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Date post: 28-Jul-2020
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E ncontrar el centro de un círculo es una operación de geometría básica. Per- derlo es un ejercicio de prestidigitación avanzada. Por eso la Plaza Circular en ausencia de Don Diego produce una primera sensación de asombro. Incluso tarda un segundo la mirada en si- tuarse y registrar un lugar que evidentemente conoce aunque no identifica. Dura un instante, pero es curioso ese naufragio. Confirma que la estatua del fun- dador funciona como una rosa de los vientos en el mapa de la ciu- dad que llevamos en la cabeza. Es- quivar su fuerza de atracción es mirar de otra manera. Y eso es EL CORREO inicia una serie en la que los acuarelistas vascos proponen una forma diferente de mirar la ciudad En ausencia de Don Diego algo que se antoja importante en una época hipervisual que con- funde el megapíxel con el signifi- cado. Es una confusión extraña, una superstición de la exactitud. Como creer que no hay autorre- trato que supere a un análisis de sangre o novela que explique me- jor una ciudad que el censo muni- cipal. Sin embargo, la mente hu- mana no es un archivo de imáge- nes perfectas, sino más bien un laboratorio que borbotea impre- sionista. Por eso las ciudades se nos resumen en un matiz de la luz, una ráfaga de color, una pers- pectiva que solo se insinúa. El acuarelista urbano maneja esos materiales y domina una mezcla PABLO MARTÍNEZ ZARRACINA PINCELADAS DE BILBAO Domingo 10.03.19 EL CORREO 8 CIUDADANOS C
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E ncontrar el centro de un círculo es una operación de geometría básica. Per-derlo es un ejercicio de

prestidigitación avanzada. Por eso la Plaza Circular en ausencia de Don Diego produce una primera sensación de asombro. Incluso tarda un segundo la mirada en si-tuarse y registrar un lugar que evidentemente conoce aunque no identifica. Dura un instante, pero es curioso ese naufragio. Confirma que la estatua del fun-dador funciona como una rosa de los vientos en el mapa de la ciu-dad que llevamos en la cabeza. Es-quivar su fuerza de atracción es mirar de otra manera. Y eso es

EL CORREO inicia una serie en la que los acuarelistas vascos proponen una forma diferente de mirar la ciudad

En ausencia de Don Diego

algo que se antoja importante en una época hipervisual que con-funde el megapíxel con el signifi-cado. Es una confusión extraña, una superstición de la exactitud. Como creer que no hay autorre-trato que supere a un análisis de sangre o novela que explique me-jor una ciudad que el censo muni-cipal. Sin embargo, la mente hu-mana no es un archivo de imáge-nes perfectas, sino más bien un laboratorio que borbotea impre-sionista. Por eso las ciudades se nos resumen en un matiz de la luz, una ráfaga de color, una pers-pectiva que solo se insinúa. El acuarelista urbano maneja esos materiales y domina una mezcla

PABLO MARTÍNEZ

ZARRACINA

PINCELADAS DE BILBAO

Domingo 10.03.19 EL CORREO8 CIUDADANOSC

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única de precisión y elipsis: no necesita nombrarlo todo para de-cirlo todo. Su trabajo nos enseña a mirar la ciudad de otra manera. Es lo que haremos aquí, con la pre-disposición al asombro de quien espera el truco de magia. Por ejemplo, el que revela la plaza tranquila, provincial, casi acoge-dora, que se oculta bajo uno de los puntos más ajetreados y tensos de Bilbao. Todo se ve entonces con más calma y el tiempo se concen-tra hasta que los siglos se super-ponen como solo pueden hacerlo en las ciudades. Casi se intuye el Gran Hotel Términus en el edifi-cio que hoy ocupa la oficina de tu-rismo. Y el fulgor en los bajos del

número 5 no se sabe si anuncia la apertura de una hamburguesería o la llegada de una noticia bomba a la redacción de El Pueblo Vasco. Puede que esté sucediendo todo a la vez, del mismo modo que so-mos nosotros esos peatones anó-nimos y también lo son quienes cruzaron un día la plaza hacia el Casco Viejo o con prisa y maletas hacia la estación. O aquel niño que una mañana, al llegar a la Pla-za Circular desde las Siete Calles y comprobar que la ciudad conti-nuaba más alta y más ancha, más simétrica, preguntó a sus padres con la seriedad del geógrafo que está ordenando el mundo: «¿En-tonces esto es el Casco Nuevo?».

Nacido en Portugalete. Profe-sor de acuarela y miembro de la Agrupación de Acuarelistas Vascos y la Asociación Artísti-ca de Gipuzkoa. Su obra ha sido premiada en numerosos certámenes, entre ellos el Zi-pristin de San Sebastián, el Vi-lla de Durango o el Vitoria-Gasteiz de pintura al aire li-bre. Define la acuarela como «un medio apasionante y un reto continuo para crear for-mas, colores y sensaciones».

JUAN CARLOS ARESTI

Luz y composiciónEl contraste entre la valla roja de una reforma y la luz de un día lluvioso decidió la elección de esta vista de la Plaza Circular

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E l último barco que salió de los astilleros Euskal-duna es un gigante transformado en palacio

que finge estar en movimiento y combina el cristal y el acero cor-ten, ese material que hace de la corrosión un estandarte. Se trata de un navío imponente y extraño. Tiene doble personalidad. Se sabe barco fantasma y buque insignia. Lo primero tiene que ver con la ópera; lo segundo, con la drama-turgia más pragmática de los ne-gocios y los congresos.

La ría ejerce una enorme atrac-ción sobre las dos caras del coloso. En los días de viento casi puede notarse el crujido de los roblones

En su parte trasera, el Palacio Euskalduna redobla su condición naval y parece a punto de echarse a navegar

El barco y la musa

al tensarse, la vibración intensa de una arboladura inexistente, como si el gran barco estuviese a punto de romper amarras y co-menzar a navegar. El estanque de la trasera del palacio se transfor-ma entonces en un anticipo del océano y la ría extiende su domi-nio líquido. Hasta las farolas pare-cen grúas pórtico, quizá mástiles lejanos. Y la pasarela del fondo un barco entrando lentamente en puerto.

Es entonces cuando la seriedad del buque insignia refrena el ins-tinto del barco fantasma. Le re-cuerda cuál es su deber. El Palacio Euskalduna tiene desde 1999 la obligación de fijar el futuro y la

PABLO MARTÍNEZ

ZARRACINA

Una serie que propone una forma diferente de mirar la ciudad

PINCELADAS DE BILBAO

Domingo 24.03.19 EL CORREO14 CIUDADANOSC

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identidad de una ciudad distinta. No lo hace solo. Dos años antes surgió ría arriba el Guggenheim, ese otro barco extraño. Durante algún tiempo, los dos símbolos del nuevo Bilbao aún estuvieron separados por un paisaje oxidado de urgencia y contenedores.

De aquel óxido solo queda hoy un rastro de acero corten que se ilumina con los flases de los turis-tas. Un paseo luminoso conecta el Guggenheim y el Euskalduna. Para recordar lo que fue durante décadas ese lugar, puede interro-garse a Terpsícore, la musa de la danza, que preside el estanque del palacio. Piensen que las musas tienen que ver con la inspiración,

pero también con la memoria. Son sus hijas, de hecho. Según Plutarco, recibían el nombre con-junto de ‘recuerdos’. Platón des-cribe a Sócrates invocando a las musas para que le ayuden a recor-dar conversaciones antiguas. Aun-que vaya uno en pantalón de de-porte y quemando calorías, yo creo que lo suyo es ponerse un poco homérico al pasar junto al Euskalduna. Y entrarle a Terpsíco-re, probando suerte. Canta, oh musa, la historia de aquella ciu-dad de acero instalada en un eter-no día laborable, la vida de aque-llos hombres que hacían con sus manos grandes barcos pesados junto al río.

San Sebastián, 1967. Ingeniero Técnico de Telecomunicacio-nes, comienza a pintar de for-ma autodidacta en 2003. En la actualidad, es profesor de la Agrupación de Acuarelistas Vas-cos, trabaja en proyectos perso-nales de estudio y participa en certámenes de pintura seca. Su obra ha sido merecedora de di-versos premios y menciones, así como incluida en numero-sas exposiciones y muestras na-cionales e internacionales.

El acero en el espejoEl estallido de color del acero corten y la textura especular del estanque explican esta perspectiva del Palacio Euskalduna.

AITOR RENTERIA AGRUPACIÓN DE ACUARELISTAS VASCOS

Domingo 24.03.19 EL CORREO CIUDADANOS 15C

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U namuno se ponía geoló-gico y explicaba que la historia es la «pobre corteza en la que vivi-

mos», mientras que la intrahisto-ria es el «inmenso foco ardiente» que el planeta lleva dentro. Para comprobar que la teoría del maes-tro tiene desajustes, basta con acercarse a la dársena de Axpe y enfrentarse al paisaje de La Naval, frente a la ría, o sea, en la misma superficie sobre la que vivimos, pero también, mezclándolo todo, frente al mismo foco ardiente de nuestra intimidad o de nuestra vida interior, de la misma mismi-dad de uno mismo. Por decirlo de algún modo.

La historia personal y colectiva se concentra en los rincones industriales de la ría

Grúas genealógicas

Igual que los románticos co-rrían a visitar ruinas para inspirar-se, sentir el vértigo del tiempo y justificar a continuación sus des-varíos, los habitantes del Gran Bilbao deberíamos ir a los rinco-nes industriales que sobreviven en la ría como quien regresa al lu-gar del que proviene, encontran-do allí algo del sentido que con frecuencia le falta al mundo. El efecto es el de volver al lugar don-de uno creció, que ya puede estar derrumbándose que siempre será acogedor. Se planta uno frente a La Naval y las grúas incluso pare-cen agacharse un poco, como si fuesen tiernas mascotas mitológi-cas dándote la bienvenida.

PABLO MARTÍNEZ

ZARRACINA

Una serie que propone una forma diferente de mirar la ciudad

PINCELADAS DE BILBAO

Domingo 14.04.19 EL CORREO14 CIUDADANOSC

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Luego está el inconfundible fulgor metálico, el aire pesado, la luz dura y borrosa, el asombro de los grandes volúmenes transfor-mados en rutina. Su efecto, tan poderoso, se conserva intacto en la pincelada. Habrá quien huele a lavanda y recuerda su infancia fe-liz en la campiña. Luego estamos los que necesitamos un poco de dióxido de nitrógeno para suspirar y sentirnos como en casa.

Se trata, por supuesto, de una irremediable educación senti-mental. Se me recuerda parado con gran concentración frente al ‘Jardín de las Delicias’ la primera vez que tuve frente a mí el trípti-co de El Bosco. Clavado frente al

panel derecho, concretamente. El infierno. La gravedad de mi acti-tud podía hacer pensar en que era yo un gran experto en pintura fla-menca. El modo en que me acer-caba a la tabla podía hacer pensar en que era solo un gran miope. Ninguna de las dos cosas era cier-ta. Solo intentaba ver mejor el fondo del infierno: la misteriosa ciudad nocturna en llamas, tan irreal y poderosa. Y mis pensa-mientos no eran artísticos, sino biográficos: «Pero qué manera de clavar Altos Hornos, el holandés este, con cuatro siglos de antela-ción». Es la intrahistoria lo que custodian entre sus garras, para siempre, las grúas de La Naval.

Nacida en Bilbao, se formó como pintora en el Museo de Reproducciones, realizando después diversas prácticas en estudios de otros artistas. Du-rante una década ejerció la do-cencia en su estudio-taller. Ha impartido cursos en España, Francia y Portugal y participado en numerosas exposiciones na-cionales e internacionales. En-tre sus premios recientes, des-taca el Memorial Mariano Ber-tuchi de Xauen (Marruecos).

BLANCA BASABE AGRUPACIÓN DE ACUARELISTAS VASCOS

En busca de la esenciaLa artista, que pinta la acuarela desde una parada de bus, busca «el alma de Bilbao, lo que aquí se ha vivido y va a desaparecer».

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L os bulevares aparecieron en las ciudades para ocu-par el espacio de las ron-das defensivas que que-

daban superadas por el crecimien-to urbano. Como sucede con fre-cuencia, la solución encerraba un símbolo. En este caso, la sustitu-ción de una necesidad imperiosa por una rutina displicente: los pa-seantes desocupados ocupando, con las manos en los bolsillos y una melodía ligera en los labios, el lugar de las patrullas que vigilan y mantienen el orden con un tu-multo pesado de acero y autori-dad. En París, ciudad propensa a dar ejemplo, el cambio lo encarnó personalmente Georges Duroy, el

La Torre Iberdrola custodia los paseos por los bulevares reinventados del nuevo Bilbao

Faro de paseantes

personaje de Maupassant, que as-cendió de soldado a urbanita espe-cializado en bulevares, concreta-mente en pasearlos, realizando el nuevo ejercicio de caminar sin más intención que mirar y dejarse ver con la cabeza borboteando sueños y ambiciones.

En Bilbao, ciudad más bien a su manera, la transformación ha sido más original, tardía y moderada. El tumulto del acero ha durado hasta ayer mismo. Tenía más que ver con el trabajo que con la de-fensa y su ausencia no liberó el es-pacio en las afueras, sino en el co-razón mismo de la ciudad, junto a la ría. Como hoy los tiempos son más favorables a la gimnasia que a

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Domingo 28.04.19 EL CORREO12 CIUDADANOSC

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la elegancia, los nuevos bulevares se llenaron de paseantes con ropa cómoda. En lugar de chisteras y complicados sombreros, llevan gafas de sol y auriculares. Aprove-chan los días soleados para cami-nar y oxigenarse. Con más relaja-ción, pero a buen ritmo, también ven y se dejan mirar, o viceversa, mientras piensan en sus cosas y le toman el pulso a la ciudad. El telé-fono inteligente les felicita cuan-do superan los diez mil pasos.

Desde 2011, la torre Iberdrola funciona como un faro para esos paseantes. Además de por el lado icónico de la regeneración y todo lo demás, lo hace de un modo físi-co, ya que cualquier edificio lo su-

ficientemente alto y característi-co sirve para clavar en el mapa cada perspectiva en la que se in-miscuye. Con 40 plantas y 165 metros de altura, el gigante de Cé-sar Pelli lo hace en tantas que en Bilbao todavía estamos descu-briéndolas. La de Abandoibarra es sin embargo muy conocida. Seña-la algo así como el camino de vuelta, que es por otra parte lo que suelen hacer los faros.

No tienen pérdida los bulevares reinventados del nuevo Bilbao. Para recorrerlos, basta con seguir la ría y permanecer atento a las señales, los estallidos, los brillos, los destellos. No debía de ser más fácil orientarse en Alejandría.

Pintor bilbaíno, su formación como delineante, arquitecto técnico e ingeniero de edifica-ción le lleva a profundizar en el dibujo técnico y la geome-tría descriptiva. Miembro de la Agrupación de Acuarelistas Vascos desde 2011, es el res-ponsable de las exposiciones que organiza la agrupación. Ganador de diversos certáme-nes de acuarela, ha realizado exposiciones individuales y co-lectivas tanto en España como en Portugal, Italia o Colombia.

ALFREDO GÓMEZ ASOCIACIÓN DE ACUARELISTAS VASCOS

Vertical y horizontalPlasmar la verticalidad de la Torre Iberdrola en la perspectiva apaisada de Abandoibarra fue el principal reto del artista.

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N ada más común que la añoranza idealizada de los viejos tiempos. Hay quien echa de menos la

época en la que, sin móviles, la gente hablaba mirándose a los ojos. Otros añoran la época en la que los tomates sabían a tomates. Mi rincón favorito del pasado re-ciente es en cambio aquel en el que el Guggenheim conservaba su capacidad de provocación y llega-ba a causar escándalo. «Es el ju-guete más grande del mundo», es-cribió J.G. Ballard en 1997. «Si la bomba atómica hubiera estallado dentro de Fort Knox al final de ‘Goldfinger’ el resultado habría sido muy parecido al Guggenheim

El Guggenheim ha dejado de ser un experimento vanguardista para convertirse en un clásico incuestionable

Catedral horizontal

de Bilbao». Si eso lo decía Ballard, un experto al fin y al cabo en dis-topías, imagínense lo que diría-mos nosotros, bilbaínos de orden, que situábamos el vanguardismo inadmisible, la pura extravagan-cia, un paso más allá de Ricardo Bastida. Ojalá pudiésemos recu-perar aquellas primeras impresio-nes, pronunciadas tal vez al pasar por el Campo Volantín, bajo el puente de La Salve, y enfrentar-nos, en su plenitud, y en la nues-tra, al prodigio: «Eso lo hace mi nieto de cinco años con un rollo de papel de plata y cuarenta de fiebre».

Que ahora, al pasar por ese mis-mo lugar, lo que sintamos sea la

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Domingo 02.06.19 EL CORREO12 CIUDADANOSC

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reverencia ante la imagen icónica, la presencia casi sagrada del sím-bolo, puede que incluso el orgullo de pertenecía, sección patrimonio artístico, resulta sencillamente fascinante. Y demuestra el modo veloz, tajante e inesperado en el que puede cambiar todo. La histo-ria improvisa unos volantazos bárbaros. Piensen que, durante mucho tiempo y hasta lo que en términos académicos podríamos definir como anteayer mismo, lo que se hacía en el entorno de La Salve, precisamente allí, era mirar justo hacia el otro lado. Para ver a lo lejos, sola en Artagan, la silueta de la basílica. Y rezar. O simple-mente para orientarse y aferrarse

a la clase de referencia que cual-quiera entendía que no podría cambiar nunca. Pues vaya si ha cambiado. Hoy la imagen referen-cial de Bilbao es esta en la que el Guggenheim parece estirarse pre-sumido, consciente de su poder y sus reflejos, orgulloso del modo en que atrae hacia sí la atención del cielo y de la ría. Mientras esa imagen se multiplica por el mun-do, los bilbaínos se enfrentan a ella con la certeza y la familiari-dad con la que se mira cualquier otra catedral indiscutible. «Barro-co líquido estallando en sentido horizontal. Gehry tardío. Obra maestra. Un tesoro de la humani-dad».

Autodidacta y apasionada de la espátula y los trazos grue-sos, comienza a exponer en 1997. Es miembro de la Aso-ciación Artistica Vizcaina y la Agrupación de Acuarelis-tas Vascos. De estilo cercano al impresionismo, su obra combina fuerza y vitalidad, amabilidad y colorismo. Ha participado en diferentes concursos y exposiciones por toda España y en países como Italia, Francia o Esta-dos Unidos.

VICKY ZAFRA AGRUPACIÓN DE ACUARELISTAS VASCOS

Un juego de reflejosLos reflejos que dominan la perspectiva del Guggenheim lleva-ron a la artista a situar su caballete junto a La Salve.

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E s sabido que el afamado pirata de Espronceda conseguía tener Asia a un lado, al otro Europa, y

allá a su frente Estambul. Pobre tipo. Era un aficionado. El mérito en términos de geolocalización está, como se ve, en tener Norue-ga a mano izquierda, Manhattan (en construcción) a mano derecha y allá a su frente Zorroza. Las olas no son en este caso de plata y azul porque hace buen tiempo y la ría tiene un día sosegado. Instalada temporalmente en lo paradisíaco, no encuentra necesario inundar a nadie. Por ahora. Todo invita en Olabeaga a la contemplación.

Cualquier ciudad lo suficiente-

La ría ejerce de frontera entre el pasado marinero y la promesa de un futuro resplandeciente

Noruega con Manhattan

mente urbana es también una es-cuela de impasibilidad. El urbanita es ese individuo poco impresiona-ble que hace de lo asombroso bu-rocracia. «Qué tranquilo todo», te dices mirando el panorama desde el muelle de Olabeaga. Y no igno-ras que el lugar en el que estás fue un barrio marinero que vivió du-rante siglos el ir y venir de grandes barcos, un lugar en el que hubo tormentas y naufragios, en el que se mezcló a lo grande el salitre con el sudor, se descargaron sin des-canso valiosas mercancías y se vi-vieron noches agitadas. Cuando las tripulaciones se desperdigaban por las tabernas de Olabeaga, a ve-ces hablaban los acordeones y a

PABLO MARTÍNEZ

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Domingo 23.06.19 EL CORREO14 CIUDADANOSC

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veces los puñales. Con frecuencia sucedían ambas cosas a la vez. Que en las zambras hubiese involucra-dos marineros altos y rubios le otorgó a la zona un prestigio nór-dico que aún perdura.

Ahora en ese rincón de la ría no hay grandes barcos, el orden pú-blico es primoroso y el tumulto tiene que ver, como mucho, con las grúas y los camiones del otro lado de la ría. Frente a Olabeaga se reinventa Zorrozaurre, que ya no es una península industrial y avanza hacia un futuro de isla mo-derna, tecnológica, residencial, del conocimiento. Habrá en ella universidades y empresas avanza-das. En el imaginario se ha instala-

do la posibilidad de una pequeña Manhattan, lo que digo yo que transformará el Nervión en el Hudson y a Olabeaga, no sé, en Long Island. Pero sin dejar de ser Noruega. Cinco mil kilómetros de distancia resumidos como si nada. Que entre los estudiantes que acudan a Zorrozaurre en busca de conocimiento contemporáneo y entre los trabajadores de las indus-trias tecnológicas se quiera que haya también jóvenes altos y ru-bios es algo desde luego conve-niente. Por lo de la diversidad. Y por ver si se puede perfeccionar el refranero estableciendo que el no-ruego tira a la ría como la cabra, por su parte, tira al monte.

Profundidad y cambiosLa autora escogió el muelle de Olabeaga por «la profundidad» de la vista y por la atmósfera de un lugar a punto de cambiar.

Natural de Arrigorriaga y do-cente de profesión, ha ejerci-do cargos de responsable de comunicación y vicepresi-denta de la agrupación. Ha participado en exposiciones a nivel nacional y en países como India, México o Italia. Su obra ha sido premiada en certámenes locales e interna-cionales, entre estos últimos el del Salón Internacional de la Acuarela de Aiguillon, en Francia.

MARENE LASAGABASTER AGRUPACIÓN DE ACUARELISTAS VASCOS

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L a ría es un género pictó-rico en sí misma. Y, como cualquier otro gé-nero pictórico, ha inspi-

rado lo mejor y lo peor, lo emo-cionante y lo inexplicable, lo dis-tinguido y lo vulgar. Hay, por ejemplo, una visión dieciochesca de Olabeaga, un óleo italianizan-te, airoso, hermosísimo, de Luis Paret y Alcázar, en la colección de Upton House, la mansión de Lord Bearsted en los alrededores de Oxford.

Y al mismo tiempo se agolpan en los más oscuros trasteros, en las más alucinantes almonedas, genealogías de óleos tremebun-dos: pesadillas frecuentemente

Algunas Babilonias se lloran junto a un río; otras, en cambio, consiguen entenderse en ese mismo lugar

Explicación fluvial

industriales inspiradas en el Ner-vión a su paso por Bilbao, Sestao o Barakaldo, cuadros que hoy aguar-dan el saldo o la carcoma y ayer decoraron portales y consultas, sa-las de estar con sofás de cuero sin-tético y tapete de encaje sobre el televisor.

Lo llamativo no es por supuesto que un mismo motivo sirva para lo mejor y lo peor, sino que la ría funcione como un imán para los artistas, es decir, para aquellos que, según Nietzsche, son capaces de poner la verdad al servicio de la vida. El fenómeno se deberá sin duda a motivos técnicos: atmósfe-ra, luz, composición; pero no pue-de deberse solo a eso.

PABLO MARTÍNEZ

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Domingo 14.07.19 EL CORREO14 CIUDADANOSC

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Tiene que haber por fuerza otros muchos paisajes perfectos, apropiados.

No hay tantos, sin embargo, que aúnen la idoneidad con el significa-do. Porque lo que los artistas en-tienden con mayor o menor sofisti-cación es que la ría no es solo un lu-gar perfecto, sino también la expli-cación perfecta de todo un lugar. De este lugar. El origen, el sentido, la historia y la naturaleza de Bilbao no se entienden sin el Nervión. Di-gamos que esta Babilonia no solo se llora junto al río, sino que se com-prende en ese mismo punto. Si para hacerlo conviene ampliar la pers-pectiva, no hay lugar como la curva de Elorrieta. Desde allí se enfrenta

uno a la ría en su plenitud, com-prueba su fuerza, intuye su amena-za, y lanza la mirada hacia Rónte-gui, hacia Zorroza, hacia Zorrozau-rre, encontrando en las grúas y las barcazas, en el rastro oxidado del sudor y la chatarra, vestigios indus-triales que son las ruinas de un mundo que se extingue. A veces la luz dota al conjunto de un aire de ensoñación. Y casi se siente la apari-ción de un gran mercante, el regre-so a la vida de un astillero. Es solo una fantasía. Pronto vuelve el ru-mor de los coches y el presente. Al fondo, el edificio impresionante de Molinos Vascos, como una catedral consagrada a un dios extinto que se resiste a claudicar.

Primera fila de ríaLa curva de Elorrieta es un lugar privilegiado para asistir el es-pectáculo de la ría. Se intuye desde allí su futuro y su pasado.

Nació en Mundaka en 1964. Li-cenciado en Historia, cursó es-tudios de Bellas Artes. Su obra ha sido expuesta en muestras nacionales e internacionales. Entre sus premios destacan el Nacional de Dibujo, el primer premio del Certamen Nacional de Pintura del Ministerio de Justicia o el del Concurso In-ternacional de Acuarela de la Asociación de Acuarelistas Vas-cos. Su obra está presente en colecciones como la de Bankia o la Fundación BBK.

JOSÉ MANUEL MÉNDEZ AGRUPACIÓN DE ACUARELISTAS VASCOS

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E sta vista del Gran Bilbao tiene detrás una historia particular. La idea inicial del artista fue abordar un

motivo más concreto y pintar la fábrica de Schweppes en el alto de Castrejana. Sería esa, no hay duda, una visión poderosa. Bastaría con el icónico letrero amarillo de la vieja factoría, tan sobrepoblado de consonantes, para evocar un pasa-do compacto, duro, industrial. Schweppes y Beyena fueron las fá-bricas gemelas en las alturas de Bilbao. Incluso en sus peores años, ya abandonadas y maltrechas por la ruina y los saqueos, retenían una vibración familiar, una espe-cie de melodía íntima que nos re-

La perspectiva desde Kobetas es efectivamente inigualable: alcanza al espacio, pero también al tiempo

Con vistas a lo invisible

cordaba cosas contradictorias y muy reconocibles: pujanza econó-mica, accidentes mortales, bulli-ciosas visitas escolares.

Solo un pequeño detalle impi-dió que el proyecto inicial saliese adelante: la fábrica de Schweppes no existe. Se derribó hace dos años. El último aperitivo se lo to-maron allí las excavadoras. Sí, lo sé: de pronto siente uno ese vacío. Y la repentina incredulidad. ¿Pero cómo pueden hacer estas cosas, estos derribos, sin avisarme?

La sensación suele durar poco, pero demuestra el modo en que el patrimonio industrial se transfor-ma en patrimonio sentimental. Y filosófico: los restos de las facto-

PABLO MARTÍNEZ

ZARRACINA

Una serie que propone una forma diferente de mirar la ciudad

PINCELADAS DE BILBAO

Domingo 28.07.19 EL CORREO14 CIUDADANOSC

Page 16: PINCELADAS DE BILBAOpdf.elcorreo.com/.../A_ELCORREO_ES_2E_PINCELADASDEBILBAO.pdfPINCELADAS DE BILBAO Domingo 10.03.19 8 C CIUDADANOS EL CORREO única de precisión y elipsis: no necesita

rías, los pecios de los astilleros, los vestigios de las siderurgias son nuestras ruinas románticas. Por eso, cuando hay pérdidas como las de las fábricas de Castrejana, lo ló-gico es buscar una buena perspec-tiva y revisar el paisaje como quien revisa sus finanzas emocio-nales y metafísicas, por ver si está todo en su sitio o si ha habido nuevas pérdidas en esa batalla de-sigual que el fulgor emprendió hace ya tiempo contra el óxido.

El monte Kobetas sirve para ha-cerlo: es otro de esos palcos privi-legiados sobre el escenario del Gran Bilbao. El espectáculo siem-pre es imponente, pero la mirada del pintor —ese es su trabajo—

amplifica la nuestra, la perfeccio-na. No en vano en su paleta llega a mezclarse lo visible y lo invisible, la realidad y su significado. Por eso esta vez no encontramos ahí abajo la fría perfección de la maqueta fe-rroviaria sino la efervescencia del paisaje al que el roce con la histo-ria y la vida de los hombres trans-forma casi en un escenario fantás-tico. De pronto, en su camino ha-cia el Abra, se asemeja la ría a la gi-gantesca colada de algún metal extinto y gélido. Y el humo indus-trial vuelve a confundirse con la atmósfera, devolviéndonos a nuestro pasado: aquel lugar duro y extraño en el que la toxicidad lle-gaba a ser acogedora.

Plan BEl artista se decidió por las líneas de composición, las masas de color y la peculiar textura que ofrece la vista desde Kobetas.

Licenciado en Bellas Artes por la UPV, compatibiliza su acti-vidad pictórica con el trabajo en agencias de publicidad. Ha obtenido más de un centenar de premios de pintura, entre ellos el BMW o el Lorenzo el Magnífico de la Bienal de Flo-rencia. Su obra parte del ex-presionismo de base abstracta en busca de una cierta tras-cendencia ética y de la com-plicidad del espectador a par-tir de motivos urbanos, coti-dianos, incluso pegados a la actualidad.

ALEJANDRO QUINCOCES

Domingo 28.07.19 EL CORREO CIUDADANOS 15C


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