabilidad no solo
de las instituciones educativas, sino, que atañe a toda la sociedad.
En capítulo dos de esta investigación nos abocamos a exponer el contexto donde
los jóvenes interactúan, en él se enuncian datos que dan cuenta de la importancia
demográfica que estos tienen y los retos que esa situación representa en tanto
sector social, el cual debe ser atendido mediante programas o políticas destinadas
a satisfacer sus necesidades de índole variada, asimismo se revisa cuáles son
algunas de las problemáticas que este grupo enfrenta, así como sus expectativas
en torno a la condición de la política y su participación en la misma. Por otra parte
también se plantea cómo y de qué manera los jóvenes perciben la cultura política.
Ahí se exponen los argumentos por los que nos interesó acercarnos a la cultura
política de los jóvenes, como grupo social que en los últimos tiempos se ha
convertido en un sector importante para la definición de los resultados electorales.
De manera central analizamos la cultura política de los jóvenes universitarios,
considerando que en este caso constituyen un sector privilegiado en cuanto al
nivel de ingreso o nivel de escolaridad, sobre todo en un país de amplias
inequidades.
En el aspecto de la socialización, se indaga sobre los elementos que la
constituyen, cómo opera, en qué espacios se genera o se reproduce, de qué
manera la asumen los jóvenes, qué papel juega la educación, y la condición de la
socialización en la universidad, por ser ese el espacio donde los jóvenes
universitarios se están formando, para una más amplia y destacada participación
política. En este capítulo, nos damos a la tarea de señalar datos de la encuesta
aplicada a los jóvenes universitarios (de Aragón y de Zumpango) para plantear un
panorama más amplio y cercano del comportamiento político de los jóvenes. Lo
que desde esa perspectiva significaría que dichos jóvenes en tanto mayor
escolaridad poseen, mayor sería su nivel o grado de participación directa en el
acontecer social. Sin embargo, lo que se encuentra es que los jóvenes ya no
visualizan la participación de la misma manera como antaño otras generaciones lo
realizaron.
AVANCES DE LA INVESTIGACIÓN.
Así nuestro estudio aborda la formación y transformación de la subjetividad de los
jóvenes universitarios en materia de cultura política.3 La idea central que aquí
subyace es el supuesto de que las barreras de lo urbano y lo rural son ya
insuficientes para delimitar la formación de subjetividades muy diferentes entre sí,
particularmente en lo que se refiere a la cultura política en los jóvenes
universitarios de dos municipios donde se ubican las instituciones Universitarias.
Gran parte del presente trabajo está orientado, de manera fundamental, en
generar un análisis encaminado a la percepción teórica de la cultura política, que
nos permita visualizar la relación existente entre los actores (individuales) como
los jóvenes y el sistema instituido, buscando explicar su subjetividad, respecto de
su cultura política, la cual no guarda una dimensión lineal entre la estructura social
y la acción como reflejo de la condición individual, es decir, dejando de lado el
3 En este trabajo abordaremos el concepto de cultura política tomando como referente a Almod y
Verba en tanto son los pioneros más reconocidos de este tema, sin embargo, aquí lo relacionamos como un concepto inherente a la subjetividad de los individuos en un determinado contexto social, y en este caso institucional, como lo es la universidad. En tanto los espacios hoy son diversos derivados de la dinámica globalizadora, podemos decir que la cultura política no es una como concepto, sino que, por los diferentes contextos derivados de la globalización, dicha cultura, en cierta forma se ha moldeado por las interacciones de los distintos actores, los cuales contribuyen a moldear y crear las realidades sociales. Por lo tanto existen culturas políticas diversas, una de estas realidades la constituyen los estudiantes universitarios. Por lo tanto hoy difícilmente podemos hablar de una cultura política común, es así que aquí hablamos la cultura política y de las acciones e intereses políticos de los jóvenes universitarios.
ámbito institucional y centrándonos en una dinámica entre lo denominado micro y
macro, entendidos como la relación entre la acción del actor y el sistema político y
la estructura social, lo que significa que la acción del actor y su trayectoria es
influida por el sistema político, y éste, a su vez, es afectado por la acción de los
diversos actores; lo que nos lleva a plantear que el estudio de la cultura política4
de un grupo determinado, como es el caso de los jóvenes, procura atender a las
reglas y su aplicación hacia los individuos o ciudadanos, y hacia los resultados o
impactos que tiene sobre el sistema político a nivel general.
Fue básico para la investigación aquí propuesta, organizar distintos niveles de
información a fin de acceder a la comprensión detallada de los procesos y
tendencias descritas líneas arriba. Sin embargo, por el carácter del documento a
realizar, en términos de tiempo y condiciones de infraestructura para su desarrollo,
aunado a la escasa información acerca del tema, queda planteado como una
indagación fundamentalmente exploratoria, misma que sirva de base para la
definición de coordenadas y conceptos más claros respecto al tema.
CAPÍTULO I. LA CULTURA POLÍTICA: UN ACERCAMIENTO.
1.1 CULTURA Y CULTURA POLÍTICA.
Consideramos la cultura5 un sistema de actitudes, valores y conocimientos
ampliamente compartidos en el seno de una sociedad transmitidos de generación
4 Nos propusimos indagar sobre “el papel que desempeñaba la cultura política en el proceso de
cambio del sistema político. Concebimos la cultura política como un conjunto de dimensiones: valores, actitudes, ideología, y evaluación que los ciudadanos hacen del sistema político, del régimen, de las instituciones y de ellos como ciudadanos, además de la participación política. Dichas dimensiones al mismo tiempo que nos permiten diferenciar tres ámbitos básicos de la cultura (las creencias, las formas de evaluar y la participación) nos ayudan a comprender la relación que existe entre ellas en cada tipo de cultura política, democrática o autoritaria; nos permite conocer cómo cambian o se modifican en el tiempo, cómo cambian en su interior y cómo afectan sus relaciones con las otras dimensiones” Para mayor detalle ver la exposición que hace Durand Ponte, particularmente en su texto Ciudadanía y Cultura política, Pp. 14-15). 5 La concepción descriptiva de la cultura, la define como “la cultura de un grupo o sociedad es el
conjunto de creencias, costumbres, ideas, valores, así como los artefactos, objetos e instrumentos
materiales que adquieren los individuos como miembros de ese grupos o esa sociedad; y el
estudio de la cultura implica, al menos en parte, el análisis, la clasificación y comparación
científicas de estos diferentes fenómenos […] Por otra parte está la concepción simbólica y que
en generación. Mientras que la naturaleza humana es biológicamente innata y
universal, la cultura se aprende y puede variar de una sociedad a otra. Los
aspectos más centrales y tempranamente aprendidos de la cultura son resistentes
al cambio, tanto porque se requiere un gran esfuerzo para cambiar elementos
centrales de la organización cognitiva de un adulto, como porque los valores más
básicos que uno posee tienden a ser afines en sí mismos, y su abandono
produciría una gran incertidumbre y ansiedad. A la vista de cambios duraderos e
importantes en las condiciones sociales, pueden ser transformadas, incluso
partes centrales de una cultura, pero es mucho más probable que esto tenga lugar
por medio del reemplazo intergeneracional de la población que por medio de la
conversión de los adultos ya socializados.
Los signos y símbolos transmiten conocimientos e información sobre algo: quizá
sea lo más patente; pero los mismos signos y símbolos portan valoraciones:
juicios sobre lo bueno y lo malo, lo debido y lo indebido, lo correcto y lo incorrecto,
lo deseable y lo indeseable; los mismos suscitan sentimientos y emociones: odios,
amores, temores, gozos; expresan ilusiones y utopías: deseos, veleidades y
anhelos.
puede caracterizarse en general de la siguiente manera: la cultura es el patrón de significados
incorporados a las formas simbólicas –entre las que se incluyen acciones, enunciados y objetos
significativos de diversos tipos- en virtud de los cuales los individuos se comunican entre sí y
comparten experiencias, concepciones y creencias 197. El análisis cultural es, en primer lugar y
ante todo, elucidación de estos patrones de significado, la explicación interpretativa de los
significados incorporados a las formas simbólicas. Así también se plantea lo que se puede llamar
como una “concepción estructural de la cultura, con la cual me refiero a una concepción de la
cultura que enfatiza tanto el carácter simbólico de los fenómenos culturales como el hecho de que
tales fenómenos se inserten siempre en contextos sociales estructurados […] donde se define el
análisis cultural como el estudio de las formas simbólicas –es decir, las acciones, los objetos y las
expresiones significativas de diversos tipos- en relación con los contextos y procesos
históricamente específicos y estructurados socialmente en los cuales, y por medio de los cuales, se
producen, transmiten y reciben tales formas simbólicas. En esta descripción, los fenómenos
culturales se van a considerar como formas simbólicas en contextos estructurados; y el análisis
cultural se puede considerar como el estudio de la constitución significativa y la contextualización
social de las formas simbólicas (Thompson; 1998: 194-203).
Pero no bastaría la sola dimensión del contenido para caracterizar la cultura: es
preciso añadir que ese conjunto de signos y símbolos se comparte con otros, no
debería postularse que los significados que se atribuyan a los signos y símbolos
sean iguales en cada persona que los recibe, sino que sólo sean equivalentes: de
facto es lo único que podemos saber. Los signos y los símbolos, en cuanto a su
contenido, se refieren a: 1) conocimientos e información, 2) valoraciones, 3)
emociones y sentimientos, 4) ilusiones y utopías. Ahora bien, una cosa es
compartir en el sentido de aprobar, consentir, aceptar, sentir, experimentar, y en
otra en el sentido de conocer, interpretar, saber, entender, comprender. Los que
comparten una cultura en el primer sentido, por el contrario, la “viven”, la
“experimentan”, la “sienten”, aunque no necesariamente la comprendan. Hago
hincapié en que una cultura debe compartirse para que sea tal.
La cultura es un conjunto de signos y símbolos, el comportamiento en sí es una
acción, sea ésta un movimiento del cuerpo, una elocución verbal, una acción ritual
o bien una manifestación exterior perceptible por otros actores sociales. Esto no
invalida que también pueda manifestarse como signos y símbolos. Los signos y
símbolos se alojan en el sistema nervioso de cada persona y sólo los podemos
conocer cuando de alguna manera nos los hacen compartir, al menos en la
segunda acepción del término. ¿Todo comportamiento es resultado de la cultura?
No necesariamente. Algunas veces sí, otras no: a priori no sabríamos decirlo. La
cultura – conjunto de signos y símbolos compartidos: valores, sentimientos,
utopías – no necesariamente es la causa de un comportamiento determinado,
pero el comportamiento siempre presupone o un conocimiento o un valor o un
sentimiento o una utopía, aunque no necesariamente compartidos (Castro, 2005:
32- 34).
Una vez que las sociedades occidentales han internalizado, en una perspectiva
histórica, el haber alcanzado la seguridad económica y personal, sus
preocupaciones se han dirigido a satisfacer a otras necesidades, como una mayor
participación en aquellas que tienen que ver con su trabajo, con su comunidad o
con su gobierno, una mayor preocupación por el medio ambiente en que viven, por
los derechos, libertades cívicas, personales, y en general, a interesarse más por
los aspectos sociales, políticos, intelectuales y estéticos de la vida.
Así, los países que hayan logrado satisfacer las necesidades de seguridad
económica y personal para proporciones mayores de su población, serán los que
presenten, asimismo, mayor grado de valores posmaterialistas.
“Los posmaterialistas claramente ponen menos énfasis en el crecimiento
económico de lo que lo hacen los que tienen valores materiales o mixtos. [...]
ponen menos énfasis en los salarios altos y la seguridad en el empleo que en
trabajar con gente que les agrade o realizar un trabajo interesante. Además, los
posmaterialistas, desde el punto de vista económico, se mantienen por debajo de
lo que podrían lograr, esto es, partiendo del hecho de que provienen de familias
más prósperas y han recibido mejor educación” (Inglehart,1990: 48).
Mientras que cuanto menos garantizadas están esas necesidades (y para un
mayor número de personas), mayor será el grado de valores materialistas que se
podrá encontrar en un sistema de valores predominante. Y aquellos grupos
sociales que hayan logrado un alto grado de seguridad económica y personal
antes y de forma más firme, deberían encontrarse más próximos al polo
posmaterialista6 que al polo materialista.
El cambio es gradual y refleja las alteraciones producidas en las experiencias
formativas que hayan moldeado a diferentes generaciones. Así pues, los valores
más tradicionales siguen contando con gran aceptación en las generaciones más
viejas; pero las nuevas orientaciones van teniendo progresivamente más eco entre
los grupos más jóvenes. Puesto que las jóvenes generaciones van reemplazando
6 Al respecto está el siguiente ejemplo “en Europa os jóvenes de las ciudades y las áreas
metropolitanas han crecido con una cierta seguridad económica, educación, sanidad y prestaciones sociales. Son posmaterialistas. Sus aspiraciones humanas, aparte de un empleo digno, van más allá de valores materiales, como la participación política horizontal sin tanta jerarquía ni burocracia, la democracia cosmopolita, la ecología, la diversidad sexual, la igualdad de género…Sin embargo, si de pronto ven que ni siquiera pueden aspirar a un empleo digno, como tuvieron sus padres, se frustraran y surgirán “identidades de resistencia” en el nombre del territorio urbano en forma de bandas, de urbaterrorismo o, simplemente desesperados” (Cotarelo; 2009)
gradualmente a las viejas y formando el grupo de la población adulta, los puntos
de vista prevalecientes en estas sociedades se transforman.
Ciertamente, las masas de población han venido jugando un papel en el marco de
la política nacional desde hace ya mucho tiempo a través de las elecciones y por
otras vías. Los cambios sociales les permiten jugar un papel cada vez más
importante en la formulación de la política y ocuparse en actividades que cabría
calificar de <desafío a las elites> en lugar de ocuparse en actividades
<elitísticamente dirigidas>. La actividad política dirigida por elites, es en gran
medida un problema de elites, movilizando el apoyo de las masas por medio de
organizaciones tales como partidos políticos, sindicatos, instituciones religiosas,
etc. El nuevo estilo que hemos llamado <desafío a las elites> ofrece a la población
un papel cada vez más importante en la toma de decisiones específicas y no sólo
la posibilidad de elección entre dos o más grupos de personas que tomen
decisiones. El cambio cultural, sin embargo, tiene lugar primordialmente a través
del reemplazo intergeneracional de la población; por ello debe examinarse desde
la perspectiva de décadas o incluso siglos. Nosotros únicamente hemos arañado
la superficie (Inglehart, 1990: XV- XXXVIII).
2. LA CULTURA POLÍTICA.
Desde la sociología anglosajona se aplica inicialmente el concepto de “cultura
política” para analizar la relación entre el sistema social y el político7, basándose
para ello en la entonces influyente escuela de “cultura y personalidad”, tan
importante en la antropología norteamericana durante las décadas de los cuarenta
y cincuenta. Como se sabe, Almond propuso en 1956 que los sistemas políticos8
7 Reexaminada a la luz de la individuación de los componentes principales de un sistema político,
emergen de la teoría almondiana dos factores importantes: cultura política y estructura política. La cultura está constituida por un conjunto de actitudes y orientaciones de orden cognoscitivo, afectivo y evaluativo de los miembros del sistema frente al sistema político mismo. Puede ser de tipo particularista, súbdito o participante. Las estructuras políticas corresponden a las siete funciones que desempeña todo sistema político: 1) socialización y reclutamiento; 2) articulación de los intereses; 3) agregación de los intereses; 4) comunicación; 5) formación de las normas; 6) aplicación de las normas; 7) administración judicial de las normas (Morlino; 1985: 34) 8 Michell es el primer autor que considera los elementos del sistema y sus transformaciones […]
En efecto, al lado de la polity, compuesta por la cultura política (creencias y símbolos), la estructura
podían ser estudiados con base en un enfoque que investigara las
manifestaciones culturales de una sociedad y su relación con la existencia de
ciertos regímenes políticos. Es en el estudio que se realizó en conjunto con Verba
(1963) donde se presenta –entre otros países- los resultados para el caso
mexicano. Ambos analizan las orientaciones políticas con respecto al sistema
político basándose en elementos cognitivos, evaluativos y afectivos y a partir de
ellos consideran que la cultura política puede clasificarse en tres formas, lo que
posibilita a los actores calcular sus acciones políticas.
En relación al concepto de cultura política, es pertinente señalar que surge a partir
de la tipología de Gabriel A. Almond y Sidney Verba para identificar la cultura
política cívica, parroquial y de súbdito en su investigación pionera publicada en
1963 The Civic Culture en el original. En español, “La cultura cívica: estudio sobre
la participación política democrática en cinco naciones”. Donde señalan los
autores que:
El “trabajo ha sufrido la influencia, concretamente de la “cultura-personalidad” o
“enfoque psico-cultural” con relación al estudio de los fenómenos políticos […]
Empleamos el término cultura política por dos razones. En primer lugar, si
queremos descubrir las relaciones entre actitudes políticas y no políticas y
modelos de desarrollo debemos separar los primeros de los últimos, aunque la
separación entre ellos no sea tan marcada como pudiera sugerir nuestra
tecnología” (Almond y Verba, 1970:29-30).
política (normas y poder, formales e informales) y por los sujetos de los roles políticos, de un gran relieve a los inputs (divididos en demandas y expectativas, recursos, apoyo) y los outputs (fines del sistema, valores y costos, controles). En el caso de Huntington (quien retoma la idea de Michell) pone en primer plano los componentes del sistema político: a( cultura, esto es, los valores, las actitudes, las orientaciones, los mitos y las creencias relevantes para la política y dominantes en la sociedad; b) la estructura, es decir, las organizaciones formales por medio de las cuales se toman decisiones de autoridad, como los partidos políticos, los cuerpos legislativos, los ejecutivos, las burocracias; c) los grupos, esto es, las formaciones sociales y económicas, formales e informales, que participan en la política y plantean las demandas a las estructuras políticas; d) leadership, es decir, los individuos y grupos que ejercen más influencia que los otros en la distribución de los valores; e) las orientaciones políticas, esto es, los modelos de actividad gubernamental conscientemente destinados a determinar la distribución de costos y beneficios en el interior de la sociedad (Morlino; 1985: 33-34)
Es decir, se conformó la corriente denominada culturalista, en cuyo origen se dio
la convergencia entre la sociología parsoniana9 con el enfoque sistémico de la
política y cierta orientación antropológica en la que se intentaba formular un
modelo original de interrelación individuo-sociedad incorporando a la par ciertos
parámetros de la psicología (Winocur, 2002).
A partir de entonces, de suyo ha sido evidente de forma progresiva que para
entender la vida política de una colectividad no es suficiente analizar las
estructuras de poder y los procesos políticos, sino que también es imprescindible
ocuparse de quiénes son los actores políticos, individuos o agrupaciones que
resultan importantes en tanto representan segmentos de esta colectividad. En todo
caso, lo que se quiere conocer son los motivos que subyacen a las decisiones y
conductas de los actores, las ideas y los valores que los orientan, los sentimientos
que influyen sobre ellos y que por tanto explican su actuación y de esta manera
gran parte de la realidad política. Así el interés por la cultura política10
complementa el lado “objetivo” de las estructuras, procesos e instituciones
directamente observables. En el caso de Almond y Verba señalan que:
“escogemos la palabra cultura política, antes que cualquier otro concepto especial,
porque nos brinda la posibilidad de utilizar el marco conceptual y los enfoques de 9 Parsons introduce en el concepto de sistema social algunas innovaciones esenciales: a) la
orientación de los sujetos no es determinada por “sentimientos” casi invariantes, sino que surge del proceso de socialización y es ulteriormente asegurada por la presencia de “modelos de cultura normativa”; b) los papeles en que consiste el sistema social tienden a organizarse y a concentrarse alrededor de algunos “focos” constituidos por los “imperativos funcionales” a los que todo sistema social tiene que hacer frente, so pena de extinción. Estos “imperativos funcionales” son: adaptación al ambiente natural (imperativo económico), persecución de objetivos dotados de validez colectiva (imperativo político), integración de las subunidades, reproducción de las motivaciones y control de las tensiones (Gallino Luciano; 2007:791. Diccionario de sociología. Ed, Siglo XXI, México) 10
Con respecto a la cultura política es importante señalar dos aspectos básicos: “por una parte, el
aspecto más general de la utilidad analítica y explicatoria del concepto y, por la otra, los rasgos
más específicos de la importancia del concepto para usos explicativos dentro del marco del
proceso de transición […] Entre las razones para la controversia alrededor de la cultura política
como un factor explicativo en los procesos de transición está, además de los aspectos más
generales, su vaguedad conceptual. […] El propio Almond señala que “La cultura política no es una
teoría; se refiere al juego de variables que podrían ser usadas para la construcción de teorías”.
Almond y Powell distinguen la cultura política en el sistema de cultura, la cultura de los procesos y
la cultura (policy) de las políticas públicas. En la cuestión de la persistencia, el sistema de cultura
es el factor especialmente relevante, y la categoría más importante del sistema de cultura es la
legitimidad del sistema” (Flores, 2000, 36)
la antropología, sociología y psicología […] nuestra capacidad para entender el
nacimiento y transformación de los sistemas políticos crece al fijarnos en las
teorías y especulaciones que se ocupan de los fenómenos generales de estructura
y procesos sociales […] Así el término cultura política se refiere a las orientaciones
específicamente políticas, posturas relativas al sistema político y sus diferentes
elementos, así como actitudes con relación al rol de uno mismo dentro de dicho
sistema […] Es un conjunto de orientaciones con relación a un sistema especial de
objetos y procesos sociales […] Cuando hablamos de cultura política de una
sociedad, nos referimos al sistema político que informa los conocimientos,
sentimientos y valoraciones de su población […] La cultura política11 de una nación
consiste en la particular distribución de las pautas de orientación hacia objetos
políticos entre los miembros de dicha nación” (Almond y Verba, 1970:30-31).
Otra definición pondera más la dimensión de los valores, concepciones y
actitudes que se orientan hacia el ámbito específicamente político, es decir, el
conjunto de elementos que configuran la percepción subjetiva que tiene una
población respecto del poder, en todo caso se pretende con ello explicar las
actitudes, reacciones o incluso el comportamiento en general de una población
(Peschard, 1994: 9-10).
11
Una clasificación de los tipos de orientación política que forman la cultura política inspirada en la
obra de T. Parsons y E. Shills: orientaciones cognitivas, afectivas y evaluativas. Los objetos
políticos hacia los que se dirigen las orientaciones de los individuos son básicamente cuatro: el
sistema político como objeto general, los objetos políticos (input), los objetos administrativos
(output) y el propio sujeto considerado como objeto político. […] las características de la cultura
cívica (aquella que corresponde a los sistemas democráticos estables) se establecen como
resultado de un estudio histórico del proceso de desarrollo político británico. Por consiguiente, es
entendida como una cultura pluralista, basada en la comunicación y en la persuasión, en el
consenso y en la diversidad, una cultura que permite el cambio pero que, sobre todo, lo modera. La
cultura cívica es, pues, el resultado de los choques entre la modernización y el tradicionalismo. […]
a partir de la cultura cívica se hace posible construir la conocida clasificación de los tres tipos
ideales de cultura política: la parroquial, la de súbdito y la participante. Toda cultura política real se
entiende como una cultura política híbrida que presenta siempre elementos de los tres tipos en
proporciones dispares. […] la relevancia de la cultura política radica en que, como instrumento de
análisis, permite plantear la conexión entre las tendencias psicológicas de los sujetos y grupos,
entre la estructura y el proceso político, entre la micro y la macropolítica : la relación entre la cultura
política y la estructura política se transforma en uno de los aspectos significativos más
investigables del problema de la estabilidad y la evolución políticas (Morán, :101-102)
También se concibe a la cultura política como,
“el conjunto de actitudes, normas y creencias, compartidas más o menos
ampliamente por los miembros de una determinada unidad social y que tiene
como objeto fenómenos políticos” (Krotz, 2002: 42).
Entendemos que la cultura política se expresa de múltiples maneras, y por tanto,
puede ser estudiada de muchos modos que van desde el levantamiento de
encuestas de opinión hasta la realización de historias de vida, pasando por el
análisis de discursos políticos, la observación de conductas electorales, la
reconstrucción de luchas por el poder en organizaciones sociales y el estudio de
cambios en instituciones políticas formales. La cultura política es un acercamiento
a “lo político” que privilegia a los actores colectivos sobre las instituciones, de los
ciudadanos nos permite, como expectativa, explicar su conducta política actual y
poder hacer predicciones para el futuro cercano. Cabe señalar que:
“Estas reglas no son rígidas como las reglas de los juegos, o como si se tratara
de normas prescriptivas, por el contrario, son reglas que se asemejan a una
fórmula matemática que debe despejarse o calcularse, la acción política no es
automática o un acto reflejo, es el producto de una reflexión, de un monitoreo por
parte del actor, es producto de un cálculo social o político. En la aplicación de esas
reglas, en su uso, se incluyen o movilizan valores políticos, conceptualizaciones,
informaciones, resultados de las experiencias participativas, evaluaciones del
sistema o de partes del mismo, sentimientos y emociones, que posibilitan el
cálculo de la acción” (Durand, 1998: 14-15).
Así en cuanto a la caracterización de la cultura política, ésta no se presenta como
una unidad o entidad homogénea e integrada, sino antes bien como un conjunto
heterogéneo y desarticulado de valores, actitudes y acciones, pues la cultura
política es dinámica como resultado de la interpretación y reelaboración por parte
de entidades sociales distintivas de concepciones que se encuentran relacionadas
con el ejercicio y estructura de poder.
En el estudio de la cultura política nos enfrentamos al problema de que en las
sociedades contemporáneas, el conflicto social se encuentra matizado por la
existencia de un hombre que vive un mundo multisemántico –uno de los aspectos
a rescatar del posmodernismo- que hace cada vez más difícil pensar en la
presencia de unidades socioculturales y políticas con cierto grado de
homogeneidad, lo cual permita construir unidades culturales o identitarias (Tejera,
1996:14).
En este caso la ponderación de la acción estratégica aparece como elemento
subyacente incluso en la constitución de mayorías o minorías significativas, de tal
forma que, cuando se convierten en acciones colectivas, pueden manifestarse de
diferentes maneras: en votaciones para elegir funcionarios públicos, en plebiscitos
sobre diferentes asuntos políticos, en acciones de organizaciones sociales y
políticas o movimientos sociales que funcionan agregando demandas o como
grupo de presión.
“Cuando estudiamos la cultura política de un grupo determinado, lo que
procuramos entender es, cuáles son esas reglas y cómo las aplican los individuos
o los ciudadanos y que resultados tienen sobre el sistema, no interesa sólo
clasificar a los individuos, queremos conocer cómo piensan políticamente, cómo
calculan su acción y cuáles son los componentes de esas reglas” (Durand, 1998:
16).
En esta tesitura J. Peschard sostiene que…
“Si en los años sesenta se hablaba de una cultura política predominantemente de
súbdito o subordinada, en los noventa se habla de una de transición, o en proceso
de cambio, en la que persisten referentes autoritarios, actitudes de desconfianza
hacia la política y de escasa eficacia política o capacidad para ejercer influencia
sobre el sistema, a la vez que muestras claras de participación ciudadana,
expresiones de una voluntad de tener mayor incidencia en la definición de políticas
públicas y una inclinación a buscar la colaboración de los otros [....] todavía
estamos lejos de tener un sistema político democrático y nuestras
representaciones y actitudes hacia él conservan un remanente importante de la
cultura autoritaria” (Peschard, 1999: 192).
Aquí podemos señalar que, la conformación de una cultura política democrática…
”Tiene que ver fundamentalmente con la práctica, con el cómo se vive la relación
con las autoridades, con el padre y la madre, con los maestros, con las
autoridades escolares, con la policía del barrio, con el jefe de la empresa y, como
ciudadano, con las instituciones gubernamentales y las burocracias públicas que
las operan. Es ahí donde se adquiere el conocimiento de las reglas, de cómo es
uno tratado, sobre qué debe uno esperar de esas relaciones, si se aplica la ley y
los reglamentos o el criterio de los funcionarios, si priva la corrupción o ésta se
castiga o prevalece la impunidad. Es en esa experiencia práctica donde se
adquieren los valores, se aprende a participar, a defender no sólo sus derechos
sino, también al sistema en su conjunto, que garantiza ese disfrute para los
ciudadanos” (Durand, 2007: 171-172)
Dicha situación representa, una importancia fundamental en la medida que la
situación que permea el contexto mexicano actual está influido por una sensación
de incertidumbre, donde…
“La baja confianza de los ciudadanos mexicanos en sus instituciones políticas está
en la base del bajo aprecio por el régimen democrático práctico […] la
desconfianza en las instituciones políticas del país lleva a que se desconfíe de
otras instituciones no políticas, perjudicando al conjunto del sistema social”
(Durand, 2007: 173).
En el proceso de transición donde nos encontramos, resulta innegable que no
hemos terminado de desmontar las instituciones, hechos y prácticas autoritarias,
situación que poco ha contribuido al fortalecimiento y presencia de la ciudadanía,
así como de las organizaciones sociales, cuya función e importancia radica en
crear los contrapesos al poder estatal, y debilitar el viejo autoritarismo, donde los
ciudadanos no se sientan o asuman como incapaces e incompetentes de poder
controlar a los políticos, con poca posibilidad de obligarlos a ceñirse al Estado de
derecho.
Lo que lleva a enfatizar la importancia de los ciudadanos y su relación con la
democracia, que implica, el involucramiento de las personas en el ámbito de la
política, es ahí donde juegan un papel trascendental los valores…
”Los valores constituyen criterios de orientación y juicio sobre las formas de
pensamiento y acción de los individuos, las relaciones sociales, las instituciones y
las colectividades en su conjunto. Un cambio en los valores es una transformación
de los criterios sociales establecidos de orientación y juicio sobre algunas formas
de pensamiento y acción. Cuando existen transformaciones en la sociedad se
aceleran las transformaciones en los referentes de las conductas colectivas, es
decir, cambia la forma de autopercepción y de percepción de los actores,
instituciones y colectividades” (Flores, 2000:23)
3. LA CULTURA POLÍTICA EN LAS SOCIEDADES MODERNAS.
La convergencia gradual de todas las sociedades industriales desarrolladas se da
hacia tres elementos centrales: instituciones políticas democráticas, una libre
economía de mercado y la existencia de normas religiosas, sociales y sexuales
más liberales. Otra perspectiva menciona, que los procesos de modernización en
las sociedades industriales son procesos que contribuyen a la aceptación de los
valores democráticos y a la consolidación del orden democrático como valores
básicos.
Detrás del escepticismo se encuentra la enorme presión ejercida por problemas
concomitantes a los procesos de transición causados, principalmente por la
necesidad simultánea de construir una economía de mercado y democratizar la
política, además de atender las crisis económicas y sociales que deben ser
manejadas al mismo tiempo. Los procesos de cambio están en relación con la
cultura política, y si bien la teoría cultural no provee una explicación completa de
cambio político, la cultura si influye poderosamente en el proceso.
Cuando una democracia está consolidada es también estable o persistente: El
concepto de persistencia12 fue propuesto por Easton con el propósito de evitar la
connotación de continuidad estática asociada con el término estabilidad. La
persistencia es perfectamente compatible con el cambio, si este no afecta los
elementos constitutivos en un sistema social. En muchos casos la persistencia es
posible sólo a través de un cambio limitado, implicando ajustes a las condiciones
de un entorno cambiante del sistema.
La estructura del sistema democrático consiste en ciertos patrones de roles y
reglas: Parsons describe a las instituciones como un juego de roles que son
estratégicamente importantes para el sistema social, y que señala que estos
patrones institucionales constituyen el esqueleto del sistema social. Los patrones
institucionales que definen a la democracia liberal son las instituciones de
representación y de competencia de partidos. Pero más allá de esas normas y
reglas formalizadas, la democracia opera de acuerdo a reglas y normas informales
mantenidas por los actores.
12
Debido a los rasgos particulares del sistema político, sus miembros gozan de la oportunidad de
responder a las tensiones de modo de asegurar la persistencia de algún tipo de sistema, a fin de tomar y ejecutar decisiones obligatorias […] Ahora la tensión puede proceder de dos partes, una interna y otra externa; en este caso, tensión externa será la que procede del ambiente intra y extrasocietal […] Frente a la tensión provocada por perturbaciones y cambios, podríamos haber llegado a pronosticar que los sistemas políticos solo pueden tener un lapso de vida muy breve […] l decir que un sistema ha fracasado pueden entenderse dos cosas: que cambió pero sigue existiendo de alguna forma, o que desapareció por completo. Como indica el primer sentido de la expresión, de un sistema puede afirmarse que subsiste aunque cambie. A primera vista, esto parecería bastante paradójico. Ella nos ayuda, al menos a entender qué persistencia si interpretamos, en el segundo sentido, que su antítesis indica que el sistema desapareció por completo […] Persistencia no es lo mismo que estado perfectamente estático: no es incompatible con el cambio. En la mayor parte de los casos, incluso en los que tienen lugar en plazos no muy largos, un sistema debe poder cambiar o adaptarse a circunstancias fluctuantes para persistir […] Para que pueda perdurar en una sociedad cualquiera un sistema que cumpla la función política básica de adopción y ejecución de asignaciones obligatorias es preciso que los miembros estén preparados para enfrentar las perturbaciones que llevan a la tensión cualquiera que sea su origen. En caso necesario, hasta se pueden ver obligados a modificar el sistema en alguno de sus principales aspectos […] La persistencia revela la importancia de considerar, no cualquier estructura o pauta particular sino los procesos vitales mismos de un sistema. En este sentido, un sistema puede persistir aunque cambie continua y radicalmente todo lo asociado a él (Easton;1979:113-127)
La cultura política de una nación consiste en la particular distribución de las
pautas de orientación hacia objetos políticos entre miembros de dicha nación. La
sociología interpretativa desentraña los significados, símbolos y códigos de la
acción social (la acción política incluida), pero no aspira a una comparación entre
culturas.
Como concepto, la cultura política ha sido muy útil para entender las actitudes de
las personas hacia su sistema político y ¿qué saben de él?, ¿cómo se identifican
con él? y ¿cómo lo evalúan? El bagaje de significados y sentidos que los hombres
dieron y siguen dando a sus acciones forman una tradición, la tradición de los
sentidos que es compartida por los miembros de la comunidad y frente de la
acción social de éstos. Y si bien, dichos sentidos parten del ámbito subjetivo,
importa mucho reconocerlos porque nos permiten averiguar por qué los hombres
responden como lo hacen en momentos o ante problemas determinados; en
nuestro caso, por qué responden cómo lo hacen en el mundo de lo político.
La acción política de los individuos no está siempre orientada desde las
estructuras de poder externas, sino que responde y es objetivación del conjunto de
ideas sobre la autoridad y el poder que están contenidas en el acervo social y que
se fueron sedimentando históricamente en él. Las consideraciones que los
hombres hacen a sí mismos y con los otros hombres, sobre la autoridad y el poder
en el grupo social, se obtiene principalmente de dicho acervo, pueden cambiar y
se pueden negociar en cada acción política, pero una buena parte se preserva y
hereda, lo político no se encuentra en el sentido inmediato de la acción social no
es tan esencial, tan próximo al individuo, se sedimenta paulatinamente y puede
objetivarse o no en acción política.
La acción individual, en cada acción individual se negocia el orden vigente. Por
eso la cultura política no está dada para siempre, una parte la reproducen los
hombres y otra se negocia y cambia. Esta es una forma de entender, tanto la
cultura política como el cambio político, a través del análisis de las acciones
individuales.
La cultura política como el acervo de códigos que los hombres han construido
históricamente acerca de su orden político vigente. Y podríamos agregar, que la
acción política es la objetivación de dicha cultura. La tarea, la investigación
comienza entonces con el estudio del grupo social de manera que se pueda
emprender las indagaciones sobre su particular acervo social y deslindar de este,
los códigos mediante los cuales los hombres objetivan su cultura política (Heras,
2002).
Al hablar de cultura política nos remitimos a los valores, imágenes, símbolos y
representaciones que los individuos perciben sobre un sistema político y sobre el
papel que estos referentes adquieren dentro de dicho sistema. La cultura política
evoca la manera como los gobernados interpretan el sistema político, la forma en
que se relacionan con sus instituciones y sus principales actores, a quienes
reconocen el derecho a adoptar decisiones en la medida en que ejercen el poder.
El interés se centró en descubrir las relaciones que establecen los ciudadanos con
el sistema político, con el objeto de comprender cómo interiorizan, cómo valoran y
cómo proceden a tomar sus decisiones políticas.
4. LA CULTURA POLÍTICA: DE SÚBDITO.
Para Almond y Verba,
“caracterizar la cultura política de una nación significa, en efecto, una matriz
semejante mediante una muestra válida de su población. La cultura política se
constituye por la frecuencia de diferentes especies de orientaciones cognitivas,
afectivas y evaluativas hacia el sistema político en general, sus aspectos políticos
y administrativos y la propia persona como miembro activo de la política” (Almond
y Verba, 1970:34).
Con el objetivo de poder evidenciar cuales son los momentos por lo que la
sociedad mexicana ha transitado, se puede decir que, en el México de los sesenta
podía identificarse más con una cultura política de “súbdito o subordinada”13,
puesto que el comportamiento político de los mexicanos se caracterizaba por una
desconfianza en los demás y por una percepción de la política de poca eficacia, en
el sentido de que la participación política resultaba poco confiable en sus aspectos
cívicos y formales. Consideraban que las acciones cívicas eran muy poco eficaces
para obtener resultados y, sobre todo enfatizaban que los mexicanos tenían una
gran desconfianza entre sí mismos.
Predominante era la cultura política de “súbdito”, en la medida en que la mayoría
de la población aceptaba y apoyaba un sistema político con una autoridad
centralizada y la relacionaba fundamentalmente con los resultados o productos del
sistema, con las políticas de la autoridad. En ese sentido los ciudadanos no se
involucraban o la hacían en poca monta en la elaboración y en el diseño mismo de
dichas políticas.
La cultura política define el concepto en cuatro direcciones: primero, consiste en el
conjunto de orientaciones subjetivas hacia la política en una población nacional o
en subconjunto de ésta, segundo, tiene componentes cognoscitivos, afectivos y
evaluativos; tercero; el contenido de la cultura política es el resultado de la
socialización, educación y exposición en los medios de comunicación, en la niñez
13
Almond y Verba realizan la siguiente clasificación: a) Cultura política parroquial, en las sociedades no hay roles políticos especializados: el liderazgo, la jefatura del clan o de la tribu, el “chamanismo”, constituyen roles difusos de tipo político-económico-religioso y, para los miembros de estas sociedades, las orientaciones políticas hacia dichos roles no se hayan separadas de sus orientaciones religiosas y sociales. Una orientación parroquial supone también la ausencia relativa de previsiones de evolución iniciadas por el sistema político. El individuo, en este caso, no espera nada del sistema político. b) La cultura política de súbdito. En segundo tipo principal de cultura política. El súbdito tiene conciencia de la existencia de una autoridad gubernativa especializada; está afectivamente orientado hacia ella, tal vez se siente orgulloso de ella, tal vez le desagrada; y la evalúa como legítima o ilegítima. Pero la relación se da con el sistema en un nivel general y respecto al elemento administrativo o “corriente inferior” del sistema político: consiste, esencialmente en una relación pasiva, aunque se dé, como veremos más adelante, una forma limitada de competencia que es idónea para esta cultura de súbdito. Estamos hablando de nuevo de una pura orientación subjetiva que se dará de un modo preferente en una sociedad donde no existe estructura política diferenciada” (Almond y Verba, 1970: 34-36)
y en experiencias sobre el desempeño gubernamental, social y económico en la
etapa adulta; y cuarto, la cultura política afecta la estructura y el desempeño
gubernamental, ya que las direcciones causales entre cultura, estructura y
desempeño van en ambas direcciones.
Se estudia la cultura política y se pretende conocer ¿qué tanta información tiene
cada uno de los entrevistados sobre el sistema político?, ¿cómo perciben a las
instituciones y a sus actores? y, sobre todo, ¿cómo los valoran para comprender
el sentido y la intensidad de su participación? Es posible distinguir diferentes
niveles de conocimiento e interés en la información política, orientaciones
afectivas que se polarizan entre el consenso y el rechazo, así como evaluaciones
del sistema político que van desde la identificación hasta las posiciones más
críticas.
El desarrollo de la cultura política de un país no es homogéneo sino que tiende a
diversificarse en su extensión e intensidad. Las culturas políticas son
heterogéneas porque en ellas intervienen desde las orientaciones subjetivas,
hasta las condiciones históricas de gestación de dichos componentes.
Es posible decir que la cultura política tiende a impregnar las instituciones, lo cual
implica que los principios que guían a las instituciones políticas, están permeados
y nutridos de la cultura política.
Podemos decir que en México, a raíz de los cambios que han operado en los
procesos electorales, la cultura política ha evolucionado en su perspectiva cívica y
participativa. En la medida en que las instituciones fueron logrando mayor
presencia en el conjunto del sistema político, así como los ciudadanos mayor
confianza en su desempeño, la participación electoral se ha distinguido como
parte de la consolidación de los espacios ciudadanos (Reyes, 1999: 201-205).
En esta tesitura la cultura política alude, al
“conjunto de actividades, creencias y sentimientos que ordenan y dan significado a
un proceso político y proporcionan los supuestos y normas fundamentales que
gobiernan el comportamiento del sistema político, vale decir, la cultura política se
refiere a los valores, símbolos, imágenes y representaciones que los individuos
tienen sobre su sistema político y sobre el papel que ellos mismos juegan dentro
del sistema. Los miembros de una sociedad adoptan ciertas orientaciones hacia la
política como una manera de dotar de significado a su acción y participación
políticas. Es por ello que la cultura política tiene que ver con la dimensión
psicológica y subjetiva de la vida política” (Peschard, 1999:186).
La cultura política es una variable crucial. Porque la democracia estable no es
consecuencia necesaria del desarrollo económico: puede alentar, pero no
garantizar el surgimiento de instituciones democráticas y de la cultura política en la
que puede florecer. Los cambios culturales reflejan en gran medida la
socialización en hábitos y actitudes estables. Una vez establecidas, estas
orientaciones tienen un ímpetu propio y pueden actuar como influencias
autónomas sobre la política y la economía mucho tiempo después de los sucesos
que las hicieron surgir.
El concepto de cultura política no sólo fue atacado por motivos empíricos, sino
también por razones ideológicas. Tradicionalmente los partidarios de la izquierda
tienden a considerar que los problemas sociales son causados por defectos en la
estructura social, por tanto buscan la solución en programas de gobierno. Los
conservadores, por el contrario, tienden a responsabilizar de los problemas
sociales al individuo más que a la sociedad. Las ideologías más extremas de cada
lado tienden a ver que las causas de cualquier fenómeno social bien como
enteramente debidas a la estructura social, fijando el control y la responsabilidad
fuera del marco del individuo, o bien enteramente como un problema de
responsabilidad, en el extremo opuesto.
Hoy día, la aproximación a la cultura política como marco explicativo general de la
conducta política, se distingue por afirmar que: 1) las reacciones de la gente ante
las situaciones en las que se hallan son modeladas por orientaciones subjetivas
que varían en las distintas culturas y aun en el marco de las subculturas. 2) Estas
variaciones en las orientaciones subjetivas reflejan diferencias en la experiencia
socializadora que se realiza primero por condicionamiento y luego por aprendizaje,
lo que hace muy difícil anularlas.
La complejidad del entramado de la cultura política implica que difícilmente se
puede lograr una transformación en corto tiempo. Se puede cambiar a los
gobernantes y a las leyes, pero el alterar los aspectos básicos de la cultura
subyacente es algo que puede llevar muchos años. Incluso en este caso, los
efectos de largo alcance de una transformación revolucionaria <<divergirán mucho
de las visiones revolucionarias y tenderán a divergir en la dirección de los modelos
de la antigua sociedad y el antiguo régimen>> (Inglehart, 1990: 3-6).
5. CULTURA POLÍTICA Y TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA.
En la Legislatura LXI, una vez efectuada la elección intermedia del 5 de julio del
2009, la Cámara de Diputados se configuró de la siguiente manera: “PRI 237, PAN
143, PRD 71, PVEM 21, PT 13, Nueva Alianza 9 y Convergencia 6”14. Lo que
desde luego le da forma al nuevo mapa político del país.
Lo cual nos da un país con mayores posibilidades de competencia política, pero
que aún está lejos de una participación mayoritaria a modo de poder construir
escenarios colectivos, producto de las voces de los diversos sectores sociales,
pues sólo de esa manera se podrá cubrir algunas de las asignaturas pendientes
en relación al mismo desarrollo político y económico, así como, propiciar una
convivencia civilizada entre los diversos grupos sociales, fortaleciendo la
democracia15 que plantea la centralidad de la política como una actividad,
14
http://www3.diputados.gob.mx/camara/001_diputados/005_grupos_parlamentarios 15
Los componentes que caracterizan a la democracia son necesariamente abstractos y pueden dar
origen a una considerable variedad de instituciones y subtipos de democracia. Sin embargo para que una democracia prospere, se deben seguir normas de procedimiento específicas y es preciso respetar los derechos cívicos. Robert Dahl ha ofrecido la enumeración más generalmente aceptada de lo que él denomina las condiciones “de procedimiento mínimas” que deben estar presentes para que exista la democracia política moderna (o como él dice, la “poliarquía”) (Schmiter:1996: 42) En este sentido Dahl, señala que se desarrollaron las instituciones políticas, las cuales, en conjunto, distinguen a los regímenes políticos de los países democráticos modernos de todos los demás regímenes, incluyendo aquellos de las ciudades-estado relativamente democratizadas.
eminentemente ciudadana y no como una responsabilidad exclusiva y excluyente
de una minoría que se asume como representante del pueblo, lo que significa que
por un lado el ciudadano se reconozca como tal, es decir, como el sujeto de la
política y no como el objeto pasivo de los funcionarios gubernamentales
(Woldenberg, 2000).
Todo ello nos plantea el difícil camino que implica en su momento desmontar el
caduco entramado autoritario y al mismo tiempo modificar la situación de la
desconfianza que acompañó a los resultados electorales en un pasado reciente, lo
cual ahora implica, desde distintos ámbitos, por un lado, ejercer la legalidad, y por
otro practicar la tolerancia entre los distintos actores involucrados como parte de
la sociedad civil, donde las distintas voces respecto a lo político puedan ser
escuchadas y debatidas las ideas para iniciar la construcción de una cultura
política democrática.
Siete instituciones en particular, en conjunto, definen un tipo de régimen que es históricamente único:
1. El control sobre las decisiones gubernamentales en torno a la política está depositado constitucionalmente en los funcionarios elegidos
2. Los funcionarios son elegidos en elecciones periódicas y llevadas a cabo limpiamente, en donde la coerción es relativamente rara.
3. Prácticamente todos los adultos tienen el derecho a votar en la elección de los funcionarios.
4. Prácticamente todos los adultos tienen derecho a participar como candidatos a los puestos de elección en el gobierno.
5. Los ciudadanos tiene derecho a expresarse, sin el peligro de severos castigos, sobre cuestiones políticas, definidas ampliamente, incluyendo críticas a funcionarios, al gobierno, al régimen, al orden socio-económico y a la ideología prevaleciente.
6. Los ciudadanos tiene derecho a buscar fuentes alternativas de información. Más aún, existen fuentes alternativas de información y están protegidas por ley.
7. Para alcanzar sus diversos derechos, incluyendo aquellos enlistados arriba, los ciudadanos también tienen derecho a formar asociaciones u organizaciones relativamente independientes, incluyendo partidos políticos y grupos de interés independientes.
Dado que estos enunciados pretender caracterizar derechos, instituciones y procesos verdaderos y no meramente nominales, también pueden servir como criterios para distinguir un tipo especial de régimen moderno. Los países pueden clasificarse conforme sus instituciones políticas se aproximan a estos criterios. Ordinariamente, son democráticos los países en los que las instituciones políticas se aproximan más a estos criterios. A fin de subrayar la distinción entre regímenes como estos y la democracia en el sentido ideal, también pueden llamarse poliarquías Estas siete condiciones parecen captar la esencia de la democracia procesal (Dahl; 1991: 21).
Lo anterior lleva al replanteamiento de los elementos que resultan indispensables
para ampliar el difícil proceso de construir y consolidar un sistema democrático16,
donde estén involucrados para lograr el objetivo, la participación, la estabilidad, la
pluralidad, la paz, el ejercicio pleno de los derechos, la legalidad, la autolimitación
de la contienda, la cooperación y la tolerancia, asumiendo la importancia del valor
de la pluralidad como parte constitutiva de la diversidad, renunciando a viejos
dogmas así como a maniqueísmos políticos, en este marco de condición
propiamente democrática, nadie debería instalarse por encima del ámbito
normativo de la legalidad, entendiendo y asumiendo que ni individual, ni
grupalmente se atente contra la mayoría, ni se violente la precaria estabilidad, así,
la mayoría tiene que asumirse siempre como parte del todo, lo que por
consiguiente nos lleva al respeto pleno de las denominadas minorías, lo anterior
significa entender que en un contexto institucional-legal-pacífico, tanto las derrotas
como los triunfos deben ser asumidas como temporales y no siempre definitivas
porque ninguna fuerza política, ya sean partidos o grupos, en sentido amplio, debe
o puede ganar todos los espacios de poder siempre. Ello constituiría un atentado
contra el proceso democratizador.
Sencillamente el largo proceso democratizador no ha sido fácil ni está
consolidado17, si bien se han dado ciertas transformaciones en las relaciones
16
Son democráticos todos los regímenes cuyas normas vigentes prevén la protección de los
derechos políticos y civiles de los miembros de la comunidad política. Por ejemplo, se garantizan efectivamente los derechos de reunión y asociación, la libertad de pensamiento, palabra y prensa, el derecho de sufragio activo y pasivo. Más exactamente para Dahl, un régimen democrático se juzga en base a dos dimensiones: la existencia de competencia política o la posibilidad de oposición y la extensión de participación. La primera dimensión viene dada por el <<grado en que las instituciones están abiertamente disponibles, destinadas públicamente y garantizadas, al menos para algunos miembros del sistema político que deseen contestar la actuación gubernativa>>. La segunda viene dada por la <<proporción de población que puede participar, sobre bases paritarias, en el control del gobierno y que puede contestar la actuación de éste, es decir por la proporción de aquellos que tienen derecho a participar en un sistema de competencia>> Dahl, emplea el término poliarquía en los regímenes democráticos, para eliminar un término, <<democracia>>, cargado de connotaciones de valor y, en cuanto tal, fácil de utilizar de modo erróneo (Morlino; 1985:87) 17
Al respecto, no podemos soslayar que los ciudadanos se resisten a recocer la naturaleza
democrática del régimen actual porque se resisten a reconocer lo decepcionante de la democracia actual […] la democracia en México es una democracia es una democracia situada en un contexto de graves abusos contra los derechos humanos, una policía corrupta, burocracias clientelistas e ineficientes, insultantes desigualdades sociales, y demás […] Se entiende, por tanto, que alguien,
políticas, donde la decisión cada vez más libre de los ciudadanos influye
directamente en las acciones del poder, dicha influencia se da vía una mayor
intervención en la esfera pública. Lo anterior se traduce en una transformación de
la decadente cultura política autoritaria, que en los últimos años se vio forzada al
tránsito democrático18, para ello, es importante concebir a la democracia en los
siguientes términos: como forma de vida que se aprende en la familia (y no se
determina por decreto), la escuela, en las organizaciones sociales de diversa
índole, en los medios o sencillamente por el efecto “demostración” de quienes,
partidos o individuos, asumen responsabilidades públicas, es obligado admitir que
sigue abierta, al menos en las condiciones mexicanas, una extensa agenda
relacionada con diferentes aspectos de la formación y el fortalecimiento de la
cultura cívica, para hacer del respeto a la ley y la tolerancia una suerte de
segunda naturaleza de cada ciudadano (Woldenberg, 2000). Sin embargo,
siempre debe resultar preocupante cuando el ciudadano19 sienta que la política20
le resulta ajena y totalmente lejana de su diario acontecer, es decir, que una
en vez de dar voto a su desencanto con la democracia realmente existente, mantenga la idea esperanzadora de que el país sigue estando en transición hacia la tierra prometida de la democracia vigente (Shedler;2000:35.) 18
El proceso de transición hace referencia al cambio de régimen, al fin del autoritarismo, pero aún
queda abierta la posibilidad de su restauración. La condición para afirmar que la transición ya se ha dado varía mucho entre los autores y los casos concretos: en términos muy generales, se puede hablar de la derrota de los grupos autoritarios, sea en procesos electorales, alternancia política, o bien por crisis políticas que hacen necesaria la salida de dichos líderes autoritarios. Sin embargo, el cambio de régimen se refiere más a la derrota del anterior que a la plena vigencia del nuevo régimen, lo cual se conoce como consolidación democrática. Dicho proceso, como lo mencionamos antes, debe cumplir con tres requisitos: uno conductual, otro actitudinal y, finalmente, constitucional (Durand;2004:31) 19
Desde un enfoque liberal, se entiende por ciudadanía la capacidad de cada persona para formar,
revisar y perseguir en términos racionales su definición del bien. En este sentido los ciudadanos hacen uso derechos para promover sus intereses, y el único límite es el derecho del otro […] En contraposición a tal postura, se ha desplegado una tesis “comunitarista” que, con base en la perspectiva política republicana, hace énfasis en la noción del bien público como elemento trascendente a los deseos e intereses individuales, poniendo en tensión las nociones de bien y derecho […] En este contexto, la tensión entre bien y derecho toma un punto de resolución en la medida en que se acepte que si bien es necesario reconocer la justicia como “virtud” principal de las instituciones sociales y políticas, así como el pluralismo y los derechos, no puede minimizarse el aspecto de la cohesión social, del compromiso colectivo, para asegurar un democracia real que no sea vaciada por el individualismo […] Si la ciudadanía no es solo una condición de derecho, sino una práctica política, la acción ciudadana implica la participación en un compromiso colectivo, en un compromiso cívico d deliberación comunitaria sobre asuntos que afectan a la comunidad política. De esta forma. La política se entiende como el lugar donde nos podemos reconocer como participantes de una comunidad (Elizondo; 2002: 27-31).
buena parte de la sociedad no está enterada ni mucho menos involucrada en la
cosa pública21.
Pero ¿por qué es importante abordar el ámbito de la cultura política?, porque está
relacionada con el fenómeno del poder y directamente con su legitimidad, lo cual
tiene que ver con la forma en que los gobernados perciben y se identifican con el
sistema político, así como con sus representantes, lo cual les otorga el poder de
tomar las decisiones en los distintos ámbitos, propiciando para sí mismos las
mejores condiciones en el ejercicio del poder.
Sin embargo, políticamente hablando el caso mexicano ha tenido un largo proceso
de transición22, el cual aún no ha concluido es decir, la democracia no termina de
sentar sus bases reales. Lo cual no significa no reconocer, que aunque
lentamente se han alcanzado ciertos logros, pero aún son insuficientes para la
consolidación democrática, donde la cultura política es un punto obligado para la
discusión en torno a la caracterización de los sistemas políticos y su relación con
la forma de gobierno. Cabe señalar que en el caso mexicano, la explicación de por
qué ha sido lenta la transición democrática mexicana, se atribuye sin más a la
cultura política imperante, y lo mismo sucedía cuando se buscaba comprender la
21
Sin una ciudadanía activa, el funcionamiento de los gobiernos, parlamentos y las instituciones
encargadas de impartir la justicia se tornan ineficientes, corruptas y se aíslan de la sociedad (Durand;2004: 19). 22
La transición, es una época de brinco, de crisis, un tiempo en que se desplaza el centro de
gravedad del poder. El país, en efecto, cambia de cuerpo: abandona un régimen para entrar a otro. Para el caso mexicano la transitocracia es un sistema político con un amplio pero irresponsable pluralismo en donde los actores políticos adquieren el poder para bloquear las acciones de los adversarios pero carecen de la determinación para actuar en concierto. Enjambre de vetos, equilibrio de excesos, concierto de sordos, la transitocracia es un régimen político en que los diversos actores tienen una ambigua relación con la legalidad, la cual suspenden o ignoran cuando la causa lo exige. Si el autoritarismo se sostiene con el puño y la democracia en el diálogo, la transitocracia descansa en la sordera […] las transiciones democráticas son momentos de conciliación. Nuestra transitocracia es, por el contrario, prolongación del combate. El paso hacia la democracia supone un nuevo universo. Se necesita pasar de la política como campo de guerra a la política como espacio de entendimiento, como plaza de negociación […] esa es la ineptitud histórica de las elites mexicanas en este fin (y principio) de siglo: contar con los demás, atar energías, pactar, abrirse paso entre esta exuberancia de vetos: Incapaces de emigrar del pasado, nuestros dirigentes están equipados para la denuncia, para el obstáculo, para la amenaza, pero están lisiados para el convenio constructivo (Silva-Herzog;1999: 63-68)
prolongada continuidad institucional que caracterizó a nuestro país, durante los
gobiernos priistas.
En este sentido, resulta innegable que para que una sociedad y sus instituciones
funcionen democráticamente, es indispensable que los integrantes de esa
sociedad compartan, apliquen acciones, patrones de conducta y políticas de corte
democrático.
6. DE LA CULTURA POLÍTICA DE SÚBDITO: A LA CULTURA POLÍTICA
PARTICIPATIVA.
La cultura política23 es un proceso cuya construcción requiere de un tiempo largo y
la interrelación entre instituciones políticas, percepciones y actitudes políticas de
sus ciudadanos. Por ello en el caso mexicano, no podemos hablar plenamente de
una cultura política democrática desarrollada, porque también necesita
invariablemente de una participación decidida por parte de sus integrantes, en otra
palabras, cuando el comportamiento político del mexicano se caracterizaba por la
desconfianza hacia los demás, el resultado era poca eficacia política, en la medida
que hay una carencia de estímulos que orillen su participación política, lo cual lo
aleja de la búsqueda de la incidencia en torno a la toma de decisiones
gubernamentales.24
Esta situación se estaba auspiciado por el sistema en tanto se encargaba de
restringir la participación mediante la aplicación de mecanismo de control e
intermediación que sólo generaban u obtenían los respaldos ciudadanos, o
23
Así la cultura política como el conjunto de reglas y recursos que posibilita a los actores calcular
sus acciones políticas. Estas reglas, no son rígidas, como ocurre con las reglas de un juego como el ajedrez, o como si se tratara de normas prescriptivas como el derecho. Por el contrario, son reglas que se asemejan a una fórmula matemática que debe despejarse o calcularse. La acción política no es automática o un acto reflejo: es el producto de una reflexión, de un monitoreo por parte del actor, es un producto de un cálculo social y político (Durand; 2004: 27). 24
Este gran problema político lo definió G. O‟Donnell como democracias delegadas, es decir
gobiernos basados en el voto de ciudadanos que apoyan al líder, a la persona, no a un partido o a un programa, y que delegan en él la responsabilidad de gobernar; si falla, no le piden cuentas, simplemente lo abandonan y buscan otra salida del mismo tipo o similar. Durand; 2004: 19).
consensos pasivos en relación al régimen, mostrando un alto grado de
autocomplacencia política característica fundamental de un régimen autoritario
que necesita obligadamente de una sociedad escasamente participativa, basada
en valores y creencias muy interiorizadas y que permiten explicar los fundamentos
de la estabilidad del sistema político en México. De ahí que se señale que la
cultura predominante en el caso mexicano era la de súbdito,
“en la medida que la mayoría de la población aceptaba y apoyaba a un sistema
político con una autoridad centralizada y que relacionaba fundamentalmente con
los productos del sistema, es decir, con sus políticas y decisiones; no se
involucraba en la elaboración de las mismas, ni siquiera en la formulación de
demandas sociales puesto que no participaban regularmente en organizaciones
sociales intermedias o en movimientos sociales” (Peschard, 1999:190).
Sin embargo, las últimas décadas un proceso distinto está en construcción donde
las formas de representación política y social poco a poco han ido cambiando, por
momentos quizá de manera imperceptible, pero indudablemente los cambios son
parte de las presiones de lo que hoy llamamos sociedad civil25, así como, el
proceso de apertura o liberalización que tuvo el régimen, con lo cual pretendía
mantenerse en el poder sostenido por las viejas estructuras con la apariencia de
fachadas nuevas. Lo anterior, es el preámbulo del desarrollo de una nueva cultura
política en un país donde, por un lado las condiciones no son homogéneas, ni su
25
“La resurrección de la sociedad civil”. Este renacimiento debe apreciarse contra el telón de fondo
del éxito de la mayoría de los regímenes autoritarios en despolitizar y atomizar a sus respectivas sociedades. Mediante la represión física, la manipulación ideológica y los alicientes selectivos, estos regímenes se las ingenian para orientar a la mayoría de sus súbditos al logro de objetivos exclusivamente particulares. No es raro que contribuya a esto el hecho de que su acceso al poder fue precedido por periodos de intenso conflicto social y movilización política. Durante un tiempo, los individuos se sienten aliviados de “liberarse de la política” y satisfechos por la posibilidad de perseguir metas inmediatas que los gratifiquen; tienden a replegarse hacia sus afanes privados y dejar de lado, ignorar prudentemente y aún olvidar, su identidad pública y política. Gozar de la ciudadanía pasa a convertirse en sinónimo de tener un pasaporte, obedecer las leyes del país, vitorear al equipo deportivo nacional y, ocasionalmente, votar en elecciones o plebiscitos montados con toda una coreografía propia. Pero una vez que el gobierno da señales de reducir el precio de la participación colectiva y de permitir cierto cuestionamiento en aspectos que antes habían sido declarados fuera de discusión, pronto descubre que la presunta paz y consenso eran, en el mejor de los casos, parte de un armisticio impuesto. Las identidades políticas previas vuelven a surgir y otras aparecen ex novo, ampliando, más allá de las expectativas de cualquiera (O´Donnell, Schmitter, 1994:79,80)
devenir está caracterizado por una situación unilineal, por tal situación, adquiere
mayor relevancia la noción de cultura política planteada, ya que ésta, es producto
de una construcción histórica y tiene carácter colectivo, donde difícilmente puede
aceptarse una explicación única o lineal, puesto que tiene que entenderse como
resultado de una pluralidad de rasgos diferenciados, aunque mezclados dentro de
una misma sociedad, esta situación está directamente relacionada con el hecho
de que la cultura si bien atañe directamente a la persona, no sólo es asunto de un
solo individuo o de un sector de la comunidad, sino invariablemente de una
sociedad completa26.
Uno de los elementos a discutir en el contexto del análisis de la cultura política, es
la relación entre la noción de cultura política democrática como condición previa,
para el establecimiento de instituciones políticas con un actuar democrático, en
estricto sentido el problema radica en pensar que son variables que poseen bases
distintas de sostenimiento, aunque las diferencias radican en que su separación
responde estrictamente a la necesidad de la comprensión de los aspectos y
dimensiones de los fenómenos políticos.
Así, la cultura política sirve de sostén a la vez que es respaldada por las
instituciones políticas vigentes, por lo que una sociedad difícilmente podrá
desarrollar una cultura política de respeto a la legalidad, si las leyes no se
respetan regularmente, es decir, si no hay un reconocimiento generalizado y claro
de que siempre deben observarse, lo cual lleva a que la construcción de un cultura
o práctica de la legalidad exija que los individuos se vean sujetados al marco
normativo, ya sea porque existen incentivos para hacerlo, o bien porque podrían
recibir una sanción, o sencillamente quedarían marginados por la comunidad de la
que forman parte en caso de no cumplir con las leyes existentes.
26
Algunos elementos que nos explican en cierta forma la situación en la que nos encontramos son
en primer lugar, que nuestra configuración social no sea radicalmente individualista. En segundo lugar, que los funcionarios del Estado no actúen con absoluta, impersonal neutralidad, como el matón de El Padrino que puede asesinar a alguien mientras le explica amablemente que “no es nada personal”. Ahora bien: ni una cosa ni otra son naturales, espontaneas, tampoco ineluctables. No se imponen a base de clases de civismo (Escalante; 2010:84).
De ahí entonces, que
“no pueda florecer una cultura de la pluralidad y la tolerancia si no existen
diferentes partidos y organizaciones políticas con la suficiente fuerza como para
disputarse efectivamente el poder en un primer momento, y para posteriormente
reconocer el triunfo de quienquiera que resulte ganador, todo ello sin que implique
el aniquilamiento del adversario […] valores democráticos se introyectan y se
arraigan en el tejido social, como parte fundamental de la construcción y
consolidación de las instituciones democráticas” (Peschard, 1999: 200).
Esta situación nos remite al seguimiento de un proceso emparentado con lo
anterior, como es el de la socialización política, cuyo proceso permite la
transmisión a los ciudadanos en una etapa temprana o inicial de los valores,
símbolos y actitudes hacia la política, ello también implica un tiempo a través del
cual se aprende e interiorizan los principios y las normas que guían el
funcionamiento de un sistema político y lo más importante, a partir de lo cual los
ciudadanos se sienten parte del mismo, la socialización política permite que los
individuos pasen y se sientan parte de la sociedad, lo que los lleva a compartir:
actitudes, percepciones, imágenes así como conductas políticas, permitiendo que
a partir de esta socialización los individuos se orientan para asumir ciertos roles
sociales.
Resulta importante referir que la noción de cultura política asume que las
actitudes, los sentimientos, los conocimientos que informan y gobiernan el
comportamiento político en cualquier sociedad no son simples agregados
casuales, sino que representan pautas coherentes que encajan unas con otras y
se refuerzan mutuamente. Entonces la cultura política es el sistema de creencias
empíricas, símbolos expresivos y valores que definen la situación en la que tiene
lugar la acción política.
Como parte de esta explicación encontramos que existen tres dimensiones de
toda cultura política:
-La cognitiva (¿qué tanto se sabe de cuáles componentes del sistema político?)27
-La afectiva28 (¿qué sentimientos y actitudes se experimentan hacia el sistema
político, sus partes y procesos?)
-La evaluativa29 (¿qué posición política se asume o qué clase de participación se
decide?)
7. CULTURA POLÍTICA Y ELECCIONES.
Pero ¿por qué es importante abordar la cultura política como un elemento
explicativo? En primer término se trata de un tipo de análisis que se acerca a la
vida política desde su forma considerada ideal: la democracia; no como parte de la
teoría política clásica, es decir una doctrina sobre la democracia30, sino que la
estudie como fenómeno empírico. No se ocupa en términos tradicionales de las
instituciones consideradas democráticas, sino que aborda el actor político, donde
se tratan ante todo, los conocimientos, las actitudes, las opiniones y las
decisiones de los ciudadanos los que se transforman en causa y explicación del
estado o grado de desarrollo que tiene un determinado sistema democrático.
27
Almond y Verba refieren que: la orientación se refiere a los aspectos a los aspectos
internalizados de objetos y relaciones. Incluye: 1. “orientación cognitiva”, es decir, conocimientos y creencias acerca del sistema político, de sus roles (o estructuras específicas, tales como cuerpos legislativos, ejecutivos o burocráticos) y de los incumbentes (roles, como son monarcas, legisladores y administrativos) de esos roles de sus aspectos políticos (“inputs”) y administrativos (“outputs”) 28
2. “orientación afectiva”, o sentimientos acerca del sistema político, sus roles, personal y logros. 29
3.“orientación evaluativa”, los juicios y opiniones sobre objetos políticos que involucran típicamente la combinación de criterios de valor con la información y los sentimientos” (Almond y Verba, 1970: 31) 30
En la teoría de la democracia confluyen tres tradiciones históricas: a) la teoría clásica, caracterizada como la visón aristotélica que ubica a la democracia como forma de gobierno en oposición a la monarquía y a la aristocracia, y la considera el gobierno del pueblo, de todos los ciudadanos, es decir, de todos aquellos que gozan de los derechos de la ciudadanía; b) la teoría medieval, de origen romano, que introduce la noción de soberanía popular, con la base en la cual se contrapone una visión ascendente de la soberanía a una descendente, ya sea que el poder supremo derive dl pueblo y entonces es representativa, o proceda del príncipe y se trasmita por delegación del superior al inferior; c) la teoría moderna, que se conoce como maquiavélica y surgió con el estado moderno, según la cual las formas históricas de gobierno son dos: la monarquía y la república, en donde el gobierno popular es llamado república antes que democracia (Elizondo; 2002: 22-23).
En segundo lugar, es un enfoque que hace (o al menos busca) menos complicado,
algo un tanto difícil de entender para cualquier ciudadano que concibe a la
democracia como la mejor forma de gobierno, lo que a su vez permita contestarse
o explicarse por qué entonces no funciona tan bien en muchas partes o por qué
los ciudadanos no asumen un mayor compromiso con su desarrollo (Krotz, 2002:
14-15).
En el caso mexicano lo anterior está estrechamente relacionado con una serie de
factores que van del económico hasta el político pasando por el educativo y
cultural, ya que una de las premisas básicas que enarboló el sistema político
mexicano fue el del discurso revolucionario como método de legitimación, aún
ante la evidente mala o inequitativa distribución del ingreso, lo sorprendente es
que a pesar de ello, se mantuviera por tantos años la estabilidad social y política,
sin la necesidad de hacer uso de la violencia generalizada “gracias” a la paz
priista. Autores como Rafael Segovia en su libro titulado” La politización del Niño
Mexicano”, señalan que las instituciones mexicanas enculturaban políticamente a
los mexicanos. De tal manera que se ve garantizada la reproducción del sistema.
Pero de manera general son pocos los trabajos que abordan como tal a la cultura
política, algunos, establecen la relación entre estructura política y estructura social,
pero no se ocupan de la esfera de la cultura política, en la medida que es una
investigación que no se basa en resultados de la investigación empírica. Sin
embargo, poco a poco las circunstancias generadas por una sociedad cada vez
más activa, han propiciado que la Ciencias Sociales en general vuelquen su
interés hacia la cultura, para que con base en ésta se analice y discuta la situación
política.
De esta manera aparece la cultura política,
“como algo que explica el comportamiento político de la población mexicana o de
alguno de sus sectores, estratos o grupos y que, por lo tanto, también permite
hacer cálculos para el futuro cercano. Se trata […] de aquellos elementos que son
responsables de la participación o no participación en un sentido u otro de los
actores en la vida pública, especialmente en movimientos y procesos electorales”
(Krotz, 2002: 17).
En el caso de las elecciones y los procesos electorales, en México durante el
pasado reciente, dichos procesos gozaban de una amplia desconfianza como
expresión concreta de la voluntad ciudadana; lo que predominó durante largo
tiempo fueron quejas permanentes por errores, manipulaciones, fraudes tanto en
las casillas como en los conteos, por lo que se promovió que organismos de la
sociedad civil, fueran los encargados de primeramente, vigilarlas y posteriormente
organizarlas, como finalmente ocurrió después con la reforma electoral que
permitió la creación y consolidación del Instituto Federal Electoral(IFE). Con la
reforma de 1996 reforzó la autonomía e independencia del Instituto Federal
Electoral al desligar, por completo, al Poder Ejecutivo de su integración y reservar
el voto dentro de los órganos de dirección, exclusivamente a los consejeros
ciudadanos (IFE, 2009). Consolidándolo como la institución encargada de llevar a
cabo todos los procesos electorales, que coadyuvó en la construcción de la
confianza en torno a dicho proceso, lo que a la larga propició el incremento de la
participación de los ciudadanos en la elección de sus gobernantes.
Ya es parte común escuchar o revisar los ejercicios de comparación de los
resultados electorales, incluidos los datos de procesos anteriores con el fin de
identificar ciertas tendencias electorales en una (o unas) área (s), acompañadas
de encuestas de opinión sobre las preferencias por un candidato, un partido o
respecto de temas políticos en un contexto de elecciones, además de los útiles
conteos rápidos desde el momento de la elección que permite realizar una
ponderación de los resultados oficiales, y que en su momento son difundidos, por
su carácter masivo a través de los medios electrónicos e impresos, lo que
coadyuva a generar la confiabilidad en relación a todo el proceso.
De lo anterior también se logra obtener por un lado la tasa de abstención, así
como la orientación de los votos emitidos, datos e información dan cuenta y son
elementos importantes para el conocimiento de la cultura política en el país, por
regiones o de determinados sectores poblacionales, que en esencia no es otra
cosa más que la forma y modo en que aprecian la situación los ciudadanos31, lo
que se convierte a largo plazo en la materia prima para el estudio de la cultura
política.
En rededor de la política, de su concepción, de su construcción se encuentran,
como un marco general las campañas electorales, y los actores principales que
son los partidos, los candidatos y el electorado a quien estará dirigida toda la
estrategia para atraer la atención y finalmente conquistar su voto.
31
Desde luego que no podemos desconocer el avance territorial del régimen democrático que ha
sido enorme. Pero el ánimo ha decaído. Las encuestas registran frustraciones; las tretas autoritarias se cuelan entre los votos, los populismos pervierten las instituciones democráticas. Larry Diamond ha hablado de una “recesión democrática” […] Acceder a la democracia fue mucho más sencillo de lo que se anticipaba, pero el ingreso ha sido decepcionante. La realidad ha sido muy distinta: la ruta ha sido, quizá, más breve de lo que se esperaba pero la nueva casa se parece demasiado a la previa. Las reglas han y se han expandido los territorios de libertad. Y, sin embargo, la estructura de poder real en la sociedad apenas ha sido tocada (Silva-Herzog;2010:11)
BIBLIOGRAFÍA:
Cotarelo Ramón. (2009). La juventud en un mundo globalizado en Revista
de Estudios de Juventud, diciembre de 2009, no. 87, España.
Berger Peter. L. Luckmann Thomas. (1986). La construcción social de la
realidad. Amorrortu Editores. Buenos Aires.
http://www3.diputados.gob.mx/camara/001_diputados/005_grupos_parlame
ntarios Consultado 9/01/2010
Dahl, Robert A. (1991). Los dilemas del pluralismo democrático.
CONACULTA, Alianza Editorial, colección los Noventa, México.
Durand Ponte Víctor M. Smith Martins María (1997). “La educación y la
cultura política en México: una relación agotada”. En Revista Mexicana de
Sociología 2/97. UNAM-IIS.
Durand Ponte Víctor M. (1998). La cultura política de los alumnos de la
UNAM. Coordinación de humanidades UNAM, Miguel A. Porrúa. México.
Durand Ponte Víctor M. (2004). Ciudadanía y Cultura política. México 1993-
2001. Ed. SXXI. México.
Durand Ponte Víctor M. (2007). Cultura política y participación ciudadana.
En Cultura política y participación ciudadana en México antes y después del
2006. SEGOB, México.
Easton David. (1979). Esquema para el análisis político. Amorrurtu Editores.
Buenos Aires.
Elizondo Huerta Aurora, et al. (2002). La consulta infantil y juvenil 2000.
Una enseñanza de democracia. Universidad Pedagógica Nacional, Instituto
Federal Electoral, México.
Escalante Gonzalbo Fernando. (2010). Ciudadanos demasiado reales. En
Nexos, núm. 87, marzo.
Flores Dávila Julia y Meyenberg Yolanda. (2000). Ciudadanos y cultura de
la democracia. Reglas, instituciones y valores de la democracia. Instituto
Federal Electoral, México.
Gallino Luciano. (2007). Diccionario de sociología. Ed. Siglo XXI, México.
Heras Gómez Leticia (2002), Cultura política: “El estado del arte
contemporáneo”. En Reflexión política. No. 8 Diciembre. Universidad
Autónoma de Bucaramanga. Colombia. Pp. 181-191. En.
http://redalyc.uaemex.mx/redalic/pdf/110/11000812.pdf. Consultada.
30/04/2009.
Hernández, Sampieri, R. Fernández, Collado C., y Baptista, Lucio Pilar
(2000), Metodología de la Investigación, México, McGraw-Hill. México.
Inglehart Ronald (1990), El cambio cultural en las sociedades industriales
avanzadas. Centro de investigaciones Sociológicas. Siglo XXI, España.
Instituto Federal Electoral (2009). En.
http://www.ife.org.mx/portal/site/ifev2/Acerca_del_IFE/ Consultada
28/07/2009.
Krotz Esteban (1996), “Hacia la cuarta dimensión de la cultura política” en
Iztapalapa No. 12-13. en Tejera Gaona Héctor. “Cultura política:
Democracia y autoritarismo en México” en Nueva Antropología No. 50.
México.
Krotz Esteban (2002), “La investigación sobre la cultura política en México:
visión panorámica de un campo de estudio en construcción”. En Algunos
enfoques metodológicos para estudiar la cultura política en México. Rosalía
Winocur (Coord.) Miguel Ángel Porrúa, Instituto Federal Electoral, Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales. México.
Morán María Luz (2003), “Aprendizaje y espacios de la ciudadanía: Para un
análisis cultural de las prácticas sociopolíticas”. Clavar gelatina contra la
pared. La cultura política: entre sondeo y excusa mayor. En Revista
ICONOS. No. 15. FLACSO Sede Ecuador. Pp. 31-43. En
http://www.flacso.org.ec/docs/i15_moran.pdf Consultado: 25/04/2009
Morán María Luz. (1999). Los estudios de cultura política en España. En
Revista Española de Investigaciones Sociológicas.
Morlino, Leonardo. (1985). Como cambian los regímenes políticos. Centro
de Estudios Constitucionales. Madrid.
Peschard Jacqueline (1994), La cultura política democrática. Instituto
Federal Electoral. Cuadernos de divulgación de la cultura democrática.
México.
Peschard Jacqueline, (1999), “La cultura política en México”. En La ciencia
política en México. Coord. Mauricio Merino. CNCA-FCE. México.
Reyes del Campillo Juan (1999), “Elecciones y cultura política en el Distrito
Federal”. De súbditos a ciudadanos En Revista Política y cultura. No. 11,
invierno 1998-1999. UAM Xochimilco http://www.xoc.uam.mx/
polcul/pyc11/199.216.pdf fecha de consulta: 2/02/2009.
Schimitter Philippe C. (1992), “Corporatismo (corporativismo)”. En
Relaciones corporativas en un periodo en transición. (Coord.) Matilde Luna
y Ricardo Pozas. Instituto de Investigaciones Sociales UNAM. México.
Schmitter Philippe y Lynn K.Terry. (1996) Qué es… y qué no es la
democracia. En Diamond Larry y Plattner Marc F. El resurgimiento global de
la democracia UNAM-IIS. México.
Shedler Andreas. (2000) ¿Por qué seguimos hablando de transición? En
Labastida Martín del Campo et al. Transición democrática y gobernabilidad.
IIS, FLACSO, PLAZA Y VALDES. México.
Silva-Herzog Márquez Jesús. (1999). El antiguo régimen y la transición en
México. Planeta –Joaquín Mortiz. México.
Silva-Herzog Márquez Jesús. (2010) Pasado y futuro de las democracias.
En Nexos, núm. 389, mayo.
Tejera Gaona Héctor (1996), “Cultura política: Democracia y autoritarismo
en México”. en Nueva Antropología No. 50. Colegio de México, UAM
Iztapalapa.
Thompson, John B. (1998). Ideología y cultura moderna. Universidad
Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. México.
Varela Velázquez Roberto, (2005), “Participación y cultura política”. En,
Castro Domingo Pablo (Coord.). Cultura Política, Participación y Relaciones
de Poder. Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa. El Colegio
Mexiquense. CONACYT. México.
Rosalía Winocur (Coord.), (2002), Algunos enfoques metodológicos para
estudiar la cultura política en México. Miguel Ángel Porrúa, Instituto Federal
Electoral, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. México.
(Woldenberg K. José (2002), “Consolidación democrática y cultura política”.
En Coloquio para el análisis de encuestas nacionales sobre cultura política
y prácticas ciudadanas.
http://www.gobernacion.gob.mx/coloquio/Abs/02E%20Woldenberg.htm
Consultado: 4/05/2009.