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OL’ S S E RVATOR E ROMANO · ta Misa, el amor de Cristo crucificado y resucitado se nos comunica...

Date post: 08-Oct-2018
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Número suelto € 1,00. Número atrasado € 2,00 L’O S S E RVATORE ROMANO EDICIÓN SEMANAL Unicuique suum EN LENGUA ESPAÑOLA Non praevalebunt Año XLIX, número 36 (2.531) Ciudad del Vaticano 8 de septiembre de 2017 Viaje del Pontífice a Colombia Demos el primer paso Discurso a las autoridades Caminos de reconciliación EN PÁGINA 3 Bendición a los fieles en Bogotá Perdonar a quienes nos han herido EN PÁGINA 4 Encuentro con los obispos colombianos Iglesias como vientre de luz EN PÁGINAS 5-7 Homilía en el parque Simón Bolívar Ser constructores de la paz EN PÁGINA 11 El Papa saluda desde el balcón del palacio cardenalicio de la capital colombiana (7 de septiembre de 2017)
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Número suelto € 1,00. Número atrasado € 2,00

L’O S S E RVATOR E ROMANOEDICIÓN SEMANAL

Unicuique suum

EN LENGUA ESPAÑOLANon praevalebunt

Año XLIX, número 36 (2.531) Ciudad del Vaticano 8 de septiembre de 2017

Viaje del Pontífice a Colombia

Demos el primer paso

Discurso a las autoridades

Caminosde reconciliación

EN PÁGINA 3

Bendición a los fieles en Bogotá

Perdonar a quienesnos han herido

EN PÁGINA 4

Encuentro con los obispos colombianos

Iglesiascomo vientre de luz

EN PÁGINAS 5-7

Homilía en el parque Simón Bolívar

Ser constructoresde la paz

EN PÁGINA 11

El Papa saluda desde el balcón del palacio cardenalicio de la capital colombiana (7 de septiembre de 2017)

L’OSSERVATORE ROMANOEDICIÓN SEMANAL

Unicuique suum

EN LENGUA ESPAÑOLANon praevalebunt

Ciudad del Vaticanoe d . e s p a n o l a @ o s s ro m .v a

w w w. o s s e r v a t o re ro m a n o .v a

GI O VA N N I MARIA VIANd i re c t o r

Giuseppe Fiorentinosub director

Silvina Pérezjefe de la edición

Redacciónvia del Pellegrino, 00120 Ciudad del Vaticano

teléfono 39 06 698 99410

TIPO GRAFIA VAT I C A N A EDITRICEL’OS S E R VAT O R E ROMANO

don Sergio Pellini S.D.B.director general

Servicio fotográficop h o t o @ o s s ro m .v a

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Via Monte Rosa 91, 20149 Milanos e g re t e r i a d i re z i o n e s y s t e m @ i l s o l e 2 4 o re . c o m

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página 2 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 8 de septiembre de 2017, número 36

En el Ángelus la regla de oro del amor

No temer a la cruz

Jesús completa su propuestacon palabras que expresan unagran sabiduría siempre válida

Una exhortación a «no temer a la cruz»fue dirigida por el Papa a los fieles que el3 de septiembre participaron en el Ángelusen la plaza de San Pedro. Comentando,como de costumbre, el Evangelio dominical,el Pontífice habló de la «necesidad y de lafatiga para nosotros cristianos de caminara contracorriente y cuesta arriba».

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenosdías!

El pasaje del Evangelio de hoy (cfMa t e o 16, 21-27) es la continuación deaquel del pasado domingo, en el cual seresaltaba la profesión de fe de Pedro,«roca» sobre la cual Jesús quiere cons-truir su Iglesia. Hoy, en un contraste evi-dente, Mateo nos muestra la reacción delpropio Pedro cuando Jesús revela a susdiscípulos que en Jerusalén deberá sufrir,ser matado y resucitar al tercer día. (cf v.21). Pedro lleva a parte al maestro y loreprende porque esto —le dice— no lepuede suceder a Él, a Cristo. Pero Jesús,a su vez, reprende a Pedro con duras pa-labras: «¡Quítate de mi vista, Satanás!¡Escándalo eres para mí, porque tus pen-samientos no son los de Dios, sino losde los hombres!» (v. 23). Un momentoantes, el apóstol fue bendecido por elPadre, porque había recibido de Él aque-lla revelación, era una «piedra» sólidapara que Jesús pudiese construir encimasu comunidad; y justo después se con-vierte en un obstáculo, una piedra perono para construir, una piedra de obstá-culo en el camino del Mesías. ¡Jesús sa-be bien que Pedro y el resto todavía tie-nen mucho camino por recorrer paraconvertirse en sus apóstoles!

En aquel punto, el Maestro se dirige atodos los que lo seguían, presentándolescon claridad la vía a recorrer: «Si algunoquiere venir en pos de mí, niéguese a símismo, tome su cruz y sígame» (v. 24)Siempre, también hoy. Está la tentaciónde querer seguir a un Cristo sin cruz, esmás, de enseñar a Dios el camino justo,como Pedro: «No, no Señor, esto no, nosucederá nunca». Pero Jesús nos recuer-da que su vía es la vía del amor, y noexiste el verdadero amor sin sacrificio desí mismo. Estamos llamados a no dejar-nos absorber por la visión de este mun-do, sino a ser cada vez más conscientesde la necesidad y de la fatiga para noso-tros cristianos de caminar siempre a con-tracorriente y cuesta arriba. Jesús com-pleta su propuesta con palabras que ex-presan una gran sabiduría siempre váli-da, porque desafían la mentalidad y loscomportamientos egocéntricos. Él exhor-ta: «Quien quiera salvar su vida, la per-derá, pero quien pierda su vida por mí,la encontrará». (v. 25). En esta paradojaestá contenida la regla de oro que Diosha inscrito en la naturaleza humana crea-da en Cristo: la regla de que solo elamor da sentido y felicidad a la vida.

Gastar los talentos propios, las ener-gías y el propio tiempo solo para cuidar-se, custodiarse y realizarse a sí mismosconduce en realidad a perderse, o sea, auna experiencia triste y estéril. En cam-bio, vivamos para el Señor y asentemosnuestra vida sobre su amor, como hizo

Jesús: podremos saborear la alegría au-téntica y nuestra vida no será estéril, seráfecunda. En la celebración de la Eucaris-tía revivimos el misterio de la cruz; nosolo recordamos sino que cumplimos elmemorial del Sacrificio redentor, en elque el Hijo de Dios se pierde completa-mente a Sí mismo para recibirse de nue-vo en el Padre y así encontrarnos, queestábamos perdidos, junto con todas lascriaturas.

Cada vez que participamos en la San-ta Misa, el amor de Cristo crucificado yresucitado se nos comunica como ali-mento y bebida, porque podemos seguir-

lo a Él en el camino de cada día, en elservicio concreto de los hermanos. QueMaría Santísima, que siguió a Jesús has-ta el calvario, nos acompañe también anosotros y nos ayude a no tener miedode la cruz, pero con Jesús crucificado,no una cruz sin Jesús, la cruz con Jesús,es decir la cruz de sufrir por el amor deDios y de los hermanos, porque este su-frimiento, por la gracia de Cristo, es fe-cundo de resurrección.

Al finalizar la oración mariana, Franciscoexpresó su cercanía a las poblacionesasiáticas y estadounidenses afectadas porlas catástrofes naturales y agradeció a ungrupo de fieles que mostraba una pancartacon el texto «Buen viaje» en vista de lainminente salida hacia Colombia.

Queridos hermanos y hermanas:

Mientras renuevo mi cercanía espiri-tual a las poblaciones de Asia Meridio-nal, que todavía sufren las consecuenciasde las inundaciones, deseo expresar tam-bién mi viva participación en el sufri-miento de los habitantes de Texas y deLuisiana afectados por un huracán y llu-vias inusuales, que han provocado vícti-mas, miles de desplazados e ingentes da-ños materiales.

Pido a María Santísima, consoladorade los afligidos, que obtenga del Señorla gracia del consuelo para nuestros her-manos duramente puestos a prueba. Ossaludo a todos vosotros.

Quiero agradeceros a vosotros que mehayáis deseado un buen viaje. ¡Gracias,gracias!

A todos os deseo un buen domingo.Y, por favor, no os olvidéis de rezar pormí.

¡Buen almuerzo y hasta pronto!

número 36, viernes 8 de septiembre de 2017 L’OSSERVATORE ROMANO página 3

El Pontífice aboga por favorecer la cultura del encuentro

Caminos de reconciliación

En esta perspectiva, los ani-mo a poner la mirada en to-dos aquellos que hoy son ex-cluidos y marginados por lasociedad, aquellos que nocuentan para la mayoría y sonpostergados y arrinconados.Todos somos necesarios paracrear y formar la sociedad.Esta no se hace sólo con algu-nos de «pura sangre», sinocon todos. Y aquí radica lagrandeza y belleza de un País,en que todos tienen cabida ytodos son importantes. Comoestos chicos que con su es-pontaneidad quisieron hacereste protocolo mucho más hu-mano. Todos somos impor-tantes. En la diversidad estála riqueza. Pienso en aquelprimer viaje de san PedroClaver desde Cartagena hastaBogotá surcando el Magdale-na: su asombro es el nuestro.Ayer y hoy, posamos la mira-da en las diversas etnias y loshabitantes de las zonas más

«Que este esfuerzo nos haga huir de toda tentaciónde venganza y búsqueda de intereses sólo particularesy a corto plazo». Lo dijo el Papa, en relación alempeño para poner fin a la violencia armada yavanzar hacia la reconciliación, en el encuentro conlas autoridades en la plaza de Armas de la CasaNariño, el 7 de septiembre, en el primer acto de suviaje a Colombia.

Señor Presidente, Miembros del Gobierno de laRepública y del Cuerpo Diplomático, Distingui-das Autoridades, Representantes de la sociedadcivil, Señoras y señores.

Saludo cordialmente al Señor Presidente deColombia, Doctor Juan Manuel Santos, y le agra-dezco su amable invitación a visitar esta Naciónen un momento particularmente importante de suhistoria; saludo a los miembros del Gobierno dela República y del Cuerpo Diplomático. Y, en us-tedes, representantes de la sociedad civil, quierosaludar afectuosamente a todo el pueblo colom-biano, en estos primeros instantes de mi ViajeAp ostólico.

Vengo a Colombia siguiendo la huella de mispredecesores, el beato Pablo VI y san Juan PabloII y, como a ellos, me mueve el deseo de compar-tir con mis hermanos colombianos el don de la fe,que tan fuertemente arraigó en estas tierras, y laesperanza que palpita en el corazón de todos. Só-lo así, con fe y esperanza, se pueden superar lasnumerosas dificultades del camino y construir unPaís que sea Patria y casa para todos los colom-bianos.

Colombia es una Nación bendecida de muchí-simas maneras; la naturaleza pródiga no sólo per-mite la admiración por su belleza, sino que tam-bién invita a un cuidadoso respeto por su biodi-versidad. Colombia es el segundo País del mundoen biodiversidad y, al recorrerlo, se puede gustary ver qué bueno ha sido el Señor (cf. Sal 33, 9) alregalarles tan inmensa variedad de flora, y faunaen sus selvas lluviosas, en sus páramos, en elChocó, los farallones de Cali o las sierras comolas de Macarena y tantos otros lugares. Igual deexuberante es su cultura; y lo más importante,Colombia es rica por la calidad humana de susgentes, hombres y mujeres de espíritu acogedor ybondadoso; personas con tesón y valentía parasobreponerse a los obstáculos.

Este encuentro me ofrece la oportunidad paraexpresar el aprecio por los esfuerzos que se hacen,a lo largo de las últimas décadas, para poner fin ala violencia armada y encontrar caminos de recon-ciliación. En el último año ciertamente se haavanzado de modo particular; los pasos dados ha-cen crecer la esperanza, en la convicción de que labúsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto,una tarea que no da tregua y que exige el com-

promiso de todos. Trabajo que nos pide no de-caer en el esfuerzo por construir la unidad de lanación y, a pesar de los obstáculos, diferencias ydistintos enfoques sobre la manera de lograr laconvivencia pacífica, persistir en la lucha para fa-vorecer la cultura del encuentro, que exige colo-car en el centro de toda acción política, social yeconómica, a la persona humana, su altísima dig-nidad, y el respeto por el bien común. Que esteesfuerzo nos haga huir de toda tentación de ven-ganza y búsqueda de intereses sólo particulares ya corto plazo. Oíamos recién cantar: «Andar elcamino lleva su tiempo». Es a largo plazo. Cuan-to más difícil es el camino que conduce a la paz yal entendimiento, más empeño hemos de poneren reconocer al otro, en sanar las heridas y cons-truir puentes, en estrechar lazos y ayudarnos mu-tuamente (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 67).

El lema de este País dice: «Libertad y Orden».En estas dos palabras se encierra toda una ense-ñanza. Los ciudadanos deben ser valorados en sulibertad y protegidos por un orden estable. No esla ley del más fuerte, sino la fuerza de la ley, laque es aprobada por todos, quien rige la convi-vencia pacífica. Se necesitan leyes justas que pue-dan garantizar esa armonía y ayudar a superar losconflictos que han desgarrado esta Nación pordécadas; leyes que no nacen de la exigencia prag-mática de ordenar la sociedad sino del deseo deresolver las causas estructurales de la pobreza quegeneran exclusión y violencia. Sólo así se sana deuna enfermedad que vuelve frágil e indigna a lasociedad y siempre la deja a las puertas de nuevascrisis. No olvidemos que la inequidad es la raízde los males sociales (cf. ibíd., 202).

lejanas, los campesinos. La detenemos en los másdébiles, en los que son explotados y maltratados,aquellos que no tienen voz porque se les ha priva-do de ella o no se les ha dado, o no se les recono-ce. También detenemos la mirada en la mujer, suaporte, su talento, su ser «madre» en las múlti-ples tareas. Colombia necesita la participación detodos para abrirse al futuro con esperanza.

La Iglesia, en fidelidad a su misión, está com-prometida con la paz, la justicia y el bien de to-dos. Es consciente de que los principios evangéli-cos constituyen una dimensión significativa del te-jido social colombiano, y por eso pueden aportarmucho al crecimiento del País; en especial, el res-peto sagrado a la vida humana, sobre todo la másdébil e indefensa, es una piedra angular en laconstrucción de una sociedad libre de violencia.Además, no podemos dejar de destacar la impor-tancia social de la familia, soñada por Dios comoel fruto del amor de los esposos, «lugar donde seaprende a convivir en la diferencia y a pertenecera otros» (ibíd., 66). Y, por favor, les pido que es-cuchen a los pobres, a los que sufren. Mírenlos alos ojos y déjense interrogar en todo momentopor sus rostros surcados de dolor y sus manos su-plicantes. En ellos se aprenden verdaderas leccio-nes de vida, de humanidad, de dignidad. Porqueellos, que entre cadenas gimen, sí que compren-den las palabras del que murió en la cruz —comodice la letra de vuestro himno nacional—.

Señoras y señores, tienen delante de sí una her-mosa y noble misión, que es al mismo tiempo unadifícil tarea. Resuena en el corazón de cada co-lombiano el aliento del gran compatriota GabrielGarcía Márquez: «Sin embargo, frente a la opre-sión, el saqueo y el abandono, nuestra respuestaes la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni lashambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las gue-rras eternas a través de los siglos y los siglos hanconseguido reducir la ventaja tenaz de la vida so-bre la muerte. Una ventaja que aumenta y se ace-lera». Es posible entonces, continúa el escritor,«una nueva y arrasadora utopía de la vida, dondenadie pueda decidir por otros hasta la forma demorir, donde de veras sea cierto el amor y sea po-sible la felicidad, y donde las estirpes condenadasa cien años de soledad tengan por fin y parasiempre una segunda oportunidad sobre la tierra»(Discurso de aceptación del premio Nobel, 1982).

Es mucho el tiempo pasado en el odio y lavenganza... La soledad de estar siempre enfrenta-dos ya se cuenta por décadas y huele a cien años;no queremos que cualquier tipo de violencia res-trinja o anule ni una vida más. Y quise venir has-ta aquí para decirles que no están solos, que so-mos muchos los que queremos acompañarlos eneste paso; este viaje quiere ser un aliciente paraustedes, un aporte que en algo allane el caminohacia la reconciliación y la paz. Están presentesen mis oraciones. Rezo por ustedes, por el pre-sente y por el futuro de Colombia.

página 4 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 8 de septiembre de 2017, número 36

El Papa pide que los jóvenes miren adelante sin el lastre del odio

Perdonar a quienesnos han herido

«Que las dificultades no los opriman,que la violencia no los derrumbe, queel mal no los venza». Lo pidió elPapa en su segundo discurso enColombia, el 7 de septiembre, en labendición a los fieles desde el balcóndel palacio cardenalicio en Bogotá.

Queridos hermanos y hermanas,buen día.

Los saludo con gran alegría y lesagradezco esta calurosa bienvenida.«Al entrar en una casa, digan prime-ro: “¡Que descienda la paz sobre es-ta casa!”. Y si hay ahí alguien dignode recibirla, esa paz reposará sobreél; de lo contrario, volverá a uste-des» (Lc 10,5-6).

Hoy entro a esta casa que es Co-lombia diciéndoles, ¡La paz con us-tedes! Así era la expresión de saludode todo judío y también de Jesús.Porque quise venir hasta aquí comoperegrino de paz y de esperanza, ydeseo vivir estos momentos de en-cuentro con alegría, dando gracias aDios por todo el bien que ha hechoen esta Nación, en cada una de susvidas.

Y vengo también para aprender;sí, aprender de ustedes, de su fe, desu fortaleza ante la adversidad. Por-que ustedes saben que el obispo y elcura tienen que aprender de su pue-blo, y por eso vengo a aprender, aaprender de ustedes, soy obispo yvengo a aprender. Han vivido mo-mentos difíciles y oscuros, pero elSeñor está cerca de ustedes, en elcorazón de cada hijo e hija de estePaís. El Señor no es selectivo, no ex-cluye a nadie, el Señor abraza a to-dos; y todos —escuchen esto— y to-dos somos importantes y necesariospara Él. Durante estos días quisieracompartir con ustedes la verdad másimportante: que Dios nos ama conamor de Padre y nos anima a seguirbuscando y deseando la paz, aquellapaz que es auténtica y duradera.Dios nos ama con amor de Padre.¿Lo repetimos juntos? [Repiten:«Dios nos ama con amor de Padre»]¡Gracias!

Bueno, yo tenía escrito aquí: «Veoaquí a muchos jóvenes», pero aun-que tuviera los ojos vendados, séque este lío solamente lo pueden ha-cer los jóvenes. Ustedes jóvenes —yle voy a hablar a ustedes— han veni-do de todos los rincones del País:cachacos, costeños, paisas, vallunos,l l a n e ro s … ¡de todos lados! Para mísiempre es motivo de alegría, de go-zo encontrarme con los jóvenes. Eneste día les digo: por favor manten-gan viva la alegría, es signo del cora-zón joven, del corazón que ha en-contrado al Señor. Y si ustedes man-tienen viva esa alegría con Jesús, na-die se la puede quitar, ¡nadie! (cf. Jn16,22). Pero por las dudas, les acon-sejo: No se la dejen robar, cuidenesa alegría que todo lo unifica en elsaberse amados por el Señor. Por-que, como habíamos dicho al princi-pio: Dios nos ama…. —¿cómo era?—[Repiten: «Dios nos ama con amorde Padre»], Dios nos ama con cora-zón de Padre. Otra vez... [Repiten:«Dios nos ama con corazón de Pa-dre»]. Y este es el principio de laalegría. El fuego del amor de Jesúshace desbordante este gozo, y es su-ficiente para incendiar el mundo en-tero. ¡Cómo no van a poder cambiaresta sociedad y lo que ustedes sepropongan! ¡No le tengan miedo alfuturo! ¡Atrévanse a soñar a lo gran-de! A ese sueño grande yo hoy losinvito. Por favor no se metan en el«chiquitaje», no tengan vuelos ras-treros, vuelen alto y sueñen grande.

Ustedes, los jóvenes, tienen unasensibilidad especial para reconocerel sufrimiento de los otros —curioso,ustedes se dan cuenta en seguida—;los voluntariados del mundo enterose nutren de miles de ustedes queson capaces de resignar tiempos pro-pios, comodidades, proyectos centra-dos en ustedes mismos, para dejarseconmover por las necesidades de losmás frágiles y dedicarse a ellos. Perotambién puede suceder que hayannacido en ambientes donde la muer-te, el dolor, la división han caladotan hondo que los hayan dejado me-dio mareados, como anestesiadospor el dolor. Por eso yo quiero de-cirles: Dejen que el sufrimiento desus hermanos colombianos los abo-fetee y los movilice. Ayúdennos anosotros, los mayores, a no acostum-brarnos al dolor y al abandono. Losnecesitamos, ayúdennos a esto, a noacostumbrarnos al dolor y al aban-dono.

También ustedes, chicos y chicas,que viven en ambientes complejos,con realidades distintas y situacionesfamiliares de lo más diversas, se hanhabituado a ver que en el mundo notodo es blanco ni tampoco es negrotodo; que la vida cotidiana se resuel-ve en una amplia gama de tonalida-des grises, es verdad, y esto los pue-de exponer a un riesgo, cuidado, alriesgo de caer en una atmósfera derelativismo, dejando de lado esa po-tencialidad que tienen los jóvenes, lade entender el dolor de los que hansufrido. Ustedes tienen la capacidadno sólo de juzgar, señalar desaciertos—porque se dan cuenta enseguida—,sino también esa otra capacidad her-mosa y constructiva: la de compren-der. Comprender que incluso detrásde un error —porque hablemos claroel error es error y no hay que maqui-llarlo—, y ustedes son capaces decomprender que detrás de un errorhay un sinfín de razones, de ate-nuantes... ¡Cuánto los necesita Co-lombia para ponerse en los zapatosde aquellos que muchas generacio-nes anteriores no han podido o nohan sabido hacerlo, o no atinaron

con el modo adecuado para lograrc o m p re n d e r !

A ustedes, jóvenes, les es tan fácilencontrarse, les es tan fácil encon-trarse… Y les hago una pregunta:Acá se encontraron todos, desde quéhora están acá? [Responden] ¡Venque son valientes! A ustedes, les esmuy fácil encontrarse. Les basta pa-ra encontrarse un acontecimiento co-mo este, un rico café, un refajo, o loque sea, como excusa, como una ex-cusa, para suscitar un encuentro. Yacá voy, cualquier cosa es una excu-sa para el encuentro. Los jóvenescoinciden en la música, en el arte...¡si hasta una final entre el AtléticoNacional y el América de Cali esocasión para estar juntos! Ustedes—porque tienen esa facilidad de en-contrarse—, ustedes pueden enseñar-nos a los grandes que la cultura delencuentro no es pensar, vivir, nireaccionar todos del mismo modo—no, no es eso—; la cultura del en-cuentro es saber que más allá denuestras diferencias somos todosparte de algo grande que nos une ynos trasciende, somos parte de estemaravilloso País. ¡Ayúdennos a en-trar, a los grandes, en esta culturadel encuentro que ustedes practicantan bien!

También vuestra juventud los hacecapaces de algo muy difícil en la vi-da: perdonar. Perdonar a quienesnos han herido; es notable ver cómoustedes no se dejan enredar por his-torias viejas, cómo miran con extra-ñeza cuando los adultos repetimosacontecimientos de división simple-mente por estar nosotros atados arencores. Ustedes nos ayudan en es-te intento de dejar atrás lo que nosofendió, de mirar adelante sin el las-tre del odio, porque ustedes nos ha-cen ver todo el mundo que hay pordelante, toda la Colombia que quie-re crecer y seguir desarrollándose;esa Colombia que nos necesita a to-dos y que los mayores se la debemosa ustedes.

Y precisamente por esta capacidadde perdonar enfrentan el enorme de-safío de ayudarnos a sanar nuestro

corazón. Escuchen esto que les pido:ayudarnos a sanar nuestro corazón.¿Lo decimos todos juntos? [Repiten:«Ayudarnos a sanar nuestro cora-zón»] Es una ayuda que les pido. Acontagiarnos la esperanza joven quetienen ustedes, esa esperanza quesiempre está dispuesta a darle a losotros una segunda oportunidad. Losambientes de desazón e incredulidadenferman el alma, ambientes que noencuentran salida a los problemas yboicotean a los que lo intentan, da-ñan la esperanza que necesita todacomunidad para avanzar. Que susilusiones y proyectos oxigenen Co-lombia y la llenen de utopías saluda-bles.

¡Jóvenes, sueñen, muévanse,arriesguen, miren la vida con unasonrisa nueva, vayan adelante, notengan miedo! Sólo así se animarána descubrir el País que se escondedetrás de las montañas; el que tras-ciende titulares de diarios y no apa-rece en la preocupación cotidianapor estar tan lejos. Ese País que nose ve y que es parte de este cuerposocial que nos necesita: Ustedes jó-venes son capaces de descubrir laColombia profunda. Los corazonesjóvenes se estimulan ante los desa-fíos grandes: ¡Cuánta belleza naturalpara ser contemplada sin necesidadde explotarla! ¡Cuántos jóvenes co-mo ustedes precisan de su mano ten-dida, de su hombro para vislumbrarun futuro mejor!

Hoy he querido estar estos mo-mentos con ustedes; estoy seguro deque ustedes tienen el potencial nece-sario para construir, ¡construir!, lanación que siempre hemos soñado.Los jóvenes son la esperanza de Co-lombia y de la Iglesia; en su caminary en sus pasos adivinamos los de Je-sús, Mensajero de la Paz, Aquél quenos trae noticias buenas.

Me dirijo ahora a todos, queridoshermanos y hermanas de este amadoPaís: niños, jóvenes, adultos, ancia-nos, que quieren ser portadores deesperanza: que las dificultades nolos opriman, que la violencia no losderrumbe, que el mal no los venza.Creemos que Jesús, con su amor ymisericordia que permanecen parasiempre, ha vencido el mal, ha ven-cido el pecado y la muerte. Jesús havencido el mal, el pecado y la muer-te. ¿Lo repetimos? [Repiten: «Jesúsha vencido, el mal, el pecado y lamuerte»] Sólo basta salir a su en-cuentro. Salgan al encuentro de Je-sús, los invito al compromiso, no alcumplimiento, al compromiso. ¿Aqué los invito? [Repiten: «Al com-promiso»] ¿ Y qué es lo que no tie-nen que hacer? [Repiten: «El cum-plimiento»] ¡Bien, felicitaciones!Salgan a ese compromiso en la reno-vación de la sociedad, para que seajusta, estable, fecunda. Desde estelugar, los animo a afianzarse en elSeñor, es el único que nos sostiene,el único que nos alienta para podercontribuir a la reconciliación y a lapaz.

Los abrazo a todos y a cada uno,a los que están aquí, a los enfermos,a los más pobres, a los marginados,a los necesitados, a los ancianos, alos que están en sus casas… a todos;todos están en mi corazón. Y ruegoa Dios que los bendiga. Y, por favor,les pido a ustedes que no se olvidende rezar por mí. ¡Muchas gracias!

«Dios te salve María…»

número 36, viernes 8 de septiembre de 2017 L’OSSERVATORE ROMANO página 5

El Pontífice anima a los obispos a ayudar a generar las nuevas criaturas que Colombia necesita

Iglesias como vientre de luz

SIGUE EN LA PÁGINA 6

«Colombia tiene necesidad de su mirada propia deobispos, para sostenerla en el coraje del primer pasohacia la paz definitiva, la reconciliación, hacia laabdicación de la violencia como método», lo dijo elPapa en su encuentro con los obispos en el PalacioCardenalicio de Bogotá, el 7 se septiembre, en elprimer día de su viaje en Colombia.

«La paz esté con ustedes». Así saludó el Resuci-tado a su pequeña grey después de haber vencidoa la muerte, así consiéntanme que los salude alinicio de mi viaje.

Agradezco las palabras de bienvenida. Estoycontento porque los primeros pasos que doy eneste País me llevan a encontrarlos a ustedes, obis-pos de Colombia, para abrazar en ustedes a todala Iglesia colombiana y para estrechar a su genteen mi corazón de Sucesor de Pedro. Les agradez-co muchísimo su ministerio episcopal, que les rue-go continúen realizándolo con renovada generosi-dad. Un saludo particular dirijo a los obisposeméritos, animándolos a seguir sosteniendo, conla oración y con la presencia discreta, a la Esposade Cristo por la cual se han entregado generosa-mente.

Vengo para anunciar a Cristo y para cumplir ensu nombre un itinerario de paz y reconciliación.¡Cristo es nuestra paz! ¡Él nos ha reconciliadocon Dios y entre nosotros!

Estoy convencido de que Colombia tiene algode original, algo muy original, que llama fuerte laatención: no ha sido nunca una meta completa-mente realizada, ni un destino totalmente acaba-do, ni un tesoro totalmente poseído. Su riquezahumana, sus vigorosos recursos naturales, su cul-tura, su luminosa síntesis cristiana, el patrimoniode su fe y la memoria de sus evangelizadores, laalegría gratuita e incondicional de su gente, la im-pagable sonrisa de su juventud, su original fideli-dad al Evangelio de Cristo y a su Iglesia y, sobretodo, su indomable coraje de resistir a la muerte,no sólo anunciada sino muchas veces sembrada:todo esto se sustrae, como lo hace la flor de lamimosa púdica en el jardín, digamos se esconde,a aquellos que se presentan como forasteros ham-brientos de adueñársela y, en cambio, se brindagenerosamente a quien toca su corazón con lamansedumbre del peregrino. Así es Colombia.

Por esto, como peregrino, me dirijo a su Igle-sia. De ustedes soy hermano, deseoso de compar-tir a Cristo Resucitado para quien ningún muroes perenne, ningún miedo es indestructible, nin-guna plaga, ninguna llaga, es incurable.

No soy el primer Papa que les habla acá en sucasa. Dos de mis más grandes Predecesores hansido huéspedes aquí: el beato Pablo VI, que vinoapenas concluyó el Concilio Vaticano II para ani-mar la realización colegial del misterio de la Igle-sia en América Latina; y san Juan Pablo II en sumemorable visita apostólica del 86’. Las palabras

de ambos son un recurso permanente, las indica-ciones que delinearon y la maravillosa síntesis queofrecieron sobre nuestro ministerio episcopalconstituyen un patrimonio para custodiar. No sonanticuados. Quisiera que cuanto les diga sea reci-bido en continuidad con lo que ellos han enseña-do.

Custodios y sacramento del primer paso«Dar el primer paso» es el lema de mi visita y

también para ustedes este es mi primer mensaje.Bien saben que Dios es el Señor del primer paso.Él siempre nos primerea. Toda la Sagrada Escri-tura habla de Dios como exiliado de sí mismopor amor. Ha sido así cuando sólo había tinie-blas, caos y, saliendo de sí, Él hizo que todo vi-niese a ser (cf. Gn 1, 2-4); ha sido así cuando enel jardín de los orígenes Él se paseaba, dándosecuenta de la desnudez de su creatura (cf. Gn 3, 8-

lo precede. Porque el Hijo, Él mismo, es expre-sión viva de dicho amor. Aquellos que lo recono-cen y lo acogen reciben en herencia el don de serintroducidos en la libertad de poder cumplirsiempre en Él ese primer paso, no tienen miedode perderse si salen de sí mismos, porque llevanla fianza del amor emanado del primer paso deDios, una brújula que no les consiente perderse.

Cuiden pues, con santo temor y conmoción,ese primer paso de Dios hacia ustedes y, con suministerio, hacia la gente que les ha sido confia-da, en la conciencia de ser ustedes sacramento vi-viente de esa libertad divina que no tiene miedode salir de sí misma por amor, que no teme em-pobrecerse mientras se entrega, que no tiene nece-sidad de otra fuerza que el amor.

Dios nos precede, somos sarmientos y no so-mos la vid. Por tanto, no enmudezcan la voz deAquél que los ha llamado ni se ilusionen en quesea la suma de sus pobres virtudes –las de uste-des- o los halagos de los poderosos de turnoquienes aseguran el resultado de la misión que lesha confiado Dios. Al contrario, mendiguen, men-diguen en la oración cuando no puedan dar nidarse, para que tengan algo que ofrecer a aquellosque se acercan constantemente a sus corazones depastores. La oración en la vida del obispo es lasavia vital que pasa por la vid, sin la cual el sar-miento se marchita volviéndose infecundo. Portanto, luchen con Dios, y más todavía en la no-che de su ausencia, hasta que Él no los bendiga(cf. Gn 32, 25-27). Las heridas de esa cotidiana yprioritaria batalla en la oración serán fuente decuración para ustedes; serán heridos por Dios pa-ra hacerse capaces de curar.

Hacer visible su identidadde sacramento del primer paso de Dios

De hecho, hacer tangible la identidad de sacra-mento del primer paso de Dios exigirá un conti-nuo éxodo interior. «No hay ninguna invitaciónal amor mayor que adelantarse en ese mismoamor» (San Agustín, De catechizandis rudibus, li-

9); ha sido así cuando, peregrino, se alojó en latienda de Abraham, dejándole la promesa de unainesperada fecundidad (cf. Gn 18, 1-10); ha sidoasí cuando se presentó a Moisés encantándolo,cuando ya no tenía otro horizonte que pastorearlas ovejas de su suegro (cf. Ex, 3, 1-2); ha sido asícuando no quitó de su mirada a su amada Jerusa-lén, aun cuando se prostituía en la vereda de lainfidelidad (cf. Ez 16,15); ha sido así cuando mi-gró con su gloria hacia su pueblo exiliado en laesclavitud (cf. Ez 10, 18-19).

Y, en la plenitud del tiempo, quiso revelarnosel primer paso, el nombre del primer paso, de suprimer paso. Se llama Jesús y es un paso irreversi-ble. Proviene de la libertad de un amor que todo

ber I, 4.7, 26: PL 40), y, por tanto, ningún ámbitode la misión episcopal puede prescindir de esta li-bertad de cumplir el primer paso. La condiciónde posibilidad para el ejercicio del ministerioapostólico es la disposición a acercarse a Jesús de-jando atrás «lo que fuimos, para que seamos loque no éramos» (Id., Enarr. in psal., 121, 12: PL36).

Les recomiendo vigilar no sólo individualmentesino colegialmente, dóciles al Espíritu Santo, so-bre este permanente punto de partida. Sin estenúcleo languidecen los rasgos del Maestro en elrostro de los discípulos, la misión se atasca y dis-

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Iglesias como vientre de luzVIENE DE LA PÁGINA 5

minuye la conversión pastoral, que no es otra co-sa que rescatar aquella urgencia de anunciar elEvangelio de la alegría hoy, mañana y pasado ma-ñana (cf. Lc 13, 33), premura que devoró el Cora-zón de Jesús dejándolo sin nido ni resguardo, re-clinado solamente en el cumplimiento hasta el fi-nal de la voluntad del Padre (cf. Lc 9, 58.62).¿Qué otro futuro podemos perseguir? ¿A qué otradignidad podemos aspirar?

No se midan con el metro de aquellos que qui-sieran que fueran sólo una casta de funcionariosplegados a la dictadura del presente. Tengan, encambio, siempre fija la mirada en la eternidad deAquél que los ha elegido, prontos a acoger el jui-cio decisivo de sus labios, que es el que vale.

En la complejidad del rostro de esta Iglesia co-lombiana, es muy importante preservar la singula-ridad de sus diversas y legítimas fuerzas, las sensi-bilidades pastorales, las peculiaridades regionales,las memorias históricas, las riquezas de las propiasexperiencias eclesiales. Pentecostés consiente quetodos escuchen en la propia lengua. Por eso, bus-quen con perseverancia la comunión entre uste-des. No se cansen de construirla a través del diá-logo franco y fraterno, condenando como pestelas agendas encubiertas, por favor. Sean premuro-sos en cumplir el primer paso, del uno para conel otro. Anticípense en la disposición de compren-der las razones del otro. Déjense enriquecer de loque el otro les puede ofrecer y construyan unaIglesia que ofrezca a este País testimonio elocuen-te de cuánto se puede progresar cuando se estádispuesto a no quedarse en las manos de unospocos. El rol de las Provincias Eclesiásticas en re-lación al mismo mensaje evangelizador es funda-mental, porque son diversas y armonizadas las vo-ces que lo proclaman. Por esto, no se contentencon un mediocre compromiso mínimo que deje alos resignados en la tranquila quietud de la pro-pia impotencia, a la vez que domestica aquellasesperanzas que exigirían el coraje de ser encauza-das más sobre la fuerza de Dios que sobre la pro-pia debilidad.

Reserven una particular sensibilidad hacia lasraíces afro-colombianas de su gente, que tan ge-nerosamente han contribuido a plasmar el rostrode esta tierra.

Tocar la carne del cuerpo de CristoLos invito a no tener miedo de tocar la carne

herida de la propia historia y de la historia de sugente. Háganlo con humildad, sin la vana preten-sión de protagonismo, y con el corazón indiviso,

libre de compromisos o servilismos. Sólo Dios esSeñor y a ninguna otra causa se debe someternuestra alma de pastores.

Colombia tiene necesidad de vuestra miradapropia de obispos, para sostenerla en el coraje delprimer paso hacia la paz definitiva, la reconcilia-ción, hacia la abdicación de la violencia comométodo, la superación de las desigualdades queson la raíz de tantos sufrimientos, la renuncia alcamino fácil pero sin salida de la corrupción, lapaciente y perseverante consolidación de la «respublica» que requiere la superación de la miseriay de la desigualdad.

Se trata, por supuesto, de una tarea ardua peroirrenunciable, los caminos son empinados y lassoluciones no son obvias. Desde lo alto de Dios,que es la cruz de su Hijo, obtendrán la fuerza;con la lucecita humilde de los ojos del Resucitadorecorrerán el camino; escuchando la voz del Espo-so que susurra en el corazón, recibirán los crite-rios para discernir de nuevo, en cada incertidum-bre, la justa dirección.

Uno de vuestros ilustres literatos escribió ha-blando de uno de sus míticos personajes: «Noimaginaba que era más fácil empezar una guerraque terminarla» (Gabriel García Márquez, Cienaños de soledad, capítulo 9). Todos sabemos quela paz exige de los hombres un coraje moral di-verso. La guerra sigue lo que hay de más bajo ennuestro corazón, la paz nos impulsa a ser másgrandes que nosotros mismos. En seguida, el es-critor añadía: «No entendía que hubiera necesita-do tantas palabras para explicar lo que se sentíaen la guerra, si con una sola bastaba: miedo»(ibíd., cap. 15). No es necesario que les hable deeste miedo, raíz envenenada, fruto amargo y he-rencia nefasta de cada contienda. Quiero animar-los a seguir creyendo que se puede hacer de otramanera, recordando que no han recibido un espí-ritu de esclavos para recaer en el temor; el mismoEspíritu atestigua que son hijos destinados a la li-bertad de la gloria a ellos reservada (cf. Rm 8, 15-16).

Ustedes ven con los propios ojos y conocen co-mo pocos la deformación del rostro de este País,son custodios de las piezas fundamentales que lohacen uno, no obstante sus laceraciones. Precisa-mente por esto, Colombia tiene necesidad de us-tedes para reconocerse en su verdadero rostro car-gado de esperanza a pesar de sus imperfecciones,para perdonarse recíprocamente no obstante lasheridas no del todo cicatrizadas, para creer que sepuede hacer otro camino aun cuando la inerciaempuja a repetir los mismos errores, para tener elcoraje de superar cuanto la puede volver misera-ble a pesar de sus tesoros.

Les confieso que siento como un deber, me saledarles ánimo, así como tengo que decirles: ¡Aní-mense! Siento ese deber, transmitirles mis ganasde darles ánimo. Los animo, pues, a no cansarsede hacer de sus Iglesias un vientre de luz, capazde generar, aun sufriendo pobreza, las nuevascreaturas que esta tierra necesita. Hospédense enla humildad de su gente para darse cuenta de sussecretos recursos humanos y de fe, escuchen cuán-to su despojada humanidad brama por la digni-dad que solamente el Resucitado puede conferir.No tengan miedo de migrar de sus aparentes cer-tezas en búsqueda de la verdadera gloria de Dios,que es el hombre viviente. ¡Ánimo! Los animo eneste camino.

La palabra de la reconciliaciónMuchos pueden contribuir al desafío de esta

Nación, pero la misión de ustedes es singular. Us-tedes no son técnicos ni políticos, son pastores.Cristo es la palabra de reconciliación escrita ensus corazones y tienen la fuerza de poder pronun-ciarla no solamente en los púlpitos, en los docu-mentos eclesiales o en los artículos de periódicos,sino más bien en el corazón de las personas, en elsecreto sagrario de sus conciencias, en el calor es-peranzado que los atrae a la escucha de la voz delcielo que proclama «paz a los hombres amadospor Dios» (Lc 2,14). Ustedes deben pronunciarlacon el frágil, humilde, pero invencible recurso dela misericordia de Dios, la única capaz de derro-tar la cínica soberbia de los corazones autorrefe-re n c i a l e s .

A la Iglesia no le interesa otra cosa que la li-bertad de pronunciar esta Palabra. Ser libre parapronunciar esta Palabra. No sirven alianzas conuna parte u otra, sino la libertad de hablar a loscorazones de todos. Precisamente allí tienen laautonomía y el vuelo para inquietar, allí tienen laposibilidad de sostener un cambio de ruta.

El corazón humano, muchas veces engañado,concibe el insensato proyecto de hacer de la vidaun continuo aumento de espacios para depositarlo que acumula. Es un engaño. Precisamente aquíes necesario que resuene la pregunta: ¿De qué sir-ve ganar el mundo entero si queda el vacío en elalma? (cf. Mt 16, 26).

De sus labios de legítimos pastores, tal cual us-tedes son, Colombia tiene el derecho de ser inter-pelada por la verdad de Dios, que repite conti-nuamente: «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4, 9).Es un interrogatorio que no puede ser silenciado,aun cuando quien lo escucha no puede más queabajar la mirada, confundido, y balbucir la propiavergüenza por haberlo vendido, quizás, al preciode alguna dosis de estupefaciente o alguna equí-voca concepción de razón de Estado, tal vez porla falsa conciencia de que el fin justifica los me-dios.

Les ruego tener siempre fija la mirada sobre elhombre concreto. No sirvan a un concepto dehombre, sino a la persona humana amada porDios, hecha de carne, huesos, historia, fe, espe-ranza, sentimientos, desilusiones, frustraciones,dolores, heridas, y verán que esa concreción delhombre desenmascara las frías estadísticas, los cál-culos manipulados, las estrategias ciegas, las fal-seadas informaciones, recordándoles que «real-mente, el misterio del hombre sólo se esclarece enel misterio del Verbo encarnado» (Gaudium etspes, 22).

Una Iglesia en misiónTeniendo en cuenta el generoso trabajo pastoral

que ya desarrollan, permítanme ahora que les pre-sente algunas inquietudes que llevo en mi corazónde pastor, deseoso de exhortarles a ser cada vezmás una Iglesia en misión. Mis Predecesores yahan insistido sobre varios de estos desafíos: la fa-milia y la vida, los jóvenes, los sacerdotes, las vo-caciones, los laicos, la formación. Los deceniostranscurridos, no obstante el ingente trabajo, qui-zás han vuelto aún más fatigosas las respuestaspara hacer eficaz la maternidad de la Iglesia en elgenerar, alimentar y acompañar a sus hijos.

Pienso en las familias colombianas, en la defen-sa de la vida desde el vientre materno hasta sunatural conclusión, en la plaga de la violencia y

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del alcoholismo, no raramente extendida enlos hogares, en la fragilidad del vínculo matri-monial y la ausencia de los padres de familiacon sus trágicas consecuencias de inseguridady orfandad. Pienso en tantos jóvenes amena-zados por el vacío del alma y arrastrados en lafuga de la droga, en el estilo de vida fácil, enla tentación subversiva. Pienso en los numero-sos y generosos sacerdotes y en el desafío desostenerlos en la fiel y cotidiana elección porCristo y por la Iglesia, mientras algunos otroscontinúan propagando la cómoda neutralidadde aquellos que nada eligen para quedarsecon la soledad de sí mismos. Pienso en losfieles laicos esparcidos en todas las Iglesiasparticulares, resistiendo fatigosamente paradejarse congregar por Dios que es comunión,aun cuando no pocos proclaman el nuevodogma del egoísmo y de la muerte de todasolidaridad, palabra que quieren sacar del dic-cionario. Pienso en el inmenso esfuerzo de to-dos para profundizar la fe y hacerla luz vivapara los corazones y lámparas para el primerpaso.

No les traigo recetas ni intento dejarles unalista de tareas. Con todo quisiera rogarles que,al realizar en comunión su gravosa misión depastores de Colombia, conserven la serenidad.Yo no sé si decírselo, se me ocurre ahora, perosi exagero me perdonan, se me ocurre que esuna de las virtudes que más necesitan: conser-

el testimonio alegre de que la felicidad está enotro lugar.

¿Qué cosa pueden ofrecer a sus jóvenes?Ellos aman sentirse amados, desconfían dequien los minusvalora, piden coherencia lim-pia y esperan ser involucrados. Recíbanlos,por tanto, con el corazón de Cristo, ábranlesespacios en la vida de sus Iglesias. No partici-pen en ninguna negociación que malvendasus esperanzas. No tengan miedo de alzar se-renamente la voz para recordar a todos queuna sociedad que se deja seducir por el espe-jismo del narcotráfico se arrastra a sí mismaen esa metástasis moral que mercantiliza el in-fierno y siembra por doquier la corrupción y,al mismo tiempo, engorda los paraísos fisca-les.

¿Qué cosa pueden dar a sus sacerdotes? Elprimer don es aquel de la paternidad que ase-gure que la mano que los ha generado y haungido no se ha retirado de sus vidas. Es ver-dad, vivimos en la era de la informática y nonos es difícil alcanzar a nuestros sacerdotes entiempo real mediante algún programa demensajes. Pero el corazón de un padre, de unobispo, no puede limitarse a la precaria, im-personal y externa comunicación con su pres-biterio. No se puede apartar del corazón delobispo la inquietud, la sana inquietud, sobredónde viven sus sacerdotes. ¿Viven de verdad

ya no puede responder: «Tú eres el Cristo, elHijo de Dios» (cf. Mt 16, 13-16). De aquí sedebilita el coraje de la irreversibilidad del donde sí, y deriva también la desorientación inte-rior, el cansancio de un corazón que ya no sa-be acompañar al Señor en su camino hacia Je-ru s a l é n .

Cuiden especialmente, por favor, el itinera-rio formativo de sus sacerdotes, desde el naci-miento de la llamada de Dios en sus corazo-nes. La nueva Ratio Fundamentalis InstitutionisS a c e rd o t a l i s , recientemente publicada, es unvalioso recurso, aún por aplicar, para que laIglesia colombiana esté a la altura del don deDios que nunca ha dejado de llamar al sacer-docio a tantos de sus hijos.

No descuiden, por favor, la vida de los con-sagrados y consagradas. Ellos y ellas constitu-yen la bofetada kerigmática a toda mundani-dad y son llamados a quemar cualquier resacade valores mundanos en el fuego de las biena-venturanzas vividas sin glosa y en el total aba-jamiento de sí mismos en el servicio. Por fa-vor, no los consideren como «recursos de uti-lidad» para las obras apostólicas; más bien,sepan ver en ellos el grito del amor consagra-do de la Esposa: «Ven Señor Jesús» (Ap 22,20).

Reserven la misma preocupación formativaa sus laicos, de los cuales depende no sólo lasolidez de las comunidades de fe, sino granparte de la presencia de la Iglesia en el ámbi-to de la cultura, de la política, de la econo-mía. Formar en la Iglesia significa ponerse encontacto con la fe viviente de la Comunidadviva, introducirse en un patrimonio de expe-riencias y de respuestas que suscita el EspírituSanto, porque es Él quien enseña todas lascosas (cf. Jn 14, 26).

Y antes de concluir –estoy un poco largoya- un pensamiento quisiera dirigir a los desa-fíos de la Iglesia en la Amazonia, región de lacual con razón están orgullosos, porque esparte esencial de la maravillosa biodiversidadde este País. La Amazonia es para todos noso-tros una prueba decisiva para verificar si nues-tra sociedad, casi siempre reducida al materia-lismo y pragmatismo, está en grado de custo-diar lo que ha recibido gratuitamente, no paradesvalijarlo, sino para hacerlo fecundo. Pien-so, sobre todo, en la arcana sabiduría de lospueblos indígenas amazónicos y me preguntosi somos aún capaces de aprender de ellos lasacralidad de la vida, el respeto por la natura-leza, la conciencia de que no solamente la ra-zón instrumental es suficiente para colmar lavida del hombre y responder a sus más in-quietantes interrogantes.

Por esto los invito a no abandonar a sí mis-ma la Iglesia en Amazonia. La consolidaciónde un rostro amazónico para la Iglesia queperegrina aquí es un desafío de todos ustedes,que depende del creciente y consciente apoyomisionero de todas las diócesis colombianas yde su entero clero. He escuchado que en algu-nas lenguas nativas amazónicas para referirsea la palabra «amigo» se usa la expresión «miotro brazo». Sean por lo tanto el otro brazode la Amazonia. Colombia no la puede ampu-tar sin ser mutilada en su rostro y en su alma.

Queridos hermanos:Los invito ahora a dirigirnos espiritualmen-

te a Nuestra Señora del Rosario de Chiquin-quirá, cuya imagen han tenido la delicadezade traer de su Santuario a la magnífica Cate-dral de esta ciudad para que también yo lapudiera contemplar.

Como bien saben, Colombia no puede dar-se a sí misma la verdadera Renovación a laque aspira, sino que ésta viene concedida des-de lo alto. Supliquémosla al Señor, pues, pormedio de la Virgen.

Así como en Chiquinquirá Dios ha renova-do el esplendor del rostro de su Madre, queÉl siga iluminando con su celestial luz el ros-tro de este entero País y bendiga a la Iglesiade Colombia con su benévola compañía, y losbendiga a ustedes, a quienes les agradezco to-do lo que hacen. Gracias.

ven la serenidad. No porque ustedes no latengan, sino que el momento les exige más.Bien saben que en la noche el maligno conti-núa sembrando cizaña, pero tengan la pacien-cia del Señor del campo, confiándose en labuena calidad de sus granos. Aprendan de sulonganimidad y magnanimidad. Sus tiemposson largos porque es inconmensurable su mi-rada de amor. Cuando el amor es reducido elcorazón se vuelve impaciente, turbado por laansiedad de hacer cosas, devorado por el mie-do de haber fracasado. Crean sobre todo en lahumildad de la semilla de Dios. Fíense de lapotencia escondida de su levadura. Orientenel corazón sobre la preciosa fascinación queatrae y hace vender todo con tal de poseer esedivino tesoro.

De hecho, ¿qué otra cosa más fuerte pue-den ofrecer a la familia colombiana que lafuerza humilde del Evangelio del amor gene-roso que une al hombre y a la mujer, hacién-dolos imagen de la unión de Cristo y su Igle-sia, transmisores y guardianes de la vida? Lasfamilias tienen necesidad de saber que enCristo pueden volverse árbol frondoso capazde ofrecer sombra, dar fruto en todas las esta-ciones del año, anidar la vida en sus ramas.Son tantos hoy los que homenajean árbolessin sombra, infecundos, ramas privadas de ni-dos. Que para ustedes el punto de partida sea

según Jesús? ¿O se han improvisado otras se-guridades como la estabilidad económica, laambigüedad moral, la doble vida o la ilusiónmiope de una carrera? Los sacerdotes preci-san, con necesidad y urgencia vital, de la cer-canía física y afectiva de su obispo. Los sacer-dotes requieren sentir que tienen padre.

Sobre las espaldas de los sacerdotes fre-cuentemente pesa la fatiga del trabajo cotidia-no de la Iglesia. Ellos están en primera línea,continuamente circundados de la gente que,abatida, busca en ellos el rostro del pastor. Lagente se acerca y golpea a sus corazones.Ellos deben dar de comer a la multitud y elalimento de Dios no es nunca una propiedadde la cual se puede disponer sin más. Al con-trario, proviene solamente de la indigenciapuesta en contacto con la bondad divina.Despedir a la muchedumbre y alimentarsecon lo poco que uno puede indebidamenteapropiarse es una tentación permanente (cf.Lc 9, 13).

Vigilen por tanto sobre las raíces espiritua-les de sus sacerdotes. Condúzcanlos continua-mente a aquella Cesarea de Filipo donde, des-de los orígenes del Jordán de cada uno, pue-dan sentir de nuevo la pregunta de Jesús:¿Quién soy yo para ti? Y la razón del gradualdeterioro que muchas veces lleva a la muertedel discípulo siempre está en un corazón que

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El Papa a la Conferencia del Episcopado Latinoamericano

La esperanza en América Latina

«Nosotros necesitamos más todavía este estar a solas conel Señor para reencontrar el corazón de la misión de laIglesia en América Latina en sus actualescircunstancias». Esta fue la recomendación que el PapaFrancisco hizo al Comité directivo del CELAM en laNunciatura Apostólica, en el discurso que les dirigió el 7de septiembre, en su primer día del viaje a Colombia

Queridos hermanos, gracias por este encuentro y porlas cálidas palabras de bienvenida del Presidente dela Conferencia del Episcopado Latinoamericano. Deno haber sido por las exigencias de la agenda, muyapretada, hubiera querido encontrarlos en la sede delCELAM. Les agradezco la delicadeza de estar aquí eneste momento.

Agradezco el esfuerzo que hacen para transformaresta Conferencia Episcopal continental en una casa alservicio de la comunión y de la misión de la Iglesiaen América Latina; en un centro propulsor de la con-ciencia discipular y misionera; en una referencia vitalpara la comprensión y la profundización de la catoli-

bién desperdician energías preciosas, sino el esfuerzopara poner la misión de Jesús en el corazón de lamisma Iglesia, transformándola en criterio para medirla eficacia de las estructuras, los resultados de su tra-bajo, la fecundidad de sus ministros y la alegría queellos son capaces de suscitar. Porque sin alegría no seatrae a nadie.

Me detuve entonces en las tentaciones, todavía pre-sentes, de la ideologización del mensaje evangélico,del funcionalismo eclesial y del clericalismo, porqueestá siempre en juego la salvación que nos trae Cris-to. Esta debe llegar con fuerza al corazón del hombrepara interpelar su libertad, invitándolo a un éxodopermanente desde la propia autorreferencialidad haciala comunión con Dios y con los demás hermanos.

Dios, al hablar en Jesús al hombre, no lo hace conun vago reclamo como a un forastero, ni con unaconvocación impersonal como lo haría un notario, nicon una declaración de preceptos a cumplir como lohace cualquier funcionario de lo sacro. Dios habla

La Iglesia es la comunidad de los discípulos de Je-sús; la Iglesia es Misterio (cf. Lumen Gentium, 5) yPueblo (cf. ibíd., 9), o mejor aún: en ella se realiza elMisterio a través del Pueblo de Dios.

Por eso insistí sobre el discipulado misionero comoun llamado divino para este hoy tenso y complejo, unpermanente salir con Jesús para conocer cómo y dón-de vive el Maestro. Y mientras salimos en su compa-ñía conocemos la voluntad del Padre, que siemprenos espera. Sólo una Iglesia Esposa, Madre, Sierva,que ha renunciado a la pretensión de controlar aque-llo que no es su obra sino la de Dios, puede perma-necer con Jesús aun cuando su nido y su resguardo esla cruz.

Cercanía y encuentro. Cercanía y encuentro son losinstrumentos de Dios que, en Cristo, se ha acercado y

Aparecida! En cambio, es otra cosa: custodiar y hacerfluir la riqueza de tal patrimonio (pater — munus)constituyen el munus de nuestra paternidad episcopalhacia la Iglesia de nuestro continente.

Bien saben que la renovada conciencia, de que alinicio de todo está siempre el encuentro con Cristovivo, requiere que los discípulos cultiven la familiari-dad con Él; de lo contrario el rostro del Señor seopaca, la misión pierde fuerza, la conversión pastoralretrocede. Orar y cultivar el trato con Él es, por tan-to, la actividad más improrrogable de nuestra misiónpastoral.

A sus discípulos, entusiastas de la misión cumplida,Jesús les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar des-habitado» (Mc 6, 31). Nosotros necesitamos más to-davía este estar a solas con el Señor para reencontrar

inicios, llega el momento en el que tocar la carne deCristo se vuelve muy duro. En una situación comoesta, Jesús no alienta nuestros miedos. Y como biensabemos que a ningún otro podemos ir, porque sóloÉl tiene palabras de vida eterna (cf. Jn 6, 68), es ne-cesario en consecuencia, profundizar nuestra elección.

¿Qué significa concretamente salir con Jesús en mi-sión hoy en América Latina? El adverbio «concreta-mente» no es un detalle de estilo literario, más bienpertenece al núcleo de la pregunta. El Evangelio es

Una Iglesia capazde ser sacramento de unidad

¡Se ve tanta dispersión en nuestro entorno! Y nome refiero solamente a la de la rica diversidad quesiempre ha caracterizado el continente, sino a las di-námicas de disgregación. Hay que estar atentos parano dejarse atrapar en estas trampas. La Iglesia no estáen América Latina como si tuviera las maletas en lamano, lista para partir después de haberla saqueado,como han hecho tantos a lo largo del tiempo. Quie-nes obran así miran con sentido de superioridad ydesprecio su rostro mestizo; pretenden colonizar sualma con las mismas fallidas y recicladas fórmulas so-bre la visión del hombre y de la vida, repiten igualesrecetas matando al paciente mientras enriquecen a losmédicos que los mandan; ignoran las razones profun-das que habitan en el corazón de su pueblo y que lohacen fuerte exactamente en sus sueños, en sus mitos,a pesar de los numerosos desencantos y fracasos; ma-nipulan políticamente y traicionan sus esperanzas, de-jando detrás de sí tierra quemada y el terreno prontopara el eterno retorno de lo mismo, aun cuando sevuelva a presentar con vestido nuevo. Hombres y uto-pías fuertes han prometido soluciones mágicas, res-puestas instantáneas, efectos inmediatos. La Iglesia,sin pretensiones humanas, respetuosa del rostro mul-tiforme del continente, que considera no una desven-taja sino una perenne riqueza, debe continuar pres-tando el humilde servicio al verdadero bien del hom-bre latinoamericano. Debe trabajar sin cansarse paraconstruir puentes, abatir muros, integrar la diversi-dad, promover la cultura del encuentro y del diálogo,educar al perdón y a la reconciliación, al sentido dejusticia, al rechazo de la violencia y al coraje de lapaz. Ninguna construcción duradera en América Lati-na puede prescindir de este fundamento invisible pe-ro esencial.

La Iglesia conoce como pocos aquella unidad sa-piencial que precede cualquier realidad en AméricaLatina. Convive cotidianamente con aquella reservamoral sobre la que se apoya el edificio existencial delcontinente. Estoy seguro de que mientras estoy ha-blando de esto ustedes podrían darle nombre a estarealidad. Con ella debemos dialogar continuamente.No podemos perder el contacto con este sustrato mo-ral, con este humus vital que reside en el corazón denuestra gente, en el que se percibe la mezcla casi in-distinta, pero al mismo tiempo elocuente, de su rostro

No se puede reducir el Evangelioa un programa al servicio de ungnosticismo de moda, a un proyectode ascenso social o a unaconcepción de la Iglesia como unaburocracia que se autobeneficia

nos ha encontrado siempre. Elmisterio de la Iglesia es realizarsecomo sacramento de esta divinacercanía y como lugar permanen-te de este encuentro. De ahí lanecesidad de la cercanía del obis-po a Dios, porque en Él se hallala fuente de la libertad y de lafuerza del corazón del pastor, asícomo de la cercanía al PuebloSanto que le ha sido confiado. Enesta cercanía el alma del apóstolaprende a hacer tangible la pa-sión de Dios por sus hijos.

el corazón de la misión de laIglesia en América Latina en susactuales circunstancias. ¡Hay tan-ta dispersión interior y tambiénexterior! Los múltiples aconteci-mientos, la fragmentación de larealidad, la instantaneidad y lavelocidad del presente, podríanhacernos caer en la dispersión yen el vacío. Reencontrar la uni-dad es un imperativo.

¿Dónde está la unidad? Siem-pre en Jesús. Lo que hace perma-nente la misión no es el entusias-

Aparecida es un tesoro cuyo descubrimiento toda-vía está incompleto. Estoy seguro de que cada uno deustedes descubre cuánto se ha enraizado su riquezaen las Iglesias que llevan en el corazón. Como losprimeros discípulos enviados por Jesús en plan misio-nero, también nosotros podemos contar con entusias-mo todo cuanto hemos hecho (cf. Mc 6,30).

Sin embargo, es necesario estar atentos. Las reali-dades indispensables de la vida humana y de la Igle-sia no son nunca un monumento sino un patrimoniovivo. Resulta mucho más cómodo transformarlas enrecuerdos de los cuales se celebran los aniversarios:¡50 años de Medellín, 20 de Ecclesia in America, 10 de

mo que inflama el corazón generoso del misionero,aunque siempre es necesario; más bien es la compañíade Jesús mediante su Espíritu. Si no salimos con Élen la misión pronto perderíamos el camino, arriesgán-donos a confundir nuestras necesidades vacuas con sucausa. Si la razón de nuestro salir no es Él será fácildesanimarse en medio de la fatiga del camino, o fren-te a la resistencia de los destinatarios de la misión, oante los cambiantes escenarios de las circunstanciasque marcan la historia, o por el cansancio de los piesdebido al insidioso desgaste causado por el enemigo.

No forma parte de la misión ceder al desánimocuando, quizás, habiendo pasado el entusiasmo de los SIGUE EN LA PÁGINA 10

cidad latinoamericana, delineadagradualmente por este organismode comunión durante décadas deservicio. Y hago propicia la oca-sión para animar los recientes es-fuerzos con el fin de expresar estasolicitud colegial mediante elFondo de Solidaridad de la Igle-sia Latinoamericana.

Hace cuatro años, en Río deJaneiro, tuve ocasión de hablarles

con la inconfundible voz del Pa-dre al hijo, y respeta su misterioporque lo ha formado con susmismas manos y lo ha destinadoa la plenitud. Nuestro mayor de-safío como Iglesia es hablar alhombre como portavoz de estaintimidad de Dios, que lo consi-dera hijo, aun cuando renieguede esa paternidad, porque para Élsomos siempre hijos reencontra-

Cercanía y encuentro son losinstrumentos de Dios que, enCristo, se ha acercado y nosha encontrado siempre

sobre la herencia pastoral de Aparecida, último acon-tecimiento sinodal de la Iglesia Latinoamericana y delCaribe. En aquel momento subrayaba la permanentenecesidad de aprender de su método, sustancialmentecompuesto por la participación de las Iglesias localesy en sintonía con los peregrinos que caminan en bus-ca del rostro humilde de Dios que quiso manifestarseen la Virgen pescada en las aguas, y que se prolongaen la misión continental que quiere ser, no la suma deiniciativas programáticas que llenan agendas y tam-

dos.No se puede, por tanto, reducir el Evangelio a un

programa al servicio de un gnosticismo de moda, aun proyecto de ascenso social o a una concepción dela Iglesia como una burocracia que se autobeneficia,como tampoco esta se puede reducir a una organiza-ción dirigida, con modernos criterios empresariales,por una casta clerical.

siempre concreto, jamás un ejerci-cio de estériles especulaciones.Conocemos bien la recurrentetentación de perderse en el bizan-tinismo de los doctores de la ley,de preguntarse hasta qué puntose puede llegar sin perder el con-trol del propio territorio demarca-do o del presunto poder que loslímites prometen.

Mucho se ha hablado sobre laIglesia en estado permanente demisión. Salir con Jesús es la con-

mestizo: no únicamente indígena,ni hispánico, ni lusitano, ni afroa-mericano, sino mestizo, ¡latinoa-mericano!

Guadalupe y Aparecida sonmanifestaciones programáticas deesta creatividad divina. Bien sabe-mos que esto está en la base so-bre la que se apoya la religiosidadpopular de nuestro pueblo; esparte de su singularidad antropo-lógica; es un don con el que Diosse ha querido dar a conocer a

dición para tal realidad. Salir, sí, pero con Jesús. ElEvangelio habla de Jesús que, habiendo salido delPadre, recorre con los suyos los campos y los pobla-dos de Galilea. No se trata de un recorrido inútil delSeñor. Mientras camina, encuentra; cuando encuen-tra, se acerca; cuando se acerca, habla; cuando habla,toca con su poder; cuando toca, cura y salva. Llevaral Padre a cuantos encuentra es la meta de su perma-nente salir, sobre el cual debemos reflexionar conti-nuamente y hacer un examen de conciencia. La Igle-sia debe reapropiarse de los verbos que el Verbo deDios conjuga en su divina misión. Salir para encon-trar, sin pasar de largo; reclinarse sin desidia; tocarsin miedo. Se trata de que se metan día a día en eltrabajo de campo, allí donde vive el Pueblo de Diosque les ha sido confiado. No nos es lícito dejarnosparalizar por el aire acondicionado de las oficinas,por las estadísticas y las estrategias abstractas. Es ne-cesario dirigirse al hombre en su situación concreta;de él no podemos apartar la mirada. La misión serealiza siempre cuerpo a cuerpo.

nuestra gente. Las páginas más luminosas de la histo-ria de nuestra Iglesia han sido escritas precisamentecuando se ha sabido nutrir de esta riqueza, hablar aeste corazón recóndito que palpita custodiando, comoun pequeño fueguito encendido bajo las aparentes ce-nizas, el sentido de Dios y de su trascendencia, la sa-cralidad de la vida, el respeto por la creación, los la-zos de solidaridad, la alegría de vivir, la capacidad deser feliz sin condiciones.

Para hablar a esta alma que es profunda, para ha-blar a la Latinoamérica profunda, a la Iglesia no lequeda otro camino que aprender continuamente deJesús. Dice el Evangelio que hablaba sólo en parábo-las (cf. Mc 4, 34). Imágenes que involucran y hacenpartícipes, que transforman a los oyentes de su Pala-bra en personajes de sus divinos relatos. El santoPueblo fiel de Dios en América Latina no comprendeotro lenguaje sobre Él. Estamos invitados a salir enmisión no con conceptos fríos que se contentan con

No nos es lícito dejarnosparalizar por el aireacondicionado de las oficinas,por las estadísticas ylas estrategias abstractas

página 10 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 8 de septiembre de 2017, número 36

La esperanza en América Latina

lo posible, sino con imágenes quecontinuamente multiplican y desplie-gan sus fuerzas en el corazón delhombre, transformándolo en granosembrado en tierra buena, en leva-dura que incrementa su capacidadde hacer pan de la masa, en semillaque esconde la potencia del árbol fe-cundo.

Una Iglesia capaz de sersacramento de esperanza

Muchos se lamentan de cierto dé-ficit de esperanza en la América La-tina actual. A nosotros no nos estáconsentida la «quejumbrosidad»,porque la esperanza que tenemosviene de lo alto. Además, bien sabe-mos que el corazón latinoamericanoha sido amaestrado por la esperanza.Como decía un cantautor brasileño«a esperança è equilibrista; dança nacorda bamba de sombrinha» (JoãoBosco, O Bêbado e a Equilibrista).Cuidado. Y cuando se piensa que seha acabado, hela aquí nuevamentedonde nosotros menos se la espera-bamos. Nuestro pueblo ha aprendi-do que ninguna desilusión es sufi-ciente para doblegarlo. Sigue alCristo flagelado y manso, sabe de-sensillar hasta que aclare y permane-ce en la esperanza de su victoria,porque —en el fondo— tiene concien-cia que no pertenece totalmente aeste mundo.

Es indudable que la Iglesia en es-tas tierras es particularmente un sa-cramento de esperanza, pero es ne-cesario vigilar sobre la concretiza-ción de esta esperanza. Tanto mástrascendente cuanto más debe trans-formar el rostro inmanente de aque-llos que la poseen. Les ruego que vi-gilen sobre la concretización de laesperanza y consiéntanme recordar-les algunos de sus rostros ya visiblesen esta Iglesia latinoamericana.

La esperanza en América Latinatiene un rostro joven

Se habla con frecuencia de los jó-venes —se declaman estadísticas so-bre el continente del futuro—, algu-nos ofrecen noticias sobre su presun-ta decadencia y sobre cuánto esténadormilados, otros aprovechan de supotencial para consumir, no pocosles proponen el rol de peones deltráfico de la droga y de la violencia.No se dejen capturar por tales cari-caturas sobre sus jóvenes. Mírenlos alos ojos, busquen en ellos el corajede la esperanza. No es verdad queestén listos para repetir el pasado.Ábranles espacios concretos en lasIglesias particulares que les han sidoconfiadas, inviertan tiempo y recur-sos en su formación. Proponganprogramas educativos incisivos y ob-jetivos pidiéndoles, como los padresle piden a los hijos, el resultado desus potencialidades y educando sucorazón en la alegría de la profundi-dad, no de la superficialidad. No seconformen con retóricas u opcionesescritas en los planes pastorales ja-más puestos en práctica.

He escogido Panamá, el istmo deeste continente, para la JornadaMundial de la Juventud del ’19 queserá celebrada siguiendo el ejemplode la Virgen que proclama: «He

aquí la sierva» y «se cumpla en mí»(Lc 1, 38). Estoy seguro de que entodos los jóvenes se esconde un is-tmo, en el corazón de todos nuestroschicos hay un pequeño y alargadopedazo de terreno que se puede re-correr para conducirlos hacia un fu-turo que sólo Dios conoce y a Él lepertenece. Toca a nosotros presen-tarles grandes propuestas para des-pertar en ellos el coraje de arriesgar-se junto a Dios y de hacerlos, comola Virgen, disponibles.

un serio deber comprender, respetar,valorizar, promover la fuerza eclesialy social de cuanto realizan. Acompa-ñaron a Jesús misionero; no se reti-raron del pie de la cruz; en soledadesperaron que la noche de la muertedevolviese al Señor de la vida; inun-daron el mundo con el anuncio desu presencia resucitada. Si queremosuna nueva y vivaz etapa de la fe eneste continente, no la vamos a obte-ner sin las mujeres. Por favor, nopueden ser reducidas a siervas denuestro recalcitrante clericalismo;ellas son, en cambio, protagonistas

grandes desafíos del continente per-manecen sobre la mesa y continúanesperando la concretización serena,responsable, competente, visionaria,articulada, consciente, de un laicadocristiano que, como creyente, estédispuesto a contribuir en los proce-sos de un auténtico desarrollo huma-no, en la consolidación de la demo-cracia política y social, en la supera-ción estructural de la pobreza endé-mica, en la construcción de unaprosperidad inclusiva fundada en re-formas duraderas y capaces de pre-servar el bien social, en la supera-ción de la desigualdad y en la custo-dia de la estabilidad, en la delinea-ción de modelos de desarrollo eco-nómico sostenibles que respeten lanaturaleza y el verdadero futuro delhombre, que no se resuelve con elconsumismo desmesurado, así comotambién en el rechazo de la violenciay la defensa de la paz.

Y algo más: en este sentido, la es-peranza debe siempre mirar al mun-do con los ojos de los pobres y des-de la situación de los pobres. Ella espobre como el grano de trigo quemuere (cf. Jn 12, 24), pero tiene lafuerza de diseminar los planes deD ios.

La riqueza autosuficiente con fre-cuencia priva a la mente humana dela capacidad de ver, sea la realidaddel desierto sea los oasis escondidos.Propone respuestas de manual y re-pite certezas de talkshows; balbuceala proyección de sí misma, vacía, sinacercarse mínimamente a la realidad.Estoy seguro que en este difícil yconfuso pero provisorio momentoque vivimos, las soluciones para losproblemas complejos que nos desa-fían nacen de la sencillez cristianaque se esconde a los poderosos y semuestra a los humildes: la limpiezade la fe en el Resucitado, el calor dela comunión con Él, la fraternidad,la generosidad y la solidaridad con-creta que también brota de la amis-tad con Él.

Todo esto lo quisiera resumir enuna frase que les dejo como síntesis,síntesis y recuerdo de este encuentro:Si queremos servir desde el CELAM, anuestra América Latina, lo tenemosque hacer con pasión. Hoy hace fal-ta pasión. Poner el corazón en todolo que hagamos, pasión de jovenenamorado y de anciano sabio, pa-sión que transforma las ideas en uto-pías viables, pasión en el trabajo denuestras manos, pasión que nos con-vierte en continuos peregrinos ennuestras Iglesias como —p ermítanmere c o rd a r l o — santo Toribio de Mogro-vejo, que no se instaló en su sede:de 24 años de episcopado, 18 los pa-só entre los pueblos de su diócesis.Hermanos, por favor, les pido pa-sión, pasión evangelizadora.

A ustedes, hermanos obispos delCELAM, a las Iglesias locales que re-presentan y al entero pueblo deAmérica Latina y del Caribe, losconfío a la protección de la Virgen,invocada con los nombres de Gua-dalupe y Aparecida, con la serenacerteza de que Dios, que ha habladoa este continente con el rostro mesti-zo y moreno de su Madre, no dejaráde hacer resplandecer su benigna luzen la vida de todos. Gracias

La esperanza en América Latinatiene un rostro femenino

No es necesario que me alarguepara hablar del rol de la mujer ennuestro continente y en nuestra Igle-sia. De sus labios hemos aprendidola fe; casi con la leche de sus senoshemos adquirido los rasgos de nues-tra alma mestiza y la inmunidadfrente a cualquier desesperación.Pienso en las madres indígenas omorenas, pienso en las mujeres de laciudad con su triple turno de traba-jo, pienso en las abuelas catequistas,pienso en las consagradas y en lastan discretas artesanas del bien. Sinlas mujeres la Iglesia del continenteperdería la fuerza de renacer conti-nuamente. Son las mujeres quienes,con meticulosa paciencia, enciendeny reencienden la llama de la fe. Es

en la Iglesia latinoamericana; en susalir con Jesús; en su perseverar, in-cluso en el sufrimiento de su Pue-blo; en su aferrarse a la esperanzaque vence a la muerte; en su alegremodo de anunciar al mundo queCristo está vivo, y ha resucitado.

La esperanza en América Latinapasa a través del corazón,

la mente y los brazos de los laicosQuisiera reiterar lo que reciente-

mente he dicho a la Pontificia Co-misión para América Latina. Es unimperativo superar el clericalismoque infantiliza a los Christifideles laiciy empobrece la identidad de los mi-nistros ordenados.

Si bien se invirtió mucho esfuerzoy algunos pasos han sido dados, los

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número 36, viernes 8 de septiembre de 2017 L’OSSERVATORE ROMANO página 11

El Pontífice invita a perder los miedos que no vienen de Dios y nos inmovilizan

Ser constructores de la paz«En Bogotá y en Colombia peregrina una inmensa comunidad,que está llamada a convertirse en una red vigorosa que congreguea todos en la unidad». Lo indicó el Papa Francisco en la homilíacelebrada en el Parque Simón Bolívar el 7 de septiembre.

El Evangelista recuerda que el llamado de los primeros dis-cípulos fue a orillas del lago de Genesaret, allí donde la gentese aglutinaba para escuchar una voz capaz de orientarlos eiluminarlos; y también es el lugar donde los pescadores cie-rran sus fatigosas jornadas, en las que buscan el sustento parallevar una vida sin penurias, una vida digna y feliz. Es la úni-ca vez en todo el Evangelio de Lucas en la que Jesús predicajunto al llamado mar de Galilea. En el mar abierto se confun-den la esperada fecundidad del trabajo con la frustración porla inutilidad de los esfuerzos vanos. Y según una antigua lec-tura cristiana, el mar también representa la inmensidad dondeconviven todos los pueblos. Finalmente, por su agitación y os-curidad, evoca todo aquello que amenaza la existencia huma-na y que tiene el poder de destruirla.

Nosotros usamos expresiones similares para definir multitu-des: una marea humana, un mar de gente. Ese día, Jesús tiene

Nación también sabe de ello, cuando por un período de 6años, allá al comienzo, tuvo 16 presidentes y pagó caro sus di-visiones («la patria boba»); también la Iglesia de Colombiasabe de trabajos pastorales vanos e infructuosos, pero comoPedro, también somos capaces de confiar en el Maestro, cuyapalabra suscita fecundidad incluso allí donde la inhospitalidadde las tinieblas humanas hace infructuosos tantos esfuerzos yfatigas. Pedro es el hombre que acoge decidido la invitaciónde Jesús, que lo deja todo y lo sigue, para transformarse ennuevo pescador, cuya misión consiste en llevar a sus hermanosal Reino de Dios, donde la vida se hace plena y feliz.

Pero el mandato de echar las redes no está dirigido sólo aSimón Pedro; a él le ha tocado navegar mar adentro, comoaquellos en vuestra patria que han visto primero lo que másurge, aquellos que han tomado iniciativas de paz, de vida.Echar las redes entraña responsabilidad. En Bogotá y en Co-lombia peregrina una inmensa comunidad, que está llamada aconvertirse en una red vigorosa que congregue a todos en launidad, trabajando en la defensa y en el cuidado de la vidahumana, particularmente cuando es más frágil y vulnerable:en el seno materno, en la infancia, en la vejez, en las condicio-

detrás de sí, el mar y frente a Él, una multitud que lo ha se-guido porque sabe de su conmoción ante el dolor humano... yde sus palabras justas, profundas, certeras. Todos ellos vienena escucharlo, la Palabra de Jesús tiene algo especial que nodeja indiferente a nadie; su Palabra tiene poder para convertircorazones, cambiar planes y proyectos. Es una Palabra proba-da en la acción, no es una conclusión de escritorio, de acuer-dos fríos y alejados del dolor de la gente, por eso es una Pala-bra que sirve tanto para la seguridad de la orilla como para lafragilidad del mar.

Esta querida ciudad, Bogotá, y este hermoso País, Colom-bia, tienen mucho de estos escenarios humanos presentadospor el Evangelio. Aquí se encuentran multitudes anhelantesde una palabra de vida, que ilumine con su luz todos los es-fuerzos y muestre el sentido y la belleza de la existencia hu-mana. Estas multitudes de hombres y mujeres, niños y ancia-nos habitan una tierra de inimaginable fecundidad, que po-dría dar frutos para todos. Pero también aquí, como en otraspartes, hay densas tinieblas que amenazan y destruyen la vida:las tinieblas de la injusticia y de la inequidad social; las tinie-blas corruptoras de los intereses personales o grupales, queconsumen de manera egoísta y desaforada lo que está destina-do para el bienestar de todos; las tinieblas del irrespeto por lavida humana que siega a diario la existencia de tantos inocen-tes, cuya sangre clama al cielo; las tinieblas de la sed de ven-ganza y del odio que mancha con sangre humana las manosde quienes se toman la justicia por su cuenta; las tinieblas dequienes se vuelven insensibles ante el dolor de tantas víctimas.A todas esas tinieblas Jesús las disipa y destruye con su man-dato en la barca de Pedro: «Navega mar adentro» (Lc 5, 4).

Nosotros podemos enredarnos en discusiones interminables,sumar intentos fallidos y hacer un elenco de esfuerzos quehan terminado en nada; pero igual que Pedro, sabemos quésignifica la experiencia de trabajar sin ningún resultado. Esta

nes de discapacidad y en las situaciones de marginación so-cial. También multitudes que viven en Bogotá y en Colombiapueden llegar a ser verdaderas comunidades vivas, justas y fra-ternas si escuchan y acogen la Palabra de Dios. En estas mul-titudes evangelizadas surgirán muchos hombres y mujeresconvertidos en discípulos que, con un corazón verdaderamen-te libre, sigan a Jesús; hombres y mujeres capaces de amar lavida en todas sus etapas, de respetarla, de promoverla.

Y como los Apóstoles, hace falta llamarnos unos a los otros,hacernos señas, como los pescadores, volver a considerarnoshermanos, compañeros de camino, socios de esta empresa co-mún que es la patria. Bogotá y Colombia son, al mismo tiem-po, orilla, lago, mar abierto, ciudad por donde Jesús ha tran-sitado y transita, para ofrecer su presencia y su palabra fecun-da, para sacar de las tinieblas y llevarnos a la luz y a la vida.Llamar a otros, a todos, para que nadie quede al arbitrio delas tempestades; subir a la barca a todas las familias, ellas sonsantuarios de vida; hacer lugar al bien común por encima delos intereses mezquinos o particulares, cargar a los más frági-les promoviendo sus derechos.

Pedro experimenta su pequeñez, experimenta lo inmenso dela Palabra y el accionar de Jesús; Pedro sabe de sus fragilida-des, de sus idas y venidas, como también lo sabemos nosotros,como lo sabe la historia de violencia y división de vuestropueblo que no siempre nos ha encontrado compartiendo labarca, tempestad, infortunios. Pero al igual que a Simón, Je-sús nos invita a ir mar adentro, nos impulsa al riesgo compar-tido, no tengan miedo de arriergar juntos, nos invita a dejarnuestros egoísmos y a seguirlo. A perder miedos que no vie-nen de Dios, que nos inmovilizan y retardan la urgencia deser constructores de la paz, promotores de la vida. Navegamar adentro, dice Jesús. Y los discípulos se hicieron señas pa-ra juntarse todos en la barca. Que así sea para este pueblo.

página 12 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 8 de septiembre de 2017, número 36

Mensaje a la Expo 2017 de Astaná

Por una energía solidaria y sostenible

puedo no pensar en la costumbre de diálogo y concertación entre religiones quese va afirmando en este país tan rico étnica, cultural y espiritualmente. Es mi vivodeseo que las religiones participen en este diálogo y en tal sentido quisiera recor-dar lo que afirmaba en la encíclica Laudato si’: «Los textos religiosos clásicos pue-den ofrecer un significado para todas las épocas, tienen una fuerza motivadoraque abre siempre nuevos horizontes […]. Los principios éticos que la razón es ca-paz de percibir pueden reaparecer siempre bajo distintos ropajes y expresados conlenguajes diversos, incluso religiosos» (n. 199). Por eso es importante que cadauno descubra en la propia fe las motivaciones y los principios que hacen posibleo, de todos modos, favorecen el empeño, el coraje de mejorar y preservar, el vivirjuntos y la fraternidad. El modo en el que usamos los recursos energéticos es unindicador de cómo estamos desarrollando el deber que —según muchas tradicionesre l i g i o s a s — nos ha sido confiado por Dios de cuidar del planeta en el que vivimosy de nuestros hermanos en humanidad, cercanos o lejanos en el espacio y en eltiempo. Si usamos la energía de modo solidario y sostenible, entonces estamos de-sarrollando bien tal deber. De otro modo, no. Está en juego nuestra propia digni-dad; están en juego la justicia y la paz. Es esta conciencia lo que la Santa Sede haquerido poner en evidencia con su propio pabellón en la Expo de Astaná titulado«Energía para el bien común: cuidar nuestra casa común». Que el omnipotenteDios Creador nos ayude a extraer de la Expo 2017 enseñanzas e inspiraciones queduren durante mucho tiempo y bendiga nuestro empeño común para realizarlas.

Pabellón de la Santa Sedeen la Expo 2017

en Astaná

Los recursos energéticos deben ser utilizados de «modo solidario y sostenible» y «nodeben quedar en manos de la especulación ni convertirse en fuente de conflictos». Loescribió el Papa Francisco en el mensaje enviado el día 2 de septiembre, con ocasión del«National Day» de la Santa Sede en el Expo 2017 en Astaná.

Señor cardenal, queridos hermanos obispos, estimadas autoridades, hermanos yhermanas:

Dirijo un caluroso saludo a los que participan en el National Day (Día Nacio-nal) de la Santa Sede en la Expo 2017 de Astaná, extendiéndolo a todos aquellosque, en modos diversos, han contribuido en la preparación y en el desarrollo detal evento, así como a los numerosos visitantes. Me complace que Kazajistán acojala Exposición Internacional dedicada al tema «Energía Futura». Es muy impor-tante reflexionar con seriedad y responsabilidad sobre cómo, en los próximosaños, la humanidad utilizará, también mediante nuevas e innovadoras tecnologías,los recursos energéticos que ha recibido como regalo, como herencia común. To -dos somos conscientes: de tales usos depende tanto la salud del planeta, como elbienestar de nuestras sociedades; un bienestar que hay que entender de modo in-tegral, no solamente como prosperidad económica o capacidad de consumo. De-bemos sobre todo actuar de modo que la energía se ponga al servicio de lo quenos hace mejores, de lo que hace florecer y fructificar nuestra humanidad, que pornaturaleza, va hacia la relación, hacia los otros, hacia la solidaridad, hacia ela m o r.

Los recursos energéticos, por lo tanto, no deben quedar en manos de la especu-lación ni convertirse en fuente de conflictos. Con tal objetivo, es necesario un am-plio y sincero diálogo, a todos los niveles, entre los diversos sectores de nuestrasociedad. «Energía Futura» no es solo una tarea para los investigadores, tecnólo-gos o inversores: también el mundo de la cultura, de la política, de la educación yel religioso son interpelados. Dirigiéndome a vosotros que estáis en Kazajistán, no

número 36, viernes 8 de septiembre de 2017 L’OSSERVATORE ROMANO página 13

El Papa pide a los líderes religiosos coreanos dar voz a los que se oponen a la guerra

Contra la retórica del odio

«Abrir, favorecer y acompañar procesos de bien y de re-conciliación para todos»: es esta la tarea que el Pontíficeha indicado a los líderes religiosos coreanos, que fueronrecibidos en audiencia en la mañana del sábado, 2 des e p t i e m b re .

Queridos amigos del Korean Council of Religious Lea-d e rs , os doy la bienvenida, estoy feliz de encontraros.Habéis hecho mucho camino para llegar a Roma yrealizar vuestra peregrinación interreligiosa. Os doylas gracias por haber venido y agradezco a monseñorKim Hee-jong por haber pensando en este momentoy por sus corteses palabras. Como tuve ocasión dedecir en Seúl: «La vida es un camino, un camino lar-go pero un camino que no se puede caminar solo. Setiene que caminar con los hermanos y en la presenciade Dios» (Encuentro con los líderes religiosos, 18 deagosto de 2014). ¡Y es así que hoy aquí se está reali-zando otra parte de camino juntos!

Como sabéis, sobre todo desde el Concilio Vatica-no II en adelante, la Iglesia católica no se cansa deencaminarse sobre senderos, a veces no fáciles, dediálogo y de promover en particular el diálogo conlos seguidores de otras religiones. También hoy laIglesia «exhorta a sus hijos a que, con prudencia ycaridad […] reconozcan, guarden y promuevan aque-llos bienes espirituales y morales, así como los valoressocio-culturales que en ellos existen» (Nostra aetate,2). El diálogo interreligioso, hecho de contactos, en-

mentales, como la de conciencia, de religión, de pen-samiento y de expresión, que se ponen las bases paraconstruir la paz, por la cual cada uno de nosotros esllamado a rezar y actuar.

El mundo nos mira a nosotros, nos exhorta a cola-borar entre nosotros y con todos los hombres y lasmujeres de buena voluntad. Nos pide respuestas ycompromisos compartidos sobre varios temas: la sa-grada dignidad de la persona, el hambre y la pobrezaque todavía afligen a demasiadas poblaciones, el re-

Audiencia del Papa Franciscocon Miembros del «Korean

Council of Religious Leaders»(02-09-2017)

la Iglesia católica no se cansa de encaminarsesobre senderos, a veces no fáciles, de diálogo yde promover en particular el diálogo con losseguidores de otras religiones

cuentros y colaboraciones, es así una tarea preciosa yagradable a Dios, un desafío al bien común y a lapaz.

El diálogo que necesitamos debe ser abierto y res-petuoso al mismo tiempo; solo así será fructífero.Abierto, es decir cordial y sincero, llevado adelantepor personas que aceptan caminar juntas con estimay franqueza. Respetuoso, porque el respeto recíprocoes la condición y al mismo tiempo, el fin del diálogointerreligioso: de hecho es respetando el derecho a lavida, a la integridad física y a las libertades funda-

chazo de la violencia, en particular la cometida profa-nando el nombre de Dios y la religiosidad humana, lacorrupción que alimenta injusticias, el degrado moral,la crisis de la familia, de la economía, de la ecologíay, no menos importante, de la esperanza.

Tenemos delante un camino muy largo, para reali-zar juntos con humildad y constancia, sin alzar la vozpero remangándonos, para sembrar la esperanza deun futuro en el que ayudar al hombre a ser más hu-mano, un futuro en el que se escuche el grito de mu-chos que repudian la guerra e imploran mayor armo-nía entre las personas y las comunidades, entre lospueblos y los Estados. En este sentido a los Líderesreligiosos se les pide abrir, favorecer y acompañarprocesos de bien y de reconciliación para todos: so-mos llamados a ser guardianes de paz, anunciando yencarnando un estilo no violento, uno estilo de paz,con palabras que se diferencian de la narrativa delmiedo y con gestos que se oponen a la retórica delo dio.

Queridos amigos, este encuentro nuestro nos con-firma en el camino. Veros aquí como peregrinos meha hecho recordar mi peregrinación en la bella tierrade Corea, de la que estoy todavía muy agradecido aDios y al amado pueblo coreano, por el cual no cesode pedir a Dios el don de la paz y de la fraterna re-conciliación. El recuerdo de la amistad y del bien re-cibido los unos de los otros nos dé la fuerza paraproseguir juntos, con la ayuda de Dios. Gracias.

Somos llamados a ser guardianes de paz,anunciando y encarnando un estilono violento, un estilo de paz, con palabrasque se diferencian de la narrativa del miedo

página 14 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 8 de septiembre de 2017, número 36

Entrevista al secretario ejecutivo de la R E PA M

Amazonizarel mundo

RO CÍO LANCHO GARCÍA

La Red Eclesial Panamazónica (R E PA M ) nacióen 2014 en Brasilia, con ocasión de un encuen-tro entre obispos, sacerdotes, misioneros y mi-sioneras de congregaciones de representantesde algunas Cáritas nacionales y laicos de diver-sas estructuras de la Iglesia, que trabajan en lazona. Además trabaja en sintonía con la SantaSede. En los nueve países latinoamericanos queincluye el territorio amazónico, la Red quiereunir los esfuerzos de la Iglesia para favorecerla custodia responsable y sostenible de toda laregión. Mauricio Lopez, secretario ejecutivo dela Red Eclesial Panamazónica R E PA M y presi-dente mundial de la comunidad, respondió enesta entrevista con L’Osservatore Romano a losdesafíos que afrontan y hace una valoración deestos primeros años de andadura. Asimismo,asegura que emerge una nueva perspectiva deIglesia que respeta, abraza y acoge lo mejor denuestra tradición pero que impulsa y lanza ha-cia una nueva manera de responder a los ur-gentes signos de los tiempos en el marco delpontificado de Francisco. Pero, lamenta, «si loscristianos de a pie no nos apropiamos estastransformaciones esto quedará en un hermosorecuerdo, en un anhelo no satisfecho y en unaverdadera situación de pecado de omisión».

¿Qué valoración hacen de estos primeros años detrabajo de la R E PA M ?

La R E PA M representa una respuesta creativapastoralmente y también una vocación en laIglesia para articular el trabajo en una territo-rialidad que representa un desafío especialmen-te urgente como es la Panamazonia. Ante estarealidad no se podía ya responder de maneradesarticulada o fragmentada por la multiplici-dad de desafíos y situaciones graves y de vul-nerabilidad en el territorio. También es muyimportante decir que la R E PA M , aunque fuefundada hace cerca de tres años, responde y esel resultado de un largo recorrido de la Iglesiay los actores concretos que han trabajado y ca-minado en medio de la vida de las comunida-des durante décadas e incluso siglos. Podemosdecir con certeza que la también bebe de lasintuiciones más profundas del Concilio Vatica-no II hace 50 años y de la reflexión de la Igle-sia en América Latina, de su magisterio en es-tos también casi 50 años desde el CELAM deMedellín. Las grandes categorías a las cualesresponde la R E PA M provienen de ese camino re-corrido por la Iglesia, de testimonios profun-dos de vidas entregadas al servicio de los pue-blos y las comunidades y de una vocación poresa presencia eclesial inculturada.

Por tanto la valoración de la R E PA M es muypositiva aunque ha tenido que afrontar múlti-ples dificultades y desafíos porque es una reali-dad nueva. Eso también forma parte de la va-loración que hacemos: rompe con todas las es-tructuras tradicionales existentes que suponíanuna respuesta muy significativa y valiente peroeran insuficientes y fomentaban un cierto gra-do de fragmentación. Es decir, había divisiónen cuanto a los carismas particulares de lascongregaciones trabajando en el territorio, ha-bía división respecto a las demarcaciones, ha-bía división entre Conferencias episcopales.Asimismo había una mirada lejana de las capi-tales de los países amazónicos para compren-der la realidad y por otro lado había miradasinstitucionalizadas regionales de la Iglesia queestaban también fragmentadas.

Cuando hacemos una valoración de estosprimeros años, vemos que la R E PA M ha conse-

munidades indígenas distintas: se habla de cer-ca de 400 pueblos y nacionalidades indígenasdiversos en la Amazonía que hablan cerca de200 lenguas distintas.

¿Cómo es el método de trabajo de la R E PA M ?

La R E PA M ha logrado acortar distancias,crear una nueva categoría de respuesta pastoralque se articula con los procesos previos de laIglesia que permite reconocer nuestras grandesfragilidades y sumar esfuerzos. Esto es funda-mental, la R E PA M es una suma de fragilidadespara poder responder a los grandes desafíos dela realidad ante los cuales nos sentimos mini-mizados. También ha permitido una respuestaefectiva en temáticas particulares que acercanalgunos servicios de acompañamiento específi-co a los sitios más alejados de la realidad.

Por otro lado se ha generado un cambio deestructuras dentro de muchas de las Iglesias alestar reestructurándose R E PA M a nivel nacional.Eso implica una obligada articulación entre lascongregaciones religiosas y misioneras en el te-rritorio, las instituciones especializadas, estruc-turas episcopales y las Cáritas nacionales quese encuentran para poder analizar la realidadjuntos y responder juntos. Por ejemplo, en ma-teria de derechos humanos se ha estructuradouna escuela bastante exitosa para poder darherramientas concretas a quienes actúan en elterritorio, —líderes indígenas y agentes de pas-toral— para que acompañen la realidad concre-ta a largo plazo con un acompañamiento y va-lidación incluso institucional y estructural de laR E PA M . Además se han acortado las distanciaspara poder tener un alcance genuino en el másalto nivel, en el ámbito de la incidencia inter-nacional, en los espacios específicos de Nacio-nes Unidas, de la Organización de los EstadosAmericanos, como ya ha acontecido.

Quienes han participado en estos espaciosvaloran profundamente a la R E PA M porque leshace sentir una presencia cercana, valiente, ge-nuina, también de esta Iglesia al estilo del Pa-pa Francisco.

El cardenal Hummes ha dicho que la Iglesiahabrá fracasado o no habrá cumplido su mi-sión en la Panamazonía hasta el día que acom-pañe y ayude a que los sujetos que viven allásean sujetos de su propia historia: política, cul-tural, económica, social e incluso religiosa.

El CELAM de Aparecida ya establecía la res-puesta de la R E PA M , la necesidad de crear con-

ciencia en toda la región sobre la importanciade la Amazonía y la necesidad de crear unapastoral de conjunto de todas las Iglesias loca-les en la cuenca del Amazonas para respondera la diversa realidad. La R E PA M es una buenanoticia, un signo profético, el resultado de uncamino de k a i ró s , del tiempo de Dios. Perotambién respuesta urgente a los tremendos sig-nos de muerte, destrucción, expansión de lafrontera agrícola, ganadera, minera, extractivis-ta que están afectando a los más vulnerables ydonde la Iglesia todos los días se juega la vi-da.

¿De qué forma la encíclica Laudato si’ ha sido unimpulso para su misión?

Aunque la R E PA M había sido configurada an-tes de la llegada de la encíclica Laudato si', loque hace la encíclica es recoger una diversidadde expresiones. Por un lado eclesiales, para re-conocer los signos profundos del misterio deDios en el cuidado de la creación pero tambiénel llamado concreto de nuestra tradición cre-yente. Es una encíclica que nos empuja a teneruna vocación pastoral profunda. Y por otro la-do la R E PA M se siente también identificada conlos llamados socio-políticos y socio-ambientalesque hace la encíclica. Un llamado universal atodo el planeta como una responsabilidad glo-bal ante la cual todos nos sentimos interpela-dos. Por lo tanto hemos asumido formal y cla-ramente la encíclica Laudato si’ como la visiónúnica y central. Todo lo que la R E PA M haga apartir de ahora es en función de contribuir a laimplementación, profundización y proyección afuturo de lo que la encíclica está planteando.

Todo ello en la perspectiva de una ecologíaintegral, la gran categoría que nos regala el Pa-pa Francisco. Comprensión, ya no fragmenta-da, de todas estas dimensiones para podercrear un futuro posible. La ecología de la vidacotidiana, la ecología humana, social, ambien-tal pero en la perspectiva de justicia para laspróximas generaciones. Y también una ecolo-gía cultural, al cuidado prioritario de los pue-blos que viven en estos territorios que nos en-señan la relación armónica con la casa común.

La encíclica en los últimos capítulos nosorienta e ilumina para acciones de incidencia.Así, hemos producido múltiples materiales co-mo la serie radial Laudato si' con perfil popu-lar para que la encíclica llegue al corazón de lagente en el día a día.

guido superar las diferen-cias y las divisiones y seha enfocado en lo impor-tante. Una verdadera teo-logía de la creación, unaverdadera teología de laencarnación, es decir re-conocer la presencia vivadel Cristo encarnado, delproyecto que acontece díaa día en medio de las rea-lidades más vulnerablesde los pueblos y comuni-dades de la Amazonía yque nos urge para enten-der también nuestra voca-ción pastoral desde laperspectiva territorial.Hablamos de una situa-ción compleja, un territo-rio inmenso de más desiete millones de kilóme-tros cuadrados, con nuevepaíses implicados. Sonmúltiples pueblos y co-

número 36, viernes 8 de septiembre de 2017 L’OSSERVATORE ROMANO página 15

El cardenal Hummes, presidente de la Red Ecle-sial Panamazónica (R E PA M ), participó en la108ª Asamblea de los obispos venezolanos, comoparte de las actividades de fortalecimiento de estaRed en Venezuela. ¿Qué valoración puede hacerdel encuentro?

Muchos se preguntaron cómo era posibleque la R E PA M hiciera una visita en tiempos tancomplejos para Venezuela, cuál era el sentidoteniendo en cuenta el riesgo que conllevaba.Por eso precisamente se hizo. En este contex-to es más que nunca urgente y necesario po-der hacer una presencia genuina y fraterna deuna R E PA M que se va tejiendo y constituyendoa partir de las realidades diversas y una R E PA Mque nace y existe para responder a las particu-laridades y gritos más urgentes de la realidad.Con mayor razón había necesidad de estarpresente tanto el cardenal Hummes como pre-sidente, y yo como secretario ejecutivo, perosobre todo con la presencia profética y valien-te de la Iglesia de Venezuela y de la Amazo-nía venezolana y otras instituciones que traba-jan ahí todos los días. Tuvimos espacios dereunión con los vicariatos, organizaciones mi-sioneras, congregaciones, estructura de Cáritasque trabaja valientemente en ese sentido. Ypudimos dialogar sobre las posibilidades deconstruir y tejer una red de defensa de laAmazonía venezolana que está pasado gravessituaciones en estos momentos. Todo el pro-yecto del arco minero que es una concesiónde gran escala que pone en riesgo una de laszonas más biodiversas del planeta y del paísde Venezuela. Y también, por otro lado, unade las zonas donde habitan y han habitadotradicionalmente los pueblos indígenas. Estogenera gran preocupación. Son minerales querequieren de procesos extractivos de alto im-pacto y donde hoy hay una presencia enormede minería ilegal con uso de metales pesadosque sin duda están afectando la salud de lospobladores. Asimismo hay poblaciones indíge-nas que se sienten tremendamente vulneradasy que han tenido que salir y huir de sus terri-torios para ir hacia Brasil donde hay asenta-mientos muy grandes de estos pueblos. ComoR E PA M pudimos constatar la situación tan ur-gente de esta realidad, la preocupación por laviolación sistemática de derechos humanos.Pero también afirmar la necesidad de trabajarconjuntamente con congregaciones religiosas,conferencia episcopal, conferencia de religio-sos, Cáritas, instituciones de laicos, etc., pararesponder juntos a este desafío. Fue un mo-mento muy luminoso en medio de la situaciónde incertidumbre. El pueblo venezolano es unpueblo esperanzado, que lucha y quieren pro-yectarse a largo plazo, defendiendo su territo-rio, el futuro de la Amazonía y la identidadcultural de los pueblos indígenas.

El diálogo con los obispos fue muy ilumi-nador porque por un lado sentimos que sepuso en el corazón de la reflexión de la reali-dad una Amazonía a la que tradicionalmentese le ha dado la espalda. Hay una fuerte in-comprensión en general de las sociedades denuestros países amazónicos. Creo que la pre-sencia del cardenal y de la R E PA M puso en elcorazón de las urgencias de la Iglesia el lla-mado a cuidar la casa común. Hemos salidoreforzados en la idea de apostar por un acom-pañamiento más cercano.

En el mes de junio se celebró el III encuentro RE-PA M Colombia. ¿Cuáles fueron los puntos másimportantes abordados durante el congreso?

El proceso de la R E PA M Colombia, como lasotras R E PA M nacionales, responde a su propiaidentidad y realidad. Una sociedad claramen-te tocada e impactada por las situaciones delconflicto, de toda la situación de violencia yen esta última etapa la perspectiva del postconflicto. El tejido de la R E PA M Colombia haestado marcado por su propio contexto. LaR E PA M no es una franquicia que impone es-tructuras, sino que es una plataforma que arti-cula y permite trabajar juntos frente a realida-des particulares. Este tercer encuentro finaldio paso formalmente al nacimiento de la RE-PA M en Colombia, tejiendo una red que inte-gra a los actores en el territorio.

Podemos decir que ha sido un encuentrosumamente exitoso.

Y en Alemania el obispo peruano Pedro Barretodenunció que la vida de los pueblos indígenas enla Amazonía está en peligro. ¿Cómo se puede re-mediar este drama que viven los pueblos indíge-nas?

En primer lugar quiero agradecer a todo elequipo de Ad v e n i a t y de M i s e re o r. La R E PA M seconstituye de instancias regionales pero tam-bién de instancias internacionales que no sonfinanciadoras de la R E PA M o estructuras que aveces nos ayudan. Son propiamente parte dela red.

Hace unos seis meses se tuvo una grancampaña en Alemania sobre la Amazonía. Semantuvieron diálogos con instancias guberna-mentales de derechos humanos, de organiza-ciones de base y con parlamentarios de Ale-mania. Es muy importante llevar la voz de laAmazonía a otros pueblos y otros territorios,«amazonizar el mundo» porque solo así pue-de haber una conciencia y pasar de la identi-dad exótica o folcrórica de los pueblos indíge-nas, a concebirlos como los verdaderos protec-

Un posible Sínodo de la Iglesia en la Pana-mazonía sería el verdadero signo de nuestrostiempos para entender el acontecimiento deestas dos conversiones, pastoral y ecológica.La gran novedad de este Sínodo estaría enque territorializa a partir de un bioma y quenos llama a salir de nosotros mismos para res-ponder a una urgencia tremenda, porque estoya no aguanta más. Como signo abre paso ala posibilidad de esta reforma serena de laIglesia sin romper ni cambiar las estructurasexistentes, sino invitar a renovarse a partir delas urgencias y los gritos de la realidad. UnaIglesia, como dice el cardenal Hummes, conrostro amazónico, con rostro propio, pero quees un proceso progresivo y paulatino. El gransigno de este Sínodo sería que otros territoriostambién ya están pensándose a partir de estaidentidad como biomas, como sistemas vivos.Sería el ejemplo de la Cuenca del Congo, a laque hemos acompañado también en su proce-so de constituir la gran Red Eclesial de laCuenca del Congo, REBAC. Lo mismo en laregión de Asia Pacífico y los bosques de Indo-nesia y Filipinas.

tores del futuro de la humanidad. Todas lasacciones que hacemos a nivel global tienen unimpacto en la vida de estos pueblos indígenas.Estamos profundamente interconectados. El20% del agua potable no congelada que esapta para el consumo humano se produce enesta frágil zona, y el 20% del oxígeno de todoel planeta se produce ahí. Mitigar el dramaque viven los pueblos indígenas empieza porcambiar los hábitos de consumo de las socie-dades más occidentalizadas e incluso otrasque están asumiendo este modelo de consumode masa.

Es necesario encontrar un sano equilibrio.La única manera de remediar esta situación esatajando y respondiendo a la profunda ine-quidad planetaria del día de hoy. Cuando el1% de la población planetaria concentra el99% de la riqueza existente, ahí nos damoscuenta del verdadero problema. El problemaes un tema de distribución y la sobre explota-ción, no de falta de recursos.

El Papa Francisco manifestó a los obispos de Pe-rú en visita ad limina su deseo de realizar unSínodo sobre los pueblos de la Amazonía. ¿Quécree que podría suponer un evento de tal enverga-dura en la Iglesia católica?

La R E PA M ha trabajado desde el inicio parapoder fomentar una articulación de todas laspresencias de la Iglesia en la región panama-zónica y de una verdadera toma de concienciade toda la Iglesia universal sobre la importan-cia de este bioma para el futuro del planeta.La R E PA M ha venido planteando esa necesidadde un gran encuentro para poder repensar,para hacer un verdadero cambio estructural,lo que el Papa Francisco ha llamado en laEvangelii Gaudium una verdadera conversiónpastoral, una Iglesia en salida, y conversiónsocioambiental o ecológica como dice Laudatosi’.

Emerge una nueva perspectiva de Iglesiaque respeta, abraza y acoge lo mejor de nues-tra tradición pero que impulsa y lanza haciauna nueva manera de responder a los urgentessignos de los tiempos en el marco del pontifi-cado de Francisco. Pero si los cristianos de apie no nos apropiamos estas transformacionesesto quedará en un hermoso recuerdo, en unanhelo no satisfecho y en una verdadera situa-ción de pecado de omisión.

Además, el Papa Francisco visitará Perú en enerode 2018, incluyendo la región amazónica de Ma-dre de Dios. ¿Cómo piensa que ayudará a estapoblación el encuentro con el Pontífice?

El Papa Francisco es puente, el Pontífice, ycada una de sus acciones simbólicas y concre-tas determina una orientación pastoral, teoló-gica, incluso de dimensión social. El que pisela Amazonía por primera vez formalmente esun signo a favor de toda la Iglesia encarnadaen la Panamazonía. La presencia es un signopara toda la Amazonía, es un signo para pen-sar en la urgencia. Pero también es una pre-sencia de denuncia de toda esta situación deun modelo capitalista centrado en sí mismo,de una cultura del descarte. Ahí se dan signosprofundos terroríficos de minería ilegal a granescala, de invasión de territorios tradicionalesde población indígena, de contaminación delas aguas, devastación del medio ambiente,etc.

Una doble presencia, de denuncia y deanuncio de la esperanza de la Iglesia en laAmazonía. Para la R E PA M va a ser un impera-tivo ético para seguir afrontado esta necesidadde articular las fuerzas diversas y las fragilida-des de la Iglesia para potenciarlas.

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Las credencialesdel embajador de México

En la mañana del viernes, 1 de septiembre, el Papa recibió al señor JaimeManuel del Arenal Fenochio, embajador de México, para la presentación de las cartas

credenciales con las cuales está acreditado ante la Santa Sede

En el aula Pablo VI la audiencia a la comunidad Shalom

El regalo más grande

Cómo llevar la misericor-dia a un mundo indife-rente, el rol de los jóve-nes en la Iglesia, cómoser realmente misionero

ofreciéndose por completo a losotros: estas son las preguntas dirigi-das al Papa Francisco por Juan José,joven chileno de veintiséis años con-vertido después de una adolescenciadesesperada; por Justine Lafferrière,joven francesa de veinticinco apenasbautizada; y por Matteus Patricio,joven de veintidós brasileño que casimurió por sobredosis. Los tres jóve-nes, junto a cuatro mil representan-tes de la comunidad católica Sha-lom, llevaron al Pontífice —que lamañana del 4 de septiembre les aco-gió en el Aula Pablo VI — «el donmás grade, el tesoro más precioso:uno mismo». Se trata, como explicóal Papa el fundador y la cofundado-ra de la comunidad, «de la ofrendade la propia vida y de la propia ju-ventud, anagráfica y espiritual, paraevangelizar a las mujeres y los hom-bres de nuestro tiempo que vivenalejados de Cristo y de la Iglesia».

Los jóvenes de Shalom, incluidoslos de la primera hora que pregunta-ron al Papa «cómo proseguir su mi-sión hoy», propusieron a Franciscolas cuestiones fundamentales surgi-das de la experiencia en el campomadurada por la comunidad en es-tos años e introducida por los testi-monios centrados en «contempla-ción, unidad y evangelización». YJuan, Justin y Matteus tambiéncompartieron su testimonio personalantes de la llegada de Francisco alAula, entre los cantos y las oracionesque marcan el carisma de la comuni-

dad. Testimonios fuertes, de fronte-ra, que sacuden y cuentan unaofrenda total de sí mismos en la mi-sión, sin descuentos, adaptaciones oatajos cómodos.

Por otro lado, esta intuición—confiaron a Francisco el fundador

Moysés Louro de Azevedo Filho yla cofundadora Maria EmmirOquendo Nogueira, ambos brasile-ños— nació en julio en 1980, cuandohicieron esta ofrenda de sí mismos«por primera vez en las manos de

«tocados por la gracia de Dios, de-seaban ofrecer su vida a Cristo, a fa-vor de muchos que sufren porque noconocen su amor». Y así, hizo pre-sente la cofundadora, «han surgidovocaciones para el celibato para elreino de los cielos, para el sacerdo-cio, para las familias misioneras y losobispos nos han pedido compartiresta experiencia misionera en otrasdiócesis y hoy estamos presentes envarios países».

«Para volver a los orígenes denuestro carisma —afirmó el funda-dor— hemos venido a Roma para en-contrar al sucesor de Pedro para re-novar, a sus pies, nuestra ofrenda ypedir su bendición para un nuevoenvío misionero. Alcanzados por lamisericordia, queremos consolar a lahumanidad que sufre y, como Iglesia“en salida”, ir al encuentro de los jó-venes y, junto a ellos, a toda la hu-manidad, revelando el rostro miseri-cordioso de Cristo, especialmente a

Juan Pablo II en For-taleza, solicitados porel cardenal AloísioLorscheider, en el mo-mento del ofertorio dela misa».

«De joven —confióa Francisco el funda-dor— fui alcanzadopor el amor del Señorque cambió mi vida.De esa experiencia de-cisiva, la ofrenda de lavida a los pies de Pe-dro, nació una “pizze-ría para evangelizar”aunque no tenía ideade dónde Dios nos es-taba llevando: hemossido envueltos poruna gracia mucho másgrande que nosotrosmismos».

«Los jóvenes llega-ron —dijo al Papa— y, junto a ellos,todo un pueblo al que, con senci-llez, testimoniabamos nuestra expe-riencia con la persona viva de Jesús,nuestra paz, como parte de la fami-lia de sus discípulos, la Iglesia». Lacomunidad nació para responder lapetición de muchos jóvenes que,

los más pobres en el plano espiri-tual, moral o material». Y en laperspectiva de este compromiso, re-lanzada delante del Papa Francisco,toda la familia de Shalom recitó laoración de la renovación de la ofren-da de la propia vida. Y la bendicióndel Pontífice fue el sello.


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