Date post: | 17-Mar-2016 |
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HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS
El gran conflicto entre el bien y el mal
ilustrado en la vida de los santos de la antigedad.
ELENA G. DE WHITE
CAPTULO 1. El Origen del Mal
"Dios es amor." Su naturaleza y su ley son amor. Lo han sido siempre, y lo sern para
siempre. "El Alto y Sublime, el que habita la eternidad," cuyos "caminos son eternos," no
cambia. En l "no hay mudanza, ni sombra de variacin."
Cada manifestacin del poder creador es una expresin del amor infinito. La soberana de
Dios encierra plenitud de bendiciones para todos los seres creados. El salmista dice:
"Tuyo el brazo con valenta;
fuerte es tu mano, ensalzada tu diestra.
Justicia y juicio son el asiento de tu trono:
misericordia y verdad van delante de tu rostro.
Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte:
andarn, oh Jehov, a la luz de tu rostro.
En tu nombre se alegrarn todo el da;
y en tu justicia sern ensalzados.
Porque t eres la gloria de su fortaleza; ...
Porque Jehov es nuestro escudo;
y nuestro rey es el Santo de Israel." (Sal. 89: 13-18.)*
La historia del gran conflicto entre el bien y el mal, desde que principi en el cielo hasta el
final abatimiento de la rebelin y la total extirpacin del pecado, es tambin una
demostracin del inmutable amor de Dios.
El soberano del universo no estaba solo en su obra benfica. Tuvo un compaero, un
colaborador que poda apreciar sus designios, y que poda compartir su regocijo al brindar
felicidad a los seres creados. "En el principio era el Verbo, y el 12 Verbo era con Dios, y el
Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios." (Juan 1: 1, 2.) Cristo, el Verbo, el
Unignito de Dios, era uno solo con el Padre eterno, uno solo en naturaleza, en carcter y en
propsitos; era el nico ser que poda penetrar en todos los designios y fines de Dios. "Y
llamarse su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Prncipe de paz" "sus
salidas son desde el principio, desde los das del siglo." (Isa. 9: 6; Miq. 5: 2.) Y el Hijo de
Dios, hablando de s mismo, declara: "Jehov me posea en el principio de su camino, ya de
antiguo, antes de sus obras. Eternalmente tuve el principado. . . . Cuando estableca los
fundamentos de la tierra; con l estaba yo ordenndolo todo; y fui su delicia todos los das,
teniendo solaz delante de l en todo tiempo." (Prov. 8: 22-30)
El Padre obr por medio de su Hijo en la creacin de todos los seres celestiales. "Porque
por l fueron criadas todas las cosas, . . . sean tronos, sean dominios, sean principados, sean
potestades; todo fue criado por l y para l." (Col. 1: 16.) Los ngeles son los ministros de
Dios, que, irradiando la luz que constantemente dimana de la presencia de l y valindose
de sus rpidas alas, se apresuran a ejecutar la voluntad de Dios. Pero el Hijo, el Ungido de
Dios, "la misma imagen de su sustancia," "el resplandor de su gloria" y sostenedor de" todas
las cosas con la palabra de su potencia," tiene la supremaca sobre todos ellos. Un "trono de
gloria, excelso desde el principio," era el lugar de su santuario; una "vara de equidad," el
cetro de su reino. "Alabanza y magnificencia delante de l: fortaleza y gloria en su
santuario." "Misericordia y verdad van delante de tu rostro." (Heb. 1: 3, 8; Jer. 17: 12; Sal.
96: 6; 89: 14)
Siendo la ley del amor el fundamento del gobierno de Dios, la felicidad de todos los seres
inteligentes depende de su perfecto acuerdo con los grandes principios de justicia de esa
ley. Dios desea de todas sus criaturas el servicio que nace del amor, de la comprensin y del
aprecio de su carcter. No 13 halla placer en una obediencia forzada, y otorga a todos libre
albedro para que puedan servirle voluntariamente.
Mientras todos los seres creados reconocieron la lealtad del amor, hubo perfecta armona en
el universo de Dios. Cumplir los designios de su Creador era el gozo de las huestes
celestiales. Se deleitaban en reflejar la gloria del Todopoderoso y en alabarle. Y su amor
mutuo fue fiel y desinteresado mientras el amor de Dios fue supremo. No haba nota
discordante que perturbara las armonas celestiales. Pero se produjo un cambio en ese
estado de felicidad. Hubo uno que pervirti la libertad que Dios haba otorgado a sus
criaturas. El pecado se origin en aquel que, despus de Cristo, haba sido el ms honrado
por Dios y que era el ms exaltado en poder y en gloria entre los habitantes del cielo.
Lucifer, el "hijo de la maana," era el principal de los querubines cubridores, santo e
inmaculado. Estaba en la presencia del gran Creador, y los incesantes rayos de gloria que
envolvan al Dios eterno, caan sobre l. "As ha dicho el Seor Jehov: T echas el sello a
la proporcin, lleno de sabidura, y acabado de hermosura. En Edn, en el huerto de Dios
estuviste: toda piedra preciosa fue tu vestidura. . . . T, querubn grande, cubridor: y yo te
puse; en el santo monte de Dios estuviste; en medio de piedras de fuego has andado.
Perfecto eras en todos tus caminos desde el da que fuiste criado, hasta que se hall en ti
maldad." (Eze. 28: 12-15.)
Poco a poco Lucifer lleg a albergar el deseo de ensalzarse. Las Escrituras dicen:
"Enaltecise tu corazn a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabidura a causa de tu
resplandor." (Vers. 17) "T que decas en tu corazn: . . . Junto a las estrellas de Dios
ensalzar mi solio,.... y ser semejante al Altsimo." (Isa. 14: 13, 14) Aunque toda su gloria
proceda de Dios, este poderoso ngel lleg a considerarla como perteneciente a s mismo.
Descontento con el puesto que ocupaba, a pesar de ser el ngel que reciba ms honores
entre las huestes celestiales, se aventur a codiciar el homenaje que 14 slo debe darse al
Creador. En vez de procurar el ensalzamiento de Dios como supremo en el afecto y la
lealtad de todos los seres creados, trat de obtener para s mismo el servicio y la lealtad de
ellos. Y codiciando la gloria con que el Padre infinito haba investido a su Hijo, este
prncipe de los ngeles aspiraba al poder que slo perteneca a Cristo.
Ahora la perfecta armona del cielo estaba quebrantada. La disposicin de Lucifer de
servirse a si mismo en vez de servir a su Creador, despert un sentimiento de honda
aprensin cuando fue observada por quienes consideraban que la gloria de Dios deba ser
suprema. Reunidos en concilio celestial, los ngeles rogaron a Lucifer que desistiese de su
intento. El Hijo de Dios present ante l la grandeza, la bondad y la justicia del Creador, y
tambin la naturaleza sagrada e inmutable de su ley. Dios mismo haba establecido el orden
del cielo, y, al separarse de l, Lucifer deshonrara a su Creador y acarreara la ruina sobre s
mismo. Pero la amonestacin, hecha con misericordia y amor infinitos, solamente despert
un espritu de resistencia. Lucifer permiti que su envidia hacia Cristo prevaleciese, y se
afirm ms en su rebelin.
El propsito de este prncipe de los ngeles lleg a ser disputar la supremaca del Hijo de
Dios, y as poner en tela de juicio la sabidura y el amor del Creador. A lograr este fin
estaba por consagrar las energas de aquella mente maestra, la cual, despus de la de Cristo,
era la principal entre las huestes de Dios. Pero Aquel que quiso que sus criaturas tuviesen
libre albedro, no dej a ninguna de ellas inadvertida en cuanto a los sofismas perturbadores
con los cuales la rebelin procurara justificarse. Antes de que la gran controversia
principiase, deba presentarse claramente a todos la voluntad de Aquel cuya sabidura y
bondad eran la fuente de todo su regocijo.
El Rey del universo convoc a las huestes celestiales a comparecer ante l, a fin de que en
su presencia l pudiese 15 manifestar cul era el verdadero lugar que ocupaba su Hijo y
manifestar cul era la relacin que l tena para con todos los seres creados. El Hijo de Dios
comparti el trono del Padre, y la gloria del Ser eterno, que exista por s mismo, cubri a
ambos. Alrededor del trono se congregaron los santos ngeles, una vasta e innumerable
muchedumbre, "millones de millones," y los ngeles ms elevados, como ministros y
sbditos, se regocijaron en la luz que de la presencia de la Deidad caa sobre ellos. Ante los
habitantes del cielo reunidos, el Rey declar que ninguno, excepto Cristo, el Hijo unignito
de Dios, poda penetrar en la plenitud de sus designios y que a ste le estaba encomendada
la ejecucin de los grandes propsitos de su voluntad. El Hijo de Dios haba ejecutado la
voluntad del Padre en la creacin de todas las huestes del cielo, y a l, as como a Dios,
deban ellas tributar homenaje y lealtad. Cristo haba de ejercer an el poder divino en la
creacin de la tierra y sus habitantes. Pero en todo esto no buscara poder o ensalzamiento
para s mismo, en contra del plan de Dios, sino que exaltara la gloria del Padre, y ejecutara
sus fines de beneficencia y amor.
Los ngeles reconocieron gozosamente la supremaca de Cristo, y postrndose ante l, le
rindieron su amor y adoracin. Lucifer se postr con ellos, pero en su corazn se libraba un
extrao y feroz conflicto. La verdad, la justicia y la lealtad luchaban contra los celos y la
envidia. La influencia de los santos ngeles pareci por algn tiempo arrastrarlo con ellos.
Mientras en melodiosos acentos se elevaban himnos de alabanza cantados por millares de
alegres voces, el espritu del mal pareca vencido; indecible amor conmova su ser entero; al
igual que los inmaculados adoradores, su alma se hinchi de amor hacia el Padre y el Hijo.
Pero luego se llen del orgullo de su propia gloria. Volvi a su deseo de supremaca, y
nuevamente dio cabida a su envidia hacia Cristo. Los altos honores conferidos a Lucifer no
fueron justipreciados como ddiva especial de Dios, y por lo tanto, no produjeron 16
gratitud alguna hacia su Creador. Se jactaba de su esplendor y elevado puesto, y aspiraba a
ser igual a Dios. La hueste celestial le amaba y reverenciaba, los ngeles se deleitaban en
cumplir sus rdenes, y estaba dotado de ms sabidura y gloria que todos ellos. Sin
embargo, el Hijo de Dios ocupaba una posicin ms exaltada que l. Era igual al Padre en
poder y autoridad. El comparta los designios del Padre, mientras que Lucifer no participaba
en los concilios de Dios. "Por qu -se preguntaba el poderoso ngel- debe Cristo tener la
supremaca? Por qu se le honra ms que a m?"
Abandonando su lugar en la inmediata presencia del Padre, Lucifer sali a difundir el
espritu de descontento entre los ngeles. Trabaj con misteriosa reserva, y por algn
tiempo ocult sus verdaderos propsitos bajo una aparente reverencia hacia Dios. Principi
por insinuar dudas acerca de las leyes que gobernaban a los seres celestiales, sugiriendo que
aunque las leyes fuesen necesarias para los habitantes de los mundos, los ngeles, siendo
ms elevados, no necesitaban semejantes restricciones, porque su propia sabidura bastaba
para guiarlos. Ellos no eran seres que pudieran acarrear deshonra a Dios; todos sus
pensamientos eran santos; y errar era tan imposible para ellos como para el mismo Dios. La
exaltacin del Hijo de Dios como igual al Padre fue presentada como una injusticia
cometida contra Lucifer, quien, segn se alegaba, tena tambin derecho a recibir reverencia
y honra. Si este prncipe de los ngeles pudiese alcanzar su verdadera y elevada posicin,
ello redundara en grandes beneficios para toda la hueste celestial; pues era su objeto
asegurar la libertad de todos. Pero ahora aun la libertad que haban gozado hasta ese
entonces conclua, pues se les haba nombrado un gobernante absoluto, y todos ellos tenan
que prestar obediencia a su autoridad. Tales fueron los sutiles engaos que por medio de las
astucias de Lucifer cundan rpidamente por los atrios celestiales.
No se haba efectuado cambio alguno en la posicin o en 17 la autoridad de Cristo. La
envidia de Lucifer, sus tergiversaciones, y sus pretensiones de igualdad con Cristo, haban
hecho absolutamente necesaria una declaracin categrica acerca de la verdadera posicin
que ocupaba el Hijo de Dios; pero sta haba sido la misma desde el principio. Sin embargo,
las argucias de Lucifer confundieron a muchos ngeles.
Valindose de la amorosa y leal confianza depositada en l por los seres celestiales que
estaban bajo sus rdenes, haba inculcado tan insidiosamente en sus mentes su propia
desconfianza y descontento, que su influencia no se discerna. Lucifer haba presentado con
falsa los designios de Dios, interpretndolos torcida y errneamente, a fin de producir
disensin y descontento. Astutamente induca a sus oyentes a que expresaran sus
sentimientos; luego, cuando as convena a sus intereses, repeta esas declaraciones en
prueba de que los ngeles no estaban del todo en armona con el gobierno de Dios. Mientras
aseveraba tener perfecta lealtad hacia Dios, insista en que era necesario que se hiciesen
cambios en el orden y las leyes del cielo para asegurar la estabilidad del gobierno divino.
As, mientras obraba por despertar oposicin a la ley de Dios y por inculcar su propio
descontento en la mente de los ngeles que estaban bajo sus rdenes, haca alarde de querer
eliminar el descontento y reconciliar a los ngeles desconformes con el orden del cielo.
Mientras fomentaba secretamente el desacuerdo y la rebelin, con pericia consumada
aparentaba que su nico fin era promover la lealtad y preservar la armona y la paz.
El espritu de descontento as encendido haca su funesta obra. Aunque no haba rebelin
abierta, el desacuerdo aumentaba imperceptiblemente entre los ngeles. Algunos reciban
favorablemente las insinuaciones de Lucifer contra el gobierno de Dios. Aunque
previamente haban estado en perfecta armona con el orden que Dios haba establecido,
estaban ahora descontentos y se sentan desdichados porque no podan penetrar los
inescrutables designios de Dios; les 18 desagradaba la idea de exaltar a Cristo. Estaban
listos para respaldar la demanda de Lucifer de que l tuviese igual autoridad que el Hijo de
Dios. Pero los ngeles que permanecieron leales y fieles apoyaron la sabidura y la justicia
del decreto divino, y as trataron de reconciliar al descontento Lucifer con la voluntad de
Dios. Cristo era el Hijo de Dios. Haba sido uno con el Padre antes que los ngeles fuesen
creados. Siempre estuvo a la diestra del Padre; su supremaca, tan llena de bendiciones para
todos aquellos que estaban bajo su benigno dominio, no haba sido hasta entonces
disputada. La armona que reinaba en el cielo nunca haba sido interrumpida. Por qu
deba haber ahora discordia? Los ngeles leales podan ver slo terribles consecuencias
como resultado de esta disensin, y con frvidas splicas aconsejaron a los descontentos
que renunciasen a su propsito y se mostrasen leales a Dios mediante la fidelidad a su
gobierno.
Con gran misericordia, segn su divino carcter, Dios soport por mucho tiempo a Lucifer.
El espritu de descontento y desafecto no se haba conocido antes en el cielo. Era un
elemento nuevo, extrao, misterioso e inexplicable. Lucifer mismo, al principio, no
entenda la verdadera naturaleza de sus sentimientos; durante algn tiempo haba temido
dar expresin a los pensamientos y a las imaginaciones de su mente; sin embargo no los
desech. No vea el alcance de su extravo. Para convencerlo de su error, se hizo cuanto
esfuerzo podan sugerir la sabidura y el amor infinitos. Se le prob que su desafecto no
tena razn de ser, y se le hizo saber cul sera el resultado si persista en su rebelda.
Lucifer qued convencido de que se hallaba en el error. Vio que "justo es Jehov en todos
sus caminos, y misericordioso en todas sus obras" (Sal. 145: 17), que los estatutos divinos
son justos, y que deba reconocerlos como tales ante todo el cielo. De haberlo hecho, podra
haberse salvado a s mismo y a muchos ngeles. An no haba desechado completamente la
lealtad a Dios. Aunque haba abandonado su 19 puesto de querubn cubridor, si hubiese
querido volver a Dios, reconociendo la sabidura del Creador y conformndose con ocupar
el lugar que se le asign en el gran plan de Dios, habra sido restablecido en su puesto.
Haba llegado el momento de hacer una decisin final; l deba someterse completamente a
la divina soberana o colocarse en abierta rebelin. Casi decidi volver sobre sus pasos,
pero el orgullo no se lo permiti. Era un sacrificio demasiado grande para quien haba sido
honrado tan altamente el tener que confesar que haba errado, que sus ideas y propsitos
eran falsos, y someterse a la autoridad que haba estado presentando como injusta.
Un Creador compasivo, anhelante de manifestar piedad hacia Lucifer y sus seguidores,
procur hacerlos retroceder del abismo de la ruina al cual estaban a punto de lanzarse. Pero
su misericordia fue mal interpretada. Lucifer seal la longanimidad de Dios como una
prueba evidente de su propia superioridad sobre l, como una indicacin de que el Rey del
universo an accedera a sus exigencias. Si los ngeles se mantenan firmes de su parte,
dijo, an podran conseguir todo lo que deseaban. Defendi persistentemente su conducta, y
se dedic de lleno al gran conflicto contra su Creador. As fue como Lucifer, el "portaluz,"
el que comparta la gloria de Dios, el ministro de su trono, mediante la transgresin, se
convirti en Satans el "adversario" de Dios y de los seres santos, y el destructor de
aquellos que el Seor haba encomendado a su direccin y cuidado.
Rechazando con desdn los argumentos y las splicas de los ngeles leales, los tild de
esclavos engaados. Declar que la preferencia otorgada a Cristo era un acto de injusticia
tanto hacia l como hacia toda la hueste celestial, y anunci que desde ese entonces no se
sometera a esa violacin de los derechos de sus asociados y de los suyos propios. Nunca
ms reconocera la supremaca de Cristo. Haba decidido reclamar el honor que se le debi
haber otorgado, y asumir la direccin 20 de cuantos quisieran seguirle; y prometi a quienes
entrasen en sus filas un gobierno nuevo y mejor, bajo cuya tutela todos gozaran de libertad.
Gran nmero de ngeles manifest su decisin de aceptarle como su caudillo. Engredo por
el favor que recibieran sus designios, alent la esperanza de atraer a su lado a todos los
ngeles para hacerse igual a Dios mismo, y ser obedecido por toda la hueste celestial.
Los ngeles leales volvieron a instar a Satans y a sus simpatizantes a someterse a Dios; les
presentaron lo que resultara inevitable en caso de rehusarse. El que los haba creado poda
vencerlos y castigar severamente su rebelde osada. Ningn ngel poda oponerse con xito
a la ley divina, tan sagrada como Dios mismo. Advirtieron y aconsejaron a todos que
hiciesen odos sordos a los razonamientos engaosos de Lucifer, y le instaron a l y a sus
secuaces a buscar la presencia de Dios sin demora alguna, y a confesar el error de haber
puesto en tela de juicio la sabidura y la autoridad divinas.
Muchos estaban dispuestos a prestar atencin a este consejo, a arrepentirse de su desafecto,
y a pedir que se les admitiese en el favor del Padre y del Hijo. Pero Lucifer tena otro
engao listo. El poderoso rebelde declar entonces que los ngeles que se le haban unido
haban ido demasiado lejos para retroceder, que l estaba bien enterado de la ley divina, y
que saba que Dios no los perdonara. Declar que todos aquellos que se sometieran a la
autoridad del cielo seran despojados de su honra y degradados. En cuanto a l se refera,
estaba dispuesto a no reconocer nunca ms la autoridad de Cristo. Manifest que la nica
salida que les quedaba a l y a sus seguidores era declarar su libertad, y obtener por medio
de la fuerza los derechos que no se les quiso otorgar de buen grado.
En lo que concerna a Satans mismo, era cierto que ya haba ido demasiado lejos en su
rebelin para retroceder. Pero no ocurra lo mismo con aquellos que haban sido cegados 21
por sus engaos. Para ellos el consejo y las splicas de los ngeles leales abran una puerta
de esperanza; y si hubiesen atendido la advertencia, podran haber escapado del lazo de
Satans. Pero permitieron que el orgullo, el amor a su jefe y el deseo de libertad ilimitada
los dominasen por completo, y los ruegos del amor y la misericordia divinos fueron
finalmente rechazados.
Dios permiti que Satans siguiese con su obra hasta que el espritu de desafecto se troc en
una activa rebelin. Era necesario que sus planes se desarrollasen en toda su plenitud, para
que su verdadera naturaleza y tendencia fuesen vistas por todos. Como querubn ungido,
Lucifer, haba sido altamente exaltado; era muy amado por los seres celestiales, y su
influencia sobre ellos era poderosa. El gobierno de Dios inclua no slo los habitantes del
cielo sino tambin los de todos los mundos que haba creado; y Lucifer lleg a la
conclusin de que si pudiera arrastrar a los ngeles celestiales en su rebelin, podra
tambin arrastrar a todos los mundos. El haba presentado su punto de vista astutamente,
haciendo uso de sofismas y engaos para lograr sus fines. Su poder para engaar era
enorme. Disfrazndose con un manto de mentira, haba obtenido una ventaja. Todo cuanto
haca estaba tan revestido de misterio que era muy difcil revelar a los ngeles la verdadera
naturaleza de su obra. Hasta que sta no estuviese plenamente desarrollada, no podra
manifestarse cun mala era ni su desafecto sera visto como rebelin. Aun los ngeles leales
no podan discernir bien su carcter, ni ver adonde se encaminaba su obra.
Al principio Lucifer haba encauzado sus tentaciones de tal manera que l mismo no se
comprometa. A los ngeles a quienes no pudo atraer completamente a su lado los acus de
ser indiferentes a los intereses de los seres celestiales. Acus a los ngeles leales de estar
haciendo precisamente la misma labor que l haca. Su poltica era confundirlos con
argumentos sutiles acerca de los designios de Dios. Cubra de 22 misterio todo lo sencillo, y
por medio de astuta perversin pona en duda las declaraciones ms claras de Jehov. Y su
elevada posicin, tan ntimamente relacionada con el gobierno divino, daba mayor fuerza a
sus pretensiones.
Dios poda emplear slo aquellos medios que fuesen compatibles con la verdad y la justicia.
Satans poda valerse de medios que Dios no poda usar: la lisonja y el engao. Haba
procurado falsear la palabra de Dios, y haba tergiversado el plan de gobierno divino,
alegando que el Creador no obraba con justicia al imponer leyes a los ngeles; que al exigir
sumisin y obediencia de sus criaturas, buscaba solamente su propia exaltacin. Por lo
tanto, era necesario demostrar ante los habitantes del cielo y de todos los mundos que el
gobierno de Dios es justo y su ley perfecta. Satans haba fingido que procuraba fomentar el
bien del universo. El verdadero carcter del usurpador, y su verdadero objetivo, deban ser
comprendidos por todos. Deba drsele tiempo suficiente para que se revelase por medio de
sus propias obras inicuas.
La discordia que su propio proceder haba causado en el cielo, Satans la atribua al
gobierno de Dios. Todo lo malo, deca, era resultado de la administracin divina. Alegaba
que su propsito era mejorar los estatutos de Jehov. Por consiguiente, Dios le permiti
demostrar la naturaleza de sus pretensiones para que se viese el resultado de los cambios
que l propona hacer en la ley divina. Su propia labor haba de condenarle. Satans haba
dicho desde el principio que no estaba en rebelda. El universo entero haba de ver al
engaador desenmascarado.
Aun cuando Satans fue arrojado del cielo, la Sabidura infinita no le aniquil. Puesto que
slo el servicio inspirado por el amor puede ser aceptable para Dios, la lealtad de sus
criaturas debe basarse en la conviccin de que es justo y benvolo. Por no estar los
habitantes del cielo y de los mundos preparados para entender la naturaleza o las
consecuencias del pecado, no podran haber discernido la justicia de 23 Dios en la
destruccin de Satans. Si se le hubiese suprimido inmediatamente, algunos habran servido
a Dios por temor ms bien que por amor. La influencia del engaador no habra sido
anulada totalmente, ni se habra extirpado por completo el espritu de rebelin. Para el bien
del universo entero a travs de los siglos sin fin, era necesario que Satans desarrollase ms
ampliamente sus principios, para que todos los seres creados pudiesen reconocer la
naturaleza de sus acusaciones contra el gobierno divino y para que la justicia y la
misericordia de Dios y la inmutabilidad de su ley quedasen establecidas para siempre.
La rebelin de Satans haba de ser una leccin para el universo a travs de todos los siglos
venideros, un testimonio perpetuo acerca de la naturaleza del pecado y sus terribles
consecuencias. Los resultados del gobierno de Satans y sus efectos sobre los ngeles y los
hombres iban a demostrar qu resultado se obtiene inevitablemente al desechar la autoridad
divina. Iban a atestiguar que la existencia del gobierno de Dios entraa el bienestar de todos
los seres que l cre. De esta manera la historia de este terrible experimento de la rebelin
iba a ser una perpetua salvaguardia para todos los seres santos, para evitar que sean
engaados acerca de la naturaleza de la transgresin, para salvarlos de cometer pecado y
sufrir sus consecuencias.
El que gobierna en los cielos ve el fin desde el principio. Aquel en cuya presencia los
misterios del pasado y del futuro son manifiestos, ms all de la angustia, las tinieblas y la
ruina provocadas por el pecado, contempla la realizacin de sus propios designios de amor
y bendicin. Aunque haya "nube y oscuridad alrededor de l: justicia y juicio son el asiento
de su trono." (Sal. 97: 2.) Y esto lo entendern algn da todos los habitantes del universo,
tanto los leales como los desleales. "El es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus
caminos son rectitud: Dios de verdad, y ninguna iniquidad en l: es justo y recto." (Deut.
32: 4.) 24
CAPTULO 2. La Creacin
"POR LA palabra de Jehov fueron hechos los cielos, y todo el ejrcito de ellos por el
espritu de su boca. . . . Porque l dijo, y fue hecho; l mand, y existi." "El fund la tierra
sobre sus basas; no ser jams removida." (Sal 33: 6, 9; 104: 5)
Cuando sali de las manos del Creador, la tierra era sumamente hermosa. La superficie
presentaba un aspecto multiforme, con montaas, colinas y llanuras, entrelazadas con
magnficos ros y bellos lagos. Pero las colinas y las montaas no eran abruptas y
escarpadas, ni abundaban en ellas declives aterradores, ni abismos espeluznantes como
ocurre ahora; las agudas y speras cspides de la rocosa armazn de la tierra estaban
sepultadas bajo un suelo frtil, que produca por doquiera una frondosa vegetacin verde.
No haba repugnantes pantanos ni desiertos estriles. Agraciados arbustos y delicadas flores
saludaban la vista por dondequiera. Las alturas estaban coronadas con rboles aun ms
imponentes que los que existen ahora. El aire, limpio de impuros miasmas, era claro y
saludable. El paisaje sobrepujaba en hermosura los adornados jardines del ms suntuoso
palacio de la actualidad. La hueste anglica presenci la escena con deleite, y se regocij en
las maravillosas obras de Dios.
Una vez creada la tierra con su abundante vida vegetal y animal, fue introducido en el
escenario el hombre, corona de la creacin para quien la hermosa tierra haba sido
aparejada. A l se le dio dominio sobre todo lo que sus ojos pudiesen mirar; pues, "dijo
Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y seoree ... en
toda 25 la tierra. Y cri Dios al hombre a su imagen, varn y hembra los cri." (Gn. 1: 26,
27)
Aqu se expone con claridad el origen de la raza humana; y el relato divino est tan
claramente narrado que no da lugar a conclusiones errneas. Dios cre al hombre conforme
a su propia imagen. No hay en esto misterio. No existe fundamento alguno para la
suposicin de que el hombre lleg a existir mediante un lento proceso evolutivo de las
formas bajas de la vida animal o vegetal. Tales enseanzas rebajan la obra sublime del
Creador al nivel de las mezquinas y terrenales concepciones humanas. Los hombres estn
tan resueltos a excluir a Dios de la soberana del universo que rebajan al hombre y le privan
de la dignidad de su origen. El que coloc los mundos estrellados en la altura y colore con
delicada maestra las flores del campo, el que llen la tierra y los cielos con las maravillas
de su potencia, cuando quiso coronar su gloriosa obra, colocando a alguien para regir la
hermosa tierra, supo crear un ser digno de las manos que le dieron vida. La genealoga de
nuestro linaje, como ha sido revelada, no hace remontar su origen a una serie de grmenes,
moluscos o cuadrpedos, sino al gran Creador. Aunque Adn fue formado del polvo, era el
"hijo de Dios." (Luc 3: 38, V.M.)
Adn fue colocado como representante de Dios sobre los rdenes de los seres inferiores.
Estos no pueden comprender ni reconocer la soberana de Dios; sin embargo, fueron
creados con capacidad de amar y de servir al hombre. El salmista dice: "Hicstelo
enseorear de las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies: . . . asimismo las
bestias del campo; las aves de los cielos, . . . todo cuanto pasa por los senderos de la mar."
(Sal. 8: 6-8.)
El hombre haba de llevar la imagen de Dios, tanto en la semejanza exterior, como en el
carcter. Slo Cristo es "la misma imagen" del Padre (Heb. 1: 3); pero el hombre fue creado
a semejanza de Dios. Su naturaleza estaba en armona 26 con la voluntad de Dios. Su mente
era capaz de comprender las cosas divinas. Sus afectos eran puros, sus apetitos y pasiones
estaban bajo el dominio de la razn. Era santo y se senta feliz de llevar la imagen de Dios y
de mantenerse en perfecta obediencia a la voluntad del Padre.
Cuando el hombre sali de las manos de su Creador, era de elevada estatura y perfecta
simetra. Su semblante llevaba el tinte rosado de la salud y brillaba con la luz y el regocijo
de la vida. La estatura de Adn era mucho mayor que la de los hombres que habitan la tierra
en la actualidad. Eva era algo ms baja de estatura que Adn; no obstante, su forma era
noble y plena de belleza. La inmaculada pareja no llevaba vestiduras artificiales. Estaban
rodeados de una envoltura de luz y gloria, como la que rodea a los ngeles. Mientras
vivieron obedeciendo a Dios, este atavo de luz continu revistindolos.
Despus de la creacin de Adn, toda criatura viviente fue trada ante su presencia para
recibir un nombre; vio que a cada uno se le haba dado una compaera, pero entre todos
ellos no haba "ayuda idnea para l." Entre todas las criaturas que Dios haba creado en la
tierra, no haba ninguna igual al hombre. "Y dijo Jehov Dios: No es bueno que el hombre
est solo, harle ayuda idnea para l." (Gn. 2: 18.) El hombre no fue creado para que
viviese en la soledad; haba de tener una naturaleza sociable. Sin compaa, las bellas
escenas y las encantadoras ocupaciones del Edn no hubiesen podido proporcionarle
perfecta felicidad. Aun la comunin con los ngeles no hubiese podido satisfacer su deseo
de simpata y compaa. No exista nadie de la misma naturaleza y forma a quien amar y de
quien ser amado.
Dios mismo dio a Adn una compaera. Le provey de una "ayuda idnea para l," alguien
que realmente le corresponda, una persona digna y apropiada para ser su compaera y que
podra ser una sola cosa con l en amor y simpata. Eva fue creada de una costilla tomada
del costado 27 de Adn; este hecho significa que ella no deba dominarle como cabeza, ni
tampoco deba ser humillada y hollada bajo sus plantas como un ser inferior, sino que ms
bien deba estar a su lado como su igual, para ser amada y protegida por l. Siendo parte del
hombre, hueso de sus huesos y carne de su carne, era ella su segundo yo; y quedaba en
evidencia la unin ntima y afectuosa que deba existir en esta relacin. "Porque ninguno
aborreci jams a su propia carne, antes la sustenta y regala." "Por tanto, dejar el hombre a
su padre y a su madre, y allegarse ha a su mujer, y sern una sola carne." (Efe 5: 29; Gn. 2:
24)
Dios celebr la primera boda. De manera que la institucin del matrimonio tiene como su
autor al Creador del universo. "Honroso es en todos el matrimonio." (Heb. 13: 4.) Fue una
de las primeras ddivas de Dios al hombre, y es una de las dos instituciones que, despus de
la cada, llev Adn consigo al salir del paraso. Cuando se reconocen y obedecen los
principios divinos en esta materia, el matrimonio es una bendicin: salvaguarda la felicidad
y la pureza de la raza, satisface las necesidades sociales del hombre y eleva su naturaleza
fsica, intelectual y moral.
"Y haba Jehov Dios plantado un huerto en Edn al oriente, y puso all al hombre que
haba formado." (Gn. 2: 8.) Todo lo que hizo Dios tena la perfeccin de la belleza, y nada
que contribuyese a la felicidad de la santa pareja pareca faltar; sin embargo, el Creador les
dio todava otra prueba de su amor, preparndoles especialmente un huerto para que fuese
su morada. En este huerto haba rboles de toda variedad, muchos de ellos cargados de
fragantes y deliciosas frutas. Haba hermosas plantas trepadoras, como vides, que
presentaban un aspecto agradable y hermoso, con sus ramas inclinadas bajo el peso de
tentadora fruta de los ms ricos y variados matices. El trabajo de Adn y Eva deba consistir
en formar cenadores o albergues con las ramas de las vides, haciendo as su propia morada
con rboles vivos cubiertos de follaje y 28 frutos. Haba en profusin y prodigalidad
fragantes flores de todo matiz. En medio del huerto estaba el rbol de la vida que aventajaba
en gloria y esplendor a todos los dems rboles. Sus frutos parecan manzanas de oro y
plata, y tenan el poder de perpetuar la vida.
La creacin estaba ahora completa. "Y fueron acabados los cielos y la tierra, y todo su
ornamento." "Y vio Dios todo lo que haba hecho, y he aqu que era bueno en gran manera."
(Gn. 2: 1; 1: 31.) El Edn floreca en la tierra. Adn y Eva tenan libre acceso al rbol de la
vida. Ninguna mcula de pecado o sombra de muerte desfiguraba la hermosa creacin. "Las
estrellas todas del alba alababan, y se regocijaban todos los hijos de Dios." (Job 38: 7)
El gran Jehov haba puesto los fundamentos de la tierra; haba vestido a todo el mundo con
un manto de belleza, y haba colmado el mundo de cosas tiles para el hombre; haba
creado todas las maravillas de la tierra y del mar. La gran obra de la creacin fue realizada
en seis das. "Y acab Dios en el da sptimo su obra que hizo, y repos el da sptimo de
toda su obra que haba hecho. Y bendijo Dios al da sptimo, y santificlo, porque en l
repos de toda su obra que haba Dios criado y hecho." (Gn. 2: 2, 3) Dios mir con
satisfaccin la obra de sus manos. Todo era perfecto, digno de su divino Autor; y l
descans, no como quien estuviera fatigado, sino satisfecho con los frutos de su sabidura y
bondad y con las manifestaciones de su gloria.
Despus de descansar el sptimo da, Dios lo santific; es decir, lo escogi y apart como
da de descanso para el hombre. Siguiendo el ejemplo del Creador, el hombre haba de
reposar durante este sagrado da, para que, mientras contemplara los cielos y la tierra,
pudiese reflexionar sobre la grandiosa obra de la creacin de Dios; y para que, mientras
mirara las evidencias de la sabidura y bondad de Dios, su corazn se llenase de amor y
reverencia hacia su Creador.
Al bendecir el sptimo da en el Edn, Dios estableci un 29 recordativo de su obra
creadora. El sbado fue confiado y entregado a Adn, padre y representante de toda la
familia humana. Su observancia haba de ser un acto de agradecido reconocimiento de parte
de todos los que habitasen la tierra, de que Dios era su Creador y su legtimo soberano, de
que ellos eran la obra de sus manos y los sbditos de su autoridad. De esa manera la
institucin del sbado era enteramente conmemorativa, y fue dada para toda la humanidad.
No haba nada en ella que fuese obscuro o que limitase su observancia a un solo pueblo.
Dios vio que el sbado era esencial para el hombre, aun en el paraso. Necesitaba dejar a un
lado sus propios intereses y actividades durante un da de cada siete para poder contemplar
ms de lleno las obras de Dios y meditar en su poder y bondad. Necesitaba el sbado para
que le recordase ms vivamente la existencia de Dios, y para que despertase su gratitud
hacia l, pues todo lo que disfrutaba y posea proceda de la mano benfica del Creador.
Dios quiere que el sbado dirija la mente de los hombres hacia la contemplacin de las
obras que l cre. La naturaleza habla a sus sentidos, declarndoles que hay un Dios
viviente, Creador y supremo Soberano del universo. "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y
la expansin denuncia la obra de sus manos. El un da emite palabra al otro da, y la una
noche a la otra noche declara sabidura." (Sal. 19: 1, 2.) La belleza que cubre la tierra es una
demostracin del amor de Dios. La podemos contemplar en las colinas eternas, en los
corpulentos rboles, en los capullos que se abren y en las delicadas flores. Todas estas cosas
nos hablan de Dios. El sbado, sealando siempre hacia el que lo cre todo, manda a los
hombres que abran el gran libro de la naturaleza y escudrien all la sabidura, el poder y el
amor del Creador.
Nuestros primeros padres, a pesar de que fueron creados inocentes y santos, no fueron
colocados fuera del alcance del pecado. Dios los hizo entes morales libres, capaces de
apreciar 30 y comprender la sabidura y benevolencia de su carcter y la justicia de sus
exigencias, y les dej plena libertad para prestarle o negarle obediencia. Deban gozar de la
comunin de Dios y de los santos ngeles; pero antes de darles seguridad eterna, era
menester que su lealtad se pusiese a prueba. En el mismo principio de la existencia del
hombre se le puso freno al egosmo, la pasin fatal que motiv la cada de Satans. El rbol
del conocimiento, que estaba cerca del rbol de la vida, en el centro del huerto, haba de
probar la obediencia, la fe y el amor de nuestros primeros padres. Aunque se les permita
comer libremente del fruto de todo otro rbol del huerto, se les prohiba comer de ste, so
pena de muerte. Tambin iban a estar expuestos a las tentaciones de Satans; pero si
soportaban con xito la prueba, seran colocados finalmente fuera del alcance de su poder,
para gozar del perpetuo favor de Dios.
Dios puso al hombre bajo una ley, como condicin indispensable para su propia existencia.
Era sbdito del gobierno divino, y no puede existir gobierno sin ley. Dios pudo haber
creado al hombre incapaz de violar su ley; pudo haber detenido la mano de Adn para que
no tocara el fruto prohibido, pero en ese caso el hombre hubiese sido, no un ente moral
libre, sino un mero autmata. Sin libre albedro, su obediencia no habra sido voluntaria,
sino forzada. No habra sido posible el desarrollo de su carcter. Semejante procedimiento
habra sido contrario al plan que Dios segua en su relacin con los habitantes de los otros
mundos. Hubiese sido indigno del hombre como ser inteligente, y hubiese dado base a las
acusaciones de Satans, de que el gobierno de Dios era arbitrario.
Dios hizo al hombre recto; le dio nobles rasgos de carcter, sin inclinacin hacia lo malo.
Le dot de elevadas cualidades intelectuales, y le present los ms fuertes atractivos
posibles para inducirle a ser constante en su lealtad. La obediencia, perfecta y perpetua, era
la condicin para la felicidad eterna. 31 Cumpliendo esta condicin, tendra acceso al rbol
de la vida.
El hogar de nuestros primeros padres haba de ser un modelo para cuando sus hijos saliesen
a ocupar la tierra. Ese hogar, embellecido por la misma mano de Dios, no era un suntuoso
palacio. Los hombres, en su orgullo, se deleitan en tener magnficos y costosos edificios y
se enorgullecen de las obras de sus propias manos; pero Dios puso a Adn en un huerto.
Esta fue su morada. Los azulados cielos le servan de techo; la tierra, con sus delicadas
flores y su alfombra de animado verdor, era su piso; y las ramas frondosas de los hermosos
rboles le servan de dosel. Sus paredes estaban engalanadas con los adornos ms
esplendorosos, que eran obra de la mano del sumo Artista.
En el medio en que viva la santa pareja, haba una leccin para todos los tiempos; a saber,
que la verdadera felicidad se encuentra, no en dar rienda suelta al orgullo y al lujo, sino en
la comunin con Dios por medio de sus obras creadas. Si los hombres pusiesen menos
atencin en lo superficial y cultivasen ms la sencillez, cumpliran con mayor plenitud los
designios que tuvo Dios al crearlos. El orgullo y la ambicin jams se satisfacen, pero
aquellos que realmente son inteligentes encontrarn placer verdadero y elevado en las
fuentes de gozo que Dios ha puesto al alcance de todos.
A los moradores del Edn se les encomend el cuidado del huerto, para que lo labraran y lo
guardasen. Su ocupacin no era cansadora, sino agradable y vigorizadora. Dios dio el
trabajo como una bendicin con que el hombre ocupara su mente, fortaleciera su cuerpo y
desarrollara sus facultades. En la actividad mental y fsica, Adn encontr uno de los
Placeres ms elevados de su santa existencia. Cuando, como resultado de su desobediencia,
fue expulsado de su bello hogar, y cuando, para ganarse el pan de cada da, fue forzado a
luchar con una tierra obstinada, ese mismo trabajo, aunque muy distinto de su agradable
ocupacin en el huerto, le sirvi de salvaguardia contra la tentacin y como fuente de
felicidad. 32
Estn en gran error los que consideran el trabajo como una maldicin, si bien ste lleva
aparejados dolor y fatiga. A menudo los ricos miran con desdn a las clases trabajadoras;
pero esto est enteramente en desacuerdo con los designios de Dios al crear al hombre.
Qu son las riquezas del ms opulento en comparacin con la herencia dada al seorial
Adn? Sin embargo, ste no haba de estar ocioso. Nuestro Creador, que sabe lo que
constituye la felicidad del hombre, seal a Adn su trabajo. El verdadero regocijo de la
vida lo encuentran slo los hombres y las mujeres que trabajan. Los ngeles trabajan
diligentemente; son ministros de Dios en favor de los hijos de los hombres. En el plan del
Creador, no caba la prctica de la indolencia que estanca al hombre.
Mientras permaneciesen leales a Dios, Adn y su compaera iban a ser los seores de la
tierra. Recibieron dominio ilimitado sobre toda criatura viviente. El len y la oveja
triscaban pacficamente a su alrededor o se echaban junto a sus pies. Los felices pajarillos
revoloteaban alrededor de ellos sin temor alguno; y cuando sus alegres trinos ascendan
alabando a su Creador, Adn y Eva se unan a ellos en accin de gracias al Padre y al Hijo.
La santa pareja eran no slo hijos bajo el cuidado paternal de Dios, sino tambin estudiantes
que reciban instruccin del omnisciente Creador. Eran visitados por los ngeles, y se
gozaban en la comunin directa con su Creador, sin ningn velo obscurecedor de por
medio. Se sentan pletricos del vigor que proceda del rbol de la vida y su poder
intelectual era apenas un poco menor que el de los ngeles. Los misterios del universo
visible, "las maravillas del Perfecto en sabidura" (Job 37: 16), les suministraban una fuente
inagotable de instruccin y placer. Las leyes y los procesos de la naturaleza, que han sido
objeto del estudio de los hombres durante seis mil aos, fueron puestos al alcance de sus
mentes por el infinito Forjador y Sustentador de todo. Se entretenan con las hojas, las
flores y los rboles, descubriendo en cada uno 33 de ellos los secretos de su vida. Toda
criatura viviente era familiar para Adn, desde el poderoso leviatn que juega entre las
aguas hasta el ms diminuto insecto que flota en el rayo del sol. A cada uno le haba dado
nombre y conoca su naturaleza y sus costumbres. La gloria de Dios en los cielos, los
innumerables mundos en sus ordenados movimientos, "las diferencias de las nubes" (Job
37: 16), los misterios de la luz y del sonido, de la noche y el da, todo estaba al alcance de la
comprensin de nuestros primeros padres. El nombre de Dios estaba escrito en cada hoja
del bosque, y en cada piedra de la montaa, en cada brillante estrella, en la tierra, en el aire
y en los cielos. El orden y la armona de la creacin les hablaba de una sabidura y un poder
infinitos. Continuamente descubran algo nuevo que llenaba su corazn del ms profundo
amor, y les arrancaba nuevas expresiones de gratitud.
Mientras permaneciesen fieles a la divina ley, su capacidad de saber, gozar y amar
aumentara continuamente. Constantemente obtendran nuevos tesoros de sabidura,
descubriendo frescos manantiales de felicidad, y obteniendo un concepto cada vez ms
claro del inconmensurable e infalible amor de Dios. 34
CAPTULO 3. La Tentacin y la Cada
NO SINDOLE posible continuar con su rebelin en el cielo, Satans hall un nuevo
campo de accin para su enemistad contra Dios, al tramar la ruina de la raza humana. Vio
en la felicidad y en la paz que la santa pareja gozaba en el Edn el deleite que l haba
perdido para siempre. Estimulado por la envidia, resolvi inducirles a desobedecer y atraer
sobre s la culpa y el castigo del pecado. Tratara de cambiar su amor en desconfianza, y sus
cantos de alabanza en oprobio para su Creador. De esta manera no slo arrojara a estos
inocentes seres en la desgracia en que l mismo se encontraba, sino que tambin ocasionara
deshonra para Dios y pesar en los cielos.
A nuestros primeros padres no dej de advertrseles el peligro que les amenazaba.
Mensajeros celestiales acudieron a presentarles la historia de la cada de Satans y sus
maquinaciones para destruirlos; para lo cual les explicaron ampliamente la naturaleza del
gobierno divino, que el prncipe del mal trataba de derrocar. Fue la desobediencia a los
justos mandamientos de Dios lo que ocasion la cada de Satans y sus huestes. Cun
importante era, entonces, que Adn y Eva honrasen aquella ley, nico medio por el cual es
posible mantener el orden y la equidad.
La ley de Dios es tan santa como l mismo. Es la revelacin de su voluntad, el reflejo de su
carcter, y la expresin de su amor y sabidura. La armona de la creacin depende del
perfecto acuerdo de todos los seres y las cosas, animadas e inanimadas, con la ley del
Creador. No slo ha dispuesto Dios leyes para el gobierno de los seres vivientes, sino
tambin para todas las operaciones de la naturaleza. Todo 35 obedece a leyes fijas, que no
pueden eludirse. Pero mientras que en la naturaleza todo est gobernado por leyes naturales,
solamente el hombre, entre todos los moradores de la tierra, est sujeto a la ley moral. Al
hombre, obra maestra de la creacin, Dios le dio la facultad de comprender sus
requerimientos, para que reconociese la justicia y la benevolencia de su ley y su sagrado
derecho sobre l; y del hombre se exige una respuesta obediente.
Como los ngeles, los moradores del Edn haban de ser probados. Slo podan conservar
su feliz estado si eran fieles a la ley del Creador. Podan obedecer y vivir, o desobedecer y
perecer. Dios los haba colmado de ricas bendiciones; pero si ellos menospreciaban su
voluntad, Aquel que no perdon a los ngeles que pecaron no los perdonara a ellos
tampoco: la transgresin los privara de todos sus dones, y les acarreara desgracia y ruina.
Los ngeles amonestaron a Adn y a Eva a que estuviesen en guardia contra las argucias de
Satans; porque sus esfuerzos por tenderles una celada seran infatigables. Mientras fuesen
obedientes a Dios, el maligno no podra perjudicarles; pues, si fuese necesario, todos los
ngeles del cielo seran enviados en su ayuda. Si ellos rechazaban firmemente sus primeras
insinuaciones, estaran tan seguros como los mismos mensajeros celestiales. Pero si cedan
a la tentacin, su naturaleza se depravara, y no tendran en s mismos poder ni disposicin
para resistir a Satans.
El rbol de la sabidura haba sido puesto como una prueba de su obediencia y de su amor a
Dios. El Seor haba decidido imponerles una sola prohibicin tocante al uso de lo que
haba en el huerto. Si menospreciaban su voluntad en este punto especial, se haran
culpables de transgresin. Satans no los seguira continuamente con sus tentaciones; slo
podra acercarse a ellos junto al rbol prohibido. Si ellos trataban de investigar la naturaleza
de este rbol, quedaran expuestos a sus engaos. Se les aconsej que prestasen atencin
cuidadosa 36 a la amonestacin que Dios les haba enviado, y que se conformasen con las
instrucciones que l haba tenido a bien darles.
Para conseguir lo que quera sin ser advertido, Satans escogi como medio a la serpiente,
disfraz bien adecuado para su proyecto de engao. La serpiente era en aquel entonces uno
de los seres ms inteligentes y bellos de la tierra. Tena alas, y cuando volaba presentaba
una apariencia deslumbradora, con el color y el brillo del oro bruido. Posada en las
cargadas ramas del rbol prohibido, mientras coma su delicioso fruto, cautivaba la atencin
y deleitaba la vista que la contemplaba. As, en el huerto de paz, el destructor acechaba su
presa.
Los ngeles haban prevenido a Eva que tuviese cuidado de no separarse de su esposo
mientras ste estaba ocupado en su trabajo cotidiano en el huerto; estando con l correra
menos peligro de caer en tentacin que estando sola. Pero distrada en sus agradables
labores, inconscientemente se alej del lado de su esposo. Al verse sola, tuvo un
presentimiento del peligro, pero desech sus temores, dicindose a s misma que tena
suficiente sabidura y poder para comprender el mal y resistirlo. Desdeando la advertencia
de los ngeles muy pronto se encontr extasiado, mirando con curiosidad y admiracin el
rbol prohibido. El fruto era bello, y se preguntaba por qu Dios se lo haba vedado. Esta
fue la oportunidad de Satans. Como discerniendo sus pensamientos, se dirigi a ella
diciendo: "Con qu Dios os ha dicho: No comis de todo rbol del huerto?" (Vase
Gnesis 3)
Eva qued sorprendida y espantada al or el eco de sus pensamientos. Pero, con voz
melodiosa, la serpiente sigui con sutiles alabanzas de su hermosura; y sus palabras no
fueron desagradables a Eva. En lugar de huir de aquel lugar, permaneci en l, maravillada
de or hablar a la serpiente. Si se hubiese dirigido a ella un ser como los ngeles, hubiera
sentido temor; pero no se imagin que la encantadora serpiente 37 pudiera convertirse en
instrumento del enemigo cado.
A la capciosa pregunta de Satans, Eva contest: "Del fruto de los rboles del huerto
comemos; ms del fruto del rbol que est en medio del huerto dijo Dios: No comeris de
l, ni le tocaris, porque no muris. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriris; mas
sabe Dios que el da que comiereis de l, sern abiertos vuestros ojos, y seris como dioses
sabiendo el bien y el mal."
Le dijo que al comer del fruto de este rbol, alcanzaran una esfera de existencia ms
elevada y entraran en un campo de sabidura ms amplio. Aadi que l mismo haba
comido de ese fruto prohibido y como resultado haba adquirido el don de la palabra.
Insinu que por egosmo el Seor no quera que comiesen del fruto, pues entonces se
elevaran a la igualdad con l. Manifest Satans que Dios les haba prohibido que gustasen
del fruto de aquel rbol o que lo tocasen, debido a las maravillosas propiedades que tena de
dar sabidura y poder. El tentador afirm que jams llegara a cumplirse la divina
advertencia; que les fue hecha meramente para intimidarlos. Cmo sera posible que ellos
muriesen? No haban comido del rbol de la vida? Agreg el tentador que Dios estaba
tratando de impedirles alcanzar un desarrollo superior y mayor felicidad.
Tal ha sido la labor que Satans ha llevado adelante con gran xito, desde los das de Adn
hasta el presente. Tienta a los hombres a desconfiar del amor de Dios y a dudar de su
sabidura. Constantemente pugna por despertar en los seres humanos un espritu de
curiosidad irreverente, un inquieto e inquisitivo deseo de penetrar en los inescrutables
secretos del poder y la sabidura de Dios. En sus esfuerzos por escudriar aquello que Dios
tuvo a bien ocultarnos, muchos pasan por alto las verdades eternas que nos ha revelado y
que son esenciales para nuestra salvacin. Satans induce a los hombres a la desobediencia
llevndoles a creer que entran en un admirable campo de conocimiento. Pero todo esto es
un 38 engao. Ensoberbecidos por sus ideas de progreso, pisotean los requerimientos de
Dios, caminando por la ruta que los lleva a la degradacin y a la muerte.
Satans hizo creer a la santa pareja que ellos se beneficiaran violando la ley de Dios. No
omos hoy da razonamientos semejantes? Muchos hablan de la estrechez de los que
obedecen los mandamientos de Dios, mientras pretenden tener ideas ms amplias y gozar
de mayor libertad. Qu es esto sino el eco de la voz del Edn: "El da que comiereis de l,"
es decir, el da que violarais el divino mandamiento, "seris como dioses"? Satans asever
haber recibido grandes beneficios por haber comido del fruto prohibido, pero nunca dej
ver que por la transgresin haba sido desechado del cielo. Aunque haba comprobado que
el pecado acarrea una prdida infinita, ocult su propia desgracia para atraer a otros a la
misma situacin. As tambin el pecador trata de disfrazar su verdadero carcter; puede
pretender ser santo, pero su elevada profesin slo hace de l un embaucador tanto ms
peligroso. Est del lado de Satans y al hollar la ley de Dios e inducir a otros a hacer lo
mismo, los lleva hacia la ruina eterna.
Eva crey realmente las palabras de Satans, pero esta creencia no la salv de la pena del
pecado. No crey en las palabras de Dios, y esto la condujo a su cada. En el juicio final, los
hombres no sern condenados porque creyeron concienzudamente una mentira, sino porque
no creyeron la verdad, porque descuidaron la oportunidad de aprender la verdad. No
obstante los sofismas con que Satans trata de establecer lo contrario, siempre es desastroso
desobedecer a Dios. Debemos aplicar nuestros corazones a buscar la verdad. Todas las
lecciones que Dios mand registrar en su Palabra son para nuestra advertencia e
instruccin. Fueron escritas para salvarnos del engao. El descuidarlas nos traer la ruina.
Podemos estar seguros de que todo lo que contradiga la Palabra de Dios procede de
Satans. 39
La serpiente tom del fruto del rbol prohibido y lo puso en las manos vacilantes de Eva.
Entonces le record sus propias palabras referentes a que Dios les haba prohibido tocarlo,
so pena de muerte. Le manifest que no recibira ms dao de comer el fruto que de tocarlo.
No experimentando ningn mal resultado por lo que haba hecho, Eva se atrevi a ms. Vio
"que el rbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y rbol codiciable para
alcanzar la sabidura; y tom de su fruto, y comi." Era agradable al paladar, y a medida que
coma, pareca sentir una fuerza vivificante, y se figur que entraba en un estado ms
elevado de existencia. Sin temor, tom el fruto y lo comi.
Y ahora, habiendo pecado, ella se convirti en el agente de Satans para labrar la ruina de
su esposo. Con extraa y anormal excitacin, y con las manos llenas del fruto prohibido, lo
busc y le relat todo lo que haba ocurrido.
Una expresin de tristeza cubri el rostro de Adn. Qued atnito y alarmado. A las
palabras de Eva contest que se deba ser el enemigo contra quien se los haba prevenido;
y que conforme a la sentencia divina ella deba morir. En contestacin, Eva le inst a
comer, repitiendo el aserto de la serpiente de que no moriran. Aleg que las palabras de la
serpiente deban ser ciertas puesto que no senta ninguna evidencia del desagrado de Dios;
sino que, al contrario, experimentaba una deliciosa y alborozante influencia, que conmova
todas sus facultades con una nueva vida, que le pareca semejante a la que inspiraba a los
mensajeros celestiales.
Adn comprendi que su compaera haba violado el mandamiento de Dios,
menospreciando la nica prohibicin que les haba sido puesta como una prueba de su
fidelidad y amor. Se desat una terrible lucha en su mente. Lament haber dejado a Eva
separarse de su lado. Pero ahora el error estaba cometido; deba separarse de su compaa,
que le haba sido de tanto gozo. Cmo podra hacer eso? 40
Adn haba gozado el compaerismo de Dios y de los santos ngeles. Haba contemplado la
gloria del Creador. Comprenda el elevado destino que aguardaba al linaje humano si los
hombres permanecan fieles a Dios. Sin embargo, se olvid de todas estas bendiciones ante
el temor de perder el don que apreciaba ms que todos los dems. El amor, la gratitud y la
lealtad al Creador, todo fue sofocado por amor a Eva. Ella era parte de s mismo, y Adn no
poda soportar la idea de una separacin. No alcanz a comprender que el mismo Poder
infinito que lo haba creado del polvo de la tierra y hecho de l un ser viviente de hermosa
forma y que, como demostracin de su amor, le haba dado una compaera, poda muy bien
proporcionarle otra. Adn resolvi compartir la suerte de Eva; si ella deba morir, l morira
con ella. Al fin y al cabo, se dijo Adn, no podran ser verdicas las palabras de la sabia
serpiente? Eva estaba ante l, tan bella y aparentemente tan inocente como antes de su
desobediencia. Le expresaba mayor amor que antes. Ninguna seal de muerte se notaba en
ella, y as decidi hacer frente a las consecuencias. Tom el fruto y lo comi
apresuradamente.
Despus de su transgresin, Adn se imagin al principio que entraba en un plano superior
de existencia. Pero pronto la idea de su pecado le llen de terror. El aire que hasta entonces
haba sido de temperatura suave y uniforme pareci enfriar los cuerpos de la culpable
pareja. El amor y la paz que haban disfrutado desapareci, y en su lugar sintieron el
remordimiento del pecado, el temor al futuro y la desnudez del alma. El manto de luz que
los haba cubierto desapareci, y para reemplazarlo hicieron delantales; porque no podan
presentarse desnudos a la vista de Dios y los santos ngeles.
Ahora comenzaron a ver el verdadero carcter de su pecado. Adn increp a su compaera
por su locura de apartarse de su lado y dejarse engaar por la serpiente; pero ambos
presuman que Aquel que les haba dado tantas muestras de su amor perdonara esa sola y
nica transgresin,41 o que no se veran sometidos al castigo tan terrible que haban
temido.
Satans se regocij de su triunfo. Haba tentado a la mujer a desconfiar del amor de Dios, a
dudar de su sabidura, y a violar su ley; y por su medio, causar la cada de Adn.
Pero el gran Legislador iba a dar a conocer a Adn y a Eva las consecuencias de su pecado.
La presencia divina se manifest en el huerto. En su anterior estado de inocencia y santidad
solan dar alegremente la bienvenida a la presencia de su Creador; pero ahora huyeron
aterrorizados, y se escondieron en el lugar ms apartado del huerto. "Y llam Jehov Dios
al hombre, y le dijo: Dnde ests t? Y l respondi: O tu voz en el huerto, y tuve miedo,
porque estaba desnudo; y escondime. Y djole: Quin te ense que estabas desnudo?
Has comido del rbol de que yo te mand no comieses?"
Adn no poda negar ni disculpar su pecado; pero en vez de mostrar arrepentimiento, culp
a su esposa, y de esa manera al mismo Dios: "La mujer que me diste por compaera me dio
del rbol, y yo com. " El que por amor a Eva haba escogido deliberadamente perder la
aprobacin de Dios, su hogar en el paraso y una vida de eterno regocijo, ahora despus de
su cada culp de su transgresin a su compaera y aun a su mismo Creador. Tan terrible es
el poder del pecado.
Cuando la mujer fue interrogada: "Qu es lo que has hecho?" contest: "La serpiente me
enga, y com." "Por qu creaste la serpiente? Por qu la dejaste entrar en Edn?" Estas
eran las preguntas implcitas en sus disculpas por su pecado. As como Adn, ella culp a
Dios por su cada. El espritu de autojustificacin se origin en el padre de la mentira; lo
manifestaron nuestros primeros padres tan pronto como se sometieron a la influencia de
Satans, y se ha visto en todos los hijos e hijas de Adn. En vez de confesar humildemente
su pecado, tratan de justificarse culpando a otros, a 42 las circunstancias, a Dios, y hasta
murmuran contra las bendiciones divinas.
El Seor sentenci entonces a la serpiente: "Por cuanto esto hiciste, maldita sers entre
todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andars, y polvo
comers todos los das de tu vida." Puesto que la serpiente haba sido el instrumento de
Satans, compartira con l la pena del juicio divino. Despus de ser la ms bella y
admirada criatura del campo, iba a ser la ms envilecida y detestada de todas, temida y
odiada tanto por el hombre como por los animales. Las palabras dichas a la serpiente se
aplican directamente al mismo Satans y sealan su derrota y destruccin final: "Y
enemistad pondr entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; sta te herir en
la cabeza, y t le herirs en el calcaar."
A Eva se le habl de la tristeza y los dolores que sufrira. Y el Seor dijo: "A tu marido ser
tu deseo, y l se enseorear de ti." En la creacin Dios la haba hecho igual a Adn. Si
hubiesen permanecido obedientes a Dios, en concordancia con su gran ley de amor, siempre
hubieran estado en mutua armona; pero el pecado haba trado discordia, y ahora la unin y
la armona podan mantenerse slo mediante la sumisin del uno o del otro. Eva haba sido
la primera en pecar, haba cado en tentacin por haberse separado de su compaero,
contrariando la instruccin divina. Adn pec a sus instancias, y ahora ella fue puesta en
sujecin a su marido. Si los principios prescritos por la ley de Dios hubieran sido
apreciados por la humanidad cada, esta sentencia, aunque era consecuencia del pecado,
hubiera resultado en bendicin para ellos; pero el abuso de parte del hombre de la
supremaca que se le dio, a menudo ha hecho muy amarga la suerte de la mujer y ha
convertido su vida en una carga.
Junto a su esposo, Eva haba sido perfectamente feliz en su hogar ednico; pero, a
semejanza de las inquietas Evas modernas, se lisonjeaba con ascender a una esfera superior
a la 43 que Dios le haba designado. En su afn de subir ms all de su posicin original,
descendi a un nivel ms bajo. Resultado similar alcanzarn las mujeres que no estn
dispuestas a cumplir alegremente los deberes de su vida de acuerdo al plan de Dios. En su
esfuerzo por alcanzar posiciones para las cuales Dios no las ha preparado, muchas estn
dejando vaco el lugar donde podran ser una bendicin. En su deseo de lograr una posicin
ms elevada, muchas han sacrificado su verdadera dignidad femenina y la nobleza de su
carcter, y han dejado sin hacer la obra misma que el Cielo les seal.
Dios manifest a Adn: "Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del rbol de
que te mand diciendo, No comers de l; maldita ser la tierra por amor de ti; con dolor
comers de ella todos los das de tu vida; espinos y cardos te producir, y comers hierba
del campo; en el sudor de tu rostro comers el pan hasta que vuelvas a la tierra; porque de
ella fuiste tomado: pues polvo eres, y al polvo sers tornado."
Era voluntad de Dios que la inmaculada pareja no conociese absolutamente nada de lo
malo. Les haba dado abundantemente el bien, y vedado el mal. Pero, contra su
mandamiento, haban comido del fruto prohibido, y ahora continuaran comindolo y
conoceran el mal todos los das de su vida. Desde entonces el linaje humano sufrira las
asechanzas de Satans. En lugar de las agradables labores que se les haban asignado hasta
entonces, la ansiedad y el trabajo seran su suerte. Estaran sujetos a desengaos,
aflicciones, dolor, y al fin, a la muerte.
Bajo la maldicin del pecado, toda la naturaleza dara al hombre testimonio del carcter y
las consecuencias de la rebelin contra Dios. Cuando Dios cre al hombre lo hizo seor de
toda la tierra y de cuantos seres la habitaban. Mientras Adn permaneci leal a Dios, toda la
naturaleza hubiera estado. Pero cuando se rebel contra la ley divina, las criaturas inferiores
se rebelaron contra su 44 dominio. As el Seor, en su gran misericordia, quiso ensear al
hombre la santidad de su ley e inducirle a ver por su propia experiencia el peligro de hacerla
a un lado, aun en lo ms mnimo.
La vida de trabajo y cuidado, que en lo sucesivo sera el destino del hombre, le fue asignada
por amor a l. Era una disciplina que su pecado haba hecho necesaria para frenar la
tendencia a ceder a los apetitos y las pasiones y para desarrollar hbitos de dominio propio.
Era parte del gran plan de Dios para rescatar al hombre de la ruina y la degradacin del
pecado.
La advertencia hecha a nuestros primeros padres: "Porque el da que de l comieres,
morirs" (Gn. 2:17), no significaba que moriran el mismo da en que comiesen del fruto
prohibido, sino que ese da sera dictada la irrevocable sentencia. La inmortalidad les haba
sido prometida bajo condicin de que fueran obedientes; pero mediante la transgresin
perderan su derecho a la vida eterna. El mismo da en que pecaran seran condenados a la
muerte.
Para que poseyera una existencia sin fin, el hombre deba continuar comiendo del rbol de
la vida. Privado de este alimento, vera su vitalidad disminuir gradualmente hasta
extinguirse la vida. Era el plan de Satans que Adn y Eva desagradasen a Dios mediante su
desobediencia; y esperaba que luego, sin obtener perdn, siguiesen comiendo del rbol de la
vida, y perpetuasen as una vida de pecado y miseria. Pero despus de la cada, se
encomend a los santos ngeles que custodiaran el rbol de la vida. Estos ngeles estaban
rodeados de rayos luminosos semejantes a espadas resplandecientes. A ningn miembro de
la familia de Adn se le permiti traspasar esa barrera para comer del fruto de la vida; de
ah que no exista pecador inmortal.
La ola de angustia que sigui a la transgresin de nuestros primeros padres es considerada
por muchos como un castigo demasiado severo para un pecado tan insignificante; y ponen
45 en tela de juicio la sabidura y la justicia de Dios en su trato con el hombre. Pero si
estudiasen mis profundamente el asunto, podran discernir su error. Dios cre al hombre a
su semejanza, libre de pecado. La tierra deba ser poblada con seres algo inferiores a los
ngeles; pero deba probarse su obediencia; pues Dios no haba de permitir que el mundo se
llenara de seres que menospreciasen su ley. No obstante, en su gran misericordia, no seal
a Adn una prueba severa. La misma levedad de la prohibicin hizo al pecado sumamente
grave. Si Adn no pudo resistir la prueba ms nfima, tampoco habra podido resistir una
mayor, si se le hubiesen confiado responsabilidades ms importantes.
Si Adn hubiese sido sometido a una prueba mayor, entonces aquellos cuyos corazones se
inclinan hacia lo malo se hubiesen disculpado diciendo: "Esto es algo insignificante, y Dios
no es exigente en las cosas pequeas." Y as hubiera habido continuas transgresiones en las
cosas aparentemente pequeas, que pasan sin censura entre los hombres. Pero Dios indic
claramente que el pecado en cualquier grado le es ofensivo.
A Eva le pareci de poca importancia desobedecer a Dios al probar el fruto del rbol
prohibido y al tentar a su esposo a que pecara tambin; pero su pecado inici la inundacin
del dolor sobre el mundo. Quin puede saber, en el momento de la tentacin, las terribles
consecuencias de un solo mal paso?
Muchos que ensean que la ley de Dios no es obligatoria para el hombre, alegan que es
imposible obedecer sus preceptos. Pero si eso fuese cierto, por qu sufri Adn el castigo
por su pecado? El pecado de nuestros primeros padres trajo sobre el mundo la culpa y la
angustia, y si no se hubiesen manifestado la misericordia y la bondad de Dios, la raza
humana se habra sumido en irremediable desesperacin. Nadie se engae. "La paga del
pecado es muerte." (Rom. 6:23.) La ley de Dios no puede violarse ahora ms impunemente
46 que cuando se pronunci la sentencia contra el padre de la humanidad.
Despus de su pecado, Adn y Eva no pudieron seguir morando en el Edn. Suplicaron
fervientemente a Dios que les permitiese permanecer en el hogar de su inocencia y regocijo.
Confesaron que haban perdido todo derecho a aquella feliz morada, y prometieron prestar
estricta obediencia a Dios en el futuro. Pero se les dijo que su naturaleza se haba depravado
por el pecado, que haba disminuido su poder para resistir al mal, y que haban abierto la
puerta para que Satans tuviera ms fcil acceso a ellos. Si siendo inocentes haban cedido a
la tentacin; ahora, en su estado de consciente culpabilidad, tendran menos fuerza para
mantener su integridad.
Con humildad e inenarrable tristeza se despidieron de su bello hogar, y fueron a morar en la
tierra, sobre la cual descansaba la maldicin del pecado. La atmsfera, de temperatura antes
tan suave y uniforme, estaba ahora sujeta a grandes cambios, y misericordiosamente, el
Seor les provey de vestidos de pieles para protegerlos de los extremos del calor y del fro.
Cuando vieron en la cada de las flores y las hojas los primeros signos de la decadencia,
Adn y su compaera se apenaron ms profundamente de lo que hoy se apenan los hombres
que lloran a sus muertos. La muerte de las delicadas y frgiles flores fue en realidad un
motivo de tristeza; pero cuando los bellos rboles dejaron caer sus hojas, la escena les
record vivamente la fra realidad de que la muerte es el destino de todo lo que tiene vida.
El huerto del Edn permaneci en la tierra mucho tiempo despus que el hombre fuera
expulsado de sus agradables senderos. (Vase Gn. 4:16.) Durante mucho tiempo despus,
se le permiti a la raza cada contemplar de lejos el hogar de la inocencia, cuya entrada
estaba vedada por los vigilantes ngeles. En la puerta del paraso, custodiada por 47
querubines, se revelaba la gloria divina.* All iban Adn y sus hijos a adorar a Dios. All
renovaban sus votos de obediencia a aquella ley cuya transgresin los haba arrojado del
Edn. Cuando la ola de iniquidad cubri al mundo, y la maldad de los hombres trajo su
destruccin por medio del diluvio, la mano que haba plantado el Edn lo quit de la tierra.
Pero en la final restitucin, cuando haya "un cielo nuevo, y una tierra nueva" (Apoc. 21:I),
ha de ser restaurado ms gloriosamente embellecido que al principio.
Entonces los que hayan guardado los mandamientos de Dios respirarn llenos de inmortal
vigor bajo el rbol de la vida; y a travs de las edades sin fin los habitantes de los mundos
sin pecado contemplarn en aquel huerto de delicias un modelo de la perfecta obra de la
creacin de Dios, inclume de la maldicin del pecado, una muestra de lo que toda la tierra
hubiera llegado a ser si el hombre hubiera cumplido el glorioso plan de Dios.
CAPTULO 4. El Plan de Redencin
LA CAIDA del hombre llen todo el cielo de tristeza. El mundo que Dios haba hecho
quedaba mancillado por la maldicin del pecado, y habitado por seres condenados a la
miseria y a la muerte. Pareca no existir escapatoria para aquellos que haban quebrantado la
ley. Los ngeles suspendieron sus himnos de alabanza. Por todos los mbitos de los atrios
celestiales, haba lamentos por la ruina que el pecado haba causado.
El Hijo de Dios, el glorioso Soberano del cielo, se conmovi de compasin por la raza
cada. Una infinita misericordia conmovi su corazn al evocar las desgracias de un mundo
perdido. Pero el amor divino haba concebido un plan mediante el cual el hombre podra ser
redimido. La quebrantada ley de Dios exiga la vida del pecador. En todo el universo slo
exista uno que poda satisfacer sus exigencias en lugar del hombre. Puesto que la ley divina
es tan sagrada como el mismo Dios, slo uno igual a Dios podra expiar su transgresin.
Ninguno sino Cristo poda salvar al hombre de la maldicin de la ley, y colocarlo otra vez
en armona con el Cielo. Cristo cargara con la culpa y la vergenza del pecado, que era
algo tan abominable a los ojos de Dios que iba a separar al Padre y su Hijo. Cristo
descendera a la profundidad de la desgracia para rescatar la raza cada.
Cristo intercedi ante el Padre en favor del pecador, mientras la hueste celestial esperaba
los resultados con tan intenso inters que la palabra no puede expresarlo. Mucho tiempo
dur aquella misteriosa conversacin, el "consejo de paz" (Zac. 6: 13.) en favor del hombre
cado. El plan de la salvacin haba sido concebido antes de la creacin del 49 mundo; pues
Cristo es "el Cordero, el cual fue muerto desde el principio del mundo." (Apoc. 13: 8.) Sin
embargo, fue una lucha, aun para el mismo Rey del universo, entregar a su Hijo a la muerte
por la raza culpable. Pero, "de tal manera am Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unignito, para que todo aquel que en l cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." (Juan 3:
16.) Oh, el misterio de la redencin! El amor de Dios hacia un mundo que no le amaba!
Quin puede comprender la profundidad de ese amor "que excede a todo conocimiento"?
Al travs de los siglos sin fin, las mentes inmortales, tratando de entender el misterio de ese
incomprensible amor, se maravillarn y adorarn a Dios.
Dios se iba a manifestar en Cristo, "reconciliando el mundo a s." (2 Cor. 5: 19.) El hombre
se haba envilecido tanto por el pecado que le era imposible por si mismo ponerse en
armona con Aquel cuya naturaleza es bondad y pureza. Pero despus de haber redimido al
mundo de la condenacin de la ley, Cristo podra impartir poder divino al esfuerzo humano.
As, mediante el arrepentimiento ante Dios y la fe en Cristo, los cados hijos de Adn
podran convertirse nuevamente en "hijos de Dios." (1 Juan 3: 2.)
El nico plan que poda asegurar la salvacin del hombre afectaba a todo el cielo en su
infinito sacrificio. Los ngeles no podan regocijarse mientras Cristo les explicaba el plan
de redencin pues vean que la salvacin del hombre iba a costar indecible angustia a su
amado Jefe. Llenos de asombro y pesar, le escucharon cuando les dijo que debera bajar de
la pureza, paz, gozo, gloria y vida inmortal del cielo, a la degradacin de la tierra, para
soportar dolor, vergenza y muerte. Se interpondra entre el pecador y la pena del pecado,
pero pocos le recibiran como el Hijo de Dios. Dejara su elevada posicin de Soberano del
cielo para presentarse en la tierra, y humillndose como hombre, conocera por su propia
experiencia las tristezas y tentaciones que el hombre habra de sufrir. Todo esto era
necesario para que pudiese socorrer a 50 los que iban a ser tentados. (Heb. 2: 18.) Cuando
hubiese terminado su misin como maestro, sera entregado en manos de los impos y
sometido a todo insulto y tormento que Satans pudiera inspirarles. Sufrira la ms cruel de
las muertes, levantado en alto entre la tierra y el cielo como un pecador culpable. Pasara
largas horas de tan terrible agona, que los ngeles se habran de velar el rostro para no ver
semejante escena. Mientras la culpa de la transgresin y la carga de los pecados del mundo
pesaran sobre l, tendra que sufrir angustia del alma y hasta su Padre ocultara de l su
rostro.
Los ngeles se postraron de hinojos ante su Soberano y se ofrecieron ellos mismos como
sacrificio por el hombre. Pero la vida de un ngel no poda satisfacer la deuda; solamente
Aquel que haba creado al hombre tena poder para redimirlo. No obstante, los ngeles iban
a tener una parte que desempear en el plan de redencin. Cristo iba a ser hecho "un poco . .
. inferior a los ngeles, para que . . . gustase la muerte." (Heb. 2:9, V. M.) Cuando adoptara
la naturaleza humana, su poder no sera semejante al de los ngeles, y ellos habran de
servirle, fortalecerle y mitigar su profundo sufrimiento. Asimismo, los ngeles habran de
ser espritus auxiliadores, enviados para ayudar a los que fuesen herederos de la salvacin.
(Heb. 1:14.) Guardaran a los sbditos de la gracia del poder de los malos ngeles y de las
tinieblas que Satans esparcira constantemente alrededor de ellos.
Cuando los ngeles presenciaran la agona y humillacin de su Seor, se llenaran de dolor
e indignacin, y desearan librarlo de sus verdugos; mas no deban interponerse para evitar
lo que vieran. Era parte del plan de la redencin que Cristo sufriese el escarnio y el abuso
de los impos; y l mismo consinti en todo esto al convertirse en Redentor del hombre.
Cristo asegur a los ngeles que mediante su muerte iba a rescatar a muchos, destruyendo al
que tena el imperio de la muerte. Iba a recuperar el reino que el hombre haba perdido 51
por su transgresin, y que los redimidos habran de heredar juntamente con l, para morar
eternamente all. El pecado y los pecadores iban a ser exterminados, para nunca ms
perturbar la paz del cielo y de la tierra. Pidi a la hueste anglica que concordase con el
plan que su Padre haba aceptado, y que se regocijasen en que mediante su muerte el
hombre cado podra reconciliarse con Dios.
Entonces un indecible regocijo llen el cielo. La gloria y la bendicin de un mundo
redimido excedi a la misma angustia y al sacrificio del Prncipe de la vida. Por todos los
atrios celestiales repercutieron los acordes de aquella dulce cancin que ms tarde habra de
orse sobre las colinas de Beln: "Gloria en las alturas a Dios, y en la tierra paz, buena
voluntad para con los hombres." (Luc. 2: 14.) Ahora con una felicidad ms profunda que la
producida por el deleite y entusiasmo de la nueva creacin, "las estrellas todas del alba
alababan, y se regocijaban todos los hijos de Dios." (Job 38:7.)
La primera indicacin que el hombre tuvo acerca de su redencin la oy en la sentencia
pronunciada contra Satans; en el huerto. El Seor declar: "Y enemistad pondr entre ti y
la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herir en la cabeza, y t le herirs en
el calcaar." (Gn. 3: 15.) Esta sentencia, pronunciada en presencia de nuestros primeros
padres, fue una promesa para ellos. Mientras predeca la lucha entre el hombre y Satans,
declaraba que el poder del gran adversario sera finalmente destruido. Adn y Eva estaban
como criminales ante el justo Juez, y aguardaban la sentencia que mereca su transgresin;
pero antes de or hablar de la vida de trabajo y angustia que seria su destino, o del decreto
que determinaba que volveran al polvo, escucharon palabras que no podan menos que
infundirles esperanza. Aunque habran de padecer por efecto del poder de su gran enemigo,
podran esperar una victoria final.
Cuando Satans supo que existira enemistad entre l y la 52 mujer, y entre su simiente y la
simiente de ella, se dio cuenta de que su obra de depravacin de la naturaleza humana seria
interrumpida; que de alguna manera el hombre seria capacitado para resistir su poder. Sin
embargo, cuando el plan de redencin se dio a conocer, Satans se regocij con sus ngeles
al pensar que por haber causado la cada del hombre, poda ahora hacer descender al Hijo
de Dios de su elevada posicin. Satans declar que hasta la fecha sus planes haban tenido
xito en la tierra, y que cuando Cristo tomase la naturaleza humana, l tambin podra ser
vencido, y as se evitara la redencin de la raza cada.
Los ngeles celestiales explicaron ms completamente a nuestros primeros padres el plan
que haba sido concebido para si su redencin. Se les asegur a Adn y a su compaera que
a pesar de su gran pecado, no se les abandonara a merced de Satans. El Hijo de Dios haba
ofrecido expiar, con su propia vida, la transgresin de ellos. Se les otorgara un tiempo de
gracia y, mediante el arrepentimiento y la fe en Cristo, podran llegar a ser de nuevo hijos
de Dios.
El sacrificio exigido por su transgresin revel a Adn y a Eva el carcter sagrado de la ley
de Dios; y comprendieron mejor que nunca la culpa del pecado y sus horrorosos resultados.
En medio de su remordimiento y angustia pidieron que la pena no cayese sobre Aquel cuyo
amor haba sido la fuente de todo su regocijo; que ms bien cayera sobre ellos y su
descendencia.
Se les dijo que, como la ley de Jehov es el fundamento de su gobierno en el cielo y en la
tierra, ni aun la vida de un ngel podra aceptarse como sacrificio por la transgresin de
ellos. Ninguno de sus preceptos poda abolirse o cambiarse para ajustarse al hombre en su
condicin cada; pero el Hijo de Dios, que haba creado al hombre, poda expiar su falta.
As como la transgresin de Adn haba trado desgracia y muerte, el sacrificio de Cristo
traera vida e inmortalidad.
No slo el hombre sino tambin la tierra haba cado por el 53 pecado bajo el dominio del
maligno, y haba de ser restaurada mediante el plan de la redencin. Al ser creado, Adn
recibi el seoro de la tierra. Pero al ceder a la tentacin, cay bajo el poder de Satans. Y
"el que es de alguno vencido, es sujeto a la servidumbre del que lo venci." (2 Ped. 2: 19.)
Cuando el hombre cay bajo el cautiverio de Satans, el dominio que antes ejerca pas a
manos de su conquistador. De esa manera Satans lleg a ser "el dios de este siglo." (2 Cor.
4:4.) El haba usurpado el dominio que originalmente fue otorgado a Adn. Pero Cristo,
mediante su sacrificio, al pagar la pena del pecado, no slo redimira al hombre, sino que
tambin recuperara el dominio que ste haba perdido. Todo lo que perdi el primer Adn
ser recuperado por el segundo. El profeta dijo: "Oh torre del rebao, la fortaleza de la hija
de Sin vendr hasta ti: y el seoro primero." (Miq. 4: 8) Y el apstol Pablo dirige nuestras
miradas hacia "la redencin de la posesin adquirida." (Efe. 1:14.) Dios cre la tierra para
que fuese la morada de seres santos y felices. El Seor "que form la tierra, el que la hizo y
la compuso; no la cri en vano, para que fuese habitada la cri." (Isa. 45:18.) Ese propsito
ser cumplido, cuando sea renovada mediante el poder de Dios y libertada del pecado y el
dolor; entonces se convertir en la morada eterna de los redimidos. "Los justos heredarn la
tierra, y vivirn para siempre sobre ella."(Sal. 37: 29.) "Y no habr ms maldicin; sino que
el trono de Dios y del Cordero estar en ella, y sus siervos le servirn." (Apoc. 22:3.)
Mientras fuera inocente, Adn haba gozado de abierta comunin con su Hacedor; pero el
pecado produjo separacin entre Dios y el hombre, y slo la expiacin de Cristo poda
salvar el abismo, y hacer posible la transmisin de las bendiciones de la salvacin entre el
cielo y la tierra. El hombre tena vedada la comunicacin directa con su Creador, pero Dios
se comunicara con l por medio de Cristo y de los ngeles. 54
En esa forma se revelaron a Adn importantes acontecimientos que se produciran en la
historia humana, desde el tiempo en que fue pronunciada la sentencia divina en el Edn
hasta el diluvio, y desde all hasta el primer advenimiento del Hijo de Dios. Se le mostr
que si bien el sacrificio de Cristo tendra suficiente valor para salvar a todo el mundo,
muchos escogeran una vida de pecado ms bien que de arrepentimiento y obediencia. Los
crmenes aumentaran en las generaciones sucesivas, y la maldicin del pecado pesara cada
vez ms sobre la raza humana, las bestias y la tierra. La vida del hombre seria acortada por
su propio pecado; disminuiran su estatura y resistencia fsica, as como su poder intelectual
y moral, hasta que el mundo se llenase de toda clase de miserias. Mediante la complacencia
del apetito y las pasiones, los hombres se incapacitaran para apreciar las grandes verdades
del plan de redencin. No obstante, fiel al propsito por el cual dej el cielo, Cristo
mantendra su inters en los hombres, y seguira invitndolos a ocultar sus debilidades y
deficiencias en l. Suplira las necesidades de todos los que fuesen a l con fe. Y siempre
habra unos pocos que conservaran el conocimiento de Dios, y se guardaran inclumes en
medio de la prevaleciente iniquidad.
El sacrificio de animales fue ordenado por Dios para que fuese para el hombre un recuerdo
perpetuo, un penitente reconocimiento de su pecado y una confesin de su fe en el Redentor
prometido. Tena