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Edgar
Allan Poe
Poemas
Por: Edgar Tarazona Angel
ENERO 19 de 1809- OCTUBRE 7 de
1849)
Edgar Allan hace parte de la leyenda, del
mito, de la historia de la literatura. Su
vida y su obra están marcadas por el
signo de lo trágico y misterioso. Desde
sus primeros años la vida le marcó
caminos diferentes de los otros niños de
su generación. Sus padres abandonaron
este mundo siendo él un niño de pocos
años, ¿El oficio de sus padres?: Actores itinerantes. Su apellido no lo heredó
de sus padres biológicos sino de John Allan, un hombre de negocios
adinerado, comerciante en Baltimore que lo adoptó y lo llevó con él y su
esposa al Reino Unido (Inglaterra, Irlanda y Escocia), donde vivieron desde
1815 hasta 1820; allí inició sus estudios. Como en toda biografía que se
respete hay que dar las fechas de nacimiento y de muerte; Edgar Allan llegó
a este mundo en Boston el 19 de enero de 1809 y lo abandonó en Baltimore
en 1849, ambas ciudades en USA. Eso dicen la mayoría de sus biografías a
las cuales me atengo, pero según Julio Verne y Charles Baudelaire su
nacimiento fue en 1813; y otro de sus biógrafos (Griswold) lo ubica en
1811.
Antecedentes
El bisabuelo paterno de Poe, John Poe, emigró de Irlanda a Estados Unidos
en el siglo XVIII y se hizo granjero, casándose con una inglesa; ambos
pretendían ser de ascendencia noble. Uno de sus diez hijos fue David Poe,
quien a su vez se casó con una emigrante irlandesa, Elizabeth Cairnes.
Vivían en Baltimore, Maryland; David Poe era carpintero y, al estallar la
revolución contra los ingleses, llegó a prestar dinero al ejército. Por méritos,
recibió el título honorífico de "general". David y Elizabeth tuvieron siete
hijos. El mayor, David, fue el padre de Edgar; la segunda hija, Maria (más
tarde Maria Clemm), fue la tía y suegra del poeta (madre de su mujer,
Virginia). La abuela materna de Edgar, Elizabeth Arnold, fue cantante de
ópera y actriz romántica y, con su hija, del mismo nombre, llegó emigrada
de Londres, Inglaterra, a Estados Unidos en 1796. David Poe hijo,
estudiante de Derecho, dejó los estudios para convertirse en actor. En 1804
conoció a la bonita señorita Arnold —actriz de gran encanto y con un
extenso repertorio: llegó a representar unos 200 papeles—, que estaba
casada a la sazón con un tal señor Hopkins, quien moriría poco después.
David y Elizabeth se casaron seis meses más tarde y se instalaron en Boston,
Massachussets, donde nacieron sus dos primeros hijos.
Primeros años
Edgar nació el 19 de enero de 1809 en la ciudad de Boston, donde ya había
nacido su hermano mayor, William Henry Leonard (1807). La hermana
menor, Rosalie, vio la luz en Richmond, en 1810. Edgar pudo haber
recibido dicho nombre por un personaje de William Shakespeare que
aparece en la obra El rey Lear, que representaban los padres en 1809, año de
su nacimiento. David Poe abandonó a su familia en 1810, y su mujer,
Elizabeth, murió un año después de tuberculosis; tenía 24 años. Lo único
que conservó Edgar de sus padres biológicos fue un retrato de su madre y un
dibujo del puerto de Boston. A su hermana Rosalie le correspondió un
joyero vacío. El motivo por el cual Poe y Rosalie fueron adoptados fue que,
al morir su madre, los niños quedaron totalmente desamparados, en
Richmond, mientras que los abuelos, que vivían en Baltimore, se hacían
cargo de William Henry, que ya vivía con ellos. En cualquier caso, Poe fue
acogido por una de las familias caritativas que habían cuidado de los niños
al morir su madre: el matrimonio formado por Frances y John Allan, de
Richmond(Virginia), mientras que Rosalie fue acogida por la familia
Mackencie.
Árbol genealógico de Poe y Virginia
Su padrastro, del cual Edgar tomaría el apellido, fue un acaudalado
comerciante de ascendencia escocesa. Sus negocios incluían el tabaco,
tejidos, tés y cafés, vinos y licores, grano, lápidas, caballos y aun el
comercio de esclavos; hombre colérico e intransigente, desempeñó un papel
destacado —negativamente hablando— en la vida del escritor. Sus
biógrafos hacen notar que John Allan tuvo varios hijos naturales fuera del
matrimonio. Los Allan acogieron al niño, pero nunca lo adoptaron
formalmente aunque le dieron el nombre de "Edgar Allan Poe".Su
madrastra, que no había podido tener hijos, sentía verdadera devoción por el
muchacho y lo quiso y mimó siempre. Edgar recibió una buena educación
sureña, y pasaba el tiempo leyendo las revistas inglesas que encontraba en
los almacenes de su padrastro. También escuchaba numerosas leyendas que
iban nutriendo su imaginación, como las marineras que contaban los
capitanes de veleros que se acercaban a Richmond. Algunas de estas
leyendas inspirarían en su momento una de sus obras fundamentales: La
narración de Arthur Gordon Pym.
La familia Allan se trasladó a Inglaterra en 1815, cuando Edgar contaba seis
años. El niño asistió a un colegió en Irvine, Escocia (el pueblo donde había
nacido John Allan), durante un corto periodo, pero que fue suficiente para
ponerlo en contacto con la cultura y el viejo folclore escoceses.
Posteriormente la familia se trasladó a Londres (1816). Edgar estudió en un
internado de Chelsea hasta el verano de 1817. Más tarde ingresó en el
colegio del Reverendo John Bransby en Stoke Newington, que entonces era
un suburbio al norte de la ciudad. Allí aprendió a hablar francés y a escribir
en latín. De estas vivencias y de la contemplación de los paisajes y
arquitecturas góticos de Gran Bretaña nacerían años después relatos como
"William Wilson".
Edgar regresó con los Allan a Richmond, Virginia, en 1820. En los años
siguientes se iría fraguando su carácter. En 1823, con 14 años, se enamoró
apasionadamente de la madre de un compañero de estudios, a la que dedicó
el conocido poema "To Helen". Esta mujer, llamada Mrs. Stanard, era de
una gran belleza y contaba a la sazón 30 años; murió al año siguiente. Fue
su primer gran amor. A los quince años era pacífico, aunque no del todo
sociable. Tuvo pocos conflictos con sus compañeros, pero se sabía que no
toleraba ningún tipo de manipulación. También era aficionado a las
mascaradas. Un día terminó moliendo a golpes a un compañero mucho más
fuerte que él, después de haber recibido lo suyo, y esperar, según él mismo
confesó, a que el otro estuviese agotado. También son muy conocidas sus
dotes como deportista. A imitación de su gran héroe, Lord Byron, en cierta
celebrada ocasión, un caluroso día de junio el joven emprendió una travesía
a nado de ocho kilómetros por el río James, de Richmond; lo hizo a
contracorriente. Cuando se dudó de su hazaña, buscó testigos presenciales
que la corroborasen por escrito.
En 1824 se empieza a gestar el desentendimiento entre él y su padre de
adopción. En una carta dirigida por éste al hermano mayor de
Edgar,William Henry, afirmó: «¿De qué somos culpables? Es algo que no
entiendo. Y que yo haya soportado durante tanto tiempo su conducta todavía
me extraña más. Este muchacho no tiene una onza de afecto por nosotros ni
un poco de agradecimiento por todos mis cuidados y toda mi bondad para
con él.»30 En esta carta Allan se queja sin fundamento de las "amistades" de
Edgar, y llega incluso a sugerir maliciosamente que Rosalie, la hermana
menor, era en realidad hermanastra, posibilidad que siempre atormentó a
Edgar.
En 1825 murió un tío de John Allan, William Galt, escocés igualmente y
antiguo contrabandista. Había sido considerado el hombre más rico de
Richmond, y dejó muchos acres de tierra en herencia a su sobrino. La
fortuna de éste creció considerablemente y, en ese mismo año, Allan lo
celebró comprando una imponente casa de ladrillo de dos plantas, llamada
"Moldavia". Fue en el balcón de esa casa donde Edgar adquirió la afición a
la astronomía.
Universidad de Virginia
Por esa época, con 16 años, Edgar mantuvo una relación sentimental con
una muchacha de la vecindad, Sarah Elmira Royster, quien reaparecería al
final de su vida. En carta a un amigo, ella describió muchos años después al
futuro escritor de esta forma:
Edgar era un muchacho muy guapo, no muy hablador. De conversación
agradable, pero de comportamiento más bien triste. Nunca hablaba de sus
padres. Estaba muy ligado a la señora Allan, así como ella a él. Era
entusiasta, impulsivo, no soportaba la menor grosería verbal.
Esta relación fue previa a su matriculación en la Universidad de Virginia, en
Charlottesville, en febrero de 1826, para estudiar lenguas. La universidad,
en sus primeros años, acataba los ideales de su fundador, Thomas Jefferson.
Estos eran muy estrictos en lo tocante al juego, los caballos, las armas, el
tabaco y el alcohol, pero estas normas en realidad apenas se respetaban.
Jefferson había establecido un sistema de autogobierno para los estudiantes,
permitiendo a los mismos elegir sus materias de estudio, organizar su propia
manutención e informar a las autoridades de las irregularidades o faltas que
se cometiesen. Este régimen tan singular había convertido a la comunidad
escolar en un caos, registrándose una tasa muy elevada de absentismo.
En el tiempo que Edgar pasó allí, perdió contacto con Elmira Royster, y
además se enemistó definitivamente con su padrastro debido a sus deudas
de juego. Según Cortázar (quien reconoce seguir en líneas generales la
biografía del estudioso poeano Hervey Allen ), es en esta época en la que
por primera vez se relaciona a Poe con el alcohol. «El clima de la
Universidad era tan favorable como el de una taberna: Poe jugaba, perdía
casi invariablemente, y bebía.» De todos modos, el futuro escritor lee y
traduce las lenguas clásicas sin esfuerzo aparente, ganándose la admiración
de profesores y condiscípulos. Lee también, infatigablemente, historia,
historia natural, matemáticas, astronomía, poesía y novela. Edgar se quejaba
de que Allan no le enviaba suficiente dinero para las clases, para comprar
libros y para poder amueblar su dormitorio. Pese a que Allan accedió a
enviar dinero, las deudas de su hijo adoptivo no hicieron más que crecer.
Poe abandonó la universidad finalmente al cabo de un año y, no sintiéndose
a gusto en Richmond (especialmente al enterarse de que Elmira acababa de
casarse con un tal Alexander Shelton), se desplazó en abril de 1827 a
Boston, donde se ganó la vida con trabajos ocasionales, como el de
dependiente o periodista.40 En esta etapa usó el pseudónimo 'Henri Le
Rennet'.41
Carrera militar, primeros escritos
El 27 de mayo de 1827, incapaz de sobrevivir por sí mismo, Poe se alistó en
el ejército como soldado raso, bajo el nombre de 'Edgar A. Perry'. Aunque
tenía 18 años firmó que tenía 22. Su primer destino fue en Fort
Independence, en el puerto de Boston. Su sueldo era de cinco dólares al
mes.
En ese mismo año (1827) publicó su primer libro, un opúsculo de poesía de
40 páginas que titulóTamerlane and Other Poems ("Tamerlán y otros
poemas"), firmado: "By a Bostonian" ('por un bostoniano'). En el prólogo
afirmó que casi todos los poemas habían sido escritos antes de los catorce
años. Sólo se imprimieron 50 copias, y el libro pasó prácticamente
desapercibido. Mientras tanto, su regimiento fue destinado a Fort Moultrie
en Charleston, a donde llegó el 8 de noviembre de 1827 a bordo del
bergantín "Waltham". Poe fue ascendido a artificiero, el soldado encargado
de preparar los proyectiles de artillería, y que cobraba doble paga. Tras
servir durante dos años y obtener el grado de sargento mayor de artillería (el
más alto rango de suboficiales), trató de acortar sus cinco años de
alistamiento, revelando su verdadero nombre y circunstancias al oficial que
estaba al mando de su unidad, teniente Howard. Howard prometió ayudarle
sólo si Poe se reconciliaba con su padrastro, y fue quien escribió a tal fin a
John Allan buscando una reconciliación entre ambos, pero Allan se mostró
inflexible. Pasaron los meses y las súplicas a Allan fueron desoídas; parece
que Allan ni siquiera participó a su hijo adoptivo la grave enfermedad que
aquejaba a su esposa. Frances Allan murió el 28 de febrero de 1829, y Poe
sólo pudo acudir a su casa el día siguiente al funeral. Frente a su tumba, no
pudo resistir el dolor y cayó inanimado. Edgar, hasta el último día de su
vida, siempre que se expresó sobre ella lo hizo con ternura. Quizá suavizado
por la muerte de su mujer, Allan accedió finalmente a ayudar a Poe a
obtener el licenciamiento, aunque con la condición de que se alistase en la
Academia deWest Point.
Poe fue finalmente licenciado el 15 de abril de 1829, tras encontrar un
sustituto que lo reemplazase en su puesto. Antes de marchar a West Point,
se trasladó a Baltimore para pasar un tiempo con su tía viuda, Maria Clemm
(hermana de su padre), su hija, Virginia Eliza Clemm (prima del poeta), su
hermano William Henry, y su abuela inválida, Elizabeth Cairnes Poe. En ese
tiempo, publicó su segundo libro: Al Aaraaf, Tamerlane and Minor Poems
(Baltimore, 1829). El libro no fue del todo comprendido, y el autor fue en
general fustigado; sin embargo, el famoso crítico de la época John Neal tuvo
comentarios elogiosos para él: «será el primerísimo en las filas de los
verdaderos poetas», y la también importante Sarah Hale llegó a afirmar que
«recordaba a un poeta no menor que Shelley». Estas fueron las primeras
críticas que halagaron los oídos del poeta.
Viajó a West Point y se inscribió como cadete el 1 de julio de 1830. En
octubre de ese mismo año, John Allan se casó en segundas nupcias con
Louisa Patterson. Este matrimonio, así como las discusiones de Allan con su
protegido, en las cuales solían salir a relucir los hijos naturales de aquél,
provocaron el distanciamiento definitivo entre ambos. El poeta no aguantó
mucho tiempo la disciplina militar y provocó con su conducta que le juzgase
una corte marcial. El 8 de febrero de 1831 fue acusado de grave abandono
del servicio y desobediencia de las órdenes, al negarse a formar y no acudir
a las clases ni a la iglesia. Se declaró inocente para provocar directamente su
expulsión, a sabiendas de que hubiese sido encontrado culpable.
Partió hacia Nueva York en ese mismo mes de febrero. Publicó un tercer
libro de poemas, que tituló simplemente Poems. La publicación fue
sufragada por sus compañeros de West Point, muchos de los cuales
donaron, a razón de 75 centavos cada uno, a tal efecto. Poe logró así
recaudar en total 170 dólares. Los compañeros se llevarían una sorpresa,
pues esperaban que los poemas fuesen del tipo satírico que Poe escribía en
West Point para burlarse de los oficiales al mando, y la obra es netamente
romántica. El libro fue impreso por Elam Bliss, de Nueva York, y apareció
como "Segunda edición" con la siguiente dedicatoria: «Este libro está
respetuosamente dedicado al Cuerpo de Cadetes de los Estados Unidos». El
libro reeditaba los poemas largos "Tamerlane" y "Al Aaraaf", además de
seis poemas inéditos, entre los cuales se hallaba la primera versión de "To
Helen", "Israfel" y "The City in the Sea". Regresó a Baltimore con su tía,
hermano y prima en el mes de marzo de 1831. Su hermano mayor, Henry,
que había estado delicado de salud, en parte debido a su alcoholismo, murió
el 1 de agosto de 1831. Poe se instaló en la buhardilla que había compartido
con su hermano, y pudo trabajar con relativa comodidad. Su atención
literaria, hasta el momento enfocada en exclusiva a la poesía, va a
trasladarse al cuento, género más "vendible", lo cual en esos momentos era
de importancia capital para el escritor y su familia.
Poe, periodista
Tras la muerte de su hermano, Edgar se esforzó de firme por labrarse una
carrera como escritor, encontrando, sin embargo, grandes dificultades,
debido en gran medida a la situación en que se hallaba el periodismo en su
país. De hecho, fue el primer estadounidense en esforzarse por vivir en
exclusiva de la escritura. Lo que más le perjudicó a tal efecto fue la
inexistencia en su tiempo de una ley internacional de copyright. Los
editores estadounidenses preferían piratear obras inglesas en lugar de pagar
a sus conciudadanos por las suyas. La industria editorial estaba, por
añadidura, muy afectada por la grave crisis económica que supuso el
llamado Pánico de 1837. A pesar del gran auge experimentado por las
publicaciones periódicas estadounidenses en ese período de tiempo, lo que
fue impulsado en parte por las nuevas tecnologías, la mayoría no tocaba más
que un número reducido de temas y por otra parte los periodistas
encontraban grandes dificultades para cobrar lo convenido a tiempo. Poe, en
sus intentos por abrirse camino en este mundo se veía continuamente
constreñido a pedir dinero a sus empleadores y a todo tipo de situaciones
humillantes relacionadas con la cuestión económica. Este triste estado de
cosas no mejoraría en toda su vida.
Tras sus primeros intentos poéticos, el escritor dirigió sus miras a la prosa,
por los motivos antedichos. En1832 consigue publicar cinco relatos en el
periódico Saturday Courier, de Filadelfia. Entre ellos se incluye el primer
relato que escribió, de corte gótico: "Metzengerstein". En esa época empezó
a trabajar en su único drama, que nunca terminaría: Politian. En abril de
1833 envió una última carta a John Allan en la que le pedía
desesperadamente ayuda: «En nombre de Dios, ten piedad de mí y sálvame
de la destrucción.» Allan no le contestó. Afortunadamente, en esa época, el
Saturday Visitor, un periódico de Baltimore, otorgó al escritor un premio de
50 dólares por su cuento "Manuscrito encontrado en una botella". En 1834
murió su padrastro sin dejarle herencia, cosa que le afectó decisivamente.
"Manuscrito hallado en una botella" había llamado la atención de John P.
Kennedy, un acaudalado caballero de Baltimore, que ayudó a Poe a publicar
sus historias, presentándolo a Thomas W. White, editor del Southern
Literary Messenger, de Richmond (Virginia), periódico al que Poe estuvo
muy vinculado. Llegó a ser redactor del mismo en agosto de 1835; sin
embargo, perdió el puesto al cabo de pocas semanas al ser sorprendido en
estado de embriaguez en varias ocasiones. De regreso a Baltimore, contrajo
secretamente matrimonio con su prima Virginia Eliza Clemm el 22 de
septiembre de 1835. Ella contaba 13 años en ese momento, aunque en el
certificado de matrimonio que se expidió meses después aparecía registrada
con una edad de 21. Poe tenía 26. Readmitido por White con la promesa de
mejorar su comportamiento, volvió a Richmond con Virginia y su tía y ya
suegra, Maria Clemm. Se mantuvo en elMessenger hasta enero de 1837.
Durante este periodo la tirada del periódico pasó de 700 ejemplares a más de
5.000, debido a la fama adquirida por el escritor, ya nacional. Publicó en él
poemas, reseñas de libros, críticas literarias y obras de ficción. En mayo de
1836 se celebró un segundo casamiento con Virginia en Richmond; esta vez
la ceremonia tuvo carácter público.
A mediados de 1838, la familia se trasladó al centro literario norteamericano
de la época, la ciudad de Filadelfia (Pensilvania), y se instaló en una pobre
pensión. Debido a las estrecheces que pasaban, Poe se prestó a trabajos
impropios de su talento, como la publicación con su nombre de un texto de
conquiliología, hecho que luego le acarrearía grandes dificultades, ya que
fue acusado de plagio. Su novela La Narración de Arthur Gordon Pym fue
publicada en ese mismo año de 1838, obteniendo una buena acogida por
parte de la crítica. En el verano de 1839, Poe se convirtió en redactor jefe de
la publicación Burton's Gentleman's Magazine. En ella sacó a la luz
numerosos artículos, relatos y críticas literarias, lo que contribuyó a
incrementar la reputación de que ya gozaba en el Southern Literary
Messenger. También en 1839, la colección Tales of the Grotesque and
Arabesque ("Cuentos de lo grotesco y arabesco") se publicó en dos
volúmenes; el escritor hizo poco dinero con esta obra, que recibió críticas de
distinto signo. La obra contiene algunos de los grandes relatos de su autor,
como "La caída de la Casa Usher", "Ligeia", "Manuscrito hallado en una
botella", etc. Poe dejó el Burton's después de colaborar en él
aproximadamente un año. Más tarde se enroló en otro periódico: el
Graham's Magazine. Estos trabajos permitieron a Poe mejorar la situación
de su esposa y la madre de ésta. Se trasladaron a vivir a una casa más
agradable, la primera vivienda digna desde los tiempos de Richmond. La
casa estaba en las afueras de la ciudad, y el escritor tenía que caminar varios
kilómetros diariamente para acudir al trabajo.
En junio de 1840, Poe publicó una información en la que anunciaba su
intención de crear su propio diario, el Stylus. Su primera idea fue llamarlo
The Penn, ya que estaría radicado en Filadelfia, Pensilvania. En el número
del 6 de junio de 1840 del Saturday Evening Post, de dicha ciudad, Poe
contrató un anuncio a tal efecto: «Información acerca del 'Penn Magazine',
publicación literaria mensual que se editará próximamente en Filadelfia a
cargo de Edgar A. Poe.» Pero estas iniciativas nunca llegaron a cuajar.
Una tarde de asueto de enero de 1842, se produjo un acontecimiento
decisivo en las vidas de Poe y familia. Su esposa, Virginia, mostró los
primeros signos de consunción propios de la enfermedad hoy conocida
como tuberculosis. Como extraído de una añeja novela romántica, Julio
Cortázar lo relata así en su biografía:
Poe y los suyos tomaban el té en su casa, en compañía de algunos amigos.
Virginia, que había aprendido a acompañarse en el arpa, cantaba con gracia
infantil las melodías que más le gustaban a «Eddie». Súbitamente su voz se
cortó en una nota aguda, mientras la sangre manaba de su boca.
El propio Poe describió el hecho como la rotura de un vaso sanguíneo en su
garganta. Ella sólo se recuperó momentáneamente. El escritor comenzó a
beber más de la cuenta debido a la ansiedad que le producía la enfermedad
de su mujer.
En ese tiempo trató de obtener un puesto en la administración del presidente
John Tyler, alegando pertenecer al Partido Whig. Expresó la esperanza de
ser nombrado para la aduana ("Custom House") de Filadelfia con la ayuda
del hijo del presidente, Robert, que era conocido de un amigo de Poe
llamado Thomas Frederick. Poe, sin embargo, a mediados de septiembre de
1842, no se presentó a una reunión con Thomas para tratar de su
nombramiento. Puso como excusa encontrarse indispuesto, pero Thomas
creyó que lo que estaba era borracho. Posteriormente se prometió al escritor
una nueva cita, pero finalmente todos los puestos disponibles fueron
cubiertos por otras personas.
Dejó el Graham's y trató de encontrar un nuevo empleo. Finalmente regresó
a Nueva York, donde trabajó brevemente en el Evening Mirror.
Posteriormente se convirtió en redactor jefe del Broadway Journal, del que,
con el tiempo, llegó a ser propietario. Allí se granjeó la enemistad de
muchos escritores, entre otras cosas por acusar públicamente al laureado
poeta Henry Wadsworth Longfellow de plagio, aunque Longfellow nunca
respondió a esta acusación. El 29 de enero de 1845, su poema "El cuervo"
apareció en el Evening Mirror, convirtiéndose de la noche a la mañana en
un gran éxito popular, el primero de su carrera. Aunque convirtió a Poe en
una celebridad, el escritor obtuvo sólo 9 dólares por su publicación. En esa
época inició una relación, se dice que estrictamente platónica, con la poetisa
Frances Sargent Osgood, relación al parecer consentida por Virginia, que
veía en esta mujer una influencia beneficiosa sobre su marido. El devaneo
dio lugar a uno de los mayores escándalos en la vida del escritor, suscitando
infinidad de comentarios y habladurías entre los literati de la ciudad. El
origen de todo fue una mujer que Poe había desdeñado, también escritora:
Elizabeth F. Ellet, e involucró al matrimonio Poe, al matrimonio Osgood y a
otras personas. En 1847, Poe y Frances Osgood dejaron de verse
definitivamente.
El Broadway Journal cerró sus puertas por falta de liquidez en 1846. Poe se
trasladó a una casita de campo en Fordham, dentro del barrio del Bronx,
Nueva York. Esa casa, hoy conocida como el Cottage de Poe se encuentra
en la esquina entre el bulevar Grand Concourse y Kingsbridge Road.
Virginia, que no había podido superar la tuberculosis, murió allí el 30 de
enero de 1847. Los amigos de la familia recordarían después cómo Poe
siguió el cortejo fúnebre de su mujer envuelto en su vieja capa de cadete,
que durante meses había constituido el único abrigo de la cama de Virginia.
Los biógrafos del escritor han sugerido repetidamente que el tema frecuente
en su obra de la "muerte de una hermosa mujer" (en "El cuervo", por
ejemplo), parte de las varias pérdidas de mujeres a lo largo de su vida,
incluyendo la de su madre y su esposa.
A partir de la muerte de Virginia, la conducta de Poe «es la del que ha
perdido su escudo y ataca, desesperado, para compensar de alguna manera
su desnudez, su misteriosa vulnerabilidad».
Cada vez más inestable, intentó cortejar a otra mujer: Sarah Helen Whitman,
poetisa mediocre pero mujer llena de inmaterial encanto, como las heroínas
de Poe. Sarah vivía en Providence, Rhode Island. Sus relaciones no
cuajaron, presumiblemente debido a los problemas de Poe con el alcohol y a
su conducta errática. Existe alguna evidencia de que la verdadera causante
de la ruptura pudo ser la madre de Whitman.97Poe buscó aún la compañía
de otras mujeres, como Marie Louise Shew o Annie Richmond. Hubo
incluso propuestas de matrimonio, pero que no llegaron a concretarse.
Pese a la desesperación y el desvarío, en ese tiempo surgen de su pluma
obras de importancia como el poema "Ulalume" y el alucinado ensayo
cosmogónico Eureka.
Su postrer reencuentro, en Richmond, con su antiguo amor de juventud,
Sarah Elmira Royster, lo animó una vez más a contraer matrimonio; la novia
puso la condición de que abandonara sus malos hábitos. La fecha de la boda
se concertó finalmente para el 17 de octubre de 1849. Se vio al escritor en la
ciudad de Richmond entusiasmado, e incluso feliz. Es en ese momento
cuando se le pierde el rastro, hasta su última aparición enBaltimore.
El 3 de octubre de 1849, Poe fue hallado en las calles de Baltimore en
estado de delirio, «muy angustiado, y (...) necesitado de ayuda inmediata».
Fue trasladado al Washington College Hospital, donde murió el domingo, 7
de octubre, a las 5:00 de la madrugada. En ningún momento fue capaz de
explicar cómo había llegado a dicha situación, ni por qué motivo llevaba
ropas que no eran suyas. La leyenda, recogida por Julio Cortázar y otros
autores, cuenta que en sus últimos momentos invocaba obsesivamente a un
explorador polar, llamado Reynolds, que había servido de referente para su
novela de aventuras fantásticas La narración de Arthur Gordon Pym, y que
al expirar pronunció estas palabras: «¡Que Dios ayude a mi pobre alma!
Tanto los informes médicos, como el certificado de defunción se perdieron.
Los periódicos de la época informaron de que la muerte de Poe se debió a
"congestión" o "inflamación" cerebral, el eufemismo que solía utilizarse
para los fallecimientos por motivos más o menos vergonzantes, como el
alcoholismo.
Hoy en día, la causa exacta de la muerte continúa siendo un misterio,
aunque desde 1872 se cree que pudo deberse al abuso de agentes electorales
sin escrúpulos, que en la época solían utilizar a pobres incautos,
emborrachándolos, para hacerles votar varias veces por el mismo candidato.
Las especulaciones han incluido el delírium tremens, el ataque cardíaco,
epilepsia, sífilis, meningitis y el cólera.
Un enemigo gratuito
El día del fallecimiento del escritor apareció una larga esquela en el
periódico New York Tribune firmada por un tal "Ludwig". Esta esquela fue
reproducida por numerosos medios a través de todo el país. Comienza así:
«Edgar Allan Poe ha muerto. Murió anteayer en Baltimore. Esta noticia
sorprenderá a muchos, y algunos se apenarán.» "Ludwig" fue identificado
muy pronto como Rufus Wilmot Griswold, un editor, crítico y antologista
que había demostrado gran aversión hacia Poe ya desde 1842. De cualquier
manera Griswold incomprensiblemente logró convertirse en el albacea
literario ("literary executor") del escritor, aplicándose a destruir su
reputación después de su muerte.
Este individuo escribió con posterioridad un artículo biográfico largo sobre
el escritor titulado "Memoir of the Author" ('Memoria del autor'), con el que
encabezó un volumen de las obras de Poe. Aquí éste aparecía descrito como
un ser depravado, borracho, drogadicto y perturbado, y se aportaban
diversas cartas del propio Poe como evidencia. Muchas de sus afirmaciones
eran burdas mentiras o verdades a medias. Por ejemplo, ahora está
demostrado que Poe no fue drogadicto. La versión de Griswold fue
denunciada por aquellos que conocieron bien a Poe, pero no pudo evitarse
que se convirtiera en la más aceptada popularmente. Esto ocurrió en parte
porque era la única biografía completa disponible, reimpresa varias veces, y
en parte porque los lectores se entusiasmaban ante la idea de estar leyendo
las obras de un malvado. En cuanto a las cartas presentadas por Griswold
como prueba se demostró pronto que no eran más que falsificaciones.
Su herencia literaria
El alcance de la influencia de Poe en todos los ámbitos literarios es
inabarcable. El crítico David Galloway ha resaltado que la misma se basa en
«la fuerza de su profunda inteligencia creadora que pudo hacer cristalizar
actitudes, técnicas e ideas que nos parecen particularmente modernas», pero
es sobre todo por lo que respecta a sus repercusiones en el movimiento
simbolista francés, en la estética poética del decadentismo inglés, en la
génesis de la ficción detectivesca, en la configuración del motivo novelesco
del Doppelgänger (el doble) o en la concepción de un arte narrativo afín a
las teorías formalistas y estructuralistas. Otras influencias no tan claras,
aunque muy patentes: su incidencia en la ciencia-ficción, el sello del
absurdismo grotesco en la narrativa sureña contemporánea, el impacto de su
radicalismo estético en la poesía transcendentalista norteamericana, su
aportación a la tradición gótica de la novela y el alcance de su filosofía
científica y de sus conocimientos psicológicos y parapsicológicos, así como
el de su crítica literaria.
Durante toda su vida, Poe fue principalmente reconocido como crítico
literario. Su amigo, también crítico, James Russell Lowell, lo llamó «el
crítico más exigente, filosófico y sin miedo a obras imaginativas que ha
escrito en América», aunque se preguntaba si alguna vez utilizaba ácido
prúsico en lugar de tinta. También muy conocido como escritor de ficción,
fue uno de los primeros autores estadounidenses del siglo XIX en llegar a
ser más popular en Europa que en su país. El respeto que se le tiene en
Francia es debido principalmente a las tempranas traducciones de su obra
por parte de Charles Baudelaire, traducciones que pronto fueron
consideradas definitivas en toda Europa.
Las obras policíacas de Poe protagonizadas por el ficticio C. Auguste
Dupin, fueron tierra abonada para toda la literatura del género posterior. Sir
Arthur Conan Doyle declaró: «Cada una de estas obras constituye una raíz
de la que ha brotado toda una literatura... ¿Dónde estaba la literatura
policíaca antes de que Poe le insuflara el aliento de vida.». La asociación
Mystery Writers of America ha denominado en su memoria sus más
importantes galardones: los Edgars. Poe también influyó decisivamente en
la ciencia-ficción, muy notablemente en Julio Verne, quien escribió una
secuela de la novela poeana La narración de Arthur Gordon Pym. Verne la
tituló La esfinge de los hielos. El autor de ciencia-ficción H. G. Wells
apuntó que «Pym narra todo aquello que una inteligencia de primer orden
era capaz de imaginar sobre el Polo Sur hace un siglo».
Al igual que otros artistas célebres, las obras de Poe han conocido multitud
de imitadores. Una corriente muy interesante es la de aquellos clarividentes
o personas con poderes paranormales que se autoproclaman canales de
ultratumba de la voz poética de Poe. Uno de los más singulares fue la
poetisa Lizzie Doten, quien, en 1863, publicó Poems from the Inner Life
('Poemas de la vida interior'), en el que aparecen presuntos poemas
recibidos del espíritu de Poe. Estas piezas no eran más que refritos de
poemas como "The Bells", pero reflejando una nueva y positiva
significación.
Aunque jamás encontraría en España la larga estela de adeptos que ha
tenido en Francia, es muy conocido su peso en el marco de la narrativa
hispanoamericana, con Cortázar y Borges a la cabeza. «La constante
reedición de su obra narrativa, sin embargo, es indudablemente la prueba
más fehaciente de que Poe continúa ejerciendo una influencia poderosa y
magnética sobre el lector español. La escasez de estudios críticos en
castellano merecería ser disculpada por este motivo.»
Polémicas
Por supuesto, no todo en la vida y, principalmente, en la obra de Poe, han
sido aplausos y alabanzas. . El poeta William Butler Yeats fue muy crítico
con el bostoniano, llamándolo "vulgar". Ralph Waldo Emerson reaccionó
contra "El cuervo" afirmando: «Nada veo en él.»2 y refiriéndose a su autor
como "el hombre campanilla", frase que recuerda Borges en un escrito sobre
Poe. Aldous Huxley escribió que la escritura de Poe "incurría en la
vulgaridad" al ser "demasiado poética", y veía su equivalente en el hecho de
llevar un anillo de diamantes en cada dedo.
En este punto dejo hablar a Julio Verne quien dice: ―Edgard Poe no parece
haber visitado París, de la cual describe de forma inexacta ciertas calles en
uno de sus cuentos‖, sin embargo Julio Verne también recibió la influencia
de este ser genial, controvertido, incomprendido y solitario.
En 2009 se cumplieron 200 años de su nacimiento y 160 de su muerte. Casi
nadie lo recordó, por lo menos no se dio la importancia que debían tener
estos aniversarios de uno de los más grandes creadores en lengua inglesa.
NOTAS:
1- Esta biografía no termina acá, en este punto; en la segunda parte encontrarán detalladas y
clasificadas por géneros las obras completas de Edgar Allan Poe.
2- Para no abusar en el uso de las comillas, a lo largo del artículo, quiero remitir a los lectores a
las fuentes de donde salió esta biografía, por si les interesa leer aun más del escritor, crítico y
poeta:
Edgar Allan Poe. NARRACIONES COMPLETAS. Ed. AGUILAR, Madrid, 1958
Edgar Allan Poe. Narraciones extraordinarias. Biblioteca básica Salvat. 1970
ENCARTA 2009; biblioteca virtual.
www.wikipedia.org
Biblioteca personal de Edgar Tarazona Angel
Poemas
El Cuervo
Cierta noche aciaga, cuando, con la mente cansada,
meditaba sobre varios libracos de sabiduría ancestral
y asentía, adormecido, de pronto se oyó un rasguido,
como si alguien muy suavemente llamara a mi portal.
"Es un visitante -me dije-, que está llamando al portal;
sólo eso y nada más."
¡Ah, recuerdo tan claramente aquel desolado diciembre!
Cada chispa resplandeciente dejaba un rastro espectral.
Yo esperaba ansioso el alba, pues no había hallado calma
en mis libros, ni consuelo a la perdida abismal
de aquella a quien los ángeles Leonor podrán llamar
y aquí nadie nombrará.
Cada crujido de las cortinas purpúreas y cetrinas
me embargaba de dañinas dudas y mi sobresalto era tal
que, para calmar mi angustia repetí con voz mustia:
"No es sino un visitante que ha llegado a mi portal;
un tardío visitante esperando en mi portal.
Sólo eso y nada más".
Mas de pronto me animé y sin vacilación hablé:
"Caballero -dije-, o señora, me tendréis que disculpar
pues estaba adormecido cuando oí vuestro rasguido
y tan suave había sido vuestro golpe en mi portal
que dudé de haberlo oído...", y abrí de golpe el portal:
sólo sombras, nada más.
La noche miré de lleno, de temor y dudas pleno,
y soñé sueños que nadie osó soñar jamás;
pero en este silencio atroz, superior a toda voz,
sólo se oyó la palabra "Leonor", que yo me atreví a susurrar...
sí, susurré la palabra "Leonor" y un eco volvióla a nombrar.
Sólo eso y nada más.
Aunque mi alma ardía por dentro regresé a mis aposentos
pero pronto aquel rasguido se escuchó más pertinaz.
"Esta vez quien sea que llama ha llamado a mi ventana;
veré pues de qué se trata, que misterio habrá detrás.
Si mi corazón se aplaca lo podré desentrañar.
¡Es el viento y nada más!".
Mas cuando abrí la persiana se coló por la ventana,
agitando el plumaje, un cuervo muy solemne y ancestral.
Sin cumplido o miramiento, sin detenerse un momento,
con aire envarado y grave fue a posarse en mi portal,
en un pálido busto de Palas que hay encima del umbral;
fue, posóse y nada más.
Esta negra y torva ave tocó, con su aire grave,
en sonriente extrañeza mi gris solemnidad.
"Ese penacho rapado -le dije-, no te impide ser
osado, viejo cuervo desterrado de la negrura abisal;
¿cuál es tu tétrico nombre en el abismo infernal?"
Dijo el cuervo: "Nunca más".
Que una ave zarrapastrosa tuviera esa voz virtuosa
sorprendióme aunque el sentido fuera tan poco
cabal,
pues acordaréis conmigo que pocos habrán tenido
ocasión de ver posado tal pájaro en su portal.
Ni ave ni bestia alguna en la estatua del portal
que se llamara "Nunca más".
Mas el cuervo, altivo, adusto, no pronunció desde
el busto,
como si en ello le fuera el alma, ni una sílaba más.
No movió una sola pluma ni dijo palabra alguna
hasta que al fin musité: "Vi a otros amigos volar;
por la mañana él también, cual mis anhelos,
volará".
Dijo entonces :"Nunca más".
Esta certera respuesta dejó mi alma traspuesta;
"Sin duda - dije-, repite lo que ha podido acopiar
del repertorio olvidado de algún amo desgraciado
que en su caída redujo sus canciones a un refrán:
"Nunca, nunca más".
Como el cuervo aún convertía en sonrisa mi porfía
planté una silla mullida frente al ave y el portal;
y hundido en el terciopelo me afané con recelo
en descubrir que quería la funesta ave ancestral
al repetir: "Nunca más".
Esto, sentado, pensaba, aunque sin decir palabra
al ave que ahora quemaba mi pecho con su mirar;
eso y más cosas pensaba, con la cabeza apoyada
sobre el cojín purpúreo que el candil hacía brillar.
¡ Sobre aquel cojín purpúreo que ella gustaba de usar,
y ya no usará nunca más!.
Luego el aire se hizo denso, como si ardiera un incienso
mecido por serafines de leve andar musical.
"¡Miserable! -me dije-. ¡Tu Dios estos ángeles dirige
hacia ti con el filtro que a Leonor te hará olvidar!
¡Bebe, bebe el dulce filtro, y a Leonor olvidarás!".
Dijo el cuervo: "Nunca más".
"¡Profeta! -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!
¿Del Tentador enviado o acaso una tempestad
trajo tu torvo plumaje hasta este yermo paraje,
a esta morada espectral? ¡Mas te imploro, dime ya,
dime, te imploro, si existe algún bálsamo en Galaad!"
Dijo el cuervo: "Nunca más".
"¡Profeta! -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!
Por el Dios que veneramos, por el manto celestial,
dile a este desventurado si en el Edén lejano
a Leonor, ahora entre ángeles, un día podré abrazar".
Dijo el cuervo: "¡Nunca más!".
"¡Diablo alado, no hables más!", dije, dando un paso atrás;
¡Que la tromba te devuelva a la negrura abisal!
¡Ni rastro de tu plumaje en recuerdo de tu ultraje
quiero en mi portal! ¡Deja en paz mi soledad!
¡Quita el pico de mi pecho y tu sombra del portal!"
Dijo el cuervo: "Nunca más".
Y el impávido cuervo osado aun sigue, sigue posado,
en el pálido busto de Palas que hay encima del portal;
y su mirada aguileña es la de un demonio que sueña,
cuya sombra el candil en el suelo proyecta fantasmal;
y mi alma, de esa sombra que allí flota fantasmal,
no se alzará...¡nunca más!.
Un Sueño en un Sueño
¡Recibe en la frente este beso!
Y, por librarme de un peso
antes de partir, confieso
que acertaste si creías
que han sido un sueño mis días;
¿Pero es acaso menos grave
que la esperanza se acabe
de noche o a pleno sol,
con o sin una visión?
Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño en un sueno.
Me encuentro en la costa fría
Que agita la mar bravía,
Oprimiendo entre mis manos,
Como arenas, oro en granos.
¡Que pocos son! Y allí mismo,
De mis dedos al abismo
Se desliza mi tesoro
Mientras lloro, ¡mientras lloro!
¿Evitare ¡oh Dios! su suerte
oprimiéndolos mas fuertes?
¿Del vacío despiadado
Ni uno solo habré salvado?
¿Cuánto hay de grande o pequeño
Solo es un sueño en un sueño?
Annabel Lee
Hace muchos, muchos años, en un reino junto al mar,
Habitaba una doncella cuyo nombre os he de dar,
Y el nombre que daros puedo es el de Annabel Lee,
quien vivía para amarme y ser amada por mí.
Yo era un niño y era ella una niña junto al mar,
En el reino prodigioso que os acabo de evocar.
Más nuestro amor fue tan grande cual jamás yo presentí,
Más que el amor compartimos con mi bella Annabel Lee,
Y los nobles de su estirpe de abolengo señorial
Los ángeles en el cielo envidiaban tal amor,
Los alados serafines nos miraban con rencor.
Aquel fue el solo motivo, ¡hace tanto tiempo ya!,
por el cual, de los confines del océano y más allá,
Un gélido viento vino de una nube y yo sentí
Congelarse entre mis brazos a mi bella Annabel Lee.
La llevaron de mi lado en solemne funeral.
A encerrarla la llevaron por la orilla de la mar
A un sepulcro en ese reino que se alza junto al mar,
Los arcángeles que no eran tan felices cual los dos,
Con envidia nos miraban desde el reino que es de Dios.
Ese fue el solo motivo, bien lo podéis preguntar,
Pues lo saben los hidalgos de aquel reino junto al mar,
Por el cual un viento vino de una nube carmesí
Congelando una noche a mi bella Annabel Lee.
Nuestro amor era tan grande y aún más firme en su candor
Que aquel de nuestros mayores, más sabios en el amor.
Ni los ángeles que moran en su cielo tutelar,
Ni los demonios que habitan negros abismos del mar
Podrán apartarme nunca del alma que mora en mí, Espíritu luminoso de mi
hermosa Annabel Lee.
Pues los astros no se elevan sin traerme la mirada
Celestial que, yo adivino, son los ojos de mi amada.
Y la luna vaporosa jamás brilla baladí
Pues su fulgor es ensueño de mi bella Annabel Lee.
Yazgo al lado de mi amada, mi novia bien amada,
Mientras retumba en la playa la nocturna marejada,
Yazgo en su tumba labrada cerca del mar rumoroso,
En su sepulcro a la orilla del océano proceloso.
La Durmiente
Era la medianoche, en junio, tibia, bruna.
Yo estaba bajo un rayo de la mística luna,
Que de su blanco disco como un encantamiento
Vertía sobre el valle un vapor soñoliento.
Dormitaba en las tumbas el romero fragante,
Y al lago se inclinaba el lirio agonizante,
Y envueltas en la niebla en el ropaje acuoso,
Las ruinas descansaban en vetusto reposo.
¡Mirad! También el lago semejante al Leteo,
Dormita entre las sombras con lento cabeceo,
Y del sopor consciente despertarse no quiere
Para el mundo que en torno lánguidamente
muere
Duerme toda belleza y ved dónde reposa
Irene, dulcemente, en calma deleitosa.
Con la ventana abierta a los cielos serenos,
De claros luminares y de misterios llenos.
¡Oh, mi gentil señora, ¿no te asalta el espanto?
¿Por qué está tu ventana, así, en la noche abierta?
Los aires juguetones desde el bosque frondoso,
Risueños y lascivos en tropel rumoroso
Inundan tu aposento y agitan la cortina
Del lecho en que tu hermosa cabeza se reclina,
Sobre los bellos ojos de copiosas pestañas,
Tras los que el alma duerme en regiones extrañas,
Como fantasmas tétricos, por el sueño y los muros
Se deslizan las sombras de perfiles oscuros.
Oh, mi gentil señora, ¿no te asalta el espanto?
¿Cuál es, di, de tu ensueño el poderoso encanto?
Debes de haber venido de los lejanos mares
A este jardín hermoso de troncos seculares.
Extraños son, mujer, tu palidez, tu traje,
Y de tus largas trenzas el flotante homenaje;
Pero aún es más extraño el silencio solemne
En que envuelves tu sueño misterioso y perenne.
La dama gentil duerme. ¡Que duerman para el mundo!
Todo lo que es eterno tiene que ser profundo.
El cielo lo ha amparado bajo su dulce manto,
Trocando este aposento por otro que es más santo,
Y por otro más triste, el lecho en que reposa.
Yo le ruego al Señor, que con mano piadosa,
La deje descansar con sueño no turbado,
Mientras que los difuntos desfilan por su lado.
Ella duerme, amor mío. ¡Oh!, mi alma le desea
Que así como es eterno, profundo el sueño sea;
Que los viles gusanos se arrastren suavemente
En torno de sus manos y en torno de su frente;
Que en la lejana selva, sombría y centenaria,
Le alcen una alta tumba tranquila y solitaria
Donde flotan al viento, altivos y triunfales,
De su ilustre familia los paños funerales;
Una lejana tumba, a cuya puerta fuerte
Piedras tiró, de niña, sin temor a la muerte,
Y a cuyo duro bronce no arrancará más sones,
Ni los fúnebres ecos de tan tristes mansiones
¡Qué triste imaginarse pobre hija del pecado.
Que el sonido fatídico a la puerta arrancado,
Y que quizá con gozo resonara en tu oído,
de la muerte terrífica era el triste gemido!
Leonora
¡El vaso se hizo trizas! Desapareció su esencia
¡Se fue; se fue! ¡Se fue; se fue!
Doblad, doblad campanas, con ecos plañideros,
Que un alma inmaculada de Estigia en los linderos
Flotar se ve.
Y tú, Guy de Vere, ¿qué hiciste de tus lágrimas?
¡Ah, déjalas correr!
Mira, el angosto féretro encierra a tu Leonora;
Oye los cantos fúnebres que entona el fraile; ahora
Ven a su lado, ven.
Antífonas salmodien a la que un noble cetro
Fue digna de regir;
Un ronco De Profundis a la que yace inerte,
Que con morir
Indignos, los que amábais en ella solamente
Las formas de mujer,
Pues su altivez nativa os imponía tanto,
Dejasteis que muriera, cuando el fatal quebranto
Posó sobre su sien.
¿Quién abre los rituales? ¿Quién va a cantar el Réquiem?
Quiero saberlo, ¿quién?
¿Vosotros miserables de lengua ponzoñosa
Y ojos de basilisco? ¡Mataron a la hermosa,
Que tan hermosa fue!
¿Peccavimus cantasteis? Cantasteis en mala hora
El Sabbath entonad;
Que su solemne acento suba al excelso trono
Como un sollozo amargo que no suscite encono
En la que duerme en paz.
Ella, la hermosa, la gentil Leonora,
Emprendió el vuelo en su primer aurora;
Ella, tu novia, en soledad profunda
¡Huérfano te dejó!
Ella, la gracia misma ora reposa
En rígida quietud; en sus cabellos
Hay vida aún; mas en sus ojos bellos
¡No hay vida, no, no, no!
¡Atrás! Mi corazón late de prisa
Y en alegre compás. ¡Atrás! No quiero
cantar el De Profundis majadero,
Porque es inútil ya.
Tenderé el vuelo y al celeste espacio
me lanzaré en su noble compañía.
¡Voy contigo, alma mía, sí, alma mía¡
Y un peán te cantaré!
¡Silencio las campanas! Sus ecos plañideros
Acaso lo hagan mal.
No turben con sus voces la beatitud de un alma
Que vaga sobre el mundo con misteriosa calma
y en plena libertad.
Respeto para el alma que los terrenos lazos
Triunfante desató;
Que ahora luminosa flotando en el abismo
Ve amigos y contrarios; que del infierno mismo
al cielo se lanzó.
Si el vaso se hizo trizas, su eterna esencia libre
¡Se va, se va!
¡callad, callad campanas de acentos plañideros,
que su alma inmaculada del cielo en los linderos
Tocando está!
Las Campanas
I
¡Escuchad el tintineo!
!La sonata
Del trineo
Con cascabeles de plata!
¡Qué alegría tan jocunda nos inunda al escuchar
la errabunda melodía de su agudo tintinear!
¡Es como una epifanía,
En la ruda racha fría,
la ligera melodía!
¡Cómo fulgen los luceros!
-¡Verdaderos
Reverberos !-Con
idéntica armonía
A la clara melodía
Cintilando, cintilando, cintilando,
¡Cómo los cascabeles
van sonando!
Y en un mismo son, son único,
Que igualiza un ritmo rúnico,
Los luceros siguen fieles
Cascabeles, cascabeles, cascabeles
El son de los cascabeles,
Cascabeles, cascabeles, cascabeles
Cascabeles,
¡El son grato, que a rebato, surge en los cascabeles!
II
Escuchar el almo coro
Sonoro
Que hacen las campanas todas:
¡Son las campanadas de oro
De las bodas!
¡Oh, qué dicha tan profunda nos inunda al escuchar
La errabunda melodía de su claro repicar!
¡Cómo revuela al desgaire
Esta música en el aire!
¡Cómo a su feliz murmullo
Sonoro,
Con sus claras notas de oro,
Se aúna la tórtola con su arrullo,
Bajo la luz de la luna!
¡Qué armonía
Se vacía
De la alegre sinfonía
De este día!
¡Cómo brota
Cada nota!:
Fervorosamente, dice
la felicidad remota
Que predice.
Y a la voz de una campana, siguen las de sus hermanas
Las campanas,
Las campanas, las campanas, las campanas, las campanas,
las campanas, las campanas, las campanas,
En sonoro ritmo de oro, de almo coro, ¡las campanas!
III
¡Oíd cual suena el bordón!:
el bordón
De son bronco
Que pone en el corazón
El espanto con su son,
Con su son de bronce, ronco.
¡Que tristeza tan profunda nos apresa al escuchar
Cómo reza, gemebunda, la fiereza del llamar!
Cómo su son taciturno,
En el silencio nocturno
Es grito desesperado
Que no es casi pronunciado
¡De aterrado!
Grito de espanto ante el fuego
Y agudo alarido luego,
Es un clamor que se extiende,
Que el espacio ronco, hiende
Y que llama;
Que defiende
Y que clama, clama, clama,
Que clama pidiendo auxilio
En tanto que ve el exilio
De aquellos que el fuego, ciego y arrollador, empobrece
Y el fuego que ataca y crece,
Mientras se oye el ronco son,
El somatén del bordón,
Del bordón, bordón, bordón
¡Del bordón!
¡Cómo el alma se desgarra
Cuando el son del bordón narra
La aflicción
¡De aquellos que arruina el fuego!
Y, cómo nos dice luego
Los progresos que hace el fuego
-Que va a tientas como ciego-El
somatén del bordón,
¡Que es toda una narración!
¡Oh, la tempestad de ira
En la que el bordón delira
Y en que convulso, delira!
El alma escucha anhelante
la queja que da el bordón
Con su son;
El bordón que da su son,
El bordón, bordón, bordón,
¡El bordón!
Que es toda una narración el somatén del bordón
Del bordón, del bordón, del bordón
Del bordón, del bordón, del bordón
¡Del bordón!
El grito ante el infinito, cual proscrito, ¡del bordón
IV
¡Escuchad cómo la esquila,
Cómo el esquilón de hierro,
Llama con voz que vacila,
Al entierro!
Qué meditación profunda nos inunda al escuchar
la errabunda y gemebunda melodía del sonar
¡Cómo llena de pavura
Su son en la noche obscura!
¡Cómo un estremecimiento
Nos recorre el pensamiento
que provoca su lamento!
Cuando sueña
La grave esquila de hierro, con su lúgubre toquido,
Con su lúgubre toquido que la medianoche llena.
¡Es que las almas en pena
Se han reunido!
¡Oh, la danza
Al son que toda la esquila,
En una noche intranquila,
Su tijera de luz lila,
Tocando en visión del Juicio la noche sin esperanza!
Entonces, ya no vacila
La grave voz de la esquila,
De la esquila, de la esquila, de la esquila,
de la esquila, de la esquila,
Sino que suena furiosa,
Con su voz cavernosa,
Y, en un mismo son, son único,
Que igualiza un ritmo rúnico,
Algún ronco rayo truena
Y se alumbra con relámpagos la noche sin esperanza,
Mientras las almas en pena
Giran, giran su danza
Bajo la triste luz lila.
Y en tanto se oye la grave, la grave voz de la esquila,
De la esquila, de la esquila,
De la esquila, de la esquila, de la esquila, de la esquila,
Y en el mismo son, son único,
Que igualiza un ritmo rúnico,
Mientras se oye, la triste, la triste voz
De la esquila,
De la esquila,
Furibundo rayo truena,
El relámpago cintila
Y los espectros en pena
Danzan al son de la esquila,
De la esquila, de la esquila, de la esquila,
de la esquila, de la esquila,
Y en un mismo son, son único,
Que igualiza un ritmo rúnico,
Danzan al son de la esquila,
De la esquila, de la esquila,
de la esquila, de la esquila, de la esquila,
¡De la esquila!
Y mientras que el rayo truena,
Que el relámpago cintila
Y que con furor terrible, danzan las almas en pena,
Se oye la voz de la esquila,
De la esquila, de la esquila, de la esquila,
De la esquila, de la esquila,
la voz de cuento lamento ¡de la esquila!
Un Enigma
«Raras veces rencontramos –dice Salomón Don Duce-,
la mitad de una idea en el más profundo soneto.
a través de todas las endebles cosas que vemos de una vez
tan fácilmente como a través de un sombrero de Nápoles,
¡basura de basura!, ¿Cómo puede una señora ponérselo?,
todavía más pesado que las cosas de Petrarca,
sin sentido como la pelusa de un búho que el más débil soplo,
gira dentro de papel de seda mientras se lee»
Y, en verdad, Salomón acierta.
las jarreteras de los generales son insignificantes
burbujas efímeras y tan transparentes.
pero esto es, ahora, -puedes confiar en ello-
estable, opaco, inmortal: todo a fuerza
de los queridos nombres que yacen escondidos en su seno.
País de Hadas
Oscuros valles y tenebrosos pantanos,
sombríos bosques,
cuyas formas no podemos adivinar
al impedirlo las lágrimas que caen por todas partes.
Enormes lunas que aparecen y desaparecen
una vez, y otra vez, y otra vez,
a cada momento en la noche
—siempre cambiando de lugar—
y oscurecen los rayos del lucero
con el aliento de sus pálidos rostros.
Alrededor de las doce por el reloj lunar
una un poco más nebulosa que las demás
(en un juicio,
decidieron que era la mejor)
desciende —abajo, más abajo—
con su centro sobre la corona
de la cumbre de una montaña,
mientras que su amplia circunferencia
de flotantes vestiduras cae
sobre aldeas, sobre pórticos,
donde quiera que estén
—sobre los lejanos bosques, sobre el mar—
sobre los espíritus alados,
sobre las cosas adormecidas,
y las envuelve completamente
en un laberinto de luz,
y entonces, ¡qué profunda! ¡oh, profunda!
Es la pasión de su sueño.
Por la mañana se levantan
y su envoltura de luna
se eleva en los cielos,
con la tempestad cuando se sacuden,
como —casi como cualquier cosa—
un albatros amarillo.
No usan más esta luna
para el mismo fin que antes
—o sea a guisa de tienda—
lo cual encuentro extravagante:
sus partículas, de todas formas,
se disuelven y caen en cascada,
y aquellas mariposas,
de la Tierra, que buscan los cielos
y así bajan otra vez
(¡cosas nunca contentas!)
Han traído alguna de ellas
En sus temblorosas alas.
A Helena
Helena, tu belleza es para mí
como aquellos antiguos barcos de Nicea,
que suavemente, sobre el profundo mar,
se abrían camino, cansados, fatigados,
hacia la orilla de su nativa tierra.
Vagando por mares procelosos y anhelados,
tu pelo de Jacinto, tu rostro clásico,
tu aire de Náyade me han devuelto a mi casa
a la gloria que fue Grecia,
y la grandeza que fue Roma.
¡Mira! ¡En tu resplandeciente nicho de cristal
te veo en pie como una estatua
con la lámpara de ágata en tu mano!
¡Ah, Psique de las regiones que
son tierras santas!
Israfel
Vive un espíritu en el cielo
«las fibras de mi alma son cuerdas de un laúd»;
nadie canta tan libremente bien
como el ángel Israfel,
y las casquivanas estrellas (así dice la leyenda),
cesan en sus himnos, y atienden al encanto
de su voz, enmudecidas.
Allá arriba vacilando
en su punto más alto
la luna enamorada
se ruboriza de amor,
mientras que, para escuchar, el rojo relámpago
(incluyendo las veloces Pléyades,
que eran siete)
hace una pausa en el cielo.
Dicen (el coro de estrellas
y todo lo que escucha)
que el fuego de Israfel
se debe a la lira
con la que toca y se acompaña
—las tremolantes ondas
de esas cuerdas extrañas—.
Pero los cielos que ese ángel pisó,
Donde los profundos pensamientos son obligación
—donde Amor es un dios adulto—
Donde las miradas de las huríes
están llenas de la belleza
que nosotros adoramos en las estrellas.
Por lo tanto, no estás equivocado,
Israfel, cuando desprecias
una canción desapasionada.
¡A ti pertenecen los laureles,
al mejor vate, porque eres el más sabio!
¡Alegre y larga vida!
Allá arriba los éxtasis
se adaptan a tu ardiente medida
—tu pesar, tu alegría, tu odio, tu amor,
con el fervor de tu laúd—.
¡Bien pueden callarse las estrellas!
Sí, el cielo es tuyo; pero éste
es un mundo de dulzuras y amarguras;
nuestras flores son simplemente… flores,
y la sombra de tu perfecta bendición
es para nosotros luz del sol.
Si yo pudiera vivir
donde Israfel
ha vivido, y él donde vivo yo,
no cantaría tan libremente bien
una melodía mortal,
en tanto que una nota más audaz que ésta se elevara
desde mi lira al interior del cielo.
La ciudad en el fondo del mar
¡Mira! La muerte se ha izado un trono
en una extraña y solitaria ciudad
allá lejos en el sombrío Oeste,
donde el bueno y el malo y el mejor y el peor
han ido a su reposo eterno
allí capillas y palacios y torres
(torres devoradoras de tiempo que no se estremecen)
no se asemejan a nada que sea nuestro.
En los alrededores, olvidadas por vientos inquietos
resignadamente bajo el cielo
las melancólicas aguas reposan.
No bajan rayos de luz del santo cielo
a esta ciudad de la eterna noche.
Pero una luz interior del lívido mar
Proyecta silenciosas torrecillas
—resplandecen los pináculos por todas partes—
cúpulas-agujas, salones reales
pórticos, paredes estilo babilónico,
sombrías y olvidadas glorietas
de hiedra esculpida y flores pétreas,
y muchos, muchos maravillosos santuarios
cuyos ensortijados frisos entrelazan
la viola, la violeta y la vid.
Resignadamente bajo el cielo
las melódicas aguas reposan.
Tanto se mezclan allí las torres y las sombras
que parecen péndulos en el aire
mientras que desde una altiva torre en la ciudad
la muerte mira hacia abajo como desde una enormidad.
Allí los tiempos abiertos y las descubiertas tumbas
bostezan a nivel con las luminosas olas,
pero no las riquezas que allí yacen
en cada uno de los ojos de diamante del ídolo
—los muertos alegremente enjoyados no
tientan las aguas desde sus lechos—;
pues no se rizan las ondas, ¡ay!,
en este desierto de cristal—.
Ninguna ola sugiere que los vientos han estado
En mares menos espantosamente serenos.
¡Pero, mira! ¡Algo se agita en el aire!
La ola. ¡Hay un movimiento allí!,
como si las torres se hubieran apartado,
sumergiéndose lentamente, la lenta marea,
como si sus cimas débilmente hubieran dejado
un vacío en el brumoso cielo.
Las olas tienen ahora un brillo rojizo
las olas respiran desmayadas y lentas.
y cuando ya no hay lamentos terrenales
baja, baja esta ciudad hasta donde se quedará desde ahora.
El infierno, elevándose desde mil tronos,
le hará reverencias.
El valle de la inquietud
Una vez sonrió un silencioso valle
donde nadie habitaba;
se habían ido a las guerras,
confiando a las estrellas de suaves ojos
cada noche, desde sus azules torres,
la vigilancia sobre las flores,
en medio de las cuales todo el día
la roja luz del sol descansaba perezosa.
Ahora cada visitante confesará
la inquietud del triste valle.
Nada es allá inmóvil,
nada salvo el aire que cavila
sobre la mágica soledad.
¡Ah! ¡Ningún viento agita esos árboles,
que palpitan como los fríos mares
alrededor de las brumosas Hébridas!
¡Ah! ¡Ningún viento mueve aquellas nubes,
que susurran a través del sin sosiego cielo,
inquietamente, desde la mañana hasta la noche,
sobre las violetas allí yacen
en incontables tipos para el ojo humano,
sobre os lirios que allí se agitan
y lloran sobre una desconocida tumba!
Ondean: de sus fragantes cabezas
el eterno rocío que derrama gota a gota.
Lloran: de sus delicados tallos
Lágrimas perennes descienden como joyas.
El Coliseo
¡Modelo de la antigua Roma! ¡Rico relicario
de excelsa contemplación dejado al tiempo
los siglos no fueron enterrados por la pompa!
A la larga —a la larga— después de tantos días
de cansado peregrinaje y ardiente sed,
(sed por los manantiales de sabiduría que en ti yacen)
yo me arrodillo, un hombre cambiado y sencillo,
entre tus sombras, y así bebo dentro de
mi alma tu grandeza, oscuridad y gloria.
¡Inmensidad! ¡Edad y memorias de antigüedad!
¡Silencio y desolación y oscura noche!
Te siento ahora —te siento en tu fuerza—.
¡Oh! ¡Hechizos más seguros que cualquier rey de Judá
educado en los jardines de Getsemaní!
¡Oh encantos más potentes que el rapto de Caldea
que se toma de las estrellas silenciosas!
¡Aquí, donde un héroe cayó, una columna cayó!
¡Aquí, donde la única águila resplandeció en oro
una vigilia de medianoche sostiene el oscuro murciélago!
¡Aquí, donde las damas de Roma doraron sus cabellos
que ondeaban al viento, ahora ondean el junco y la caña!
¡Aquí, donde en dorado trono el monarca se recostó,
se desliza, como un espectro en su casa de mármol,
alumbrado por la lánguida luz de la luna,
el ligero y silencioso lagarto de las piedras!
¡Mas escucha!! Estas paredes, están arcadas cubiertas de hiedra,
estas moldeadas bases, estos tristes y ennegrecidos fustes,
estos confusos entablamentos, estos desmoronados frisos,
estas rotas cornisas, este desastre, esta ruina,
estas piedras —¡ay! Estas grises piedras— ¿son todas ellas
todas, de la fama y lo colosal dejadas
por corrosivas horas al Destino y a mí?
«¡No todas!» —el eco me contesta— «¡no todas!
»Proféticos y recios sonidos, se elevan para siempre
»dese nosotras, desde todas las ruinas, para los sabios,
»como una melodía de Memnón al sol.
»Regimos los corazones de los hombres más poderosos, regimos
»con despótico poder las mentes gigantes.
»No somos impotentes —nosotras, descoloridas piedras,
»no todo nuestro poder se ha ido, no toda nuestra forma,
»no toda la magia de nuestro elevado renombre,
»no todo el asombro que nos rodea—
»no todos los misterios que en nosotras yacen,
»no todas las memorias que se suspenden encima
»y se agarran alrededor de nosotras como un traje,
»vistiéndonos con un manto de algo más que la gloria.»
Un sueño dentro de un sueño
¡Toma este beso en tu frente!
Y, en el momento de abandonarte,
déjame confesarte lo siguiente:
no te equivocas cuando consideras
que mis días han sido un sueño;
y si la esperanza se ha desvanecido
en una noche o en un día,
en una visión o fuera de ella,
¿es por ello menos ida?
Todo lo que vemos o parecemos
no es más que un sueño en un sueño.
Yo permanezco en el rugido
de una ribera atormentada por las olas,
y aprieto en la mano
granos de arena de oro.
¡Qué pocos y cómo se escurren
entre mis dedos al abismo,
mientras lloro, mientras lloro!
¡Oh Dios!, ¿no puedo yo estrecharlos
con más ceñido puño?
¡Oh, Dios!, ¿no puedo salvar
ni uno, de la despiadada ola?
¿Todo lo que vemos o parecemos
no es más que un sueño dentro de un sueño?
El Lago: A…
En la primavera de mi juventud era mi destino
buscar un lugar del ancho mundo
que no pudiera amar menos,
tan hermosa era la soledad
del apartado lago, rodeado de negras rocas,
y altos pinos que se elevaban alrededor
Pero cuando la noche había extendido su manto
sobre aquel lugar, como encima de todo,
y el místico viento pasaba
murmurando una melodía,
entonces, oh entonces, me despertaba
al terror del solitario lago.
Pero el terror no era espanto,
sino tembloroso deleite,
un sentimiento que ninguna riqueza
me podría hacer decir ni sobornar a definir,
ni el amor, aunque fuera el tuyo.
La muerte estaba en aquella ola venenosa,
y en su golfo un ajustado sepulcro
para el que desde allí podía traer solaz
a su solitaria imaginación,
cuya solitaria alma podía hacer
un Edén de aquel oscuro lago.
Al Río
Hermoso río! en el resplandor, límpida corriente
de cristal, errante agua.
Eres un emblema del brillo,
de belleza, de no escondido corazón,
la juguetona sombra de arte
en la hija del viejo Alberto;
pero cuando ella mira en tu ola,
que reluce entonces, y tiembla,
pues, entonces, el más bonito de los arroyos
se parece a su adorador;
ya que en su corazón, como en tu arroyo
la imagen de ella profundamente yace,
el corazón de él que tiembla ante el rayo de luz
de los ojos de ella que indagan el alma.
Canción
Te vi en tu día nupcial,
cuando un ardiente rubor te cubrió,
aunque la felicidad se extendía a tu alrededor.
El mundo era todo amor ante ti:
Y en tus ojos comenzaba a crecer una luz
(por cualquier razón)
era todo lo que en el mundo mi dolorosa visión
de la belleza podía captar.
Aquel rubor, quizás, era vergüenza de virgen,
tal como bien puede pasar,
aunque su brillo ha levantado una más feroz llama
en el pecho de él, ¡ay!
Quien te vio en aquel día nupcial,
cuando aquel profundo rubor te cubriera,
aunque la felicidad a tu alrededor se extendiera
y todo el mundo fuera amor ante ti.
Espíritu de los muertos
I
Tu alma se encontrará sola a sí misma
en medio de oscuros pensamientos de las piedras de la tumba gris.
Nadie, entre toda la multitud, espía
en tu hora de secreto.
II
Sé silencioso en esa soledad,
que no es tristeza de estar solo, pues entonces
los espíritus de la muerte que estuvieron
en la vida antes que tú, están de nuevo
en la muerte a tu alrededor. Y su voluntad
habrá de subyugarte: no te muevas.
III
La noche, aunque clara, fruncirá el ceño,
y las estrellas no mirarán hacia abajo,
desde sus altos tronos en el cielo
con luz como esperanza dada a los mortales.
Pero sus rojos ojos, sin rayo
parecerán para tu cansancio
como una quemadura y una fiebre
que se adheriría a ti para siempre.
IV
Ahora hay pensamientos que tú no prohibirás.
Ahora hay visiones que no desterrarán.
No pasarán de tu espíritu
jamás, como gotas de rocío de la hierba.
V
La brisa, la respiración de Dios, está quieta,
y la niebla sobre la colina
tenebrosa, tenebrosa, todavía intacta,
es un símbolo y una señal
de cómo se sostiene sobre los árboles
un misterio de misterios.
Un Peán
I
¿Cómo será leído el rito del entierro?
¿La solemne canción cantada?
¿El réquiem para las más bella muerta,
que haya muerto tan joven?
II
Sus amigos están contemplándola,
en su vistoso féretro.
¡Y lloran! ¡Oh!, deshonrar
la belleza muerta, con una lágrima!
III
Ellos la amaban por su riqueza
la odiaban por su orgullo.
Pero ella creció con salud feble,
y ellos la aman, pues murió.
IV
Ellos me dicen (mientras hablan
de su "costosa mortaja bordada")
que mi voz se está volviendo débil,
que no debería cantar de ningún modo.
V
¡Oh, que mi tono debiera
adecuarse a tan solemne canción
tan lastimera, tan lastimera,
que la muerta no sintiese agravio.
VI
Pero ella se ha ido arriba,
con la joven esperanza a su lado,
y yo estoy embriagado con el amor
de la muerta, que es mi novia.
VII
De la muerta de la muerta que yace
toda perfumada aquí,
con la muerte en los ojos,
y la vida en el cabello.
VIII
Así en el ataúd recio y largo
yo golpeo. El susurro enviado
por las grises cámaras a mi canción
será el acompañamiento.
IX
Tú bien moriste en el junio de tu vida,
pero no moriste demasiado bella
no moriste demasiado pronto,
no con demasiada calma en el aire.
X
Por eso, para ti esta noche
no elevaré un réquiem,
pero te llevaré en tu vuelo,
con un peán de antaño.
Solo
Desde el tiempo de mi niñez, no he sido
como otros eran, no he visto
como otros veían, no pude sacar
mis pasiones desde una común primavera.
De la misma fuente no he tomado
mi pena; no se despertaría
mi corazón a la alegría con el mismo tono;
y todo lo que quise, lo quise solo.
Entonces -en mi niñez- en el amanecer
de una muy tempestuosa vida, se sacó
desde cada profundidad de lo bueno y lo malo
el misterio que todavía me ata:
desde el torrente o la fuente,
desde el rojo peñasco de la montaña,
desde el sol que alrededor de mí giraba
en su otoño teñido de oro,
desde el rayo en el cielo
que pasaba junto a mí volando,
desde el trueno y la tormenta,
y la nube que tomó la forma
(cuando el resto del cielo era azul)
de un demonio ante mi vista.
Un Sueño
¡Recibe en la frente este beso!
Y, por librarme de un peso
antes de partir, confieso
que acertaste si creías
que han sido un sueño mis días;
¿Pero es acaso menos grave
que la esperanza se acabe
de noche o a pleno sol,
con o sin una visión?
Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueno.
Frente a la mar rugiente
que castiga esta rompiente
tengo en la palma apretada
granos de arena dorada.
¡Son pocos! Y en un momento
se me escurren y yo siento
surgir en mí este lamento:
¡Oh Dios! ¿Por qué no puedo
retenerlos en mis dedos?
¡Oh Dios! ¡Si yo pudiera
salvar uno de la marea!
¿Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueño?
Versión de Carlos Arturo Torres
Soneto a la ciencia
¡Ciencia! ¡verdadera hija del tiempo tú eres!
que alteras todas las cosas con tus escrutadores ojos.
¿Por qué devoras así el corazón del poeta,
buitre, cuyas alas son obtusas realidades?
¿Cómo debería él amarte? o ¿cómo puede juzgarte sabia
aquel a quien no dejas en su vagar
buscar un tesoro en los enjoyados cielos,
aunque se elevara con intrépida ala?
¿No has arrebatado a Diana de su carro?
¿Ni expulsado a las Hamadríades del bosque
para buscar abrigo en alguna feliz estrella?
¿No has arrancado a las Náyades de la inundación,
al Elfo de la verde hierba, y a mí
del sueño de verano bajo el tamarindo?
A ...
Las enramadas donde veo
en sueños, las más variadas
aves cantoras, son labios y son
tus musicales palabras susurradas.
Tus ojos, entronizados en el cielo,
caen al fin desesperadamente
¡oh Dios!, en mi funérea mente
como luz de estrellas sobre un velo.
Oh, tu corazón... suspiro al despertar
y duermo para soñar hasta que raya el día
en la verdad que el oro jamás podrá comprar
y en las bagatelas que sí podría.
Lucero vespertino
Ocurrió una medianoche
a mediados de verano;
lucían pálidas estrellas
tras el potente halo
de una luna clara y fría
que iluminaba las olas
rodeada de planetas,
esclavos de su señora.
Detuve mi mirada
en su sonrisa helada
-demasiado helada para mí-;
una nube le puso un velo
de lanudo terciopelo
y entonces me fijé en ti.
Lucero orgulloso,
remoto, glorioso,
yo siempre tu brillo preferí;
pues mi alma jalea
la orgullosa tarea
que cumples de la noche a la mañana,
y admiro más, desde luego,
tu lejanísimo fuego
que esa otra luz, más fría, más cercana.
Versión de Andrés Ehrenhaus
Balada nupcial
En mi dedo el anillo,
la guirnalda nupcial mi sien decora;
de sedas y diamantes busco el brillo,
y soy feliz ahora.
Y mi señor me brinda amor seguro;
pero al decirme ayer cuánto me adora,
tembló mi corazón, como al conjuro,
de "quien cayó en la guerra", al pie del muro,
y que es feliz ahora.
Pero él tranquilizóme, y en mi frente
besó la palidez que le enamora.
Y he aquí que en un ensueño, vi presente,
al muerto D'Elormy: -suyo, en mi frente,
fue el beso; y suspiré ( ¡cuán dulcemente! ):
"-¡Ah, soy feliz ahora!"
Y si pude otorgar palabra nueva,
así el voto juré, y aunque traidora,
y aunque un luto de amor el alma lleva,
ved brillar ese anillo que "me prueba"
que soy feliz ahora.
¡Ah! ilumíneme Dios aquel pasado,
pues si sueña o no sueña el alma ignora,
y el corazón se oprime, y conturbado
pregúntase, oh Señor, si el "Olvidado"
será feliz ahora!
Versión de Carlos Obligado
El valle intranquilo
Hubo un tiempo en que el valle sonreía,
silencioso, aunque nadie allí vivía;
su gente había marchado hacia la guerra
confiando el cuidado de esa sierra,
por la noche, a la mirada fiel
de las estrellas desde su azul cuartel
y de día, a los rojos resplandores
del sol que dormitaba entre las flores.
Mas ahora para todo visitante
el valle triste es inquieto e inquietante.
Nada allí se detiene un solo instante...
nada salvo el aire que se cierne
sobre la soledad mágica y perenne.
¡Ah, ningún viento agita los ramajes
que palpitan como el glacial oleaje
en torno a las Hébridas salvajes!
¡Ah, ningún viento empuja el furtivo
manto de nubes que, sin respiro,
surcan durante el día el cielo esquivo
sobre las violetas allí esparcidas
como ojos humanos de mil medidas...!
sobre las ondeantes azucenas
que lloran junto a las tumbas ajenas!
Ondean: y en sus pétalos más tiernos
se juntan gotas de rocío sempiterno.
Lloran: y por sus tallos claudicantes
bajan perennes lágrimas como diamantes.
Para Annie
¡Gracias a Dios! la crisis, el mal ha pasado y la lánguida enfermedad ha desaparecido por
fin, y la fiebre llamada «vivir» está vencida.
Tristemente, sé que estoy desposeído de mi fuerza, y no muevo un músculo mientras
estoy tendido, todo a lo largo. Pero, ¿qué importa? Siento que voy mejor paulatinamente.
Y reposo tan tranquilamente, en el presente, en mi lecho, que a contemplarme se me
creería muerto, y podría estremecer al que me viera, creyéndome muerto.
Las lamentaciones y los gemidos, los suspiros y las lágrimas son apaciguadas entre tanto
por esta horrible palpitación de mi corazón; ¡ah, esta horrible palpitación!
La incomodidad, —el disgusto — el cruel sufrimiento— han cesado con la fiebre que
enloquecía mi cerebro, con la fiebre llamada «vivir» que consumía mi cerebro.
Y de todos los tormentos, aquel que más tortura ha cesado: el terrible tormento de la sed
por la corriente oscura de una pasión maldita. He bebido de un agua que apaga toda sed.
He bebido de un agua que corre con sonido arrullador, de una fuente subterránea pero
poco profunda, de una caverna que no está muy lejos, bajo tierra.
Ah! que no sea dicho jamás: mi cuarto está obscuro, mi lecho es estrecho; porque jamás
ningún hombre durmió en lecho igual —y para dormir verdaderamente, es en un lecho
como éste en el que hay que acostarse.
Mi alma tantalizada reposa dulcemente aquí, olvidando, sin recordarlas jamás, sus rosas,
sus antiguas ansias de mirtos y de rosas.
Pues ahora, mientras reposa tan tranquilamente, imagina a su alrededor, una más santa
fragancia de pensamientos, una fragancia de romero mezclado a pensamientos, a sabor
callejero y al de los bellos y rígidos pensamientos.
Y así yace ella, dichosamente sumergida en recuerdos perennes de la constancia y de la
belleza de Annie, anegada en un beso a las trenzas de Annie.
Tiernamente me abraza, apasionadamente me acaricia. Y entonces caigo dulcemente
adormecido sobre su seno, profundamente adormido del cielo de su seno.
Y así reposo tan tranquilamente en mi lecho —conociendo su amor— que me creeis
muerto. Y así reposo, tan serenamente en mi lecho, —con su amor en mi corazón,— que
me creéis muerto, que os estremecéis al verme, creyéndome muerto.
Pero mi corazón es más brillante que todas las estrellas del cielo, porque brilla para
Annie, abrasado por la luz del amor de mi Annie, por el recuerdo de los bellos ojos
luminosos de mi Annie
1849
Traducción de Alberto Lasplaces
El Dorado
Brillantemente ataviado, un galante caballero, viajó largo tiempo al sol y a la sombra,
cantando su canción, a la busca del Eldorado.
Pero llegó a viejo, el animoso caballero, y sobre su corazón cayó la noche porque en
ninguna parte encontró la tierra del Eldorado.
Y al fin, cuando le faltaron las fuerzas, pudo hallar una sombra peregrina. — Sombra, —
le preguntó— ¿dónde podría estar esa tierra del Eldorado?
— «Más allá de las montañas de la Luna, en el fondo del valle de las sombras; cabalgad,
cabalgad sin descanso —respondió la sombra,— si buscáis el Eldorado....».
1849
Traducción de Alberto Lasplaces
Eulalia
Vivía sólo en un mundo de lamentaciones y mi alma era una onda estancada, hasta que la
bella y dulce Eulalia llegó a ser mi pudorosa compañera, hasta que la joven Eulalia, la de
los cabellos de oro, llegó a ser mi sonriente compañera.
¡Ah! las estrellas de la noche brillan bastante menos que los ojos de esa radiante niña! Y
jamás girón de vapor emergido en un irisado claro de luna, podrá compararse al bucle
más descuidado de la modesta Eulalia, podrá compararse al bucle más humilde y más
descuidado de Eulalia, la de los brillantes ojos!
La duda y la pena no me invaden jamás, ahora, porque su alma me entrega suspiro por
suspiro. Y durante todo el dia, Astarté resplandece brillante y fuerte en el cielo, en tanto
que siempre hacia ella, mi querida Eulalia, levanta sus ojos de esposa, en tanto que
siempre hacia ella mi joven Eulalia eleva sus bellos ojos violetas!..
1845
Traducción de Alberto Lasplaces
El gusano vencedor
¡Ved!; es noche de gala en estos últimos años solitarios. Una multitud de ángeles alados,
adornados con velos y anegados en lágrimas, se halla reunida en un teatro para
contemplar un drama de esperanzas y de temores mientras la orquesta suspira por
intervalos la música de las esferas.
Actores creados a la imagen del Altísimo, murmuran en voz baja y saltan de un lado al
otro; pobres fantoches que van y vienen a órdenes de vastas creaturas informes que
cambian la decoración a su capricho, sacudiendo con sus alas de cóndor a la invisible
desgracia.
Este drama abigarrado —estad seguro que no será olvidado,— con su fantasma
perseguido siempre por una muchedumbre que no puede atraparlo, en un círculo que gira
siempre sobre sí mismo y vuelve sin cesar al mismo punto; ese drama en el cual forman el
alma de la intriga mucha locura y todavía más pecado y horror!....
Pero ved, a través de la bulla de los actores como una forma rampante hace su entrada!
Una cosa roja, color sanguinolento viene retorciéndose de la parte solitaria de la escena.
¡Cómo se retuerce! Con mortales angustias los actores constituyen su presa, y los ángeles
sollozan viendo esas mandíbulas de gusano teñirse en sangre humana.
Todas las luces se apagan, todas, todas. Sobre cada forma todavía tiritante, el telón, como
un paño mortuorio, desciende con un ruido de tempestad. Y los ángeles, todos pálidos y
macilentos se levantan y cubriéndose afirman que ese drama es una tragedia que se llama
«El Hombre» de la cual el héroe es el Gusano Vencedor...!
1838.
Traducción de Alberto Lasplaces
A la señorita * * *
¿Qué me importa si mi suerte terrestre no encierra en mí mismo más que una pequeña
cosa de esta tierra? ¿Qué me importa si años de amor son olvidados en un momento de
odio?
No lloro en forma alguna porque los desolados sean más dichosos que yo, pequeña, sino
porque veo que os afligís por el destino de éste que no es sino un transeúnte sobre la
tierra...
1829.
A la señorita * * *
Las umbrías bajo las cuales veo, en mis ensueños, los más traviesos pájaros cantores, son
labios; y toda la melodía de tu toz no es hecha sino por palabras creadas por tus labios.
De tus ojos, engastados en el santuario celeste de tu corazón, caen las miradas desoladas
ahora, ¡oh Dios!, sobre mi espíritu fúnebre, como la luz de una estrella sobre un sudario.
¡Tu corazón, tu corazón! Me despierto y suspiro y vuelvo a dormirme para ensoñar hasta
el día de la verdad, que el oro, —capaz de tantas locuras,— no podrá jamás comprar.
1829.
La romanza
¡Oh romanza que gustas cantar, la frente adormecida y las alas plegadas, entre las hojas
verdes agitadas a lo lejos sobre algún lago umbrío, tú has sido para mí un papagayo de
vivos colores, un pájaro muy familiar; tú me has enseñado a leer mi alfabeto, a balbucear
todas mis primeras palabras, mientras que, niño de mirada sagaz, me hundía en huraños
bosques.
En estos últimos tiempos, el eterno Cóndor de los tiempos ha estremecido de tal modo mi
cielo hasta en sus alturas, agrandando el tumulto producido por el pasaje y la huida de los
años, y tengo tan obstinadamente los ojos fijos en el inquietante horizonte, que no me
queda tiempo para mis dulces ocios.
El día más feliz
El día más feliz, la hora más dichosa, los ha conocido mi corazón agotado y marchito;
pero siento que ha desaparecido ya mi más alta esperanza de orgullo y de poderío.
¿He dicho de poderío? Sí. Pero desde hace largo tiempo, ¡ay de mí! se han desvanecido
los bellos ensueños de la juventud; han pasado ya: dejémoslos que se desvanezcan!
Y tú, orgullo, ¿qué haré de ti ahora? Otra frente puede bien heredar el veneno que me has
dado. Que por lo menos mi espíritu permanezca tranquilo.
El día más hermoso, la hora más feliz que mis ojos hayan visto y hayan podido ver jamás,
mi más brillante mirada de orgullo y de poderío, todo eso ha existido pero ya no existe;
yo lo siento.
Y si esa esperanza de orgullo y de poderío me fuera ofrecida ahora acompañada de un
dolor semejante al que experimento, no quisiera revivir esa hora brillante.
Porque bajo su ala llevaba una obscura mezcla y mientras volaba, dejaba caer una esencia
todopoderosa para consumir un alma que tan bien la conocía.
1827.
IMITACIÓN
Una ola insondable de invencible orgullo, un misterio y un sueño, tal debió parecer mi
primera edad. Yo añado que ese sueño estaba atravesado por un pensamiento huraño,
siempre despierto, de seres que han existido, y que mi espíritu no hubiera apercibido
jamás si los hubiera dejado pasar cerca de mí, bajo mi ensoñadora pupila. Que ningún
otro, acá abajo, herede esta visión de mi espíritu, de esos pensamientos que a cada
instante quisiera dominar y que se extienden como un hechizo sobre mi alma. Porque, al
fin, esa brillante esperanza y ese tiempo liviano se han ido, y mi reposo terrestre, me ha
dejado, él también, con un suspiro, al pasar. Entre tanto, no me preocupo de que él
perezca con un pensamiento que entonces amaba....!
1827.
Estrellas fijas (TO HELEN)
I
Te vi un punto;
era una noche de julio, noche tibia y perfumada,
noche diáfana,
de la Luna plena y límpida,
límpida como tu alma,
descendían
sobre el parque adormecido gráciles velos de plata;
ni una ráfaga
el infinito silencio
y la quietud perturbaban;
en el parque
evaporaban las rosas los perfumes de sus almas,
para que los recogieras
en aquella noche mágica;
para que tú lo aspiraras su último aliento exhalaban,
como en una muerte extática;
y era una selva encantada,
y era una noche de ensueños y claridades fantásticas!
II
¡Toda de blanco vestida,
toda blanca
sobre un banco de violetas
reclinada
te veía,
y a las rosas moribundas y a ti una luz tenue y diáfana
alumbraba,
luz de perla diluida
en un éter de suspiros y de evaporadas lágrimas!
III
¿Qué hado extraño
(¿fué ventura, fué desgracia?)
me condujo
aquella noche hasta el parque de las rosas que exhalaban
los suspiros perfumados
de su alma!
Ni una hoja
susurraba;
no se oía
una pisada,
todo mudo,
todo en calma,
todo en sueño
menos tú y yo (¡cuál me agito al unir las dos palabras!)
menos tú y yo. De repente
todo cambia.
De la Luna la luz límpida, la luz de perla se apaga,
el perfume de las rosas muere en las dormidas auras,
los senderos se obscurecen
expiran las violas castas,
menos tú y yo, todo huye, todo muere, todo pasa...
¡Todo se apaga y se extingue menos tus hondas miradas,
tus dos ojos donde arde
tu alma!
Y sólo veo entre sombras aquellos ojos...
¡Oh, amada!
¡Qué tristezas extrahumanas,
qué irreales
leyendas de amor relatan!
¡Qué misteriosos dolores,
qué sublimes esperanzas,
qué mudas renunciaciones
expresan aquellos ojos que en las sombras fijan en mí sus miradas!
IV
¡Noche obscura,
ya Diana
entre turbios nubarrones hundió la faz plateada;
y tú sola
en medio de la avenida
funeraria,
te deslizas
ideal, mística y blanca,
te deslizas y te alejas incorpórea cual fantasma;
sólo flotan tus miradas,
sólo tus ojos perennes,
tus ojos de hondas miradas
fijos quedan!
A través de los espacios y los tiempos marcan, marcan
mi sendero, y no me dejan cual me dejó la esperanza.
¡Van siguiéndome,
siguiéndome
como dos estrellas cándidas,
cual fijas estrellas dobles en el Cielo apareadas!
En la noche
solitaria
purifican con sus rayos y mi corazón abrasan
y me prosterno ante ellos con adoración extática;
y en el día
no se ocultan cual se ocultó mi esperanza;
por todas partes me siguen mirándome fijamente
en mi espíritu clavadas...
¡Misteriosas y lejanas
me persiguen tus miradas
como dos estrellas fijas, como dos estrellas tristes,
como dos estrellas blancas!
DREAMLAND
I
En una senda abandonada y triste
que recorren tan sólo ángeles malos,
una extraña Deidad la negra Noche
ha erigido su trono solitario;
allí llegué una vez; crucé atrevido
de Thule ignota los contornos vagos
y al Reino entré que extiende sus confines
fuera del Tiempo y fuera del Espacio.
II
Valles sin lindes, mares sin riberas,
cavernas, bosques densos y titánicos,
montañas que a los cielos desafían
y hunden la base en insondables lagos,
en lagos insondables siempre mudos
de misteriosos bordes escarpados,
gélidos lagos, cuyas muertas aguas
un Cielo copian tétrico y extraño.
III
Orillas de esos lagos que reflejan
siempre un Cielo fatídico y huraño
cerca de aquellos bosques gigantescos,
enfrente de esos negros océanos,
al pie de aquellos montes formidables,
de esas cavernas en los hondos antros,
vense a veces fantasmas silenciosos
que pasan a lo lejos sollozando,
fúnebres y dolientes... ¡son aquellos
amigos que por siempre nos dejaron,
caros amigos para siempre idos,
fuera del Tiempo y fuera del Espacio!
IV
Para el alma nutrida de pesares,
para el transido corazón, acaso
es el asilo de la paz suprema,
del reposo y la calma en Eldorado.
Pero el viajero que azorado cruza
la región no contempla sin espantos
que a los mortales ojos sus misterios
perennemente seguirán sellados,
así lo quiere la Deidad sombría
que tiene allí su imperio incontrastado.
V
Por esa senda desolada y triste
que recorren tan sólo ángeles malos,
senda fatal donde la Diosa Noche
ha erigido su trono solitario,
donde la inexplorada, última Thule
esfuma en sombras sus cotornos vagos,
con el alma abrumada de pesares,
transido el corazón, he paseado...
¡He paseado en pos de los que huyeron
fuera del Tiempo y fuera del Espacio!
ULALUME
I
Los cielos cenicientos y sombríos,
crespas las hojas, lívidas y mustias,
y era una noche del doliente octubre
del tiempo inmemorial entre las brumas,
era en las tristes márgenes del Auber,
el lago tenebroso de aguas mudas,
ante los bosques tétricos del Weir,
la región espectral de la pavura.
II
A solas con mi alma, recorría
avenida titánica y obscura
de fúnebres cipreses... con mi alma,
con Psiquis, alma que al misterio turba...
Era la edad del corazón volcánico
como las llamas del Yanek sulfúreas,
como las lavas del Yanek que brotan
allá del polo en la región nocturna.
III
Pocas palabras nos dijimos, era
como una confidencia íntima y muda;
palabras serias, pensamientos graves
que la memoria para siempre turban;
no recordamos que era el triste octubre,
que era la noche (¡noche infausta y única
no recordamos la región del Auber
que tanto conoció mi desventura,
ni el bosque fantasmático del Weir,
la región espectral de la pavura.
IV
Y cuando la noche ya avanza
de estrellas al vago tremer,
al fin de la obscura avenida
un lánguido rayo se ve,
fulgor diamantino que anuncia
de fúnebre velo al través,
que emerge de nube fantástica
la Luna, la blanca Astarté.
V
Y yo dije a mi alma: «Más que Diana
ardiente, aquella misteriosa Luna
rueda al través de un éter de suspiros;
lágrimas de su faz una por una
caen donde el gusano nunca muere.
Para mostrarnos la celeste ruta
y el alma imperio de la paz Letea
atrás dejó al león en las alturas,
del león las estrellas traspasando,
del león a despecho, ora nos busca
y sus miradas límpidas y dulces
son las miradas que el amor anuncian.»
VI
Mas Psiquis dijo señalando al Cielo:
«La palidez de ese astro me conturba;
pronto, huyamos de aquí, pronto, es preciso.»
Y de sus alas recogió las plumas
con intenso terror, y sollozando,
presa de pronto de invencible angustia
plegó las alas, hasta el polvo frío
lentas dejando descender las plumas.
VII
Y yo le dije: «Tu terror es vano,
sigamos esa luz trémula y pura,
que nos bañen sus rayos cristalinos,
sus rayos sibilinos que ya auguran
é irradian la belleza y la esperanza.
Mira: la senda de los cielos busca;
sigamos sin temor sus limpios rayos
que ellos a playa llevarán segura,
sigamos esa luz limpia y tranquila
a través de la bóveda cerúlea.
VIII
Tranquilicé a mi Psiquis, y besándola,
de su mente aparté las inquietudes
y sus zozobras disipé profundas,
y convencerla que siguiera pude.
Llegamos hasta el fin; ¡ojalá nunca
llegara! Al fin de la avenida lúgubre
nos detuvo la puerta de una tumba
(¡oh, triste noche del lejano octubre!
nos detuvo la losa de una tumba,
de legendario monumento fúnebre.
¡Oh, hermana! —dije— ¿Qué inscripción confusa
en la sellada losa se descubre?
Respondióme: «Ulalume», esta es su tumba,
¡la tumba de tu pálida Ulalume!
IX
Quedó mi corazón como ese Cielo
ceniciento, como esas hojas mustias,
como esas hojas yertas y crispadas...
¡Ay! pensé: el mismo octubre fué, sin duda
fué en esa misma noche cuando vine
al través del horror y de la bruma
aquí trayendo mi doliente carga...
¡Oh, noche infausta, infausta cual ninguna!
¡Oh! ¿Qué infernal espíritu me trajo
a esta región fatal de la tristura?
Bien reconozco el mudo lago de Auber,
y esta comarca que el horror anubla,
y el bosque fantasmático de Weir,
la región espectral de la pavura!
El lago
En la primavera de mi juventud, fué mi destino no frecuentar de todo el vasto mundo sino
un solo lugar que amaba más que todos los otros, tanta era de amable la soledad de su
lago salvaje, rodeado por negros peñascos y de altos pinos que dominaban sus
alrededores.
Pero cuando la noche tendía su sudario sobre ese lugar como sobre todas las cosas, y se
agregaba el místico viento murmurando su melodía, entonces, ¡oh, entonces se despertaba
siempre en mí el terror por ese lago solitario!
Y sin embargo ese terror no era miedo, sino una turbación deliciosa, un sentimiento que
ninguna mina de piedras preciosas podría inspirarme o convidarme a definir, ni el amor
mismo, aunque ese amor fuera el tuyo.
La muerte reinaba en el seno de esa onda envenenada, y en su remolino había una tumba
bien hecha para aquel que pudiera beber en ella un consuelo a su imaginación taciturna,
para aquel cuya alma desamparada pudiera haberse hecho un Edén de ese lago velado.
1827.