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8/16/2019 +Parfeniuk, A. - Bicentenario, Cultura popular y...
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“Bicentenario: Cultura popular y Nación”
Aldo Parfeniuk
2010
ISBN: 978 -987- 05- 9623- 3
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Indice
I La disputa por las definiciones / 3
II El rescate de pueblos y culturas originarias / 10
III Los recopiladores / 14
IV Otras imágenes del Centenario / 22
V Regreso desde el olvido ( o dónde buscar lo indígena ) / 26
VI Nuestra historia en los cuerpos- La voz / 34
VII Poemas que “cantan” / 41
Bibliografía / 46
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“Si se me concediera escribir las canciones de una nación
no me importaría quien escribiera sus leyes”
I
La disputa por las definiciones
Cabe preguntarse: ¿quien decide y establece cuales son los criterios que determinan
una apropiada evaluación y jerarquización de los bienes y valores; y hasta de la agenda
cultural de una nación? ¿Qué voces sí y qué voces no, pueden sonar y ser difundidas
dentro del gran espacio uno y múltiple que nos contiene a todos?
Se trata de preguntas imprescindibles para comenzar a reflexionar, desde la perspectiva
aquí propuesta y en estos nuevos días bicentenarios -tanto de nuestro país como devarios de los países hermanos de Latinoamérica- desde cuándo y hasta dónde nuestras
independencias históricas son, hoy, logros concretos, proyectos logrados a medias o un
simple cambio de formas del poder de fuerzas de dominación que, con otras
modalidades y desde otros lugares de un espacio histórico, ya no solamente físico -sino
también virtual- continúan imponiendo sus designios.
Una manera de que a pesar de la obligatoria simplificación ( especialmente por
cuestiones de extensión ) la discusión no pierda rigor, es aceptar que, en buena medida,el debate puede ser planteado mediante la oposición de intereses (y de las respectivas
bibliotecas que los sustentan) universalistas y particularistas (o relativistas, si se
prefiere).
Subyace a dicho conflicto (en todos los órdenes, aunque aquí solamente lo
relacionaremos con lo cultural, y dentro de ello con variados aspectos de lo lingüístico-
literario) una disputa por las definiciones, de cuyo triunfo en la contienda saldrá quien
defina las características de los cánones, los criterios prevalecientes y los patrimonios
culturales representativos y legítimos de una nación: entendida la misma en el sentido
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de la estructura de unidad simbólica que, en el necesario programa de hegemonizar las
diferencias interiores que contiene cada Estado, no sacrifique la diversidad de intereses
de los distintos grupos que la hacen, que la constituyen a tal nación ( provincias,
regiones; pero también grupos diferenciados, etnias, familias, etcétera )
Un acto de reparación y justicia histórica digno del reciente Bicentenario (porque se
trata de una deuda desde largo pendiente) sería la instalación, en los primeros planos de
la agenda político-institucional del país y de su clase dirigente, de cuestiones tales
como: la necesidad de un nuevo manejo de los recursos naturales; una nueva
administración de los medios de difusión pública; el reconocimiento real de los pueblos
originarios, y el reconocimiento de los valores propios de las mayorías populares
(devenidas en “inmensas minorías” ) en términos de igualdad -o al menos de asimetrías
menores a las existentes- con relación a las élites dirigentes.
Lo enumerado es parte central de un conjunto de cuestiones que lenta pero
persistentemente ha venido insinuándose, al modo de una “estructura de sentir” -por
decirlo con Raymond Williams- como emergentes de época, no sólo en nuestro país
sino en varios de los restantes países “bicentenarios” del Continente. Anticipando tal
emergencia, y ya instalados en la superficie de una mayor visibilidad pública, estamos
viviendo intensamente cuestiones tales como la libertad de unión y el reconocimiento de
derechos igualitarios al del resto de la ciudadanía, a las parejas del mismo sexo o -lo que
también es ya prácticamente, lo mismo que lo anterior, una realidad cotidiana-, el
“nunca más” a los golpes de estado contra las democracias y la real puesta en práctica
de los Derechos Humanos por diferencias ideológicas, étnicas y de género . Pero lo que
también debiera ponerse en agenda, sobre todo por parte de nuestros intelectuales -y
entre ellos especialmente los sobreintelectualizados- es una profunda discusión no
solamente de los “temas”, sino sobre todo de las formas y de los medios. Me refiero a
formas tales como “poesía” y “cine”, pero también a la forma “escritura”, o a las mástecnologizadas formas de lo electrónico-digital mediante/con las cuales se articulan
contenidos, conformando una indisoluble misma cosa que desde hace tiempo ya no es
posible separar. Ignorar lo anterior significa, por ejemplo, no reconocer que la sola
imposición de códigos y medios (códigos como la misma escritura o medios como una
computadora) constituyen la más eficaz práctica y política de imposición de una cultura
hacia otra; al menos, hasta tanto la cultura dominada (la cultura que es dicha, que es
interpretada por la dominante) no logre una reapropiación que le permita liberarse yhacer las cosas según sus reales necesidades; algo que -si realmente se logra- suele
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suceder cuando la mayoría de las veces ya es demasiado tarde. Dicho lo anterior,
especialmente, si lo que se quiere es dar cuenta con veracidad de los mecanismos de
una dominación simbólica ( según es lo que prevalece en la nueva y perfeccionada
etapa político-cultural que estamos viviendo) de las fuerzas de dominación histórica de
un sistema-mundo ( por caracterizar con Immanuel Wallerstein la encarnación
actualizada de lo que hasta hace poco denominábamos Primer Mundo) sobre los
restantes.
En el actual contexto mundial de crecimiento, pródigo en lo que ya algunos
sociólogos ( Saskia Sassen por ejemplo) denominan “sobrantes humanos”, que
sobreviven como pueden, a distancia de opresores que es imposible ver o ubicar y que, a
partir de instrumentos y tecnologías cada vez más complejas, producen sin embargo
barbarizaciones y “barbaridades” elementales, las huellas conducen hacia apropiadores
hambreados no sólo de los bienes simbólicos, según ya se señaló, sino también de agua
y tierra fresca1. Indistintamente, puede tratarse de países poderosos o de impersonales
empresas, invisibilizadas en el sistema-mundo virtual imperante. Sobre el tema (que
mucho tiene que ver con el epígrafe que abre este ensayo, cuyo autor original hemos
olvidado, y que Jorge L. Borges gustaba citar cuando hablaba de estos asuntos), valdría
la pena recordar, aunque sea brevemente y de la mano de Bertolt Brecht, antiguos
reclamos por el merecido lugar que la historia (universal) le ha sustraído, desde siempre,
a las mayorías humanas, dentro de las cuales sobrevive -más allá de nuevas versiones,
nominaciones y adaptaciones históricas- lo que es motivo principal de este ensayo: el
lugar del pueblo y de lo popular, considerado aquí a partir de muestras representativas
de su cancionero, su poesía y comentarios sobre algunas películas significativas, lo
mismo que otros patrimonios culturales.
A propósito de la poesía, en uno de sus textos dice Brecht:
1 Son los mismos que, por ejemplo, denuncia con relación a la apropiación monopólica del conocimientocientífico el Premio Nóbel de física Robert Laughlin en su libro reciente, Crímenes de la razón (Katz, Bs.As., 2010) Allí, entre otras cosas, Laughlin dice que, debido a que el acceso universal al conocimiento esincompatible con el mercado, la tecnología se usa para ocultarlo, especialmente mediante sofismas que,mientras aseguran que Internet es para todos, en realidad, ocultan que la red les brinda la coartadanecesaria para esconder los detalles centrales que permiten llegar a lo que es realmente valioso: “Ladesaparición de pequeños detalles es muy relevante para restringir el acceso a la información, porque es
precisamente en esos detalles donde radica su valor técnico” dice el autor (p.28) Al igual que en laglobalización, la aparente democratización de la tecnología y el conocimiento, en realidad, se usa paraampliar ( y legitimar) las desigualdades.
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Tebas, la de las siete puertas, ¿quién la construyó?
¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?
Federico II venció en la Guerra de los Siete Años,
en los libros figuran los nombres de los reyes,
¿quién venció, además?
Una victoria en cada página,
¿quién cocinaba los banquetes de la victoria?
Y Babilonia, destruida varias veces,
¿ quién la volvió a construir otras tantas?,¿en qué casas
de la dorada Lima vivían los obreros que la construyeron?
Un gran hombre cada diez años,
¿quién pagaba sus gastos?
La noche en que fue terminada la Muralla China,
¿a dónde fueron los albañiles?
Una pregunta para cada historia.
Roma la Grande está llena de arcos del triunfo, ¿quién los erigió?
¿sobre quiénes triunfaron los Césares? Bizancio, tan cantada,
¿tenía sólo palacios para sus habitantes? Hasta en la fabulosa
Atlántida,
la noche en que el mar se la tragaba, los habitantes clamaban
pidiendo ayuda a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India,
¿él solo?
César venció a los galos,
¿no llevaba consigo siquiera un cocinero?
Federico II lloró al hundirse
su flota, ¿no lloró nadie más?
Bertolt Brecht
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Ya en el campo más acotado de problemas lingüístico-literarios puntuales, elegidos
como material principal de discusión, se puede ilustrar el funcionamiento de la
dominación simbólica que los países del Tercer Mundo -o subdesarrollados- debemos
padecer, describiendo alguno de los tantos casos, y que los propios dispositivos de
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En: Patrimonio: búsqueda de pasado y museificación. (Baudrillard, Jean. In theshadow of Millenium. ( On the suspense of the year 2000)
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naturalización de la cultura dominante contribuyen a que sean aceptados como
“normales”. Recordemos por ejemplo lo que aconteció con relación a la declaración de
la poesía como un bien de interés universal, “por tratarse de un género en riesgo de
extinción”, según se lee en los fundamentos de la Resolución pertinente. La
declaratoria fue formulada por UNESCO en el año 2000, dando origen a la fecha
elegida para celebrar desde entonces y en todo el mundo, el “Día Mundial de la Poesía”
El día elegido por UNESCO fue el Día de la Primavera, es decir el 21 de marzo; pero,
por supuesto: el día de la primavera en el hemisferio europeo.
Hay cientos de ejemplos como el consignado, el cual, sin embargo, basta para
demostrar una de las tantas maneras a través de las que se ponen en evidencia algunos
de los mecanismos usados para ocupar el lugar de quien y sobre qué se decide (y se
define); por cierto: lo que aquí juega un papel preponderante es el lugar que ocupará
quien define. Ante ello surge, a modo de respuesta, la nueva posición -cada vez más
consistente y con mayores adherentes- que sostiene que qué cosa sea o deje de ser un
patrimonio cultural reconocido ya no se trataría solamente de que es aquello establecido
por los expertos y teóricos consagrados de turno, dentro o fuera de la academia (de otros
países o del nuestro, pero al servicio de...): ahora también debiera ser el turno de otros
grupos (por ejemplo las denominadas “minorías culturales”) con igualdad de derechos
y sin obligación de pedir permiso alguno para evaluar y decidir, haciéndolo solamente
en función de valores y necesidades propios.
Y ello debiera llevarse a cabo de acuerdo con cada propio juego de relaciones en el
campo; animándose a poner en duda la legitimidad de cánones establecidos, en los
cuales estas “inmensas minorías” a las que hacemos referencia no estuviesen
representados. Hablamos de los cánones y las reglas de evaluación que son percibidos
(padecidos en realidad) como sistemas de exclusión, protegidos por categorías tales
como la de excelencia o universalidad, y que siempre terminan favoreciendoexclusivamente los intereses de sus sostenedores.
A propósito: en nuestro país, especialmente en Buenos Aires (y el gran espacio
urbano-territorial que la rodea, a orillas de los grandes ríos y el puerto) y en las dos o
tres ciudades grandes del interior, la oferta patrimonial predominante sigue siendo, en
consonancia con los criterios de las doctrinas de los países centrales, la de factura
refinada y características monumentalistas. Se trata de marcas simbólicas elocuentes del poder ( a las que hace un tiempo Pino Solanas volvió a mostrar -absolutamente
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deshumanizadas- como espacios vacíos, en su película “Memoria del saqueo”) cuya
voluntad dirigencial es vincular al país y a su cultura casi exclusivamente con el
sistema-mundo dominante y universalista, en lugar de definirlo y mostrarlo mediante las
diferencias propias de lo singular ( que cuando excepcionalmente lo hace, no deja de
concederlo como una cortesía, en lugar de reconocerlo como un derecho )
. En tal sentido seguimos siendo portadores y usuarios de una lamentable tradición de
dependencia, que históricamente nos ha llevado a jactarnos de estar más cerca de
Europa que de la Latinoamérica cobriza y con acento (después veremos que la Nación
se construyó reproduciendo en su interior lo que eligió vivir fronteras afuera).
Nuestros dirigentes (véase especialmente lo hecho, a modo de conmemoración, en
ocasión del Centenario) construyeron significados que no representaban cabalmente la
totalidad de nuestro país: ser argentino, en tal sentido, pareciera pertenecer a los
espacios y arquetipos de la cultura capitalina y citadina: a sus escenarios y a sus rituales,
a los cuales nos compete resignificar o, cuanto menos, desmitificar; y si ello no es
posible, intentar un contrapeso difundiendo esa(s) otra(s) imagen(es) de lo argentino,
históricamente escamoteada(s), y que en parte intentamos reivindicar aquí.
Superado ya el primer fervoroso momento de caracterización y evaluación de tipo
institucional dado a determinados patrimonios culturales, especialmente por parte de la
UNESCO e instituciones similares3, y que en términos de tiempo podemos ubicar unos
cuarenta o cincuenta años atrás (fecha en que UNESCO reglamenta sus procedimientos
de Resoluciones, Declaratorias y Menciones), vienen dándose interesantes
intervenciones críticas de algunos pocos pero valiosos autores. Se trata de trabajos que
contribuyen a considerar las cuestiones centrales del tema desde posiciones más
abiertas, por lo tanto más polémicas y críticamente productivas que lo que estábamos
acostumbrados a escuchar. Nos referimos a ideas y aportes fructíferos para focalizar alos patrimonios culturales como posibles valoraciones y/o creaciones colectivas,
otorgándole a la gente, a los colectivos, un protagonismo que hasta ahora solamente
tuvieron (y lo decimos en pasado porque se trata de casos correspondientes a una época
que prácticamente ya ha dejado de ser) a nivel de los procesos de folklorización o
masificación de determinados fenómenos.
3 Córdoba recibió, de tales criterios, el reconocimiento y la consiguiente inclusión en la lista de losPatrimonios de la Humanidad de su Sistema Jesuítico.
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De entre lo escrito desde dicha vindicativa perspectiva y ponderación de los
patrimonios culturales, lo que decía por ejemplo Mónica Mércuri en su presentación
ante el X Congreso Latinoamericano sobre Patrimonio Intangible (año 2000) realizado
en Uruguay, condensa un pensamiento de total vigencia que nos interesa destacar. Allí
la museóloga platense, haciendo a la vez suya una idea de la brasileña Graciela
Montaldo sobre las ficciones e imaginarios culturales con los que se construyó buena
parte de la identidad Latinoamericana, aclara que: “...desde los comienzos de la
Modernidad hasta hoy, sólo han existido dos ámbitos de legitimación: el académico y la
autoridad universal de la belleza, ámbitos que son los que han construido el discurso
hegemónico que sustenta actualmente el Patrimonio, y hablamos sólo de discurso para
resaltar la ausencia de una teoría” (Mércuri, Montevideo, 2000). Según lo expresado, en
tal proceder quedaría excluida la intervención de los distintos colectivos culturales y sus
tradiciones, capacitados para evaluar según sus propias reglas y valores; que podrán no
coincidir con los cánones universales (siempre de turno), pero que harán justicia con
aquello que debe perdurar en la memoria de cada comunidad y cada cultura, en función
de la importancia que determinados hechos - que determinados objetos o bienes,
etcétera- tienen o representan para esa comunidad.
Refiriéndose a los patrimonios culturales legitimados por los gobiernos nacionales ( y
que toda nación, en su necesidad de cohesionar y emparejar diferencias regionales tras
un mismo modelo que permita a sus diferentes habitantes reconocerse a través de
símbolos comunes, los genera permanentemente), un autor reconocido en el análisis de
estos temas, según es Guillermo Bonfil Batalla ( y cuyos aportes son equiparables a los
de Jesús Martín-Barbero, Néstor García Canclini, Ligia Sigaud o Francisco Piñón, entre
otros ) plantea permanentemente en sus trabajos la necesidad de patrimonializar en
función de la relevancia de cada bien de acuerdo con las evaluaciones que establece
cada cultura, en vez de hacerlo de acuerdo con las valoraciones de inventario queresponden a la tradición museológica y de coleccionismo propias de Occidente. A partir
de este criterio, bien sabemos cual es el orden de las cotizaciones: tipología, antigüedad
del bien, rareza, monumentalismo, condición estética o biográfica.... Fuera de lo cual,
por supuesto, quedará todo aquello que tenga que ver con la “historia chica” de la gente,
con los colectivos concretos, con las comunidades que sienten, y piensan, y
protagonizaron una historia que, de pronto, o les es sustraída o cambiada: pero que,
salvo alguna rara excepción, casi siempre los excluye.
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extremar una debida apropiación de instrumentos, medios técnicos y discursivos y
formas en general.
Un proceso de apropiación eficaz de los instrumentos, lenguajes, formas y demás
mediaciones es el que comienza por una correcta elección de los motivos a trabajar,
según las necesidades propias en relación, especialmente, con lo que permite reparar las
asimetrías, inequidades y olvidos, poniendo en marcha, al mismo tiempo, un debido
rescate de lo postergado y lo ocultado. Es sobre esto que proponemos, en este
Bicentenario al que ingresamos, investigar y discutir.
Es mediante la tarea de reubicar, de poner las cosas en su debido lugar (algo que nadie
hará por nosotros) que se pueden dar los primeros pasos en dirección a una real y
concreta reasignación y resignificación de los patrimonios culturales, al igual que a la
integración identitaria de quienes quedaron excluidos.
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Comenzando con un breve artículo sobre Carlos de Sigüenza y Góngora (1692),
cosmógrafo real de la Corona Española, para quien -por ejemplo- el dios Quetzalcoatl
no era otro que el apóstol Tomás; y pasando revista a una extensa lista de nombres
(Simón Bolívar; Francisco de Miranda; Bernardo de Monteagudo; Gaspar de Villarroel;
Juan B. Alberdi; Leopoldo Lugones; Octavio Paz; Héctor H. Murena, entre muchos
otros) la búsqueda de este autor tiene también como objetivo declarado analizar la
marcada ambivalencia que caracteriza al criollismo (que indudablemente se constituye
en el grupo hegemonizante de una identidad común en las repúblicas independentistas
americanas) que unas veces se identifica con lo indígena y otras con lo hispánico.
El hecho es que en su trabajo Scavino va arrimando pruebas que demuestran de qué
manera, lo que debiera ser una igualdad de grupos con derecho a un mismo suelo, a unamisma “patria” ( si es cierto que el término “revolución” significa principalmente
devolverle el poder a sus legítimos dueños, es decir, a los pobladores originarios), y que
en el caso de nuestro país debiera haber incluido no solamente a los indígenas, sino a los
afroamericanos, en la realidad devino en la ininterrumpida hegemonía política de los
criollos. No se entiende por qué, si todos los aquí nacidos eran americanos enfrentados
a la monarquía española ( americanos que antes ya habían luchado unidos contra los
ingleses) finalmente los hermanos indígenas y los hermanos negros terminaron siendo
sometidos por el criollaje. Según nuestro autor, “la epopeya popular americana” quedó
claramente superada por “la novela familiar criolla” -por decirlo con la tipificación con
que Scavino agrupa y describe a los relatos en pugna-.
Según el libro en cuestión, ya en 1797 el fiscal de Charcas, Victorián de Villalba
denunciaba enfáticamente:
“Los conquistadores, los que le sucedieron y sus descendientes,creyéndose de una naturaleza superior a los demás hombres por
sus proezas militares con unos entes aturdidos y preocupados
que no saben resistirlas, se persuadieron de que los americanos
les eran destinados como bestias de carga, y así los repartieron
como ganado, para hacerlos trabajar en los campos y en las minas..”5
Scavino finaliza su libro diciendo -entre otras cosas- que:
5 Victorián de Villalba, “De la memoria”. En: Pensamiento político de la emancipación” (1790-1825). Caracas, 1979 (citado por Scavino, 298)
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“..doscientos años después de las revoluciones de la independencia
que suprimieron el pongo, el yaconazgo y la mita, las mismas
poblaciones se ocupan de limpiar las casas de los criollos, de cultivar
y cosechar sus campos y de internarse en sus minas. Ya no existen,
por supuesto, los pueblos de indios. Pero a los habitantes de las
“villas miserias”, las “poblaciones callampas”, los “pueblos jóvenes”
o las “ciudades perdidas” se los sigue arrumbando “en las goteras de
las ciudades y villas de los españoles para tener un mediato servicio
personal e doctrinarlos””6
Consignemos sin embargo que al trabajo de Scavino, tan rico en testimonios escritos,habría que agregarle ese otro “gran relato” que aquí se considera clave: el relato
popular ; entendiendo por tal no la expresión -que generalmente se encuentra en sus
formas artísticas- de un pueblo determinado en un momento determinado de su historia,
sino mediante una revisitación “arqueológica” de las expresiones, y especialmente de
las expresiones subterráneas (no legitimadas por el sistema oficializado), dimensionadas
igualmente desde sus genealogías originarias como según sus dinámicas actualizadas:
en tal sentido es innegable que, por ejemplo, “las oralidades” populares (de las que no
quedan registros, salvo lo realizado por recopiladores de otras épocas que -
lamentablemente- ya casi se extinguieron) son discursos sumamente valiosos y a tener
muy en cuenta7. Es por eso que este trabajo le otorga un lugar especial a lo popular,
analizando (a modo de muestra) la tarea de algunos de los principales recopiladores que
trabajaron en nuestro país en las cercanías del Centenario de la Nación, con mucho de lo
cual se configuró la idea de “ser nacional” encarnada por el gaucho y lo criollo. Para el
caso de quienes recogieron esos testimonios, se trata del período comprendido entre
1920 y 1950, y conocido como “Ciclo de los Cancioneros”. Según lo establecido por la
crítica especializada, el período consignado considera las fechas de la publicación de los
trabajos. En la mayoría de los casos la recepción de los testimonios data de fechas más
cercanas a 1910, año del cumplimiento del Centenario.
6 Dardo Scavino, ob.cit.,p299.7 No es ilógico pensar que las formas de lo popular contengan dispositivos propios de preservación en el
tiempo, ante la indefensión a que dichas formas presentan frente a las formas legitimadas, “mayores”. Latonada propia de lo indígena incrustada en la lengua usada por criollos ocupantes de diferentes regiones,sería una prueba de ello.
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Pero porque la cuestión es: cómo hacer, hoy, para recuperar e incluir en nuestra
identidad, los componentes indígenas, desechados -“ninguneados” como suele decirse-
por quienes “construyeron” en el Centenario la identidad hispanoamericana (ni hablar
en 1910 de lo “latinoamericano”), la tarea demanda el esfuerzo de buscar un poco más
allá de lo que se ha buscado hasta el presente; al menos según lo que permite conocer
nueva información y metodologías disponibles.
Es para responder a ello que -reiteramos- hay que mirar atentamente hacia lo popular,
especialmente hacia lo popular no traducido (aunque ello en muchos casos sea
inevitable); a lo no mediado por la mano de recopiladores o coleccionistas, en quienes
prevalece una categorización científico-académica, en base a criterios que muchas veces
no coinciden con los de sus reales usuarios y las diferentes épocas y circunstancias enque se dieron. Tampoco -por cierto- dan cabal cuenta de las condiciones dentro de las
que esas formas y modos surgieron, especialmente el hecho de que la mayoría de las
veces ésta ( la cultura popular ) se constituye por franca oposición a los sistemas y
formas dominantes.
Es ahí, en lo que los grupos humanos -actualmente convertidos, en muchos casos, en
públicos- seleccionan y conservan, como algo muy propio y que atraviesa el tiempo y
sus cambios ( hablo de las tonadas que cada región o que cada provincia “pone” enhablantes del idioma de un mismo país, pero también de “formas”, como los ritmos
folklóricos o los “chistes” populares ) y en lo cual se preservan las huellas o los
vestigios, generalmente intraducibles, de las voces más personales -o auténticas si se
prefiere- de cada pequeña cultura. Y ahora digo “pequeña” porque las grandes culturas
no tienen, ya, necesidad de esconder sus pertenencias.
III
Los recopiladores
Entre los nombres que darán vida al llamado Ciclo de los Cancioneros en nuestro país
figuran, entre otros, Jorge Martín Furt, Juan Alfonso Carrizo, Bernardo Canal Feijoó,
Juan Draghi Lucero, Orestes Di Lullo, Augusto R. Cortazar, Bruno Jacovella, Ismael
Moya, Félix Coluccio, Jaime Cáceres Freyre y Julio Viggiano Esaín- Aquí
seleccionamos a los de Juan Alfonso Carrizo y Julio Viggiano Esaín para dar cuenta de
las dos posiciones polares que se adoptan frente a la presencia de lo indígena en la
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poesía popular de transmisión oral, género y práctica que gozaban de gran predicamento
en la época.
Indudablemente, una de las obras mayores fue la recopilación llevada a cabo por el
maestro catamarqueño Juan Alfonso Carrizo (1885-1957) en distintas provincias,especialmente del NOA, y gracias a lo cual se pudieron rescatar infinidad de coplas y
multiplicidad de formas y géneros de procedencia hispánica, aclimatadas y adaptadas
por cantores y vecinos tucumanos, salteños, riojanos, catamarqueños o jujeños.
En gran medida -como señala Diego Chenín (2006: 112)- ello se debió a que Carrizo
contaba con los recursos aportados, especialmente, por los hacendados (y políticos)
tucumanos Ernesto Padilla y Alberto Rougés para llevar a cabo sus sacrificadas
campañas. Sin embargo, vale la pena saber que la condición básica de tal apoyo era quelo rescatado contribuyera a preservar lo introducido por la conquista española,
catolicismo incluido, invisibilizando, inversamente, otras formas y contenidos, en
particular lo que tuviera que ver con lo indígena. En buena medida lo que hizo Carrizo
es prolongar los supuestos derechos de la Corona Española a usufructuar estas tierras de
América que, cabe recordarlo, según la Iglesia de la época de la Conquista, por el hecho
de haberlas “descubierto” les pertenecían totalmente a España.
No aporta demasiado a este trabajo transcribir (como se hace en otros casos) párrafos
de algunos de los textos de Carrizo o ejemplos ilustrativos de su trabajo. Basta recordar
aquello que todos conocemos: su obra está íntegramente consagrada a rescatar formas
literarias de la tradición hispánica (o “universal”, es decir básicamente europea, en otros
casos) que llegaron de diferentes maneras al país -la mayoría con los conquistadores- y
que aquí experimentaron diferentes cambios, transitando por distintos procesos -de
desarrollo, involución, detenimiento, adaptación, etcétera- Cuando el recopilador no
encontraba una muestra que remitiera a alguno de los ejemplares-modelo (copla,villancico, refrán…) la muestra directamente no era considerada. Por supuesto: los
indígenas no tenían lo que Carrizo llamaba “poesía”, “literatura” o “canción”, porque no
sabían escribir o porque sus maneras de hacer cosas con la voz no se ajustaba a los
modelos y criterios occidentales.
Como posiciones que podrían calificarse de intermedias respecto del tema cabe
mencionar brevemente lo que sostienen otros autores.
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ausencia de coplas bilingües. Es decir, se dio un proceso de asimilación y mixtura que
conformó la criollidad regional que nos identifica.
De este modo, Viggiano Esain demarca un momento “histórico” (la Colonia) como el
central y definitivo que nos constituye culturalmente. Lo previo (aborigen) se suspende,
sin dejar demasiadas huellas. El mapeo que el Cancionero de Córdoba realiza hace un
trazado extensivo en tanto considera a Córdoba dentro de la región del Tucumán.
(2010:12)
Algo a destacar en el modo de trabajar de Viggiano Esaín es que en su voluntad de
reflejar lo más fielmente posible lo que recoge en el campo - exponiendo en su grafía lo
que escucha del testimoniador- rescata valiosas pruebas sobre la oralidad: esa “otredad”
originados en la garganta y en la boca: instrumentos de lo físico que corporizan la
expresión, en vez de intelectualizarla, según lo hará la escritura en las culturas
“superiores”.
En lo que hay detenerse entonces es en la voz. En sus articulaciones, flexiones,
entonaciones y demás componentes, progresivamente olvidados y perdidos casi, debido
al creciente y desmedido interés por la escritura. Por una escritura que, como todo
instrumento de dominación, terminó logrando su principal objetivo (colonizándonos)
mediante la imposición del código, y no -como muchos lo sostienen de modo
excluyente- de lo codificado; al menos no solamente de ello. Aunque -vale la pena
tenerlo presente- en donde hubiere posibilidades de introducir lo propio, como es el
caso de la oralidad y de la voz, allí lo indígena “pondrá” la tonada, como rasgo
suprasegmental identificatorio del telón de fondo de lo originario.
En una dicotomía histórico-ontológica que intentara ilustrar mejor la oposición
planteada podemos decir que, en esta cuestión, en la que el intelecto se opondría al
cuerpo, ello permitiría pensar, también en términos de relaciones de oposición, la
escritura frente a la voz o, finalmente, el ser frente al hacer ( y quizás lo permanente
frente a lo transitorio)
La voz y el cuerpo entonces, como instrumentos discursivos a partir de los cuales de
algún modo podemos hoy intentar armar el rompecabezas de lo prehispánico y otras
minorías invisibilizadas por la colonización, lo que de algún modo también es decir la
subalternización del cuerpo (voz u oralidad popular incluida) llevada a cabo por el
intelecto y su arma más poderosa, la escritura.
Vale la pena aquí citar a Aníbal Quijano, quien ha reflexionado bastante sobre la
dicotomía “razón/cuerpo” en varios de sus trabajos. Por ejemplo:
8/16/2019 +Parfeniuk, A. - Bicentenario, Cultura popular y...
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La razón no es solamente una secularización de la idea de “alma” en el sentido
teológico, sino que es una mutación en una nueva id-entidad, la “razón/sujeto”, la
única entidad capaz de conocimiento“racional”, respecto del cual el “cuerpo” es y no puede ser otra cosa que“objeto” de conocimiento. Desde ese punto de vista el ser
humano es, por excelencia, un ser dotado de “razón”, y ese don se concibe como
localizado exclusivamente en el alma. Así el “cuerpo”, por definición incapaz de
razonar, no tiene nada que ver con la razon/sujeto. Producida esa separación radical
entre ”razon-/sujeto” y “cuerpo”, las relaciones entre ambos deben ser vistas
únicamente como relaciones entre la razón/sujeto humana y el cuerpo/naturaleza
humana, o entre “espíritu” y “naturaleza”. De este modo, en la racionalidad
eurocéntrica el“cuerpo” fue fijado como “objeto” de conocimiento, fuera del entorno
del “sujeto/razón”. (2000: 64)
Lo cierto es que a partir de ideas como la comentada por Quijano se iráncategorizando y jerarquizando, metonímicamente, los “primeros”, “segundos”,
“terceros” (etcétera) mundos que hoy conocemos. Sin entrar en detalles que llevaría
tiempo desarrollar, solamente recordemos que en esta división entre lo superior y lo
inferior, las facultades racionales, intelectuales, espirituales, productoras de
pensamiento, filosofía, ciencia, etcétera, serían con las que se quedarían los del Primer
Mundo; en tanto que las físicas y materiales (las materias primas, los trabajos con el
cuerpo, etcétera) son las que básicamente quedarían para nosotros, los del TercerMundo.
Sumémosle a esto el hecho de que durante más de quinientos años aquí, en América,
fuimos preparados para mirarnos con el ojo del dominador, naturalizando injustas
asimetrías.
La manifiesta voluntad imitativa de nuestros “padres fundacionales” (al menos en la
versión de quienes resultaron vencedores en la disputa por imponer determinado modelo
de Nación) hizo finalmente que la asimetría entre nuestro país y Europa se replicara
(¿cómo un castigo?) entre la Capital de la Nación respecto del interior (o los muchos
interiores). Asimetría verificable en hechos explícitos pero también implícitos o
enmascarados, según -luego lo veremos- es el sistema discriminatorio que funciona a
partir de las tonadas regionales propias de la oralización.
Volviendo a los criterios de Juan Alfonso Carrizo. Ciertamente no encontraremos en la
forma copla nada propio de lo aborigen. ¿Dónde buscarlo entonces?
Viggiano Esaín, por ejemplo, acierta al identificarlo en otro discurso, como es el de losrituales religiosos; más precisamente en el velorio del angelito: construcción sincrética
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en la que lo aborigen -al igual que en la tonada regional- se introduce en una práctica
concreta.
Aunque Viggiano Esaín no niega la importancia (y velada presencia) de lo
prehispánico en el entramado cultural del medio del cual él recoge sus “coplas ycantares populares” (en dicha taxonomía sigue los lineamientos de Juan Alfonso
Carrizo, a quien considera un maestro en el tema), está convencido de la imposibilidad
de dar cuenta de dicha presencia a partir de las muestras que encuentra en sus
innumerables viajes de investigación (más de 70 en treinta años). Al respecto nos dice,
por ejemplo, en el Prólogo del Tomo I:
Así mismo se notará la ausencia de coplas de carácter bilingüe, especialmente las
referidas a nuestro indigenismo, porque en mis numerosos viajes no las he hallado,
prueba, quizá, de una ausencia total de esa influencia en nuestra formación cultural;
solamente en la toponimia mayor y menor he hallado vestigios de remota influencia,
como asimismo en la antroponimia, en algunos patronímicos y gentilicios. Por esa razón,
también, en nuestra sucinta noticia histórica preliminar, partimos desde el momento de la
fundación de la ciudad de Córdoba, sin referirnos profundamente a la prehistoria o
formación de nuestras sociedades primitivas (1969:13/14)
Ciertamente, los instrumentos teórico-metodológicos (y la mentalidad misma) con los
que en su época trabaja Viggiano Esaín no sólo son menos refinados que los que se
usarán con posterioridad, permitiendo efectuar inferencias a partir de las cuales se
obtienen nuevos resultados, más completos y convincentes (como es el caso, en la
sociolingüística, de la relación tonada regional-sustrato fonológico aborigen). Hay en su
mirada ideológico-cultural (acentuadamente occidental y cristiana, y en cuanto tal
“universalista”) una falta de apertura antropológica -en el sentido de la capacidad de
tomar distancia con las categorías etnocentristas, de la cultura propia- que no le
permitirá ver “al otro” desde una mirada también otra.
Cuando analiza científicamente, el investigador cordobés trabaja con conceptos como
“lingüística popular”, o “psicografía” , considerados hoy imprecisos y poco específicos.
De cualquier manera, con todas las limitaciones que hoy podrían señalarse, lo
rescatable de Viggiano Esaín es que el transcribió para la voz, para la oralidad: para lo
que ha sido recogido y sigue estando presente en distintos registros propios de las
expresiones orales que le dan vida a lo que entendemos por “formas de expresión y
comunicación populares”. Al tratar de reproducir lo que escuchaba recuperó rasgos
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sonoros que permiten un acercamiento, una traducción aproximada (o al menos
preferible a toda ausencia) de la cultura ágrafa de quienes habitaban estos territorios,
que hace doscientos años comenzaron a organizarse bajo la forma de país occidental y
cristiano.
Recuperar desde los diversos giros de lo coloquial hasta la forma de entonar una
canción (pasando, por supuesto, por los dichos, apodos, chistes, fábulas, leyendas,
rumores, etcétera) dice todo lo que sobre lo desaparecido, lo silenciado, no alcanza a
decir acabadamente la palabra escrita. En gran medida quizás sea ahí, en lo
invisibilizado por la naturalización de lo cotidiano, en donde aún se encuentra lo que
para la literatura y las ciencias sociales siguen siendo ausencias irrecuperables. La
proximidad de lo popular (en el orden del lenguaje: la tonada regional del habla, laentonación con que se aborda una canción, determinados giros familiares, rasgos
humorísticos o irónicos o trágicos en chistes o historias…) puede ser motivo de análisis
desde distintas disciplinas (que en muchos casos se tocan o mezclan) como la
literacidad , el análisis del discurso o la semiótica, las que siempre remitirán,
finalmente, a una sociología y a una antropología de lo expresable. Viajar (¿derivar?)
por las distintas disciplinas, puede constituir una “no corrección” epistemológica cuyos
precios, sin embargo, (sobre todo en lo concerniente a la tradición, seriedad y
rigurosidad investigativa) hay que estar dispuestos a pagar.
Volviendo a Viggiano Esaín y su ponderación de lo indígena.
Si bien -y según sus propias palabras-, por lo que encontró en lo lingüístico, no es
posible probar la presencia de lo aborigen-prehispánico en nuestro entramado identitario
(por supuesto: más allá de aportes idiomáticos procesados por la lengua española:
palabras como “puchero”, “papa”, etcétera; topónimos y antropónimos como
“Anisacate”, “Quilino”; “Curaca”, “Chacoma”, “Copina”, etcétera) Pero sí en otrasformas expresivas y de socialización (como en la práctica del “velorio del angelito” o de
la “minga”) en las que siempre encontraremos que juega un papel central lo físico-
corpóreo, se abren puertas para ingresar (y para que ingrese) a ese mundo “otro” al que
desde este Bicentenario intentamos asomarnos.
En el trabajo que venimos citando, Andrea Bocco ensaya una aproximación de
Viggiano Esaín a la presencia de lo indígena en nuestra cultura nacional.
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Proponiendo su interpretación de lo que para el investigador es la cultura popular Bocco
consigna:
En términos generales, entiende por “cultura popular” aquello que deriva delo primitivo y ancestral del pueblo. Pero ese primitivismo tiene, en nuestro caso,
cierta “cercanía” histórica, porque lo popular se define, en primera instancia, desde
la tradición hispano-criolla.
Desde esa matriz cultural colonial hispana, lo popular, en tanto fruto de un
pueblo secular, es un sustrato que nos cohesiona, nos homogeneiza y nos liga a la
hispanidad. Esta raigambre aparece vinculada a lo heredado e instalado como algo
fijo en el devenir cultural. Pero no es lo único que aparece en las palabras del
estudioso que organiza el Cancionero, ni en las producciones mismas. Decimos esto
porque, por otro lado, entiende que esa tradición que va desgranando lo popular está
viva en algunas cuestiones y se actualiza. Por ejemplo, la pervivencia del velorio del
angelito en la que incluso Viggiano Esain analiza, en cierta forma, lo que podríamos
llamar el sincretismo cultural entre la raigambre hispano-criolla y la indígena. Eneste punto, entonces, emerge lo “primitivo” desde otro lugar: las culturas indígenas,
ausentes en la mayoría de las coplas tal como el propio recopilador subraya, cobran
vitalidad y peso en la conformación de lo popular. (2010:14)
8/16/2019 +Parfeniuk, A. - Bicentenario, Cultura popular y...
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IV
Otras imágenes del Centenario
En los años en que en nuestro país se celebra el primer Centenario ( en los que
incluimos los años próximos anteriores y posteriores a 1810 ), además de lo que
sostienen Leopoldo Lugones, el grupo de Florida (al cual, entre otros, pertenecen Jorge
L. Borges, Leopoldo Marechal y Ricardo Güiraldes) y la revista Martín Fierro, desde
otro concepto de lo nacional -y de la literatura que tematiza sus cuestiones-, hay quienes
piensan otras cosas. Cabe, por lo tanto, considerar la opinión de uno de los pocos
escritores (y estudiosos de la literatura) de la época, para quien la del indígena no es -ni
debiera ser- una presencia invisible.
Hablamos de Ricardo Rojas. Y no es tanto en esa obra enciclopédica del santiagueño -
los cuatro tomos de la Historia de la Literatura Argentina, aparecidos entre 1917 y
1922- en donde encontramos sus opiniones, sino en El país de la selva, escrito en 1907 -
y publicado en 1925- en donde leemos cosas como éstas:
“…la legendaria selva chaqueña y los salvajes que antes la habitaban
han huido con sus lares a refugiarse en las breñas más recónditas o se
han sometido al régimen de la vida nueva y no es raro encontrarlos
ahora empuñando el hacha civilizadora, en los obrajes de la región” (1925:69)
“… los (indios) más hábiles o mansos, van de estación en campamento
y de campamento en estancia, no en son de guerra o giro de pecoreo,
como en pasados días, sino tristes, misérrimos y pedigüeños errantes (…)
El gesto dominador de la barbarie, el además gallardo de los botines,
habíanlos trocado por la voz débil del siervo; y por un semi vestir de
harapos la desnudez plena y robusta de las edades primitivas” (1925:71)
Cabe aquí recordar que, a la par de las dolorosas imágenes de la decadencia aborigen -
levantadas en su mayor parte de la selva chaco-santiagueña- Ricardo Rojas recuperará
como categoría estético-cultural de los legados de la “gente de la tierra” a lo indiano,
concepto que circulará sobre todo en sus clases de la Universidad de Buenos Aires.
Otro intelectual de la época y que trató de cerca a nuestros naturales, el Perito
Francisco Pascasio Moreno (en sus Reminiscencias, escritas a partir de 1906) dará
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testimonio de una situación parecida, pero respecto de los indígenas del Sur, cuando por
ejemplo nos dice:
“ ¡Lástima grande que la Patria así haya perdido a miles de sus hijos,
útil elemento de trabajo, cuando se le ha sabido dirigir! Aún hoy, los
pocos (indios) que quedan considerados sin preconceptos muestran con
sus procederes que más bien son buenos que malos” (122)
Pero la preocupación mayor por la “condición indígena” nacional en la época del
Centenario, la encontramos en una personalidad descollante de las ciencias y las letras
argentinas, según fue el catalán Juan Bialet Massé, que entre sus múltiples aportes al país contabiliza, como uno de los más importantes, el de haber construido el detallado
Informe sobre el estado de la clase obrera argentina en el interior del país, que su
amigo (y por entonces Ministro del Interior de Julio A. Roca) Joaquín V. González le
solicitara, para dar fundamento a una proyectada Ley del Trabajo que recién verá la luz
40 años después de la redacción del Informe, cuya publicación data de 1904.
De las numerosas descripciones y reflexiones que sobre nuestros indígenas escribe
Bialet Massé, debemos aclarar previamente, por lo menos, un par de cosas.
Lo primero es que considera que, en comparación con la época colonial, por ejemplo,
en esos momentos el indio se encuentra mucho peor, especialmente debido a un proceso
creciente de explotación. Lo otro es que Bialet establece diferencias entre los distintos
grupos que va conociendo ( huarpes, quechuas, tobas, mocovíes, chiriguanos y otros) y
que su evaluación está direccionada no sólo por considerarlos en tanto trabajadores, sino
a la luz de un modelo antropológico -el evolucionismo- de corte universalista y
claramente funcional a las necesidades colonizadoras de los grandes Imperios del
momento (Gran Bretaña en particular), que necesitan autoproponerse como modelos de
perfección civilizatoria, fuera de los cuales solamente hay meras posibilidades de
evolucionar hasta lograr parecerse a ellos. Convengamos, de paso, que en realidad es
ése -el del evolucionismo- el concepto (más que etnocentrista: eurocentrista) que sobre
la relación hombre blanco/indígena tienen, aún sin quererlo, casi todos los intelectuales
de la época del Centenario (varios de los cuales impondrían las reglas de nuestro vigente
canon literario).
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Leamos ahora directamente a Bialet Massé, quien refuerza lo dicho por Scavino al
comienzo del trabajo respecto de la dualidad del criollo:
“Se reniega del indio pero se lo explota. Los que hablan de suexterminio, de arrojarlo al otro lado de las fronteras, no saben lo que
dicen o lo saben demasiado (…) Se habla de expulsar indios; ¿ y con
qué derecho? ¿Acaso el nacido en la tierra, víctima de una conquista
injustificada, por más que la aprovechemos, el dueño diez veces secular
de la tierra no está amparado por la Constitución? (1985:84)
A las citadas palabras reivindicatorias de Bialet hay que agregarle aquellas numerosas
en las que abiertamente denuncia el trato de los nativos de esta tierra conquistada como
esclavos, que para lo único (y último) que sirven es para hacer los más duros trabajos
físicos: “…sin él no hay ingenio azucarero, ni algodonal, ni maní ni nada importante”
(1985:55). Y en otros lugares: “…no se hace con el indio sino exagerar la explotación
que se comete con el cristiano, porque sí y porque es indio, se le paga su trabajo menos
que al cristiano, a pesar de su habilidad para el trabajo..” (1985: 64); o protestando
contra quienes procuran eliminarlo “..¿Se querrá exterminar al pueblo entero? ¿Con
quién se quedarán los exterminadores? ¿Y de qué vivirán? ¿Traerán una falange de
ángeles del cielo para trabajar? (1985:104).
Un conocedor de la tarea de etnógrafo llevada a cabo por Bialet Massé, Marcelo
Lagos8, comenta en uno de sus trabajos que lo que el catalán propone en su momento,
para proteger a nuestros indígenas, es un Patronato Nacional de Indios, explicando que:
“..Los ejes vertebradores de este organismo serían la protección y defensa, la
vigilancia en el cumplimiento de las leyes, la colonia-reducción, la educación y elacceso a la tierra en propiedad(…) El proyecto no pasó de tal, pero sentó las bases
de futuros organismos (Dirección General de Territorios Nacionales en 1912,
Comisión Honoraria de Reducción de Indios en 1916) que intentaron implementar
una política hacia las cuestiones indígenas” (2004:83)
No hay que olvidar que se trata de sistemas generados en un mismo período
independentista, a partir de ese modelo común que todos aquellos “prohombres” de las
8 Marcelo Lagos, “Informe Bialet Massé: la mirada etnográfica”. En: Actas del Simposio “A cien años delInforme Bialet Massé”- San Salvador de Jujuy: EdiUnju, 2004. pp.71-91.
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armas, la política, las artes y las ciencias, encontraron en un “estado del mundo”
indisimuladamente eurocentrista. Recordemos que un canon como el literario se
consolida (una vez que en nuestro país se afirma la empresa independentista) bajo la
matriz del paradigma antropológico evolucionista, que será usado por los europeos
como teoría justificatoria de las prácticas colonialistas de la época ( del mismo modo
que antes y después de esto, según los intereses de los dueños del poder, sucedió con el
discurso de la Iglesia, o resultarían igualmente útiles, primero el funcionalismo y luego
el estructuralismo ) Nuestros intelectuales fundadores, en su necesidad de elaborar una
identidad nacional-argentina, acorde con el protocolo y las exigencias de que algo hay
que hacer cuando acontece el Centenario de una nación, se animaron a proponer, a lo
sumo, la figura del gaucho -es decir de lo criollo- como arquetipo digno de ser
modelizado.
Es lo que hará un paladín de la nacionalidad así entendida, según es Leopoldo
Lugones, en sus conferencias de 1913 -publicadas en l916 con el título de El Payador-
asimilando la figura y las características del héroe griego a la de nuestro gaucho (para
Lugones un real arquetipo de la occidentalidad, que se complementa con la figura de los
almogávares, que el cordobés rescata en El Imperio jesuítico). De allí saldrá el prototipo
de defectos y virtudes cuya representación literaria ejemplar recaerá en las espaldas del
personaje central del poema de José Hernández.
Dicho sea de paso, Scavino nos recuerda que la posición de Lugones (en la que el
indígena no existe en tanto componente de una identidad nacional) es esencialmente la
tesis sarmientina: “..establece una línea de continuidad entre el moro, el español y el
criollo (el moro es al español lo que el español es al criollo) y explica porqué Lugones,
al menos en ese momento, se muestra proclive a atraer la inmigración europea para
desarrollar la industria y el comercio..”(2010:195 )
Por cierto que de los otros contenidos y formas de la vida en las regiones alejadas de
Buenos Aires ni noticias en tal sistema literario9: nada de lo indígena, ni de la negritud ;
y no sólo en lo que respecta a temas sino en cuanto a formas, ya que pertenecen a una
otredad que no tendrá lugar (salvo como lo negativo; como lo que no debe ser…) en el
programa estético-político configurado a partir de lo civilizatorio hispano-europeo y sus
9 en aquella Buenos Aires la consagración del criollismo literario también dará pie al surgimiento demovimientos vanguardistas que hicieron época. La década de 1920 comienza con un Borges regresando
de Europa con novedades que serán trabajadas por un grupo de “notables” intelectuales -la mayoríaagrupados en la cofradía de Florida- que usarán el criollismo como símbolo (la revista “Martín Fierro”(1924/1927) se regirá por los versos: “De naides sigo el ejemplo/ naide a dirigirme viene..”).
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principales categorías de colonización, especialmente la de raza y color , sobre las
cuales -y entre lo mucho que resta por decir- cabe volver a través de las esclarecedoras
palabras de Aníbal Quijano:
Producida en América (la idea de “raza”), fue impuesta al conjunto de la
población mundial en el mismo curso de la expansión del colonialismo europeo sobre
el resto del mundo. Desde entonces, la idea de raza, el producto mental original y
específico de la conquista y colonización de América, fue impuesta como el criterio y el
mecanismo social fundamental de clasificación social básica y universal de todos los
miembros de nuestra especie. En efecto, durante la expansión del colonialismo
europeo, nuevas identidades históricas, sociales y geoculturales serán producidas
sobre los mismos fundamentos. De una parte, a “indios”, “negros”, “blancos” y
“mestizos”, serán añadidos “amarillos”, “oliváceos”o “aceitunados”. De otra parte,
irá emergiendo una nueva geografía del poder, con su nueva nomenclatura: Europa,
Europa Occidental, América, Asia, Africa, Oceanía, y de otro modo, Occidente,Oriente, Cercano Oriente, Extremo Oriente y sus respectivas “culturas”,
“nacionalidades” y “etnicidades”.(2005:18)
Por supuesto: bien sabemos que a partir de tal distinción se forjará la histórica
definición subalternizadora que legitimará la conocida exclusión de lo indígena y lo
negro (también, como se sabe, de lo femenino)
V
Regreso desde el olvido ( o dónde buscar lo indígena )10
Según Beatriz Bixio11 las tonadas (o entonaciones orales de una lengua) de las
distintas provincias, o conjuntos de provincias que conforman áreas homogéneas, son
las huellas del lenguaje de los aborígenes que en cada región el castellano sustituyó. Se
trata de alteraciones fónicas producidas por el hablante que desplazan (aunque no
siempre, ya que a veces lo mantienen, atenúan, etcétera) el acento fónico, como, por
ejemplo - y como una incrustación del kakán- cuando se escucha ámarillo en lugar de
amarillo, en la tonada del esdrújulo o del Noroeste.
Otros lingüistas estudiosos del tema, como Amado Alonso (1969) y von Wartburg o
Ascoli (citados por Alonso en su libro sobre el tema) hablando de culturas conquistadas
o subsumidas, se refieren a la lengua conquistadora en términos de superstratum
10 Bajo el título “La entonación oficial” las primeras relaciones entre exclusión y tonada regional fueron publicadas en: Bitácora, Revista de la Facultad de Lenguas, U.N.C., AÑO IV- Nº8, Primavera 2001).11 En “Comechingonia”, Año I Nº 2, Córdoba, 1983. “Origen, descripción y destino de las tonadas
regionales en la República Argentina”, pgs. 87/94. Otros autores: Richard Beym (1963); Rodolfo Borello(1969); María B.F. de Weimberg (1966) -y especialmente su trabajo La entonación del español deCórdoba (Argentina) de 1971-; Federico Pais (1954); Berta E.V. de Battini (1949)
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lingüístico, mientras que la lengua conquistada será el substratum, el terreno lingüístico
de base, sobre el cual lo impuesto, lo triunfante, se asentará.
En Hispanoamérica (o Indoamérica) el español es superstrato de casi todas las lenguas
aborígenes, siendo éstas, a su vez, el sustrato fonético del español americano desde el
grado cero (grandes urbes como México D.F, Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
Lima, etcétera), hasta el grado máximo, que se da en áreas bilingües (Alto Perú,
Noroeste y Litoral argentinos, etcétera)
Roman Jakobson (quien llevó a cabo de manera precursora reveladores estudios de la
poesía y la literatura a partir de la fonología de la lengua rusa: ejemplo que aún espera
ser replicado respecto de la obra de nuestros poetas) es, entre otros, uno de los lingüistas
que señala la consistencia y perdurabilidad, a pesar de los cambios lógicos de tiempo y
lugar, de determinados rasgos fonológicos en los usuarios de lenguas o dialectos: la
tonada nativa es algo tan profundo y persistente que, por más que pasen los años y
cambien los lugares de vida, los hablantes no logran perderla. Por cierto, el detalle
apuntado también permite comprobar la fragilidad de la teoría comentada, ya que, de
cumplirse lo anterior, costaría ubicar con certeza el área originaria de cobertura de
determinada lengua aborigen y la fiel reproducción entonacional en hablantes actuales
de la lengua impuesta. Con toda seguridad deben haberse dado múltiples
desplazamientos humanos ante lo cual cabe preguntarse: ¿y qué sucedió con sus tonadas
de origen? Si es cierto que la tonada viaja con su “usuario”, ¿por qué en la actual
localidad de Quilmes, en el Gran Buenos Aires, no se entona con esdrújulas? Es
probable -sólo eso- que ello también obedezca a un proceso competitivo: los naturales
de los Valles Calchaquíes que fueron desterrados (y que no pudieron llegar al destino de
destierro en cantidad, porque murieron en el camino) tuvieron que competir con la
manera de acentuar de quienes, mayoritariamente, los rodeaban. Es decir, la tonada
sucumbió como sucumbieron muchas de las palabras y demás rasgos propios de sucultura. Sin embargo, en donde la entonación sobrevive es -indudablemente y más allá
de casos excepcionales de transplantes fructíferos - en las áreas de origen: en los lugares
(grandes o más pequeñas regiones geográficas de lo que hoy pueden ser varias
provincias) en donde las llamadas lenguas generales como el quechua, el guaraní, el
kakán o el mapuche, fueron protagonistas centrales de lo cultural durante bastante
tiempo12.
12 En un reciente viaje a las regiones andina y selvática del Ecuador -áreas en las que predomina el bilingüismo kichwa-español- pude comprobar no sólo la vigente uniformidad entonacional entre ambas
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Lo cierto es que la mayoría de los lingüistas preocupados por determinar el origen de
nuestras tonadas coincide en señalar que cada una de ellas responde a la acción del
sustrato lingüístico -tonal- aborigen, propio no de cada provincia, sino de cada región
sustratal dentro de las cuales pueden cohabitar, o limitar, reiteramos, varias provincias.
Hay también “razones del corazón” que conviene escuchar con relación a este tema.
Desde allí -desde la poesía misma- el poeta puntano Antonio Esteban Aguero escribió
en “Digo la tonada”:
El idioma nos vino con las naves,
sobre arcabuces y metal de espada,
cabalgando la muerte y destruyendo
la memoria y el equipo del Amauta;
(…………………………………….)
Y el idioma triunfó, los ruiseñores
de Castilla vencieron, la calandria
cuya voz era tierra, barro nuestro,
son y zumo de tierra americana
de repente calló cuando los hierros
agrios del odio en su color de fragua
le marcaron el pecho que gemía
y segaron la luz de su garganta…
Pero la lucha prosiguió en la sombra,
una guerra de acentos y palabras,
de fugitivas voces y vocablos
con las venas sangrantes que buscaban
refugiarse en la frente o esconderse
en la nocturna claridad del alma
perdiendo expresión y contenido,
la sonora raíz, la leve gracia…
(………………………………………)13
Cómo se debe hablarA partir de consideraciones centrales efectuadas por Pierre Bourdieu en su obra ¿Qué
significa hablar? (sobre todo en los capítulos en donde puntualmente trata el tema del
lenguaje autorizado y los rituales de institución), proponemos un ejemplo que ilustra
acerca del funcionamiento de la lengua en tanto instrumento de acción y de poder. Se
lenguas, sino la correspondencia entonacional que se da con relación a las áreas quechuizadas de nuestro país. Cuenta tener presente el hecho de que antes de las divisiones políticas en países, según el mapa deLatinoamérica surgido de los procesos independentistas, un área como la que cubrió la expansión incaica
abarcaba espacios que hoy pertenecen a diferentes países.13 En: Antonio E. Agüero. Obras Completas-T II -,pg.26- Edit. Universitaria de San Luis, l996
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trata de analizar cómo funciona hoy en día ( y no de manera manifiesta) la censura
simbólica, dándole continuidad a nuestro antiguo centralismo capitalino, que replica en
el país lo que la Nación padece con relación al Primer Mundo.
El caso (objeto) de estudio elegido surgió de la observación de la generalizada
obediencia a un modelo dominante de entonación oral por parte de los locutores,
profesionales o con intenciones de serlo, de los medios audiovisuales -radio, televisión,
cine...- de nuestro país. Aunque también hemos visto cómo funciona
discriminatoriamente, por ejemplo, en ámbitos académicos como la Facultad de
Lenguas de la Universidad Nacional de Córdoba, cuando se la pone de manifiesto como
una seria traba que tiene el estudiante para lograr un desempeño “aceptable” -por
ejemplo- con el idioma inglés. El habla correcta consiste en una manera de hablar (de
pronunciar, pero sobre todo de entonar) que en su acentuado alcance hegemónico no se
corresponde con las respectivas variaciones (tonadas regionales), características de cada
particular región de nuestro país, usadas “normalmente” por los hablantes locales en el
resto de sus manifestaciones verbales. Por ejemplo, cuando se encienden radios y
televisores y se sintonizan emisoras y canales en cualquier localidad entre Tierra del
Fuego y Jujuy, las voces de prácticamente todos los locutores siguen un modelo de
entonación y pronunciación estandarizado, prácticamente uniforme, que se diferencia de
cada particularizado modo local.
Ese inmenso conglomerado urbano, cuyo eje es la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
( Capital Federal ) y abarcativo de gran parte de la provincia de Buenos Aires, es el
lugar principal (aunque no exclusivo) en el cual se escucha habitualmente a la gente
hablar con la entonación con que lo hacen los locutores radiales y televisivos14,
procedentes estos últimos también de la radio ( algunos aporteñados a ultranza de la
Capital, al alargar vocales finales en ciertos términos, adelantan el acento, produciendo
una tonada particular, que personalmente he escuchado bastante en Venecia )Agreguemos que el referido modelo de entonación -al que llamaremos “entonación
capitalina”- es también exclusivo de las publicidades audiovisuales, indistintamente
producidas y elaboradas en la Capital o ciudades del interior. Lo mismo sucede con los
servicios informativos, las transmisiones oficiales desde y hacia el exterior y relatos de
diversos eventos artísticos-populares -como la entrega de los “Martín Fierro”-, y
14 Según Bourdieu (1984: El mercado lingüístico, p.147) estos hablantes disponen de un capital
lingüístico propio que, en caso de necesitarlo, les otorgaría evidentes ventajas frente a quienesdeben trabajar arduamente para conseguir lo que ellos ya tienen.
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deportivos: especialmente los encuentros de fútbol, que por su popularidad cuentan con
reiterados torneos nacionales y provinciales, los cuales son respectivamente
transmitidos por emisoras nacionales y locales y/o cadenas de difusión.
No hacen falta mayores datos -a los cuales es pertinente agregar la experiencia personal como oyente- para afirmar que estamos en presencia de una gran voz
dominante, producida por (y productora de ) un poderoso ritual colectivo de
nominación, al tiempo que portadora de una evidente pretensión de autoridad
simbólica. El locutor profesional -autor de la “magia de la radio”: usuario privilegiado
del skeptron mediático- es un portavoz que ostenta un poder delegado cuyo origen y
destino se ubica más allá del significado de las palabras que él diariamente pronuncia.
Porque esas palabras son “como máximo un testimonio, y un testimonio entre otros, dela garantía de delegación del que (...) está investido”, dirá Bourdieu (1984: 67), es en lo
que él representa que debemos buscar las razones de ese privilegio de poder acceder a
los instrumentos legítimos de expresión (el medio masivo) para actuar -nunca a título
personal, sino en nombre del grupo que le ha otorgado el mandato- sobre otros agentes
y sobre las cosas mismas. Pero, ¿de dónde proviene la preciada autorización?; ¿cuáles
son los mecanismos que la ponen en marcha y sostienen su vigencia?; y, por último,
¿qué podemos derivar, e interpretar, de tal estado de cosas?
La voz oficial
Si bien la eliminación de la tonada regional no es una exigencia planteada
explícitamente -por ejemplo- a locutores, actores, profesores y demás profesionales de
la palabra pública, existe, de hecho, una “censura cultural”, interiorizada por los
sujetos, que opera al modo de lo que Bourdieu define como formas de dominación
simbólica. A partir de esto se generaría un doble comportamiento que, en el caso de los
locutores se pondría de manifiesto en cada ocasión en la que están frente a un
micrófono (puesto que, en general, cuando no “salen al aire” y vuelven a sus
conversaciones personales, retoman la tonada característica de su lugar de origen)15
15 Este hablar espontáneo es señalado por Bourdieu “como un islote arrebatado a las leyes del
mercado” (cfr.: 1984:153); por cierto, respecto del funcionamiento y las leyes del mercadooficial.
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A esta cadena de autorizaciones -y delegaciones- podemos continuarla desde una
perspectiva histórica. Al respecto podemos verificar, por ejemplo, que como tantas otras
instituciones, tanto el COMFER como la Sociedad Argentina de Locutores -esta última
con Delegaciones en las ciudades importantes del interior- surgieron y tienen sus sedes
centrales en la Capital Federal (Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Las credenciales
con que acreditan su mayoritario capital simbólico y su inherente autoridad proviene del
surgimiento mismo de la radiotelefonía, (la cinematografía y la televisión) en ese
escenario excluyente que es nuestra ciudad portuaria. Los primeros locutores salieron de
los micrófonos de radios como El Mundo, Belgrano o Nacional, que llegaban a puntos
distantes del país por medio de las famosas cadenas de transmisión formadas por
emisoras provinciales con escasos programas propios, y las cuales, a la hora de
producirlos, repetían los consagrados modelos capitalinos y, ciertamente, las voces de
los locutores locales se esforzaban en repetir el modelo originario. Cabe insertar aquí la
reflexión teórica de Bourdieu que encamina debidamente la interpretación en la
dirección que lo venimos haciendo: “..la autoridad que funda la eficacia performativa
del discurso es un percipi, un ser conocido y reconocido, que permite imponer un
percípere, o, mejor aún, que permite imponerse oficialmente como imponente, es decir,
frente a todos y en nombre de todos, del consenso respecto al sentido del mundo social
que funda el sentido común” (1983a:66) Y si esto es así, es realmente difícil que algún
locutor de provincia, en nombre de la fidelidad a su tonada natural pueda hacer una
carrera que le permita ocupar los primeros lugares en el elenco de las voces públicas
nacionales.
Para concluir el breve recorrido a la cadena de legitimaciones mencionemos,
finalmente, la que podríamos denominar intralingüística (o idiomática), que es
decididamente prescriptiva, y que responde al control sobre el uso correcto del idioma
por parte de las autoridades académicas, también con sede en la Capital. Digamos, de
paso, que como todo gran puerto Buenos Aires fue y es nuestra ciudad más expuesta a
la circulación y mezcla de voces extranjeras, y es la que más rápidamente perdió su
pasado aborigen y con un cuerpo de normas originado en España, lugar de procedencia
de nuestra lengua.
Convengamos que las referidas circunstancias y condiciones histórico-sociales
sostienen sólidamente un modelo “oficial” que no sólo goza de un amplio beneficio de
distinción, sino que le garantiza el dominio indiscutible en los procesos de intercambios
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simbólicos, entre los cuales el (los) modo(s) de hablar desde (de) los medios
audiovisuales, ocupa un destacado lugar (cambiando este análisis sobre los modos de
hablar por el de los medios en los que se habla, se podrían debatir cuestiones
interesantes sobre dominación simbólica y periodismo: pero ese es otro tema).
Lo cierto es que saber que se “hacen cosas con las tonadas” permite, por ejemplo,
pensar -e intentar comprender- cómo, cuando y en quienes su uso (como cuando se
quiere inspirar confianza en base al supuesto de que los provincianos son confiables), o
su ocultamiento (para evitar discriminaciones, valga el caso, en el ambiente de los
trabajadores de teatro, en Buenos Aires, -por mencionar un ámbito distinto al que hemos
venido tratando- : o para mostrarse “superior” frente a antiguos convecinos, en algún
esporádico retorno al lugar de origen) señala definidas direcciones de cambio social -ode no cambio- no sólo en sujetos particulares sino en grupos humanos enteros.
¿Qué dicen las tonadas?
Finalmente:¿cuánto dicen las tonadas sobre nuestros aborígenes?. Indudablemente
nos dicen bastante, ya que atraviesan el tiempo y siguen, y no desaparecen. Y no
solamente sobreviven al paso del tiempo (de siglos enteros) en cada geografía
determinada: también se imponen a los nuevos espacios y a las características
entonacionales propias de cada nuevo y diferente lugar. Podemos vivir décadas en otra
provincia o país y no perdemos la tonada, que es una verdadera marca de identidad. El
escritor Daniel Moyano hacía una comparación acertada: decía que las tonadas son
como los yuyos, como las hierbas con que condimentamos las comidas. Podrían faltar,
pero entonces sucedería como cuando a una empanada o a un locro le falta tal o cual
condimento. Es la gracia, el sabor, el espíritu, el aura del lenguaje. Proporcionalmente,
su pérdida empareja, estandariza (¿globaliza?) entregando las singularidades de la bio
diversidad cultural -toda esa riqueza- a un dominio hegemónico (el de la “entonación
oficial”, que tanto se esmeran en copiar los locutores de las FM y las cadenas de radio y
TV nacionales) y que oculta, a su vez, un verdadero modelo de colonización, de
dominación, no sólo cultural sino también social: así como a medida que avanzamos
hacia el grado cero del español que se habla en Argentina, es decir, que avanzamos
hacia la gran mega polis portuaria, dejando en el camino los desvíos entonacionales
provincianos; se nos va imponiendo un modelo del “hablar bien” que coincide con unmodelo del “vivir bien”. Se trata de una discriminación simbólica que -aparentemente-
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no nos molesta, porque el sistema de la cultura (del hablar) oficial -desde la misma
escolarización, por ejemplo- lo establece como algo natural, como algo que evidente y
lamentablemente hemos naturalizado. A los locutores por ejemplo no se les dice,
cuando rinden y obtienen su carné oficial, que mantener su tonada los perjudica; sin
embargo, en la realidad de sus trabajos, si no la sacrifican, serán eternos candidatos a no
participar en ninguna transmisión o propaganda de alcance nacional o internacional.
El hecho es que se trata de rasgos o marcas de identidad, por lo tanto de pertenencia a
un espacio acotado y acerca de lo cual no podría decir si esto es bueno o es malo: quizás
las dos cosas sean necesarias, aunque debidamente equilibradas. Ni cerrados en extremo
pero tampoco abiertos porque sí, hasta el punto de perdernos en la desidentificación, en
la anonimia. Bourdieu decía que él trabajaba sobre las singularidades porque creía quela diversidad (el hecho de que haya no solamente vino borgoña, sino cabernet, merlot,
malbec, etcétera), es lo que hace fuerte a las identidades. Sin ir más lejos, pensemos en
que no hay ninguna razón práctica para que existan tantos idiomas como los que
tenemos actualmente; si se quiere es un problema, pero ¿por qué existen?. Volviendo a
las tonadas: indudablemente son necesarias. Hablan de quienes somos y porqué somos
de tal o cual manera. Este trabajo intentó una defensa de esa diversidad, casi de manera
parecida a la defensa de la biodiversidad ante la homogeneización empobrecedora de la
soja en nuestros vastos territorios.
Los indígenas que -entre otras tantas “carencias”- no sabían escribir, dejaron (lo
siguen haciendo) su presencia mediante diversas formas y metalenguajes “infiltrados”
en nuestras más variadas discursividades culturales. Aquí, por razones obvias,
especialmente de extensión, solamente hemos profundizado en la cuestión entonacional
como elemento de exclusión. A la influencia de dicho rasgo sobre características
centrales de nuestras expresiones lingüísticas actuales -y no sólo orales: también
escritas- hay quienes le dedican detalladas investigaciones: pero esto es algo que escapa
a los objetivos de este trabajo.
Sólo resta señalar que desde la cultura popular actual (que alguna vez tendría que ser
lo que definiera a la cultura de nuestro país), cuyos hacedores-consumidores son,
especialmente, los habitantes de las “villas miserias”, “poblaciones callampas”,
“pueblos jóvenes” o “ciudades ocultas” (descendientes directos de aquellos originarios
dueños de la tierra con iguales derechos a ser también argentinos de primera ) siguen
llegando continuamente señales identitarias que, a pesar de los bloqueos que intenta el
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poder, logran colarse para hacerse presentes en un topónimo, una tonada, una melodía,
un diseño, una terapia alternativa, un ritual religioso o de cualquier otra índole: como
cuando se le hace “la losa” (el techo) a cualquier construcción -especialmente si es
modesta- con la solidaria colaboración de vecinos que después comparten -como única
paga- un vino y un modesto asado: como en los tiempos de la minga . Ellos son a
quienes nunca se les pasa el micrófono.
VI
Nuestra historia en los cuerpos- La voz
Entre otros autores modernos, es Michel Foucault -en textos como El orden del
discurso, Historia de la locura en la época clásica, Historia de la sexualidad y otros-
quien nos recuerda de qué manera cada cuerpo humano está inevitablemente atravesado
por la historia; no sólo la de cada personal “usuario” sino la de cada época y sus
rasgos y acontecimientos claves, todo lo cual nos constituye social y culturalmente, en
tanto actores de un tiempo ( y un paraje, país, continente o mundo) determinado.
Somos, los de aquí (los de este tiempo y este lugar en el mapa mundial), usuarios
“naturales” de la voz, en tanto instrumento-lenguaje que nos define como protagonistas
de una cultura subalterna, propia de un Tercer Mundo cuyas muchas de sus expresiones
mayores se dan a través de la oralidad. Y hemos pasado de largo durante demasiado
tiempo un análisis detenido del protagonismo y valor que tiene la voz en tanto
significativo discurso corporal ( no, por lo tanto, como un instrumento de lo
intelectual) que desde nuestra supuesta “inferioridad” nos permite, sin embargo,
objetivar la más íntima subjetividad.
Si hemos aprendido a escribir, y si lo hacemos cada vez mejor, es porque estamos
aprendiendo algunas “artes de hacer” -como diría de Certeau- según nuestros intereses y
necesidades, en vez de los de quienes nos programaron y nos oprimen.
Este esquivado tema de lo físico-corporal, que en realidad constituye buena parte de la
clave de nuestra identidad y de nuestro real lugar en el mundo (lo aceptemos o no),
históricamente está presente en la mayoría de los textos fundacionales -o canónicos- de
nuestra literatura, entre los cuales solamente mencionaremos algunos. Por ejemplo en
las obras centrales de Echeverría ( El Matadero y La Cautiva) donde las metáforas
(propias del romanticismo europeo) son la carnalidad en tanto naturaleza y el cautiveriomodelador, primero de los cuerpos y luego de los espíritus; en Sarmiento, hablando
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desde esa contradictoria posición tensionada por lo que le dicta la razón, por un lado, y
lo que le pide el corazón, por el otro. Subyugado por eso mismo que él mide (en “El
tigre” Facundo o en el rastreador Calíbar, por ejemplo) como naturaleza encarnada,
como una muestra de que las habilidades físicas y el entendimiento con los animales, el
paisaje o el discurso del suelo, es lo propio de los bárbaros inferiores del monte y la
montaña, a los que hay que civilizar, imponiéndoles la racionalidad greco-europea.
Otro tanto sucederá con Hernández y su epopeya de cuerpos que continuamente deben
confrontar para poder ser . Y otra vez la voz, como eje expositivo/expresivo que se
mueve gracias a los resortes de la oralidad (en tanto género e instrumento de los
dominados), ya que el personaje de Hernández es un payador, un hombre que (se) dice
cantando. Este será también el modelo heroico que Lugones tomará para fundar, con
predominantes rasgos “blanquecinos”, a nuestro arquetipo nacional -en las cercanías de
la conmemoración del Centenario, a través de sus conferencias magistrales en el teatro
Odeón, luego convertidas en su libro “fundacional”, El Payador -, y será el modelo
admirado por Borges, quien también lo impondrá como ejemplo, permitiéndole (a
Borges) ser también el “renegado” cantor popular de coplas y milongas que bien
conocemos. Y la lista se extiende a múltiples textos y autores de distintas épocas que,
en lo que hoy es Latinoamérica, escribieron la ambivalencia (por decirlo con el
concepto que J.A.Mazzotti recrea en “El debate (pos)colonial en Hispanoamérica”16)
Ambivalencia que los mismos criollos que se constituyeron en clase dirigente
mantuvieron mediante dos discursos contradictorios: la “epopeya popular americana”
(reivindicativa de lo indígena) y la “novela familiar criolla” (que busca el
reconocimiento de los españoles y la legitimación de los criollos en el poder)17 Se
generó, de tal modo, una subalternización primaria y otra secundaria: españoles
(europeos) que dominaban a los de aquí, y algunos de aquí (los criollos) que dominaban
a negros e indígenas. La sobrevivencia en medio de tales poderes generaría conductas ymodos de hacer propias del débil y del pobre 18, todo lo cual devendría en prácticas
tácticas más que estratégicas. La tonada regional, por medio de la cual los grupos
aborígenes conquistados incrustaron el sustrato lingüístico en la lengua dominante, es
16 José A. Mazzotti (2008) En: Treinta años de estudios literarios/culturales latinoamericanos en EstadosUnidos, Pittsburg, Biblioteca de América, p.200.17 por decirlo con la tipificación de Dardo Scavino(2010) en Narraciones de la Independencia, BuenosAires, Eterna Cadencia. Allí el autor analiza numerosos textos; entre otros, de Carlos de Sigüenza y
Góngora (1692); Simón Bolívar (1815); Francisco de Miranda(1801);Bernardo de Monteagudo(1812);Juan B. Alberdi (1867); Pablo Neruda (1950); Héctor A. Murena (1965)…18 Cfr. Michel de Certeau (1996) La invención de lo cotidiano, México, Universidad Iberoamericana.
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un claro ejemplo táctico: valerse de los recursos del otro para hacer de la mejor manera
lo conveniente a las propias necesidades.
Con la lengua del otro
Acordamos con Vich y Zavala( 2004), y con Gayatri Spivak-a quien aquellos citan-,
que en la mayoría de los casos el subalterno no puede hablar sino con las mismas
palabras del poder en el que está inmerso (según también creemos hacerlo aquí
nosotros); poder que lo subsume y que -pese a su disconformidad y a su impotencia-
también lo modela, lo configura. Pero cuidado: podrá el subalterno hablar con los
discursos, pero no con la voz del otro. Porque la voz (y aquí le damos a voz un sentido
amplio, especialmente en tanto función integrada a, e integradora de, la totalidad del
cuerpo) es solamente suya; al tiempo que por ella se expresan, inconscientemente -
según es lo propio de lo cultural- contenidos y significados no personales. Del mismo
modo que en los cuerpos se inscriben trabajos y profesiones (Marx, Williams, Hall..);
técnicas y tecnologías de sujeción, de control (Foucault); o se desarrollan e interiorizan
habitus de clase e identidad (Bourdieu); o textualidades identitarias (Lotman), en la voz
también anidan, tanto lo “más único” de cada cual (incluyendo lo histórico y lo
cultural), cuanto las diversas intensidades, volúmenes y matices provenientes de la
dinámica dentro/fuera de cada sujeto y de cada grupo. La importancia del canto -de la
canción en acto, es decir de la canción cuando se está cantando- es que se trataría
del momento clave en que la subjetividad logra, finalmente, objetivarse; pero no ya
como “naturaleza” (según lo definirá, en función de sus necesidades, el blanco)
sino también como sujeto dotado de espíritu y razón: como subjetividad . Así y todo
-y esta es una reflexión al vuelo conectada con la situación actual- siempre